Comentarios desactivados en “Antropoceno”, por Jaume Patuel Puig
Hay que intentar tener en lo posible una mirada o visión de la geo.político.económica no global, sino mundial. ¿Qué estado busca ser quien establezca la “paz mundial”? En la historia: la paz romana, la paz constantiniana, la paz cristiana, la paz americana. Pero todas, sin excepción alguna, la base ha sido la violencia, el dominio y la esclavitud. O dicho de otra forma: Abuso total de poder.Y ahora el poder financiero versus la soberanía de los estados o naciones.
Hoy, no hace falta insistir, la Humanidad (en mayúscula) está en plena crisis o nueva oportunidad para dar una respuesta diferente ante este desbarajuste. La crisis es de una dimensión como nunca ha estado en la historia humana o un paso tan fuerte como el que hubo del paleolítico al neolítico. La prepotencia del tecnocapitalismo, la inteligencia artificial (IA) o tal vez la memoria artificial (MA) que ya en los años 1950 había abierto la puerta al dilema: Aumentar o mejorar, ¿nos ha llevado o nos ha abierto a una nueva visión? Aumentar su potencia era la guía de la Humanidad, es decir, la Humanidad al servicio de la técnica (que es lo mismo que decir al servicio de la éliteplutocracia, que quiere aumentar la producción). Omejorar y poner la técnica al servicio de la Humanidad por parte de los poderes del Pueblo que quiere mejorar la vida. Cito los nombres de este dilema: Brody y Negroponte (Le mondediplomatique, en español… nº 346, agosto de 2024). He dibujado una sencilla pincelada global para aterrizar en la acción local.
Pues bien, este nuevo paradigma nos está engendrando un nuevo tipo de ser “ser humano”: antropoceno. La etimología de esta palabra griega es: antropos, hombre o ser humano; kainos, nuevo o reciente. Este sustantivo, a partir del año 2000, fue popularizado por el químico holandés Paul Crutzen, ganador del premio Nobel de química, 1995, por designar una nueva época geológica caracterizada por el impacto del hombre sobre la Tierra. Y de ahí la gran lucha por conservar el planeta tierra.
Hechas estas aclaraciones, empezamos “un nuevo curso”. ¿Nuevo en qué? Lo que sí siempre es nuevo cada curso es que todo el alumnado tiene un año más y en principio el alumnado pasa al otro peldaño o curso de la enseñanza, no de la educación. Confusión de términos desgraciadamente. El alumnado está inmerso (2006-2024, es decir desde 3 meses a 18 años) en un sistema donde se siente una perplejidad considerable y con un profesorado, en términos generales, confundido y con una consejería, que da la impresión, de no estar nada concienciada de la problemática.
Entonces el gran cuodlibeto actual podría ser: ¿Qué hacemos? ¿O qué pueden hacer?
¿Qué hacemos los padres, los abuelos para respetar al profesorado, la autoridad de la maestría o de la profesión de enseñar? Y ahí hay de todo. Debemos tener cuidado con las estadísticas y con la intoxicación televisa. No todo va tan mal. Hay personas del sistema que dejan la piel, vocacionalmente.
¿Qué puede hacer la “Conselleria”? Prestigiar, defender, empoderar a todo el profesorado, darles el rol de faros, orientadores y que tengan los medios de estar al día. El dilema ante la técnica: ¿fin o medio?
¿Qué pueden hacer los que enseñan? Uno de los aspectos que pueden hacer es entusiasmar al alumnado a ser críticos en todo, de forma respetuosa, hablando, dialogando… Como dice un proverbio: “Las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran“.
¿Y el alumnado? Aquí entra en juego la familia, sea el modelo que sea. Debemos educarlo en la constancia, en una vida real, no fantasiosa, que no quiere decir que no haya ilusiones y metas, a enfrentarse con los fracasos porque siempre habrán y sacar lecciones, a pensar por sí mismo, aprender hacer silencio para encontrar los valores en su interior y una buena capacidad crítica. Y otros valores o si se desea ayudarle a construir “una escala de valores” (=una axiología).
De todo esto puede emerger el antropoceno… pero a veces como tiene más peso lo artificial que lo natural, se fabrica el antropoide, es decir, “similar al ser humano”. Éste reemplazar al ser humanopuede comportar esclavitud para la mayoría de la humanidad.
Y concluyo mi reflexión al inicio de este nuevo curso para emerger un verdadero antropoceno con un pensamiento de un autor de hace más de 2.500 años: LaoTsé:
“El viaje de mil millas comienza con un solo paso.”
Y otro pensamiento de Ángela Duckworth (1970…), psicóloga, profesora de universidad:
“El talento es importante, pero el esfuerzo es dos veces mayor que el talento”.
Y sin olvidar nunca que debemos sentir este “antropoceno”, que no es un “antropoide” (similar a un ser humano), en todas sus dimensiones, básicamente la más profunda: sentirse que es y forma parte de este pluriverso más que universo. Y frente a nuestra también profunda ignorancia de esta profundidad, nos conviene recordar la frase de Confucio:
“Lo que conoces, nómbralo. Lo que no conoces, reconoce que no lo conoces. A esto se llama sabiduría.”
El antropoceno debe ser holístico: Integrar todas las dimensiones del ser humano sino no es nuevo.
Comentarios desactivados en “Menos victimismo y más Evangelio”, por José María Marín
De su blog El coraje de levantarse/Fragilidad espiritual:
“¿Es acaso más real la presencia de Jesucristo en el sacramento del altar que en el hermano de carne y hueso?”
“¿Por qué tanta indignación frente a lo “sagrado” y tan escasa reacción cuando se ofende a Dios en la dignidad de las personas? ¿Por qué parece ser más ofensiva y grave una burla a la Eucaristía que la profanación de millones de vidas humanas en las guerras, el hambre o las migraciones forzadas?”
“Hay incluso quien aprovecha para hacer apología subrayando las bondades de la religión cristiana, la nuestra, comparándola con el resto de confesiones religiosas. Argumentan que estas burlas se hacen solo con la religión cristiana porque es la ‘única que perdona las ofensas'”
“Necesitamos diálogo, no para convertir a los demás, ni mucho menos para someterles con la fuerza, sino para aceptarnos mutuamente y caminar juntos”
La fiesta pagana de los dioses del Olimpo representada en la ceremonia Inaugural de los Juegos Olímpicos de París, inspirada según el encargado de su organización Thomas Jolly, en la obra El festín de los dioses (1635-1640), de Jan Hermansz van Bijlert, ha sido interpretada por muchos católicos como una burla a la religión cristiana, supuestamente inspirada en la obra de Leonardo da Vinci (1452/1519), una de las múltiples interpretaciones de la Última de Cena de Jesús con sus discípulos.
Visto los resultados tal vez podríamos admitir que la escenificación sobre las aguas del Sena en París fue de mal gusto, gratuita y fuera de lugar. La intencionalidad y la importancia del hecho es bastante más subjetivo. Ahora que parecen calmados los ánimos y el ruido, será bueno hacer algunas reflexiones sobre tanta “indignación” y acerca de esas “reacciones” de los defensores a ultranza de la religión.
Cada vez que asistimos a una de esas aireadas ofensas contra la fe, se producen en cascada todo tipo de reacciones de grupos cristianos y comunicados institucionales para defender la religión. Ante tanto ofendido y ante el victimismo de sus argumentos, surgen siempre las mismas dudas: ¿son lamentaciones sinceras o son reacciones ideológicas preconcebidas y provocadas? ¿Nos molestan realmente las presuntas ofensas a la fe o es nuestro orgullo el que se siente ninguneado con esas faltas de respeto? ¿Por qué tanta indignación frente a lo “sagrado” y tan escasa reacción cuando se ofende a Dios en la dignidad de las personas? ¿Por qué parece ser más ofensiva y grave una burla a la Eucaristía que la profanación de millones de vidas humanas en las guerras, el hambre o las migraciones forzadas? ¿Es acaso más real la presencia de Jesucristo en el sacramento del altar que en el hermano de carne y hueso?
Menos victimismo…
Pareciera que hay quien está en estado de alerta permanente, dispuesto a enfrentarse, no siempre de manera pacífica y educada, a quienes piensan y manifiestan su opinión sobre nuestra religión y nuestras instituciones. Hay incluso quien aprovecha para hacer apología subrayando las bondades de la religión cristiana, la nuestra, comparándola con el resto de confesiones religiosas. Argumentan que estas burlas se hacen solo con la religión cristiana porque es la “única que perdona las ofensas”.
Pero no es cierto: prácticamente todas las grandes religiones plantean el perdón como una de las virtudes esenciales: el Islam, por ejemplo presenta a Dios como “el Perdonador y Misericordioso”; el Budismo subraya que perdonar consiste en despojarse de todo resentimiento y hostilidad hacia el otro. Mahatma Gandi abogado hinduista indio defendió la desobediencia civil no violenta y el perdón, como expresión del amor divino y camino de liberación interior … y así podríamos seguir. Hasta la psicología, considera el perdón como actitud que capacita a la persona “herida”, en el cuerpo y/o en el alma, para desprenderse del rencor y la ira, sentimientos profundamente dañinos para la salud mental. Merece la pena advertir, además, que “obras son amores, que no buenas razones”.
Y aunque es justo y saludable reconocer que, poco a poco, todos estamos aprendiendo a perdonar, no es menos cierto que todavía son muchos los creyentes, y no creyentes, que siguen viendo más virtud en perseguir y condenar al pecador, al blasfemo y el disidente que en tratar de conseguir la reconciliación. Será bueno reconocer que queda mucho camino por recorrer y que son pocos los que en esto se suben, como medallistas, al pódium de las Olimpiadas del espíritu.
Más espiritualidad cristiana.
Antes de tratar de defender a Dios, con vehemencia y descalificaciones –ya no digo con violencia, que haberla hayla-, nos vendría bien utilizar la imaginación, que nos propone Ignacio de Loyola en los Preámbulos de sus famosos Ejercicios Espirituales, para aplicarla en la recreación de la escena del Ecce Homo en el relato de la Pasión del Señor en el evangelio de Juan (19,5).
La imaginación facilita un marco sensible para sentirse parte integrante de la escena. La recreación imaginaria de la escena, nos proporciona un punto de referencia concreto y personal, valiosísimo para evitar convertir nuestra contemplación en algo etéreo. Sugiero seguir el consejo del Titán del espíritu (Iñigo de Loyola) a la narración de una de las experiencias especialmente humillante para Jesucristo (el hombre y el Dios encarnado).
¡Este es el hombre! Dijo temblando el todopoderoso Pilatos. No hay en los relatos de los evangelios una escena más pretendidamente burlesca y denigrante para Jesús, para sus discípulos y para el pueblo, que el espectáculo montado por Pilatos, en la Inauguración de aquella pascua judía del inicio de nuestra era. Pero lo realmente novedoso y sorprendente no fue la “ofensa” sino la reacción del “ofendido”: sus silencios y la dignidad con la que Jesús se enfrentó a la pretendida burla, terminó humillando a su agresor. Hay silencios que liberan. Este fue uno de los más grandes de la historia.
