De viaje
Del blog Nova Bella:
“No hace falta para nada dar la vuelta al mundo,
pues ya posees el mundo entero,
en la hondura de tu ser,
en la soledad y el silencio.
Ya no hace falta irse lejos,
o marchar tras una quimera”
*
Un cartujo
***
Del blog Nova Bella:
“No hace falta para nada dar la vuelta al mundo,
pues ya posees el mundo entero,
en la hondura de tu ser,
en la soledad y el silencio.
Ya no hace falta irse lejos,
o marchar tras una quimera”
*
Un cartujo
***
Del blog del Monasterio de las Monjas Trinitarias de Suesa:
Hay años en los que la cuaresma se regala siendo más real, más intensa y, confiemos, más precursora para una verdadera Pascua.
Últimamente he escuchado varias veces que “es tiempo de callar”… Y me pregunto por qué, por qué es tiempo de callar. El silencio libera, me repito una y otra vez, pero… qué silencio, qué ausencia de palabras. No me libera el silencio que me atenaza la respiración hasta hacerme jadear. Tampoco el que empuja a mis ojos a buscar puntos indeterminados para no fijarlos en otros ojos. O el que mueve las aspas de mi mente en el mismo sentido, una y otro vez, una y otra vez, en el mismo sentido del sinsentido.
Ese silencio no me libera. No debe de ser ese el que es ahora dueño de este tiempo.
Entonces, ¿por qué creo que sí, que es bondadoso este tiempo de callar?
Aprender de quien sabe, de quien se deja poseer por la sabiduría de la Palabra de Dios, de quien se empeña en recuperar la verdad absoluta, también de quien sopla aspirando vida, o de la que tiene la capacidad de reír y reír y reír…
Es tiempo de callar. Es tiempo de esperar. Tiempo de dejar a Dios actuar.
El silencio que abre espacios en mi interior, que despeja oscuridades por decisión. El silencio que es compás de mi alma, que la hace avanzar y retroceder en una danza desigual, descoordinada. El silencio que desgrana minutos fecundos, reveladores, reconstructores.
Reconozco mi pecado, el que me limita, el que me viene de fuera. También el que engendro y mimo, el que alimento, casi cebándolo, buscando algo, buscando premio, buscándome a mí.
Solo ver y escuchar, desde abajo, aprendiendo de cada una y de todas, de lo que se presiente y lo que se desea.
Desde abajo, desde abajo.
Y si, por lo que sea, en algún momento me encuentro mirando desde arriba, si por la más mínima casualidad mis ojos han de dirigirse hacia más allá de mis pies para poder encontrar la mirada de alguien, si eso sucede, que sea porque estoy, como mi Maestro, clavada en una cruz, entregándole la vida por Amor.
Solo por eso.
“Andemos jubilosas los caminos
que al ser humano purifican del pecado,
sintamos en la prueba la alegría
de dar nueva verdad a nuestras vidas”
*
(“Despierta ya la luz del nuevo día”, himno de D. Cols)
***
Del blog Nova Bella:
La duda misma crea espacio y es, en ese preciso momento, cuando las palabras se desvanecen y uno no puede hacer más que retirarse, amablemente, para recibir las enseñanzas del gran maestro: el silencio interior.
*
Oriol Teixidor
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Luis Barragán, Capilla de las capuchinas, Ciudad de México
Del blog Nova Bella:
“Se trata justamente de vocación, de llamada: soledad y silencio son una forma de hacer vacío para permitir que advenga otro inesperado en el seno mismo del reino de nadie, que emerja una palabra inaudita, que se levante un soplo vivo en el hueco de la ausencia.”
*
Sylvie Germain
***
Del blog Nova Bella:
Venía por la calle Barquillo, al final del día, y miraba las luces, sólo luces, las de los pilotos de los coches, las del semáforo de Almirante, la luna llena del farol del teatro Infantas… Y me parecían las verdaderas flores silvestres de la ciudad. Era todo lo que tenía… las luces podían con todo, quiero decir que, como las flores, crecían en silencio, y yo oía su silencio.
