Y si en nuestro camino
se hace presente la ternura,
la solidaridad,
la acogida,
la gracia,
la curación anhelada…
lo primero, aunque no esté prescrito, dar gloria a Dios.
Y cuando lo que acontece
rompe las líneas rojas
que nos encierran y marginan,
las barreras que nos separan,
las leyes que nos discriminan,
los títulos, privilegios y castas…
lo primero, aunque no esté prescrito, dar gloria a Dios.
Y cuando lo que Tú nos ofreces
nos devuelve la dignidad,
nos limpia de toda enfermedad,
nos introduce de nuevo en la sociedad,
nos libera de normas serviles
y alegra nuestro corazón…
lo primero, aunque no esté prescrito, dar gloria a Dios.
Y si nos encontramos
caminando hacia la felicidad ,
y empezamos a sentirla en el cuerpo,
y nuestros sueños se quedan pequeños
porque lo que sentimos y tenemos,
o lo que se nos ha dado gratis, los supera con creces…
lo primero, aunque no esté prescrito, dar gloria a Dios.
Y si los tópicos se mantienen
y nos consideran samaritanos,
o nos tratan como leprosos,
o nos discriminan por el género,
o nos clasifican como quieren,
o intentan que sigamos como dicen…
lo primero, tú sé libre, aunque no se estile,
y darás gloria a Dios como él quiere.
Comentarios desactivados en Francisco de Asís, vestido de Evangelio
En la fiesta del cristiano por excelencia, Francisco, el Poverello de Asís… Siguiendo su ejemplo, se nos invita a despojarnos de todo lo superfluo y revestirnos con la desnudez del Evangelio:
Francisco, hijo de un rico comerciante de Asís, nació en 1181 (o 1182). Disuadido de sus ideales de gloria caballeresca a raíz de las experiencias decisivas de su encuentro con los leprosos y de la oración ante el crucifijo en la iglesia de San Damián, Francisco abandonó su familia y comenzó una vida evangélica de penitencia. Con los numerosos compañeros que muy pronto se unieron a él, comprendió que estaba llamado a vivir el Evangelio sine glossa, como fraternidad de menores a ejemplo de Jesús y de sus discípulos. Al año siguiente a la aprobación de la Regla y vida de los hermanos menores en 1223 por el papa Honorio III, Francisco recibió los estigmas del Crucificado, sello de la conformidad con su único Señor y Maestro. Cuando murió, en 1226, Francisco era un hombre extenuado por la fatiga y por las enfermedades y, al mismo tiempo, un hombre reconciliado con el sufrimiento, consigo mismo y con toda criatura. Fue canonizado en 1228 y es patrono de Italia y de los ecologistas.
***
“Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte.
Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el Señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas.
Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor por la hermana Agua, la cual es muy humilde, preciosa y casta.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán.
Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. Ay de aquellos que mueran en pecado mortal. Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte segunda no les hará mal.
Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad…”
*
San Francisco de Asís. Cántico de las Criaturas
***
Su vida estuvo enteramente caracterizada -hasta el momento de la conversión- por la búsqueda de un modelo que pudiera educar y plasmar su natural propensión al canto.
Lo encontró de repente en el Señor Jesús, en la belleza de su vida narrada por el Evangelio y, en particular, en el luminoso canto nuevo de su muerte en la cruz.
Dejó que la pasión marcara cada uno de sus pasos y afinara de manera progresiva todas las fibras de su persona con la humanidad del Hijo de Dios, que se entregó por completo a sí mismo por nosotros.
Francisco oró así: «Te ruego, oh Señor, que la ardiente y dulce fuerza de tu amor arrebate mi mente de todas las cosas que hay bajo el cielo, para que muera yo de amor por tu amor, como tú te dignaste morir por amor a mi amor» (oración Absorbeat).
Su camino estuvo siempre acompañado por confirmaciones y consuelos. Su predicación y su ministerio tocaron el corazón de las personas y suscitaron decisiones de conversión y de reconciliación.
Su manera de seguir radicalmente al Señor se volvió, cada vez más, casa hospitalaria para otros muchos hermanos y hermanas, que encontraron en su itinerario personal una modalidad radical y actual de interpretar y vivir el Evangelio de la nueva estación histórica que avanzaba. Sin embargo, en el tiempo del monte Alverna, parece apagarse el canto fluente.
En esta estación encuentra Francisco la prueba más terrible: las fatigas originadas por un movimiento que se institucionaliza -que pierde en intensidad evangélica y llega incluso a dudar sobre la posibilidad de que sea integralmente practicable su estilo de vida- repercuten en su misma fe.
La pregunta sobre la verdad de sus intuiciones más profundas y la duda sobre el origen divino de su proyecto de vida resuenan en un silencio opresor en el que Dios no parece hablarle ya, a pesar de haberlo buscado con tanta tenacidad.
Francisco experimenta el abandono de Dios y se retira de los hermanos para no mostrar su semblante, que ha perdido la serenidad habitual. El canto nuevo, por consiguiente, no le fue dado en un momento de paz y consolación, sino en un momento en el que -como dice el salmista- «fallan los cimientos» (Sal 11,3) y todas las seguridades parecen hundidas
*
C. M. Martini – R. Cantalamessa, La cruz como raíz de la perfecta alegría,
Verbo Divino, Estella 2002, pp. 15-16).
Comentarios desactivados en “Serenidad inquieta”, por Gerardo Villar.
Sueño con la tranquilidad, con una Paz con mayúsculas. Pero no me es posible. Abrir el periódico o escuchar los medios de información, aterra. Hambre, sequía, guerra, muertes. Resulta terrible el conocer estas realidades. Somos unas pocas personas las que gozamos de medios para poder vivir dignamente. Y esas personas muchas veces con dificultades de enfermedad, discapacidad, cárcel, guerras, refugio… Somos unos privilegiados algunos miles de personas, mientras tanto, millones están en la miseria e incluso mueren de hambre.
¿Qué podemos hacer? Cada vez que oigo discursos, charlas en favor de la justicia y el bien, me quedo dolorido, porque veo que no arreglamos la realidad. El poder domina, los vulnerables de cualquier clase salen heridos y viven al margen de la vida.
Admiro y alabo la gran labor que realizan los misioneros y tantos voluntarios de todas las clases en la vida.
Hay un primer capítulo que abarca la justicia, las relaciones humanas ¿Cómo podemos conseguir que funcionen unas leyes justas entre personas, cómo se puede conseguir que haya justicia entre estados, personas, grupos, colectivos? ¿Cómo podemos llegar a las acciones concretas?
Me considero un privilegiado de la vida. Puedo vivir dignamente pero no veo eso en los alrededores del mundo.
Después de darle muchas vueltas, orar y sufrir la realidad, no se me ocurre sino la frase de San Francisco. Llenarme de realismo de humildad y decir sintiendo aquello «Luchemos por alcanzar la serenidad de aceptar las cosas inevitables, el valor de cambiar las cosas que podamos y la sabiduría para poder distinguir unas de otras».
Me fortalecen las palabras del Papa en el Ángelus de la Asunción: “La Virgen anuncia un cambio radical, una inversión de valores, serenidad en constante intento por transformar el mundo. Vivir en ascuas, en constante luchas por un mundo justo”.
Y mientras, una actitud constante de intento, de lucha por la justicia.
Comentarios desactivados en Pero también puedo ser discípulo.
Podría seguir así,
tirando más o menos como hasta ahora,
manteniendo el equilibrio prudentemente,
justificando mis opciones y decisiones,
diciendo sí aunque todo sea a medias… Pero también puedo ser… discípulo.
Más que nunca quiero ser dueño
de mis hechos, pasos y vida,
no renunciar a la libertad conseguida,
entregarme a los míos con cariño,
y tener esa serena paz del deber bien cumplido… Pero también puedo ser… discípulo.
Puedo cargar con mi cruz, quizá con la tuya;
también complicarme la vida
y complicársela a otros con osadía,
hablar de tu buena noticia
y sembrar nuevas utopías… Pero también puedo ser… discípulo.
Anhelo hacer proyectos,
proyectos vivos y sólidos
para un futuro más humano y solidario;
deseo trabajar, ser eficaz,
dar en el clavo y acertar… Pero también puedo ser… discípulo.
Soy capaz de pararme y deliberar,
escuchar, contrastar y discernir;
a veces, me refugio en lo sensato,
otras, lanzo las campanas al vuelo
y parece que rompo moldes y modelos… Pero también puedo ser… discípulo.
Puedo entretenerme en cosas buenas,
agradecer, día a día, mi tarea, mi suerte,
mis amigos, mis estudios,
mi vida sana y solvente;
puedo construir torres y puentes… Pero también puedo ser… discípulo.
No siempre acabo lo que emprendo;
otras arriesgo y no acierto,
o me detengo haciendo juegos de equilibrio;
me gusta dejar las puertas abiertas, por si acaso.
y la agenda con huecos… Pero también puedo ser… discípulo.
Sostenme, Por favor, con tu silencio con Tupresencia, Con tuausencia.
Salgo a combatir.
Tú sabes,
El buen combate.
Contra mí mismo.
Contra mi dependencia,
Contra lo que me encadena,
Contra lo que me oprime.
Salgo a combatir.
Para estar libre y disponible.
Eres tú quien me has dado la fuera
Para ir al combate.
Tú eres un amigo extraordinario.
No sé si esperas, Pero me gustaría poder decir: No volveré Hasta que haya ganado.
No sé si voy a ganar. No sé.
Eres tan fuerte, tú.
A pesar de tu juventud.
Eres tan fuerte,
¿Me esperarás
¿Me esperarás?
Tienes tantas otras cosas
Que vivir.
Sin embargo, lo haré.
Me voy al combate.
Es por ti,
Es por mí.
Es por mí.
Es por tu causa,
Porque eres un amigo exigente.
Y aunque estés ausente
Cuando vuelva,
Tu presencia tan tenue es un regalo precioso.
Z – 11 mayo 2016
Fuente Foto : Blake Griffin, jugador americano de basket-ball.
***
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
– “Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar.”
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.”
