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Una encuesta innovadora detalla las experiencias de los católicos LGBTQ en América Latina

Lunes, 20 de diciembre de 2021
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Una nueva encuesta es la primera de su tipo en documentar las tendencias y los principales conocimientos de los católicos LGBTQ y sus familias y aliados en América Latina.

La “Encuesta sobre católicos latinos inclusivos LGBTIQ para el Sínodo” documenta las respuestas de más de 800 católicos. Según los organizadores, la encuesta busca “investigar la experiencia de su comunidad en el ámbito laical y eclesial e identificar posibles escenarios de transformación, mayor inclusión y visibilidad dentro del proceso sinodal y pastoral local”.

Las ideas clave de la encuesta se presentaron en una carta a la Asamblea Eclesial, sobre la que Bondings 2.0 informó ayer (es el artículo que viene a continuación-. Un resumen de los hallazgos presentados a la Asamblea Eclesial son los siguientes:

– “El 98% de los que respondieron la encuesta [son] parte de la comunidad LGBTIQ, aliados o les gustaría ver un enfoque más positivo para la comunidad católica arcoíris en la iglesia.-

– “El 33% describió que solo [a veces] se sienten parte de la Iglesia e incluso un 6% adicional argumentó que no se sienten parte de la Iglesia. Esto [plantea] muchas preguntas: ¿Dónde se pierde el mensaje de amor y abrazo? ¿Qué hace que esta comunidad en particular se sienta diferente del resto?

-“El 81% de los católicos que respondieron cree que presentar testimonios directos de personas LGBTIQ y sus familias es la mejor manera de reflexionar sobre el tema.

-“Solo el 4% considera que la comunidad LGBTIQ y sus familias cuentan con espacios adecuados y relevantes para el reconocimiento y vivencia de su fe dentro de la iglesia.

-“El 99% cree que un paso importante para la inclusión es el reconocimiento de la presencia de las personas LGBTIQ y sus familias en la Iglesia, estableciendo que la orientación sexual y la identidad de género no son una opción sino parte de la creación y diversidad humana”

En última instancia, los resultados de la encuesta muestran mucho espacio para el crecimiento en torno a la inclusión LGBTQ en la Iglesia Católica. Es sorprendente que más de cuatro de cada cinco encuestados dijeron que creen que la mejor manera de reflexionar sobre los problemas LGBTQ es a través de testimonios directos de personas queer y sus familias. Además, casi toda la muestra estuvo de acuerdo en que un paso importante en la iglesia durante este proceso sinodal debe ser reconocer la orientación sexual y la identidad de género como parte de la diversidad de la creación humana.

En una carta a la asamblea regional latinoamericana, los organizadores de la encuesta escribieron:

“Prestemos atención a lo que el Señor quiere de nosotros en esta Asamblea eclesial y tratemos de convertirnos en un solo cuerpo que aspire a estar Unidos en“ un solo Corazón y Espíritu ”, aportando nuestro amor, servicio, riqueza y sentido pastoral sin sentimiento. discriminados o relegados “.

Mientras nuestra iglesia global continúa escuchando y discerniendo el espíritu juntos, que estos innovadores resultados de la encuesta guíen nuestro espíritu unido y eleven los testimonios de la comunidad LGBTQ y sus aliados en América Latina.

—Barbara Anne Kozee (ella / ella), Ministerio New Ways, 15 de diciembre de 2021

Asamblea Latinoamericana busca mayor pastoral LGBTQ, denuncia de violencia

cq5dam.thumbnail.cropped.1500.844Una importante reunión de la iglesia latinoamericana ha pedido una mayor atención pastoral LGBTQ mientras condena la violencia contra esa comunidad.

La Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe concluyó el 28 de noviembre después de un encuentro híbrido virtual y presencial en la Ciudad de México durante una semana. El documento de resultados de la asamblea incluyó cuestiones LGBTQ en varios puntos, que se abordaron de manera positiva.

Por ejemplo, el resultado 20 busca promover una iglesia en la que “se integre la diversidad cultural, étnica y sexual”. Para lograr este deseo, las actitudes pastorales incluyen:

“Fomentar en nuestras comunidades e Iglesias locales el reconocimiento y la valoración de la diversidad sexual, étnica y cultural a través de espacios para el avance humano y la formación laboral y educativa.

“Salir al encuentro con misericordia, acercándonos con gestos, actitudes e iniciativas de escucha y diálogo.

