Encuentro
Del blog Nova Bella:
Lo que da verdadero sentido al encuentro es la búsqueda.
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José Saramago
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Del blog Nova Bella:
Lo que da verdadero sentido al encuentro es la búsqueda.
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José Saramago
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“Elisa, yo siempre he amado la verdad”.
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A Elizabeth Anscombe poco antes de morir
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“Sólo si creo en Dios, estoy plenamente seguro de que mi vida tiene sentido”
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Del diario de Wittgenstein en julio de 1916
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“Mira los sufrimientos físicos y mentales de las personas, los tienes cerca y esto puede ser un buen remedio para tus problemas… Mira a tus pacientes más de cerca como seres humanos con problemas y disfruta más de la oportunidad de decir ‘Buenas noches’ a tanta gente. Sólo esto es ya un regalo del cielo que muchos te envidiarían”.
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Y es que como explicaba el propio Wittgenstein de sí mismo en una ocasión:
“No soy un hombre religioso, pero no puedo dejar de ver cada problema desde un punto de vista religioso”
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Del blog Nova Bella:
(Leonard Cohen en el Mount Baldy Zen Center. Foto: Cordon.)
Cierro los ojos, me tapo los oídos y suprimo, una tras otra, las sensaciones que me llegan del exterior. Ya lo he logrado. Sin embargo, subsisto y no puedo dejar de subsistir. Sigo aquí. Puedo rechazar mis recuerdos y hasta olvidar mi pasado, pero conservo la conciencia de mi presente
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“Ni la razón ilustrada y su deslumbrante tecnología, ni la poderosa y dominante “ciencia” económica, ni siquiera las religiones están ofreciendo instrumentos suficientes para superar esta brutal agresión”
| Evaristo Villar
Debilidad humana y protección de la vida
Las calles y plazas desiertas están siendo un símbolo elocuente de nuestra propia fragilidad. Algo muy sustancial estamos ignorando para mantener la vida del ser humano y del planeta. ¿Se nos ha apagado el espíritu? Lo advertía ya muy acertadamente en el siglo pasado el filósofo y premio nobel de literatura Henri Bergson: disponemos de un cuerpo muy grande, decía, y de un alma muy pequeña. Necesitamos un “suplemento de alma”.
Espiritualidad y religión
La espiritualidad, raíz y fundamento de todas las culturas, no puede confundirse con la religión, son realidades distintas. Pero, la verdad es que la espiritualidad casi siempre se ha presentado vinculada a las religiones. Difícil abordarla sin esta referencia. Y no puede decirse que este matrimonio haya sido siempre negativo. Aun hoy día muchas personas encuentran en la cosmovisión religiosa razones suficientes para vivir con esperanza y para morir en paz. La religión ha prestado a la espiritualidad una visibilidad concreta de la que carece; le ha dado verticalidad y horizontalidad y ha proyectado sobre ella ricas axiologías y hasta una nutrida teodicea… En contrapartida, la espiritualidad ha prestado a las religiones arraigo y fundamento humano, historicidad y esa movilidad que necesitan las religiones para ir encarnándose en la historia contra la tentación de fijación de sus mismos dogmas y axiomas.
No sería justo condenar globalmente, desde la historia, todas las consecuencias de esta vinculación. Aunque la multiculturalidad de hoy día nos exige, por honestidad con la realidad, su divorcio o separación, al menos para reconocer la identidad y el lugar propio de cada una.
Secularización y vaciamiento de espíritu
Con la llegada y la fascinación provocada por la modernidad, los “maestros de sospecha” anunciaron a bombo y platillo “la muerte de Dios”. Y a este contundente anuncio le ha seguido un largo período de “desacralización” y “desmitologización” que ha abocado finalmente en el impresionante fenómeno de la “secularización” que recorre, principalmente, el mundo occidental. Hasta las religiones, guiadas por sus teólogos, han coadyuvado a este proceso secularizador como exigido desde sus mismas fuentes fundadoras. El fenómeno ha acabado vaciando los templos y sumiendo, a su vez, en el “indiferentismo religioso” y vaciamiento de espíritu a gran parte de la humanidad.
