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La Conferencia Episcopal italiana responde a Salvini: las iglesias seguirán cerradas

Miércoles, 8 de abril de 2020
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coronavirus roma-3-2Así se responde a los fascistas…

También la Semana Santa es “la hora de la responsabilidad”

El exministro italiano y líder de la Liga, Matteo Salvini, había pedido que se abriesen en Pascua

No solo la ciencia es suficiente” para frenar el coronavirus, sino que también se necesita “a Dios“, opinó el político en redes sociales

La Conferencia episcopal italiana ha respondido que es “la hora de la responsabilidad” y las Iglesias no podrán abrirse a los fieles para los ritos de la Semana Santa como había pedido el exministro italiano y líder de la Liga, Matteo Salvini.

“Es hora de la responsabilidad y veremos quién es capaz de hacerlo”, aseveró en una entrevista al Corriere delle Sera, el cardenal Gualtiero Bassetti, presidente del Conferencia Episcopal Italiana, ante la pregunta de qué opina de quienes están presionando para que los fieles de las iglesias vuelvan a abrir en Pascua.

Salvini había pedido en las redes sociales que se abriesen las iglesias para permitir que los fieles celebren los ritos de Semana Santa al opinar “que no solo la ciencia es suficiente” para frenar el coronavirus, sino que también se necesita “a Dios”.

Además de Salvini, existen algunos grupos de ultraconservadores que han criticado la suspensión de las misas en este periodo de coronavirus en un país que lleva ya más de 15.000 muertos tras un mes de medidas restrictivas del movimiento.

“Es la primera vez que se celebra la Semana Santa de esta manera sin una contribución de los fieles, pero esto no significa renunciar a vivir estos días plenamente”, expresó Basetti. “En estos días estamos redescubriendo la oración y el servicio silencioso: son nuestras armas ganadoras”

Bassetti invitó a los fieles a preguntar: “¿Dónde está nuestra fe? “En la palabra o en un lugar”. “La imposibilidad de poder asistir a las misas de Pascua este año es un acto de generosidad. Es nuestro deber respetar a aquellos que, en una emergencia, están en la línea del frente y, con un gran riesgo para su seguridad”, añadió.

Por otra parte, en una entrevista en el diario “La Repubblica”, el cardenal Matteo Maria Zuppi, arzobispo de Bolonia, aseguró: “A mí también me gustaría poder celebrar la Semana Santa y la Pascua con la comunidad. Sin embargo, arriesgarse es peligroso y las reglas deben respetarse y también la Iglesia tiene el deber de hacerlo”.

Quizás, agregó el arzobispo de Bolonia, las oraciones de la gente en casa “son en cambio las más queridas por el Señor. En estos días estamos redescubriendo la oración y el servicio silencioso: son nuestras armas ganadoras”.

El papa Francisco instó el pasado domingo a las personas y las familias que no podrán participar en las celebraciones litúrgicas “a recogerse en oración en casa, ayudados también por los medios tecnológicos.

También el papa Francisco celebrará los ritos de Semana Santa sin la presencia de fieles, pero los ritos de este periodo serán retransmitidos por los medios telemáticos del Vaticano.

Fuente Religión Digital

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Una semana diferente…

Lunes, 6 de abril de 2020
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En este tiempo de Coronavirus, en tiempos de homofobia asesina en muchas partes del mundo, como vemos casi a diario en esta página Cristianos Gays,  esta Semana será muy, muy diferente… Para algunos será una semana de confinamiento, para alguno, quizá, de vacación y ocio. Para otros, semana de fe y de oración, de Cristos yacientes y Dolorosas con lágrimas en los ojos y espadas en el corazón.

Pero si el pueblo recuerda a Jesús no es porque sufrió y murió, sino porque resucitó. Nadie evoca ni celebra la muerte de un fracasado. Ni se entiende el dolor del Viernes Santo, sin la apoteosis del Domingo de Resurrección. Por eso, la Semana Santa, no puede considerarse como una enfermiza y caduca forma de recrearse en el dolor, sino como afirmación rotunda y gozosa de que, a través de la Cruz, se llega a la Pascua.  Que es Luz, Vida y Esperanza para los creyentes. Es la base de nuestra fe cristiana.

Hay algo que los cristianos debemos evitar en Semana Santa: convertirnos en meros espectadores de la Pasión. A este Dios sólo se le entiende cuando sabemos amar a los que sufren, acercarnos a ellos y compartir su Pasión. Como la Verónica y el Cirineo del Evangelio. La Semana Santa es buena ocasión para mirar a nuestro derredor, porque  son muchos los cristos anónimos que cargan con su cruz y suben al Calvario. Arrimar el hombro al dolor de este mundo es el mejor modo de resucitar con Él.

***

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¿Quién es este que viene?

Domingo, 5 de abril de 2020
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Domingo de Ramos

 

¿Quién es este que viene,
recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén.

***

El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
Ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.

¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: “¡Hosanna!”, y haceos,
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor! Amén.

*

(Himnos de las Primeras Vísperas y de los Laudes de la Liturgia de las Horas del Domingo de Ramos, )

***

 

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo:

C. En aquel tiempo uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:

S. “¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?”

C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:

S. “¿Donde quieres que te preparemos la cena de Pascua?”

C. Él contestó:

+ “Id a casa de Fulano y decidle: “El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos””.

C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:

+ “Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar”.

C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:

S. “¿Soy yo acaso, Señor?”

C. Él respondió:

+ “El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!, más le valdría no haber nacido”.

C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:

S. “¿Soy yo acaso, Maestro?”.

C. Él respondió:

+ “Así es”.

C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a los discípulos diciendo:

+ “Tomad, comed: esto es mi cuerpo”.

C. Y cogiendo un cáliz pronunció la acción de gracias y se lo pasó diciendo:

+ “Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el Reino de mi Padre”

C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo:

+ “Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño”. Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea”.

C. Pedro replicó:

S. “Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré”.

C. Jesús les dijo:

+ “Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante tres veces, me negarás”.

C. Pedro le replicó:

S. “Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”.

C. Y lo mismo decían los demás discípulos. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:

+ “Sentaos aquí mientras voy allá a orar”.

C. Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:

+ “Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo”.

C. Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:

+ “Padre mío, si es posible, que pase y se aleje d mí ese cáliz. pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres”.

C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:

+ “¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil”.

C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:

+ “Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad”.

C. Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque estaban muertos de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:

+ “Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega”.

C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:

S. “Al que yo bese, ése es: detenedlo”.

C. Después se acercó a Jesús y le dijo:

S. “¡Salve, Maestro!”

C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:

+ “Amigo, ¿a qué vienes?”

C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:

+ “Envaina la espada: quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura que dice que esto tiene que pasar”.

C. Entonces dijo Jesús a la gente:

+ “Habéis salido a prenderme con espadas y palos como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis”.

C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se había reunido los letrados y los senadores. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el consejo en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos que declararon:

S.”Este ha dicho: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”.

C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:

S. “¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?”

C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:

S. “Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”.

C. Jesús respondió:

+ “Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo.”

C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo:

S. “Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?”

C. Y ellos contestaron:

S. “Es reo de muerte”.

C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon diciendo:

S. “Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado”.

S. Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acercó una criada y le dijo:

S. “También tú andabas con Jesús el Galileo”.

C. Él lo negó delante de todos diciendo:

C. “No sé qué quieres decir”.

C. Y al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí:

S. “Este andaba con Jesús el Nazareno”.

C. Otra vez negó él con juramento:

S. “No conozco a ese hombre”.

C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron: “Seguro; tú también eres de ellos, se te nota en el acento”.

C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo:

S. “No conozco a ese hombre”.

C. Y en seguida cantó el gallo. Pedro se acordó de aquella palabras de Jesús: “Antes de que cante el gallo me negarás tres veces”. Y saliendo afuera, lloró amargamente.

Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y atándolo lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces el traidor sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de palta a los sumos sacerdotes y senadores diciendo:

S. “He pecado, he entregado a la muerte a un inocente”.

C. Pero ellos dijeron:

S. “¿A nosotros qué? ¡Allá tú!”

C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:

S. “No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas porque son precio de sangre”.

C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía “Campo de Sangre”. Así se cumplió lo escrito por Jeremías el profeta: “Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor”.

Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:

S. “¿Eres tú el rey de los judíos?”

C. Jesús respondió:

+ “Tú lo dices”.

C. Y mientras la acusaban los sumos sacerdotes y los senadores no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:

S. “¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?”

C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato:

S. “¿A quien queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman Mesías?”

C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:

S. “No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él”

C. Pero los sumos sacerdotes y los senadores convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:

S. “¿A cuál de los dos queréis que os suelte?”

C. Ellos dijeron:

S. “A Barrabás”.

C. Pilato les preguntó:

S. “¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?”

C. Contestaron todos:

S. “¡Que lo crucifiquen!”

C. Pilato insistió:

S. “Pues ¿qué mal ha hecho?”

C. Pero ellos gritaban más fuerte:

S. “¡Que lo crucifiquen!”

C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia del pueblo, diciendo:

S. “Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!”

C. Y el pueblo contestó:

S. “¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”

C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotado, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo:

S. “¡Salve, rey de los judíos”!

C. Luego lo escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella en la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz.

C. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir “La Calavera”), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo, probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: “Este es el Rey de los Judíos”. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. los que pasaban, lo injuriaban y decían meneando la cabeza:

S. “Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz”.

C. Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban también diciendo:

S. “A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?”.

C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.

Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:

+ “Elí, Elí, lamá sabaktaní”

C. (Es decir:

+ “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”)

C. Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron:

S. “A Elías llama éste”.

C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. los demás decían:

S. “Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo”.

C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.

Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rasgaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados:

S. “Realmente éste era Hijo de Dios”

C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderle; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.

Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro.

A la mañana siguiente, pasado el día de la preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:

S. “Señor, nos hemos acordado que aquel impostor estando en vida anunció: “A los tres días resucitaré”. Por eso da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y digan al pueblo: “Ha resucitado de entre los muertos”. La última impostura sería peor que la primera. Pilato contestó:

S. “Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis”.

C. Ellos fueron, sellaron la pierda y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.

*

Mateo 26, 14-27, 66

***

Venid y, al mismo tiempo que ascendemos al monte de los Olivos, salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy de Betania y, por propia voluntad, se apresura hacia su venerable y dichosa pasión para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres. Va libremente hacia Jerusalén. Corramos, pues, a una con quien se apresura a su pasión e imitemos a quienes salieron a su encuentro. Y no para extender por el suelo, a su paso, ramos de olivo, vestiduras o palmas, sino para prosternarnos nosotros mismos, con la disposición más humillada de la que seamos capaces y con el más limpio propósito, de manera que acojamos al Verbo que viene y así logremos recibir en nosotros mismos a aquel Dios que ningún lugar es capaz de contener.

Alegrémonos, pues, porque se nos ha presentado mansamente el que es manso y que asciende sobre el ocaso de nuestra ínfima vileza, para venir hasta nosotros y convivir con nosotros, de modo que pueda, por su parte, llevarnos hasta la familiaridad con él.

Así es como nosotros deberíamos prosternarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia, es decir, de él mismo, pues “los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo” (Gal 3,27). Así debemos ponernos a sus pies, como si fuéramos unas túnicas.

*

Andrés de Creta,
Sermón 9 sobre el domingo de Ramos,
PG 97, 990-994

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“No te bajes de la Cruz”. 05 de Abril de 2020. Domingo de Ramos (A). Mateo 26, 14-27, 66.

Domingo, 5 de abril de 2020
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301C5C44-AAD7-4136-8B7F-634D03691885Según el relato evangélico, los que pasaban ante Jesús crucificado se burlaban de él y, riéndose de su sufrimiento, le hacían dos sugerencias sarcásticas: si eres Hijo de Dios, «sálvate a ti mismo» y «bájate de la cruz».

Esa es exactamente nuestra reacción ante el sufrimiento: salvarnos a nosotros mismos, pensar solo en nuestro bienestar y, por consiguiente, evitar la cruz, pasarnos la vida sorteando todo lo que nos puede hacer sufrir. ¿Será también Dios como nosotros? ¿Alguien que solo piensa en sí mismo y en su felicidad?

Jesús no responde a la provocación de los que se burlan de él. No pronuncia palabra alguna. No es el momento de dar explicaciones. Su respuesta es el silencio. Un silencio que es respeto a quienes lo desprecian y, sobre todo, compasión y amor.

Jesús solo rompe su silencio para dirigirse a Dios con un grito desgarrador: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». No pide que lo salve bajándolo de la cruz. Solo que no se oculte ni lo abandone en este momento de muerte y sufrimiento extremo. Y Dios, su Padre, permanece en silencio.

Solo escuchando hasta el fondo este silencio de Dios descubrimos algo de su misterio. Dios no es un ser poderoso y triunfante, tranquilo y feliz, ajeno al sufrimiento humano, sino un Dios callado, impotente y humillado, que sufre con nosotros el dolor, la oscuridad y hasta la misma muerte.

Por eso, al contemplar al Crucificado, nuestra reacción no puede ser de burla o desprecio, sino de oración confiada y agradecida: «No te bajes de la cruz. No nos dejes solos en nuestra aflicción. ¿De qué nos serviría un Dios que no conociera nuestros sufrimientos? ¿Quién nos podría entender?».

¿En quién podrían esperar los torturados de tantas cárceles secretas? ¿Dónde podrían poner su esperanza tantas mujeres humilladas y violentadas sin defensa alguna? ¿A qué se agarrarían los enfermos crónicos y los moribundos? ¿Quién podría ofrecer consuelo a las víctimas de tantas guerras, terrorismos, hambres y miserias? No. No te bajes de la cruz, pues, si no te sentimos «crucificado» junto a nosotros, nos veremos más «perdidos».

