Comentarios desactivados en 30.7.23. Dom 17 TO. Tesoro, perla, red… Invitación a las parábolas (Mt 13, 44-53).
Del blog de Xabier Pikaza:
Este evangelio ha recogido dos parábolas fulgurantes de Jesús (perla y tesoro (13, 44-46) con una alegoría escatológica (red barrerera:13, 46-50) y una reflexión sobre el buen escriba-maestro que vincula sabiamente lo antiguo con lo nuevo, 13,51-52), como he puesto de relieve en comentario a Mateo.
La postal que sigue es una “invitación a las parábolas”: Ir más allá de un evangelio manipulado, volver de un modo personal, agradecido, emocionado, al fulgor de las parábolas de Jesús.
| X.Pikaza
1. DOS PARÁBOLAS FULGURANTES. TESORO Y LA PERLA
¿Tenemos miedo a las parábolas? Nos asusta el tesoro, la perla ¿Qué hacemos? Preferimos la vulgar mediocridad. Nos da miedo el riesgo: No queremos vender todo para vivir de/con el tesoro. ¿No creemos en el reino y por eso camuflamos y las embellecemos falsamente las parábolas para no cumplirlas?. (Cf. Historia de Jesús, VD, Estella 2013).‒ En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: “El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.‒ El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra (Mt 13,44-46).A los pobres de Galilea les hablaba Jesús de un inmenso tesoro escondido en el campo de su vida, de una perla preciosa, de más valor que todo lo que ellos podían imaginar. Hablaba Jesús a los pobres, que nada tenían, y les ofrece un tesoro una perla más preciosa.
Entendido así, el Reino de Dios no es pobreza, ni es sacrificio, sino la más alta riqueza, mayor que todos los tesoros de los reyes y que todas las perlas de los comerciantes. Hay algo mayor, un don, algo que todos pueden encontrar y adquirirlo. Ellos que no tienen nada pueden encontrar y encuentran (reciben por Jesús) el Tesoro del Reino, la Perla del Rey
Estas dos parábolas (tesoro, perla) nos sitúan ante la máxima riqueza; pero ellas exigen, el mismo tiempo, el mayor desprendimiento: hay que dejarlo (venderlo), jugárselo todo para alcanzar el tesoro, para obtener la perla. Estas parábolas no pueden entenderse en sentido moralista, pues rompen la lógica del mundo:
‒ ¿Es justo engañar al dueño del campo, no decirlo que tiene un tesoro y comprarla la tierra por un poco de dinero?
‒ ¿Es razonable venderlo todo para comprar la perla…? ¿De qué vivirá la familia del comerciante en perlas si se arruina al comprar la perla más valiosa.El evangelio no responde a esas ni a otras preguntas que hagamos, sino que nos invita a romper las redes de un pensamiento instrumental/interesado y egoísta, centrado en el negocio… para soñar en lo más alto, para pensar en lo más hondo, para comprometernos a descubrir y cultivar nuestro tesoro, la perla de la vida.2. EVANGELISTA, HOMBRE DE IGLESIA (MT 13, 47-50). UNA MORAL DE JUICIO
El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
El Reino se parece a una red… Ésta no es ya una parábola, sino una alegoría, que nos sitúa ante un tipo de moral ordinaria de juicio, según la cual Dios condena a los flacos (los peces pequeños, expulsados de nuevo) y salva a los “gordos y ricos”, en una línea de justicia conmutativa… Dios recibe en su reino a los “peces gordos”…, Dios echa nuevamente al mar a los peces flacos y malos…
Ciertamente, en un sentido, esa moral de justicia es buena, responde a la división de los hombres (peces buenos, peces malos; obras buenas, obras malas…). Pero, en sí misma, esa alegoría no responde al mensaje de Jesús que viene a salvar precisamente a los pecadores y excluidos (a los flacos y pecadores) , como puso de relieve Pablo.
Esta alegoría de la pesca…. es una advertencia moral de la Iglesia posterior, no una parábola de Jesús, que ha venido a salvar precisamente a los “peces flacos”.
Ciertamente, esta alegoría tiene cierto valor… pues nos invita a descubrir lo que somos, para transformarnos y así convertirnos en peces buenos… Pero es una alegoría de prudencia “humana”, no de enseñanza salvadora de Jesús, que se expresa en las dos parábolas anteriores paradójicas y sorprendentes (del tesoro y de la perla).
Por otra parte, esa separación de peces gordos y flacos separación no se puede hacer en este mundo, como sabía la parábola de la cizaña (¡no cortéis en este mundo la cizaña…!). Además, las redes de Dios son distintas a las redes de este mundo… y Jesús ha muerto para salvar a todos.
3. APLICACIÓN FINAL, UNA “BUENA TEOLOGÍA”: EL BUEN ESCRIBA
¿Entendéis bien todo esto?” Ellos le contestaron: “Sí.” Él les dijo: “Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo. (Mt 13, 51-52)
Jesús pregunta a sus discípulos si entienden. Ellos le dicen que sí y luego se presenta como un “escriba sabio” que mezcla lo antiguo y lo nuevo… El mensaje de Israel y las palabras de Jesús... Ese escriba bueno y sabio que mezcla lo antiguo y lo nuevo está actuando en la elección de los textos anteriores, y en su vinculación.
– Mt 13, 44-46 es mensaje nuevo, es parábola de Jesús, es don de Dios que se ofrece a todos, como perla, como tesoro…
– Mt 13, 47-50 forma parte del discurso moral y apocalíptico del judaísmo del tiempo de Jesús, sino advertencia moral de la igleisa. En sentido estricto no es evangelio.
– Mt 13, 51-52. Es invitación al buen magisterio, que recoge e integra lo antigua con lo nuevo. Pero el buen maestro (el buen escriba) tiene que recuperar también eso e integrarlo en el mensaje de Jesús…
Mateo no quiere ser infiel a Jesús y a los pobres hombres mezquinos que somos, y por esotiene que vincular el fulgor de las parábolas de Jesús con un tipo de ley judía (que se expresa en la alegoría de la red), para que así el “buen judaísmo” (de los peces gordos, religiosos) pueda entrar en la novedad de las parábolas de Jesús. Leer más…
En los dos domingos anteriores, el discurso en parábolas ha respondido a tres preguntas que se hacía la antigua comunidad cristiana y que nos seguimos planteando nosotros:
1) ¿Por qué no aceptan todos el mensaje de Jesús? (parábola del sembrador).
2) ¿Qué hacer con quienes no lo aceptan? (el trigo y la cizaña).
3) ¿Tiene futuro esta comunidad tan pequeña? (el grano de mostaza y la levadura)
Quedan todavía otras dos preguntas por plantear y responder.
¿Vale la pena?
La pregunta que puede seguir rondando en la cabeza de los seguidores de Jesús es si todo esto vale la pena. A la pregunta responden dos parábolas muy breves, aparentemente idénticas en el desarrollo y con gran parecido en las imágenes. Por eso se las conoce como las parábolas del tesoro y la perla. Lo que ocurre en ambos casos es lo siguiente:
a) El protagonista descubre algo de enorme valor.
b) Con tal de conseguirlo, vende todo lo que tiene.
c) Compra el objeto deseado.
Sin embargo, hay curiosas diferencias entre las dos parábolas, empezando por los protagonistas.
El suertudo y el concienzudo
El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.
El protagonista de la primera es un hombre con suerte. Mientras camina por el campo, encuentra un tesoro. Su primera reacción no es llevarlo a la oficina de objetos perdidos (que entonces no existe) ni poner un anuncio en el periódico (que tampoco existe). Ante todo, lo esconde. Repuesto de la sorpresa, se llena de alegría y decide apropiarse del tesoro, pero legalmente. La única solución es comprar el campo. Es grande y caro. No importa. Vende todo lo que tiene y lo compra.
El protagonista de la segunda parábola es muy distinto. No pierde el tiempo paseando por el campo. Es un comerciante concienzudo que va en busca de perlas de gran valor. Por desgracia, la traducción litúrgica ignora este aspecto: en vez de “El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas”, debería decir “a un comerciante en busca de perlas finas”. No la encuentra por casualidad, va tras ella con ahínco. Como buen comerciante, calculador y frío, no salta de alegría cuando la encuentra, igual que el protagonista de la primera parábola. Pero hace lo mismo: vende todo lo que tiene para comprarla.
La perla y el comerciante
Otra diferencia curiosa es que la primera parábola compara el Reino de los Cielos con un tesoro, pero la segunda no lo compara con una perla preciosa, sino con un comerciante. Este detalle ofrece una pista para interpretar las dos parábolas.
Ni bonos basura ni timo de la estampita
No olvidemos que estas parábolas se dirigen a una comunidad que sufre una crisis profunda y se pregunta si ser cristiano tiene valor. En términos modernos: ¿me han vendido bonos basura o me han dado el timo de la estampita? La respuesta pretende revivir la experiencia primitiva, cuando cada cual decidió seguir a Jesús. Unos entraron en contacto con la comunidad de forma puramente casual, y descubrieron en ella un tesoro por el que merecía la pena renunciar a todo. Otros descubrieron la comunidad tras años de inquietud religiosa y búsqueda intensa, como ocurrió a numerosos paganos en contacto previo con el judaísmo; también éstos debieron renunciar y vender para adquirir.
Las parábolas, aparte de infundir ilusión, animan también a un examen de conciencia. ¿Sigue siendo para mí la fe en Jesús y la comunidad cristiana un tesoro inapreciable o se ha convertido en un objeto inútil y polvoriento que conservo sólo por rutina?
Al mismo tiempo, nos enseñan algo muy importante: es el cristiano, con su actitud, quien revela a los demás el valor supremo del Reino. Si no se llena de alegría al descubrirlo, si no renuncia a todo por conseguirlo, no hará perceptible su valor. Estas parábolas parecen decir: «Cuando te pregunten si ser cristiano vale la pena, no sueltes un discurso; demuestra con tu actitud que vale la pena».
¿Qué ocurrirá a quienes aceptan el reino, pero no viven de acuerdo con sus ideales?
A esta última pregunta responde la parábola de la red lanzada al mar.
El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
No queda claro si se habla de toda la humanidad, donde hay buenos y malos, o de la comunidad cristiana, donde puede ocurrir lo mismo. Ya que el tema del juicio universal se ha tratado a propósito del trigo y la cizaña, parece más probable que se refiera al problema interno de la comunidad cristiana. Interpretada de este modo, empalmaría muy bien con las dos anteriores. Hay gente dentro de la comunidad que no vive de acuerdo con los valores del evangelio, que no mantiene esa experiencia de haber descubierto un tesoro o una perla. ¿Qué ocurrirá con ellos? La respuesta es muy dura («a los malos los echarán al horno encendido») pero conviene completarla con la última parábola del evangelio de Mateo, la del Juicio final (Mt 25,31-46), donde queda claro cuáles son los peces buenos y cuáles los malos. Los buenos son quienes, sabiéndolo o no, dan de comer al hambriento, de beber al sediento, visten al desnudo, hospedan al que no tiene techo… Los que ayudan al necesitado, aunque ni siquiera intuyan que dentro de ellos está el mismo Jesús.
Conclusión
¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos le contestaron:
― Sí.
Él les dijo:
― Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.
Mateo termina las siete parábolas comparando al predicador del evangelio con un padre de familia. Parece un nuevo enigma, esta vez sin explicación. En sentido inmediato, el escriba que entiende del reinado de Dios es Jesús. Para exponer su mensaje ha usado cosas nuevas y viejas. Del baúl de sus recuerdos ha sacado cosas antiguas: alguna alusión al Antiguo Testamento, la técnica parabólica y el lenguaje imaginativo de los profetas. Pero la mayor parte consta de cosas nuevas, fruto de su experiencia y de su capacidad de observación: la vida del campesino, del ama de casa, del pescador, del comerciante, de la gente que lo rodea, le sirven para exponer con interés su mensaje. Por eso, la comparación final es también una invitación a los discípulos y a los predicadores del evangelio a ser creativos, a renovar su lenguaje, a no repetir meramente lo aprendido.
La primera lectura
La primera lectura nos invita a pedir a Dios esta sabiduría, igual que Salomón se la pidió para gobernar a su pueblo.
En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo:
― Pídeme lo que quieras.
Respondió Salomón:
― Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?
Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo:
― Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.
