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Sabina Marroquín
La reflexión de hoy es de la colaboradora invitada Sabina Marroquin (ella/ella), ministra universitaria de la Universidad de Dayton, donde para ella es una gran alegría servir a las comunidades LGBTQ+ en el campus. Después de graduarse de la Universidad Estatal de Midwestern, completó un año de servicio con las Hermanas de San Francisco de Filadelfia y ha trabajado para la iglesia de alguna manera desde entonces. Cuando no está en el trabajo, puede encontrarla pasando tiempo con su Comunidad Laica Marianista, entrenando baloncesto juvenil o disfrutando de una buena taza de café y un audiolibro.
Las lecturas litúrgicas de hoy para el vigésimo noveno domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.
Practicar la contemplación ignaciana, u oración imaginativa, es una de mis formas favoritas de orar con los Evangelios. A menudo me resulta fácil situarme en una escena en la que los discípulos están siendo extremadamente humanos y demasiado identificables. Despertar a Jesús durante una tormenta, preguntarme cómo podrían encontrar suficiente pan para alimentar a una multitud, Pedro sin comprender del todo las enseñanzas de Jesús pero tratando de vivirlas con gran entusiasmo: me imagino pensando o haciendo muchas de estas mismas cosas.
La lectura del Evangelio de hoy, sin embargo, me resulta un poco más difícil. Cuando los apóstoles Santiago y Juan le dicen a Jesús que quieren que haga todo lo que le piden, me sorprende su audacia. Respondiendo a su petición de lugares de honor, Jesús les pregunta si pueden beber la copa de la que él bebe. Jesús les está dando la oportunidad de reconsiderar. En cambio, Santiago y Juan se doblegan, diciendo que pueden beber de la copa. En este punto, sólo puedo imaginarme en esta escena como un discípulo recogiendo mi mandíbula del suelo. Ciertamente he pedido cosas y expresado mi propio compromiso con Dios en mis oraciones, entonces, ¿por qué la petición de Santiago y Juan me resulta tan extraña?
Para una persona LGBTQ+, la idea de pedir un lugar de honor puede parecer imposible cuando no está segura de si está siquiera invitada al banquete celestial. O, si saben que están invitados, pueden sentir que tienen que justificar por qué deberían ser bienvenidos a su llegada.
Como alguien que no siempre me considera digna de ocupar lugares distinguidos, la petición de los Apóstoles es irreconocible. Si bien un sentimiento de indignidad puede tener sus raíces en la humildad y la reverencia a Dios, la indignidad que siento al leer este pasaje no tiene sus raíces en una oración humilde como Mateo 8:8 (“Señor, no soy digno de que entres en mi casa; pero una palabra tuya bastará y mi siervo quedará sano“), sino desde mi experiencia de ser juzgada y excluida. Es difícil pedir un lugar de honor cuando la mayoría de las veces sólo quiero que me valoren lo suficiente como para que me inviten a la mesa, incluso si tengo que acercar mi propia silla. Reconocernos a nosotros mismos y a los demás como amados por Dios y que tenemos un lugar en la Iglesia es una verdad simple pero profunda que la petición de Santiago y Juan puede resaltar.
Desafortunadamente, esta verdad puede verse empañada por las dolorosas experiencias de injusticia, discriminación y juicio. A pesar de saber que las personas LGBTQ+ podrían enfrentar estos desafíos en las comunidades religiosas, seguimos apareciendo. De manera similar, Santiago y Juan sabían que seguir a Jesús tendría un costo y aun así dijeron que sí a beber la misma copa que él. ¡Estoy asombrada por su rápida respuesta porque me tomó casi una década de oración y muchas lágrimas responder a esa pregunta en mi propia vida!
Las personas queer de fe saben muy bien que reconocer y compartir diferentes partes de sí mismos tiene un costo. Sin embargo, hay algo increíblemente poderoso en traer la plenitud de quién eres a Dios y llegar a creer que Dios te ama tal como eres que hace que todo valga la pena.
Como católica LGBTQ+, si esa afirmación fuera el primer mensaje que escuché sobre la fe y la sexualidad, probablemente todavía habría llorado, pero me habría ahorrado años de tratar de arreglar algo que pensaba que estaba mal en mí y de preguntarme si Dios realmente me amaba. Yo cuando nada cambió.
No importa cuál sea tu historia, todos beberemos de lo que Henri Nouwen llamó la copa de la alegría y la copa de la tristeza a lo largo de nuestras vidas. No hay manera de beber de uno y evitar el otro porque la copa de Cristo contiene ambos. Para mí, tener compañeros en el viaje ha hecho que mi taza sepa menos a café instantáneo y más a un café con leche de mi cafetería favorita.
Cuando somos invitados a la vida de alguien, es una oportunidad sagrada para servirle escuchando profundamente y recibiendo sus alegrías y tristezas con el amor de Dios. Este llamado al servicio a través del encuentro es alto y claro en el Evangelio de hoy, pero también en la invitación del Papa Francisco a una cultura del encuentro y en el Sínodo sobre la sinodalidad.
Santiago y Juan piden gloria y Jesús responde con un camino hacia la grandeza que se parece mucho a la sinodalidad. Que cada uno de nosotros escuche profundamente a quienes encontramos en nuestra vida cotidiana y seamos inspirados por el Espíritu Santo para responder con acciones amorosas.
—Sabina Marroquín (ella/ella), 20 de octubre de 2024
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Este mes, Bondings 2.0 informa en vivo desde Roma mientras se reúne la Asamblea General final del Sínodo sobre la Sinodalidad.
ROMA—No soy una persona de procesos. Cuando estoy en una reunión y escucho las palabras “ejercicio para romper el hielo”, quiero salir corriendo. Prefiero discutir temas, no hacer ejercicios para llegar a los temas de la reunión de manera indirecta o discutir cómo los vamos a discutir. Prefiero mucho más discutir temas sustantivos, no procesos.
Esta predilección mía es la razón por la que, en el primer día completo de trabajo de la Asamblea General del Sínodo, ayer, me sentí tan perturbado cuando los participantes en la conferencia de prensa diaria hablaron sobre cómo la reunión de octubre se centrará en el proceso, no en la sustancia.
Los primeros indicios de esta semana indican que la Asamblea del Sínodo no va a hablar de algunas de las cuestiones clave que los fieles católicos han planteado en las conversaciones sinodales desde 2021. La Asamblea lo intentó el año pasado y se topó con un obstáculo en una serie de cuestiones, en particular los temas LGBTQ+ y la igualdad de roles para las mujeres en la Iglesia. Este año, en cambio, los líderes del Sínodo tienen la intención de discutir CÓMO la Iglesia puede tener discusiones sobre las cuestiones sustanciales.
Me quejé internamente al escuchar este enfoque. ¿No hemos estado discutiendo y discutiendo algunos de estos temas durante décadas? ¿Cuándo se detendrán las discusiones y se tomarán algunas decisiones? Como dice el viejo refrán, “no decidir es una decisión en sí misma“.
A pesar de mi fuerte prejuicio contra el proceso, debo reconocer a regañadientes que idear procesos es una etapa importante en la discusión, especialmente en una institución tan grande y diversa como la Iglesia Católica Romana. ¿Y hay alguna institución en nuestro planeta más grande y diversa que la Iglesia Católica Romana? La Asamblea del Sínodo se lleva a cabo en seis idiomas diferentes, lo que dista mucho de la cantidad de idiomas y grupos culturales que componen la Iglesia. Por lo tanto, sí, se necesita un proceso, pero llega un momento en que se deben tomar decisiones.
El padre Giacomo Costa, SJ, que ha estado liderando la metodología sinodal, dijo en la conferencia de prensa que esta asamblea “no es el momento para tomar decisiones”. Quiero que se tomen decisiones. Desde mi punto de vista, hemos estado hablando de estos temas durante demasiado tiempo. El famoso dicho del reverendo Martin Luther King, Jr. de que “la justicia diferida es justicia denegada” parece particularmente apropiado para la respuesta de la jerarquía católica a las personas LGBTQ+.
Son tantos los problemas que pesan mucho en las mentes y los corazones de los católicos, problemas que causan un tremendo dolor emocional y daño espiritual, problemas que dividen a las comunidades. Tanta gente sufre porque la Iglesia avanza tan lentamente. Por ejemplo, las personas LGBTQ+ que quieren desesperadamente seguir siendo católicas han tenido tantos obstáculos en su camino durante tanto tiempo. ¿Hará algo la Iglesia alguna vez para solucionar estos problemas o seguirá simplemente creando comisiones para estudiarlos?
El cardenal Mario Grech, secretario general de la oficina sinodal del Vaticano, se dirigió ayer a la Asamblea sinodal y explicó que los grupos de estudio establecidos para esta Asamblea continuarán hasta junio de 2025, y que estos grupos “están llamados a permanecer abiertos a una participación más amplia, la de todo el Pueblo de Dios”. Explicó lo que esto significará:
“. . . será posible que todos envíen contribuciones, observaciones, propuestas. Pastores y líderes eclesiales, pero también y sobre todo cada creyente, hombre o mujer, y cada grupo, asociación, movimiento o comunidad podrán participar con su propia contribución”.
Una vez más, es genial que se invite e incluso se fomente la participación de las bases, pero si las personas siguen participando y su participación solo se encuentra con más estudios, perderán la esperanza.
Las cuestiones LGBTQ+ ya habían surgido como una de las principales preocupaciones de los fieles en las consultas de 2021-2023. ¿Cuánto tiempo más seguirán comprometidos los católicos LGBTQ+ y sus partidarios si su participación se ve respondida con un trabajo interminable de comités, pero no con acciones? Imagino que muchos se desmoralizarán por la falta de respuesta. Imagino que muchos otros se sentirán desanimados, como yo a veces me siento, porque sus deseos y llamadas a la acción muy concretos se empantanaron en procesos que solo producen un lenguaje vago, general y abstracto, no decisiones.
Un día estuve en Roma y ya estoy teniendo una crisis de fe, no en Dios, sino en cómo funciona la Iglesia. Hoy llovió a cántaros aquí, todo el día, lo que no ayudó a mi ánimo. Pero me aferro a un rayo de esperanza de que el progreso puede generar en la Asamblea del Sínodo. Tal vez fue demasiado ingenuo pensar que 368 personas serían capaces de resolver todos los problemas de la Iglesia donde la diversidad de opiniones es tan amplia. Por eso, estoy dispuesto a darle al Sínodo un poco más de tiempo.
Cuando el Papa Francisco empezó a hacer comentarios positivos sobre las personas LGBTQ+, como parte de sus esfuerzos por construir una Iglesia basada en el diálogo, el encuentro y el caminar juntos, me sentí muy inspirado. Muchas personas sintieron que sus declaraciones y acciones eran solo una fachada. Cuando los periodistas me preguntaron por qué tenía una visión optimista del Papa, les dije que creía que la intransigencia de la jerarquía católica en temas LGBTQ+ era tan profunda que lo que sucedió es que se metieron en un callejón sin salida. Sentí que el énfasis del Papa Francisco en estar abierto a las personas LGBTQ+ y renovar los objetivos del ministerio pastoral eran sus formas de mostrarle a la jerarquía una manera de salir de ese callejón sin salida.
Si los delegados del Sínodo pueden idear de manera similar una manera práctica para que la Iglesia salga de tantos callejones sin salida en los que la metieron tantos papas y obispos anteriores, eso será un gran regalo para la Iglesia.
Todavía no me doy por vencido con el Sínodo sobre la sinodalidad.
Para recibir informes sobre el Sínodo y las últimas noticias, opiniones y espiritualidad católica LGBTQ+, suscríbase a Bondings 2.0 y reciba actualizaciones en su bandeja de entrada todos los días. Puede suscribirse haciendo clic aquí.
—Francis DeBernardo, New Ways Ministry, 4 de octubre de 2024
Comentarios desactivados en “Dos estilos de ser Iglesia”, por Gabriel María Otalora.
De su blog Punto de Encuentro:
| Gabriel Mª Otalora
Con el sínodo de la sinodalidad cada vez más cerca, se acentúan dos maneras de vivir la fe. No es cosa nueva, ya que ocurrió también en la institución eclesial que vivió Jesús de Nazaret. Ya entonces, aquella Iglesia judía se afanaba en preservar la institución como un elemento fundamental en torno al Templo y a todas las normas que identificaban a la comunidad (AT). Lo que vino a expresar Jesús con sus obras de amor y denuncia profética es que las instituciones estaban al servicio de la comunidad, y no al revés. Había que volver a lo esencial del Mensaje -el amor- y expresarlo cada uno en la comunidad para irradiarlo después como Buena Noticia a los demás, sin exclusiones ni excepciones.
Las resistencias fuero tales, que el Amor acabó en la Cruz. Las primeras comunidades eclesiales trabajaron con tesón para que el incipiente Mensaje transformador fuese el catalizador de un renovado y universal Pueblo de Dios. Se afanaron en mantener la vivencia personal y comunitaria como el siglo radical de vida en la fe y de evangelización.
Lo ideal sería adecuar la institución eclesial al ritmo novedoso de la experiencia de fe, pero está claro que somos vasijas de barro que a veces no nos gustan las manos del Alfarero. El problema grave llega con la desproporción y el encastillamiento de la institución eclesial como si fuera el epicentro de la Iglesia. Aquella organización religiosa estaba esclerotizada y pagada de sí misma. Tomaron un camino que les llevó a que su Templo idolatrado quedase arrasado por los romanos pocas décadas después.
Hoy vivimos un tiempo difícil, con una nueva era que se abre sin cerrarse del todo la anterior. Algunos han interpretado que hay que resistir “como sea” sin autocrítica alguna. Con el Papa Francisco se agudizan las dos maneras de entender la fe que señalaba al comienzo de esta reflexión. Frente a su apuesta sinodal de calado transformador, crecen las resistencias, y lo que puede ser peor, el “silencio de los buenos” que ya denunciara Martin Luther King.