José Antonio Pagola

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“Domingo de Ramos en la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según san Mateo” Domingo 05 de abril de 2020. Domingo de Ramos.

Domingo, 5 de abril de 2020
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imageLeído en Koinonia:

Is 50,4-7: No oculté el rostro a insultos; y sé que no quedaré avergonzado
Salmo responsorial 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Flp 2,6-11: Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo
Mt 26,14−27,66: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según san Mateo

 De entrada, pedimos disculpas a quienes buscarán aquí un comentario bíblico-litúrgico «normal» -que esperamos podrán encontrar fácilmente en la red-. Esta vez nosotros vamos a tratar de hacer un comentario pensando en aquellas personas que -como también nosotros ante el comentario que teníamos ya redactado- se sienten mal ante ese ámbito de conceptos bíblicos que se repiten y enlazan indefinidamente sin salir de un ambiente en el que muchos de nosotros -que pensamos como personas seculares, de la calle, con las preocupaciones diarias de la vida- nos sentimos incómodos.

 En efecto, muchos de nuestros comentarios bíblicos al uso, todo ese conjunto de conceptos e imágenes que se manejan en las homilías, pareciera que se mueven en «otro mundo», un mundo propio de referencias bíblicas intrasistémicas, que funcionan con una lógica particular diferente, y que están de antemano inmunizadas contra toda crítica, porque, en ese ambiente bíblico-litúrgico al que están destinados, en las homilías, los «fieles» deben recibirlo todo sin chistar, sin siquiera preguntar, y, mejor aún, sin espíritu crítico y «con mucha fe». Quienes tenemos una fe más o menos crítica, una fe que no quiere dejar de ser de personas de hoy y de la calle, nos preguntamos: ¿es posible celebrar la semana santa de otra manera? ¿Así como buscamos «otra forma de creer», hay «otra forma de acoger y celebrar la semana santa»?

 Veamos. Comencemos preguntándonos: ¿qué sienten, qué sentimos, ante la semana santa, muchas personas creyentes de hoy?

 Muchos creyentes adultos (trabajadores, profesionales de las más variadas ramas, y también intelectuales, o simples personas cultas) se sienten mal cuando, en semana santa, por la especial significación de tales días, o por acompañar a la familia -y con el recuerdo de una infancia y juventud tal vez religiosa-, entran en una iglesia, captan el ambiente, y escuchan la predicación. Se sienten de pronto sumergidos de nuevo en aquel mundo de conceptos, símbolos, referencias bíblicas… que elaboran un mensaje sobre la base de una creencia central que fuera del templo uno nunca se encuentra en ningún otro dominio de la vida: la «Redención». Estamos en semana santa, y lo que celebramos -así perciben en el templo- es el gran misterio de todos los tiempos, lo más importante que ha ocurrido desde que el mundo es mundo: la «Redención»… El «hombre» fue creado por Dios (sólo en segundo término la mujer, según la Biblia), pero ésta, la mujer, convenció al varón para que comieran juntos una fruta prohibida por Dios. Aquello fue la debacle del plan de Dios, que se vino abajo, se interrumpió, y hubo de ser sustituido por un nuevo plan, el plan de la Redención, para redimir al ser humano que está en «desgracia de Dios» desde la comisión de aquel «pecado original», debido a la infinita ofensa que dicho «pecado» le infligió a Dios.

 Ese nuevo plan, de Redención, exigió la «venida de Dios al mundo», mediante su encarnación en Jesús, para así «asumir nuestra representación jurídica ante Dios y pagar» por nosotros a Dios una reparación adecuada por semejante ofensa infinita. Y es por eso por lo que Jesús sufrió indecibles tormentos en su Pasión y Muerte, para «reparar» aquella ofensa y redimir así a la Humanidad, y consiguiéndole el perdón de Dios y rescatándola del poder del demonio bajo el que permanecía cautiva.

 Ésta es la interpretación, la teología sobre la que se construyen y giran la mayor parte de las interpretaciones en curso durante la semana santa. Y éste es el ambiente ante el que muchos creyentes de hoy se sienten mal, muy mal. Sienten que se asfixian. Se ven trasladados a un mundo, que nada tiene que ver ni con el mundo real de cada día, ni con el de la ciencia, el de la información, o el del sentido más profundo de su vida. Por este malestar, otros muchos cristianos no sólo se han marchado de la semana santa tradicional, sino que se han alejado de la Iglesia.

 ¿Hay otra forma de entender la Semana Santa, que no nos obligue a transitar por el mundo manido de esa teología en la que tantos ya no creemos?

 ¿«No creemos», hemos dicho? Ante todo hay que decir -para alivio de muchos- que efectivamente, se puede no creer en tal teología. No se trata de ningún «dogma de fe» (aunque lo fuera, tampoco ello la haría creíble). Se trata de una genial construcción interpretativa del misterio de Cristo, debida a la intuición medieval de san Anselmo de Canterbury, que desde su visión del derecho romano, construyó, «imaginó» una forma de explicarse a sí mismo el sentido de la muerte de Jesús. Estaba condicionado por muchas creencias propias de la Edad Media, e hizo lo que pudo, y lo hizo admirablemente: elaboró una fantástica interpretación que cautivó las mentes de sus coetáneos tanto, que perduró hasta el siglo XX. Habría que felicitar a san Anselmo, sin duda.

 El Concilio Vaticano II es el primer momento eclesial que supone un cierto abandono de la hipótesis de la Redención, o una interpretación de la significación de Jesús más allá de la Redención. Por supuesto que en los documentos conciliares aparece la materialidad del concepto, numerosas veces incluso, pero la estructura del pensamiento y de la espiritualidad conciliar van mucho más allá. El significado de Jesús para la Iglesia posconciliar -no digamos para la Iglesia con espiritualidad de la liberación- deja de pasar por la redención, por el pecado original, por los terribles sufrimientos expiatorios de Jesús y por la genial «sustitución penal satisfactoria» ideada por Anselmo de Canterbury… Desaparecen estas referencias, y cuando sorpresivamente se oyen, suenan extrañas, incomprensibles, o incluso suscitan rechazo. Es el caso de la película de Mel Gibson, que fue rechazada por tantos espectadores creyentes, no por otra cosa que por la imagen del «Dios cruel y vengador» que daba por supuesta, imagen que, evidentemente, hoy no sólo ya no es creíble, sino que invita vehementemente al rechazo.

 ¿Cómo celebrar la semana santa cuando se es un cristiano que ya no comulga con esas creencias? Uno se siente profundamente cristiano, admirador de Jesús, discípulo suyo, seguidor de su Causa, luchador por su misma Utopía… pero se siente mal en ese otro ambiente asfixiante de las representaciones de la pasión al nuevo y viejo estilo de Mel Gibson, de los viacrucis, los pasos de las procesiones de semana santa, las meditaciones las siete palabras, las horas santas que retoman repetitivamente las mismas categorías teológicas del san Anselmo del siglo XI… estando como estamos en el siglo XXI…

 Bajo la semana santa que oficialmente se celebra, no dejan de estar, allá, lejos, bien adentro de sus raíces ancestrales, las fiestas que los indígenas originarios ya hacían sus celebraciones sobre la base cierta del equinoccio astronómico. Se trata de una fiesta que ha evolucionado muy diferentemente en cada cultura, y muy creativamente al ser heredada de un pueblo a otro, y al contagiarse de una religión a otra. Una fiesta que fue heredada y recreada también por los israelitas nómadas como fiesta del cordero pascual, y después transformada por los israelitas sedentarios como fiesta de los panes ácimos, en recuerdo y como reactualización de la Pascua, piedra angular de la identidad israelita… Fiesta que los cristianos luego cristianizaron como la fiesta de la Resurrección de Cristo, y que sólo más tarde, con el devenir de los siglos, en la oscura Edad Media, quedó opacada bajo la interpretación jurídica de la redención…

 ¿Por qué quedarse, pues, prendidos de una interpretación medieval, cautivos de una teología y una interpretación que no es nuestra, que ya no nos dice nada, y que podríamos abandonar porque ya cumplió su papel? ¿Por qué no sentirse parte de esta procesión tan humana y tan festiva de interpretaciones y hermenéuticas, de mitos y «grandes relatos» incesantemente renovados y recreados, y aportar nosotros también a esta trabajada historia nuestra propia parte, lo que nos corresponde hoy, con creatividad, responsabilidad y libertad? No podemos dejar de pensar que «Otra semana santa es posible»… ¡y urgente! Al menos, legítima también.

 No vamos a desarrollar aquí nosotros una nueva interpretación de estas fiestas. Bástenos ahora cumplir una pretensión doble: aliviar a los que se sentían culpables por desear que «otra semana santa fuera posible», por una parte, y, por otra, de invitar a todos a la creatividad, libre, consciente, responsable y gozosa. No en todas partes o en cualquier contexto será posible, pero sí lo será en muchas comunidades concretas. Si no lo es en la mía, podría serlo en alguna otra comunidad más libre y creativa que tal vez no esté muy lejos de la mía… ¿por qué no preguntar, por qué no buscarla?

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Aunque los señalaremos concretamente en los próximos días, recordamos que los temas de la Pasión de Jesús están recogidos ampliamente en la serie «Un tal Jesús», principalmente en los episodios 106 a 126. Los audios y los guiones de estos episodios pueden recogerse libremente de http://radialistas.net/category/un-tal-jesus/ Por su carácter dramatizado, y por la mentalidad crítica con la que ya pudo ser escrita hace treinta años, la serie «Un tal Jesús» presenta, de un modo muy pedagógico, la visión de la vida de Jesús desde la perspectiva de la teología de la liberación. Leer más…

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Una borrica prestada con su borriquilla. Domingo de Ramos (Mt 21, 1‒11).

Domingo, 5 de abril de 2020
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Entrada-de-Cristo-en-Jerusalén-fresco-de-San-Baudelio-de-Berlanga-Wiki-commonsDel blog de Xabier Pikaza:

El asno de Jesús, comienzo de Pascua

 Este año humilde de coronavirus  nos permite  entender mejor la historia del comienzo pascual, con el asna y su pollino, conforme a la extraña y preciosa historia del evangelio de Mateo, que toca este año (imagen de S. Baudilio de Berlanga, Museo de Indianápolis, con la borrica y el pollino).

Éste suele llamarse domingo de ramos, porque algunos discípulos o amigos alfombraron de ramos el camino; en otros lugares de dice domingo de palmas (dominica in palmis), porque en vez de ramas en general se habla de palmas de palmera, de gloria o victoria. Podría decirse también domingo de los mantos, pues algunos de los que vienen con Jesús ponen sus mantos sobre el asno de Jesús o sobre el suelo por el que tienen que pasar el asno que lleva a Jesús en su grupa. Pero yo prefiero llamarle domingo de la borrica con su borriquillo.

Jesús no viene en las nubes del cielo (como en los apocalipsis, desde Daniel), con el rayo que fulgura y rompe de luz las sombras de las nubes; Jesús no es el Dios que cabalga en un trono de nubes, como en las grandes visiones del Antiguo Testamento (en Salmos y en Ezequiel).

Jesús no viene tampoco montado sobre un caballo espléndido de guerra, con la espada victoriosa en la mano… No es uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis (Ap 6). Ni es tampoco el jinete de la espada de Ap 19, que vence con ella a las bestias.

No viene sobre una nave de los espacios estelares, como en las guerras de galaxias… ni con inventos nuevos de ciencias extrañas… Viene con lo más simple, uno de los primeros animales domesticados, que han permitido que los hombres y mujeres se extiendan por todo el mundo.

 Él viene sobre un asna prestada, animal de campesino, borrica de tierra humilde, de labradores pobres, que camina a paso de hombre… Como he dicho, no viene en carro de guerra, ni avión militar, ni en un intergaláctico, sino con una “pobre burra” y encima prestado para la ocasión, pues él no tenía burro que llevara sus enseres, sino que llevaba su ropa y sus pertenencias a cuestas.

Este signo animal de Jesús resulta central para entender su vida y mensaje… Éste Jesús de la pascua empieza siendo amigo de animales domésticos, cercanos, de esos que nos han permitido vivir, trabajar, caminar durante milenios, desde el extremo de China en Oriente hasta el Finisterre europeo. Vino así en una burra,  para situarse y situarnos en la madre tierra de la que venimos y a la que volvemos como nos recuerda la historia de coronavirus,  imagen fuerte de nuestra grandeza humilde, cercana a la del asna madre, animal de Jesús.

           El asno de oro Jesús vino sobre una humilde asna carga y compañía, sobre una asna prestada, acompañada de su pollino, como dirá el evangelio de Mateo que comentaré. Éste es uno de los signos más hermosos del evangelio: Un Asna a la que sigue su Pollino, madre y cría, ternura animal, gozo humano…  

Este pasaje central del evangelio de Mateo nos sitúa ante un Jesús muy cercano, Jesús del asna madre, no del caballo de guerra, como mostrará el texto de Job, que cito al final…

Este Jesús del Asna y de cría se parece y se diferencia infinitamente del Asno macho de Oro de Apuleyo (el Asno de Oro…, Imagen 2). Este Jesús del asna se parece más  Asno de la Cruz,  quizá la primera representación burlesca (y certera) del misterio de la cruz…  (imagen 3).

jesus-grafiti-oldAsno Bíblico, no caballo.

