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“Huir de Sodoma”, por Carlos Osma

Jueves, 9 de enero de 2025
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IMG_9029Esperando con fe en que el año que comienza traiga un cielo y una tierra, no sabemos si nuevos pero, por lo menos, con menos dolor, sangre y sufrimiento, con más autenticidad y menos miedos, traemos este artículo duro, pero certero, que Carlos ha  publicado en su blog Homoprotestantes:

Quienes hemos vivido en dos mundos de galaxias diferentes, quienes tenemos la sensación de haber habitado dos vidas totalmente distintas, quienes pasamos fronteras, umbrales, límites, dejando una parte nuestra —aunque en realidad no éramos del todo nosotras— hacia vidas tan inimaginables como necesarias para nuestra existencia; hay momentos en los que paramos y miramos hacia atrás. Y al volver la mirada vemos las llamas, el humo, la destrucción y la muerte en Sodoma, el lugar donde nacimos, donde nos educaron para que no fuéramos nosotres. Observamos los escombros del que un día fue nuestro hogar, aunque nunca llegara a serlo realmente, donde quisimos y quisieron a quienes pensaban que éramos, donde aprendimos a rechazarnos, a odiarnos, a ocultarnos. A sobrevivir.

Esa otra vida envuelta en penumbras ya, tiene una extraña relación con la de ahora, es el lugar de donde venimos, es absurdo ocultárnoslo, aunque hubiera sido mejor no haber estado allí. A veces la idealizamos, la transformamos, la pensamos como no fue para que no nos duela tanto. Para, recreándola, hacerla desaparecer y así liberarnos, curando la herida que nos ha dejado. Pero esa herida, de la misma manera que no duele como cuando estaba abierta, tampoco puede desaparecer. Queda la marca, que es nuestra historia, porque nosotres no tenemos comunidades, instituciones, tradiciones que rememoren nuestras batallas —ni las ganadas, ni las perdidas— tenemos únicamente nuestros cuerpos para leernos. Y se resiente, ¡cómo se resiente!, cuando giramos la cabeza y miramos hacia Sodoma.

Por eso nunca entenderé a quienes habiendo pasado por todo esto, son incapaces de desear algo diferente, algo nuevo, algo que les dé oxígeno, espacio, vida. Y se embarcan vez tras vez —mientras relatan sus tormentos en Sodoma— en construir el mismo mundo del que salieron. Como si no hubiera otra posibilidad de existencia, como si estuvieran condenados al no amar, al no sentir, al no ser. Como si hubieran interiorizado el odio del que fueron objeto y solo fueran capaces de construir desde allí, no desde la herida que desea ser sanada, o la sed que busca ser saciada, sino desde el odio que busca resarcirse, que necesita venganza. Las nuestras son unas vidas que deberían buscar justicia, y en la Sodoma que conocimos no había ni un ápice de ella. Hay que huir de Sodoma, no volverla a edificar.

Estoy convencido de que nos equivocamos si pensamos que la ciudad donde crecimos ya no existe, que está lejos, o en un enclave que podemos fácilmente ubicar. En Sodoma hay formas opresivas de mirar y representar los cuerpos, de leer los textos bíblicos, de entender el deseo y al amor. Hay un dentro y un fuera, un nosotros y un ellos, verdad y mentira; además de miles de maneras perversas de representar la fe, la esperanza y el amor. Hay alambradas, policías, sacerdotes, extranjeros, jueces, médicos, hombres vestidos de mujer, feministas terf, defensores de la patria, de las verdades de toda la vida, y de los privilegios de quienes los han conseguido por la fuerza.  Allí al principio no es el Verbo, sino el olor a incienso, el fuego abrasador, los chantajes emocionales, la mentira, el maltrato, las condenas y las amenazas. En Sodoma los opresores no son enemigos, sino compañeras, hermanos, amigues, tu propia familia. Es una ciudad que existe y visitamos en algunos de nuestros deseos, en el reencuentro con una persona del pasado, en un discurso fundamentalista cristiano, en las propuestas fascistas de la extrema derecha.

Quizás la mujer de Lot se convirtió en una estatua de sal porque al girarse miró con nostalgia la Sodoma de la que huía. Y quizás sea eso lo que le está pasando hoy a tanta gente a nuestro alrededor. Personas que no hace tanto escaparon por los pelos del fuego —siendo testigos de cómo acabaron abrasadas quienes no pudieron hacerlo— y ahora desearían no haber salido nunca de aquella ciudad. ¡Que la sal las conserve petrificadas por los siglos de los siglos! Nosotres no podemos hacer otra cosa más que correr, alejarnos de Sodoma, buscando lugares donde poder vivir a salvo con las personas a las que amamos, con nuestra nueva familia. Si miramos hacia atrás que sea solo para coger impulso, para recordar de dónde fuimos liberados, qué es lo que debemos transformar, en qué no podemos transigir, y qué nos espera si desfallecemos. Sodoma nos hizo daño, no es nuestro hogar, pero nos ha enseñado como no debemos construirlo. El mundo que buscamos está en dirección contraria.

