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Silencio y cerebro/ Michel Le Van Quyen

Sábado, 4 de enero de 2020
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Silencio.8Entrevista de Ima Sanchís a Michel Le Van Quyen, neurocientífico que ha investigado los efectos del silencio, publicada en La Contra , de La Vanguardia, 5 de noviembre de 2019.

“El silencio es esencial para regenerar nuestro cerebro”.

Tengo 52 años. Soy parisino. Casado, tres hijos. Soy investigador de neurociencia en el Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica de Francia. Soy ecologista y de izquierdas, pero considero que la flexibilidad es esencial para todo organismo vivo, y lo mismo sucede con el pensamiento. Soy agnóstico.

El desafío es no hacer nada

Proyectos, viajes, conferencias, todo quedó anulado aquella mañana de hace dos años en la que Michel se despertó con una parálisis facial. Le diagnosticaron agotamiento y le prescribieron reposo absoluto. Fue así como descubrió los beneficios del silencio que, una vez curado, decidió investigar. El resultado es Cerebro y silencio (Plataforma), en el que analiza valiéndose de la neurociencia los diferentes tipos de silencio y sus consecuencias en nuestro cuerpo y cerebro recurriendo a investigaciones recientes: “Hay un silencio exterior, que es la ausencia de ruido, y un silencio interior: esos momentos en que logramos reducir el ruido de fondo de nuestros pensamientos, ambos son esenciales para nuestra salud”. Un libro esclarecedor que ofrece claves para vivir en equilibrio.

¿El silencio regenera el cerebro?

En el 2001, Marcus Raichle demostró que un cerebro en reposo consume tanta energía como a pleno rendimiento, y a esa actividad cerebral en el reposo la llamo energía oscura.

¿Porque no sabemos mucho sobre ella?

Así es, pero sabemos que ese silencio cerebral le permite regenerarse. Es esencial para la crea­tividad, la memoria y la construcción de uno mismo.

¿Nos construimos no haciendo nada?

Son momentos de ensoñación, actividad a la que dedicamos la mitad de nuestro tiempo. Cuando en nuestro cerebro reina la energía oscura viajamos en el tiempo, sentimos sensaciones muy vívidas asociadas al pasado y al futuro, y así se consolida la identidad.

¿Cómo afecta el silencio a las neuronas?

Hace que se reproduzcan. En un estudio publicado en el 2013 sumergieron en el silencio a ratones durante dos horas diarias y observaron cómo se creaba una cantidad mayor de células nuevas en el hipocampo. Sabemos que dos minutos de silencio bastan para disminuir la presión arterial y el ritmo cardíaco.

Pero no existe el silencio absoluto.

Cierto, nuestros ruidos internos siempre están ahí, por eso tenemos que recurrir a los sonidos que sientan bien, como los de la naturaleza.

¿Cuál es su efecto?

El murmullo del arroyo, del viento, de los insectos o el crujir de las ramas producen un fenómeno psicológico, el ASMR de acuerdo con sus siglas en inglés, que se traduce como respuesta sensorial meridiana autónoma.

¿En qué consiste?

En una sensación agradable de hormigueo en la punta de los dedos o escalofríos en el cuero cabelludo, es como un estremecimiento musical, y se asocia a una secreción de dopamina, la hormona de la felicidad.

Tras años de estudio, el doctor Qing Li me dijo en La Contra que pasear por el bosque potencia el sistema inmune.

Disminuye la hormona del estrés, reduce la tensión arterial y el azúcar en sangre, mejora la salud cardiovascular y metabólica, la concentración y la memoria.

 Es increíble.

Incluso sabemos que tras una intervención quirúrgica los pacientes se recuperan mejor, más rápido y utilizando menos analgésicos si su habitación tiene vistas a un paisaje natural.

El silencio también debe ser interior.

Conviene cerrar los ojos e ir hacia dentro. Cerrar los ojos ralentiza las ondas cerebrales. Parpadeamos no solo para humidificar los ojos sino también para que nuestro cerebro descanse.

Curioso.

De hecho, según varios estudios, si quiere percibir mejor las emociones de alguien, cierre los ojos y concéntrese en su voz.

¿El silencio ayuda a combatir la tendencia de la mente a los pensamientos negativos?

Ya ningún científico cuestiona que la práctica del silencio de la meditación evita esas cavilaciones negativas. Pero eso ya lo dijo Pascal: toda la desgracia de los hombres viene de no saber permanecer en reposo en una habitación.

La conciencia en la respiración es un camino hacia el silencio.

Sesiones diarias de respiración profunda acaban por traducirse en una desaceleración de la frecuencia cardíaca, disminución de la presión arterial, descenso de la tasa de cortisol, y el sistema inmunitario se ve reforzado.

 ¿Por qué?

En esa situación de calma y de bienestar el corazón produce un ritmo especial capaz de sincronizar otros sistemas fisiológicos como las ondas cerebrales, la presión sanguínea, la digestión y el sistema inmunitario. Hay que aprender a detenerse y respirar.

 Nos cuesta mucho.

En un experimento se pidió a los participantes que se mantuvieran quince minutos sin hacer nada, la única posibilidad de distracción era darse descargas eléctricas voluntarias.

¿Y hubo quien se dio descargas?

El 67% de los hombres y el 25% de las mujeres prefirieron sufrir antes que estar tranquilos en silencio.

¿Qué nos pasa?

Vivimos en un mundo regido por la economía de la atención: sugerencias, distracciones, bombardeo de información, continuas interrupciones en el trabajo…, eso provoca sobrecarga cognitiva, agota al cerebro.

¿Con qué consecuencias?

Cuando la presión es excesiva, el cerebro se desconecta, se bloquea, por eso hay quien se queda en blanco ante un examen.

El ruido mata.

Cualquier pequeño ruido que percibimos dispara la secreción de hormonas que ponen al cerebro en estado de alerta. El ruido auditivo tiene un efecto nefasto sobre el sistema inmunológico y el sistema cardiovascular.

Así vivimos.

Según el informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente el efecto del ruido mata a 10.000 personas al año. Se ha demostrado una relación entre la exposición al ruido, el descenso del rendimiento escolar y el aumento del riesgo de dislexia. El ruido es una grave agresión para nuestro rendimiento cognitivo.

Fuente Boletín Semanal de Enrique Martínez Lozano

Espiritualidad ,

Silencio

Lunes, 23 de diciembre de 2019
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Es necesario que encontremos el silencio de Dios no sólo en nosotros mismos, sino también en el otro. Si los otros no nos hablan con palabras que proceden de Dios y comunican con el silencio de Dios que hay en nuestras almas, permaneceremos aislados en nuestro mismo silencio, del que Dios tiende a sustraerse.

Y es que el silencio interior depende de una búsqueda continua, de un grito incesante en la noche, de un repetido inclinarse sobre el abismo. Si nos adherimos a un silencio que pensamos haber encontrado para siempre, desistimos de la búsqueda de Dios y muere el silencio en nosotros. Un silencio en el que ya no buscamos a Dios cesa de hablarnos de él. Un silencio del que Dios no parece ausente amenaza de manera peligrosa su continua presencia. Y es que lo encontramos cuando le buscamos, y cuando no le buscamos huye de nosotros. Lo oímos sólo cuando esperamos oírle, y si dejamos de escucharle, creyendo que nuestra esperanza ya se ha realizado, él deja de hablar; su silencio ya no es vida, sino que se convierte en muerte, aunque lo carguemos de nuevo con el eco de nuestro estrépito emotivo.

