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“Dejándolo todo, le siguieron”. Domingo 7 de febrero de 2016. Domingo 5º Ordinario.

Domingo, 7 de febrero de 2016
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13-ordinario5 (C) cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 6, 1-2a. 3-8: Aquí estoy, mándame.
Salmo responsorial: 137: Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
1Corintios 15, 1-11: Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.
Lucas 5, 1-11: Dejándolo todo, lo siguieron.

El autor de la primera lectura ubica la escena en un tiempo concreto, año 740 a.C. que corresponde a la muerte del rey Osías (740 a.C). El relato se divide en dos partes: la visión (vv. 1-4) y la reacción del profeta (vv. 5-8). Una tercera parte, que ha sido excluida en nuestro texto litúrgico (vv. 9-13), cuenta la misión que recibe el profeta. Realmente todo el capítulo 13 forma una unidad literaria. Por su similitud con los relatos de vocación de Jeremías y Ezequiel, que tienen estas mismas tres partes, algunos consideran este relato como de vocación. Sin embargo, el contenido nos lleva a pensar en un relato de misión.

La escena comienza a desarrollarse probablemente en el templo de Jerusalén, donde el profeta recibe la visión de una liturgia celeste. El profeta ve a Yahvé con los rasgos de un rey, ejerciendo su poder. También sobresale un lenguaje de plenitud expresado en frases como “el ruedo de su manto llenaba el templo”, “su gloria llena la tierra toda”… Los serafines (serafín = ardiente), seres alados de fuego, que no son todavía los ángeles de la tradición posterior, están por encima del rey, en actitud de servicio. Los serafines entonan el canto del «santo, santo, santo». La santidad de Dios se hace visible a través de su gloria, y la gloria de Dios se manifiesta a través de sus obras en la creación y de sus acciones liberadoras a favor de su pueblo.

En los vv. 5-7 se nos muestra la reacción de Isaías ante la visión, poniendo el acento en la impureza de sus labios y los de su pueblo. Se siente perdido por que tal vez no habló en el momento que lo debía hacer, esto lo hace impuro e incapacitado para ejercer su vocación de hablar en le nombre de Yahvé. La exclamación angustiosa que expresa conversión es atendida con un serafín quien a través de un carbón encendido toca su boca para que le sean perdonados sus pecados. Isaías entonces está habilitado de nuevo como profeta, no sólo para hablar sino para escuchar la voz de Dios que busca un profeta. Pasando de la angustia del pecado a la seguridad de estar acreditado para hacer de profeta, responde de inmediato “aquí me tienes”, manifestando así su disponibilidad y pertenencia absoluta a la voluntad del Señor.

Todo el capítulo 15 de 1 Corintios tiene como eje temático la resurrección de Jesucristo, puesta en duda en el v.12: “¿cómo dice alguno que no hay resurrección de los muertos?”. Al comenzar el capítulo Pablo recuerda la Buena Nueva como el mejor regalo entregado a la comunidad de Corinto, regalo que fue recibido y mantenido con fidelidad a las palabras anunciadas. Aparece claro que el elemento común a los cristianos de todos los pueblos, culturas y tradiciones es la palabra de Dios. El contenido de la Buena Nueva lo describe Pablo citando un fragmento del primer credo cristiano que tiene como protagonista a Cristo, como testimonio de solidaridad, su muerte por nuestros pecados, como punto de referencia, las Escrituras, como respuesta solidaria humana, su sepultura, como intervención directa de Dios, su resurrección, como testigos de la resurrección, a todos los que se les apareció. El Dios de la Vida y la vida de nuestro pueblo es la razón de ser de toda vocación cristiana, que es vocación a defender y acrecentar la vida. «Para que tengan Vida y Vida en abundancia».

En el evangelio de hoy nos encontramos con un diálogo entre Jesús y Pedro, sencillo y profundo a la vez, diálogo que podríamos hacer nuestro en medio de las aguas tempestuosas de este mundo mientras nos esforzamos en nadar contra corriente. Pedro, por el oficio, era el experto en lugares y horas precisas para pescar. Sabía que en la noche y con las aguas tranquilas se pesca mejor, eso había estado haciendo toda la noche ¡y no habían cogido ni un pececito! Pero llega Jesús que sin ser pescador le dice sencillamente, que eche las redes para pescar…

Pedro, el experto, pudo haber dicho que no, que no era ni la hora ni el lugar para pescar y todo hubiera quedado ahí. Pero no, calla su experiencia y sabiduría (“hemos pasado toda la noche bregando”); reconoce su fracaso y desilusión (“no hemos cogido nada”), y “en nombre de Jesús echa las redes”. Y ya conocemos el final del relato: ¡una pesca maravillosa! Cuando Jesús le pide a Pedro que “reme mar adentro” lo está invitando a una aventura que lo lleva más allá de las playas cotidianas en busca de un horizonte mucho más amplio. Y Pedro cree en la palabra de Jesús.

Éste es el verdadero milagro: creer cuando todo parece ilógico. La abundante pesca y las redes llenas de peces son sólo la consecuencia de la fe. Todos los relatos de milagros en el evangelio comienzan con la fe o la suscitan, es la condición para ver la acción de Jesús. Cuando no la hay, Jesús simplemente se va a la otra orilla como veremos en las próximas semanas. Si creemos en Jesús entonces se realiza el milagro!

Claro, la cosa no es tan sencilla, se necesita una fe muy grande dada por Dios. Pidamos esa fe para que igual que Pedro, creamos en Jesús, obedezcamos su palabra, rememos mar adentro y echemos las redes para pescar, entonces, veremos otro milagro en nuestras vidas y en nuestra comunidad.

Y es que ser discípulos de Jesús exige confiar en su palabra. La misión a la que Jesús nos quiere enviar es osada y, hoy por hoy, con pocas probabilidades de éxito. Jesús quiere contar con nosotros y nosotras para el proyecto de Reino. Jesús convoca a los Apóstoles para que sean pescadores de personas, por eso toda vocación exige “remar mar adentro” para abandonar las seguridades de la orilla, tener un horizonte ilimitado asumir responsabilidades y meterse en una gran obra: el servicio al Reinado de Dios, es decir, una utopía de la que serán beneficiaros todos los hombres y mujeres del mundo.

Sin que desmerezca el oficio de los pescadores, lo que le propone Jesús a Pedro es una superación en el oficio que hasta ahora había desempeñado: pescar hombres y mujeres para el Reino es una empresa más noble y difícil que pescar peces, es algo más milagroso que la pesca que acaban de hacer.

Pero algunos llamados a esta nueva labor son también invitados a “dejarlo todo” para seguir a Cristo. Los necesita dedicados a tiempo completo, dedicándole a esta “misión” todas las fuerzas. Pescar hombres y mujeres para el Reino exige renunciar a todo lo demás y asumir a Jesús como única posesión. La misión a la que se llama exige desprenderse por completo, para apegarse totalmente a Jesús. En el relato de hoy se van con Jesús, que vale mucho más que las dos barcas llenas de pescados que les acaba de regalar. Dejan esa abundante pesca que los había admirado tanto porque comprenden que la vocación compromete al ser humano en un trabajo que está por encima de los trabajos humanos ordinarios. La vocación–misión es una invitación a colaborarle a Dios, un trabajo milagroso. Oremos hoy por aquellos que dejándolo todo se han ido tras el Señor. Leer más…

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Dom 7.2.16. Arriésgate ya, no tengas miedo

Domingo, 7 de febrero de 2016
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pescamilagrosaDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 5. Ciclo C. Lc 5, 1-11. Este es el evangelio de la nueva Pesca, tras la noche inútil. Evangelio de Pedro y de la Iglesia, de todos los cristianos.

Simón (a quien Jesús llamará después Pedro) y sus compañeros aparecen como pescadores cansados, tras una noche en blanco, pero que se arriesgan a iniciar de nuevo la tarea de la pesca, en un mar más profundo.

Hay dos barcas, con al menos cuatro pescadores, que arreglan las redes vacías pero estropeadas al sol de la mañana, mientras Jesús habla en la orilla a la gente. No les queda más que reparar los daños de la noche. No tienen ya faena

Vuelven de haber trabajado la noche entera, no han conseguido nada. Pero Jesús les pide que vuelvan, que inicien la tarea mar adentro, en lugares que no habían explorado todavía. Las palabras de Jesús a Simón y a sus compañeros son significativas:

‒ Les dice en griego (en la versión conservada por Lucas) epanagage eis to bathos, que significa que avancen (que naveguen y se arriesguan) más al interior (en zona más profunda de aguas, sin miedo a quedar lejos de la orilla).

‒ La traducción latina que se ha hecho tradicional dice duc in altum: lleva el barco a más hondura (altura), profundiza, elévate…, no te quedes pasmado donde estás. Esta traducción ha hecho fortuna y se utiliza como signo de llamada vocacional, dirigida no sólo a Pedro, sino a todos los cristianos: ¡Hay profundidades y alturas que debes explorar aún!
barca
‒ La versión castellana (rema mar adentro) pone de relieve el esfuerzo personal de los pescadores que se supone que han de remar (en teoría podían navegar a vela)… Éste es el Jesús que les lleva a remar, que les invita a esforzarse tras la noche inútil.

Simón y sus compañeros han de ser unos arriesgados, incluso aventurados por creer en Jesús y cumplir su encargo. Jesús les pide imaginación y esfuerzo, les lleva a nuevos mares… y asumen la tarea, y van a cuerpo, sin demora.

Desde ese fondo quiero interpretar esta historia de Jesús pescador y Pedro, las dos barcas con los compañeros, la historia de la iglesia, y en especial de los papas, en las reflexiones que siguen, tras la cita del texto.

Retomo el pulso y tarea de la historia, desde el pasado de Jesús y desde el presente de la iglesia, diciéndole a Francisco-Pedro: Duc in Altum, arriésgate ya, no tengas miedo…

Retomo esa tarea diciéndome, diciéndote lo mismo, pues todos en la Iglesia son (somos) de alguna forma Pedro y Papa, con sus compañeros, las dos barcas de la orilla… que han de estar dispuestas a levar el ancla con su esperanza. Buen domingo.

Texto: Lucas 5, 1-11

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

san pedro el pescador
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.”Simón contestó: “Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.”

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.”

Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres.”Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

1. EL TEXTO EN LA HISTORIA. SIETE DATOS DE FONDO

Este pasaje, de de fondo histórico, refleja la historia del cristianismo primitivo, desde la perspectiva de Pedro y de sus primeros compañeros; al mismo tiempo ofrece una parábola de la situación tarea de la Iglesia en el momento actual. Éstos son siete datos de su historia:

1. Se llamaba Simón (nombre hebreo-arameo, como Simeón, el segundo hijo de Jacob, pero helenizado en forma de Simón)… y era de Betsaida, de oficio pescador, casado en Cafarnaúm (y viviendo posiblemente en la casa de su suegra, sin autonomía laboral). Tenía un hermano llamado Andrés, también de nombre helenizado. Debía ser hombre de cierto carácter.

2. Había sido discípulo de Juan Bautista (Jn 1, 36-42) donde Jesús le encontró probablemente, y le atrajo para su misión de Reino. Eso significa que era un hombre entrenado en cuestiones de “espíritu” o de religión. Había aceptado como Jesús la visión espiritual y de juicio de Juan Bautista (los bautista, penitentes…), pero se convirtió a Jesús (o con Jesús)… en un camino de conversiones que siguió a lo largo de su vida.

3. El Evangelio de Marcos (Mc 1, 16-42) ha recreado la vocación de este Simón y de sus tres compañeros (Andrés y los dos zebedeos) de un modo típico, en un contexto de pesca y playa. Es posible que esa recreación tenga un fondo histórico. Pedro y sus compañeros siguieron de algún modo pescando durante el tiempo del mensaje de Jesús… Jesús les conoció también en la playa, y ellos le enseñaron tareas de pesca.

4. Jesús llamó a Simón de un modo especial y le apellidó Pedro (Kefas, Roca…), quizá de un modo irónico… confiándole una tarea especial de firmeza en el comienzo de su tarea… Pero Pedro dejó a Jesús… en el momento de su detención en Getsemaní y le negó después ante una mujer insistente en el patio del sacerdote (Mc 15). Tenía, sin duda, iniciativas y propuestas, pero también vacilaciones; quiso el poder (cf. Mc 8), no le parecían buenas algunas ideas de Jesús, que llegó a llamarle “Satanás”, aunque le conservó a su lado.

5. Pedro creyó en Jesús tras su crucifixión e inició (con las mujeres y con otros discípulos) el camino de la Iglesia, ofreciendo el mensaje en especial a los judíos. Así le va Pablo, que mantiene con él una relación tirante pero de reconocimiento mutuo. Era un hombres convencido de Jesús, pero tuvo que irse convirtiendo (es decir, tuvo que ir precisando su visión del evangelio) en una historia larga de encuentros y desencuentros con Pablo (y con Santiago, el hermano de Jesús). No tuvo miedo a equivocarse, y, quizá por eso, parece que acabó terminó acertando, y de esa forma llegó hasta Roma, donde le mataron por los disturbios que surgían en torno al recuerdo y tarea de Jesús.