“Promover la espiritualidad de comunión y la cultura del encuentro que nos ayude a valorar al otro como don”.

En otra parte, en el resultado 27, la iglesia está llamada a denunciar la violencia estructural a través de movimientos sociales que prestan especial atención a las comunidades marginales, incluidas las personas “LGBTIQ +”.

El Resultado 24 trata sobre el ministerio familiar y dice que dicho ministerio “abarca nuevas expresiones, su complejidad y diversidad”. Las actitudes pastorales incluyen:

“Enriqueciendo nuestro mensaje con un lenguaje que incluya todas las formas de formación familiar en los procesos formativos y la celebración de la fe.

“Integrando misericordiosa y tiernamente a los distintos tipos de familias: monoparentales, uniones civiles y con diversidad de orientación sexual”.

Aproximadamente 1.000 participantes de la región se reunieron para practicar la sinodalidad y discutir la realidad actual de la iglesia. Más allá de una simple reunión episcopal, participaron cientos de clérigos y religiosos, así como 400 laicos. Estuvieron presentes tres delegados de la Global Network of Rainbow Catholics (GNRC)-Red Global de Católicos Arcoíris (GNRC).

Bajo el objetivo de “Todos somos discípulos misioneros”, el objetivo era “establecer prioridades para la iglesia en América Latina y el Caribe para los próximos 10 a 12 años”, según el  National Catholic Reporter. El Papa Francisco dijo en un video de bienvenida que la asamblea eclesial, la primera de su tipo, fue “un momento que nos abre nuevos horizontes de esperanza”.

Previo al encuentro de la Ciudad de México, unas 50.000 personas participaron en un proceso de escucha y diálogo ampliamente representativo. Como parte de esos preparativos, los miembros latinoamericanos de la Red Global de Católicos Arcoíris organizaron una encuesta de católicos, familias y aliados LGBTQ. Mañana, Bondings 2.0 informará sobre los resultados de esa encuesta y su impacto potencial (es el artículo precedente).

Como ha sucedido a menudo en el pasado, la iglesia latinoamericana está llevando a la iglesia global hacia una recepción más profunda del Vaticano II y las prácticas de la sinodalidad. La Asamblea eclesial de noviembre es un intento de encarnar los tipos de escucha, diálogo y acción pastoral que se han convertido en señas de identidad del primer ministerio del Papa latinoamericano. Si bien puede que no sea sorprendente que los problemas LGBTQ hayan surgido en las preocupaciones de los laicos, es notable que estas preocupaciones se escucharon y luego se reflejaron en el informe final de la asamblea, un paso que sigue siendo poco común en otros procesos eclesiales.

La iglesia mundial está profundamente en deuda con los católicos latinoamericanos por incorporar nuevas formas de ser iglesia en el tercer milenio. Con suerte, los problemas LGBTQ, una vez que surgieron durante el Sínodo sobre sinodalidad, se tratarán de la misma manera.

—Robert Shine (él / ella), New Ways Ministry, 14 de diciembre de 2021

Fuente New Ways Ministry

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Los obispos alemanes seguirán adelante con su ‘camino sinodal’ pese a las dudas de Roma

Viernes, 20 de septiembre de 2019
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El cardenal Marx rechaza las críticas lanzadas por Ouellet

Ouellet, en una carta, había advertido que el camino escogido por la Iglesia alemana era difícilmente compatible con el derecho canónico

En su respuesta, Marx dijo que hubiera sido deseable que Ouellet “hubiera buscado el diálogo antes de enviar la carta”

La moral sexual, las formas de vida sacerdotales, la división de poderes y el papel de las mujeres en la Iglesia, ejes del conflicto

La Iglesia católica alemana seguirá su proceso interno de reformas pese a las críticas recibidas del Vaticano al llamado “camino sinodal”, basado en un debate con los fieles y que surgió tras el descontento y los deseos de cambio que generaron los escándalos de abusos sexuales.

El presidente de la Conferencia Episcopal y cardenal de Münich, Reinhard Marx, que es el máximo exponente de ese proceso y asiste hoy en el Vaticano al consejo de cardenales creado por el Papa Francisco para ayudarle en sus reformas, ha rechazado las críticas del prefecto de la Congregación de Obispos, Marc Ouellet.