¿Se trata de una crisis de las formas institucionales más superficiales de las religiones, o, más al fondo, la crisis afecta al propio factor religioso, lo que, más allá de la sociología, afectaría a sus mismas raíces antropológicas y filosóficas? Sea cual sea la respuesta a esta cuestión, lo cierto es que, agotado el espíritu religioso, el vacío se ha venido llenando con las apetencias materiales y más primitivas del ser humano, convertido en “homo” fundamentalmente “oeconomicus”, para el que la acumulación y el consumo representan la máxima aspiración. Un ser humano sometido al imperio del comercio y definido mayormente por el dinero, rodeado de una plétora de cosas materiales que acaban ahogándole el espíritu. En un paisaje, así dibujado, se entiende mejor el grito de Bergson reclamando “un suplemento de alma”.
La vuelta de las religiones
Lo sorprendente y paradójico es que, en este ambiente secularizado, estén volviendo las religiones. Esto es lo paradójico. Ya a fínales del pasado siglo se había anunciado su retorno, interpretándolo como “la revancha de Dios”. Y la creciente expansión del pentecostalismo protestante en América y la atracción del carismatismo católico en las últimas décadas llegando hasta los umbrales del mismo Vaticano parecen ya un anuncio suficiente de este retorno. Sorprendente. La llegada al poder de populistas como Bolsonaro en Brasil o de Trump en EE. UU de la mano de estas llamadas “Iglesias electrónicas” no será más que su lógica consecuencia.
Se vuelve a repetir la unión entre el trono y el altar, fórmula ya superada por la modernidad. Lo paradójico es que, en este contexto de secularidad, se vuelva a unas formas de religión alienante y fervorasamente individualista, a la mitología y la magia, al “opio del pueblo”.
Contra todo esto surgió, al final del Vaticano II, el “Pacto de las Catacumbas” y la opción por los pobres, posteriormente desplegado en la Teología de la Liberación.
Intensa búsqueda de sentido
Ante este retorno banal y hasta vergonzante de unas formas religiosas vueltas al pasado, sin propuesta profética ni utopía, y ante un sistema inmanente y sin transcendencia, cerrado en la materialidad de la vida, muchos especialistas están descubriendo ya una “intensa búsqueda de sentido” más allá de la acumulación y el consumo. ¿Una “espiritualidad? Se constata que, desde el cansancio de una vida sin más valores que la economía, está aflorando, con dificultad, un nuevo comienzo, “un tiempo eje”, similar a aquel del siglo VIII antes de nuestra era, calificado por el filósofo Karl Jasper como “tiempo Axial” donde se dio simultáneamente en muchos lugares del planeta, una verdadera explosión del espíritu en todos los ámbitos del saber y de la creatividad humana.
No sé si este fenómeno es ya una incipiente respuesta a ese “suplemento de alma” que reclamaba con insistencia Bergson. La verdad es que se orienta a apuntalar eso que es patrimonio de toda la especie humana y que a todos nos une radicalmente desde nuestras enormes diferencias. ¿Se trata de eso que hemos llamado “espiritualidad”?
“Esa cosa que no tiene nombre”
No tenemos aún acuñada esa palabra que lo identifique a gusto de todo el mundo, pero, quizás, a eso se estaba refiriendo Saramago en el “Ensayo sobre la ceguera” –tan de nuestros días por el coronavirus cuando afirma rotundamente que “hay en nosotros una cosa que no tienen nombre, esa cosa es lo que somos”. Y “esa cosa que no tiene nombre”, es ecuménica, ecológica, laica, es holística, es del ser humano. Es dato y es patrimonio común, en nada opuesto a la religión, pero previo a cualquier forma religiosa y posterior a toda religión. “Eso que somos nosotros”, tan profundamente humano, que nos solidariza y “projimiza” con todas las formas de vida, que nos enraíza en la tierra… a “eso si nombre” nos referimos cuando hablamos de “espiritualidad”.
