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“Conspiración contra Jesús, el carpintero de Nazareth”, por Guillermo Jesús Kowalski

Martes, 15 de abril de 2025

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Viacrucis con las víctimas


Del blog de Jesús Kowalski Poliedro y periferia:

La semana de la compasión de Dios

Es un Dios que se hizo carpintero, como uno de tantos, pobre y sin “contactos” o “enchufes” que lo pudieran sacar airoso de la situación…pero hizo falta un complot religioso-militar para “acabar” con Él, ya que su tiraje popular ponía en riesgo los sistemas de este mundo basados en el tener, el poder, la violencia, la vanidad del lujo…

Él sabe lo que es la pobreza desde que nació… Centra su atención en los que sufren, en los descartados, desprecia a los soberbios, como proclamó su madre en el Magnificat (Lc 1,46). Y a los que ayuda les pide que no lo anden divulgando (Mc 1,43), que Él no vino para montar un club de fans en las redes para alimentar su vanidad.

Más de una vez se pasaba por alto las normas rituales cuando lo que estaba en juego era el hambre o la salud de la persona. A nadie andaba “psicopateando” con eso de la “culpa” para manipular la conciencia de la gente. Hoy también busca liberarnos del egoísmo y la vanidad, no para caer en otras esclavitudes rituales e ideológicas, sino para “amar como Él nos ha amado

“Los dirigentes religiosos se dieron cuenta de que Jesús y ellos eran incompatibles…fueron lúcidos y consecuentes: o él o nosotros. Y tomaron la decisión lógica: hay que matarlo. Los sacerdotes exigían sumisión (hasta la muerte), mientras que Jesús daba la vida (para siempre).” (J.M.Castillo)

Jesús es la redención de la puerta de al lado. La salvación desde los pequeños, como el grano de mostaza, que se vuelve grande y estructural.

Jesús no llevó a cabo una de estas guerras moralistas actuales para demostrar que el adversario es peor. Él no vino a condenar, sino para salvar. El que lo sigue ya está cambiando el mundo para siempre, dejando una marca de eternidad en la historia.

Su nueva ética consistió en vivir la experiencia del mal en carne propia, solidarizándose con el doliente. Él decía con su vida: lo que a ti te pasa, a mí me pasa y vamos a hacer lo posible para solucionarlo, que para eso he venido al mundo, ése es el sentido de mi vida.

No le interesaba ser “bueno” cumpliendo con el “deber” o los reglamentos escritos por “los que mandan“. Conocía la trampa burguesa de los que “cumplen y mienten”. Era bastante criticado por esto. Más de una vez se pasaba por alto las normas rituales cuando lo que estaba en juego era el hambre o la salud de la persona. A nadie andaba “psicopateando” con eso de la “culpa” para manipular religiosamente las conciencias. Hoy también busca liberarnos del egoísmo y la vanidad no para caer en otras esclavitudes rituales e ideológicas, sino para “amar como Él nos ha amado” (Jn 13,34). No es un mandamiento más, sino uno “Nuevo“.

IMG_3738Sabía que el pecado era algo muy serio y no había que disimularlo en un mar de contravenciones ritualistas de control clerical. El pecado del mundo tiene que ver con usar los talentos de modo egoísta, para hacer daño, para someter y aprovecharse de los demás, para ser indiferentes al sufrimiento humano y la complicidad silenciosa con los sistemas injustos, máquinas reproductoras del mal.

A los “doctores de la ley” de ayer y de siempre no les gusta esta simplicidad, porque destruye su emperifollado chiringuito montado para “colar el mosquito y tragar el camello (Mt 23,24). Por eso “Jesús no se fiaba de ellos, porque sabía lo que había su corazón” (Jn 2,24) Podrían engañar a muchos y sostener su sistema con trampas e hipocresía, pero “Dios ve en lo secreto” (Mt 6,6) y “no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz”. (Mc 4,22). La pandemia de pederastia de clérigos “célibes“, es una muestra de ese pus que sale a la superficie de un sistema farsante y soberbio, tan habituado a juzgar, condenar y discriminar a los demás.

A Jesús le interesaba las personas, ellas son lo real, no las ideas. Le interesaba y disfrutaba al darles de comer, curarlas, compartir la mesa, aliviar las cargas de la vida… Jesús es una vida para los demás, que Él llamó Reino de Dios y su Justicia.

Él no enseñó técnicas de introspección para gurúes, exóticas espiritualidades intimistas “fuga mundi” para unos pocos iluminados, sino la compasión para vecinos de la puerta de al lado. Puso todo de sí para darse de comer a los pobres y nos pidió que hagamos eso “en memoria de Él”…, en vez de “hacer tres carpas” para una embriaguez mística que nos aleje de la realidad. (Mc 9,5)

El centro de la vida de Jesús es la convivencia como fruto de la misericordia y el amor, no de la superioridad moral para justificar el dominio sobre los otros.  Él vino para convivir, no para “mandar” y que le hagan reverencias…por ser “más sagrado” que la plebe “profana”. Las reverencias deben ser para los que sufren, a quienes llama “bienaventurados” y son el Templo de la Nueva Alianza. El mérito no es competir y ganarle a los demás, sino hacer crecer los talentos para el bien común, que nunca será “bien” si no tiende a ser “común” y alcanza a los excluidos.

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se anonadó así mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz”. (Filipenses 2 6)

Él es un Dios hecho carpintero, uno del montón, pobre y sin “contactos” o “enchufes” que lo pudieran sacar airoso de los problemas. No era como tantos otros delincuentes que hoy vemos entrar por una puerta y salir por la otra. Sin embargo, hizo falta un complot religioso-militar para “acabar” con Él, ya que su tiraje popular ponía en riesgo los sistemas de este mundo basados en el tener, el poder, la violencia y la vanidad del lujo protegido por un exagerado “derecho” de propiedad para pocos a costa de muchos.

Los dirigentes religiosos del judaísmo se dieron cuenta de que Jesús y ellos eran incompatibles. El peligro mayor estaba en la fe de los que tomaban a Jesús en serio. La fe, cuando es fe de verdad, representa una amenaza de muerte para el templo y para todo sistema religioso-político. Los hombres del Sanedrín fueron lúcidos y consecuentes: o él o nosotros. Y tomaron la decisión lógica: hay que matarlo. Los sacerdotes exigían sumisión (hasta la muerte), mientras que Jesús daba vida.” (“La religión de Jesús…”J.M.Castillo)

Al comenzar su vida pública en el desierto, Jesús había sido tentado por el príncipe del mal para usar sus mismas artimañas . Pero para Él, el fin no justifica los medios. No usa el método del demonio para hacer la voluntad de Dios. Es la historia que se repite todos los días. Y cada día tiene su aflicción y su juicio.

 La asimetría del poder económico, político o religioso generan las estructuras de pecado que condenan a Jesús. Ésta solo puede ser confrontada con la estructura de Gracia que Él inaugura y se llama Reino de Dios. Es un tejido de perdón y amor donde las asimetrías del sometimiento son allanadas y los dones e iniciativas individuales crecen para el servicio al Bien Común y no para las falsas meritocracias del postureo.

Jesús es la redención de la puerta de al lado. La salvación desde lo pequeño, como el grano de mostaza, que se vuelve grande y estructural. Su prédica no es bonachona y complaciente. Su propuesta de ser como niños para entrar en la lógica del Reino implica nacer de nuevo, una conversión profunda, una transformación que no está al alcance de lo humano pero que nos hace mucho mas humanos.

IMG_3737Jesús y el poder religioso.

Él pone el dedo en la llaga permanentemente. Su misericordia es conflictiva, “hace lío. Polemiza a rabiar con los escribas y fariseos que se creen “dueños de Dios”, llama “zorro” a Herodes, hecha a los mercaderes del templo a latigazos.

 Él sabe lo que es la pobreza desde que nació. No es como esos ricos buenorros con sentimiento de culpa que hacen un poco de beneficencia y volunturismo por el mundo para tranquilizar la conciencia y de paso posturearse aún más. Centra su atención en los que sufren, en los descartados, desprecia a los soberbios como proclama su madre en el Magnificat (Lc 1,46). Y a los que ayuda les pide que no lo anden divulgando (Mc 1,43), que Él no vino para montar un club de fans en las redes para alimentar su vanidad, como tantos predicadores del “éter“.

Ni se defiende en un juicio amañado cuya sentencia ya fue preparada de antemano. Incluso se muestra irreverente en el momento de ser juzgado ante Pilato: “ninguna autoridad tendrías sobre mi si no te fuese dada de arriba” (Jn 19)

Así como fue perseguido Jesús, sus seguidores de verdad, también lo son. Asistimos actualmente a una persecución fariseo- integrista del papa Francisco. Un fundamentalismo destructivo para la convivencia, la comunión eclesial y el servicio a la humanidad. El objetivo siempre es el mismo: callar a uno para que la ideología de este mundo siga beneficiándoles.

Una intransigencia pseudocatólica, cerrada al diálogo, que tiene más de Maurrás que de Francisco de Asís. Inspirados en los retrógrados Syllabus y Mirari vos más que en el esperanzador Gaudium et Spes. Reacios a comprender la evolución de la cultura y la ciencia, la democracia, las libertades, los derechos humanos, el nuevo papel de la Iglesia del Vaticano II y la Sinodalidad que vencen la soberbia del clericalismo y la autorreferencialidad eclesiástica.

El Nazareno continúa con su revolución de la compasión en las calles y en la voz de profetas como Francisco. Difícil encontrarlo en domesticadas imágenes en los templos de los mercaderes. Por eso están vacías las iglesias a no ser para el consumismo turístico que todo lo fagocita. Jesús es aclamado de día con ramos por un Pueblo sencillo que lo reconoce por su amor cercano que cura, alimenta y comparte. De noche, los conspiradores siguen planificando el sacrificio de los crucificados del mundo para perpetuar las estructuras del pecado.

Fuente Religión Digital

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Martes Santo: tres meditaciones sobre el Evangelio de San Juan 13, 21-33. 36-38, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Martes, 15 de abril de 2025

IMG_0783De su blog Kristau Alternatiba (Alternativa Cristiana):

Abismo de oscuridad

«En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me va a traicionar».

Cuando éramos pequeños e íbamos a la catequesis, nadie quería jugar a ser Judas.

Y quizás porque nadie quería avergonzarse por esta pregunta. Todos sabíamos quién era el culpable, pero a pesar de saberlo, teníamos miedo de que al final quedara claro para todos que todos y cada uno de nosotros éramos los culpables.

Creo que sólo así se puede justificar la excesiva curiosidad de los discípulos al querer descubrir su nombre. Y solo para saberlo, incluso están dispuestos a jugar la carta favorita y ganadora:

Uno de sus discípulos, a quien Jesús amaba, estaba reclinado a su lado. Simón Pedro le hizo señas para que preguntara de quién hablaba. Y él, reclinándose sobre el pecho de Jesús, le preguntó: «Señor, ¿quién es?». Jesús respondió: «Es aquel a quien le daré este bocado después de mojarlo».

Si nos detuviéramos en los gestos sencillos del relato, tendríamos que decir que Jesús señala al traidor con un gesto claro que es el de darle personalmente un bocado.

Sacramentalmente debemos decir que Jesús le ofrece claramente un gesto de intimidad, pero en lugar de ser salvación para él, esta intimidad se convierte en un abismo de oscuridad en él:

Y después de mojar el bocado, se lo dio a Judas Iscariote, hijo de Simón. Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto».

Con demasiada frecuencia nos sentimos seguros simplemente porque mantenemos una práctica cristiana que experimentamos más como un amuleto que como redención.

Pensamos que porque tomamos la Eucaristía todos los días o decimos oraciones, ciertamente nos mantendremos seguros y en el lado correcto.

El poder las tinieblas no tiene miedo de los sacramentos, especialmente cuando se toman sin que la persona decida seriamente convertirse.

Incluso los demonios creen que Jesús es el Hijo de Dios y que tiene toda la autoridad.

De hecho, paradójicamente, acercarnos a los sacramentos sin desear verdaderamente la conversión no sólo no nos mantiene a salvo sino que nos hace “comer y beber nuestra condenación”, como diría San Pablo. 

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

***

Un beso traidor… que entra a forma parte del plan salvador de Dios

imageJudas se acercó a Jesús y le dijo: Hola, Maestro. Y él lo besó. Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué has venido?” (Mateo 26,49-50).

En aquella noche oscura, en el Huerto de los Olivos, llamado en arameo Getsemaní (“lagar”), avanza Judas, el discípulo apodado “Iscariote”, quizá “hombre de Kariot”, un pueblo del sur de Tierra Santa, o –según las diversas hipótesis interpretativas formuladas por los estudiosos– una deformación del término latino sicarius, con el que los romanos marcaban a los rebeldes a su poder, o incluso ’ish-karja’, “hombre de mentira”, quizá un apodo negativo que se le dio posteriormente.

El famoso gesto del beso que realiza se ha convertido en emblema de la traición, y Jesús, según el Evangelio de Lucas, reacciona con tristeza: «Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del Hombre?» (22,48).

Mateo, por otra parte, sólo registra una reacción seca de Cristo: “¡Por eso estás aquí!”, en la práctica, “haz lo que has decidido hacer”. Pero esta frase, como un soplo, está introducida por un amargo “amigo”. El evangelista, sin embargo, referirá un desenlace inesperado de aquel gesto, pocas horas después de este breve diálogo entre el ex discípulo y su Maestro: Judas, en efecto, habiendo devuelto el precio de la traición a los remitentes, abrumado por el remordimiento, se ahorcará (27,5).

Tal vez había experimentado una decepción interna con su sueño de convertirse en un seguidor del Mesías político que lo liberaría del poder imperial opresor y por eso lo había traicionado, pero al final se encontró internamente perturbado.

Si la traición forma parte del plan de Dios, que incluía la muerte salvadora del Hijo, ¿qué responsabilidad podía recaer sobre aquel que iba a ser el instrumento de su implementación? ¿No es cierto que Jesús declaró que “ninguno [de los discípulos] se perdería sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese” (Juan 17,12)?