Ouellet, en una carta, había advertido que el camino escogido por la Iglesia alemana era difícilmente compatible con el derecho canónico. Asímismo, había pedido a Marx que no se atribuyera competencias sobre temas que debían tratarse por las autoridades vaticanas. Marx dijo en su respuesta, difundida por medios alemanes, que hubiera sido deseable que Ouellet hubiera buscado el diálogo antes de enviar la carta.

Cuatro documentos

Tras una reunión el fin de semana entre representantes de la Conferencia Episcopal y del Consejo Central de los Católicos Alemanes (ZdK) se publicaron cuatro documentos de trabajo sobre la moral sexual, las formas de vida sacerdotales, la división de poderes y el papel de las mujeres en la Iglesia. Esos papeles deberán ser la base de las deliberaciones de la asamblea de la Conferencia Episcopal que se celebrará en Fulda (centro) entre el 23 y el 26 de septiembre. Los documentos serán el punto de partida para los foros del llamado “camino sinodal”.

Un foro estará dedicado a debatir cómo se ejerce la autoridad en la Iglesia, teniendo en cuenta los principios de una sociedad plural y del estado democrático que, según el documento previo, los fieles quieren ver respetados también dentro de la instituciones eclesiásticas.

Otro foro estará centrado en las tensiones entre doctrina y práctica, lo que estará relacionado con la moral sexual.

El tema del papel de las mujeres en la Iglesia en considerado de gran prioridad y un punto en el que se pondrá a prueba la autenticidad de la voluntad reformista. El cuarto foro estará dedicado a las formas de vida sacerdotales en el que, sin embargo, no se abordará el tema del sacerdocio femenino.

Fuente Religión Digital

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El Sínodo católico de Tréveris (Alemania) pide una “oferta litúrgica” a las parejas del mismo sexo

Lunes, 9 de mayo de 2016
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urn-newsml-dpa-com-20090101-160427-99-747887-large-4-3Obispo Stephan Ackermann

El reciente Sínodo de la diócesis católica de Tréveris (Alemania) se ha pronunciado a favor de una mayor inclusión de las personas LGTB. Una inclusión que hacen extensiva a las parejas y sus familias, para las que se llega a hablar de “ofertas litúrgicas” y pastorales.

En algunos lugares, los laicos católicos siguen atreviéndose a dar pasos a favor de la inclusión de las personas LGTB. Lo hacen a pesar de que los posicionamientos oficiales no incorporan avance doctrinal alguno y como mucho abren la puerta a una cierta flexibilidad pastoral, como ha ocurrido con la última exhortación La alegría del amor, que comentábamos hace poco en esta página.

En esta ocasión, ha sido en Alemania, un país en el que los católicos han mostrado reiteradamente su distancia del magisterio oficial, también en materia LGTB. Ha sido en el Sínodo de la diócesis de Tréveris (Trier, en alemán), bajo el gobierno del obispo Stephan Ackermann. El encuentro —de hecho, el primer Sínodo local convocado en Alemania desde 1990— se ha compuesto de sacerdotes, religiosos y laicos. En él se ha concluido que debe haber una mayor apertura a las parejas del mismo sexo e incluso que debe haber una “oferta litúrgica” para ellas y sus familias.

Así se afirma en el documento final (accesible íntegramente en PDF). Bien es cierto que hay diferencias entre lo que se plantea en el cuerpo del texto a modo de acta de lo discutido, por una parte, y las recomendaciones finales, por otra. En el primer caso, se afirma que: “la iglesia de Tréveris se comporta respetuosa y valorativamente con las personas que conviven en parejas estables del mismo sexo. Resulta evidente que ha de procurarse un diálogo continuado en todos los niveles, así como una colaboración con las personas con orientación homosexual y sus familiares”. Y se añade llamativamente que “ha de desarrollarse una oferta pastoral y litúrgica a las parejas estables del mismo sexo, establecida en diálogo con personas de orientación homosexual; esta oferta habrá de dirigirse también a sus hijos y el ambiente familiar en su conjunto”. Las recomendaciones finales, más limitadas, hablan del desarrollo de “una oferta de cura de almas, pastoral y litúrgica en diálogo con las personas de orientación homosexual”, eliminando la referencia explícita a las parejas.