*
Lucas 14, 25-33
***
Jerusalén es para mí el lugar más bello y más querido del mundo. En Jerusalén está la capilla del Calvario, en la basílica del Santo Sepulcro. Algunos de vosotros ya habéis estado en ella, otros iréis ciertamente, antes o después. Subiendo una serie de escalones, se llega a una capilla donde hay un pequeño altar reservado a los monjes griegos, y allí podemos detenernos a orar. Bajo el altar se ve un orificio que pretende recordar el lugar donde fue clavado el leño de la cruz de Jesús. Delante, una gran tabla pictórica bizantina: Jesús en la Cruz, la Virgen María, el evangelista Juan, María Magdalena. He pasado en esa pequeña capilla muchísimas horas de mi vida y no me he cansado nunca de permanecer mucho tiempo, en oración silenciosa, sin conseguir decir nada especial. Estaba allí, y sentía que estaba en el centro del mundo, comprendí que el mundo se manifestaba en su verdad sólo si era mirado desde arriba de la cruz y con la mirada de Jesús.
Todavía ahora continúo con esta oración fundamental que es la contemplación de la cruz como significado y clave de toda la historia humana. No hay persona, no hay acontecimiento humano que no tenga su punto de referencia en la escucha contemplativa del mensaje de la cruz. Por consiguiente, le pido a Jesús esta gracia para cada uno de vosotros: que podáis contemplar, cada vez más, la luz que se desprende de su cruz, para referir a ella todas las realidades de vuestra vida y todas las realidades de la historia.
*
Carlo María Martini, Tú me sondeas y me conoces,
Editorial Verbo Divino 1995.
Con tantos perfiles y currículos
para hacernos presentes,
lo antes posible,
en los mercados de trabajo,
en los medios y las redes…
Con tantos instrumentos novedosos
para conectarnos al instante,
hablarnos,
exponernos
y conocernos…
Con tantas carpetas repletas
de álbumes de fotos,
instantáneas,
mensajes
y diálogos sobre todo…
Pendientes en todo momento
del móvil y la tablet,
de facebook
de internet,
de instagram y del whatsapp…
Resulta que llegamos a tu casa,
te llamamos…
y nos quedamos descolocados,
porque tú estás -a pesar de nuestras dudas-,
pero no nos conoces…
Insistimos que te hemos visto,
que hemos comido y bebido contigo,
que hemos seguido tus pasos,
que te conocemos desde hace tiempo…
pero tú no nos conoces.
¡Qué chasco!
¡Qué desastre!
Y eso que ya nos lo habías dicho
cómo ibas a reconocernos
si llegábamos tarde o de noche.
Comentarios desactivados en La puerta estrecha: Gracia cara vs. Gracia barata…
En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.
Uno le preguntó:
– “Señor, ¿serán pocos los que se salven?”
Jesús les dijo:
– “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”; y él os replicará: “No sé quiénes sois.”
Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas.”
Pero él os replicará: “No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados.”
Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.”
*
Lucas 13, 22-30
***
La gracia barata es el enemigo mortal de nuestra Iglesia. Hoy combatimos en favor de la gracia cara
La gracia barata es la gracia considerada como una mercancía que hay que liquidar, es el perdón malbaratado, el consuelo malbaratado, el sacramento malbaratado, es la gracia como almacén inagotable de la Iglesia, de donde la toman unas manos inconsideradas para distribuirla sin vacilación ni límites; es la gracia sin precio, que no cuesta nada.
Porque se dice que, según la naturaleza misma de la gracia, la factura ha sido pagada de antemano para todos los tiempos. Gracias a que esta factura ya ha sido pagada podemos tenerlo todo gratis. Los gastos cubiertos son infinitamente grandes y, por consiguiente, las posibilidades de utilización y de dilapidación son también infinitamente grandes. Por otra parte, ¿qué sería una gracia que no fuese gracia barata?
La gracia barata es la gracia como doctrina, como principio, como sistema, es el perdón de los pecados considerado como una verdad universal, es el amor de Dios interpretado como idea cristiana de Dios. Quien la afirma posee ya el perdón de sus pecados.
La Iglesia de esta doctrina de la gracia participa ya de esta gracia por su misma doctrina. En esta Iglesia, el mundo encuentra un velo barato para cubrir sus pecados, de los que no se arrepiente y de los que no desea liberarse. Por esto, la gracia barata es la negación de la palabra viva de Dios, es la negación de la encamación del Verbo de Dios.
La gracia barata es la justificación del pecado y no del pecador.
Puesto que la gracia lo hace todo por sí sola, las cosas deben quedar como antes. «Todas nuestras obras son vanas». El mundo sigue siendo mundo y nosotros seguimos siendo pecadores «incluso cuando llevamos la vida mejor». Que el cristiano viva, pues, como el mundo, que se asemeje en todo a él y que no procure, bajo pena de caer en la herejía del iluminismo, llevar bajo la gracia una vida diferente de la que se lleva bajo el pecado. Que se guarde de enfurecerse contra la gracia, de burlarse de la gracia inmensa, barata, y de reintroducir la esclavitud a la letra intentando vivir en obediencia a los mandamientos de Jesucristo. El mundo está justificado por gracia; por eso -a causa de la seriedad de esta gracia, para no poner resistencia a esta gracia irreemplazable- el cristiano debe vivir como el resto del mundo.
Le gustaría hacer algo extraordinario; no hacerlo, sino verse obligado a vivir mundanamente, es sin duda para él la renuncia más dolorosa. Sin embargo, tiene que llevar a cabo esta renuncia, negarse a sí mismo, no distinguirse del mundo en su modo de vida.
Debe dejar que la gracia sea realmente gracia, a fin de no destruir la fe que tiene el mundo en esta gracia barata.
Pero en su mundanidad, en esta renuncia necesaria que debe aceptar por amor al mundo -o mejor, por amor a la gracia- el cristiano debe estar tranquilo y seguro (securus) en la posesión de esta gracia que lo hace todo por sí sola. El cristiano no tiene que seguir a Jesucristo; le basta con consolarse en esta gracia. Esta es la gracia barata como justificación del pecado, pero no del pecador arrepentido, del pecador que abandona su pecado y se convierte; no es el perdón de los pecados el que nos separa del pecado. La gracia barata es la gracia que tenemos por nosotros mismos.
La gracia barata es la predicación del perdón sin arrepentimiento, el bautismo sin disciplina eclesiástica, la eucaristía sin confesión de los pecados, la absolución sin confesión personal. La gracia barata es la gracia sin seguimiento de Cristo, la gracia sin cruz, la gracia sin Jesucristo vivo y encarnado.
La gracia cara
La gracia cara es el tesoro oculto en el campo por el que el hombre vende todo lo que tiene; es la perla preciosa por la que el mercader entrega todos sus bienes; es el reino de Cristo por el que el hombre se arranca el ojo que le escandaliza; es la llamada de Jesucristo que hace que el discípulo abandone sus redes y le siga.
La gracia cara es el Evangelio que siempre hemos de buscar, son los dones que hemos de pedir, es la puerta a la que se llama. Es cara porque llama al seguimiento, es gracia porque llama al seguimiento de Jesucristo; es cara porque le cuesta al hombre la vida, es gracia porque le regala la vida; es cara porque condena el pecado, es gracia porque justifica al pecador. Sobre todo, la gracia es cara porque ha costado cara a Dios, porque le ha costado la vida de su Hijo -«habéis sido adquiridos a gran precio»– y porque lo que ha costado caro a Dios no puede resultamos barato a nosotros. Es gracia, sobre todo, porque Dios no ha considerado a su Hijo demasiado caro con tal de devolvernos la vida, entregándolo por nosotros. La gracia cara es la encarnación de Dios.
La gracia cara es la gracia como santuario de Dios que hay que proteger del mundo, que no puede ser entregado a los perros; por tanto, es la gracia como palabra viva, palabra de Dios que él mismo pronuncia cuando le agrada. Esta palabra llega a nosotros en la forma de una llamada misericordiosa a seguir a Jesús, se presenta al espíritu angustiado y al corazón abatido como una palabra de perdón.
La gracia es cara porque obliga al hombre a someterse al yugo del seguimiento de Jesucristo, pero es una gracia el que Jesús diga: «Mi yugo es suave y mi carga ligera».
Comentarios desactivados en “Seguidora fiel de Jesús”. Asunción de María – C (Lucas 1,39-56)
Santa María del Coro, San Sebastián
Los evangelistas presentan a la Virgen con rasgos que pueden reavivar nuestra devoción a María, la Madre de Jesús. Su visión nos ayuda a amarla, meditarla, imitarla, rezarla y confiar en ella con espíritu nuevo y más evangélico.
María es la gran creyente. La primera seguidora de Jesús. La mujer que sabe meditar en su corazón los hechos y las palabras de su Hijo. La profetisa que canta al Dios, salvador de los pobres, anunciado por él. La madre fiel que permanece junto a su Hijo perseguido, condenado y ejecutado en la cruz. Testigo de Cristo resucitado, que acoge junto a los discípulos al Espíritu que acompañará siempre a la Iglesia de Jesús.
Lucas, por su parte, nos invita a hacer nuestro el canto de María, para dejarnos guiar por su espíritu hacia Jesús, pues en el «Magníficat» brilla en todo su esplendor la fe de María y su identificación maternal con su Hijo Jesús.
María comienza proclamando la grandeza de Dios: «mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava». María es feliz porque Dios ha puesto su mirada en su pequeñez. Así es Dios con los sencillos. María lo canta con el mismo gozo con que bendice Jesús al Padre, porque se oculta a «sabios y entendidos» y se revela a «los sencillos». La fe de María en el Dios de los pequeños nos hace sintonizar con Jesús.
María proclama al Dios «Poderoso» porque «su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». Dios pone su poder al servicio de la compasión. Su misericordia acompaña a todas las generaciones. Lo mismo predica Jesús: Dios es misericordioso con todos. Por eso dice a sus discípulos de todos los tiempos: «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Desde su corazón de madre, María capta como nadie la ternura de Dios Padre y Madre, y nos introduce en el núcleo del mensaje de Jesús: Dios es amor compasivo.
María proclama también al Dios de los pobres porque «derriba del trono a los poderosos» y los deja sin poder para seguir oprimiendo; por el contrario, «enaltece a los humildes» para que recobren su dignidad. A los ricos les reclama lo robado a los pobres y «los despide vacíos»; por el contrario, a los hambrientos «los colma de bienes» para que disfruten de una vida más humana. Lo mismo gritaba Jesús: «los últimos serán los primeros». María nos lleva a acoger la Buena Noticia de Jesús: Dios es de los pobres.
María nos enseña como nadie a seguir a Jesús, anunciando al Dios de la compasión, trabajando por un mundo más fraterno y confiando en el Padre de los pequeños.
