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Entradas Etiquetadas ‘Sencillez’

“Una vida sencilla”, por Miguel Ángel Mesa

Jueves, 5 de septiembre de 2024
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De su blog Otro Mundo es posible:

«La humildad y la sencillez son las llaves maestras para abrir todas las puertas del mundo» (Zoraima Sánchez).

La sencillez y la humildad son dos virtudes hermanas que caminan juntas. «La humildad es andar en verdad», decía nuestra Teresa de Jesús.

La verdadera humildad, por lo tanto, rompe con los esquemas tradicionales de asemejar esta virtud a la sumisión sin cuestionamiento, al desprecio personal ante otra persona. La persona humilde reconoce lo que está bien y lo que está mal y su palabra proclama la verdad, duela a quien le duela. Se siente agradecida por tantos dones como ha recibido, pero asume también el esfuerzo para mejorar personalmente, relacionándose más armoniosamente con los demás, trabajando por un mundo mejor.

Una persona humilde es, a la vez, un hombre o una mujer sencilla. No busca ni pretende dignidades, que le llamen don o doña, padre o madre, excelentísimo/a… Se sienten como en su casa cuando las relaciones son de familiaridad, amistad, cercanía, buen humor… Cuando alguien intenta ser sencillo, una de las primeras cosas de las que se desprende es de su afán por poseer. Hace suyas las hermosas palabras del salmo 130:

Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros, no pretendo grandezas que superan mi capacidad; sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre.

La sencillez de vida, la humildad en el trato con los demás y en la relación con uno mismo, nos van conduciendo leve pero efectivamente por el sendero de la plena humanización. Poner todos nuestros deseos en tener, acumular y defender por cualquier medio lo que poseo, nos lleva a todo lo contario: al egoísmo, el aislamiento, la desconfianza hacia los demás, la deshumanización.

La sencillez en la relación con los demás, en la forma de vida, en la administración de los bienes, en el compartir con total normalidad todo lo que se tiene, sea el dinero, el tiempo, la casa, los conocimientos, la intimidad y los sueños… caracterizan, provocan y seducen a quien sea que se mueva en su órbita.

Porque en la sociedad que vivimos tan complicada, tecnificada, despersonalizada… hay que saber resituarse y simplificarse. Que las horas, el tiempo lo podamos administrar nosotros correctamente, sin que nos agobie la falta del mismo que sentimos siempre. Que la búsqueda del bienestar material no absorba todos nuestros recursos, nuestra mente, nuestros deseos. Que el anhelo y la necesidad de dedicarnos espacios a nosotros mismos, no nos haga olvidar el contacto diario con la familia, los amigos, la gente que más sufre.

Esta es la espiritualidad de una persona que intenta, día tras día, ser más humilde y sencilla. Viviendo el momento presente con atención, cuidando, acompañando, consolando, gozando en plenitud cada acontecimiento. Reconociendo que la sencillez no es ninguna pérdida, ni desinterés, todo lo contrario, es lo que confiere una gran dignidad a la persona. Los hombres y mujeres más sencillos muestran en su porte una cordialidad que invita al diálogo, a la confianza, a la imitación. Hay algo tan sencillo en su manera de ser y en su trato, que les trasciende…

«Felices quienes en su trato son sencillos de corazón, quienes no buscan relaciones con los poderosos, sino con la gente más humilde».

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“La gente como bálsamo”, por César Luis Caro

Jueves, 6 de junio de 2024
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De su blog Diario de un misionero cura de pueblo:

En medio del dolor me ayuda ir fluyendo con el pueblo, en la naturalidad de la vida que continúa

Muchas veces en mi vida he experimentado el bien que me hace irme a estar con la gente sencilla, el pueblo menudo. Cuando me he sentido bajo de ánimo, afligido, mustio o desazonado, simplemente mezclarme con las personas, escuchar, mirar, quedarme a su lado, cerca, en sus cosas, me ha espabilado y entonado. No se pueden imaginar el efecto que me causa cada mano que estrecho, cada gesto cordial que reflejo. Desde luego no eliminan el pesar no, pero alivian, suavizan, como un lenitivo amable o una caricia certera.

Íbamos caminando hacia la parroquia de Mazan cuando nos agarró la lluvia, uno de esos aguaceros que te obliga a ponerte a cubierto si no quieres estar empapado en medio minuto. Nos metimos bajo la entrada de una casa; la señora, que estaba barriendo, nos sacó amablemente unas sillas. Y así sentados asistimos a la sesión de juegos acuáticos de este sonriente personaje en calzoncillos.

Muchas veces en mi vida he experimentado el bien que me hace irme a estar con la gente sencilla, el pueblo menudo. Cuando me he sentido cancamurrioso, o mantujo, en palabras de mi tierra (es decir: bajo de ánimo, afligido, mustio, desazonado), simplemente mezclarme con las personas, escuchar, mirar, quedarme a su lado, cerca, en sus cosas, me ha espabilado y entonado.

Claro que lo que siento este tiempo se encuentra en un territorio emocional nunca antes transitado por mí. No es mera tristeza, tiene medidas de desamparo, trazas de extrañeza y estupor, por momentos oleadas de desconsuelo… No acierto a encontrar el nombre de lo que me aqueja, sé lo que es, pero no cómo manejarlo, así que intento lo que tantas otras veces ha funcionado: “te tienes que ir con tu pueblo”.

Comienza la misa, me encuentro cómodo en este espacio celebrativo, veo los rostros y pienso que ellos no saben ni tienen por qué saber. De hecho, no hay tantos pésamescomo esperaba, y eso paradójicamente me descarga. “Ya soy caserito”, digo al principio, y se levantan las sonrisas. Ya soy conocido, acostumbrado, habitual. No es mi circunstancia el centro, es lo que celebramos, estamos juntos, la vida y la fe que compartimos.

Está programada una reunión del Consejo de Pastoral, pero en cambio pasamos a la maloka, y de pronto me veo con un gentío de niños, jóvenes y mayores. Es un momento nomás para acoger al vicario general, hay algunas palabras, y muchos aplausos antes del correspondiente plato de arroz con pollo. Hay instantes en que, confieso ahora que no me oye nadie, está mi lágrima al borde del precipicio.

