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“En los primeros siglos, cada comunidad tenía su propio Evangelio”

Viernes, 7 de abril de 2017
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Interesante entrevista que publica Religión Digital:

Autor de “San Justino, intelectual. Cristiano en Roma”, publicado por Ciudad Nueva

“No somos capaces de descubrir el Antiguo Testamento como promesa de lo que se cumple en Jesús”

“En este momento (siglo II), todavía no hemos llegado ni a las catacumbas, ahí se estructuran y vertebran los sacramentos. Y es el siglo en el que se congenia y se conjunta el canon de los escritos sagrados “

(Jesús Bastante).- Fernando Rivas Rebaque es profesor de Historia Antigua de la Iglesia y Patrología en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas y autor de numerosos libros. El último, “San Justino, intelectual. Cristiano en Roma” de Ciudad Nueva, el primero de una colección sobre los Padres de la Iglesia.

Escribes sobre cuatro de los padres de la Iglesia. Cuéntanos un poco.

En principio, es una colección que se llama “Conocer el siglo II”. La idea es, por qué tenemos que conocer este siglo y por qué es tan importante. La razón es que se trata de un siglo fundamental para la historia del cristianismo y de la iglesia.

De cuando la Iglesia sale de la catacumbas y empieza a expandirse.

En este momento, todavía no hemos llegado ni a las catacumbas. Estamos todavía en la periferia, en las urbes y en los grandes centros. Pero, siempre en los barrios más marginales, comenzando a constituirnos como unidad. Es cuando organizamos los ministerios y las estructuras de gobierno.

También, en este siglo se estructuran y vertebran los sacramentos. Y es el siglo en el que se congenia y se conjunta el canon de los escritos sagrados.

Se habla mucho del siglo IV, del concilio de Nicea y de Constantino como elemento fundacional, por así decirlo, de la Iglesia como nosotros la entendemos.

No, no. Qué va.

Cuéntanos un poco, entonces, qué importancia tiene el siglo II para entender el Cristianismo.

Los orígenes cristianos se sitúan en el siglo I, pero donde adquieren su rostro, más o menos como el que tenemos hoy con sus variantes, es en el siglo II. Es cuando nos organizamos como comunidad, en varias vertientes. La parte de los roles comunitarios, los ministerios, donde estarían los obispos diáconos y presbíteros. Cómo se organizan, fundamentalmente. Y no solo los roles comunitarios, también los rituales comunitarios, bautismo y eucaristía.

Antes ya estaban, pero de manera diseminada. Incluso la parte de los escritos fundacionales, nuestros canónicos, se van poco a poco vertebrando, para constituirse tal como los conocemos hoy, con ligeras variantes.

Por lo tanto, tenemos todo para conseguir y construir una comunidad. Además de esto, es un momento interesante para ver la relación con la sociedad y las relaciones comunitarias, ya que es un momento de una inmensa pluralidad.

La Iglesia nunca ha conocido tanta pluralidad como entonces. Era casi exageradamente plural, porque teníamos, por un lado la veta más judaizante, que querían volver al pasado. Por otro, la más gnóstica, de olvidarse del pasado y de vivir una especie de mitos más o menos como nueva era, muy espiritualizante. Y entremedias, tenemos “marcionitas” por un lado, que dicen que a olvidarnos del Antiguo Testamento. Más o menos, actualmente todos somos semi-marcionitas, porque el Antiguo Testamento, ni lo comentamos.

Eso de “marcionitas”, suena a otro planeta.

Sí, la verdad, suena fatal. Y luego, tenemos por otro lado a los “montanistas”, que son una especie de carismáticos, exaltados de la llegada inminente del reino. Y también entremedias, lo que se llama la “Gran Iglesia”, la comunidad católica, que se va organizando y estructurando como grupo predominante y que es el que vivimos hoy. Los otros grupos, fueron desapareciendo. Imagínate ese pluralismo hoy. Lo nuestro no es ni la décima parte de lo que fue.

Las diferencias que puede haber entre las distintas profesiones cristianas, hoy son menores.

Vamos, reducidísimas. No puedes ni imaginar, el mundo gnóstico hasta qué niveles llega; del Arjonte primero, del Demiurgo, que se constituye con el león…

Porque el mensaje de Jesús se tiene que inculturar en distintas comunidades, que cuentan con sus propios mitos.

Claro, lo que pasa es que una optan más por lo que sería la cultura ambiente, de corte muy espiritualista, gnósticos. Otros optan por el modelo, hasta ese momento tradicional, los judeo-cristianos.

En medio, hay unos que tienen una postura conciliadora incluyendo muchas corrientes. Porque el catolicismo no es una única corriente. Tiene corrientes de corte petrino, paulino, joánico, e incluso, ciertos judeo-cristinianismos más abiertos. Es una corriente muy plural, pero dentro de unos límites.

La tarea de conexión, de unión de unas corrientes y otras, debió de ser impresionante.