Evaristo Villar
Fuente Religión Digital
Del blog Nova Bella:
“Es lo que hacemos
y lo que somos
lo que da sentido
a nuestras palabras”
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Derek Jarman,
Wittgenstein
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Del blog Pays de Zabulon:
“Hay un problema con la navidad.
El recién nacido que se celebra, lo mataremos unos meses después, en Semana Santa …
Y luego aprendemos que de esta masacre, no nos culpamos.
Es el enigma más grande de todos:
La Pascua es más grande que la Navidad.
pero están vinculados, como las dos caras de una misma moneda.
¿Quién no ha visto el terror en los ojos de un recién nacido? Uno debe imaginar una estrella caída en la habitación sobrecalentada de una sala de maternidad. Esta estrella no entiende dónde está, o qué hace, y comienza a sentir los temblores del hambre y la sed, amenazas cuyo nombre no conoce.
Lo extraordinario es que el que está más expuesto es el mayor donante. Porque obviamente, nada es más agradable que un bebé. Pero, ¿cómo puede alguien que está en peligro cada segundo de su vida, alguien que está tan ansioso, complacernos tanto? Un bebé recién nacido es la encrucijada de la mayor angustia y del mayor apaciguamiento.
No podemos resolver esta paradoja.
Pero al vislumbrarla
Sabemos que tenemos una respuesta absolutamente imposible de formular.
A nuestras preguntas sobre el sentido de la vida.”
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Christian Bobin,
Abécedaire intime de Noël in La Vie
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Fuente fototo : The Conversation
“Mira más allá, donde no hay un muro, sino un horizonte: tu pequeña piedra tiene su sentido en la vida”
¡Cristo Vive! La esperanza que parecía sepultada detrás de la Cruz, renace con más fuerza con la luz del Resucitado, pese a las calamidades, las injusticias, los descartes. Tras la intensa e impresionante Vigilia Pascual, en el interior de la basílica, el Papa Francisco presidió, en una abarrotada plaza de San Pedro, la tradicional Misa de Pascua, previa a la bendición “Urbi et Orbi”.
Tras la lectura del relato de la Resurrección, en latín y griego, y aunque no estaba previsto, Bergoglio se lanzó a una breve e impactante homilía, en la que pidió que la Resurrección de Jesús no se quede solo en las flores o en la magnificencia de celebraciones como la de esta mañana de aguacero en la plaza de San Pedro, sino que sirva para “encontrar un sentido en medio de tantas calamidades”. “No sé cómo funciona esto, pero estoy seguro de que Cristo ha resucitado, y yo apuesto sobre este mensaje”.
“Hoy, la Iglesia canta, grita, repite que Jesús ha resucitado. Que Pedro, Juan, las mujeres han ido al sepulcro y estaba vacío. Él no estaba”, comenzó el Papa. “Habían ido con el corazón cerrado por la tristeza de un fracaso. El Maestro, su maestro, aquel al que tanto amaban, había sido ajusticiado y muerto. Y de la muerte no se regresa. Este es el camino del fracaso del sepulcro”.
Pero, tras el anuncio del ángel, “y después de la confusión, el corazón cerrado… toda la jornada en el Cenáculo, encerrados, porque tenían miedo de que les sucediera a ellos lo mismo que a Jesús”. “La Iglesia no deja de decir, a nuestros fracasos, nuestros corazones cerrados y con miedo, ‘Párate, el Señor ha resucitado'”, recordó el Papa. “Pero si el Señor ha resucitado, ¿cómo suceden tantas desgracias? ¿Por qué tantas enfermedades, tráfico de personas, trata de personas, guerras, destrucción, mutilaciones, venganzas, odio?”, se preguntó.
En ese momento, relató cómo ayer llamó a un joven que padece una grave enfermedad. “Un chico culto, ingeniero. Le dije que no había explicaciones para lo que le sucedía, y que mirara a Jesús en la cruz: Dios ha hecho eso con su hijo. No hay otra explicación. Y él me respondió: ‘Sí, pero Dios preguntó a su hijo, y el hijo dijo que sí. Y a mí no me han preguntado si yo quería esto'”. “Esto nos conmueve: a ninguno de nosotros nos preguntan si estás contento con lo que sucede en el mundo, si estás dispuesto a llevar tu cruz. Pero la cruz sigue adelante”, reconoció el Papa. “Y a veces, la fe en Jesús se nos cae”.