*

Thomas Merton,
Pensamientos de la soledad,
Edhasa, Madrid 1971.

***

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“El silencio de María”

Martes, 17 de diciembre de 2019
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Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén,
Estrasburgo (Francia).

ECLESALIA, 06/12/19.- Hablar hoy del silencio, en nuestra sociedad, es algo insólito, es tema de otros tiempos; incluso en la vida religiosa se ha perdido el práctica del silencio. El silencio no se ve como un bien humano y psicológico y menos como una necesidad y un valor, excepto para algunas minorías que lo buscan, lo cultivan y lo viven porque han comprendido y saboreado su profundidad, su riqueza humana y espiritual. Dice la Sagrada Escritura: “Guarda silencio y yo te enseñaré sabiduría” (Job 33,33). En este tiempo, de Adviento, me he sentido atraída por el silencio de María, deseando aprender de ella a vivir el silencio contemplativo de la Presencia viva en mi interior y en todo lo que me rodea. Desde este silencio deseo vivir el Adviento en toda su profundidad. Adviento es tiempo de espera esperanzada porque Dios se encarna en el seno de una doncella virgen, llamada María. “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: «Dios con nosotros»” (Mt 1,23).

El silencio de María es una de las actitudes en las que debemos meditar y profundizar en este tiempo de Adviento. María ha recibido al Verbo en su seno y vive el “adviento de nueve meses” en total silencio y contemplación ante tan gran misterio. Nada tiene que ver con el Adviento que, en general, vivimos los cristianos, tan lleno de folclore y publicidad que anuncian una falsa Navidad que está muy lejos de festejar y celebrar el nacimiento del Emmanuel, el Dios con nosotros. La Navidad cristiana en nada se parece a lo que las multinacionales presentan y ofrecen, su marketing fomenta el consumo que está muy lejos de favorecer la celebración la Navidad desde una dimensión de gozo y acción de gracias por el don maravilloso que Dios nos hace al enviarnos a su propio Hijo. “La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros” (Jn 1,1-8).

El silencio de María, en torno a la encarnación del Verbo, está envuelto en la humildad, el amor y la adoración. Nos parecería lo más normal que ella hubiese anunciado, al menos a las personas más íntimas y queridas, que el Mesías iba a nacer, que en su seno se había encarnado el misterio incomprensible para la inteligencia humana, incluso para ella misma y José, su esposo. Sin embargo, María, desde su profunda humildad, guarda silencio, pues comprende que no le corresponde a ella anunciar un tal misterio. María se calla, para dejar que Dios hable. Ella confía y adora. Dios verá el momento y elegirá los instrumentos que él considere para revelar el misterio de la Encarnación en el seno de María. A José, es el ángel quien se lo revela, en un sueño: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 20,21). Y a Isabel, es el Espíritu Santo en el encuentro con María quien le hace proclamar: “¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! ¿Quién soy yo, para que venga a visitarme la madre de mi Señor? Pues tan pronto como oí tu saludo, mi hijo se estremeció de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho!” (Lc 1,39ss).

María en el silencio orante cree y espera. En el nacimiento, serán los ángeles los embajadores de anunciar la venida del Hijo de Dios. “Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace»” (Lc 2,9-11).

María, desde el anuncio de la Encarnación, vive sumergida en su interior, envuelta en un silencio de gratitud y adoración; y apenas nacido el niño, la vemos silenciosa y maravillada ante lo sucedido: “El Hijo de Dios hecho hombre”. Y en este silencio contemplativo transcurre toda su vida. Para María, el silencio es una actitud interior constante. El silencio de María no consiste en la ausencia de palabra, sino en la presencia de Dios. María acoge y contempla a Dios encarnado en ella. Podríamos decir que dos son las razones del silencio de María: la necesidad de interiorizar el misterio que le sobrepasa: Dios hecho Hombre en su propio seno y el deseo de acoger este gran misterio desde el amor que ella, creatura humana, es capaz de dar a su Creador. Estas dos razones derivan de la fe y de la humildad de María. Ella, la predilecta del Padre, la amada y elegida, se sumerge en ese silencio amoroso, como el mejor signo de agradecimiento al don que ha recibido del Padre. Pensemos que el silencio es el lenguaje del más puro amor, la intimidad más profunda y lograda se realiza siempre en silencio. El silencio en compañía es lo que mejor expresa el amor. Por esto, ante esta realidad, toda palabra es vana y María guarda silencio para entrar en ella misma y desde lo más profundo de ella vivir bajo la acción de Dios el misterio de la maternidad divina.

María sabe que la Encarnación de Dios es para todos, que ella solamente es el instrumento que Dios ha elegido. Por eso quiere eclipsarse en el silencio, para dejar todo el protagonismo a Dios hecho Hombre, para que los hombres vean, ante todo, a Jesús y le reconozcan como el Hijo de Dios, el Salvador. María queda en la penumbra para que Jesús resplandezca; él que es la luz del mundo, el centro, la atracción de todos los hombres y de todos los pueblos. El silencio y olvido de sí van muy unidos. María se olvida totalmente de ella para mostrarnos a su hijo salido de sus entrañas: Jesús. La iconografía pone muy de manifiesto este gesto de María mostrando en primer plano a Jesús, en una postura de entrega y olvido de sí, ella siempre se queda en segundo plano.

En nuestra vida el silencio interior y el olvido de sí, unido a la humildad, deberían ser una meta a alcanzar, sabiendo desaparecer para que Jesús se haga más visible en nuestro mundo a través de nuestra vida. Nuestra vida es la que realmente debe manifestar a Jesús. Esto conlleva una gran exigencia que solamente podremos vivir desde la dimensión contemplativa que nos sumerge en la adoración, dejando el protagonismo personal para darle todo el protagonismo al Hijo de Dios, como lo hizo María.

Si realmente este Adviento llegamos a comprender y gustar el silencio, viviremos con gozo el tiempo de espera; porque el silencio no es ausencia de palabras, sino presencia de Dios en nuestro corazón. Adviento no es solamente un tiempo determinado, sino una disposición permanente del interior, del corazón. Cuando se vive esta presencia, también se vive en armonía, en el gozo que produce el encuentro con el ser amado; de alguna manara participamos de ese gozo de María que le hizo permanecer siempre como mujer serena ante todos los acontecimientos de su vida. “Vuestra fuerza está en el silencio” (Is 30,15).

María, en este tiempo del Adviento, te llamamos Madre de la Esperanza, porque tú das al mundo al Hijo de Dios, enviado para la salvación de quienes realmente lo acogen en su corazón y se dejan salvar por su gran amor. Te pedimos intercedas por tus hijos e hijas, para obtener el don del silencio, la fuerza para oponernos a la corriente moderna del ruido estresante, de las palabras vacías y sin sentido; y concédenos la capacidad de escuchar a Jesús, el único que realmente puede decirnos palabras de vida eterna.
El silencio es la bella melodía del Espíritu.