No creo que nadie se extrañe si escribo que sobran razones para un cisma en este desabrido tiempo eclesial en el que vivir el Evangelio de verdad puede considerarse un desbarre peligroso en no pocos lugares eclesiales. ¿Peligroso para quién? Pues para los que anteponen a la fidelidad del Mensaje una religiosidad enferma en su formas de poder, vanagloria y hasta dinero, que no celebra lo que deberían mientras tratan de mantener la institución eclesial sin cambios ni autocrítica alguna, pensando en que fuera está el problema y que los malos son los otros. En definitiva, que la sinodalidad es un peligro como fermento de una actitud para recuperar la primacía del Mensaje y de la vivencia en clave de Pueblo de Dios.
Estamos viendo la pasividad sinodal, comenzando por la actitud de muchos obispos que no recuerdan el mandato del Papa en este interregno hasta el sínodo de octubre, de alentar y vivir ese caminar juntos entre diferentes ya, sin esperar a los cambios necesarios que surgirán de la comunidad toda para que todo no siga igual, y la Iglesia -Pueblo e Institución- vuelva a ser el referente del amor cristiano que el Maestro nos enseñó. Quizá les parezca a algunos que escribo “pájaros y flores”. Pues no hay nada mejor que un buen ejemplo que visualice el abismo que existe entre quienes proyectan renovar una Iglesia cristiana de verdad, y quienes se han hecho fuertes entre sus muros, como le pasó a Jesús con buena parte de aquellas autoridades religiosas y civiles que hicieron una religión a su medida:
Me parece un buen ejemplo el contraste entre dos personajes que han influido en la historia de la Iglesia, para bien y para mal. El primero acabó siendo un gran santo, el segundo llegó a ser elegido Papa, pero pronto fue olvidado. Uno llevó un estilo de vida humilde y sencilla, siendo de familia adinerada; llegó a ser un referente universal por su ejemplo y las enseñanzas que nos legó. El otro, de su misma época histórica, educado en la nobleza, se convirtió en un belicoso personaje. El primero era Francisco de Asís.El segundo se llamaba Lotario, convertido en el Papa Inocencio III. Uno se recreaba en el amor de Dios para con todas sus criaturas (Cántico de las criaturas y alabanzas de Dios mismo), y el otro llegó a ser el Papa más poderoso del Medioevo que soñaba con salvar la Iglesia desde la realeza papal a base de rigorismo y violencia (El desprecio del mundo). Para uno todo es belleza, para el otro todo es horrible y necesita la “guerra santa”. Aquél fue un hombre de paz que triunfó y es modelo de vida. El otro personaje, belicoso y violento, no dudó en llevar a la hoguera a quienes no estaban de acuerdo con él.
Las cosas hoy tienen otros modales, pero los corazones arden de igual manera que en aquél tiempo: unos de amor y otros de soberbia o indiferencia. Dos estilos de ser Iglesia. Lo más triste de todo es que los escándalos, la falta de perdón y reparación a tiempo, y la imposible autocrítica, perjudican a las personas que buscan de corazón y no encuentran la Buena Noticia entre nosotros. Al Papa y a quienes luchan de corazón por abrir la institución al amor de Dios se les recordará por sus frutos. Los que buscan su fracaso en beneficio propio, están en su pírrico momento de gloria.
Comentarios desactivados en “Un nuevo modo de ser Iglesia”, por Gabriel Mª Otalora
De su blog Punto de Encuentro:
| Gabriel Mª Otalora
Mi amigo Juanjo Irala me recuerda y comparte una noticia que apareció en la revista diocesana de Bizkaia (Alkarren barri) en noviembre de 2021. ¿Y dónde está la novedad en mayo de 2024? Pues sencillamente, en que dicha noticia resulta más actual si cabe que entonces. Voy a explicarme:
Dicha reseña informaba del paso por Bilbao de Rafael Luciani, miembro de la Comisión Teológica del Sínodo de la Sinodalidad, invitado por el Instituto Diocesano de Teología y Pastoral de Bizkaia para la conferencia inaugural del curso pastoral 2021-2022. Lo que mantiene su actualidad es que centró su disertación en la necesaria “conversión personal de las mentalidades” junto a la necesaria “conversión de las estructuras” eclesiales “para que la participación y corresponsabilidad de todos pueda ser efectiva y no solamente afectiva”. Conversión necesaria de las actitudes y las instituciones.
Noticia es también que las dos páginas que trataban del tema han pasado más bien desapercibidas, en cuanto al avance en la construcción de ese nuevo modo de ser Iglesia. Luciani desgranó los principales significados que supone esta formidable apuesta del Papa Francisco por una Iglesia renovada, en medio de tantas reticencias y ausencia de liderazgo que el Papa pidió a los obispos en el interregno hasta octubre, cuando se celebre el Sínodo de la Sinodalidad. Se ha estancado la reforma principal, la del corazón, para que sea efectiva la reforma institucional consiguiente.
Ahí van las pistas sinodales que dejó entonces Rafael Luciani, que se me antojan más acuciantes ahora que en 2021:
Renovada recepción del Concilio Vaticano II. La sinodalidad va más allá de una reorganización estructural. Apunta también a cómo queremos caminar, a la manera de comunicarnos, las dinámicas organizativas y repensar las estructuras eclesiales.
Nuevo modelo institucional de Iglesia. En este reto debemos participar todos y todas.
Otro modelo de ser, de vivir y de operar en la Iglesia: responde a una espiritualidad que debe calar en las actitudes en el modo de operar en la Iglesia. Lleva implícita una dinámica de reaprender.
Reforma de las estructuras eclesiales: el modelo clerical institucional es un problema sistémico estructural. Estamos ante una patología del poder eclesial.
La corresponsabiliad pasa a ser esencial, y no auxiliar. Se recupera el concepto de entender el Pueblo de Dios como totalidad. En consecuencia, todos tendremos deberes y derechos por el Bautismo a partir de consensos y de la mutua comprensión entre diferentes.
La escucha recíproca. También aquítodos tenemos algo que aprender.
Repensarnos desde nuestra realidad teológica y cultural local. Existen 3 maneras de construir sinodalidad en lo local: a) La escucha comunitaria de la palabra y la celebración de la Eucaristía. b) Adaptación de las estructuras para avanzar hacia la sinodalidad. c) Consulta en las parroquias para discernir y tomar decisiones.
Tomarnos en serio que la Iglesia pertenece a todo el pueblo de Dios. La autoridad, pues, de servicio, que debe ser ejercida en el marco de la sinodalidad para una Iglesia fecunda y unida.
Releo los contenidos y, efectivamente, parece inexplicable que semejante llamada en 2021 parezca casi novedosa a mediados de 2024. Fue en Bizkaia, pero podía haber sido en cualquier otra diócesis. Pues que estas reflexiones sirvan para dar pasos hacia la sensibilización que propicie otro modo de ser y vivir eclesial. Nos jugamos la evangelización, también en lo local.
No hay mejor noticia, me parece, que podamos trabajar en el marco de la fiesta de Pentecostés.
Comentarios desactivados en “Las mujeres siguen a Jesús: memoria y conflicto”, por Carme Soto Varela
“El camino sinodal ha puesto en evidencia el malestar de las mujeres tanto por su ausencia en los espacios de liderazgo y toma de decisiones como por el clericalismo y machismo que muchas veces se sufre dentro de los grupos y comunidades en las que se participa”
“Las mujeres somos mayoría en la Iglesia y si embargo seguimos teniendo que pedir ser escuchadas, justificar la legitimidad de nuestro pensamiento teológico o que se reconozca nuestra adultez en la fe sin paternalismo ni sospechas”
“Ya no basta con apelar a la paciencia, a la humildad o a la entrega. Es tiempo de cambiar estructuras y procedimientos, pero también la mirada y el corazón. Es tiempo de posibilitar espacios inclusivos donde varones y mujeres nos reconozcamos mutuamente autoridad en el anuncio de Buena Noticia, nos respetemos en igualdad y nos impulsemos mutuamente en el compromiso y en la fe. Es tiempo de escuchar una vez más a Magdalena anunciar: He visto al Señor y me ha dicho esto (Jn 20, 18)”
| Carme Soto Varela
Al comienzo de la Semana Santa quizá no esté de más recordar el lugar de las mujeres en los acontecimientos que celebramos estos días y a partir de ellos preguntarnos por el horizonte de seguimiento al que hoy las mujeres creyentes podemos aspirar. En esa encrucijada entre la pregunta y el recuerdo está la legitimación de los anhelos de muchas mujeres de encontrar en la Iglesia un lugar propio, inclusivo y liberador y de un reconocimiento pleno de su palabra y de su experiencia espiritual.
El camino sinodal ha puesto en evidencia el malestar de las mujeres tanto por su ausencia en los espacios de liderazgo y toma de decisiones como por el clericalismo y machismo que muchas veces se sufre dentro de los grupos y comunidades en las que se participa. Las mujeres somos mayoría en la Iglesia y si embargo seguimos teniendo que pedir ser escuchadas, justificar la legitimidad de nuestro pensamiento teológico o que se reconozca nuestra adultez en la fe sin paternalismo ni sospechas. Se van dando pasos, sin duda, pero todavía queda mucho camino por recorrer y muchos cambios que implementar para que la Iglesia sea de verdad esa comunidad inclusiva que Jesús proclamó.
Una memoria conflictiva
María Magdalena es quizá un ejemplo paradigmático de cómo el horizonte del discipulado de las mujeres se fue resignificado para que encajara en las expectativas y valores que las sociedades tradicionalmente han asignado al sexo femenino colaborando en su silenciamiento y a su lugar secundario en la Iglesia.
En la memoria colectiva cristiana sigue arraigada, a pesar de los estudios serios y contrastados que se han hecho sobre su figura, la idea de su identidad pecadora y redimida por su amor a Cristo. Las relecturas que se han ido haciendo de ella a lo largo de los siglos en el arte, la literatura, el cine o las reflexiones religiosas la han perpetuado como un modelo de la fragilidad y dependencia femenina.
Un modelo con el que cada vez se identifican menos las mujeres. Como nos recuerda Carmen Bernabé: “Desde en el último tercio del siglo XX, la memoria de María Magdalena discípula de primera hora, apóstol, enviada con autoridad ha sido reivindicada como ejemplo, inspiración y modelo de autoridad por teólogas feministas y grupos de mujeres que encuentran en ella la fuerza y legitimidad para empoderarse en situaciones muy difíciles, para reivindicar una mayoría de edad en la Iglesia y una participación igual a los varones en los órganos de decisión de la vida comunitaria “ (Qué se sabe de… María Magdalena, 2020, 216).
Ella alienta así el testimonio y la audacia de muchas mujeres que nos reconocemos en su impotencia, en su silenciamiento, pero también en la confianza y en su adhesión a la persona de Jesús, que la mantuvo en la certeza de la esperanza, la capacitó para reconocerlo resucitado y la fortaleció en la difícil y arriesgada misión de ser portadora del primer anuncio del kerigma a pesar de muchos obstáculos.
Pero no las creyeron…(Lc 24, 8)
El evangelio de Lucas nos transmite con claridad la dificultad que la primera comunidad de Jesús tuvo en creer el testimonio de las mujeres sobre su encuentro con Jesús resucitado. Siglo tras siglo las mujeres seguimos experimentando como se cuestiona nuestra palabra y de nuestra experiencia. No se duda de nuestra fe ni de nuestra necesaria implicación eclesial, pero se sigue sosteniendo en la teología y a tradición un techo de cristal para nuestros carismas y dones.
La “negra sombra” de los abusos dentro y también fuera de la Iglesia planea en la vida de las mujeres como una niebla mucho más densa. El testimonio de muchas mujeres victimas de abusos sexuales, de autoridad y de conciencia, muchas mas veces de las esperables, son puestos entre paréntesis porque se considera que, siendo adultas, hay libre consentimiento. No falta,tampoco, quien sigue pensando que la seducción es un arma de mujer, descargando así de culpabilidad a quien agrede.
Las mujeres en nuestras parroquias, asociaciones, comunidades… nos seguimos encontrando con situaciones cotidianas que evidencian multitud de micromachismos que, casi imperceptiblemente, nos relegan a un lugar segundario, nos silencian o nos obligan a escuchar explicaciones o reflexiones en tono paternalista como si nuestra condición natural fuese la ignorancia (mansplaining).
Estas experiencias no son anecdóticas y tienen nombres propios, sufrimiento y cansancio. Ya no basta con apelar a la paciencia, a la humildad o a la entrega. Es tiempo de cambiar estructuras y procedimientos, pero también la mirada y el corazón. Es tiempo de posibilitar espacios inclusivos donde varones y mujeres nos reconozcamos mutuamente autoridad en el anuncio de Buena Noticia, nos respetemos en igualdad y nos impulsemos mutuamente en el compromiso y en la fe. Es tiempo de escuchar una vez más a Magdalena anunciar: He visto al Señor y me ha dicho esto (Jn 20, 18).
Comentarios desactivados en “El amor de Dios sin limitaciones” Ante la homosexualidad: Sínodo, teología y espiritualidad.
“Para quien lea sin prejuicios la Declaración Fiducia supplicans. Sobre el sentido pastoral de las bendiciones, razonada bíblica y pastoralmente, puede comprender la intención y sentido de un texto acorde con la línea papal de acogida fiel al amor y misericordia de Dios”
“Ante la novedad de esta práctica el cardenal Parolin habla de ‘progreso en la continuidad’ y de apertura a los signos de los tiempos en fidelidad al Evangelio y la Tradición. Es ‘un punto delicado que necesitará mucho estudio'”
“Interpretando el texto y su invitación a profundizar el amor de Dios en especial ante situaciones de personas consideradas al margen, se plantea, por tanto, la necesidad de una reflexión amplia y dialogada, con libertad y audacia”
“La concreto desde tres campos: el Sínodo, la teología, la espiritualidad”
La Declaración Fiducia supplicans. Sobre el sentido pastoral de las bendiciones aprueba ”la posibilidad de bendecir a las parejas en situaciones irregulares y a las parejas del mismo sexo, sin convalidar oficialmente su status ni alterar en modo alguno la enseñanza perenne de la Iglesia sobre el Matrimonio”.