No se pueden imaginar el efecto que me causa cada palmada, cada mano que estrecho, cada gesto cordial que reflejo. Desde luego no eliminan el pesar no, pero alivian, suavizan, como un lenitivo amable o una caricia certera. Tantos “gracias por venir” me suenan como “gracias por regresar, por obedecerla, por estar acá con nosotros”.

El día anterior, en el almuerzo de la minga en la que se afanaban un buen grupo de parroquianos, me tocó sentarme con Abel, con Teddy, con don Aurelio. La conversación, si se puede llamar así, fue una ristra interminable de bromas y carcajadas ante los platos de mazamorra de doncella y tallarín con pollo (por supuesto). El carácter de nuestro pueblo lindo, totalmente desprovisto de rigidez o solemnidad, me otorga ligereza para ir remontando.

Se trata no de evadirme, pensar en otra cosa o alejar la mente de forma ortopédica; es más bien ir fluyendo, dejarme llevar en esa corriente de calma, en la naturalidad de la vida que continúa para todos, en medio de los dramas cotidianos, a veces tremendos, que cada cual carga.

Y ahí encuentro mi lugar, y descubro que soy querido. Ese milagro que es lo que hace que el mundo gire. Caía el agua a raudales, la tarde declinaba, el niño chapoteaba feliz, su mamá le reconvenía con media sonrisa, y todo estaba bien.

Espiritualidad , ,

“Sencillez”, por Gerardo Villar.

Sábado, 16 de septiembre de 2023
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casaldc3a1liga2Obispo Pedro Casaldáliga

No tuve suerte. Invité a dos obispos en su entrada cuando les tocaba, a tomar posesión de la diócesis, no en la catedral, sino en uno de los pueblos más pequeños de la diócesis, con una participación de 4 o 6 personas, Pazuengos.

Yo era capellán en esos momentos de la cárcel y le propuse seguir la jornada conmigo visitando y celebrando la Eucaristía en la cárcel. Pero no tuve suerte y no me acompañó.

Por eso, me ha encantado ver que José Cobo ha visitado en su segunda eucaristía una de las parroquias de las afueras de Madrid. Es un gesto estupendo. Qué gesto más evangélico. Ya sé que es solamente un signo, pero indica un camino que empieza por ahí. Espero que siga por esos caminos…

Yo he tenido suerte al recibir nombramientos de la diócesis, porque siempre he pedido lo más pequeño, lo que nadie quería. Y me he sentido a gusto de esa periferia. Son los pueblos pequeños, retirados, con carreteras difíciles. Así he recorrido veinte parroquias.

Hoy que hablamos de ir a la periferia, entiendo que uno de los lugares preferidos han de ser las parroquias más pequeñas y lugares de los alrededores de algún barrio de la ciudad. Estos nombramientos han de ser la alternativa a los nombramientos de canónigos, párrocos de la capital, catedráticos vicarios.

Me sorprende cuando veo a los obispos, cardenales, el papa, con vestimentas llamativas, mitras, ropajes llamativos. A los fieles eso nos infunde sorpresa. Nos choca y nos disgusta. Lo vemos contra la sencillez. Así como nos agrada el verlos conducir coches pequeños, sencillos.

También nos choca y nos sorprende ver en las procesiones de los patronos participar al clero rodeados de autoridades y reyes de la fiesta. Me preocupa el que se hable mucho de la iglesia samaritana, pero luego mi actuación como cristiano está reducida al área eclesial más o menos situada en el centro eclesial.

Cuando se celebra o se trabaja en una parroquia pequeña, no se puede hacer grandes actividades o celebraciones muy participativas. Pero es más fácil fomentar la creatividad y tener un trato muy cercano. Me contento porque en la Última Cena no estarían más de 20 personas. Y fue así de importante.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

Cristianismo (Iglesias), Iglesia Católica , ,

Sencillez

Jueves, 18 de mayo de 2023
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Del blog Nova Bella:

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Es sencillo hacer que las cosas sean complicadas,

pero difícil hacer que sean sencillas.

*

Nietzsche

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“Fe sencilla”. Presentación del Señor – A (Lucas 2,22-40)

Jueves, 2 de febrero de 2023
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Jesús-es-presentado-en-el-temploEl relato del nacimiento de Jesús es desconcertante. Según Lucas, Jesús nace en un pueblo en el que no hay sitio para acogerlo. Los pastores lo han tenido que buscar por todo Belén hasta que lo han encontrado en un lugar apartado, recostado en un pesebre, sin más testigos que sus padres.

Al parecer, Lucas siente necesidad de construir un segundo relato en el que el niño sea rescatado del anonimato para ser presentado públicamente. ¿Qué lugar más apropiado que el Templo de Jerusalén para que Jesús sea acogido solemnemente como el Mesías enviado por Dios a su pueblo?

Pero, de nuevo, el relato de Lucas va a ser desconcertante. Cuando los padres se acercan al Templo con el niño, no salen a su encuentro los sumos sacerdotes ni los demás dirigentes religiosos. Dentro de unos años, ellos serán quienes lo entregarán para ser crucificado. Jesús no encuentra acogida en esa religión segura de sí misma y olvidada del sufrimiento de los pobres.

Tampoco vienen a recibirlo los maestros de la Ley que predican sus «tradiciones humanas» en los atrios de aquel Templo. Años más tarde, rechazarán a Jesús por curar enfermos rompiendo la ley del sábado. Jesús no encuentra acogida en doctrinas y tradiciones religiosas que no ayudan a vivir una vida más digna y más sana.

Quienes acogen a Jesús y lo reconocen como Enviado de Dios son dos ancianos de fe sencilla y corazón abierto que han vivido su larga vida esperando la salvación de Dios. Sus nombres parecen sugerir que son personajes simbólicos. El anciano se llama Simeón («El Señor ha escuchado»), la anciana se llama Ana («Regalo»). Ellos representan a tanta gente de fe sencilla que, en todos los pueblos de todos los tiempos, viven con su confianza puesta en Dios.