La música callada de tu alma.

¡Escúchalo!

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Silencio

Viernes, 22 de noviembre de 2019
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Quise fotografiar el Silencio.

No se dejó.

Hice callar mis pasos…

por si accedía.

No se dejó.

Cerré la puerta del claustro

y en el instante de un clic,

Silencio me hizo un regalo:

No soy imagen sino voz interior”.

*

Mari Paz López Santos

***

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Claustro Plateresco del monasterio de Santa Mª de Huerta (España)

+++

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda
la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

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Todo habla

Lunes, 28 de octubre de 2019
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Del blog Nova Bella:

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¿Supones que la tumba,

en musgo y noche envuelta,

tan solo sea silencio?

no todo es una voz,

y todo es un perfume

todo,

en el infinito,

dice una cosa a alguien.

*

Victor Hugo

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Reflejo del Cielo

Lunes, 14 de octubre de 2019
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Del blog Nova Bella:

 

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El silencio de Piero della Francesca es el de la evidencia del mundo,

susurrante de murmullos,

de tumores,

con el reflejo del cielo azul en el agua de los charcos

*

Ives Bonnefoy

***

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Silencio

Lunes, 30 de septiembre de 2019
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Del blog Nova bella:

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“El sonido más fuerte es el silencio”

Lao Tse

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“Silencio

una rana se sumerge

dentro de sí”

Basho

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“Dios es silencio”

Eleazar de Worms

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Tú contemplas todo en silencio”

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La palabra es el órgano del mundo presente.

El silencio es el misterio del mundo que está por llegar.”

Isaac de Ninive

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“El silencio no es la ausencia de ruido sino la ausencia de ego”

Javier Melloni

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“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”

Ludwig Wittgenstein

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Silencio creativo cristiano

Sábado, 7 de septiembre de 2019
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Imagínense a un hombre a un grupo de personas, solos o juntos en un lugar tranquilo donde no se puede oír la radio ni música de fondo, sentados simplemente una hora, o media hora, en silencio. No hablan. No rezan en voz alta. No tienen en sus manos papeles ni libros. No están escribiendo ni leyendo. No se ocupan en nada. Se limitan a penetrar en sí mismos, pero no para pensar de modo analítico, ni para examinarse, organizarse o planificar algo; simplemente para ser. Quieren estar juntos en silencio. Quieren sintetizar, integrarse a sí mismos, redescubrirse ellos mismos en una unidad de pensamiento, voluntad, entendimiento y amor que vaya más allá de las palabras, más allá del análisis, incluso más allá del pensamiento consciente. Quieren rezar, pero no con los labios sino con sus corazones silenciosos, y más allá aun, con el verdadero fundamento último de su ser. ¿Qué podría mover a la gente de nuestro tiempo a hacer una cosa así? ¿Lo hacen movidos por un sentido de humana necesidad de silencio, de reflexión, de búsqueda interna? ¿Quieren alejarse del ruido y la tensión de la vida moderna, al menos durante un rato, para relajar sus mentes y voluntades, y buscar un sentido bendito y saludable de unidad interior, reconciliación e integración?

Estos son, ciertamente, un buen número de motivos suficientes. Pero para un cristiano aún hay motivos más profundos que estos. Un cristiano puede realizarse a sí mismo, si es llamado por Dios a periodos de reflexión y silencio, de meditación reflexiva y de “escucha”. Nosotros tal vez somos demasiado habladores, demasiado activos en nuestro concepto de la vida cristiana. Nuestro servicio a Dios y a la Iglesia no consiste sólo en hablar y hacer, sino también en períodos de silencio, en los que escuchamos y esperamos. Quizá sea muy importante, en nuestra época de violencia e intranquilidad, redescubrir la meditación, el rezo intuitivo, íntimo y silencioso, el silencio creativo cristiano.

*

Thomas Merton,
Amar y Vivir

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***

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Silencio

Lunes, 1 de julio de 2019
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Del blog Nova Bella:

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Mientras unos lo temen,

otros necesitan el silencio.

Para ver.

Para tocar.

Para oler.

Para saborear.

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***

El silencio nos es necesario,

desde luego,

para un acto fundamental de la humanidad:

escuchar las palabras de los otros.

También para decir las propias.

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***

 El silencio,

frontera,

sombra y ceniza de la palabra,

también es su soporte.

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***

Juan Mayorga,
Silencio,
discurso leído en su recepción pública como académico de la RAE

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Tiempo de palabras huecas.

Jueves, 9 de mayo de 2019
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palabras huecas“La palabra no es nada más que la resonancia del silencio”, decía Max Picard (1888-1965, escritor y filósofo suizo). Cuando leí este pensamiento en la mañana desemboqué en el periodo electoral que vivimos, o padecemos.

Corren tiempos de palabras huecas. Más que hablar se vocifera. Escuchar perdió el sentido entre tanto ruido. Agredir verbalmente es una moda. La mentira corre de un lado para otro con libertad absoluta amparada en las redes y demás medios de comunicación al alcance de propagandistas y manipuladores sibilinos que lanzan la piedra y esconden la mano.

No necesitan saber escribir, no dan la cara; ni hablar, total lo que “vende” es el despropósito y la manipulación; hasta la calumnia que, aunque creo que es delito, resulta ser una herramienta de uso frecuente.

La palabra necesita alimentarse de silencio previo, para ser transmitida con el contenido esencial que pueda llegar con cordura al oído, al cerebro y al corazón humanos… creo que estamos en peligro.

Con tanto consumo de palabras vacías, aliñadas con ruido y agresividad en mítines, mesas redondas, espacios televisivos de debates impresentables, etc. Las conocidas fake-news, sinónimo de un montón de nuestro abundante idioma: noticias falsas, mentiras, bulos, embuste, bolas… alguno se me olvida, seguro.

En las campañas electorales no hay contrincantes sino contrarios. No olvidemos que estas dos palabras no son sinónimos. Según la Real Academia de la Lengua ‘contrincante’ es “persona o grupo con los que se compite en un enfrentamiento deportivo, juego o concurso, para acceder a un puesto, etc.”. Y ‘contrario’: es el opuesto, el completamente diferente, en desacuerdo total, etc.

La vida de nuestros representantes políticos está tan ácida que incluso se extrapola a todos los ambientes, a través de los mass media. Para entendernos: medios de comunicación que hacen el juego a la acidez, la violencia verbal, el postureo mediático de confrontación, etc. provocando un contagio colectivo que se difunde socialmente. Desaparece el ‘contrincante’ y aparece el ‘contrario’ por cada esquina.

La tensión se expande y al pueblo llano (hombres, mujeres, jóvenes, niños, ancianos, consumidores, ciudadanos, usuarios, contribuyentes, hipotecados, parados, desahuciados, profesionales, obreros, empleados, universitarios, pensionistas, sanitarios, inmigrantes con y sin papeles, etc. etc. etc. etc. etc… etc.) y se nos alimenta, informativamente hablando, como a los patos en la Dordogne francesa: les abren la boca, les meten con un embudo comida de gran contenido en grasa, hasta que enferma el hígado; esa víscera será luego convertida en un paté delicatessen.