Synode 10

El mero hecho de que el documento haya sido publicado —y que sea fruto de la reunión de todos los estamentos de la diócesis— resulta sintomático de lo especial del catolicismo en Alemania. Repetidas veces los católicos alemanes han marcado diferencias con la doctrina romana, unas distancias que también son visibles, y mucho, en materia LGTB. Esta ya “tradicional” distancia de los laicos alemanes permite entender también que algunos obispos hayan sido más audaces en sus declaraciones, como el aquí reseñado obispo de Osnabrück, Franz-Josef Bode, partidario de bendecir a las parejas del mismo sexo, aunque en el ámbito privado. Hace pocos meses destacamos también cómo la Alianza de Juventudes Católicas Alemanas en Colonia se pronunciaba a favor de una política inclusiva de las personas LGTB.

Cierto es que hay también obispos que siguen la línea más conservadora, como el obispo de Passau, Stefan Oster. Con todo, el que se presente esta diversidad es significativo, y más aún que cuando pueden hablar los laicos, como ha sido en este Sínodo local, la posición a favor de las personas LGTB es aún más clara.

Fuente Dosmanzanas

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“Por una Iglesia sinodal”, por José Mª Castillo

Domingo, 15 de marzo de 2015
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300px-Saint_10De su blog Teología sin Censura:

El profesor Alvaro Restrepo, jesuita colombiano, compañero mío en los años de estudio en la universidad Gregoriana de Roma, escribió esto en el Anuario de los jesuitas del año 2014: “El Vaticano es una isla. Por eso, cuando tanta gente de buena voluntad dice que la Iglesia necesita un buen Papa, no se refiere a que el nuevo Pontífice sea conservador o progresista, de derechas o de izquierdas. Lo que importa es que sea un hombre libre y decidido. Necesita un hombre tan apasionado por el Evangelio, que desconcierte a todos cuantos en el papado buscan un hombre de poder y mando. El Papa debe resultar desconcertante. El día en que el Vaticano sea el “punto de encuentro” de todos los que sufren, ese día la Iglesia habrá encontrado el buen Papa que necesita” (José María Castillo antes de la elección del Papa Francisco)”.

Han transcurrido dos años desde el día en que el jesuita Jorge Mario Bergoglio fue elegido para suceder al dimitido Benedicto XVI. Y todo el mundo está viendo que el nuevo papa no se ajusta al modelo convencional y tradicional de ejercer el papado que se había impuesto en la Iglesia desde tiempo inmemorial. Como es lógico, cuando se produce un cambio tan importante, en una institución tan enorme como la Iglesia, hay gente que está de acuerdo con el cambio. De la misma manera que hay también muchísimas personas que no están de acuerdo con ese cambio. En cualquier caso, hay algo que resulta incuestionable. Me refiero a que, si el papa Francisco dura unos años más, y si logra configurar el número de cardenales electores de forma que el futuro papa prolongue las incipientes reformas, que Francisco está poniendo en marcha, lo más seguro es que la Iglesia que tenemos, dentro de una o dos décadas, será muy distinta de como es ahora mismo.

No se trata de que, ni este papa ni los que vengan después, vayan a cambiar lo que ningún papa puede cambiar. Un papa no puede modificar a su antojo los dogmas de fe, las verdades de “fe divina y católica”, sobre las que descansa la estabilidad y el ser mismo de la Iglesia. Eso no va a suceder. Pero lo que sí sucede es que en la Iglesia hay mucha gente que, por ignorancia o por fanatismo, piensa que son dogmas de fe muchas cosas que no lo son. Y si se trata de cosas que no son dogmas de fe, un papa las puede cambiar. Todo lo que son costumbres, tradiciones (no la “Tradición”), normas, cuestiones jurídicas y legales, etc, etc, un papa puede modificarlas. Y algunas (o bastantes) de ellas, no sólo “puede”, sino que “debe” hacer lo que esté a su alcance, en los asuntos que van a redundar en bien para la Iglesia y para muchas gentes en el mundo.

Por poner un ejemplo. Puede ocurrir que un papa sea menos “teológico-especulativo” que sus antecesores. Pero, si ese déficit se suple con el hecho de que el papa es más “pastoral-cercano” a la gente, sobre todo a la gente sencilla (enfermos, ancianos, niños, pobres…), ¿por qué vamos a hacer un problema de semejante cambio en la forma de ejercer el papado? Es más, ¿no se podría pensar que un papa cercano a los más sencillos y gente humilde es, por eso mismo, un hombre evangélico? ¿Y nos vamos a escandalizar de eso? Es más, ¿se puede asegurar tranquilamente que Jesús – el Jesús que presentan los evangelios – no hizo teología? Lo que pasa es que en el Nuevo Testamento nos encontramos con dos modos (o modelos) de hacer teología. Una cosa es la “teología especulativa” de Pablo. Y otra cosa es la “teología narrativa” de los evangelios.