Comentarios desactivados en 15.8.22. Asunción de María, Revelación del Espíritu Santo (Balthasar, Boff, Pikaza)
Del blog de Xabier Pikaza:
La tradición ortodoxa y católica ha entendido la Asunción de la Madre de Jesús desde una perspectiva de Pentecostés, de forma que ella aparece como revelación y presencia del Espíritu Santo (imagen 1-2).Así lo ha mostrado Amato (N. Diccionario de Mariología, Paoline, Roma 1986 (= Diccionario de Mariología, San Pablo, Madrid 1988, 82018, 693-717).
Tras una larga reflexión bíblica, histórica y teológica, el Card. A. Amato ha condensado en esa línea el pensamiento de tres pensadores significativos: H.von Balthasar, L. Boff y X. Pikaza (pags. 707-716 (Notas y aparato crítico en edición escrita).
| X Pikaza Ibarrondo
H.U. VON BALTHASAR. MARIOLOGÍA PERSONALISTA
En una obra compleja y poco sistemática como la de H. Urs Von Balthasar, ¿qué puesto ocupan el Espíritu Santo y María? Nuestro autor no ha escrito ensayos específicos sobre María y su relación con el Espíritu Santo. El se sitúa en la línea de la aproximación intuitiva y estética a la realidad del cristianismo. En tal contexto se puede decir que el Espíritu Santo y María ocupan un lugar discreto y eficaz: el Espíritu y María están íntimamente asociados al misterio central de la kenosis del Verbo.
El Espíritu, para Von Balthasar, es ante todo ese “desconocido que está más allá del Verbo”. Siguiendo a Mühlen, habla sin dudarlo del “rostro anónimo” de este Espíritu y de su última soledad. Este Espíritu, en cuanto nosotros del Padre y del Hijo, no posee siquiera un nombre propio. Sin embargo, es a este Espíritu a quien se atribuye la obra de la glorificación del Padre y la obra de la recapitulación de toda la historia, del hombre y del mundo en la persona de Cristo-pleroma, tanto que el Espíritu está en el centro de las diversas ramificaciones de la teología dogmática. En la antropología cristiana el Espíritu es la fuerza misteriosa que penetra en el corazón del hombre, lo transforma y lo redime.
En la eclesiología es el Espíritu de unidad entre iglesia jerárquica petrina e iglesia del amor. En la teología de la historia es el Espíritu el que promueve el progreso espiritual del hombre y del cosmos hacia el reino de Dios.
En relación con estas afirmaciones se pueden sistematizar también las que se refieren a María. En su visión cristiana del hombre, nuestro autor afirma que a través del fiat de María, pronunciado en nombre de toda la humanidad, se establece una relación inviolable entre Dios y la humanidad y se realiza el paso definitivo de la antigua a la nueva alianza.
En la visión teológica de la iglesia, el puesto privilegiado de María y su actitud fundamental de disponibilidad comportan una especie de eclesialización de su conciencia personal. Es la transformación de lo mío personal en mío eclesial —una especie de alma eclesiástica, de la que hablan Orígenes y Ambrosio—; esto es, el empeño de poner lo mejor que tenemos al servicio de la iglesia y de su misión. En el contexto eclesiológico esta actitud fundamental recibirá el nombre de “principio mariano”, que es el factor de “feminidad cristiana”, por medio de la cual toda la iglesia, en tanto que esposa fiel de Cristo, es totalmente receptividad y disponibilidad a la palabra.
En la teología de la historia, finalmente, esta toma de conciencia concerniente a la dimensión mariana de la existencia cristiana y de la iglesia alcanza su vértice cuando Von Balthasar presenta la relación misteriosa entre la obediencia del Hijo a la voluntad del Padre y la sumisión de María al Espíritu como el verdadero centro teológico de la historia del mundo y de la humanidad y como el lugar de integración de todo acto de obediencia cristiana ulterior en el sacrificio único de Cristo.
María ocupa un puesto primario en el ámbito de la constelación histórica de Jesús, y mantendrá este puesto a lo largo de todo el camino histórico de la iglesia. María, para Von Balthasar, es un elemento objetivo esencial de la historia de la salvación. Por eso, su mariología está siempre situada en sentido eclesiológico y cristológico. Particularmente original —y fecundo desde un punto de vista ecuménico— es un aspecto de la mariología de Von Balthasar: su reflexión sobre el papel de María en el interior del misterio de nuestra integración en el Amor trinitario. Afirma que el hombre no ha sido creado únicamente para su felicidad, sino para glorificación del Dios de la gracia y del amor. Por eso el quehacer primero de la teología es la percepción y la acogida en la fe de este amor de Dios, soberanamente libre, que manifiesta su gloria. Ahora bien, este misterio de la glorificación del Dios trinitario es obra del Espíritu.
La presencia del Espíritu en el hombre y en el mundo, que constituye nuestra justificación en Cristo, no es una simple imputación exterior, sino una verdadera revelación del hombre al hombre. Aquí se injerta, en la teología de la integración, la doctrina católica de María y de la iglesia, que da a esta teología una calidad humana incomparable. La victoria de Cristo sobre la muerte en tanto se hace una victoria para nosotros en cuanto que de nuestra parte ponemos una medida espiritual y humana que acoge y asume esta imposible posibilidad de justificación de la humanidad entera.
Esta medida o logro perfecto es la persona de María: esta mujer acoge nuestra salvación en una respuesta perfecta a la palabra divina, que toma su carne para hacer penetrar la gracia en la humanidad y en el mundo. María se convierte así en el anillo necesario para que se pueda realizar la obra del Espíritu. Pero María no se pone jamás en el puesto del Espíritu, que es siempre anterior a la creación del mundo y a la formación del pueblo del cual surge María, como madre de Dios y de la iglesia. El hecho fundamental de la mariologia de Von Balthasar es la asociación de María al pro nobis del sacrificio único de Cristo y a la obra universalizante e interiorizante del Espíritu.
De modo que el verdadero centro de gravedad de su teología, y sobre todo de su soteriología y eclesiología, no es otro que este acto de obediencia de la virgen María, mediante el cual la iglesia y la humanidad entera son inmersas en lo más profundo del misterio de Dios, que es Amor trinitario. A través del fíat de María se realiza el paso de la Trinidad intradivina a la económica de la salvación, y se establece de manera definitiva la relación inviolable entre Dios y la humanidad.
En esta mariología se va más allá de un puro planteamiento moral, y sobre todo se supera una cierta tendencia funcional de la mariología tradicional. Se apunta, en cambio, a la valoración de una mariología personal, en la que María, como persona, es colocada en su justo puesto en la constelación histórica de Jesús, como persona de la obediencia amante y del amor obediente, que da el sentido último a toda existencia cristiana. Adoptando esta actitud fundamental, la iglesia llega a ser una iglesia estructurada marialmente, y el cristiano entra en el orden de la disponibilidad, del servicio, de la humildad y de la gratuidad, características todas del Espíritu soberanamente libre de Cristo resucitado.
a) El redescubrimiento de lo femenino. Es indudable que nuestra época está marcada por el redescubrimiento de lo femenino. Hasta el documento de Puebla contiene la afirmación “María es mujer” (n. 299), completada por otra afirmación verdaderamente innovadora: “Desde los orígenes —en su aparición y advocación de Guadalupe— María constituyó el gran signo, de rostro maternal y misericordioso, de la cercanía del Padre y de Cristo, con quienes ella nos invita a entrar en comunión” (n. 282). Esta premisa nos puede servir de introducción para la comprensión del libro de Boff sobre el rostro materno de Dios,dedicado todo él a descifrar y a afirmar el ser de la mujer hoy día.
En la sociedad contemporánea y a nivel mundial —afirma el teólogo brasileño– existe un gran cambio histórico, señalado por el paso de una sociedad sustancialmente patriarcal, fundada sobre el predominio del varón y de la racionalidad, a una sociedad centrada sobre la persona humana en cuanto tal, y sobre el equilibrio de sus componentes masculinos y femeninos, constituidos por la racionalidad y la objetividad, así como por la intuición y la subjetividad. Se está pasando, en resumen, de una sociedad del lógos a una sociedad de la sophía.
Comentarios desactivados en A Jesús de Nazaret le siguen discípulos y discípulas
A propósito de Lc 10,38-42*
José Rafael Ruz Villamil
Yucatán (México).
ECLESALIA, 22/07/22.- En torno a Jesús de Nazaret como predicador carismático itinerante —dejando claro, una vez más, que por carismático hay que entender a quien ejerce “autoridad sin basarse en instituciones y funciones previas” al margen de lo establecido y sancionado por el consenso de un colectivo dado (cf. G. Theissen, El movimiento de Jesús, Salamanca 2005)— se va generando una especie de red concéntrica de discípulos en la que, siendo Jesús el carismático primario, los carismáticos secundarios resultan los discípulos que lo acompañan, y los carismáticos terciarios vienen a ser los discípulos que, manteniendo la estabilidad en sus casas, funcionan como soporte, en sentido estricto, de los itinerantes en cuanto brindan a éstos últimos la logística y el apoyo financiero necesarios para el trabajo de la predicación.
Dado lo anterior, la escena que recrea el texto en cuestión remite a una casa, la de Marta y María —y Lázaro: cf. Jn 11,1-44—, donde el Maestro, junto con algunos de los suyos, suele alojarse en busca del reposo necesario para continuar, después, la predicación itinerante del Reino de Dios. Así, la llegada de Jesús con los suyos pone a funcionar las actividades de la hospitalidad que, si ya tratándose de un solo huésped resultan complejas, en el caso de un grupo de predicadores cansados y hambrientos acaban siendo harto complicadas, recayendo de manera natural el peso de los quehaceres en las mujeres de la casa y de los sirvientes, si los hay.
“En las antiguas sociedades mediterráneas, los hombres y las mujeres estaban rigurosamente divididos por espacios, roles y expectativas. Sus mundos estaban más separados que cualquier cosa que conozcamos en nuestra sociedad moderna” (así B. J. Malina, R. L. Rohrbaugh, Los evangelios sinópicos y la cultura mediterránea del siglo I, Estella 1996). Y dentro de esta división de roles y espacios, el mundo privado del hogar familiar es el ámbito natural de las mujeres con, además, fronteras inviolables que todos los miembros del grupo respetan. Así, las mujeres se responsabilizan de la crianza y el cuidado de los niños, del vestido de la familia, de la distribución de los alimentos, y más. En el caso del ejercicio de la hospitalidad, como sugiere el texto, las mujeres se habrían de ocupar de disponer de todo cuanto implica recibir a un huésped particularmente bienvenido, esto es, no sólo una mesa bien servida sino también un lecho confortable: de hecho, el tiempo verbal que el texto griego usa para decir que Marta “recibió” a Jesús, sugiere una estancia relativamente prolongada durante la cual, y según lo que muy probablemente resultaba una costumbre muy propia de él, se pone a enseñar transformando el hogar de las hermanas en un espacio teológico de encuentro con el Padre y su Reino.