Los dos pertenecen a los ambientes más sanos de Israel. Son conocidos como el «Grupo de los Pobres de Yahvé». Son gentes que no tienen nada, solo su fe en Dios. No piensan en su fortuna ni en su bienestar. Solo esperan de Dios la «consolación» que necesita su pueblo, la «liberación»que llevan buscando generación tras generación, la «luz» que ilumine las tinieblas en que viven los pueblos de la tierra. Ahora sienten que sus esperanzas se cumplen en Jesús.

Esta fe sencilla que espera de Dios la salvación definitiva es la fe de la mayoría. Una fe poco cultivada, que se concreta casi siempre en oraciones torpes y distraídas, que se formula en expresiones poco ortodoxas, que se despierta sobre todo en momentos difíciles de apuro. Una fe que Dios no tiene ningún problema en entender y acoger.

José Antonio Pagola

Espiritualidad , ,

En lenguaje popular.

Sábado, 17 de diciembre de 2022
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jesus-resucitadoMe fijo en las palabras centrales del Mensaje de Jesús. Es su Persona. Y de Él se nos dice “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo Primogénito”. “Jesús vino, no para condenar al mundo sino para salvarlo”. “Dios nos ha hecho hijos suyos”.

Es un Mensaje alegre, salvador. Me resulta difícil buscar la oportunidad y la ocasión en que decir estas palabras a las personas y que les cale.

Sí que me resulta más fácil actuar conforme a ese mensaje y tratarme así a mí y a las demás personas. Organizar la vida según esta Noticia.

¿Cómo puedo anunciar y transmitir a las gentes esa PALABRA DE DIOS? Por supuesto puedo aprovechar la predicación para anunciarlo clara y contundentemente. En la administración de los sacramentos y de los funerales. Muchas veces lo que predico da vueltas a ese Mensaje, pero sin anunciarlo claramente.

Una forma muy fácil es releer el evangelio e irlo saboreando y comentando. Hay textos claves que Jesús nos transmite y es preciso hacernos eco de ellos. Creo que ese debe ser el eje de la predicación y de la acción pastoral.

Resulta que hemos pasado y calcado esas palabras del evangelio, reduciéndolo a credos y afirmaciones difíciles y abstractas. Hablarlas en castellano claro y afirmativo. Me gustaría, en lugar de recitar el credo, repetir en voz alta esas frases de mismo texto del evangelio y recalcarlas. Incluso dejar tiempo para pensarlas y saborearlas. Podrían ser treinta expresiones del evangelio capitales.

Los evangelios están llenos de frases impregnadas de sentido y de mensaje. Podemos repetirlas, pensarlas, comentarlas. Propongo que sustituyan en la celebración al credo oficial, que me resulta muy dogmático y doctrinal. Menos popular.

Me encanta leer el evangelio sin más. Se entiende todo. Y como hay muchos géneros literarios (que llaman) tratar de explicarlos, comprenderlos, ponerlos en lenguaje popular. Ahí está la Teología Popular.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad , ,

Fe sencilla…

Domingo, 2 de octubre de 2022
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Más Sencilla

Hazme una cruz sencilla,
carpintero…
sin añadidos
ni ornamentos…
que se vean desnudos
los maderos,
desnudos
y decididamente rectos:
los brazos en abrazo hacia la tierra,
el astil disparándose a los cielos.
Que no haya un solo adorno
que distraiga este gesto:
este equilibrio humano
de los dos mandamientos…
sencilla, sencilla…
hazme una cruz sencilla, carpintero.

*

Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza
siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.

Ser en la vida romero, romero…
sólo romero.
Que no hagan callo las cosas
ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez,
una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Que no se acostumbre el pie
a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa,
ni la losa de los templos,
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos…
ni como el cómico viejo
digamos los versos.

No sabiendo los oficios,
los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera…

Que no hagan callo las cosas
en el alma ni en el cuerpo.
Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

***

León Felipe

***

En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor:

“Auméntanos la fe.”

El Señor contestó:

“Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar.” Y os obedecería.

Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: “En seguida, ven y ponte a la mesa”? ¿No le diréis: ‘Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado?

Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.””

*

Lucas 17, 5-10

***

 

Tener fe en Dios, en el Cristo-Dios, significa haber optado de manera definitiva por fiarse de Dios. Arquímedes buscaba el fulcro gracias al cual su palanca hubiera podido levantar el mundo. Ser creyentes es haber hecho de Dios el fulcro de nuestra propia vida, y el término «roca» que la Escritura aplica con tanta frecuencia a Dios -«Tú eres mi roca y mi baluarte»- se convierte en el fulcro que yo sé que no puede desaparecer. El Dios en quien confío no puede engañarnos ni puede decepcionarnos, pues no sería Dios; no puede dejar de amarnos, pues no nos habría creado. A todas las certezas que el Antiguo Testamento aducía para confirmar a Dios-nuestra-roca se añadía lo que Cristo había prometido al apóstol Pedro, al cambiar su nombre de Simón por Pedro: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Partiendo de esta idea de roca, la inteligencia no carece ni de argumentos ni de luz, porque la fe conduce a la luz. Jesucristo no es una invención de los hombres; los hombres no inventan cosas así o, más exactamente, si las inventan no duran mucho. Pensemos en los dos mil años transcurridos desde el nacimiento de Jesucristo, pensemos también en todas las mediocridades, debilidades, traiciones, que ha habido en la Iglesia… y veremos que habría debido desaparecer, como tantos otros imperios y organizaciones. Sin embargo, a través de algún santo, de algún acontecimiento o de alguna personalidad, la Iglesia vuelve a cobrar vida cada vez, se santifica de nuevo y el árbol que parecía muerto, a punto de ser cortado, vuelve a florecer con nueva vida.

*

Jacques Loew,
La felicita di essere uomo. Conversazione con Dominique Xardel,
Milán 1992, pp. 22ss

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Lo sencillo

Sábado, 1 de febrero de 2020
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Del blog Nova bella:

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Lo sencillo está diseminado por el mundo.