Esto supuesto, lo que está ocurriendo ahora mismo en la Iglesia es que el papa Francisco está recuperando, con su sencilla espontaneidad y su forma de vivir, la fuerza enorme que tiene el relato (la teología narrativa). Sobre todo cuando ese relato responde a los anhelos, carencias, necesidades y búsquedas de la gente más sencilla, la que no sabe de teologías ni alcanza a seguir las especulaciones de los grandes maestros del pensamiento.

Pues bien, como es lógico, lo que acabo de apuntar tiene tantas y tantas aplicaciones a lo que viene ocurriendo en la Iglesia y en el mundo, que resulta imposible abarcar todas las consecuencias que de lo dicho se siguen. Por eso, yo me voy a limitar a una de esas posibles consecuencias. Porque me parece que así tocamos uno de los temas más importantes (y más urgentes) en el empeño por renovar la Iglesia. Me refiero al tema de la “sinodalidad de la Iglesia”.

Y es que, en los ambientes cercanos a la Curia Vaticana, se habla ahora con frecuencia de un proyecto capital que está resultando determinante en el gobierno de la Iglesia, tal como lo entiende el papa Francisco. Se trata de la “reforma del papado” o, para decirlo con más precisión, de la llamada “conversión del papado” (Marco Politi, Francesco tra i lupi. Il segreto di una rivoluzione, Bari, Laterza, 2014, 146). Esta reforma tendrá, como componente esencial, el proyecto de recuperar para el gobierno de la Iglesia, la “sinodalidád”. Así lo había ya indicado el mismo Francisco en la entrevista que concedió al director de “la Civiltà Cattolica” (19. 09. 2013).

¿Qué es una Iglesia sinodal? Como es bien sabido, esta expresión no se refiere al hecho de que, cada dos años, el papa convoque un sínodo en Roma para debatir un tema teológico más o menos importante. “Iglesia sinodal” fue la Iglesia de los siglos III al IX, que estuvo gobernada de tal manera que las Iglesias locales (o nacionales) se auto-gobernaban por sí mismas mediante los sínodos o concilios locales o nacionales. Sínodos que eran presididos por los obispos de cada región o de cada país. La teología de esta forma de gobierno de la Iglesia fue sabiamente formulada por san Isidoro de Sevilla en el Ordo de celebrando concilio, redactado por el mismo Isidoro, para el IV concilio de Toledo (a. 633), un texto que tuvo una amplia difusión en Occidente (Y. Congar, L’ecclésiologie du Haut Moyen-Age, Paris, Cerf, 1968, 131-138). Es más, sabemos que hubo obispos y teólogos, ampliamente reconocidos en la Iglesia de aquellos siglos, como es el caso de Hinkmaro, Benedictus Levita o el autor de las Seudo-Decretales, para quienes el papa incluso estaba obligado a observar los cánones de los sínodos y a ejercer su autoridad de acuerdo con las decisiones de dichos sínodos (K. F. Morrison, The two Kingdoms. Ecclesiology in Carolingian political thought, Princeton, 1964, 71-98).

Lo que acabo de indicar puede parecer extraño o incluso escandaloso a no pocos católicos, que sólo conocen de la Iglesia y del papado lo que se ve y se oye en los últimos tiempos. Pero las cosas no fueron siempre así. Voy a poner un solo ejemplo que es elocuente por sí mismo. En el otoño del año 254, el gran obispo de Cartago, que fue san Cipriano, tuvo que resolver, en un sínodo, reunido en el mismo Cartago, el problema que habían planteado los fieles de tres diócesis españolas. Se trataba de las diócesis de León, Astorga y Mérida. En estas diócesis, los obispos había flaqueado en la persecución de Diocleciano. Los tres prelados no habían confesado su fe y, ante tal cobardía, las comunidades los habían depuesto de sus cargos. Uno de estos obispos, un tan Basílides, acudió a Roma, al papa Esteban, seguramente con una información no del todo objetiva. El papa lo repuso en su cargo. Lo que indignó a los fieles, que acudieron a Cipriano. Éste reunió un concilio local para resolver el asunto. La resolución está perfectamente documentada y nos ha llegado en la carta 67 de Cipriano, que además está firmada por los 37 obispos que asistieron al concilio. Parece, por tanto, esta forma de gobierno de la Iglesia estaba ya bastante extendida y aceptada en el s. III.

