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Madeleine Delbrel: El Evangelio en los barrios obreros de París

Lunes, 25 de julio de 2016
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MadeleineDelbrel_AuAhora que estoy leyendo su libro “Nosotros gente común y corriente“, quiero compartir la biografía y espiritualidad de una gran mística moderna metida en el corazón de los barrios obreros de París, laica, asistente social, Sierva de Dios desde 1996 y que pronto podría ser beatificada: Madeleine Delbrêl

Madeleine Delbrêl nació el 24 de octubre de 1904 en Mussidan, pequeña ciudad de Francia. Fue hija única de una familia de la pequeña burguesía. Heredó de su padre el dinamismo, el sentido de la organización y el don de la comunicación; y de su madre, la sensibilidad, la firmeza y el encanto cautivador.

Su padre fue ferroviario. Por eso, la familia hubo de trasladarse de un lugar a otro; la educación de Madeleine iba siendo confiada a profesores particulares. Fue iniciada en el cristianismo en la adolescencia e influenciada por los ambientes literarios y filosóficos en los que su padre la introdujo. Se dejó seducir por el ateismo y el positivismo.

Las consecuencias desastrosas de la primera guerra mundial la llevaron a dudar de la existencia de Dios. A sus 17 años reflexionaba sobre cuestiones existenciales; escribió entonces: “Alguien dijo, Dios ha muerto. Y, si es una verdad, hemos de tener la honestidad de no vivir en adelane como si Dios estuviera vivo… Dios era eterno. Hoy lo único eterno es la muerte… Es más convincente agotar la propia inquietud en la secuencia de los placeres inmediatos….”.

Madeleine, por ello, danzaba, saltaba, vivía con un intenso amor por la vida. Se sentía libre, apasionadamente libre. Asistió a cursos de Historia y Filosofía en la Sorbona, donde sobresalió por su profunda capacidad de análisis. A los 18 años conoció a un impetuoso, alegre y pensativo universitario, Jean Maydieu. Se enamoraron y proyectaron casarse. Pero, de impriviso él la abandonó para entrar en el noviciado de los Dominico. Este encuentro y ruptura con Maydieu le hicieron a Madeleine confrontar su ateismo con las certezas de fe de este hombre. En este tiempo su padre enfermó y se quedó ciego. Su madre trabajaba en exceso. Madeleine se preguntó: ¿Por qué tanto sufrimiento? ¿Cómo es que alguien puede preferir a Dios sobre cualquier otra cosa? Decidió entonces cambiar de perspectiva en su búsqueda de Dios.

“¿Y si Dios existiese?. Decidí rezar… Después, reflexionando , encontré a Dios; rezando sentí que Dios se encuentra conmigo y que Él es real y vivo, que puede ser amado como se ama a una persona”.

Emprendió entonces Madeleine su camino de conversión:

“… El mundo entero me parecía pequeño e irracional y el destino de los hombres, estúpido y malo. Cuando supe que existías, te agradecí que me hubieras hecho vivir”

Madeleine descubrió su vocación de cristiana en la ciudad, de misionera sin barcos. El desierto urbano se convirtió en un espacio de contemplación, las calles de la ciudad en su campo de misión.

Con un grupo de amigas, Susana y elena, Madeleine inicia un proyecto innovador y profético: laicas consagradas, inserta en el mundo y libres de estructuras rígidas. Iniciaron un proyecto de vida comunitaria el 15 de octubre de 1933 en Ivry, polígono industrial al sur de París,ciudad declaradamente comunsta, llena de problemas como la tuberculosis, el alcoholismo, el desempleo. Ellas quería “testimoniar que la caridad de Jesús no tiene laintención de parar a nadie en el camino”. Quiere la libertad de vivir junto a la gente, participando de las actividades pasorales de l parroquia, quieren estar junto a quienes sufren y están desesperados.

Ivry-sur-Seine es una barriada obrera en la periferia sur de París que en aquel tiempo pasaba por ser la “capital” del comunismo francés. Allí vivía Maurice Thoréz, el famoso jefe del comunismo francés. Allí se queda Madeleine Delbrel a lo largo de 30 años, hasta su muerte. Es una cristiana convertida a los veinte años, que llevada por su pasión misionera opta por salir a mar abierto; quiere evangelizar el mundo obrero. Madeleine, sin abandonar el estado laical, se consagra a Dios con el voto de castidad y va a vivir a Ivry con unas compañeras que también son asistentes sociales y viven de su trabajo. El alcalde comunista la pone al frente de los servicios sociales de la comuna. Durante la Segunda Guerra Mundial tiene a su cargo la dirección de todos los servicios sociales del departamento; una vez finalizada la guerra, el alcalde le pide que siga.

En el cinturón obrero de Ivry Madeleine queda impactada frente a la miseria de las clases sumergidas, a la injusticia social, a la desocupación, a las condiciones inhumanas de trabajo (12 horas por día en la fábrica y toda la semana, con excepción del domingo), a la falta total de previsión social.. Esto la obliga a orar de otra manera, partiendo de la realidad; a leer el Evangelio “desnudo, crudo, orado”, como ella decía (“no sé cuantas veces he leído los evangelios de arriba a abajo; al Evangelio hay que leerlo todos los días como se come el pan…“). Al comienzo encuentra hostilidad y pedradas. Pero poco a poco descubre en los comunistas “generosidad, desinterés, sacrificio”. Ella afirma: “El marxismo es una doctrina sin corazón”. Pero a la vez sabe que los comunistas son personas y tienen un corazón; por lo tanto hay que amarlos. Ella jamás “excomulgó” a los comunistas, sin por ello dejar de denunciar sus errores.

A Madeleine le preocupaba la ausencia y el silencio de la Iglesia; que los empresarios católicos dueños de las fábricas de Ivry y bienhechores de la parroquia, fueran los que peor trataban a los obreros; que las comunidades parroquiales vivieran encerradas en sí mismas. Ella observaba como en los ambientes cristianos tradicionales se había llegado a cambiar la Fe por una simple “creencia en Dios” y los valores cristianos por las que son las virtudes de las “personas honradas”. Madeleine deseaba que los cristianos fueran “personas para las que Dios es suficiente, en un mundo en el que Dios parece no servir para nada”; personas capaces realmente de amar.

En la Iglesia de aquel tiempo había un enorme muro que separaba a la Iglesia del pueblo, a los creyentes de los ateos, a los católicos de los comunistas. Madeleine quiere derribar ese muro y por eso cruza la frontera pasando al otro lado. No lo hace con el afán de convertir a nadie; ella quiere dar testimonio del amor de Dios, hasta llegar a levantar las montañas de la desconfianza y voltear los muros del odio. “Lo que yo quería era poder vivir codo a codo con la gente del pueblo, con el mismo almanaque, con las mismas preocupaciones, los mismos relojes”. Su gran preocupación era que la Iglesia “se presentara amable y cordial a los ojos de los que no la conocen. Y no con una supuesta caridad indescifrable”. Fue pionera de ese fenómeno profético que en América Latina hoy se ha llamado “inserción en los medios populares” de parte de los religiosos y de la Iglesia en general.

Pero Madeleine no se conforma con un simple testimonio y le repite a sus compañeras una consigna de san Pablo: “No hay que avergonzarse del Evangelio”. Ella se presenta como cristiana que colabora con los marxistas en objetivos comunes pero sin vínculos orgánicos y manifestando claramente sus convicciones; justamente esto hace que se gane mayormente el aprecio y la amistad de muchos militantes comunistas. El libro: “Ciudad marxista, tierra de misión”, Madeleine lo dedicó al alcalde marxista de Ivry, Venise Gosnat, con el cual había hecho por muchos años un enorme trabajo social, sobre todo en los terribles días de la guerra bajo los bombardeos. “A Venise Gosnat, del cual soy una mala alumna en marxismo, pero también una amiga fiel, respetuosa de su bondad y de su generosidad concreta, ofrezco de corazón este libro, segura de que, aunque no lo apruebe, lo comprenderá”. El amigo leyó y releyó el libro y le contestó agradecido: “A pesar de las diferencias ideológicas , como amigo le aseguro que la comprendo. La he visto luchar en situaciones dramáticas. Conozco su sinceridad y bondad y lo que más la caracteriza: un amor sin límites para con su prójimo. Somos entonces amigos y enemigos al mismo tiempo; realmente me ha puesto en un lío. El ‘profesor’ no olvidará de todas maneras la calidad de corazón y la delicadeza de su ‘mala alumna en marxismo’”.

A quienes la acusaban de dialogar con los comunistas ella respondía:

Jesús nunca dijo: amarás a tu prójimo como a tí mismo, excepto a los comunistas…. mi prójimo inmediato son los comunistas”

“Jesus no nos dejó la obligación de convertir, de transmitir la fe. Ésta es una misión que Él se reserva para sí mismo. El único testimonio que Él exige de nuestra vida es que nos amemos entre nosotros. Sin este aor, los hombres no nos reconocerán como sus mensajeros. El apostolado que Jesús nos dejó fue el de anunciar la fe, repetir y proclamar aquello en lo que creemos y que Él nos enseñó. No somos responsables de la incredulidad de nuestro prójimo; pero sí somos responsablers de su ignorancia” (Madeleine Delbrêl, Conferencia a los Estudiantes, UNESCO, 1961)

Esta coexistencia, hasta fraternal, con los marxistas, tenía límites infranqueables: “Me he rehusado trabajar con ellos cuando había que ir en contra de mi conciencia; cuando ha habido necesidad, siempre he recurrido a las palabras de Cristo que rechaza el odio y la violencia“. Madeleine se había anticipado a las palabras famosas de Juan XXIII que invitaba a no confundir el error con el que erra y a “subrayar lo que une a los hombres para hacer junto a ellos, todo el camino posible“( de un discurso de 1961).

El drama de los Curas Obreros

En Ivry, Madeleine ayuda a todas las víctimas de la injusticia y de la violencia, vengan de donde vengan. Se la encuentra respaldando a los exiliados antifranquistas españoles; es ella quien se presenta al presidente de la República, Vicent Auriol, liderando un comité popular de Ivry para pedir la excarcelación injusta de Juan Grant y la obtiene, y la que va con una delegación a ver al cardenal de París para defender a los exiliados. Eran los años de la “Misión de France“. Ésta había nacido en el corazón del cardenal Emmanuel Suhard de París que también había lanzado el mismo grito de Madeleine: “Hay un muro que separa a la Iglesia del pueblo” (cada vez más descristianizado). Suhard convence a los obispos de Francia para que envíen sacerdotes a un Seminario Nacional en Lisieux para la reevangelización del pueblo; la “Misión de France” nace en 1942. Al año siguiente, el abbé Godin lanza su famoso libro: “Francia:¿tierra de misión?“. A fines de ese mismo año (1943) empieza la experiencia de los “curas obreros”. Madeleine acompaña con entusiasmo esta experiencia que ella vive desde hace tiempo. Es invitada a dar charlas y cursos. Tenía 40 años y un joven sacerdote recuerda el impacto de sus palabras, sobre todo porque salían de una mujer laica.

Es sabido cómo terminó la experiencia de los curas obreros. El 6 de setiembre de 1953 el Seminario Nacional de la “Misión de France” (con 244 seminaristas) debe cerrar sus puertas por orden del Vaticano y los curas obreros dejar su trabajo en las fábricas. Sólo la mitad de los curas obreros obedece. Madeleine invita a la obediencia, aun si “comprender esta lluvia de disposiciones negativas, resulta difícil”. E invita a la autocrítica; para ella “no se supo tener en cuenta los peligros de esta experiencia” y finalmente llega a la conclusión de que “a los curas obreros les ha faltado la base fundamental de la oración. Han querido ser como un obrero más sin anunciar el Evangelio; y a la fe no hay que ostentarla, pero tampoco ocultarla”. Aun así ella trata de hablar, salvar lo que es posible, relanzar la experiencia sobre nuevas bases; por eso recibe críticas y calumnias, hasta se le llega a negar la comunión. Ella no se desanima y , gracias a una donación, hace una peregrinación de oración a Roma en tren. Llega a la estación de Roma por la mañana y en seguida va a la basílica de San Pedro donde reza durante nueve horas “a corazón perdido”; la misma noche retoma el tren para París. Ella quiere ser fiel a la Iglesia y reza por ella desde el corazón de la misma, apoyada a una columna frente a la tumba de San Pedro y al altar del Papa.