Si se añade que el rol femenino de entonces supone, también, como virtud honorable el silencio en relación con los varones hasta tal punto que una mujer solamente se comunica con los hombres en los momentos de la comida y, en el caso de su marido, en el lecho conyugal. La actitud de estas hermanas en relación con Jesús no sólo resulta inédita sino escandalosa: tanto el reproche abierto de Marta, como la decisión de María en relación con el Maestro rompen los esquemas que sustentan el rol de la mujer en una como continuidad de la ruptura de roles tradicionales que Jesús mismo practica y propone como una necesidad absoluta para sacar adelante la causa del Reino de Dios, en confrontación con el conservadurismo natural que caracteriza, particularmente, a los colectivos rurales del mundo mediterráneo del primer tercio del siglo I: «Nadie echa tampoco vino nuevo en odres viejos; de otro modo, el vino reventaría los odres y se echarían a perder tanto el vino como los odres: sino que el vino nuevo, en odres nuevos». (Mc 2,22).
En este caso, el vino nuevo es el rol de discípulo que María adopta al sentarse a los pies del Maestro a “escuchar su palabra”, cosa que provoca el escándalo de su hermana puesto que María está asumiendo, explicita y abiertamente, un rol que, para entonces, corresponde únicamente a los varones: como que a Marta ya le resultaba bastante pertenecer al grupo de carismáticos terciarios, de patrocinadores de la causa de Jesús al contribuir con sus bienes a la construcción del Reino, sí, pero desde el rol que como mujer le es propio. Desde esta perspectiva, a Marta le incomoda que María se haya puesto a estudiar (cf. Hch 22,3) puesto que al asumir un rol de varón cae en la vergüenza y arrastra a ella a todo el colectivo familiar.
Así, la intervención de Marta puede entenderse de esta manera: al pedir al Maestro que reconvenga a María, le está exigiendo a Jesús que le evite la vergüenza del deshonor que supone el cambio de rol de su hermana, y, por consiguiente, que la envíe al sitio que le corresponde. En consecuencia y en el contexto de inversión de los valores y las costumbres vigentes, tan propio de la praxis de Jesús, la mejor parte que María ha elegido y “que no le será quitada” resulta ser, según el Galileo, la liberación de una tradición caduca que impone roles de sometimiento inadmisibles en el horizonte del Reino de Dios a partir, en este caso, de asumir, públicamente, el papel de discípula.
No es María, no, el único caso de discipulado femenino conservado en el Evangelio. En todo caso, este relato viene a ilustrar lo que hubo de ser un proceso hacia el discipulado femenino más común de lo que ha querido aceptarse. Y es que la realidad de la presencia de discípulas en el movimiento de Jesús resulta incuestionable así sean unos pocos textos que la sostengan tales como Mc 15,40-41 que refiere un grupo de mujeres que siguen a Jesús desde Galilea: “Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé, que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén”; y Lc 8,1-3 que menciona a las mujeres que acompañan a Jesús y le sirvan con sus bienes: “Recorrió a continuación ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes”. A pesar de lo anterior “con el estado actual de los estudios no puede ya albergarse duda alguna de que en el discipulado de Jesús y también en la cristiandad primera las mujeres desempeñaron un papel más importante de lo que directamente se pone de manifiesto en las fuentes neotestamentarias” (así H. Küng, La mujer en el cristianismo, Madrid 2002).
Así, el rescatar y devolver la presencia femenina en el discipulado de Jesús de Nazaret —pleno y sin restricciones— resulta definitivamente necesario para asumir la decisión del Maestro por un discipulado plural, no solo, ni tanto, para satisfacer las demandas de cualquier movimiento feminista, sino como un acto de honestidad indispensable en relación con el mismo Jesús que quiere una comunidad de seguidores —hombres y mujeres— en el horizonte de la más plena igualdad, con toda la crítica que esto supone para algunos segmentos harto conservadores de la Iglesia y la sociedad
* Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Al fin, se paró y dijo:
– «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.»
Le respondió el Señor:
– «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada.»
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Teresa de Jesús, que vivió intensamente la vida, nos invita a nosotros a vivirla con agradecimiento, en atenta espera del Amado, con absoluta confianza porque nos sabemos de su rebaño…
Teresa de Jesús vivió asombrada. ¿Acaso se puede vivir de otra manera la fe? El don de Dios, en el misterio de su humanidad, la dejó ‘espantada’, como ella decía. La oración interior fue su manera de responder al milagro de la Presencia: “En lo muy muy interior siente en sí esta divina compañía” (7Moradas 1,7). En estos días de agosto, de tiempo ordinario o vacacional, Teresa de Jesús nos invita a mirar asombrados “El amor que nos tiene Jesús porque … De tal manera ha querido juntarse con la criatura, que así como los que ya no se pueden apartar, no se quiere apartar Él de ella” (7M 2,3).
Lo que escuchó María: ‘Para Dios nada es imposible’, fue, para Teresa de Jesús, la fuerza que la empujó a realizar los sueños de Dios, desafiando las dificultades. Le decían que la vida nueva que quería vivir era “un disparate” (V 32,14), que las mujeres “no han menester esas delicadeces” (Camino 21,2), pero Jesús había juntado su debilidad con su poder, había engrandecido su nada. A nosotros, tentados tan a menudo por el desaliento, nos conviene escuchar el coraje de Teresa de Jesús: “Digo que importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar, venga lo que viniere, murmure quien murmurare” (C 21,2).
Lo que le oyó a Jesús Teresa es un excelente programa de vida para nosotros: “Que mirase por sus cosas (las de Jesús), que Él miraría por las suyas” (7M 3,2). “No hagamos torres sin fundamento, que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen” (7M 4,16). Ahí está la belleza del testimonio: “Sea Dios alabado y entendido un poquito más, y gríteme todo el mundo” (7M 1,5).
*
Tomado del boletín teresiano del CIPE
***
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.
Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.”
Pedro le preguntó:
– “Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?”
El Señor le respondió:
– “¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas?
Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si el empleado piensa: “Mi amo tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles.
El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos.
Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.”
*
Lucas 12, 32-48
***
Dichosos los que han optado por vivir con sobriedad para compartir sus bienes con los más pobres. Dichosos los que renuncian a más ofertas de trabajo para resolver los problemas de los parados.
Dichosos los funcionarios que agilizan los trámites burocráticos e intentan resolver los problemas de las personas no informadas.
Dichosos los banqueros, los comerciantes y los agentes de venta que no se aprovechan de las situaciones para aumentar sus beneficios.
Dichosos los políticos y los sindicalistas que se comprometen a encontrar soluciones concretas al paro.
Dichosos nosotros cuando dejemos de pensar: «¿Qué mal hay en defraudar? Lo hacen todos…».
Entonces, la vida social se convertirá en una anticipación del Reino de los Cielos.
Enséñanos a orar, Señor,
a orar a tu estilo y manera,
que no queremos hacer el ridículo
ni ser la comidilla de quienes nos miran de reojo,
ni de quienes pasan de largo
pero no se resisten a lanzar dardos.
Enséñanos a orar, Señor,
a orar como tú lo hacías,
con silencios y palabras,
con sentimiento, gestos, y cantos,
con la cabeza y las entrañas,
con la vida cotidiana y las esperanzas.
Enséñanos a orar, Señor,
a orar con emoción y serenidad,
con nuestro cuerpo y espíritu,
mirando el regalo de la creación,
entrando en nuestro interior
y saboreando lo que pones en nuestras manos.
Enséñanos a orar, Señor,
a orar contigo y el Espíritu,
y con los hermanos,
en público y en privado,
tartamudeando palabras y sentimientos,
pues ya sabes cómo somos en esos momentos.
Enséñanos a orar, Señor,
a nuestro Padre que está en el cielo
y anda buscándonos en todos los sitios;
a nuestro Padre bueno y tierno
que quiere lo mejor para sus hijos
aunque estemos a la contra o perdidos.
Enséñanos a orar, Señor,
a tiempo y a destiempo
y aún corriendo el riesgo
de ser inoportunos al hacerlo;
pero que nuestra oración surja del corazón
y sea sincera y con amor de hijos.
Enséñanos a orar, Señor,
a orar para sentirnos y sabernos
de tu familia, cuadrilla y sueños.
Comentarios desactivados en “Oda contra la desesperanza”, por Gabriel Mª Otalora
De su blog Punto de Encuentro:
| Gabriel Mª Otalora
No creo equivocarme cuando percibo un desánimo general social causado por las malas noticias que leemos y escuchamos cada día. Decía en sus diarios el Premio Nobel de Literatura, Imre Kertész, que la realidad es todo lo contrario a la teoría darwinista: el principio de la naturaleza es la contra-selección, no dominan los mejores, sino los peores. Lo decía como constatación, no porque le pareciera acertado para vivir de la manera más humana. Creía que “los malos” están ganando el día a día, y así parece a primera vista también en este tiempo nuestro.
Nuestra Iglesia no es ajena a esta reflexión, desgraciadamente. Una persona del grupo de Biblia en el que participo, expresó una sensación similar hace unos días y fue precisamente ahí cuando vislumbré la situación contraria, que lo bueno sobrevive dando grandes frutos a pesar de las actitudes contrarias al Evangelio, aunque el corto plazo parezca desmentirlo. La razón es porque ocurre de manera silenciosa y no apreciable, como la hierba cuando crece de noche. De hecho, los comportamientos egoístas en sus muy diferentes manifestaciones parecen ganar casi siempre a corto plazo… pero ocurre lo contrario a largo plazo.
