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“Cada cual tiene su tiempo y después entra en silencio”, por Leonardo Boff, teólogo y escritor.

Viernes, 20 de junio de 2014
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relojLeído en la página web de Redes Cristianas

Hay un libro curioso del Primer Testamento, el Eclesiastés (en hebreo Cohélet), que no menciona la elección del pueblo de Dios, ni la alianza divina, ni siquiera la relación personal con Dios. Representa la fe judía inculturada en la visión griega de la vida. Posee una mirada aguda sobre la realidad tal como se presenta y alimenta la reverencia hacia todos los seres. Tiene un pasaje muy conocido que habla del tiempo: hay “un tiempo de nacer y un tiempo de morir; tiempo de arrancar y tiempo de plantar, tiempo de reír y tiempo de llorar, tiempo de amar y tiempo de odiar, tiempo de guerra y tiempo de paz” (Ecl 3,2-8).

Hay muchas formas de tiempo. Tenemos que liberarnos del tipo de tiempo dominante de los relojes. Todos somos rehenes de este tipo de tiempo mecánico. Se conocen distintos relojes. El primero fue el reloj de sol, hace ya 16 siglos. Se supone que fueron los asiáticos quienes inventaron por primera vez el reloj. En el año 725 de nuestra era, un monje budista inventó un reloj mecánico que a base de baldes de agua hacía una rotación completa en 24 horas. En Occidente se atribuye a otro monje, un benedictino, después Papa Silvestre II (950-1003), la invención del reloj mecánico actual.

Hoy nadie anda sin algún tipo de reloj mecánico que mide el tiempo a partir de las rotaciones de la Tierra alrededor del Sol. Pero esa visión mecánica del tiempo del reloj ha estrechado nuestra percepción de los muchos tiempos que existen, como refiere el Eclesiastés. Los cosmólogos modernos nos han despertado a los distintos tiempos. Todo en el proceso de la evolución posee su timing. Si no se respeta cierto timing, todo cambia y ni nosotros mismos estaríamos aquí para hablar del tiempo.

Así, por ejemplo, inmediatamente después de la primera singularidad, el big bang, la explosión inmensa aunque silenciosa pues había todavía no había espacio para acoger el estruendo, ocurrió la primera expresión del tiempo. Si la fuerza gravitacional, la que hace expandir y al mismo tiempo sujeta las energías y las partículas originarias (la más importante de las cuatro existentes) hubiese sido durante millonésimas de segundo más fuerte de lo fue, habría retraído todo hacia sí causando explosiones sobre explosiones y el universo habría sido imposible. Si hubiese sido, durante millonésimas de segundo, un poco más débil, los gases se habrían expandido de tal forma que no se habría producido su condensación y no habrían surgido las estrellas, ni todos los elementos que forman el universo, no existiría el Sol, ni la Tierra ni nuestra existencia humana.

Pero existió el tiempo necesario para el equilibrio entre la expansión y la contención que acabó abriendo un tiempo para todo lo que vino posteriormente. Hubo un tiempo exacto en el que se formaron las grandes estrellas rojas, dentro de las cuales se forjaron los ladrillitos que componen a todos los seres. Si ese tiempo exacto hubiera sido desperdiciado, nada más habría sucedido.

Hubo un tiempo exactísimo, un momento dado en el que debían surgir las galaxias. Si hubiese faltado aquel tiempo, no habrían surgido los cien mil millones de galaxias, los miles y miles de millones de estrellas, y luego los planetas como la Tierra. En un exactísimo momento de alta complejidad de su evolución, irrumpió la vida. Perdido ese tiempo, la vida no estaría aquí irradiando. Todo apuntaba hacia la irrupción de la vida más adelante. El célebre físico Freeman Dyson dice: «cuanto más examino el universo y estudio los detalles de su arquitectura, más evidencia encuentro de que el universo de alguna forma presentía que nosotros estábamos en camino».