Por una parte, está la libertad efectiva de Dios que actúa en la historia y en el mundo. Por otra parte, está la libertad de la persona humana de Judas. Esta segunda libertad fue solicitada en Judas por el poder de las tinieblas, como el mismo Jesús reiteró: «¿No os he elegido yo a vosotros, los Doce? ¡Y uno de vosotros es un diablo!», leemos en el Evangelio de Juan (6,70), y el mismo evangelista señala que, después de la última cena con Jesús en el Cenáculo, «Satanás entró en Judas…; el diablo le había metido en el corazón traicionarlo» (13,2.27). Y añadirá que en la raíz de la traición estaba la codicia del dinero (12,4-6). La voluntad de Judas se ejercitó pues libremente, cediendo a la tentación diabólica.

¿Cómo se manifestó, en cambio, la libertad de Dios, expresada en la frase «para que se cumpliera la Escritura», usada por Jesús para situar el acontecimiento de la traición en otro plano superior?

Esta fórmula quiere simplemente indicar que también la libertad humana con sus locuras y vergüenzas puede insertarse en un plan divino superior.

Judas elige consciente y responsablemente la traición adhiriéndose al poder de las tinieblas, y Dios inserta este infame acto humano en su libre y eficaz plan de salvación redentora.

Dios, pues, no se sorprende por la elección del traidor. La respeta y no la bloquea, sino que la reintroduce en el plan de salvación que se realizará precisamente con la muerte de Jesús. 

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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Luz y tinieblas

Dos símbolos primordiales caracterizan estos días: la luz y las tinieblas. Nos remontamos al inicio de la creación, pero en este caso no es sólo la acción de Dios la que separa el día y la luz de la oscuridad de la noche, sino la libertad del hombre.

El texto de Isaías del Segundo Canto del Siervo de Dios se manifiesta como un diálogo entre el Señor y el llamado, un diálogo con cierta dificultad, porque la “visión” de Dios no coincide exactamente con la del Siervo, que manifiesta a Dios sus desilusiones.

Por una parte, reconocemos lo que el Señor ha realizado, concediendo a su Siervo los dones necesarios para cumplir su misión: ha hecho de mi boca una espada afilada, me ha escondido a la sombra de su mano, me ha hecho una flecha aguda, me ha puesto en su aljaba. Pero el llamado encuentra dificultad en cumplir su mandato, porque la Palabra que está llamado a pronunciar parece no ser aceptada.

Ante esta dificultad, el Señor no lo consuela, sino que amplía el horizonte de su misión, llamándolo a ser luz para las naciones y heraldo de salvación para toda la tierra. Será lo que les sucederá a Pablo y Bernabé en Antioquía: como los judíos no acogieron el Evangelio, se dirigieron a los paganos quienes, llenos de alegría, acogieron a los apóstoles (cf. Hch 11).

En esta imagen luminosa encontramos las palabras de Jesús que, después de la elección de Judas, sabiendo que había cumplido la voluntad del Padre, dice: Ahora ha sido glorificado el Hijo del Hombre, y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios fue glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y le glorificará enseguida.

Hay un gran misterio de luz en esta adhesión total del siervo de Dios a la voluntad del Señor: es esta adhesión la que se convierte en la condición para manifestar la gloria de Dios.

Pero también hay oscuridad y noche.

Es aquella sombra y tiniebla en la que Judas se sumerge con la elección de traicionar a Jesús, pero es también la de Pedro y los demás discípulos que, ante el anuncio de la traición, se miran.

Es todavía de noche para Pedro, quien ante el anuncio de la partida de Jesús, no es capaz de ver su frágil corazón que lo llevará, esa misma noche, a negar a Jesús.

Misterio de luz y de tinieblas, misterio de gloria y de traición.

La Pascua que se acerca pedirá a todos pasar de las tinieblas a la luz, porque el problema para cualquier discípulo no es ser tinieblas, sino dejarse guiar con confianza por Jesús, para ser conducido a la luz de la resurrección, donde no habrá noche, ni dolor, ni luto, ni llanto, sino paz y alegría con Dios.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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El canto de tu pueblo.

Lunes, 14 de abril de 2025

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Hoy queremos cantarte,
uniéndonos a la creación entera,
un canto nacido del corazón,
en las plazas y lugares de encuentro
de aldeas, pueblos y ciudades.

Porque tu paso y presencia
traen la alegría a nuestras vidas
y la paz a todos los rincones de la tierra.

Estamos cansados de las canciones militares,
pomposas y llenas de arrogancia,
que quieren comprar nuestra voluntad
y anuncian victoria con un gusto amargo
de sangre inútilmente derramada.

¡Nosotros queremos entonar una canción nueva!

Las canciones religiosas
que resuenan en los templos e iglesias,
en otros tiempos tan llenas de fe y vida,
no atraen y dejan vacíos esos lugares de encuentro,
pues ya no conectan con nuestros sentimientos.

Tampoco las que las se oyen concursos y festivales
nos conmueven y enganchan;
sus notas, ritmo y letras
no sintonizan con nuestras necesidades,
pues nos ofrecen un mundo irreal
en el que no podemos ser protagonistas.

Llenando ondas y programas a todas las horas
se hacen presentes las canciones de amor
y, aunque sean artículo de consumo diario,
se marchitan en nuestros labios sus notas
que se negocian, venden y compran sin pudor.

En los nuevos templos, salas de fiestas y discotecas,
las noches de vísperas y fines de semana,
los disc-jockeys nos invitan con canciones
a ritmo trepidante y ensordecedor,
a olvidar fracasos, decepciones y penas.

Y las canciones populares de fiestas y romerías
parecen de otro tiempo y cultura,
pues aunque las cantemos y bailemos,
no nos proporcionan la vida y el gozo
del que hablan nuestros padres y abuelos.

¡Nosotros queremos entonar una canción nueva!

Déjanos entonarte nuestro canto,
el canto que nace de la vida nueva
que Tú nos das cada día y hora.
Déjanos cantar y bailar,
con ritmo alegre y fraterno,
el sentir de nuestra vida,
hecho canción y danza sin miedos
para jóvenes, ancianos y niños de pecho.

Unidos a la creación entera,
a los pequeños, débiles y pobres,
a emigrantes, refugiados y sin patria,
a creyentes, agnósticos, ateos e indiferentes,
queremos cantarte una canción nueva.

La canción de la fraternidad y la esperanza,
porque Tú nos amas,
y hemos visto y sentido tu paso
por nuestro pueblo, iglesia y casa,
y te has dignado pararte y llamar
a las puertas de nuestras entrañas.

*

Florentino Ulibarri
Fuente Fe Adulta

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , ,

Domingo de Ramos de 2025: Un Evangelio para un momento desgarrador

Lunes, 14 de abril de 2025

IMG_0773La publicación de hoy es de la Dra. Nicolete Burbach, colaboradora invitada y responsable de justicia social y ambiental en el Centro Jesuita de Londres, Reino Unido. Su investigación se centra en el uso de las enseñanzas del Papa Francisco para abordar las dificultades de la Iglesia en su encuentro con lo trans.

Las lecturas litúrgicas de hoy (Domingo de Ramos) se pueden encontrar haciendo clic aquí.

¿Qué decir de la lectura del Evangelio de hoy? Nos enfrentamos a todo el caos y la complejidad de una historia que abarca no solo la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén, sino también los misterios de la última cena, la agonía en el huerto, el arresto y el juicio de Cristo, las traiciones de Pedro, la flagelación, la crucifixión y, finalmente, la muerte y sepultura de Cristo.

Al igual que los discípulos, me abruma la tarea de tener que dar sentido a todo esto. Pero hay algo extrañamente familiar en esta sensación. Un vistazo a las noticias pinta la imagen de un mundo en agonía, temblando en su propio Getsemaní ante lo que está por venir, o retorciéndose en las muchas cruces de nuestra época, o colgando muerto, en la oscuridad, con toda esperanza aparentemente perdida. Vivimos en un tiempo de incertidumbres, miedos y ansiedades. Un tiempo que exige explicación, y sin embargo, parece desafiarla constantemente.

Escribiendo como persona trans, soy consciente de cómo nuestra historia sigue de cerca el Evangelio en este aspecto: tuvimos nuestra propia entrada triunfal a principios de la década de 2010, creciendo lentamente en aceptación hasta el punto de que la vida trans se hizo posible como nunca antes. Y luego todo se vino abajo.

Aquí en el Reino Unido, los medios de comunicación se volvieron contra nosotros, las instituciones fueron capturadas por quienes nos ven como enemigos, y la opinión pública degeneró en hostilidad. La capitulación ideológica ante la extrema derecha y grupos aliados ha convertido la transfobia en la política de todos nuestros principales partidos, mientras que los tribunales se han convertido en un escenario para la discriminación punitiva de género y el acoso. En Estados Unidos, donde imagino que vive la mayoría de mis lectores, la transfobia fue una piedra angular de la reciente campaña presidencial de Donald Trump, y su victoria fue seguida rápidamente por una serie de crueles órdenes ejecutivas transfóbicas.

Como los discípulos en el Cenáculo, nos reunimos con nuestros seres queridos. En un gesto que esperábamos fuera cristiano, juramos que siempre estaríamos ahí el uno para el otro, pasara lo que pasara. Sin duda, fue como un discipulado, porque aún estamos aprendiendo el verdadero significado de esa promesa.

Ahora nuestras protecciones legales están siendo cuestionadas, si no despojadas activamente. Nuestros derechos al reconocimiento, a la atención médica —tanto de niños como de adultos— y a la privacidad están siendo pisoteados. Estas acciones a menudo se basan en consejos sesgados, a los que se les da un crédito que se nos niega repetidamente, sin tener en cuenta las injusticias que conllevan.

IMG_0775Esperamos que lleguen los soldados. Para los inmigrantes, con quienes no solo nos unen lazos de afecto y solidaridad, sino entre quienes muchos de nosotros nos contamos, los soldados ya han llegado. Se están llevando a la gente lejos.

Las autoridades nos están entregando para burla y flagelación, arrojando a las mujeres trans a cárceles para hombres para ser agredidas y violadas como las víctimas del primer siglo de la brutal “justicia” romana. Nos están torturando en campos de detención de inmigrantes. Se presentan descaradamente ante sus víctimas, exhibiendo su crueldad. Quienes deberían apoyarnos se han vuelto contra nosotros.

Morirá gente. Está muriendo. Cruces en las laderas, testimonio de la violencia del Estado. La oscuridad cubre la tierra. Los cuerpos son bajados y enterrados. Es todo lo que se puede hacer por ellos.

Existen diferencias vitales entre la situación de los discípulos y la nuestra. Aunque hoy podemos ver a Cristo en las personas crucificadas, no deben ser sacrificadas. Nuestra responsabilidad hacia ellas va más allá de ser un testigo mudo y pasivo, lamentando su destino al pie de la cruz, tras haber permanecido impasibles mientras se clavaban los clavos. Es deber de todo cristiano defender a las personas que son secuestradas de las calles, detenidas o privadas de los derechos y recursos que necesitan para vivir. Esto significa más que simplemente hablar de ello. Resiste arrestos y deportaciones. Identifica las organizaciones que se oponen a estas injusticias en tu zona y únete a ellas. Trabaja con humildad, en silencio, para no revelar nada que pueda perjudicar tu causa.

Pero recuerda también que esta lucha será larga. Y en este sentido, el Evangelio de hoy nos deja desolados. No ofrece una conclusión consoladora ni para su historia ni para la nuestra. Sin embargo, hay un pequeño indicio de lo que está por venir; un pequeño gesto de violencia, absorbido por el horror de la Crucifixión, que, sin embargo, habla más allá de sí mismo: el velo ante el Santo de los Santos, el centro del Templo, el eje del mundo, se rasga. Es como si las sombras detrás se precipitaran a inundar la tierra; pero esto también es una especie de iluminación: Dios está más cerca de nosotros en este momento que nunca en la historia del mundo. Él está allí, colgado en la Cruz.

IMG_0774Hoy recordamos la Pasión. Y en ella, recordamos la cercanía de Dios, no a pesar del terror y la oscuridad de nuestro tiempo, sino simplemente en él.

Este consuelo tiene sus límites. El Evangelio termina con el cuerpo frío y destrozado en el sepulcro. Del mismo modo, la mera cercanía de Dios no nos saca de esta oscuridad. Sin embargo, en la figura del velo rasgado, podemos vislumbrar la verdadera naturaleza de la Crucifixión. Del cuerpo rasgado de Cristo fluye la promesa de salvación; una que une al mundo entero en la justicia de Dios. Una promesa de que todo cuerpo azotado será levantado de la cruz, todo daño reparado, todo régimen brutal derrocado.

Si nuestro momento actual parece informe e incierto, es porque sus bordes están deshilachados, como un paño rasgado. Es porque está desgarrado y lacerado, como la epidermis abierta de un cuerpo traspasado. Es un momento desgarrado por la violencia.

Pero esta apertura da a algo más que violencia. Porque esos cuerpos, colgados en la cruz o destrozados en la tumba, un día resucitarán.

—Dra. Nicolete Burbach, Centro Jesuita de Londres, 13 de abril de 2025

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Fuente New Ways Ministry

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“Testigos de la esperanza en el Dios que no defrauda”, por Consuelo Vélez

Lunes, 14 de abril de 2025

IMG_0677De su blog Fe y Vida:

Este año viviremos la semana santa en el contexto del jubileo de la esperanza

Es bonito pensar que la Iglesia universal se pone en marcha y los frutos de este año jubilar se podrán traducir en esa “esperanza inquebrantable” por una iglesia más parecida al querer de Jesús y una sociedad más justa y buena para todos y todas

Que esta Semana Santa, sea tiempo propicio para proclamar con todas las fuerzas “que el Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos” no dejará frustrada nuestra esperanza. Por el contrario, ella será colmada, alcanzada, realizada

Este año viviremos la semana santa en el contexto del jubileo de la esperanza. Este jubileo convocado por el Papa Francisco en diciembre de 2024 está propiciando que diferentes colectivos hagan la peregrinación a Roma en señal de conversión y compromiso para ser “testigos de la esperanza” en este mundo nuestro que se debate entre tantos problemas.