Estoy convencido, como decía san Agustín, que “vale más una lágrima derramada en memoria de la Pasión de Cristo” que todas esas defensas de la fe, airadas y lo estoy, sencilla y llanamente, porque la verdadera Pasión de Cristo se sigue produciendo cada día en millones de víctimas inocentes, sin que parezca (como lo es), el mayor desprecio y la más grande profanación del Cuerpo (la persona) y la Sangre de Cristo (su vida). Y estas “profanaciones a la presencia real de Jesucristo” en la tierra, ni los medios, ni las redes, ni los defensores de la fe, parecen despertar tanto interés. “Los creyentes, cuando quieren ver y palpar a Jesús en persona, saben a dónde dirigirse, los pobres son sacramento de Cristo, representan su persona y remiten a él” (Francisco, V Jornada Mundial de los Pobres, 14 de noviembre de 2021).
Antes de convertirnos en defensores apologetas de la fe y la religión cristiana nos vendrá bien recordar, lo que sucedió en el Huerto de los Olivos y recordar cómo terminó la cena y cuál fue la despedida de Jesús. La cena finalizó con el gesto más sorprendente que se pudiera espera de divinidad alguna: arrodillándose, ante los hombres, sus discípulos, para lavarles los pies. Y la despedida no pudo ser más elocuente y clarificadora para el tema que nos ocupa: Pedro, queriendo defender a Jesús del tropel de gente que venía a aprenderlo con palos y griterío, cometió la mayor torpeza que pudiera consumar alguien que instantes antes había estado sentado a la mesa compartiendo con Él sus confidencias, el pan y el vino de su última cena. Pedro, que pensaba como los hombres y no como Dios (Marco 8,27), reaccionó “desenvainando la espada con la que iba armado dio un tajo al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha” (Juan 18); Jesús lleno del espíritu de Dios, “reaccionó” diciendo “¡mete tu espada en la vaina!” (Juan 18,20). Sin titubeos Jesús dejó bien claro que, ni a Él ni a su causa, se le defiende con las armas, ni con violencia alguna.
Al Evangelio de Jesús debemos apuntarnos todos, si queremos “reaccionar” ante las supuestas burlas y agresiones contra la fe, actuar en coherencia espiritual y práctica con Él.
De lo anecdótico a lo esencial
La polémica olímpica, aireada en exceso por unos y por otros, no pasa de ser –en mi modesta opinión- una anécdota menor, más o menos desafortunada, pero insignificante si la comparamos con los verdaderos problemas de la Iglesia y del mundo. Lo mismo muchas de las reacciones han sido igualmente desafortunadas, aunque no tan insignificantes. Estas sí son significativas, cuando las valoramos desde el seguimiento de Cristo, la fe y las consecuencias que tienen para la credibilidad de la Iglesia y su diálogo con el mundo.
En este sentido, el episodio ha puesto de manifiesto, una vez más, algo que me parece importante: la siempre inadecuada relación de la Iglesia con el movimiento social LGBT+, cuya legitimidad (contra la discriminación y en favor del reconocimiento de derechos de las personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero y transexuales) es incuestionable y en muchos sentidos loable. La diversidad de orientaciones, identidades y características sexuales forma parte de nuestra realidad biológica y social. El desafío, para todos, será cómo encontrar una relación adecuada basada en el respeto, la comunicación y la ayuda mutua. Además, los creyentes no deberíamos olvidar que, entre todas estas personas hay muchos, católicos, cristianos, hermanos en la fe que esperan y merecen de la “madre Iglesia”, acogida y respeto profundo más allá de cualquier otra consideración.
Quizá deberíamos preguntarnos: ¿Porqué el colectivo LGBT+ se manifiesta en general tan alejado de la Iglesia, agresivo y combatiente? ¿Tenemos nosotros, (laicos, clero y jerarquía de la Iglesia) alguna responsabilidad? A la comunidad cristiana en su conjunto corresponde escuchar (en tiempos de sinodalidad más si cabe) y acoger a todos. Pero esto no está siendo siempre así. Son numerosas las personas que todavía tienen que seguir soportando discursos de odio y ver como la homosexualidad se señala como una enfermedad que se puede revertir. No son pocos los que, incluso siendo menores, han sido sometidos a falsas terapias de conversión, ilegalizadas en nuestro país.
¿Qué decir de la pederastia y los abusos sexuales? Deberíamos reflexionar profundamente: ¿cuántos miembros de este colectivo LGBT+ han sido víctimas de este horrible delito, niños/as inocentes heridos en sus cuerpos y en su alma para toda la vida? ¿Cuántos de ellos no denunciaran los hechos, convencidos de que sufrirlo en silencio o llevárselo a la tumba es lo mejor para ellos mismos, para sus familias y para la misma Iglesia a la que pertenecen y aman? Dudo de que silenciar o minimizar la gravedad de estos hechos sea lo más honesto y lo más evangélico. Hay silencios que matan, que se instalan en el alma, provocan insomnio, paralizan y entristecen (también los silencios cómplices son difíciles de llevar), lo que no decimos nos mata poco a poco. Romper el mutismo y la ceguera institucional, en la sociedad y en la Iglesia, es uno de los desafíos más importantes para evitar nuevas víctimas. La verdad os liberará (Juan 8, 32) parece ser la respuesta de Jesús a los que habían creído en Él, le escuchaban y le seguían, en este gravísimo tema parece que, también, pensamos y actuamos más como los hombres que como Dios.
Resulta bastante comprensible que un colectivo al que, una y otra vez le damos con la puerta en las narices, se aleje de todo lo que tiene que ver con una Institución que lo bendice todo, con ritos y ceremonias más o menos solemnes (aguas, casas, animales y hasta dictadura, armas y ejércitos…), pero se niega a bendecir la vida, el género y el amor de hijos del mismo Dios.
Así, pues, me ratifico: menos lloriqueo y más espíritu evangélico.
Frente al ninguneo de la fe y cualquier otro fracaso pastoral no estaría de más recordar aquel episodio bíblico en que Elías, abatido y sin fuerzas para vivir, escuchó la voz del Señor: “Levántate, come, que el camino que te queda es largo y superior a tus fuerzas” (1 Reyes 19, 7). Una vida interior bien alimentada y sana, arraigada en el encuentro con Jesucristo, nos permitirá seguir adelante, en pie, sin complejos… orando unos por otros, porque orar es lo contrario de pasar a la ofensiva, las descalificaciones y la violencia. Desde el corazón y sin ideologías ciegas, aprenderemos a no negar las evidencias y descubrir caminos de encuentro y fraternidad universal. Necesitamos diálogo, no para convertir a los demás, ni mucho menos para someterles con la fuerza, sino para aceptarnos mutuamente y caminar juntos. El camino es largo y superior a nuestras fuerzas. Lo es para todos: para quienes nos sentimos ofendidos y para quienes por manifestarse como son y reivindicar sus derechos se ven sometidos a toda clase de vejaciones y burlas.
A Dios se le defiende amando, porque “el que no ama, no ha conocido a Dios” (I Juan, 4,8); a Jesucristo se le defiende sirviendo, porque ”este Hombre no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por todos” (Mateo 20,28); y a la fe católica verdadera se la defiende más con obras que con palabras, porque “como el cuerpo sin el aliento está muerto, así está muerta la fe sin obras” (Santiago 2, 26). El camino continúa, corresponde a la Iglesia, a los discípulos de Cristo, “nacer de nuevo”, en cada momento y en cada acontecimiento de la historia sin olvidar que todos los bautizados hemos sido ungidos con el Espíritu del Resucitado, “para desterrar de nosotros toda amargura, ira, enfados e insultos y toda maldad” (Efesios 4, 30).
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Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
En la fiesta de San Ignacio de Loyola
01.- DATOS BIOGRÁFICOS DE SAN IGNACIO
San Ignacio nace en Loyola, Azpeitia, en 1491. Militar en su juventud, cayó herido en 1521 en combate en la batalla de Pamplona frente a navarros y franceses que apoyaban el reinado de Enrique II de Navarra. En la larga convalecencia de Azpeitia comienza a fraguarse su conversión, que quedaría plasmada en Manresa en 1.522. De esta época data su obra “Ejercicios Espirituales“: especialmente su primera meditación: “Principio y Fundamento”.
Tras una peregrinación a Tierra Santa estudiará teología en Barcelona, Alcalá, Salamanca y París. En la Universidad de la Sorbona de París conoce a Francisco de Jasso y Azpilicueta: San Francisco Javier. Será en París donde se encuentra con un grupo de jóvenes compañeros universitarios: Pedro Fabro, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás Bobadilla, etc. y en 1.534, el día de la Asunción en una capilla de Montmartre de París hacen los votos con la intención de marchar a Tierra Santa, pero si no podía hacerse este viaje antes de un año, marcharían a Roma para ponerse a disposición del Papa. En 1.540 el papa Paulo III aprueba solemnemente este nuevo movimiento religioso: La Compañía de Jesús, que junto con los “Ejercicios” es la segunda gran obra de San Ignacio. San Ignacio muere el 31 de julio de 1556 en Roma, donde está enterrado en la Iglesia del Gesù, (entre la segunda y tercera etapa del Concilio de Trento).
02.- “HOY LAS CIENCIAS ADELANTAN QUE ES UNA BARBARIDAD”
Es tradición que el gobierno vasco acuda a la basílica de Loyola por la fiesta de San Ignacio.
Hace todavía no muchos años, (¿20?, más o menos) el diputado general de Guipúzcoa, no entró en la basílica y se quedó dando cuatro pasos por la escalinata de la misma. Alegaba -para quedarse fuera sin entrar al acto religioso- el laicismo en el que viven la sociedad y la política actuales.
Dejando de lado cuestiones como el respeto al pueblo que representa, a la traditio de un pueblo, respeto a la libertad de expresión y admitiendo de buen grado una política y un estado laicos, me preguntaba y me pregunto si esa actitud constituye progreso, avance y mejoría de una comunidad humana, de un pueblo…
También hemos de preguntarnos qué nos ha pasado para que de los tiempos de San Ignacio a hoy se hayan producido estos cambios culturales-religiosos tan brutales y la fe “haya quedado fuera”…
¿A mayor progreso económico, político, cultural, mejor menos fe y religión?
Igualmente podemos preguntarnos si un pueblo es más noble, más sano, más libre cuando dinamita su traditio y su fe.
Yo creo que romper con nuestro pasado no significa progreso ni mejoría.
¿Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad?
03.- PRINCIPIO Y FUNDAMENTO (*)
La primera meditación de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio es -probablemente- la piedra angular y lo más importante de la vida de San Ignacio y de toda existencia humana.
¿Cuál es cimiento de nuestra vida, cuál es el fundamento de la vida, ¿Por qué y para qué vivo?