Hay pues tiempos y tiempos, no solo el tiempo esclavizante y mecánico del reloj. La Iglesia guardó el sentido de la diversidad de los tiempos. Cada tiempo del año, Navidad, Cuaresma o Pascua tiene su color específico.

Generalmente vivimos los tiempos de las cuatro estaciones a través de las trasformaciones que ocurren en la naturaleza. En nuestra infancia, en tierras del interior, los tiempos estaban bien definidos: de enero a abril, tiempo de las uvas, de los higos, las sandías y los melones. Mayo, tiempo de plantar el trigo, y octubre-noviembre de su cosecha.

Nosotros los niños esperábamos con ansiedad dos tiempos sociales, en los cuales todo el pueblo se reunía para una gran confraternización: la fiesta de la “polenta e osei” (polenta y pajaritos). Como los bosques eran vírgenes abundaban todo tipo de pájaros que se cazaban especialmente para la fiesta. La otra era la “buchada”, comida con pan y vino en largas mesas, seguida de bizcocho y jalea de frutas.

Estos y otros tiempos conferían distintos sentidos a la vida. Había la espera del tiempo, su vivencia y su recuerdo.

Todo el universo tiene su tiempo que se concreta en dos movimientos que se dan también en nosotros: nuestros pulmones y nuestros corazones se expanden y se contraen. Lo mismo hace el universo mediante la gravedad: al mismo tiempo que se dilata se sujeta, manteniendo un equilibrio sutil que hace que todo funcione armoniosamente. Cuando pierde ese equilibrio es señal de que prepara un salto hacia delante y hacia arriba en dirección a un nuevo orden que también se expande y se contrae.

Cada uno de nosotros tiene su tiempo biológico, determinado no por el reloj mecánico, sino por el equilibrio de nuestras energías. Cuando llegan a su clímax, que puede ser a los 10, 15, 50, 90 años, se cierra nuestro ciclo y entramos en el silencio del misterio. Dicen que es ahí donde habita Dios que nos espera con los brazos abiertos, como un Padre y una Madre lleno de saudades.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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Impón silencio en mi oración.

Jueves, 5 de junio de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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Tómame, Señor, en la riqueza divina de tu silencio,
plenitud capaz de colmar todo en mi alma.

Haz callar en mí lo que no seas tú,
lo que no sea tu presencia toda pura,
toda solitaria, toda apacible.!

Impón silencio a mis deseos,
a mis caprichos, a mis sueños de evasión,
a la violencia de mis pasiones.

Cubre por el silencio la voz
de mis reivindicaciones, de mis llantos.

Impregna de tu silencio
mi naturaleza demasiado impaciente por hablar,
demasiado inclinada a la acción exterior y ruidosa.

Impón tu silencio en mi oración,
para que sea puro impulso hacia ti.

Haz descender tu silencio
hasta el fondo de mi ser,
y haz subir este silencio
hacia ti, en homenaje de amor!

***

 

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La elección de la belleza.

Viernes, 23 de mayo de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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“La alegría de existir, es el bien supremo, el sabor de la vida de cada día. La alegría de existir se acompaña de una especie de ligereza. Para mí, es el bien supremo porque es accesible sin la mediación de ninguna materia. Ninguna necesidad de ansiolítico para alcanzarlo. La alegría de existir, es como la inteligencia que no tiene nada que ver nada con la aptitud del cerebro. “

*

Pierre Rabhi

***

” Esta alegría de existir, no la alcancé personalmente, sino que la encontré en el océano Índico entre los indios Embera de Panamá. Seres completamente excepcionales que viven en un medio difícil y que decidieron preservarlo porque saben que no tienen un  mundo alternativo. “

*

Jean-Marie Le Clézio

***

” Cuando decidimos en 1961 vivir esta aventura precaria en esta granja de la región de Ardèche aislada en un medio apenas praticable, elegimos la belleza  en lugar de la  rentabilidad. Lo que nos determinó, es el hermoso paisaje, el silencio, la belleza de la naturaleza. Esto, esto jamás figura en un balance. “

*

Pierre Rabhi

***

(Fuente)

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Captura de pantalla de Jean-Marie Le Clézio y Pierre Rabhi en el plató de « La Grande Librairie » (France 5)

***

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El bosque amigo.