6. Pedro asumió por tanto la misión a los gentiles, en una línea cercana a la de Pablo…, aunque con ciertos matices distintos, por lo que tuvieron diferencias, que aparecen reflejadas en Gal 2 y Hch 15. Pero al fin asumió la tarea de Pablo, interpretando así el evangelio como misión universal, para lo que vino a Roma, que era un buen sitio entonces plantar el evangelio.

7. Cuando más tarde el Evangelio de Mateo quiso “centrar” la Iglesia, y buscar una figura que pudiera ser vínculo de unión entre las iglesias aún divididas, se fijó en Pedro, y rehízo el texto de su “confesión”, con la promesa de Jesús “Tú eres un pedrusco (petros), pero sobre esta roca (petra) fundaré mi iglesia… Te daré la llaves… (Mt 18) Leer más…

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Isaías y Pedro: Dos vocaciones muy distintas. Domingo 5º. Ciclo C.

Domingo, 7 de febrero de 2016
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20131016_1668203955Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Después del fracaso en Nazaret (que leímos el domingo pasado), Lucas presenta a Jesús predicando y haciendo milagros en Cafarnaúm e incluso más al sur, en las sinagogas de Judea. Pero la liturgia dominical no lee nada de esto (Lc 4,34-44), sino que pasa a la vocación de los primeros discípulos. Así titulan este episodio la mayoría de las Biblias, aunque el relato de Lucas podríamos titularlo, con más razón, “La vocación de Pedro”.

                A propósito de la visita de Jesús a Nazaret vimos que Lucas se basa en el evangelio de Marcos, pero lo modifica para enfocar el episodio de forma nueva. Hoy ocurre lo mismo con la vocación de los primeros discípulos. Para comprender el relato de Lucas conviene recordar el de Marcos.

El escueto relato de Marcos sobre la vocación de los primeros discípulos

Caminando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban las redes al lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres”. Al punto, dejando las redes, le siguieron. Un trecho más adelante vio a Santiago de Zebedeo y a su hermano Juan, que arreglaban las redes en la barca. Inmediatamente los llamó. Y ellos dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron con él.

                El relato, que cambiará la vida de los protagonistas, no puede ser más breve. Parecen simples notas para ser desarrolladas por Marcos en su comunidad. Dos parejas de hermanos, un lago, unas redes, una barca, el padre de dos de ellos, unos jornaleros. En este ambiente tan sencillo y cotidiano, Jesús se encuentra por primera vez con estos cuatro muchachos, los llama, y ellos lo siguen dejándolo todo. Una reacción que desconcierta a cualquier lector atento.

La versión de Lucas

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara, un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

– «Remad mar adentro, y echada las redes para pescar

Simón contestó:

«Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:

– «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»

 Y es que el asombro- se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón:

– «No temas; desde ahora serás pescador de hombres

Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Los tres cambios que introduce Lucas

  1. El primero pretende hacer más comprensible el seguimiento de los discípulos. No es la primera vez que se encuentran con él. Jesús ya ha estado antes en Cafarnaúm, incluso ha comido en casa de Simón y ha curado a su suegra. Luego ha seguido su vida de predicador itinerante y solitario, pero, cuando vuelve a Cafarnaúm, no es un desconocido. Es un maestro famoso y la gente se agolpa para escucharle. El lector no se extraña de que lo sigan.
  2. Si el primer cambio tiene su lógica, el segundo nos desconcierta: mientras Marcos cuenta la vocación de cuatro discípulos, Lucas centra su atención en Pedro, hasta el punto de que ni siquiera nombra a su hermano Andrés. Jesús sube a la barca de Simón, le pide que se aleje un poco de tierra; con él dialoga después de hablar a la multitud, ordenándole adentrarse en el lago y echar las redes; y Simón Pedro es el único que reacciona arrojándose a los pies de Jesús y reconociéndose pecador. Aunque luego se menciona a Santiago y Juan, que también seguirán a Jesús, las palabras finales y decisivas las dirige Jesús solo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”.
  3. El tercero consiste en reforzar la importancia de Jesús. No se limita a pasear por el lago (como cuenta Marcos) sino que está predicando a la gente, que se agolpa a su alrededor hasta el punto de necesitar subirse a una barca. Luego, Simón le da el título de “Maestro” y le obedece, volviendo a pescar, aunque parece absurdo. Finalmente, Simón cae de rodillas y lo reconoce como un personaje santo, no un pobre pecador como él. La vocación de los discípulos supone un mayor conocimiento de Jesús.

               

¿Qué pretende decirnos Lucas con estos cambios?

                La finalidad del primero es clara: hacer más comprensible el seguimiento de los discípulos.

                El segundo pretende poner de relieve la figura de Pedro. Lo mismo hace Lucas al final de su evangelio, cuando pone en boca de los discípulos estas palabras: “Realmente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón” (Lc 24,34). Simón protagonista al comienzo y al final del evangelio de Lucas. Es posible que algunos cristianos, basándose en el duro ataque de Pablo a Pedro en Antioquía (contado en la carta a los Gálatas), pusiesen en discusión su autoridad, y Lucas quisiera ponerla a salvo.

                El tercer cambio nos recuerda que cualquier vocación sirve para conocer mejor a Jesús. El relato de Marcos dice que Jesús no es un francotirador cuya obra desaparecerá con su muerte; quiere y busca colaboradores que continúen su misión. Lucas añade el aspecto de la enseñanza y la autoridad. Pero sugiere también algo mucho mayor: es un personaje santo, que provoca en Simón un sentimiento de indignidad. Para comprender este aspecto hay que recordar la vocación de Isaías, primera lectura de este domingo.

El relato de la vocación de Isaías (1ª lectura)

El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a él. Y se gritaban uno a otro, diciendo: “¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!” Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.  

                Yo dije: “¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.”

                Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: “Mira; esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.”

                Entonces, escuché la voz del Señor, que decía: “¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?”

                Contesté: “Aquí estoy, mándame.”

               

                Retrocedamos ocho siglos, al 739 a.C., año de la muerte del rey Ozías. En ese momento sitúa Isaías su vocación. Pero la cuenta de un modo muy distinto. En ese encuentro inicial con Dios lo que más le llama la atención es su majestad y soberanía, que destaca mediante tres contrastes. El primero con Ozías, muerto; del rey mortal se pasa al rey inmortal. El segundo, con los serafines, a los que describe detenidamente, mientras de Dios solo puede decir que “la orla de su manto llenaba el templo”. El tercero, con Isaías, que se siente impuro ante el Señor. Tenemos tres binomios que subrayan la soberanía de Dios (vida-muerte, invisibilidad-visibilidad, santidad-impureza). Todo esto, enmarcado en un terremoto que hace temblar los umbrales y llena de humo el templo.

                Basándose en la queja de Isaías (“soy un hombre de labios impuros”), un serafín purifica sus labios, como símbolo de la purificación de toda la persona. Por eso, la consecuencia final no es que Isaías ya tiene los labios puros, sino que “ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado”. Cuando Dios pregunte “¿A quién mandaré? ¿Quién irá de mi parte?”, Isaías podrá ofrecerse voluntariamente: “Aquí estoy, mándame”.

La vocación de Isaías y la vocación de Simón

                Lucas, gran conocedor del Antiguo Testamento, parece ofrecer en su relato de la vocación de Simón Pedro una relectura de la vocación de Isaías. Al menos es interesante advertir las diferencias.

                El escenario. La vocación de Isaías tiene lugar en el ámbito sagrado del templo, con Dios en un trono alto y excelso, rodeado de serafines. La de Pedro, en una barca dentro del lago, rodeado de los compañeros y jornaleros.

                La persona que llama. En el caso se Isaías se subraya la majestad y santidad de Dios. A Jesús se lo presenta inicialmente de forma muy humana, aunque capaz de congregar a una multitud y de convencer a Pedro para que vuelva a pescar. Solo después de la pesca advertirá Pedro que se encuentra ante un personaje excepcional.

                La reacción inicial del llamado. En ambos casos el protagonista se siente pecador. La reacción de Isaías es más trágica (“estoy perdido”) porque parte de la idea de que nadie puede ver a Dios y seguir con vida. Pedro se reconoce simplemente ante un personaje sagrado junto al cual no puede estar (“apártate de mí”).

                La preparación del enviado. A Isaías, un serafín lo purifica como paso previo para poder realizar su misión. Jesús no realiza nada parecido con Pedro. La forma de prepararse es seguir a Jesús. “Dejándolo todo lo siguieron”.

                La misión. La liturgia ha suprimido la parte final del relato de Isaías, donde recibe la desconcertante misión de endurecer el corazón del pueblo judío y cegar sus ojos; la misión principal de Isaías consistirá en transmitir un mensaje durísimo. En cambio, la de Pedro será positiva, “pescador de hombres”.

                La reacción final del elegido. Aquí no hay diferencia. En ambos casos se advierte la misma disponibilidad, aunque en los discípulos se subraya que lo dejan todo para seguir a Jesús.

Sugerencia final

                Según cuenta el evangelio de Juan, en cierta ocasión comentó Jesús a los discípulos: “La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”. Es de los pocos casos en los que Jesús da una orden. En una época como la nuestra, en la que la crisis de vocaciones es tan fuerte, convendría recordar y poner en práctica este mandato del Señor.

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“Otra lectura de Efesios 2,1-10”, por Carlos Osma

Jueves, 3 de diciembre de 2015
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fe-en-accionLeído en su blog Homoprotestantes:

Todo el texto de Efesios 2,1-10 queda sintetizado en poco más de un versículo, concretamente en las frases: “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe”. Donde destacan cuatro palabras sobre las que parece pivotar toda la reflexión: gracia, salvación, fe y obras. Las interpretaciones que se hacen de este texto son diversas ya que cada una de ellas nace de una pregunta distinta, y por tanto, da prioridad a una de estas palabras sobre las otras tres.

Si nos acercamos a la experiencia de la comunidad del silgo I donde nació el texto que estamos leyendo, la pregunta que parece decisiva para el autor es: ¿Quién se salva? Si los judeocristianos afirmaban que además de la fe en Jesús era necesario formar parte del pueblo de Dios, del judaísmo, y que había que cumplir la Ley; los seguidores de Pablo, como el autor de este libro, afirmaban que Jesucristo había roto la barrera que separaba al pueblo de Israel del resto de la humanidad. Dios, mediante Jesucristo, había reconciliado al mundo con Él, por eso no hacia falta que los paganos tuvieran que hacerse judíos y cumplir todas sus leyes. En resumidas cuentas: todo el mundo podía salvarse por medio de Jesucristo.

En el siglo IV Agustín, que había rechazado en principio el cristianismo con el que su madre le había educado, había pasado gran parte de su vida dejándose llevar por sus pasiones y buscando un sentido para su existencia. En esta situación se hace la pregunta: ¿Cómo puedo salvarme? Una pregunta que en aquel momento el Pelagianismo responde diciendo que depende de lo que él haga, y el Maniqueísmo diciendo que no hace falta que haga nada que todo depende de la voluntad divina. Ante esa tesitura Agustín acaba encontrando la respuesta a su pregunta afirmando que hay un camino intermedio: Aunque el ser humano es libre, el pecado original lo limita y le impide hacer el bien, por eso es necesaria la gracia de Dios que le permite recuperar el dominio perdido sobre él mismo.

En el siglo XVI Lutero, un joven al que le acompañaba el temor a un Dios castigador buscaba también la salvación, para ello era capaz de autoflagelarse buscando la reconciliación con Dios. Las propuestas que le ofrecía su entorno para encontrar la salvación era el sufrimiento o el pago de las indulgencias que le evitarían una eternidad en el purgatorio o el infierno. Ante esta experiencia Lutero también se pregunta: ¿De qué he de salvarme? Y lo tiene muy claro, tiene que salvarse del infierno que lo atormenta, de la imposición caprichosa de la iglesia, del poder de un papa inquisitorial.

Dietrich Bonhoeffer en el siglo XX vivió en un momento en el que el nazismo se apoderó de la sociedad alemana. La iglesia evangélica alemana, a la que pertenecía, simpatizó con el nazismo y él, junto a otros cristianos y cristianas se separan y crean la Iglesia Confesante. En este contexto Bonhoeffer se pregunta: ¿Para que sirve la salvación? Y su respuesta es clara: la salvación necesita concretarse en obras que se opongan al nazismo y sean capaces de abrir espacios donde todas y todos puedan vivir, también quienes no son como yo.

Cuando una persona es capaz de leer este texto desde su experiencia, el texto puede recobrar vida. Cuando somos capaces de leer desde nuestra situación, nuestras preguntas, miedos o alegrías, el texto bíblico puede convertirse en un lugar de revelación. Es desde esta convicción que me pregunto, y os animo a preguntaros: ¿Cómo puedo relacionar en mi experiencia conceptos como gracia, salvación, fe y obras?

Salvación

¿De qué hemos de salvarnos? Si una persona jamás ha tenido necesidad de salvarse de algo, es evidente que este texto sólo lo podrá leer a nivel teórico, pero no entenderá nunca lo que se está diciendo en él.