Para quien lea sin prejuicios esta Declaración, razonada bíblica y pastoralmente, puede comprender la intención y sentido de un texto acorde con la línea papal de acogida fiel al amor y misericordia de Dios. Se entiende como “una semilla del Espíritu Santo que hay que cuidar y no obstaculizar” y que invita a profundizar lo que significa e implica el amor incondicional de Dios que llama ”a aprender no a maldecir, sino bendecir”. Ante la incomprensión de quienes no admiten tales bendiciones, el mismo Papa ha respondido pastoralmente: “Se bendice a las personas, no al pecado”.
Ante la novedad de esta práctica el cardenal Parolin habla de “progreso en la continuidad” y de apertura a los signos de los tiempos en fidelidad al Evangelio y la Tradición. Es ”un punto delicado que necesitará mucho estudio”.
Interpretando el texto de la Declaración y su invitación a profundizar el amor de Dios en especial ante situaciones de personas consideradas al margen, en este caso, por sus convicciones y formas de vida sexuales, se plantea, por tanto, la necesidad de una reflexión amplia y dialogada, con libertad y audacia. La concreto desde tres campos: el Sínodo, la teología, la espiritualidad.
Sinodalidad y homosexualidad
No deja de ser significativo que esta Declaración se haya hecho pública en el periodo entre las dos sesiones de la Asamblea Sinodal.
Ya en el Documento de trabajo para la Etapa Continental, “Ensancha el espacio de tu tienda”, se proponía en múltiples aportaciones una Iglesia abierta y acogedora para que sea “lugar de comunión, de participación y misión común”. En el Documento síntesis para la II sesión de la Asamblea sinodal se propone, siguiendo el Evangelio, plantearse la superación de posturas de “incomprensión y rechazo… escuchando el grito de auxilio de quien tiene necesidad”. Cita en concreto “las referidas a la identidad de género y a la orientación sexual que suscitan preguntas nuevas”, teniendo en cuenta que, “a veces, las categorías antropológicas que hemos elaborado no son suficientes para acoger la complejidad de los elementos que emergen de la experiencia y del saber de las ciencias y requieren maduración y un estudio ulterior”. Por ello, advierte, “es importante tomar el tiempo necesario para esta reflexión y emplear las mejores energías, sin ceder a juicios simplistas que hieren a las personas y al cuerpo de la Iglesia. Muchas indicaciones que ya ha ofrecido el Magisterio esperan ser traducidas en apropiadas iniciativas pastorales”.
Se trata todavía de propuestas, a la espera de la II Sesión de la Asamblea sinodal. La Declaración Fiducia supplicans ha adelantado ya algunas de ellas que esperamos se reafirmen y amplíen para abrir un horizonte nuevo en el que la teología debe ir aportando con libertad sus reflexiones.
La teología ante la homosexualidad
Aunque en nuestras Facultades de Teología no sea tema habitual (las reservas son muchas y el campo, arriesgado), ha habido y hay numerosas reflexiones teológicas de gran alcance y profundidad. Su tratamiento está relacionado con investigaciones antropológicas, como indica el Sínodo, y las concepciones de género.
Las teologías feministas y, en especial, la llamada teología queer han asumido en sus reflexiones la profundidad humana de los sujetos y subjetividades marginadas por su sexualidad no normativa o identidad de género (LGBTIQ+). Cuestionan las categorías de género, identidad y sexualidad como naturales e inmutables, fuentes de explotación y opresión. Transgresoras, liberadoras y subversivas ante los modelos establecidos, estas teologías conducen al reconocimiento y derechos de los cuerposconsiderados como abyectos por culturas dominantes.
Sus reflexiones no se limitan a la sexualidad y al género. Abarcan otros contextos sociales y culturales, identidades subordinadas, maltratadas, marginadas socialmente, invitando a reconocerlas. Denuncian hegemonías violentas anuladoras para liberar su identidad y promover un nueva humanidad. Buscan la justicia, presentan una nueva escatología, consecuentes con el Reino de Dios a cuyo banquete son invitadas las personas que, olvidadas y rechazadas, deambulan por los caminos de la vida.
La “teología queer de la liberación”, como la denomina Juan José Tamayo, citando a su pionera, la teóloga argentina Marcella Althaus-Reid, abarca todo tipo de opresiones a las que la sociedad somete a quienes no se ajustan a sus modelos establecidos por la clase dominante. Superando una concepción binaria de las personas, abogan por identidades diversas y fluidas como un acto de justicia social, subraya el teólogo sudafricano Nontando Hadebe, para hacer posible un auténtica diversidad.
En esta teología el concepto de Dios, al que Marcella Althaus-Reid llamó “Dios queer”, se descubre en el exilio de las calles, de los y las profesionales del sexo, de las personas de diferente orientación sexual, en los marginados sociales. Como mostraban las reflexiones teológicas de la revista Concilium (nº 383), estas personas devienen “el cuerpo queer de Cristo” donde quedan superadas todas las desigualdades diferenciadoras y llaman a superar dualismos: “Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3,26-28). Para Cristo todos somos iguales, hijas e hijos de Dios y conduce, como afirma Sharon A. Bong, siguiendo a Elisabeth Schüssler Fiorenza, a superar sexismos y homofobias para hacer una Iglesia transformadora, relacional, inclusiva, cuerpo de Cristo queer.
Por tanto, estas perspectivas teológicas contribuyen a descubrir en las situaciones despreciadas y marginadas, en las identidades no reconocidas y reprimidas, auténticos signos de los tiempos de la presencia de Dios que deberán, sin duda, ser interpretados, nunca rechazados, para buscar soluciones plenamente humanas, como pide el Vaticano II (Gaudium et spes 11), y hacia las que encamina, creo, la Declaración Fiducia supplicans.
Las teologías feministas como la teología queer, por tanto, proponen caminos importantes que deben considerarse en un diálogo fecundo, abierto, libre y audazescuchando al Espíritu que habla desde estas realidades oprimidas y despreciadas.
Espiritualidad en la experiencia homosexual
La experiencia y pensamiento feministas plantean desafíos profundos a determinadas espiritualidades tradicionales elaboradas desde poderes quiriarcales o patriarcales; son críticas y purificadoras de equivocadas superioridades y categorías construidas desde su ideología y prepotencia.
Estas posiciones se relacionan con la experiencia ‘queer’ que aboga y desarrolla una espiritualidad solidaria con los marginados del sexo, género, etnia, clase y estatus económico que promueve experiencias y expresiones de una espiritualidad liberadora de su marginación social, cultural, religiosa.
Esta espiritualidad conduce a una relación con un Dios que asume la pobreza y exclusión, con un Cristo comprendido con otras categorías que superan su masculinidad y lleva a reconocer la dignidad de todas las personas, también de diferente orientación sexual, sin discriminaciones, desde otra concepción de identidad, donde se incluyen las rechazadas. Nace del corazón, de las entrañas, como subraya Ángel Méndez Montoya. Abre a una experiencia del Espíritu en el Amor Trinitario hacia el que nos dispone superando todo dualismo. Vislumbra nuevos horizontes de otro mundo posible y, en consecuencia, desarrolla en esa experiencia espiritual una radical justicia social. Mantienen, por tanto, estrecha vinculación con movimientos sociales antihegemónicos de personas y pueblos oprimidos por diferentes causas patriarcales, económico-neoliberales, de etnia, de clase.
Su experiencia espiritual descubre un Dios en el exilio, más allá y diferente del concepto y experiencia de un Dios del centro privilegiado del poder establecido. Reivindican, por tanto, otra epistemología que supere marginaciones, colonialismos, lecturas parciales y dominantes desde el poder, que se han impuesto en la sociedad, en la cultura, en la religión.
Esta espiritualidad descubre en la corporalidad su significado más allá del sentido superficial e inmediato. La corporalidad hace a la espiritualidad carne concreta y situada, sufriente, gozosa, limitada, relacionada. De esta forma, superando oposiciones y falsas dicotomías, comprendemos que el cuerpo es espiritual y el espíritu es corporal.
Hacia un cambio de paradigmas pastorales
La Declaración Fiducia supplicans es, sobre todo pastoral y, a mi entender, abre a planteamientos que no se limitan a ofrecer bendiciones a las personas. Su significado simbólico va mucho más allá e impulsa nuevas interpretaciones y actitudes en ese campo. Abre caminos diferentes que algunos temen y son la razón de muchas críticas a la Declaración. Llevan a la Iglesia hacia un descentramiento de sus tradicionales comportamientos cerrados a cualquier avance. Pide cambiar sus actitudes, comportamientos y relaciones pastorales e institucionales.
También -tal vez sea lo más difícil- se propone un cambio de mentalidad que abandone sus dogmatismos y posturas intransigentes, como garantía de seguridad, para descubrir con humildad la presencia sacramental de Dios en realidades rechazadas. Dios comunica su gracia, su amor no solo en los sacramentos instituidos, entre ellos el matrimonio. El amor de Dios es mucho más amplio y acogedor, sin limitaciones; se comunica en la sacramentalidad de la vida.
Con un ejemplo se puede comprender mejor. En nuestras relaciones pastorales nos encontramos, cada vez con más frecuencia, con situaciones familiares donde hay parejas formadas del mismo sexo. Por supuesto hay familias que las rechazan, pero otras los respetan y acogen con naturalidad; son parte de la familia; se sientan en su mesa y comparten en igualdad el cariño familiar ¿Cuál es la postura que mejor sigue criterios humanos y evangélicos?
Si la Iglesia forma una gran familia (Lumen gentium 6), ¿cómo será madre acogedora? ¿Incluirá a estas personas plenamente en la vida eclesial, en la comunión, participación y misión que propone el Sínodo actual? ¿Las invitará a sentarse en la mesa común preparada para todos, sin exclusiones, con una sola condición: llevar el vestido apropiado que es el amor?
Comentarios desactivados en La sinodalidad puede producir fuentes de apoyo para los estudiantes LGBTQ+, escribe un teólogo
Nick Fagnant
“La primera y más básica expresión de nuestro amor debe ser escuchar”, afirma la Arquidiócesis de Davenport, Iowa, en las “Directrices para el acompañamiento pastoral de las minorías sexuales y de género”, publicadas en octubre.
Nick Fagnant, miembro de redacción del Sínodo de Commonweal y estudiante de doctorado en teología, cita este documento como un ejemplo de cómo el espíritu del actual Sínodo sobre la Sinodalidad del Papa Francisco puede influir en las políticas de las escuelas católicas hacia los estudiantes LGBTQ+. Fagnant califica la política de la Arquidiócesis de Davenport como “evidencia de que el trabajo del Sínodo —y la valentía de los estudiantes LGBTQ+ y sus familias— ya está dando frutos”.
En Commonweal, Fagnant contrasta las respuestas de dos diócesis del Medio Oeste a los llamados a políticas estudiantiles LGBTQ+ inclusivas en los últimos años. Lamentablemente, escuchar genuinamente no siempre ha sido el punto de partida para que las diócesis desarrollen tales políticas. Fagnant informa que en 2022 la Arquidiócesis de Omaha emitió una controvertida “Política sobre la sexualidad humana” para su aplicación inmediata en sus aproximadamente 70 escuelas católicas. Entre las muchas reglas negativas que contenía la política se encontraba una que decía que las escuelas “no patrocinarán, respaldarán, facilitarán, acogerán ni proporcionarán alojamiento a ninguna persona, grupo, entidad, evento o actividad que apruebe o promueva una visión de la identidad sexual que sea contraria a las enseñanzas de la Iglesia, incluidas las opiniones sobre género y sexualidad contrarias a las enseñanzas de la Iglesia Católica”.
La reacción de la comunidad fue fuerte. Fagnant informa que en octubre, un grupo de “padres, abuelos y ex alumnos de las escuelas católicas de Omaha” se habían organizado bajo el nombre de “Catholic Families for Love” (Familias Católicas por el Amor”)y habían escrito una carta detallando sus preocupaciones. La carta, dirigida al arzobispo George Lucas y al superintendente de las escuelas católicas de Omaha, planteó preguntas sobre el proceso mediante el cual se había desarrollado la política y pedía una mayor transparencia y consulta. La carta preguntaba:
“¿Quién redacta o redacta esta política? ¿Quién ha sido invitado al proceso y cuáles son sus credenciales/calificaciones? ¿Se está pidiendo a los católicos que se identifican como LGBTQIA+ su opinión sobre esta política? ¿Si es así, cómo? ¿Cómo está tomando en cuenta la Arquidiócesis su propio informe sinodal que subraya la necesidad de dar la bienvenida a la comunidad LGBTQIA+, que a menudo se siente alejada de la Iglesia?”
La respuesta de base de Catholic Families for Love-Familias Católicas por el Amor llamó a la Arquidiócesis de Omaha a abandonar lo que Fagnant caracteriza como su “enfoque de arriba hacia abajo”, avanzando en cambio hacia la vía sinodal.
La arquidiócesis ofreció una política revisada que entró en vigor en agosto de 2023, pero también fue decepcionante para los defensores LGBTQ+. La política establece que si los miembros de la comunidad “desean adaptaciones o acompañamiento que no sigan esta política, puede ser necesario comenzar el proceso de transferencia escolar”. Si bien el sitio web de la arquidiócesis afirma que esta política se desarrolló en consulta con “hasta 150 personas con diferentes niveles de formación profesional, demografía y competencias”, claramente no cumple con el estándar de escucha sinodal, según Fagnant.
La Diócesis de Davenport, por el contrario, capta el efecto de escuchar verdaderamente, diciendo: “Esta no es una escucha para refutar o con una agenda, sino para comprender verdaderamente a las personas: sus experiencias, necesidades y preocupaciones. Esto requiere humildad, paciencia y autocontrol. Cuanto más entendemos a alguien, mejor podremos acompañarlo”.
Fagnant señala que la política de la Diócesis de Davenport utiliza un lenguaje sinodal en todas partes, haciendo referencias claras al movimiento global hacia la sinodalidad. El documento aplica la rica teología de la escucha sinodal a preguntas prácticas sobre cómo cuidar a los miembros LGBTQ+ de las comunidades escolares católicas. “El Papa Francisco y la Arquidiócesis de Davenport nos han dado un modelo”, concluye Fagnant. “¿Cómo serían las escuelas católicas (y toda nuestra Iglesia) si lo siguiéramos?”