El calendario del año en Roma está marcado por la peregrinación de estos colectivos: mundo de la comunicación (enero); fuerzas armadas, policía y cuerpos de seguridad, artistas y mundo de la cultura, diáconos (febrero); mundo del voluntariado, sacerdotes (misioneros de la misericordia) (marzo); enfermos y mundo de la sanidad, adolescentes, personas con discapacidad (abril); trabajadores, empresarios, bandas y música popular, iglesias orientales, cofradías, familias, niños, abuelos, mayores (mayo); movimientos, asociaciones y nuevas comunidades, santa sede, deportes, gobernantes, seminaristas, obispos, sacerdotes (junio); misioneros digitales e influencers católicos, jóvenes (julio); trabajadores por la justicia, catequistas (septiembre)*; migrantes, mundo misionero, vida consagrada, espiritualidad mariana, mundo educativo (octubre); pobres, coros y corales (noviembre); presos (diciembre). Todos aquellos que puedan unirse a estos grupos podrán vivir celebraciones específicas para cada colectivo y, sin duda, será una linda y fructífera experiencia.

Pero no todos los peregrinos de este jubileo necesitan ir a Roma. En cada iglesia local se han dispuesto ciertos templos a los que también se puede peregrinar para vivir la dinámica de conversión y cambio, fortaleciendo la esperanza. Es bonito pensar que la Iglesia universal se pone en marcha y los frutos de este año jubilar se podrán traducir en esa “esperanza inquebrantable por una iglesia más parecida al querer de Jesús y una sociedad más justa y buena para todos y todas.

Pero la esperanza no se fortalece simplemente porque Francisco haya convocado este año jubilar. Precisamente nuestra esperanza radica en el misterio pascual que volvemos a conmemora este mes. La resurrección de Jesús es la prenda que “en esperanza” nos mantiene comprometidos con nuestro presente.

¿Qué significa la esperanza?El misterio pascual abre el horizonte de esperanza más allá del ahora que vivimos. El evangelio de Mateo, por ejemplo, lee el conflicto de Jesús con las autoridades de su tiempo a la luz del texto de Isaías: el siervo de Yahvé “no gritará, no oirá nadie en las plazas su voz, la caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha humeante”, pero, precisamente en Él, las naciones pondrán su esperanza (12, 18-21). Es decir, aunque no parezca que haya sino debilidad, de ahí brota la fuerza de Dios porque él tiene la última palabra. Por su parte, el libro de los Hechos, al narrarnos los inicios del cristianismo, manifiesta cómo después de los acontecimientos de la muerte de Jesús, se afirma que “que Dios lo resucitó” y por eso “se ha alegrado mi corazón y se ha alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará en la esperanza” (Hc 2, 26).

El apóstol Pablo escribiendo a los Romanos afirma: “nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la pacencia; la paciencia, virtud probada, la virtud probada esperanza y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rom 5, 3-5). Y, así mismo, al despedirse en esta misma carta, les dice a los destinatarios: “el Dios de la esperanza les colme de todo gozo y paz en su fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo (Rom 15, 13). A los Tesalonicenses les dice: “tenemos presente ante nuestro Dios y Padre la obra de su fe, los trabajos de su caridad y la tenacidad de su esperanza en Jesucristo nuestro Señor (1 Tes 1, 3). Precisamente por esto les recomienda: “Hermanos no queremos que estén en la ignorancia respecto de los muertos, para que no se entristezcan como los demás, que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús (1 Ts 4, 13-14). La carta a los Hebreos también exhorta a mantener la esperanza: “mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (10,23).

Con esa esperanza firme a la que nos llaman los textos bíblicos, celebremos el misterio pascual de manera que se traduzca en nuestra vida y en nuestra realidad. En concreto, la esperanza nos fortalece para no decaer en el trabajo por la justicia social. Esto es lo que Dios quiere para la humanidad. También nos da la fuerza para trabajar por el cuidado y la preservación de la creación, garantizando así, la vida de nuestra “casa común”. La esperanza en el Dios de la promesa, el Dios de la paz, no nos deja resignarnos a no alcanzar la paz, a nivel global y a nivel local. Por el contrario, nos empuja a seguir apostando por el diálogo, no como una actitud ingenua sino como una decisión creyente de quienes no enfrentan los problemas con la violencia, sino que siguen buscando los caminos del diálogo, del entendimiento, de la concertación, de la paz. Y la esperanza también nos sostiene para seguir renovando a la Iglesia para que llegue a ser una Iglesia sinodal misionera en la que quepan todos y todas.

Y así, cada uno podría nombrar todas aquellas situaciones que sabe que han de cambiar y frente a las cuales la esperanza no nos deja quedarnos en la queja o en la indiferencia, sino que, apoyados en la resurrección de Jesús, nos fortalece para transformarlas. Que esta Semana Santa, sea tiempo propicio para proclamar con todas las fuerzas “que el Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos” no dejará frustrada nuestra esperanza. Por el contrario, ella será colmada, alcanzada, realizada.

(Foto tomada de: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=544008528513620&id=100087134336582&set=a.114498151464662&locale=ga_IE)

* Nota de Cristianos Gays:

En Septiembre se realizará, también, la peregrinación jubilar organizada por el grupo italiano LGBTQ+ La Tenda di Gionata (La Tienda de Jonathan),  que se titulará: “Iglesia: hogar para todos, cristianos LGBT+ y otras fronteras existenciales”.

El grupo, en 2022, pidió a New Ways Ministry que publicara un libro de historias de padres italianos de lesbianas y gays. Puedes comprar su propia copia de este libro haciendo clic aquí. Para obtener información sobre todas las publicaciones de New Ways Ministry, haz clic aquí.

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Lunes Santo: Tres meditaciones sobre el Evangelio de San Juan 12, 1-11, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Lunes, 14 de abril de 2025

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De su blog Kristau Alternatiba (Alternativa Cristiana):

La unción de Betania: un derroche de afecto por Jesús

La Semana Santa comienza con un Evangelio extraordinario.

Una cena en casa con amigos, una mujer, manos y cabellos empapados de perfume, no hay palabras, las manos y su ternura hablan.

Llegará el tiempo de las llagas, pero por ahora sólo brotan caricias en el cuerpo de Jesús.

Ese perfume valía diez veces el precio de Judas.

La mujer paga diez veces el dinero de la traición, le dice a Jesús: ¡alguien te traicionará y te venderá, pero yo te amaré y te compraré diez veces más! 

Tiene en sus manos los pies de Jesús, del viajero, del caminante, los pies del itinerante que no tiene dónde reposar la cabeza y de quien ha recorrido todos los pueblos de Galilea.

María los abraza para decirle: no te vayas más, quédate aquí, conmigo, con nosotros. Y quiero que sepas que dondequiera que Tú vayas, yo iré, y tu Dios será el mío.

Y el corazón de Jesús recibe, de las caricias de aquellas manos que le ungen, un balsámico conforto y una grande y fuerza feliz.

Una caricia, cuando es verdadera, transforma a un hombre.

Y la unción de Betania, este conmovedor lavatorio de los pies, anticipa tres días el otro lavatorio, el de Jesús a sus discípulos y, quién sabe, quizá lo inspira.

Jesús aprende los gestos fuertes del amor de una mujer.

Aquí el hombre y Dios se encuentran: cuando ama, el hombre realiza gestos divinos. Cuando el hombre ama a Dios hace cosas muy humanas.

Y la casa se llenó de perfume.

¿De qué sirve un poco de perfume en nuestra historia?

El perfume no cambió el destino de Jesús, no cambiará el nuestro, pero cambia el aire, la atmósfera de la casa y del corazón.

Intentemos, en familia y en casa, como María, inventar una caricia nueva, una declaración de amor para decir, sin palabras: eres precioso para mí. Diez veces precioso. Eres invaluable… darte un precio sería despreciarte.

Una cosa que aprendemos de este Evangelio: ¡lo preciosa que es la vida! 

Quizás una vida vale poco, pero nada vale tanto como una vida.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF


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El perfume de Betania: la sobreabundancia del amor

IMG_0781La escena central de la unción de Betania representa el Amor que se dona, que se derrama sobre la humanidad para la salvación. Un Amor reconocido y acogido.

El gesto de derramar el perfume es el mismo que aparece en otros gestos y palabras evangélicas como, por ejemplo, el vino en las bodas de Caná. Es lo superfluo necesario, es “ese plus” que puede no estar y que sin embargo indica la humanidad que se dona con autenticidad de amor, de afecto, de cariño, de simpatía, de disponibilidad, de derroche, hasta el límite, pero porque la persona vale más que todo, tiene un valor inestimable. Es por tanto el signo del valor de la persona y de la primacía del encuentro personal.

Es un gesto desinteresado y gratuito, total, en el que se da todo lo que se tiene. Jesús, en el pasaje del evangelista Marcos, explica: «Esta mujer hizo lo que pudo» (cf. Mc 14,8). Esto nos recuerda la ofrenda de la viuda que, aun no habiendo hecho nada desde el punto de vista de la eficiencia, hizo todo porque se expresó a sí misma de manera toral y radical (cf. Mc 12,44). Lo que realmente cuenta es la forma oblativa del gesto: no importa realmente cuál sea el gesto.

La escena de Betania, en la práctica, pinta al mismo tiempo dos retratos: el de Jesús y el del discípulo: el de Jesús que, dejándose clavar en la cruz, continúa donándose todo, amando hasta el derroche, y el de aquel que, encantado por Jesús y por su exceso de amor gratuito, se deja invadir e impregnar por Él, y se deja salvar, se deja amar, dando luego, a su vez, el “más”, donándose todo de manera creativa, desinteresada, gratuita.

En contraste surge la figura del discípulo mediocre.

Betania es la “casa de la amistad”. Jesús volvía allí con frecuencia, porque «amaba a Marta, a María y a Lázaro» (Jn 11,5). Aquí estamos en la casa de Simón el leproso, pero el contexto es el mismo: “Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con Él” (Jn 12,2).

En la escena, María está de pie, con una mano sobre el corazón y con la otra derramando ungüento; Ella está completamente vuelta hacia Jesús, con infinita ternura, atenta a cada gesto que pueda distraerla de lo que experimenta y lleva en el corazón.

El episodio evangélico está narrado según la versión de Marcos, que es también la de Mateo. Juan dice que estamos en Betania y esta mujer que entra es María de Betania. En Marcos y Mateo ella no tiene nombre, es una mujer misteriosa que se convierte en un símbolo muy fuerte. ¿De qué? De cómo los creyentes, aquellos que supieron creer, acogieron y reconocieron a Jesús.

Y así María de Betania o esta misteriosa mujer que entra en el banquete, nos dice algunas cosas más que importantes y sugerentes. Mientras tanto podemos notar que ella es una mujer hermosa. La mujer samaritana también es hermosa. Esta belleza expresa la belleza espiritual que hay dentro de ella.

Entra en este banquete, lleva en la mano «un frasco de alabastro lleno de perfume de nardo puro de gran precio» (Mc 14,3), lo parte y vierte su contenido sobre la cabeza de Jesús. ¿Por qué? El autor del relato de la escena subraya la ruptura del frasco, porque algo más se había roto en ella, se había roto su corazón.

La ruptura del frasco indica que en la mujer hay un transporte de amor que nada puede detener, que la empuja hacia ese profeta, ese maestro, cuyo misterio ha intuido.

Y en efecto, rompe su frasco y derrama el ungüento sobre la cabeza de Jesús.

Mientras Él está sentado, ella ata un paño a su cinturón y envuelve los de Jesús para decir que lo ungirá de la cabeza a los pies, que ungirá a Jesús todo. A ella no le importa lo que digan los demás, no le importa el despilfarro, el uso del dinero que, según algunos, podría usarse de manera mejor (cf. Mc 14,5). A ella no le importa nada de esto, a ella le importa Cristo primero y hace todo lo que puede hacer por Cristo.

El gesto de la mujer es un gesto eminentemente sacerdotal: es la unción como Sacerdote, Rey y Profeta, como Mesías esperado, y lo realiza una mujer. Muchos de los presentes se quedan impactados y se enfadan, poniendo como pretexto la excusa del despilfarro, pero en realidad la verdadera razón es que no pueden tolerar el hecho en sí, es decir, que una mujer, una mujer en ese contexto, un banquete, tenga la presunción de hacer semejante gesto hacia el invitado de honor. Pero Jesús la defiende y da gran importancia a su gesto: «Por todo el mundo se proclamará el Evangelio y se contará lo que ésta ha hecho, para memoria suya» (Mc 14,9).

María, por tanto, hace esto porque tiene el corazón roto y por eso derrama sobre Jesús lo que para ella es más precioso, que es el símbolo de sí misma. Con este gesto quiere expresar la donación total de sí misma al Señor.

En la terminología bíblica y patrística, de hecho, el “vaso roto” recuerda el “corazón contrito”, roto por el arrepentimiento y el amor – la terminología utilizada es la misma – y es esto lo que María experimenta: lo que da/derrama sobre Jesús es todo de sí misma. En la cultura de la época, el perfume (šemen, en hebreo) indica lo esencial (šem) de lo esencial (en). Aquí lo esencial de lo esencial ya no es el perfume sino el amor.

En la cruz, del Corazón roto de Jesús, lo esencial de lo esencial que brota de Él es su propia vida para la vida del mundo. Quien, como María, ha comprendido el gesto de amor extremo de Jesús y le responde, hace lo mismo, es decir, le da todo. Y expresa esta entrega total al Señor con un gesto simbólico: vierte perfume sobre Jesús. María vierte sobre el Maestro lo que para ella es más preciado: un perfume de nardo, pero lo que representa es mucho más preciado. Ese frasco roto, de hecho, habla de ella, de su corazón roto por la abundancia y la violencia del amor. Cuando el amor hace estallar el egoísmo y quiebra los límites, nada puede contenerlo.

Así, en el centro de la escena de Betania se subraya el tema del corazón roto, del que emerge lo esencial de lo esencial, es decir, la propia vida entera, el don de sí. Así mismo en la cruz hay un corazón roto, sobre todo de ahí viene lo esencial de lo esencial, de la vida misma de Dios, el amor de Dios por la salvación del mundo. Podemos observar entonces que el gesto de Jesús, la vida de Jesús, lo que hizo y cómo lo hizo y lo vivió, nos ayuda a comprender cómo podemos responder, cómo nos sentimos movidos a responder.