Si la respuesta que damos parte de una experiencia personal, imagino que la mayoría de nosotros puede dar una o varias respuestas claras a esta pregunta, sólo hace falta que pensemos en los momentos en los que nos hemos sentido oprimidos, en los que nos faltaba el aire, la vida. Después, podemos analizar cuales eran las razones, los mecanismos, que producían esta situación opresiva. La salvación siempre es concreta, no teórica. La mayoría de personas LGTBI podemos decir por ejemplo que la heteronormatividad ha sido el poder que nos ha producido, y sigue produciendo, opresión y angustia, y que es sobre ella sobre la que necesitamos salvarnos.

Pero la salvación no tiene únicamente una dimensión individual, de hecho la salvación debe ser colectiva para ser real. No nos libraremos de la homofobia solos, auque se necesita de nuestra determinación, acabar con la homofobia es una tarea de todas y de todos. Y esto no ocurre sólo con la homofobia sino con cualquier opresión. Nuestra sociedad entiende a menudo la salvación como una lucha de unos contra otros, mi salvación es la opresión de otros seres humanos, mi salvación es negación de otras salvaciones. Pero cuando en el cristianismo hablamos de salvación, hablamos de la salvación de todas y de todos, para todos y para todas.

¿Para qué hemos de salvarnos? Esta es otra de las posibles preguntas. Si no queremos vivir, si estamos bien tal y como estamos ahora, cualquier mensaje sobre salvación no dejará de ser un discurso falso. Quien no es consciente de que necesita ser liberado, no busca la salvación. Muchas personas LGTBI buscan amor, aceptación, comprensión… pero no buscan salvación. Están dispuestas a aceptar la discriminación que existe en sus familias, su trabajo, su iglesia, mientras no se las rechace de una manera directa. Aceptan la homofobia porque no son capaces de creer que merecen ser salvados, merecen ser libres, merecen ser tratados como cualquier otro ser humano. Queremos la salvación para vivir con dignidad.

Gracia

La gracia es un acto de amor de Dios hacia nosotros que muestra su inequívoca voluntad de salvarnos. No son nuestros méritos, buenos o malos, los que justifican la voluntad divina de salvarnos. La gracia muestra el trato misericordioso de Dios hacia nosotros no por lo que valemos o por lo que hacemos, sino por el amor incondicional de Dios hacia nosotros.

Los evangelios hablan de esta gracia de Dios manifestada en Jesucristo. Cuando la gente que necesitaba salvación se acercaba a Jesús para pedírsela, él les liberaba, les daba vida. Nunca era una acción legal que valoraba los méritos de la persona oprimida. Era por misericordia, por pura gracia.

La gracia nos habla de un Dios que no quiere nuestro sufrimiento. No tienen sentido las teologías que predican el sufrimiento, tampoco el aceptar resignadamente la opresión. Quienes nos piden en nombre de Dios que entendamos la homofobia, que aceptemos la homofobia de baja intensidad, no nos está hablando del Dios de la gracia. La gracia nos muestra a un Dios que sufre con nosotros y que está decidido a liberarnos. Nuestra fe, para ser fe cristiana, no puede estar puesta en un Dios castigador o defensor de la opresión, sino en un Dios que tiene la firme voluntad de liberarnos y de salvarnos.

Nuestra esperanza es vivir plenamente, y para eso hemos de denunciar y no aceptar todo aquello que nos resta, que nos limita. Quien nos pida aceptar la opresión, cualquier opresión, en nombre de Dios, no nos está hablando del Dios de la gracia.

Fe y obras

Muchas veces se ha percibido estas dos palabras como antagónicas: ¿Nos salvamos por fe o por obras? El autor de Efesios no está hablando con esta lógica, cuando hablaba de obras se refería a la Ley que los judíos seguían. Eran el pueblo escogido y tenían que ser fieles a la voluntad divina que se reflejaba en la Ley que Dios les había dado. Por esta razón cuando los paganos se convertían al cristianismo (todavía dentro del judaísmo), hubo una tensión. ¿Tenían que cumplir la Ley o no? Pablo y sus discípulos pensaban que no, y esa es la reflexión que encontramos en el libro de Efesios. Aquí no se está negando la importancia de la Ley, pero se está diciendo que lo que rompe cualquier barrera entre judíos y paganos es la fe en Jesucristo.

Hay muchas leyes buenas, tenemos criterios útiles para distinguir lo que es bueno y lo que no lo es, muchas veces criterios basados en el texto bíblico, otras en lo que nuestra sociedad ha ido aprendiendo a lo largo de su historia. Pero por encima de todo eso está la fe en aquel que quiere nuestra salvación. Una fe que no se basa en la creencia o afirmación de unas teologías determinadas, o unos planteamientos políticos o sociales, sino en poner la esperanza en un Dios que quiere salvarnos a todos. Y para eso tenemos que trabajar, tenemos que movernos y arriesgar, como todo el mundo que de verdad quería ser liberado ha hecho a lo largo de la historia.

En la Biblia la fe no es algo intelectual, es una forma de vida, una manera de moverse por ella. Recordad que “gracias a la fe Abraham obedeció y se fue hacia el país que tenía que recibir en herencia… gracias a la fe Moisés abandonó el país de Egipto sin temor a la indignación del rey… gracias a la fe, Rahab la prostituta, que acogió en paz a los exploradores, no murió con los que se negaron a creer…”

Cada uno ha de buscar formas y caminos que le permitan liberarse y liberar a los demás. Como comunidad cristiana también lo hemos de hacer. Es nuestra responsabilidad, lo que se espera de nosotros. No hay soluciones fáciles ni mágicas.

A modo de conclusión

No todas las salvaciones que esperamos llegaran pronto, pero la gracia de Dios nos acompaña, su voluntad de liberarnos. Si tenemos fe, si nos movemos no por la ley, o la tradición, o la verdad, sino con la determinación de acabar con todo aquello que nos oprime a nosotros, y también a los que están a nuestro lado; entonces podremos sentir en nuestra vida que tiene sentido el texto que hemos leído: “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe”. La salvación definitiva de Dios se puede ver, se percibe cada día a nuestro alrededor, por la fe de las personas que han decidido no dejarse vencer por la opresión. Sea esta del tipo que sea.

Carlos Osma

Biblia, Espiritualidad , , , , , , , ,

Pedro Casaldáliga, poeta de la esperanza

Sábado, 28 de noviembre de 2015
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pedro-casaldaliga-y-luis-miguel-modino_560x280El corresponsal de RD en Brasil viaja a la cuna del profeta de la Amazonía

Al encuentro de Pedro Casaldáliga, icono del Cristo Libertador

Me repite con fuerza en cuanto aprieta mi mano: ‘oración, comunidad y vida por el pueblo'”

Recuerdos de la visita de Luis Miguel Modino a la Prelatura de São Félix do Araguaia

“Una esperanza que le lleva a ser fiel hasta el final a aquello en lo que siempre creyó y esperó”

“La marca del profeta del Araguaia sigue presente y viva en el pueblo”
Pedro Casaldáliga, un legado permanente para la Iglesia y los descartados
El ministro Patrus Ananías dice que “su legado va a ser permanente en la historia de Brasil”

Nos han parecido muy interesante la serie de reportajes acerca de este obispo de l Pueblo, fiel al Evangelio, gastada su vida por los más desfavorecidos, viviendo entre ellos, lejos de palacios episcopales lujosos y fortaleza…

(Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en Brasil).- Todo lo que nos enriquece, aunque suponga un esfuerzo, vale la pena. Recorrer buena parte de este inmenso Brasil durante dos días, utilizando diferentes medios de transporte, para encontrarse con alguien, puede tener cierta dosis de locura. Esta vez el encuentro es con Pedro Casaldáliga, alguien por quien siempre he sentido admiración y respeto, y en el que en muchos momentos me he fijado para intentar hacer realidad hoy el mensaje de Jesús de Nazaret, viviendo la fe en comunidad.

Su compromiso con los más pobres, a través de una vida entregada hasta el extremo, y su forma de entender la Iglesia, a partir de las Comunidades Eclesiales de Base, me llevan a acercarme a él con temor y temblor, pues estoy llegando hasta alguien que considero un icono del Cristo Libertador.

Durante cientos de kilómetros la carretera serpentea entre grandes haciendas, en las que los dueños, movidos por el lucro a cualquier precio, han destruido la un día abundante vegetación para criar ganado y plantar soja, convirtiéndose en los grandes perseguidores de Pedro, al que muchas veces pretendieron matar, expulsar del país, difamar..., pues él se había posicionado del lado de los indígenas, moradores originarios de estas tierras, y de los pequeños agricultores y trabajadores rurales, unos y otros también perseguidos y expulsados.

Una de las paradas es en Riberão Cascalheira, la ciudad donde en 1976 fue asesinado João Bosco Burnier, uno de sus más estrechos colaboradores y donde se encuentra el Santuario de los Mártires de la “Caminhada”, lugar al que cada cinco años llegan de todos los rincones de Brasil quienes participan de la Romería de los Mártires y que en julio de 2016 celebrará una nueva edición.

El camino continúa, ahora por una carretera sin asfalto, propia de esas periferias del mundo en las que Pedro y muchos otros escogieron vivir. Después de horas y horas de autobús el cansancio aprieta, pero la expectativa por llegar hace que se lleve mejor.

Finalmente llego a San Félix, una pequeña ciudad bañada por el río Araguaia, cuyas aguas se deslizan lentamente. Me dirijo a su casa y compruebo lo que ya había escuchado de muchos que antes le habían visitado, es una casa simple hasta el extremo, propia de alguien que cree y vive en una Iglesia pobre y para los pobres, de alguien que encarna a la perfección a esos obispos no príncipes que tanto le gusta al Papa Francisco que estuviesen más presentes en nuestra Iglesia.

La puerta de la casa está abierta, en señal de acogida. Le encuentro rezando junto con la comunidad de agustinos con los que convive y que tan bien le cuidan. Espero en cuanto llega y al verle pasan por mi mente muchas imágenes, como flashes que se disparan, y que me producen una sensación de alegría.

Ahora se desplaza en silla de ruedas, consecuencia de la fractura de fémur que sufrió meses atrás y de la que dice irse recuperando poco a poco. También le acompañan su hermano Parkinson y sus 87 años. Me siento a su lado y conversamos durante un rato, me presento y le digo de donde vengo y lo que me ocupa en el día a día y juntos compartimos experiencias misioneras. Al lado de alguien que recorre estas tierras desde 1968, mis nueve años de misión hacen que me sienta un pipiolo. Al hablar de la misión se me quedan grabadas tres ideas que me repite con fuerza en cuanto aprieta mi mano: “oración, comunidad y vida por el pueblo“.

Estas palabras vienen a reafirmar que quien sostiene la vida del cristiano, que siempre debe ser discípulo misionero, es el propio Dios, a quien en la oración sentimos más próximo y nos muestra el camino a seguir, que siempre debe ser vivido en comunidad y no como entes aislados, un Dios que en los que en Él creemos da la vida por el pueblo.

En el tiempo que estoy con él llega gente constantemente, de todo tipo y condición, lo que muestra el respeto y admiración que muchos le tienen. Una de las visitas le anuncia que esta tarde llegarán para saludarle Gilberto Carvalho, ministro jefe de la Secretaria General de la Presidencia y uno de los hombres fuertes del gobierno Dilma, y Patrus Ananias, ministro de Desenvolvimiento Agrario, lo que muestra que sus puertas están abiertas para todos y que sus sabios consejos orientan a quien acude a él.

Sin duda, Pedro Casaldáliga es alguien que deja traslucir la presencia de ese Dios que continúa haciéndose presente entre los pobres, entre los crucificados, ese Dios que levanta del polvo al desvalido, que siempre está ahí para acompañar nuestras luchas por un mundo mejor para todos.

(Luis M. Modino, corresponsal en Brasil).- Una forma de ser, de vivir, de relacionarse con los pequeños y pobres, con los descartados por una sociedad construida a partir del lucro. Podríamos decir que ese es el principal legado de Pedro Casaldáliga. Estar a su lado lleva a descubrir eso en pocos instantes. Pedro es alguien que sabe acoger desde el primer momento, que recibe a la gente diciendo “esta es nuestra casa, aquí cabemos todos”. Leer más…

Espiritualidad, General , , , , , , ,

“Cómo reformar la Iglesia”, por Carlos Osma

Sábado, 31 de octubre de 2015
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ReformaiglesiaMonumento a la Reforma, Ginebra

En el Día de la Reforma, publicamos este artículo del blog Homoprotestantes:

En ocasiones escucho reflexiones, predicaciones, o leo artículos en los que se anima a reformar la Iglesia. Si además la persona que hace este llamamiento pertenece al ámbito protestante, en algún momento repite la archiconocida frase: “Una iglesia reformada, siempre reformándose”. Bien es cierto que en pocas ocasiones indica en qué debe consistir esa reforma, porqué es necesario hacerla, y qué le ha llevado a pensar así. En realidad, en la mayoría de ocasiones, creo que la frase es más bien una muletilla, un elemento de la tradición que sobrevuela el discurso para indicar que se es protestante, que no se es fundamentalista, o que se está a años luz de otras iglesias en las que no hubo reforma.