A veces no se ve, porque es diáfano.

*

José Antonio González Iglesias

indigenas

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“Sencillez”, por Miguel Ángel Mesa.

Miércoles, 11 de septiembre de 2019
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De su blog Punto de encuentro:

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Dom Helder Cámara

La sencillez es, quizá, una de las mayores necesidades que tenemos que recuperar los hombres y mujeres de nuestros días, para poder tener una vida más enriquecedora, plena y feliz. Estos serían, a mi modo de entender, algunos de los rasgos de una persona que aspira a vivir con sencillez:

Una persona sencilla sabe escuchar con atención, ofrece sus dones y habilidades con generosidad y se siente agradecido por todo lo que le ofrece en cada momento la vida.

Una persona sencilla no se cree nunca en posesión absoluta de la verdad, atiende a las razones del otro y aprovecha todo lo positivo que se le ofrece.

Una persona sencilla desprende ternura, sensibilidad y cercanía por los cuatro costados.

Una persona sencilla se deja interpelar por la realidad y, ante cualquier situación injusta levanta su voz y sale a manifestarse a la calle, junto a otros hombres y mujeres, sin importarle sus creencias o sus ideas.

Una persona sencilla guarda y protege como oro en paño ese tallo frágil y flexible de la esperanza que, a pesar de los vientos contrarios, siempre vuelve a su ser y permanece en pie.

Una persona sencilla no es codiciosa, ni se afana por tener más dinero o más posesiones: vive contenta con lo que tiene e intenta no angustiarse por nada.

Una persona sencilla se siente libre ante todo y ante todos, sin hipotecar su forma de vida por nada que le impida sentir y respirar en libertad.

Una persona sencilla no cree que ya lo ha conseguido todo, sino que siempre le sobran cosas; o que lo sabe ya todo, sino que se mantiene en búsqueda permanente.

Una persona sencilla anda siempre deseando el encuentro, pretendiendo la armonía, buscando sin cesar el diálogo y el entendimiento, la paz basada en la justicia.

Una persona sencilla sabe disfrutar con los amigos y amigas de una buena comida en común, de una conversación íntima, de un viaje compartido…

Una persona sencilla goza y es feliz con los pequeños detalles y regalos que le ofrece el día a día, con las personas a las que quiere y que le quieren, con la naturaleza que le rodea.

Una persona sencilla se muestra acogedora y ofrece su solidaridad con los marginados y excluidos, sin importarle lo que digan de ella, porque sabe que solo así será posible otro mundo más humano y fraterno, justo y en paz.

Una persona sencilla camina sonriente, feliz, humilde y confiadamente, junto a los demás, es decir, sobre la palma de la mano del Misterio diáfano de la Vida.

EN LO SENCILLO ESTA LA VIDA

Miguel Ángel Mesa

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Sencillez

Martes, 19 de febrero de 2019
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tumblr_n0hrp0am2H1r2d8pzo1_400Miguel Ángel Mesa
Madrid.

ECLESALIA, 08/02/19.- La sencillez es, quizá, una de las mayores necesidades que tenemos que recuperar los hombres y mujeres de nuestros días, para poder tener una vida más enriquecedora, plena y feliz. Estos serían, a mi modo de entender, algunos de los rasgos de una persona que aspira a vivir con sencillez:

Una persona sencilla sabe escuchar con atención, ofrece sus dones y habilidades con generosidad y se siente agradecido por todo lo que le ofrece en cada momento la vida.

Una persona sencilla no se cree nunca en posesión absoluta de la verdad, atiende a las razones del otro y aprovecha todo lo positivo que se le ofrece.

Una persona sencilla desprende ternura, sensibilidad y cercanía por los cuatro costados.

Una persona sencilla se deja interpelar por la realidad y, ante cualquier situación injusta levanta su voz y sale a manifestarse a la calle, junto a otros hombres y mujeres, sin importarle sus creencias o sus ideas.

Una persona sencilla guarda y protege como oro en paño ese tallo frágil y flexible de la esperanza que, a pesar de los vientos contrarios, siempre vuelve a su ser y permanece en pie.

Una persona sencilla no es codiciosa, ni se afana por tener más dinero o más posesiones: vive contenta con lo que tiene e intenta no angustiarse por nada.

Una persona sencilla se siente libre ante todo y ante todos, sin hipotecar su forma de vida por nada que le impida sentir y respirar en libertad.

Una persona sencilla no cree que ya lo ha conseguido, sino que siempre le sobran cosas; o que lo sabe ya todo, sino que se mantiene en búsqueda permanente.

Una persona sencilla anda siempre deseando el encuentro, pretendiendo la armonía, buscando sin cesar el diálogo y el entendimiento, la paz basada en la justicia.

Una persona sencilla sabe disfrutar con los amigos y amigas de una buena comida en común, de una conversación íntima, de un viaje compartido…

Una persona sencilla goza y es feliz con los pequeños detalles y regalos que le ofrece el día a día, con las personas a las que quiere y que le quieren, con la naturaleza que le rodea.

Una persona sencilla se muestra acogedora y ofrece su solidaridad con los marginados y excluidos, sin importarle lo que digan de ella, porque sabe que solo así será posible otro mundo más humano y fraterno, justo y en paz.

Una persona sencilla camina sonriente, feliz, humilde y confiadamente, junto a los demás, es decir, sobre la palma de la mano del Misterio diáfano de la Vida.

Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia.

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“Cosas grandes o grandes cosas”, por Juan Zapatero

Sábado, 3 de noviembre de 2018
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e2f9b565-eccc-4f82-8d13-b795e362ac67No podemos hacer grandes cosas, pero sí cosas pequeñas con un gran amor”. Es una de esas frases lapidarias que tiene Teresa de Ávila. De nuevo, después de quinientos años, los escritos de la Santa de Ávila siguen siendo de actualidad.