La historia de Fagnant sobre dos diócesis demuestra cómo el espíritu del Sínodo está vivo y coleando entre los católicos LGBTQ+ y sus aliados. Tomemos, por ejemplo, a Drew Gerken, un padre de una escuela católica de Omaha que se opuso firmemente a la “Política sobre la sexualidad humana” de Omaha. Describe sus acciones como una respuesta natural a su fe católica: “Aquellos de nosotros que podamos, debemos levantarnos. Eso es lo que han hecho todos nuestros héroes católicos, incluido Jesucristo, que defendió a las personas vulnerables. Esa es la Iglesia Católica en la que crecí”.
Gerken y otros miembros de Catholic Families for Love-Familias Católicas por el Amor encarnan el llamado sinodal a hablar con valentía sobre nuestras experiencias en la iglesia; El documento de la Arquidiócesis de Davenport muestra lo que puede suceder cuando esas voces son escuchadas y escuchadas.
—Ariell Watson Simon (ella/ella), Ministerio New Ways, 11 de noviembre de 2023
Nicholas Fagnantes estudiante de doctorado en la Escuela de Teología y Ministerio de Boston College. Ex instructor de una escuela secundaria jesuita, tiene una licenciatura en teología de la Universidad de Creighton y una maestría en educación de la Universidad de Notre Dame.
Comentarios desactivados en “Tiempo del Espíritu y de probar nuestra fe”, por Gabriel Mª Otalora
De su blog Punto de Encuentro:
Ante la esperanza sinodal
| Gabriel Mª Otalora
Caminar juntos no significa ir en grupo en la misma dirección. Es algo más. Se trata de ir en común unión buscando juntos. En nuestro caso, lo hacemos en la confianza de que somos guiados por el Espíritu.
Si algo me parece esencial de esta asamblea sinodal impulsada por Francisco, es la apuesta exigente de fe y de confianza que hemos de desplegar cada seguidor y seguidora de Cristo, sabedores de que hemos de ponernos en marcha de una determinada manera, con actitudes diferentes, y sin conocer al puerto en el que vayamos a arribar.
Ahí surgen las reticencias, los miedos y, hay que decirlo, los poderes eclesiásticos cuyo poder corre peligro y se manifiestan para no perderlo. No debemos asustarnos, pues ya ocurrió lo mismo en tiempos de Jesús. A aquellos expertos en la Ley de Dios no les tembló el pulso para llegar hasta el final con tal de mantenerse poderosos. Jesús fue cuestionado por vivir su Mensaje, y nosotros debemos entender que si Él fue acusado de actuar contra Dios mismo, el sentido de algunas presiones va por el mismo camino de las normas y no las actitudes, cuando el Evangelio indica todo lo contrario: el amor es la base de las normas cristianas.
La sinodalidad representa el camino de la Iglesia, llamada a renovarse bajo la acción del Espíritu gracias a la escucha de la Palabra. Son tiempos audaces de poner en marcha procesos de escucha, de diálogo y de discernimiento comunitario, en los que todos y todas puedan participar y contribuir. Al mismo tiempo, la opción de “caminar juntos” es un signo profético que nos interpela a abrirnos a ser odres nuevos en nuestro compromiso evangelizador. De lo contrario, no seremos Buena Noticia.
Para este “caminar juntos” es necesario que nos dejemos educar por el Espíritu en una mentalidad verdaderamente sinodal que supone un proceso de conversión más allá de la Cuaresma. Un proceso personal, primeramente, abiertos “al otro” y sobre todo al Espíritu demostrando verdadera fe sin tanto asidero clerical y normativo que nos ha empequeñecido incluso humanamente.
Las resistencias son muchas, el clericalismo sigue muy vivo también entre el laicado, como una “cruzada” para salvaguardar a la institución clericalista que tanto daño hace al Mensaje. Pero no importa, estas son solo dificultades que los impulsores de este sínodo tan especial se han encontrado con un movimiento que parecía impensable llegar hasta donde nos encontramos.
Es el tiempo del Espíritu y de la fe en Dios. Recemos humildemente, abiertos a ser sus manos desde la fragilidad que captó tan bien Antonio Machado:
Soñé que Dios me decía: ¡Alerta! Y luego era Dios quien dormía. Y yo le dije: ¡Despierta!
Comentarios desactivados en Hermano Aloïs: “El sentido del Sínodo es la ‘implicación’, no es solo una teoría”
El prior de la Comunidad de Taizé, sobre la vigilia ecuménica de oración
El prior de la Comunidad de Taizé participó, este 23 de enero, en la rueda de prensa de presentación de la vigilia ecuménica de oración que se celebrará el 30 de septiembre en la plaza de San Pedro, antes de la fase romana del Sínodo sobre la sinodalidad
Habló del sentido de este proceso, que ofrece a todos los cristianos la posibilidad de implicarse en el proceso vivido por la Iglesia católica universal
| Adélaïde Patrignani
(Vatican News).- El ecumenismo no se limita a la habitual Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos,que concluye mañana, miércoles 25 de enero. La iniciativa anunciada por el Papa Francisco el 15 de enero, al final del rezo del Ángelus, es un buen ejemplo.
El 30 de septiembre, unos días antes de la apertura de la primera fase romana del Sínodo sobre la Sinodalidad -durante la cual se reunirán en el Vaticano todos los padres sinodales-, se celebrará en la plaza de San Pedro una vigilia ecuménica. El hermano Aloïs, prior de la comunidad ecuménica de Taizédesde 2005, tuvo la idea de este “encuentro del pueblo de Dios”, que llevará por título “Juntos”, y que han preparado durante varios meses representantes de unas cincuenta realidades eclesiales, de diversos orígenes confesionales.
Tras presentar esta vigilia en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el Hermano Aloïs nos explica por qué propuso a los fieles de otras confesiones cristianas participar en el proceso que está viviendo la Iglesia católica universal.
“Desde el principio, cuando el Papa Francisco anunció el Sínodo, habló de una dimensión ecuménica del Sínodo, de una apertura, y eso nos dio una gran alegría en Taizé”, dijo.
“También nos preguntamos cómo implicar a los jóvenes en este proceso, y cómo este Sínodo puede ser realmente un acontecimiento que toque al Pueblo de Dios y que no sea sólo un acontecimiento entre los padres sinodales. Por eso, en la apertura del Sínodo, en octubre de 2021, hice esta propuesta, para que hubiera un momento de oración, y no sólo por los padres sinodales, sino por el Pueblo de Dios, y no sólo por los católicos, sino también por los demás”, agregó.
“Nos alegró y sorprendió que la idea fuera aceptada de inmediato. El Papa Francisco me animó, me dijo que siguiera adelante con esta idea, que hablara con el cardenal Grech [Secretario General del Sínodo de los Obispos]. Así que estamos preparando el evento”.
¿Cómo promover esta vida de oración entre los cristianos no católicos que no participarán en el Sínodo?
Sí, el título de este evento es Together, una reunión del Pueblo de Dios. Es todo un fin de semana. Invitamos a jóvenes de toda Europa a venir a Roma a pasar el fin de semana, donde serán acogidos, alojados en parroquias, en comunidades y tendrán todo un programa el sábado. El sábado 30 de septiembre por la tarde se reunirán en la Plaza de San Pedro.
Ya hemos tenido dos reuniones preparatorias en Taizé y vinieron representantes de otras iglesias. De hecho, aquí en Roma para la conferencia de prensa, había representantes de otras iglesias que hablaron del acontecimiento como algo que les afecta y en lo que quieren participar.
¿Qué pueden aportar otras confesiones cristianas al modo en que la Iglesia católica vive la sinodalidad?
La sinodalidad se vive de manera muy diferente en las distintas tradiciones. Pero creo que lo que buscamos en todas las Iglesias es realmente que todos los bautizados asuman sus responsabilidades para participar en la construcción de la Iglesia, de la comunión de la Iglesia.
La Iglesia no se construye sólo de arriba abajo, sino también por todos los bautizados, para crear realmente relaciones evangélicas y participar en una Iglesia que pueda ser fermento de paz en el mundo.
En la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos destaca la tradicional visita al Vaticano de los alumnos del Instituto de Ginebra fundado en 1946 y visitado por el Papa …
¿Cuál es el vínculo entre sinodalidad y ecumenismo?
La sinodalidad se basa en la escucha de todos los bautizados. Para este Sínodo que se prepara, existe esta larga fase de preparación que es una fase de escucha. Empezó en las parroquias, en las diócesis y ahora es a nivel europeo.
Y el bautismo ya nos une a otros cristianos. Lo olvidamos: el bautismo ya crea una comunión -que todavía no es perfecta, estamos separados en Iglesias diferentes-, pero ya existe una comunión, y eso es lo que creo que quiere expresar este Sínodo.
Este Sínodo se celebra también en un contexto particular, con la guerra en Ucrania, que pone a prueba el ecumenismo porque destruye los vínculos dentro del mundo ortodoxo, y entre ortodoxos y católicos. ¿Cómo evitar que el ecumenismo se haga añicos en este tipo de situaciones?
Especialmente ahora con Ucrania, realmente tenemos que reforzar los vínculos y mantenerlos con todos aquellos que quieren crear la paz ahora, y con todos aquellos que rezan por la paz.
Creo que es muy importante también ahora, en este momento de preparación del Sínodo, estar cerca de los que sufren esta guerra y rezar con ellos. Fui a Ucrania por Navidad para celebrar la fiesta en Kiev y Lviv. Se están haciendo muchas visitas, y creo que eso hay que fomentarlo.
El tema de las oraciones ecuménicas que se llevan a cabo del 18 al 25 de enero fue elegido por el Consejo de las Iglesias cristianas de Minnesota, en los EEUU. Se trata de una …
En Taizé, ¿cómo ha evolucionado su vocación ecuménica, quizás, con esta guerra en Ucrania?
Durante este tiempo de guerra, hemos mantenido nuestros vínculos con las distintas iglesias de Ucrania. Y esto es lo importante. Esperábamos que esta guerra sirviera para que las iglesias de Ucrania se unieran más, y así ha sucedido aquí y allá, pero no de la forma que esperábamos, es decir, que los cristianos estuvieran realmente unidos ahora.
Las iglesias permanecen separadas y tenemos que visitarlas para mantener los vínculos con las distintas tradiciones de Ucrania.
En Taizé, acogen sobre todo a jóvenes que también estarán en primera fila de esta vigilia ecuménica de finales de septiembre. ¿Por qué es tan importante el papel de los jóvenes en el ecumenismo y la sinodalidad?
Lo que vemos es que el número de jóvenes que ya no tienen una fuerte conexión con la iglesia está creciendo, cada vez es mayor. Esto no significa que no busquen, que no tengan una búsqueda espiritual, que no se hagan preguntas, incluso sobre Cristo, pero tienen menos vínculos con las instituciones de la Iglesia. Creo que realmente tenemos que hacer un esfuerzo para vincular a los jóvenes con el Sínodo.
El cardenal Hollerich, al término de esta conferencia de prensa, anunció que el Sínodo irá precedido de tres días de retiro espiritual para los participantes. ¿Por qué es tan importante la dimensión espiritual del Sínodo?
Porque hablamos mejor juntos si somos verdaderamente conscientes de que estamos unidos en Cristo. Esto no puede ser sólo una presuposición – “así son las cosas”– y lo discutimos enseguida.
Pero esta unidad en Cristo necesita lugares y tiempos, un espacio para expresarse, para vivir de verdad. No es sólo una teoría. Si no la vivimos realmente en tiempos de oración y retiro, esta unidad no puede desarrollar su fuerza de comunión.
Comenzar un año da la sensación de poder estrenar realidades nuevas, no porque cambien mágicamente las circunstancias, pero sí porque el calendario nos ayuda a tener la experiencia de que algo termina y algo comienza. ¿Qué deseamos que termine? ¿Qué soñamos que comience? A nivel personal cada uno tendrá muchos sueños. Pero a nivel social también podemos compartir muchos otros.
Ojalá termine la injusticia social de nuestro mundo donde la pobreza se agudiza y las condiciones de infrahumanidad se están volviendo normales. Esto no es querido por Dios. La buena noticia del reino anunciado por Jesús supone la transformación de estas situaciones: “Que los ciegos vean, se liberen los oprimidos, se proclame el año de gracia del Señor” (Lc 4, 18-19). Pero esto no se puede hacer realidad sin el compromiso de todos buscando estructuras sociopolíticas que lo hagan realidad. En Colombia estamos estrenando un gobierno que tiene esta intencionalidad de justicia. No es fácil concretarla y mucho menos cambiar una manera de funcionar muy injusta que ha sido la ejercida en toda nuestra historia. Pero sí podemos apoyar todo aquello que favorece a los más pobres, defenderlo y exigirlo. La transformación de la injusticia no se logrará mágicamente ni porque recemos mucho por ello. Será posible si vivimos una ciudadanía activa, capaz de discernir lo que signifique justicia social, apoyándolo decididamente.
Ojalá termine la irresponsabilidad ecológica. Hemos vivido en los últimos tiempos una inclemencia del tiempo muy grande. O lluvias copiosas o calores inaguantables. Y todo se debe al calentamiento global. No somos las grandes potencias que pueden tomar decisiones para impedir que continue el deterioro ambiental, pero si podemos convertirnos en líderes ambientales que, desde nuestras prácticas cotidianas, actuemos de otro modo, y con nuestro testimonio convoquemos a más personas a comprometerse con el cuidado de la creación. En este aspecto el papa Francisco ha hecho un aporte fundamental con la Encíclica Laudato si (2015) donde propone la ecología integral en estos términos: “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y, simultáneamente, para cuidar la naturaleza” (n. 139).