Reflexión final
El discurso en parábolas nos ha ocupado tres domingos. Su problemática es tan actual e interesante que ha merecido la pena. Dada la situación actual de la iglesia, quizá su mayor mensaje es el de esperanza y entusiasmo. Seguir a Jesús merece la pena y tiene futuro, con tal de renunciar a ser cedro del Líbano y contentarnos con ser árbol de mostaza. Aunque pequeña, como la levadura, la comunidad cristiana siempre podrá hacer el bien a los pájaros del cielo, aunque no se queden a anidar en sus ramas.
Comentarios desactivados en 30 de Julio. Tiempo Ordinario. Domingo XVII. Ciclo A
“El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.”
Y este domingo también tenemos varias parábolas. Jesús quiere darnos a conocer el Reino. Busca, incansable, numerosos ejemplos. Comparaciones. Muchas imágenes. Para que podamos comprenderlo.
Dos de las parábolas de hoy: la del tesoro y la de la perla, nos hablan del valor del Reino. Descubrir el Reino, descubrir el Rostro de Dios que Jesús vino a mostrarnos es una suerte. Una inmensa alegría.
Algo por lo que vale la pena vender todo lo demás. Quizá durante demasiado tiempo en la Iglesia le hemos dado mucho protagonismo a la renuncia. Al sacrificio. Pero el Reino de Dios, el mensaje de Jesús no es cuestión de renuncia. Es cuestión de elección.
Cuando elegimos algo en la vida es porque lo deseamos, porque nos gusta. Nos parece valioso. Elegimos una carrera, un oficio, un lugar donde vivir. Y también cosas más pequeñas: un móvil, un pantalón o un plato de comida.
Nuestra vida está llena de elecciones y cada elección implica un esfuerzo y también una renuncia.
Cada elección que hacemos, por pequeña que sea, nos hace ejercitar nuestra libertad. Nos obliga a decidir.
No conozco a nadie que haya comprado algo que le hiciera ilusión (un teléfono, un coche…) que salga triste de la tienda pensando que solo se ha podido comprar uno y ha tenido que dejar los demás.
Sin embargo mucha gente te mira con condescendencia cuando haces una opción de vida por el Reino, como es ser monja. Y te preguntan: “¿no te da pena no poder…?”
¡No!, no me da pena. He hecho una elección. He elegido aquello que pienso que puede llenar plenamente mi vida. ¡Cierto! dejo muchas cosas, muchas otras posibilidades, el concesionario se queda lleno de coches cuando compramos uno. Pero lo que he elegido me llena de alegría. Si tuviera que llevarme todos los coches del mercado sería absurdo y agobiante. Me quedo con uno y lo disfruto, lo cuido y se lo enseño con alegría a todo el mundo.
Y con el Reino de Dios es aun mejor porque no pierde valor al salir del concesionario, no contamina y no se estropea. Tiene garantía indefinida.
Oración
Trinidad Santa, danos la alegría y el convencimiento de quien ha hecho una elección libre y decidida por tu Reino.
Comentarios desactivados en La incapacidad de descubrir la cizaña en nosotros impide que la aceptemos en los demás.
DOMINGO 16 (A)
Mt 13, 24-43
La parábola de la cizaña es una de las siete que Mateo narra en el capítulo 13. Como decíamos el domingo pasado, se trata de un contexto artificial. Como todas las parábolas se trata de un relato anodino e inofensivo por sí mismo, pero puede llevarnos a una reflexión muy seria sobre la manera que tenemos de catalogar a las personas como buenos y malos. Mal entendida, puede dar pábulo a un maniqueísmo nefasto, que tergiversa el mensaje de Jesús. Bien y mal se encuentran inextricablemente unidos en cada uno de nosotros.
El punto de inflexión en la lógica del relato lo encontramos en las palabras del dueño del campo: “dejadlos crecer juntos hasta la siega”. Lo lógico sería que se ordenara arrancar la cizaña en cuanto se descubriera en el sembrado, para que no disminuyera la cosecha. Pero resulta que, contra toda lógica, el amo ordena a los criados que no arranquen la cizaña, sino que la dejen crecer con el trigo. Este quiebro debe hacernos pensar. No es que el dueño se haya vuelto loco, es que quiere hacernos ver que otra actitud ante la realidad es posible.
El domingo pasado, una cosecha del ciento por uno era el quiebro que nos obligaba a saltar a otro plano. Esa desorbitada cosecha no se puede dar en el trigo, luego tenemos que dar un salto para entender lo que nos quiere decir. Ya no se trata de tierra y grano sino de fruto espiritual. En esta parábola, la falta de lógica está en no arrancar la cizaña. Si en el trigo se nos pide hacer lo contrario de lo que se debe, nos obliga a saltar a otro nivel en que eso sea posible. En el orden espiritual no solo no se debe arrancar la cizaña, sino que no se puede separar.
El dueño siembra buena semilla. La cizaña tiene un origen distinto. Según aquella mentalidad, hay un enemigo del hombre empeñado en que no alcance su plenitud. Pero la hipótesis del maniqueísmo es innecesaria. Durante milenios el hombre trató de buscar una respuesta coherente al interrogante que plantea la existencia del mal. Hoy sabemos que no tiene que venir ningún maligno a sembrar mala semilla. Las limitaciones, que inevitablemente nos acompañan como criaturas, dan razón suficiente para explicar los fallos de toda vida humana.
Casi cuatro mil millones de años de evolución han ido siempre en la dirección de asegurar la supervivencia del individuo y de su especie. A ese objetivo estaba orientado cualquier otro logro. El ser humano descubre que hay un objetivo más valioso que el de la simple supervivencia. Al intentar caminar hacia esa nueva plenitud de ser que se le abre en el horizonte, el hombre tropieza con esa enorme inercia que le empuja al objetivo puramente egoísta. En cuanto se relaja un poco, aparece la fuerza que le arrastra en la dirección equivocada.
El objetivo de subsistencia individual y el nuevo horizonte de unidad-amor que se le abren al ser humano no son contradictorios. En el noventa por ciento deben coincidir. Pero esa pequeña proporción que les diferencia no es fácil de apreciar. Como en el caso de la cizaña y el trigo, solo cuando llega la hora de dar fruto queda patente lo que los distingue. Es inútil todo intento de dilucidar teóricamente lo que es bueno o lo que es malo. La mayoría de las veces las personas solo descubren lo bueno o lo malo después de innumerables errores.
El trigo y la cizaña tienen que convivir a pesar de que son plantas antagónicas y lo que produce una, será siempre a costa de la otra. La cizaña perjudica al trigo, pero la realidad es que son inseparables. Aplicado al ser humano, la cosa se complica hasta el infinito, porque en cada uno de nosotros coexisten juntos cizaña y trigo. Nunca conseguiremos eliminar del todo nuestra cizaña. Solo aceptando esto, superaremos el puritanismo y lo aceptaremos tal como es.
Esta mezcla inextricable no es un defecto de fábrica, como se ha hecho creer con mucha frecuencia; por el contrario, se trata de nuestra misma naturaleza. Dejaríamos de ser humanos si se anularan todas nuestras limitaciones. No solo es absurdo el considerar a uno bueno y a otro malo, sino que el solo pensar que una persona se pueda considerar perfecta, es descabellado. Arrancar la cizaña en nosotros y en los demás ha sido una tentación inmemorial.
También hoy Jesús, a petición de sus discípulos, explica la parábola. No se trata de una explicación de Jesús, sino de un añadido de la primera comunidad, que convirtió la parábola en alegoría para utilizarla como instrumento moralizante. En la explicación que el evangelio da se ve con toda claridad la diferencia entre parábola y alegoría. Podemos apreciar cómo se desvía el acento desde la necesidad de convivir con el diferente a la insistencia en que los malos serán quemados, con la intención de que el miedo a ser quemados nos haga mejores.
Si a través de veinte siglos, la Iglesia hubiera hecho caso de esta parábola, ¡cuántos atropellos se hubieran evitado! En todos los tiempos se ha perseguido al que discrepa, solo por el afán de preservar el trigo. Se ha excomulgado, se ha desterrado, se ha quemado en la hoguera a miles de cristianos que eran bellísimas personas, aunque no coincidieran con la verdad oficial. Es patético que se haya declarado santos a algunos de los que han sido sacrificados.
Aún tenemos pendiente un cambio en nuestra actitud ante el diferente. Hemos sido educados en el exclusivismo. Jesús sabía muy bien lo que decía a un pueblo judío que se creía elegido y superior a los demás. A pesar de la claridad del mensaje, muy pronto olvidaron los cristianos las enseñanzas de Jesús y reprodujeron el exclusivismo judío. Una sola frase resume esta actitud totalmente antievangélica: “fuera de la Iglesia no hay salvación”. Esta máxima ha sido defendida todavía, por el último Catecismo de la Iglesia Católica.
La parábola no solo se aplica al orden moral sino a la doctrina y al culto. En las verdades también hay trigo y cizaña y tampoco se puede separar el error de la verdad. Dice un proverbio oriental: si te empeñas en cerrar la puerta a todos los errores, dejarás inevitablemente fuera la verdad. En el culto, el trigo sería un descubrimiento de Dios en nosotros y una verdadera relación con Él. Cizaña sería quedarnos en los ritos externos y no llegar a la vivencia. En la moral es mucho más sangrante la pretensión de exclusividad. Hemos predicado como voluntad de Dios lo que no son más que preceptos humanos.
Comentarios desactivados en Las parábolas vegetales.
Mt 13, 24-43
«El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza…»
Nunca me dejan de sorprender esas fotos que muestran templos orientales construidos con enormes sillares de roca, y ahora engullidos por la selva y destruidos piedra a piedra por la fuerza avasalladora de ramas y raíces. Es increíble que algo tan aparentemente blando e inofensivo nacido de una semilla frágil e insignificante, acabe imponiéndose con el paso del tiempo a lo que en principio había nacido para ser indestructible.
Pero así es.
Jesús creía en el poder incontenible de la semilla y plasmó su creencia en ese conjunto de parábolas singulares a las que llamamos “parábolas vegetales”. Cada una de ellas tiene su propio mensaje particular, pero de su conjunto podemos sacar dos conclusiones comunes: la primera y más importante es que el Reino no crece por la fuerza del dinero o la imposición del poder, sino que se siembra y crece por la fuerza interior de la Palabra.
La segunda es que la humanidad nunca va a alcanzar su plenitud si se limita a buscar la justicia promulgando leyes y amenazando con castigos. Es necesario cambiar el corazón de las personas sembrando en ellos el perdón, la compasión y el servicio. Las leyes coartan, pero no cambian el corazón y el mal persiste en ellos a pesar de los castigos.
Jesús hablaba en parábolas porque el lenguaje parabólico permite decir lo más profundo que se puede decir de Dios y del ser humano; aquello que no se puede expresar sino mediante este lenguaje. Intenta con ellas anunciar y presentar lo “divino” en el lenguaje humano; trata de facilitar a los oyentes esa otra dimensión de la realidad que no se ve, y que no puede enunciarse directamente en lenguaje terreno.
El resultado es que a través de las parábolas Jesús hace la mejor teología de la historia de la humanidad; una teología que no está reservada a los sabios e iniciados, sino al alcance de todos; principalmente de los humildes. Con demasiada frecuencia, los sabios complican su sencillez extrema y emborronan el mensaje.
Refiriéndonos ya a las dos parábolas del evangelio de hoy, la mostaza es un arbusto peligroso que invade los campos en los que cae. Es muy probable que con ella Jesús estuviese mostrando su confianza en que los criterios del Reino iban a acabar por imponerse a las viejas estructuras religiosas de Israel, y no es casual que lo haga delante de escribas y fariseos que sin duda estaban allí y acusaron el golpe.
La otra parábola —la cizaña— se presta a ser mal interpretada, y de hecho se suele interpretar muy mal: “En el mundo hay buenos y malos que viven mezclados los unos con los otros, pero, al final, Dios los separará y condenará a los malos al fuego”. Una interpretación muy desafortunada y alejada de la realidad. El bien y el mal son fuerzas contrapuestas que luchan tenazmente en nuestro interior, y en esa lucha, unas veces vence una y otras, la otra. Nadie está libre del mal, o como decía Ruiz de Galarreta: «No hay justos y pecadores, sino solo pecadores amados por Dios».
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer otro comentario sobre este evangelio publicado en fe adulta, pinche aquí
Comentarios desactivados en Las parábolas, imágenes para un sueño.