“¿Para qué ha resucitado Jesús?”, clamó Francisco, dirigiéndose a la multitud, y al imponente escenario, tan bellamente decorado para la ocasión. “Esto no es una fiesta para tantas flores, esto es bonito, pero es mucho más. Es el misterio de la piedra descartada, que termina por ser el fundamento de nuestra existencia. Jesús ha resucitado, y en esta cultura del descarte, donde lo que no sirve se usa y se tira, esa piedra descartada es fuente de vida. Y nosotros también somos esas pequeñas piedras en esa tierra de dolor, con la fe en Cristo resucitado encontramos un sentido en medio de tantas calamidades”.
“El sentido de mirar más allá, donde no hay un muro, sino un horizonte, ahí está la vida, la alegría. Mira hacia adelante. No te cierres. Tu pequeña piedra tiene su sentido en la vida, porque eres parte de aquella gran piedra, que la malicia del pecado ha descartado”, reclamó el Papa.
Frente a tantas tragedias, cada uno de nosotros, “piedrecitas que creen que se unen a aquella piedra, no serán descartadas, tienen un sentido. Con este sentimiento, la Iglesia repite desde dentro del corazón, Cristo ha resucitado”.
“Pensemos cada uno de nosotros: hay problemas cotidianos, en las enfermedades que hemos vivido, que nuestros parientes han vivido, pensemos en las guerras, en las tragedias humanas. Y sencillamente, con voz humilde, sin flores, solos, delante de Dios, delante de nosotros mismos, no sé cómo funciona esto, pero estoy seguro de que Cristo ha resucitado, y yo apuesto sobre este mensaje”, culminó el Papa, pidiendo a todos “volver a casa, diciendo, en vuestro corazón, que Cristo ha resucitado”.
Jesús Bastante
Religión Digital
Una pregunta muy grande, lo sé. De hecho, muchas personas se pasan la vida sin siquiera preguntarse algo tan profundo. O tienen esos momentos de inspiración pasajeros que dejan pasar por miedo a enfrentarse a ellos.
Aunque en la mayoría de los casos las grandes preguntas nos acechan en momentos de crisis personal, cuando empezamos a cuestionarnos qué es lo que hacemos y sobre todo, para qué hacemos lo que hacemos.
La vida está llena de esos momentos. Solo es cuestión de saber prestarles atención. Momentos de dudas, de preguntas sin responder, de temores ocultos que salen a la luz.
¿Y si no estoy llevando la vida que quiero? ¿Y si esto no es lo que me corresponde en realidad? ¿Y si puedo hacer algo mejor con mi vida?
A muchos nos dan miedo momentos como éste, cuando todo se pone en duda. O cuando se rompen nuestros esquemas habituales a causa de algo externo como un despido, una separación o el fallecimiento de un ser querido.
Pero también puede suceder que estemos viviendo durante años con una constante insatisfacción vital, preguntándonos qué es lo que nos pasa realmente.
Puede pasar incluso que aparentemente lo tengamos todo: pareja, familia, un buen trabajo, sueldo decente… y aún así nos sintamos vacíos por dentro, como si algo faltara, como si no estuviéramos completos, como si hubiera algo más.
A mis clientes de coaching y los lectores de mi blog les digo siempre lo mismo: “si te encuentras perdido, ¡enhorabuena!, es tu gran oportunidad para crecer.”
Y es que, como lo contaba en mi post anterior, la gente llega al coaching con un objetivo en el mejor de los casos (o más comúnmente con un problema a resolver), pero lo que realmente sucede es que la meta a conseguir se convierte en mera excusa para que la persona crezca y expanda su psicología, pudiendo abarcar nuevos retos y desarrollar su potencial.