Mirar la figura de esta mujer nos ayuda a detener nuestro corazón en estos contenidos profundos y esenciales de nuestra vivencia de la fe. En nuestra oración personal, en la contemplación del misterio que se nos revela en la escena de Betania, invocamos al Espíritu Santo, para que nos conceda la capacidad de comprender más profundamente el misterio del Corazón roto de Jesús en la cruz y de dejarnos tocar por su amor y por la revelación que nos ofrece en el gesto de María de Betania.

Quien piensa que dar a Dios es robar al hombre, aún no ha sido alcanzado por el amor. Toda la historia nos atestigua que, cuando el amor a Dios se seca, el amor al hombre se convierte en un moralismo estéril y en una filantropía vacía.

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

***

Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón

Hemos entrado en la Semana Santa, en esta Semana Santa tan excepcional, y el primer regalo que nos ofrece la Escritura es este pasaje del Evangelio de Juan, cuando en Betania, seis días antes de Pascua, tiene lugar el banquete que quiere celebrar la resurrección de Lázaro. El regreso a la vida de este querido amigo de Jesús había conmocionado profundamente a los judíos y también a las hermanas de Lázaro.

De hecho, sabemos cómo después de cuatro días en el sepulcro los rabinos enseñaban que el cuerpo volvía definitivamente a ser polvo y Dios le quitaba ese aliento de vida que le había sido dado al principio.

Jesús, por tanto, es el dador de vida, el portador del aliento de vida que viene del Padre y la resurrección de Lázaro no es un milagro sino la presencia de Jesús entre ellos y entre nosotros, que consigue traer vida también allí donde la muerte ya se ha instalado. Y el verdadero signo es Jesús mismo, a quien en esta Semana Santa estamos invitados a descubrir a través de los Evangelios de la Pasión.

La casa de Betania, donde tiene lugar la cena, se debate entre la gratitud de las dos hermanas y los judíos por la nueva vida de Lázaro, pero también entre la envidia de aquellos, entre los fariseos y los Sumos Sacerdotes, que se sienten perturbados por el poder de la oración del Señor que se llama Hijo de Dios. Les perturba su manera de leer las Escrituras, que se entrelaza con la vida y la transforma. Están perturbados por el anuncio que hace del Reino de Dios y por su gran libertad. Leer más…

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¿Quién es este que viene?

Domingo, 13 de abril de 2025

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Domingo de Ramos

Hubo demasiadas conciencias alumbradas,
hubo demasiados privilegios trastornados,
hubo demasiadas palabras mal recibidas,
hubo demasiada mala fe:
detrás de esta puerta
con los dinteles elevados, todo va a jugarse,
lo sabe.
Posiblemente tiene miedo,
da el paso.
Entra.

Es aquí dónde se le espera.
¡Es ahora
cuando se va a verificar el perdón dado
hasta el múltiplo de setenta y siete,
la vida dada como único signo de amor,
el cuerpo y la sangre dados hasta el desgarro,
el Espíritu dado como un soplo de vida!

Ha llegado la hora.
Es ahora cuando su verdad saldrá a la luz.
Lo sabe;
da el paso.
Entra.

La semana comienza.

*

Charles Singer

***

¿Quién es este que viene,
recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén.

***

El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
Ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.

¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: “¡Hosanna!”, y haceos,
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor! Amén.

*

(Himnos de las Primeras Vísperas y de los Laudes de la Liturgia de las Horas del Domingo de Ramos, )

***

Lecturas del Domingo de Ramos

Evangelio: Lucas 22,14-23,56

***

No conocíamos la medida del sufrimiento de Dios hasta que tomó cuerpo ante nuestros ojos en la pasión de Cristo. La pasión de Cristo no es más que la manifestación histórica y visible del sufrimiento del Padre por el hombre. Es la suprema manifestación de la debilidad de Dios: Cristo -dice san Pablo- fue crucificado por su debilidad (2 Cor 1 3,4). Los hombres han vencido a Dios, el Pecado ha vencido y se yergue triunfante ante la cruz de Cristo; la luz se ha cubierto de tinieblas… Pero sólo por un instante: Cristo fue crucificado por su debilidad, pero vive por la fuerza de Dios, añade el apóstol. ¡Vive, vive! El mismo lo repite ahora a su Iglesia: “Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo poder sobre la muerte y los infiernos” (Ap 1,18) […].

Dios ha vencido sin dejar su debilidad, sino llevándola al extremo; no se ha dejado arrastrar al terreno del enemigo: “Injuriado, no respondía con injurias, sufría sin amenazar” (1 Pe 2,23). A la voluntad del hombre que pretendía aniquilarlo, no ha respondido con deseos de destrucción, sino con voluntad de salvarlo: “Yo soy el Viviente -dice el Señor-; no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva” (cf. Ez 33,11). Dios manifiesta su omnipotencia con la misericordia y el perdón [parcendo et miserando), como reza la oración de la Iglesia. Al grito Crucifige!, respondió con este grito: “Padre, perdónalos” (Le 23,34).

No hay palabras en el mundo como estas breves palabras: “Padre, perdónalos”. Toda la potencia y santidad de Dios están ahí resumidas; son palabras indomables, que no pueden ser superadas por ningún crimen, porque fueron pronunciadas en el más grande de los crímenes, en el momento en que el mal ha hecho su esfuerzo supremo y ya no puede más porque ha perdido su aguijón.

*

R. Cantalamessa,
El misterio pascual, Valencia 1996).

***

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“Con los crucificados” Domingo de Ramos – C (Lucas 22,14-23,56). 10 de abril 2022

Domingo, 13 de abril de 2025

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El mundo está lleno de iglesias cristianas presididas por la imagen del Crucificado, y está lleno también de personas que sufren, crucificadas por la desgracia, las injusticias y el olvido: enfermos privados de cuidado, mujeres maltratadas, ancianos ignorados, niños y niñas violados, emigrantes sin papeles ni futuro. Y gente, mucha gente hundida en el hambre y la miseria en el mundo entero.

Es difícil imaginar un símbolo más cargado de esperanza que esa cruz plantada por los cristianos en todas partes: «memoria» conmovedora de un Dios crucificado y recuerdo permanente de su identificación con todos los inocentes que sufren de manera injusta en nuestro mundo.

Esa cruz, levantada entre nuestras cruces, nos recuerda que Dios sufre con nosotros. A Dios le duele el hambre de los niños de Calcuta, sufre con los asesinados y torturados de Iraq, llora con las mujeres maltratadas día a día en su hogar. No sabemos explicarnos la raíz última de tanto mal. Y, aunque lo supiéramos, no nos serviría de mucho. Solo sabemos que Dios sufre con nosotros. No estamos solos.

Pero los símbolos más sublimes pueden quedar pervertidos si no recuperamos una y otra vez su verdadero contenido. ¿Qué significa la imagen del Crucificado, tan presente entre nosotros, si no vemos marcados en su rostro el sufrimiento, la soledad, la tortura y desolación de tantos hijos e hijas de Dios?

¿Qué sentido tiene llevar una cruz sobre nuestro pecho si no sabemos cargar con la más pequeña cruz de tantas personas que sufren junto a nosotros? ¿Qué significan nuestros besos al Crucificado si no despiertan en nosotros el cariño, la acogida y el acercamiento a quienes viven crucificados?

El Crucificado desenmascara como nadie nuestras mentiras y cobardías. Desde el silencio de la cruz, él es el juez más firme y manso del aburguesamiento de nuestra fe, de nuestra acomodación al bienestar y nuestra indiferencia ante los que sufren. Para adorar el misterio de un «Dios crucificado» no basta celebrar la Semana Santa; es necesario además acercarnos más a los crucificados, semana tras semana.

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José Antonio Pagola

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“He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer”. Domingo 13 de abril de 2025. Domingo de Ramos

Domingo, 13 de abril de 2025

22-ramosC cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 50, 4-7: No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.
Salmo responsorial: 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?.
Filipenses 2, 6-11: Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo.
Lucas 22, 14-23. 56: He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer.

El tema central de las lecturas del Domingo de Ramos, como bien puede verse, es el del Mesianismo. Éste tiene varias etapas en la Biblia. «Mesías» significa ungido, siervo, enviado, pero en sí, la idea más profunda de «Mesías» que el pueblo de Israel asumió es la espera de la aparición salvífica de un líder carismático descendiente de David que habría de instaurar definitivamente en la tierra «el derecho y la justicia».

En el Primer Testamento es Isaías el profeta quien más profetiza y anuncia la llegada del Mesías de Dios. Mesías que él entiende como el Siervo de Yavé que llega. El Mesías es para el profeta la gran realidad de Dios viviendo con nosotros, la realidad del gran restaurador que libera de la esclavitud, de la gran violencia (violencia estructural diríamos hoy), de la gran miseria (pobreza extrema y masiva diríamos actualmente) a la que ha sido condenado el pueblo de Dios (los muchos pueblos de Dios). El Mesías, en su calidad de Ungido de Yavé, no es sino su enviado, su representante, el encargado de promulgar sus designios.

La idea del Mesías y de los tiempos mesiánicos estaba fundada en la esperanza de que Dios cumpliera plenamente las promesas hechas al pueblo elegido, a la nación que se creía a sí misma la elegida por Dios. La llegada del «Mesías» es la instauración del reinado de Dios en la historia y en el tiempo, y es allí donde, según la concepción judía (según, pues, un pensamiento muy humano, no según una revelación divina), Israel se vengaría de los «paganos» (la mayor parte de ellos tan religiosos como los propios israelitas), de los no judíos.

La idea mesiánica del Primer Testamento está basada en la fuerza político-militar de un enviado del Dios de Israel para dominar a todas las naciones de la tierra y hacer que Israel se convierta en una nación fuerte y poderosa capaz de someter a todos los pueblos que no tienen a Yavé por Dios. Como se ve, un mesianismo muy humanamente comprensible…

El Mesianismo es una de las herencias que el Segundo Testamento recibe de la tradición veterotestamentaria. En tiempo del Nuevo Testamento, gobernado el mundo de entonces por Roma con toda su fuerza, riqueza y pretensiones, también hay grupos mayoritarios que esperan la llegada definitiva del Mesías que los liberará del domino explotador romano. Todos esperaban entonces la intervención de Dios en la historia a través de un líder que fuera capaz de derrocar el poder imperial y hacer de Jerusalén la gran capital de Israel.

En el ciclo C de la liturgia leemos el relato de la Pasión del Señor según Lucas. Consideremos las características teológicas que nos presenta este relato.

Lucas, como es sabido, es considerado como el evangelista de la misericordia, o lo que es lo mismo, como el evangelista que ha marcado toda la tradición que nos entrega, con el pensamiento del amor infinito de Dios que se ha manifestado en Jesucristo. Ninguno de los evangelistas ha percibido como él la sensibilidad del amor del Padre, que se deja sentir de manera especial entre los pobres, entre los que sufren, entre los marginados. No es difícil constatar en el evangelio de Lucas la preocupación de Jesús por los débiles, por las viudas, por los huérfanos, por los pecadores, por las mujeres.

Este mismo interés se manifiesta en la narración de los acontecimientos de la Pasión del Señor. En primer lugar, porque todo este relato está sustentado por un conocimiento del alma de Jesús, cuya intimidad nos es desvelada por el evangelista cuando nos deja ver su estrecha relación con el Abba misericordioso, en los momentos de oración (Lc 22,42); o cuando su Padre le da valor en medio del sufrimiento (Lc 22,43).

En segundo lugar, la cruz aparece en este relato de la Pasión como un verdadero sacramento del amor divino: la revelación de la misericordia en medio del sufrimiento. Lucas no pone la atención en los aspectos negativos y crueles de esta situación. En su narración se omiten recuerdos o referencias que aparecen en los otros evangelistas como la flagelación o la coronación de espinas que sirven para inculpar a los que llevaron a Jesús a la muerte. Lucas nos quiere hacer descubrir el amor del Padre hacia su Hijo y hacia todos los hombres, aún en esta situación de dolor. Jesús no aparece abandonado en el Calvario (no se cita a Zac 13,6 sobre la dispersión del rebaño): está acompañado de amigos y conocidos (Lc 23,49 en contraposición con Mt 27,55-56 y Mc 15,40-41). Y reemplaza el grito del Salmo 21 (22) que cita Mateo por la manifestación ilimitada de confianza del Salmo 30,6 (31,6): “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

A la luz de todo esto es comprensible el papel que desempeña en este relato de la Pasión la actitud del perdón, sólo explicable desde el misterio de la misericordia. En definitiva todo el mundo queda limpio y se insiste en hechos positivos, sólo explicables desde la virtud reconciliadora del sufrimiento de Jesús o desde su actitud de perdón: el caso de Pilato (Lc 23,4.13-15.20-22); el del agresor a quien Pedro cercenó una oreja y que es sanado por Jesús (Lc 22,51); el de Pedro (Lc 22,61); el de todos los judíos (Lc 23,34); el del malhechor bueno (Lc 23,39-43); el del centurión (Lc 23,47); el de la reconciliación entre Herodes y Pilato (Lc 23,6-12).

Jesús aparece claramente como el inocente, el justo perseguido. Aun en el proceso de los romanos, Pilato proclama la inocencia de Jesús. El centurión también reconoce su inocencia.

Sólo en Lucas Jesús se dirige con palabras consoladoras a las mujeres que de lejos los siguen. Realmente, Lucas ha sido llamado el evangelio de las mujeres y de la misericordia con los más pobres e ignorados, y las mujeres hacían parte de la clase marginada en Israel. Pero para Jesús, en todo el evangelio de Lucas, las mujeres hacen parte del discipulado y merecen un trato respetuoso. Ahora, camino del Calvario, la fidelidad de las mujeres a su maestro es reconocida por el Señor.

La Pasión y la muerte de Jesús son una verdadera revelación: la manifestación de la misericordia del Padre. Sólo quien ha comprendido una actitud tan conmovedora, como la que nos trae este evangelio en la parábola del padre misericordioso, podrá entender por qué el evangelista ha mirado así el misterio del sufrimiento y de la muerte de Jesús.

Lucas concibió el relato de la Pasión como una contemplación de Jesús. Por eso este relato es una invitación al lector-oyente a aproximarse al Señor, a seguirlo, a llevar con él la cruz de cada día (9,23). En la palabra que dirige en la cruz al malhechor arrepentido, ese ‘hoy’ nos remonta a Lc 4,21 cuando en la sinagoga de Nazaret, Jesús declara que “hoy se ha cumplido” el pasaje de Is 61,1-2 que acababa de leer. El tiempo se ha cumplido y él, que ha venido para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para proclamar el año de gracia del Señor” ha cumplido su misión, porque va a morir colgado de la cruz pero seguirá viviendo en medio de nosotros.