            El asno suele vincularse en Israel al “sacrificio de la alianza”, que se celebraría en Siquem, cuyos habitantes se llamaban “hijos de Hamor” (=del Asno). Aparece en Zac 9, 9 como signo de un rey pacífico que no vendrá montado en un caballo de guerra, sino en un animal de trabajo. Jesús se aplica ese signo de “realeza pacífica” cuando entra en Jerusalén montado en un asno.

 Gran paradoja: Como conquistador sobre un asno (Mc 11, 2-6 y paralelos).Jesús venía de Jericó y, para llegar a Jerusalén, debía pasar por el Monte de los Olivos, lugar clave en la tradición mesiánica de Israel (cf. Zac 14, 4), como recuerda Flavio Josefo, al hablar de un judío egipcio, que anunció desde allí la caída de los muros de la ciudad (cf. Ant 20, 169-172). Pero Jesús quiso entrar pacíficamente, montado sobre un asno de labranza, sin armas.

Vino como mesías davídico, pero, a diferencia de David, no quiso tomar la ciudad por la fuerza, ni provocar militarmente a Roma, de manera que los soldados del César le vieron entrando, desde la Torre Antonia, sin intervenir, aunque Pilatos, el gobernador, debió tener miedo y por eso, después, le condenó a morir con la acusación de ser “Nazoreo, Rey de los Judíos” (Jn 19, 19).

Vino como peregrino, con (como) otros galileos y con sus discípulos (por el camino de Jericó), para celebrar en la ciudad de las promesas, la fiesta de la libertad del pueblo. Era tiempo de Dios, y llegó en su nombre, realizando el signo del asno. Había cumplido su misión en Galilea, y llegó a culminarla en Jerusalén, ante las autoridades, entrando abiertamente sobre un asno, de forma no militar, pero muy provocadora, condenando a los poderes de la ciudad, e invitando a todos al Reino.

Evangelio de Mateo

21 1 Cuando se aproximaron a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, entonces, envió Jesús a dos discípulos, 2 diciéndoles: Id a la aldea que está frente a vosotros, y enseguida encontraréis un asna atada y un pollino con ella; desatadlos y traédmelos. 3 Y si alguien os dice algo, diréis: El Señor los necesita, pero enseguida los devolverá.

4 Esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del profeta: 5 Decid a la hija de Sión: He aquí que viene a ti tu Rey, manso y montado en un asna y un pollino, hijo de animal de yugo.

6 Fueron, pues, los discípulos e hicieron como Jesús les había encargado: 7 trajeron el asna y el pollino; luego pusieron sobre ellos sus mantos, y él se sentó encima de ellos. 8 La gente, muy numerosa, extendió sus mantos por el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino. Y la gente que iba delante y detrás de él gritaba: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! 10 Y cuando él entraba en Jerusalén, se conmovió toda la ciudad, diciendo: ¿Quién es éste? 11 Y la muchedumbre decía: Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea[1].

(Resumen de mi comentario de Mateo)

 Esta escena ofrece una historia teologizada (entendida como revelación de Dios) y una teología o profecía historizada en unos acontecimientos concretos. Ambas perspectivas no se oponen, como a veces se ha pensado, sino que se implican mutuamente. En esa línea, la novedad del pasaje no está en el hecho de que evoca y despliega varios elementos simbólicos, sino en el hecho de que todo transcurre de un modo verosímil[2].

 ‒- Cuando se aproximaron a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos… (21, 1). Mateo ha corregido la versión quizá confusa de Mc 11, 1, que hablaba de Betfagé y Betania de una forma al parecer equivocada, invertida. Para ello ha simplificado el tema, omitiendo la referencia a Betania y situando correctamente a Betfagé cerca de Jerusalén. En este contexto resulta importante la referencia al Monte de los Olivos, que Zac 14, 2 colocaba con exactitud, frente a Jerusalén, diciendo que Dios lo partiría para culminar su obra.

Jesús viene, pues, por el lugar por donde ha de entrar el mismo Dios, y prepara de la manera más humilde su manifestación en la ciudad, como pretendiente mesiánico montado en una cabalgadura ajena (21, 2-3). No tiene ni siquiera un asno propio, ha venido a pie desde Galilea. Pero quiere entrar sobre un asna y por eso la pide prestada, en una aldea (kw,mh) del entorno, frente a Betfagué y el Monte de los Olivos. El asna y su pollino pertenecen por tanto a Jerusalén. Jesús no los trae de fuera (¡no son suyos!), los pide prestados (21, 3). Leer más…

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Domingo SIN ramos.

Domingo, 5 de abril de 2020
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untitledDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El coronavirus ha conseguido lo que no lograron guerras civiles o mundiales en algunos países católicos desde hace tiempo: que no se celebre la procesión de los Ramos. Es el primer acto de la liturgia de este domingo, que recuerda la entrada solemne (y suicida) de Jesús en Jerusalén. Parafraseando a Geza Vermes, «el acto más temerario en el momento más inadecuado».

            La segunda parte de la liturgia no tiene ese carácter alegre y festivo. Se centra en la lectura de la Pasión según Mateo, precedida de dos textos que pretenden desvelar su sentido. ¿Qué sentido tiene el sufrimiento y muerte de Jesús? ¿Termina todo en el fracaso?

            Sufrir para poder consolar (Isaías 50,4-7)

            Un profeta anónimo, al que los cristianos identificamos con Jesús, cuenta parte de su experiencia. Ha recibido la misión de «transmitir al abatido una palabra de aliento». En el momento que vivimos, al menos en España, todos necesitamos esa palabra que nos anime en medio de tanta muerte, enfermedad y sufrimiento. Pero la experiencia de este profeta es que, para poder animar al que sufre, él mismo tiene que sufrir. Y acepta ese destino de inmediato: «Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos».

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me he echado atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado.

            Humillarse para ser como cualquier otro (Filipenses 2,6-11)

            Frente a la tentación tan frecuente de presumir, de aparentar ser más de lo que somos, Jesús no hace alarde de su categoría divina y se despoja de su rango. Dice Pablo que de ese modo «pasó por uno de tantos». En realidad, se colocó en el escalón más bajo, ya que se rebajó incluso a la muerte más vergonzosa que existía en el imperio romano: la muerte en cruz.

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble —en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo—, y toda lengua proclame: «¡Jesucristo es Señor!», para gloria de Dios Padre.

            Sufrir y humillarse para triunfar

            Las dos primeras lecturas terminan con la certeza del triunfo. «Mi Señor me ayudaba… sé que no quedaré avergonzado», dice el poema de Isaías. «Dios lo levantó sobre todo» y hará que todos adoren y alaben a Jesús, termina Pablo. Con esta certeza de la victoria debemos terminar la lectura de la Pasión y enfocar nuestros propios sufrimientos.

            La Pasión según san Mateo

            Como ocurre en otros momentos de la vida pública, los evangelios no coinciden en todos los detalles de la pasión. Teniendo especialmente en cuenta los episodios que añade o modifica Mateo, podemos distinguir los siguientes aspectos en su relato:

  1. Enfoque cristológico: Jesús es consciente de que va a la pasión, no le ocurre de sorpresa, su muerte no es fruto de la imprudencia o la imprevisión.
  2. Enfoque jurídico: Mateo subraya la injusticia del proceso y la culpabilidad de las autoridades judías.
  3. Enfoque eclesial. Los paganos son los que perciben mejor la inocencia y dignidad de Jesús: la mujer de Pilato, el centurión en la cruz. Esta idea empalma con la visita inicial de los Magos de Oriente a adorar a Jesús niño.

Entrada en Jerusalén

Ya que en estos días se dispone de más tiempo libre del habitual, envío otro documento con un comentario a todo el relato de la pasión en Mateo.

Leer más…

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Domingo de Ramos. 05 de Abril, 2020

Domingo, 5 de abril de 2020
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“Tomad y comed, esto es mi cuerpo…

…esta es mi sangre.”

(Mt26, 14-27,66)

Con los gritos de: ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Viva el Altísimo! el Domingo de Ramos nos introduce en el núcleo del Evangelio, en la Pasión y Muerte de Jesús.

Lo más genuinamente cristiano, el anuncio de la Pasión, nos une directamente con las primeras comunidades, que se reunían para la fracción del pan y recordaban juntas los últimos días de su Maestro.

Precisamente de los relatos de la Pasión brotaron después el resto de los evangelios, las parábolas, los milagros, los encuentros…

Por eso hoy es un buen día para sentarnos entre aquellos primeros seguidores y seguidoras del Maestro. Entrar en una casa o acercarnos a la orilla del río donde se reunían…. ¡Y abrir el corazón! Para que la escucha de la Pasión de Jesús se convierta en algo nuevo. Para que recupere la fuerza de convertir nuestra mente y nuestro corazón.

Busca un momento tranquilo y un lugar silencioso. Lee lentamente la Pasión en el evangelio de Mateo.

Deja que la traición de Judas te sorprenda, te incomode o te llene de incomprensión. Observa como los poderosos ponen precio y deciden sobre la vida de quien les estorba.

Detente también en la infidelidad y la flaqueza de los amigos que no son capaces de acompañar el dolor y la angustia de Jesús. Mira como huyen quienes alardeaban de acompañar al Maestro hasta la muerte si era necesario.

Piensa en como somos capaces de convertir un gesto de amor, de amistad. Un beso. En un gesto de traición.

No rehúyas la tensión de un juicio injusto, clandestino, lleno de irregularidades. Donde la mentira y la corrupción campan a sus anchas.

Nadie, absolutamente nadie es capaz de ponerse de parte del inocente. Ni siquiera Pilatos, el más poderoso, es capaz de encontrar la manera de liberarlo y es que su prestigio y sus intereses están en juego.

Las multitudes, que unos días antes habían aclamado a Jesús como Bendito, como Hijo de David, ahora gritan pidiendo su condena, su muerte.

El mal, la oscuridad, la más profunda tiniebla crece y se cierne sobre Jesús.

Y ahora contempla cómo Jesús es la luz que no vencen las tinieblas. Como responde con amor a la traición y a la infidelidad. Como corta la espiral de la mentira sin dejarse sobornar.

El protagonista de la Pasión es el AMOR con mayúsculas, no la maldad humana. El pecado no tiene la última palabra. El egoísmo y la traición, aunque fuertes y poderosos no pueden vencer a la verdad ni menos aun al amor misericordioso.

El último aliento de Jesús sobre la cruz nos devuelve a la VIDA. Es la fuerza del Amor Entregado.

Oración

Enséñanos, Trinidad Santa, a contemplar tu amor entregado recorriendo la pasión de la historia humana.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús nos salvó viviendo.

Domingo, 5 de abril de 2020
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odresnuevos-evangelio-09-abril-color-libreta-2017Mt 26,14-27,66

Hoy la liturgia comienza con el recuerdo de la entrada “triunfal” en Jerusalén. Es muy difícil precisar el sentido exacto que pudo dar Jesús a la entrada en Jerusalén de ese modo tan peculiar. Seguramente no coincidió con la interpretación que le dieron sus discípulos y la gente que le seguía. Cuando se fijaron por escrito estos relatos, ya habían pasado cuarenta o cincuenta años, y sus seguidores habían cambiado radicalmente la comprensión de Jesús. En estos textos se han mezclado datos históricos, prejuicios sobre el Mesías y tradiciones del AT sobre otra clase de mesianismo que no era el oficial.

Con los datos que tenemos no podemos pensar en una entrada “triunfal”. Si era política, no lo hubiera permitido el poder romano. Si era religiosa, no lo hubiera permitido el poder religioso. Ambos tenían medios más que suficientes para actuar contra una manifestación masiva. Mucho más en Pascua, que era momento de máxima alerta política y religiosa. No cabe duda de que algo pasó históricamente, pero no debemos imaginarlo como un acto espectacular sino como un acto profético desplegado por pocas personas. De hecho todos los grupos de peregrinos llegaban en ambiente festivo: ¡Que alegría cuando me dijeron…!

Seguramente se trató de una muestra de adhesión por parte del pequeño grupo que acompañaba a Jesús, a los que posiblemente se unieron otros que venían de Judea y Galilea. Recordemos que la subida a la fiesta de Pascua se hacía siempre en grupos numerosos, en los que se manifestaba el júbilo por acercarse a la ciudad santa y al Templo. Los gritos son intentos de dar una explicación a lo que estaba ocurriendo. Lo mismo los mantos y ramos expresan la actitud de los que seguían a Jesús.

La inmensa mayoría del pueblo estuvo siempre del lado de los jefes. Estos son los que piden la muerte de Jesús. No tiene sentido insistir en que el mismo pueblo que lo aclama hoy como Rey, pida el viernes su crucifixión. Tampoco podemos minimizar el número de los seguidores de Jesús. Los evangelios nos dicen que en varias ocasiones los dirigentes no se atrevieron a detenerle en público por el gran número de seguidores. El hecho de que lo detuvieran de noche con la ayuda de un traidor, indica el miedo de los dirigentes.

Pasión y muerte de Jesús

Pocos aspectos de la vida de Jesús han sido tan manipulados como su muerte. Llegar a pensar que a Dios le encanta el sufrimiento humano y que por lo tanto no solo hay que aceptarlo, sino buscarlo voluntariamente, ha sido tal vez la mayor tergiversación del Dios de Jesús. Desde esta perspectiva, es lógico que se pensara en un Dios que exige la muerte de su propio hijo para poder perdonar los pecados de los seres humanos. Esta idea es la más contraria a la predicación de Jesús sobre Dios que pudiéramos imaginar.