*
Andrés Trapiello
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Del blog del Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa:
Viviendo en el silencio, estando atenta a mis pensamientos, preocupaciones, reacciones, angustias, alegrías, me doy cuenta del caso que hago a las cosas que hacen ruido, y del que dejo de hacer a las que no lo hacen.
Lo que hace ruido dentro de nosotras son los “no puedo”, los “me gustaría”, las envidias, las comparaciones, las expectativas de protagonismo y de reconocimiento, el victimismo cuando estas no se cumplen, las películas que nos montamos sobre cómo reaccionaremos cuando pase eso o lo otro, imaginaciones de un futuro glorioso, escenas pasadas olvidadas por todos excepto por nosotras, lo que estarán pensando de mí… Nos machacamos con todo esto, le dedicamos infinidad de tiempo y de energía, realmente nos agota… y lo peor es que nos deja aturdidas y sordas para otras cosas que ya existen en nosotras, que esperan nuestra consciencia, pero que no se impondrán ni reclamarán a gritos nuestra atención.
A veces, sin saber por qué, parece que todo calla en nosotras y se prepara para que finalmente escuchemos. Pero entonces nosotras, asustadas por ese silencio infrecuente, no nos atrevemos a permanecer en él, y huimos inventándonos sentimientos y ausencia de sentimientos, dando vueltas y más vueltas a lo que hemos dicho y hecho, a lo que nos han dicho y hecho, imaginando intenciones ocultas, intentando desenredar (de hecho, complicando más) tramas que no existen más que en nuestra mente.
Si dejáramos acallar todos estos pensamientos estériles, si apreciáramos la gracia que es que se haga silencio en nosotras, oiríamos, escucharíamos, todo lo que nos espera detrás de tanto ruido, y nos maravillaríamos, y nos daríamos cuenta de que hemos malgastado mucho tiempo y energía en el ruido.
¿Y qué es, lo que encontramos? Supongo que cada persona es un mundo. Lo que yo encuentro es la alegría de que se alegren conmigo, la alegría de alegrarme con las demás, la experiencia de mirarse a los ojos y sonreír, el apreciar lo que ha ido creciendo lentamente, el conocer un poco más a la otra, el acordarme de preguntarle cómo le ha ido tal cosa, el saber estar y respetar cada momento y situación, la paz que Dios pone en nosotras, la confianza, los cambios en la huerta y en el paisaje. Entonces, desde el silencio agradecemos, valoramos, escuchamos, servimos, observamos, contemplamos, cuidamos, nos reímos…
Stefano Cartabia, Oblato
Uruguay
ECLESALIA, 19/01/18.- Arde el mundo en la búsqueda de la verdadera paz y de la alegría. Gente corriendo por la rutas de la vida, persiguiendo frágiles sueños. Todo se mueve y no se sabe por qué y hacia donde. La frustración y el cansancio nos ganan.
Pero hay otros y consoladores signos.
Hay signos, poderosos signos, de luz y novedad. Signos que revelan nuestra Casa de origen. La Casa del Silencio y del Amor. La Casa del Ser.
En nuestro contradictorio y herido mundo se entrelazan y acompañan los signos y los anhelos.
El sin sentido, la desesperación, la pobreza, la violencia, el egoísmo, el consumismo van de la mano – conviviendo (a veces pacíficamente y otras en conflicto) – con la solidaridad, la ecología, la defensa de los pobres, el progreso de la ciencia, las esperanzas y los sueños de un mundo unido y fraterno.
¿Adonde va nuestro mundo? ¿Cuál futuro espera a nuestros descendientes?
¿Podemos aportar algo que marque un hito?
Sin duda la humanidad evoluciona. Evoluciona desde muchos campos y la historia – nuestra humana historia teñida de sangre – está ahí, evidenciándolo.
Crecimos en la comprensión del valor del ser humano y de la vida en general. Crecimos en la tolerancia y en el respeto al diferente de cualquier clase. Los avances de la ciencia y la medicina son extraordinarios.
Crecimos en la conciencia de nuestra raíz espiritual y divina.
