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Entradas Etiquetadas ‘Signos de los Tiempos’

“We, the People”

Miércoles, 19 de octubre de 2022
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B8EC5BF4-F93C-49E8-96B6-3A74126E1911Leído en el blog de Isabel Gómez Acebo:

02.10.2022

Recientemente me ha llegado por Whatsapp una antigua frase del expresidente, Ronald Reagan, de los Estados Unidos. Su pequeña charla se puede resumir en tres palabras y una metáfora. Las palabras We, the People (nosotros el pueblo) hacen alusión al sujeto en torno al que debe girar la vida política y la metáfora habla de un coche, cuya propiedad es del pueblo que deja como conductor al gobernante de turno tras unas elecciones y un programa de gobierno para cuya ejecución ha sido elegido

            Es bueno recordar este hecho ya que muchos gobernantes se consideran dueños y señores de la silla que ocupan y con frecuencia no miran al bienestar de la gente sino al suyo propio. Hacen nombramientos entre sus familiares y conocidos a los que llenan los bolsillos y tratan de perpetuarse en el poder. Hay algunos que hacen fraude en las elecciones o incluso fuerzan el cambio de las constituciones para que no haya límites temporales al ejercicio del cargo. Todo vale para conseguirlo por lo que el pueblo, ese sujeto que es el propietario del poder, no se atreve a levantar la voz por miedo a represalias.

Todos somos conscientes de que la democracia está muriendo por una lenta enfermedad de las instituciones que pueden frenar al ejercicio despótico del poder, ya sean los jueces, los fiscales o los medios de comunicación a los que se ponen constantes trabas que llegan incluso al asesinato

¿Y qué pasa en la Iglesia? Nuestra institución no es una democracia, pero vive en un mundo cambiante que influye en el pensamiento eclesial cuando la cultura ambiente difiere, o parece diferir, de las certezas eclesiales. La primera reacción es cerrarse en banda algo imposible ya que no hay más que ver la presión que ejercen las mujeres para alcanzar puestos de poder y los colectivos LGTB que piden ser reconocidos. El concilio Vaticano II pidió que se tuvieran en cuenta estos signos de los tiempos pues eran una realidad que con frecuencia nuestra Iglesia no había tenido en cuenta o les había dado la espalda. No había ayudado en este empeño de apertura del pensamiento la declaración de infalibilidad pontificia que hizo el concilio Vaticano I.

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Pero no estoy hablando de algo nuevo, aunque estaba dormido que es el sentido de los fieles, sensus fidei, que significa la comunión de todos los fieles invadidos por el Espíritu en pos de la verdad. El cardenal Newman habló de tres magisterios en la Iglesia: los obispos, los teólogos y el pueblo, los dos últimos muchas veces silenciados ya que el que levantaba la voz sufría las consecuencias que alcanzaban desde la excomunión hasta la pérdida de empleos o cátedras. Aquí destaca como algo novedoso la teología del laicado, la teología de un creyente cuya vida está inmersa en las realidades temporales y en su situación la revelación del Espíritu puede adquirir connotaciones distintas. De aquí la necesidad de que la jerarquía escuche a todos los fieles

La Gaudium et Spes nos dijo que era propio de todo el pueblo de Dios, pero especialmente de los pastores y los teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la Palabra divina, a fin de que la Verdad pueda ser mejor percibida y entendida

Veo con esperanza el proceso sinodal donde la voz de todas las parroquias del mundo va a estar presente. También creo que algunos miembros de la jerarquía, que no están acostumbrados a escuchar, van a poner todos los palos en la rueda que puedan con la intención, que nunca confesaran, que descarrile el movimiento, pero poco a poco, la Iglesia se va abriendo y hace camino al andar

Fuente Religión Digital

Espiritualidad , ,

Parábolas y liturgias

Viernes, 10 de febrero de 2017
Comentarios desactivados en Parábolas y liturgias

pag29_signostiempos_encabezadoMari Paz López Santos
Madrid

ECLESALIA, 30/01/16.- Hay que hilar fino y ver a quien se tiene delante a la compartir la Palabra, especialmente si te apasiona y quieres que cada oyente se impregne de la esencia del Mensaje; que pueda “llevárselo puesto”, recordarlo, rumiarlo, compartirlo con otros y hacerlo suyo, integrándolo en su propia vida.

Puede ser una palabra, una frase, una idea que anima a seguir indagando, el flash de un instante al que volver en momentos de cargar energía desde dentro.

Admiro profundamente la pedagogía y el amor que ponía Jesús cuando tenía que explicarle a la gente lo que era el Reino de Dios.

En Mc 4, 26-34 casi se pueden escuchar las pisadas del sembrador echando la semilla en los surcos que habría preparado con sudor y buen hacer; y la respiración sosegada en la noche del hombre que dejó que cayera la noche sobre su trabajo, confiando en que la tierra continuaría su trabajo hasta que le diera turno en el momento preciso; entonces agarraría la hoz y empezaría la siega.