Fue como una tormenta en la vida de Madeleine. Pero pasó. Y al poco tiempo tuvo la felicidad de tener una entrevista con el papa Pío XII y recibir un amplio y fraterno apoyo por parte del card. Veuillot y del card. Montini. Un gran amigo de Madeleine fue el p. Jacques Loew, un cura obrero que trabajaba de descargador en el puerto de Marsella y que había obedecido con prontitud al Papa. El p. Loew, que se transformó después en un gran maestro de espiritualidad, dijo de Madeleine que era una “mujer teologal” y la incluyó en su famoso libro: “En la escuela de los grandes orantes”. Madeleine quería vivir “con las manos agarradas a la persona de Nuestro Señor y los pies bien plantados en medio de la muchedumbre de los que no creen“. Para ella “la oración es el bien más grande que se puede hacer al mundo; en nuestra sociedad se precisan hombres de adoración, que arranquen todos los días un tiempo para la oración”. En su comunidad, además de la misa en la parroquia, había tres horas de meditación diaria y oración, desde las primeras luces del alba. En 30 años Madeleine no se tomó un día de vacaciones, pero encontraba todos los días un largo tiempo para orar.

Su pensamiento sobre el tema de la espiritualidad laical se refleja en cantidad de escritos que han tenido una enorme difusión en estos años, sobre todo en sus tres libros póstumos: “Nosotros, gente de la calle”, “El gozo de creer”, “Comunidades según el Evangelio”. Para ella Dios se revela en la vida cotidiana, en donde Él nos ha puesto, en la calle. Ella es una maestra de la oración para la gente trabajadora, para los que no tienen tiempo para rezar. “Hay que aprender a estar solos con Dios cada vez que la vida o la jornada nos reserva una pausa, y no malgastarla: en el metro, en un café, en un comercio, esperando el bus, en la cocina…”. Maravillosa es su oración: “Liturgia de los sin oficio”, donde resalta el poder de la oración de intercesión del cristiano común. En el mismo sentido, toda ocasión también es buena para amar. Para ella “cada mañana Dios nos ofrece una jornada entera preparada por Él mismo; no hay nada de más ni nada de menos, nada inútil. Esta jornada es una obra maestra que Dios nos pide que vivamos. Cada minuto de la jornada permite a Cristo vivir a través de nosotros en medio de los hombres”. Según ella, son “las paciencias” de todos los días, las que construyen la santidad; es haciendo nuestros “minúsculos deberes” que encontramos “las chispas de la voluntad de Dios”. Ella invita al cristiano laico a “quitarse las sandalias porque la tierra que pisa todos los días es tierra santa y allí está Dios escondido detrás de la zarza“.

Madeleine muere el 13 de octubre de 1964 durante el Concilio. Aquel día en el aula conciliar, un laico, presidente de la JOC internacional, toma la palabra por primera vez frente a toda la Iglesia y lo hace en nombre de los trabajadores cristianos que viven y luchan en las fábricas y en los barrios obreros de las grandes ciudades.

Primo Corbelli

Para saber más puede visitarse la página de la Association des Amis de Madeleine Delbrêl

Madeleine

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El espíritu de Jesús une, nunca separa

Miércoles, 29 de junio de 2016
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siguiendo a CristoLc 9, 51-62

Todos los evangelios proponen la subida de Jesús a Jerusalén como un marco teológico, pero Lc le da un énfasis especial. Comienza con las frases programáticas que hemos leído hoy, y termina con la expulsión de los vendedores del templo. Bajo capa de trayectoria geográfica, se esconde una trayectoria espiritual: Subida al Padre a través de la muerte. “Cuando iba llegando el tiempo de que se lo llevaran a lo alto, también él resolvió ponerse en camino para encararse con Jerusalén”. La frase es un resumen de la vida y muerte de Jesús, incluida la resurrección y glorificación. Este evangelio deja claro lo que va a pasar. Por muy desagradable que pueda parecer, es aceptado expresamente por Jesús, tal vez como la única manera de convencerles de que todo lo que había hecho y enseñado, era lo correcto.

El episodio de los discípulos rechazados, tiene mucha miga. Los samaritanos eran considerados herejes por los judíos, que no perdían la ocasión de humillarlos y despreciarlos. No es de extrañar que ellos a su vez, tomaran la revancha cuando podían. Si los enviados hubieran propuesto bien el mensaje de Jesús, si hubieran comunicado las verdaderas intenciones de Jesús al subir a Jerusalén, no solo no les hubieran rechazado, sino que les hubieran aceptado con los brazos abiertos. Nada más de acuerdo con sus intereses podían esperar los samaritanos. Alguien que fuera capaz de criticar tan duramente lo que se cocía en el templo, tenía que tener toda su aprobación. Pero seguramente les hicieron pensar en una subida “para hacerse cargo del reino”, que era lo que los discípulos esperaban. Tergiversaron el mensaje y fueron rechazados de plano.

La reacción de los Zebedeos no tiene pérdida. Piensan en un nuevo Elías, que había mandado bajar fuego del cielo que consumió a los emisarios del rey. Pretenden que Jesús haga honor a su condición de profeta poderoso. Otra tentación constante del hombre, poner a Dios de su parte contra todo aquel que le lleve la contraria. Jesús les “increpó” (el mismo verbo que emplea para expulsar demonios). En otras traducciones se añade: No sabéis de qué espíritu sois. ¿Por qué a través de la historia, olvidando esta actitud de Jesús, nos hemos seguido comportando como Santiago y Juan? Siempre que ha tenido el poder suficiente, la Iglesia ha respondido con violencia contra todo el que no aceptara su doctrina o sus normas. Ni siquiera la libertad religiosa, que es un derecho básico de todo ser humano, ha sido capaz de aceptarla hasta que ha perdido la capacidad de imponer su absolutismo.

Como el domingo pasado, se trata de responder a la pregunta: ¿Quién es Jesús? Si de verdad aceptásemos el espíritu de Jesús, la primera consecuencia sería la tolerancia. Jesús no impone nada, simplemente propone la buena noticia del Reino y deja en libertad para aceptarla o rechazarla. Su mensaje entraña una oferta de verdadera liberación, pero como tal, solo puede interesar a los que sienten que están oprimidos por realidades que no les dejan ser ellos mismos. Toda falta de identificación con el otro, supone una falta de identificación con el Dios de Jesús. Lo que nos separa de los demás, nos separa de Dios.

A continuación, presenta Lc tres candidatos a seguirle. No olvidemos que se encuentran en Samaría, tierra hostil al judaísmo oficial. A pesar de ello, algunos manifiestan la intención de seguir a Jesús. Naturalmente se trata de un montaje literario para incrustar tres máximas claves en el pensamiento de Jesús. Por lo tanto lo importante son las respuestas, que a cada una de las propuestas da Jesús; no los interlocutores, que ni siquiera tienen nombre. Con frases cortas y tajantes se intenta aclarar una actitud vital sin miramientos de ninguna clase. Se quiere resaltar la radicalidad del mensaje y por lo tanto del seguimiento. Esa exigencia es una oferta, no una imposición (en contra de lo que acaban de manifestar los discípulos). Cada uno es libre de aceptarla o no. Ni siquiera se dice si los aspirantes la aceptaron.

Esa exigencia no es un capricho de Dios, sino que la pide la misma naturaleza de la oferta de salvación que nos hace Jesús. Nuestra condi­ción de criaturas, y por lo tanto limitados, es la que nos obliga, una vez tomado un camino, a tener que abandonar todos los demás. La renuncia a aquello que me gusta, dejará de ser renuncia si lo hago con conocimiento y libertad, para convertirse en elección de lo mejor. No siempre, lo que me causa más placer, lo que menos me cuesta, lo que más me agrada, lo que me pide el ADN, es lo mejor para alcanzar la plenitud del ser humano. La vida es por naturaleza lucha y superación. Si desaparece la tensión interna es que ha llegado la muerte.

Nuestra religión nos ha presentado el seguimiento de Jesús como una renuncia. La utilización de este concepto es la mejor señal de que no hemos entendido nada. No se trata de renunciar, sino de elegir lo que de verdad es bueno para mi auténtico ser. Dios quiere nuestra plenitud. Tenemos que superar la idea de un Dios, que para ser Él más, tiene que humillar al hombre. No, la causa de Dios es la causa del hombre. Dios está identificado con su criatura; por lo tanto, la mayor gloria de Dios es que la criatura llegue a su plenitud. No tenemos que amar a Dios sobre todas las cosas; tenemos que amar a Diosen todas las cosas. Pero si las cosas ocupan el lugar de Dios, me estoy apartando de mi verdadera meta.

La 1ª máxima: “Las zorras tienen madrigueras, los pájaros nido, pero el Hijo de Hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. En el ambiente de itinerancia en el que se desarrolla esta parte del evangelista, no se hace hincapié en la pobreza, sino en la disponibilidad. El que quiera seguir a Jesús tiene que estar completamente libre de trabas. Ni siquiera la seguridad de un hogar debe impedirle estar dispuesto siempre para la marcha. No son las posesiones o las relaciones sociales lo que impiden el seguimiento sino el estar apegado a cualquier cosa que te impida ser realmente tú mismo.

La 2ª: “Deja que los muertos entierren a sus propios muertos”. Es también radical, pero no debemos entenderla en sentido literal. Lo que le pide a Jesús al aspirante, no es no enterrar a su padre que había muerto, sino que le dejara cumplir con el precepto de atender a su padre anciano hasta que muriera. Jesús antepone las exigencias del Reino a la obligación prescrita por la Ley de atender a los padres en su ancianidad. La Ley debe ser superada por una total disponibilidad hacia todos, no solo hacia los seres queridos. La enigmática respuesta de Jesús da a entender que él había pasado a la vida, pero que los que se quedaban en casa de su familia, permanecían en la muerte espiritual.

La 3ª: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios”. Despedirse de su familia no debemos entenderlo como “decirles adiós”. En aquella sociedad despedirse significaba dedicar días o semanas a celebrar la separación. El significado es muy parecido a la anterior, pero aquí se quiere resaltar la apertura integral a todos los seres humanos. Ya no hay particularismos, ni siquiera existe “mi familia”. Ahora toda la humanidad es mi familia. El círculo familiar suele ser la excusa donde camuflo un egoísmo amplificado que me impide darme a todos. El mal uso que se ha hecho de esta frase, sobre todo en ambientes de vocación religiosa nos obliga a repensarla bien.

Las exigencias radicales que propone Jesús en el evangelio, debemos interpretarlas desde la perspectiva del Reino. No se refiere tanto a la materialidad de las realidades que hay que abandonar, cuanto al despego de toda seguridad que es la verdadera exigencia del seguimiento. Se trata de vivir una escala de valores de acuerdo con el Reino, pero no quiere decir que haya que renunciar a todo lo humano para llevar una vida desencarnada. Decíamos el domingo pasado que todo lo humano debe de ser incorporado a la vida. La familia, la amistad, el compromiso social son valores que pueden ser incorporados al mensaje de Jesús, siempre que no les demos un valor exagerado y confiemos solo en ellos.

 

Meditación-contemplación

¡No sabéis de qué espíritu sois!
La mayoría de los cristianos no nos hemos enterado.
Si te preocupa que alguien te rechace,
es que no has entendido lo que realmente eres.
………………..

Si aún somos capaces de rechazar al otro,
es que seguimos sin confiar en lo que somos.
Por eso necesitamos de seguridades externas.
No tienes que librarte de los demás, sino de ti mismo.
…………………………

La necesidad de juzgar, de condenar, de rechazar a los demás,
es la mejor prueba de incomprensión del evangelio.
Todos los fundamentalismos son fruto de la misma actitud,
una falta de confianza en Dios y en la Vida.
……………………..

Fray Marcos

Fuente Fe adulta

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“Seguidores de Jesús”, por Vicente Martínez

Lunes, 27 de junio de 2016
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jesc3bas-en-nosotros“Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada”
(Jacques Gaillot)

Lc 9, 51-62

Mientras iban de camino, uno le dijo: Te seguiré adonde vayas

Elías fue más condescendiente que Jesús. Permitió a Eliseo que fuera a despedirse de sus parientes. Jesús pedía a sus tres posibles seguidores ser aptos para el reino de Dios, lo que implicaba no poder ir a despedirse de los suyos. Elías, demandaba ayuda en la tarea.