Nota para lectores críticos

El evangelio de hoy es más largo que de ordinario: toda la Pasión de Jesús, por lo que muchas homilías hoy serán más breves. Por otra parte, la homilía debería enfocarse pues hacia el conjunto de la Pasión y su significado. También el viernes santo se leerá la Pasión, según san Juan. Y durante toda la semana, el trasfondo litúrgico-espiritual es ése: la pasión y muerte de Jesús. Es pues un momento apropiado para plantearse algunos criterios críticos respecto a la interpretación de la pasión de Jesús en su significado de conjunto.

Si somos cristianos, y si el cristianismo profesa la convicción de la significación salvadora de Jesús, necesitamos tener un «modelo soteriológico» («sotería» = salvación), o sea, una explicación de cómo Jesús salva a la humanidad y en qué consiste esa salvación. Es claro que esto es el corazón de la fe cristiana.

Pues bien, en la historia ha habido varios «modelos soteriológicos».

El modelo que nos ha llegado a nosotros es, fundamentalmente, el que elaboró san Anselmo de Cartebury en el siglo XI sobre la tradición jurídica del derecho romano. En este sentido. El ser humano ofendió a Dios con el pecado original, y con ello se rompieron las relaciones de Dios y la humanidad. Dios fue ofendido en su dignidad, y el ser humano, por su parte, quedó privado de la gracia de la relación con Dios y no tenía capacidad para superar esta situación, pues aunque había ofendido a Dios, no tenía capacidad para reparar una ofensa de carácter infinito. En su obra Cur Deus homo? (¿Por qué Dios se hizo hombre?) Anselmo elabora la teoría de la «satisfacción penal sustitutoria»: Jesús muere en sustitución de la humanidad pecadora culpable, para satisfacer con ello la dignidad ofendida de Dios, y restablecer así las relaciones de Dios con la humanidad.

Por una parte, hay que hacer notar que esta explicación, que nos ha llegado a todos nosotros en una tradición tan longeva, no deja de ser «una» explicación, la del siglo XI en concreto; es decir: no es «la» explicación, no es la única. Además, no está en el Nuevo Testamento: es una elaboración teológica, muy posterior, que asume las categorías y la lógica del derecho romano «recepcionado» en el mundo feudal europeo de la alta Edad Media: el derecho inapelable y absoluto de los señores, la servidumbre de los siervos, las obligaciones jurídicas relativas a la ofensa y a la satisfacción o reparación. Es la teología de la «redención», del redimir («re-d-emere»), re-comprar al esclavo para liberarlo de su antiguo dueño.

Esta teología, hoy ya insostenible, es, sin embargo, la que la mayor parte de los cristianos y cristianas, incluyendo a muchos agentes de pastoral tienen todavía en su conciencia, en su comprensión del cristianismo, o en su subconsciente al menos. Y es para muchos de ellos «la» explicación mayor del misterio cristiano, el misterio de la «redención».

Hay que recordar que los modelos soteriológicos, como todo el resto de la teología, no dejan de ser un lenguaje metafórico, y que la metáfora nunca debe ser tomada al pie de la letra, tanto sea en n sentido directo como en un sentido metafísico, sobre todo en el segundo término al que traslada el sentido (“meta-fora” = cambio, traslado de sentido). Las teologías y los modelos soteriológicos se apoyan sobre las lógicas y los símbolos de las culturas en las que son creados. Por eso, cuando la evolución cultural cambia de lógica y de símbolos, esos modelos soteriológicos, y en general, esas teologías, aparecen crecientemente desfasadas, se hacen incluso ininteligibles, y finalmente quedan obsoletas. La visión de Dios como «Señor» feudal irritado por una ofensa de la primera pareja humana… para cuyo aplacamiento habría sido necesaria la reparación de la ofensa por medio de la muerte cruel y cruenta de su Hijo, es una imagen de Dios hoy sencillamente insostenible, e inaceptable. La sola idea de que un mítico pecado de Adán y Eva hubiera torcido los planes de Dios, y hubiera sumido en las tinieblas del pecado y del alejamiento de Dios a toda la humanidad desde la primera pareja, durante miles y miles de años –hoy la ciencia nos dice que habrían sido millones de años-, hasta la aparición de Jesús, es absolutamente inaceptable para la mentalidad actual. La misma fórmula jurídica de la «satisfacción sustitutoria» resulta hoy día inviable desde los mínimos éticos de nuestra época. Un Dios así resulta increíble, provoca ateísmo, con razón.

Si este modelo nos parece hoy día sobrepasado, no debemos dejar de considerar que ha habido otros modelos todavía más inadecuados. En el primer milenio la teología dominante, en efecto, no fue la de la «satisfacción sustitutoria», sino la del «rescate»: por el pecado de Adán la humanidad había quedado «prisionera del demonio», literalmente bajo su poder (sic). Según san Ireneo de Lyon (+ 202) y Orígenes (+ 254) el Diablo tendría un «derecho» sobre la humanidad, debido al pecado de Adán. Jurídicamente, la humanidad estaba bajo su dominio, le pertenecía, y Dios «quiso actuar con justicia incluso frente al diablo» (Ireneo, Adversus Haereses, V, 1,1), al anular tal derecho sólo mediante el pago de un rescate adecuado. Para ello, entregó a su Hijo a la muerte, a fin de liberar a la humanidad del dominio «legítimo» del diablo. San Agustín lo dice aún más explícitamente: Dios decretó «vencer al Diablo no mediante el poder, sino mediante la justicia» (De Trinitate XIII, 17 y 18).

Este modelo del «rescate pagado al Diablo» para rescatar a la humanidad, aún resuena en las personas que tuvieron una formación cristiana. Pero hoy nos resulta no sólo inaceptable, sino inimaginable, y hasta grotesco: no podemos aceptar un Diablo, concebido como un contra-poder cuasi-divino, que está apostado frente a Dios y que retiene a la humanidad bajo su poder, durante milenios, hasta que es «justamente resarcido» por Dios, nada menos que con la muerte del Hijo de Dios, un Diablo que sólo así sería «derrotado por la victoria de Cristo»…

¿Qué queremos decir con todo esto? Muchas cosas:

-que las teologías son metafóricas, no narraciones históricas ni descripciones metafísicas;

-que las teologías son muchas, variadas, no sólo una… y que cuando adoptamos una de ellas no debemos nunca perder de vista que se trata sólo de «una» teología, no de «la» teología;

-que las teologías son contingentes, no necesarias;

-que son elaboraciones humanas, no revelaciones divinas bajadas en directo del cielo, y que están construidas con elementos culturales de la sociedad en la que han sido concebidas;

-que son también transitorias, no eternas, y que con el tiempo y los correspondientes cambios culturales pierden plausibilidad y hasta inteligibilidad y pueden acabar resultando inaceptables y hasta desechadas;

-que los agentes de pastoral que atienden al Pueblo de Dios han de estar atentos a no prolongar la vida de una teología sobrepasada, superada, que ya no habla de un modo adecuado a las personas de hoy;

-que pueden (y deben) tratar de encontrar nuevas imágenes, nuevos símbolos, nuevas respuestas interpretativas de parte de nuestra generación actual a las preguntas de siempre.

La Semana Santa no es el único momento en el que debemos referirnos a la significación de la salvación operada por Cristo, pues ésta es una referencia central de la fe cristiana; pero sí es una ocasión privilegiada para plantearnos la conveniencia de la revisión de nuestros esquemas teológicos al respecto. Leer más…

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Ramos. 13.4. 25 . Hija-Sion danzando gozosa, Rey de Paz en un asno

Domingo, 13 de abril de 2025

IMG_0756Del blog de Xabier Pikaza:

Danza con fuerza, Hija-Sion; grita aclamando, Hija-Jerusalén. Tu tu rey viene a ti; justo y amoroso, montado sobre un asno. Destruirá el carro de  combate de Efraim, el caballo de Jerusalén, el arco de guerra y anunciará la paz a las naciones de mar a mar, del torrente a las extremidades de la tierra (cf. Zac 9,9-10).

Hacia comienzos del III a. de C., asumiendo quizá temas y hasta textos anteriores, el autor a quien llamamos 2º Zac (Zac 9-14), redacta una obra profética centrada en el mesianismo escatológico: culminando su acción anterior e invirtiendo los medios de poder que triunfan en el mundo (violencia de los imperios).

El el mismo Dios va a desve­lar su misterio en Sión/Jerusalén. Desde ese fondo ha de entender­se cl último y, en algún sentido, el más paradójico y fuerte de todos los pasajes que tratan de la Hija-Sion, de la Nueva Jerusalén

Danza con fuerza, Hija-Sión; grita aclamando, Hija-Jerusalén; he aquí que tu rey viene a ti; justo y vencedor es él; humilde, montado sobre un asno, sobre un pollino, cría de borrica. Destruirá el carro de Efraim y el caballo de Jerusalén Y destruirá el arco de guerra y anunciará la paz a las naciones; y su dominio será de mar a mar, del torrente a las extremidades de la tierra, (Zac 9,9-10).

La traducción del texto es fácil, aunque el principio del verso 10 está en el TH en primera persona  (y yo destruiré …), como si fuera el mismo Dios y no el rey mesiánico el encargado de que­brar la fuerza guerrera de Efraín y Judá. Sea como fuere, el sentido de fondo parece el mismo y así conservamos la traducción visual, en tercera persona: el anunciador profético sigue invitando a la Hija-Sion al canto gozo, conforme a lo visto en Sof 3,14-18 y Zac 2,14-17, pero ahora los motivos para el gozo son algo distintos.

Comencemos por cl mismo gozo de la Hija-Sión. Ella tiene que ponerse a danzar en gesto de fiesta solemne; danza y grita aclamando, porque llega el monarca. Estamos en una liturgia de entronización: avanza el rey, se forma el cortejo y, mientras va llegando, se le acerca la Hija-Sion para recibirle con la alegría desbordante de su baile. Organizador de fiesta mesiánica es el profeta, danzante jubiloso el pueblo (Hija-Sión), majestuoso el rey que viene.

Sof 3,14-18a iniciaba una danza nupcial: Zac 2,14-17 invi­taba al baile religioso; sin negar del todo estos aspectos, Zac 9,9-10 nos lleva al centro de una gran ceremonia de coronación: al baile de un pueblo/muchacha que recibe con gozo emocionado y entu­siasta a su rey salvador. I:1 rey que llega y la mujer que sale a reci­birle danzando: este es el misterio final, el último acto de la historia.

Desaparecen o pasan a segundo plano los restantes ofi­cios y figuras de la tierra: sacerdotes, militares, potentados… Toda la humanidad se ha condensado en esta Hija-Sión, esta ciudad­-mujer, esta doncella que llena de juventud y esperanza se prepara para la danza triunfal de su rey. Ella no tiene más oficio que cantar y alegrarse; para eso se prepara. Ella podrá cantar porque tiene su rey En los dos casos anteriores el rey (o plenitud de poder) era un personaje divino.

Por eso, la Hija-Sión significaba la humanidad entera, varones y mujeres incluidos en esa figura femenina. Ahora, en cambio, la Hija-Sión, sin perder esa visión de totalidad, tiende a recibir y reali­zar una función particular porque el rey que viene es también figu­ra humana (humilde, montado en un asno…).

Ciertamente, el rey que viene es justo, en la línea cíe la justicia de Dios, pero es tam­bién justo con los israelitas (y humanos) justos de la historia. Este rey es vencedor, en cuanto trae la victoria de Dios; pero el término empleado en este caso es pasivo, como para indicar que no realiza la salvación por sí sino que la recibe de Dios. Es rey hunnilde como humildes eran aquellos que formaban e1 resto de Israel en Sof 3,12. Viene montado en un asno, como en asno montaban los primeros salvadores y reyes de la historia israelita (cf Gen 49,11; Jc 5,10; 10,4; 12,14).

Una muchacha que danza gozosa, un rey  de paz que avanza montado sobre un asno… Esta es la representación de la historia total. Los dos unidos forman el signo de la humanidad. Por eso hay que entenderlos uno desde el otro y con el otro.

La muchacha danzante sólo tiene sentido allí donde la vida no se entiende como guerra, allí donde el auténtico poder no es el caballo de -batalla ni el dinero sino el ser humano nuevo que avanza sobre un asno.

Por otra parte, la humildad amorosa del rey expresa algo que es mucho más que una virtud interna: no es el gesto interior e1 que aparece en pri­mer plano sino todo el signo externo del varón que ha renunciado a las armas, a la lucha por la conquista, a la soberbia del dinero.

El asno del que aquí se trata no es un signo momentáneo que se apli­ca desde fuera a un ~<rey o varón que normalmente cabalga en tren de guerra o se impone en actitud de duro mando. El asno es la expresión permanente de la voluntad de diálogo, de la paz muma, de la renuncia a la violencia.

Este rey y esta mujer se encuentran. Son uno para el otro, uno con el otro, de tal forma que sus signos pueden cíe algún modo intercambiarse: monta la muchacha en el asno, danza el rey… o danzan ambos y ambos montan en camino nuevo de paz universal.Sion era cuanto tal ha desaparecido. Aquí no hay ciudad externa, ni templo separado. Ellos dos, cl varón y la mujer, en diálogo danzan­te, son el signo de la nueva humanidad, son todo Sion, si es que pudiera utilizarse ese lenguaje.

Pero el texto sigue diciendo que destruirá (¿quién? Dios o el mismo rey, según se lea el TH) el carro de Efraim y el caballo de .Jerusalén (9~,10). Normalmente, en la vieja tradición hímnica y pro­fética de Israel carros y caballos suelen ir vinculados como expresión de poderío guerrero (cf Ex 15,1; Mi 5,9; Is 2,7). La novedad de nuestro texto está en el hecho de que separa ambos signos y atribu­ye los carros a Efraím y los caballos a Jerusalén, poniendo así sobre el mismo plano de violencia (y con la misma necesidad de conver­sión) a judíos y samaritanos. Ciertamente, la salvación está simboli­zada en la Hija-Sion y en su rey. Pero esta Hija-Sión no pertenece ya sin más a Jerusalén; ella se abre al nuevo pueblo de la paz edifi­cado por este rey humilde.