¿El “principio y fundamento” de la persona y de un pueblo es la patria, la etnia, el desarrollo económico, el nivel de vida, el armamento que posee?
No lo creo.
Podemos tener la mayor y mejor industria del mundo, un altísimo nivel de vida, un bienestar económico y social, pero como no tengamos cabeza: principio y fundamento, perderemos el aliento vital, la piedra angular que fundamente nuestra vida
El principio y fundamento de la existencia es Dios. Quien sabe que viene de Dios y hacia él va, ya sabe mucho y definitivo sobre la existencia
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(*) Principio y Fundamento:
“El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse de ellas, cuanto para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados”.
En estos tiempos de LGTBIfobia asesina en muchas partes del mundo, de pérdida de derechos como consecuencia de la entrada de la extrema derecha en las instituciones y gobiernos (Argentina, El Salvador, algunas comunidades autónomas de España…) como vemos casi a diario en esta página Cristianos Gays, esta Semana será muy, muy diferente… Para algunos será una semana de retiro, para alguno, quizá, de vacación y ocio. Para otros, semana de fe y de oración, de Cristos yacientes y Dolorosas con lágrimas en los ojos y espadas en el corazón.
Pero si el pueblo recuerda a Jesús no es porque sufrió y murió, sino porque resucitó. Nadie evoca ni celebra la muerte de un fracasado. Ni se entiende el dolor del Viernes Santo, sin la apoteosis del Domingo de Resurrección. Por eso, la Semana Santa, no puede considerarse como una enfermiza y caduca forma de recrearse en el dolor, sino como afirmación rotunda y gozosa de que, a través de la Cruz, se llega a la Pascua. Que es Luz, Vida y Esperanza para los creyentes. Es la base de nuestra fe cristiana.
Hay algo que los cristianos debemos evitar en Semana Santa: convertirnos en meros espectadores de la Pasión. A este Dios sólo se le entiende cuando sabemos amar a los que sufren, acercarnos a ellos y compartir su Pasión. Como la Verónica y el Cirineo del Evangelio. La Semana Santa es buena ocasión para mirar a nuestro derredor, porque son muchos los cristos anónimos que cargan con su cruz y suben al Calvario. Arrimar el hombro al dolor de este mundo es el mejor modo de resucitar con Él.
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Hay que salvar a Dios
En 1972, Maurice Zundel fue llamado al Vaticano por Pablo VI para predicar en el retiro de Cuaresma. Místico, teólogo, Maurice Zundel es un verdadero profeta del siglo XX. En palabras del abbé Pierre: “Con él, nos encontrábamos en presencia de Alguien. Por su misma persona accedíamos casi naturalmente al misterio de Dios. A lo absoluto “.
Os invitamos a seguir con Maurice Zundel, paso a paso, hasta Pascua …
Cristo en Auschwitz
Porque la Pasión de Jesucristo revela en el tiempo el amor eterno de Dios para con el hombre, Dios será eternamente crucificado mientras haya un único ser, una sola criatura que diga no. No hay parcialidad en Dios. Dios no es una madre que discierne entre sus hijos; cada criatura es el objeto de una ternura infinita y, mientras haya una sola que no sea recogida en las cosechas eternas, Dios será crucificado. Esto es el Infierno, el Infierno de Dios, el Infierno en la luz de la Cruz, el Infierno al cual condenamos a Dios y del cual absolutamente hay que librarlo. Es la única manera de escuchar la llamada de la Cruz. No se trata de un sacrificio ofrecido a Moloch por un inocente acosado y abandonado, se trata de esta inocencia del Dios revelado en Jesús. Se trata de la Pasión de un Dios que es madre, infinitamente más que todas las madres, y cuya justicia maternal contiene esta sustitución de la inocencia infinita a la culpabilidad ilimitada. Y si esto es verdad, hay que revertir absolutamente todas las perspectivas: no es a nosotros, es a Dios a quien hay que salvar. Hay que salvar a Dios de nosotros mismos, como es necesario salvar la música de nuestro ruido, la verdad de nuestros fanatismos y el amor de nuestra posesión. La Cruz finalmente es la cicatrización de todas las heridas que Dios no ha cesado de soportar en el curso de la Historia, ya que todos los males y las catástrofes que afectaron el Universo, la Vida y la humanidad, fueron otras tantas heridas en el Corazón de Dios.
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(David Trullo+Ecce Homo)
Señor Jesús, Tú que consentiste que te hirieran, gracias por venir para habitar mi gran herida. Dame la gracia de abandonarme en Ti en la confianza, Tú que conoces el peso de los días y la dureza del camino …
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De su blog La Iglesia se hace diálogo:
El Evangelio en una sociedad laica y en la ambigüedad del mundo (IV)
“En esa cultura la fe o experiencia cristiana propone otra salida: todas las personas estamos siendo originadas y sostenidas por una Presencia de amor. Somos amadas. Ahí radica nuestra dignidad inviolable”
“Pero otros pensadores también humanistas creyeron necesario prescindir de la existencia de Dios de cualquier forma de religión”
“En esta fe o experiencia cristiana, el misterio que llamamos Dios no aminora ni elimina la consistencia y la dignidad del “yo” humano, sino que es fundamento y razón última de nuestro ser y de nuestra existencia”
“En el siglo pasado y en éste, se han visto y estamos viendo los desastres generados por este “super-hombre” en el nazismo, en el fascismo, en el comunismo y en el capitalismo salvaje“
“El principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana” (Vaticano II)
Según la fe cristiana, en la conducta de Jesucristo se revela el ser humano libre y autónomo, pero desde su enraizamiento en el “Abba”. En su forma de vivir y de morir, manifestó que el ser humano es centro, sujeto capaz de pensar y decidir por sí mismo; su vida digna es antes que todas las normativas, aunque sean religiosas. Pero no es centro absoluto; está fundamentado en Dios y, si niega su condición de criatura, se destruye
1. Soy amado, luego existo
Con los rápidos y profundos cambios culturales en las últimas décadas, los seres humanos quedamos al aire, caminamos en la incertidumbre sin saber hacia dónde mirar. Nos vemos puestos en manos de nuestra propia decisión y lógicamente nos preguntarnos por nuestra identidad, dónde fundamentar nuestro “yo”.
En la prieta etapa de la modernidad se propuso como fundamentación y valoración de la persona la capacidad de pensar por su cuenta: “pienso, luego existo”. Después pasó a primer plano la dimensión afectiva: tener sensaciones fuertes de placer. En la sociedad consumista funciona otro criterio: soy persona respetable y respetada, “si gano mucho dinero y compro lo que me apetece”.
Estas y otras parecidas propuestas en una cultura de superficialidad, no dejan satisfechos a las personas que cada vez experimentan el vacío y la falta de sentido en la vida. En esa cultura la fe o experiencia cristiana propone otra salida: todas las personas estamos siendo originadas y sostenidas por una Presencia de amor. Somos amadas. Ahí radica nuestra dignidad inviolable
2. ¿Humanismo sin Dios?
Tomás de Aquino abrió las puertas a la modernidad, afirmando la dignidad singular de la persona humana que, dentro del mundo, es medida de todas las cosas. Pero la centralidad de la persona humana se fundamenta en una Presencia de amor que la origina y constituye.
En la primera etapa de la modernidad hubo notables humanistas –Francisco de Vitoria, Martín Lutero y Erasmo de Rotterdam – que contaban con Dios como realidad fundante. Pero otros pensadores también humanistas creyeron necesario prescindir de la existencia de Dios de cualquier forma de religión. Los ilustrados proponen que la persona humana no sea medio utilizado sino fin en la organización social, que actúe como mayor de edad, que no admita más que lo que racionalmente sea demostrable, y Dios queda fuera de esa racionalidad. Esa visión fue la premisa para los filósofos de la sospecha, humanistas ateos en el siglo XIX que siguen dejando su huella en nuestros días.
Se dirá con razón que estos pensadores parten de una recepción de la divinidad que no es la revelada en Jesucristo que invoca a Dios como “Abba”, amor infinito. Su ateísmo no es muchas veces más que negación de una falsa imagen de la divinidad así como la condena de una religión cristiana ilógica consigo misma. Pero ante los descalabros de esa pretensión humanista que pone a la persona como centro absoluto, hay que buscar otra salida
3. Hacia un nuevo humanismo
Según la fe cristiana, en la encarnación no se aminora la psicología, la libertad y autonomía del hombre Jesús, sino que se promueven. Y la encarnación continúa de algún nodo en toda persona humana, cuya consistencia y dignidad tiene su fundamento en esa Presencia de amor que la origina y sostiene.
En esta fe o experiencia cristiana, el misterio que llamamos Dios no aminora ni elimina la consistencia y la dignidad del “yo” humano, sino que es fundamento y razón última de nuestro ser y de nuestra existencia.
Observación de gran actualidad para un cristianismo reducido a cumplimientos religiosos, a una moral de miedo y esclavitud, a una inserción individualista en la organización social, a cristianos obsesionados por su seguridad, sin preocuparse de qué será de los otros desvalidos e indefensos. En el fondo esos que se dicen cristianos son teístas, creen en una divinidad inventada o imaginada por ellos; pero no viven la fe experiencia de la encarnación: Dios presencia de amor en condición humana.
El 7 de diciembre de 1965 Pablo VI en la clausura del Concilio matizó bien las bases del nuevo humanismo desde la fe cristiana.
“La iglesia del Concilio, sí, se ha ocupado mucho además de sí misma y de la relación que la une con Dios, del hombre tal cual en realidad hoy se presenta”. Y se refiere al humanismo que busca la centralidad de la persona humana, descartando a Dios y a la religión: “El hombre no solo se hace centro de todo su interés, sino que se atreve a llamarse principio y razón de toda realidad…; el hombre super-hombre de ayer y de hoy, y por lo mismo frágil, falso, egoísta y feroz…; el humanismo laico y profano ha aparecido, finalmente en toda su estatura”
En el siglo pasado y en éste, se han visto y estamos viendo los desastres generados por este “super-hombre” en el nazismo, en el fascismo, en el comunismo y en el capitalismo salvaje. Se impone la ley del más fuerte porque los humanos, olvidando nuestra condición de criaturas, pretendemos ser absolutos como si fuéramos dioses. Son las consecuencias de un humanismo idealista que aparenta ignorar la debilidad de esta condición.
Y Pablo VI continúa: “La religión de Dios que se ha hecho hombre, se ha encontrado con la religión –porque tal es- de hombre que se hace Dios”. El anhelo de más humanidad en que todas las personas sean fin y no medio queda burlado por personas, grupos o pueblos contaminados con la pretensión de ser absolutos y actuando como si fueran una divinidad intocable. La ideología imperialista se infiltra en todos los ámbitos e impide hoy el crecimiento en humanidad.