¡Cuidado!… con los patos no hay peligro, ellos no votan, pero nosotros sí.

Antes de que llegue la fecha de las elecciones generales, locales, autonómicas y europeas, convendría hacer silencio interior y de tecnología punta. Desintoxicarnos de palabrería chabacana.

Permanecer atentos a la palabra serena y plena de sentido común a la hora de comunicar, identificar lo que huela a mentira electoralista, y memorizar lo que en otros momentos electorales fue “palabra mojada” nada más recoger las urnas.

Y cuando llegue la fecha de ir a votar, vayamos… ¡claro que sí!, a ejercer ese derecho, tan deseado en otros momentos de la historia que estuvo prohibido, e introducir la papeleta llena de nombres y siglas… palabras fin y al cabo.

Toda mi reflexión empezó con Max Picard, su sabio pensamiento y la papeleta electoral informativa para ir a votar, que recogí ayer del buzón y tengo al lado del ordenador.

Mari Paz López Santos

Abril 2019

Espiritualidad, General ,

Sábado Santo… en silencio ante el Señor.

Sábado, 20 de abril de 2019
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© Carmelo Blazquez 2013 ©

 

(Fotografía de Carmelo Blazquez)

Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte hasta que con su resurrección se inauguren los gozos de la Pascua, cuya exuberancia inundará los cincuenta días pascuales.

Hombre en Soledad

 Contigo vengo, Dios, porque estás solo
en soledad de soledades prieta.
Conmigo vengo a Ti, porque estoy solo,
sintiendo por el pecho un mar de pena.
Qué tristeza me das, Dios, Dios, sin nadie
que te descanse, Dios, de tu grandeza,
que te descanse de ser Dios, sin nada
que te pueda inquietar o te comprenda.
Qué tristeza me doy, perdido en todo,
y todo mudo, tan lejano y cerca,
cada vez más presente ante mis ojos
en un mutismo que no se revela,
con el corazón loco por saberte,
preguntando en la noche que se adensa.
Con voz de espadas clamo por mi sangre,
rebusco con mis manos en la tierra
y escarbo en mi cerebro con mis ansias.
Y silencio, silencio, mudez tensa.
Dios, pobre mío, todo lo conoces.
Para Ti todo ha sido: nada esperas.
Hasta lo que me duele y no me encuentro
Tú lo conoces ya, porque en mí piensas.
Yo no conozco nada, Dios, y tengo
socavones de amor llenos de inquietas,
oscuras criaturas que me gritan
palabras, no sé dónde, que me queman,
preguntas que me tuercen y retuercen,
sábana viva chorreando estrellas.
Qué compasión me tengo, Dios, pequeño
llamando siempre a la inmutable puerta
con las palmas sangrando, a la intemperie
de mis luces y dudas y tormentas.
Qué compasión te tengo, Dios, tan solo,
siempre despierto, siempre Dios, alerta,
sin un pecho bastante, Dios, Dios mío,
que ofrezca su descanso a tu cabeza.
Cómo me dueles, Dios. Cómo me dueles,
herido por la angustia que te llena,
sin poder descansarte, sin caberte
en mis entrañas ni aun en mis ideas.
No puedo más Contigo, que me rompes
creciendo por mi dentro y por mi fuera,
cercándome, estrechándome, ahogándome,
dejando, sin saberlo, en mí tu huella.
Y soy hombre, Señor. Soy todo caspa
de angustiosa esperanza contrapuesta,
arcilla informe de reseco olvido,
quizá, capricho de tu indiferencia.
Señor, qué solo estás. Cómo estoy solo,
yo con mi carga insoportable a cuestas.
Tú, con todo y sin nada —(¡todo, nada! —
más que Tú, Dios perdido en tu grandeza,
muerto de sed de amor de algo supremo,
Dios, algo que te alegre y que te encienda.
Sin nada superior a Ti creado,
mi voz alzada al límite no llega
a rumor que resbale por tus sienes,
a brisa en tus oídos, que se secan
de no oír desde nunca una palabra
que antes de estar en hombre no supieras,
pobre Creador, Dios mío sin sosiego,
preso en tu creación, en diferencia.
A Ti vengo, Señor, porque estoy solo,
a veces aun sin mí. Pero no temas,
Señor que has puesto en mí necesidades
sin darme el modo de satisfacerlas.
Perplejo, recomido de inquietudes,
de Ti tengo dolor; de mí, conciencia
de ser como no quiero: ser inútil,
vana palabra, humana ventolera
con sabor de cenizas y de ortigas
clavándome alfileres en la lengua,
y un huracán de vida por la carne
que no ha encontrado carne que florezca.
Versos, versos, mas versos, siempre versos,
¿y para qué, Dios mío? Dentro queda
una fuente de llanto sofocado
minándome la hirviente calavera,
sin encontrar salida a la congoja
cada vez más patente. Y todo niebla.
Contigo vengo, Dios, porque estoy solo;
me huyes cada vez, más te me alejas.
¿No tienes qué decirme, Dios, qué darme?
¿No ves, Señor, no ves, Dios, cómo tiembla
este vaho que se alza de mi vida,
hierbecilla perdida que se hiela?
Encallece mi alma, Dios. Haz dura
la mano y la mirada: hazme de piedra.
Quítame el sentimiento que me escuece.
Borra, Señor, con sol, mi inteligencia.
Déjame en paz, en flor, en roca, en árbol,
en muda, resignada, dulce bestia
caminante con ritmo y sin sentido
por un mundo de instintos e inocencia,
o dame con la luz aquel sosiego
original del prado que apacientas

*

Ramón de Garciasol
Hombre en soledad,

***

 

La tierra está extenuada. Todo duerme y espera. También reposa el cuerpo de Jesús. Como en el caso de Lázaro, la muerte de Jesús no es más que un sueño. Mientras su alma descendía a llevar la victoria a lo más hondo de los infiernos, su cuerpo duerme pacíficamente en la tumba, esperando las maravillas de Dios.

Y es que este Gran Sábado no es como otros. Algo ha cambiado radicalmente. El velo del Templo se rasgó hace poco, brutalmente, dejando al descubierto al Santo de los Santos. El Templo ya no está en su lugar. El sábado ya no está en el sábado. Ni la pascua en la pascua.

Todo está en otro sitio. Todo está aquí cerca, cerca del cuerpo que duerme en la tumba. Todo es espera, ahora debe suceder todo. La Iglesia, esposa de Jesús, no se desorienta. Sigue ¡unto a la tumba que encierra el cuerpo amado. El amor no flaquea, no se desespera. El amor todo lo puede, todo lo espera. Sabe ser mas fuerte que la muerte.