En Martín Lutero encuentro también esa voluntad de transformación, de reforma de la realidad religiosa en la que estaba inmerso, pero entiendo que esta voluntad tuvo su origen en una experiencia previa de insatisfacción real, no teórica. Lutero tenía una autocomprensión negativa de sí mismo y esto le limitaba y le producía sufrimiento. Desde muy joven le acompañó el temor a un Dios castigador que le exigía una vida de sacrificios interminables. Por eso se dedicó al ayuno, a la autoflagelación, a la confesión constante; aunque nada de todo esto le hizo sentirse reconciliado con Dios.

Siempre hay casos excepcionales, es verdad, pero el de Lutero no lo es, creo que en la mayoría de ocasiones las reformas no surgen de personas que se encuentran cómodas con el sistema en el que viven, sino de las que padecen sus consecuencias negativas. Jamás una persona satisfecha con su iglesia querrá reformarla. Jamás una persona a la que le va bien con la vida que tiene querrá que ésta cambie. Seguro que en algún momento dirán eso de que es necesario reformarse, adaptarse, transformarse… pero serán sólo palabras. La reforma nace de una insatisfacción profunda con el sistema, no de palabras huecas biensonantes.

El 31 de octubre de 1517 Lutero clavó en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittemberg sus 95 tesis. Por aquel entonces el papa León X quería renovar la Basílica de San Pedro en Roma, y desarrolló una campaña para recaudar fondos mediante la venta de indulgencias. Los compradores recibían a cambio una reducción de sus días de castigo en el purgatorio e incluso el perdón de los pecados. Lutero podría haber colaborado con dicha campaña aunque sus planteamientos teológicos no la vieran con buenos ojos, o podría simplemente haberse callado. Pero al leer algunas de sus tesis encontramos que no fue así:

Tesis 21. “En consecuencia, yerran aquellos predicadores de indulgencias que afirman que el hombre es absuelto a la vez que salvo de toda pena, a causa de las indulgencias del Papa”.

Tesis 22. “De modo que el Papa no remite pena alguna a las almas del purgatorio que, según los cánones, ellas debían haber pagado en esta vida”.

Con sus 95 tesis Lutero convierte su insatisfacción en una denuncia. Porque la insatisfacción que es incapaz de denunciar, no puede reformar ninguna iglesia, ni ninguna vida. Hay un momento en el que la experiencia de opresión debe surgir y convertirse en algo real para que el cambio pueda ser posible. Si Martín Lutero se hubiera callado, no estaríamos hablando hoy de reforma protestante. Evidentemente la denuncia situó a Lutero en un lugar peligroso, y él lo sabía, no era un ignorante ni un loco, tenía conocimiento de lo que les había ocurrido a muchos otros reformadores anteriormente. Para que una iglesia pueda ser reformada, para que sea real la petición de una reforma constante, se necesitan personas que denuncien el status quo y que asuman las consecuencias de hacerlo. En iglesias donde todo esto es imposible, donde las voces discordantes son excomulgadas, o donde éstas no se atreven a levantar la voz por cobardía, no hay posibilidad real de reforma. El Espíritu Santo dirige la iglesia hacia la reforma a través de voces proféticas.

Cuando algunos cristianos y cristianas alaban la respuesta de Lutero ante las exigencias del papa León X para que se retractara de 41 de sus 95 tesis: “No puedo ni quiero revocar nada reconociendo que no es seguro actuar contra la conciencia”. Deberían preguntarse si alguna vez se han enfrentado a una situación como esa dentro de la iglesia, y si actuaron como Lutero, defendiendo su conciencia, o como León X, que trató a Lutero como un delincuente, prohibió la posesión o lectura de sus escritos y dio inmunidad a quien lo asesinara. ¿Dónde se alinearon? ¿Con quienes defendían la conciencia o quienes defendían la ortodoxia?

Martín Lutero vivió una experiencia opresiva y levantó la voz para oponerse a lo que él consideraba erróneo e injusto, pero no se quedó ahí. Se atrevió también a hacer una propuesta basada en la tradición bíblica y eclesial, que le liberaba de sus temores al igual que al resto de cristianos. Se atrevió a dejar sin argumentos a quienes utilizaban las condenas y el temor en beneficio propio. Y lo hizo afirmando que la salvación es un regalo de Dios, dado por gracia a través de Cristo y recibido solamente por la fe. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo[1]”. No tenía mucho sentido el sentirse culpable, el vivir atemorizado, condenado… La liberación no se encontraba ni en la Ley ni en los dirigentes de la iglesia, sino en la fe en el Dios de Jesús. Por eso un cristiano no debía tener como sumo juez al papa, sino a Jesucristo y su Palabra en la que se revela su voluntad.

La liberación que supuso la Biblia para cristianos como Lutero es difícil de entender hoy, ya que la ortodoxia evangélica la ha petrificado y puesto al servicio de la opresión. La Biblia ya no es fuente de liberación, sino una ley que está al servicio del capricho del líder de turno que dice poseer la lectura verdadera. Las lecturas fundamentalistas han debilitado profundamente la percepción de la Biblia como lugar de liberación para los seres humanos. Las personas LGTBI somos unas de las danificadas por este proceso diabólico que pretende destruir cualquier autocomprensión positiva que podamos hacer de nosotros mismos, al mismo tiempo que exige una represión de nuestros deseos y un reconocimiento de culpabilidad por ser como somos. Sólo comprando sus indulgencias con mentiras podemos alcanzar la salvación que ellos nos otorgan.

Pero es desde esta situación opresiva desde la que las personas LGTBI podemos convertirnos en profetas que traen una nueva reforma a la iglesia. Una reforma que no nacerá del legalismo, sino de la experiencia y la liberación del texto bíblico de manos de quienes lo están adulterando. Y esto ocurrirá si nos atrevemos, como Martín Lutero y tantos otros reformadores, a levantar la voz denunciando la opresión heteronormativa aunque esto signifique nuestra expulsión de las iglesias que no dejan espacio al profetismo, y que son más sensibles a las lecturas literalistas y las tradiciones homófobas que al dolor que éstas producen. Y si partimos de nuestra experiencia y somos valientes en la denuncia, también podremos encontrar respuestas que dejen sin sentido al poder heteronormativo. En realidad no tenemos que buscar demasiado, ni ser muy originales, porque la Palabra de Dios siempre ha dado vida a quienes la han visto negada, y es por gracia que vivimos los cristianos, por medio de la fe… no por cualquier otra cualidad humana, ni siquiera la heterosexualidad.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios. No por vuestra heterosexualidad, para que nadie se gloríe[2]”.

Las cristianas y los cristianos LGTBI somos una oportunidad de reforma para la iglesia, una oportunidad para curar de heteronomatividad sus discursos, sus lecturas, su praxis. Una oportunidad, ni la primera ni la última, de hacer del evangelio una fuente de liberación para toda la Iglesia.

Carlos Osma

[1] Rm 5,1

[2] Ef 2,8-9 El texto pone “obras” donde pongo “vuestra heterosexualidad”.

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, Iglesia Anglicana, Iglesia Católica, Iglesia Luterana, Iglesias Evangélicas , , , , , ,

Que pueda ver.

Domingo, 25 de octubre de 2015
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Oasis de Jericó
en la vega del Jordán;
todo luz, todo verdor,
todo rumores de aguas,
todo un regalo de Dios.
¡Y tú, ciego Bartimeo,
de oscura y seca pupila,
sin poder captar el vuelo
de aquella luz tamizada
de un limpio sol mañanero!
Si una vez dijo un poeta
que no hay en el mundo nada,
tan inhumano y cruel,
como ser ciego en Granada,
habrá que añadir también
que ser ciego en Jericó
es ser ciego en un Edén.
¡Pobre ciego Bartimeo,
pidiendo junto al camino,
limosna a los pasajeros!
¡Qué suerte aquella mañana,
cuando al pasar el Señor,
algo se encendió en tu alma
para poderle gritar:
Jesús, quiero ver el sol,
y, sobre todo, tu cara!
Era tu fe quien gritaba,
ya no te importaba ver
la luz y el correr del agua,
sólo gritabas muy fuerte:
¡Jesús, hijo de David,
que pueda yo ver tu cara!
Y cuando oiste su voz
y oiste que te llamaba,
allí tu manto voló
sobre el polvo del camino,
para así correr mejor.
La luz se posó en tus ojos,
de oscura y seca pupila,
y pudiste ver el rostro
del que es la Luz que ilumina
al hombre que al mundo llega.
Y te lanzaste al camino…
¡Camino que guía y lleva!
*

José Luis Martínez SM

El ciego Bartimeo (Mc 10. 46-52)

***

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:

“Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.”

Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:

“Hijo de David, ten compasión de mí.”

Jesús se detuvo y dijo:

– “Llamadlo.”

Llamaron al ciego, diciéndole:

“Ánimo, levántate, que te llama.”

Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo:

– “¿Qué quieres que haga por ti?”

El ciego le contestó:

“Maestro, que pueda ver.”

Jesús le dijo:

“Anda, tu fe te ha curado.”

Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

*

Marcos 10, 46-52

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos

Domingo, 18 de octubre de 2015
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 DEJA LA CURIA, PEDRO

Deja la curia, Pedro,
desmantela el sinedrio y la muralla,
ordena que se cambien todas las filacterias impecables
por palabras de vida, temblorosas.

Vamos al Huerto de las bananeras,
revestidos de noche, a todo riesgo,
que allí el Maestro suda la sangre de los Pobres.

La túnica inconsútil es esta humilde carne destrozada,
el llanto de los niños sin respuesta,
la memoria bordada de los muertos anónimos.

Legión de mercenarios acosan la frontera de la aurora naciente
y el César los bendice desde su prepotencia.
En la pulcra jofaina Pilatos se abluciona, legalista y cobarde.

El Pueblo es sólo un «resto»,
un resto de Esperanza.
No Lo dejemos sólo entre guardias y príncipes.
Es hora de sudar con Su agonía,
es hora de beber el cáliz de los Pobres
y erguir la Cruz, desnuda de certezas,
y quebrantar la losa—ley y sello— del sepulcro romano,
y amanecer
de Pascua.

Diles, dinos a todos,
que siguen en vigencia indeclinable
la gruta de Belén,
las Bienaventuranzas
y el Juicio del amor dado en comida.

¡No nos conturbes más!
Como Lo amas,
ámanos,
simplemente,
de igual a igual, hermano.
Danos, con tus sonrisas, con tus lágrimas nuevas,
el pez de la Alegría,
el pan de la Palabra,
las rosas del rescoldo…
…la claridad del horizonte libre,
el Mar de Galilea ecuménicamente abierto al Mundo.

*

Pedro Casaldáliga
El tiempo y la Espera. Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:

“Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.”

Les preguntó:

“¿Qué queréis que haga por vosotros?”

Contestaron:

“Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.”

Jesús replico:

“No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?”

Contestaron :

“Lo somos”

Jesús les dijo:

“El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.

Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniendolos, les dijo:

“Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.”

*

Marcos 10, 35-45

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

San Sergio y San Baco

Miércoles, 7 de octubre de 2015
Comentarios desactivados en San Sergio y San Baco

1064Hoy celebramos la festividad de estos dos mártires. Nos encomendamos a ellos y les encomendamos tantos  hermanos y hermanas perseguidos, calumniados, golpeados, asesinados… Y que ayuden a los padres sinodales a volverse al Dios de la Misericordia para así abrir las puertas de la Iglesia de par en par a los excluídos.

SANTOS SERGIO Y BACO

(Festividad: 7 de Octubre)

Todavía en el siglo X, una crónica define a Sergio como “dulce compañero y amante” de Baco. Otra más antigua* (probablemente, del s. V) dice que eran “en su amor a Cristo cual una sola persona”. En el s. VI, el patriarca Severo de Antioquía reprobó citarlos por separado: “No debemos separar en el lenguaje a quienes están unidos en la vida”.

A finales del s. III, Sergio y Baco eran soldados romanos de elevada posición, gozando de la confianza personal del emperador. De ninguno de los dos se dice que tuvieran esposa.

Sabedores sus enemigos envidiosos de que eran cristianos, los denunciaron. Aquello provocó la ira del emperador, quien les ordenó ofrecer sacrificios a los ídolos. Como se negaran, los humilló vistiéndolos como mujeres y haciéndolos desfilar por la ciudad, en una clara burla a la masculinidad de los amantes. Ellos respondieron entonando salmos “con una sola boca” (expresión típica de los relatos de martirio de matrimonios heterosexuales). Fueron entonces entregados a la tortura.

Como perseveraran en su fe, Baco fue flagelado con látigos de cuero sin curtir (en otras crónicas, con nervios de buey) hasta la muerte. Sergio “con el corazón enfermo por la pérdida de Baco, lloraba y gritaba: (…) Te han desunido de mí, has ido al cielo y me has dejado solo en la tierra, sin compañía ni consuelo”. Aquella noche el espíritu de su amado se le apareció y le animó a afrontar el martirio: “Para mí la corona de la justicia es estar contigo”.