Todavía falta, lo sé. Siguen presente en nuestro mundo tanto egoísmo y tanto dolor inútil y evitable. Pero el salto de conciencia en realidad está siempre ahí, al alcance de la mano, porque la conciencia no conoce de tiempo y espacio.
Los grandes espíritus siempre lo supieron: Francisco de Asís había visto – hace 800 años – que la hermandad define el Universo.
Gandhi había visto y vivido que la clave de la convivencia era el respeto y la no violencia.
Y muchos antes, Buda, Confucio, Lao Tse, Jesús, habían experimentado y compartido con sus contemporáneos que la salida del sufrimiento y la vivencia de la plenitud radicaba (y radica) en el amor.
Muchos, muchísimos, estamos de acuerdo con estos descubrimientos e invitaciones de estos grandes espíritus. Tal vez la mayoría de la raza humana, con sus distintas culturas, aprueba y comparte esta visión.
¿Por qué entonces nos cuesta tanto vivirlas, practicarlas, compartirlas?
El desafío se vislumbra en el mismo proceso evolutivo de la humanidad. El amor que nuestros pensamientos y sentimientos aprueban y anhelan, es todavía vivido como algo exterior. No caemos en la cuenta que el amor es, en definitiva, lo que somos.
Es un problema antropológico/espiritual, un problema de identidad.
Perdidos en el pensamiento y zarandeados continuamente por sentimientos y emociones andamos angustiados por el mundo anhelando migas del mismísimo Amor que nos define, nos sostiene, nos crea, nos alimenta.
Nuestro mundo necesita identidad. Necesita descubrirse. La humanidad necesita descubrirse. Apenas hemos entrado en una veta cuya profundidad desconocemos.
Todas las demás “identidades” por cuanto psicológicamente y socialmente sean importantes, son secundarias y relativas: varón, mujer, rico, pobre, europeo, americano o asiático, campesino o doctor, creyente o ateo, de tal o cual apellido.
“Identidades” relativas a nuestra experiencia humana y terrestre, pero “identidades” que se diluirán para dejar lugar a la sola, única y auténtica identidad: el Amor.
El desafío, el único desafío verdaderamente importante es entonces el desafío que nos conduce a descubrirnos amor, amados, amantes.
Hay un camino privilegiado. Un camino directo, una autopista. Un camino que muchas personas “logradas” recorrieron y señalaron.
Es el camino del silencio.
¿Por qué tan esencial y tan directo este camino?
En la experiencia cristiana – por citar una sin desmerecer a las demás que tanto tienen para enseñarnos en este camino – tenemos la gran tradición de los monasterios.
Los monasterios eran y son, lugares de identidad. Lugares de búsqueda de nuestra verdadera identidad. Por eso son lugares rodeados y empapados de silencio.
Monjes y laicos iban a los grandes monasterios – cartujas, benedictinos, carmelitas, cistercienses, por citar unos pocos – para palpar lo eterno. No se conformaban con lo transitorio y lo pasajero. Transitorio y pasajero que tanto nos atrapa y distrae en nuestro tiempo.
Buscaban (y buscan) el Ser que no pasa. Buscaban (y buscan) lo Invisible que se manifestaba en las maravillas visibles.
El Ser eterno que se manifiesta en el tiempo y lo Invisible que late en lo visible, lo permite y lo sostiene tienen una misma característica: se palpan en el silencio.
Por una simple y exquisita razón: pensamiento, sentimientos y emociones son transitorios y pasajeros. Solo el silencio es eterno. El silencio es el espacio donde todo aparece y toma forma. El pensar surge del silencio y vuelve a él. Así los sentimientos.
Entonces ponernos de lado del silencio es optar por la sabiduría. Es optar por lo eterno y por ser verdaderamente libres. Solo el silencio es el espacio de pura libertad. Esta libertad tan aclamada y proclamada en nuestras culturas y desde las clases políticas, pero no encontrada. Porque es una seudo-libertad, una libertad siempre dependiente y condicionada por el frágil pensar y las heridas emocionales.
Solo desde el silencio aprendemos la única libertad. Desde él aprendemos a manejar y disfrutar del pensar y del sentir. En otras palabras de la vida.