Así las cosas, lo que aquí interesa es saber que la carta sinodal de aquel concilio de Cartago afirma tres cosas: 1) El pueblo tiene poder para elegir a sus ministros, concretamente al obispo (Cipriano, Epist. 67, IV, 1-2). 2) El pueblo tiene poder para quitar al obispo cuando éste se comporta de manera indigna (Cipriano, Epist. 67, III, 2). 3) El recurso a Roma no debe cambiar la situación, porque ese recurso se ha hecho sin atenerse a la verdad y sinceridad que requieren estas decisiones (Cipriano, Epist. 67, V, 3) (cf. José M. Castillo, La alternativa cristiana, Salamanca, Sígueme, 1978, 192-193).

Es evidente que todo esto indica una mentalidad según la cual la Iglesia tenía su centro, más en la comunidad del pueblo creyente, que en el clero y en la jerarquía. Es importante saber que, en el tiempo de los Padres y en toda la alta Edad Media, los sínodos repetían frecuentemente el criterio que formuló el papa Celestino I: “nullus invitis detur episcopus”: “ningún obispo se les imponga a quienes no lo aceptan”. Para nombrar a un obispo se requería la aceptación y el deseo del clero y del pueblo: “Cleri, plebis et ordinis, consensus ac desiderium requiratur” (Celestino I, Epist. IV, 5. PL 50, 434 B). Y conste que este criterio estuvo en vigor hasta el s. XI, como consta en el Decreto de Graciano (c. 13, D. LXI. Friedberg, 231. Cf. J. A. Estrada, La identidad de los laicos, Madrid, Cristiandad, 1990, 128).

Por supuesto, la Iglesia nunca perdió la idea y el sentimiento del primado papal. De forma que el obispo de Roma intervenía en la solución de los asuntos más graves o que no podían decidirse a nivel local. Además, siempre se tuvo el convencimiento según el cual “el papa tiene la autoridad de Pedro si tiene la fe, la justicia y las costumbres de Pedro”. Una convicción mantenida y difundida por los papas, obispos y teólogos del Alto Medievo (Y. Congar, o. c., 162-163.

A partir de estos criterios, y mediante eta forma de gobierno, la Iglesia de aquellos siglos se mantuvo fiel a la fe en Jesús el Señor, fiel al Evangelio y fiel a su misión en el mundo. Y mientras se mantuvo así, pudo influir decisivamente en la cultura, en las costumbres y en la vida de los pueblos y las gentes de aquellos tiempos. Fue una Iglesia que tuvo una presencia y una fuerza que hoy ya no tiene. Una presencia y una fuerza que el papa Francisco quiere, a toda costa, recuperar. No para ganar poder y prestigio, sino para ayudar a humanizar el “mundo desbocado” (A. Giddens) que tenemos en este momento.

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“El papa, el sínodo y los maricones”, por Bruno Bimbi

Lunes, 20 de octubre de 2014
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***

Seamos sinceros, por favor. ¿Ustedes realmente se creyeron que la reunión de tías solteronas del Vaticano iba a terminar con papá Francisco cantando “I Will Survive”?

Me mata tanta ingenuidad.

Una semana entera nos tuvieron a la espera, bombardeados por titulares de diarios e informes en los noticieros que contaban, orgullosos por ese argentino que consiguió sentarse en el trono de la última monarquía absolutista de Europa, que ahora la Iglesia católica, apostólica y romana iba a reconciliarse con los maricones. Que habría una “apertura” y una “acogida” (¡ay, señor traductor!) y no dirían más que somos sodomitas, pervertidos, desviados, antinaturales, pecadores, en fin, una manga de tragasables que irán al infierno por putos.

Dijeron que era histórico. Revolucionario. Una tormenta. Un cambio de época. No esperaron siquiera a ver el documento final, porque las ganas de confirmar que Francisco no es más Bergoglio y la Iglesia católica no es más apostólica ni romana tienen obnubilada a la prensa de casi todo el mundo, sobre todo a la argentina. Tienen una ganas bárbaras de creerle.

La primera versión del documento que pretendía resumir lo discutido en el “sínodo” por los obispos, vestidos con sus largas polleras negras y sus solideos y cinturones rosados, se titulaba Relatio post disceptationem —en latín clásico, esa lengua que solo ellas siguen hablando— y, para alegría de los más papistas que el papa, traía tres párrafos hablando de los omosessuali —en italiano, porque no había en latín una palabra para eso— y, curiosamente, el término no venía acompañado por las ofensas de siempre. ¡Extra, extra!