Al día siguiente, Sergio fue obligado correr quince kilómetros, calzado con unos zapatos cuyas suelas estaban llenas de clavos que se hundían en la carne. Pero por la noche un ángel le curó los pies, que quedaron como si nada. Contrariado, el verdugo le obligó a recorrer de nuevo la misma distancia con la misma tortura en los pies, y como Sergio permaneciese firme pese a todo, mandó decapitarlo. Sucedió en Siria, el año 303 o 309 (según la versión).

En su iconografía, que se remonta al s. IV, se les representa unas veces cabalgando juntos, otras a la usanza en que representaban a los matrimonios, con la efigie de Jesús entre sus cabezas como símbolo de unión – como en el icono del Monasterio de Santa Catalina del Sinaí, datado en el s. VII -.

La intercesión de los santos Sergio y Baco era invocada en las liturgias de unión homosexual bendecidas por la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente, y de las que el texto más antiguo data del siglo VIII (haciéndose a su vez eco, al parecer, de usos que se remontarían a los ss. II-III).

Pese a que en Occidente, a partir del s. XIV, tales uniones empezaron a ser proscritas – sin que el Papa llegara a pronunciarse explícitamente contra ellas: habría supuesto reconocer su arraigo tradicional, y lo que se quería era borrar su memoria -, su arraigo en los Balcanes siguió siendo tal que en Albania aún sobrevivirían hasta el s. XVIII. (Cf. BOSWELL, John. “Las Bodas de la Semejanza.”)

Sergio y Baco2
…………….

* Los pasajes entrecomillados a continuación son citas de la misma.

Cristianismo (Iglesias), General, Historia LGTBI, Homofobia/ Transfobia. , , , , , ,

El que no está contra nosotros está a favor nuestro.

Domingo, 27 de septiembre de 2015
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TE HAS DE ENCONTRAR

Tarde o temprano
te has de encontrar.
No sigas siendo un extraño
en tu heredad.

Vuélcate sobre ti mismo,
abierto de par en par.

Sólo el que sabe enfrentarse
descubrirá la verdad.

Solamente el que se acepta
acogerá a los demás.

Sólo encuentra al Dios oculto
el que se sabe buscar.

*

Pedro Casaldáliga,

En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús:

“Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.”

Jesús respondió:

“No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa...”

*

Marcos 9, 38-43. 45. 47-48

***

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Quiero Creer… que Tú eres el Mesías, el Hijo del hombre

Domingo, 13 de septiembre de 2015
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MESIAS

Quiero Creer

Porque, Señor, yo te he visto
y quiero volverte a ver
quiero creer.

Te vi, sí, cuando era niño
y en agua me bauticé
y, limpio de culpa vieja,
sin velos te pude ver.
Quiero creer.

Devuélveme aquellas puras
transparencias de aire fiel,
devuélveme aquellas niñas
de aquellos ojos de ayer.
Quiero creer.

Limpia mis ojos cansados,
deslumbrados del cimbel,
lastra de plomo mis párpados
y oscurécemelos bien.
Quiero creer.

Ya todo es sombra y olvido
y abandono de mi ser.
Ponme la venda en los ojos.
Ponme tus manos también.
Quiero creer.

Tú que pusiste en las flores
rocío, y debajo miel.
filtra en mis secas pupilas
dos gotas, frescas de fe.
Quiero creer

Porque, Señor, yo te he visto
y quiero volverte a ver,
creo en Ti y quiero creer.

*

Gerardo Diego

***

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos:

“¿Quién dice la gente que soy yo?”

Ellos le contestaron:

“Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.”

Él les preguntó:

“Y vosotros, ¿quién decís que soy?”

Pedro le contestó:

“Tú eres el Mesías.”

Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos:

“El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.”

Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro:

“¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”

Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo:

“El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.”

*

Marcos 8, 27-35

***

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Danos el valor

Miércoles, 9 de septiembre de 2015
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Danos el valor
ahí donde vivimos todos los días,
de tomar una posición a favor de nuestra fe,
de no poner bajo el celemín
nuestra adhesión a Cristo,
aunque esto nos depare la ironía o el rechazo,
te lo pedimos, Señor.

Danos el valor
para abrir los ojos a las injusticias
que vienen por causa del dinero, el poder
o de la lentitud de los administradores,
y resolverlos con nuestros medios,
en el nombre de nuestra fe,
incluso si esto perjudica nuestra tranquilidad
te lo pedimos, Señor.

Danos el valor
para participar activamente
en la comunidad de la Iglesia
a la que pertenecemos,
de manera que se convierta en el lugar donde nuestra vida,
con sus conflictos y sus búsquedas,
se encuentre iluminada por nuestra fe,
te lo pedimos, Señor.

No nos dejes reposar, Señor,
mientras que nuestra fe no imprima su exigencia
en el abanicode toda nuestra vida.
Te  lo pedimos, ayúdanos a ser creyentes
en la práctica cada día.

Amen.

*

Charles Singer

***

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Vete de tu tierra y serás bendición”, por Carlos Osma

Jueves, 27 de agosto de 2015
Comentarios desactivados en Vete de tu tierra y serás bendición”, por Carlos Osma

Vete de tu casaDel blog Homoprotestantes:

“Un día el Señor dijo a Abram: “Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición”. (Gn 12, 1-2).

Nuestra tierra, nuestra parentela, la casa de nuestro padre, el lugar del que procedemos cristianas y cristianos, está enfermo de homofobia. En el lugar donde nacimos, donde creamos nuestra identidad y se nos trasmitió la fe en un Dios de amor, se predica el odio y la discriminación hacia las personas LGTB. Puede hacerse de una forma descarada, utilizando la palabra de Dios contra el amor y la dignidad de quienes no son heterosexuales, o engañando con sermones inclusivos sobre el arcoíris que no se traducen jamás en nada real. No hay que darle más vueltas, el mundo del que nunca hubiésemos querido salir, donde viven nuestros seres más queridos, nos odia, y quiere que nosotras y nosotros nos odiemos también.

Algunas personas cristianas LGTB se engañan a sí mismas queriendo cambiar ese mundo para hacerlo realmente más evangélico y por tanto, más humano. Su vida se convierte en una batalla que pretende cambiar a quienes no tienen ninguna intención de hacerlo, a quienes se sienten a gusto con la homofobia porque la consideran divina. Es duro aceptar que tu hermano, que tu madre, que tu amiga de toda la vida te va a ver siempre como un enfermo, como una pecadora, como a alguien que arrastra una tara… o simplemente como alguien que tiene que aceptar y entender la discriminación que sufre. Es muy difícil vivir dentro de una comunidad cristiana donde en realidad no eres más que una prueba de su progresismo, o una muestra de su amor por los pecadores. Pero más difícil es abandonar ese mundo y quedarse sola o solo, sin nadie que de verdad te acompañe en el seguimiento de Jesús. Quizás sea esa la verdadera razón por la que estos cristianos y cristianas LGTB prefieren engañarse, porque no quieren salir de su mundo, el mundo del que proceden y al que siempre han pertenecido.

Pero no hay que engañarse, hay también otras razones, otras realidades que empujan a personas LGTB a permanecer dentro de comunidades y entornos familiares cristianos que predican la homofobia. Hay muchas personas LGTB que tienen responsabilidades, que son pastores, diaconas, que son directoras de alabanza, que llevan grupos de jóvenes.. hay cristianos y cristianas LGTB que viven de la iglesia, que su manutención y la de sus hijos e hijas dependen de los riesgos que estén dispuestos a correr. Hay muchas personas LGTB que son cómplices de la homofobia, y en su caso, doblemente culpables del sufrimiento de muchas personas. Demasiada gente que no quiere perder su estatus, o su dinero, o su poder… y que después dicen vivir atormentados por sus sentimientos. A todas ellas y a todos ellos, “más les valdría ser arrojados al fondo del mar con una piedra de molino atada al cuello” (Mt 18,6).

Las cristianas y cristianos LGTB que prefieren no autoengañarse, que son conscientes de que sus familias, sus iglesias, sus entornos, no les pueden ayudar en su deseo de tener una vida digna, pueden ver como el mandato que Dios dirigió a Abram se convierte en el único mandato posible que Dios les dirige hoy a ellas y ellos:“Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”. No es fácil dejar el lugar del que siempre se ha querido formar parte, pero el sistema patriarcal no es un lugar seguro para nosotros. El miedo a lo desconocido paraliza, pero la única posibilidad real que nos queda si no queremos estar toda la vida sometidos, es la que Dios pone delante nuestro: salir hacia otros mundos posibles, construirlos si es necesario, para poder ser libres. Libres para a mar a Dios, amarnos a nosotros mismos y a nuestros prójimos tal y como son. Cada día que retrasamos esa decisión es un día perdido para la vida, para nuestra vida.

La promesa que Dios le hizo a Abram es que ese lugar, esa tierra prometida, no era sólo un lugar donde refugiarse, un lugar donde huir y esconderse. La tierra prometida era un lugar con una promesa: “Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición”. Nos movemos hacia espacios de inclusión para todas y todos, espacios que se harán reales en la medida que seamos capaces de construirlos. Podemos disfrutar de lo que otras personas han hecho, de su trabajo en momentos mucho más difíciles que el nuestro, pero no somos llamados a una tierra donde todo está hecho ya, vamos a una tierra “donde mana leche y miel”, pero tendremos que esforzarnos y ser valientes para hacerla nuestra. Así podremos ser bendición para los demás. Desde esos lugares, desde esas nuevas maneras de entendernos, de entender el mundo y a Dios, podremos ir transformando el resto del mundo para hacerlo más justo.

El reto puede dar vértigo, pero es la única posibilidad que nos queda y que realmente puede traernos vida. Salir del mundo en el que nacimos y que no nos quiere, para ir hacia otro mundo donde poder disfrutar de la dignidad que Dios nos ha dado como hijos e hijas suyos. Hay que ser muy valientes y enfrentarse a los miedos que nos atormentan cada día, pero Dios nos ofrece una promesa, él nos bendecirá, nos engrandecerá y nos permitirá ser de bendición para otras personas. El evangelio no se vive en la casa de nuestros padres, y eso lo sabemos muy bien, si queremos seguir la promesa de Dios tenemos que abandonarla. Si queremos vivir, hay que ponerse hoy mismo a caminar, con la esperanza puesta en la promesa de Dios. Quienes confiaron antes que nosotros en Dios, no han sido defraudados.

Carlos Osma

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El problema no son los que se van, sino (también) los se quedan

Lunes, 24 de agosto de 2015
Comentarios desactivados en El problema no son los que se van, sino (también) los se quedan

B86HQu4IEAABLeDDel blog de Xabier Pikaza:

El evangelio de hoy (23.8.5) dice que, al escuchar la propuesta de Jesús en Cafarnaum, algunos se marcharon, dejaron de seguirle.

Les parecía quizá que el listón de Jesús era demasiado alto (o estaba mal colocado).

Otros se quedaron, posiblemente sin demasiado convencimiento; eran Pedro y los doce. Jesús les dice: ¿No os vais? Y ellos responden ¿Dónde vamos a ir, tú tienes palabras de vida eterna?

No parece que esa respuesta de Pedro y los Doce, tal la transmite el evangelio de Juan, sea simplemente irónica (como algunos exegetas han pensado). Pero, en esa línea, quien conozca este evangelio de Juan sabe que ella no es demasiado clara, pues Juan acepta la tarea de los Doce, pero sabe que hay Alguien más importante que esos Doce, el verdadero transmisor del mensaje de Jesús, que es el Discípulo Amado. Pues bien, como iré destacando esta postal, la revelación de Dios en Jesús, tal como la encarna el Discípulo amado, está unida a la mediación de Dios en los pobres y excluidos de la tierra.

Ésta es la única vez en que Juan habla de los Doce como Iglesia instituida; en todo el resto del evangelio muestra cierto recelo por ella. Desde aquí se entiende un comentario a la postal de ayer:

El principal enemigo del evangelio está en casa, o sea, en la iglesia que tiene miedo de Jesús… (Según ese comentario de F., el problema no sería el de aquellos que se van, sino el de aquellos que se quedan,traicionando el espíritu de Jesús).

El problema no es simple, y pueden darse diversas posibilidades:

— Algunos se van porque han conocido bien a Jesús… y no quieren seguirle, pero otros se van sin haberle conocido (sin que nosotros, los cristianos, hayamos mostrado de verdad su rostro).

— Otros se van porque el camino de su Iglesia, representada por los Doce que han quedado como dirigentes de ella se les hace estrecho e incluso equivocado.

— Unos se quedan en la Iglesia, pero sería mejor que se marcharan, y cuanto antes, porque desfiguran el rostro de Cristo en ella, buscando en el fondo su comodidad sus intereses.

— Otros se quedan, y está bien, pero deberían (deberíamos) cambiar mucho mucho, en línea de evangelio, para ser testigos de Jesús a quien dicen invocar y seguir.