La paradoja (que el nuevo testamento ha captado en pro­fundidad: Mt 21,5) consiste en el hecho de que este rey sin armas simboliza (y en algún sentido realiza) la victoria de la nueva huma­nidad sobre los grandes pueblos armados. No se trata de pedir  que se desarmen los otros,, que empiecen renunciando a la violencia los pueblos enemigos. Este nuevo rey es signo cíe condena para los hermanos enfrentados, para judíos y samaritanos, en un tiempo (siglo III a. de C.) en que ambos se están enfrentando en visión de odio social y militar que será definitivo.

Sólo entonces, cuando judíos y samaritanos (Efraím y Jerusalén) depongan sus armas, cuando puedan darse la mano de la paz en torno al rey de no violencia, montado sobre un asno, podrá salir la Hija-Sión a bailar. Ambos, rey pacífico y muchacha danzante, forman como las dos caras de un mismo ideal mesiánico abierto hacia todos los pueblos, porque el texto sigue diciendo «destruirá el arco de guerra y anunciará la paz a las naciones».

E1 arco constituye, con los carros y caballos, el signo máximo de guerra (cf 1 Sam 2,4). Parece que los pueblos han vivi­do hasta cl momento dominados por un tipo de lógica militarista: arco y espada han definido y decidido siempre sus disputas. Pues bien, asumiendo una lógica nueva de paz escatológica, que pode­mos ver en textos como Is 2,2-4; 11,1-9, nuestro pasaje ha elabora­do un ideal de paz universal. Leer más…

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La Pasión según Lucas. Domingo de Ramos. Ciclo C.

Domingo, 13 de abril de 2025

Titian_-_Christ_and_the_Good_Thief_-_WGA22832Tiziano, Jesús y el buen ladrón

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Resulta imposible comentar en pocas líneas el relato de la Pasión en el evangelio de Lucas. De los diversos episodios exclusivos suyos, considero de especial interés las tres palabras que pone en boca de Jesús en la cruz. Ninguno de los evangelios trae las siete famosas palabras de Cristo en la cruz. Mateo y Marcos, solo una; Juan, tres; Lucas, otras tres. Sumándolas tenemos siete. Las tres de Lucas pueden servir de reflexión y oración.

  1. Morir perdonando

            Jesús y los dos malhechores acaban de llegar al Calvario. Crucificar a tres personas es un trabajo más lento y cruel de lo que puede imaginarse, pero Lucas no entra en detalles. Se limita a indicar lo que decía Jesús en este momento: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

            El tema de los enemigos y del perdón ha aparecido en este evangelio desde el comienzo. Zacarías, el padre de Juan Bautista, alaba a Dios porque ha suscitado a un descendiente de David “para que, libres de temor, arrancados de las manos de nuestros enemigos, le sirvamos con santidad y justicia toda nuestra vida”. Su esperanza no se cumplirá como él espera. A su hijo lo decapitará Herodes. Y Jesús no habla de verse libres de los enemigos. Lo que manda a sus discípulos es: “amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os injurian”. Ahora, en el momento decisivo, Jesús va más adelante. No solo reza por los enemigos, sino que intenta comprenderlos y justificarlos: “no saben lo que hacen”.

  1. Nunca es tarde para convertirse

            Que Jesús fue crucificado entre dos malhechores lo dicen también Mateo y Marcos (aunque estos los llaman “ladrones”, que equivale a “terroristas”, cosa más lógica porque a los ladrones no los crucificaban, sino que los vendían como esclavos). Pero la mayor diferencia consiste en que en Mateo y Marcos los dos insultan a Jesús. Lucas cuenta algo muy distinto: mientras uno anima irónicamente a Jesús a salvarse y salvarlos, el otro lo defiende, reconoce su inocencia y le pide que se acuerde de él cuando llegue a su reino. Todos sabemos la respuesta de Jesús: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

            Algún escéptico podría decir que Lucas ha inventado esta conversión tan inesperada del buen ladrón. Él respondería: “Si no fue así, pudo serlo”. Porque lo que intenta enseñarnos es que nunca es tarde para convertirse. En una parábola que comentamos hace tres domingos, el labrador pedía un año de plazo para la higuera estéril. Zaqueo tuvo el resto de su vida para demostrar su conversión. El buen ladrón solo dispone de unas horas antes de morir, aprovecha la ocasión de inmediato, y esas pocas palabras le sirven para salvarse. Al mismo tiempo, las palabras de Jesús suponen un consuelo para todos nosotros cuando se acerque la muerte: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

  1. Morir en manos de Dios

            Lo último que dijo Jesús antes de morir también varía según los evangelios. Marcos y Mateo ponen en su boca el comienzo del Salmo 22: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué he has desamparado?”. Parece un grito de abandono, sin esperanza. Quien sigue leyendo el salmo advierte que el olvido de Dios y el sufrimiento dan paso a la victoria final. Aunque esto sea cierto, Lucas piensa que sus lectores no van a entenderlo y se pueden quedar con la sensación de que Jesús murió desesperado. Por eso, las últimas palabras que pone en su boca son: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. De este modo, el final de la vida terrena de Jesús empalma con el comienzo de actividad apostólica. En el bautismo escuchó la voz del cielo: “Tú eres mi hijo amado”. Ahora, en el momento del dolor y la muerte, cuando parece que Dios lo ha abandonado, Jesús lo sigue viendo como “Padre”, un padre bueno al que puede entregarse por completo.

 

El relato de la pasión es una historia de dolor, injusticia, sufrimiento físico y moral para Jesús. Pero Lucas ha querido que sus últimas palabras nos sirvan de enseñanza y consuelo para vivir y morir como él.

Un comentario completo al relato de la pasión puede verse en J. L. Sicre, El evangelio de Lucas. Una imagen distinta de Jesús (Verbo Divino 2021), págs. 449-510.

 

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13 Abril. Domingo de Ramos. Ciclo C

Domingo, 13 de abril de 2025

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“Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.”

(Lc, 22,14-23,56)

El domingo de Ramos nos abre un gran pórtico que nos muestra, este año a través del Evangelio de Lucas, lo que vamos a celebrar a lo largo de esta Semana Santa.

¡Siéntate, corazón mío!

Como todos los que conocían a Jesús, y también las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, que estaban allí presenciando todo (Lc 23,49), déjate tocar, déjate asombrar, déjate enamorar.

¡Siéntate, silénciate, contempla…!

Accede, corazón mío, a ese pórtico, ábrete a que sea el Espíritu mismo de Jesús quien te ayude a descubrir la fidelidad del Maestro en su entrega total, su confianza en el Padre. Es el corazón misericordioso que Jesús te ofrece lo que te hará misericordioso. Y esa misericordia entrañable te acercará a las hermanas/os que hoy siguen el camino de Jesús de Nazaret en medio de persecuciones, abusos, torturas, arrestos e incluso la muerte por ser fieles al Maestro. Recordamos los sentimientos de aquel cristiano, en tierras sirias, que en medio de la tortura dijo algo así a sus verdugos: queréis que renuncie a mi fe cristiana, pero no puedo, porque mi corazón es de Cristo, está marcado por el amor a Cristo Jesús.

Corazón mío, no hagas de estos días santos como aquella gente que había acudido al espectáculo” (Lc 23,48) sino déjate sorprender, para que con el amor que Dios Padre te entrega a través del Espíritu puedas tú también decir con la confianza y abandono de Jesús: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23,46).

Lo que te preparas a celebrar no es la muerte, aunque ésta sea la de Jesucristo, sino el camino hacia la Pascua.

Oración

Tiempo de vida, tiempo de de luz, tiempo de amor.
Señor, Jesús, Maestro bueno,
dame un corazón que sepa
contemplar, acoger, perdonar, amar…
coge mi mano y conduce mis pasos
a escuchar tu invitación: ¡Sígueme!

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Por ser fiel a sí mismo, lo mataron.

Domingo, 13 de abril de 2025

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DOMINGO 6º RAMOS (C)

Lc 22,14-23,56

La liturgia de este domingo es desconcertante. Empieza celebrando la entrada “triunfal”, y termina con la muerte. Es difícil armonizar estos dos aspectos de la vida de Jesús. Podríamos decir que ni el triunfo fue triunfo, ni la muerte fue derrota. Los evangelistas plantean la subida a Jerusalén como resumen de su actividad. La muerte se considera como la meta de su vida.

Jesús fracasó estrepitosamente porque la salvación que él ofreció no coincidía con la que esperaban los judíos. Jesús pretendió llevarlos a la plenitud. Ellos solo querían defender sus intereses. Lo que Dios quiere de cada uno es también la exigencia más profunda de nuestro verdadero ser, pero nosotros solo queremos que Él se ponga al servicio de nuestro ego.

El fracaso humano de Jesús nos invita a reflexionar sobre el sentido de las limitaciones humanas. Si nuestro objetivo es evitar el dolor y buscar el máximo placer, nunca podremos aceptar el mensaje de Jesús. Él confió completamente en Dios, pero Dios no lo libró del dolor ni de la muerte. ¿Cómo podemos interpretar este aparente abandono de Jesús?

Es un disparate pensar que Dios exigió, planeó, quiso o permitió la muerte de Jesús. Peor aún si la consideramos condición para perdonar nuestros pecados. La muerte de Jesús no fue voluntad de Dios, sino fruto de la imbecilidad humana. La muerte de Jesús no fue un accidente; fue la consecuencia de su vida. Viviendo como vivió, era lógico que lo eliminaran.

Dios no está solamente en la resurrección, está también en la muerte. Es una lección que no acabamos de aprender. El dolor, el sacrificio, el esfuerzo lo seguimos asociando a castigo de Dios. Las celebraciones de Semana Santa nos tienen que llevar a la conclusión contraria. Dios está siempre en nosotros, pero necesitamos descubrirlo sobre todo en el dolor y la limitación.

Los primeros seguidores de Jesús, todos judíos, no tenían otro medio de explicar la muerte de Jesús. Nadie pudo prever lo que pasó en Jesús, porque rompió todos los moldes y lo que vivió y predicó no podía adivinarlo nadie trescientos o quinientos años antes de que sucediera. Aludir a la inspiración divina demuestra no tener idea de lo que significa la Escritura.

La pasión de Lucas tiene una clara tendencia catequética. Aunque utiliza la narración de Marcos, le da un toque de humanización muy significativo. Suaviza mucho la relación de los que están alrededor de Jesús con su persona. No todo es negativo. El mismo Jesús se relaciona con algunos con comprensión y como ayudándoles a entender lo que está pasando.

Lo importante no es la muerte física de Jesús ni los sufrimientos que padeció. Miles de personas, antes y después de Jesús, han padecido sufrimientos mucho mayores y más prolongados de los que sufrió él. Lo importante de Jesús en ese trance fue su actitud inquebrantable de vivir hasta sus últimas consecuencias lo que predicó.

Ni siquiera sabemos quién le mató, mucho menos podemos saber por qué lo mataron. Su muerte fue la consecuencia del rechazo por parte de los jefes religiosos. No debemos pensar en un rechazo gratuito y malévolo. Eran gente religiosa que pretendían ser fieles a la voluntad de Dios, que para ellos estaba definida de manera absoluta y exclusiva en la Ley.

Jesús debió tener razones muy poderosas para seguir diciendo lo que tenía que decir a pesar de que eso le acarrearía la muerte. Esa fidelidad a sí mismo es la clave de su muerte.

Seguramente la pasión fue el primer relato sobre Jesús que se redactó por escrito. A pesar de ello no podemos estar seguros de que lo que nos cuentan corresponda a sucesos reales. Los que más probabilidades tienen de ser inventados son los que cumplen a profecías del AT. Algunos han constatado más de 300. Veamos algunas fácilmente identificables:

Zacarías 9:9 “Mira que tu Rey viene hacia ti; él es justo y victorioso, es humilde y montado sobre un asno, sobre la cría de un asna”.

Salmo 41:10 Hasta mi amigo más íntimo, en quien yo confiaba, el que comió mi pan, se puso contra mí”.

Zacarías 11:12 “Yo les dije: «Si les parece bien, páguenme mi salario; y si no, déjenlo». Ellos pesaron mi salario: treinta siclos de plata.”

Zacarías 11:13 “Pero el Señor me dijo: Echa al Tesoro ese precio en que he sido valuado por ellos. Tomé los treinta siclos de plata y los eché en el Tesoro de la Casa del Señor”.

Isaías 53:7 “Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca”.

Isaías 53:4-5 “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.

Isaías 53:12 “Fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores”.

Salmo 22:16 “Porque perros me han rodeado; Me ha cercado cuadrilla de malignos; Horadaron mis manos y mis pies”.

Salmo 22:6-8 “Mas yo soy gusano, y no hombre; Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. 7. Todos los que me ven me escarnecen; Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: 8. Se encomendó al Señor; líbrele él; Sálvele, puesto que en él se complacía”.

Salmo 69:21 Me pusieron además hiel por comida, Y en mi sed me dieron a beber vinagre”.

Zacarías 12:10 “Y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito”.

Salmo 22:18 “Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron suertes”.

Salmo 34:20 “El guarda todos sus huesos; Ni uno de ellos será quebrantado”.

Isaías 53:9 “Lo enterraron con los malhechores, lo sepultaron con los malvados aunque no cometió ningún crimen ni hubo engaño en su boca”.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Una muerte anunciada.

Domingo, 13 de abril de 2025

Crucifixión 2Domingo de Ramos

Lc 22, 14-23

«Haced esto en memoria mía»

Jesús entra el domingo en Jerusalén acompañado de un grupo de galileos que le aclaman como el Mesías anunciado: «Hosanna al hijo de David»… Disuelta la comitiva, se dirige al templo, expulsa a los mercaderes y se enfrenta a unos sacerdotes de alto rango que le increpan: «¿Con qué autoridad haces estas cosas?»… Al atardecer se retira a la seguridad de Betania.