“¿Qué ha sucedido al encontrarse la Iglesia del Concilio con este humanismo? ¿un choque, una lucha, una condenación? Podría haberse dado, pero no se produjo. La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio. Una inmensa simpatía lo ha penetrado todo. El descubrimiento de las necesidades humanas – y son tanto mayores cuando más grande se hace el hijo de la tierra- ha absorbido la atención de nuestro sínodo”.
Y el papa concluye: “Vosotros humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conceded a la Iglesia siquiera este mérito reconociendo nuestro nuevo humanismo. También nosotros –y más que nadie-somos promotores del hombre”.
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Y al entrar en el templo…
Demasiados monseñores y excelentísimas,
demasiados vicarios y reverendísimas
para ser espacio de igualdad y libertad;
¡ y cuántos padres para vivir en fraternidad,
cuando Tú nos dijiste que sólo aceptáramos
y llamáramos así a quien hace salir para todos el sol
y nos da gratuitamente su ternura y amor !
Demasiados títulos, honores y poderes,
demasiadas intrigas, prebendas e intereses
para ser casa solariega familiar;
¡ y cuántos códigos, normas y leyes,
burocracia, papeles e imposiciones
para ser posada de abrazos y acogida
para quienes andan necesitados !
Un espacio abierto que se amuralla,
un oasis que ya no atrae ni serena,
un refugio que cierra sus puertas y ventanas,
una barca para náufragos que anda a la deriva,
una casa solariega que exige reserva,
una viña con lagar que no alegra…
¡ ya no es lugar de Dios ni de oración !
Yo quiero una Iglesia en la que se pueda respirar,
que tenga pastores que huelan a oveja,
que acoja y defienda a emigrantes y sin papeles,
que se embarre con los que no pueden limpiarse,
que tenga un aire festivo y alegre,
que sus puertas permanezcan abiertas
aunque no haya dueños ni porteros vigilantes…
Quiero una Iglesia que sea templo de Dios,
lugar de encarnación,
punto de encuentro,
casa de fraternidad,
fábrica de sueños y proyectos,
experta en humanidad…
¡ no cueva de ladrones ni refugio de vividores !
Los números árabes, también conocidos como cifras arábigas, se introdujeron en la cultura occidental alrededor del siglo X. Fueron introducidos en Europa principalmente a través de los contactos con los matemáticos árabes durante la Edad Media, y se difundieron rápidamente por su eficacia y versatilidad en comparación con otros sistemas numéricos utilizados en ese momento en Occidente. Este sistema numérico, que incluye el cero, transformó completamente la forma en que se hacían los cálculos y las operaciones matemáticas, y es la base del sistema que utilizamos hoy en día. Y la numerología siempre ha visto y ha considerado los números en algunas culturas como significativos.
Por tanto, los números son creación humana e intuimos que pueden indicar una realidad para saber situarnos en la Historia. Siempre una interpretación o lectura subjetiva para humanizarse más.
No olvidemos que fuera de la mente no existe nada que sea sagrado o profano o impuro. Todo depende de qué relación nos construyamos. Y esta construcción la hacemos desde el mundo emocional, y básicamente desde el inconsciente y no sólo el subconsciente, teniendo en cuenta además las necesidades para sobrevivir y como también para vivir, que es imprescindible. Recordemos lo que nos dice un buen filósofo, Baruq Spinoza (1632-1677): “He comprendido los afectos humanos, como son el amor, el odio, la ira, la envidia, la gloria, la misericordia y las demás afecciones del alma, no como vicios de la naturaleza sino como propiedades que le pertenecen como el calor, el frío, la tormenta, el trueno y otras cosas por el estilo a la naturaleza del aire”.
Y la numerología a pesar de no ser científicamente estricta puede despertar en el mundo emocional muchas ondas u oleajes que pueden ayudar a comprender otras reacciones que sobrepasan la lógica aristotélica o los cálculos científicos. Mi pregunta es: ¿Qué diría la inteligencia artificial? Lo dejo de momento a un lado aunque se habla mucho, y con mucha razón. Un gran desafío.
El número 2024 da como suma un 8. El 8 es ya un dibujo de dos ceros: plenitud vacía. Y unidos hacen más fuerte esta plenitud interior, que todo ser humano vive y constata, pero no sabe cómo mirarla. Y ahí está el problema. ¿Cuántos caminos bienacertados y otros, letales? ¿Cuál será el camino de la plenitud interior de 2024=8?
También se le puede contemplar, incluso el dibujo arábigo acompaña, una equilibración. Un constante equilibrio dinámico en marcha. ¿Cómo se piensa ir o llevar este llamado año nuevo?
Además, el 8 puesto horizontalmente nos reenvía el símbolo del infinito. No hay fin, pero todo Ser Humano es finito, temporal y espacial en su ego. Pero cuando el ego toma conciencia de sí mismo, se siente sensitivamente infinito. Un estado de ánimo o conciencia fuera de lo normal o común, pero dentro de la realidad profunda o transego. Es decir, el timonel que lleva el timón aprende que aunque puede ser el capitán del barco, no es su propietario. Y entonces tiene todo un vuelco de conciencia que le permite ver el Horizonte con otra mirada, de infinidad. El Horizonte es un espejo de su profunda interioridad. Y timonea de una forma totalmente nueva y diferente.
Es cierto que todo lo que acabo de explicar es totalmente relativo, pero indica, apunta… como el dedo de Colón en su monumento de Barcelona: Indica un lugar que el dedo no es ni tiene ni sabe. Hay que coger el barco e ir mar adentro, exponerse… emprender un camino.
Y un aspecto básico e imprescindible para emprender cualquier camino es la confianza en uno/a mismo/a. La palabra confianza está montada por cum y fidare, dos palabraslatinas. Cumsignifica junto a… y fidare: poner el pie en un lugar seguro, que no nos fallará: Un buen soporte. Es decir, fiarse de alguien que estoy seguro de que no me va a fallar. Éste es un gran trabajo de toda “educación, no de la enseñanza”. Educar es sacar la gran riqueza que hay en el interior de todo ser humano… Enseñar puede ser un adoctrinamiento y, por tanto, manipulación y modelación. Y cómo esta base está ahí: Hay que educarla, sacarla, pero también es necesario un ambiente, un clima, un entorno, un lugar que se viva, se sienta. No es un asunto de palabras o números.
O existe una base de confianza en el número 8 (y en todo otro), o no hay realización o proceso de madurez. La confianza cuesta hacerse, pero se puede perder en un segundo.
Antes las religiones eran las que aportaban esa confianza. Recuerdo una cita bíblica del Antiguo Testamento, en el libro de los Proverbios, un gran libro lleno de sabiduría: “Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu prudencia”. Era hacer fe en Jehová. Pero cuando sabemos hoy en día, por la psicología profunda, que es una proyección de una necesidad humana en una imagen, es necesario reconocer esta profundidad en uno mismo.
De ahí conviene tomar conciencia de los distintos niveles del propio conocimiento. Y nos encontramos con “el conocimiento silencioso”, la imagen de la Realidad puesta fuera es un aspecto interior de todo ser humano, que es esa grandeza o inmensidad mistérica de los mundos. Esto es fruto del conocimiento silencioso.
Pues que 2024, que suma un 8, sea un año profundo, de confianza en uno/a mismo/a para vivir con profundidad. Por eso hay que huir de la gran epidemia que es la pandemia de la superficialidad, carencia de capacidad crítica y sobre todo, tal vez, de una escala de valores, que Maslow (1908-1970), psicólogo transpersonal, ya indicó.
Del blog de Miguel Ángel Mesa, Otro mundo es posible:
Decía Jorge Luis Borges: «Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso».
Para que una persona pueda emprender una búsqueda interior, o dejarse deslumbrar por lo insólito en su existencia, antes debe tener unas mínimas condiciones de vida dignas. No se puede contemplar con el estómago vacío, con frío o con la terrible preocupación de no tener un trabajo que me permita conseguir los bienes necesarios para mi familia.
Entonces sí que se puede compartir la frase que dijo Jesús en el desierto:«No solo de pan vive el hombre y la mujer». Porque los seres humanos también nos alimentamos de belleza. Pan y belleza deben ir juntos. Pan y rosas, para alimentar y embellecer mi propia vida y la de los demás.
La belleza es también un deseo al que no se puede renunciar nunca, sino que debemos continuar siempre buscándolo sin descanso.
La belleza se muestra normalmente desde el exterior del ser que la ofrece: un rostro hermoso, un cuerpo esbelto, un campo de amapolas, la cima de una montaña, el mar en calma, la luna llena en la noche, la pintura que nos impacta, la escultura que nos conmueve, la música que nos transporta con sus notas, el poema que nos acerca a lo inefable…
Pero también está la belleza interior de los seres y las cosas. Mirar por un microscopio es entrar en un universo visual inaudito; detenernos en el interior del cuerpo humano, de cada célula, de cada víscera, de los ojos o el cerebro es una experiencia irrepetible; los corales y otros minerales ofrecen en su interior unos paisajes siderales incomparables…
En el interior también residen los mejores sentimientos, las más bellas virtudes, las opciones más desinteresadas: la caricia del padre a su hija o la de una amante a su amado; la sonrisa que alivia tantos desconsuelos; el compromiso diario por levantar de las cunetas de la vida a los marginados y excluidos; el cariño que se ofrece al cuidar, sanar o educar de tantos profesionales que viven cotidianamente su vocación…
También están quienes se esfuerzan por rebuscar la belleza en lo oculto de personas que, aparentemente ofrecen una imagen que es todo lo contrario: pordioseros, psicópatas, drogadictos, marginados, miembros de bandas juveniles, dementes, asesinos, violadores…
Todos los seres vivos e inertes tenemos los mismos elementos químicos que surgieron de la primera explosión inicial del universo. Todos formamos una gran familia. Entre esos elementos que nos componen y nos unen, está también la belleza, el aliento vital, la necesidad de comunión y fraternidad.
Por mucho que el polvo del camino, los dolores y sufrimientos de la vida, los golpes mortales que a veces recibimos, hagan mella en nosotros y destrocen nuestra psique, o si el consumismo y el egoísmo nos desplazan de nuestro más verdadero centro, siempre quedan rasgos, huellas, ecos de nuestra belleza inicial, que tendremos que rescatar para poder alcanzar todo nuestro potencial interior, espiritual, relacional como seres humanos.
No dejemos que la rutina y las costumbres nos oculten el asombro inaudito de la belleza, dentro de nosotros, en los demás, en todo lo que nos rodea y deslumbra.
«Felices quienes alumbran para dar a luz tanta belleza, quienes esparcen granos de belleza en los surcos de su vida, quienes descubren la belleza que hay en quien se siente falto de ella».
*
Miguel Ángel Mesa
Espiritualidad para tiempos de crisis,
Coed. Desclée y RD
Comentarios desactivados en “¿Nacemos por casualidad, vivimos por inercia y morimos por accidente” (Sartre). O ponemos un principio y fundamento (S Ignacio)?