El encaje de bolillos, que es el canon, nos dice cómo es ese encaje en la vida cotidiana. Meter un evangelio como es el de Marcos, prácticamente pasión y resurrección, unos preámbulos, y una especie de resurrección minimalista, con el evangelio de Lucas, que está prácticamente todo estructurado, desde el nacimiento. Y con el evangelio de Mateo, que ve a Jesús como el nuevo maestro, y el de Juan, que es totalmente novedoso, con Pablo, que está incluido en las cartas… Unir todo eso, es un auténtico encaje de bolillos. Conseguir que nadie se sienta excluido, y que todo el mundo se sienta representado, es realmente difícil.

Por eso, el siglo II, es el periodo donde todo eso, que era muy magmático y empezaba a dispersarse, se va conjuntando. Y de ahí, la importancia de conocer el siglo II.

¿Y qué relevancia concreta tiene cada uno de estos autores?

En principio, son cuatro personajes dispersos. El primero, que es con el que tenía que haber empezado la colección, es Ignacio de Antioquía. Su muerte es entorno al 110. Prácticamente es un hombre de transición, y su perfil va ser de obispo.

Es el primero que dice cómo tiene que constituirse la comunidad: en obispo diácono y presbítero. Él estructura la jerarquía tal y como la conocemos hoy, si quitas las variantes superiores al episcopado.

Es, en cierta medida, como la organización civil romana.

Muy parecido, porque en la romana en la cúspide está el emperador, igual al obispo. El que aconseja al emperador en sus decisiones es el senado, que se puede igualar al consejo de presbíteros. Y después, tenía una especie de colegio de íntimos, de asesores, que se corresponden con los diáconos.

¿Y las diócesis?

Son muy posteriores, del siglo IV.

Entonces, digámoslo así, somos unos grandes recicladores; todo lo que vamos encontrando, lo adaptamos.

La palabra epíscopos, no es lenguaje eclesiástico, es lenguaje civil; son los supervisores de las distintas funciones cívicas. Y nosotros cogemos ese título, que no es nada religioso, para aplicarlo a los supervisores comunitarios. Y así con todo. Además, es muy interesante porque tenemos, del ámbito helenístico, los epíscopos, y del el ámbito judío, los presbíteros. Es una mezcla de tradiciones.

Lo único del cristianismo que le ha permitido el trascender durante tanto tiempo en tantas culturas distintas, aparte del mensaje de Jesús. Que le permitido introducirse y también generar cultura y sociedad.

Sí, digamos que somos la religión de la palabra. No del libro, que es diferente. Alguno habla de la escritura como esclerosis de la palabra. Necesaria, sí, pero en el fondo, la palabra tiene un dinamismo que no tiene la escritura.

Eso decía el Papa hace poco… Estabas hablando del primero, que sería Ignacio de Antioquía.

Sí, el primero, y con el perfil de obispo. El proyecto de conocer el siglo II, se compone de cuatro autores, y cuatro ciudades. Cuatro autores insertos en la ciudad donde viven, porque, si no, no tendría sentido. Y además, cada uno con un perfil diferente.

Son dos obispos, Ignacio e Ireneo. Y dos laicos, Justino y Clemente. Y los cuatro van a vivir en diferentes ciudades, que son clave para el Cristianismo y para el Imperio.

El primero, en Antioquía. Es la parte oriental, donde nace el Cristianismo como tal, o Jristianoi.

El segundo, Justino, el intelectual laico y cristiano, en roma, la capital. Por eso, he empezado por él, porque está en la capital y muchas cosas se entienden desde el segundo volumen.

El tercero es Irenio. Es otro obispo, pero ya no tan al inicio como Ignacio, sino casi al final del siglo, sobre el 160-180.

Para ver la evolución, supongo.

Sí. Y como te digo, es un perfil también de obispo. Pero un obispo muy curioso, porque es un intelectual. Una mezcla muy peculiar, con un carácter muy de estudio.

Y el último es Clemente, otro laico, esta vez en Alejandría. La fascinante Alejandría, con toda la intelectualidad.

Ireneo de Lyon, es en realidad, un emigrante. Es, como otros muchos emigrantes de la zona sobretodo oriental, un artesano buscando trabajo. Aterriza en una de las zonas con mayor efecto llamada de la época, la Galia. Y en concreto, la parte de Lyon, que es interior y navegable. Pero él es de Asia Menor, de la actual Turquía, que junto con Siria, son las dos grandes potencias que construyen el cristianismo en este periodo. Las dos grandes, innovadoras y creadoras, numéricamente, son las más pobladas de cristianos.

Justino, laico, en lo que después sería el centro de la cristiandad, en Roma. En el centro de poder del imperio de la época. En un momento en el que probablemente no debería ser demasiado fácil ser cristiano. ¿Qué es lo que aporta en su momento y lo que nos puede aportar actualmente?

En el siglo II, es el representante de lo que conocemos como padres apologetas. Una generación de intelectuales cristianos. Por primer vez, las comunidades cristianas disponen de intelectuales de talla capaces de dialogar con “los de fuera”.

Con este “los de fuera” quiero decir “el otro de fuera”, que sería el mundo pagano. Y con apología, defensa de las acusaciones y al mismo tiempo intentar conversiones.

“El otro de cerca”, serían los judíos, con los que hay un debate encarnizado en este periodo. Leer más…

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