¿Qué no habría hecho en aquella hora de tinieblas el amor de algunos, entre ellos el de la Virgen María, para que Jesús fuera arrancado de la muerte? Sólo Dios lo sabe. ¿Alguno ha presentido la densidad de vida que colma este cadáver y esta tumba, como jardín en primavera, donde incluso la noche es un crujido de vida y de savia que fluye? Nosotros no lo sabemos. Sólo sabemos que José de Arimatea hizo rodar una gran piedra hasta la boca de la tumba antes de irse, mientras María Magdalena y la otra María estaban allí, firmes junto a la tumba. Seguramente, no saben nada todavía, pero perseveran en el amor. El vacío que se ha creado de repente entre ellas es tan grande que sólo Dios puede llenarlo. Con ellas, toda la Iglesia espera en el amor.

*
A. Louf,

Solo l’amore v¡ bastera. Commento spirituale al Vangelo di tuca,
Cásale Monf. 1985, 63s.

***

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Cristianos de base exigen “verdad, justicia y reparación” para las víctimas de abuso

Sábado, 13 de abril de 2019
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Abusos-sexuales-Iglesia_2111498844_13506057_660x371Piden la creación “urgente” de una Comisión de la Verdad sobre las agresiones sexuales en la Iglesia

Para entender el porqué de este drama, la iglesia Católica debe hacer un examen sobre las causas “y no limitarse a lamentar sus consecuencias o refugiarse en actitudes defensivas”, advierten

11.04.2019 | Cristianas y cristianos de base

Los colectivos, organizaciones y entidades, creyentes y no creyentes, abajo firmantes,

ESCANDALIZADOS por la plaga de agresiones sexuales, sobre menores y sobre personas adultas, practicadas por miembros de la Iglesia Católica, cuyo número y forma poco a poco van saliendo a la luz;

DECEPCIONADOS por la falta de medidas concretas y efectivas para atajarlos, que se ha evidenciado en la reciente Cumbre Vaticana de obispos y cardenales (Feb, 2019), en ausencia clamorosa de las víctimas que debieran haber sido los principales protagonistas;

IRRITADOS por los desplantes de algunos líderes de las Conferencias Episcopales, como el presidente de los obispos españoles, Sr. Blázquez, que sigue diciendo no tener competencias para luchar contra semejante plaga de delitos, al parecer ni siquiera en su propia diócesis;

INDIGNADOS ante la política eclesiástica de la omertá, es decir del encubrimiento, para salvaguardar el buen nombre de la institución sin atender al daño causado a tantas personas inocentes…

DENUNCIAMOS

a) La coacción, las agresiones y los crímenes que tantos clérigos –sacerdotes, monjes, obispos o cardenales- han protagonizado y continúan practicando contra niños, niñas, adolescentes y jóvenes indefensos, como una epidemia de delitos, contraria a los Derechos Humanos y antagónica con los valores más básicos del Cristianismo.

b) El delictivo encubrimiento o inacción de los obispos, en sus respectivas diócesis, ante tamaño y extendido crimen. Un silencio que contrasta con su locuacidad contra el colectivo LGTBI, contra la llamada “ideología de género”, el aborto, el divorcio, el matrimonio de los sacerdotes, el sacerdocio de las mujeres, las parejas de hecho, el matrimonio igualitario, los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres,… etc. La misma Cumbre Vaticana antes citada (Febrero, 2019) ha eludido cualquier medida práctica y vinculante contra la pederastia en toda la Iglesia. En palabras de una de las víctimas “han legalizado ante el mundo su intención de seguir ocultando y permitiendo los abusos en su seno”.

c) El desamparo de las víctimas de agresión sexual y sus familias, cuyos testimonios han sido con frecuencia desoídos, acallados a cambio de dinero, o calificados de falsos a pesar de sus reiteradas denuncias.

d) La responsabilidad que sobre estas prácticas delictivas, le corresponde al discurso teológico y moral dominante en la Iglesia institucional, que deliberadamente ignora el desarrollo de la conciencia ética universal y su plasmación en nuevos códigos como la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ello explica, por ejemplo, el lamentable y ofensivo comentario del propio Papa Francisco quien, tras declarar que quiere poner fin a este estado de corrupción en la Iglesia, cede a la tentación de justificar la intervención de una mujer en la Cumbre Vaticana con un argumento inasumible para el mundo moderno: ”Invitar a hablar a una mujer, no es entrar en la modalidad de un feminismo eclesiástico, porque a fin de cuentas “todo feminismo termina siendo un machismo con faldas”. Unas palabras sólo concordantes con la línea ideológica de los partidos de la extrema derecha, como VOX en España.

e) Como caso especial, porque es uno de los más silenciados, merece idéntica repulsa el de las violaciones sexuales a decenas y decenas de religiosas a manos de clérigos varones, en diferentes países.

f) Denunciamos finalmente la discriminación de que son objeto las mujeres por parte de la jerarquía católica, tanto en el seno de la Iglesia, como en la misma sociedad.  Las discriminan cuando las niegan el sacerdocio o las prohíben su participación en órganos de representación, las excomulgan cuando abortan, las agreden cuando enarbolan una batalla contra eso que llaman ‘ideología de género’, y guardan sospechoso silencio frente a tantos feminicidios y actos homofóbicos.

Para entender mínimamente el porqué de este drama, la iglesia Católica debe hacer un examen sobre las causas y mecanismos que han conducido a esta situación y no limitarse a lamentar sus consecuencias o refugiarse en actitudes defensivas. Y, como consecuencia, asumir al menos dos grandes retos hasta ahora menospreciados:

a) Cambios de raíz en la formación del clero. Es preciso reconocer, como señala E. Drewermann, que uno de los mecanismos que más influyen en los comportamientos agresores de los clérigos es “un desarrollo enfermizo de la personalidad y la sexualidad, fruto de una educación eclesiástica que reprime los sentimientos y las emociones, impidiendo la maduración personal”. Y que la causa de este perfil del clérigo radica “en los mecanismos de poder de la estructura eclesiástica, que actúan de forma autoritaria para mantener el poder de una jerarquía que exige sumisión a todos los católicos. Un autoritarismo eclesiástico edificado sobre el concepto de obediencia, entendida como sumisión incondicional a los superiores”.

b) Acabar con la impunidad de que han gozado los clérigos. La Iglesia ha de asumir definitivamente el nuevo paradigma de la sociedad democrática, según el cual la ley es única e igual para todos sus miembros, sin que quepan otro Derecho y otra Justicia que la civil. Ni el Derecho Canónico ni la Jurisdicción eclesiástica pueden sustituir, ni menos contravenir, el Estado de Derecho. Las agresiones sexuales son delitos, no sólo pecados, para la sociedad democrática.

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Para ello, la Iglesia Católica ha de poner en marcha con carácter inmediato medidas concretas como:

-la aplicación efectiva del principio de tolerancia cero para todos. Que el cura o religioso que haya sido condenado por abusar en alguna ocasión de un menor, sea expulsado del sacerdocio. Y exactamente lo mismo para cualquier obispo que haya encubierto los abusos de un sacerdote

-la obligatoriedad de trasladar a la justicia civil todos los casos de abusos de los que tienen conocimiento las diócesis y la Congregación para la Doctrina de la Fe.

-la reforma de la ley canónica para eliminar el secreto pontificio.

-la no prescripción de los delitos de pederastia,

-el libre acceso a los archivos de las distintas diócesis, -la abolición definitiva del celibato obligatorio,

Y, sobre todo, aceptar la crítica que llega desde las propias víctimas. Es a su autoridad a la que han de someterse el papa, los obispos y todo el clero.