Ojalá terminen los conflictos y las guerras en todas las partes del mundo. La propuesta de “Paz total” del actual gobierno es un horizonte muy propicio para conseguir esta realidad. Lamentablemente más de uno se opone a esta propuesta porque se espera vencer al enemigo por la fuerza y hacerle pagar “con creces” por todos sus delitos. Es normal que se tengan estas expectativas, pero más humano y más cristiano es entender que a los enemigos no se les “vence” sino que se les “convence”. Es decir, solo el diálogo puede lograr la superación de todos los conflictos. En esto también el papa Francisco en su Encíclica Fratelli tutti (2020) nos señala el camino que se espera de la vida cristiana: “La paz social es trabajosa, artesanal. Sería más fácil contener las libertades y las diferencias con un poco de astucia y de recursos. Pero esa paz sería superficial y frágil, no el fruto de una cultura del encuentro que la sostenga. Integrar a los diferentes es mucho más difícil y lento, aunque es la garantía de una paz real y sólida. Esto no se consigue agrupando sólo a los puros, porque aún las personas que pueden ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse. Tampoco consiste en una paz que surge acallando las reivindicaciones sociales o evitando que hagan lío, ya que no es un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz. Lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias. ¡Armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo! ¡Enseñémosle la buena batalla del encuentro!” (n. 217).
Ojalá terminen todas las violencias contra las mujeres. Hay violencias físicas, psicológicas, sexuales, simbólicas. Se dan en todos los ámbitos, en los espacios públicos y privados; en la sociedad y en las iglesias. Pero va creciendo la conciencia feminista y cada vez se hace más clara la reivindicación de todos sus derechos porque el respeto a la dignidad de las mujeres es una exigencia ética y cristiana. La praxis de Jesús muestra con creces su manera de ver a las mujeres al convertirlas en sus interlocutoras. Por ejemplo, la mujer sirofenicia dialoga con Jesús sobre el dar las migajas a los perritos, contrarrestando así la postura de Jesús de solo atender a las ovejas perdidas de Israel y consigue cambiarle su visión (Mc 7, 24-30) y después de su resurrección a la primera que se le aparece y le confía el llevar el anuncio al resto de los discípulos es a María Magdalena. Lamentablemente no se ha valorado suficientemente ese protagonismo femenino y por el contrario se le infravaloró, identificando a María Magdalena con la pecadora arrepentida, presentándola como prostituta perdonada por Jesús. Hoy en día esa confusión se ha aclarado, reconociendo en María Magdalena una mujer enferma, curada por Jesús, pero en ningún caso prostituta y, como ya dijimos, depositaria, en primer lugar, de la misión confiada por Jesús a sus discípulos (Jn 20, 11-18).
Ojalá la iglesia clerical y piramidal se vuelva cosa del pasado y vivamos una iglesia sinodal donde laicado y clero participen de manera conjunta y, especialmente, la voz del laicado sea escuchada, valorada y respetada. El Espíritu Santo reside en todos los miembros del Pueblo de Dios y si no se acoge su voz en el laicado la iglesia no puede ser conducida por el Espíritu. Es muy importante que se vaya plasmando esta reforma eclesial porque hemos tomado más conciencia de la urgencia de la misma. Las palabras del papa Francisco al inicio de su pontificado “quiero una iglesia pobre y para los pobres” (Evangelii Gaudium. 2013, n. 198) marca el camino de la reforma y del camino sinodal que estamos procurando.
Podríamos seguir enumerando realidades que quisiéramos que terminen y los deseos que tenemos de un mundo más justo y en paz. Pero lo importante es que cada persona haga su propia lista y comience el año con el compromiso de trabajar por hacerla realidad. El Señor está de nuestra parte y nos llena de bendiciones para vivir a plenitud este nuevo año que gratuitamente nos ha dado.
Comentarios desactivados en Los obispos suizos abogarán en Roma por “una mayor inclusión” en la Iglesia de divorciados vueltos a casar y personas LGBTQ
Acaban de celebrar su Asamblea Sinodal Nacional
Pastores y fieles se reúnen para consensuar las líneas maestras para llevar al Sínodo sobre la Sinodalidad que se celebrará en Roma en el otoño de 2023
Los suizos declaran también la guerra al clericalismo, porque “la sinodalidad solo puede tener éxito cuando se superan las actitudes clericales”
Una mayor participación de todos los bautizados en la labor de la Iglesia y declarar la guerra al clericalismo. Estas fueron dos de las grandes áreas temáticas abordadas el pasado fin de semana en la Asamblea Sinodal Suiza celebrada el pasado fin de semana en Einsieden, en la que participaron medio centenar de personas, entre obispos y fieles, y que recogía el trabajo previamente realizado en las diócesis a la espera de la elaboración del definitivo.
En todo caso, y a la vista de las reflexiones, los obispos suizos parecen decididos a llevar al próximo Sínodo de la Sinodalidad, en 2023, su campaña “por una mayor inclusión de todos los bautizados en la vida de la Iglesia”, especialmente de las mujeres, los divorciados vueltos a casar y las personas LGBTQ, que “se sintieron excluidas de la Iglesia”, según un comunicado de la Conferencia Episcopal Suiza.
Con respecto al clericalismo, el informe señala que “la sinodalidad solo puede tener éxito cuando se superan las actitudes clericales y se desarrolla una comprensión del oficio sacerdotal que conduce a una iglesia sinodal”, siendo este un tema especialmente criticado en la Suiza de habla francesa e italiana.
A nivel nacional y diocesano
Los obispos, a la espera ahora de la elaboración del informe final que habrá de ser enviado a Roma, aseguraron que llevarían no solo esas propuestas al Sínodo en Roma en el otoño del próximo, sino que las trabajarían también a nivel nacional y diocesano en el seno de la Iglesia suiza.
El Episcopado suizo sigue, en este sentido, la senda del Camino Sinodal Alemán, que ha leventado encendidas polémicas sobre algunas de las medidas estudiadas y, en definitiva, aprovecha las compuertas cuya apertura está facilitando el papa Francisco con esta convocaatoria sinodal, como se está viendo también en algunas diócesis españolas, como es el caso de Barcelona, donde las reflexiones preparatorias se contempla la posibilidad del celibato opcional y el sacerdocio femenino.
Comentarios desactivados en El primado de Bélgica De Kesel: “Es necesaria una reforma de la Iglesia y aceptar que la sociedad ya no es cristiana”
Pide “humildad” para reformar las estructuras eclesiásticas
La presente crisis es la de “una Iglesia que se da cuenta de que el mundo ya no es el mundo cristiano que ha conocido durante dieciséis siglos”, y que es precisa una reforma, estructural y paciente, porque “no vamos a cambiar la Iglesia en unos años“
“Es necesaria una reforma de la Iglesia“. El cardenal de Malinas-Bruselas, Josef De Kesel, ofreció su particular visión sobre la crisis del catolicismo y las fórmulas para continuar evangelizando y ofreciendo vida, en una entrevista con el teólogo y periodista Christophe Herinckx en Cathobel.
En la conversación, el purpurado sostiene que la presente crisis es la de “una Iglesia que se da cuenta de que el mundo ya no es el mundo cristiano que ha conocido durante dieciséis siglos”, y que es precisa una reforma, estructural y paciente, porque “no vamos a cambiar la Iglesia en unos años”.
”Tenemos que reposicionarnos, no vamos a cambiar la Iglesia en unos años”, recalcó De Kesel, quien señaló cuatro áreas prioritarias. En primer lugar, “aceptar la situación”, sin “posicionarse frente a una sociedad que, de hecho, ya no es cristiana”; en segundo término, una conversión espiritual que revise las estructuras y el ‘corazón’ de la fe.
Volver a las fuentes
“Necesitamos una Iglesia que vuelva a las fuentes para estar presentes en un mundo secularizado, porque tenemos un tesoro”, insistió el cardenal, quien se mostró convencido de que “nuestro testimonio y comportamiento pueden traer al mundo ese gran tesoro de poder creer en Dios”.
En tercer lugar, el primado de Bélgica invitó a salir del reflejo de identidad, poniendo en valor, como hace el Papa Francisco, cuestiones como la migración, la ecología y la pobreza, “que son eminentemente cristianas”. “Se necesita una mente abierta al mundo y partícipe de los grandes desafíos de la humanidad”, añadió.
Finalmente, humildad, apostando por “una iglesia modesta que no quiere imponerse sino estar presente y cercana”.
Comentarios desactivados en “El laicado con la sinodalidad de fondo”, por Gabriel Mª Otalora
De su blog Punto de Encuentro:
Repensar la Iglesia y sus carismas
| Gabriel Mª Otalora
El Concilio Vaticano II supuso un antes y un después para los laicos; sin embargo, no sé si es posible hablar de un único tipo de laico en la Iglesia. Existe un laicado tradicional configurado como una mayoría silenciosa, pasiva e inhibida a la vez, convencida de que no tiene mayores responsabilidades; convencimiento este alentado, durante mucho tiempo, por buena parte de la jerarquía eclesiástica. Existe también otro laicado, minoritario, pero cada vez más significativo que suspira por una implicación real y con una visión más integral del mandato evangélico. Son cristianos que intentan vivir su fe de forma adulta allí donde se encuentren procurando abrirse a las preguntas de la fe en su medio desde su voluntad para ser luz y fermento bajo el signo de la fraternidad.
Pero tampoco es un laicado homogéneo, pues laicos comprometidos son también los que participan en los movimientos “neocon” y teocon”, los nuevos conservadores radicales que no descartan un choque de civilizaciones ante la necesidad de preservar al cultura occidental, con posiciones muy conservadoras donde la religión católica debiera jugar un papel de poder. Sin duda que hay admirar y copiar su celo y entusiasmo… pero poco más, ya que no parece que han interiorizado la gravedad del pecado estructural del materialismo en este caso capitalista, ni la peligrosa contradicción entre el mensaje y la práctica diaria que supone la perpetuación de una Iglesia poderosa y acomodaticia.
En todo caso, el prototipo del laico actual es el de un cristiano desconcertado, inseguro y escéptico de su papel. Un laicado que añora la referencia de las virtudes teologales como los tres grifos de todas las demás virtudes: la fe (por inmadura), la esperanza (por descafeinada) y la caridad, que ya no es el principal signo por el que se nos reconoce a los cristianos. Como corresponde a un tiempo revuelto, los laicos no acabamos de encontrar nuestro sitio en una institución eclesial que se resiste a dejar atrás su lastre clericalista y, a la vez, mundano, en el sentido de mantener las cuotas de poder y de ostentación (Estado Vaticano, títulos y dignidades, carrera eclesiástica, etc.).
Contradicciones e indiferencia que el Papa no deja de denunciar, por cierto. Parece como si a los dirigentes religiosos les preocupase más la obediencia a las normas que la fidelidad al mensaje con los hechos. La consecuencia práctica de este imperio de la ortodoxia es que unos pocos se han extralimitado en su función. Este afán por las normas más que por las personas ha tenido graves consecuencias incluso en la oración, marcada también por la rigidez de la ortodoxia del momento, que históricamente ha venido apostando por apuntalar una fe infantil más que por un crecimiento maduro y transformador del compromiso cristiano fruto de la experiencia de Dios.
A esto habría que añadir el peso de la Tradición, confundida con frecuencia con costumbres mundanas y sociopolíticas con las que algunos han frenado cualquier avance liberador en la Iglesia. Y digo liberador en el sentido más evangélico del término, el que nos libera de nuestras cadenas a la manera de Pentecostés. Cuántas ataduras humanas de poder se han disfrazado de religiosidad parapetada tras “la Tradición”. Jesús fue muy claro aun en medio de la férrea tradición judía, aun más férrea que la nuestra. Respetó la tradición profética, los libros y los ritos sagrados, y hasta las normas existentes, pero lo supeditó todo al bien de las personas y a una relación más sincera con Dios, a quien presentó como un Padre cariñoso “lento a la cólera y rico en perdón” fijándose especialmente en los más necesitados, los preferentes del Evangelio, por cierto.
Poco a poco, la organización de la Iglesia se ha convertido en algo más importante que la misión encomendada. “El sumo poder se ejerce bien cuando se dominan los vicios más que a los hermanos”, llegó a decir S. Gregorio Magno. “Quien debe presidir a todos, por todos debe ser elegido” (S. León Magno). “Lo que es de interés de todos, debe ser aprobado por todos”. (Derecho Romano). “Soy obispo para vosotros, pero ante todo soy cristiano con vosotros” (S. Agustín), etc.
Todo empezó a estropearse con Constantino y cuando la Iglesia se organiza a la manera de los dirigentes de la sociedad civil (s. II-III), acaparando el clero todas las funciones de la Iglesia. Y con ello, la jerarquización, la carrera eclesiástica y los privilegios. El papel de la mujer desapareció, las religiosas quedaron “en tierra de nadie”. Los monjes del desierto y algunas nuevas órdenes fueron la primera denuncia de una Iglesia cada vez más unida al poder temporal. Las órdenes terceras fueron otro intento de purificar el mensaje, pero fueron obligadas en el Medioevo a tomar forma de orden religiosa (franciscanos, etc.).
¿Dónde queda la función del pueblo sacerdotal, del laico, del Pueblo de Dios? La historia de la iglesia parece hecha por una minoría minoritaria. Individualismo, clericalismo, ortodoxia por encima de la praxis y tradición inmovilizadora, no dejan espacio al poder del Espíritu descuidando su compromiso en prácticas tan esencialmente evangélicas como la misericordia, la compasión, la humildad, la fraternidad o la importancia relativa de los bienes de este mundo (El problema del materialismo consumista nos ha pillado con el pie cambiado).
Caminar dos mil años en la vida de la Iglesia ha traído desviaciones entre las cuales no es la menor asumir que la inmensa tarea pastoral depende casi únicamente del clérigo, o que el estado clerical suponía estar más cerca de la perfección cristiana, contradiciendo a los inicios de la tradición cristiana, donde la orden de las viudas, de las vírgenes, entre otras, eran órdenes laicales.
Los laicos y laicas ha sido un categoría eclesial de segunda división que se nos ha definido más por lo que no somos (no-sacerdotes, no-religiosos y no-religiosas) que por lo que somos, sin ofrecer una identidad teológica a pesar de que todos somos iguales ante Dios con diferentes carismas. Hay que saltar hasta el Concilio Vaticano II para retomar el protagonismo del Pueblo de Dios en su sentido más amplio y sin seguidismos más que a la Palabra de Dios y al ejemplo de Cristo. Y ahora tenemos la gran oportunidad con la sinodalidad que impulsa Francisco.