Reflexionemos con algún ejemplo: Juan de la Cruz estuvo perseguido por su orden religiosa hasta el punto que algunos de sus dirigentes lo encerraron en Toledo en una celda sin luz ni ropa para cambiarse, según cuenta el propio frailecillo. Allí le torturaron con un flagelo de cuerdas tres veces por semana aunque lograra escapar de milagro. “Fue más doloroso el azote de las palabras que el de los verduguillos”, calumniado y vejado por sus hermanos por mantenerse él en aplicar la reforma carmelita. ¿Quién se acuerda de esta gran y santa lumbrera mística? ¿Quién se acuerda de su poema Noche oscura del alma, creado mentalmente y memorizado en aquellos meses de dolor y zozobra? Sin embargo, ¿cuántos se acuerdan del nombre de sus perseguidores? Lo mismo podemos decir de Antonio Mª Claret, expulsado de su orden y hoy un santo de referencia en la Iglesia. Y tantos y tantas más…
En el lado opuesto ocurre algo similar; nadie se acuerda de Papas como Sergio III y su ejemplo nefando, mientras ocurre todo lo contrario con León XIII, “el Papa de los obreros”. Aunque el mejor ejemplo lo tenemos en Jesús de Nazaret y su lugar en la historia, frente al de quienes le hicieron la vida imposible y con el mayor daño que fueron capaces.
A nivel popular, todos conocemos ejemplos cercanos de personas que han pasado por nuestras vidas haciendo el bien a diario de manera silenciosa y que dejan al morir un rastro de santidad ejemplar y aparentemente pasan desapercibidas. Pero cuando mueren, vemos que eran un gran regalo. Sin ir más lejos, acaba de fallecer la sacristana de una iglesia trinitaria cercana que dirigía el rezo del rosario y era monitora de la misa que se celebra seguidamente. Una mujer abnegada y servicial cuyo ejemplo diario vale más que cualquier oropel eclesiástico.
Al final, la sencillez en su sentido más genuino es la virtud que atesora la capacidad de transformación humana para amar de verdad con un corazón humilde. Actitud esta que está desprestigiada porque ahora nos venden que para ser feliz y comerse el mundo no se puede ser sencillo, algo bien diferente a la simpleza.
Las personas dignas de ser emuladas se centran en sí mismas y en los demás en forma positiva, ven la pureza del mundo y quieren ayudar dándose y dando con espíritu generoso y solidario. Esta mayoría silenciosa, como la sacristana a la que me acabo de referir, forman parte de la viga maestra donde se apoya la verdadera transformación del mundo a mejor, anónimamente.Sin estas personas, hace tiempo que habríamos descarrilado la existencia; parafraseando a Herman Melville, no están en ningún mapa, las personas verdaderas nunca lo están. Contagian desde lo cotidiano, son el antídoto contra la desesperanza que el Espíritu alimenta de una manera todavía más silenciosa. Lo mejor de todo es que cada uno de nosotros puede decidir, en cualquier momento, convertirse en una de ellas.
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Christine Zuba.
La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Christine Zuba. Christine es una mujer transgénero católica. Es ministra eucarística en la parroquia Saints Peter & Paul en Turnersville, NJ, y preside el Ministerio Transgénero de Fortunate Families.
Las lecturas litúrgicas de hoy se pueden encontrar aquí.
A medida que nos acercamos al final del mes del Orgullo, las lecturas litúrgicas de hoy nos recuerdan lo que debemos hacer como católicos y nos recuerdan como católicos LGBTQ+ que TODOS somos buenos a los ojos de Dios. En la segunda lectura (Gálatas 5:14), San Pablo nos dice “ . . toda la ley se cumple en una sola palabra, amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Y en el evangelio (Lucas 9:51), el evangelista relata las palabras de Jesús: “El hijo del hombre no vino a destruir las almas, sino a salvar”.
Durante los eventos y desfiles del Orgullo de junio, no es raro ver algunos grupos cristianos anti-LGBTQ+ con sus pancartas y megáfonos, predicando el arrepentimiento o la condenación. Tratan de pintarnos como malvados, dignos solo de condenación. Siempre me pregunto: “¿Qué es lo que no entienden de ‘ama a tu prójimo’?”
Hace un año, el Padre Alex Santora me invitó a participar en la 4ª Misa anual del Orgullo en la parroquia Our Lady of Grace en Hoboken, Nueva Jersey, dando la homilía. Sorprendentemente, el padre Alex me había llamado meses antes, en enero, para preguntarme si estaría dispuesta a involucrarme para reflexionar sobre mi vida, mi transición y mi fe como católica transgénero.
Durante ese tiempo también, en junio, mi madre de 95 años ingresó en una residencia. Siete años antes, mamá tenía 88 años y era la última persona en mi vida a la que le dije que era transgénero. Aunque creo que ella nunca entendió del todo, aceptó y amó, y para ella era importante que yo permaneciera cerca de mi fe. Oré para que Dios no la llamara a casa mientras hacía el viaje de dos horas desde su cama en el noreste de Pensilvania hasta Hoboken y de regreso.
Mi disco estaba ocupado por pensamientos sobre mamá y la misa que se avecinaba. Mis comentarios debían incluir mis pensamientos sobre la guerra cultural que cuestionaba mi existencia transgénero, sobre una “ideología de género” de la que supuestamente soy parte, y sobre la decepcionante y palabras potencialmente dañinas hacia las personas transgénero y LGBTQ+ que habíamos escuchado recientemente expresadas por algunos dentro de la Iglesia. También quisiera agradecer a todos los sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos, obispos y cardenales que verdaderamente nos acogen tal como somos y, por supuesto, agradecer al Papa Francisco por su liderazgo.
También me preocupaba cómo comunicaría todo esto sin emocionarme demasiado, diciéndome “no llorar”, lo que podría restarle importancia al mensaje. Amo a Nuestra Señora de Gracia. El mensaje del padre Alex siempre ha sido uno de inclusión para todos y todas las personas marginadas, especialmente la comunidad LGBTQ+. Si bien los problemas de Covid todavía eran motivo de preocupación, la asistencia esa mañana fue buena. La Misa también se estaba grabando en el canal de Youtube de la parroquia. Al comienzo de la misa, cuando comenzamos a caminar por el pasillo, me decía a mí mismo que debía mantener la compostura. Necesitaba hacer esto por mí, por nuestra comunidad y por mi mamá.
Ha pasado un año desde ese día, y reflexiono sobre lo que ha cambiado desde esa hermosa misa. Algunas diócesis adicionales han expresado sus “soluciones” transgénero restrictivas, desde la falta de uso de pronombres y nombres correctos hasta la negación total de los sacramentos. Los políticos han continuado sus ataques con leyes que criminalizan la atención médica transgénero, así como el apoyo de familias y médicos. Los gobiernos estatales han tomado represalias contra negocios y empresas que se atreven incluso a hablar en contra de la legislación anti-LGBTQ+. Después de años de progreso, a veces se siente como si hubiera retrocedido dos pasos.
Sin embargo, también hay buenas noticias. Dentro de nuestra Iglesia, vemos signos de esperanza. Vemos señales de personas que quieren “no destruir, sino salvar almas”. A través del proceso del Sínodo ha habido sesiones de escucha generales y específicas para LGBTQ+, incluso dentro de diócesis que han sido menos acogedoras en el pasado.
En enero, el Papa Francisco llamó a los padres a “no condenar a sus hijos si son homosexuales”. En mayo, en respuesta a tres preguntas presentadas por el Padre James Martin, S.J., el Papa Francisco respondió que “Dios no desconoce a ninguno de sus hijos”. Con respecto a los católicos LGBTQ+ que han experimentado el rechazo de la Iglesia, el Papa Francisco escribió: “Me gustaría que lo reconocieran no como el ‘rechazo de la Iglesia’, sino como ‘personas en la iglesia’. La Iglesia es madre y llama a todos sus hijos”.
El Papa Francisco anunció recientemente que nombraría a 21 nuevos cardenales en agosto, algunos de los cuales han dado la bienvenida a las personas LGBTQ+. El Papa Francisco ahora habrá designado a 83 de los 133 cardenales electores, aumentando así la posibilidad de que su sucesor también refleje sus posiciones en temas clave.
Sabemos que nuestra Iglesia se mueve lentamente, a menudo como un glaciar. Queremos un cambio y lo queremos rápido. A veces lamentamos nuestro estado actual y cómo están las cosas en nuestro país. Si bien todavía queda mucho trabajo por hacer y hay problemas legítimos que nos molestan, a menudo pienso en lo bendecidos que somos en comparación con muchas personas LGBTQ+ en otras partes del mundo. Lo que me lleva de vuelta a hace un año.
Después de la Misa del Orgullo del año pasado en Hoboken, hubo una pequeña recepción en el centro parroquial de al lado. Una madre se me acercó con sus dos hijos. Tenían unos 10-12 años. Un niño era de género no conforme. Con acento de Europa del Este me agradeció mis palabras durante la Misa.
Ella dijo que eran de Polonia y que “las cosas no son tan buenas para nosotros allí”, y que más tarde en la tarde volarían de regreso a Polonia. Sin embargo, antes de hacerlo, se encargó de llevar a sus hijos allí, esa mañana, a Nuestra Señora de Gracia. ¡Quería “mostrarles lo que ES posible!”
Orgullo feliz, todos los días. Ama a nuestro Dios. Amar a nuestro prójimo. ¡Con Dios todo es posible!
Comentarios desactivados en ¿Inquieto?… “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.”
Corral de muertos, entre pobres tapias,
hechas también de barro,
pobre corral donde la hoz no siega,
sólo una cruz, en el desierto campo
señala tu destino.
Junto a esas tapias buscan el amparo
del hostigo del cierzo las ovejas
al pasar trashumantes en rebaño,
y en ellas rompen de la vana historia,
como las olas, los rumores vanos.
Como un islote en junio,
te ciñe el mar dorado
de las espigas que a la brisa ondean,
y canta sobre ti la alondra el canto
de la cosecha.
Cuando baja en la lluvia el cielo al campo
baja también sobre la santa hierba
donde la hoz no corta,
de tu rincón, ¡pobre corral de muertos!,
y sienten en sus huesos el reclamo
del riego de la vida.
Salvan tus cercas de mampuesto y barro
las aladas semillas,
o te las llevan con piedad los pájaros,
y crecen escondidas amapolas,
clavelinas, magarzas, brezos, cardos,
entre arrumbadas cruces,
no más que de las aves libres pasto.
Cavan tan sólo en tu maleza brava,
corral sagrado,
para de un alma que sufrió en el mundo
sembrar el grano;
luego sobre esa siembra
¡barbecho largo!
Cerca de ti el camino de los vivos,
no como tú, con tapias, no cercado,
por donde van y vienen,
ya riendo o llorando,
¡rompiendo con sus risas o sus lloros
el silencio inmortal de tu cercado!