— Hay, finalmente, otros que reflejan bien el rostro de Jesús…

En ese contexto, antes de ofrecer mi reflexión, quiero introducir yadaptar la cita famosa, de uno de los cristianos más significativos del siglo XIX:

La religión (=iglesia) contemporánea es una cosa bastante lamentable. La religión, entendida como principio rector, como centro de gravedad espiritual, no existe en modo alguno, y en su lugar hallamos la denominada religiosidad, un estado de ánimo particular, un gusto particular: unos gustan de ella, otros no, de la misma manera que hay quien ama la música y quien no… En lugar de ser todo de todo, la religión (Iglesia) se esconde en un pequeño y apartado rincón de nuestro mundo interior, aparece como uno más entre la multitud de intereses diversos que se reparten nuestra atención (V. Soloviev, Teohumanidad, Sígueme, Salamanca 2006, 18. Original del 1878).

En este contexto quiero reflexionar sobre la “unidad” de la iglesia, sobre aquellos que se van y sobre aquellos que se quedan.

Pedro respondió: ¿Dónde iremos…?

Pedro ha sido y sigue siendo un garante privilegiado de la unidad cristiana y en él se han vinculado de algún modo los judeo-cristianos y los pagano-cristianos, los de Pablo y los del Discípulo amado e, incluso, los de Santiago, el hermano del Señor. Pero no todos quedaron con él, no todos entendieron ni entienden a Jesús en la línea de Pedro. Por eso, desde la perspectiva de Mt 25, 31-46 y del conjunto del NT quiero poner a su lado (junto a Pedro) otra “piedra” de unidad eclesial, que es el mismo Cristo y su evangelio,dirigido a todos los pobres y excluidos del mundo.

En ese sentido, antes que la roca de Pedro está la roca de los pobres y de los aplastados por la vida y sociedad; ellos han sido primeros representantes de Jesús, ellos han de seguir siendo principio y fuente de unidad cristiana y humana, según el testimonio más antiguo de los evangelios, incluido el de Mateo. Así lo he puesto de relieve en mi libro sobre Pedro.

En esa línea debemos citar la Gran Oración de Jn 17, que es ya oración pascual (de Jesús resucitado) a favor de las iglesias divididas, en grupos petrinos, paulinos, juaninos y más juaninos, grupos de gnósticos y no gnósticos… Así completamos la ruptura del final de Jn 6 (Cafarnaum) con la llamada a la Unidad propia del Testamento de Juan (Jn 17(.

Allá, hacia el año 110 d. C., la herencia de Jesús corre el riesgo de dividirse y romperse, como su túnica bajo la cruz. En ese momento, el evangelio de Juan (Jn 21) pide también a Pedro que sea foco de unidad, vinculándose al Discípulo Amado (y viceversa).

De las divisiones de la Iglesia primitiva y de la unidad que se va formando en torno a Pedro (según los evanvelios de Mateo y de Juan) tendremos que seguir hablando. Pero como he dicho, antes de eso, en la misma vida de Jesús, tal como ha sido evocada por lo sinópticos, se ha planteado el problema de la unidad entre los hombres en general, entre los pobres y los ricos, los itinerantes y los sedentarios, los expulsados de la sociedad y los dueños de ellas. De esa unidad primaria queremos seguir hablando aquí.


La roca de los pobres

El grupo de Jesús se inicia a partir de los expulsados y/o marginados del nuevo des-orden social que se extiende en Galilea, especialmente entre aquellos que no caben en las estructuras de poder que triunfan desde las ciudades que ahora imponen su dominio (su ley comercial y social). Es como si ahora los portadores del movimiento de Jesús no fueran ya, en primer lugar, el papa, los obispos y los representantes de la sociedad establecida, sino los separados y alejados de ella: emigrantes e ilegales, pobres, rechazados, de la tierra.

Jesús ha rechazado aquel modelo de de sociedad de imposición ha invertido el orden normal de las instituciones: no quiere formar grupos de dominio, desde arriba, sino un movimiento de creatividad social (de comunicación humana) desde los más pobres. Por eso empieza ofreciendo salud a los enfermos e identidad humana a los posesos y enfermos (es decir, a las víctimas del sistema). Sin ese descubrimiento práctico del valor de los expulsados y oprimidos que debían ser (y son) hijos privilegiados de Dios no se puede hablar de un pueblo del Reino. Jesús empieza acogiendo y ayudando a los que hoy llamaríamos “itinerantes”, a los que no tienen casa, ni familia..

En este contexto podemos hablar de una nueva hipótesis (o descubrimiento) de Jesús, que puede compararse de algún modo con las “hipótesis” de la ciencia.

Cuando un “sistema” científico deja de explicar unos fenómenos se vuelve necesaria una nueva hipótesis, una ley distinta, que pueda aplicarse en esos casos no-explicados. Pues bien, Jesús descubrió que el sistema social imperante (romano/galileo) no “funcionaba” de manera humana, pues debía expulsar a muchos pobres, dejándole sin tierra ni lugar en la sociedad. Por eso tuvo que elaborar una nueva “hipótesis social”, un camino y modelo de vida distinto, que fuera capaz de ofrecer una esperanza a los expulsados del sistema. Así podemos presentarle como “inventor de humanidad”. Pero él no inició su movimiento de cero, sino desde toda la experiencia de Israel (recogida en la Escritura), que viene a situarle y le sitúa en el camino de las promesas de Israel.

Jesús no ha sido un pauperista ni un purista

Ciertamente, en contra de algunas tendencias “pauperistas” de su tiempo o de tiempos posteriores, Jesús no rechaza a los propietarios (sedentarios), dueños de casas y campos, en quienes se expresaba el ideal agrícola israelita, según el cual cada familia posee su heredad y vive en armonía (pacto) con otras familias del entorno, sino que cuenta con ellos.

En ese sentido, debemos añadir que él no ha sido un purista (que sólo acepta a “sus” pobres), sino que ha buscado (amado) también a los propietarios, a quienes anuncia el Reino (salud mesiánica), pidiéndoles que acojan (que no opriman) a los pobres, compartiendo con ellos casa y bienes. De esa forma “come y bebe” (cf. Mt 11, 19) no sólo en casa de Leví, el publicano (cf. Mc 2, 13-17), sino en las casas de otros propietarios pudientes, como recuerdan los evangelios (cf. Mc 14, 3-9; Lc 7, 36-50; 14, 1-24). Jesús no condena sin más a los “propietarios”, pero valora de un modo especial a los no-propietarios y más en concreto a los a los que llamamos itinerantes, sea por necesidad social, sea por opción evangélica.

Distinguimos dos tipos de itinerantes.

(1) Los que no tenían nada y que, por tanto, nada podían dejar: ni casa, ni familia estricta o propiedades. Ellos son los primeros destinatarios del mensaje de Jesús: pobres, enfermos, mendigos, itinerantes por necesidad o condición social, sin más hogar que el camino. Retomando el símbolo del Éxodo, Jesús supone que ellos caminan hacia la tierra prometida y les convierte en portadores de su mensaje de Reino, iniciando así un éxodo nuevo y universal.

(2) Hay otros que han podido hacerse itinerantes por vocación, porque Jesús les llama y ellos le siguen, dejando casa-familia-posesiones (o el trabajo de la pesca como los de Mc 1, 16-20). Éstos son los que “optan” por el estilo de vida de Jesús, es decir, por su mensaje y proyecto de Reino. Son los rompen con un tipo de familia establecida, vinculada al poder patriarcal, para iniciar una familia de Reino (familia de Jesús) abierta a los que no tienen familia en el sentido antiguo. En esa línea se sitúan algunos textos de ruptura familiar, que iremos evocando: Mc 1, 16.20; 3, 31-35; 10,29-30; Mc 13, 9-13 con Mt 10, 17-22 y Lc 21, 12-16; Mt 10, 34-36 y Lc 12, 51-53; Mt 10, 37-38 y Lc 14, 25-27; Mt 23, 8-10; Lc 9, 61-62 etc.

El éxodo de los pobres. Una inversión de la historia

De esa forma, destacando (en líneas distintas) el valor de unos y otros Jesús no ha establecido un esquema de oposición violenta (no quiere que los itinerantes-desposeídos ocupen el lugar de los sedentarios), sino que ha puesto en marcha un esquema de trasformación, partiendo precisamente de los desposeídos. No busca por tanto, una guerra, sino una simbiosis entre campesinos y propietarios, pero partiendo de los más pobres y retomando así dos modelos sociales que en la historia israelita se habían dado de forma sucesiva y separada.

(1) En un plano, Jesús asume el modelo de los propietarios agrícolas, autónomos y federados, que había instaurado el libro de Josué tras la conquista (cf. Jos 18-24) y que ratificó más tarde la ley del jubileo (Lev 25): esos propietarios autónomos de tierras parecían ser representantes del auténtico Israel y de esa forma los sitúa, simbólicamente, la misma legislación de la Misná en el centro de la identidad judía.

(2) Pero él conecta, sobre todo, con un tiempo anterior y así retoma la imagen de los itinerantes del principio de la historia israelita (que llenan la historia de Israel, desde el Éxodo hasta el Deuteronomio), viéndolos como portadores de la verdadera identidad del pueblo elegido. Pues bien, los equivalentes de aquellos hebreos del éxodo, que salieron de Egipto y vagaban por un desierto de muerte, en busca de tierra, son ahora los pobres y expulsados de Galilea, que así vienen a mostrarse como portadores itinerantes del Reino de Dios y de su curación, pero no para conquistar con violencia la tierra y hacerse dueños de ella (como los hebreos de los libros de Josué y de Jueces), sino para anunciar a todos el Reino y para curar a los mismos propietarios de la tierra, quedando así en sus manos (dejando que ellos les acojan).

Conclusión. El proyecto de unidad de Jesús, un lugar para todos:

Jesús instaura de esa forma un modelo nuevo de comunicación, a partir de los itinerantes (nuevos hebreos), pero sin conquista violenta ni expulsión (ni muerte) de los propietarios.

–Jesús nos lleva al comienzo de la historio israelita, al tiempo de la “conquista” de Palestina, que ha de llevar a la comunión y participación de todos los hombres y mujeres, en la única Madre Tierra, que es la tierra prometida de la Vida de Dios.

Los itinerantes de Jesús no hacen la guerra, ni matan a los “propietarios anteriores” (como pedían las leyes más duras del viejo Israel, cuando exigían la muerte de los “ricos cananeos”: cf. Ex 23, 23-33; 34, 11-16; Dt 7, 1-6 etc.), sino que les ofrecen salud y curación, trazando así para ellos y para todos los hombres un tipo de unidad más alta, la Unidad de los Hijos de Dios (de la que habla Jn 11, 52).

Mediación de la unidad. Jesús inicia con sus itinerantes un proyecto i de curación y gratuidad, en el que quepan todos, desde el Dios del amor, como quería Soloviev hace 150 años. Los enviados de Jesús nos vienen a matar (ni a condenar al infierno sin más) a los propietarios, sino a ofrecerles salud y curación, dialogando con ellos.

— Sin ese gran proyecto y camino de curación (descubrimiento del valor más alto y del gozo de Dios y de unión entre los hombres) carece de sentido este camino. En esa línea han de quedar con Jesús los Doce, pues tienen una gran tarea, como testigos de Jesús, enviado y presencia de Dios, en una humanidad que puede, de otra forma, dividirse y romperse para siempre.

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Tú solo tienes palabras de Vida eterna

Domingo, 23 de agosto de 2015
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Cristo en el Otero y Campesino Ibérico oteando*

Te busco desde siempre. No te he visto
nunca. ¿Voy tras tus huellas? Las rastreo
con ansia, con angustia, y no las veo.
Sé que no sé buscarte, y no desisto.

¿Qué me induce a seguirte? ¿Por qué insisto
en descubrir tu rastro? Mi deseo
no sé si es fe. No sé. No sé si creo
en algo, ¿en qué? No sé. No sé si existo.

Pero, señor de mis andanzas, Cristo
de mis tinieblas, oye mi jadeo.
No sufro ya la vida ni resisto

la noche. Y si amanece, y yo no veo
el alba, no podré decirte: “He visto
tu luz, tus pasos en la tierra, y creo”.

*

Juan José Domenchina
incluido en Dios en la poesía actual (B.A.C., Madrid, 1970,
selec. de Ernestina de Champourcin).

***

 

 

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:

“Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?”

Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:

“¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. “

Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo:

“Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.

Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce:

“¿También vosotros queréis marcharos?”

Simón Pedro le contestó:

“Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.

*

Juan 6, 60-69

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Imagen: Cristo en el Otero y Campesino Ibérico oteando (Palencia)

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“¿Por qué nos quedamos”. 21 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,60-69)

Domingo, 23 de agosto de 2015
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21-852857Durante estos años se han multiplicado los análisis y estudios sobre la crisis de las Iglesias cristianas en la sociedad moderna. Esta lectura es necesaria para conocer mejor algunos datos, pero resulta insuficiente para discernir cuál ha de ser nuestra reacción. El episodio narrado por Juan nos puede ayudar a interpretar y vivir la crisis con hondura más evangélica.

Según el evangelista, Jesús resume así la crisis que se está creando en su grupo: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, algunos de vosotros no creen». Es cierto. Jesús introduce en quienes le siguen un espíritu nuevo; sus palabras comunican vida; el programa que propone puede generar un movimiento capaz de orientar el mundo hacia una vida más digna y plena.