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- San Ignacio y su tiempo
San Ignacio vivió en el siglo XVI, siglo y tiempos recios como decía JI Tellechea en su biografía de San Ignacio. Es la época en la que comienza la modernidad (Galileo, Copérnico…) son los tiempos de Lutero, del Concilio de Trento, de San Ignacio. En la Iglesia existía una gran corrupción y se imponía una Reforma que no terminaba de llegar desde Roma.
Finalmente la Reforma se desencadena en el norte de Europa, en Alemania, promovida por Lutero, “padre” del protestantismo naciente contra el que reaccionará Roma con su Contrarreforma tridentina.
Como fruto de la Contrarreforma (Trento) fueron surgiendo diversos movimientos e instituciones católicas con la buena finalidad de elevar un poco el nivel de una iglesia que se encontraba en una situación peor que decadente. Surgen varios movimientos sacerdotales: los jesuitas, el oratorio de sacerdotes de San Felipe de Neri (1515-1595), un poco más tarde los sacerdotes vicencianos (San Vicente de Paúl, 1576-1660), la Escuela sacerdotal francesa de San Sulpice del padre Olier ya en el siglo XVII, el movimiento sacerdotal promovido por el cardenal Bérulle (1575-1629), a su vez impulsado por San Francisco de Sales. Los jesuitas, fundados por san Ignacio (Compañía de Jesús) contribuirán también a esta reforma en la Iglesia.
02.- Principio y fundamento
S Ignacio contribuyó a su tiempo y a la historia de la Iglesia con los “Ejercicios Espirituales”. Sobre todo la primera meditación: principio y fundamento.
Francisco Javier y toda la espiritualidad ignaciana se cimentarán en esta Roca que es Dios.
El fundamento de la existencia es Dios.
Hoy en día vivimos en la llamada postmodernidad: después de lo moderno, después de la modernidad. Cultualmente vivimos en una gran frivolidad, superficialidad.
Han caído lo que llamábamos “grandes relatos”: el Éxodo, la libertad, incluso la justicia, la religión, etc. Y en estos tiempos que vivimos lo que nos interesa es el “relato pequeño”. A mí dame un buen sueldo a fin de mes, unas buenas vacaciones y déjame de libertad, de justicia, de idealismos, de patria, de honradez, de Dios, etc…
Podríamos aplicarnos aquello que decía JP Sartre (1905-1980) en su novela “La Náusea”: “Nacemos por casualidad, vivimos por inercia y morimos por accidente. Somos una pasión inútil“.
Nos hemos quedado sin principio ni fundamento. No tenemos cimiento, roca en la que cimentar nuestra vida. En lenguaje coloquial podríamos decir que “no tenemos fundamento” ni en la vida ni en la muerte.
Hace unos días decía el presidente Sánchez que su pretensión (la de su gobierno) era hacer la vida más fácil. Yo creo que se trata de hacer una vida más digna, más fundamentada, mejor anclada, con criterios idealistas sanos y fuertes. Una vida blanda no vale mucho la pena.
La vida no es un pasatiempo. Nos hará bien fundamentarla.
03.- También hoy la Iglesia necesita una gran reforma.
El obispo de Roma: Francisco.
Es evidente que la iglesia actual necesita una Reforma del peso y talante de la del siglo XVI.
El papa Francisco, jesuita, intenta como buenamente puede –y le dejan- llevar adelante otra reforma con la cuestión de la sinodalidad.
Francisco podrá hacer mucho o poco. El tiempo, la historia y el bloque de cardenales, obispos, laicos y movimientos religiosos contrarios a Francisco dirán. (Es penoso el documento sobre la sinodalidad que ha sacado la Conferencia episcopal española).
Pero los gestos y símbolos de Francisco, su Magisterio son más evangélicos: los pobres, vivir en Santa Marta y no en las estancias pontificias, la reducción de protocolos litúrgicos y políticos, “menos doctrinarismo” y mayor acercamiento a los pobres, su preocupación continua por los emigrantes, su viaje a Canadá para pedir perdón a los indios y por la pederastia, la cuestión de los homosexuales, la empatía con la laicidad del Estado, la firme voluntad de cambio, de renovación y saneamiento de la Curia, de la Iglesia. Por otra parte, no hay homilía o discurso en el que no haya una palabra del Dios de misericordia.
Según me parece, Francisco podrá lograr poco, por lo que, quizás, habremos de quedarnos en el buen espíritu y tono vital-eclesial del papa Francisco. En mi opinión no se conseguirá mucho, pero no perdamos la memoria de que las cosas fueron y pueden ser de otro modo.
Hoy en día, como en tiempos de San Ignacio es necesaria una Reforma en la contrarreforma que surgió después del Concilio Vaticano II, un saneamiento a fondo de tantas cuestiones eclesiásticas que no tiene nada que ver con el Evangelio de Jesús.
Como san Ignacio habremos de volver al principio y fundamento que no es el mundo eclesiástico, sino Dios.
¿Quién podrá apartarnos del amor de Dios? (Romanos 8)
La vida sobre ruedas o a caballo,
yendo y viniendo de misión cumplida,
árbol entre los árboles me callo
y oigo como se acerca Tú Venida.
Cuanto menos Te encuentro, más Te hallo,
libres los dos de nombre y de medida.
Dueño del miedo que Te doy vasallo,
vivo de la esperanza de Tú vida.
Al acecho del Reino diferente,
voy amando las cosas y la gente,
ciudadano de todo y extranjero.
Y me llama Tú paz como un abismo
mientras cruzo las sombras, guerrillero
del Mundo, de la Iglesia y de mí mismo.
*
Pedro Casaldáliga El Tiempo y la espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986
***
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
– “El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.
El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?“
Ellos le contestaron:
– “Sí.”
Él les dijo:
– “Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.”
*
Mateo 13,44-52
***
“Se puede definir al hombre como el que busca la verdad”
Juan Pablo II
La vida que Dios da al hombre es original y diferente de la de los demás criaturas vivientes, o que el hombre aunque proveniente del polvo de la tierra (cf Gn 2,7; 3,19; Job 34,15; Sol 103,14; 104,29), es manifestación de Dios en el mundo, signo de su presencio, resplandor de su gloria (cf Gn 1,26-27; Sol 8,6). Al hombre se le ha dado un altísima dignidad, que tiene sus raíces en el vínculo íntimo que lo une o su Creador: en el hombre se refleja la realidad misma de Dios.
En la vida del hombre, la imagen de Dios vuelve o resplandecer y se manifiesta en toda su plenitud con lo venida del Hijo de Dios en carne humana: “El es Imagen de Dios invisible” (Col 1 ,15), “resplandor de su gloria e impronta de su sustancia” (Heb 1,3). El es la imagen perfecta del Padre… La plenitud de la vida se da a cuantos aceptan seguir a Cristo. En ellos, la imagen divina es restaurada, renovada y llevada a perfección. Este es el designio de Dios sobre los seres humanos; que “reproduzcan la imagen de su Hijo” (Rom 8,29). Solo así con el esplendor de esta imagen, el hombre puede ser liberado de lo esclavitud de lo idolatría, puede reconstruir lo fraternidad rota y reencontrar su propio identidad
*
Juan Pablo II,
carta encíclica Evangelium vitae, nn. 34.36.
Comentarios desactivados en “Un humanismo radical”, por Leonardo Boff
Del blog de Leonardo Boff La fuerza de los pequeños:
En busca de la humanidad perdida, “rescatamos lo mejor que el mundo ya gestó”
“Uno de los problemas más angustiantes en la cultura mundial hoy en día es la falta de humanidad. No miramos a los lados para ver al otro con sus dolores, búsquedas y necesidades”
“De la misma forma agredimos a nuestra Madre Tierra hasta el punto de que el nuevo régimen climático puede poner en peligro la biodiversidad y, si el calentamiento aumenta más, afectar al destino de nuestra vida en este planeta”
“En este contexto rescatamos lo mejor que el mundo ya gestó: el Hijo del Hombre que se reveló como la presencia humana de Dios entre los humanos: Jesús de Nazaret”
“Su humanismo radical echó raíces profundas en la humanidad. Ese humanismo universal y sin ninguna discriminación podrá devolvernos nuestra humanidad”
Uno de los problemas más angustiantes en la cultura mundial hoy en día es la falta de humanidad. No miramos a los lados para ver al otro con sus dolores, búsquedas y necesidades. Consideremos cómo son tratados los emigrantes de Oriente Medio y de África que buscan a Europa por causa de guerras y de gran hambruna. Son rechazados y han hecho del Mediterráneo un verdadero cementerio. El mismo destino trágico sufren los millares de centroamericanos que buscan atravesar las fronteras de Estados Unidos. La mayoría es rechazada, algunos mueren y los niños son puestos en jaulas como si fueran pequeños animales hambrientos. Ni nos referiremos a África que vive desde hace siglos saqueada y todavía crucificada por los europeos. Ellos están yendo a Europa porque antes los europeos estuvieron allí y ocuparon y expoliaron sus tierras. Los europeos fueron acogidos y ahora los europeos no los quieren acoger.
Tales antifenómenos muestran cuán ser crueles y sin piedad podemos ser con nuestros prójimos que, en verdad, son nuestros hermanos y hermanas. Tal vez no podamos hacer mucho, pero a veces basta una mirada compasiva, una palabra de consuelo, una sonrisa verdadera, un toque en la piel del otro para comunicarle que somos hermanos y hermanas, expresiones de la misma humanidad.
No nos tratamos humanamente. De la misma forma agredimos a nuestra Madre Tierra hasta el punto de que el nuevo régimen climático, que superará los 1,5 grados centígrados hacia 2025-2027, puede poner en peligro la biodiversidad y, si el calentamiento aumenta más, afectar al destino de nuestra vida en este planeta.
En este contexto rescatamos lo mejor que el mundo ya gestó: el Hijo del Hombre que se reveló como la presencia humana de Dios entre los humanos: Jesús de Nazaret.
Más que entregarnos verdades, Jesús nos enseñó a vivir los valores que daban cuerpo a su gran sueño, el Reino de Dios. Ese Reino no es como los Reinos de este mundo, rodeados de pompa y gloria, como recientemente vimos en la coronación del rey de Inglaterra. Es un Reino de amor incondicional, de solidaridad ilimitada, de compasión, de servicio a los más humillados y ofendidos y de apertura total a Dios-Abba (“papá”, como él lo llamaba).
Estaba siempre al lado de aquellos que tenían menos vida, los leprosos, los ciegos, los psicológicamente afectados (en el lenguaje de la época, los poseídos del demonio), los enfermos y hasta los muertos, que él resucitó. Él mismo dijo: “vine a traer vida y vida en abundancia” (Jn 10,10). Por haberse opuesto al tipo de religión de la época, ritualista y farisaica, y por haber revelado una nueva cara de Dios, de infinita misericordia y perdón, amando a todos, “hasta a los ingratos y malos” (Lc 6,36) lo crucificaron fuera de la ciudad, símbolo de rechazo absoluto. Dejó dicho algo extremadamente consolador “si alguien viene a mi no le diré que se vaya” (Jn 6,37), podía ser una adúltera, un hereje y gente de mala fama: a todos acogía y salían consolados.