Un hermoso relato contado en 1 Reyes 19, 19-21: “Déjame decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te sigo”, dijo Eliseo. A lo que el profeta cuyo nombre significa “mi Dios es Yahvéh” le respondió: “Vete pero vuelve. ¿Quién te lo impide?”. Y cuando Elías fue arrebatado al cielo en un carro de fuego, Eliseo –“Dios es mi salvación” – se quedó en Jericó y Betel para ayudar a sus conciudadanos.

El Calendario Litúrgico-Pastoral, apoyándose en las lecturas del día, nos señala que en la vida cristiana existe una triple exigencia para poder llamarse verdadero seguidor de Jesús: dejarlo todo por él como Eliseo (1 Reyes); caminar según el Espíritu (Gálatas); no mirar atrás una vez emprendido el camino. Y todo ello aderezado con especies del Mandamiento nuevo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, en que os amáis unos a otros” (Jn 13, 35).

En la ópera de Giacomo Puccini (1858-1924), Madame Butterfy, la protagonista canta la dicha de quienes han respondido con generosidad a tan inspiradora invitación: “Soy la muchacha más feliz del Japón, e incluso del mundo. ¡Amigas, he venido atraída por la llamada del amor”.  La invitación de Jesús, libremente aceptada, es una exigencia de cada día que no admite rebajas.

Por eso quienes nos estimamos seguidores suyos, tenemos el deber de quedarnos en nuestros particulares Betel y Jericó. Como hizo el obispo Jacques Gaillot (1935) “enfant terrible” del episcopado francés, destituido fulminantemente por el Vaticano y que quiere seguir entre los marginados y los pobres: “Soy el obispo de la arena y del gran viento”, se proclama. Uno de sus libros lleva por título esta sentencia: “Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada”(Sal Terrae 1995).

 

SED DE LIBERTADES

Jesús, un hombre libre
que nos dejó una hacienda
de sueños en el alma,
de amores, de gardenias.

Una Luz infinita
que nos señala metas.

Desde entonces soñamos
tu presencia y tu ausencia.

Déjanos que prendamos
en tu llama serena,
la sed de libertades
que incendia nuestras venas.

(SOLILOQUIOS. Ediciones Feadulta)

“Dios duerme en las piedras, respira en las plantas, sueña en los animales y despierta en el hombre”
(Proverbio Hindú)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Inquieto?… “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.”

Domingo, 26 de junio de 2016
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Corral de muertos, entre pobres tapias,
hechas también de barro,
pobre corral donde la hoz no siega,
sólo una cruz, en el desierto campo
señala tu destino.
Junto a esas tapias buscan el amparo
del hostigo del cierzo las ovejas
al pasar trashumantes en rebaño,
y en ellas rompen de la vana historia,
como las olas, los rumores vanos.
Como un islote en junio,
te ciñe el mar dorado
de las espigas que a la brisa ondean,
y canta sobre ti la alondra el canto
de la cosecha.
Cuando baja en la lluvia el cielo al campo
baja también sobre la santa hierba
donde la hoz no corta,
de tu rincón, ¡pobre corral de muertos!,
y sienten en sus huesos el reclamo
del riego de la vida.
Salvan tus cercas de mampuesto y barro
las aladas semillas,
o te las llevan con piedad los pájaros,
y crecen escondidas amapolas,
clavelinas, magarzas, brezos, cardos,
entre arrumbadas cruces,
no más que de las aves libres pasto.
Cavan tan sólo en tu maleza brava,
corral sagrado,
para de un alma que sufrió en el mundo
sembrar el grano;
luego sobre esa siembra
¡barbecho largo!
Cerca de ti el camino de los vivos,
no como tú, con tapias, no cercado,
por donde van y vienen,
ya riendo o llorando,
¡rompiendo con sus risas o sus lloros
el silencio inmortal de tu cercado!
Después que lento el sol tomó ya tierra,
y sube al cielo el páramo
a la hora del recuerdo,
al toque de oraciones y descanso,
la tosca cruz de piedra
de tus tapias de barro
queda, como un guardián que nunca duerme,
de la campiña el sueño vigilando.
No hay cruz sobre la iglesia de los vivos,
en torno de la cual duerme el poblado;
la cruz, cual perro fiel, ampara el sueño
de los muertos al cielo acorralados.
¡Y desde el cielo de la noche, Cristo,
el Pastor Soberano,
con infinitos ojos centelleantes,
recuenta las ovejas del rebaño!
¡Pobre corral de muertos entre tapias
hechas del mismo barro,
sólo una cruz distingue tu destino
en la desierta soledad del campo!

*

Miguel de Unamuno
En un cementerio de lugar castellano

***

La inquietud es cosa de los paganos, que no creen, que confían en su fuerza y su trabajo, y no en Dios. Todo el que se preocupa es pagano, porque no sabe que el Padre conoce todo o que necesita. Por eso quiere hacer por sí mismo lo que no espera de Dios. Más, para el que sigue a Jesús, la frase válida es: «Buscad primero el Reino y su justicia, que todo lo demás se os dará por añadidura». Con esto queda claro que la inquietud por el alimento y el vestido está lejos de ser inquietud por el Reino de Dios, tal como nos gustaría pensar, como si el cumplimiento de nuestro trabajo por nosotros y nuestra familia, como si nuestra inquietud por el pan y la vivienda, constituyesen la búsqueda del Reino de Dios, como si esta búsqueda sólo se realizase en medio de tales inquietudes.

El seguidor de Jesús, después de una larga vida de discípulo, responderá a la pregunta: «¿Os ha faltado algo alguna vez?» diciendo: «Nunca, Señor». ¿Cómo podría faltarle algo a quien, en el hambre y la desnudez, la persecución y el peligro, está seguro de la comunión con Jesucristo?

*

Dietrich Bonhoeffer,
El precio de la gracia. El seguimiento, Sígueme, Salamanca 1999, pp. 117-118.

***

Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Te seguiré adonde vayas

Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.

De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.

Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron:

“Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?”

Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.

Mientras iban de camino, le dijo uno:

“Te seguiré adonde vayas.”

Jesús le respondió:

“Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.”

A otro le dijo:

“Sígueme.”

Él respondió:

“Déjame primero ir a enterrar a mi padre.”

Le contestó:

“Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.”

Otro le dijo:

“Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.”

Jesús le contestó:

“El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.”

*

Lucas 9, 51-62

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad ,

“Sin instalarse ni mirar atrás”. 13 Tiempo ordinario – C (Lucas 9,51-62)

Domingo, 26 de junio de 2016
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13-TO-281x300Seguir a Jesús es el corazón de la vida cristiana. Lo esencial. Nada hay más importante o decisivo. Precisamente por eso, Lucas describe tres pequeñas escenas para que las comunidades que lean su evangelio, tomen conciencia de que, a los ojos de Jesús, nada puede haber más urgente e inaplazable.

Jesús emplea imágenes duras y escandalosas. Se ve que quiere sacudir las conciencias. No busca más seguidores, sino seguidores más comprometidos, que le sigan sin reservas, renunciando a falsas seguridades y asumiendo las rupturas necesarias. Sus palabras plantean en el fondo una sola cuestión: ¿Qué relación queremos establecer con él quienes nos decimos seguidores suyos?

Primera escena

Uno de los que le acompañan se siente tan atraído por Jesús que, antes de que lo llame, él mismo toma la iniciativa: «Te seguiré adonde vayas». Jesús le hace tomar conciencia de lo que está diciendo: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros nido», pero él «no tiene dónde reclinar su cabeza».

Seguir a Jesús es toda una aventura. Él no ofrece a los suyos seguridad o bienestar. No ayuda a ganar dinero o adquirir poder. Seguir a Jesús es «vivir de camino», sin instalarnos en el bienestar y sin buscar un falso refugio en la religión. Una Iglesia menos poderosa y más vulnerable no es una desgracia. Es lo mejor que nos puede suceder para purificar nuestra fe y confiar más en Jesús.

Segunda escena

Otro está dispuesto a seguirle, pero le pide cumplir primero con la obligación sagrada de «enterrar a su padre». A ningún judío puede extrañar, pues se trata de una de las obligaciones religiosas más importantes. La respuesta de Jesús es desconcertante: «Deja que los muertos entierren a sus muertos: tú vete a anunciar el reino de Dios».

Abrir caminos al reino de Dios trabajando por una vida más humana es siempre la tarea más urgente. Nada ha de retrasar nuestra decisión. Nadie nos ha de retener o frenar. Los «muertos», que no viven al servicio del reino de la vida, ya se dedicarán a otras obligaciones religiosas menos apremiantes que el reino de Dios y su justicia.

Tercera escena

A un tercero que quiere despedir a su familia antes de seguirlo, Jesús le dice: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios». No es posible seguir a Jesús mirando hacia atrás. No es posible abrir caminos al reino de Dios quedándonos en el pasado. Trabajar en el proyecto del Padre pide dedicación total, confianza en el futuro de Dios y audacia para caminar tras los pasos de Jesús.

José Antonio Pagola

 

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“Te seguiré adonde vayas.”. Domingo 26 de junio de 2016. Domingo 13º ordinario

Domingo, 26 de junio de 2016
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38-ordinarioC13 cerezoLeído en Koinonia:

1Reyes 19, 16b. 19-21: Eliseo se levantó y marchó tras Elías.
Salmo responsorial: 15: Tú, Señor, eres el lote de mi heredad.
Gálatas 5, 1. 13-18: Vuestra vocación es la libertad.
Lucas 9, 51-62: Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Te seguiré adonde vayas.

Narra la vocación de un profeta, Eliseo. Es un rico campesino. Estaba arando su finca con doce yuntas de bueyes cuando lo encuentra Elías. Éste le echa encima su manto y con esto adquiere sobre él como cierto derecho. Eliseo no sabe negarse; sacrifica la pareja de bueyes con que araba, abandona su familia y se pone al servicio de Dios. Se dan en el caso de Eliseo las condiciones de una vocación especial: llamada de Dios, respuesta a la llamada, ruptura con el pasado y nuevo género de vida al servicio de su misión.

Nunca como hoy el ser humano ha sido tan sensible a la libertad; el ser humano prefiere la pobreza y la miseria antes que la falta de libertad. Pablo dice con relación a este tema: el cristiano es libre: la vocación cristiana es vocación a la libertad, esta libertad nos la conquistó Cristo; la libertad se expresa y alcanza su plenitud en el amor; ante el peligro de que muchos seres humanos caigan en el libertinaje so pretexto de libertad, Pablo les advierte que la verdadera libertad, la que viene del Espíritu, libera de la esclavitud de la carne y del egoísmo.

El tema fundamental del evangelio es la presentación de tres vocaciones. Lucas las coloca en el marco del viaje de Jesús y sus discípulos hacia Jerusalén. Jesús, al que quiere seguirle le exige: despego de los bienes y comodidades materiales, pues el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza; llamamiento de Dios; ruptura con el pasado y el presente, incluso con la propia familia, y seguimiento. Todo esto para que el discípulo quede libre y disponible para poder anunciar el Reino de Dios.

Las lecturas de hoy tienen un tema común: las exigencias de la vocación. En ellas descubrimos cómo subyace la necesidad del desprendimiento, de la renuncia, del abandono de las cosas y personas como exigencia para seguir a Jesús. Por eso, no existe respuesta a la llamada para ponerse al servicio del Reino de Dios, en aquellos que anteponen a Jesús sus condiciones o intereses personales.

El Evangelio nos dice que el desprendimiento exigido por Jesús a los tres candidatos a su seguimiento, es radical e inmediato. Se tiene, incluso, la impresión de una cierta dureza de parte de Jesús. Pero todo está puesto bajo el signo de la urgencia. Jesús ha iniciado “el viaje hacia Jerusalén”. Esta “subida” interminable (que ocupa 10 capítulos en el evangelio de Lucas) no se encuadra en una dimensión estrictamente geográfica, sino teológica: Jesús se encamina decididamente hacia el cumplimiento de su misión.

El viaje de Jesús a Jerusalén no es un viaje turístico. El maestro exige a los discípulos la conciencia del riesgo que comparte esa aventura: “la entrega de la propia vida”.