Porque hay una Vida y una vida. La Vida silenciosa es la que permite y crea esta nuestra vida terrenal, empastada del pensar y del sentir. Qué pueden ser – y lo son si dudas – enormemente hermosos y disfrutables. Como también sumamente dolorosos.
Hay que volver a los monasterios. Con un cambio por cierto.
Un cambio dictado por la evolución de la humanidad.
Volver y construir el monasterio interior. Hacer del corazón humano un monasterio, un lugar – el lugar – donde el silencio susurra y revela lo que somos.
Se terminarán los templos exteriores o pasarán a ser secundarios. Descubriremos otro templo, otro imponente monasterio en nuestro frágil corazón. Un monasterio que siempre estuvo presente en realidad. El maestro de Nazaret lo había vislumbrado cuando dijo:
“Pero la hora se acerca, y ya ha llegado,
en que los verdaderos adoradores
adorarán al Padre en espíritu y en verdad,
porque esos son los adoradores
que quiere el Padre.
Dios es espíritu,
y los que lo adoran
deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Jn 4, 23-24).
Podemos acelerar este cambio de época. Podemos crear comunidades espirituales – monasterios sin paredes – que viven desde el silencio y desde el monasterio interior de cada cual.
Monasterio interior que algunos llamaron “Santuario interior”, otros “alma”, otros “intimidad más íntima”, otros “sala del rey del castillo interior”.
Poco importa el nombre. Utiliza el que más te inspire y guste, el que más se ajuste a tu historia y perfil psicológico.
Hermosa es la metáfora del “Debir”. El “Debir” era el lugar más sagrado de Templo de Jerusalén, donde se guardaba el Arca de la Alianza y donde el Sumo Sacerdote entraba una sola vez al año. Es el Sanctasanctorum (Santo de los santos). El término hebreo “Debir” significa “lo que está detrás” y por eso algo oculto, escondido. También viene de la misma raíz de “palabra” (“dabar”). El Debir entonces es el lugar más íntimo, donde todo es silencio y donde se escucha la verdadera palabra. Es nuestro lugar más sagrado, nuestro Monasterio interior.
El futuro de la humanidad pasa por el monasterio interior, pasa por la experiencia de silencio. No tengo duda.
Porque solo enraizados en el silencio podremos descubrir y vivirnos desde lo que somos: el Amor. Porque solo el silencio permite y engendra la vida.
Cuando nos instalamos en el Silencio de nuestro monasterio interior, el Amor aparece. Misterio inagotable que se esfuma a la mínima tentativa de ser atrapado y retenido. Sumamente libre el Misterio nos hace libres, a la única condición de no intentar poseerlo.
No podemos manipular el Misterio, como no podemos decir el Silencio. Solo los podemos ser. Siendo, desde el Silencio interior, el Amor te transforma y transforma la realidad.
Podemos hacer algo. Debemos: por el bien de nuestro mundo maravilloso y de los que vendrán. Podemos hacer algo: haciendo del silencio nuestra Casa y anunciando el silencio por doquier .
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Del blog Amigos de Thomas Merton:
“Exactamente igual que tenemos una máscara externa y superficial producto de nuestras palabras y nuestros actos, pero que no representa totalmente todo lo que está en nosotros, así los creyentes tratan con un Dios que está hecho de palabras, sentimientos, consignas tranquilizadoras, y esto no es el Dios de la fe, es el producto de la conducta social y religiosa. Un ‘Dios’ como ese, se convierte en un sustituto del Dios invisible de la fe y de ese modo, aún cuando esa imagen confortadora puede parecernos real, en realidad no es más que una especie de ídolo. Su función principal es protegernos contra un encuentro profundo con nuestro auténtico yo interior y con el verdadero Dios.
El silencio es, por lo tanto, importante incluso en la vida de la fe y en nuestro más profundo encuentro con Dios. No podemos estar hablando continuamente, rezando con palabras, argumentando o manteniendo continuamente una especie de música devota como fondo. Gran parte de nuestro bien intencionado diálogo religioso interior es, de hecho, una cortina de humo y una evasión. … En vez de encontrarnos realmente con Dios en la desnudez de la fe, en la cual nuestro ser más íntimo queda desnudo ante él, realizamos un acto de ritual interior que no tiene función alguna, pero que aquieta la ansiedad.