Vivimos inmersos en una sociedad en la que la importancia de una persona le viene dada por las “cosas grandes” que hace. Sí, he cambiado expresamente el orden de las palabras, porque creo que existe una diferencia entre una acepción y la otra, que ahora no voy a explicar evidentemente, porque no es este el cometido que pretendo.

No sé si estaréis o no de acuerdo conmigo, pero cuando hablo de hacer “cosas grandes”, estoy pensando en algo que llama la atención por su enormidad física, por ejemplo, o en acciones que sobrepasan la capacidad normal de las personas en general. Cosas, realidades o logros que, entre otras cosas, provocan en nosotros una admiración inusitada y que muchas de ellas contribuyen, ¿por qué no admitirlo?, a hacernos más llevadera la vida, lo cual siempre es loable y totalmente plausible.

Estaríamos hablando, por citar algún caso, de una obra de arte en cualquiera de sus dimensiones, de un logro científico conseguido, de una gesta espectacular, etc. Dicho esto, está claro que, si nos paramos a pensar cuál es el criterio seguido a la hora de decidir semejante “grandeza”, tendríamos que admitir que no es otro que lo material, lo que produce algún beneficio, al menos a algunos sectores de la población, o de los resultados conseguidos por una persona en un campo concreto.

Me vienen ahora a la mente, por ejemplo, los límites existentes hasta ese momento y que supera un deportista en cualquier tipo de disciplina u otras acciones superadas por alguien y que muchas de ellas entran a formar parte del libro Guinness de los récords.

Si nos atenemos a estos criterios, nos daremos cuenta enseguida que algo grande depende, en primer lugar, del dinero; en este caso, la cantidad y la cualidad, muy subjetiva por cierto esta segunda, dependería del precio más o menos elevado que hubiera costado tal cosa o producto. Sí, mal que nos pese, el dinero continúa siendo, desde que este se convirtió en elemento esencial para conseguir bienes y servicios, en el referencial más claro a la hora de calificar la importancia de personas, cosas y acciones.

En segundo lugar, la grandeza a una persona le vendría dada por el esfuerzo que ha tenido que hacer para conseguir un logro o llegar a una meta. No me refiero solamente al esfuerzo físico, sino a cualquier tipo este, como el intelectual concretamente.

Por último, se me ocurre pensar que otro de los factores que nos influyen a la hora de calificar algo como grande sería el aplauso o la admiración que provoca en los demás lo que alguien ha hecho o realizado. Quien sea aficionado al deporte lo tiene muy claro a la hora de entender este tercer supuesto. Y también todas las personas relacionadas con el mundo de la música, del cine y del espectáculo en general.

Vistas así las cosas, está meridianamente claro que solamente pocas personas pueden hacer “cosas grandes”; quedaría en manos de unos cuantos dotados, privilegiados, o aupados, pero nada más; lo cual sería una lástima. La inmensa mayoría quedaríamos limitados a contemplar o a asentir sin más, sobre todo con nuestro aplauso.

Sin embargo, el poder hacer “grandes cosas” (el epíteto delante), lo que Teresa denomina “cosas pequeñas”, sí que está al alcance de cualquier persona independientemente de su condición social, raza, credo, ideología, etc. Por la sencilla razón que todo hombre y mujer lleva en su corazón el instrumento con el que se hacen “semejantes cosas”, que no es otro que el amor y que está muy por encima del dinero, de la fuerza y del poder y, por supuesto, de la admiración que pueda provocar en los demás.

Solamente me gustaría, para finalizar, añadir una cosa: no estaría de más aderezar este amor con unas cuantas dosis de humildad; lo convertirían en único y lo añadirían un grado de cualidad insuperable.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Dos miradas a lo sencillo

Viernes, 6 de abril de 2018
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Del blog de Amigos de Thomas Merton:

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“Hay que olvidarse de palabras como Dios o muerte,

sufrimiento y eternidad;

hay que ser de nuevo sencillo y sin palabras,

como el grano que crece o la lluvia que cae.

Sólo hay que ser”.

*

Etty Hillesum

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“Este es el verdadero corazón del misterio,

tan obvio y sencillo:

la presencia de la misericordia de Dios

en medio de nosotros,

en Cristo “

“La fidelidad a la gracia en mi vida,

es fidelidad a la sencillez

*

Thomas Merton

***

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Empecemos por el tejado

Viernes, 14 de julio de 2017
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avalon18Las casas se empiezan a derribar por arriba, por el tejado.

Me viene a cuento esto, porque veo que aunque los cristianos de base, planteen y vivan unos valores evangélicos, la multitud, lo que vemos es lo de arriba. Si las manifestaciones que vemos no son evangélicas, nos escudamos ahí y no nos convertimos al evangelio. La importancia que tienen los edificios, ropajes, manifestaciones… eso da la imagen del cristianismo y lleva a pensar en valores poco cristianos.

Es preciso derribar, desmontar esos grandes signos. Ya es tópico, pero difícilmente me empuja a seguir a Jesús pobre, si cuando están transmitiendo la misa del gallo, a la vez que leemos y escuchamos las palabras de “dio a luz a su hijo y lo colocó en un pesebre”, mientras tanto las cámaras me transmiten alguna de las obras de arte del vaticano o de otro templo… Si cuando el papa dice que los cardenales no son primados de la iglesia, aparecen vestidos con telas rojas y un gran séquito, incluidos poderes políticos…, es difícil verlos como animadores de la fe en la comunidad.

Siento urgente que debemos desmontar esos signos poderosos. Necesitamos signos liberadores. Qué bien cuando antes de la eucaristía televisada, nos acercan testimonios de servicio y entrega con los empobrecidos, en el programa de “Pueblo de Dios”.

No tengo la menor duda de que las jerarquías y las instituciones poderosas sirven a los pobres, pero eso hay que demostrarlo y presentarlo así, quitando todo signo y señal de poder, de riqueza, de grandeza ¿Ha llegado el momento de dejar las custodias y los palios para los museos y presentar a Jesus en la Eucaristía, con los carteles de Cáritas?