Carlos Osma

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“La homofobia no está en la Biblia, sino en sus intérpretes”. Entrevista con el teólogo Renato Lings.

Martes, 29 de julio de 2014
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DSC02420[1] (1)Interesante entrevista que hemos leído en el blog Homoprotestantes:

El Dr. Renato Lings es traductor e interprete; doctor en Teología y escritor. Ha trabajado entre otras cosas como intérprete en el Parlamento Europeo, como profesor en la Universidad Bíblica Latinoamericana o investigador en la Queen’s Foundation for Ecumenical Theological Education. En 2011 publicó: “Biblia y homosexualidad; ¿se equivocaron los traductores?”. Hace unos días le propuse una entrevista para el blog Homoprotestantes a la que accedió amablemente. Le agradezco que comparta su experiencia, reflexiones y conocimientos con nosotr@s.

Empecemos por el principio. Naciste en Dinamarca dentro de una familia evangélica muy activa dentro de la Iglesia, de hecho tu padre era maestro y encargado parroquial. ¿Cómo fue para ti descubrir tu homosexualidad en ese contexto? ¿Y para tu familia?

Descubrir mi homosexualidad fue una experiencia muy extraña. A partir de los once años aproximadamente me fui dando cuenta que algunos varones me atraían poderosamente. Al mismo tiempo no me atrevía a mostrarles ningún afecto especial. Crecía en un ambiente rural cerrado y represivo en el que era peligroso “pasarse” y reinaba la conformidad en todo. La homosexualidad era un tema tabú y, como medida de autoprotección, yo guardaba instintivamente mi secreto. Durante toda mi adolescencia, nadie se enteró de mi vida sentimental.

¿Cómo era el Dios que tenías dentro del armario? ¿Cambió en algo cuando finalmente pudiste salir de allí?

Era un Dios contradictorio. Por un lado me enseñaron en la escuela dominical la importancia de Juan 3,16, versículo que dice: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo unigénito para que todo el que crea en él no perezca sino que tenga vida eterna.” Es una afirmación hermosísima que me ha permitido conservar mi fe cristiana hasta la fecha. Al mismo tiempo, sin embargo, el Dios que reinaba en mi ambiente familiar tenía bastante de dictador porque muchas cosas nos estaban prohibidas. Por ejemplo, a mí y a mis hermanas y hermanos no nos permitían aprender a bailar y no podíamos leer libros y revistas con contenido erótico. A los 18 años intenté salir del armario acudiendo al médico de cabecera pero él me remitió a un psiquiatra bastante retrógrado que me aconsejó esperar algunos años más. Fue una etapa dura y depresiva, de una gran soledad. Sólo conseguí liberarme del armario cuando cumplía 24 años. Fue una auténtica experiencia liberadora. Empecé a entender a Dios de otra manera, aceptándolo como Creador de todo el universo y, por tanto, de la sexualidad humana.

Tus primeros estudios a mediados de los años sesenta fueron “Literatura y Cristianismo” y “Filosofía, griego y hebreo”… interpreto que tenías interés por conocer más profundamente la Biblia. En aquel momento, ¿Qué significaba para ti la Biblia? ¿Era una fuente de liberación o de condena?

Durante mi adolescencia llegó a aburrirme la Biblia hasta el punto de saciedad debido a la manera autoritaria en que nos la imponían. Para una persona joven como yo era prácticamente un documento fosilizado. Además, no me permitían cuestionar nada. Cuando tenía 21 años escuché una charla en que un teólogo analizaba el pecado de Sodoma y Gomorra. Terminó su reflexión afirmando que este relato bíblico condenaba “la homosexualidad”. Eso me asustó y aquel día la Biblia empezó a preocuparme de verdad. A partir de aquella experiencia me he esforzado por entender la naturaleza de la supuesta condena bíblica y desde entonces busco el lado liberador de las escrituras.

Si nos centramos ahora en los textos bíblicos que tradicionalmente son utilizados por los cristianos conservadores para condenar a las personas homosexuales, me pareció interesante la propuesta de tu artículo “Los –yaceres- de una mujer”[1] en la que afirmabas que Levítico 18,22 se puede traducir como. “No cometerás actos de incesto con varones”. Nos puedes explicar brevemente, y para que podamos entenderlo, las razones de esta traducción y sus implicaciones.