Por todo lo cual EXIGIMOS

1. Que todos los casos de agresiones sexuales, siendo como son delitos, sean puestos por los responsables eclesiásticos, en manos de la justicia civil. (Fiscalía y Juzgados)

2. Que se cumpla íntegramente el sistema ya universalizado de “Verdad, Justicia, Reparación y garantías de no Repetición’.

3. Que el Vaticano acepte la creación urgente de una COMISIÓN DE LA VERDAD sobre Agresiones Sexuales en medios eclesiásticos, con sus secciones específicas en cada país, conformada por personas sin responsabilidades o cargos eclesiásticos, y con presencia cualificada de las víctimas de las agresiones sexuales, para que pueda llevar a cabo las indagaciones que correspondan a fin de elaborar un relato fidedigno sobre la magnitud del problema, sus causas, las responsabilidades contraídas, las adecuadas medidas de reparación a las víctimas y las recomendaciones de los cambios estructurales que corresponda implementar en la Iglesia Católica.

CONTRA LAS AGRESIONES SEXUALES EN LA IGLESIA CATÓLICA,

¡VERDAD, JUSTICIA Y REPARACION!

Madrid, abril de 2019

Colectivos firmantes:

Cristianas y Cristianos de Base de Madrid, Redes Cristianas, Mujeres y Teología, Somos Iglesia, Asociación Teólogos y Teólogas Juan XXIII, Católicas por el Derecho a Decidir, Cristianos por el Socialismo, -Comunidades Cristianas Fe y Justicia del País Vasco, Europa Laica y Asociación Proderechos Humanos de España

General, Homofobia/ Transfobia., Iglesia Católica , , , , , , , , , , , , ,

Il tacere è bello

Miércoles, 3 de abril de 2019
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Del blog Nova Bella:

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“Cosí andiamo infino a la lumera

parlando cose che’l tacere è bello”

*

Fuimos hacia la luz tratando cosas

que es hermoso tener aquí en silencio.

*

Dante,
Comedia,
Canto IV, 103-4

***

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“El árbol de la palabra”, por Mari Paz López Santos.

Jueves, 28 de marzo de 2019
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zzbg1Tengo un amigo que cuando viene a estas tierras, deja sembrados mensajes para rumiar en el silencio.

Tengo un amigo al que no hay que oír, ese verbo se queda escaso cuando suenan sus palabras: le escucho con expectación para no perderme ni un punto ni una coma.

Cuando me acercaba a donde habíamos quedado llevaba preguntas que hacerle, quería que me contase sus impresiones del contraste entre el mundo en que vive y el que vivo , aquí en la gran ciudad, en el trastocado mundo de la Vieja Europa.

Como pasa cada vez que nos vemos, todo lo que proyecto se me olvida al instante. Porque, mi amigo, es palabra viva aún si está callado.

Inevitablemente en el rato que pudimos estar juntos compartiendo, me salió la preocupación del ambiente hostil, política y socialmente hablando, que inunda por todos lados. La palabra es utilizada arma arrojadiza, ni se oye al otro ni mucho menos se le escucha; el tono de voz sube en decibelios para solapar al contario más que por lo que haya que decir; el insulto forma parte del espectáculo y la falta de respeto, el mínimo, el que se debe a toda persona, brilla por su ausencia.

Mi amigo que viene de un país violento y casi partido en dos, aunque no interese en los medios informativos, me dijo:

“Dónde yo vivo hay un árbol que llaman “El Árbol de la Palabra”. Allí lo que se dice tiene peso. Se sientan bajo la sombra del árbol, unos frente a otros, para poder mirarse; hablan y escuchan, y la palabra no se la lleva el viento”.

“Hay que darse cuenta que “mi” palabra puede estar CONTAMINADA, por lo que estoy percibiendo, por lo que traigo de heridas y desconfianza, por la cantidad de prejuicios que me predisponen el juicio antes que a la escucha. De todo eso los que tengo enfrente no tienen culpa y puede que también vengan con su palabra CONTAMINADA. Así no se puede escuchar.

Así que habré de DESCONTAMINARME alejando todo eso de mi interior, para llegar a mirar a los demás con mirada limpia, con empatía, para tener lucidez al expresarme y escuchar con libertad”.

P1000285Callada y atónita seguí atenta.

“Bajo el Árbol de la Palabra hay un rato de DESCONTAMINACIÓN, se habla de cosas sencillas de la vida cotidiana; es un espacio de tiempo para preguntar cómo va la vida, la cosecha, las gallinas, la familia… y después se hace silencio, no más de unos segundos, que abre la puerta a la conversación: ‘Dime, te estoy escuchando’, dice el que preside la reunión, en la que todos tienen derecho a la palabra.

Aquí, le digo, la palabra está contaminada en las instituciones, en los medios de comunicación y en la calle. Todo es debate grosero y sobresaltado… ¡No pude callar! Y reconozco, con  humildad que me afecta, me contamina, y muchas veces mi palabra se convierte en arma arrojadiza o pegote de chapapote. Pero mi amigo siguió con esa calma interior que transmite en cualquier tema que se trate.

“Es necesario y muy bueno sacar las cosas los conflictos y ponernos a la vista para poder haya soluciones sino todo se enfanga”.

“Cuando la palabra está CONTAMINADA, no es posible la escucha y provoca ira; viene la agresividad y el stress. Es el momento para darse un rato de inmersión en el silencio de Dios, haciendo lo que hacen las ranas”.

Perpleja, creo que levanté las cejas en forma de interrogación sin decir palabra y permanecí curiosamente atenta a lo que me iba a explicar él y las ranas.

“Las ranas están siempre en la superficie del agua, saltando y chapoteando de un lado a otro, cazando. La superficie es ruidosa, muy activa, así que en determinado momento dan un salto y bajan al fondo a cargar las pilas. Tenemos que hacer como las ranas”.

9517f4c3-a8e7-4830-93e8-e81bfe6bf90fMi amigo es el vivo ejemplo de lo que dice el evangelio: La boca habla de lo que rebosa el corazón” (Mt 12, 34). Su corazón rebosa como aquella concha de la que hablaba Bernardo de Claraval, siempre recibiendo y compartiendo el agua fresca del Espíritu a quien se acerque y quiera beber.

A mí amigo le llamamos Juanjo, su familia y sus amigos, es misionero comboniano; pero a otros efectos se le llama Mons. Juan José Aguirre, obispo de la diócesis de Bangassou*, República Centroafricana, país en el corazón de África.  

Gracias, Juanjo, por acercarme al Árbol de la Palabra y a las técnicas de “descontaminación” tan necesarias hoy en día. Me zambulliré como las ranas en el silencio de la charca interior habitada por Quién nunca te deja solo.

Mari Paz López Santos

(*) www.fundacionbangassou.com

Fuente Fe Adulta

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Silencio

Martes, 5 de febrero de 2019
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El silencio

permite al sonido

ser.

