Detenciones, torturas, condenas a prisión, violaciones, trabajos forzados… La homosexualidad sumida en la discriminación política y social impulsada por el Estado. La memoria histórica de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (LGTB) tiene cicatrices que van de la violencia física al intento de cura de una supuesta enfermedad. Para recuperar la lucha y el padecimiento de la comunidad homosexual, arranca el proyecto de investigación La represión de la disidencia sexual en Andalucía durante el franquismo y la transición.
“A la mariquita se la detenía, se la humillaba, era un pogromo franquista”. Antonio Gutiérrez Dorado, vicepresidente de la asociación de Expresos Sociales, y José Antonio Campillo, presidente de la asociación Adriano Antinoo, aportan vivencias personales y el relato represivo. Historias de vida y entrevistas son la base de un estudio que coordinan los profesores de la Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla María Marco y Rafael Cáceres y analizará documentación registrada en informes policiales, carcelarios y de centros psiquiátricos.
Ahí surgen, de manera recurrente, nombres asociados a siniestros estudios fundamentados en teorías médicas de carácter nazi: Juan José López Ibor y Antonio Vallejo-Nájera. Fundadores de la Sociedad Española de Psiquiatría, pretendían demostrar la degeneración de la “raza española” a resultas de la República y la tara mental que suponía el marxismo. Al más puro estilo de Heinrich Himmler y el nacionalsocialismo alemán.
“La normalización de la homosexualidad está lejos”
El proyecto, financiado por la dirección general de Memoria Democrática de la Consejería de Administración Local y Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía, cuenta con un equipo integrado por investigadores del ámbito de la psicología, la antropología, el trabajo social y la sociología de las universidades de Sevilla y Barcelona, además de la UPO. Colabora, además, el Grupo de Trabajo Recuperando la Memoria de la Historia Social de Andalucía (RMHSA) de CGT.
Es, según María Marco, un estudio necesario que busca “voces para dignificar la memoria de quienes no están en muchos procesos de investigación ni de reparación”. Habrá, para ello, “revisión de los textos de López Ibor y Vallejo-Nájera y de todo lo que encontremos, que no será todo lo que debe haber”. Interesan, explica Rafael Cáceres de su parte, informes de “psiquiátricos o cuarteles, que eran lugares donde la virilidad se enfrentaba a comportamientos que se consideraban inmorales”. También el archivo de la cárcel de Huelva que, como la prisión de Badajoz (Extremadura), “se especializó en la recuperación de homosexuales”.
Un análisis, en suma, del contexto socio histórico de una represión –la ley de vagos y maleantes de 1933 fue modificada para incluir la homosexualidad en 1954 y se derogó en 1970– que continuó “tras la muerte de Franco”. “La normalización de la homosexualidad está muy lejos de llegar”, entiende Cáceres, que percibe una homofobia “fuertemente arraigada“. Aunque en 2014 se cumplen 35 años de la despenalización de la homosexualidad, como recuerda Gutiérrez Dorado, activista del movimiento LGTB desde los años 70 y que habla de la aplicación durante el franquismo de “una ideología justificadora del odio al homosexual” relacionada con el “control moral de la sociedad” impuesto por la iglesia.
“La iglesia católica tiene contraída una deuda con los colectivos homosexuales por su implicación directa en la represión”, por eso, prosigue, “nos duele que la iglesia vuelva ahora al discurso de la enfermedad”. La asociación de expresos no descarta, en este sentido, acudir “al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, como le estamos exponiendo al nuncio (representante del Vaticano en España)”, el italiano Renzo Fratini.
“La maricona mayor del reino”
Su testimonio trae escenas en que, “en los años 40 y 50, a los homosexuales se les rapaba, les daban aceite de ricino y los paseaban por el pueblo en carro”. No se detuvo ahí el castigo: “15 días de calabozo sólo por detenerte, condenas a trabajos forzados, torturas y violaciones en comisarías, terapias agresivas como electroshock, redes de prostitución, se hicieron lobotomías en Carabanchel…“. Relatos crudos y nombre propio de la ignominia a partir de los 60: Luis Carrero Blanco y la ley de Peligrosidad Social.
Usaban “conceptos seudocientíficos, nazis”. Clasificaban al homosexual en activos, pasivos, congénitos y no congénitos. Un peligro que no ha pasado. “Vemos el caso de Rusia, con ataques e incluso muertes, y cómo en Ucrania esto está pasando ahora también“. La homofobia no conoce fronteras, aunque en 2011 la Organización de las Naciones Unidas instó a la comunidad internacional a la despenalización de la homosexualidad y la Organización Mundial de la Salud la desclasificó como enfermedad en 1990.
Dice Dorado que España vive “una contrarreforma contra la libertad sexual” que casa luchas conjuntas: “la de LGTB y la de la mujer”. “Intentamos desmontar una sociedad patriarcal que quiere una mujer bajo el amparo del macho y que el homosexual vuelva al armario“. Es, en palabras de José Antonio Campillo, “la batalla por la igualdad y la no discriminación, por visualizar esta historia” y la “represión atroz” desde la infancia.
Narra Campillo cómo en su pueblo “había tres maricones oficiales, Manolito el del Carbón, un transexual que pintaba las fachadas con cal y una mujer que le decían Lola la Loca”. La exclusión social los marcó de por vida, una estigmatización que al propio presidente de Antinoo le llevó en un momento dado a buscar una solución: “Fui a ver a un cura que decían curaba con telepatía y le conté mi problema, que era un enfermo. Se levantó, me puso las manos en la cabeza, sudó, jadeó y al rato me dijo que me fuera, que ya estaba curado”. No fue así. Decidió proclamarse “la maricona mayor del reino” – Juan Carlos de Borbón había sido coronado como rey de España. Poco después montó un bar de ambiente en la sevillana Alameda de Hércules que sufrió “denuncias y acoso de los fachas y de la policía“. Aún hoy sigue abierto.
Comentarios recientes