Los admiradores de Francisco estaban eufóricos, contándonos lo innovador y super-recontra-moderno que era ese texto que no nos insultaba más. Decía, presten atención, que los omosessuali tenemos “dones y talentos” y que podemos ofrecérselos a ellos, la comunità cristiana — y sólo a ellos, claro. Y se preguntaba —sí, se preguntaba, no afirmaba— si ellos serían capaces de “acogernos” y “evaluar” nuestra orientación sexual, pero siempre senza compromettere la dottrina cattolica su famiglia e matrimonio, por supuesto. No vaya a ser cosa que, de tanto evaluarnos y acogernos, alguien pueda pensar que la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio se movió medio milímetro del lugar donde Dios la puso, representado en el acto de ponerla por otras tías solteronas que se reunieron en el siglo XVI, con las mismas polleras negras, pero —según muestran las pinturas de la época del Concilio de Trento— sin nada rosado, salvo las de mayor jerarquía. Divas, ellas.

El texto también recordaba, por si quedaban dudas, que “las uniones entre personas del mismo sexo no pueden equipararse con el matrimonio entre el hombre y la mujer” y reclamaba al mundo que “tampoco es aceptable que se quiera ejercer presión sobre la actitud de los pastores o que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a la introducción de una legislación inspirada en la ideología de género” (la Iglesia le dice “ideología de género” a los estudios de género).

Benedicto manda saludos.

Por último, en el tercer párrafo, los obispos recordaban que la Iglesia tiene “problemas morales” con las parejas del mismo sexo, pero “reconoce” que “en algunos casos”, el apoyo mútuo “para el sacrificio” (WTF?) puede ser valioso, y hacían una confusa referencia a los niños con dos papás o dos mamás (aunque, obviamente, no usaban esas palabras), sin que quedase claro qué querían decir.

Y eso es todo.

Tenemos algunos dones y talentos. Pueden acogernos. Deven evaluarnos. Nuestras parejas siguen siendo un problema moral. La doctrina no se toca. Re-que-te-con-tra-mo-der-no. Pero apenas eso, para buena parte de los medios de comunicación de todo el mundo, era histórico. Revolucionario. Una tormenta. Un cambio de época. ¡Imaginate! La iglesia reconoce que tenemos algunos dones y talentos. ¡Guau!

Hagamos de cuenta, por un instante, que el sínodo hubiese terminado ahí y que ese texto fuese el documento final. Y hagamos de cuenta, por un instante, que no fuese un documento sobre los homosexuales, sino sobre los judíos. O sobre los negros. Y que dijese, con palabras parecidas, que tienen algunas cosas buenas, una que otra virtud, por lo cual estaría bueno acogerlos y evaluarlos, sin que eso comprometa la doctrina de la Iglesia sobre la judeidad y la negritud, que, como sabemos, es bien clarita. Me imagino que los negros y los judíos estarían contentísimos con semejante demostración de cariño y admiración.

Pero vos sos un denso, querés demasiado, no reconocés que es un gran avance.

—¿Cuál es el avance? A ver, explicame…

—Dicen que tienen dones, talentos. Antes decían que eran unos putos de mierda que se iban a ir al infierno. Es un avance, che, no seas tan exigente…

Pero no. Ni siquiera eso.

Después de una semana de discusiones, intrigas, trascendidos, aclaraciones, desmentidas, enojos y una incomprensible expectativa de casi todos los diarios del mundo, la reunión de tías solteronas decidió que no tenemos dones ni virtudes. O sea, para que quede claro: estuvieron una semana discutiendo sobre ese documento, porque no se ponían de acuerdo; votaron y decidieron, por mayoría, que no tenemos ningún don y ninguna virtud.

Ni una solita.

Ni siquiera eso fueron capaces de decir, aunque no fuese tan sincero, para disimular un poco.

