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“Junto al río seco”, por Gerardo Villar.

Miércoles, 5 de junio de 2024
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IMG_4929Rambla de Valdelentisco, en Murcia (imagen Iagua)

Tente nublo, tente tú,
que más puede Dios que tú
guarda el pan, guarda el vino
para los hombres del camino;

En mi infancia tocaban a mediodía las campanas con esta musiquilla de fondo. Tiene mucho mensaje religioso y refleja toda una mentalidad. Pedir a Dios pensando que de Él depende que no haya tormenta. Dios —se pensaba— es quien puede detener las tormentas y los pedriscos. Lo mismo se intentaba con las rogativas para que lloviese. Y nos quedábamos todos contentos, porque estaba asegurada el agua. Normalmente no llovía. Tampoco la fe era muy grande pues no llevaban paraguas…

En el tema del campo hemos cambiado mucho de actitud. Como la maquinaria, los artilugios, han avanzado tanto, ya no recurrimos a Dios porque lo resolvemos con el regadío, las redes, los cohetes anti tormenta… Sin embargo, hay otros muchos campos en los que seguimos necesitando ayuda para resolver los problemas.

Pero ha cambiado tanto la mentalidad religiosa, que ni en la gran sequía hacemos rogativas. Y mucho menos usamos la plegaria contra el prójimo como hemos hecho a veces.

“María Magdalena, santa de gran poder
Si viene alguna tormenta y no la puedes detener
mándasela a los de (pueblo anejo), que son de mal proceder”.

Las personas del campo se encuentran en grave situación y parece de muy difícil solución. No hay agua, no llueve. ¿Qué podemos hacer?

Tres actitudes me parecen importantes:

1. Aprovechar el agua que ya hay y usarla con criterio. No desperdiciarla, No podemos regar las viñas y luego tener otras fincas que podamos en verde.

2. Descubrir nuevas alternativas —para eso tenemos la inteligencia que Dios nos ha dado

Me extraña que con tantos inventos, no hayamos descubierto aún los métodos para conseguir agua más allá de los pozos. ¿No tenemos agua en abundancia enorme en los mares?

3. Solidaridad y saber compartir el agua con generosidad.

Ahí van unos principios: Innovar en la gestión del agua… Alta tecnología en el sector agrícola… Consumir lo necesario… Reducir el agua no controlada… Aguas regeneradas… Agua subterránea… Evitar la quema de vegetación… Reforestación… Ojo a las piscinas…

Veo que hoy están de nuevo nuestros pantanos llenos. Pero no esperemos a momentos de sequía absoluta para lamentarnos y buscar soluciones. Es momento de trabajar esta realidad.

La fe auténtica me lleva a luchar por resolver los problemas: evitando las causas de la sequía, aprovechando razonablemente el agua que hay y no gastarla irracionalmente.

A Dios rogando y con el mazo dando.

Gerardo Villar
Fuente Fe Adulta

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Las rogativas no son una solución a la sequía.

Sábado, 13 de mayo de 2023
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hombre-y-tierra-seca-fondoSe nos presenta un tiempo muy difícil. Hace un año que prácticamente no ha llovido. Y eso tiene unas duras consecuencias. He visto que algunos obispos nos invitan a hacer rogativas a Dios pidiendo agua. Por supuesto que, como toda realidad que nos afecta, nos lleva a gritar a Dios. Nos produce dolor y necesidades muy serias.

¿Es la solución el pedir a Dios agua? Yo creo que no. Dios no está para tapar nuestras necesidades. Él conoce nuestras realidades y no necesita que se lo pidamos. Es más, ¿cómo pedirle agua para nuestras tierras cuando hay países, sobre todo africanos, que llevan padeciendo esa necesidad desde hace más de tres años?

En primer lugar, me surge un sentimiento de pequeñez, de debilidad, de impotencia. No podemos resolver estas necesidades. Hay un efecto terrible del cambio climático. Y me parece que habrá que empezar por ahí. ¿Qué hemos hecho y qué estamos haciendo mal? No hemos respetado el medioambiente, la naturaleza… No sé si llegamos ya a tiempo. Lo más fácil nos resulta pedir a Dios que llueva y nosotros la mar de contentos. Eso sí, lo pedimos para nuestra tierra e incluso para nuestro pueblo.

Dialogamos con Dios y escuchamos su respuesta, sus propuestas. Nos infundirá valor, inteligencia, nos ofrece alternativas. O quizás paciencia y solidaridad.

Primero y principal resulta aprovechar el agua existente para su uso necesario y no desperdiciar. Podemos preguntarnos: ¿A qué se debe la sequía? ¿Qué parte de responsabilidad tenemos nosotros? ¿Qué podíamos haber hecho hace tiempo y qué podemos hacer ahora?