Viernes, 16 de mayo de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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En las sendas pensamos cosas puras,
uno al lado del otro, fugitivos,
cogidos de la mano, y pensativos
en medio de las flores más oscuras.

Íbamos solos, como enamorados,
entre la verde noche del sendero,
compartiendo el fugaz fruto hechicero
del astro que aman los enajenados.

Después, muy lejos, en la sombra densa
de aquel íntimo bosque rumoroso,
morimos -¡solos!- sobre el césped blando.

Y arriba, en medio de la luz inmensa,
¡oh, amigo del silencio más hermoso,
nos encontramos otra vez, llorando!

*

Paul Valéry, Poesías, NRF

(Versión de Andrés Holguín)

***

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Sábado Santo… en silencio ante el Señor.

Sábado, 19 de abril de 2014
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© Carmelo Blazquez 2013*

(Fotografía de Carmelo Blazquez)

Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte hasta que con su resurrección se inauguren los gozos de la Pascua, cuya exuberancia inundará los cincuenta días pascuales.

Hombre en Soledad

 Contigo vengo, Dios, porque estás solo
en soledad de soledades prieta.
Conmigo vengo a Ti, porque estoy solo,
sintiendo por el pecho un mar de pena.
Qué tristeza me das, Dios, Dios, sin nadie
que te descanse, Dios, de tu grandeza,
que te descanse de ser Dios, sin nada
que te pueda inquietar o te comprenda.
Qué tristeza me doy, perdido en todo,
y todo mudo, tan lejano y cerca,
cada vez más presente ante mis ojos
en un mutismo que no se revela,
con el corazón loco por saberte,
preguntando en la noche que se adensa.
Con voz de espadas clamo por mi sangre,
rebusco con mis manos en la tierra
y escarbo en mi cerebro con mis ansias.
Y silencio, silencio, mudez tensa.
Dios, pobre mío, todo lo conoces.
Para Ti todo ha sido: nada esperas.
Hasta lo que me duele y no me encuentro
Tú lo conoces ya, porque en mí piensas.
Yo no conozco nada, Dios, y tengo
socavones de amor llenos de inquietas,
oscuras criaturas que me gritan
palabras, no sé dónde, que me queman,
preguntas que me tuercen y retuercen,
sábana viva chorreando estrellas.
Qué compasión me tengo, Dios, pequeño
llamando siempre a la inmutable puerta
con las palmas sangrando, a la intemperie
de mis luces y dudas y tormentas.
Qué compasión te tengo, Dios, tan solo,
siempre despierto, siempre Dios, alerta,
sin un pecho bastante, Dios, Dios mío,
que ofrezca su descanso a tu cabeza.
Cómo me dueles, Dios. Cómo me dueles,
herido por la angustia que te llena,
sin poder descansarte, sin caberte
en mis entrañas ni aun en mis ideas.
No puedo más Contigo, que me rompes
creciendo por mi dentro y por mi fuera,
cercándome, estrechándome, ahogándome,
dejando, sin saberlo, en mí tu huella.
Y soy hombre, Señor. Soy todo caspa
de angustiosa esperanza contrapuesta,
arcilla informe de reseco olvido,
quizá, capricho de tu indiferencia.
Señor, qué solo estás. Cómo estoy solo,
yo con mi carga insoportable a cuestas.
Tú, con todo y sin nada —(¡todo, nada! —
más que Tú, Dios perdido en tu grandeza,
muerto de sed de amor de algo supremo,
Dios, algo que te alegre y que te encienda.
Sin nada superior a Ti creado,
mi voz alzada al límite no llega
a rumor que resbale por tus sienes,
a brisa en tus oídos, que se secan
de no oír desde nunca una palabra
que antes de estar en hombre no supieras,
pobre Creador, Dios mío sin sosiego,
preso en tu creación, en diferencia.
A Ti vengo, Señor, porque estoy solo,
a veces aun sin mí. Pero no temas,
Señor que has puesto en mí necesidades
sin darme el modo de satisfacerlas.
Perplejo, recomido de inquietudes,
de Ti tengo dolor; de mí, conciencia
de ser como no quiero: ser inútil,
vana palabra, humana ventolera
con sabor de cenizas y de ortigas
clavándome alfileres en la lengua,
y un huracán de vida por la carne
que no ha encontrado carne que florezca.
Versos, versos, mas versos, siempre versos,
¿y para qué, Dios mío? Dentro queda
una fuente de llanto sofocado
minándome la hirviente calavera,
sin encontrar salida a la congoja
cada vez más patente. Y todo niebla.
Contigo vengo, Dios, porque estoy solo;
me huyes cada vez, más te me alejas.
¿No tienes qué decirme, Dios, qué darme?
¿No ves, Señor, no ves, Dios, cómo tiembla
este vaho que se alza de mi vida,
hierbecilla perdida que se hiela?
Encallece mi alma, Dios. Haz dura
la mano y la mirada: hazme de piedra.
Quítame el sentimiento que me escuece.
Borra, Señor, con sol, mi inteligencia.
Déjame en paz, en flor, en roca, en árbol,
en muda, resignada, dulce bestia
caminante con ritmo y sin sentido
por un mundo de instintos e inocencia,
o dame con la luz aquel sosiego
original del prado que apacientas