Después que lento el sol tomó ya tierra,
y sube al cielo el páramo
a la hora del recuerdo,
al toque de oraciones y descanso,
la tosca cruz de piedra
de tus tapias de barro
queda, como un guardián que nunca duerme,
de la campiña el sueño vigilando.
No hay cruz sobre la iglesia de los vivos,
en torno de la cual duerme el poblado;
la cruz, cual perro fiel, ampara el sueño
de los muertos al cielo acorralados.
¡Y desde el cielo de la noche, Cristo,
el Pastor Soberano,
con infinitos ojos centelleantes,
recuenta las ovejas del rebaño!
¡Pobre corral de muertos entre tapias
hechas del mismo barro,
sólo una cruz distingue tu destino
en la desierta soledad del campo!
*
Miguel de Unamuno En un cementerio de lugar castellano
***
La inquietud es cosa de los paganos, que no creen, que confían en su fuerza y su trabajo, y no en Dios. Todo el que se preocupa es pagano, porque no sabe que el Padre conoce todo o que necesita. Por eso quiere hacer por sí mismo lo que no espera de Dios. Más, para el que sigue a Jesús, la frase válida es: «Buscad primero el Reino y su justicia, que todo lo demás se os dará por añadidura». Con esto queda claro que la inquietud por el alimento y el vestido está lejos de ser inquietud por el Reino de Dios, tal como nos gustaría pensar, como si el cumplimiento de nuestro trabajo por nosotros y nuestra familia, como si nuestra inquietud por el pan y la vivienda, constituyesen la búsqueda del Reino de Dios, como si esta búsqueda sólo se realizase en medio de tales inquietudes.
El seguidor de Jesús, después de una larga vida de discípulo, responderá a la pregunta: «¿Os ha faltado algo alguna vez?» diciendo: «Nunca, Señor». ¿Cómo podría faltarle algo a quien, en el hambre y la desnudez, la persecución y el peligro, está seguro de la comunión con Jesucristo?
*
Dietrich Bonhoeffer, El precio de la gracia. El seguimiento,
Sígueme, Salamanca 1999, pp. 117-118.
***
Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Te seguiré adonde vayas
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.
De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron:
–“Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?”
Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.
Mientras iban de camino, le dijo uno:
–“Te seguiré adonde vayas.”
Jesús le respondió:
–“Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.”
A otro le dijo:
–“Sígueme.”
Él respondió:
–“Déjame primero ir a enterrar a mi padre.”
Le contestó:
– “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.”
Otro le dijo:
– “Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.”
Jesús le contestó:
– “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.”
*
Lucas 9, 51-62
***
La caridad no es, en primer lugar, el amor al prójimo o el amor a Dios: es esa situación objetiva de estar en comunión, en alianza, que se desarrolla después en todas las relaciones, en todas las situaciones, en todas las exigencias que constituyen la existencia de un hombre. Por eso, desde el punto de vista cristiano, no hay una alternativa entre la comunión con Dios y la comunión con el prójimo; lo que hay más bien es la necesidad de dejarse prender, de dejarse «herir» por todas las exigencias de esta comunión y no darla ni como absolutamente obvia, considerándola como un dato de hecho para quien se ocupa de otras cosas, ni dejarla sin significado, como si el significado consistiera más bien en hacer esto o lo otro, en comprometerse con ésta o con aquella otra situación […]. Así pues, no existe el hombre y un montón de modos de entrar en comunión con las personas; existe el hombre definido por esta comunión, que asume el modo auténtico de vivir y traducir todas las relaciones; o sea, que asume el modo de Jesucristo. Es como decir que existe un modo auténtico de vivir, de asumir la vida y la muerte, de sufrir, de gozar, de amar, de obrar, de hablar, de actuar, de comprometerse, de callar: y este modo es el de Jesucristo.
*
G. Moioli, Va’ dai miei fratelli (Gv 20,17),
Milán 1996, pp. 39ss.
Comentarios desactivados en “Un Cristianismo de seguimiento”. 13 Tiempo ordinario – C (Lucas 9, 51-62)
En tiempos de crisis es grande la tentación de buscar seguridad, volver a posiciones fáciles y llamar de nuevo a las puertas de una religión que nos «proteja» de tanto problema y conflicto.
Hemos de revisar nuestro cristianismo para ver si en la Iglesia actual vivimos motivados por la pasión de seguir a Jesús o andamos buscando «seguridad religiosa». Según el conocido teólogo alemán Johann Baptist Metz, este es el desafío más grave al que nos enfrentamos los cristianos en Europa: decidirnos entre una «religión burguesa» o un «cristianismo de seguimiento».
Seguir a Jesús no significa huir hacia un pasado ya muerto, sino tratar de vivir hoy con el espíritu que le animó a él. Como ha dicho alguien con ingenio, se trata de vivir hoy «con el aire de Jesús» y no «al viento que más sopla».
Este seguimiento no consiste en buscar novedades ni en promover grupos de selectos, sino en hacer de Jesús el eje único de nuestras comunidades, poniéndonos decididamente al servicio de lo que él llamaba reino de Dios.
Por eso, seguir a Jesús implica casi siempre caminar «a contracorriente», en actitud de rebeldía frente a costumbres, modas o corrientes de opinión que no concuerdan con el espíritu del Evangelio.
Y esto exige no solo no dejarnos domesticar por una sociedad superficial y consumista, sino incluso contradecir a los propios amigos y familiares cuando nos invitan a seguir caminos contrarios al Evangelio.
Por eso, seguir a Jesús exige estar dispuestos a la conflictividad y a la cruz. Estar dispuestos a compartir su suerte. Aceptar el riesgo de una vida crucificada como la suya, sabiendo que nos espera resurrección. ¿No seremos capaces de escuchar hoy la llamada siempre viva de Jesús a seguirlo?
Comentarios desactivados en “Te seguiré adonde vayas.” Domingo 26 de junio de 2022. Domingo 13º ordinario
Leído en Koinonia:
1Reyes 19, 16b. 19-21: Eliseo se levantó y marchó tras Elías. Salmo responsorial: 15: Tú, Señor, eres el lote de mi heredad. Gálatas 5, 1. 13-18: Vuestra vocación es la libertad. Lucas 9, 51-62: Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Te seguiré adonde vayas.
Narra la vocación de un profeta, Eliseo. Es un rico campesino. Estaba arando su finca con doce yuntas de bueyes cuando lo encuentra Elías. Éste le echa encima su manto y con esto adquiere sobre él como cierto derecho. Eliseo no sabe negarse; sacrifica la pareja de bueyes con que araba, abandona su familia y se pone al servicio de Dios. Se dan en el caso de Eliseo las condiciones de una vocación especial: llamada de Dios, respuesta a la llamada, ruptura con el pasado y nuevo género de vida al servicio de su misión.
Nunca como hoy el ser humano ha sido tan sensible a la libertad; el ser humano prefiere la pobreza y la miseria antes que la falta de libertad. Pablo dice con relación a este tema: el cristiano es libre: la vocación cristiana es vocación a la libertad, esta libertad nos la conquistó Cristo; la libertad se expresa y alcanza su plenitud en el amor; ante el peligro de que muchos seres humanos caigan en el libertinaje so pretexto de libertad, Pablo les advierte que la verdadera libertad, la que viene del Espíritu, libera de la esclavitud de la carne y del egoísmo.
El tema fundamental del evangelio es la presentación de tres vocaciones. Lucas las coloca en el marco del viaje de Jesús y sus discípulos hacia Jerusalén. Jesús, al que quiere seguirle le exige: despego de los bienes y comodidades materiales, pues el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza; llamamiento de Dios; ruptura con el pasado y el presente, incluso con la propia familia, y seguimiento. Todo esto para que el discípulo quede libre y disponible para poder anunciar el Reino de Dios.
Las lecturas de hoy tienen un tema común: las exigencias de la vocación. En ellas descubrimos cómo subyace la necesidad del desprendimiento, de la renuncia, del abandono de las cosas y personas como exigencia para seguir a Jesús. Por eso, no existe respuesta a la llamada para ponerse al servicio del Reino de Dios, en aquellos que anteponen a Jesús sus condiciones o intereses personales.
El Evangelio nos dice que el desprendimiento exigido por Jesús a los tres candidatos a su seguimiento, es radical e inmediato. Se tiene, incluso, la impresión de una cierta dureza de parte de Jesús. Pero todo está puesto bajo el signo de la urgencia. Jesús ha iniciado “el viaje hacia Jerusalén”. Esta “subida” interminable (que ocupa 10 capítulos en el evangelio de Lucas) no se encuadra en una dimensión estrictamente geográfica, sino teológica: Jesús se encamina decididamente hacia el cumplimiento de su misión.
El viaje de Jesús a Jerusalén no es un viaje turístico. El maestro exige a los discípulos la conciencia del riesgo que comparte esa aventura: “la entrega de la propia vida”.
Se diría que Jesús hace todo lo posible para desanimar a los tres que pretenden seguirle a lo largo del camino. Parece que su intención es más la de rechazar que la de atraer, desilusionar más que seducir. En realidad, él no apaga el entusiasmo, sino las falsas ilusiones y los triunfalismos mesiánicos. Los discípulos deben ser conscientes de la dificultad de la empresa, de los sacrificios que comporta y de la gravedad de los compromisos que se asumen con aquella decisión.
Por tanto, «seguir a Jesús en radicalidad» exige:
– Disponibilidad para vivir en la inseguridad: “No tener nada, no llevar nada”. No se pone el acento en la pobreza absoluta, sino en la itinerancia. El discípulo lo mismo que Jesús, no puede programar, organizar la propia vida según criterios de exigencias personales, de “confort” individual.
– Ruptura con el pasado, con las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales que atan y generan la muerte. Es necesario que los nuevos discípulos miren adelante, que anuncien el Reino, para que desaparezca el pasado y viva el proyecto de Jesús.
– Decisión irrevocable. Nada de vacilaciones, nada de componendas, ninguna concesión a las añoranzas y recuerdos del pasado, el compromiso es total, definitivo, la elección irrevocable.
Hoy como ayer, Jesús sigue llamando a hombres y mujeres que dejándolo todo se comprometen con la causa del Evangelio y, tomando el arado sin mirar hacia atrás, entregan la propia vida en la construcción de un mundo nuevo donde reine la justicia y la igualdad entre los seres humanos.