La fe más pura tiene que ser sometida a la prueba del silencio, en el cual escuchamos lo inesperado, en el que estamos abiertos a lo que hasta ahora no sabemos, en el cual nosotros lenta y gradualmente nos preparamos para el día en que hayamos alcanzado un nuevo nivel de ser con Dios.”
*
Thomas Merton.
Amar y Vivir. Silencio Creativo.
(fragmento)
***
Entrevista de Lluís Amiguet a Javier Melloni, en La Contra, de La Vanguardia
Xavier Melloni, antropólogo, teólogo y eremita en la Cova de Sant Ignasi de Manresa. Tengo 53 años: sin la experiencia de Dios no tendrían sentido. Nací en Barcelona. Casado con la vida. ¿Hijos? Hay muchas maneras de engendrar. La política debe conjugar lo imposible. Un poco de ciencia te hace ateo; mucha ciencia te hace creyente. El místico experimenta lo que la ciencia demostrará.
Antes que la ciencia.
Los lamas y los místicos trascendieron la religión al experimentar en su conciencia la energía del universo que Einstein describiría siglos después en fórmula y que hoy podemos verificar en el GPS. El jesuita Melloni, coautor con Josep Cobo de “Dios sin Dios” (Fragmenta), se dispone a recorrer en la Cova de Sant Ignasi la vía mística para trascender las religiones y anticipar su síntesis, porque cree, con Teilhard de Chardin, que la humanidad evoluciona hacia un estadio de conciencia armónico, que superará su división en naciones e iglesias. Algunos se empeñan en retroceder hacia el Dios tribal y terrible de las ejecuciones, pero acabarán uniéndose –anuncia– a quienes avanzamos hacia la luz.
¿Le molestó la blasfemia de aquella poetisa en el Ayuntamiento de Barcelona?
Mucho, pero no por Dios, porque a Dios la blasfemia no le llega, sino por lo que tenía de agresión contra las personas creyentes. Me sorprendió su rabia y me gustaría que me explicara la razón y el sentido de esa rabia.
¿De dónde cree usted que viene?
Es la reacción contra el residuo de la imposición del antiguo Dios autoritario. Hoy se blasfema menos, porque ese Dios impuesto está desapareciendo de nuestro imaginario.
La blasfemia en una sociedad libre sale barata, gracias a Dios.
En Irán la hubieran lapidado. Cierto.
¿Por qué en nuestra era postreligiosa cada vez hay menos curas y más artistas?
Porque ese ateísmo infantil bloquea la irrenunciable aspiración a trascender y muchos la buscan en el arte. Ese ateísmo del Dios autoritario es la fase purificadora en el proceso de la fe hacia el encuentro interreligioso.
Otros regresan hacia el Dios medieval.
Tras el ateísmo de ese Dios arcaico hay una forma progresiva de recuperar a Dios y otra regresiva: el fundamentalismo reaccionario.
¿Cuál es nuestro fundamentalismo?
Un narcisismo paradójicamente adicto a todo. Su expresión más ridícula son las redes sociales y las selfies: ya sólo nos interesa vernos y fotografiarnos a nosotros mismos.
Y nos enganchamos a cualquier cosa: drogas, el móvil, las series televisivas…
Por eso necesitamos ejercicio espiritual para superarlo. Y ahora… ¡Silencio!
¡…!
…
¿…?
El silencio no es la ausencia de ruido, sino la ausencia de ego. En los colegios laicos más avanzados del planeta se practica la meditación. Es un indicio esperanzador de que todos convergemos hacia un nuevo estadio.
Deme un consejo para Semana Santa.
Póngase una alarma y deténgase cada hora en ese silencio del ego. Deje que irrumpa el momento en toda su densidad en su conciencia. Pase así de ser mero okupa del espacio y el tiempo a integrarse en ellos. Y vivirá más. Cada instante es irrepetible: repítalo cada hora.