*

Ramón de Garciasol, Hombre en soledad,

***

 

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El silencio.

Domingo, 13 de abril de 2014
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Del blog de la Communion Béthanie:

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¿Por qué el viento en los pinos, la tempestad sobre la arena, la borrasca sobre el mar tendrían que estar  en silencio y no el apisonamiento de las máquinas en el taller, el estruendo de los trenes en la estación, el ruido de los motores en la encrucijada?

Estas son aquí como allí como las grandes leyes que juegan, rumor de la creación que nos aprieta.

¿Por qué el canto de una alondra en los trigos, el crujido de los insectos por la noche, el zumbido de las abejas en el tomillo alimentarían nuestro silencio y no los pasos de la muchedumbre en la calle, las voces de las mujeres en el mercado, los gritos de los hombres en el trabajo, la risa de los niños en el jardín, las canciones que salen de los bares?

Todo es ruido de las criaturas que se adelantan hacia su destino, todo es eco de la casa de Dios ordenado o en desorden, todo es señal de la vida al encuentro de nuestra vida.

El silencio no es una evasión, sino  encuentro de nosotros mismos en el interior de Dios.

El silencio no es una culebra que a la que ahuyenta el menor ruido, es una águila de fuertes alas que sobrevuela la algazara de la tierra, los hombres y el viento.

*

Madeleine Delbrel

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***

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La sabiduría de la locura.

Jueves, 10 de abril de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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“… ¿Cómo podemos ver la luz sin la sombra, percibir el silencio sin ruido, alcanzar la sabiduría sin la locura?

Devenir loco no es un arte. Pero extraer la sabiduría de la locura, he aquí sin duda la cumbre del arte. La locura  es la madre de los sabios, jamás la inteligencia. ”

*

C.G. Jung, “El alma y la vida”

***

 

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Escucha el silencio del desierto.

Lunes, 31 de marzo de 2014
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Escucha el silencio del desierto

Entra en la desnudez del cara a cara

Avanza entre la sombra y la luz

Aprende a marchar a otro ritmo

Aprende a mirar a los demás para mirar a Dios

Para escuchar su palabra

Y dejarle hacer su obra.