Por otra parte, observamos una nota de tolerancia y paciencia pedagógica en el evangelio de hoy. Un celo apasionado de los discípulos es capaz de pensar en traer fuego a la tierra para consumir a todos los que no acepten a Jesús… Llevados por su celo no admiten que otros piensen de manera diversa, ni respetan el proceso personal o grupal que ellos llevan. Jesús «les reprocha» ese celo. Simplemente marcha a otra aldea, sin condenarlos y, mucho menos, sin desear que les caiga fuego.
El seguimiento de Jesús es una invitación y un don de Dios, pero al mismo tiempo exige nuestra respuesta esforzada. Es pues un don y una conquista. Una invitación de Dios, y una meta que nos debemos proponer con tesón. Pero sólo por amor, por enamoramiento de la Causa de Jesús, podremos avanzar en el seguimiento. Ni las prescripciones legales, ni los encuadramientos jurídicos, ni las prescripciones ascéticas pueden suplir el papel que el amor, el amor directo a la Causa de Jesús y a Dios mismo a través de la persona de Jesús, tiene que jugar insustituiblemente en nuestras vidas llamadas.
Una vez que ese amor se ha instalado en nuestras vidas, todo lo legal sigue teniendo su sentido, pero es puesto en su propio lugar: relegado a un segundo plano. «Ama y haz lo que quieras», decía san Agustín; porque si amas, no vas a hacer «lo que quieras», sino lo que debes, lo que el Dios amado espera de ti. Es la libertad del amor, sus dulces ataduras.
Una homilía para la celebración de hoy también podrá enfocarse desde el núcleo de la libertad religiosa. Jesús no acepta la intolerancia de los discípulos, que quisieran imponer a fuego la aceptación a su maestro. Y Pablo nos recuerda la vocación universal (de los cristianos y de todos los humanos, y de todos los pueblos) a la libertad, a vivir sin coacción su propia identidad, su propia cultura, su propia religión… El Vaticano II tomó decisiones históricas respecto a la libertad religiosa. Las posiciones de “cristiandad”, de unión con el poder político, no son conformes con el evangelio. Y todo ello exige de los cristianos unas actitudes nuevas desde el fondo de nuestro corazón. Leer más…
Comentarios desactivados en 26.6.22. La mano en el arado, sin echar la vista atrás (Lc 9, 51-62. Dom 13 Ciclo C)
Del blog de Xabier Pikaza:
Volvemos al tiempo ordinario, Dom 13, Ciclo C, con una lectura esencial del evangelio de Lucas: (a) Jesús toma la decisión de proclamar el reino, subiendo a Jerusalén. (b) y lo hace de un modo “pacífico, sin luchar contra pueblos o grupos que no le reciben. (c) Lucas desarrolla, en esa lìnea, en cuatro pasajes ejemplares la nueva tarea de sus discípulos, trazando así la ruptura que exige su compromiso de reino.
Este evangelio parece escrito para nuestro tiempo: y define la necesidad de cambio radical de nuestra iglesia, año 2022, en un camino que parece vinculado al Papa Francisco, pero que encuentra grandes resistencias en otros llamados “discípulos, que en vez de seguir el camino de Jesús parecen seguir el camino de aquellos a quienes el evangelio presenta como opuestos a Jesús.
| X Pikaza Ibarrondo
Lectura: Lucas 9, 51-62
Introducción: (Éxodo o subida de Jesús: Cuando se cumplieron lo días de su éxodo o subida ) Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Te seguiré adonde vayas
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de su ascenso (subida), Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.
De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: “Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?”. Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.
Mientras iban de camino, le dijo uno: “Te seguiré adonde vayas. “Jesús le respondió: “Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.”
A otro le dijo: “Sígueme. “Él respondió: “Déjame primero ir a enterrar a mi padre.” Le contestó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.”
Otro le dijo: “Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia. “Jesús le contestó: “Quien pone la mano en el arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.”
Introducción
El evangelio de Lucas se divide en dos partes centrales: (a): Actividad de Jesús en Galilea, con su mensaje y proyecto de Reino: Lc 4, 14–9, 50). (b) Ascenso o subida a Jerusalén para iniciar el reino: Lc 9, 51-19, 27).
La segunda parte comienza con una “introducción solemne”: “cuando se cumplieron los días de su ´éxodo o subida”, esto es, los días de su gran salida, de su “salida” radical, de su ascenso a Jerusalén…
Actualmente (2022), por decisión del Papa Francisco, retomando el motivo de la salida/subida del Concilio Vaticano II, la iglesia católica puede y debe asumir y desarrollar los cuatro elementos esenciales de esta salida/subida (que han sido en parte también desarrollados por Mt 8, 18-22, siguiendo el esquema del Documento Q, el más antiguo de los textos escritos sobre el evangelio). S sus cuatro elementos esenciales marcan la tarea esencial de la Iglesia en este año 2022.
Camino Zebedeo. Quieren extender o defender el Reino con “fuego” del cielo:
De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: “Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?”. Él se volvió y les regañó: No sabéis de qué espíritu sois (D k etc.). Y se marcharon a otra aldea (Lc 9, 62-569.
Santiago y Juan, zebedeos “ejemplares”, de gran autoridad en la iglesia quieren defender (e imponer su reino) realizando (imponiendo)r el camino de Jesús de un modo violento, a modo de cruzada militar, a sangre y fuego, en contra del espíritu de Jesús. Éstos los celotas de Jesús, los “cruzados”, gerreros o guerrilleros de Cristo, que quieren defender el evangelio apelando a la violencia, a las guerras santas, a las inquisiciones y dictados letales… Sigue habiendo en la iglesia muchos antiguos o nuevos “zebedeos”, que pueden tener “razón política” en plano de democracia impositiva, pero que son contrarios al evangelio.
¿Hay una iglesia que quiere extender su poder con fuego del cielo? ¿con cruzadas, con imposiciones legale, con formas de dominaciòn sagrada?
2. Los zorros tienen madigueras, las aves del cielo nidos, pero el hijo del hombre…
Alguien (Mt: un escriba) le dijo mientras iban de camino,: ¡Te seguiré dondequiera que vayas!Jesús le dijo: Los zorros tienen madrigueras y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza (Lc 9, 57-58; Mt 8, 18-20). Éstos son los que buscan en Jesús un tipo de seguridad, prestigio y mando. Ponen el evangelio al servicio de sus propios intereses.
El aspirante, a quien el paralelo de Mt define certeramente como escriba, busca poder. Parece que o tiene y quiere mantenerlo, ofreciéndose a Jesús como experto, intérprete del Libro, con un mando especial sobre los otros..
Un escriba es hombre de honor en el judaísmo sinagogal: tiene un buen puesto y espera mantenerlo con Jesús, volviéndose autoridad mesiánica: los discípulos de un buen maestro destacan por su sabiduría y conocimiento, como supone la Misná (Abot) y como ratifica la misma iglesia que honra a sacerdotes y doctores. Pero Jesús separa honor y seguimiento, evocando probablemente un refrán: “los zorros tienen madrigueras…”.
Los animales buscan y obtienen posesión-seguridad dentro del mundo, según principios cósmicos que reflejan la providencia de Dios, como el mismo Jesús sabe: “no os preocupéis…, mirad los pájaros del cielo” (Mt 6, 25-35 par). Sus discípulos, en cambio, deben superar ese nivel de seguridad y autoridad (poder) sobre los otros, abriendo un espacio distinto de comunicación, más allá de los esquemas de poder de las instituciones de este mundo. Jesús no necesita la autoridad de los escribas.
¿Hay una iglesia donde algunos (jerarcas o no) buscan nichos de poder, una iglesia para “medrar y dominar, para imponerse y lograr autoridad social sobre otros?
3. Deja que los muertos entierren a sus muertos
(Jesús) dijo a otro: Sígueme. Pero él otro dijo: Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre. Él le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos. Y tú ¡vete y anuncia el reino de Dios! (Lc 9, 59-60; Mt 8, 21-22)[1].
La tradición sinóptica sabe que el discípulo de Jesús debe ayudar a los padres necesitados (cf. Mc 7, 8-13; Mt 15, 3-6). Pero aquí, asumiendo una tradición de Jesús, el evangelio ha contrapuesto provocadoramente autoridad del reino y padre patriarcal. “Enterrar al padre” es más que un ritual funerario: es aceptar su autoridad, descubrirle como signo de Dios en un mundo jerárquicamente organizado, seguir al servicio de las leyes patriarcales. Jesús responde, en cambio: Deja que los muertos entierren a sus muertos… No ha venido a ratificar un tipo de autoridad patriarcal, sino a ofrecer a todos un camino de reino, en contra de un patriarcalismo clerical, masculino.
El padre patriarcal como fuente de poder social y religioso pertenece al mundo antiguo, al espacio de cosas que mueren (=de los muertos). Allí donde esa autoridad se impone no hay lugar para el reino: triunfa la genealogía de los poderes establecidos, triunfan los intereses cerrados del grupo que se sostienen y apoyan entre sí…, creando un mundo de influjos y poderes que excluye a los más pobres, es decir, los marginados, leprosos, enfermos, hijos ni familia, mujeres . Por eso, quedarse a enterrar al padre supone seguir cultivando ese mundo de exclusiones y “clases”, de autoridades impositivaa y jerarquías superiores, con una autoridad genealógica y familiar por encima de todos. Ese es un mundo que se reproduce para la muerte. Por eso, hay que dejar que los muertos entierren a sus muertos.
Tú, vete y anuncia el reino de Dios. Ciertamente, el reino incluye cariño gratuito y cuidado de los necesitados. Pero, precisamente por ello, rompe la estructura patriarcal, basada en el orgullo grupal (buenos padres, buenas familias) y en la nobleza genealógica, que la tradición posterior del cristianismo (de los códigos familiares de Col, Ef y 1 Ped a las pastorales) ha vuelto a sacralizar de alguna forma. Precisamente para anunciar el reino hay que superar ese padre patriarcal, descubriendo y cultivando la presencia de un Dios no patriarcal, cuyo amor se abre hacia todos los necesitados y excluidos, que no tienen un padre que pueda defenderles. Así pasamos de padre encerrado en un talión intra-grupal (de familia autosuficiente) al Padre de la gratuidad universal, superando los esquemas elitistas de la tierra.
¿Vivimos de enterrar muertos, de mantener privilegios, de guardar ventajas anteriores? ¿Somos una iglesia de sepultureros más que de resucitados?
4. Quien ha puesto la mano en el arado y sigue mirando atrás….
Otro le dijo también: Te seguiré, Señor, pero primero permite que me despida de los de mi casa.Pero Jesús le dijo: Ninguno que ha puesto su mano en el arado y sigue mirando atrás, es apto para el reino de Dios (Lc 9, 61-62).