Se diría que Jesús hace todo lo posible para desanimar a los tres que pretenden seguirle a lo largo del camino. Parece que su intención es más la de rechazar que la de atraer, desilusionar más que seducir. En realidad, él no apaga el entusiasmo, sino las falsas ilusiones y los triunfalismos mesiánicos. Los discípulos deben ser conscientes de la dificultad de la empresa, de los sacrificios que comporta y de la gravedad de los compromisos que se asumen con aquella decisión.

Por tanto, «seguir a Jesús en radicalidad» exige:

– Disponibilidad para vivir en la inseguridad: “No tener nada, no llevar nada”. No se pone el acento en la pobreza absoluta, sino en la itinerancia. El discípulo lo mismo que Jesús, no puede programar, organizar la propia vida según criterios de exigencias personales, de “confort” individual.

– Ruptura con el pasado, con las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales que atan y generan la muerte. Es necesario que los nuevos discípulos miren adelante, que anuncien el Reino, para que desaparezca el pasado y viva el proyecto de Jesús.

– Decisión irrevocable. Nada de vacilaciones, nada de componendas, ninguna concesión a las añoranzas y recuerdos del pasado, el compromiso es total, definitivo, la elección irrevocable.

Hoy como ayer, Jesús sigue llamando a hombres y mujeres que dejándolo todo se comprometen con la causa del Evangelio y, tomando el arado sin mirar hacia atrás, entregan la propia vida en la construcción de un mundo nuevo donde reine la justicia y la igualdad entre los seres humanos.

Por otra parte, observamos una nota de tolerancia y paciencia pedagógica en el evangelio de hoy. Un celo apasionado de los discípulos es capaz de pensar en traer fuego a la tierra para consumir a todos los que no acepten a Jesús… Llevados por su celo no admiten que otros piensen de manera diversa, ni respetan el proceso personal o grupal que ellos llevan. Jesús «les reprocha» ese celo. Simplemente marcha a otra aldea, sin condenarlos y, mucho menos, sin desear que les caiga fuego.

El seguimiento de Jesús es una invitación y un don de Dios, pero al mismo tiempo exige nuestra respuesta esforzada. Es pues un don y una conquista. Una invitación de Dios, y una meta que nos debemos proponer con tesón. Pero sólo por amor, por enamoramiento de la Causa de Jesús, podremos avanzar en el seguimiento. Ni las prescripciones legales, ni los encuadramientos jurídicos, ni las prescripciones ascéticas pueden suplir el papel que el amor, el amor directo a la Causa de Jesús y a Dios mismo a través de la persona de Jesús, tiene que jugar insustituiblemente en nuestras vidas llamadas.

Una vez que ese amor se ha instalado en nuestras vidas, todo lo legal sigue teniendo su sentido, pero es puesto en su propio lugar: relegado a un segundo plano. «Ama y haz lo que quieras», decía san Agustín; porque si amas, no vas a hacer «lo que quieras», sino lo que debes, lo que el Dios amado espera de ti. Es la libertad del amor, sus dulces ataduras.

Una homilía para la celebración de hoy también podrá enfocarse desde el núcleo de la libertad religiosa. Jesús no acepta la intolerancia de los discípulos, que quisieran imponer a fuego la aceptación a su maestro. Y Pablo nos recuerda la vocación universal (de los cristianos y de todos los humanos, y de todos los pueblos) a la libertad, a vivir sin coacción su propia identidad, su propia cultura, su propia religión… El Vaticano II tomó decisiones históricas respecto a la libertad religiosa. Las posiciones de “cristiandad”, de unión con el poder político, no son conformes con el evangelio. Y todo ello exige de los cristianos unas actitudes nuevas desde el fondo de nuestro corazón. Leer más…

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Dom 26.06.16. Una iglesia que toma el arado y no mira hacia atrás

Domingo, 26 de junio de 2016
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13450257_607467069430489_6559302910687618948_nDel blog de xabier Pikaza:

Domingo 13. Tiempo ordinario, ciclo c. Lc 9, 51-62. Este evangelio consta de cinco pequeñas escenas, unificadas por el Evangelio de Lucas que nos permiten entender e interpretar la tarea cristiana en el momento actual.

Las dos primeras, propias de Lucas (subir a Jerusalén, no imponerse con violencia), forman una introducción. Todos, varones y mujeres, estamos llamados a la tarea del Reino (no sólo Francisco ni el obispo del pueblo: todos al camino y al arado).

Las dos siguientes (escriba, hijo) provienen del Q, (cf. Mt 8, 18-22) y nos ponen a la intemperie de la vida, sin madrigueras para escondernos ni padres superiores a quienes debamos servir (todos al campo y monte de la vida, buena es la tarea, merece la pena el camino).

La última (tomar el arado) vuelve a ser de Lucas, y destaca la necesidad de poner la mano en la reja para arar la tierra, sin mirar hacia atrás, sin buscar seguridades (madrigueras) en la vida.

Quiero insistir en lo cinco temas, pero sobre todo en el final (la mano en el arado) que los resume y condensa.

Este evangelio se ha utilizado y manipulado con frecuencia, aplicándolo sin más a los a los jóvenes que empiezan un camino (entran en el seminario, en el convento…), pero luego cambian y lo dejan, y también a los que abandonan un tipo de ministerio (sacerdotal, religioso), buscando otras formas de vida o tareas en la iglesia.

— Esa aplicación es importante (¡y ha angustiado a muchos!), pero en principio no es la fundamental. Este evangelio trata, ante todo, del camino y decisión (o falta de decisión) de los jerarcas de la iglesia, que toman el arado, se hacen con el poder y miran hacia atrás, para quedar cerrados en sus madrigueras, en sus miedos, en sus deseos de poder.

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Desde ese fondo quiero comentar los cinco momentos de este poderoso evangelio, que trata no sólo de la vocación primera sino de la decisión por mantenerla, sin sin atarse al pasado, sin cerrarse en madrigueras, en instituciones que han sido superadas por Jesús:

— Lo primero es tomar la reja para asumir el compromiso de Jesús no para hacerse dueños del arado, sino para roturar nuevas tierras, sin volverse hacia atrás ¿Quien lo hace? ¿cómo se mantiene?

Algunos toman el arado, se apoderan de la “máquina de Jesús” (de la Iglesia) y miran hacia atrás,o, mejor dicho, se miran a sí mismos, para volver al pasado, quedarse cuidando “a su padre”, es decir, cuidando su propio pasado, sin pensar ya en la tierra que debe roturarse para una nueva siembra de vida.

Otros quieren fulgurar con fuego a los que son distintos, , pedir fuego del cielo para los que piensan de otra forma (samaritanos, otros tipos de creyentes… O quieren despedirse del pasado, sin despedirse nunca…
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— ¿Qué nos impide hoy (2016) tomar el arado, abrir surco de vida? ¿Quién me lo impide a mí, qué se lo impide…al obispo? ¿Qué se lo impide a la jerarquía de la Iglesia que ha convertido a veces su arado de campo y monte en villa de hermosos vestidos, de pequeñas seguridad, de miedos?

¿Quién ha visto un obispo con arado, de verdad? Yo sí, pero me temo que no son muchos, y que miran hacia atrás (o hacen sólo lo que mandan otros…?

— Posiblemente hay algunos que nunca han tomado la reja del arado, que no saben lo que es la intemperie del campo de la vida, el camino abierto hacia futuros ignorados, y que además no dejan que otros la tomen…….

¿Quiénes han-hemos hecho del falso arado un negocio..., mientras el verdadero peso y futuro de la Iglesia lo llevan otros, y así aran, como esa mujer de la imagen 2?

Bueno domingo a todos. Éste sí que es un evangelio fuerte, da gozo ser cristiano.

Lucas 9, 51-62. Un texto, cinco pasajes

1. [Jerusalén-Reino] Cuando se iba cumpliendo el tiempo de su “elevación”, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.

2. [Samaría-oposición] De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: “Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?”Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.

3. [Zorras…] Mientras iban de camino, le dijo uno: “Te seguiré adonde vayas.”Jesús le respondió: “Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.”

4. [Enterrar al padre] A otro le dijo: “Sígueme.” Él respondió: “Déjame primero ir a enterrar a mi padre.” Le contestó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.”

5. [El arado] Otro le dijo: “Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.” Jesús le contestó: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.”

Introducción general

Jesús decide culminar (ratificar) su camino subiendo a Jerusalén, con aquellos que quieran seguirle. Así se define su evangelio. Éste es el principio y mensaje de la Iglesia. Tanto la introducción (temas 1-2) como los tres relatos que siguen (temas 3-5) nos sitúan en la raíz del mensaje de la Iglesia:

1. Ha llegado el tiempo de subir a Jerusalén, de “optar” radicalmente por el Reino.

2. En el camino de Jesús no hay lugar para “arribistas”, gente que quiere montar su cátedra o excavar su cueva.

3. En ese camino no puede haber padres-patronos, ni autoridades de “sistema”; hay que “romper con el sistema” (dejar que los muertos entierren a sus muertos…).

4. Hay algunos que siguen con el viejo “padre”, es decir, con un modelo superado de Iglesia, sin decidirse nunca tomar el arado y caminar a la intemperie del campo, en verano, en invierno.

5. Cada uno de los seguidores de Jesús debe tomar el arado de la Buena Nueva y abrir surco de vida, para la semiente de Dios.

1) GRAN CAMINO, SUBIR A JERUSALÉN

Texto: Cuando se iba cumpliendo el tiempo de su ascenso, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante (Lc 9, 51-52a). Leer más…

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Rechazo y seguimiento. Domingo 13 Tiempo Ordinario. CICLO C

Domingo, 26 de junio de 2016
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003Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

Desde que lo eligieron Papa, Francisco ha insistido varias veces, sobre todo hablando a los jóvenes, en la importancia de la vocación religiosa y sacerdotal. El tema de la vocación es el principal de las lecturas de hoy, con la contrapartida del posible rechazo.

La vocación de Eliseo (Primer libro de los Reyes 19, 16b. 19-21)


            En aquellos días, el Señor dijo a Elías:

            Unge profeta sucesor tuyo a Eliseo, hijo de Safat, de Prado Bailén.

            Elías se marchó y encontró a Eliseo, hijo de Safat, arando con doce yuntas en fila, él con la última. Elías pasó a su lado y le echó encima el manto. Entonces Eliseo, dejando los bueyes, corrió tras Elías y le pidió:

            Déjame decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te sigo.

            Elías le dijo:

            Ve y vuelve; ¿quién te lo impide?

            Eliseo dio la vuelta, cogió la yunta de bueyes y los ofreció en sacrificio; hizo fuego con aperos, asó la carne y ofreció de comer a su gente; luego se levantó, marchó tras Elías y se puso a su servicio.

            Todo empieza con una orden de Dios a Elías: ungir como profeta a Eliseo. La unción, que se hacía derramando aceite sobre la cabeza, era típica de los reyes, y este es el único caso que recuerdo de la unción de un profeta. En la mentalidad mediterránea antigua, el aceite no solo era bueno para la comida; también se le atribuían cualidades curativas (por eso se ungía a los enfermos) y religiosas (la unción simboliza una relación especial con Dios).

            Elías cumple la orden, pero sin cumplirla. Va en busca de Eliseo, que debía ser hijo de un multimillonario porque está arando con doce yuntas de bueyes. En vez de ungirlo, le echa su manto por encima. Es la única vez que menciona la Biblia este gesto, pero debía ser conocido, porque Eliseo, después de un momento de desconcierto (que no se cuenta, pero se supone), sale corriendo detrás de Elías y se muestra dispuesto a seguirle. Sólo pone una condición: despedirse de sus padres.

            A Eliseo le parece una petición lógica, y se la concede. Pero la despedida no consiste en dar un beso a los padres. Es algo más solemne e incluye a toda la familia: mata la yunta de bueyes y organiza un asado para toda su gente. Sin prisas, porque unos bueyes no se matan en cinco minutos, ni la carne se prepara en un cuarto de hora, ni se come todo en un rato. Cuando termina la despedida, que pudo durar uno o varios días, Eliseo marcha con Elías y se pone a su servicio.

Rechazo y seguimiento (Lucas 9, 51-62)

            El fragmento elegido para este domingo consta de cuatro escenas muy breves. Las tres últimas están relacionadas por el tema del seguimiento de Jesús; la primera habla de lo contrario: el rechazo.