La naturaleza continúa su curso. Dios la mantiene y sigue sus normas. En nosotros está el tratar de respetarla y cuidarla.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“¿Rezar para que llueva?”, por Pau Vidal

Martes, 9 de mayo de 2023
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IMG_9657Infantilizando la Fe

 “No hace muchos días, relevantes representantes de la Iglesia católica, en vistas a la sequía en Cataluña, conminaban a sus fieles a rezar por la lluvia”

“Sorprende el cómo se nos pide que roguemos por la lluvia sin hacer ninguna referencia a cuáles son las causas de esta pluviometría tan errática que nos atormenta”

“¿Pero no es posible la pregunta de por qué no llueve en nuestras latitudes? ¿Qué hemos hecho como humanidad en los últimos dos siglos para que las precipitaciones sean cada vez más irregulares? Hoy hay sequía en Cataluña, pero simultáneamente hay inundaciones terribles en California”

“Me opongo a una plegaria de petición que nos desresponsabiliza como comunidades cristianas ante los retos contemporáneos”

(Cristianisme i Justícia).- No hace muchos días, relevantes representantes de la Iglesia católica, en vistas a la sequía en Cataluña, conminaban a sus fieles a rezar por la lluvia. Si bien es cierto que la oración de petición forma parte de la tradición cristiana desde antiguo y que en determinadas circunstancias ayuda a reconocer la propia indigencia y necesidad, sorprende el cómo se nos pide que roguemos por la lluvia sin hacer ninguna referencia a cuáles son las causas de esta pluviometría tan errática que nos atormenta. No solo sorprende, sino que llega a desalentar una aproximación infantilizando a la fe, a la oración y al papel que podamos y debemos tener los cristianos en la construcción del bien común.

Hoy, quizás de manera un poco provocativa, sospecho y hasta me opongo a una plegaria de petición que nos desresponsabiliza como comunidades cristianas ante los retos contemporáneos, que parece propugnar una fe irracional, anticientífica y premoderna y que puede proyectar la imagen de un Dios caprichoso (“hoy decido enviar lluvia y mañana quién sabe”, “a ver si los fieles ya han hecho suficientes rogativas para que me digne a hacer caer unas gotas del cielo”). De hecho, la distancia entre un Dios providente todopoderoso y un Dios caprichoso es corta y del capricho al sadismo solo hay un paso.

¿Pero no es posible la pregunta de por qué no llueve en nuestras latitudes? ¿Por qué los ciclos naturales están profundamente alterados? ¿Qué hemos hecho como humanidad en los últimos dos siglos para que las precipitaciones sean cada vez más irregulares? Hoy hay sequía en Cataluña, pero simultáneamente hay inundaciones terribles en California.

La evidencia científica, asumida por el actual pontífice, masivamente confirma que las variaciones pluviométricas en latitudes muy diversas en todo el planeta son resultado del cambio climático producido por la acción humana acumulativa, depredadora e irresponsable. Por eso, pedir oraciones y rogativas para que llueva presentando como inevitables acontecimientos meteorológicos que, según el amplio consenso científico mundial, tienen unas causas humanas muy claras me parece profundamente desafortunado.

Pero, además, animar a rezar por la lluvia sin tampoco preguntarse ni cuestionar como se está gestionando el agua que sí tenemos al alcance es de un reduccionismo que roza el ridículo. Porque nunca lloverá bastante para saciar la codicia humana, ni para satisfacer las absurdas necesidades creadas por el modelo socioeconómico, agrícola, urbanista y turístico imperante.

¿Pedir todavía?

Y a pesar de todo, bien pensado, recordando que el Padre Nuestro está todo el transido de súplicas, quizás sí que todavía haré oración de petición.

Pero rogaré para que los cristianos seamos los primeros comprometidos en denunciar que el modelo socioeconómico actual que se nos vende como único e inevitable es insostenible, mata y además nos ha llevado a una crisis climática sin precedentes.

Oraré para que recuperamos la mirada sacramental a la creación y la respetemos como hermana.

Rogaré por la conversión ecológicade todos los corazones para que abracen un estilo de vida más frugal, más sencillo y más comunitario. Y porque los seguidores de Jesús unamos nuestras manos con todas las personas de buena voluntad para buscar alternativas más humanas y humanizadoras de organizarnos, donde el bien común esté en el centro y nadie quede atrás.

Imploraré a Dios para que todos y todas hagamos un uso responsable de la poca (o mucha) agua que sí que tengamos en los embalses, en los ríos y en los acuíferos. También haré rogativas para que dejemos de una vez de privatizar un bien común como el agua y nos preguntemos si de verdad hacen falta tantos campos de golf, piscinas y cruceros repletos de turistas.

Elevaré mi súplica para que los poderosos paren ya la codicia inacabable de la agroindustria que explota sin vergüenza los recursos hídricos para sacar siempre el máximo beneficio económico. Más concretamente, imploraré para que nos preguntemos si en vez de las fresas o los aguacates que comemos hoy y que hemos pagado a cuatro duros no podría comprar a un precio justo otros productos de proximidad, de agricultura ecológica y socialmente responsable.

También impetraré a Dios, siempre más grande, para que nos libere de la autosuficiencia antropocéntrica de creer que con la técnica lo podemos resolver todo y reencontremos desde la humildad nuestro lugar en la creación.