¿Que quieres verdaderamente hermano mío?

¿Qué es verdaderamente  lo esencial de tu vida?

¿ De qué tienes verdaderamente hambre?

*

Christine, hermana de la Communion Béthanie.

***

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Es en el silencio…

Martes, 18 de marzo de 2014
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Del blog de la Communion Béthanie:

2014 con Dios llama y Vivir por el Espíritu +

En 1932, dos mujeres entregan su existencia a Dios y reciben en su oración, día día, palabras de Vida. Dos libros van a nacer de este compañerismo con Cristo, que te proponemos descubrir a lo largo de este año.

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“Es en el silencio como trabaja mi Espíritu,

y es suave y gradualmente

como son conducidas las almas a mi reino. “

*
6 de marzo, Dios llama.
***

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“El silencio de Rouco”, por Gabriela Cañas.

Lunes, 24 de febrero de 2014
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1352461232696Rouco Varela detallednLeemos en El País:

La ONU ha denunciado la inacción de la Iglesia sobre el caso de los niños robados en España

La Iglesia católica se define tanto por lo que defiende como por lo que calla. El reciente informe del Comité de los Derechos del Niño de la ONU, que ha acusado al Vaticano de seguir transigiendo y avalando con su silencio cómplice la pederastia no solo se centra en los abusos sexuales; también en otros asuntos igualmente graves; alguno de ellos con claro carácter español. “La Comisión”, dice el informe, “deplora que miles de niños hayan sido arrebatados a sus madres por la fuerza por congregaciones católicas en varios países para después ser enviados a orfanatos o entregados en adopción a otros padres, como fue el caso importante en España y en las lavanderías irlandesas de Magdalena” (…) “La Santa Sede no ha abierto una investigación interna sobre estos casos y no tomó ninguna acción contra sus responsables”.

La plataforma de afectados por los robos de niños en España siempre ha echado en falta un pronunciamiento de los obispos españoles por este escándalo, habida cuenta de que hubo instituciones y religiosos implicados y que el juez imputó a la ya fallecida sor María Gómez Valbuena. El presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco Varela, y sus portavoces eluden siquiera pronunciarse sobre un asunto tan grave que solo ahora se ha destapado públicamente. Ellos que tanto se preocupan por el relativismo moral de la sociedad, no tienen nada que decir sobre unos delitos que han dejado un reguero de víctimas que buscan la verdad y la reparación.

lamonjaEl informe de la ONU es a nivel global una denuncia de grueso calibre, porque acusa a la Iglesia católica de incumplir derechos humanos suscritos por la propia Santa Sede en convenios internacionales. La lista es larga: no solo se encubre a los abusadores sexuales, sino que el derecho canónico no protege a los niños de la violencia y sigue haciendo una clara distinción con los hijos nacidos fuera del matrimonio; con su actitud general la Iglesia estigmatiza la homosexualidad, mantiene los estereotipos sexistas en sus libros de texto, arrebata la identidad a los hijos de los sacerdotes, sigue tolerando los castigos físicos en algunas instituciones, no investiga el tormento que sufrieron cientos de niñas irlandesas en las lavanderías Magdalena —donde eran explotadas laboralmente y sometidas a abusos (entre otros suplicios)— y, en general, no invierte en formar a los suyos en valores que pongan fin a tanto infierno infantil.

El papa Francisco ha creado un grupo de trabajo para tomar medidas conducentes a “estar siempre del lado de los niños”. Frente al informe de la ONU, el exsecretario de Estado vaticano Tarcisio Bertone ha pedido paciencia. Indudablemente, la tarea de Francisco llevará tiempo porque es titánica. El mal corroe la institución y está bien enquistado. Pero la paciencia tiene un límite y en España la jerarquía católica es especialmente refractaria al revisionismo. Mantener a Rouco, ciertamente a punto de jubilarse, avalar a una Conferencia Episcopal obsesionada con participar en política con el aborto o nombrar cardenal a Fernando Sebastián, que cree que hay que curar la homosexualidad, no es la mejor señal para la paciencia sobre una institución todavía tan influyente.

gcanas@elpais.es

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“Ese silencio connivente … y cobarde”, por Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara.