La muerte de Jesús no fue ni exigida, ni programada, ni permitida por Dios. El Dios de Jesús no necesita sangre para poder perdonarnos. Seguir hablando de la muerte de Jesús como condición para que Dios nos libre de nuestros pecados, es la negación más rotunda del Dios de Jesús. Esa manera de explicar el sentido de la muerte de Jesús no nos sirve hoy de nada, es más, nos mete en un callejón sin salida. La muerte de Jesús, desvinculada de su predicación y de su vida, no tiene el más mínimo valor o significado.

La muerte en la cruz no fue el paso obligado para llegar a la gloria. El domingo pasado veíamos que la muerte biológica no quita ni añade nada a la verdadera Vida. Con Vida plena puede uno estar muerto, y en la misma muerte biológica puede haber plenitud de Vida. Jesús murió por ser fiel a Dios. Jesús quiso dejar claro que seguir amando, como Dios ama, es más importante que conservar la vida biológica. No murió para que Dios nos amara, sino para demostrar que ya nos ama, con un amor incondicional.

A Jesús le mataron porque estorbaba a aquellos que habían hecho de Dios y la religión un instrumento de dominio y opresión de los más débiles. La muerte de Jesús no se puede separar de su profetismo, es decir, de su denuncia de la injusticia; sobre todo la que se ejercía en nombre de la Ley y el templo. Su opción por los pobres y excluidos fue su mensaje fundamental. Esta actitud, defendida en nombre de Dios, resultó inaguantable para los que sólo buscaban su interés y mantener sus privilegios.

Al demostrar que, para él, el amor era más importante que la vida biológica, Jesús nos enseña el camino hacia la Vida definitiva que no es afectada por la muerte física. Ese camino nos lleva a la plenitud humana, que no está en asegurar nuestro “ego”, ni aquí ni en un más allá, sino en alcanzar la plenitud del amor que nos identifica con Dios. Amando como Dios ama potenciamos nuestro verdadero ser y lo llevamos al máximo de sus posibilidades. La única cualidad exclusiva del hombre es la capacidad de entrega.

Tenemos que descubrir la presencia de ese Dios en nuestro sufrimiento, en nuestra misma muerte. No podemos seguir buscando nuestra plenitud en el triunfo y en la gloria. La prueba de esta incomprensión es que seguimos preguntando: ¿Por qué tanto sufrimiento y tanta muerte? ¿Dónde está el Dios Padre? Seguimos pensando que el dolor y la muerte son incompatibles con Dios. Un Dios que no nos dé seguridades no nos interesa. Un Dios que no garantice la permanencia del yo egoísta no nos interesa.

Está claro que una parte de nosotros está con los dirigentes judíos y no quiere saber nada del dolor y de la muerte. “No quiero cantar ni puedo…” Otra parte de nosotros se siente atraída por ese hombre que viene a manifestar la verdadera Vida y que en ese camino hacia la plenitud, no da ninguna importancia a la vida terrena. En el fondo de nosotros mismos, algo nos dice que Jesús tiene razón, que el único camino hacia la Vida es aceptar la muerte. Pero despegarnos de nuestro “yo” sigue siendo una meta inalcanzable.

Si tomamos conciencia de que Jesús llegó al grado máximo de humanidad cuando fue capaz de amar por encima de la muerte, descubriremos dónde está la verdadera Vida. El secreto está en descubrir que no puede haber Vida si no se acepta la muerte. También la muerte física, pero sobre todo la muerte a nuestro “ego” individualista. Jesús nos enseña que estamos aquí para deshacernos de todo lo que hay en nosotros de terreno, de caduco, de material, para que lo que hay de Divino se manifieste en Unidad-Amor.

A través de discursos racionales, por muy brillantes que estos sean, nunca podré entender el mensaje de Jesús. Solamente profundizando en lo más hondo de mí mismo, llegaré a comprender el sentido profundamente humano de mi existencia. Lo paradójico es que cuando descubra mi verdadera humanidad, entenderé lo que tengo de divino y se producirá la unidad de todo mi ser. En la recuperación de la unidad de lo que no era más que un dualismo maniqueo, encontraré la verdadera armonía, paz y felicidad.

Nota: por motivos de salud pública, en medio de la pandemia por el virus Covid-19, están prohibidos los actos de culto en numerosos países. Por si alguien quiere vivir de esta forma virtual la celebración dominical, facilitamos el enlace con el audio de la Eucaristía correspondiente al Domingo de Ramos (ciclo A), que se grabó hace tres años.

Meditación

Escucha con atención la Pasión, pero ve más allá del relato.
Deja que te empape el misterio de la VIDA, manifestado en Jesús.
Su muerte es el signo inequívoco del amor absoluto.
La VIDA es más fuerte que la muerte en Jesús y en todo el que la viva.
La VIDA está ya en ti, pero puede que no la hayas descubierto.
Aprovecha estos días para ahondar en tu propio pozo y descubrirla.

Para profundizar

Vivir lo que vamos a celebrar no es tan sencillo

Llevamos tanto tiempo acomodándolo

Que resulta imposible llenarlo de sentido

Entra Jesús triunfante y va a la muerte

Pero nadie aceptamos que es muerte de verdad

Y la hemos convertido en un salvoconducto

Para alcanzar la gloria que es lo nuestro

Esa necesidad de gloria es concesión al ego

Que de manera astuta se sale con la suya

La muerte por amor es la meta absoluta

Aniquilado el ego, solo queda lo eterno

Ni Jesús entregado necesita otra gloria

Ni nosotros encontrar otra meta

Si el Dios de Jesús hubiera organizado el calendario

Solo había una fiesta: la del Viernes

Jesús allí consuma su carrera

Y allí alcanza la Gloria pues no hay otra

Dar otra gloria a Jesús es engañarnos

Dos mil años y aún vivimos en la inopia

Entregarme sin esperar un premio

Será mi meta pues he llegado al límite

Seguir buscando cinco pies al gato

Será frustrante pues solo tiene cuatro

Si intentas comprender lo que has leído

Es que aún estás muy lejos de vivirlo

No rumies más y quédate en silencio

Tal vez descubras la esencia de lo humano

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Pan partido y repartido.

Domingo, 5 de abril de 2020
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mateo-26-14-27-27-1-66-10-660x330Yo sigo la religión del amor con independencia del lugar al que se dirija su caravana. Pues el amor es para mí religión y fe (Ben Arabí)

5 de abril. DOMINGO DE RAMOS

Mt 26, 14-27

Mientras cenaban, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y comed esto es mi cuerpo.

El sentido básico de ágape eucarístico está, dice Fray Marcos, en el partirse y repartirse entre los demás como espiritual alimento.

El tema central del Triduo Pascual es el AMOR. El Jueves se manifiesta en los gestos y palabras que lleva a cabo Jesús en la entrañable cena, y en la liturgia de estos días intentamos manifestar, de manera plástica, la realidad del amor supremo que se manifestó en Jesús. Lo importante no son los ritos, sino el significado que éstos encierran.

La liturgia del Jueves Santo está estructurada como recuerdo de la última cena.

Fue una cena entrañable, pero el carácter de despedida se lo dieron después los primeros cristianos. El gesto de partir el pan y de repartir la copa de vino era un gesto normal que el cabeza de familia realizaba en toda cena pascual. Lo que pudo añadir Jesús, o los primeros cristianos, es el carácter de símbolo de lo que en realidad fue la propia vida de Jesús.

Existe un AMOR con mayúsculas que supone el amor supremo de la filantropía y de la solidaridad. Su cualidad más destacada es la gratuidad porque se da indiscriminadamente y sin esperar nada a cambio.

La Consagración de la Primavera de Stravinski, describe la historia, sucedida en la Rusia antigua, del rapto y sacrificio pagano de una doncella al inicio de la primavera que debía bailar hasta su muerte -como le sucedió a Jesús- a fin de obtener la benevolencia de los dioses al comienzo de la nueva estación. Para ello, se sirve de imágenes musicales de gran plasticidad, evocando escenas primitivas en cuanto a diversos ámbitos de la vida.

Cézanne -también como Jesús- tenía el don de ver en las cosas la vida interior y convertir una taza de té en un ser animado, y como apunta Matisse con su pincel, separándonos de la belleza externa acostumbrada y, partiendo de un objeto, creando una imagen con resonancia interior.

“¡Empieza a florecer, cristiano congelado!, gritó el místico Angelus Silesius, “La primavera está al alcance de la mano. ¿Cuándo florecerás si no es aquí y ahora?”

Y Husayn ibn Mansur (858-922), conocido como Al-Hallaj, en honor al oficio de su abuelo, que era zoroastriano, fue un sufí iraní que predicó por la India y por la región donde se halla actualmente Pakistán su mensaje extático sobre la unión con Dios y la plena identidad con él, escribió este recado para los discípulos de Jesús y los de Zoroastro, y en los que nos recuerda los hechos de la Última Cena:

“Tu espíritu se ha mezclado poco a poco con mi espíritu. / Y alternando acercamientos y alejamientos / ahora yo soy Tú mismo. Tu existencia es la mía, tuyo es mi querer. / En aquella gloria no hay yo, ni nosotros, ni tú. Yo, nosotros, tú y él”.

 

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Y Ben Arabí (1165-1240), un místico sufí musulmán andalusí: “Yo sigo la religión del amor con independencia del lugar al que se dirija su caravana. Pues el amor es para mí religión y fe”.

Y como dijo Aristóteles en Ética a Nicómaco, es propio del hombre prudente ser capaz de deliberar rectamente sobre lo que es bueno y conveniente para el sí mismo, para vivir bien en general.

Todo lo cual daba cumplida respuesta a las palabras de versículo 26 de Mateo:

“Mientras cenaban, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y comed esto es mi cuerpo”.

Blas de Otero canta hechos significativos en un poema de su Antología poética:

MUJER

Y volver a nacer. Cerrar la puerta,
abrir los ojos y el entendimiento,
mirar la pared, oír el viento
entre los framboyanes de la huerta.

Sentarse. Sonreír de dicha cierta,
sobre una alfombra del Renacimiento.
Consentir que camine el pensamiento
A plena mar, a plena mar abierta.

Y volver a nacer. Y arar la tierra
del amor. Y encontrarse una mañana
que el surco el fruto del amor encierra.

Canta, canario, canta. Reíd, flores
azules, amapolas de oro y grana.
A ti, mujer, amor de mis amores

 

 Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Domingo de Ramos.

Domingo, 5 de abril de 2020
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10098679944_95fb40f811_zMt 26, 14-27,66

El domingo de Ramos nos sitúa de nuevo en los últimos días de la vida de Jesús. El relato de la mujer que, en Betania unge la cabeza de Jesús con perfume (Mt 26, 6-13), introduce y señala de forma anticipada los énfasis que en el evangelio de Mateo orientan la narración de los hechos acaecidos en Jerusalén. El mesianismo que anuncia su entrada en Jerusalén se va progresivamente definiendo hasta convertirse en el del siervo de Yahvé, un mesianismo que se aleja de los triunfalismos, de los hechos milagrosos para definirse desde el servicio, la entrega, la confianza y la fidelidad.

En primer lugar, nos encontramos con una mujer. Las figuras femeninas en los relatos de la pasión tienen un valor central, ellas son las testigos privilegiadas de todo lo que acontece en esos días y su testimonio será central para sostener la fe de las primeras comunidades cristianas. Una mujer anónima unge la cabeza de Jesús con un perfume muy caro. Este gesto gratuito y audaz supone un acto profético (Mt 26, 12) que anuncia el desenlace de la historia, pero también denuncia la hipocresía de una sociedad que se escandaliza por gestos como el de esta mujer, pero permite y alienta el egoísmo de muchos para su propio beneficio.

En contraste con la actuación de esta mujer está la de Judas que traiciona al maestro por unas pocas monedas. Ella, al derramar el perfume, está demostrando su fe en Jesús y el valor de su entrega. Judas, al vender al maestro por dinero, escenifica su desconfianza en el proyecto de Jesús y quiere darle fin.

Otra mujer, la esposa de Pilato, es capaz de descubrir que Jesús es un hombre justo. Los acontecimientos que se desarrollan tras el prendimiento de Jesús actualizan las palabras del profeta Isaías cuando describe al siervo de Yahvé. El siervo de Yahvé es el justo por excelencia porque entrega su vida por el bien de todos/as y pone toda su confianza en el Dios que los sostiene (Is 50, 4-7). La mujer del dignatario romano, una mujer gentil, testimonia la inocencia de Jesús al contrario de lo que hace su esposo que duda y de las autoridades judías que lo condenan.

Por último, Mateo señala que un grupo importante de mujeres, que habían seguido a Jesús desde Galilea contemplan desde lejos la crucifixión y muerte de Jesús. Ellas, discípulas del maestro, permanecen cerca de él hasta el final. Sienten miedo, impotencia y dolor, pero no huyen. Su camino creyente les posibilitará hacer la experiencia del encuentro de Jesús resucitado.

En segundo lugar, la memoria de fe. A lo largo del relato de la pasión se alza con fuerza la llamada a hacer memoria, a recordar como un modo de fortalecer la esperanza y confiar en la acción salvadora de Dios.

Las palabras de Jesús que concluyen el relato de la unción en Betania (Mt 26, 13) invitan a recordar a la mujer y el gesto que ha hecho. Ella y su acción encarnan la Buena Noticia del Reino, pero lo hacen, no con un entusiasmo ingenuo sino con el realismo de quien conoce las dificultades, y sabe que el camino no es fácil. Los episodios que se narran a continuación muestran con crudo realismo esa verdad. Por eso, recordarla a ella y a su gesto implica incorporarla a la memoria pasionis, al camino de Jesús que abrazaba el abismo de la impotencia y la muerte para poder ofrecer su salvación a todo ser humano sin distinción (Filp 2, 6-11).