Como afirma Leonardo Boff, los laicos de hoy ya no aceptan una Iglesia autoritaria y triste, como si fuesen a su propio entierro. Pero están abiertos a Jesús, a su sueño divino y a los valores evangélicos porque la Iglesia existe para anunciar a la humanidad que Dios es amor; ésta es su razón de ser, su dicha y su identidad más profunda. Pocos conocen que existe un Día del Apostolado seglar (secular, de siglo, mundo…) que se celebra, qué casualidad, el día de Pentecostés, tal es la importancia real de esta fiesta en la Iglesia…
En líneas generales, si preguntamos qué o quién es la Iglesia a alguien de fuera de ella, nos dirá que la Iglesia son el Papa y los obispos, los curas y los religiosos y religiosas. Ni siquiera Caritas. Sencillamente, para ellas los laicos no significan la Iglesia.
El problema sigue siendo las funciones reales de los laicos, más ejecutores que “sujetos” de las decisiones. Pero tenemos derecho a esperar y a encontrar en la Iglesia institución lo que a todos nos gustaría: vivir más y mejor el gozo de la fe y el amor compartido que muestre al mundo la Buena Noticia, asociando Iglesia a liberación. Nuestra crisis resalta más cuando la realidad eclesial se percibe como que dificulta en ocasiones la comprensión y la acción en el complejo problema social, a la hora de aportar soluciones eficaces a los problemas actuales. Los “malos” no siempre están fuera de la Iglesia.
Sin compromiso transformador a favor de un mundo más humano no hay Iglesia de Dios en la que nos reconozcan como Buena Noticia a la manera del Evangelio. Y no podemos ofrecer un mensaje creíble si nuestra imagen es la de una Iglesia encerrada en sus normas, ritos y cultos haciéndose fuerte en los templos. La consecuencia es la huida social porque ya no somos Noticia, estamos sin vigor salvador, alejados de un Pentecostés que tememos más que anhelamos.
Voy acabando mi reflexión. Y lo hago recordando que los evangelios son los que marcan el papel del cristiano, sea laico, presbítero, obispo o Papa, hombre o mujer. Sin distinción en lo esencial. Y lo hacen desde la enseñanza y el ejemplo de Jesús a cada uno de nosotros, en su apuesta por el seguimiento de su mensaje. En este sentido, el teólogo católico Johann Baptist Metz, discípulo de Karl Rahner, afirmaba: “La primera mirada de de Jesús no se dirigía al pecado de los otros, sino a su sufrimiento”; y “el pecado era para Jesús negarse a tener compasión ante el sufrimiento de los otros”, cosa que el clericalismo centrado en sí mismo, al servicio de una institución poderosa, olvida frecuentemente, afirmo yo.
La Iglesia, en fin, para ser creíble tiene que apoyarse en hechos, porque el hombre secularizado inmerso en la cultura de la imagen sóloentiende el lenguaje de los gestos coherentes. A nuestra Iglesia le vendría muy bien escuchar: “¿Habéis pescado algo después de estar trabajando toda la noche?”. Porque lo que es trabajar, se trabaja, pero la pregunta es si se hace en la dirección adecuada.
Comentarios desactivados en Georg Bätzing: “Hay gente que quiere mantener su fe, pero no ve cómo pueden hacerlo en esta Iglesia”
“El gran número de personas que abandonan la Iglesia es una señal: las estamos expulsando”
“No hay que preguntarse ‘qué será de nosotros’ como Iglesia sino ‘para quién estamos aquí’. Porque tenemos un mensaje de cuyo poder estoy muy convencido. El Evangelio despliega su poder también hoy. Los sacramentos están ahí para las personas y actúan en sus vidas”
“No soy un obispo para los demás obispos, sino para los fieles de mi diócesis. Tienen derecho a saber lo que pienso y cómo me posiciono. En este sentido, es un deber interior de conciencia si digo aquí y allá muy claramente lo que pienso”
“¿Tengo la expectativa de que el Camino Sinodal exija ahora el sacerdocio para las mujeres? Si lo exigiera, sabemos lo que Roma y el Papa tendrían que responder”
Que la Iglesia universal está en crisis, ya no hay quien lo niegue. Y no sólo por los escándalos de abusos a menores en su seno sino también por la drástica disminución de sacerdotes y de feligreses. Lo sabe muy bien el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Georg Bätzing, quien ha mostrado de nuevo su preocupación ante la aparente falta de soluciones reales para paliar los males que corroen la institución. “Si no cambiamos nada, cambiaremos iremos hacia el cero. Necesitamos un cambio radical de perspectiva en la Iglesia”, afirma el prelado en una entrevista a Katholish.de.
Para Bätzing, preguntarse por el futuro de la Iglesia, (“¿Qué será de nosotros?”) es inútil y sólo conduce a la frustración, a la resignación y a buscar culpables. “Durante mis visitas, suelo decir que ninguno de nosotros tiene la culpa, simplemente para crear un poco de libertad y apuntar a un cambio de perspectiva: no hay que preguntarse ‘qué será de nosotros’ sino ‘para quién estamos aquí’. Porque tenemos un mensaje de cuyo poder estoy muy convencido. El Evangelio despliega su poder también hoy. Los sacramentos están ahí para las personas y actúan en sus vidas”, advierte el prelado.
A pesar de que el pasado verano ya mostró su “profunda conmoción y dolor” ante el descenso de fieles en Alemania, Bätzing considera que el mensaje cristiano sigue interesando a la gente, si bien son necesarios nuevos puntos de contacto. “Mi experiencia es que cuando salimos a otros medios, descubrimos gente que tiene las mismas preguntas que nosotros. Es posible que no les preguntes tan alto, o que no tengas compañeros para hablar de ellos. Si te haces presente ahí, en el desinterés, entonces de repente surgen espacios de interrogación. Lo hemos aprendido de maravilla con la cultura de la acogida. Espacios de preguntas y movimientos de búsqueda. No en masa. También tenemos que decir adiós a eso. Ya no seremos un movimiento de masas”.
“El tiempo de la timidez ha terminado”
A sus 60 años de edad, el presidente de los obispos alemanes no esconde sus opiniones sobre temas espinosos como la ordenación de mujeres o el celibato. Preguntado por si no sería necesaria más moderación por su parte, el prelado apunta que el episcopado alemán conoce perfectamente cuáles son sus convicciones. “Saben que no me callo sobre ellos, pero también saben que estoy abierto a las críticas. Si a alguien no le gusta lo que digo, puede decirlo, incluso públicamente. Pero ahora no es momento para la moderación. No soy un obispo para los demás obispos, sino para los fieles de mi diócesis. Tienen derecho a saber lo que pienso y cómo me posiciono. En este sentido, es un deber interior de conciencia si digo aquí y allá muy claramente lo que pienso”, reconoce.
“A mi edad”, agrega el obispo, “el tiempo de la timidez ha terminado. Antes era diferente. Hubo momentos en los que fui más reservado. Pero hay tanto en juego en nuestro tiempo que es importante decir lo que pensamos. Si no podemos hacer eso en la Iglesia, me preguntaría realmente si esta sigue siendo mi casa, y lo es”.
Reconoce Bätzing que en el transcurso de su vida, ciertos puntos de vista se han vuelto más claros. A este respecto, considero que la cuestión de las mujeres en la Iglesia es decisiva para el futuro. “Sobre esa cuestión, he cambiado mucho, de modo que incluso antes de ser obispo ya no veía que los argumentos a favor de que el sacerdocio esté reservado a los hombres sigan siendo asumidos por el pueblo de Dios. Y eso es una cualidad teológica. Si eso ya no ocurre, tengo que preguntarme si puedo argumentar de esa manera. Esa es la pregunta que me hago mucho. ¿Podría entonces imaginarme figurativamente a una mujer asumiendo un oficio sacramental en la Iglesia? Entonces hoy digo: Sí, puedo”, afirma.
Preguntado por si las posibles trabas a las reformas del camino sinodal alemán podrían empeorar aún más las cosas en la Iglesia, Bätzing considera que no, puesto que ya la institución está en una posición pésima a ojos de la opinión pública y, sobre todo, a ojos de los miembros de la iglesia. “El hilo de la paciencia se estira hasta el punto de ruptura, incluso entre los más comprometidos. El elevado número de personas que abandonan la iglesia son señales: os estamos expulsando. No están contentos con la forma en que la Iglesia está cambiando y con el ritmo del cambio. Les gustaría formar parte de ella. Quieren mantener su fe, pero no ven cómo pueden hacerlo en esta Iglesia. Así que el drama ya está ahí. No puede ser peor”, resume.
Con respecto al Camino Sinodal, Bätzing reconoce que se trata de gestionar las expectativas. “¿Tengo la expectativa de que el Camino Sinodal exija ahora el sacerdocio para las mujeres? Si lo exigiera, sabemos lo que Roma y el Papa tendrían que responder. No puede introducirlo en absoluto, ahora, sino sólo a través de un proceso conciliar. Por lo tanto, esta exigencia sería imprudente y, en mi opinión, no se producirá”.
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“El Espíritu se derrama y vive en espiritualidades muy diversas y plurales”
“Este nuevo Sínodo puede y debe ser un acontecimiento innovador para una Iglesia que se hace pueblo de Dios en los pueblos de la tierra”
“Si la Iglesia, como nos invita el Papa Francisco, asume ponerse en camino sinodal debe mirar, en primer lugar, a quienes sufren, a las personas y pueblos pobres, a emigrantes, refugiados, a quienes están en el abismo de la marginación”
“Esta ‘nueva sinodalidad’ inspirada por el Espíritu, que late en tantas espiritualidades, es dialogante, solidaria, abierta, compartida, liberadora”
“Sin embargo todavía persisten reticencias autoritarias jerárquicas y clericales y posiciones conservadoras recurrentes”
| Félix Placer Ugarte, teólogo
El camino de la Iglesia está trazado, según la Constitución pastoral del Vaticano II, entre “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias sobre todo de los pobres y de cuantos sufren”. Es su hoja de ruta para cumplir su misión en salida al mundo en que vive y al que está enviada, “ungida” por el Espíritu, como Jesús de Nazaret, a fin de dar la “buena noticia a los pobres, la libertad a los cautivos y oprimidos…” (Lc 4,18). Sólo siguiendo esa dirección será fiel a quien vino para realizar la más profunda liberación de la humanidad y la plenitud de toda la creación. Esta es la misión que constituye su identidad, desde la comunidad más humilde hasta su extensa presencia en este mundo.
Desde aquí nace y se concreta el sentido de la sinodalidad, es decir, de su “caminar juntos”, de su andadura común, movida por el Espíritu al servicio solidario de la humanidad.
Por tanto si la Iglesia, como nos invita el Papa Francisco, asume ponerse en camino sinodal debe mirar, en primer lugar, a quienes sufren, a las personas y pueblos pobres, a emigrantes, refugiados, a quienes están en el abismo de la marginación al que gran parte de la humanidad ha sido avocada por sistemas y poderes inhumanos, impulsores de una “economía de la exclusión y la inequidad”.
A esta sinodalidad le impulsa el Espíritu que se derrama y vive en espiritualidades muy diversas y plurales; en especial en aquellas que se experimentan y viven dentro de esa marginalidad económica, cultural, social, política. Estas espiritualidades ofrecen a la sinodalidad su talante para caminar juntos en la construcción del mundo justo y fraternal, en una tierra cuidada, casa común, en el amor universal y en la fraternidad sin fronteras, tal como Francisco propone en Fratelli tutti y Laudato si’.
Esta “nueva sinodalidad” inspirada por el Espíritu, que late en tantas espiritualidades, es dialogante, solidaria, abierta, compartida, liberadora. Parte, como insiste el mismo Papa, “de lo bajo, de la gente, de los problemas de cada día”. Su diálogo se realiza, sin excepciones, con las plurales espiritualidades, en especial con aquellas que una falsa altivez espiritualista ha excluido y olvidado.
Por eso la espiritualidad sinodal debe ponerse a la escucha de otras espiritualidades que se viven en las periferias del mundo actual; de las que están extendidas en otras culturas, pueblos y religiones; de las que ofrecen y practican un profundo sentido místico, como las orientales. Pero no para incluirlas en sus dogmas y doctrinas, sino para aprender de ellas y de su sabiduría respetando sus diferencias y pluralidad. Porque, como también recordó el mismo Concilio, reconoce en ellas lo que hay de “verdadero y santo”.
Por tanto, la auténtica sinodalidad también es caminar junto a quienes buscan, viven y experimentan la sabiduría en sus experiencias espirituales tan diversas, indígenas, de otras creencias religiosas, de otras convicciones y experiencias, también agnósticas y ateas. De lo contrario corremos el riesgo de una sinodalidad cerrada en los ámbitos eclesiásticos que recorte los horizontes e impida caminar hacia una apertura solidaria para ofrecer respuestas comunes y participación solidaria al atormentado mundo de hoy, en especial en estos tiempos de pandemia y de sus consecuencias de creciente empobrecimiento y desigualdad.
En consecuencia, la sinodalidad debe ser dialogante con esas espiritualidades que, incluso más allá de instituciones religiosas, viven la presencia del Espíritu en el corazón de la humanidad, en toda la creación, con un sentido holístico.
Una espiritualidad sinodal nos invita, por tanto, a escuchar con empatía, a dialogar con libertad, a aprender con humildad, a comunicarnos sin miedo ni reservas porque el Espíritu sopla donde quiere (Jn 4,8). Impulsar tal sinodalidad es confiar en ese Espíritu. El Papa, no lo duda cuando insiste en que el Sínodo “debe comenzar desde las pequeñas comunidades, de las pequeñas parroquias… de la totalidad del Pueblo de Dios”. Estos lugares serán aptos si viven los problemas de cada día en su entorno, si están cerca y comparten las búsquedas, esperanzas de las personas y grupos más necesitados con los que conviven, si su centro no es la parroquia y su culto, sino la situación de quienes sufren, si su compromiso les lleva a unirse a sus luchas por la justicia, la fraternidad, la igualdad.