Hay un montón de signos a cambiar. Yo, que soy cura en unos pueblos muy requetepequeños, recibo cartas que me dicen “rvdo. sr. cura párroco…” Demasiadas albardas.

Y es que lo que vemos y lo que nos catequiza son los signos externos, lo que presenta la tele y los medios, lo que suena y tiene renombre. Tengo la suerte de que aquí no soy nadie, no pinto nada, no tengo ningún título ni categoría. Estoy convencido que el poder que tienen los obispos y sus declaraciones no son el camino de evangelización.

La mayor parte de manifestaciones de la Iglesia en los medios, no son precisamente signos de sencillez ni de humildad, sino más bien están rodeados de poder, de prestigio, de títulos.

Creo que sobran ropajes, cargos, condecoraciones, obras artísticas, afirmaciones contundentes. Mejor, sugerencias, escuchas, humildad, verdad.

Aunque para ello haya que derribar los tejados, las cúspides, los poderes. Y los altos edificios se derriban o con grúas desde los mismos poderes, (decretos, menos cargos, menos apariencias…) o con labor de termitas, destruyendo poco a poco desde abajo ese montaje.

Últimamente estamos escuchando hechos poco edificantes de cardenales. Muy frecuentes signos de poder… Creo que el Evangelio va a llegar a los débiles por otros caminos. Cada uno podemos desmontar nuestros propios tejados y vivir en la sencillez del evangelio.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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Vivir mejor con menos: trece propuestas

Lunes, 29 de mayo de 2017
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vivir-mejor-con-menosLa actual crisis ecológica hunde sus raíces en una manera de relacionarnos con la naturaleza y con los demás humanos. En esta relación se priorizan determinados valores, y ello va estructurando una mentalidad que es compartida por muchas personas en todo el planeta. Algunos valores que propone la encíclica Laudato Si’ podrían ayudar a un cambio de mentalidad, a una nueva cultura. Son valores, por desgracia no siempre practicados, que encontramos en la tradición cristiana y también en el humanismo, pero que pueden ser compartidos por muchas otras tradiciones éticas y religiosas.

1. Ser capaz de vivir sabiamente y de pensar en profundidad [nº 47] que se opondría al ruidoso mundo digital y al pensamiento superficial, y que no se consigue con la simple acumulación de información. Muy relacionada con este valor, la capacidad de salir de uno mismo y hacia el otro, una cualidad necesaria también para reconocer el valor del resto de criaturas [nº 208].

2. Ampliar a las futuras generaciones el concepto de prójimo que encontramos en la «regla de oro» de las grandes tradiciones religiosas. Esta ampliación nos haría reparar en que nuestras acciones (y omisiones) tienen consecuencias en el futuro, ya que pueden hipotecar la vida de nuestros descendientes. Hablamos de una hipoteca económica y social, ya que trasladaríamos al futuro la solución del problema. La encíclica lo considera una cuestión de justicia [nº 159]. Pensar en las generaciones venideras implica ser generoso y pensar más allá del corto plazo. Y critica especialmente la inmediatez política que no piensa en el bien común a largo plazo sino en un corto plazo que responde únicamente a intereses electorales [nº 178]. CRISTIANISME I JUSTÍCIA

3. Considerar universalizable lo que hacemos y que tiene un impacto sobre la naturaleza. Preguntarnos, así, qué pasaría si toda la humanidad actuase como hacemos nosotros. Creemos que un imperativo así pondría en cuestión las actuales pautas de consumo de los países ricos y muchas de las pautas de extracción de los recursos naturales.

4. Apostar por un crecimiento que no sea voraz e irresponsable, y, por tanto, redefinir el concepto de progreso. Un desarrollo tecnológico y económico que no conduce a un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no pueden considerarse progreso [nº 194]. La encíclica hace una crítica al discurso del desarrollo sostenible y la responsabilidad social y ambiental de las empresas, un discurso que acostumbra a «convertirse en un recurso diversivo y exculpatorio que diluye valores del discurso ecologista en la lógica de las finanzas y la tecnología, y que al final se reduce a una serie de acciones de marketing e imagen» [nº 194]. Ante esto reivindica la idea «de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo, aportando recursos necesarios para que se pueda crecer sanamente en otras partes» [nº 193].

5. Tomar conciencia del valor de la interdependencia, de que la especie humana depende de las otras especies, en tanto que la comunión entre los seres vivos es fundamental. Nuestro ambiente cultural potencia pensar en primer lugar en nosotros mismos y no facilita el tomar conciencia de la realidad de la interdependencia entre todos los seres. Por desgracia no hemos aprendido a vivir lo que somos como don de los demás –sean personas, animales o plantas– y cuando nos relacionamos los tratamos a menudo como a meros objetos. Así, somos incapaces de acoger lo que piensan, sienten y padecen, como propio y nos limitamos a relacionarnos con ellos como si fueran objetos que observamos o manipulamos, pero que no nos obligan a nada (obligare). Esta conciencia de la interdependencia tendría que conducir a una ética de la compasión universal que promueva que todos los seres vivos, especialmente los más débiles y amenazados, puedan vivir.

6. Vivir y entender nuestra vida como un don, un regalo. El don nos obliga a cuidar de ella, también de las vidas de los demás, sobre todo las de los más vulnerables. Lo que hemos recibido gratuitamente lo damos también gratuitamente. Dar quiere decir ayudar a crear las condiciones para que la vida pueda desarrollarse plenamente. Además de entender la vida como don, también la naturaleza es regalo que nos ayuda a vivir, es el entorno que hace posible nuestra vida, y por ello hay que cuidarla y no reducirla a una simple cosa u objeto de nuestra manipulación [nº 82].