Mt 13, 24-30
Mateo en el capítulo 13 de su evangelio nos presenta a Jesús narrando a su auditorio una serie de parábolas a través de las cuales, dice el evangelista, les va exponiendo muchas cosas (Mt 13, 3). Las historias que propone reflejan el contexto agrario de la Palestina del siglo I y posiblemente para un lector o lectora del siglo XXI resulten lejanas e incluso le resulte difícil captar su carga profética. Pero lo importante está en ir más allá del ejemplo y sintonizar con la propuesta de fondo, con la mirada que propone, con el desafío que lanza.
Cuando Jesús presenta su enseñanza a través de parábolas no pretende ofrecer enigmas difíciles de resolver ni mensajes ocultos que haya que desvelar. Él busca ofrecer esperanza y sentido a quienes ven sus vidas destruidas, se sienten agobiad@s o margind@s. Con un lenguaje sugerente y sencillo, Jesús compara la acción amorosa de Dios en la historia con experiencias cotidianas que, más que de poder o omnipotencia, hablan de fragilidad y empatía: unas semillas, un poco de levadura, un tesoro escondido… Imágenes que hablan de confianza en un futuro diferente, que muestran a un Dios que es misericordia y perdón y que solo quiere salvar.
Sus parábolas son, además, invitaciones a comprometerse con el cambio, a estar atentas y atentos a los signos que muestran el camino, a sostenerse con paciencia activa en los procesos que transforman… como levadura, como semilla, como tesoro…
La parábola del trigo y la cizaña
En esta parábola el Reino de los cielos se identifica con un hombre que siembra su campo con buena semilla y su enemigo planta cizaña en medio de ella. La lógica parece decir, como expresan los criados, que es necesario arrancar la cizaña cuanto antes para que el trigo pueda seguir creciendo sin amenazas. Sin embargo, el dueño del campo prefiere esperar a la siega para separar el trigo de la cizaña.
La imagen de ver el trigo mezclado con la cizaña en los campos no era desconocida para l@s oyentes de Jesús. Seguramente sabían que la cizaña era una planta venenosa de forma parecida al trigo y que crecía como una mala hierba entre el cereal y que era necesario evitar que se confundiera o ahogara el trigo estando atent@s a su crecimiento y a separarla en cuanto fuese posible. Jesús, sin embargo, no buscaba abrir un debate sobre lo acertado o no, en términos agrícolas, de si la decisión del propietario del campo era adecuada o no. Él quería ir más allá. Quería cuestionar esas fronteras, rápidas y aparentemente seguras, que trazamos entre lo bueno y lo malo pues, como pasa con el trigo y la cizaña, no es tan fácil de distinguir y corremos el riesgo de juzgar equivocadamente o estigmatizar a personas con decisiones precipitadas o desde principios absolutos.
A Jesús, sus encuentros con la gente herida, con las personas enviadas a las cunetas sociales, con quienes han sido silenciados o ignorados por ser diferentes, le ayudaban a entender que nadie estaba perdido definitivamente. El Dios Abba que sostenía su vida lo invitaba a confiar, a esperar el cambio y la transformación de quien había errado en el camino, a ver más allá de categorías o identidades y anunciar sin descanso la Buena Noticia de un Dios siempre amor y perdón para todos sus hijos e hijas.
Más grises que blancos
A Mateo esta parábola le sirve para recordar a su comunidad que su opción de seguir a Jesús no hace a sus miembros más pur@s, ni mejores. Que en su vida personal y colectiva no hay blancos y negros sino muchos grises que hay que clarificar y acompañar. No se trata tanto de esperar un juicio final sino de comprender en el presente que hay que acoger lo diferente, respetar los ritmos, tener compasión con las heridas, acompañarnos en las caídas, sostenernos en la fragilidad y fortalecer nuestros vínculos para caminar juntos y juntas en la diferencia y diversidad.
Seamos o no conscientes de ello, existir implica buscar, por más que, en ese recorrido, puedan darse todo tipo de actitudes, que van desde la apatía escéptica hasta la pasión ansiosa o la desesperanza.
De entrada, nos percibimos como seres que se definen por su necesidad y su carencia, por lo que empezamos dirigiendo nuestra búsqueda hacia el exterior: tiene que haber “algo”, en algún lugar, que colme mi necesidad y sacie mi anhelo. Y ahí, según las situaciones y condiciones de cada cual, se abre todo un abanico de opciones, en las que proyectamos la respuesta ansiada.
Sin embargo, toda esa búsqueda acabará en frustración, ya que, aun sin advertirlo, nos habíamos equivocado de dirección: no hay nada “ahí afuera” capaz de saciar nuestro anhelo.
Esto explica que, llegados a un momento determinado, tras haber padecido alguna que otra frustración y atravesado alguna que otra crisis, nos preguntemos si no será necesario cambiar la mirada, dirigiéndola hacia nuestro interior. En ese momento es cuando iniciamos el llamado “camino espiritual” (o, simplemente, profundo). Es el camino de “vuelta a casa”.
Lo que sucede es que la dinámica de ese camino se va a ver modificada de manera sustancial. Tal vez, aunque sea en nuestro interior, todavía sigamos buscando, en la creencia errónea de que el “tesoro” es algo diferente a lo que ya somos. De nuevo, serán necesarias frustraciones y crisis, hasta llegar a comprender que, en lo profundo, somos ya eso que andamos buscando.
El tesoro siempre había estado aquí, pero éramos incapaces de reconocerlo. No había que conquistarlo, sino simplemente descubrirlo. Es entonces cuando toda búsqueda cesa -más aún, descubres que la propia búsqueda te alejaba del tesoro, porque te estabas diciendo que este se hallaba en “otro lugar”-. Lo que ha quedado es un “caer en la cuenta” de lo que realmente somos, más allá de la forma en que nos manifestamos.
Y lo que somos -lo que alienta, impulsa, sostiene y constituye nuestra persona- es aquello que sostiene a todos los seres, aquello de lo que, en último término, está hecho todo lo real. Somos consciencia pura, plenitud de presencia. A partir de ahí se abrirá un camino de integrar lo reconocido y dejarnos vivir en coherencia con ello. Pero habrá cesado la ignorancia original y la ansiedad insaciable.
Y comprendemos entonces la sabiduría que encierran las palabras de Nisargadatta: “Deja de buscar; déjate encontrar”.
Comentarios desactivados en Lo que más te importa en la vida es tu “dios”, tu tesoro
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
Un corazón sensato y sabio.
En la primera lectura (1Reyes) hemos escuchado lo que Salomón le pide a Dios. Salomón no le pide a Dios poder, ni escaños parlamentarios, ni una economía solvente. Sino que le pide: da a tu siervo un corazón dócil. Podía haber pedido al Señor otras cosas: poder, armas, etc., pero le pidió un corazón dócil, comprensivo y esa fue su Sabiduría.
Salomón le pide a Dios un corazón sabio y sensato. Dios se lo concede.
Esta podría ser también nuestra oración: concédenos, Señor, tener cabeza en la vida y buen corazón. Es lo que dice el salmo 89: Enséñanos a calcular nuestros años para que tengamos un corazón sensato.
El Señor no se molestó por la actitud de Salomón de sentirse débil, por sus dudas, sus búsquedas, sino más bien al contrario: al Señor le agradó que Salomón le hubiera pedido honradez y sensatez en la vida
Vivir la vida con sensatez …
01.- Lo más central en la vida de una persona es el que se toma absolutamente en serio
Durante estos últimos domingos venimos escuchando en el evangelio alusiones y parábolas de lo que constituye el centro del pensamiento y de la actividad de Jesús: el Reino e los cielos. “El Reino de los cielos” se parece a la siembra, a un tesoro, a la perla fina…
El Reino de Dios, el Reino de los cielos, es el símbolo bíblico para expresar el deseo, esfuerzo y nostalgia de vivir bajo la acción y valores de Dios. Jesús se pasó la vida sembrando este Reino de Dios y nos dejó esta hermosa y noble tarea: Seguir sembrando el Reino.
Lo más importante, el acto más central en la vida de una persona es aquello por lo que está dispuesto a entregarlo todo, incluso la vida y, al mismo tiempo está también dispuesto a dejarlo todo.
Mañana, 31 de julio, celebramos la fiesta de San Ignacio. La primera meditación de los Ejercicios es “principio y fundamento” de la vida, que es otro modo de decir y plantear: ¿cuál es el centro, lo esencial y decisivo de nuestra vida? ¿Qué es lo absoluto en mi vida?
Conviene ser sensatos y no equivocarse a la hora de elegir el eje de la existencia, la piedra angular, el tesoro de nuestra vida.
El hombre de hoy sigue siendo tan religioso o siente la misma necesidad de absoluto que San Ignacio o que en los tiempos de Cristo. Lo que ha cambiado a este respecto no es el ser humano, sino los “reinos”, “los tesoros”, las “piedras preciosas”,“los ídolos”. Muchos de nuestros conciudadanos tienen como horizonte de su vida el placer, el poder de todo tipo, dinero, consumismo, la nación, etc.
Hemos rezado en el salmo 118: El Señor es la porción de mi vida, mi herencia en la vida. Tiene mucha hondura. Los tesoros de este mundo, las riquezas de esta vida son lo que son, son buenos, pero no fundamentan la existencia humana.
02.- Corazón y sabiduría.
Son dos dimensiones que configuran la vida humana: el corazón (el sentimiento) y la inteligencia (la razón). Tal vez nosotros empleamos más la razón y la ciencia. Por los vericuetos de la historia occidental ha predominado la Ilustración, el progreso, lo tecnológico.
Ciertamente todas son dimensiones válidas, pero:
No es lo mismo la razón que la verdad. (No es lo mismo tener la razón, que ser sensato). Hay momentos o situaciones en lo que se puede tener ciencia y disciplina, pero no sensatez ni sabiduría. Se trata de tener sensatez y bondad en la vida.
Restregar la razón en la cara hace daño. No es humano echar en cara siempre la razón. Vivir siempre de la razón sin corazón, sin caridad, no es muy humano y menos cristiano.
Una razón sin caridad, (bondad) no es “verdad”, es algo de venganza.
Concluyo.
Este domingo estival puede ofrecernos un momento para pensar:
¿Cuál es el tesoro de mi vida?
Ciencia tenemos, y nos sobra, pero ¿tenemos corazón?
Comentarios desactivados en 22.7.2023. Santa María Magdalena. El poder de la Mujer Histérica. El poder de la mujer “histérica”, las primeras mujeres cristianas y las mujeres de la Iglesia
“Entre los círculos cristianos se mantuvo por largo tiempo la memoria de María como seguidora de Jesús”
Se celebra hoy la fiesta de María Magdalena, y quiero recordar en este día su “historia” y figura, partiendo de un libro M. Y. MacDonald, donde ella aparece como mujer histérica.
El libro expone la crítica de Celso contra el cristianismo, una religión que a su juicio era falsa, por ser religión de mujeres: (a) Inspirada por la madre de Jesús (mujer de vida muy dudosa). (b) fundada por María Magdalena (mujer histérica, amiga de Jesús a quien “veía” tras su muerte). (c) Cultivada por mujeres de vida ignorantes de los bajos fondos del imperio romano en la segunda parte del siglo II d.C.).
A pesar de la crítica de Celso, gran filósofo greco-romano, el cristianismo de la mujer histérica, terminó triunfando en todo el imperio. Este es el argumento básico de la respuesta de Orígenes, el cristiano más culto de ese tiempo, tal como aparece en su Crítica contra Celso.
Este libro (Las mujeres en el cristianismo primitivo y la opinión pagana.El poder de la mujer histérica, Verbo Divino, Estella) investiga, de forma exhaustiva, la reacción de los pensadores paganos ante la novedad de las mujeres cristianas en siglo I-II, para situar y entender así mejor la novedad de la Iglesia.
Evidentemente, dejo abierto el tema de la identidad de Magdalena y de la diferencia y posible relación entre M. Magdalena y María la hermana de Marta (sin ocuparme de María, la madre de Jesús). Dejo también a un lado la relación y diferencia entre las tradiciones de fondo del evangelio de Marcos y en especial las de Mateo, Lucas y Juan, limitándome a exponer los temas de fondo del libro de MacDonal, con lo que implican para la visión y tarea de la mujer en el momento actual de la Iglesia y de la sociedad (con una cita final más larga para introducir a mis lectores en el tema).
Quien quiera saber más sobre el tema tendrá que acudir personalmente al libro de MacDonald (y al de Orígenes, Contra Celso).
EL LIBRO Y EL TEMA DE FONDO DE M. Y. MACDONALD
El título alude a una expresión famosa de Celso, el mayor de los críticos anti-cristianos, que dijo que la Iglesia la había fundado una mujer “histérica” (María Magdalena); con esa acusación, que es en el fondo una alabanza, Celso nos ayuda a entender la novedad de las mujeres en el comienzo de la Iglesia.