Domingo, 2 de febrero de 2014
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Leído en la página web de Redes Cristianas

Ahora me refiero al silencio que guardan unos obispos ante las declaraciones de otro colega. Si es verdad que el que calla otorga, tendremos que concluir que todos los obispos españoles otorgan, es decir, están de acuerdo, con las terribles, injustas, desafortunadas, y crueles, palabras del futuro e inminente purpurado del romano colegio de cardenales, Fernando Sebastián. También podría incluir en este apartado las imprudentes e injuriosas declaraciones del obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, sobre el feminismo.

No sé en qué falso concepto de la Comunión y de la fraternidad se escudan para sostener ese comportamiento, que de tan connivente, puede acabar siendo cómplice de las manifestaciones de otro. Suelen afirmar que la disparidad de criterios y de opinión entre los obispos podría indicar desunión y falta de Comunión, y eso sería un grave escándalo para los fieles.

¡Grave, muy grave equivocación! Lo que de verdad escandaliza a los fieles, y a mí entre ellos, es esa inhibición ante palabras o comportamientos que no tienen nada de evangélicos, sino más bien son todo lo contrario, antievangélicos. ¿Alguien imagina a Jesús profiriendo esas tremendas palabras del próximo cardenal contra las mujeres que abortan o los homosexuales? El Maestro de Nazaret hizo fiesta y comió rodeado de publicanos, que eran pequeños ladronzuelos, y de prostitutas, y aseguró repetidas veces que Él no vino para atender a los sanos, sino a los enfermos, y a salvar no a los justos, (¿dónde están, quiénes son?), sino a los pecadores. A veces da la triste impresión de que nuestros jerarcas olvidan ese estilo de Jesús, y se agarran a su moral pequeño-burguesa. Actualmente sería muy difícil ver a nuestros obispos en una francachela con chorizos, putas y chaperos. Pero no nos extrañaría nada, porque los hemos visto, compartiendo mesa y manteles con los prohombres de las grandes empresas españolas, que ayudan a financiar los gastos de la ¡¿propagación del Evangelio?!.

Desde estas líneas quiero condenar esa falsa prudencia de nuestros pastores, que no se parece en nada a los que leemos en el Nuevo Testamento (NT), en los evangelios, en los Hechos de las Apóstoles, y en las cartas. El mismo Jesús no se cortaba nada en llamar “cobardes” a sus discípulos, o Satanás a Pedro, o zorra a Herodes, o sepulcros blanqueados, a los sumos sacerdotes, -el Papa y los cardenales de aquella época-, a los senadores y los opulentos saduceos. Pablo no se lo pensó dos veces para afear a Pedro su doble conducta con los neo cristianos procedentes de la gentilidad de Antioquía, ¡y la bronca se la dio delante de los hermanos!, en la asamblea eucarística.

Porque él, Pablo, estaba comprometido con la verdad, con el bien y la libertad de sus cristianos, y con la fidelidad al Evangelio de Jesús. No se puede continuar tratándonos a los curas de a pie, y a los fieles, como bebés, o como a seres frágiles que no pueden soportar los sinsabores y las incoherencias, desmanes y abusos de poder de sus pastores. Algo de esto movió en su tiempo a tapar los escándalos que, después, a todos, sí, nos han trastornado. No nos va a escandalizar que un obispo use la misma publicidad que su compañero ha usado primero para fustigar a los fieles, para transmitirle una corrección pública, como pública fue su actitud. Es el caso de Pedro en Antioquía, afeado públicamente por Pablo; reitero que es emblemático, y bien podía ser imitado por nuestros prelados.

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