Pero, no por el hecho de estar en su grupo, está garantizada la fe. Hay quienes se resisten a aceptar su espíritu y su vida. Su presencia en el entorno de Jesús es ficticia; su fe en él no es real. La verdadera crisis en el interior del cristianismo siempre es esta: ¿creemos o no creemos en Jesús?

El narrador dice que «muchos se echaron atrás y no volvieron a ir con él». En la crisis se revela quiénes son los verdaderos seguidores de Jesús. La opción decisiva siempre es esa: ¿Quiénes se echan atrás y quiénes permanecen con él, identificados con su espíritu y su vida? ¿Quién está a favor y quién está en contra de su proyecto?

El grupo comienza a disminuir. Jesús no se irrita, no pronuncia ningún juicio contra nadie. Solo hace una pregunta a los que se han quedado junto a él: «¿También vosotros queréis marcharos?». Es la pregunta que se nos hace hoy a quienes seguimos en la Iglesia: ¿Qué queremos nosotros? ¿Por qué nos hemos quedado? ¿Es para seguir a Jesús, acogiendo su espíritu y viviendo a su estilo? ¿Es para trabajar en su proyecto?

La respuesta de Pedro es ejemplar: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna». Los que se quedan, lo han de hacer por Jesús. Solo por Jesús. Por nada más. Se comprometen con él. El único motivo para permanecer en su grupo es él. Nadie más.

Por muy dolorosa que nos parezca, la crisis actual será positiva si los que nos quedamos en la Iglesia, muchos o pocos, nos vamos convirtiendo en discípulos de Jesús, es decir, en hombres y mujeres que vivimos de sus palabras de vida.

José Antonio Pagola

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“¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.” Domingo 23 de agosto de 2015. Domingo 21 º ordinario

Domingo, 23 de agosto de 2015
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47-ordinarioB21 cerezoDe Koinonia:

Josué 24, 1-2a. 15-17.18b: Nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!
Salmo responsorial: 33: Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Efesios 5, 21 – 32: Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Juan 6, 60-69: ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.

 Josué organiza la gran asamblea de Siquem, como la reunión constitutiva del pueblo de las tribus. Es el punto de partida de un movimiento nuevo que arranca del Éxodo. El pueblo debe aceptar su nueva identidad teológica, social, cultural. Es fundamental identificar al Dios del Éxodo: el que ve la opresión del pueblo, el que oye el griterío de dolor y conoce sus sufrimientos, el que está decidido a bajar para librarlo del poder de los opresores (Ex 3,7-8). El Dios de sus Padres, el Dios de la Historia.

Las tribus proceden de diferentes orígenes culturales, religiosos, étnicos, pero ahora se aglutinan, gracias a la fe en este Dios del éxodo, en un solo pueblo: Israel. Es la teología, la fe en Yahvé y no la sangre quien los compacta para una alianza tribal.

El corazón de esta alianza tribal es la fe común en este Dios de los pobres. Pero supone también, identificar a los dioses »extraños» a los dioses cananeos y egipcios, imágenes corrompidas de Dios, que generan esclavitud y muerte: un sistema de impuestos, una vida de esclavos, una religión opresora. Cambiar esos dioses por el Dios del Éxodo, fundando una sociedad de leyes para la vida, de reparto de la tierra, de culto nuevo basado en la pascua es el tema central de esta gran asamblea de Josué en Siquem.

Las tribus de Israel hacen un pacto de amor con este Dios de los pobres. Unos desposorios, como nos insinúa la carta a los Efesios. «Una Iglesia dócil al Mesías» «para hacerla radiante, sin mancha, ni arruga, ni nada parecido».

Las palabras de Jesús chocan con la mentalidad vigente. Hace veinte siglos parecía inadmisible que una persona pudiera comunicar un mensaje tan exigente y tan liberador. Hoy, seguimos en el mismo plan: tratamos de endulzar las palabras de Jesús para que no hieran nuestros prejuicios. Con frecuencia queremos convertir la palabra de Jesús en el ejercicio de un conjunto de ritos. Pero, la palabra de Jesús nos desestabiliza, nos desquicia y nos lleva a cuestionar la vida diaria. A veces, incluso, decimos como los discípulos. «Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso? No obstante, si queremos seguir a Jesús, la única respuesta posible es un «sí» rotundo, un «amén» decidido y generoso. Queremos seguirlo y queremos ser como él. No deseamos contentarnos con los laureles que nos ofrece el mundo, sino que anhelamos caminar con el Nazareno la difícil y tortuosa vía del pueblo de Dios en la historia.

¡Qué útil sería examinar nuestras eucaristías…! ¿Generan un «movimiento de Jesús» en dirección hacia la Utopía solidaria de lo que Él llamaba Reino? ¿Van cambiando nuestro modo de pensar y actuar? ¿Nos hacen capaces de identificar las otras presencias del Dios entre los desheredados de la vida? El mismo Jesús, en cuya boca Juan puso estas palabras: «Yo soy el Pan de Vida», según Mateo también dijo: «tuve hambre y me diste de comer, cada vez que lo hicieron con mis hermanos más pequeños, era conmigo mismo con quien lo estaban haciendo» (Mt 25,35).

Completamos nuestra reflexión con palabras de José Antonio Pagola que continúan las que citábamos la semana pasada, sobre la forma actual de celebrar la Eucaristía: Las preguntas son inevitables: ¿No necesita la Iglesia en su centro una experiencia más viva y encarnada de la cena del Señor que la que ofrece la liturgia actual? ¿Estamos tan seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya?

¿Es la liturgia que nosotros venimos repitiendo desde siglos la que mejor puede ayudar en estos tiempos a los creyentes a vivir lo que vivió Jesús en aquella cena memorable donde se concentra, se recapitula y se manifiesta cómo y para qué vivió y murió? ¿Es la que más nos puede atraer a vivir como discípulos suyos al servicio de su proyecto del reino del Padre?

Hoy todo parece oponerse a la reforma de la misa. Sin embargo, cada vez será más necesaria si la Iglesia quiere vivir del contacto vital con Jesucristo. El camino será largo. La transformación será posible cuando la Iglesia sienta con más fuerza la necesidad de recordar a Jesús y vivir de su Espíritu. Por eso también ahora lo más responsable no es ausentarse de la misa, sino contribuir a la conversión a Jesucristo. Leer más…

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Dom 23.8.15. Y muchos le abandonaron… Motivos para seguir hoy a Jesús

Domingo, 23 de agosto de 2015
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11880576_483175271859670_3202269138850833607_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 21, ciclo b. Con este evangelio (Jn 6, 60-69) termina el miniciclo eucarístico de Juan, sobre el “pan de vida”. Jesús ha presentado su proyecto de carne y compromiso humano) en Cafarnaúm, y muchos, quizá muy religiosos, le abandonaron, diciendo “duro es este camino”: otros le dejaron simplemente porque ya no les interesaba (no les daba de comer, como en las multiplicaciones).

Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás
y no volvieron a ir con él.

Fue la gran crisis de Juan, el momento de ruptura entre un Jesús que encanta a muchos que quizá no han comprendido las implicaciones de su movimiento y un Jesús que empieza de nuevo con unos pocos (¡sólo aquí se habla de Doce!) que le siguen sin advertir del todo lo que él quiere, pero confiando en su palabra.

Ésta es una situación que se repite y multiplica en nuestro tiempo: Millones y millones de hombres y mujeres abandonan la práctica eclesial, al menos en el viejo Occidente cristiano. Jesús no multiplica ya los panes que nos interesan, e vacían las iglesias, marchan los de media edad, los jóvenes no vienen. ¿Qué podemos hacer en estas circunstancias?

‒ ¿Echar la culpa a Jesús, porque su mensaje está obsoleto y es hoy inviable?
‒ ¿Condenar a las “masas” de esta nueva sociedad, que no quiere ya consumo religioso?
‒ ¿Retomar el camino de Jesús como hicieron entonces Pedro y unos pocos?

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Jesús quedó en aquel momento casi sólo; muchos grupos que le habían seguido hasta entonces se marcharon fracasados, otros quedaron pero desnortados. Sólo algunos retomaron el camino de Jesús (como saben muy bien los investigadores del Evangelio de Juan?

‒ Esa “historia” de abandono de Jesús, que cuenta el evangelio de este domingo, sucedió hacia el año 90-100 d.C., cuando una parte de las comunidades cristianas entraron en crisis y pasaron a una especie “gnosis” pre-cristiana, o dejaron simplemente de creer…

‒ Ahora, casi dos mil años más tarde, sentimos que vuelve un tipo de crisis semejantes: miles y millones de creyentes abandonan a Jesús, no pueden o no quieren escuchar su mensaje, ni seguir camino ¿Qué se puede hacer?

‒ En esa situación, algunos como Pedro deciden quedarse, a pesar de las dificultades que implica la fe en Jesús. Ésta es quizá la más honda experiencia de Juan Evangelista, una iglesia mínima, abandonada por las mayorías. Con ella seguimos nosotros.

Con ese motivo quiero releer, reinterpretar, el evangelio, con la palabra cruzada de dos papas: Pablo VI (El anuncio del Evangelio: 1975) y Francisco (El gozo del evangelio: 2013). Buen día a todos, con el deseo de dar un paso hacia adelante.

Texto. Juan 6, 60-69

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: “Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?” Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: “¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes?

El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. “Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.”

Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?” Simón Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.”

Gran desencanto¿ qué podemos hacer?

En la mayor parte de los países “avanzados”, y en amplias capas sociales, sobre todo urbanas, de América Latina se está produciendo una fuerte ruptura, una gran desilusión frente a los valores de un tipo de modernidad y cristianismo. Los grandes ideales de las revoluciones (sociales, económicas y culturales) no han llegado a cumplirse y muchos han perdido ya toda esperanza en la historia.

En este contexto, la fe religiosa que sostenía la vida de grandes capas de la población parece apagarse, y muchos (desde diversas perspectivas) afirman que no hay remedio, ni emancipación, ni redención posible.

‒ El primero de los males es la desintegración personal que crece allí donde, fallando los bienes tradicionales y el entorno afectivo, el hombre queda encerrado en sus propias limitaciones, sin saber qué hacer de sí mismo, y sin encontrar en Jesús una salida, en medio de una sociedad y un mercado de opulencia que ofrece mucho, pero que abandona a grandes masas y quita a muchos el deseo vivir.

‒ El segundo mal es el vacío de grandes masas que han perdido su arraigo su antiguo equilibrio “rural” (¡salimos del neolítico!), para quedar en manos de su propia inquietud personal, social, económica, en medio de un mundo de opulencia que parece prometerlo todo, pero que no cumple sus promesas. En ese contexto, lo que pide Jesús parece para muchos sin sentido.

‒ Hablaba J. Ortega y Gasset hace ya tiempo (1929) de la “Rebelión de las masas”, pero ahora, pasado casi un siglo, descubrimos que el tema no es ya la “rebelión” o independencia de las masas, sino el hecho de que esa rebelión ha fracasado. Las grandes multitudes no han logrado aquello que querían. Ni el capitalismo ni el marxismo han respondido a sus expectativas, de manera que han caído en manos de una impotencia que parece peor que la anterior, mientras que Jesús sigue ofreciendo su mismo mensaje: ¡Dura es este palabra, es decir, esklerós, que hoy podríamos traducir por esclerótica!

Pero algunos quedaron con Jesús, decididos a realizar con él la nueva travesía.

Los deseos de cambio de los últimos decenios (especialmente de los sesenta a los ochenta del siglo pasado), que tanto prometían, en línea de progreso y de liberación social, no lograron cumplirse, por diversas razones, y parecen habernos dejado tan mal o peor que antes, en medio de un mundo lleno de riquezas y de inmensas injusticias.

‒ Las utopías de diverso tipo han perdido su capacidad de convocatoria, por su propia violencia, sus errores y fracasos económicos, y también por la mayor capacidad de penetración del neo-capitalismo, con la adoración del Becerro de Oro. Leer más…

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“Yo soy el pan de vida.”

Domingo, 2 de agosto de 2015
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Oda al Santísimo Sacramento del Altar

I – Exposición

Pange lingua gloriosi
corporis misterium.

Cantaban las mujeres por el muro clavado
cuando te vi, Dios fuerte, vivo en el Sacramento,
palpitante y desnudo, como un niño que corre
perseguido por siete novillos capitales.

Vivo estabas, Dios mío, dentro del ostensorio.
Punzado por tu Padre con aguja de lumbre.
Latiendo como el pobre corazón de la rana
que los médicos ponen en el frasco de vidrio.

Piedra de soledad donde la hierba gime
y donde el agua oscura pierde sus tres acentos,
elevan tu columna de nardo bajo nieve
sobre el mundo de ruedas y falos que circula.

Yo miraba tu forma deliciosa flotando
en la llaga de aceites y paño de agonía,
y entornaba mis ojos para dar en el dulce
tiro al blanco de insomnio sin un pájaro negro.

Es así, Dios anclado, como quiero tenerte.
Panderito de harina para el recién nacido.
Brisa y materia juntas en expresión exacta,
por amor de la carne que no sabe tu nombre.