Margaret Y. MacDonald (Saint Jean, Quebec, 1961), doctora por la Oxford University (1987), es profesora asociada de Nuevo Testamento, apócrifos y estudios posbíblicos en la Universidad de Otawa (desde 1990) y en la Universidad Saint Francis Xavier (Nova Scotia, Canadá).
Quiero dejar que hable ella, M. MacDonald, teóloga católica, una de las investigadoras más autorizadas sobre el tema, seleccionando algunas páginas y párrafos de la inroduccion de su libro (págs. 12-24). Quien quiera hacerse una idea más precisa del tema deberá leer todo el libro.
Estoy convencido de que no le defraudará: lo que los autores paganos pensaron y dijeron sobre las mujeres cristianas antiguas nos ayuda a entender la novedad de la Iglesia, con la aportación esencial del Cristianismo en el campo de las relaciones humanas, en especial para las mujeres. Éstos son sus motivos principales:
1. El cristianismo primitivo, sobre todo en su línea paulina, causó sensación en todo el ambiente social porque animó a las mujeres a que vivieran solteras, es decir, independientes, sin control de padre, ni esposo, en una Iglesia que las respetaba como a tales, a mujeres libres. Las mujeres solteras eran vistas como “peligrosas”.
2. Ese cristianismo animó a las mujeres a que mantuvieran su propia religión dentro del matrimonio; eso significa que les pidió que fueran independientes respecto del marido, al que respetaban en otros campos, pero no en ése… de tal manera que resultaban “peligrosas”, pues en aquel contexto social la mujer tenía que seguir la religión del marido… Eso significa que que la mujer cristiana podría tener su grupo (sus amigos) y sus “salidas” (asistir a cultos) con independencia del marido. En otras palabras, podía tener “su vida” y eso era peligroso
3. La mujeres se comprometieron en el campo social de la misión y del testimonio cristiano, de manera que vinieron a presentarse como las mejores propagandistas del cristininismo… Tenían “visiones” y la gente les creía;; fundaban “movimientos”… y la gente les seguía; evidentemente, tenían que ser “histéricas”.
4. El cristianismo rompía el esquema de “varones fuera y mujeres en casa“, pues las mujeres tenían funciones directivas en las iglesias, que eran lugares “mixtos”, sociales y particulares… De esa manera se mezclaba lo que Roma quería mantener separado, empezando por una religión “pública” dirigida por los magistrados del Imperio… Pues bien, aquí había unas mujeres que realizaban funciones “privadas” (en sus casas), pero con repercusiones públicas…, en contra de las normas de vida del Imperio.
5. La acusación de los paganos contra las mujeres cristianas (histéricas, libres, quizá licenciosas, desobedientes…) causó mella en los cristianos, de manera que (al menos en parte) el retraimiento posteriores (¡las mujeres de nuevo a casa!), que aparece ya de alguna forma en las Cartas Pastorales ha sido una reacción contra el buen “nombre” social de la Iglesia.
6. Aquel problema del siglo I-II continúa siendo el nuestro… Seguimos estando donde nos puso el comienzo de la Iglesia: somos “contemporáneos” de la primitiva comunidad cristiana, como han sabido siempre los grandes teólogos, desde A. Agustín hasta Santo Tomás, desde Ignacio de Loyola hasta Von Balthasar… La novedad es que ahora (año 2022) podemos tomar ese tema más en serio, en forma no sólo espiritual, sino también social…
TEMAS BÁSICOS DEL LIBRO DE MACDONLD
Una mujer histérica Celso fue el más fecundo de los críticos del cristianismo primitivo en el siglo segundo. Por desgracia, conservamos muy poca información sobre su vida. Su libro, La verdadera doctrina, escrito en torno al 170 d. D., no se ha conservado y lo conocemos sólo por la refutación que Orígenes escribió unos setenta años más tarde: Contra Celso.
Por fortuna, Orígenes cita extensamente a Celso, de tal forma que podemos reconstruir una gran parte del escrito original de Celso. Para este estudio, resulta muy importante el notable interés que Celso mostró por la presencia de mujeres entre los seguidores de Jesús. De hecho, Celso describe la fe cristiana en la resurrección como algo que fue creado por una “mujer histérica” que se hallaba embaucada por la brujería:
Pero debemos examinar la cuestión de si alguien que realmente había muerto ha resucitado alguna vez con el mismo cuerpo… Pues bien ¿quién fue el que vio eso? Una mujer histérica, como tú dices, o quizá algunas otras que habían sido embaucadas por la misma brujería, o que lo soñaron, hallándose en un estado peculiar de mente o que, motivadas por su mismo deseo, tuvieron una alucinación fundada en alguna impresión equivocada (una experiencia que ha sucedido a miles de personas); pero es todavía más probable que ellas quisieran impresionar a otros contándoles una fábula fantástica, de tal manera que a través de esta historia, propia de animales sin razonamiento, ellas tuvieran una oportunidad de impresionar a otros mendigos.
Celso tiene un conocimiento bastante detallado de la tradición cristiana, de manera que es posible que estuviera familiarizado con la importante función que desarrollaron las mujeres en los relatos pascuales, y de un modo especial, con la función de María Magdalena.
Entre los círculos cristianos se mantuvo por largo tiempo la memoria de María como seguidora de Jesús, como testigo de la resurrección y como heraldo de las noticias de la aparición de Jesús resucitado; así lo muestra el papel importante que ella ocupa en las tradiciones del Nuevo Testamento (Mc 16, 1-11; Mt 28, 1-8; Lc 24, 1-11; Jn 20, 1-18) y en varios escritos gnósticos de los siglos II y III. Celso advirtió que las mujeres continuaban realizando una función muy importante, pues actuaban en la iglesia como líderes de grupo después de la muerte de Jesús, y así describe la participación de las mujeres en las tácticas sediciosas de evangelización del cristianismo.
Si estas observaciones fueran de peso y no un simple intento de ridiculizar de manera estereotipada a los primitivos cristianos, Celso estaría asegurando que, desde los comienzos hasta su propio tiempo, el cristianismo había sido en gran medida una religión de mujeres.
Histérica, es decir, débil y sugestionable, pero importante La forma en que Celso presenta como “histérica” a una mujer que está dotada de un talento especial para la invención de creencias religiosas, refleja un sentimiento bien atestiguado en el Imperio Romano, donde se suponía que las mujeres se hallaban inclinadas a excesos en materias de religión… A veces, esta debilidad se mostraba como adicción a materias religiosas, un rasgo que, según se decía, sólo se daba raramente entre hombres. Esa debilidad tomaba a veces la forma de vinculación indebida a un nuevo y extraño grupo religioso.
Conforme a la opinión del antiguo autor Plutarco, la fidelidad al propio marido implica fidelidad a sus dioses y capacidad de “cerrar la propia puerta ante todas los rituales intrusivos y ante todas las supersticiones provenientes de otras tierras. Porque los rituales furtivos y secretos realizados por una mujer no encuentran favor alguno ante ningún dios” El relato de Celso nos lleva rápidamente del testimonio de una mujer que, como era predecible, se comportó de un modo desordenado…
Pues bien, a pesar de que Celso intentó minusvalorar con toda claridad el éxito del mensaje cristiano, sus esfuerzos no logran explicar la razón por la que una parte significativa de la población del imperio romano del siglo II encontró que esa historia “propia de animales sin razonamiento” resultaba convincente.
La descripción de la “mujer histérica” nos invita a tomar en consideración la actitud ambivalente que en la antigüedad se mostraba hacia el talento religioso desarrollado por mujeres: ese talento suscitaba, al mismo tiempo, admiración y una gran sospecha… La palabra “histérica” (paroistros), que Celso suele emplear en contexto de magia, nos ofrece ciertamente la impresión de una mujer engañada, desequilibrada… Pero, lejos de hallarse simplemente engañada e inmovilizada por la histeria, la mujer descrita por Celso ofreció un testimonio activo, fue capaz de contar unas historias fantásticas… (que convencieron a muchos y que extendieron el cristianismo…).
Pasar “haciendo el bien” como Jesús En general las personas persiguen ideales y sueñan con grandes realizaciones. Pero la vida se va encargando de mostrar que lo alcanzado no es tan glorioso como tal vez se soñaba y, además, muchas cosas no se pueden lograr por circunstancias externas no controlables por nosotros mismos. Algunas personas consiguen éxitos que parecían imposibles y otras, lamentablemente, se conforman con demasiado poco y no luchan lo suficiente por alcanzar sus metas. Esta es la diversidad de personas que somos; sin embargo, unas y otras, vivimos, sufrimos, gozamos, luchamos y esperamos mejores tiempos.
De Jesús en su vida histórica, el libro de Hechos nos lo describe como aquel que “pasó haciendo el bien” (10, 38). ¿Qué quisieron decir con esto? Jesús no tuvo éxitos, ni fortuna, ni glorias, pero fue una persona que hizo el bien. Parece que esto fue lo que sus contemporáneos resumieron de su vida con ellos. Esto no es poco. Es mucho porque en hacer el bien o el mal se juega nuestra propia felicidad y la de nuestro mundo. Por eso la invitación para los que intentamos seguirle no va por una perfección de determinada manera sino en esta línea de pasar por la vida haciendo el bien.
¿Cómo ser personas que pasen haciendo el bien? Mirando a Jesús encontramos al menos dos maneras de hacer este bien. La primera se refiere a su actuar con respecto a los excluidos de su tiempo, sea por su enfermedad, por su sexo, por el trabajo que ejercían, por su procedencia étnica, etc. Sus milagros no se refieren a actos extraordinarios para mostrar su poder, sino a los “signos del reino”, es decir, a la puesta en práctica del actuar de Dios que nunca excluye, que nunca castiga, que nunca va en contra de la dignidad del ser humano. Jesús cura a los enfermos porque les apartan de la comunidad, en nombre de la Ley ya que se les consideraba pecadores; habla con los extranjeros porque el reino va más allá de las fronteras de Israel; come con los pecadores porque ellos también están incluidos en la mesa del reino. Pero la segunda manera de practicar el bien es con sus actitudes frente a las instituciones religiosas de su tiempo -La Ley y el Templo- cuando estas oprimen a las personas, esclavizándolas con sus mandatos en lugar de ponerlas al servicio del ser humano. El gesto provocador de Jesús de curar en sábado -cuando podía haberlo hecho cualquier otro día- es un gesto profético para denunciar que eso va en contra del querer de Dios. Todas estas acciones buenas le complican la vida y Jesús se gana la muerte. Lo crucifican porque anuncia la buena noticia de la misericordia para todos y denuncia la tiranía de las instituciones cuando no están al servicio del ser humano.
A un actuar similar estamos llamados los cristianos. Si queremos, todos podemos pasar haciendo el bien. El bien siempre da gozo, paz al corazón, satisfacción personal, alegría serena. Y, en la medida que buscamos hacer el bien, logramos hacer un mundo mejor. Aunque nos asaltan las noticias sobre la maldad humana sobre otros seres humanos, la cotidianidad está también repleta de bien porque de lo contrario no podríamos vivir el día a día. El bien se manifiesta en tener otro día de vida. En la creación que sigue brindándonos sus dones como casa común en la que habitamos. Bien es la organización social -por precaria que sea- que nos permite desarrollar nuestras tareas diarias. Bien es el poder estar con otros en la calle, en el transporte, en los centros educativos, en las empresas y llevar adelante los oficios que ahí se desarrollan. Bien es poder descansar del trabajo realizado y recobrar fuerzas para comenzar un nuevo día.
Y mayor bien es cuando nos detenemos ante las necesidades de los otros y buscamos socorrerlas de alguna manera. Desde un pequeño gesto de ayuda en las cosas cotidianas hasta en la solución de problemas más complejos para los cuales desde un consejo, una ayuda material o un apoyo moral, son indispensables. Bien es también aprender a agradecer todo lo que recibimos y a no pedir más de lo que los demás pueden darnos. Un corazón agradecido disfruta verdaderamente de la vida, mientras que aquellos que solo exigen de los otros algo, van cosechando amarguras en su corazón cuando no reciben lo que esperan. En otras palabras, pasar haciendo el bien como lo hizo Jesús es orientar la vida hacia el servicio, la generosidad, la gratitud, la benevolencia, la misericordia, el perdón, la posibilidad de comenzar siempre de nuevo.