7. Aprender a apreciar las diferentes dimensiones de la felicidad que no pueden reducirse al hecho de tener o poseer. Nuestra sociedad fomenta un estilo de vida que no tiene sentido sin símbolos de posesión o estatus marcado, a su vez, por un acentuado individualismo, un vivir de forma fragmentada y atomizada. Así, tendríamos que apreciar las dimensiones más relacionales de la felicidad que comportarían aprender a vivir de forma más austera y sobria, vivir con lo que realmente necesitamos y así frenar el deseo insaciable y voraz. Esta austeridad de vida quiere decir vivir más sencillamente para que todos puedan vivir… «La espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y la capacidad de disfrutar con poco. Es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a valorar las cosas pequeñas» [nº 222]. Necesitamos aprender nuevas pautas de consumo más sostenibles. «La espiritualidad cristiana propone una manera alternativa de entender la calidad de vida, y promueve un estilo de vida profé- tico y contemplativo, capaz de disfrutar profundamente sin obsesionarse por el consumo» [nº 222]. La encíclica advierte de que «la constante acumulación de posibilidades para consumir distrae al corazón e impide valorar cada cosa y cada momento» [nº 222], y constata que «…hacerse presente serenamente ante cada realidad, por pequeña que sea, nos abre muchas más posibilidades de comprensión y de realización personal» [nº 222].

8. Dejarse guiar por el principio de precaución, recogido en la Declaración de Rio (1992). Según este principio, ante la posibilidad de daños graves e irreversibles no hace falta tener una certeza absoluta de éstos para tomar medidas. La encíclica lo relaciona con la opción preferencial por los pobres: «…permite la protección de los más débiles, que disponen de pocos medios para defenderse y para aportar pruebas irrefutables…» [nº 186].

9. Unir estrechamente las cuestiones social y ecológica. Algunos autores del ámbito de la ecología ya habían expresado esta unión con el concepto de justicia medioambiental, que considera a la ecología como parte de la nueva noción compleja de justicia. «Hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteamiento ecológico se convierte siempre en un planteamiento social, que tiene que integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, con tal de escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres» [nº 49]. Además, la encíclica entiende la dimensión del respeto a la diversidad cultural como parte de esta noción de justicia compleja, ya que son los más pobres y las minorías culturales quienes más padecen la problemática ecológica. Hace también una crítica a la homogenización de las culturas: «La desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal» [nº 144]. Por estas razones, la encíclica habla de ecología integral: «No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una única y compleja crisis socioambiental. Las trayectorias para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para proteger la naturaleza» [nº 139]. La noción de ecología integral incluye la ecología humana, que es inseparable de la noción clásica de bien común, principio que cumple el papel central y unificador de la ética social [nº 156]. Y afina mucho más este principio al afirmar que «en las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde se dan tantas injusticias y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en una llamada a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres» [nº 158], y sigue «…esta opción implica extraer las consecuencias del destino común de los bienes de la tierra» [nº 158].

10. Recuperar una cierta sacralidad de la naturaleza, como parte de las cosmovisiones menos antropocéntricas. Por ejemplo, acercamientos a la realidad desde algunas tradiciones filosóficas y religiosas, como el budismo, el hinduismo, las tradiciones amerindias y el taoísmo, que rompen la marcada dualidad sujeto objeto típicamente occidental. Este valor también puede encontrarse en visiones más pneumatológicas del cristianismo, en que ninguna realidad es estrictamente profana y en las que todo está impregnado del Espíritu, y por ello merece respeto.

11. Retornar a la simplicidad y a la capacidad de disfrutar con poco, que nos permite detenernos a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin aferrarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos [nº 222]. Este valor va en contra del consumismo, reflejo del paradigma tecno económico actual [nº 203] y «que intenta llenar el vacío del corazón humano…» [nº 204]. La sobriedad vivida en libertad y conciencia es liberadora [nº 223]. Y relaciona la sobriedad con el hecho de que no puede vivirse una sobriedad feliz sin estar en paz con uno mismo [nº 225]. Esta paz interior «tiene mucho que ver con el cuidado de la ecología y con el bien común, porque auténticamente vivida, se refleja en un estilo de vida equilibrado unido a una capacidad de admiración que lleva a la profundidad de la vida» [nº 225]. «Muchas personas sin esta paz interior muestran un desequilibrio que les mueve a hacer las cosas a toda velocidad y que les lleva a aplastar todo lo que tienen a su alrededor» [nº 225]. Como nos dice magníficamente: «Hablamos de una actitud del corazón, que lo vive todo con serena atención, que sabe estar plenamente presente ante alguien sin estar pensando en lo que viene después, que se entrega a cada momento como un don divino que ha de ser vivido plenamente» [nº 226].

12. Remarcar el valor de los pequeños gestos cotidianos. «Una ecología integral también está hecha de sencillos gestos cotidianos en que rompemos la ló- gica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo» [nº 230]. Y nos recuerda que «el amor lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor» [nº 231]. Además «no hay que pensar que estos esfuerzos no vayan a cambiar el mundo. Estas acciones vuelcan un bien en la sociedad que siempre produce frutos más allá de lo que pueda evidenciarse, porque provocan en el seno de esta tierra un bien que siempre tiende a difundirse, a veces de forma invisible. Además, el desarrollo de estos comportamientos nos devuelve el sentimiento de la propia dignidad, nos lleva a una mayor profundidad vital, nos permite experimentar que vale la pena pasar por este mundo» [nº 212].

13. Valorar el descanso, la dimensión celebrativa de la vida, una dimensión receptiva y gratuita que es algo diferente al mero no hacer. Y «de esta manera, la acción humana es preservada no únicamente del activismo vacío sino también del desenfreno voraz y de la conciencia aislada que conduce a perseguir solamente el beneficio personal» [nº 237].

Joan Carrera
Miembro del grupo de ética y sostenibilidad de CJ
Fuente Papeles Cristianisme i Justicie

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Mantén el silencio interior…

Martes, 25 de octubre de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

El hermano Roger es un profeta de nuestro tiempo. Centró toda su vida en Cristo, en cuyo nombre dio la bienvenida a cualquier persona, cualquiera que sea su origen, su pasado, su edad, su religión. Hombre de oración, el fundador de la comunidad ecuménica de Taizé no ha dejado de animar a los hombres a reconciliarse. Su testamento espiritual continúa sosteniendo a aquellos que deseen desarrollar un monaquismo interior. Os proponemos oraciones y palabras del hermano Roger para alimentar cada semana la vida interior en el seguimiento del Dios uno y trino. (Citas sacadas del libro “Vivir para amar” Ed. Les Presses de Taizé, 2010).