Cuando nos visitan las crisis, sobre a todo a mitad de nuestra vida, alrededor de los 40 o 50 años, pensemos que este puede ser el momento idóneo para iniciar la búsqueda interior.
Al principio no es fácil. Porque nuestras viejas creencias y miedos tratarán de mantenernos en nuestra zona segura y encontrarán mil excusas para que no hagamos nada.
¿Cómo reconocer estos momentos?
Puede que nos preguntemos si realmente queremos realizar ese trabajo en el que llevamos toda una vida. Tal vez recordemos antiguos sueños y añoranzas de viajar a otros lugares, de aprender a tocar ese instrumento, de apuntarnos a una actividad deportiva o artística que nos llama la atención.
En realidad son pequeñas-grandes señales que no debemos dejar pasar sólo por el hecho de lo que puedan pensar los demás. O por miedo a decepcionar a nuestra familia o a nuestros amigos.
En Europa es bastante habitual que trabajadores por cuenta ajena se tomen un año sabático y den una vuelta al mundo, o lo hagan con su familia, o simplemente disfruten un año libre buscándose a sí mismos, probando una nueva actividad que tal vez pueda convertirse en su profesión.
El mundo es cada vez más cambiante, todo se acelera, las distancias de acortan, los trabajos ya no son como antes, el contrato fijo es cada vez más raro en la sociedad de hoy. En España estamos viviendo incertidumbre económica, laboral, política, social…
Y no sólo en España. Con leer un diario o ver las noticias en la TV es más que suficiente para entender cómo está el panorama actual.
Y, como todo en la vida, hay muchas maneras de enfrentar esa situación tan nueva. Pero básicamente hay dos posturas: la del miedo o la de la fe.
El miedo es la salida más fácil, porque no se trata de crear nada nuevo, sino quedarnos como estamos y agarrarnos a lo antiguo. El miedo tiene que ver con nuestra necesidad de seguridad y de control.
Pero la vida es cambio y pretender un control absoluto de algo que no está en nuestras manos es bastante utópico.
Por otro lado, está la fe o el amor. Confiar, creer en nosotros, pensar que si actuamos a pesar del miedo, el resultado llegará, incluso cuando nadie puede garantizarnos ese resultado, ésa es la clave. No actuar a lo loco, por supuesto, sino con un plan, pero sin detenernos por nuestros miedos, guardianes feroces de nuestra zona de confort.
Encontrarle un sentido a la vida requiere coraje, valentía y una dosis muy alta de fe y confianza. Sin esos ingredientes, a pesar de estar insatisfechos, seguiremos llevando una vida insípida y cada año que pase será un año perdido.
Encontrarle un sentido a nuestra vida, un propósito, una misión, es el fin último y más elevado del ser humano. Y no lo digo yo, sino los grandes sabios de todos los tiempos, las grandes religiones y autores de referencia como Víctor Frankl, psiquiatra y autor del famoso libro “El hombre en busca de sentido” que sobrevivió al Holocausto, encontrando en el más profundo dolor un sentido a su propia vida.
Y es que encontrar nuestra misión es vital para que cuando toque el momento de abandonar este mundo no lamentemos que no hemos vivido de verdad, sino sólo a medias.
María Mikhailova
La Razón
Caminamos por el mundo con tal aplomo, con tal seguridad, que estamos convencidos de que la realidad es tal cual la vemos. Cielos, valles, montes, ciudades, acontecimientos. Sin embargo, la filosofía de todos los tiempos se ha preguntado una y otra vez sobre la objetividad de nuestra percepción.
Desde la cueva de Platón al a priori de Kant, no está claro si esto que vemos es una interpretación nuestra. Ni si responde a algo absolutamente real. Como el maratón de la foto se convierte en un río de manchas de color en cuanto cambiamos la velocidad de obturación de la cámara, o como cada uno ve la vida según su lente, sus circunstancias. Un día de sol radiante de primavera es un salto de júbilo para una persona enamorada, y un bofetón para quien acaba de perder un hijo.