Pero también pasar haciendo el bien supone levantar la voz para denunciar lo que no permite la vida de los otros. Es vivir el profetismo al estilo de Jesús que denunció a las instituciones religiosas y sociales de su tiempo por poner cargas pesadas sobre las personas en lugar de ser signos de acogida y misericordia al estilo de Dios. Esta manera de hacer el bien es más difícil porque también despierta la persecución de los que son denunciados y no se está lejos de ser perseguido y asesinado. Eso pasa con tantos líderes sociales que, especialmente, en Colombia son asesinados a diario. Y pasa con tantos profetas cotidianos en la familia -al denunciar la violencia doméstica-, en las empresas al denunciar las malas condiciones y pocas garantías laborales, en las instituciones educativas al denunciar la mediocridad o el negocio que se forma alrededor de ellas; en las instituciones religiosas cuando se denuncia abusos, intereses económicos, manipulación de la fe sincera de las personas.
Por aquí va la propuesta de la vida cristiana. Algunos la limitan a lo sagrado llenando la vida de prácticas religiosas. Estas han de ser expresión del pasar haciendo el bien en la vida concreta. De lo contrario, son prácticas vacías que Dios aborrece. Tal vez nos ayude revisar cómo hacemos el bien en lo grande y lo pequeño, en lo privado y en lo público, en lo cotidiano y en lo estructural. Posiblemente así nos vamos acercando más al Jesús a quien decimos amar y queremos seguir.
Comentarios desactivados en Caminando por la vida.
Andar por la vida
portando tu mensaje y buena nueva;
andar erguido
a pesar de las inclemencias del camino;
andar de frente
sin temor a tormentas y huracanes;
andar tranquilos
aunque haya lobos escondidos.
Ir sin bolsa,
para aligerar la marcha;
sin monedas,
para que no hagan mella en el alma;
ligeros de equipaje,
sólo con túnica y sandalias;
pero llenos de paz
gozada y derramada.
Detener el paso
y descansar de agobios y penas;
saludar y dialogar
cada día con quienes van y vienen;
entrar en las casas
y compartir alimento y corazones;
lavarse el polvo
y cicatrizar las heridas.
Y de madrugada,
volver a salir a los caminos y a las plazas,
hacerse el encontradizo
y rozar con ternura
a los que pasan;
y agradecer el camino y sus historias
respetando
las costumbres y las sorpresas…
Cada día,
caminando por la vida
protegido por tu manto y sombra
me siento más hijo,
más discípulo, más enviado,
más ligero,
más lleno de alegría,
más encontrado.
Las lecturas litúrgicas de hoy para el domingo 11 del tiempo ordinario se pueden encontrar aquí.
La transición al Tiempo Ordinario después de tiempos litúrgicos como Pascua o Adviento generalmente me inspira calma. Disfruto de las estaciones de anticipación, reflexión, alegría y misterio como el despertar de la Cuaresma y la Navidad. El Tiempo Ordinario, sin embargo, trae un período de descanso, y debido a esta quietud, gravito hacia él. Sin embargo, después de leer el evangelio de hoy, el primer domingo desde antes del comienzo de la Cuaresma, me sentí agotado y recuerdo la importancia de cuidar de uno mismo y ser cuidado por los demás.
En el pasaje del evangelio, Jesús observa que hay muy pocos trabajadores para la mies de Dios y llama a sus discípulos a la acción. Se les concede autoridad sobre los espíritus inmundos y se les envía a proclamar la Palabra del Señor. Jesús les instruye mientras parten para su misión: “Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad fuera demonios. Sin costo has recibido; sin costo has de dar.”
¡Cuánto trabajo! Tales múltiples responsabilidades parecen abrumadoras, y seguir a Cristo puede ser agotador. Como cristianos, se nos pide que demos libremente nuestro amor, nuestra atención, nuestro tiempo y nuestro tesoro. El ministerio requiere mucha energía y el agotamiento es muy común en él.
Los católicos queer están sintiendo esta presión quizás ahora más que nunca. Nos esforzamos por educar y abogar, mientras eliminamos las barreras que nos impiden vivir auténticamente. ¿Pero a qué precio? Hay mucho progreso que celebrar, pero no borra la marginación que aún experimentan las personas LGBTQ+. Ante la injusticia, el autocuidado es crucial.
Al desplazarme por mis recuerdos de Facebook el mes pasado, me saludó una foto que me recordaba mi aniversario de cirugía superior. (Si no está familiarizado con la cirugía superior, puede obtener más información al respecto aquí). No pude evitar mirar mi cofre recién reconstruido. Someterme a esta operación fue el último acto de autocuidado para mí en ese momento. Las cicatrices evidentes en la foto no simbolizan el dolor. Las cicatrices encarnan la liberación.
Desafortunadamente, no todas las personas transgénero que buscan la transición médica recibirán atención. El acceso a la atención de afirmación de género en muchos estados se está convirtiendo en un obstáculo o incluso en una imposibilidad. Estado tras estado está limitando el acceso a la terapia de reemplazo hormonal, la cirugía, los bloqueadores de la pubertad y otros aspectos de la atención médica transgénero. No todas las personas trans, no binarias o intersexuales desean cirugía u hormonas, pero para aquellos que sí lo hacen, obtener atención se está convirtiendo en una verdadera batalla, si es que es posible.
Algunos obispos empoderan a los políticos imponiendo leyes tan injustas. La nota doctrinal de la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU. de marzo pasado hace exactamente esto cuando su Comité de Doctrina combina el cuidado de afirmación de género con la mutilación. Ahora se desalienta a las instituciones católicas a brindar atención médica trans bajo el pretexto de que esto es lo mejor para los pacientes. Pero ese desánimo puede convertirse en una prohibición total ya que la conferencia de obispos votó la semana pasada para comenzar a revisar sus pautas médicas para los hospitales católicos, incluso sobre las transiciones de género. Pero continuar restringiendo o eliminando la atención médica trans solo aumentará la probabilidad de que las personas trans recurran a las autolesiones y al suicidio. Numerosos estudios científicos confirman este triste hecho.
Desde la publicación de la nota doctrinal, múltiples teólogos, mujeres y hombres religiosos, católicos laicos y aliados han señalado las muchas fallas en la lógica de los obispos. Muchos católicos LGBTQ+ y aliados proclamaron la simple verdad de que el cuidado de afirmación de género es cuidado propio.
Como mencioné, las demandas de seguir a Cristo son muchas y exigentes, aunque finalmente sean liberadoras. Los católicos LGBTQ+ y sus aliados continuarán este trabajo de educar a otros sobre el género y abogar por leyes y políticas justas. Debemos reconocer el autocuidado como un paso necesario en este trabajo para mejorar la salud mental y física.
Todos anhelamos cuidarnos a nosotros mismos, así como el cuidado de los demás, de alguna forma, incluidos aquellos de nosotros en la comunidad trans. ¿Qué significa ese cuidado específicamente para las personas transgénero católicas? Merecemos experimentar el cuidado propio y el cuidado de los demás en nuestros términos. Para las personas trans y no binarias, repito: el cuidado de afirmación de género es autocuidado.
Antes de que Jesús nos envíe en una misión para cuidar a los demás, también debemos cuidarnos a nosotros mismos. La quietud del Tiempo Ordinario es un momento perfecto para hacerlo.
Comentarios desactivados en Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.
No te he negado
Por causa de Tú causa me destrozo
como un navío, viejo de aventura,
pero arbolando ya el joven gozo
de quien corona fiel la singladura.
Fiel, fiel…, es un decir. El tiempo dura
y el puerto todavía es un esbozo
entre las brumas de esta Edad oscura
que anega el mar en sangre y en sollozo.
Siempre esperé Tú paz. No Te he negado, aunque negué el amor de muchos modos y zozobré teniéndote a mi lado.
No pagaré mis deudas; no me cobres.
Si no he sabido hallarte siempre en todos,
nunca dejé de amarte en los más pobres.
*
Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986
***
En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos:
– «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.»
Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judás Iscariote, el que lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
– «No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.»
*
Mateo (9,36–10,8
***
Quien posee tu Espíritu irá. Nos imaginamos que para ir hacen falta calles, paradas y paisajes que cambien. Mas tu camino no va por ahí. Es la vida, sencillamente. La vida que corre y en la que nos movemos si hemos levantado anclas […]. <<Id…>>, repite abundantemente el evangelio. Para estar contigo en la misma senda hace falta andar, aun cuando la pereza nos empuje a pararnos. Nos has elegido para mantener un equilibrio extrańo. Un equilibrio que no puede establecerse ni mantenerse si no es en movilidad, en ejercicio. Un poco como una bicicleta sin cruceta, que no rueda; una bicicleta que queda abandonada contra un muro hasta que alguien la ensambla y la hace rodar velozmente por la calle. Nuestra condición es de una inseguridad vertiginosa, universal. En cuanto que somos conscientes, nuestra vida se hace oscilante y huidiza. No podemos estar erguidos, a no ser para caminar y zambullirnos de un salto en la caridad. Comienza otro día. Jesús quiere vivirlo conmigo. El no se ha retirado. Camina entre los hombres de hoy. Jesús, por todas partes, no ha dejado de ser enviado. No podemos eximirnos de ser en cada instante, los enviados de Dios en el mundo. Jesús, por medio de nosotros, no deja de ser enviado, durante este día que empieza, a toda la humanidad, de nuestro tiempo, de cualquier tiempo, de mi ciudad y del mundo. A través de los hermanos mas próximos, él nos hará servir; amar, salvar; las ondas de su caridad llegarán hasta el final del mundo, llegaran hasta el final de los tiempos.
*
Madeleine Delbrél,
El pequeño monje. Un cuaderno espiritual,
Turin i99o, 73.7787.88).
Comentarios desactivados en “Introducir vida en la sociedad actual”. 11 Tiempo ordinario – A (Mateo 9,36–10,8)
El reino de Dios no es solo una salvación que comienza después de la muerte. Es una irrupción de gracia y de vida ya en nuestra existencia actual. Más aún. El signo más claro de que el reino está cerca es precisamente esta corriente de vida que comienza a abrirse paso en la tierra. «Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios». Hoy más que nunca deberíamos escuchar los creyentes la invitación de Jesús a poner nueva vida en la sociedad.
Se está abriendo un abismo inquietante entre el progreso técnico y nuestro desarrollo espiritual. Se diría que el hombre no tiene fuerza espiritual para animar y dar sentido a su incesante progreso. Los resultados son palpables. A bastantes se les ve empobrecidos por su dinero y por las cosas que creen poseer. El cansancio de la vida y el aburrimiento se apoderan de muchos. La «contaminación interior» está ensuciando lo mejor de no pocas personas. Hay hombres y mujeres que viven perdidos, sin poder encontrar un sentido a su vida. Hay personas que viven corriendo, sumergidas en una nerviosa e intensa actividad, vaciándose por dentro, sin saber exactamente lo que quieren.
¿No estamos de nuevo ante hombres y mujeres «enfermos» que necesitan ser curados, «muertos» que necesitan resurrección, «poseídos» que esperan ser liberados de tantos demonios que les impiden vivir como seres humanos? Hay personas que, en el fondo, quieren volver a vivir. Quieren curarse y resucitar. Volver a reír y disfrutar de la vida, enfrentarse a cada día con alegría.
Y solo hay un camino: aprender a amar. Y aprender de nuevo cosas que exige el amor y que no están muy de moda: sencillez, acogida, amistad, solidaridad, atención gratuita al otro, fidelidad… Entre nosotros sigue faltando amor. Alguien lo tiene que despertar. A los hombres de hoy no los va a salvar ni el confort ni la electrónica, sino el amor. Si en nosotros hay capacidad de amar, la tenemos que contagiar. Se nos ha dado gratis y gratis lo tenemos que regalar de muchas maneras a quienes encontremos en nuestro camino.
Comentarios desactivados en “Llamando a sus doce discípulos, los envió”. Domingo 18 de junio de 2023. 11º del Tiempo Ordinario.
Koinonia:
Éxodo 19,2-6a: Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa. Salmo responsorial: 99: Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño. Romanos 5,6-11: Si fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón seremos salvados por su vida! Mateo 9,36-10,8: Llamando a sus doce discípulos, los envió
COMENTARIO A LOS TEXTOS:
Comentamos los textos de este domingo. Aun sin aparente conexión entre ellos, podemos vertebrarlos en torno al concepto de la Alianza.
Éxodo 19, 2-6a: Seréis para mí mi propiedad personal entre todos los pueblos.