Él mostró una humanidad radical, hasta el punto de que los apóstoles y discípulos, considerando que “pasó por la vida haciendo el bien” (Mc 7,37) y que había vencido a la muerte por su resurrección, no sabiendo cómo definirlo, acabaron diciendo: humano así como Jesús sólo Dios mismo. Y empezaron a llamarlo Hijo de Dios y Dios en nuestra carne caliente y mortal.
Su humanismo radical echó raíces profundas en la humanidad. Ese humanismo universal y sin ninguna discriminación podrá devolvernos nuestra humanidad, cubierta de cenizas por el individualismo, por el egoísmo, por la insensibilidad, por la falta de compasión y por la ausencia de cuidado de unos a otros, a nuestra Madre Tierra y a los seres que viven en ella.
“Franz Kafka: al oir hablar de Jesús y de su amor cierro los ojos para no caer como en un abismo”
Termino con dos testimonios. Uno de Franz Kafka, el gran escritor checo, que dijo: “al oir hablar de Jesús y de su amor cierro los ojos para no caer como en un abismo”. Y otro de Fiódor Dostoiévski que al dejar la Casa de los Muertos (título de su libro), la prisión con trabajos forzados en Siberia, escribió conmovedoramente:
Dostoiévski: “Creo que no existe nada más bello, más profundo, más amable, más humano y más perfecto que Cristo; me lo digo a mi mismo con un amor celoso que no existe ni puede existir. Más aún: si alguien me probase que Cristo está fuera de la verdad y que ésta no se encuentra en él, prefiero quedarme con Cristo a quedarme con la verdad”
Después de esta profesión de radical humanidad y de fe, no tengo nada más que decir.
*Leonardo Boff ha escrito Jesucristo el Liberador, Sal Terrae, muchas ediciones.
Comentarios desactivados en Las rogativas no son una solución a la sequía.
Se nos presenta un tiempo muy difícil. Hace un año que prácticamente no ha llovido. Y eso tiene unas duras consecuencias. He visto que algunos obispos nos invitan a hacer rogativas a Dios pidiendo agua. Por supuesto que, como toda realidad que nos afecta, nos lleva a gritar a Dios. Nos produce dolor y necesidades muy serias.
¿Es la solución el pedir a Dios agua? Yo creo que no. Dios no está para tapar nuestras necesidades. Él conoce nuestras realidades y no necesita que se lo pidamos. Es más, ¿cómo pedirle agua para nuestras tierras cuando hay países, sobre todo africanos, que llevan padeciendo esa necesidad desde hace más de tres años?
En primer lugar, me surge un sentimiento de pequeñez, de debilidad, de impotencia. No podemos resolver estas necesidades. Hay un efecto terrible del cambio climático. Y me parece que habrá que empezar por ahí. ¿Qué hemos hecho y qué estamos haciendo mal? No hemos respetado el medioambiente, la naturaleza… No sé si llegamos ya a tiempo. Lo más fácil nos resulta pedir a Dios que llueva y nosotros la mar de contentos. Eso sí, lo pedimos para nuestra tierra e incluso para nuestro pueblo.
Dialogamos con Dios y escuchamos su respuesta, sus propuestas. Nos infundirá valor, inteligencia, nos ofrece alternativas. O quizás paciencia y solidaridad.
Primero y principal resulta aprovechar el agua existente para su uso necesario y no desperdiciar. Podemos preguntarnos: ¿A qué se debe la sequía? ¿Qué parte de responsabilidad tenemos nosotros? ¿Qué podíamos haber hecho hace tiempo y qué podemos hacer ahora?
La naturaleza continúa su curso. Dios la mantiene y sigue sus normas. En nosotros está el tratar de respetarla y cuidarla.
En estos tiempos de LGTBIfobia asesina en muchas partes del mundo, como vemos casi a diario en esta página Cristianos Gays, esta Semana será muy, muy diferente… Para algunos será una semana de confinamiento, para alguno, quizá, de vacación y ocio. Para otros, semana de fe y de oración, de Cristos yacientes y Dolorosas con lágrimas en los ojos y espadas en el corazón.
Pero si el pueblo recuerda a Jesús no es porque sufrió y murió, sino porque resucitó. Nadie evoca ni celebra la muerte de un fracasado. Ni se entiende el dolor del Viernes Santo, sin la apoteosis del Domingo de Resurrección. Por eso, la Semana Santa, no puede considerarse como una enfermiza y caduca forma de recrearse en el dolor, sino como afirmación rotunda y gozosa de que, a través de la Cruz, se llega a la Pascua. Que es Luz, Vida y Esperanza para los creyentes. Es la base de nuestra fe cristiana.
Hay algo que los cristianos debemos evitar en Semana Santa: convertirnos en meros espectadores de la Pasión. A este Dios sólo se le entiende cuando sabemos amar a los que sufren, acercarnos a ellos y compartir su Pasión. Como la Verónica y el Cirineo del Evangelio. La Semana Santa es buena ocasión para mirar a nuestro derredor, porque son muchos los cristos anónimos que cargan con su cruz y suben al Calvario. Arrimar el hombro al dolor de este mundo es el mejor modo de resucitar con Él.
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Hay que salvar a Dios
En 1972, Maurice Zundel fue llamado al Vaticano por Pablo VI para predicar en el retiro de Cuaresma. Místico, teólogo, Maurice Zundel es un verdadero profeta del siglo XX. En palabras del abbé Pierre: “Con él, nos encontrábamos en presencia de Alguien. Por su misma persona accedíamos casi naturalmente al misterio de Dios. A lo absoluto “.
Os invitamos a seguir con Maurice Zundel, paso a paso, hasta Pascua …
Porque la Pasión de Jesucristo revela en el tiempo el amor eterno de Dios para con el hombre, Dios será eternamente crucificado mientras haya un único ser, una sola criatura que diga no. No hay parcialidad en Dios. Dios no es una madre que discierne entre sus hijos; cada criatura es el objeto de una ternura infinita y, mientras haya una sola que no sea recogida en las cosechas eternas, Dios será crucificado. Esto es el Infierno, el Infierno de Dios, el Infierno en la luz de la Cruz, el Infierno al cual condenamos a Dios y del cual absolutamente hay que librarlo. Es la única manera de escuchar la llamada de la Cruz. No se trata de un sacrificio ofrecido a Moloch por un inocente acosado y abandonado, se trata de esta inocencia del Dios revelado en Jesús. Se trata de la Pasión de un Dios que es madre, infinitamente más que todas las madres, y cuya justicia maternal contiene esta sustitución de la inocencia infinita a la culpabilidad ilimitada. Y si esto es verdad, hay que revertir absolutamente todas las perspectivas: no es a nosotros, es a Dios a quien hay que salvar. Hay que salvar a Dios de nosotros mismos, como es necesario salvar la música de nuestro ruido, la verdad de nuestros fanatismos y el amor de nuestra posesión. La Cruz finalmente es la cicatrización de todas las heridas que Dios noha cesado de sopotar en el curso de la Historia, ya que todos los males y las catástrofes que afectaron el Universo, la Vida y la humanidad, fueron otras tantas heridas en el Corazón de Dios.
***
(David Trullo+Ecce Homo)
Señor Jesús, Tú que consentiste que te hirieran, gracias por venir para habitar mi gran herida. Dame la gracia de abandonarme en Ti en la confianza, Tú que conoces el peso de los días y la dureza del camino …
Basta un uso básico de la razón -don del Dios verdadero- para ver la evidencia de esta afirmación: “Un dios intervencionista NO existe, porque si existiera sería un canalla”.
¿Has visto o padecido alguna de las infamias, dolores y horrores de este mundo? Entonces no puedes creer en un “dios intervencionista”. Si existiera, evitaría todo eso y más. ¿No lo haría cualquier madre?
Dios NO puede intervenir en la administración de este mundo porque la ha confiado a nuestra inteligencia, voluntad y libertad. Lo dice claramente el Génesis: “Creced, multiplicaos, llenad la tierra y gobernadla” (Gn 1,28). No seríamos verdaderamente libres si estuviéramos “intervenidos”. Y Dios quiso crearnos libres, a su imagen, para que creciéramos conduciendo nuestra existencia.
Pero nos han metido en la “rutina errónea” de pedir y pedir que Dios intervenga, hasta en los más pequeños detalles: que el niño apruebe, que se me quite el dolor de rodilla, que se cure mi padre, que se convierta mi vecino, etc. Y ahí andamos enrolados, sin meditar en lo absurdo de nuestra actividad religiosa.
Dios no tiene más manos, ni pies que los tuyos. Eres tú el que puede y debe actuar para hacer crecer el bien en el mundo, eres tú el que tiene que buscar los remedios y las soluciones. Lo dice claramente la “parábola de la viña arrendada” (Mt 21,33): el dueño se ausentó y la dejó en manos de los viñadores. Algún día volverá y pedirá las cuentas. Lo mismo se lee en otras parábolas como “la de los talentos” (Mt 25,14).
Por cierto, una de las decisiones que no valoramos lo suficiente es el “voto democrático”. Muchísima gente vota con las tripas en vez de usar la cabeza y elige a quienes nos conducen a la ruina. En vez de votar a “los mejores, los más preparados, los que han demostrado que levantan la nación”, como ya proponían los sabios griegos. Muchos votan por ideología religiosa, política, familiar, por resentimiento, odio, egoísmo, etc.
La administración de un país hay que confiarla a quienes saben administrar este mundo y conducirnos a la prosperidad y libertad. ¡Cuánto dolor reparten los embaucadores que nos llevan a la ruina! Muchas veces envueltos en banderas de igualdad, defensa de los pobres, progreso, etc. Sin embargo “sus hechos históricos” son nefastos y totalmente contrarios a sus efímeras promesas.
¡Cuántos países hay hoy mismo que se han hundido por votar ideologías ya fracasadas, por elegir a ignorantes, mentirosos o parlanchines, por seguir a “flautistas de Hamelín” que conducen al precipicio con su magia musical!
De nada te servirá después pedir a Dios que resuelva los problemas, que nos dé paz y prosperidad, que ilumine a los gobernantes, etc. como hacemos inútilmente en la Misa. Podría responderte desde el cielo: “¿Te informaste y elegiste bien? La administración de este mundo es cosa vuestra, para eso os doté de inteligencia, voluntad y libertad”.
Si fuéramos conscientes de lo que nos jugamos a la hora de ir a votar, nos entrarían escalofríos. Un enorme porcentaje de nuestra vida depende del “entorno” en que vivimos y por tanto de quienes nos gobiernan. Esta es la verdadera “causa de la pobreza” de muchos países y no la “pecadora injusticia” que muchos magnifican.