Jesús vuelve a invitar a hacer memoria en la cena con sus discípulos y discípulas la víspera de su muerte. Toma el pan y el vino para expresar a través de ellos su entrega y su renuncia, su fidelidad y la gratuidad que brota de su existencia. En el pan y el vino seguimos actualizando nuestra fe y nuestro seguimiento, conscientes de que el camino no es fácil porque la cruz es locura, injusticia y, con frecuencia, la esperanza se quiebra y parece abrirse una ventana al absurdo. Por eso es necesario recordar, hacer presente la Buena Noticia, ungir la vida con el perfume de la profecía.

Al final, la invitación es hacer memoria de la esperanza que sostienen nuestra fe. En los momentos difíciles que nos toca vivir, quizá, el miedo y la desconfianza puedan oprimir nuestro corazón, pero como las mujeres que ungieron y acompañaron a Jesús en sus últimos días en Jerusalén hoy seguimos llamadas y llamados a acompañar la cruz, a sostener la esperanza, a ungir la vida para que la Buena Noticia del Reino siga tendiendo un lugar en el mundo.

Que en estos tiempos recios la experiencia pascual fortalezca nuestro caminar y sea luz y sentido para cada uno de nosotros y nosotras.

Carmen Soto Varela, ssj

Fuente Fe Adulta

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Pecado – Cruz – Dolor.

Domingo, 5 de abril de 2020
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263E8EA4-6512-42B8-84EF-615344392E10Domingo de Ramos

5 abril 2020

Mt 27, 11-54

Tal como la presenta el catecismo, la llamada “historia de la salvación” pivota sobre dos ejes inseparables: la doctrina del “pecado original” y la doctrina de la “redención”, el pecado y la cruz.

Durante siglos, el catecismo fue petrificando esa creencia hasta llegar a configurar el imaginario colectivo cristiano. Aun a riesgo de caer en la caricatura, el núcleo de la misma podría expresarse de este modo: el designio de Dios se frustró debido al pecado de “nuestros primeros padres”, que fueron expulsados del paraíso y condenados a vivir con dolor en este “valle de lágrimas”. Ahí podría haber terminado todo, pero Dios fue sacando adelante su proyecto de salvación. Para ello se eligió un pueblo (Israel o el pueblo judío) del que habría de nacer el Mesías, su propio Hijo. Este, por medio del suplicio de la cruz, expiaría aquel pecado primero y, de ese modo, redimiría (rescataría) a toda la humanidad que creyera en él.

En esa apretada síntesis quedan claros los dos pilares sobre los que se asienta la creencia: el pecado originaly la cruz. La conexión entre ambos es sustancial, hasta el punto de que si uno de ellos se tambalea, el otro se viene abajo. Tal vez ello explique las resistencias de la autoridad eclesiástica a reconocer el carácter mítico del relato del Génesis. Quizás teme que, si se niega historicidad al llamado “pecado original”, resulte insostenible la doctrina de la redención tal como habitualmente se ha explicado.

Pero es justamente esa doctrina la que es necesario desmitificar, porque a lo largo de los siglos ha generado culpabilidad y dolorismo hasta extremos no fácilmente imaginables. Culpa, porque el ser humano se veía “pecador” incluso antes de nacer: la humanidad entera era vista, desde san Agustín, como “massa damnata” (masa corrompida). Y dolorismo porque, tal como se leían los designios de Dios, el modo como Jesús nos habría librado de la culpa fue a través del sufrimiento de la cruz. A partir de ahí, era fácil deslizarse hacia la idea de que el dolor en sí mismo era bueno y agradaba a Dios. ¿No es evidente que todo el ceremonial característico de la “Semana Santa” se hallaba impregnado de culpabilidad y dolorismo?

Desmontar todo ese imaginario pasa por reconocer que el relato bíblico del Génesis es solo un mito –de la “caída” o del “paraíso perdido”– con el que los primeros humanos trataron de explicarse el porqué del mal en el mundo. Por tanto, si no existió tal “pecado” tampoco se necesita una “expiación”.

Jesús murió ajusticiado. Pero eso no se debió al arbitrio de un Dios ofendido que así lo dispusiera, ni tampoco a que el propio Jesús valorara el dolor o entendiera su existencia en clave de expiación. Todo ello sería muy posterior. Jesús fue ejecutado porque estorbaba al poder dominante.

No hay culpa ni valoración alguna del dolorismo. El único vicio de la humanidad –dijo ya Platón– es la ignorancia acerca de lo que somos. Lo que nos salva no es, por tanto, el dolor sino la comprensión.

¿Qué consecuencias te parece que se han derivado de la doctrina del “pecado original” y de la “redención”?

Quien esté interesado en esta cuestión o desee profundizar en los argumentos que este comentario da por supuestos puede leer “¿Qué Dios y qué salvación? Claves para entender el cambio religioso”, publicado por Desclée De Brouwer.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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¿Por qué nos has abandonado?

Domingo, 5 de abril de 2020
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índiceDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Semana Santa.

Este año la Semana Santa “la llevamos puesta” y a cuestas. La celebraremos -¿celebrar?- en nuestra propia casa, en nuestra propia persona, en nuestros miedos y angustias personales y de la sociedad. La Semana Santa de este año es cuarentena, confinamiento, pandemia, es sufrimiento.

         En cierto sentido este año nosotros estamos subiendo, como Jesús, a Jerusalén, al Calvario.

  1. Más allá de los medios informativos.

         Tal vez esta, pudiera ser la pandemia más grande que el ser humano haya vivido no ya en la historia, sino en la evolución; y ello sobrecoge, abruma. Somos una “nada” en el universo, en la evolución, en la humanidad. Pero somos mucho para Dios.

         Para la ciencia, la economía, para la política existen problemas, y han de tratar de intentar solucionarlos con la investigación médica, las medidas sanitarias, económicas, etc.

Para quien piensa y quien cree existe el misterio y las preguntas más radicales de la existencia humana.

Sería una pena que viviéramos este tiempo de desierto duro, de confinamiento únicamente con el divertimento, la distracción y los “WhatsApp”. El capitalismo tiene como método y objetivo que la gente no se entere que se aburre, por eso todo consiste en pasarlo lo mejor posible: viajes, internet, huidas, pero no pienses, no dejes que broten las grandes cuestiones de la vida.

         Más allá del alud de informaciones de los medios de comunicación, más allá incluso de la misma medicina y de la ciencia, muy por encima del problema económico y de la crisis que pueda acarrear, esta situación nos sitúa ante el problema del misterio del ser humano, ante el misterio de la fragilidad humana, ante el misterio del sentido de la vida y de la muerte. En último término estamos ante el misterio de Dios.

         Esta enfermedad de muerte nos sitúa también ante el silencio de Dios, ante la “ausencia de Dios”, ante el misterio de Dios. ¿Dónde está Dios?

  1. ¿Por qué nos has abandonado?

         En el relato de la pasión y muerte de Jesús según San Mateo[1], las últimas palabras de Jesús en vida, en la cruz, Jesús muere sintiendo el abandono de Dios: Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado, (Mateo 27,46). Fueron las últimas palabras de Jesús (en la versión de Mateo).

         Seguro que Jesús recitó muchas veces y por diversos motivos esas palabras (que son el salmo 21). ¿Por qué nos has abandonado?

         También nosotros podemos experimentar el abandono de Dios.

         Quizás nuestra oración hoy pueda ser un clamor a Dios: ¿Por qué nos has abandonado?

         No es menos cierto que en el evangelio de Lucas Jesús muere confiando en Dios: Padre a tus manos encomiendo mi espíritu, (Lc 23,46).

Es momento de activar la esperanza

         Nadie puede vivir sin preguntarse: qué será de mí –hoy mismo, mañana, pasado mañana, dentro de poco, dentro de algunos años, en el futuro lejano- qué será de mí mismo, de mi trabajo, de mis proyectos y de mis aspiraciones, de mi familia, de mis seres cercanos, de mis semejantes a los que estoy unido de algún modo. ¿Qué será del estado, de los desarrollos políticos, de nuestro planeta? ¿Qué será del universo?

La esperanza está vinculada inseparablemente a la existencia humana. El ser humano es esperante.

Este año, el domingo de Ramos leemos la pasión según S Mateo

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José María Castillo: “Esta Semana Santa, solo con el Evangelio”

Sábado, 4 de abril de 2020
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cruzparadigmaDe su blog Teología sin Censura:

Semana Santa, días para la reflexión

“Una Semana Santa sin santos, sin cofradías, sin procesiones, sin “oficios” y ceremonias en las iglesias, sin viajes ni vacaciones, sin turistas ni turismos, sin libertad para salir a la calle, sin salud y sobrados de miedos, amenazados por una economía que se tambalea”

“No podemos aprovechar el recuerdo de la muerte de Jesús, para pasar una semana de juerga, descanso y diversión”

Estamos en vísperas de la Semana Santa más vacía de toda mi vida. Una Semana Santa sin santos, sin cofradías, sin procesiones, sin “oficios” y ceremonias en las iglesias, sin viajes ni vacaciones, sin turistas ni turismos, sin libertad para salir a la calle, sin salud y sobrados de miedos, amenazados por una economía que se tambalea. Y todos con la pregunta de si los políticos podrán sacarnos de la situación penosa que nos puede amenazar.

¿Qué nos queda en pie, además de los miedos y peligros que nos amenazan? A las víctimas del coronavirus y sus familias, salir de esta situación cuanto antes. A otras muchas gentes, pasar estos días lo mejor posible. Y para quienes tenemos creencias religiosas – además de lo dicho – ¿qué nos queda? A los creyentes y a todas las personas de buena voluntad, nos queda el Evangelio. Que nos explica la razón de ser y lo esencial de la Semana Santa. Porque – lo digo con insistencia y firmeza – una Semana Santa, que no tiene en cuenta el Evangelio de la pasión de Jesús, es como un banquete presentado en platos elegantes, camareros de etiqueta y músicas de ensueño, pero un banquete en el que no se les da ni un garbanzo crudo a los comensales. O lo que es peor: aprovechar el recuerdo de la muerte de Jesús, para pasar una semana de juerga, descanso y diversión.

Algo positivo va a tener el coronavirus: obligarnos a todos a pensar en serio y a fondo en lo más negativo y oscuro que tiene esta vida.

La traición de Judas, la cobardía de Pedro, la condena a la peor muerte del que fue ejecutado porque pasó por la vida haciendo el bien, la ambición de los sumos sacerdotes, que convirtieron la casa de oración en una “cueva de bandidos”, la agonía de Jesús, que le tuvo miedo a la muerte y el fracaso, como nos sucede a todos los mortales, la presencia de aquellas buenas mujeres que estuvieron cerca de la cruz hasta que enterraron a Jesús… Y así, tantas y tantas cosas en las que ni pensamos, porque necesitamos unos días de descanso y diversión.

Muchas cosas podemos pensar en esta extraña Semana Santa. Yo me atrevo a sugerir, ante todo, que pensemos en que “Jesús aceptó la función más baja que una sociedad puede adjudicar: la de delincuente ejecutado” (G. Theissen). Lo que nos viene a decir que este mundo tiene arreglo, no porque triunfamos sobre los débiles y nos imponemos a ellos, sino porque tenemos voluntad y aguante por muchos que sean nuestros fracasos.

Y es así cómo, en este mundo en el que nos parece que Dios está ausente, se hace verdadero lo que dejó escrito Dietrich Bonhoeffer, poco antes de que lo mataran al final de la segunda guerra mundial: “Cuando se quiere hablar de Dios “no religiosamente”, es preciso hacerlo de manera que no se escamotee de algún modo la carencia de Dios en el mundo; muy al contrario, debemos ponerla de manifiesto, y así precisamente como una luz sorprendente cae sobre el mundo. El mundo adulto es más sin Dios, y quizá precisamente por esta razón está más cerca de Dios que el mundo menor de edad” [Carta escrita a un amigo, el 14 de julio de 1944, en la cárcel de Tegel (Alemania)].

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“La cruz y la cama”, por Carlos Osma

Sábado, 15 de junio de 2019
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cruzcamaDe su blog Homoprotestantes:

Cuentan los evangelios que mientras Jesús agonizaba en la cruz las personas que pasaban por delante de tan terrible escenario le decían: “¡Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz!”. Y es que claro, tenían razón, los Hijos de Dios tienen otros sitios más honrosos donde morir: en su cama por ejemplo. Desde entonces hasta ahora, aquellos mensajes inhumanos han cambiado mucho, y ahora los guardianes del orden nos dicen a nosotras que para ser “Hijas de Dios” hemos de descender de nuestras deshonrosas camas, y subirnos a sus maravillosas cruces de neón para que todo el mundo pueda ver lo divinas que somos. No sé, pero tengo la sensación de que para mucha gente el cristianismo es un viaje de la cruz a la cama, o de la cama a la cruz.

Es verdad que podríamos decir que, tal y como se narra en los evangelios, la vida de Jesús fue un camino de la cama a la cruz, o mejor dicho del cajón donde se daba de comer a las bestias en el que su madre lo acostó al nacer, a la cruz del Gólgota donde el poder Romano lo hizo crucificar junto a otros dos malhechores. La cama y la cruz fueron para Jesús dos lugares no escogidos en donde se hizo patente que existía un poder político, pero también religioso, que controlaba su vida de principio a fin. Fue el edicto de Julio Cesar el que motivó que sus padres tuvieran que viajar hasta Belén, y fue la condena del Gobernador Poncio Pilato la que le llevó hasta el Gólgota.