¡Magnífico! ¿Alguna otra sugerencia?
Renuncie a algo. La renuncia no quita; la renuncia da. Da libertad. Experiméntela. Libérese de algo de lo que cree depender.
¿Librarme de algo que necesito?
Progresará: el narcisismo y la adicción son estancamientos, fijaciones. Cuando los supere tendrá una autoestima sana. El siguiente paso es convertirla en realización y después en trascendencia. Es un proceso de superación personal –ontogénesis– que luego se repite –filogénesis– en toda la especie.
¿De verdad cree que progresamos?
Como las personas, los pueblos y las religiones también se estancan en el narcisismo. Para superarlo, deben morir en ese estadio primario y reaparecer en uno superior.
¿Cómo?
Las palabras condensan significado y energía: designan el mundo, pero también capturan cuanto designan, lo encierran. Por eso, hasta que sustituyes una palabra por otra, no puedes percibir el mundo de otro modo: no progresas. Para llegar al mar de la nueva conciencia, tal vez el río de cada religión deba perder su nombre. Y adoptar el nuevo.
¿Qué nueva fase?
Hoy los humanos entre fases de progreso estamos entre el miedo a esa evolución espiritual y la audacia de la ciencia. En ciencia sí hemos sido audaces hasta trascender la materia y llegar a la energía.
Usted dice que ya lo hacían los místicos.
Los místicos experimentaban por vía espiritual lo que después la ciencia recorrería con la razón empírica en el laboratorio. Sentían la energía que luego demostraría la física.
Visionarios de la energía del universo.
La mística solo anticipaba el camino de la ciencia. Por eso, un poco de ciencia te hace ateo, mucha ciencia te hace creyente. Las religiones orientales son la aceptación del ya es, y las occidentales añaden su rebeldía profética: la ascensión hacia lo que todavía no es.
¿Y hacia dónde vamos?
Vamos a la síntesis de las religiones. Y digo síntesis, porque es la superación de lo anterior con una unión armónica, y no sincretismo, que es su degradación en la mezcla.
¿Cómo y por qué ahora?
La densidad de conocimiento nos lleva a un cambio cualitativo de conciencia. El esfuerzo místico debe lograr que la experiencia mística vuelva a ser de nuevo anticipación del camino que recorrerá la ciencia.
¿Y usted va a intentarlo: ser místico?
Quiero dar un paso más allá del estudio al que he dedicado 15 años.
¿Cilicios, ayuno, mortificación?
Para nada. Solo vida normal y concentración.
Está usted muy delgado.
Porque estoy muy ocupado. La mística no es una experiencia religiosa, sino que intenta trascender lo religioso.
¿Cómo?
La globalización está aquí, pero debemos evitar que provoque traumas y violencia. Yo intentaré modestamente hacer lo posible para que haya lucidez hacia la síntesis.
Fuente Fe Adulta
Del blog Nova Bella:
Dios escucha a Dios en el hombre que guarda silencio,
Dios habla al Dios en el hombre en estado de escucha,
Dios escucha al hombre silencioso,
Dios habla al hombre que escucha.
*
Sylvie Gemain
*
Del blog de Henri Nouwen:
“Este es un buen consejo: ‘conócete a tí mismo‘. Pero conocerse no significa analizarse. A veces queremos conocernos como si fuéramos máquinas que pueden desmontarse y volver a montarse a voluntad. En determinados momentos críticos de nuestras vidas, ésto puede ayudarnos a explorar en detalle los acontecimientos que nos llevaron a una crisis, pero erramos si creemos que podemos llegar a entendernos totalmente y explicar el entero significado de nuestras vidas a los demás.
La soledad, el silencio y la oración son frecuentemente el mejor camino hacia la comprensión de uno mismo. Y no porque nos ofrezcan soluciones a la complejidad de nuestras vidas sino porque nos ponen en contacto con nuestro centro sagrado, donde mora Dios. Dicho centro sagrado no admite ser analizado. Es el lugar de la adoración, de la acción de gracias y de la alabanza.”
*
Henri Nouwen
***
Del blog Nova Bella:
En ti me he silenciado…
El corazón del mundo
está en tus ojos, que se vuelan
mirándome.