Y es que Dios nos ha regalado un enorme jardín con todo lo necesario para vivir bien y progresar. Él nos apoya y nos ilumina desde dentro para que acertemos en el uso de nuestra libertad y nos empuja a progresar a través del íntimo “dinamismo de crecimiento”. Si interviniese en este mundo, estaría condicionando nuestra libertad que no sería plena. Cuando El nos da algo, nos lo da completo, aún a riesgo de que no lo administremos bien. ¿No has leído la “parábola del hijo pródigo” (Lc 15,11)? ¿Qué más necesitas para entender?
Y ahora viene la pregunta del millón: ¿Por qué la Iglesia camina en dirección contraria al sentido común? ¿Por qué nos han enseñado a pedir en todo momento la “intervención” de Dios? ¿Por qué la mayoría de oraciones le insisten que intervenga y cumpla sus obligaciones? ¿No debería ser a la inversa?
Somos nosotros los que tenemos que aprender a discernir nuestros deberes humanos y administrar bien nuestras vidas. Pero esta certeza apenas la promocionan los “maestros de la ley”. Prefieren inducirnos a creer en un supuesto “dios perchero”.
Por eso esa pregunta deberías hacérsela a los dirigentes de la Iglesia, “venerados y ensalzados” por el instintivo “clericalismo” con que nos educaron. En mi opinión, se han distanciado del Evangelio, lo que nos lleva camino de Babilonia, es decir, al destierro. Del que solo volveremos cuando nos abracemos a Jesús de Nazaret y su Evangelio. Una vez más la historia se repite.
Te convencerás solo con ver que los sacerdotes disminuyen, que su edad media está en más de 65 años, que jóvenes y adultos huyen de una “religión irracional”, rutinaria y aburrida, que la mayoría de la gente pasa de las moralinas clericales, que los colegios católicos se han descafeinado, etc. Solo prospera la Iglesia en aquellos países que todavía viven sumergidos en la ignorancia, la magia, los mitos y las imaginadas intervenciones sobrenaturales.
Para terminar te traeré la voz de una joven mística que tuvo que bajar a lo más profundo de sí misma para sentir el abrazo de Dios y comprenderle. Hay verdades que se hacen evidentes desde el más intenso desamparo.
Etty Hillesum (1914-1943). Joven holandesa de origen judío, aunque conocía y apreciaba el Evangelio. Sus vivencias espirituales profundas quedaron recogidas en sus diarios. Fue deportada y murió en Auschwitz. A propósito del sufrimiento que le circundaba, oraba y escribía:
“Corren malos tiempos, Dios mío. Esta noche me ocurrió algo por primera vez: estaba desvelada, con los ojos ardientes en la oscuridad, y veía imágenes del sufrimiento humano. Dios, te prometo una cosa: no haré que mis preocupaciones por el futuro pesen como un lastre en el día de hoy, aunque para eso se necesite cierta práctica…
Te ayudaré, Dios mío, para que no me abandones, pero no puedo asegurarte nada por anticipado. Sólo una cosa es para mí cada vez más evidente: que tú no puedes ayudarnos, que debemos ayudarte a ti, y así nos ayudaremos a nosotros mismos. Es lo único que tiene importancia en estos tiempos, Dios: salvar un fragmento de ti en nosotros.
Tal vez así podamos hacer algo por resucitarte en los corazones desolados de la gente. Sí, mi Señor, parece ser que tú tampoco puedes cambiar mucho las circunstancias; al fin y al cabo, pertenecen a esta vida…Y con cada latido del corazón tengo más claro que tú no nos puedes ayudar, sino que debemos ayudarte nosotros a ti y que tenemos que defender hasta el final el lugar que ocupas en nuestro interior…”
No existe, pues, el “silencio de Dios”. Él está presente en nuestro interior siempre. Pero somos nosotros sus “delegados” para construir la humanidad en este mundo que nos ha entregado para que lo administremos.
Si existiera un “dios intervencionista” que hubiese permanecido inactivo ante los horrores de la Segunda Guerra, por ejemplo, sería un “dios despreciable, perverso y canalla”. Pero los cristianos tenemos la revelación del Abba de Jesús y sabemos que Dios es todo amor y ternura, como desgrana el Evangelio y nuestro interior corrobora. Somos nosotros los que tenemos que buscar, encontrar y sembrar el “reino de Dios” en este mundo.
Una última observación. Todos los dolores y horrores de aquellos años comenzaron con una “democrática votación” a favor del “nacional socialismo”.
Aquel error inicial de tanta gente, muchos buenos seguramente, fue el origen de una inmensa barbarie.
Nosotros administramos el mundo y el mundo sufrirá si no acertamos en nuestras decisiones. “Quien no aprende de sus errores está condenado a repetirlos”.
Comprendo perfectamente que a muchos asuste esa “responsabilidad” de ser conductores de sus vidas. Prefieren ser eternamente “niños” y colgarse de un supuesto “dios niñera” al que hay que “usar” para satisfacer nuestras necesidades a golpe de insistente petición. Esto es lo que nos han enseñado y a lo que nos inducen con las plegarias oficiales.
En contraposición a ese “dios externo y mágico”, está el Dios de Jesús que se ausenta discretamente de nuestras vidas (lo repite el Evangelio) para que seamos responsablemente “libres”. Pero permanece en nuestro “interior” siempre para iluminarnos, motivarnos, apoyarnos y fortalecernos como un Padre amantísimo.
Y nos ha dado una Tierra llena de recursos y regalos para que la gobernemos y consigamos todo lo que necesitamos. Es un Dios que no interviene directamente en este mundo porque ya nos ha dado toda su herencia. Pero es un “Dios siempre presente” para que consigamos humanizar el mundo, extender su Reino y ser felices.
P.D. Había terminado esta meditación cuando cayó en mis manos una homilía de un humilde y gran teólogo. Copié este luminoso párrafo:
“De manera menos lapidaria yo me atrevo a decir: Si rezamos, esperando que Dios cambie la realidad: malo. Si esperamos que cambien los demás, malo, malo. Si pedimos, esperando que el mismo Dios cambie: malo, malo, malo. Y si terminamos creyendo que Dios me ha hecho caso y me ha concedido lo que le pedía: rematadamente malo. Cualquier argucia es buena, con tal de no vernos obligados a hacer lo único que es posible: cambiar nosotros“ (Fr. Marcos).
Jairo del Agua
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Comentarios desactivados en Características del estado despierto.
Entonces, ¿cuáles son las características básicas del estado despierto según las tradiciones espirituales?
Quizás el tema más frecuente sea el de la unión. En el estado despierto vamos más allá de la separación y entramos en un estado de conexión y de unión. Y, lo que es más importante, este estado significa conectar con la esencia espiritual del universo ―llámese Brahman, Tao o Dios― y con la parte más profunda de nosotros mismos, ya que la esencia universal es también la de nuestro propio ser. El mayor obstáculo para esta conexión (tanto con la esencia espiritual del universo como con nuestro propio ser) es nuestro intenso sentido del ego, con todos sus deseos, ambiciones y apegos. Las fronteras limitantes del ego, tan firmes y sólidas, nos encierran dentro de nuestro propio espacio mental; nos separan del mundo. Por lo tanto, para poder trascender la separación y conectar con el espíritu, debemos debilitar este yo; por así decirlo, ablandar de algún modo sus sólidos contornos. (Las tradiciones describen este proceso como una auto-aniquilación o autonegación). Nuestro sentido de identidad y aquello sobre lo que gravitamos habitualmente tienen que alejarse del yo estrecho y personal y pasar a formar parte de una expansión más amplia y más profunda del ser.
Una segunda característica del estado despierto que resaltan todas las tradiciones que hemos examinado es la calma o quietud interior, el vacío interior. La mente de los individuos despiertos no está constantemente ocupada o parloteando; estas personas no se ven asaltadas por deseos y emociones turbulentas. En su interior están tranquilas, en paz; su consciencia es pura y está en calma, serena, como un lago. De hecho, todas las tradiciones están de acuerdo en que el desarrollo de la calma interior es una parte esencial del proceso de despertar. Dicho en otras palabras, si quieres despertar, tienes que aprender a sosegar, ralentizar y calmar tu mente, y a trascender las capas de pensamiento y de emoción que nublan tu consciencia. Por esta razón, entre otras, la meditación regular es importante. Al meditar, podemos llegar a comprender que no somos nuestros pensamientos y establecer contacto con capas más profundas y más amplias de nuestro ser que están más allá del pensamiento. Meister Eckhart describe «la tormenta del pensamiento interior» que normalmente asedia nuestra mente, y afirma que «para que Dios diga su palabra al alma, esta debe estar en reposo y en paz». De manera similar, el Maitri Upanishad describe cómo «cuando la mente está en silencio… puede penetrar en un mundo que está más allá de la mente: el Fin más elevado».
Una tercera característica del estado despierto que aparece en todas las tradiciones es la plenitud. A los individuos despiertos les preocupa muy poco o nada tener éxito en el mundo, las posesiones físicas o las ambiciones personales, y no se ven afectados por los elogios, la culpa o las descalificaciones; no necesitan la aprobación de los demás. No tienen necesidad de agregar nada a si mismos, como el éxito, el estatus o la riqueza, porque ya se sienten plenos, completos, realizados. El Sutra del Corazón budista lo resume claramente de este modo: «En su indiferencia hacia el logro personal y en su falta de deseo de autojustificación, los hombres y mujeres iluminados no pueden nunca ser denostados o alterados por los demás». El Bhagavad Gita describe a la persona despierta como alguien que no se ve afectado ni por el placer ni por el sufrimiento, para quien el oro, las piedras o la arena son lo mismo, y «cuya paz permanece inalterable tanto en lo agradable como en lo desagradable». Sin embargo, esta falta de preocupación por las opiniones que los demás puedan tener de ellos no significa que a las personas despiertas no les preocupen los demás en absoluto.
Al contrario, su falta de interés en sí mismos y su mayor sentido de la conexión nos lleva a una cuarta característica del estado despierto que aparece en todas las tradiciones espirituales: un grado muy elevado de compasión y altruismo. Al mismo tiempo que conectan con la esencia espiritual del mundo y con su propia esencia, aquellos que han despertado conectan también de forma muy intensa con el resto de los seres humanos. Tienen una gran capacidad para la empatía, para sentir lo mismo que están sintiendo los demás ―para sentir con ellos―. Pueden sentir el sufrimiento, la frustración y el dolor de otras personas, lo que les genera un impulso altruista para aliviar su sufrimiento o ayudarles a desarrollarse. Debido en parte a que para ellos sus propias ambiciones y deseos ya no son importantes, sienten un fuerte impulso de servir a los demás y de practicar la bondad y la generosidad. Este espíritu de altruismo fue claramente expresado por el monje budista del siglo VII Shantideva, quien escribió: «Quiero eliminar el sufrimiento de todos y cada uno de los seres vivos, haciendo así que puedan llegar a la iluminación… Mi preocupación por el bienestar de los demás me aporta más mérito que cualquier acto de adoración». En última instancia, esta actitud compasiva se deriva del hecho de ser consciente de que el espíritu está presente en todos, de modo que, en cierto sentido, uno es todos los demás. Por lo tanto, cuando otras personas sufren, somos nosotros mismos los que sufrimos. Como dice Moisés Cordovero, el místico judío del siglo XVI: «El que peca no se está perjudicando únicamente a sí mismo, sino también a aquella parte de sí mismo que pertenece a los demás». De esta manera, es importante amar a los demás, porque «los demás son en realidad uno mismo».