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*

“Qué en tu jornada, trabajo y descanso sean vivificados por la Palabra de Dios.

Manten en todo el silencio interior para permanecer en Cristo.

Llénate del espíritu de las bienaventuranzas:

alegría, sencillez, misericordia.

*

Frère Roger de Taizé,

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Espíritu de sencillez

Martes, 20 de septiembre de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

El hermano Roger es un profeta de nuestro tiempo. Centró toda su vida en Cristo, en cuyo nombre dio la bienvenida a cualquier persona, cualquiera que sea su origen, su pasado, su edad, su religión. Hombre de oración, el fundador de la comunidad ecuménica de Taizé no ha dejado de animar a los hombres a reconciliarse. Su testamento espiritual continúa sosteniendo a aquellos que deseen desarrollar un monaquismo interior. Os proponemos oraciones y palabras del hermano Roger para alimentar cada semana la vida interior en el seguimiento del Dios uno y trino. (Citas sacadas del libro “Vivir para amar” Ed. Les Presses de Taizé, 2010)

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“Una de las alegrías puras del Evangelio es seguir avanzando y siempre hacia una sencillez del corazón que conduce a una sencillez de vida. Simplificar no significa jamás optar por un rigorismo glacial, sin bondad, totalmente pleno de juicios sobre los que no entran en la misma vía. ¿Si la sencillez de vida se volviera sinónimo de abatimiento, cómo abriría al evangelio? El espíritu de sencillez  se transparenta en signos de alegría serena y también en la alegría del corazón. Simplificar invita a disponer lo poco que se tiene en la sencilla belleza de la creación.

*

Frère Roger de Taizé,

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¡Felices los corazones sencillos!

Martes, 9 de agosto de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

Vivamos el verano con el libro “15 días con el Hermano Roger de Taizé “ escrito por Sofía Laplane en la Editorial Ciudad Nueva: 

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En el Evangelio, una de las primeras palabras de Cristo es ésta:
¡felices los corazones sencillos!
Sí, feliz quien avanza hacia la sencillez,
la del corazón y de la vida.
Un corazón simple procura vivir el momento presente,
acogiendo cada día como un hoy de Dios.
¿El espíritu de sencillez no se transparenta
en la alegría serena e incluso en el gozo?
Simplificar tu vida te permite compartir
con los más pobres, con el fin de aliviar las penas,
allí dónde está la enfermedad, la pobreza, el hambre.

 

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Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí. De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasan las pruebas.

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Sencillez, Naturalidad

Jueves, 26 de noviembre de 2015
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Algunos, al parecer, piensan que un santo no puede en modo alguno sentir un interés natural por ninguna de las cosas creadas. Se imaginan que toda forma de espontaneidad o disfrute es el gozo pecaminoso de una “naturaleza caída”. Que ser “sobrenatural” significa ahogar toda espontaneidad con tópicos y referencias arbitrarias a Dios. El propósito de tales tópicos es, por decirlo así, mantener todo a distancia, impedir las reacciones espontáneas, exorcizar los sentimientos de culpa o, quizá, ¡cultivar tales sentimientos! A veces nos preguntamos si esta moralidad no es, después de todo, amor a la culpa. Algunos suponen que la vida de un santo solo puede ser un perpetuo duelo con la culpa y que un santo no puede ni siquiera beber un vaso de agua fresca sin hacer un acto de contrición por apagar su sed, como si esto fuera un pecado mortal. Como si los santos ofendieran a Dios cada vez que estiman la belleza, la bondad, las cosas agradables. Como si los santos no pudieran sentir más agrado que el que les procuran sus oraciones y sus actos de piedad interiores.

Un santo es capaz de amar las cosas creadas y gozar usándolas y tratando con ellas de una manera perfectamente sencilla y natural, sin hacer referencias formales a Dios, sin atraer la atención sobre su piedad y actuando sin ninguna forma de rigidez artificial. Su amabilidad y su dulzura no les son impuestas por la presión abrumadora de una camisa de fuerza espiritual, sino que proceden de su docilidad directa a la luz de la verdad y a la voluntad de Dios. Por eso el santo es capaz de hablar sobre el mundo sin hacer ninguna referencia explícita a Dios, de tal manera que lo que dice da mas gloria a Dios y despierta un amor mayor a El que las observaciones de una persona menos santa, que tiene que forzarse para establecer una conexión arbitraria entre las criaturas y Dios por medio de metáforas y analogías gastadas, tan débiles que nos hacen pensar que la religión es problemática.”

*

Thomas Merton.
Nuevas semillas de contemplación.

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Una vida sencilla

Miércoles, 4 de noviembre de 2015
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Del blog de Henri Nouwen:

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“De la mayor parte de la vida de Jesús nada sabemos…Cuando  pensamos en Jesús, pensamos sobre todo en sus palabras y en sus milagros, en su pasión, muerte y resurrección, pero no hay que olvidar nunca que con anterioridad Jesús vivió una vida sencilla, oculta en un pequeño pueblo, lejos de los grandes del mundo, de las grandes urbes y de los grandes acontecimientos.
 .
La vida retirada de Jesús es muy importante para nuestro propio viaje espiritual. Si queremos seguir a Jesús de palabra y de obra al servicio de su Reino, ante todo debemos luchar por seguir a Jesús en su sencilla, nada espectacular y muy corriente vida retirada.”
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Henri Nouwen
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Humildesy sencillos.

Martes, 25 de marzo de 2014
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Del blog de la Communion Bethanie:

2014 con Dios llama y Vivir por el Espíritu +

En 1932, dos mujeres entregan su existencia a Dios y reciben en su oración, día día, palabras de Vida. Dos libros van a nacer de este compañerismo con Cristo, que te proponemos descubrir a lo largo de este año.

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” Id siempre a lo que es simple.

Amad y honrad

a los humildes y sencillos. “

 *

12 marzo, Dios llama.

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