“Con temblor y cariño”, por Gerardo Villar.
Ayer participé en una manifestación pidiendo que se acoja en nuestro país y en nuestra comunidad autónoma a los refugiados. Que puedan salir de su país y de su situación… Llevábamos un tira enorme de papel en la que constaban los nombres, apellidos y fechas de asesinato, -bien en el mar bien en las fronteras-. Me temblaban las manos al llevar esa tira tan larga. Y la verdad que no éramos muchas personas. Eché en falta personas a quienes identificamos con la comunidad diocesana. Veo que cuando hay un accidente un poco clamoroso o la muerte de varias personas en circunstancias raras, suele acudir el obispo a presidir el funeral. Ayer no era un funeral. Era un recuerdo dolido, organizado por la Plataforma en favor de los refugiados y un clamor exigiendo a las autoridades apertura de fronteras para los refugiados.
Me gustaría que en estas y parecidas ocasiones, los cristianos estemos presentes y actuantes como los demás. Una iglesia en salida, nos dice el Papa Francisco. Qué realidad más dura… que nos exige estar ahí despidiendo con amor a aquellos a quienes el mar ha tragado por nuestra cerrazón a acogerles y a la vez una petición, un reclamo por la justicia, por la dignidad de las personas: que a nadie se le cierre una frontera porque el mundo es de todos y para todos.
Es cierto que hay organizaciones cristianas (Caritas, Migraciones…) que siguen denunciando y clamando por una acogida y una libertad justa. Pero el problema es tan serio, tan profundo, que pienso que todos los cristianos, que todos los hombres y mujeres de cualquier creencia, hemos de militar por una defensa de las personas.
Me comentaba ayer alguien:” aquí pasa como con el exterminio judío, que no nos enteramos ni nos queremos enterar”. Y mientras, hambre, dolor, frío, y muerte. ¡Qué bonita sería una larga procesión de todas las personas de buena voluntad pidiendo fronteras abiertas! Bonita acción para la cuaresma. Y sobre todo si va unida a un plan de acogida y posibles integraciones en nuestra sociedad.
Constato que hay un ambiente poco propicio a la acogida: “nos quitan los puestos de trabajo”, “se llevan las ayudas sociales”. Con los datos en la mano, se refutan estas opiniones (http://stoprumores.com/). Pero si es problema de egoísmo, de mirar por mi comodidad, entonces resulta más difícil y necesitamos que el Espíritu renueve nuestros criterios y nuestros corazones. Porque lo que sí es terrible es que cada hora y cada momento se sigan inscribiendo más personas en la lista del dolor y de la muerte. Me interroga tremendamente a la hora de celebrar la Pascua: ¿ayudamos a que pasen las fronteras del egoísmo e interés personal, racial y político?
Gerardo Villar
Fuente Fe Adulta
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