Sin embargo todavía persisten reticencias autoritarias jerárquicas y clericales y posiciones conservadoras recurrentes. Muchas de las llamadas comunidades cristianas e Iglesias particulares están alejadas de la vida y se encierran temerosas en sus prácticas devocionales. Por tanto se hace necesaria y urgente una espiritualidad de la audacia, de la parresia, de la utopía, de la profecía, del diálogo donde todas las personas aprendemos de todas, en especial de las más humildes, marginadas, desprotegidas. Esto supone cambiar posturas eclesiásticas dominantes para poder escuchar al Espíritu que se manifiesta en los signos de los tiempos, en la vida de las personas, mujeres y hombres con sus problemas de cada día, en los conflictos y luchas liberadoras.
Ahí habla el Espíritu para quien sabe escucharle en su cualidad humana profunda, en su relación con los demás, en el sufrimiento y también progresos y gozos, en el silencio contemplativo solidario; pero no, ciertamente, en la imposición y sumisión; menos aún en el alejamiento de los problemas de la gente o en quienes vuelven la vista cuando van por su camino sin atender a tantas personas tiradas y abandonadas en las cunetas de la vida.
Por supuesto, no todo lo que se presenta como espiritualidad es tal. El sentido critico y discernimiento son necesarios para no dejarse llevar por vientos cambiantes y navegar a la deriva. La auténtica espiritualidad proviene del Espíritu que es libertad, relación y compromiso ético y, en última instancia, amor. Para el cristiano su referencia básica es Jesucristo quien la llevó a sus últimas y plenas consecuencias dando su vida por los demás, para que todas y todos tengamos vida en abundancia (Jn 10,10).
A su vez, toda auténtica espiritualidad es sinodal, es decir, escucha otras experiencias en un diálogo comunicativo; camina compartiendo sus sentimientos espirituales más hondos y las luchas por sus aspiraciones a una vida digna en la justicia; conduce a una relación profunda que lleva a descubrir la unidad humana, cósmica, holística donde está el Espíritu que alienta la totalidad. Una espiritualidad sinodal es, por tanto, dialogante, compartida, relacionada, donde nadie está por encima de nadie y la única autoridad es servicio a los más humildes desde el evangelio liberador (Lc 4,18). No se aleja de la realidad en espiritualismos desencarnados ni, desde pretendidas verdades absolutas, se cierra al diálogo abierto y libre.
Siguiendo la línea y propuestas del Papa Francisco, este nuevo Sínodo puede y debe ser un acontecimiento innovador para una Iglesia que se hace pueblo de Dios en los pueblos de la tierra a fin de caminar juntos, sinodalmente, en la lucha por la justicia. Porque, como lo afirmó ya el Sínodo de 1971 en su documento sobre “Justicia en el mundo”: “La esperanza y el avance que animan profundamente al mundo, no son extraños al dinamismo liberador del evangelio y al poder del Espíritu que ha resucitada Cristo de la muerte… porque si el mensaje cristiano sobre el amor y la justicia no muestra su eficacia en la acción por la justicia en el mundo, muy difícilmente será creíble por los hombres de nuestro tiempo”.
Será, en consecuencia, una Iglesia sinodal, porque camina, sufre, acompaña y lucha guiada y alentada por el Espíritu liberador, que inspira tantas espiritualidades, para lograr pueblos hermanos en una tierra cuidada donde a nadie le falte techo, trabajo y pan dentro de la paz que brota de la dignidad humana y de la justicia.
Comentarios desactivados en “Mujeres Convocadas”, por Cristina Inogés Sanz
Con frecuencia se nos olvida que unas de las acepciones de la palabra Iglesia es “convocar”. Reconozco que me gusta mucho ver, percibir, sentir a la Iglesia convocándonos.
Somos mujeres convocadas a la misión evangelizadora de la Iglesia desde el mismo momento de la resurrección de Jesús, y aún antes: “Ve a mis hermanos y diles…” (Jn 20,17)le dijo a una mujer, María Magdalena. Desde ese momento nuestro horizonte tiene una meta, pero los caminosvocacionales hasta alcanzarla son de lo más variado.
Estamos a las puertas de una fecha, el famoso 8M, cuya celebración siempre levanta suspicacias. Este año va a estar marcado por la Covid-19 y eso se notará en la forma, pero el fondo de las reivindicaciones se mantiene. Con unas se puede estar más de acuerdo que con otras, sin embargo, creo que las formas de hacerlo sí marcan diferencias. Es verdad que todavía queda mucho camino por recorrer para que la igualdad sea un hecho evidente y, nadie puede negar que hay muchas diferencias entre países donde las más notables se dan entre el norte y del sur.
Como mujeres convocadas parte de nuestra responsabilidad es propiciar en la Iglesia, unos cambios que sirvan de modelo a una sociedad cada vez más crispada por este tema y por otros. Esto será complicado si nuestras formas, en muchos casos medievales, pretenden convivir con palabras y modelos del siglo XXI. Vendría a ser algo así comoproponer sumar naranjas y peras y dar el resultado en “unidades de fruta”. Sí, tal vez podría pasar con muchas explicaciones, pero no sería muy convincente porque el problema no estaría bien enunciado.
A nosotras nos toca enseñar a toda la Iglesia que, precisamente en este momento, todos tenemos que ser muy generosos y, desde la opción vocacional que cada uno haya elegido, desde donde cada uno se sienta convocado, aporte por pura convicción y conversión personal para hacer realidad la Iglesia sinodal que nunca debimos perder de vista, y que quedó olvidada hace ya muchos, muchos siglos.
Estamos llamadas -convocadas- a hacer visible ese cambio con nuestra actitud propositiva, desarrollando la corresponsabilidad eclesial que tan hondamente sentimos y vivimos, convencidas de estar viviendo un momento histórico y vital para la propia Iglesia, y donde va a ser esencial pasar del “yo” al “nosotros” y en ese “nosotros” tenemos que caber todos, no por ley, sino por la certeza de sabernos Iglesia, comunidad que refleja la manera de ser de Dios. Las mujeres, la historia lo demuestra, hemos tenido audacia, creatividad, flexibilidad, y corresponsabilidad para llevar a buen término aquello a lo que nos llamaba Dios. Ahora estamos convocadas a hacer visible la riqueza de la diversidad de la que está compuesta la Iglesia.
Cada una lo hará desde donde su vocación la haya llevado y con la comunión, la bella y frágil comunión, como gran tesoro a conservar y trasmitir. Lo que no nos puede hacer olvidar, porque no son realidades incompatibles, que sin la igualdad nada se puede construir. Nuestra igualdad nos viene dada en el bautismo. En caso de duda, unos y otras, deberíamos convocarnos en torno a esa fuente común donde el Espíritu se derrama a borbotones y nunca mejor dicho.
Puede ser que, al encontrarnos todos reunidos en torno a la fuente bautismal, descubramos que el sonido de nuestras voces no resulta abrumador, sino sorprendentemente armónico bajo la batuta del Espíritu que coordina nuestras intervenciones.
Mujeres convocadas y en Camino Sinodal, invitando, escuchando, ofreciendo y proponiendo. Me gusta la forma que se va dibujando. Ahora, entre todos, a hacerla realidad.
Comentarios desactivados en “Sinodalidad (y VII): la diversidad sexual debe estar presente”, por Cristina Inogés Sanz
A lo largo de esta serie de artículos que he ido escribiendo –y Vida Nueva publicando– sobre sinodalidad, he procurado dejar claro que lo que a todos afecta, por todos tiene que ser tratado, dialogado, aclarado y aprobado. Ni se me pasaba por la imaginación tener que especificar algo más ya que, en el “todos” doy por hecho que somos “todos”. Sin embargo, aunque parece que hemos aprendido a aceptar casi todo en el mundo y en la Iglesia, si miramos con detalle vemos que en algunas cuestiones todavía es necesario insistir en ellas.
Todo se andará
Hace muchos años se colocaban en las puertas de las iglesias carteles anunciadores de retiros, conferencias, y hasta de ejercicios espirituales en los que se especificaba que eran “solo para hombres”, “solo para mujeres”, e incluso se llegaba a detallar que los había “solo para mujeres solteras”. La costumbre decayó y los retiros, las conferencias y los ejercicios espirituales ya son mixtos, pero, a cambio, hemos creado otras parcelas pastoralestan bien delimitadas como aquellos retiros antes citados.
Tenemos pastoral para divorciados, pastoral para divorciados vueltos a casar (por lo civil, se entiende) y, por supuesto, pastoral para homosexuales. Todavía no nos atrevemos enteramente con la pastoral LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgénero) y mucho menos con la LGTBIQ+ (Lesbianas, Gays, Transgénero, Bisexuales, Intersexuales, Queer y el signo + que identifica a cualquier persona que no se vea representada en esas siglas), pero todo se andará. Teniendo en cuenta las posibles distinciones, y dando por hecho que se conservaría su carácter mixto, echo de menos una pastoral para rubios, morenos, pelirrojos, altos, bajos, calvos, gordos, flacos… ¿De qué serviría? De nada. Pues tampoco creo que tenga mucho sentido “clasificar” –que no deja de ser una forma de señalar– a personas con sexualidades diferentes. Además, ¿dónde queda la pastoral para heterosexuales en general?
Leyendo en evangelio
El evangelio es el mismo para todos; la Iglesia tiene los problemas que tiene y debe cambiar mucho en su estructura, y eso lo vemos “todos” los que creemos que siempre se puede mejorar, y a ese cambio de mentalidad estamos todos invitados. Si hay algo que el camino sinodal nos va a enseñar al transitar por él, es que ese caminar juntos nos va a permitir conocernos sin prejuicios -sin juicios previos- y debiendo abandonar, antes de entrar en ese camino, toda idea preconcebida sobre muchos de nuestros prójimos.
En el evangelio se intuyen personajes que han sido “ligeramente” pulidos a lo largo de la historia, para que entrasen en nuestros parámetros morales y culturales sin levantar sospechas. Sin embargo, cuando se lee el evangelio intentando dejar un poco apartado lo que nos han leído o contado otros, y en ese momento solo estamos Jesucristo y cada uno de nosotros, vemos como ese Jesús de Nazaret no discriminó a nadie, y nunca preguntó por su vivencia de la sexualidad a nadie. Él hablaba del reino a todo el que se acercaba y compartía su mensaje a todos por igual.
En la Iglesia no estamos para desperdiciar fuerzas, ni manos, ni cabezas, ni corazones que quieran ayudar a enderezar el rumbo; el camino sinodal no puede excluir a nadie porque, de hacerlo, dejará de ser sinodal. Todos vamos a ser necesarios. El que está comprometido con el mensaje de Jesús de Nazaret y con la misión de la Iglesia y actúa en consecuencia, no puede sentirse observado, señalado, y discriminado por el resto de la comunidad. Puede que para algunos sea complicado adaptarse, pero no olvidemos que estamos llamados a un cambio de estructuras, a un cambio de mentalidad, a un cambio personal que, si no van de la mano, de nada servirán.
Acompañamiento mutuo
Pensemos que hace unos años se escuchaba en homilías, medios de comunicación…, una frase concreta: “La Iglesia no aparta a los divorciados; son ellos lo que se apartan de la Iglesia al elegir esa vida”. Aquí se englobaba a todo el mundo cuando todos los divorcios no eran ni son iguales, ni por las mismas causas. Ahora, y quiero creer que por convicción y no por conveniencia, que esa frase prácticamente ha desaparecido, nos deberíamos proponer ver a las personas tal cual, como personas, sin etiquetas identificativas de ningún tipo. No olvidemos que Dios nos creó por amor y Dios es cómplice de nuestra afectividad.
Quien busca acompañamiento en la Iglesia, bien sea de forma personal -más privada-, o dentro de un grupo, es una persona, independientemente de lo que le guste comer, leer, qué música escuchar o a quién a amar con locura. En la Iglesia estamos para acompañarnos, escucharnos, ayudarnos, respetarnos, y querernos mutuamente, no para juzgar ni señalar a nadie. Si alguien nos invita a su casa, el límite está donde nos quiera recibir. No forcemos entrar en el dormitorio porque, hasta como Iglesia, tenemos un límite. ¡Nos estamos jugando mucho!
Comentarios desactivados en “¿Dedocracia o democracia en la Iglesia?”, por Pepe Mallo
Gracias una vez más, querido Pepe, por tu reflexión, llena de Evangelio y de sentido común, a veces experiencia, tiene miedo a la comunidad de hermanos.
Los obispos con frecuencia no se fían de los sacerdotes, y éstos siguen su ejemplo no fiándose de sus fieles. “el menos común de los sentidos”, también en la Iglesia.
El clero, lo sabes por Después del Vaticano II muchos obispos empezaron a solicitar a los sacerdotes lo que ahora solicita el arzobispo madrileño: nombres para vicarios y otros cargos (rectores del semanrio, delegados del clero, arciprestes…). Pronto se cansaron. Juan Pablo II, eligiendo obispos a su imagen y semejanza, contribuyó a cercenar cualquier atisbo de participación decisoria en asuntos eclesiales. El poder eclesial se entendió más en términos de dominio y no de búsqueda fraterna de la voluntad de Dios. El principio de tradición evangélica de “tratar y decidir entre todos lo que afecta a todos” (reflejado en He 15,22) ha sido sustituido por “sólo el presidente de la Iglesia trata y decide todo lo que afecta a todos”. Si él quiere puede consultar con quien quiera y como quiera. Es lamentable que la teología del poder eclesial, inspirada en el Evangelio, esté aún por hacer. La institución eclesial en su funcionamiento actual está lejos del Evangelio. Fraternidad es mucho más que democracia: más libre, más participativa, más escuchar a todos, más decidir entre todos, más confiar en todos, más respeto a lo acordado, más sinceridad, más aprecio por las cosas y las personas… En este camino nos introdujo el Evangelio de Jesús. ¡Ojalá tu reflexión, amigo Pepe, nos acerque más al Evangelio!
¿DEDOCRACIA O DEMOCRACIA EN LA IGLESIA?
“Osoro escribe a los curas de Madrid y les pide “nueve o diez nombres” de sacerdotes o religiosos para la Curia.” Con este titular abre la noticia RD el pasado 10 de febrero. Y continúa en subtitulares “El arzobispo trabaja en una reforma en profundidad de la diócesis madrileña.” En el desarrollo del reportaje, se recogen estas declaraciones del Arzobispo: “Quiero contar con todos vosotros. Quiero escucharos. Quiero que entre todos hagamos un plan pastoral pero que esté refrendado con la realidad. Hay que pasar de lo teórico al mundo real.”