Es así, forma breve de rumor inefable,
Dios en mantillas, Cristo diminuto y eterno,
repetido mil veces, muerto, crucificado
por la impura palabra del hombre sudoroso.

Cantaban las mujeres en la arena sin norte,
cuando te vi presente sobre tu Sacramento.
Quinientos serafines de resplandor y tinta
en la cúpula neutra gustaban tu racimo.

II – Mundo
Agnus Dei qui tollis pecata mundi.
Miserere nobis

Noche de los tejados y la planta del pie,

silbaba por los ojos secos de las palomas.
Alga y cristal en fuga ponen plata mojada
los hombros de cemento de todas las ciudades.

La gillette descansaba sobre los tocadores
con su afán impaciente de cuello seccionado.
En la casa del muerto, los niños perseguían
una sierpe de arena por el rincón oscuro.

Escribientes dormidos en el piso catorce.
Ramera con los senos de cristal arañado.
Cables y media luna con temblores de insecto.
Bares sin gente. Gritos. Cabezas por el agua.

Para el asesinato del ruiseñor, venían
tres mil hombres armados de lucientes cuchillos.
Viejas y sacerdotes lloraban resistiendo
una lluvia de lenguas y hormigas voladoras.

Noche de rostro blanco. Nula noche sin rostro.
Bajo el sol y la luna. Triste noche del mundo.
Dos mitades opuestas y un hombre que no sabe
cuándo su mariposa dejará los relojes.

Debajo de las alas del dragón hay un niño.
Caballitos de cardio por la estrella sin sangre.
El unicornio quiere lo que la rosa olvida,
y el pájaro pretende lo que las aguas vedan.

Sólo tu Sacramento de luz en equilibrio
aquietaba la angustia del amor desligado.
Sólo tu Sacramento, manómetro que salva
corazones lanzados a quinientos por hora.

Porque tu signo es clave de llanura celeste
donde naipe y herida se entrelazan cantando,
donde la luz desboca su toro relumbrante
y se afirma el aroma de la rosa templada.

Porque tu signo expresa la brisa y el gusano.
Punto de unión y cita del siglo y el minuto.
Orbe claro de muertos y hormiguero de vivos
con el hombre de nieves y el negro de la llama.

Mundo, ya tienes meta para tu desamparo.
Para tu horror perenne de agujero sin fondo.
¡Oh Cordero cautivo de tres voces iguales!
¡Sacramento inmutable de amor y disciplina!

III – Demonio

Quia tu es Deus, fortitudo mea, quare me sepulisti?
et quare tristis incedo dum affligit me inimicus?

Honda luz cegadora de materia crujiente,
luz oblicua de espadas y mercurio de estrella,
anunciaban el cuerpo sin amor que llegaba
por todas las esquinas del abierto domingo.

Forma de la belleza sin nostalgias ni sueño.
Rumor de superficies libertadas y locas.
Medula de presente. Seguridad fingida
de flotar sobre el agua con el torso de mármol.

Cuerpo de la belleza que late y que se escapa.
Un momento de venas y ternura de ombligo.
Amor entre paredes y besos limitados,
con el miedo seguro de la meta encendida.

Bello de luz, oriente de la mano que palpa.
Vendaval y mancebo de rizos y moluscos.
Fuego para la carne sensible que se quema.
Níquel para el sollozo que busca a Dios volando.

Las nubes proyectaban sombras de cocodrilo
sobre un cielo incoloro batido por motores.
Altas esquinas grises y letras encendidas
señalaban las tiendas del enemigo Bello.

No es la mujer desnuda ni el duro adolescente
ni el corazón clavado con besos y lancetas.
No es el dueño de todos los caballos del mundo
ni descubrir el anca musical de la luna.

El encanto secreto del enemigo es otro.
Permanecer. Quedarse en la luz del instante.
Permanecer clavados en su belleza triste
y evitar la inocencia de las aguas nacidas.

Que al balido reciente y a la flor desnortada
y a los senos sin huellas de la monja dormida
responda negro toro de límites maduros
con la flor de un momento sin pudor ni mañana.

Para vencer la carne del enemigo bello,
mágico prodigioso de fuegos y colores,
das tu cuerpo celeste y tu sangre divina
en este Sacramento definido que canto.

Desciendes a la materia para hacerte visible
a los ojos que observan tu vida renovada
y vences sin espadas, en unidad sencilla,
al enemigo bello de las mil calidades.

¡Alegrísimo Dios! ¡Alegrísima Forma!
Aleluya reciente de todas las mañanas.
Misterio facilísimo de razón o de sueño,
si es fácil la belleza visible de la rosa.

Aleluya, aleluya del zapato y la nieve.
Alba pura de acantos en la mano incompleta.
Aleluya, aleluya de la norma y punto
sobre los cuatro vientos sin afán deportivo.

Lanza tu Sacramento semillas de alegría
contra los perdigones de dolor del Demonio,
y en el estéril valle de luz y roca pura
la aguja de la flauta rompe un ángel de vidrio.

Andrei....

IV – Carne

Qué bien os quedasteis
galán del cielo,
que es muy de galanes
quedarse en cuerpo

Lope de Vega
Canto de los cantares

Por el nombre del Padre, roca luz y fermento,
por el nombre del Hijo, flor y sangre vertida,
en el fuego visible del Espíritu Santo,
Eva quema sus dedos teñidos de manzana.

Eva gris y rayada con la púrpura rota,
cubierta con las mieles y el rumor del insecto.
Eva de yugulares y de musgo baboso
en el primer impulso torpe de los planetas.

Llegaban las higueras con las flores calientes
a destrozar los blancos muros de disciplina.
El hacha por el bosque daba normas de viento
a la pura dinamo clavada en su martirio.

Hilos y nervios tiemblan en la sección fragante
de la luna y el vientre que el bisturí descubre.
En el diván de raso los amantes aprietan
los tibios algodones donde duermen sus huesos.

¡Mirad aquel caballo cómo corre! ¡Miradlo
por los hombros y el seno de la niña cuajada!
¡Mirad qué tiernos ayes y qué son movedizo
oprimen la cintura del joven embalado!

¡Venid, venid! Las venas alargarán sus puntas
para morder la cresta del caimán enlunado,
mientras la verde sangre de Sodoma reluce
por la sala de un yerto corazón de aluminio.

Es preciso que el llanto se derrame en la axila,
que el mano recuerde blanda goma nocturna.
Es preciso que ritmos de sístole y diástole
empañen el rubor inhumano del cielo.

Tienen en lo más blanco huevecillos de muerte
(diminutos madroños de arsénico invisible),
que secan y destruyen el nervio de luz pura
por donde el alma filtra lección de beso y ala.

Es tu cuerpo, galán, tu boca, tu cintura,
el gusto de tu sangre por los dientes helados.
Es tu carne vencida, rota, pisoteada,
la que vence y relumbra sobre la carne nuestra.

Es el gesto vacío de lo libre sin norte
que se llena de rosas concretas y finales.
Adán es luz y espera bajo el arco podrido
las dos niñas de lumbre que agitaban sus sienes.

¡Oh Corpus Christi! ¡Oh Corpus de absoluto silencio,
donde se quema el cisne y fulgura el leproso!
¡Oh blanca forma insomne!
Angeles y ladridos contra el rumor de venas.

 *
Federico García Lorca
(Homenaje a Manuel de Falla)

Oda al Santísimo Sacramento del altar

(Fotografías: Dalí y Jim Ferringer)

***

 

Yo soy el Pan de Vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:

“Maestro, ¿cuándo has venido aquí?”

Jesús contesto:

– “Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.

Ellos le preguntaron:

– “Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?”

Respondió Jesús:

“La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.”

Le replicaron:

“¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.””

Jesús les replicó:

“Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.”

Entonces le dijeron:

“Señor, danos siempre de este pan.”

Jesús les contestó:

“Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.”

*

Juan 6,24-35

***

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“Entre el sacrificio y la esperanza”, por Carlos Osma

Lunes, 20 de julio de 2015
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sacrificioisaacDel blog Homoprotestantes:

Cuando los primeros rayos de sol rompieron la oscuridad en la que vivía empezó a caminar para satisfacer la voluntad divina. Estaba decidido a entregarlo todo y acabar con lo que más quería, lo que le hacía feliz, lo que en realidad era. El mismo dios se lo pedía, se lo ordenaba, y aunque podría haberse negado no tuvo coraje para hacerlo. ¿Quién pude enfrentarse a un dios que lo exige todo? ¿Quién puede huir de un dios sediento de sangre? Más que una petición, había recibido una orden, y se sintió incapaz de escapar a otro mundo en el que la divinidad respetase el amor que sentía. Por eso no hubo fe en su decisión, no hubo una voluntad libre que optó por confiar. Se levantó, sí, y se puso a andar, pero resignado y atemorizado.

Mientras caminaba cabizbajo junto a sus dos siervos y un asno cargado de esperanzas rotas, recordó el día en el que Dios le invitó a mirar al cielo para contar sus sueños. El día en el que le llamó para que dejase atrás lo que se esperaba de él y se dirigiese hacia lo imposible. Se preguntaba una y otra vez donde había perdido a aquel Dios que no quería sangre, ni sacrificios humanos, ni dolor; aquel Dios que le llamaba únicamente a confiar, a creer, a tener fe, y a caminar felizmente hacia la promesa. Si cerraba los ojos e intentaba evadirse de lo que estaba viviendo ahora, todavía resonaban suavemente en su interior las palabras: “Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra[1]”.

Cuando su deseo, su esperanza y su vida, le preguntó qué quería ofrecerle a Dios, levantó la cabeza y le miró a los ojos. Y en aquellas pupilas se descubrió derrotado, sometido y humillado… así que no supo que contestarle y le mintió: “Dios proveerá el cordero para el holocausto”. Sabía que estaba a punto de renunciar a lo irrenunciable, de cometer un acto contranatura, de acabar con el amor que sentía para no desobedecer el mandamiento divino. ¡Que dolor tan profundo seguir a un dios así!, se decía, pero ¿hay otro dios acaso? Hacía tanto tiempo que no caminaba hacia la promesa, que se había acostumbrado a vivir bajo el sacrificio.

No quería pensar ni dejarse llevar por la compasión, por el amor, así que al anochecer, sin titubear levantó el altar del sacrificio y puso sobre él la leña. Miró a su alrededor y descubrió millones de altares más a los que trepaban los seguidores del dios legalista que se opone a la vida. Después se subió al suyo, se puso allí, porque cuando uno pone sus entrañas, sus sueños, su vida y su deseo de amar encima del altar del sacrificio, se está poniendo todo él a disposición del cuchillo que le destrozará para siempre. Y levantó el brazo destructor para acabar consigo mismo, para arrancarse el corazón que su dios anhelaba.

Pero fue el Dios de su juventud, el Dios de los sueños y de la esperanza el que le agarró del brazo para que no acabara con la promesa. Notó perfectamente su fuerza exigiéndole el fin del sacrificio, y su suave voz que le volvía a llamar a la fe, al seguimiento hacia la vida. Y se bajo del altar, aquel no era su sitio, lo veía claro ahora. No había sido escogido para inmolarse en nombre de un dios justiciero y verdadero sediento de sangre, sino para caminar, para caer y volverse a levantar, para cansarse y casi desesperar, pero con la confianza y la fe puesta en el Dios de lo improbable, de lo diverso, de lo imposible, de la debilidad, de quienes se sitúan fuera de la ley, de los que no hacen lo que dios quiere.

No hay fe divina en el ser humano que pueda liberarse completamente de las convicciones más profundas, y a menudo más injustas y crueles, con las que ha sido educado. No hay fe verdadera, o si la hay, es una fe humana e imperfecta. Por eso no tardó en preguntarse qué debía sacrificar. Si no era su propia vida, ¿quién debía ser la víctima? Y buscó otra vida con menos valor que la suya para entregar su sangre al dios del sacrificio. Y lo hizo rápido y sin pensar, sin sentir remordimiento pero tampoco perdón ni satisfacción alguna. Lo hizo porque era lo que se tenía que hacer, las vidas que valen menos que la propia, son el sacrificio perfecto para quienes creen que es necesario pagar por la salvación y la liberación divina. Quienes no viven de la gracia, se alimentan de la ley.

Y al amanecer, sin dolor por la sangre derramada en el altar del sacrificio, bajó la montaña de nuevo hacia su casa, hacia su hogar. Llevaba el amor a su lado, en el asno del que tiraba con la cabeza bien erguida mirando las últimas estrellas que todavía se vislumbraban en el cielo. Y las contaba, y miraba a la promesa y volvía a sentirse feliz, con una fe indestructible. No sabia todavía que la fe tiene que romperse todos los días para reconstruirla de una forma más humana, no sabía tampoco que la fe se pierde a veces y se vuelve a encontrar de una forma totalmente nueva. Era todavía muy pronto para entender que la fe puede morir y resucitar al tercer día. Pero ahora todo eso no importaba demasiado, tenía el amor a su lado, podía tocarle, abrazarle y besarle… Y cuando el amor va a tu lado, la fe es indestructible y la esperanza es capaz de abrirse a lo imposible.

Carlos Osma

[1] Gn 12,3

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