El capítulo 19 del libro del éxodo da comienzo a lo relativo a la Alianza de Dios con su pueblo. Bien sabemos que «la Alianza» es uno de los temas capitales del Antiguo Testamento, de la religión judeo-israelita. Dios -el único Dios existente- ha establecido una alianza con este pueblo étnico, y sólo con él. Ello pone a Israel-Judá en una situación absolutamente única en el Universo: no hay siquiera un solo pueblo en el mundo que goce de ese estatuto y ese privilegio: ser el único pueblo que conoce al único Dios, y haber sido escogido por Él para pactar una Alianza mutua, salvadora en primer lugar para el propio pueblo, y salvadora para todos los pueblos, que serán llamados a venir a adorar a Dios al Monte Sión.
Aunque esta fe cayó como anillo al dedo al pueblo de Israel (no al «pasar» por el monte del Sinaí, sino cuando se redactó esta tradición, ocho siglos más tarde, ya bien avanzada la historia de Israel), y aunque como cristianos (que hemos seguido gustosa y convencidamente enclaustrados en la caja bíblica) también no ha hecho sentirnos orgullosamente pertenecientes a una religión que nos colocaba en un puesto tan privilegiado –el más privilegiado de toda la humanidad, habida y por haber–, hoy resulta obviamente desproporcionada en su formulación. En aquella época de un conocimiento de estrechísimos alcances (tanto históricos, cuanto geográficos como culturales), no les chirriaba, no dejaba de parecerles plausibles que a ellos, precisamente a ellos, su religión los pusiera en la cima religiosa de la Humanidad. Ellos eran el único pueblo de Dios, escogidos por el único Dios (todos los demás dioses eran «obra de manos humanas»).
Con la concepción mítica y mágica tradicional de la revelación, quien todavía la conserve es probable que siga manteniendo aquellos gratificantes sentimientos de autoestima que su religión otorgaba a los israelitas, y después a los cristianos -magnificados y elevados de dimensión los privilegios de éstos-. Para un cristianismo renovado –simplemente puesto a la altura del conocimiento de los tiempos actuales– se ha hecho necesario «repensar» esa Alianza del libro del Éxodo, y tantas consecuencias teológicas que allí echaban sus raíces: superación del exclusivismo, aceptación del pluralismo, replanteamiento del significado universal de Israel, repensamiento de los títulos cristológicos, etc.
Rom 5,6-11: Se hizo fuerte en la fe, dando con ello gloria a Dios
Para Pablo, la Alianza veterotestamentaria se renovó y subió a un nivel muy superior en Jesús. Pablo interpreta su muerte como un sacrificio transcendental que aplacó la «ira de dios», y el castigo que esperaba a la Humanidad entera, y esa muerte fue «la nueva alianza en su sangre». Es decir: estamos en la misma visión de la Alianza veterotestamentaria, aunque proyectado a un plano muy superior. Los privilegios aquellos no sólo se mantienen, sino que se magnifican y se fortalecen.
Mateo 9,36–10.8: Llamando a sus doce discípulos, los envió.
El fragmento de Mateo que leemos, pareciera estar ajeno a lo que dicen las otras dos lecturas. Jesús apenas habla de la Alianza: no es su tema. Ni se refiere a todos aquellos privilegios. Aunque sí le preocupa el estado del pueblo. Los siente como «ovejas sin pastor», extenuados, abandonados… y por eso envía a «los doce», de alguna manera representantes del Pueblo de la Alianza a través de sus doce tribus. Diríamos que Mateo nos da, de parte de Jesús una nueva visión más humilde, sin privilegios, de una misión apostólica, sobre todo de servicio, de atención a la gente, sin poner el acento en trasladarles una interpretación del estatuto religioso del pueblo de Israel.
¿Cómo entender, acoger, repensar y «pasar» a otros el tema de la Alianza? ¿Qué sentido puede tener hoy?
Comentarios desactivados en 18.6.23 (Mt 9,36-10, 8). ¿Ovejas sin pastor, pastores sin ovejas? (Dom 11 T0). Un revuelto histórico
Del blog de Xabier Pikaza:
— ¿Las ovejas han dejado a los pastores y se han ido (perdido), y andamos así errantes, confundidos, aplastados, extenuados, sin rumbo? ¿O nosotros, presuntos pastores, hemos dispersado a las ovejas, las hemos perdido y así van extenuadas, sin rumbo?
Posiblemente hay en la Iglesia un complejo de pastores “sin olor a oveja” y de ovejas que dicen que se han encontrado a sí mismas al perder de vista a los pastores de turno…
Sea como fuere parece haber un divorcio en el que no es fácil discernir las responsabilidades. Habrá visto el lector que he colocado en las dos partes, entre los pastores y las ovejas, pues no fácil distinguir dónde está cada uno. Todos somos pastores, todos somos ovejas.
Pero ¿es verdad que las ovejas andan perdidas…? Algunos piensan que por vez primera en la historia las ovejas se han independidzado y están así mejor, sin pastores… aunque con riesgos.
| X.Pikaza
Hay diversos tipos de pastores: Políticos y eclesiásticos, electrónicos… Con perro y sin perro. Con mitra y sin mitra. Y hay tambièn varios tipos de ovejas… y muchos no quieren ser ovejas, sino seres humanos, amigos (Jn 15, 15).
Seguiré hablando del tema. Hoy me limito a tomar algunas ideas de mi comentario de Mateo sobre este evangelio.Es un evangelio para leer, para comentar… y quizá para recrear. algunas cosas
Leer el texto… Pensadlo.
Posiblemente, este año 2023 no es tiempo de hablar de una iglesia de ovejas… ni de pastores al estilo antiguo… No quiero pastores con olor de oveja, ni con complejo de pastoreo Ni de “pastoral”, ni de “pastoril”, como sabe ya el Sal 23.
Pero es bueno empezar desde el principio, y para eso nos ayuda este evantelio de Mateo. Buen domingo a todos.
¿Tendremos que cambiar de lenguaje y de actitudes ? ¿Cambiar el mismo lenguaje de Jesús, el de la iglesia de hoy? ¿Dejar de ser ovejas? ¿Dejar de hacerse pastores? Sea como fuere, existe un largo, profundo divorcio entre pastores y “ovejas”… y no se ve solución fácil.
De todas formas, el evangelio de este domingo puede ayudarnos a plantear el tema, que no es sólo ni ante todo el de las mujeres sacerdotes (tema que debería estar resuelto positiva), sino el del tipo y función de los pastores “eangélico” que son (somos) al mismo tiempo ovejas: Hermanos, amigos, compañeros, mujeres, niños, varones…
Resulta curioso que los protestantes llamen a sus ministros “pastores”, mientras que los católicos tendemos a llamarles “sacerdotes y/o padres”. Pero no quiero seguir en ese plano, sino comentar sencillamante el texto de Mateo, que es importante, pero no en el único ni definitivo sobre el tema”. Su “amigo” Pabl le habría corregido… Pero vengamos a Mateo. Habrá otros días para otras cosas…
Texto. Mt 9,36-10,8. Ovejas sin pastor, discurso de envío.
En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.
Entoces dijo a sus discípulos: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.” Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.”
Nuevo impulso, el principio misericordia (9, 36-37).
Era más fácil dejar las cosas como estaban, re-formar lo que había, desde sus principios anteriores, con ciertos ajustes legales, como quería el rabinismo. Era más difícil re-fundar el judaísmo en un plano universal, pasando así de la enseñanza al kerigma y del kerigma a la sanación, pues ello implicaba un cambio fuerte, de manera que para conservar lo anterior había que re-crearlo, desde las raíces del mensaje judío, como expresión radical del amor misericordioso de Dios que se abre a todos los hombres, reinventando de esa forma su auténtico camino.
9 36 Y viendo a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban oprimidos y aplastados como ovejas que no tienen pastor. 37 Entonces dijo a sus discípulos: La tarea de la siega es mucha y los obreros pocos. 38 Rogad, pues, al Dueño de la mies (=siega final) que envíe obreros a su siega [1].
Este pasaje consta de dos partes.
(a) 9, 36 está tomada de Mc 5, 34 con algunos añadidos, que destacan la compasión fundante de Jesús, entendida como principio de su misión mesiánica, que empezará en Mt 10;
(b) 9, 37-38) proviene de la tradición misionera del Q (Lc 10, 2). Ambas partes unidas son la introducción al discurso misionero que sigue (Mt 10) y a todo el resto del evangelio.
‒ Oprimidos y aplastados como ovejas que no tienen pastor 9, 36).
Esta palabra (que Mateo ha recibido de Mc 6, 34) retoma una imagen de Num 27, 17, donde Moisés, a quien Dios ha anunciado su muerte, le pide que nombre tras él un buen pastos, para que los israelitas no queden indefensos, no sean aplastados. Más tarde, esa palabra (como ovejas sin pastor) ha venido a convertirse en elemento clave de la tradición escatológica de Israel que aparece una y otra vez como pueblo disperso, humillado, sometido (cf. Ez 34, 8; Zac 10, 2 y el Apocalipsis de las Semanas de 1 Henoc 83-90). Mc 6, 34 cita esta sentencia en el contexto de la muchedumbre que sigue a Jesús carente palabra ni comida (introducción al relato de la multiplicación de los panes). Mateo la sitúa aquí en la apertura de la gran misión, cuando Jesús descubre de un modo personal la miseria del pueblo, sin guías ni pastores, a merced de todos los engaños y peligros, mentiras y opresiones.
Ésta no es una sentencia espiritualista, de tipo exclusivamente religioso (en el sentido moderno del término), sino una palabra de tipo “social”. Lo que Jesús descubre y lo que ponen de relieve Marcos y Mateo, cada uno en su contexto, es la opresión “integral” de las muchedumbres (no de unas pequeñas élites de privilegiados. No estamos ante una miseria individual (por culpa de algunos hombres aislados), sino ante una miseria y opresión social, producida no sólo por falta de pastores, sino por la existencia de pastores pervertidos, que oprimen al pueblo. Ésta es, por tanto, una experiencia de protesta económica y política, que Jesús asume, compartiendo el lamento de la gente que viene a su encuentro, lo mismo que Moisés al comienzo de su misión, cuando descubre que Dios siente/comparte el dolor de su pueblo oprimido en Egipto (Ex 2, 23-25; 3, 7-10). Ésta es la experiencia desencadenante del evangelio [2].
‒ Sintió compasión) Mateo retoma la palabra clave de Mc 6,34 (evsplagcni,sqh), tomada del lenguaje teológico del Antiguo Testamento, donde Dios aparece como aquel que se apiada de su pueblo, no sólo en los textos antes citados (Ex 2, 23-25; 3, 7-10), sino en el pasaje de la revelación suprema, tras la ruptura del primer pacto, cuando Dios se presenta a Moisés pronunciado las palabras centrales de la teología bíblica (¡Dios clemente y misericordioso, rico en piedad…!: Ex 34, 6-7).
Aquí aparece el Dios que tiene “entrañas de misericordia” (spla,gcna evle,ouj), y se compadece de los hombres, como ha destacado Lucas en el canto del Benedictus (Lc 1, 78). Pues bien, Mateo presenta así a Jesús como portador de esa misericordia de Dios, y de esa forma le mostrará también en 15, 32 compadeciéndose del pueblo hambriento que le sigue, lo mismo que de la muchedumbre necesitada (Mt 14, 14) o del ciego que le pide curación (cf. Mt 20, 34). Esta experiencia de Jesús, que siente compasión por el pueblo doliente al que encuentra arrojado y oprimido constituye el punto de partida de su acción mesiánica, y la raíz de su mensaje, como expresión de la misericordia de Dios que se revela a través de su evangelio [3].
‒ Porque estaban oprimidos y aplastados (evskulme,noi kai. evrrimme,noi), como ovejas sin pastor (9, 36). Estas palabras, que no aparecen en Marcos, indican el carácter “social” del pecado, es decir, de la situación de los hombres y mujeres de quienes Jesús se compadecer, como enviado de Dios. Todo este pasaje nos sitúa ante un nuevo camino de éxodo, y los oprimidos no son ya los hebreos cautivos de Egipto (Ex 2, 23-25), sino las muchedumbres de Galilea (en tiempo de Jesús), o del entorno de Antioquía (en tiempo del evangelista Mateo).
No se trata, pues, de una situación de miseria intimista (de pecado puramente privado), sino de injusticia social, que proviene de la falta de pastores verdaderos. Hombres y mujeres se encuentran vejados (evskulme,noi), es decir, maltratados, y en sentido general oprimidos. Se dice además que ellos se encuentran arrojados con violencia, pisados en el suelo, aplastados. Esta es la situación de los hombres y mujeres que Jesús descubre en su camino: No son sólo ignorantes religiosos, a los que debe enseñar (¡cosa también cierta!), sino oprimidos sociales a quienes se debe liberar, para que puedan recuperar su dignidad humana.