            Escena 1: el rechazo de los samaritanos

  
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron:

            ‒ Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?
Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.

            Samaritanos y judíos se odiaban desde el siglo X a.C., cuando el norte se separó del sur después de la muerte de Salomón. Pero el dinero es el dinero. Y los samaritanos actuaban del modo siguiente: a los galileos que atravesaban su territorio camino de Jerusalén no les vendían nada; pero en el viaje de vuelta a Galilea ya no había problema en venderles lo que necesitaran, pagándolo adecuadamente (es lo que ocurre en el evangelio de Juan, cuando los discípulos van a comprar pan al pueblo mientras Jesús habla con la samaritana).

            Como Jesús y los discípulos se dirigen a Jerusalén, es normal que no los reciban. Pero Santiago y Juan, que debían pasarse el día tronando (Jesús les puso de mote “los hijos del trueno”), le proponen vengarse haciendo que caiga un rayo del cielo y los consuma. Esta reacción, que nos resulta tan desproporcionada y extraña, se comprende recordando una tradición del profeta Elías. Una vez, el rey de Israel mandó un capitán con cincuenta soldados para que le dijese: “Profeta, el rey te manda que vayas a verlo”. Elías respondió: “Si soy profeta, que caiga un rayo y te mate a ti con tus hombres”. Y así ocurrió. El rey repite la orden con otro capitán y otros cincuenta soldados, que quedan tan chamuscados como los primeros. En el tercer intento, el capitán no ordena nada; se arrodilla ante el profeta y le suplica que perdone su vida y la de sus acompañantes. Elías accede y va a visitar al rey. La moraleja de este relato es que el profeta merece el máximo respeto; y quien no lo respete merece que lo mate un rayo caído del cielo. Así piensan Santiago y Juan. Jesús, el gran profeta, merece todo respeto; si los samaritanos no lo reciben, que caiga un rayo y los parta.

            Jesús, que supera a Elías en poder, lo supera también en bondad y ve las cosas de manera muy distinta. Lucas termina diciendo: Él se volvió y les regañó. ¿Cómo les regañó? ¿Qué les dijo? Algunos textos posteriores ponen en boca de Jesús estas palabras: “No sabéis a qué espíritu pertenecéis”, es decir, “no tenéis ni idea de cuál es mi forma de pensar y de sentir”. Y se marcharon a otra aldea.

            Es una pena que este texto, exclusivo de Lucas (no se encuentra en Marcos ni Mateo), no lo tuvieran en cuenta los que instituyeron la Inquisición, que es una forma de defender a Jesús mediante el fuego.

            Al rechazo de los samaritanos se contraponen tres casos de seguimiento. En dos ocasiones, el individuo se ofrece; en otra, es Jesús quien lo pide. En las tres queda clara la forma de vida tan dura de Jesús y de sus seguidores.

            Escena 2ª: uno se ofrece a seguir a Jesús


Mientras iban de camino, le dijo uno:

            ‒ Te seguiré adonde vayas.

            Jesús le respondió:

            ‒ Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.

            La iniciativa parte del individuo, no de Jesús. Éste parece desanimar, subra­yando su pobreza y vida dura. No imagine que el segui­miento será fácil y coronado por el éxito humano.

           Escena 3ª: Jesús invita a otro a seguirlo

            A otro le dijo:

            ‒ Sígueme.

            Él respondió:

            ‒ Déjame primero ir a enterrar a mi padre.

            Le contestó:

            ‒ Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.

            En este caso la iniciativa parte de Jesús. Se trata de una orden escueta y tajante, más de que una invitación: “Sígueme”. El otro pide permiso, como Eliseo, no para despedirse de sus padres, sino para enterrar a su padre.

            La respuesta de Jesús parece inhumana: “deja que los muertos entierren a sus muertos”. La costumbre judía era enterrar al difunto inmediatamente después de muerto (Hechos de los Apóstoles 5,6.7; 8,2). Por consiguiente, no se trata de que el protagonista de la escena esté velando a su padre y Jesús le ordene abandonar al difunto para seguirlo. Lo que pide es que le permita seguir viviendo con su padre hasta que muera; luego lo seguirá.

            Incluso así, las palabras de Jesús siguen siendo terriblemente exigentes. El que quiera seguirlo tiene que cortar radicalmente con la familia, como si todos hubieran muerto, para ir a anunciar el reino de Dios.

            Es posible que los evangelios estén reflejando en esta escena lo que le ocurrió al mismo Jesús. Su familia pensaba que estaba loco (Marcos 3,21), y una vez fueron todos a Cafarnaúm con intención de llevárselo a Nazaret a descansar. El evangelio de Juan (7,5) dice expresamente que “sus hermanos no creían en él” (aunque sabemos por el libro de los Hechos y las cartas de Pablo que, más tarde, sí lo aceptaron). En Jesús se cumplió plenamente la necesidad de considerar muerta a la familia para dedicarse a anunciar el evangelio.

            Escena 4ª: otro se ofrece con condiciones           

            Otro le dijo:

            Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.

            Jesús le contestó:

            El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.

            Este es el episodio que empalma mejor con la vocación de Eliseo. Las cosas importantes de la vida diaria, como despedirse de los padres, son compatibles con el seguimiento de Elías. No hay prisa de ningún tipo. Pero aquí está en juego algo mucho más importante y urgente.

            A veces se comenta que estas personas no siguieron a Jesús. Lucas no dice nada. Por otra parte, esa cuestión es secundaria. Lo importante de los relatos de vocación y de segui­miento es que son relatos de “revelación” de Jesús, nos ayudan a conocerlo mejor.

Algo queda claro: la dureza de su vida, desprovisto incluso de casa y familia.

            Volviendo a la primera escena, el rechazo de los samaritanos, podemos encontrar cierta relación con las tres siguiente. Jesús, que renuncia a todo por predicar el Reino de Dios, no recibe a cambio el agradecimiento y la aceptación de todos. Hay gente que lo rechaza. Pero eso no es motivo para desear su castigo.

Reflexión final

            Aparte del Padrenuestro, Jesús no insistió mucho a sus discípulos en qué debían pedir. Pero el evangelio de Juan pone en su boca una petición muy importante: “La mies es mucha, los obreros pocos. Pedid al Señor de la mies que mande operarios a su mies”. Este domingo es muy adecuado para recordar la necesidad de pedir por las vocaciones y ponerla en práctica.

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Domingo XIII del Tiempo Ordinario. 26 junio, 2016

Domingo, 26 de junio de 2016
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TO-D-XIII

Él se volvió y les regañó”
(Lc 9, 55)

¡Cuánta paciencia tuviste que tener con aquellos primeros discípulos tuyos! Ya llevaban un tiempo contigo, ya te habían visto hacer milagros, habían escuchado tus parábolas, te habían visto bendecir y ponerte de parte de los “últimos”, pero todavía no habían entendido nada, todavía seguían con la lógica estrecha de devolver con la misma moneda, aún les quedaba mucho por andar para comprender la novedad de la lógica del amor.

Por eso era necesario que te volvieras y los regañaras. Pero aquel día iba para largo, parecía de esos días en los que nadie entiende nada, y tú, como Buen Maestro corriges una y otra vez.

El seguimiento es algo serio, no basta la euforia del primer momento: “Te seguiré a donde vayas” (Lc 9, 57). Tampoco valen medias tintas: “…el que sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios” (Cfr. Lc 9, 62). Las condiciones para el seguimiento de Jesús no son muchas, pero son exigentes. Ser discípula o discípulo de Jesús es vivir como Él vivió.

Y la vida de Jesús y de quienes se aventuran tras sus huellas tiene poco que ver con la tranquilidad cómoda de sentirse bien con una misma. El seguimiento de Jesús no es un “sedante”, ni un “estimulante”, es VIDA.

Vida con luces y sombras, con contradicciones, con sufrimiento, con persecuciones, con incomprensiones, con estrecheces, con dolores… quien no quiera vivir la vida al 100% es mejor que opte por otro camino…: “el hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Lc 9, 58).

Aunque tampoco hay que creer que el seguimiento o la misma vida es un puro “sin sabor” o como se oye decir a veces: “estamos aquí para sufrir”, no.

La vida es más que sufrir y el seguimiento de Jesús no acaba en la cruz, pero la vida tiene sus sufrimientos y el seguimiento pasa por la cruz. La novedad, la diferencia entre pasar por la vida o vivirla al estilo de Jesús es añadirle amor y confianza.

Solo quien ama y confía puede comprometerse con fidelidad y vivir con esperanza. Solo quien ama y confía puede poner la mano en el arado mirando hacía la novedad del Reino.

Vuélvete y regáñanos, Maestro Bueno,

cuando se nos encoja la confianza,

se nos haga difícil el amor

y pierda intensidad nuestra esperanza.¡Amén!

***

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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El que quiera seguirme…

Domingo, 19 de junio de 2016
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Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice:
«Sígueme».
Él se levantó y le siguió.
(Mc 2, 14).

*

Tú eres el Mesías de Dios… El Hijo del hombre tiene que padecer mucho… Él se levantó y le siguió.

*

“Resulta natural en los periodos de renovación eclesiástica que la sagrada Escritura se nos vuelva mucho más rica. Tras las indispensables órdenes del día y consignas de combate de las controversias eclesiásticas, bullen una búsqueda e investigación intensas referentes a lo único que nos interesa: Jesucristo mismo. ¿Qué ha querido decirnos Jesús? ¿Qué quiere hoy de nosotros? ¿Cómo nos ayuda hoy a ser cristianos fieles?

En definitiva, lo importante para nosotros no es lo que quiere este o aquel hombre de Iglesia, sino saber lo que quiere Jesús. Cuando acudimos a la predicación deseamos oír sus propias palabras. No sólo por interés personal, sino pensando también en todos los hombres para los que la Iglesia y su mensaje se han vuelto extraños. Estamos firmemente persuadidos de que serían otros hombres completamente distintos los que escucharían la Palabra, y otros hombres completamente distintos los que se apartarían de ella, si Jesús mismo y Jesús solo, con su palabra, se encontrase en medio de nosotros en la predicación.”

*

Dietrich Bonhoeffer
El Precio de la Gracia. Ed. Sígueme, 1968n

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***

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:

“¿Quién dice la gente que soy yo?”

Ellos contestaron:

“Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.”

Él les preguntó:

“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Pedro tomó la palabra y dijo:

“El Mesías de Dios.

Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió:

“El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.”

Y, dirigiéndose a todos, dijo:

“El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.”

*

Lucas 9, 18-24

***

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“Llevar el agua moviendo las caderas”, por Carlos Osma

Sábado, 18 de junio de 2016
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yanis-marshall-1De su blog Homoprotestantes:

No siempre podemos vivir en una zona de confort, predicando a quienes nos aplauden digamos lo que digamos, hay veces que las circunstancias nos empujan a llevar hasta las últimas consecuencias aquello por lo que decimos luchar. Es cierto que podemos resistirnos a ese empuje, o más aún, hemos de reconocer que en más de una ocasión lo hemos hecho. Pero es que se vive tan cómodo siendo un predicador de mensajes que no hacen daño a nadie, que cuesta tirar por la borda nuestra imagen de cristianos progresistas que en el fondo sólo trabajan por mantener el status quo.

Jesús en sus últimos días de vida, se dirigió de Galilea a Jerusalén, de un lugar en el que era percibido como un soñador o un charlatán incómodo, a otro en el que su mensaje chocaba directamente con el poder religioso. Decidió jugársela conscientemente, enfrentarse a quienes de verdad estaban en contra de la justicia y del Reino. Y lo hizo entrando en el Templo, volcando las mesas de los vendedores y gritando que aquella casa de oración la habían convertido en una cueva de ladrones [1]. Una acción que a la postre le llevaría a la cruz.

Salvando todas las distancias, los cristianos lgtbi sabemos muy bien lo que significa que unos ladrones se hayan apoderado de nuestros templos, de la teología e incluso del nombre de Dios. Desde esos lugares de poder venden seguridad, consuelo y sensación de pertenencia, a cambio de dignidad, libertad o dinero. La mayoría accede al chantaje, al fin y al cabo no es a Dios a quien buscan en el templo, sino la satisfacción de su necesidad de aceptación. Y quienes se atreven a denunciar estas prácticas “sagradas”, o afirmar que la casa de Dios es para todas las naciones y no sólo para quienes están al servició del dios heterosexual que diviniza a sus adoradores, son directamente condenados a muerte. Una muerte que en nuestro contexto cristiano occidental se traduce en la negación o el vacío más absoluto. Sin embargo, quienes como Jesús están decididos a no perder su vida en manos de los usurpadores de la verdad absoluta, salen lo antes posible de sus templos buscando un lugar seguro.