Este anuncio de Osoro amplifica el eco de las palabras del papa Francisco: “La desclericalización del poder es muy importante para la Curia Romana y para la administración de las diócesis”. No son secretos reservados los reiterados propósitos de Francisco de reformar la Curia vaticana ni las diligencias que ha llevado a cabo al respecto. En el reciente Consistorio, los cardenales han respaldado la descentralización del poder y la simplificación de la Curia, ratificando las palabras de Francisco: “La reforma de la Curia quiere favorecer la absoluta transparencia y una evangelización más eficaz.”
Una decisión de tal calado lógicamente está provocando intenso revuelo y cuenta, por consiguiente, con enérgicos defensores e inflexibles detractores. ¿Cambio justificado, prudente, razonable o provocación, desafío y desplante? Cada ojo lo verá a través del matiz de su propio cristalino. Sin embargo, mirándolo bien, sin reflejos, a pesar de los desacuerdos, ambas posturas coinciden unánimes en una idéntica interpelación: ¿Democracia en la Iglesia? A partir de este dilema, me surgen varias controvertidas cuestiones:
1.- ¿Acaso ha existido “democracia” en la Iglesia a lo largo de veintiún siglos?
Parece que solo nombrar la palabra “democracia” provoca recelos en algunas mentes suspicaces. Las democracias en política no han sido nunca ejemplo fehaciente de integridad, honestidad y coherencia. Pero insisto, ¿puede haber democracia en una institución jerarquizada como es la Iglesia? Bueno, podríamos hablar de una “democracia orgánica” (término acuñado por alguien que procesionaba bajo palio); régimen que conduce al más estricto autoritarismo eclesial. Sin embargo, ¿valdría enzarzarse sobre la implantación de una “democracia participativa” en la Iglesia? Con frecuencia se argumenta con el criterio de la “sagrada tradición” en la defensa de ciertas normas, comportamientos, ritos y usanzas de la Institución. Personalmente pienso que deberíamos preguntarnos cuándo nacieron esas tradiciones y de dónde proceden. Por ejemplo, en el caso que nos atañe, la institución de la Curia Romana cuenta solo con poco más de cuatro siglos; se inicia en los años que siguieron al Concilio de Trento. Esa centralización administrativa resultaba necesaria entonces, dentro de una concepción absolutista del papado, el cual debía resolver, de un modo directo, prácticamente todos los aspectos de la vida de la Iglesia.
Aquí debo hacer una leve digresión. “Ecclesia” significa asamblea. Los primeros seguidores de Jesús adoptaron este término para definir su identidad, rememorando los entrañables momentos vividos con el Maestro y, principalmente, la Cena del Señor. Pero no era una asamblea cualquiera. Se trataba de una “comunidad”, una vivencia común, la fraternidad. La autoridad de Pedro no significó dominio, dictadura, autoritarismo. Por eso, creo importante recalcar el sentido “comunitario y fraternal” de las primeras iglesias cristianas.
2.- ¿Cuándo nace y de dónde procede la participación de los creyentes en la gestión de la Iglesia?
Meridianamente, desde sus comienzos. Cuando apenas eran unos pocos, Pedro busca el acuerdo de la minúscula comunidad (Iglesia) para presentar candidatos en reemplazo de Judas. (Hch. 1,15-26). Cuando la comunidad crece y los apóstoles no dan abasto en la justa atención a todos los miembros de la Iglesia de Jerusalén, tras la protesta de los helenistas, convocan a toda la comunidad para que elijan al grupo de los “siete” para el servicio (diaconía) de la Iglesia. (Hch. 6, 1-6) Y esta participación no cesa en los siglos posteriores. Todavía en el siglo I, el papa Clemente, tercer obispo de Roma escribe: “Los apóstoles impusieron la norma de que varones probados les sucedieran en el ministerio con el consentimiento de toda la comunidad”. La Didajé o Enseñanzas de los Doce Apóstoles, considerado el primer “catecismo” escrito que conocemos y reconocido con gran estima por los Padres de la Iglesia, dice: “Elegíos obispos y diáconos dignos del Señor, hombres mansos, no amantes del dinero, sinceros y probados…” (Cap. 15.1) Y el papa san Celestino I (s.IV) insiste: “Nadie sea dado como obispo a quienes no lo quieran. Búsquese el deseo y el consentimiento del clero, del pueblo y de los hombres públicos.” (Carta a los obispos de Vienne). Podríamos añadir un largo etcétera. Esta es la auténtica Tradición eclesial. El afán de poder y el centralismo la invalidaron y aniquilaron, anulando totalmente la intervención de la comunidad. ¿No era esta forma de aportación comunitaria una “democracia participativa”, vale decir la participación del pueblo de Dios en la gestión de la comunidad (Iglesia)? Por tanto, la iniciativa de Osoro entronca irreprochablemente en lo más genuino de la Tradición durante los primeros cinco siglos de la Iglesia.
3.- ¿Reformar o regenerar?
Tras estas reflexiones, me pregunto: ¿Qué se pretende tanto con el proyecto del papa Francisco como con la propuesta del arzobispo Osoro, ¿reformar la curia o regenerarla? Aunque podamos usarlos como sinónimos, los dos términos encierran matices muy diferentes: “reformar” significa dar nueva forma, o sea modificar, variar, retocar. Sin embargo, “regenerar” encierra el significado de restablecer, restaurar, reponer.
La Iglesia jerárquica, desde desafortunados tiempos pretéritos, ha institucionalizado la endogamia. El principio de Juan Palomo ha sido el “guiso” siempre aderezado por los eminentes jerarcas de la Iglesia, secundados por sus mandos intermedios. Parece que la Iglesia la constituye solamente el clero, los demás no pintan nada. Los laicos han quedado postergados y preteridos a lo largo de muchos siglos. ¿Qué se persigue, pues, con estas iniciativas, continuar con la dedocracia jerárquica rediseñando las fórmulas “seudotradicionales” o restablecer y reponer la Tradición de las Comunidades primitivas?
El último Consistorio aboga por la “auténtica sinodalidad y la verdadera colegialidad” en el gobierno de la Iglesia (RD. 13 de febrero de 2015). Como se ve, los términos “sinodalidad y colegialidad” hacen referencia exclusivamente al estamento clerical. Por su parte monseñor Osoro cursa su propuesta solamente a los sacerdotes. No parece, pues, que la participación de los laicos esté muy próxima. Sin embargo, no faltan voces significativas en la Iglesia que buscan este restablecimiento. El cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich afirma rotundamente (RD. 11 de febrero de 2015): “Una institución centralizada no es una institución fuerte. Es una institución débil. Hay que estar abiertos a los laicos, hombres y mujeres, pero especialmente mujeres. Yo lo digo y lo repito también en mi diócesis: Por favor, vean cómo podemos incorporar a los laicos, especialmente a las mujeres, en posiciones de responsabilidad en la administración diocesana. ¿Qué impedimentos necesitan superarse? La mentalidad! La mentalidad! Los obispos tienen que decidir. Los obispos y el Santo Padre tienen que comenzar a cambiar.”
“Especialmente a las mujeres”, dice el cardenal. Efectivamente, reconoce que es uno de los grupos más marginados de la Iglesia. Reza el proverbio “Cuando la mujer da un paso, todos avanzamos”. (Rubrico. Yo esto lo percibo en mi esposa). Hay mujeres con una preparación similar e incluso superior a muchos eclesiásticos. Otro colectivo relegado y hasta proscrito es el de los curas casados. La Iglesia está desperdiciando y desaprovechando la experiencia y la preparación de estos meritorios sacerdotes que dedicaron ardientemente su vida a la proclamación y vivencia del Evangelio desde su estado sacerdotal y actualmente desde su opción matrimonial.
El cardenal Marx aviva la esperanza del cambio: “No estamos creando una nueva Iglesia, pero hay un aire fresco, un paso hacia adelante”. Esto me hace pensar que ha llegado la hora de que tanto la jerarquía como los laicos, imponiéndose a su propia mentalidad de “clientes del clero”, tomen conciencia de que todos somos “responsables activos” en el funcionamiento y en la marcha de la Iglesia. Sustraerse a esta obligación, equivale a potenciar el “clericalismo”, ya de por sí excesivo y, a veces, abusivo.
Comentarios desactivados en Reforma de la Curia Vaticana: Los “doce apóstoles” de Francisco
Exclusiva RD: así será la reforma de la Curia, que habla expresamente de “Consejo de Ministros” vaticano
El Papa aboga por un gobierno sinodal, y quiere evitar que Roma sea una “Corte” de obispos
(Jesús Bastante).- El Gobierno del Vaticano girará en torno a un “Consejo de Ministros”, formado por una docena de personas, responsables de los nuevos dicasterios que conformarán la Curia Romana, según el proyecto de reforma que el Papa Francisco presentará este lunes a los miembros de la Curia. Al frente de dicho “consejo de ministros”, pues así se denomina expresamente en el documento, al que ha tenido acceso en exclusiva RD, estarán los “doce apóstoles de Francisco“, que culmina una reordenación histórica en el devenir de la Iglesia católica. Con un gobierno colegiado como no se recuerda en torno a la barca de Pedro.
El proyecto tiene algunos puntos sumamente novedosos, e incluye la práctica desaparición de los Pontificios Consejos, que se integrarán en las 12 nuevas “congregaciones” (no se conoce si el término seguirá siendo éste, o directamente se hablará de “Ministerios”): las nueve actuales (Doctrina de la Fe, Culto Divino, Causas de los Santos, Iglesias Orientales, Evangelización de los Pueblos, Clero, Institutos de Vida Consagrada, Educación Católica y Obispos), a las que habrá que sumar la de Laicos y Familia; Caridad y Justicia (que reunirá las funciones de los consejos pontificios Justicia y Paz, Cor Unum, Migrantes y Pastoral de Salud) y un “ministerio de Comunicación“, que sólo se creará cuando concluya el estudio encargado a Lord Patten.
Con todas las salvedades respecto a los estados democráticos, en el Vaticano también habrá una mayor separación entre poder legislativo y judicial, manteniendo los Tribunales de la Signatura Apostólica una mayor independencia, aunque los delitos graves (como en el caso de la pederastia) seguirán dependiendo de Doctrina de la Fe.
Como en todo gobierno, además del Jefe de Estado (Papa Francisco), el Secretario de Estado se convertiría en una suerte de canciller (asuntos exteriores) que también ejercería el papel de “primer ministro”.
La reforma de la Curia permitirá, también, reducir hasta el extremo la presencia de obispos y cardenales, dejando libres, casi de inmediato, hasta una quincena de puestos “cardenalicios“, que permitiría “internacionalizar” en breve el Colegio cardenalicio.
El Papa quiere evitar que la Santa Sede se convierta en una “conferencia episcopal” con medio centenar de prelados trabajando -y murmurando-, lo que, como veremos a continuación, es definido como un peligro de “autorreferencialidad” y de “carrerismo” intraeclesial, que se quiere erradicar.
Los “principios inspiradores” en la reforma de la Curia Romana, apunta el documento, inciden en que el organismo vaticano debe “ayudar al Papa en el gobierno cotidiano de la Iglesia”, y debe ser “instrumento de la unidad de toda la Iglesia”, respetando, empero, “la potestad de los obispos diocesanos y la justa autonomía de las Iglesias particulares”.
“Parece necesaria una racionalización de los organismos de la Curia“, subraya el documento, que incide en que ningún dicasterio “debe atribuirse la competencia de otro”, como puede suceder en la actualidad. El texto, que este lunes será explicado a los miembros de la Curia romana, apunta que “es necesaria una simplificación significativa de la Curia“. Por ello, se decide “la fusión de los Pontificios Consejos siguiendo materias de competencia”, así como la “simplificación interna de los dicasterios”, o una “eventual reducción o supresión” de Consejos o dicasterios.
El primer organismo en ser modificado es la Secretaría de Estado, que pasaría a ser una suerte de “órgano de coordinación de los dicasterios”. El secretario de Estado, como “primer colaborador del Santo Padre”, debe fomentar “periódicas y frecuentes reuniones con los jefes de los dicasterios, el Consistorio ordinario o el Consejo de la Secretaría Permanente del Sínodo”. El número dos vaticano podrá además, ejercer labor de coordinación, activando “comisiones mixtas” en caso de conflicto entre “ministerios” vaticanos.
“El trabajo de la Curia debe ser sinodal“, afirma el documento, que consagra la necesidad de “hacer habituales las reuniones de los jefes de Dicasterio, presididas por el Romano Pontífice”, en una suerte de “Consejo de Ministros” (el texto utiliza esta expresión) de la Iglesia romana. “La reducción significativa del número de dicasterios permitirá encuentros más frecuentes y sistemáticos de cada prefecto con el Papa” dado que no serán “un grupo excesivamente numeroso“.
La “sinodalidad” también “debe ser utilizada en el interior de cada dicasterio”, dando “particular relevancia y frecuencia ” a las sesiones ordinarias, con una mayor participación de los miembros”. No obstante, el documento anima a “evitar la fragmentación y la multiplicación de sectores especializados, que pueden tender a la autorreferencialidad”.
“El empeño de todo el personal de la Curia debe esta animado por unaespiritualidad de servicio y de comunión: se trata de crear estructuras que eliminen el carrerismo“. La nómina de colaboradores seguirá “criterios eclesiales”, y en ellos formarán parte laicos, sacerdotes y religiosos “de probada vida cristiana”. Y no tanto obispos, pues “un modo de evitar el peligro del carrerismo” es el de conseguir que los oficiales de dicasterios no ejerzan su autoridad “porque sean obispos, sino por la autoridad concedida por el Santo Padre”.
“Deberá procurarse un acceso a un número mayor de laicos, especialmente en algunos dicasterios en los que puedan ser más competentes que los clérigos o religiosos”, como sucede (tal y como anunció ayer RD) con el macrodicasterio de Laicos y Familia.
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