Del blog Amigos de Thomas Merton:
El suizo Hans Küng, uno de los teólogos católicos más reconocidos del mundo, falleció hoy (6 de abril) en la ciudad alemana de Tubinga a la edad de 93 años. Küng, hombre de pensamiento crítico, fue suspendido en 1979 por el Vaticano para oficiar como sacerdote y enseñar teología católica por sus cuestionamientos a la doctrina oficial de la iglesia. En 1985 fundó la Fundación Weltethos (Ética Mundial) destinada a fomentar el diálogo interreligioso. De acuerdo con la información, Küng murió mientras dormía de manera plácida en su casa de Tubinga, en el sur de Alemania. Fue uno de los grandes pensadores católicos del siglo XX, participante del Concilio Vaticano II, filósofo y teólogo. Agradecido por lo que que sus libros aportaron a mi formación teológica, descanse en paz.
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“Sea como fuere, siempre me he experimentado como un ser humano contradictorio en múltiples sentidos, ambivalente, con virtudes y debilidades, muy alejado de la anhelada perfección. En ningún caso como un ser humano ideal, sino como un ser humano con altibajos, con lados diurnos y nocturnos, con todo lo que C. G. Jung llama la «sombra» de la persona, justo aquello que el ser humano, en vez de confrontarse con ello, prefiere apartar, reprimir, ocultar. ¿Y no desean algunos en su corazón ser distintos de cómo son? ¿Un poquito menos inteligentes, menos ricos, menos guapos? Con frecuencia nos resulta más fácil aceptar el mundo que aceptarnos a nosotros mismos, tal como —nos guste o no— somos o hemos sido hechos por otros. «Lo sencillo es siempre lo más difícil -leí en C. G. Jung-. Pues, en realidad, ser sencillo es un arte supremo; de ahí que aceptarse a sí mismo constituya la quintaesencia del problema de la moral y el núcleo de toda una visión del mundo» (Sobre la relación de la psicoterapia con la cura de almas, 1932)*.
No soy un representante del pesimismo vital que vea abocada de antemano al fracaso toda acción; en la vida existen igualmente éxitos, progresos, regalos, felicidad. Pero tampoco las personas exitosas están a salvo de crisis existenciales capaces de poner todo en cuestión. Eso puede ocurrirle a una persona ya en su juventud. O sólo cuando le llega la crisis, la crisis de la mitad de la vida; o a raíz de una enfermedad mortal, posible en cualquier momento, o de un fiasco profesional, una depresión, la jubilación o la vejez. Cuando una persona ha alcanzado todo lo que podía alcanzar y, se mire como se mire, ya no puede alcanzar nada más, entonces ¿qué…?“.
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Hans Küng, Epd
Lo que yo creo
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