En ti me he silenciado…
La hora más sencilla para amarte es ésta
en que voy por la vida dolida del alba.
*
***
Del blog de la Communion Béthanie:
Cristo dice : “Este es mi mandamiento: Que os améis los unos á los otros, como yo os he amado.” (Juan 15,12).
Necesitamos silencio para acoger estas palabras y ponerlas en práctica.
Cuando estamos agitados e inquietos, tenemos tantos argumentos y razones para no perdonar y no amar demasiado fácilmente. Pero cuando tenemos “nuestra alma en paz y silencio“, estas razones se desvanecen.
Posiblemente evitamos a veces el silencio, prefiriéndo todo ruido, palabras o distracciones cualesquiera que sean, porque la paz interior es un asunto arriesgado: nos hace vacíos y pobres, disuelve la amargura y las rebeliodías, y nos conduce al don de nosotros mismos.
elle nous rend vides et pauvres, elle dissout l’amertume et les révoltes, et nous conduit au don de nous-mêmes.
Silenciosos y pobres, nuestros corazones son conquistados por el Espíritu Santo, llenos de un amor incondicional.
De una manera humilde pero cierta, el silencio conduce a amar.
*
Extraído de “El valor del silencio” de Taizé.
***
Del blog Nova Bella:
Aquellas palabras en el silencio oscuro de la noche brillaban como ascuas celestes, eran pura magia. En aquella voz cada palabra era sagrada. Y también lo eran las pausas, aquél silencio dentro del silencio, como una joya deslumbrante en sus estuche.
*
Luis Landero
***
ECLESALIA, 09/10/17.- El reloj marcaba las cinco y media de la madrugada. Asomada a la ventada de la cocina con un vaso de agua en la mano, contemplé la luna llena en todo su esplendor, al tiempo que escuchaba el sonido del silencio en la gran ciudad.
De vuelta a la cama pensé: “¡Qué bien vendría un gran espacio de silencio para serenar los ánimos y que pudieran abrirse cauces de diálogo, de palabra serena!”
Necesitamos silencio. Digerir lo que se nos vino encima. Un silencio reparador del que no pueden estar exentos ni los políticos ni los medios de comunicación.
No pude volver a dormir… así que me puse a escribir. En mi ayuda vino William Shakespeare: “Aprender a descifrar lo que escribe el silencio, escuchar con los ojos, es la inteligencia del corazón”. Necesitamos este silencio que dices, William, pero no sabemos lo que es.
“Deja hablar a tu corazón, interroga los rostros, no escuches las lenguas…”, ahora era Umberto Eco el que intentaba espabilar mi ánimo. Pero resonaban dentro de mí palabras, gritos, discursos, proclamas, abucheos, sirenas, desprecios, amenazas… Gracias, Umberto, por tu consejo.
Mi corazón dijo: ¡Silencio, por favor! Imaginé plazas y calles llenas de gentes en silencio, atentos a la escucha sanadora de las no-palabras, no-gritos, no-discursos, no-proclamas, no-abucheos, no-sirenas, no-desprecios, no amenazas…
El silencio mantenido durante un corto espacio de tiempo me provocó un hondo e intenso bostezo reparador.
“Mantener el silencio, ¡qué extraña palabra! Es el silencio es que nos mantiene”, susurró Georges Bernanos cuando pasé al lado de un libro y ojeé al azar unas páginas.
Diste en la clave, Bernanos: es el silencio el que nos mantenía desde el origen de la humanidad, dando vigor y permanencia, conservando nuestro ser esencial. El silencio ha desaparecido de nuestras vidas y andamos encorvados y cayendo en los precipicios que vamos creando.
“Nada ha cambiado tanto la naturaleza del hombre como la pérdida del silencio”, aportó Max Picard a esta extraña conversación.
“Sólo el silencio hace posible la escucha, es decir, la recepción en sí no sólo de la Palabra sino también de Aquel que habla” nos vino a compartir Enzo Bianchi. Traducido para todos, creyentes y no creyentes, nos dice que sólo el silencio hace posible la escucha, es decir, recibir y acoger, dentro de uno mismo, la palabra y a quien la está emitiendo; esperando que el que habló, escuche después la que recibirá de quien le ha escuchado.