Para Jesús ese lugar fue la casa de Simón el leproso en Betania, una casa de inmundicia. Sorprende que el maestro no se acercase hasta allí para curar a quien los sacerdotes habían declarado impuro, sino para sentarse a su mesa. No se comportó como quienes huyen de un apestado al que los dioses caprichosos han decidido marcar como peligroso para el resto de la comunidad. La casa de Simón el leproso, formaba parte de la comunidad alternativa de Jesús, un lugar donde se podía ver de forma incipiente la irrupción del Reino de Dios, y donde los considerados últimos eran los primeros. Y justo en aquel lugar, una mujer se atrevió a derramar un perfume sobre la cabeza de Jesús mientras el resto de invitados se indignaba porque el frasco de perfume era muy caro, y podía haberse vendido para entregar el dinero a los pobres [2]. O al menos esa fue la excusa que dieron los puritanos de la casa impura para mostrar su indignación por la libertad con la que una mujer se atrevió a expresar su amor por Jesús y anunciar su muerte.

Nuestras comunidades inclusivas son también lugares de inmundicia alejados del poder de los hombres y las mujeres de bien. Lugares a los que los justos no se acercan por miedo a ser marcados como impuros, pero donde Jesús se refugia del peligro que representan los grandes defensores de la voluntad de Dios. Jesús sólo tiene posibilidad de vivir sentándose a la mesa de los excluidos, de los defectuosos a ojos de quienes se consideran perfectos. Y allí, las últimas, anuncian la necesidad de pasar por la cruz, de crucificar nuestros mesías, para entender exactamente que significa eso del Reino. Y justo cuando ese anuncio se hace presente, en las comunidades donde se predica la inclusividad total, hay impuros que quieren seguir viviendo atados a las teologías del Templo. La libertad que ofrece ser rechazado y excluido, pone nerviosos a quienes no han podido desprenderse todavía de una mentalidad opresiva que tratan de imponer a los demás. La inclusividad es imposible cuando se tiene el alma aferrada al dios del Templo, cuando se está preocupado por el precio que tiene cada uno de nuestros comportamientos. En las nuevas comunidades inclusivas, en las casas donde los impuros se sientan con Jesús a la mesa, sobran los tenderetes donde vender frascos de perfumes para sacar algunas monedas que nos hagan parecer buenos a ojos de los demás. Desde el Templo jamás nos verán como puros, porque no lo somos. ¿Para que gastar energías en intentar satisfacerles? ¿Para qué seguir pagando el precio de parecer decentes y aceptables? En la casa de Simón el leproso, no hay personas ejemplares, sólo seres humanos que han encontrado en el mensaje de Jesús una manera liberadora para entenderse a si mismos, entender al prójimo y acercarse a Dios.

Antes de que finalmente Jesús fuese apresado, torturado y asesinado; quiso cenar con sus discípulos en Jerusalén para celebrar la Pascua. Jesús, que por seguridad seguía fuera de la ciudad, envió a dos de sus discípulos para que preparasen una cena que, a la postre, se convertiría para los cristianos en el símbolo del sacrificio de Jesús. Para que sus enviados encontrasen el lugar donde se tenía que celebrar la cena, les dijo: “Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y donde entre decid al señor de la casa: -El maestro dice:¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos? Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto. Haced allí los preparativos para nosotros [3]”. Llama la atención que la persona que llevó a los discípulos hasta el lugar donde debía celebrarse la última cena fuese un hombre que transportaba un cántaro de agua, una actividad que hacían las mujeres de aquel tiempo.

En su libro “Cuerpos abyectos [4]el teólogo Manuel Villalobos nos cuenta la historia de Nachito el Machito, un niño delicado y refinado que vivía en una tierra de “machos”. En aquel lugar las mujeres eran las encargadas de llevar el cántaro hasta la fuente para conseguir agua, y cuando por cualquier razón eran ellos quienes tenían que hacerlo, unían dos botes a un trozo de madera. Jamás con un cántaro como las mujeres. Pero Nachito el Machito descubrió que le gustaba ir hasta la fuente con el cántaro en su cabeza mientras se contoneaba “como una mujer”. Hasta que su tío se enteró, y muy ofendido por el comportamiento de Nachito, fue hasta dónde éste estaba, le golpeó y rompió su cántaro mientras le gritaba que no toleraba esas mariconerías.

La comunidad de Mateo, como el tío de Nachito, tampoco toleraba mariconerías. Quizás fue por eso que al contar la historia del envío de los discípulos de Jesús para preparar la cena de Pascua, el intermediario que les llevó hasta la casa ya no transportaba un cántaro, y además se había convertido en el dueño de la casa. Los intermediarios hasta la Cena del Señor deben parecer aceptables, nada maricones, y tienen que ejercer el rol de poseer, no de poder ser poseídos. Es verdad que la comunidad de Mateo no excluye al maricón del cántaro totalmente, el trato para poder permanecer en ella es comportarse como “un hombre”, pagar el precio de ser aceptable.

Supongo que quienes quieren ser dueños de algo, o no ser excluidos de comunidades tolerantes que dicen ser inclusivas, están dispuestos a venderse y esconder sus mariconerías. Seguro que con los beneficios obtenidos podrán después ayudar a los pobres. Pero existen comunidades inclusivas como las del evangelio de Marcos que entienden que la única manera de acercarse a la mesa del Señor junto al resto de leprosos y leprosas, es seguir a un maricón con un cántaro que se niega a ser domesticado por teologías pseudoprogresistas. ¿Para qué salimos huyendo del Templo donde querían acabar con nosotros? ¿Para formar parte de comunidades donde todas y todos somos reducidos a lo tolerable? ¿O para vivir desde la realidad de quienes somos el evangelio de la gracia? El evangelio de Marcos nos da una pista importante: no se trata de imitar a quienes cumplen roles aceptables, sino de guiar moviendo nuestras caderas, soltando todas nuestras plumas, al resto de discípulos y discípulas hasta la mesa del Señor donde sólo quienes se saben indignos e indignas pueden sentarse. No nos confundamos con mensajes más o menos progresistas que vienen desde las iglesias en las que nos “perdonan la vida” porque son “buenos cristianos”. No nos vendamos por unas monedas. Somos nosotras y nosotros, junto a otras muchas personas excluidas, quienes en este momento mostramos el camino al resto de discípulos hacia una comunidad de hermanos y hermanas donde Jesús es verdaderamente el centro.

Carlos Osma

NOTAS:
[1] Mc 11, 15-19

[2] Mc 14, 3-9

[3] Mc 14,13-15

[4] Villalobos, M. “Cuerpos Abyectos en el evangelio de Marcos”. (Ediciones el Almendro. Córdoba 2015).

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“Aunque todos te fallen, yo no lo haré”, por Carlos Osma.

Viernes, 13 de mayo de 2016
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Negación de PedroNegación de Pedro, Sagrada Familia, Barcelona

De su blog Homoprotestantes:

“Aunque todos te fallen, yo no lo haré”, eso es lo que le dijo Pedro a Jesús cuando este último le avanzó que antes de que el gallo cantase por segunda vez lo negaría tres veces. Según los entendidos el cacareo de los gallos no tiene como finalidad darnos los buenos días, sino más bien demostrar su status de macho dominante frente al resto de gallos, y lanzar un claro mensaje a las gallinas para que sepan donde se encuentra y que está activo sexualmente. Así que más que marcar un límite horario, quizás lo que Jesús le estaba diciendo a Pedro, es que en el momento en el que el gallo ejerciese a la perfección su rol de macho, y proclamase a los cuatro vientos su heterosexualidad, Pedro se daría cuenta de que él no estaba a la altura de lo que iba pregonando delante del resto de machotes discípulos con los que convivía.

Sorprende la energía que constantemente utilizaba Pedro para que las cosas fueran como debían ser, para que nadie se saliese de los roles y los moldes que se habían construido para ellos. La primera vez que Jesús conoció a Pedro le cambió el nombre, le dijo más o menos que su identidad no era la que su entorno le había dado, que más que creerse que sabía todo lo que Dios podía decirle, necesitaba ser fuerte y persistente para ser útil a la causa de Jesús. Y Pedro decidió seguir al maestro, pero comportándose como Simón, como quien le habían enseñado a ser, pensar y sentir. Por eso en más de una ocasión, cuando Jesús no se comportó como el Mesías que todos esperaban, Pedro se atrevió a reprenderle, a llamarle al orden para que volviese al redil de los Mesías aceptables. No había dejado él su casa y su vida, para seguir a un Mesías indecente. ¡Cuánto miedo a la libertad! ¡Cuando miedo a la vida! Cuando miedo a dejar que las cosas sean como son, observándolas, sin esa continua necesidad de valorarlas y decir si entran en el terreno de lo aceptable. A esa actitud tan represiva Jesús la denominó demoníaca, satánica, blasfema; y exigió a Pedro que la abandonase si quería seguirle.

Quizás por eso cuando Jesús fue arrestado y llevado a casa del sumo sacerdote para ser interrogado, Pedro se atrevió a hacer algo distinto al resto de machos alfa seguidores del maestro. Si todos los discípulos abandonaron a Jesús y salieron huyendo en búsqueda de un lugar seguro donde nadie pudiese relacionarles con aquel Mesías indeseable; Pedro tiró de corazón y decidió desprenderse de su hombría para comportarse como las mujeres que siguieron a Jesús hasta el último momento. El patio del sumo sacerdote, no era un lugar para hombres cristianos, para ellos había una casa bien lejos en la que esconderse. Pedro siguiendo a Jesús, atemorizado e inseguro, se atrevió a ocupar un espacio distinto al del resto de discípulos. Quizás por vez primera intentó ser aquella roca fuerte que Jesús vio en él cuando se conocieron.

Pero Pedro no estuvo finalmente a la altura porque intentó jugar a la ambigüedad, y aunque se atrevió a estar en el lugar adecuado, no tuvo la valentía de hacerlo a cara descubierta. Quiso estar al lado de Jesús, al lado de la verdad, pero haciendo como si todo aquello no tuviera nada que ver con él. Quizás si le hubieran dado tiempo, podría haber intentado defender a Jesús en nombre de la justicia, o habérselo llevado de allí a la fuerza. Pero una de las sirvientas le reconoció:“Tú andabas con Jesús, el de Nazaret”, tú eres uno de ellos, le vino a decir. Y Pedro atemorizado mintió para protegerse: “No le conozco ni sé de qué estás hablando”, yo no soy uno de esos. Y salió fuera de la casa, como intentando buscar un lugar menos cercano a Jesús que fuera más seguro, pero no hubo tregua para él e inmediatamente volvió a encontrarse con la sirvienta que explicó a todo el mundo que Pedro era “uno de ellos”.

Sorprende que una sirvienta se atreviese a hablar directamente con un hombre, pero quizás ella sabía que Pedro estaba a su nivel, que no era un hombre como los demás, que también él estaba preso del poder patriarcal. Por eso le habló de tú a tú. Y Pedro, al sentirse amenazado, intentó negar lo evidente y se ocultó tras una identidad que no era la suya, hizo un último esfuerzo para parecerse al resto de hombres cristianos que conocía y estaban escondidos muy lejos de allí. Quizás fue su manera de moverse, o su forma de hablar la que le delató definitivamente: “Seguro que eres uno de ellos”, afirmaron todos los que estaban allí. Y Pedro juró y perjuró que no era así, que él no era quien ellos decían, que él era otra persona. A lo mejor deseaba ser otro, volver a ser el Simón de antes, y no estar a medio camino entre quien se comporta como “Dios manda” y quien se libera de la opresión religiosa para vivir el evangelio de Jesús.