Un quinto elemento común al estado despierto entre las diversas tradiciones espirituales (relacionado con el primer tema de la unión) es el abandono de cualquier identidad o voluntad personal. Dicho en otras palabras, despertar significa olvidar la idea de que uno es el que está dirigiendo su propia vida y siguiendo sus propios planes o sus propias ambiciones. En lugar de eso, la vida se convierte en la expresión de algo más grande que nosotros mismos, una fuerza que fluye a través de nosotros. Esta es la idea taoísta de wu wei ―acción sin acción―, cuando nos damos cuenta de que el Tao es nuestra naturaleza y todo lo que hacemos es la expresión natural de esta. En las tradiciones espirituales monoteístas, el místico abandona su propia voluntad personal para poder así vivir a través de Dios ―o para que Dios pueda vivir a través de él―. En la cábala, por ejemplo, la voluntad individual ha de ser «elevada» hasta convertirse en una con En Sof, el principio divino que impregna el mundo y lo trasciende. Cuando alineamos nuestra voluntad personal con la de Dios, nos convertirnos en agentes de dicha voluntad divina, y una poderosa energía transformadora con la que podemos contribuir a sanar el mundo comienza a fluir a través de nosotros.
Y para terminar, resaltemos brevemente otros dos claros aspectos ―y, en cierto sentido, obvios―. El primero de ellos es que el estado despierto trae consigo una consciencia más intensa y completa de la realidad. El mundo, tal como lo percibimos con la consciencia ordinaria, es tan solo una realidad limitada, una sombra. Como lo expresó el filósofo griego Platón, estamos sentados en una cueva, mirando las sombras de la pared que tenemos frente a nosotros, mientras que el mundo real pasa por detrás. En realidad, el mundo no es algo trivial, prosaico y sin sentido, sino que irradia significado y armonía resplandeciente. Realmente, en lugar de separación, lo que hay es unidad. En términos del vedanta indio, se descubre la ilusión de maya (el engaño), revelando así un mundo de unidad donde antes no había más que un mundo ilusorio de dualidad y separación. O, usando las palabras del místico sufí del siglo XI Al-Ghazali, es un estado «cuya relación con nuestra consciencia normal en la vigilia es análoga a la relación de esta con los sueños. ¡Comparado con este estado, tu consciencia habitual de vigilia sería el equivalente a estar soñando!».
Finalmente ―y quizás sea lo más evidente―, el estado despierto se percibe en todas las tradiciones como un estado de intenso bienestar. Todas coinciden en señalar que despertar significa trascender la ansiedad y el miedo y alcanzar un sentido de gran serenidad, dicha y felicidad. En el budismo, el concepto de bodhi lleva implícita la cesación del sufrimiento. En el taoísmo, el término ming significa vivir con una felicidad espontánea. En el vedanta indio, la felicidad es una de las cualidades de la consciencia misma, tal y como se expresa en satchitananda (ser-consciencia-felicidad). La esencia del brahman es la dicha, la alegría o el gozo: «Brahman es alegría, pues todos los seres provienen de la alegría, viven gracias a ella y a ella regresan». Por lo tanto, la auto-realización es, literalmente, despertar a la dicha, al gozo, la felicidad y la alegría. Del mismo modo, en la espiritualidad judía, devekut es un estado de alegría y exaltación, como también lo es el estado sufí de baqa.
Steve Taylor
Boletín semanal de Enrique Martínez Lozano / Steve TAYLOR, El Salto, Ediciones Gaia 2018
ECLESALIA, 25/07/22.- Los seres humanos tenemos nombre, porque además de ser cuerpo, somos historia. Mejor dicho, somos humanos por eso, porque hacemos de nuestra vida una historia, le damos un sentido y quizá, más profundamente, una misión. Claro que para esto se ha de tener fe. Fe es tener confianza plena en algo o alguien.
¡Qué difícil es hoy tener confianza plena! Lo digo como psiquiatra, porque muchas personas enferman por falta de confianza (en uno mismo, en los otros, en la vida, en Dios…)
Nuestro psiquismo se desarrolla a través de los vínculos y el deseo humano es el motor del vínculo. Cuando establecemos un vínculo (estamos hablando de toda relación íntima, sexual o no) se da todo el recorrido del deseo, es decir, hay una reedición de los sentimientos infantiles: “quiéreme”, “qué quieres de mí”, “quiero el deseo mismo”, hasta llegar al deseo adulto que se pregunta ¿qué quiero yo? La esencia del deseo es abrirnos al otro y si la intención es la apropiación se convierte en algo destructivo, mientras que si estamos atentos a la alteridad vamos creciendo, a través del deseo, hacia formas de amor cada vez más altas.
Cuando en la oración uno pregunta ¿qué quieres de mí?, se está haciendo niño para ir más allá de sí mismo. Se abandona, aún con una fe oscura, a la relación definitiva. Reconoce íntimamente la propia nada y ama, ama con todo su ser. Desea únicamente agradar a Dios, es decir, ser justo. Y solo así puede descubrir su deseo adulto, que le compromete hasta llegar a ser una auténtica misión.
Crecemos gracias a espejarnos en los otros, por eso, en el cristianismo, no es banal que el modelo humano sea Cristo, fusión total con lo divino, es decir, amor a todos los seres humanos.
Comentarios desactivados en “¿Nacemos por casualidad, vivimos por inercia y morimos por accidente” (Sartre). O ponemos un principio y fundamento (S Ignacio)?
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- San Ignacio y su tiempo
San Ignacio vivió en el siglo XVI, siglo y tiempos recios como decía JI Tellechea en su biografía de San Ignacio. Es la época en la que comienza la modernidad (Galileo, Copérnico…) son los tiempos de Lutero, del Concilio de Trento, de San Ignacio. En la Iglesia existía una gran corrupción y se imponía una Reforma que no terminaba de llegar desde Roma.
Finalmente la Reforma se desencadena en el norte de Europa, en Alemania, promovida por Lutero, “padre” del protestantismo naciente contra el que reaccionará Roma con su Contrarreforma tridentina.
Como fruto de la Contrarreforma (Trento) fueron surgiendo diversos movimientos e instituciones católicas con la buena finalidad de elevar un poco el nivel de una iglesia que se encontraba en una situación peor que decadente. Surgen varios movimientos sacerdotales: los jesuitas, el oratorio de sacerdotes de San Felipe de Neri (1515-1595), un poco más tarde los sacerdotes vicencianos (San Vicente de Paúl, 1576-1660), la Escuela sacerdotal francesa de San Sulpice del padre Olier ya en el siglo XVII, el movimiento sacerdotal promovido por el cardenal Bérulle (1575-1629), a su vez impulsado por San Francisco de Sales. Los jesuitas, fundados por san Ignacio (Compañía de Jesús) contribuirán también a esta reforma en la Iglesia.
02.- Principio y fundamento
S Ignacio contribuyó a su tiempo y a la historia de la Iglesia con los “Ejercicios Espirituales”. Sobre todo la primera meditación: principio y fundamento.
Francisco Javier y toda la espiritualidad ignaciana se cimentarán en esta Roca que es Dios.
El fundamento de la existencia es Dios.
Hoy en día vivimos en la llamada postmodernidad: después de lo moderno, después de la modernidad. Cultualmente vivimos en una gran frivolidad, superficialidad.
Han caído lo que llamábamos “grandes relatos”: el Éxodo, la libertad, incluso la justicia, la religión, etc. Y en estos tiempos que vivimos lo que nos interesa es el “relato pequeño”. A mí dame un buen sueldo a fin de mes, unas buenas vacaciones y déjame de libertad, de justicia, de idealismos, de patria, de honradez, de Dios, etc…
Podríamos aplicarnos aquello que decía JP Sartre (1905-1980) en su novela “La Náusea”: “Nacemos por casualidad, vivimos por inercia y morimos por accidente. Somos una pasión inútil“.
Nos hemos quedado sin principio ni fundamento. No tenemos cimiento, roca en la que cimentar nuestra vida. En lenguaje coloquial podríamos decir que “no tenemos fundamento” ni en la vida ni en la muerte.
Hace unos días decía el presidente Sánchez que su pretensión (la de su gobierno) era hacer la vida más fácil. Yo creo que se trata de hacer una vida más digna, más fundamentada, mejor anclada, con criterios idealistas sanos y fuertes. Una vida blanda no vale mucho la pena.
La vida no es un pasatiempo. Nos hará bien fundamentarla.
03.- También hoy la Iglesia necesita una gran reforma.
El obispo de Roma: Francisco.
Es evidente que la iglesia actual necesita una Reforma del peso y talante de la del siglo XVI.
El papa Francisco, jesuita, intenta como buenamente puede –y le dejan- llevar adelante otra reforma con la cuestión de la sinodalidad.
Francisco podrá hacer mucho o poco. El tiempo, la historia y el bloque de cardenales, obispos, laicos y movimientos religiosos contrarios a Francisco dirán. (Es penoso el documento sobre la sinodalidad que ha sacado la Conferencia episcopal española).
Pero los gestos y símbolos de Francisco, su Magisterio son más evangélicos: los pobres, vivir en Santa Marta y no en las estancias pontificias, la reducción de protocolos litúrgicos y políticos, “menos doctrinarismo” y mayor acercamiento a los pobres, su preocupación continua por los emigrantes, su viaje a Canadá para pedir perdón a los indios y por la pederastia, la cuestión de los homosexuales, la empatía con la laicidad del Estado, la firme voluntad de cambio, de renovación y saneamiento de la Curia, de la Iglesia. Por otra parte, no hay homilía o discurso en el que no haya una palabra del Dios de misericordia.
Según me parece, Francisco podrá lograr poco, por lo que, quizás, habremos de quedarnos en el buen espíritu y tono vital-eclesial del papa Francisco. En mi opinión no se conseguirá mucho, pero no perdamos la memoria de que las cosas fueron y pueden ser de otro modo.
Hoy en día, como en tiempos de San Ignacio es necesaria una Reforma en la contrarreforma que surgió después del Concilio Vaticano II, un saneamiento a fondo de tantas cuestiones eclesiásticas que no tiene nada que ver con el Evangelio de Jesús.
Como san Ignacio habremos de volver al principio y fundamento que no es el mundo eclesiástico, sino Dios.
¿Quién podrá apartarnos del amor de Dios? (Romanos 8)
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