Las camas y las cruces de las personas LGTBIQ son lugares donde los poderes patriarcales y LGTBIQfóbicos nos sacan y nos meten a conveniencia. Si nos mantenemos en silencio nos crucifican, si lanzamos gritos de dolor al infinito, nos vuelven a crucificar. En ese lugar, en el Gólgota, donde nos llevan a la fuerza tras golpearnos toda la vida con sus látigos de cuero negro, nos levantan para mostrar nuestra caricatura al resto del mundo y para exponer de una forma deformada quienes somos. Allí, en cada una de las cruces que decoran sus iglesias, nos cuelgan todos los días junto a otras malhechoras. Y lo hacen mientras nos invitan a bajarnos de ellas y comportarnos como “Hijos de Dios” en alguna de sus terapias reparativas. Pero si por el contrario hemos decidido ser felices y alejarnos de sus cruces sangrientas y sus terapias diabólicas, entonces nos sitúan en la cama, y allí nos representan como depravadas sexuales que se dejan llevar por sus instintos. Ya no somos cuerpos deformes, sino puro sexo, animales salvajes y nada más. De la cama a la cruz, o de la cruz a la cama. Un círculo enfermizo nacido de mentes que no pueden estar muy sanas.

Lo interesante de Jesús es que fue consciente de la existencia de poderes que le querían condicionar, a él y al resto de seres humanos que tenía a su alrededor. Poderes que en su época se podían denominar demoníacos, pero también otros que tenían nombres propios. Y ante ellos, no optó por bajar la cabeza, no escogió ni la cruz ni la cama como lugares donde vivir ante el resto del mundo, sino los espacios en los que era necesario hacer oposición activa a cualquier poder que limitaba la libertad y la vida de las personas. Por eso me resulta tan difícil entender el cristianismo de tanta gente que no choca nunca con los poderes que pretenden condicionarlas, que les van chupando la sangre hasta dejarlas sin vida. Personas que no han escuchado a nadie merodeando en sus camas y diciendo que se puede hacer en ellas, o que jamás han visto la vida desde lo alto de una cruz hecha a su medida.

No hay otra forma para salir de la falacia que va de la cama a la cruz y de la cruz a la cama que seguir el ejemplo de Jesús, de todos aquellos momentos de su vida que él si escogió y que no le fueron impuestos de una manera absoluta. La cama y la cruz no son lugares que debamos evitar, por razones bien diversas nuestras vidas se componen también de ellos. Pero no únicamente de ellos. Lo que determina quienes somos, no está ahí, sino lo que nos lleva hasta ellos, y cómo hemos sido capaces de luchar contra esos poderes para ser más libres. Yo diría que verse a uno mismo en el prójimo, y al prójimo en uno mismo, fue el motor que sí podría definir la vida de Jesús. Ese fue el poder al que él sirvió, más allá del resto de poderes que como a cualquier mortal lo influyeron y condicionaron. Y ese, el prójimo, es el lugar que da sentido al cristianismo y que nos puede alejar de esos círculos absurdos que se construyen entre nuestras camas y nuestras cruces.

A Jesús se le expulsa de la cama, y no tanto por motivos históricos, sino porque lo que podría ocurrir en ella a la mayoría de la gente le parece poco divino, y se le sube a una cruz donde demostrar con su sufrimiento que fue fiel al mandato de su Padre. No sé lo que ocurre, o no ocurre, en la cama de estas personas para pensar de esta manera. Pero también hay veces que se le baja de la cruz a marchas forzadas porque el fracaso es demasiado desestabilizador para teologías infantiles, y se le lleva solo y envuelto en una sábana hasta la cama que será el sepulcro donde resucitará milagrosamente. Me pregunto qué vidas tan naifs tienen estas personas que son incapaces de integrar el fracaso en sus teologías.

La cama y la cruz de Jesús, y también las nuestras, son lugares vigilados por poderes que nos controlan y pretenden condicionarnos de manera absoluta. Y el mensaje de vida de Jesús es que podemos resistirnos a ellos, aunque a veces nos venzan y dejemos entrar en nuestra cama ideologías de muerte, o en nuestras cruces teologías sin experiencia. El sentido que tienen nuestras cruces y nuestras camas no se encuentran en ellas mismas, sino en lo que ocurre entre ambas. La cuna de Belén y la cruz del Gólgota solo pueden entenderse a través de la vida de Jesús, de su implicación en la vida de muchas personas que eran los daños colaterales de normas y leyes divinizadas por poderes con intereses demasiado humanos. Es en la vida compartida con el prójimo donde se puede percibir que la liberación, la salvación, es el origen y la meta de la fe cristiana. Es desde allí desde donde acabaremos con los poderes que quieren someternos. Sin prójimo, ni cama ni cruz tienen sentido.

Carlos Osma

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Jueves Santo: “Los amó hasta el extremo”

Jueves, 18 de abril de 2019
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(Robert Recker gay Passion of Christ)
***

Éxodo 12,1-8.11-14

Prescripciones sobre la cena pascual

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:

“Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.

Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones.“”

*

Salmo responsorial: 115

El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

¿Como pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.

*

1Corintios 11,23-26

Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor

Hermanos:

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:

Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:

– “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.”

Lo mismo hizo con él cáliz, después de cenar, diciendo:

“Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.”

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

*

Juan 13,1-15

Los amó hasta el extremo

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:

“Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?”

Jesús le replicó:

“Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.”

Pedro le dijo:

“No me lavarás los pies jamás.

Jesús le contestó:

“Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.

Simón Pedro le dijo:

“Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.”

Jesús le dijo:

“Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.”

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos estáis limpios.

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:

“¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.”

***

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Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy (23 de marzo de 1978)

***

Queridos hermanos:

Con esta ceremonia en honor de la institución de la Eucaristía se inicia lo que litúrgicamente se llama el Solemne Triduo Pascual. Tres días para celebrar el acontecimiento religioso cristiano más grande de la historia y naturalmente, del año litúrgico. San Agustín llamaba a este triduo: la fiesta de la Pasión, la muerte y la resurrección del Señor. Esta noche, pues, es como una síntesis, como un resumen de toda la Pascua que estamos celebrando. Para comprenderlo, las lecturas de hoy nos han colocado en una historia vieja de Israel que desemboca en Cristo Nuestro Señor y que El, Cristo, la encarga a su Iglesia para que la lleve hasta la consumación de los siglos.

He aquí tres pensamientos de esta noche santísima del jueves Santo: una historia de Israel.

Un Cristo que la encarna

Y una prolongación eucarística hasta la consumación de los siglos.

1 º UNA HISTORIA DE ISRAEL

La vieja historia nos la ha contado el libro del Exodo que se acaba de leer. Los judíos celebraban en esta luna llena del mes de Nisan, un mes hebreo que coincide con nuestro marzo-abril. “Este será el primer mes del año -les había dicho- celebraréis la Pascua”. La Pascua era la celebración de dos grandes ministerios del Viejo Testamento: la liberación de Egipto y la Alianza con el Señor. Pascua y Alianza. La Pascua era aquel momento en que los israelitas esclavizados por el Faraón en Egipto no podían salir hasta en la décima plaga terrible, que consistió en que todos los primogénitos de Egipto iban a morir esa noche. Y para que se libraran las familias hebreas Dios les dijo, por medio de Moisés, que mataran un cordero y que con su sangre marcaran los dinteles de las puertas porque esa noche iba a pasar el ángel. El paso del ángel, eso quiere decir la Pascua: el paso de Dios que para los egipcios va a ser castigo y para Israel va a ser liberación. Leer más…

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Última Cena: Comida de Amor, pan para todos

Jueves, 18 de abril de 2019
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The-Akshaya-Patra-Foundation-mediumCon Juan de la Cruz. Una Cena que Recrea y Enamora

En el centro de la semana central del Año de Cristo celebra la Iglesia la Última Cena. La última es la central, la definitiva:

Éste es el signo de Jesús: comida para todos, una cena de amor y de pan, para siempre.  Éste es su Dios: que todos puedan comer en esperanza de “reino”, de ojos que miran y admiran y aman, de brazos que abrazan y acogen. Éste es el “sueño” que él quiso dejarnos como herencia y presencia un “jueves santo”, el Jueves Santo de la historia humana.

Al fin, una cena… sobre el monte de la tierra, para todos los pueblos y las gentes. Caben todos, los de París en llamas y los de la estepa ardiente de la que huyen los hambrientos, pues no hay comida para ellos. Al fin una cena, en la tierra para todos, sin hambre ni guerra. Una cena del Amor enamorado, que es el amor de Dios que se enciende en la vida y amor de los hombres

Una comida-cena de fraternidad. No es necesario llevar invitación, todos estamos invitados por ser hombres y mujeres, hijos de Dios, hermanos… Más allá de las murallas de mil ciudades de puertas cerradas, de mil vallas, mil fronteras. Una cena de puertas abiertas, en la mesa donde podrán sentarse primero los más pobres, sin prisas, pues ha pasado la prisa del hambre, y Dios es comida de todos… El Dios de la fraternidad y el pan en abundancia.

En la noche sosegada, tras el duro caminar de la jornada, por mares de hambre, por puertas cerradas, por barrotes de hierro. Al fin todos en la casa de la tierra, en la noche de sosiego, sin bombas atómicas, ni bombas de ira y terror, de los más fuertes, de los más débiles… Esta es la cena que recrea y enamora, la cena del gran descanso de Jesús, que  ha venido y dado su vida en regalo para que todos puedan compartir su cena, la de Leonardo en el convento de Florencia… e incluso la de una Viridiana que al fin consigue transformar su cena en encuentro de amor.. Una cena donde ya no habrá ricos opresores ni pobres resentidos, pues no existirá ya opresión ni resentimiento

En par de los levantes de la aurora... Cuando apunta ya la luz del nuevo día de la fraternidad universal, cuando todos podamos cantar y bailar sobre la esfera de la tierra convertida en llanura de amor. Esta es la cena de la noche convertida en amanecer de pascua

Con la música callada, la soledad sonora… Una música, todas las músicas de amor, de las inmensas tribus de la tierra… Una soledad sonora, llena de todas las voces de los hombres  y mujeres, de todos los abrazos, en la soledad hacha al fin compañía universal de ojos que se miran, de manos que funden en pacto de amor, de abrazos de corazón…

La cena que recrea y enamora. Éste es el verso final de la estrofa 15 del Cántico Espiritual B de Juan de la Cruz, un hombre que venía del hambre de la historia y que buscaba la Cena de Dios, a la caída de la tarde, con Jeús… La cena que recrea, que es recreo-descanso, que es re-creación (nueva creación…), todo en amor, pues la vida, al fin, es un camino enamorado.

   Este es el tema que quiero presentar este Jueves Santo 2019,  deseando para todos los pueblos, para todos los hombres y mujeres, una cena de amor, con Jesús y sus amigos, hace casi dos mil años.

Quiero presentar esta última cena de Jesús y sus amigos, todos los hombres, comentando la estrofa 15 del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz (=CB).

La noche sosegada

en par de los levantes del aurora,

la música callada,

la soledad sonora,

la cena que recrea y enamora

  Este es el canto de la noche sosegada, la noche de la cena como vida compartida, en el descanso y esperanza de aquello que culmina cuando va a comenzar pronto la aurora. Entre esos dos motivos del principio y fin del canto, emergen los valores centrales de la música celeste (simbolizada en el giro y armonía de los astros) y la nueva soledad llena de mensaje de presencia (es sonora).

La noche sosegada. Hay un día de mundo, lleno de ambiciones, luchas, olvidos, distracciones, como SJC (=San Juan de la Cruz) ha destacado en su obra la Subida, con las dos purificaciones activas (del sentido y del espíritu), y especialmente en Noche, centrada en la purificación u oscuridad pasiva de sentido y el espíritu. Por eso, a fin de ser en el Amado, la Amante ha de pasar del día antes descrito (montañas, valles…) a la noche del encuentro total, en el “sueño espiritual, que el alma Amante goza en el pecho del Amado” (CB 14-15, 22), “recibiendo en Dios una abisal y oscura inteligencia divina”, de manera que el mismo Dios Amado es para la Amante  noche sosegada (CB 14-15, 22), como antes se decía que era montañas y valles  en el día[2].

Sin una subida (¡un subidón!) de amor es imposible esta cena en la noche sosegada de la fraternidad lograda, con un lugar en la mesa de la vida para todos… Por eso, el día de la Cena de Jesús es día de cena y amor para todos, cena de ilusión y fiesta para los niños, cena de acogida y esperanza para los ancianos, en los cuatro ángulos del mundo, que arden en amor. Una cena a la que pueden ir todos, sin falsos mensaje de propaganda…

En par de los levantes de la aurora. Esta noche, que se abrirá ella misma (sin dejar de ser noche) a la Aurora sin fin de la nueva mañana, se eleva y expande, prometiendo un Día eterno, sin sombras ni dolores, Día en la noche de Dios, que es la más oscura, entre dos luces,

 porque así como la noche en par de los levantes ni del todo es noche, ni del todo es día,sino, como dicen, entre dos luces, así esta soledad y sosiego divino, ni con toda claridad es informada de la luz divina, ni deja de participar algo de ella (CB 14-15, 23).

Aquí se inicia el tema de la Noche, que culminará sólo al final  del Cántico  (CB 39), abierto al día eterno de amor.