Supongo que Pedro se sintió perdido, sin saber hacia donde tirar. Podía huir y esconderse junto al resto de discípulos, entrar de nuevo a la casa para intentar ver al maestro, o volver de nuevo a su barco y a sus redes. Pero justo en ese momento el gallo cantó por segunda vez y Pedro rompió a llorar al recordar las palabras de Jesús. Había sido absurdo fingir tanto para estar a la altura de lo que los demás esperaban, haber jugado a ser otra persona y haberle dicho a tanta gente como tenían que vivir para no enfrentarse a su propia falta de vida. Había sido tan incoherente vivir durante años siguiendo a Jesús sin haber sido sincero con él. ¿Le había seguido de verdad? ¿Había entendido realmente que significaba ser uno de sus discípulos?

El evangelio de Juan nos explica que tras la muerte de Jesús, Pedro decidió volver a su tierra y seguir su vida junto al resto de discípulos como si nada hubiera pasado. Decidió enterrase en vida, apostar por lo aparentemente más fácil, por ser un cobarde, por ser el hombre que antes era: Simón. Pero el Jesús que venció a la muerte volvió al infierno en el que Pedro vivía y le preguntó: “Simón, ¿me amas?”, y él avergonzado, pero con la sinceridad que jamás antes había tenido, le respondió: “Señor, tú lo sabes todo”.  Y es verdad que Jesús lo sabía, pero Pedro probablemente lo había olvidado, por eso vivía como quien tiene miedo, como un cobarde, como un mentiroso, como si no existiera una vida distinta y un amor diferente. Y tras examinar sus sentimientos le respondió: “Tú sabes que te amo”. Sabía ahora con toda seguridad que amaba a aquel hombre que le pedía que lo dejase todo, su familia, su sinagoga, sus amigos, sus ideas preconcebidas, sus planteamientos sobre lo santo y lo pecaminoso. Un precio muy alto por una vida junto al maestro…, aunque más alto es el precio de la muerte. Por eso no dudo ni un momento cuando Jesús se dirigió a él para decirle: “Pues entonces, sígueme”.

Carlos Osma

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Caminar con Jesús hacia la liberación – Parte 3

Lunes, 2 de mayo de 2016
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ETAPA6*

Seguimos caminando durante el tiempo pascual con un artículo de José A. Pagola que nos ofrece pautas sobre el seguimiento de Jesús como impulsor de un proceso de liberación individual y social. Se ofrece en tres partes.

Amigo liberador de la mujer

Jesús pone fin al privilegio machista de los varones judíos, que podían repudiar a sus esposas expulsándolas del hogar, y defiende el proyecto original de Dios sobre el matrimonio. Dios «los ha creado varón y mujer» a su imagen. No ha creado al varón con poder sobre la mujer. No ha creado a la mujer sometida al varón. Con esta posición, Jesús está destruyendo de raíz el fundamento del patriarcado bajo todas sus formas de control, sometimiento e imposición del varón sobre la mujer.

Dios no bendice ninguna estructura que genere dominación del varón y sumisión de la mujer. En el reino de Dios tendrán que desaparecer. Por eso, acoge Jesús en su seguimiento no solo a varones, también a mujeres. Todos son hermanos y hermanas, con igual dignidad. Desaparece la autoridad patriarcal. No llamarán a nadie Padre, solo al del cielo (Mateo 23,9). La nueva familia que se va formando en torno a Jesús es un espacio sin dominación masculina.

La verdad de Jesús nos hará libres

Hay un rasgo básico que define la libertad profética de Jesús: su voluntad de vivir en la verdad de Dios. Jesús no solo dice la verdad, sino que busca la verdad y solo la verdad de Dios que quiere un mundo más humano para todos sus hijos e hijas. Habla con autoridad porque habla desde esa verdad. No habla como los fanáticos que tratan de imponer su verdad, ni como los funcionarios que la defienden por obligación. No se siente guardián de la verdad, sino testigo.

Jesús es libre para gritar la verdad del Dios del reino. Su promesa es clara: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis mis discípulos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8,31-32). Si nos mantenemos en la Palabra de Jesús, conoceremos la verdad que nos hará libres:

  • Nos liberaremos de miedos que ahogan la alegría y la creatividad en la Iglesia, nos impiden buscar con sinceridad la verdad del evangelio y nos paralizan para abrir caminos al reino de Dios.
  • Romperemos silencios. Se despertará en la Iglesia la libertad profética. Se escuchará la palabra del pueblo de Dios, enmudecida durante siglos. Los creyentes sencillos pronunciarán en voz alta palabras buenas, curadoras, consoladoras. Se escuchará no solo la palabra de quienes hablan en nombre de la institución, sino también la de quienes viven animados por el evangelio.
  • Despertaremos la esperanza. Siguiendo a Jesús, «seremos voz de los sin voz, y voz contra los que tienen demasiada voz» (Jon Sobrino). Esta voz humilde, pero libre y fuerte es más necesaria que nunca en el interior de la comunidad mundial y en el seno de la Iglesia. Esta voz puede reavivar la esperanza en la liberación final, cuando «Dios enjugará las lágrimas de nuestros ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo habrá pasado» (Apocalipsis 21,4).

José Antonio Pagola

Fuente Grupos de Jesús

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Caminar con Jesús hacia la liberación – Parte 2

Lunes, 25 de abril de 2016
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ETAPA6*

Seguimos caminando durante el tiempo pascual con un artículo de José A. Pagola que nos ofrece pautas sobre el seguimiento de Jesús como impulsor de un proceso de liberación individual y social. Se ofrece en tres partes.

Libertad para liberar la vida

Jesús es libre, pero no para vivir cultivando obsesivamente su propia autonomía. Es libre, pero no para reclamar y ejercitar egoístamente sus propios derechos. Es libre, pero no para realizarse a sí mismo, al margen de los que sufren. La libertad de Jesús es una libertad para hacer el bien y construir un mundo más humano. Una libertad que nace de su experiencia de un Dios liberador y se orienta siempre a liberar la vida de todo lo que puede deshumanizarla y destruirla. La libertad de Jesús es una Buena Noticia para todos.

Jesús es libre para denunciar el pecado y para sentarse a comer amistosamente con los pecadores. Libre para bendecir y para maldecir, para defender a los oprimidos y para hospedarse en casa del poderoso Zaqueo. Libre para acudir en sábado a la sinagoga y para violar allí mismo la ley del descanso para curar a un enfermo. La libertad de Jesús es una libertad sumamente libre, que solo se deja guiar por el proyecto liberador del Padre, y es capaz de entregar su vida por hacerlo realidad para todos. «Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente» (Juan 10,18).

Impulsor de un proceso de liberación individual y social

Cuando Jesús se acerca a los enfermos, no busca solo resolver un problema físico, sino liberar su vida sanándola desde sus raíces. Al contacto con Jesús, el enfermo recupera la confianza en el Dios, amigo de la vida; se libera de la culpa y del miedo; se reafirma en su dignidad; se siente reconciliado con la vida; liberado de la exclusión y de la mendicidad; devuelto de nuevo a la convivencia con sus seres queridos.

Al mismo tiempo, Jesús pone en marcha un proceso de curación social para caminar hacia una convivencia más sana y liberada. Pensemos en sus esfuerzos por crear unas relaciones más humanas entre personas que se respeten más, se comprendan mejor y se perdonen sin condiciones (Mateo 5,21-26; 7,15; 18,21-22). Sus llamadas a una vida liberada de la esclavitud del dinero y la obsesión por las cosas (Mateo 6,21; 6,24). Su empeño en liberar a todos del miedo para vivir desde la confianza absoluta en el Padre (Mateo 10,30-31; 6,25-34). Su ofrecimiento del perdón a personas hundidas en el fracaso moral y la ruptura interior (Marcos 2,1-12; Lucas 7,36-50; Juan 8,1-11).

Hemos de destacar el esfuerzo de Jesús por curar la religión liberándola de tantos comportamientos patológicos de raíz religiosa (legalismo, hipocresía, rigorismo, culto vacío de justicia y de amor). Jesús fue un gran curador de la religión: libera de miedos religiosos, no los introduce; hace crecer la libertad, no las servidumbres; atrae hacia el amor de Dios, no hacia la ley; despierta la compasión, no el resentimiento.

José Antonio Pagola

Fuente Grupos de Jesús

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Caminar con Jesús hacia la liberación – Parte 1

Martes, 19 de abril de 2016
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ETAPA6*

Seguimos caminando durante el tiempo pascual con un artículo de José A. Pagola que nos ofrece pautas sobre el seguimiento de Jesús como impulsor de un proceso de liberación individual y social. Se ofrece en tres partes.

Jesús profeta libre y liberador

Dios no se ha encarnado en un sacerdote del templo, ocupado en cuidar la religión. Tampoco en un maestro de la ley, dedicado a defender el orden legal de Israel. Ha tomado carne en un profeta, entregado enteramente a liberar la vida. Los campesinos de Galilea ven en los gestos liberadores de Jesús y en sus palabras de fuego un hombre movido por el espíritu profético: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros» (Marcos 1,27).

Jesús es un profeta libre. No forma parte de la estructura imperial de Roma. No pertenece a la institución religiosa del templo del templo de Jerusalén. No es ordenado ni ungido por nadie. Su autoridad no le viene de ninguna institución. No se basa en ninguna tradición. Solo obedece al Padre. Solo busca abrir caminos a un Dios que quiere un mundo nuevo, liberado de todo mal.

Jesús es un profeta liberador. Dos gritos nos descubren su proyecto liberador.

  • El primero se dirige al imperio de Roma: «Los jefes de las naciones (los romanos) las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros»” (Mateo 20,25-26). Dios está contra todo poder opresor.
  • El segundo está dirigido a Jerusalén: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos… Atan cargas pesadas y las echan a la espalda de la gente, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas» (Mateo 23,2-4). No ha de ser así. Dios está contra toda religión opresora.

La experiencia de un Dios libre

Jesús vive su actividad profética desde la experiencia de un Dios que es libre para abrir caminos a su proyecto de liberar el mundo de la esclavitud, la opresión y los abusos contra sus hijos e hijas. No tiene por qué seguir los caminos que le señalan los dirigentes religiosos que se cierran a toda novedad, considerándola una amenaza para el orden establecido. No tiene por qué ajustarse a las ambiciones de los poderosos que explotan sin piedad a sus pobres.

Por eso, mientras los dirigentes religiosos vinculan a Dios con su sistema religioso, y se preocupan de asegurar el culto del templo, el cumplimiento de las leyes o la observancia del sábado, Jesús pone a Dios al servicio de una vida liberada. Lo primero es el proyecto liberador del reino, no la religión; la curación de los enfermos, no el sábado; la reconciliación social, no las ofrendas que lleva cada uno hacia el altar.

Y, por eso también, Jesús pone a Dios, no al servicio de los poderosos y privilegiados, sino a favor de los pobres: los excluidos por el imperio y los olvidados por el templo. Dios no es propiedad de nadie. No pertenece a los buenos: «hace salir su sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos» (Mateo 5,45). No está atado a ningún templo ni lugar sagrado. No es de los sacerdotes de Jerusalén ni de los maestros de la ley. Desde cualquier lugar, todo ser humano puede elevar los ojos al cielo e invocarlo como Padre.

José Antonio Pagola

Fuente Grupos de Jesús

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Nuestra propia Cruz

Martes, 12 de abril de 2016
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Dice Jesús: El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga. (Mateo 16,24). No dice Haced una cruz, o Buscad una cruz. Cada uno tiene una cruz que cargar. No es necesario hacerla ni buscarla. ¡La cruz que cargamos es ya lo bastante dura de llevar para nosotros.! Pero ¿estamos dispuestos a cargarla, a aceptarla como nuestra cruz?

Tal vez no nos es posible estudiar, tal vez somos disminuídos físicos, tal vez sufrimos de depresión, tal vez tenemos conflictos familiares,o tal vez somos víctimas de alguna dolencia o atropello. No es algo que nosotros hayamos elegido, pero estas son nuestras cruces. No podemos ignorarlas, rechazarlas, negarnos a ellas u odiarlas. Pero podemos cargar nuestras cruces y seguir a Jesús con ellas.”

*

Henri Nouwen

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Oración del Discípulo

Sábado, 13 de febrero de 2016
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Leído en ECLESALIA:

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Aquí estoy, Señor,

tal como Tú me has hecho,

tratando de descubrir en el día a día,

el sentido que tu voluntad ha impreso a mi vida.

En ese caminar propio me sobreañades

la vida de Jesús, que me ayuda ,

marcando mojones en el camino.