Recuperemos el silencio en este tiempo convulso, que sea el primer movimiento que lleve a recuperar el diálogo desde una base sana y pacificadora.
¡Tomen asiento, mírense a la cara y resuelvan la maraña que envuelve a los de siempre: la gente, todos!
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Citas:
Shakespeare, Eco, Bernanos y Bianchi (“ESPERANZAS”, Ed. Lunwerg).
Max Picard (“Le monde du silence”).
Del blog Nova Bella:
“Invisible quietud. Brisa oreando
la melodía que ya no esperaba.
Es la iluminación de la alegría
con el silencio que no tiene tiempo”
*
Claudio Rodríguez
***
Del blog Amigos de Thomas Merton:
“Hay que predicar el mensaje de la misericordia de Dios por la humanidad. Hay que proclamar la palabra de la verdad. Nadie puede negarlo. Pero no son pocos los que comienzan a sentir la futilidad de incrementar la contínua riada de palabras que se vierten sin sentido sobre el mundo en todas partes, día tras día.
Para que el lenguaje tenga algún significado, debe haber intervalos de silencio en algún momento, para separar palabra de palabra, y expresión de expresión.
Quien se retira al silencio no necesariamente odia el lenguaje. Quizás sea el amor y el respeto por el lenguaje el que le impone silencio, pues la misericordia de Dios no se escucha en palabras a menos que se escuche en el silencio: antes y después de que se pronuncien las palabras.”
*
Thomas Merton.
Humanismo Cristiano. En el mar de los peligros.
***
Del blog de la Comunidad Anawin de Zaragoza:
“Permanece asiduamente en tu santuario interior… No te des a nada en exceso; conténtate con el uso sencillo de las cosas presentes de las que hay que ocuparse cuando es preciso, sin que tu corazón se pegue a ellas. Remite a Dios enseguida todo acontecimiento triste o alegre, vive sin multiplicidad, a fin de que Dios permanezca presente a ti. Rechaza todo impedimento… No desees complacer a nadie, salvo a Dios sólo. Elige con María la mejor parte, no vagabundees de aquí para allá… Vuelve sin cesar a la soledad, a la conversación interior. El que tú buscas no puede encontrarlo ningún sentido ni ninguna inteligencia, sólo las almas puras lo reciben. Que Él sea tu pensamiento, tu búsqueda continua, y, pase lo que pase, sigue tu camino. Vuelve siempre así al interior donde está presente la verdad misma. No llegarás jamás allá en el borboteo inconsciente de las palabras. Guarda, pues, silencio, permanece en paz, soporta todo, ten confianza en Dios, haz lo que esté en tu poder, y pronto recibirás una maravillosa luz para conocer los caminos perfectos de la vida interior”
*
Juan Lanspergio
***
Del blog Nova bella:
“Hay que escuchar a los árboles cuando callan
todo ser ha de alcanzar
-soñar o velar-
la raíz de su silencio, para vivir y morir en su infinito
no hay más palabra que la del bosque callado”
*
Alfonso Alegre Heitzmann
***
Del blog de las Monjas Trinitarias de Suesa:
“Solamente cuando podemos apaciguar nuestra mente, nuestros sentimientos, se abren los sentidos interiores.”
“Posiblemente, lo más complicado en nuestra vida de hoy es el ruido, que no nos deja ser personas, no nos deja escucharnos, que no nos deja sentarnos tranquilamente, que no nos deja ser lo que estamos llamadas a ser. Y necesitamos el silencio para eso.”
“A mí el silencio me suena a ternura y a cuidado, me suena a presencia constante, y me suena muchas veces a miedo, a temor por afrontar situaciones, cosas muy humanas, a cotidianidad, a profundidad, a realidad.”
“Cuando apagamos la radio, la tele, y te quedas en silencio inevitablemente surgen voces, recuerdos, palabras…y eso no siempre es bonito. Yo creo que es un medio más que un fin.”
Recordatorio
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