*

Eckhart Tolle

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Silencio

Sábado, 26 de enero de 2019
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“La lengua es nuestra arma más poderosa y como tal la manejamos. Fluye de nosotros un torrente de palabras porque nos encontramos en constante proceso de ajustar nuestra imagen pública. Hablamos para rectificar la manera como otros nos juzgan porque tememos la opinión que – imaginamos – se han formado de nosotros. Si he cometido algún mal (o algún bien y pienso que tú puedas interpretarlo mal) y me entero de que ya lo sabes, me tentará el ayudarte para que comprendas mi acción. Entre todas las disciplinas del Espíritu, el silencio es una de las más profundas porque le pone coto a toda autojustificación. Uno de los frutos del silencio es la libertad de dejar que Dios sea quien nos justifique. No hace falta que nosotros corrijamos a los demás”.

*

Richard J. Foster

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Horas de silencio y encuentro con Thomas Merton

Lunes, 10 de diciembre de 2018
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10 de diciembre 2018 – 50º aniversario de la muerte de Thomas Merton

GUillermo Oroz; Mari Paz López Santos
Navarra; Madrid

ECLESALIA, 10/12/18.- “No son las reflexiones lo que importa, sino las horas de silencio”, escribía Thomas Merton en su Diario, el 10 de diciembre de 1960. Efectivamente, no es su reflexión ni que todo lo que dejó escrito nos haga reflexionar; es el silencio y la quietud con la que nos predisponemos al encuentro con el hombre, el monje, y ahora sabemos que también el profeta. Como tal, fue un adelantado a su tiempo y es patrimonio de la humanidad para siempre.

Merton fue escritor antes de entrar en la vida monástica y aunque su opción era dejar la palabra, incluyendo la escrita, al traspasar la puerta del monasterio cisterciense de Getsemani (Estados Unidos), fue su abad el que le puso de nuevo la pluma en la mano.

Su obra es tan extensa que podría dudarse que tal diversidad de temas sobre espiritualidad y vida monástica y, especialmente, lo referente a las luchas y controversias del mundo en que vivió, hayan salido de un monje contemplativo.

Si el legado que Thomas Merton nos ha dejado en palabras de sabiduría es tan inmenso, cuantas habrán sido las horas de silencio y oración que propiciaron tal testimonio escrito; que nació para ser compartido con quien se anime a un encuentro con este monje que permanece vivo, activo, cercano y que, con sus propias palabras, se presenta así:

“Si quieres saber quién soy yo,
no me preguntes dónde vivo,
o lo que me gusta comer, o cómo me peino;
pregúntame, más bien, por lo que vivo,
detalladamente,
y pregúntame
si lo que pienso
es dedicarme a vivir plenamente
aquello por lo que quiero vivir.”

Aquí estamos dos escribiendo junto a Thomas Merton. Dos que hicimos inmersión en sus libros y, buceando en la intensa espiritualidad que destilan, encontramos a la persona, al creyente, al monje, al escritor y, en definitiva, al buscador que nos invita, como un hito en el camino, a adentrarnos en un encuentro mayor, definitivo: Dios.

Con un atrevimiento similar al de los niños le hemos invitado a dar un “paseo” por escrito y celebrar juntos el 10 de diciembre de 2018, fecha del 50º aniversario de su muerte.

Resultaría presuntuoso por nuestra parte pretender decir algo más ni mejor de lo mucho que se ha dicho de Thomas Merton desde una óptica monástica. Su figura, inmensa, se agranda día a día con los estupendos trabajos que se vienen publicando y que iluminan detalles o aspectos de su persona que habían pasado desapercibidos hasta ahora. Nuestro humilde escrito no aspira a sumarse a esa bibliografía. Quizá pudiera catalogarse en la categoría de testimonio. Aunque sólo quizá.

Testimonio de dos personas laicas, un hombre y una mujer, con diferentes circunstancias individuales, cuyas vidas se han visto iluminadas por la experiencia y las palabras de este monje. Conscientes de todo ello, queremos centrarnos y hacer hincapié en una visión de Merton que nace desde lo laico. Laicas son nuestras circunstancias, nuestra educación, nuestra vida y nuestro punto de vista.

Sabido es que Thomas Merton inspiró a muchas personas laicas a lo largo de su vida. Podríamos traer aquí un sinfín de nombres entre los que le trataron personalmente. La inspiración que ha vertido sobre quienes no tuvimos la dicha de conocerlo es incuestionable.

Archiconocida es su “iluminación en la esquina de la calle 43”, que podríamos calificar como una “iluminación laica” por sus circunstancias.

¿Quién no desearía haberse encontrado junto a Merton en el cruce de la Cuarta y Walnut en su momento clave de iluminación? Pero nadie acompaña en ese instante mínimo y sobrecogedor que lleva a una comprensión que es don gratuito.

Si la iluminación te sorprende en pleno centro comercial, como le pasó a Merton, nadie lo nota, sólo quien vive la experiencia única e inolvidable, de la que ya no se podrá desprender y a la que siempre podrá volver con la certeza de que vuelve al camino conocido.

Para el monje Thomas Merton que tantas horas de silencio y oración llevaba en su vida debió ser un shock maravilloso comprender en un instante que, toda aquella gente que le rodeaba y a la que no conocía, estaba iluminada por una luz que emanaba de un Amor que no se contabiliza porque se da de forma tan gratuita que nadie se puede esconder de él, aunque la mayoría nunca llegue a enterarse.

Reconocerse como uno más, sin privilegios, sin la etiqueta de una identidad privilegiada e ilusoria, fue parte de la liberación de ese instante de comprensión interior. La otra parte fue sentirse un destello más sumado a cada uno de los destellos que salen de cada ser humano, sea consciente de ello o no lo sea; se encuentre donde se encuentre y siga la vocación concreta a la que Dios le ha llamado.

Si nos encontráramos en lo que él llamaba le point vierge, ese punto interior que permanece intacto; estancia de Dios en lo escondido de cada uno, efectivamente no habría ni guerras, ni violencia, ni egoísmo, ni corrupción. Si nos reconociéramos a la luz de la semilla que plantó el Sembrador en el origen y que permanece oculta a nuestra comprensión y sensibilidad por capas de miedo, rodeada de muros y alambradas, olvidada por las distracciones del exterior que nos hacen perder el norte y el centro vital, diríamos con Merton: “Ellos no son ellos, sino mi propio yo. ¡No son extraños!”

No tiene nada de ilusoria la comprensión de un yo comunitario que abarca toda la humanidad desde que Dios quiso encarnarse en lo humano.

Dios y Merton tenían una cita en la esquina de la calle 4ª con Walnut aquel 18 de marzo de 1958. Pero Merton aún no lo sabía. Se llevó una buena sorpresa. Sorpresa y batacazo.

Dios le dio un buen revolcón. Revolcón trinitario: en tres partes. Tres estacazos que fueron sólo uno: un gran instante de luz, capaz de alimentar su vida entera y cuyo resplandor aún nos alcanza a nosotros hoy.

Primero lo despojó –en realidad lo liberó, como él mismo sintió- de toda su vanagloria. Tomó su ego hinchado, como la barriga de una oveja muerta, y lo pinchó.