Por si con esta historia no quedaba claro, continua con la de la pequeña semilla de mostaza que se convierte en una super-planta que sirve hasta de alojamiento a los pájaros.

Finalmente leemos en la misma cita de Marcos: “Con muchas parábolas parecidas exponía la palabra, acomodándose a su entender (el de quienes acudían a escucharle). Todo se lo exponía con parábolas”.

Hace unos cuantos domingos estuve en una misa con niños. Había niñas y niños de edades diversas, habituales en la catequesis de la parroquia en la que se celebraba la misa. Les acompañábamos: padres, madres, abuelos y abuelas; y, por supuesto, los hermanitos pequeños de los que ya van a la catequesis. Las familias es lo que tienen, que aportamos variedad en estos y otros temas.

La homilía, sin duda bienintencionada, resultó como para un colectivo de misa de siete y media, en día de diario, a la que asisten un 89% de mujeres incondicionales y el resto, hombres con el mismo adjetivo.

Se notaba en el ambiente la capacidad de desconexión que tienen los niños y lo mismo para conectar de nuevo si empezaba alguna oración cantada o tenían que colaborar en algo: ofrendas, leer las preces, etc.

Una vez bendecidos iniciamos el proceso de poner chaquetones, bufandas y gorros pues el frío era intenso, ya en la puerta, consulté mi reloj: ¡la misa había durado una hora y algo.

Antes de entrar en comentarios quiero compartir también una escueta conversación con un buen amigo sacerdote, entrado en años. Derivó la cosa en la utilización del latín en las liturgias. Él, en el seminario, había estudiado en latín. Recordó anécdotas de aquel tiempo; hizo hincapié en que la Palabra nos había sido transmitida en ese idioma.

Le recordé, con todo respeto, que antes del Latín se transmitió en griego, y si seguimos retrocediendo, Jesús, hablaba arameo, según nos han enseñado. Siempre ha habido traducciones según los tiempos.

Pero inmediatamente traje a colación que el Concilio Vaticano II acomodó al entender de todas las gentes la Palabra, abriendo la liturgia a los idiomas al uso de todos los pueblos, acercando al creyente a la Palabra dicha en su propio idioma. Es un logro de aquel Concilio y de las buenas traducciones hechas por los mejores entendidos.

Te estás preguntado qué tiene que ver una misa de niños con el uso del latín en diferentes actos litúrgicos. Es más de lo mismo.

Es necesaria una sincera transformación de la Liturgia. Para que eso suceda habrá que mantener todos los sentidos dirigidos al actuar de Jesús, que acomodaba al entender de la gente, la exposición de su palabra

La liturgia tiene que estar llena de Vida para transmitir esa Vida. Sin olvidar quienes forman el colectivo, mejor dicho, la comunidad que espera, receptiva; que quiere participar de forma creativa, que ha de prepararse, orando y meditando la Palabra para poder expresar y compartir esa Palabra.

Traigo aquí una experiencia de liturgia, idiomas, niños y adultos que he vivido varias veces en Taizé junto a mi familia o amigos. Orar con otros en los idiomas de todos; pequeñas oraciones a modo de mantra, en un ambiente de sencillez en el que todos pueden acomodarse para escuchar brevemente la Palabra y entonar la oración no importa en qué lengua.

Recuerdo también una oración de familias, con niños de todas las edades, en la que el silencio, la música de Migueli y la participación de todos, nos ensanchó el corazón. Mientras algunos de los más pequeños se durmieron acomodados en cojines dispuestos para la ocasión en aquella sencilla y bonita capilla en una casa de espiritualidad de las Religiosas del Sagrado Corazón.

Volviendo al texto de Mc 4, 36, se dirige de forma especial a un colectivo que tiene que ser especialmente instruido: “A sus discípulos se lo explicaba todo en privado”. Ellos tenían que ser preparados especialmente, serían los enviados a proclamar la Buena Noticia del Reino. Sabemos que llegada la última hora de Jesús no supieron ponerse a tono ante lo que sucedía, por mucha vida compartida que tuvieron con el Maestro. Faltaba que el Espíritu llegara en su día y la Palabra recibida ardiera por dentro y se transformara en una fuerza imparable que no podían ni querían contener.

La sencillez en la transmisión del Mensaje, previamente orado, meditado, rumiado… sin dejar de mirar a los que se congregan como iguales, con empatía, afecto, comprensión y mucho amor; más la actualización de gestos, textos, ceremonial, música, ornamentos, etc. serán el inicio de un nuevo camino en la Liturgia, en todos y cada uno de los momentos en que se reúne la comunidad eclesial: Eucaristía, Sacramentos, Oraciones, etc.

La Liturgia debe ser tierra donde crezcan parábolas de Vida siempre nueva.

Seguiremos…

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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