‒ La tarea de la siega es mucha, los obreros pocos… (9, 37). En el origen de la misión de Jesús se encuentra por tanto el descubrimiento de la miseria social de las multitudes, no sólo en el contexto galileo de su tiempo, sino en el entorno de la comunidad de Mateo. No se trata, pues, de un tema “sacral”, en el sentido de falta de pureza sagrada, un problema que podría resolverse cumpliendo mejor los ritos religiosos del buen pueblo, sino de un problema social en el sentido fuerte de ese término. La solución no es por tanto ser mejores israelitas (cumpliendo unos ritos nacionales, que separen a los judíos de los otros pueblos), sino vivir en libertad y dignidad, de manera que unos hombres no se encuentren vejados y arrojados (aplastados) por otros.
Desde aquí se entiende esta sentencia final, tomada del Q (cf. Lc 10, 2), en la que Jesús dice a sus discípulos “la mies (=la tarea de la siega de Dios) es mucha, los obreros pocos”; pedid, pues, al dueño de la mies…
Esa palabra nos lleva de la imagen del cuidado por el rebaño (¡sintió piedad porque eran como ovejas sin pastor…!), a la gran tarea escatológica de “recoger” la mies ya madura, pues ha llegado el verano (qerismo,j, de qeri,zw), que evoca la siega, con todo lo que eso implica de segar y cosechar el grano (cf. Jn 4, 35). Este pasaje nos sitúa en el contexto de la primera gran llamada de 4, 18-22, donde Jesús convoca a los cuatro primeros pescadores para la pesca final. Aquí dice a los suyos que “pidan a Dios”, para que envíe obreros para la gran siega, ya preparada.
‒ Pedid, pues, al Dueño de la mies (siega final) que envíe obreros… . Este motivo nos sitúa ante la siega final, evocada en Ap 14,15, con tonos urgentes, de recolección final. En ese contexto de revelación y cumplimiento de la gran cosecha, que aparecía también en el mensaje del Bautista (Mt 3, 7-10) ha introducido el Q (cf. Lc 8, 2) la tarea de los “obreros de Dios” (evrga,taj, hacedores). Aquí no es ya Jesús el que envía, como hará en 10, 5 (cuando manda a los doce, para la misión de Israel) y en 28, 16-20 (cuando envía a los once al mundo entero), sino que es el mismo Dios el que ha de enviar a sus obreros para realizar la obra final.
Jesús puede llamar y enviar, en nombre de Dios, como ha hecho en 4, 18-22 y como hará en 10, 5 y 28,16-20: pero en el fondo la misión definitiva es de Dios, que quiere preparar y suscitar trabajadores para su viña. Ese envío forma parte de un misterio de gracia ante el que los hombres pueden y deben preparase en forma de oración.
Rogad a Dios (, pedid con mucha fuerza, en la línea de la oración fundamental (pedid y se os dará: 7, 7) y del Padrenuestro (venga tu reino: 6, 10). Dios mismo es quien envía (quien hace a los hombres cooperadores de su obra…), pero son los hombres y mujeres los que deben disponerse y prepararse para ser enviados [4].
Ciertamente, Jesús puede proponer y enviar él mismo (como veremos en Mt 10), pero, en el fondo, tanto su obra como la obra de sus discípulos está en las manos de Dios, quien aparece como dueño/señor de la siega (kurioj tou/ qerismou/), es decir, de la mies o cosecha de la historia. Juan Bautista (3, 7-10) presentaba esa cosecha de manera más amenazadora (cortar los árboles sin frutos), como acción que parecía exclusiva de Dios. Por el contrario, Jesús la presenta como algo que no es solamente propio de Dios, pues en ella han de colaborar los hombres (operarios, evrga,taj), iniciando así con ellos un camino de Reino [5].
‒ Una obra de hombres, no de ángeles. La novedad de esta oración (¡pedid al Dueño de la mies…! 9, 38) está en el hecho de que los trabajadores que Dios ha de enviar son hombres y/o mujeres, no ángeles de Dios, como supone en un contexto semejante la interpretación de la parábola del trigo y la cizaña (13, 36-43), donde Jesús dice taxativamente que los obreros (evrga,taj) del Reino son los ángeles apocalípticos de Dios: La siega de la mies (el qerismo.j de 13, 39) es la culminación del cosmos (sunte,leia aivw/noj), y los trabajadores finales, que ahora se llaman “segadores de la mies” (qeristai.), son los ángeles de alto, como si se tratara de una obra “superior” (de otro plano), donde los hombres y mujeres en concreto no son protagonistas, sino que están en manos de los poderes angélico-diabólicos, en medio de la gran lucha, entre principios angélicos y destructores, una batalla en otra dimensión, con los hombres como dependientes, manejados desde fuea en una especie de teatro cósmico/sacral de espíritus).
Después del Tiempo de Pascua y las fiestas posteriores, continuamos leyendo el evangelio de Mateo, típico de este ciclo A. Jesús ha tenido un gran discurso en el monte y ha realizado luego diez milagros, demostrando su poder con la palabra y con la acción. Pero hará falta que otros continúen su labor.
Jesús, compasivo en la acción (Mateo 9,36-10,8),
En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos:
—«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
—«No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis».
Introducción
Cuando Mateo leyó por vez primera el evangelio de Marcos, hubo una frase que le impresionó: «Vio [Jesús] a mucha gente, y se conmovió por ellos, porque estaban como ovejas sin pastor» (Mc 6,34). Esa compasión lo impulsa a enseñarles y a alimentarlos multiplicando los panes y los peces.
Mateo piensa darle un sentido nuevo a esas palabras. La compasión de Jesús no le llevará a resolver el problema puntual y concreto de la gente que lo ha seguido ese día, sino a plantearse el problema presente y futuro de todas las multitudes. Y subraya su desgracia con el simple añadido de dos adjetivos: estaban «extenuados y abandonados».
Mateo abandona la metáfora del rebaño y habla de la mies y los segadores. A la visión del pueblo sin pastor corresponde la de la mies sin segadores. Esto no lleva a la acción inmediata, sino a la oración para que el Señor de la mies envíe obreros a su mies. Y ese «señor de la mies» no es Dios Padre, sino el mismo Jesús, que envía enseguida a sus discípulos.
Los Doce y su poder
Hasta ahora solo se ha contado la vocación de cinco discípulos: Simón, Andrés, Santiago y Juan, al comienzo (4,18-22) y luego la de Mateo (9,9). De repente, se habla de doce. ¿Cuándo llamó a los otro siete? Es imposible completar con datos de otros evangelios. El de Juan se limita a cinco: Andrés, ¿Juan?, Pedro, Felipe, Natanael (Jn 1,35-51).
La composición del grupo no puede ser más heterogénea: cuatro pescadores, un recaudador de impuestos, un mercader (o un celoso tendente al fanatismo) y uno nada de fiar, que terminará traicionándolo. Con esos individuos, y otros cuantos de los que no sabemos nada, pretende Jesús extender la buena noticia del reino de Dios. ¿Lo conseguirá, o está loco?
El número doce recuerda a los doce hijos de Jacob y las doce tribus de Israel: es una forma de indicar que va a comenzar un nuevo pueblo de Dios. Se ha discutido si el número de doce es original de Jesús o creación de la comunidad cristiana. El testimonio más antiguo, el de Pablo, ya cita este número como algo conocido e importante: Jesús «se apareció a Cefas y después a los Doce» (1 Cor 15,5). A finales del siglo I, el Apocalipsis sigue hablando de «las doce piedras que llevan los nombres de los doce apóstoles del cordero» (Ap 21,14). Sin embargo, el libro de los Hechos nos desconcierta un poco: al principio lo considera tan importante que, después de la traición de Judas, hay que restaurarlo con la elección de un sustituto: Matías (Hch 1,15-26). Pero cuando el rey Herodes manda degollar a Santiago, el hermano de Juan, no se habla de sustituirlo para recuperar el número de doce. Tenemos la impresión de que el número tuvo un valor real al comienzo, en tiempos de Jesús, y más tarde se convirtió en algo puramente simbólico.
Antes de dar sus nombres, Mateo indica que Jesús les trasmite su mismo poder: sobre los espíritus inmundos y para sanar todo tipo de enfermedades. Viene a la memoria el momento en el que Eliseo le pide a Elías «dos tercios de tu espíritu», y el maestro le responde: «¡No pides nada!» (2 Re 2,9-10). Los doce, sin pedir nada, reciben un poder mucho mayor que Eliseo.
Instrucciones
A continuación les tiene Jesús un largo discurso, del que la liturgia ha seleccionado el comienzo (para este domingo) y el final (para el siguiente). La primera parte del discurso habla de los destinatarios de la misión, la tarea que deben llevar a cabo, y la gratuidad con que hay que realizarla.
Destinatarios. La prohibición inicial de dirigirse a paganos y samaritanos resulta casi hiriente. Recuerda a los pasajes nacionalistas del Deuteronomio y al desprecio que sentía Jesús ben Sirá por los samaritanos, «el pueblo necio que habita en Siquén» (Eclo 50,26). Sin embargo, debemos recordar que la visión positiva de los paganos quedó muy clara cuando a los magos de oriente se revela el nacimiento del Mesías y vienen a adorarlo; y Jesús ya ha dicho que «vendrán muchos de oriente y occidente a sentarse a la mesa en el reino de Dios».
¿A qué puede deberse esta prohibición en boca de Jesús? Una de las acusaciones que los judíos harían a los cristianos es que se habían separado de Israel por culpa de Jesús, que se había desinteresado de su pueblo. Mateo insiste en que Jesús nunca rechazó a su pueblo. Al contrario, inicialmente prohibió a sus discípulos ir a tierra de paganos y a la provincia de Samaria; los envió a las ovejas descarriadas de Israel, a las mismas a las que él ha sido enviado (cf. 15,24). Los discípulos, como Jesús, deben atender a la gente que no es atendida por los dirigentes políticos y religiosos.
Tarea. La misión de los discípulos es idéntica a la de Jesús: hablar y actuar. El mensaje es el mismo de Juan Bautista y Jesús: «El reinado de Dios está cerca». Falta la exhortación inicial a convertirse, aunque esto se da más adelante por supuesto. Las obras serán las realizadas por Jesús en los capítulos anteriores: sanar enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos, expulsar demonios. Parece encargarles demasiado. Pero lo importante no es lo que se encarga, sino la idea de que los discípulos continúan plenamente la obra del Mesías.
En Lucas-Hechos ocurre algo curioso. Cuando Jesús envía a los setenta y dos discípulos (equivalente al envío de los doce en Mateo) solo les encarga «curar a los enfermos» que encuentren (Lc 10,9). No habla de resurrección ni de endemoniados. Sin embargo, en el libro de los Hechos, Pedro, Felipe y Pablo realizan milagros más parecidos a los que indica Mateo. De Pedro se cuenta que la gente sacaba a los enfermos a la calle para que, al pasar, «por lo menos su sombra cayera sobre alguno», con lo que se curaban enfermos y poseídos por espíritus inmundos (Hch 5,15-16); además, sana de su parálisis a Eneas (Hch 9,33-35) y resucita a Tabita (Hch 9,36-43). Felipe expulsa en Samaria a los espíritus inmundos y muchos paralíticos y lisiados se curan (Hch 8,7). En el caso de Pablo, «bastaba aplicar a los enfermos pañuelos o prendas que él llevaba encima, para ahuyentar las enfermedades y expulsar los espíritus malos» (Hch 19,12).
Gratuidad. En la antigüedad, como hoy día, una de las acusaciones más frecuentes a los predicadores religiosos era la de buscar el propio interés; un peligro del que Pablo fue muy consciente y procuró evitar en todo momento. Por eso, Mateo añade inmediatamente cuál debe ser la conducta del apóstol. Igual que Jesús, debe caracterizarse por su generosidad y desprendimiento. El principio general («gratis lo recibisteis, dadlo gratis») se refiere a no exigir recompensa.
Jesús, compasivo hasta la muerte (Romanos 5, 6-11)
Hermanos:
Cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos del castigo!
Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida! Y no sólo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.