Pero rezar para que llueva, sin más ni más, hoy no lo haré. No fuera que al final se abrieran los cielos, tuviéramos que lamentar lluvias torrenciales y tormentas devastadoras y entonces se nos pidiera de nuevo acudir a la oración de petición como si fuera magia.

Epílogo

Evidentemente que en el trasfondo de estas reflexiones podríamos citar al papa Francisco y su contribución capital con la encíclica Laudato si’. Pero incluso puede ayudar recordar que ya hace más de tres décadas Juan Pablo II en 1990 decía lo siguiente:

“La disminución gradual de la capa de ozono y el consecuente «efecto invernadero» han alcanzado ya dimensiones críticas debido a la creciente difusión de las industrias, de las grandes concentraciones urbanas y del consumo energético. Los residuos industriales, los gases producidos por la combustión de carburantes fósiles, la deforestación incontrolada, el uso de algunos tipos de herbicidas, de refrigerantes y propulsores; todo esto, como es bien sabido, deteriora la atmósfera y el medio ambiente. De ello se han seguido múltiples cambios metereológicos y atmosféricos cuyos efectos van desde los daños a la salud hasta el posible sumergimiento futuro de las tierras bajas.”

E incluso no se queda aquí la cosa, sino que llega a afirmar que los cristianos, en particular, descubren que su cometido dentro de la creación, así como sus deberes con la naturaleza y el Creador forman parte de su fe” (Cf. “La paz con Dios creador, paz con toda la creación”, Jornada mundial de la paz, 1990).

[Una versión más breve de este escrito apareció en pregaria.cat en catalán/Imagen extraída de freepik]

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Sequía

Sábado, 3 de marzo de 2018
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Del blog de Henri Nouwen:

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  “A veces sentimos una terrible sequedad en nuestra vida espiritual. No sentimos ganas de rezar, no sentimos la presencia de Dios, nos aburrimos con los servicios religiosos e incluso pensamos que todo lo que creíamos de Dios, Jesús y el Espíritu Santo no son más que un infantil cuento de hadas.

Entonces es muy importante darse cuenta de que la mayoría de tales sentimientos y pensamientos no son más que eso: sentimientos y pensamientos, y que el Espíritu de Dios está mucho más allá de nuestros sentimientos y pensamientos.

Es una gran bendición ser capaces de sentir la presencia de Dios en nuestros pensamientos y sentimientos, pero cuando no nos pasa, eso no quiere decir que Dios está ausente. A menudo significa que Dios nos llama a una mayor fidelidad. Precisamente es en tiempos de sequedad de espíritu cuando debemos mantener nuestra disciplina espiritual, con el fin de crecer hacia una nueva intimidad con Dios.”

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Henri Nouwen

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“Rogativas”, por Gerardo Villar.

Miércoles, 14 de junio de 2017
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desamorlluvia121Da la impresión de que primero queremos el mundo a nuestro gusto e interés y luego le pedimos a Dios que se realice lo que haga falta para que las cosas sean así.

Tenemos sequía en muchas partes de España y del mundo. Necesitamos agua. Y esto, bien planteado, requiere un tratamiento universal y unas medidas serias. Nos requiere un comportamiento muy distinto en el uso del agua.

¿Postura fácil? Pedir agua para mis campos, mi pueblo y ya está. Si eso hay que pedirlo con rogativas, pues lo hacemos. Lo importante es el agua para nosotros.

Si la sequía se arregla con las rogativas, ¿qué hacemos que no rezamos a gritos para que llueva en el Sahel? La escasez de lluvia, las malas cosechas y el aumento en el precio de los alimentos amenazan la vida de 10 millones de personas, de las cuales cerca de un millón son niños, de países como Níger, Nigeria, Malí, Chad, Burkina Faso, Camerún, Senegal y Mauritania.

A mí me chirria algo muy fuertemente y me invita a confiar en el Padre que nos da Su Espíritu a quienes se lo pedimos… Y ese Espíritu nos habla de universalidad, de todos hermanos, del que siente necesidad aunque esté muy lejos. Podemos construir unas leyes y una organización del uso del agua muy distintas.

En definitiva que así como comparto con el Padre la falta de agua que sufrimos, también escucho a ver qué me está diciendo con esa sequía y qué pasos podemos dar.

Se multiplican los chistes a raíz de las rogativas. Pero con un progreso científico como el que vivimos hoy, no concibo unas rogativas para pedir agua, y sí un encuentro de oración y discernimiento de la Palabra y la Voluntad de Dios. Seguramente me va a hablar de compromiso ante la realidad y de trabajo con otros muchos países. Y organismos.

Pienso que el cambio climático con sus consecuencias devastadoras ya es un hecho reconocido por todos. Nos queda intentar pararlo y poner las soluciones alternativas que nos indican los científicos. Ya no se trata de una pequeña avería, sino de una realidad enorme que hemos producido y que quizás muy poco podamos conseguir para repararla. Pero ahí nos quiere Dios y nosotros, los humanos, somos los responsables.

Claro que para hacer lo que debemos, necesitamos voluntad y ahí sí que viene bien el estar en contacto con Dios, escucharle y comunicarle nuestras debilidades. Unas rogativas de nuevo estilo.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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