Es muy interesante el versículo 18,22 del Levítico. El lenguaje hebreo del texto original es opaco, muy difícil de entender. Por eso vienen acumulándose, desde tiempos antiguos, diferentes interpretaciones. Actualmente mis investigaciones bíblicas me permiten catalogar 14 lecturas distintas de Lev 18,22. ¿Cuál es la correcta? La respuesta es sencilla: “No sabemos”. La lectura menos probable es la que pretende presentar el versículo como una condena de “la homosexualidad”. Hace años que esta lectura está de moda porque a los traductores les facilita grandemente su trabajo. No obstante, es un anacronismo atribuir al redactor del texto hebreo actitudes “homófobas”. Este versículo no aporta ningún dato de interés para la gente LGTB de nuestros días. Si nos valemos de criterios literarios y lingüísticos a la hora de analizarlo, la clave interpretativa aparecerá por otro lado. Hasta tiempos muy recientes los estudiosos han hecho caso omiso del tema del incesto. No obstante, una amplia parte del capítulo 18 habla justamente de ese problema. Por tanto, recomiendo que tengamos en cuenta el tema del incesto a la hora de reflexionar sobre Lev 18,22.

En otro de tus artículos, “Sodoma, escenario de un choque cultural”[2] afirmas que dramas como el de Sodoma pueden convertirse en instrumentos de liberación para las personas LGTB. ¿Puedes ponernos un ejemplo? ¿Cómo podemos acercarnos a esta historia bíblica desde nuestra realidad lgtb y sentirnos liberados?

De acuerdo, es muy buena la pregunta porque a primera vista mi propuesta tal vez pueda parecer contradictoria. Si nos atenemos estrictamente a la tradición cristiana, el drama de Sodoma y Gomorra es opresor y violento. Ahí está el origen de toda nuestra vía crucis. Ahora bien, hay otra manera muy distinta de acercarnos al relato bíblico. Si deseamos respetar el testimonio que nos presenta la Biblia hebrea, ahí tenemos a los profetas Isaías, Ezequiel, Jeremías, y otros. Históricamente son los primeros intérpretes del drama de Sodoma. Según esta corriente interpretativa, el pecado de la ciudad no tiene nada que ver con supuestos delitos sexuales. Todas las voces proféticas utilizan el nombre de Sodoma como metáfora para criticar sin pelos en la lengua a los gobernantes y políticos de su época, tildándoles de idólatras, egoístas, arrogantes, opresores y violentos. Por ejemplo, léete el capítulo 1 de Isaías, fijándote en los versículos 10-17. También vale la pena estudiar Ezequiel capítulo 16, versículos 46-51. Si aprendemos a escuchar a los profetas para que nos enseñen a interpretar bíblicamente el drama de Sodoma, el proceso nos ayudará a liberarnos a nosotros mismos, a denunciar la injusticia y a ser solidarios con los desfavorecidos que malviven en nuestro entorno.

Y si vamos al Nuevo Testamento y a las cartas Paulinas, por ejemplo en textos como Rm 1:26-27 o 1 Cor 6:9-10, podríamos interpretar que el Apóstol se posiciona en contra de las relaciones sexuales entre dos hombres. ¿Crees que es así? ¿Cómo deberíamos acercarnos las cristianas y cristianos de hoy a esos textos?

Bueno, son textos muy curiosos y cada uno tiene sus complejidades. Te sugiero que vayamos por partes. Si nos acercamos primero a 1 Cor 6:9-10, te diré que muchos traductores se equivocan a la hora de interpretar dos vocablos griegos como son malakoi y arsenokoitai. Por su parte, malakoi significa “blandos”, “blandengues” o “débiles”, mientras que no se sabe prácticamente nada de arsenokoitai. Literalmente vendría a significar “varones-cama” o “varones que se acuestan”. Posiblemente la palabra tenga que ver con los burdeles y con el tráfico ilegal de prostitutas y de prostitutos jóvenes, negocio muy lucrativo en el imperio romano. Insisto, sabemos muy poco de este vocablo. Es importante darse cuenta que no aparece en la literatura erótica redactada en griego. Por esta razón no podemos interpretarlo como referencia a varones homosexuales. Debemos rechazar enérgicamente las traducciones equivocadas, de las que hay, lamentablemente, unas cuantas. Leer más…

Biblia, Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, Homofobia/ Transfobia., Iglesia Inclusiva , , , , , , , ,

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