Esta unidad resume y amplía los tres anteriores. Sabemos que el seguidor de Jesús no puede apelar a ninguna ventaja social (el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza: Lc 9, 58) ni familiar (no puede enterrar a su padre: Lc 9, 60), sino que debe recorrer hasta el fin su camino de Reino mantener su opción de un modo consecuente, en experiencia de nuevo nacimiento, sin poner la mano en el arado y seguir mirando atrás…, queriendo al mismo tiempo alcanzar la novedad del Evangelio, pero mirando hacia atrás, queriendo conservar los poderes jerárquicos antiguos, propio de una iglesia que emplea la violencia (tema 1), busca el poder (tema 2), sacraliza las tradiciones de poder patriarcal (entierra con honor s sus murtos: tema 3) y quiere ir adelante mirando hacia atrás.
¿Hemos puesto la mano en el arado… pero seguimos mirando siempre hacia un pasado muerto…? La iglesia actua, año 202 ¿vive miranal pasado. ¿Cómo puede abrir surco si no mira hacia el futuro de la nueva humanidad, del Reino de Cristo?
Nota
[1] No precisamos las variantes de Mt (que sitúa el pasaje en clave de llamada) y Lc (contexto de subida a Jerusalén). En ambos casos, el motivo es claro, como han destacado M. Hengel (Seguimiento y Carisma) y E. P. Sanders (Jesus and Judaism). Tanto la cultura oriental y grecorromana como el judaísmo tomaban al padre como autoridad suprema, de manera que enterrarle (cuidarle, mantenerle y reconocer su poder) constituía el primer deber social y religioso.
Volvemos al tiempo ordinario, con un tema de enorme importancia y actualidad: la vocación a seguir a Jesús.
La vocación de Eliseo (Primer libro de los Reyes 19, 16b. 19-21)
En aquellos días, el Señor dijo a Elías:
‒ Unge profeta sucesor tuyo a Eliseo, hijo de Safat, de Prado Bailén.
Elías se marchó y encontró a Eliseo, hijo de Safat, arando con doce yuntas en fila, él con la última. Elías pasó a su lado y le echó encima el manto. Entonces Eliseo, dejando los bueyes, corrió tras Elías y le pidió:
‒ Déjame decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te sigo.
Elías le dijo:
‒ Ve y vuelve; ¿quién te lo impide?
Eliseo dio la vuelta, cogió la yunta de bueyes y los ofreció en sacrificio; hizo fuego con aperos, asó la carne y ofreció de comer a su gente; luego se levantó, marchó tras Elías y se puso a su servicio.
Todo empieza con una orden de Dios a Elías: ungir como profeta a Eliseo. La unción, que se hacía derramando aceite sobre la cabeza, era típica de los reyes, y este es el único caso que recuerdo de la unción de un profeta. En la mentalidad mediterránea antigua, el aceite no solo era bueno para la comida; también se le atribuían cualidades curativas (por eso se ungía a los enfermos) y religiosas (la unción simboliza una relación especial con Dios).
Elías cumple la orden, pero sin cumplirla. Va en busca de Eliseo, que debía ser hijo de un multimillonario porque está arando con doce yuntas de bueyes. En vez de ungirlo, le echa su manto por encima. Es la única vez que menciona la Biblia este gesto, pero debía ser conocido, porque Eliseo, después de un momento de desconcierto (que no se cuenta, pero se supone), sale corriendo detrás de Elías y se muestra dispuesto a seguirle. Sólo pone una condición: despedirse de sus padres.
A Eliseo le parece una petición lógica, y se la concede. Pero la despedida no consiste en dar un beso a los padres. Es algo más solemne e incluye a toda la familia: mata la yunta de bueyes y organiza un asado para toda su gente. Sin prisas, porque unos bueyes no se matan en cinco minutos, ni la carne se prepara en un cuarto de hora, ni se come todo en un rato. Cuando termina la despedida, que pudo durar uno o varios días, Eliseo marcha con Elías y se pone a su servicio.
Rechazo y seguimiento (Lucas 9, 51-62)
El fragmento elegido para este domingo consta de cuatro escenas muy breves. Las tres últimas están relacionadas por el tema del seguimiento de Jesús; la primera habla de lo contrario: el rechazo.
Escena 1: el rechazo de los samaritanos
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron:
‒ Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?
Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.
Samaritanos y judíos se odiaban desde el siglo X a.C., cuando el norte se separó del sur después de la muerte de Salomón. Pero el dinero es el dinero. Y los samaritanos actuaban del modo siguiente: a los galileos que atravesaban su territorio camino de Jerusalén no les vendían nada; pero en el viaje de vuelta a Galilea ya no había problema en venderles lo que necesitaran, pagándolo adecuadamente (es lo que ocurre en el evangelio de Juan, cuando los discípulos van a comprar pan al pueblo mientras Jesús habla con la samaritana).
Como Jesús y los discípulos se dirigen a Jerusalén, es normal que no los reciban. Pero Santiago y Juan, que debían pasarse el día tronando (Jesús les puso de mote “los hijos del trueno”), le proponen vengarse haciendo que caiga un rayo del cielo y los consuma. Esta reacción, que nos resulta tan desproporcionada y extraña, se comprende recordando una tradición del profeta Elías. Una vez, el rey de Israel mandó un capitán con cincuenta soldados para que le dijese: “Profeta, el rey te manda que vayas a verlo”. Elías respondió: “Si soy profeta, que caiga un rayo y te mate a ti con tus hombres”. Y así ocurrió. El rey repite la orden con otro capitán y otros cincuenta soldados, que quedan tan chamuscados como los primeros. En el tercer intento, el capitán no ordena nada; se arrodilla ante el profeta y le suplica que perdone su vida y la de sus acompañantes. Elías accede y va a visitar al rey. La moraleja de este relato es que el profeta merece el máximo respeto; y quien no lo respete merece que lo mate un rayo caído del cielo. Así piensan Santiago y Juan. Jesús, el gran profeta, merece todo respeto; si los samaritanos no lo reciben, que caiga un rayo y los parta.
Jesús, que supera a Elías en poder, lo supera también en bondad y ve las cosas de manera muy distinta. Lucas termina diciendo: Él se volvió y les regañó. ¿Cómo les regañó? ¿Qué les dijo? Algunos textos posteriores ponen en boca de Jesús estas palabras: “No sabéis a qué espíritu pertenecéis”, es decir, “no tenéis ni idea de cuál es mi forma de pensar y de sentir”. Y se marcharon a otra aldea.
Es una pena que este texto, exclusivo de Lucas (no se encuentra en Marcos ni Mateo), no lo tuvieran en cuenta los que instituyeron la Inquisición, que es una forma de defender a Jesús mediante el fuego.
Al rechazo de los samaritanos se contraponen tres casos de seguimiento. En dos ocasiones, el individuo se ofrece; en otra, es Jesús quien lo pide. En las tres queda clara la forma de vida tan dura de Jesús y de sus seguidores.
Escena 2ª: uno se ofrece a seguir a Jesús
Mientras iban de camino, le dijo uno:
‒ Te seguiré adonde vayas.
Jesús le respondió:
‒ Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
La iniciativa parte del individuo, no de Jesús. Éste parece desanimar, subrayando su pobreza y vida dura. No imagine que el seguimiento será fácil y coronado por el éxito humano.
Escena 3ª: Jesús invita a otro a seguirlo
A otro le dijo:
‒ Sígueme.
Él respondió:
‒ Déjame primero ir a enterrar a mi padre.
Le contestó:
‒ Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.
En este caso la iniciativa parte de Jesús. Se trata de una orden escueta y tajante, más de que una invitación: “Sígueme”. El otro pide permiso, como Eliseo, no para despedirse de sus padres, sino para enterrar a su padre.
La respuesta de Jesús parece inhumana: “deja que los muertos entierren a sus muertos”. La costumbre judía era enterrar al difunto inmediatamente después de muerto (Hechos de los Apóstoles 5,6.7; 8,2). Por consiguiente, no se trata de que el protagonista de la escena esté velando a su padre y Jesús le ordene abandonar al difunto para seguirlo. Lo que pide es que le permita seguir viviendo con su padre hasta que muera; luego lo seguirá.
Incluso así, las palabras de Jesús siguen siendo terriblemente exigentes. El que quiera seguirlo tiene que cortar radicalmente con la familia, como si todos hubieran muerto, para ir a anunciar el reino de Dios.
Es posible que los evangelios estén reflejando en esta escena lo que le ocurrió al mismo Jesús. Su familia pensaba que estaba loco (Marcos 3,21), y una vez fueron todos a Cafarnaúm con intención de llevárselo a Nazaret a descansar. El evangelio de Juan (7,5) dice expresamente que “sus hermanos no creían en él” (aunque sabemos por el libro de los Hechos y las cartas de Pablo que, más tarde, sí lo aceptaron). En Jesús se cumplió plenamente la necesidad de considerar muerta a la familia para dedicarse a anunciar el evangelio.
Escena 4ª: otro se ofrece con condiciones
Otro le dijo: Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.
Jesús le contestó: El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.
Este es el episodio que empalma mejor con la vocación de Eliseo. Las cosas importantes de la vida diaria, como despedirse de los padres, son compatibles con el seguimiento de Elías. No hay prisa de ningún tipo. Pero aquí está en juego algo mucho más importante y urgente.
Dos rasgos de la vida de Jesús
A veces se comenta que estas personas no siguieron a Jesús. Lucas no dice nada. Por otra parte, esa cuestión es secundaria. Lo importante de los relatos de vocación y de seguimiento es que son relatos de “revelación” de Jesús, nos ayudan a conocerlo mejor. Algo queda claro: la dureza de su vida, desprovisto incluso de casa y familia.
Volviendo a la primera escena, el rechazo de los samaritanos, podemos encontrar cierta relación con las tres siguiente. Jesús, que renuncia a todo por predicar el Reino de Dios, no recibe a cambio el agradecimiento y la aceptación de todos. Hay gente que lo rechaza. Pero eso no es motivo para desear su castigo.
Reflexión final
Aparte del Padrenuestro, Jesús no insistió mucho a sus discípulos en qué debían pedir. Pero el evangelio de Juan pone en su boca una petición muy importante: “La mies es mucha, los obreros pocos. Pedid al Señor de la mies que mande operarios a su mies”. Este domingo es muy adecuado para recordar la necesidad de pedir por las vocaciones y ponerla en práctica.
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