El documento final, titulado en latín Relatio Synodi y divulgado este sábado, ya no trae más el subtítulo que hablaba de “acoger” a los omosessuali: ahora dice que hay que dar atención pastoral a sus familias. No dice más, repito, que los gays tengamos dones, ni virtudes, ni nada bueno. Dice, en cambio, que algunas familias viven la “experiencia” de tener dentro una persona con orientamento omosessuale. A esas familias, la Iglesia católica —que, por si quedaban dudas, sigue siendo apostólica y romana— debe darles atención pastoral para que entiendan que “no hay fundamento alguno para asimilar o establecer la más remota analogía entre las uniones del mismo sexo y el plan de Dios para el matrimonio y la familia”. Ni-la-más-re-mo-ta. Lo dicen estos señores de edad avanzada, desempleados y económicamente inactivos, que hablan en latín, usan polleras negras y solideos y cinturones rosados y son expertos internacionales en familia y matrimonio, pese a ser oficialmente castos, vírgenes, solteros y sin hijos. El plan de Dios, al que ellos tuvieron acceso através de la Wikileaks divina, no incluye a los omosessuali.

¿Entendieron, manga de putos?

Sin embargo, continúa el documento, los hombres y mujeres con orientamento omosessuale deben ser acogidos (y vuelve esa palabrita) “con respeto y sensibilidad”, evitándose todo tipo de “discriminación injusta”.

El respeto se nota mucho y se agradece inmensamente.

Lo más gracioso (por decirlo de alguna forma) es que la parte que habla de no discriminarnos injustamente es una cita, entre comillas, de un viejo documento escrito por Joseph Ratzinger en 2003, antes de ser papa (durante el reinado de Wojtila), titulado “Considerazioni circa i progetti di riconoscimento legale delle unioni tra persone omosessuali”. El objetivo del documento era, justamente, exigir a los gobiernos del mundo que discriminaran injustamente a las parejas homosexuales, negándoles el derecho al matrimonio civil. El documento de Ratzinger afirmaba, entre otras cosas, que “los actos homosexuales contrastan con la ley natural” y “cierran el acto sexual al don de la vida”, por lo que “no son el resultado de una verdadera complementariedad afectiva y sexual” y “en ningún caso pueden recibir aprobación”. Las muestras de respeto, sensibilidad y no discriminación continúan: “los actos homosexuales están condenados como graves depravaciones” y aunque no pueda decirse que los que “padecen esta anomalía” sean personalmente responsables por ella, cometen actos “intrínsecamente desordenados”. Para ser precisos, la parte citada por los obispos, que dice que los omosessuali deben ser acogidos con “respeto, compasión y delicadeza” y no sufrir “discriminación injusta” (ahí está: la que ellos nos imponen es justa, obvio), ordena que vivamos castos (como supuestamente ellos viven) y dice que “la inclinación homosexual es objetivamente desordenada y las prácticas homosexuales son pecados gravemente contrarios a la castidad”.

Todo muy bonito.

El texto de Ratzinger, resucitado desde las catacumbas de la Inquisición por el sínodo franciscano y agregado a último momento en el documento (también agregaron, al final, una condena más explícita a los países que aprueban el matrimonio igualitario), era tan repulsivo que el escritor peruano Mario Vargas Llosa, premio Nobel de literatura, escribió una durísima crítica en la que afirmaba que

“con argumentos así, aderezados con la presencia sulfúrica del demonio, la Iglesia mandó a millares de católicos y de infieles a la hoguera en la Edad Media y contribuyó decisivamente a que, hasta nuestros días, el alto porcentaje de seres humanos de vocación homosexual viviera en la catacumba de la vergüenza y el oprobio, fuera discriminado y ridiculizado y se impusiera en la sociedad y en la cultura el machismo, con sus degenerantes consecuencias: la postergación y humillación sistemática de la mujer, la entronización de la viril brutalidad como valor supremo y las peores distorsiones y represiones de la vida sexual en nombre de una supuesta normalidad representada por el heterosexualismo. Parece increíble que después de Freud y de todo lo que la ciencia ha ido revelando al mundo en materia de sexualidad en el último siglo la Iglesia Católica —casi al mismo tiempo que la Iglesia Anglicana elegía al primer obispo abiertamente gay de su historia— se empecine en una doctrina homofóbica tan anacrónica como la expuesta en las doce páginas redactadas por el cardenal Joseph Ratzinger”.

Once años después, la Iglesia católica, que sigue siendo apostólica y romana, bajo el reinado de Francisco, que sigue siendo Bergoglio, continúa empecinada en la misma doctrina homofóbica anacrónica, aunque su departamento de marketing y relaciones públicas ahora funcione mucho mejor y algunos crean que ha cambiado algo.

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Fuente BlogsTodoNoticias

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