Nuestros egos cuando se pinchan son como el globo de un niño que se le escapa y protesta con esa pedorreta larga y absurda que da risa. Así se queja nuestro ego. “Casi me eché a reír en voz alta” dice Merton. Hay que ser muy grande para reírse del ego de uno mismo.

Pero ¿con qué aguja pinchó Dios el ego de Merton? ¿Qué fue lo primero que sintió el monje? Que “amaba a toda aquella gente” escribe casi con sorpresa. El amor fue la aguja. El amor pincha nuestro ego. En nuestro espíritu no caben los dos: o tenemos el ego o ponemos el amor. Toda la ascesis debe conducir a ir reduciendo el espacio del ego para ir dando espacio al amor. Que el amor vaya creciendo y yo menguando…

El segundo destello fue el ver la realidad del ser humano. Todo hombre y toda mujer vistos por los ojos de Dios; y desde ahí, experimentar que a los ojos de Dios, él era un hombre más, tan amado por Él como todos los demás. Y que en esa oleada de amor, él los amaba también a todos.

“La alegría de ser hombre, dice, el glorioso destino de ser de la raza humana, que Dios eligió para encarnarse, para ser uno de nosotros. Si los hombres pudieran verse como realmente son, dice. Deambulan por el mundo brillando como el sol”.

Y una incontrolable sensación de unidad con todos ellos. Desde su soledad, irrenunciable y destinada, pero unido a todos. Cuando el amor se instala –se instale- en nosotros, los egos se retiran: somos uno. Pero no lo sabemos. Merton, sí.

El desierto, su desierto, no es un lugar de otro mundo sino de éste. Sólo hay un mundo, que todos compartimos. La soledad del monje es la otra cara del espejo del bullicio del mundo.

El tercer y último resplandor: el punto de la nada, de la pura verdad; su nombre escrito en nosotros. Dios en nosotros. Tomar contacto con este punto es la clave de todo, y lo cambia todo.

Queremos destacar sus tres últimas frases que concretan la verdad de ese momento: “No tengo programa para esa visión. Se da, simplemente. Pero la puerta del cielo está en todas partes”.

Si estamos abiertos a ello, cada paso que damos en nuestra vida, conduce a Dios. Cada una de las calles de nuestro mundo conduce a Dios, si queremos. No necesitamos ir a buscarlo a ningún lugar extraño o lejano, sólo hemos de recorrer el camino a nuestro corazón.

No es patrimonio de nadie, de ningún estilo de vida. No hay programa que conduzca a él, ni método ni guía. Es un don. Es dado. Y es simple. Simplicidad, esencia de lo cisterciense. Despojo de todo, apertura a Dios. Al Dios que vive en nuestras vidas como amor. Esa única realidad con miles de rostros, que son un solo Rostro.

Da igual dónde estemos, en la oficina, en la fábrica, en el supermercado, en la parada del autobús, el próximo paso que demos puede conducirnos a Dios. Más aún: o nos conduce a Dios o nos aleja de él. Cada paso cuenta. Así de simple. Lo único que importa es la dirección que tomemos, no los paisajes por los que atravesamos.

¿Qué diferencia a un laico de un monje? No es su mundo interior, sino las circunstancias externas en que vive. A grossomodo, uno vive apartado del mundo y el otro en medio del mismo. La misión del monje pasa por encontrar a Dios y vivirlo desde el apartamiento y la soledad. La misión del laico implica encontrar a Dios y vivirlo en medio del mundo, de la sociedad, de sus prójimos. Esta diferencia es sólo cuantitativa, no cualitativa.

La única forma que tiene el laico de poner a Dios en medio del mundo, no es una manera litúrgica, sacramental o sacerdotal, sino llevarlo allí, porque antes lo haya puesto en el centro de su corazón y a flor de piel de sus manos. Es decir, en el amor.

El monje vive en un mundo regulado, homogéneo, entre hermanos con los que comparte no sólo lugar, sino un mundo cultural, conceptual y vital. El monje vive en comunidad.

El laico, por el contrario, vive en un mundo diverso, entre gentes que unas veces comparten sus valores y otras no. Y a todos ha de amar. Gentes que unas veces aceptarán su presencia y otras la rechazarán y perseguirán. Entre gentes que, a través de las leyes injustas que a menudo rigen el mundo, la sociedad y los trabajos, por ejemplo, se aprovecharán de él y lo explotarán. Entre gentes de otros cultos a los que respetar.

Vive en una realidad cuyas implicaciones sociales, laborales, políticas, económicas, etc. lo interpelan y a las que ha de responder, con una palabra y desde el amor. Es un compromiso ineludible con la realidad. Un contemplativo no puede cerrar los ojos o mirar para otro lado. Ve a Dios en todo y ve todo en Dios.

Desde lo más abstracto a lo más concreto, un laico ha de crear su mundo: horarios, ropas, comidas, aficiones, uso del tiempo… En un monasterio, todo ello viene dado y al monje le queda la ardua tarea de amoldarse a ello. Pero un laico tiene todo eso por hacer. Y cada uno lo ha de hacer a su modo, según sus posibilidades. Otra de las características de lo laico: no hay recetas fijas.

Un monje quizá sea un experto en estabilidad, en firmeza de vida. Un laico es experto en fluir con las circunstancias que la vida le va poniendo: crianza de hijos, primero pequeños, luego adolescentes, mayores, los nietos, etc.; responsabilidades laborales crecientes o menguantes, solidaridades más comprometidas, verdadera entrega a una causa u otra. Si el monje es una montaña, el laico quizá sea regato, viento o… ¿será el valle?

Hoy vienes, hno. Thomas Merton, a preguntarnos sobre lo que vivimos o intentamos vivir en este tiempo, cincuenta años después de tu muerte. Y te contestamos tomando algunas de tus palabras pero puestas en plural: “Por aquí vamos decididos a “dedicarnos a vivir plenamente aquello por lo que queremos vivir” junto a otros, monjes, monjas, laicos y laicas, haciendo el camino del corazón, al encuentro con Dios.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Escucha

Jueves, 11 de octubre de 2018
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Del blog Nova Bella:

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No hace falta que salgas de la habitación. Quédate sentado a la mesa y escucha. Ni siquiera escuches, simplemente espera. Ni siquiera esperes. Quédate en silencio, en quietud y en solitario. El mundo se ofrecerá libremente a ti. Será desenmascarado, no tiene elección. Se desplegará en éxtasis a tus pies.

*

Franz Kafka

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Silencio

Martes, 2 de octubre de 2018
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Del blog Nova Bella:

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Necesitamos silencio para ser humanos y para reconocernos en los otros. En este sentido, es cierto que lo contrario del silencio sería ese ruido infinito. A veces digo que, precisamente, la misión del arte y, en particular, la del teatro, es estar a la escucha del mundo, pero no devolver al mundo su ruido, sino su poesía

*

Juan Mayorga

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Sin palabras

Sábado, 29 de septiembre de 2018
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Del blog Nova Bella:

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A uno le dejan sin palabras el dolor propio y de los otros,

pero también la belleza de los otros;

la belleza de un ser humano puede dejarnos sin palabras

o podemos sentir que no debemos acompañarla de palabras.

*

Juan Mayorga

mayorga

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Recordatorio

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