La gran pregunta es por tanto: ¿A qué me agarro en la vida? Mi entorno cambia, mi cuerpo envejece, lo que llamo realidad es una apariencia que depende de mil factores. Si pasa la película de este mundo, si paso yo, todo parece mentira, ¿qué me queda?
San Pablo era consciente de esto, y por eso dice en su primera carta a los Corintios: “Los que lloran como si no lloraran, los que se alegran como si no se alegraran, los que compran como si no poseyeran, los que aprovechan las cosas del mundo como si no las aprovecharan. Pues pasa la apariencia de este mundo” (7,30-31).
¿Qué significa esto? ¿Que no hay que disfrutar de la vida y hay que marcharse al desierto?
No; que hay que entornar los ojos, como el que mira a lo lejos para ver más. Si tu mirada está en contacto con lo profundo de tu ser, te vuelves capaz de distinguir la peli de este mundo de la luz que hay detrás.
La película acaba, es apariencia, pero no la luz que habita detrás de cada cosa, que es una, y a la que todos pertenecemos como reflejos y chispas. Pero para ver así, es indispensable cerrar de vez en cuando los ojos. Entonces el mundo entero se convierte en un fanal, “vestido lo dejó de su hermosura”. Gozas de lo que pasa, pero sin quedarte ni apropiarte, como asomado a la ventanilla de un tren, porque en realidad lo tienes ya todo: la luz de dentro.
Pedro Miguel Lamet
Fuente: Un río de color, en Revista 21, junio 2016, p.55, vía Fe Adulta
Del blog de la Communion Béthanie:
Tras las huellas vivas de Etty Hillesum
Mientras que nuestro mundo contemporáneo atraviese una crisis de sentido, una joven mujer judía puede ayudarnos a atravesar la prueba y a guardar la esperanza.
Del 1941 al 1943, en Amsterdam, Etty Hillesum mantiene un diario de una densidad excepcional. Consigna en 11 cuadernos las últimas experiencias de su vida. Este extraordinario documento es un verdadero testamento espiritual. Descubrimos allí su fe inquebrantable en el hombre al mismo tiempo que éste comte sus más negras fechorías durante la segunda guerra mundial. Etty Hillesum murió en Auschwitz el 30 de noviembre de 1943 después de haber pasado los últimos meses de su vida en el campo de tránsito de Westerbork al servicio de sus hermanos judíos.
“Incluso si debe conocer una muerte horrible, la fuerza esencial consiste en sentir en el fondo de uno mismo, hasta el final, que la vida tiene un sentido, que es bella, que se han realizado todas sus virtualidades en el curso de una existencia que era buena. “
Del blog Pays de Zabulon:
“Siempre me he maravillado con la naturaleza.
Después de estudios científicos, he continuado buscando procurando comprender mejor cómo funciona la naturaleza interesándome por la cosmología, por la geología, por la biología, por la botánica, por la física de las partículas … Sí, verdaderamente es una maravilla comprender la gran unidad de todo lo que vive, los mismos mecanismos biológicos están trabajando tanto en la planta más pequeña como en nuestro cuerpo.
(…)
El amor incondicional de Dios para cada ser humano revelado por Cristo, la decisión que podemos tomar para confiar en él y responder a su amor da el verdadero sentido a la presencia del hombre en el universo. En la senda de san Francisco, que lo expresa tan bien en el Cántico de las Criaturas, este intercambio de amor, se extiende a toda la creación.”
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Fr. Hervé, frère de Taizé.
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Del blog À Corps… À Coeur:
La vida nos rompe nuestras ideologías a medida que avanzamos, tanto las buenas como las malas. La vida no tiene sentido, ni dirección prohibida, ni sentido obligatorio. Y si no tiene sentido, es que va en todos los sentidos, y desborda de sentido, lo inunda todo. Hace daño mucho tiempo cuando queremos imponerle un sentido, retorcerla en una dirección o en otra. Si no tiene sentido, es porque es el sentido.
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Christiane Singer, en “ ¿ Hacia dónde corres, no sabes que el cielo está en ti? “
(Nota)
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