La música callada. Es armonía de cielo que, siguiendo una tradición que viene de Pitágoras y los neoplatónicos, llegando a los renacentistas (como Fray Luis de León), entonan en la noche las estrellas (un tema recogido, como he dicho ya, por el mismo I. Kant al final de la Crítica de la Razón práctica). Así nuestra Amante ha sentido en esa música de estrellas el “silbo de los aires amorosos”, el concierto sagrada de los astros, que convierten la noche en melodía:

En aquel sosiego y silencio de la noche ya dicha y en aquella noticia de la luz divina,echa de ver el alma una admirable conveniencia y disposición de la Sabiduría en las diferencias de todas sus criaturas y obras, todas ellas y cada una de ellas dotadas con cierta correspondencia a Dios, en que cada una en su manera dé su voz de lo que en ella es Dios; de suerte que le parece una armonía de música subidísima, que sobrepuja todos los saraos y melodías del mundo. Y llama a esta música callada, porque… es inteligencia sosegada y quieta, sin ruido de voces; y así se goza en ella la suavidad de la música y la quietud del silencio. Y así dice que su Amado es esta música callada, porque en él conoce y gusta esta armonía de música espiritual (CB 14-15, 25)[3].

La soledad sonora. El día está lleno de voces y apariciones cambiantes que encubren la Voz y ocultan la Presencia, entre mil voces y presencias que pueden acabar cegándonos. La noche, en cambio, es soledad sonora de Dios para los que aman, pues cada criatura ofrece en ella su testimonio de Dios:

Ésta es la soledad sonora… el testimonio que de Dios dan todas las cosas en sí…Y por cuanto el alma recibe esta sonora música con soledad y ajenación de todas las cosas exteriores, la llama la música callada y la soledad sonora la cual dice que es su Amado (cf. CB 14-15, 27).

 El Amado es soledad hecha comunión de Dios, canto de amor en la noche en que todas las cosas van diciendo su verdad, para ser de esa manera transparentes a la Vida. La misma vida se vuelve así palabra, testimonio de amor.

 La cena que recrea y enamora. La noche y soledad son cena, “recreación, hartura y amor” de los que aman (CB 14-15, 28) y se sacian uno en (y del) del otro. En ese contexto ha evocado SJC la promesa: “Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno me abriere, entraré yo y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20; CB 14-15 29). Así se comunican y viven los Amantes, siendo cada uno en el otro, como seguirá comentando SJC cuando en varias canciones de la tercera y cuarta parte del Cántico (c. CB 26, 37). Algunos han querido evocar en este verso el Banquete de iluminación y elevación intelectual de Platón. Sin negar esa conexión, en el fondo de esta canción late la cena de amor de los enamorados como eucaristía:

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El mismo Dios es para el Amante la cena que recrea y enamora, porque en serle largo la recrea,y en serle gracioso la enamora (CB 14-15, 30).

Dios es Cena, y ellos, Amado y Amante, se alimentan y viven, comunicando lo que son, su aliento de vida, en la noche. Ciervo y Paloma se han juntado, iniciando la fiesta de su vida en compañía y revelando su verdad más honda, en música y soledad de Amantes, siendo el uno cena para el otro[4].

Cenaré con él, y él conmigo

De día parece más fácil conocernos, acogiendo la vida del Amado en las montañas y los valles, pero siempre con el riesgo de confundir el amor con voces y experiencias que pueden acabar siendo superficiales. Pues bien, a diferencia de eso, en la noche del amor, el alma se ilumina y abre, pudiendo acoger un nuevo tipo de experiencias, “una admirable conveniencia y disposición de la Sabiduría en las diferencias de todas las creaturas y obras…” (CB 14-15, 25).

De ese modo, lo que parecía paradoja (música callada) adquiere nuevo contenido y, sin perder su carácter extraño, se convierte en signo de verdad más alta, como ha puesto de relieve fray Luis de León en varias Odas (A Salinas,A Felipe Ruiz), diciendo que la armonía del cielo está escrita en música de dulce concordancia (día y noche). Pero Fray Luis de León quiere escuchar esa música a través del arte (en una perspectiva más neoplatónica).

Por el contrario, SJC sabe que la presencia del Amado sólo puede escucharse en amor, por encima de todas las formas del arte, como música en la noche, armonía de las cosas celestes y terrestres que se entiende y expresa en la comunión del Amado y de la Amante.  Ese es el amor que se expresa en forma de comida compartida, para todos los hombres, especialmente los niños, unidos al fin por la acogida, la presencia, la comida.

El amor abre los ojos de la Amante para ver y los oídos de su corazón para escuchar a Dios en la noche, como música callada y soledad sonora, en unión con Amado, de manera que el amor se vuelve conocimiento en oscuridad, cuando callan las voces anteriores y vienen a elevarse y se descubren las luces de la vida, en cena que recrea y enamora. El mismo Dios se vuelve así Palabra y Comunión de amor, de modo que la Amante da su voz de lo que en ella es Dios (CB 14-15,25):

(Ella)… ve que cada una (de las creaturas) en su manera engrandece a Dios, teniendo en sí a Dios según su capacidad; y así, todas estas voces (de las creaturas) hacen una voz de música de grandeza de Dios y sabiduría y ciencia admirable… Y por cuanto el alma recibe esta sonora música, no sin soledad y enajenación de todas las cosas exteriores la llama música callada y soledad sonora, la cual dice que es su Amado (CB 14-15,27).

 Dios es, según eso, una experiencia de amor, de manera que allí donde dos seres humanos se encuentran y entregan en verdad (en gratuidad de muerte y nuevo nacimiento) ellos entienden ya todas las cosas,  pues sólo quienes aman saben. Ésta es la paradoja del silencio unida a la palabra más profunda (cf. “ríos sonorosos” de CB 14), la soledad abierta a la más honda compañía (cf. “valles solitarios” de CB 14). En esta línea culminará el poema (cf. CB 35-39), como canto a la cena que recrea y enamora, como cumplimiento de la vida: comer juntos, de tal forma que uno sea vida para el otro:

que eso quiere decir yo cenaré con él y él conmigo (cf. Ap 3, 20). Y así él mismo (Dios) es para ella la cena que recrea y enamora, porque en serie largo la recrea y en serie gracioso la enamora (CB 14-15,29)[5].

[1] Tres son los rasgos principales de la noche para SJC: (a) Es desnudez: abandonar la ocupación del día, superando lo sabido y desvestirnos de todo lo anteriormente valioso. Sólo así, en la noche, cuando no le ata aquello que posee (y nada le posee), la Amante puede transformarse en presencia del Amado. (b)  La noche es nada, no la de aquel que pudiera suicidarse, y de esa forma sigue buscándose a sí mismo por la muerte, sino la de aquel que se entrega en amor, superando sus proyectos para compartir los del Amado (para que el Amado sea quien le encuentre). (c) La noche es principio de resurrección,  pues la Amante ha recorrido un camino de amor para ponerse en brazos del Amado, iniciando así un proceso que culminará en las últimas canciones, como dirá CB 39, en la línea de Noche 1: “En una noche oscura, / con ansias, en amores inflamada, /¡oh dichosa ventura! /salí sin ser notada /estando ya mi casa sosegada”. Ésta es, sin duda, la noche de la Virgen de Agosto en que SJC se evade de la cárcel de Toledo, para iniciar su camino de resurrección con las canciones y ejercicio de amor del Cántico.

[2] Llegará al final (cuando acabe la lucha del mundo) la noche del amor infinito, tiempo gozoso de sosiego, cuando la fatiga de la marcha haya acabado y sólo quede espacio para un conocimiento gustoso de amor, para la dicha eterna y siempre nueva del Día de Dios en la Montaña, donde ya no existe ley, “el justo para sí se es ley” (imagen de la Montaña de la Perfección, cf. Introducción a Sección 4 de este libro). Pues bien, a través del ejercicio de amor, la Amante penetra en la noche infinita del Amor de Dios.

[3]Montes y valles, ínsulas o ríos parecen apagarse en la noche, y queda el cosmos en su unidad, como música de cielo, sobre todas las restantes melodías A la música de las esferas astrales ha dedicado fray Luis de León varios poemas, que he comentado en El Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, Paulinas, Madrid 1992, 74-93

[4] Sobre la “cena” en los terapeutas judíos, según Filón he tratado en Fiesta del pan, fiesta del vino, Verbo Divino, Estella 2000, 129-139. También el discurso del pan de vida de Jn 6 puede y debe entenderse en ese fondo, lo mismo que los grandes ritos judíos del pan y el vino, con la eucaristía cristiana. El Cántico podría terminar aquí: los amantes se han juntado y así les dejamos en la noche más larga, en silencio compartido con todos los amantes de la historia humana.

[5] El mismo amor es alimento de enamorados, y de esa forma, siendo uno en el otro, culmina la recreación cósmica de CB 14, pues la cena en la noche es principio y plenitud de amor, al final de esta noche que precede al día de Dios. Éste es el final de todos los dolores, una cena compartida. Éste es el cimiento y fuerza de todas las transformaciones de la humanidad.

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La entrega total es la meta para Jesús y para nosotros.

Jueves, 18 de abril de 2019
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índiceJn 13,1-15

Considero la liturgia del Jueves Santo la más significativa de todo el año. Para mí, es la que mejor expresa lo que fue Jesús y su mensaje. Mañana recordaremos la muerte de Jesús, pero hoy se plantea el significado de esa muerte, que es mucho más importante para nosotros que la misma muerte. Ese significado lo encontramos en el relato que los evangelios hacen de la última cena. La protesta de Pedro en el relato de Jn, deja claro que, en aquel momento, no entendieron nada. No podemos reprochárselo, porque tampoco nosotros lo entendemos.

No sabemos el sentido exacto que quiso dar Jesús a aquellos gestos y palabras. El mismo Jesús le dice a Pedro que no lo puede entender “por ahora”. Sabemos que no fue un rito de purificación (antes de comer estaba mandado lavarse las manos, no los pies). No responde a una necesidad urgente (los discípulos podían seguir con los pies más o menos sucios). Tampoco podemos reducirlo a un acto de humildad. Fue, sin duda una acción profética. La Biblia está plagada de esta manera de trasmitir una verdad profunda. Esta es la razón por la que, el recuerdo de lo que Jesús hizo se convirtió muy pronto en el sacramento de nuestra fe. Y no sin razón, porque en esos gestos y palabras se encierra todo el mensaje Jesús.

El relato de Jn muestra la importancia que para aquella comunidad tenían lo recordado. Lo pone de manifiesto la grandiosa obertura con la que arranca el texto: “Consciente de que había llegado su “hora”, él, que había amado a los suyos que estaban en el mundo, les demostró su amor hasta el extremo”. Pero no es menos sorprendente el final del relato: “¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el “Maestro” y el “Señor”; y decís bien, porque lo soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”. Aquí está la clave de la celebración de hoy. No importa que sea original de Jesús; es el sentir de la comunidad de Juan y eso es lo importante.

Nuestra reflexión va a comenzar por el lavatorio de los pies. No porque sea más importante que la eucaristía, sino porque espero que esta reflexión nos ayude a comprenderla mejor. En ese gesto, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Si entendemos esta equiparación, estaremos en condiciones de ahondar en el significado de los dos hechos. Lavar los pies era un servicio que normalmente solo hacían los esclavos. Jesús manifiesta que él está entre ellos como el que sirve. Es lo que había hecho Jesús durante su vida, pero ahora quiere hacer un signo que no deje lugar a la duda. Lo importante es lo que quiere significar.

Jn, el más espiritual de los evangelistas, el que más profundizó en el mensaje de Jesús, ni siquiera menciona la institución de la eucaristía. Esto debía hacernos pensar en la importancia del signo de lavar los pies. Sospecho que Juan quiso recuperar para la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como servicio. “Yo estoy entre vosotros como el que sirve.” Jesús no renuncia a ninguna grandeza humana, pero denuncia la falsedad de la grandeza que se apoya en el poder. La verdadera grandeza humana está en parecerse a Dios que se da sin reservas. Todo ser humano, también Jesús, es un proyecto que tiene que ser llevado a la realización completa. Esa plenitud, a la que puede llegar, está marcada por su capacidad de darse.

Poco después del texto que hemos leído, dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Esta es la explicación que da Jesús a lo que acaba de hacer. Cuando seguimos insistiendo en los mandamientos de Moisés o los de la Iglesia, nos quedamos a años luz del mensaje de Jesús. Para el que quiere seguir a Jesús, todo queda reducido a esto: ¡Amaos! No dijo que debíamos amar a Dios, ni siquiera que debíamos amarle a él. Tenemos que amarnos, eso sí, como Jesús amó. Una eucaristía celebrada como devoción, que comienza y termina en el templo, no es la eucaristía que celebró Jesús. Celebrar la eucaristía es aceptar el compromiso de darse totalmente. La eucaristía no es más que el signo de la entrega. Si no se da esa entrega, lo que hacemos será un puro garabato.

En el relato del lavatorio se dice lo mismo que en el partir el pan, pero evita el peligro de quedarnos en el aspecto formal y misterioso. El signifi­cado de la eucaristía lo percibiremos a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y, mientras lo parte y lo reparte, les dice: esto soy yo. Yo estoy aquí para partirme y repartirme, para dejarme comer, para que me asimiléis, para desaparecer dándome. Yo soy sangre, (vida) que se derrama sobre todos, que da vida a todos, que saca de la muerte a todo el que se deja empapar por esa Vida. Las palabras finales son muy importantes. Jesús dice que repitamos el gesto no para “conmemorar” el hecho, sino para que tomemos conciencia de su significado y lo vivamos.