El lunes, desafiando a las autoridades, se dirige al templo y comienza a enseñarles desde la escalinata del pórtico de Salomón. Los judíos le escuchan entusiasmados y Jesús les urge a la conversión: «Todavía es tiempo»… Aparecen unos sacerdotes desafiantes y arremete contra ellos con la parábola de los viñadores homicidas: «Hará perecer a los labradores malvados y dará la viña a otros»… Sin darles tiempo a reaccionar, censura violentamente a escribas y fariseos: «¡Hipócritas!»…

Se conjuran para matarlo, pero temen a la multitud.

El martes vuelve al templo y se congrega en torno suyo gran número de personas. Unos fariseos, acompañados de unos herodianos, le ponen a prueba con una pregunta trampa sobre el tributo a los romanos: «Dad pues al César lo que es del Cesar»… Más tarde les toca el turno a los saduceos, y finalmente a los fariseos: «¿Quién es mi prójimo?»… «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó»…

Los que buscan desprestigiarle caen en la cuenta de que es demasiado listo; que por ese camino no van a conseguir su propósito, y endurecen la apuesta.

Vuelve el miércoles. Su auditorio sigue creciendo, pero su enfrentamiento con las autoridades sube sustancialmente de tono. Unos fariseos (asistidos por guardias del templo) irrumpen en el grupo, abren un claro delante de Jesús y arrojan a una mujer aterrada. «Moisés nos manda apedrear a estas mujeres, ¿tú qué dices?»… Y Jesús se juega la vida –y la pierde– por salvar la de la mujer, porque los santos fariseos no pueden perdonar que nadie les llame pecadores públicamente. Sale al monte de los olivos seguido de mucha gente y les manda el mensaje definitivo: «A mí me lo hicisteis»…

El jueves Jesús sabe que su tiempo se ha acabado y organiza una cena de despedida con sus íntimos; incluidas, claro está, las mujeres: «Yo soy el maestro y el señor, y os he lavado los pies»… «Haced esto en memoria mía»… Al acabar la cena salen de la ciudad por la puerta de las Aguas y remontan el torrente Cedrón. En el cruce de caminos Jesús se detiene. El de la derecha lleva a Betania, a la seguridad de la casa de sus amigos. El que sale al frente, a Jericó, y de allí fuera de la jurisdicción de quienes quieren matarlo. Duda unos instantes y toma la senda que sube a Getsemaní; a su destino: «Pero no se haga mi voluntad sino la tuya»…

Judas lo entrega, los levitas y los criados lo prenden, y el sanedrín lo condena a muerte por blasfemo: «¿Eres tú el hijo del Altísimo?… ¡Ha blasfemado!»…

El viernes, los sacerdotes lo entregan a los romanos, pero no le acusan de blasfemo sino de sedicioso. Pilato trata tibiamente de salvarlo, pero fracasa: «Nosotros no tenemos más rey que el César»… Su suerte está echada; los romanos lo torturan y lo crucifican: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»«¿Por qué me has abandonado?»… «En tus manos encomiendo mi espíritu»…

Los profetas mueren lapidados, pero los sacerdotes se empeñan en que sea crucificado para crucificar también su doctrina… pero fracasan «porque Dios estaba con él»

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Bendito eres, pero te crucifico.

Domingo, 13 de abril de 2025

descubrir-a-jesucristo_560x280COMENTARIO AL EVANGELIO Lc 19, 18-40

13 de abril de 2025 – Domingo de Ramos

Con el Domingo de Ramos comenzamos el tiempo de la Semana Santa. La lectura del Evangelio de este Domingo se centra en la Pasión de Jesús. Tendremos ocasión, a lo largo de toda la semana, de profundizar en las diferentes situaciones de este dramático final de su vida.

Ahora bien, también es interesante centrarnos en lo que tradicionalmente se celebra el Domingo de Ramos: la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Tomo como base la narración de este hecho que realiza Lucas y que leeremos en la procesión de los Ramos de este Domingo.

La situación de esta escena de la vida de Jesús es profundamente importante para comprender su coherencia, su dramático final y la inconsistencia de quienes le vitorean y, posteriormente, desean su crucifixión.

Dice el texto que Jesús entra en Jerusalén para celebrar la fiesta de Pascua montado en un pollino. Parece que Lucas quiere mostrar que se cumplen las Escrituras profetizadas por Zacarías. El profeta invita a Jerusalén a cantar de alegría y júbilo porque viene su rey, justo y victorioso, trayendo la salvación, pero humilde montado sobre un asno.

Volvamos a la escena. Jesús es recibido por todo el pueblo y sus seguidores. Ellos aclaman a su gran héroe que ha logrado imponerse con su mensaje a un judaísmo que ya no da respuesta a las expectativas de liberación de su Pueblo.

Enseguida entran en la escena los fariseos. Ellos no soportan tanta alabanza a quien ya consideran un traidor. Su cobardía los lleva a no enfrentarse a Jesús y utilizan a sus seguidores para cortar radicalmente este momento inaguantable para ellos. En vez de decirle a Jesús que es un impostor para su pueblo, dan un rodeo, desplazan el problema y le piden que mande callar a sus discípulos y les reprenda. La respuesta de Jesús ya nos está hablando de que la liberación y el nacimiento de una nueva visión de Dios y del ser humano está naciendo: “si éstos callan, gritarán las piedras”. Ya no hay vuelta atrás, Jesús es consciente de que su vida en esta historia como humano se termina, pero serán sus seguidor@s quienes, tomando la palabra impregnada por su Espíritu, continuarán intentando que la nueva humanidad, la nueva creación, sea posible.

Un pueblo que grita con fervor alabando a Jesús no tarda ni una semana en decidir que ya no es el Mesías y que es un traidor. El pueblo es manipulado nuevamente por los fariseos, por el judaísmo institucional que sabe tocar sus puntos débiles, sus necesidades, su falta de firmeza, para hacerles cambiar de opinión y mirar a “su Rey” como un impostor. Desgraciadamente, a veces, así funciona la mente humana. Esta situación no es nueva en nuestro mundo, ocurre a nivel social, político, también religioso y eclesial. Cuántas veces se traicionan a personas referentes porque, egoístamente, no dan lo que se necesita, porque se envidia la luz que emanan y el ego queda cegado, no por esa luz sino por la envidia, la rivalidad o, simplemente la moda.

Todos llevamos dentro a un Jesús que entra triunfante tras el éxito de situaciones que nos han empoderado y llevamos dentro a ese pueblo débil e ignorante que se deja manipular y convencer para alejarse de lo que realmente plenifica y eterniza nuestra vida.

Tras la respuesta a los fariseos, dice el texto de Lucas, que Al ver la ciudad, Jesús lloró por ella”. Ya asoma el Jesús sentible, humano, que avanza hacia su final lamentando la ceguera de la condición humana cuando no soporta la verdad y la luz.

En cualquier caso, unámonos a toda la Creación para vitorear a Jesús, que ha empoderado nuestra realidad humana, a través de la Divinidad, y que nos capacita para mirar de una manera nueva la muerte, la noche, el sufrimiento y el vacío. ¡Hosanna a la VIDA y a la LUZ!

Rosario Ramos

Fuente Fe Adulta

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La Cruz: Historia, creencia (interpretación) y simbolismo.

Domingo, 13 de abril de 2025

Cruz-640x427Comentario al evangelio del domingo 13 abril 2025
Domingo de Ramos

Jn 23, 1-49

Se ha pervertido tanto el significado de la cruz que resulta difícil proponer una lectura de la misma en clave positiva. De la cruz se ha dicho:

  • que fue consecuencia del pecado del ser humano;
  • que fue el castigo que dios infligió a su propio hijo para saldar la deuda del pecado;
  • que fue el modo como Jesús expió nuestro pecado y, de ese modo, nos redimió, salvó nuestras almas y nos abrió las puertas del cielo…

Tomado al pie de la letra, tal modo de presentarla daba como resultado la exaltación del dolorismo, la imagen de los seres humanos como esencialmente pecaminosos desde antes de su propio nacimiento y la idea de un dios sádico, vengativo y cruel. Hasta el punto de que uno no puede dejar de preguntarse cómo gran parte de la humanidad ha podido creer, durante siglos, en semejante caricatura de dios.

Dejando de lado toda esa interpretación, tal como se fue plasmando a lo largo de generaciones, en la enseñanza de la iglesia, transmitida a través de catecismos y predicaciones, cabe otra lectura del hecho de la cruz más ajustada, tanto en el plano histórico como en el simbólico.

Históricamente, destacan dos elementos: por un lado, la cruz fue la condena injustificable y cruel por parte del poder de turno contra un hombre inocente que, por diferentes motivos, les resultaba molesto y del que querían deshacerse a toda costa; por otro, pone de relieve la lucidez y coherencia de ese hombre (Jesús), viviendo la fidelidad a sí mismo por encima incluso del apego a su propia vida.

Simbólicamente, la cruz traslada un doble significado: por una parte, su propia forma -vertical y horizontal- simboliza la unidad de lo alto, lo profundo y lo ancho, del cielo y de la tierra, de todo lo real; en ese sentido, la cruz es abrazo que expresa la unidad radical de todo lo que es; por otra, el crucificado simboliza a la persona sabia que deja “clavado” su propio ego –se ha desidentificado de él– y vive en la verdad –serena, gozosa y entregada– de lo que es.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Ni en carro de combate ni con aranceles, Jesús entra humildemente en Jerusalén

Domingo, 13 de abril de 2025

F0EB4B8C-CAEB-4BB9-B0F0-405FF670006BDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Domingo de Ramos

Con el domingo de Ramos comenzamos la Semana Santa.

        La escucha de la entrada de Jesús en Jerusalén y de la Pasión y muerte del Señor son ya homilía suficiente.

        Nada más que un subrayado a la Palabra.

02.- Humildad de Jesús.

        La vida y la historia van cambiando y podríamos decir que en cada momento la Semana Santa adquiere características y matices diversos. Quizás en estos momentos llama fuertemente la atención el contraste de la entrada de Jesús en Jerusalén con el prepotente contexto político y bélico que estamos viviendo.

        Jesús entra humildemente en Jerusalén. Humildad es una palabra que proviene del latín: humus, que significa tierra donde nace y crece vida, el barro del Génesis de donde brota la vida. Los seres humanos somos poco más que barro…

        La humilde entrada de Jesús en un asno choca frontalmente con la actitud de líderes políticos y parte de los pueblos que se muestran prepotentes con grandezas patrióticas y entran en el templo de la historia en carros de combate, drones, misiles, aranceles y poder.

        ¿Rearmando Europa se constituirá en una comunidad más fraterna?

        ¿Y si cambiáramos la prepotencia por la humildad, las armas por la paz, el racismo por la igualdad?

        Soñemos con lo que anunciaba el profeta Isaías:

De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas.

No alzará la espada pueblo contra pueblo,

no se adiestrarán para la guerra.

(Isaías 2,2-5)

03.- “Hoy” estarás conmigo en el paraíso

        Lo último que hace Jesús es lo que ha hecho durante toda su vida: perdonar: hoy estarás conmigo en el paraíso.

        Es el “hoy” de San Lucas: “Hoy”:

        Hoy os ha nacido el salvador, (Lc 2)

        Hoy se cumple la Escritura. (Lc 4)

        Hoy ha entrado la salvación en tu casa, Zaqueo, (Lc 19).

        Hoy estarás conmigo en el paraíso.

        Hoy, no mañana, “hoy”, estamos ya perdonados y salvados.

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“Llega un rey de Paz”, por Consuelo Vélez

Domingo, 13 de abril de 2025

De su blog Fe y Vida:

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Domingo de Ramos (13-04-2025)

(Nota aclaratoria: En la eucaristía de este día se lee toda la pasión del Señor Jesús (Lucas 22, 14-23,56) pero para este comentario nos detendremos en la entrada de Jesús a Jerusalén)

Para Lucas Jesús es “el profeta”, con lo cual todo se organiza para ir cumpliendo lo anunciado

Jesús realiza un “signo profético”, un signo contracultural al entrar en un asno. Este animal es signo de paz, al contrario del caballo que es signo de guerra

La entrada “triunfante” de Jesús a Jerusalén, pronto tomará el rumbo de la pasión que celebraremos en los días que siguen

De nuestra fidelidad, dependerá que sea Dios quien tenga la última palabra, como la tendrá con la resurrección de su Hijo después de su pasión

Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:

Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: “¿Por qué lo desatan?”, respondan: “El Señor lo necesita”.

Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron:

– “¿Por qué lo desatan?”.

Y ellos respondieron:

– “El Señor lo necesita”.

Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían:

– “¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!”.

Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron:

– “Maestro, reprende a tus discípulos”.

Pero él respondió:

“Les aseguro que, si ellos callan, gritarán las piedras”

(lc 19, 28-40).

En este comienzo de la Semana Mayor, se lee el relato de la pasión, condensando en este día, lo que va a sucederle a Jesús como consecuencia de su predicación. Precisamente, este relato nos sitúa, por una parte, en la llegada de Jesús a Jerusalén y, por otra, en el éxito que su misión iba teniendo entre los suyos, incluso para proclamarlo rey, con lo cual, es comprensible, que la persecución que también se estaba gestando, se acelere y prefieran llevarla a cabo para liberarse, de una vez por todas, de este personaje que va consiguiendo más seguidores.

Cabe anotar que todo el evangelio de Lucas se estructura con la subida de Jesús a Jerusalén, allí donde matan a los profetas (“no conviene que un profeta perezca fuera de Jerusalén” Lc 13, 33), y para Lucas Jesús es “el profeta”, con lo cual todo se organiza para ir cumpliendo lo anunciado.

Llama la atención que Jesús va a entrar en un asno, contrastando con esto la entrada de los reyes de los imperios, quienes entrarían en un “caballo”. El asno es señal de paz mientras que, el caballo, es señal de guerra. En otras palabras, Jesús realiza un “signo profético, un signo contracultural para lo que sería habitual en su tiempo y responde de esa manera al rey esperado por Israel: “Exulta sin freno, hija de Sion, grita de alegría, hija de Jerusalén. He aquí que viene a ti tu rey (…) Él suprimirá (…) los caballos de Jerusalén, será suprimido el arco de combate y él proclamará la paz a las naciones” (Zac 9, 9-10).

Por otra parte, el hecho de que Jesús mande a sus discípulos por el asno y les diga que si les preguntan porqué lo desatan, respondan que “el Señor lo necesita”, significa la autoridad con la que Jesús habla, autoridad que comienza a ser reconocida por muchos.