Ante las numerosas desgracias que ocurren en nuestro mundo, a nivel individual, nacional y planetario, ante la difusión de problemas que parecen insolubles (droga, prostitución, carrera de armamentos, terrorismo) mucha gente se pregunta: ¿nos ama Dios? Algunos lo niegan expresamente. Hace me impresionó una frase del gran teólogo Romano Guardini: «Sólo en Jesucristo crucificado tenemos la seguridad de que Dios nos ama». Una paradoja: el amor demostrado en la muerte más cruel y vergonzosa. En realidad, las palabras de Guardini no deberían haberme llamado la atención porque dicen lo mismo que Pablo: «la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros». Y añade algo muy importante: «cuando todavía éramos pecadores». No cuando nos habíamos arrepentido y éramos buenos, sino cuando éramos malos. ¿Hay alguien dispuesto a morir por un terrorista, por un narco, por un político enemigo, por alguien que me amarga la vida…? Aunque nosotros seamos egoístas y mezquinos, podemos estar seguros de que Dios nos ama.
¿A qué viene la primera lectura (Éxodo 19, 2-6ª)
En aquellos días, los israelitas llegaron al desierto del Sinaí y acamparon allí, frente al monte. Moisés subió hacia Dios. El Señor lo llamó desde el monte, diciendo:
«Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa»».
Me desconcierta un poco la elección de este pasaje. Se supone que debe tener relación con el evangelio. La única que encuentro es con la misión de los discípulos de dirigirse exclusivamente al pueblo de Israel, no a paganos ni samaritanos, porque los israelitas, como dice Dios a Moisés, son «mi propiedad personal entre todos los pueblos».
Una conclusión (entre otras posibles)
A veces me preguntan los amigos seglares cómo está el problema de las vocaciones. La respuesta no es muy optimista, prescindiendo de que las causas son muy complejas. Por eso todos estamos obligados a compadecernos de la mucha gente que necesita ayuda y pedirle al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.
Jesús es el ser humano compasivo. En este fragmento del evangelio de la comunidad de Mateo, nos encontramos con que la compasión, en el Maestro, no es una cosa meramente afectiva, del corazón, sino que le lleva a la acción.
Ante lo que percibe, con la finura espiritual que le caracteriza, Jesús decide actuar y envía a algunos de sus discípulos a anunciar el Reino a través de la liberación, la salud y la misericordia. Todo ello va precedido de una actitud de humildad, la oración. Jesús recuerda quién es el dueño de la mies y quienes son los empleados.
En el texto leemos los nombres de algunos de los seguidores de Jesús y esto hemos de entenderlo en la línea de la comunidad que está al servicio de la Buena Noticia, no en la de pensar que Jesús constituye un grupo de privilegiados.
«Dad gratis lo que recibís gratis». Esta máxima puesta en boca del Maestro nos orienta hacia la gratuidad y el reconocimiento de lo que es verdaderamente importante. No habla de dinero, de valores «terrenales», no, ampliemos nuestra mirada, de nuevo la compasión nos ha de empujar a entregar, a compartir, gratuitamente aquello que hemos recibido sin el menor esfuerzo. Los dones que Dios nos ha otorgado y que pueden ayudar a echar demonios, resucitar muertos y sanar enfermos, debemos ofrecerlos para que la puerta del Reino de Dios sea cada vez más grande y nadie se quede sin entrar.
Nuestros esfuerzos, nuestra compasión, nos conduce a entrar en ese Reino que YA está, que no es necesario crear, sino, sencillamente, entrar.
Oración
Gracias, Dios Trinidad, porque tu mirada acogedora, tu camino de compasión, nos conduce hacia aquel jardín de belleza, verdad y bondad del que un día decidimos salir.
Comentarios desactivados en Id y proclamad que el reino de Dios está cerca.
No veo a Jesús haciendo distinciones entre sus seguidores
En la nueva comunidad todos tienen su puesto y su valor.
Las lecturas de hoy tienen una gran variedad de temas: la elección, la salvación de Dios, el sacerdocio de los fieles, la salvación de Cristo, la penuria de la gente, la compasión, la vocación, la misión, la evangelización, el servicio, la curación, la gratuidad… Dios salva y quiere que su salvación llegue a todos a través de los ya salvados. Pero, ¿Qué salvación ofrece Jesús en el evangelio? Éste podía ser el resumen del mensaje de este domingo.
El relato del Éxodo fue para los israelitas la cima de su experiencia religiosa. Su Dios les había salvado de la esclavitud. En el desierto les libró de la sed, del hambre, de las serpientes. Después, en la tierra de Canaán sentían la presencia de Dios cada vez que vencían a los enemigos o superaban una desgracia. La experiencia de salvación de los israelitas no fue más que una interpretación de acontecimientos favorables. Cuando los acontecimientos eran adversos, los interpretaban como castigo del mismo Dios.
En tiempo de Jesús se sintieron liberados del demonio, de las enfermedades, de sus pecados. ¿Qué liberación esperamos nosotros hoy? ¿De qué nos tienen que salvar? Para la mayoría de los cristianos, salvarse es evitar la condenación, una idea negativa que resulta un poco ingenua. Salvación debe ser algo positivo y no de mínimos, sino de máximos. Podía ser “Plenificación”, alcanzar la plenitud de ser a la que estamos destinados. Esa plenitud tenía que dar sentido a mi vida, de la misma manera que el punto de destino da sentido a todos los pasos que doy para llegar a él.
Dios no tiene que hacer ningún acto para salvarme, porque me ha salvado de una vez por todas y desde siempre. Tal como se entiende normalmente la salvación, da la impresión de que a Dios le salió mal la creación y ahora sólo con parches y remiendos puede llevar a feliz término su obra. ¿No os parece un poco ridícula esta idea? La Biblia nos dice con toda claridad al final del relato de la creación que vio Dios todo lo que había hecho, y era bueno. Dios no tiene que cambiar, somos nosotros los que debemos cambiar.
Estamos en un error cuando pretendemos que Dios nos libere de nuestra condición de criaturas, de nuestra contingencia, de nuestras limitaciones, de la muerte. Todo eso es consecuencia de nuestra condición de criaturas, y por lo tanto es intrínseco a nuestro ser. Dios no puede evitarlo. La salvación hay que buscarla en otra parte. En una ocasión Jesús dijo “Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo.” La salvación es pues, toma de conciencia, descubrimiento de una realidad que ya está ahí. El tesoro escondido en el campo.
Cuando habla de los doce no quiere decir que los apóstoles fueran exactamente doce, con nombres y apellidos, sino el nuevo Israel. También las doce tribus son un mito: El dios sol rodeado de los signos del zodiaco. Tomar hoy los doce como número de personas investidas por Jesús de un poder especial es seguir leyendo los evangelios de una manera fundamentalista. No sabemos en qué momento aparece la idea de “apóstol” (enviado), pero es impensable que antes de la separación del judaísmo hubiera un grupo especial que llevaran ese nombre.
Ni los apóstoles ni sus “sucesores” fueron el fundamento de la nueva comunidad. Es la comunidad la que necesita de representantes que sepan dar testimonio de Jesús siendo seguidores más fieles al Maestro. No podemos seguir manteniendo la idea de que lo importante en nuestra Iglesia es la jerarquía. La obligación de “proclamar” el evangelio es de todos los que forman la comunidad, no de unas personas separadas y elegidas especialmente para esa tarea. El Vaticano II habló alto y claro sobre la misión de los laicos en la Iglesia, pero no hemos sido capaces de llevar esta inquietud al grueso de la comunidad.
No debemos despistar a la gente, haciéndoles creer que la tarea de predicar no va con ellos. Tampoco debemos dar a entender que no tiene importancia la existencia de personas especialmente preparadas para dirigir y marcar pautas en esa tarea. Pero no se habla hoy de la vocación de cada persona sobre la base de sus aptitudes o preparación personal, sino de una misión a la que todos estamos llamados. No se trata de la vocación a especiales ministerios, (sacerdotes, obispos) sino de la consecuencia lógica del ser de cristiano: llevar a todos la salvación que él recibió.
No importa el lugar que ocupes en la comunidad sino desempeñar tu tarea como seguidor de Jesús con actitud de servicio. “Proclamar” no significa ir por ahí dando voces, o realizando acciones espectaculares con poderes divinos. Se trata de ayudar al que tengo cerca en todo lo que pueda. La misión no consiste en predicar y hacer prosélitos, sino en ayudar a los hombres a soportar sus penurias, pero dejándoles en libertad para que sigan siendo ellos mismos. Solo donde se libera a las personas, se está anunciando el evangelio. Jesús nos pone en guardia cuando dice: “Vosotros, que recorréis tierra y cielo para conseguir un prosélito…”
La misión no debía ser un ingente esfuerzo por acrecentar el número de los que pertenecen a la Iglesia, sino el aumentar el número de los que son objeto de nuestro cuidado. Lo que nos quiere decir el evangelio es que el seguidor de Jesús tiene que considerar a todo hombre como perteneciente a la comunidad, porque todos tienen que ser el objetivo de su servicio. Sólo la búsqueda del bien de los demás, o por lo menos la disminución de sus carencias, debía ser el motivo de nuestra predicación, sea de palabra o de obra.
Una comunidad no es cristiana si no está abierta a todos los hombres. Decir que ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’ es dar por supuesto que es un coto cerrado que no tiene nada que ver con los que se niegan a entrar en él. A la comunidad cristiana pertenecen todos los hombres. Si dejamos fuera a uno sólo, se convertirá en un gueto y dejaría de ser la comunidad de Jesús. La Iglesia debe estar volcada sobre los demás, no replegada sobre sí misma.
Termina el evangelio de hoy con una frase tajante: “Gratis habéis recibido, dad gratis”. Sólo cuando doy lo que he recibido, lleno de sentido el don que se me ha regalado. Cuando quiero acaparar lo que soy y lo que tengo, lo convierto en algo estéril para mí y para los demás. Es fácil darse cuenta de que no estamos por esa labor. La gratuidad tenía que ser la característica de toda acción comunitaria. Si en mi servicio a los demás busco cualquier clase de interés, estoy fuera del evangelio. Aunque ese interés sea ir al cielo, ser más bueno, obedecer a Dios, etc.
Cristianos Gays es un blog sin fines comerciales ni empresariales. Todos los contenidos tienen la finalidad de compartir, noticias, reflexiones y experiencias respecto a diversos temas que busquen la unión de Espiritualidad y Orientación o identidad sexual. Los administradores no se hacen responsables de las conclusiones extraídas personalmente por los usuarios a partir de los textos incluidos en cada una de las entradas de este blog.
Las imágenes, fotografías y artículos presentadas en este blog son propiedad de sus respectivos autores o titulares de derechos de autor y se reproducen solamente para efectos informativos, ilustrativos y sin fines de lucro. Por supuesto, a petición de los autores, se eliminará el contenido en cuestión inmediatamente o se añadirá un enlace. Este sitio no tiene fines comerciales ni empresariales, es gratuito y no genera ingresos de ningún tipo.
El propietario del blog no garantiza la solidez y la fiabilidad de su contenido. Este blog es un espacio de información y encuentro. La información puede contener errores e imprecisiones.
Los comentarios del blog estarán sujetos a moderación y aparecerán publicados una vez que los responsables del blog los haya aprobado, reservándose el derecho de suprimirlos en caso de incluir contenidos difamatorios, que contengan insultos, que se consideren racistas o discriminatorios, que resulten obscenos u ofensivos, en particular comentarios que puedan vulnerar derechos fundamentales y libertades públicas o que atenten contra el derecho al honor. Asimismo, se suprimirá aquellos comentarios que contengan “spam” o publicidad, así como cualquier comentario que no guarde relación con el tema de la entrada publicada.
no se hace responsable de los contenidos, enlaces, comentarios, expresiones y opiniones vertidas por los usuarios del blog y publicados en el mismo, ni garantiza la veracidad de los mismos. El usuario es siempre el responsable de los comentarios publicados.
Cualquier usuario del blog puede ejercitar el derecho a rectificación o eliminación de un comentario hecho por él mismo, para lo cual basta con enviar la solicitud respectiva por correo electrónico al autor de este blog, quien accederá a sus deseos a la brevedad posible.
Este blog no tiene ningún control sobre el contenido de los sitios a los que se proporciona un vínculo. Su dueño no puede ser considerado responsable.
Nuevos Miembros
Para unirse a este grupo es necesario REGISTRARSE y OBLIGATORIO dejar en el FORO un primer mensaje de saludo y presentación al resto de miembros.
Por favor, no lo olvidéis, ni tampoco indicar vuestros motivos en las solicitudes de incorporación.
Comentarios recientes