Lo que Jesús quiso decirnos en estos gestos es que él era un ser para los demás, que el objetivo de su existencia era darse; que había venido no para ser servido, sino para servir. Manifestando de esta manera que su meta, su fin, su plenitud humana solo la alcanzaría cuando se diera totalmente, cuando llegara al sacrificio total con la muerte asumida y aceptada. De ahí la profunda relación que tienen los acontecimientos del Jueves Santo con los del Viernes. Jesús des-trozado en la cruz, puede ser asimilado e integrado en nuestro propio ser. Solo cuando muramos a todos nuestros egos, llegaremos a la plenitud del amor.

Aunque Jn no menciona la eucaristía en la última cena, no se ha desentendido de un sacramento que tuvo tanta importancia para la primera comunidad. En el c. 6 de su evangelio encontramos la verdadera explicación de lo que es la eucaristía. “Yo soy el pan de Vida”. Para explicar esto, dice a continuación: “Quien viene a mí, nunca pasará hambre; el que me presta su adhesión, nunca pasará sed”. Está muy claro que comer materialmente el pan y beber literalmente la sangre, no es más que un signo (sacramento) de la adhesión a Jesús, que es lo verdaderamente importante. Se trata de identificarse con su manera de ser hombre, resumida en el servicio a los demás hasta desvivirse por ellos.

En el mismo c. 6, dice un poco más adelante: “El Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me “come” Vivirá por mí”. Para mí, no hay en todo el NT una explicación más profunda de lo que significa este sacramento. Jesús tiene la misma Vida de Dios, y todo el que viva como él vivió, tendrá también la misma Vida, la definitiva, la trascendente, la que no se verá alterada por la muerte biológica. Para hacer nuestra esa Vida, tenemos que aceptar la “muerte”, no la física (aunque también), sino la muerte a todo lo que hay en nosotros de caduco, de individualismo, de egoísmo. Sin esa muerte, nunca podrá haber verdadera Vida. No se trata renunciar sino de elegir la posibilidad de plenitud humana.

Volviendo al lavatorio de los pies. Esta actitud de Jesús, a los pies de sus discípulos, pulveriza la idea de Dios “Señor Soberano Todopoderoso” al que hay que servir. Jesús hace presente a un Dios que no actúa como Dueño sino como servidor del hombre. Dios está a favor de cada hombre, no imponiendo su voluntad desde arriba, sino trasformando al hombre desde abajo, desde lo hondo del ser humano y levantando al hombre a su mismo nivel. Todo poder, sobre todo el ejercido en nombre de Dios, es contrario al mensaje de Jesús. Ni siquiera el deseo de hacer bien al otro puede justificar ponerse por encima de los demás para violentarles.

Meditación

Jesús, Deshaciéndose, alcanza la plenitud.
Hoy lo descubrimos en el signo del lavatorio y la eucaristía.
Mañana, entregando su vida por amor.
Si soy capaz de morir a mi egoísmo,
alcanzaré la plenitud de Vida.
Si soy capaz de darme hasta la muerte,
permaneceré para siempre en la verdadera Vida.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Discurso de despedida de Jesús releído hoy

Jueves, 18 de abril de 2019
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947954DD-F1F3-41D0-8778-CA14607CA9E2Del blog de Miguel Ángel Mesa Otro mundo es posible:

Lo primero que se me ocurrió les rompió todos los esquemas. Lavar los pies a alguien solo lo hacen los esclavos, no quienes se consideraban maestros o profetas. Yo les quería mostrar otro camino: el del servicio que deberían ofrecerse unos a otros. Pero no lo entenderían hasta bastante más tarde.

Después les comuniqué el mandamiento que consideraba más importante, el que había intentado vivir cada día de mi vida: Amaos unos a otros. Pero con un detalle importante: como yo los había amado cada día de mi vida, desde que estaba a su lado, y de forma preferencial a las mujeres y a los más débiles, oprimidos y desfavorecidos de mi mundo.

Porque el amor que yo había gustado de mi Padre y Madre, por medio de los demás, solo se puede vivir desde el servicio, desde la humildad, desde la vulnerabilidad de la vida. Nadie en la comunidad debe creerse mayor que nadie, y el que lo sabe y lo pone en práctica es feliz.

Les quería decir muchas cosas como despedida, pero sabía que me quedaba poco tiempo. Todos estaban preocupados, porque me veían triste y me preguntaban qué es lo que me pasaba. Y yo les decía: No os angustiéis, confiad en el Dios de la Vida y también en mí.

He intentado caminar humildemente por el camino que me mostrado Dios.También ser testigo de su verdad en mi vida. Conocéis ahora a Dios Padre y Madre por mí, porque está en mí y yo en Él. Igual que vosotras y vosotros ya vivís en su seno maternal. He tratado que mis obras transparentaran lo que yo intuía que era el misterio de Amor, que me subyugaba y me invitaba a hacer presente la buena noticia de la liberación.

Yo sabía que había llegado el momento decisivo de mi existencia, pero deseaba que todo lo que yo había vivido permaneciera en ellos. Les dije que la Ruah, el Espíritu de Dios, que habitaba en ellos y ellas tanto como en mí, les iría diciendo lo que tenían que vivir y hacer en cada momento de su existencia, cuando yo no estuviera.

Comenté que les dejaba mi paz, que no era como la piensa el mundo en que vivían. Porque el shalom, la paz de Dios, solo será verdadera cuando esté basada en el perdón, en la reconciliación, la fraternidad y la justicia. Les recordé el salmo en que se decía: La paz y la justicia se besan.

También les aseguré que nada ni nadie nos podría separar, aunque no estuviéramos juntos físicamente. Si permanecían unidos, intentando vivir los valores y el compromiso que yo había tenido con los más empobrecidos y desfavorecidos, para gloria del Misterio de la Vida, estaríamos unidos siempre, entre ellos y ellas y conmigo.

Con una angustia terrible en la garganta que me impedía respirar, les dije que toda mi esperanza, mi alegría, mis ilusiones quedaban latiendo en sus corazones. En el cariño que se tuvieran estarían mis palabras, mi recuerdo, mis acciones, mi vida siempre presente.

También les aseguré que no sería fácil su camino en el futuro. Tendrían que pasar por muchas dificultades, luchas, desesperanzas, frustraciones, porque todos somos humanos. Pero que podrían continuar adelante si seguían el sendero de la confianza y el recuerdo vivo del amor de Dios que siempre está presente en cada uno y cada una.

Y por otra parte, aunque no quería irme ni dejar de estar a su lado, les era conveniente que me fuera, para que emprendieran sin ninguna atadura su propio camino. Cuando fueran libres la alegría inundaría su espíritu, el de cada uno y el de toda la comunidad.

Porque eso sí que les dejé claro, no podrían ser fuertes ni vivir la buena noticia del Reinado de Dios, si no permanecían unidos, en comunidad fraterna y sororal. Y pensando en lo que se me venía encima les confié: la vida eterna no es un más allá que nadie sabe cómo será. La vida eterna es vivir cada día unido al Eterno, a la Fuente de Vida, al Misterio de Bondad en quien vivimos, sentimos, gozamos y existimos. Así lo había vivido siempre yo y así se lo dije. La vida eterna se hace presente cada día, en cada gesto de bondad, justicia, cuidado y ternura, cuando el amor es real entre todos los miembros de la comunidad de seguidores del Evangelio.

Entonces hice una pausa, tomé el pan y dando gracias a nuestro Abbá, les dije:

+ Tomad y comed de este pan, partido y compartido, es mi cuerpo que os entrego y se ha entregado por todos, en especial por los más pobres y excluidos.

Después cogí una copa de vino, pronuncié la bendición, di gracias a nuestro buen Dios y les dije:

+ Tomad y bebed, es mi sangre que se derrama por todos, la que circula ya por vuestro cuerpo, porque estamos unidos por el amor que nos tenemos. Cada vez que hagáis este gesto de agradecimiento y entrega por el reinado de Dios, hacedlo acordándoos de mí.            

Sabía muy bien cuál había sido mi apuesta y a lo que me exponía. Ahora tenía que ser consecuente con mi opción de vida. Lo que me mantenía con fuerzas era el amor de Dios, que se me hacía presente a través de ellas y ellos, mis grandes amigas y amigos. Porque la amistad es el cariño y la compañía, que te sostiene en los mejores momentos pero, sobre todo, en las situaciones más difíciles de la vida.

También les pedí que no llamaran a nadie señor, maestro, excelencia… entre ellos y ellas. Ni a mí tampoco. Yo había intentado ser uno más a su lado, porque soy el hijo de un hombre y de una mujer, como cualquier otra persona. Por lo tanto, no eran mis discípulos, sino mis amigos y mis amigas: “Quien desee ser el mayor entre vosotros y vosotras que sea el menor, el más servicial, el más comprometido, el más humano”.

Queridas amigas y amigos de las comunidades cristianas, estoy muy feliz de seguir cada día a vuestro lado, y hoy en particular, en este Jueves Santo.

Seguid cuidando y dejándoos cuidar, comprometiéndoos por construir otro mundo posible, más fraterno y sororal, más justo, libre y en paz. Que las Bienaventuranzas leídas y, sobre todo, vividas con amor, sean vuestra única norma de vida.

Mi paz ya está en vuestros corazones. Mi mirada en vuestros ojos. Mi aliento en vuestro espíritu. Sed mis manos, mis oídos, mis pies. Mi ternura. Es la única forma que tenéis de poder humanizar, es decir, divinizar, esta tierra tan dolorida y tan hermosa a la vez.

Solo así podréis resucitar, realizando gestos concretos para que otras personas, las más olvidadas y ninguneadas, tengan vida y en abundancia, que recuperen la ilusión, la esperanza, la confianza en un nuevo mañana.

Mi amor late en cada uno, en cada una de vosotras. No me olvidéis. Yo os llevo tatuados en mi corazón. Vivid alegres, con confianza.

Recibid mi bendición: Que el Dios de la Vida, el Manantial de agua viva, el Seno materno de inmensa Bondad, os ilumine, entusiasme y acompañe siempre.

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Una Iglesia de servicio, no de poder.

Jueves, 18 de abril de 2019
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671DF691-AC2E-4492-8AE3-D0AD9229C170Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Una Iglesia que viva en una dialéctica de poder, no es la Iglesia de Jesús

  1. La hora del nuevo Éxodo.

         La hora llega con la nueva Pascua (no la de los judíos), que Jesús se dispone a celebrar: pasar de este mundo a Dios Padre.

Se trata del nuevo Éxodo de la libertad definitiva. El Éxodo es el camino de la libertad, de la tierra de promisión, de la vida.

         Desde el Jueves Santo, podemos entender nuestra vida como un Éxodo libertador.

         Con caídas y recaídas, ánimos y desánimos nuestra vida es un Éxodo liberador hacia la tierra de promisión.

El Éxodo y la tierra de promisión son fuente de gran esperanza. Dios pasa siempre liberando a su pueblo

  1. Eucaristía: nueva alianza.

         La Eucaristía es la Nueva Alianza que Dios sella con su pueblo, con la humanidad. Es el pacto de la amistad definitiva entre Dios y los hombres. Dios no ha retirado nunca su amistad a los seres humanos.

         La nueva alianza no es un rito que hay que cumplir escrupulosamente en la liturgia de la consagración. La nueva alianza es la amistad que Dios tiene para con la humanidad; amistad sellada por JesuCristo. En esa alianza Dios se muestra con Padre, eternamente es nuestro amigo.

         Sería un reduccionismo limitar la Eucaristía a un rito. La Eucaristía es el pan de vida en todos los sentidos: el pan material, la cultura, el pan del espíritu. La Eucaristía es la solidaridad. Repartir con compasión el pan y el servicio.[1]

  1. Jesús se reúne con los suyos para lavarles los pies: servicio.

         Jesús estaba reunido con sus discípulos. Es la Iglesia.

Jesús se levanta, se quita el manto de Señor[2], se ciñe la toalla (de esclavo) y se pone la lavar los pies de sus discípulos.

Por esas ironías que emplea el Juan, autor de este evangelio y texto, confiere una gran solemnidad a un gesto cotidiano y sencillo:

         El servicio, el lavatorio de los pies es un gesto central y fundacional del grupo de Jesús, de la Iglesia. Hay comunidad de Jesús donde hay servicio, entrega, ayuda.

         Por desgracia en muchos momentos de la historia la Iglesia se ha hecho una estructura de poder, pero esa no es la Iglesia de Jesús. Una Iglesia en la que se viva una dialéctica del poder, de grupos (lobbies) de presión o control del poder, esa no es la Iglesia de Jesús.

Consuela que el papa Francisco muestre otro estilo más cristiano, eclesial y servicial al que hemos vivido durante estos últimos cuarenta años, más o menos, y que, como consecuencia de la situación creada durante esas décadas, estamos todavía padeciendo en algunos grupos y diócesis.

La Iglesia de Jesús es donde se quitan los mantos de señor, las riquezas, los zapatos rojos papales, el poder, tantas liturgias acartonadas y fosilizadas y se respeta y se ayuda a los refugiados y emigrantes, a los pobres, a los divorciados, a los pecadores.

La Iglesia no está en el poder, sino en el servicio

  1. Jesús.

         Jesús es nuestro libertador (Éxodo), Jesús es el amigo fiel (Nueva Alianza), Jesús es nuestro hermano y nuestra ayuda (lavatorio de los pies):

Os he dado ejemplo, haced vosotros lo mismo

[1] Extrañamente en la Última Cena del evangelio de san Juan no hay Eucaristía. En este evangelio Juan la ha resuelto en el cp 6, en la multiplicación de los panes: Yo soy el pan de Vida.

[2] El manto se lo pondrán a Jesús muy pronto: en el pretorio de Pilatos.

Biblia, Espiritualidad , , ,

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