En el evangelio de Lucas a Jesús no lo saludan con ramos sino extendiendo sus mantos sobre el camino (los otros evangelistas si se refieren a ramos). Además, lo reciben llenos de alegría y alabando a Dios. De esa manera se manifiesta el reconocimiento que sus discípulos están haciendo de sus obras porque, en verdad, con sus actitudes y sus milagros, Jesús está haciendo presente la salvación esperada. Pero en esta misma entrada se presentan los fariseos -será la última vez que aparezcan en el evangelio de Lucas- diciéndole a Jesús que mande callar a sus discípulos. Jesús responde con la misma autoridad que había manifestado antes: “si ellos callan, gritarán las piedras”, es decir, el reconocimiento que están haciendo no es por la benevolencia de los suyos sino porque efectivamente la salvación va llegando con Él.

Sin embargo, esta entrada “triunfante” como muchas veces se dice, pronto tomará el rumbo de la pasión que celebraremos en los días que siguen. Efectivamente, el bien y la bondad dan frutos, pero las fuerzas del anti reino se empeñan en acallarlos y, en ocasiones, lo logran. Jesús tendrá que pasar por la cruz, pero no desistirá de su fidelidad. Recordemos que en el pasaje de las tentaciones el diablo le ofreció sus reinos para darle poder sobre ellos. Jesús no quiere ese reinado y, por eso, afronta la cruz, con la confianza puesta en el Rey del cielo, es decir, en el Dios bondad y bien para la humanidad.

Reconozcamos hoy, también nosotros, a este Rey de paz que se hace presente en muchos hechos de nuestra realidad, sabiendo que el mal siempre está acechando y, de nuestra fidelidad, dependerá que sea Dios quien tenga la última palabra, como la tendrá con la resurrección de su Hijo después de su pasión.

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“La medida del amor”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Domingo, 13 de abril de 2025

unnamedDe su blog Kristau Alternatiba (Alternativa Cristiana).

Comentario a la lectura evangélica (Lucas 22, 14-23, 56) de la Misa del Domingo de Ramos

La medida del Amor

Dios no es quien envía desgracias. No es un amo que castra e impide volar. No es un déspota que mantiene quieto y callado o castiga. No es quien esgrime la Ley y espera para ejecutar la lapidación.

No es el que detiene las guerras, después de que nosotros las hayamos empezado, pensando -con ternura- que sus criaturas pueden arreglárselas solas.

No es el Dios de Jesús. No es mi Dios.

Hace falta desierto y verdad, hambre de sentido y de Palabra para poder rendirse a la evidencia de Dios.

Un Dios que deja crecer a sus hijos, que todo lo ha hecho bien y hace llover sobre justos e injustos: un Dios que, como un Padre, otea el horizonte y acoge con dignidad al hijo que le quería muerto, y sale a explicar sus razones al otro hijo ofendido; un Dios que, el único justo, podría condenarme y no lo hace, pidiéndome que salga de la mediocridad del pecado, de la falsa libertad.

Estamos al final del desierto: ahora vemos el Gólgota en el horizonte.

El promontorio desde el que se eleva la ternura infinita de Dios.

El escenario del que pende la medida de su amor sin medida.

Comienza la gran semana, la más grande, la más importante, la más profunda.

La semana llena de asombro y de sangre, de amor y de emoción. Comienza la Semana Santa.

¡Hosanna!

Jesús entra triunfante en Jerusalén. El pueblo aplaude, agita en alto ramas arrancadas de las palmeras y los olivos, extiende sus mantos al paso del Rabí de Galilea. Pequeña gloria antes del desastre, frágil reconocimiento antes del delirio.

Jesús sabe, siente, conoce lo que está a punto de suceder.

El juicio del hombre es demasiado inestable, su fe demasiado vaga, su voluntad demasiado errante.

Pero, ¿a quién le importa?

Sonríe, ahora, el Nazareno y escucha las alabanzas que se le dirigen y que Él dirige al Padre.

Mesías impotente y manso, enérgico y tierno, cansado y resuelto.

No entra en Jerusalén montado en un caballo blanco, no tiene soldados a su lado que le escolten y protejan, ningún estandarte le precede, ninguna autoridad le recibe: entra en la ciudad montado en un burro desarmado, recordándonos, hartos de protagonismo, que el poder sólo es tal si no se toma demasiado en serio a sí mismo, que la gloria de los hombres es inútil y breve.

Que el poder es servir. Que el poder es amar liberando.

Ese poder es pacificar.

Y en este año airado, egoísta, penoso, atravesado por mil tensiones y violencias, ante el resurgir de las tinieblas y las sombras, Dios sigue señalando ese gesto suyo absurdo, burlón, ingenuo y asombroso como profecía de paz.

Hosanna, hijo de David, Hosanna nuestro increíble Dios, nuestro magnífico Rey.

Hosanna de tus hijos pobres e ilusos, heridos y mendigos,

Hosanna rey de los pobres, protector de los fracasados, ¡Hosanna!

Eleva a ti el grito de alabanza tu Iglesia, santa y pecadora, reconoce en ti la única razón de vivir, la única búsqueda, el único anuncio, Hosanna, maestro amado.

Hosanna, maestro nuestro.

La pasión

Lucas relata su pasión, dejando traslucir todo el bien que ha recibido de Cristo.

Ama al Dios de Jesús, ama al Señor que ha conocido a través de las vibrantes palabras de Pablo. Y relata las últimas horas de la batalla, relata el choque titánico entre el Dios rechazado y las tinieblas inminentes que sugieren (¿con razón?) a Jesús abandonar al hombre a su suerte. La batalla, la agonía se concentra, en Lucas, en la sangrante oración de Getsemaní.

¿Comprenderán los hombres? ¿O incluso ese gesto pasará desapercibido e inútil como tantos otros?

Una cosa es predicar y curar, y otra morir, desnudo, colgado de la cruz.

Jesús elige: consciente, dramática, dolorosamente.

Llegará hasta el final, se sumergirá en la voluntad de los hombres (de muerte), esperando que descubran la voluntad de Dios (de entrega).

Acepta morir el Nazareno, el Hijo de Dios, para que nadie pueda decir que lo que anuncia es fantasía o delirio. Acepta esa última prueba, querida por los hombres, ciertamente no por el Padre, para manifestar definitivamente el verdadero rostro del Padre, un Padre/Madre lleno de misericordia.

Un Dios en el que cree hasta el punto de preferir la muerte al rechazo.

Después, todo se convierte en un milagro.

La oreja del siervo es reimplantada, Pilato y Herodes se hacen amigos, Pedro llora su traición, Jesús es reconocido como «justo» por el procurador pagano, las mujeres son consoladas y estremecidas, el ladrón colgado en la cruz perdonado, y la multitud se va a casa golpeándose el pecho.

La muerte de Dios está llena de dulzura inesperada.

Amor amado

Así eres amado, hermano; así eres acogida, hermana.

Sé amado, ha repetido estos años de ministerio público. Meditando sobre la pasión, también nosotros quedamos asombrados, consternados. Asistimos al espectáculo de la muerte de Dios, del don total de sí mismo.

He aquí a Dios: cuelga de la cruz, muerto de amor.

Dios muere de amor.

Libre. Liberador.

Muere sin carga. Muere ligero. Transfigurado, por fin.

No para suscitar culpas (aunque la traición siga siendo horrible), sino para conmover el mar de hielo que habita en nosotros.

Estad ahí, hermanos, haced como dice Lucas: asistamos al espectáculo de la muerte de un Dios moribundo. Un espectáculo que excava conciencias, que abre corazones, que deja sin aliento.

Cuando acogemos el dolor y nos confiamos a él, cuando, a pesar de la violencia, nos hacemos capaces de perdón y de entrega, incluso nuestras vidas producen milagros inesperados, maravillas y conversiones, sin que nos demos cuenta.

Sintámonos amados.

Ahora sabemos cuánto. Sabemos cuál es la medida de este amor.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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“El cartel de Semana Santa de Sevilla 2024”, por Carlos Osma

Sábado, 30 de marzo de 2024
Comentarios desactivados en “El cartel de Semana Santa de Sevilla 2024”, por Carlos Osma

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(Pincha sobre la imagen para agrandarla)

Ahora que esa miserable asociación de abogados en nada cristianos afirma haber conseguido que el cártel sea retirado (aunque no es verdad) y a las puertas de la Resurrección viene bien reflexionar con este texto del blog Homoprotestantes:

Sé que hay muchas razones para no escribir un artículo dando mi opinión sobre el cartel que ha creado el artista Salustiano García para la Semana Santa de Sevilla 2024. Pero sobre todo hay tres que, si fuera prudente, me obligarían a dejar de pulsar en este mismo instante las teclas del ordenador: desconozco por completo la obra de Salustiano, no tengo conocimientos de arte ni para realizar un análisis superficial del cartel, y por último, mi tradición protestante hace que me quede lejano todo eso de cofradías, hermandades, procesiones, imágenes, el paño del Cristo de la expiación, o las potencias del Cristo del Amor. Sin embargo, me tomo la libertad de hacerlo, porque como dijo el propio Salustiano en la presentación del cartel: «una obra no necesita ser explicada, debe hablar por sí misma», y a mí la obra de este artista me evoca varias cosas.

Para empezar, la mano de Jesús que aparece en el centro de la obra me recuerda la mano derecha del Pantocrátor, del dios todopoderoso que aparece impartiendo la bendición en las representaciones que sobre él hacían en el arte bizantino y románico. Sin embargo el Jesús de Salustiano es zurdo, su bendición no viene del lugar donde se espera, sino de un miembro que para la mayoría es inútil. Es la mano de un dios que se mostró impotente para salvar a Jesús de la muerte en la cruz, y que nos señala la herida del lado derecho del costado de Jesús donde un soldado —al servicio del poder político— clavó su lanza durante la crucifixión. Por eso, la mano izquierda de este Jesús también invita a alejarse de las bendiciones de los dioses todopoderosos, esos dioses que nunca bendicen a les crucificades. E insta a ponerse en guardia de los soldados que están a su servicio. No creo ser el único al que las bendiciones de los dioses todopoderosos no le han servido para mucho, más que para hacer más profundas las heridas que sus seguidores le han impartido. Esos que no entienden la obra de Salustiano, que se rasgan las vestiduras, que dicen que su Jesús es demasiado maricón para poder aparecer en un cartel de Semana Santa.

Por otra parte, aunque las heridas del costado y de su mano izquierda son mínimas —parecen casi curadas— no es menos cierto que siguen ahí. El Jesús resucitado de Salustiano, fue previamente crucificado. No se resucita de la vida, sino de la muerte. Pero creer hoy en la resurrección no es una cosa fácil. Cuenta el mismo Salustiano que el cartel refleja mucho de la experiencia que tuvo cuando a los doce años contempló el cuerpo de su hermano muerto transmitiéndole serenidad y dulzura. Y deduzco que muestra también el anhelo de resurrección, de volver a ver algún día a su hermano. Un anhelo que creo es universal, más allá de la fe o la falta de fe que profesemos, de si pensamos que es posible o simplemente es una forma de autoengañarnos: a todes nos gustaría volver a encontrarnos algún día con personas que amamos y que han fallecido. Y la mano del Jesús de Salustiano mostrando sus heridas, parece invitarnos, como hizo el Jesús del Cuarto Evangelio con su discípulo Tomás, a creer que la resurrección, que ese encuentro, es posible: «Bienaventurados los que no vieron y creyeron» (Jn 20,29). A la esperanza de que «la última palabra en la vida no la dirá la muerte, ni la violencia, ni el nihilismo, sino que quien cerrará la historia -la nuestra y la del mundo- será Dios y lo hará en la justicia y la misericordia» [1].

No sé si la obra de Salustiano es más reflejo de una fe inquebrantable ante la multitud de evidencias que indican que esa fe es una locura, o de esperanza a pesar de toda la desesperanza que hay hoy a nuestro alrededor. Probablemente contenga ambas, eso es lo que me transmiten las marcas de la crucifixión que parecen estar a punto de desaparecer. Es como si nos anunciaran que el milagro está a punto de consumarse, y que la esperanza se hará realidad al fin. En un mundo donde nos sentimos amenazados, desconcertados, incluso con cierta resignación ante las barbaries e injusticias de las que somos testigas cada día, el Jesús de Salustiano parece recordarnos que el final no lo decidirá nadie más que él. Cuesta creerlo y confiar en que así sea, cuesta integrarlo en nuestro día a día para promover la justicia a nuestro alrededor, quizás por eso el Jesús resucitado de Salustiano nos lanza, a quienes observamos el cartel, una mirada dulce pero firme. Una mirada penetrante de amor, de serenidad, pero no una mirada que infantiliza, sino que nos hace partícipes de su misión. La mirada de Jesús es la distancia más corta entre nosotros y el prójimo, porque en sus ojos también están reflejados.

Es evidente que el cuerpo de Jesús pintado por Salustiano no pretende recrear el de un hombre judío del siglo primero, no es la vía del hiperrealismo la que ha escogido para representar su obra, ni ha tratado de invitarnos a hacer un viaje al pasado para llevarnos ante el Jesús histórico, o incluso bíblico. Su modelo ha sido su hijo Horacio, en él ha encontrado la inspiración para tratar de transmitirnos su fe y su esperanza en un Jesús cuya resurrección muestra el amor de dios. Esa es una de las cosas más bellas que he encontrado en la obra, porque muestra la convicción de que lo cotidiano, lo que tenemos más cerca, puede ayudarnos a entender lo eterno. Que no es en la letra, ni en una perfecta teología, ni en ninguna ley donde aprenderemos cómo es el amor de dios, sino que es en el amar y en el sentirnos amados donde se nos abren los ojos para vislumbrar, de forma imperfecta, a ese dios que nos llama a la fe y a la esperanza en la resurrección. Porque la muerte no es un regalo, no es el propósito de dios, sino que la vida es su regalo. Esa esperanza es la que celebramos les cristianes en Semana Santa, y agradezco a Salustiano que con su cartel, nos lo haya recordado.

Carlos Osma

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NOTAS:

[1] Enric Capó, Per què i per a què sóc cristià, Madrid: Fundación Federico Fliedner 2011, p. 67.

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