Soy uno entre tantos,

hermano universal de todos,

igual que todos,

servidor de todos,

superservidor en todo caso

de los más pobres.

Mi ser es amor,

verificable en el amor al prójimo,

vicario tuyo.

Sé que estás en todos, creyentes o no,

y a nadie exiges más de lo que es.

No me queda sino trabajar,

pacífica y amorosamente,

en todo lugar,

pues tu Reino allí está y crece,

donde está cualquier persona.

Tu Palabra llega a todos los hombres,

cómo sólo Tú sabes.

Mi misión evangelizadora es ser yo,

interconectado en todos y con todo,

abarcando la totalidad de tu Reino.

Estaré a la escucha,

en respeto y comprensión,

sin estorbar,

sin discriminar,

sin imponer,

sin lamentarme,

sin enfatuarme,

acechando el reverbero de tu amor,

que de todos sale y a todos llega.

Seré feliz, cuando en todos me vea feliz,

en esa familia tuya universal,

sustentadora de todo amor.

Voy a seguirte como María,

hermana de humanidad y madre universal.

Seré feliz, si acierto a hacer creíble tu presencia ,

en la entrañable casa de la Tierra

imperecedera luego en la Casa del cielo.

*

Benjamín Forcano

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“¿Se puede ser maricón y cristiano?”, por Carlos Osma

Sábado, 13 de febrero de 2016
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Two young men wearing rainbow colored wings march in the annual gay pride parade, past an evangelical church with a sign that reads in Spanish, "Jesus Christ does miracles," in Lima, Peru, Saturday, June 27, 2015. (AP Photo/Rodrigo Abd) De su blog Homoprotestantes:

¿Se puede ser maricón, bujarrón, puto, sarasa, trolo, amariposado, sopla nucas, muerde almohadas, joto, loca, invertido… y cristiano? ¿Se puede ser tortillera, leñadora, come concha, machorra, come almejas, soldadora, zapatona, camionera… y cristiana? ¿Es posible? ¿O estamos intentando resolver la cuadratura del círculo?

Antes de responder si podemos ser ambas cosas a la vez quizás nos deberíamos preguntar si es posible ser cada una de ellas por separado. Para empezar no tengo muy claro eso de ser maricón o bollera… porque en realidad no nacimos bujarrones ni machorras sino que nos dijeron que lo éramos. Ese fue el castigo por no responder al modelo de hombre o mujer normativo. Es así de sencillo, no hay que hacer grandes disquisiciones, cada sociedad tiene una idea más o menos amplia de lo que es ser hombre o mujer, y por mucho que vivamos en una que se dice tolerante, se utilizan herramientas como el insulto y la injuria para regular que nadie se salga del molde.

No somos camioneras o sarasas, esas palabras solo quieren decir que no imitamos bien a ese hombre y mujer ideal que el resto de mortales logran reproducir casi a la perfección (al menos en público). Quizás sea por la manera en la que ponemos las manos, por el tono de voz, por desear a una persona del mismo sexo, por vestir de una forma poco convencional, por llorar cuando deberíamos reprimir nuestros sentimientos, o por tener una voluntad de hierro cuando sólo se espera de nosotras que nos digan lo que tenemos que hacer. Cada sociedad, cada clase social, cada familia, cada entorno, decide si nuestra imitación del género es bendecida, o si necesitamos ser marcados y devaluados como seres humanos.

Aplicarnos la etiqueta de loca o come almejas también es una manera de desplazarnos, de excluirnos, de repudiarnos, de situarnos en una zona invisible, inhabitable e inhumana. Es declarar que somos peligrosos para el bien común, para los buenos, para las dignas. Y además es la manera de decir que lo que otras y otros merecen, en nuestro caso hay que ganárselo. Todo el mundo tiene derecho a la vida, a la felicidad, a amar, a ver protegida su familia, a expresar lo que siente, lo que desea, a rezar en la iglesia si quiere… todo el mundo, excepto a quienes se nos llama camioneras o sopla nucas. Esta etiqueta que nos han colgado significa, para los guardianes y las guardianas del género, que debemos aceptar con naturalidad y resignación el menosprecio.

Así que en realidad no somos maricones ni machorras… pero podemos llegar a serlo si nos da la gana. Podemos levantarnos todos los días con ganas de mostrar a todo el mundo que su imitación de la masculinidad o la feminidad sólo es eso, una imitación, y que a nosotros y nosotras nos apetece innovar. Cada cual puede hacer lo que le dé la gana, puede pasarse toda la vida diciendo que él no es “como esa loca”, o que ella no es como “esa camionera”, pero no importa lo que uno diga de sí mismo, porque el cartel no nos lo hemos puesto nosotros. Para el resto del mundo somos unas invertidas cariñosas, inteligentes, serias y respetables… pero unas invertidas al fin y al cabo. Y aunque no nos lo digan, nos miran, evalúan y tratan como tal.

Por tanto la respuesta a la pregunta es un no rotundo: no podemos ser maricones y cristianos porque para empezar no somos maricones. Pero si en vez de intentar escapar de la etiqueta y del insulto, nos reapropiamos de él, y nos reconocemos como mariposones y bolleras porque nos da la gana, porque nos apetece y nos gusta ser como somos; si tenemos la convicción de que un mundo lleno de muerde almohadas y come conchas sería mucho más justo e igualitario; si creemos que lo que le hace falta a nuestra sociedad es mucha pluma y mucho martillo para que no se desprecie a nadie por los agudos que alcanza su voz… entonces la pregunta puede seguir teniendo sentido: ¿Podemos ser mariconas o machorras y además cristianas?

Para responder a la segunda parte de la pregunta deberíamos aclarar que entendemos nosotros por ser cristiano. Si ser cristiana significa formar parte de una iglesia determinada, pues habrá que ver en el contrato con dicha institución cuales son las cláusulas. La mayoría de iglesias a día de hoy nos dirán que no, que es imposible, que regocijarse en el delito de género invalida a una persona para ser cristiana. Uno puede ser todo lo puto que quiera en privado, pero dentro de la iglesia uno tiene que parecer un hombre o una mujer honorable. Si eres tortillera tendrás que aguantarte tus deseos y parecer una heterosexual reprimida, casta y pura. Los maricones contentos de serlo no serán bienvenidos, sólo los que disfracen sus ademanes con un halo de espiritualidad y entrega que les haga pasar por hombres comprometidos con el evangelio. Así que lo queramos o no, por mucha fe que digamos tener en Jesucristo, nos es imposible ser sarasas o bolleras cristianas. En las iglesias VIP sólo hay sitio para hombres y mujeres de verdad. Sólo por ellas y ellos murió Jesucristo en una cruz… sólo la masculinidad y la feminidad normativas tienen derecho a la salvación y a un banco en las iglesias.

Haría aquí un inciso para hacer notar que el cristianismo, como el género, no es más que un ideal que otorga derecho de existencia a quienes constantemente lo imitan con más o menos aproximación. No existe un cristianismo verdadero con el que medir la bondad o maldad de las personas que dicen ser cristianas… Lo que cada tradición cristiana tiene son unas convenciones más o menos restrictivas de lo que significa ser seguidor de Jesucristo. Y esas convenciones van cambiando a lo largo de la historia, por mucho que les moleste a los fundamentalistas e integristas cristianos. La manera de entender a Jesús, el evangelio, la Iglesia o al ser humano, en una iglesia del siglo III en el norte de África, no tiene nada que ver con como entiende todo eso una iglesia del siglo XXI en Estados Unidos (por poner un ejemplo). El modelo va cambiando, y quien en un momento pudo ser llamado cristiano, quizás hoy no lo sería. De la misma manera que quien hoy es rechazada, puede ser mañana mismo un ejemplo de buena cristiana (espero que no a costa de rechazar otras diversidades).

Pero volvamos a la pregunta… y si entendemos que ser cristiano pasa porque una iglesia nos dé su visto bueno, nos encontramos con el primer rayo de luz, con la primera posibilidad de responder que sí, que las invertidas podemos ser cristianas. Esto se debe a que hay iglesias que han decidido abrirse a nuestra diversidad. De todas formas creo que es mejor no poner el grito en el cielo y entrar a valorar en cada caso si es verdad eso de que podemos ser bolleras y cristianas en esas comunidades, si de verdad nuestra experiencia sirve para construir la iglesia, o sólo somos unas invitadas a la casa del dios Heterosexual comprensivo y moderno. ¿Se han dado cuenta de que las camioneras y los muerde almohadas de verdad ponemos en entredicho muchos de sus principios porque nacieron y crecieron en un mundo que adoraba al dios Hombre y la diosa Mujer? Hay veces que la respuesta es sí, y entonces habremos llegado a la conclusión de que se puede ser maricón y ser aceptado en una comunidad cristiana. Si eso le sirve a alguien… pues entonces que lo disfrute. Pero en el fondo esa necesidad de aceptación en una determinada comunidad, ¿no nos impide ser verdaderos maricones y bolleras? ¿No estamos vendiendo nuestra identidad al diablo? Los chupaculos y las come conchas de verdad no necesitan la aceptación a toda costa, lo que buscan es poder vivir su fe junto a otros cristianos diversos, imperfectos, pecadores e incongruentes. ¿Todo vale para ser aceptados? ¿Incluso la tolerancia a cambio de que no hagamos alarde de nuestra desviación?

Tengo la convicción de que de la misma manera que podemos llegar a ser amanerados o machungas por elección propia, por reapropiación de la injuria, también somos cristianas y cristianos porque así lo hemos decidido y nos da la gana, porque hemos dicho sí a la llamada del maestro. No se trata de que una iglesia nos abra sus puertas, por muy importante que eso pueda ser no es aquí donde se decide nuestra pertenencia a Cristo. Los bujarrones y las tortilleras somos cristianas por la fe en Jesucristo. Es en el seguimiento de Jesús, un Jesús que se pasó en más de una ocasión el género por el forro, donde nos convertimos en cristianos. Y cuidado con ir siguiendo al hombre Jesús que los adoradores del dios Hombre y la diosa Mujer predican… Lo han adulterado a su conveniencia. Seamos valientes y miremos a ese Jesús con nuestros propios ojos, con nuestras plumas, y digamos de verdad lo que pensamos: que ese Jesús no era un hombre como los demás, que era una de las nuestras. Una perdedora a la que le podía el sentimiento… Una luchadora que no se comportó como todo el mundo esperaba.

Y una vez sabido que podemos elegir ser chupa pollas o come almejas y cristianos, y que esa elección depende siempre en primera instancia de nosotras mismas y no de los carteles que el resto del mundo nos ponga; trabajemos para que algún día esta pregunta, como esta reflexión… no tengan ningún sentido.

Carlos Osma

Espiritualidad, General , , ,

Remar en la noche…

Domingo, 7 de febrero de 2016
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Habrá siempre que remar por la noche
contra las olas y el viento…

¡Pero por qué te asustas siempre!
¿Te toca a ti remediarlo?

¿ Por qué, infeliz,
no pides auxilio?
¿A qué esperas para hacerlo?

Tentación siempre recurrente
de bajar los brazos,
en lugar de gritar tu desconcierto …

¡No porque estés en la oscuridad
estás obligado a rechazar la luz!

No te aferres a nada, se entiende,
pero no olvides la Corriente que te lleva!

Grano de polvo en el espacio infinito,
no olvides sin embargo
de qué Cuerpo eres sólo una parte ínfima…

Que tu mirada interior
permanezca vuelta, pase lo que pase,
hacia él, más allá de tus miedos, de tu cansancio
y de tus pensamientos débiles…

Porque es de Él, y sin cesar,
De quien tienes que recibir todo…
*
Philippe,
hermano de la Communion Béthanie.
***

 

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.

Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

– “Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.”

Simón contestó:

“Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.”

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:

– “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.”

Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón:

“No temas; desde ahora serás pescador de hombres.”

Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

*

Lucas 5, 1-11

***indios

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“Reconocer el pecado”. 5 Tiempo ordinario – C (Lucas 5,1-11)

Domingo, 7 de febrero de 2016
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5-TO-CEl relato de «la pesca milagrosa» en el lago de Galilea fue muy popular entre los primeros cristianos. Varios evangelistas recogen el episodio, pero solo Lucas culmina la narración con una escena conmovedora que tiene por protagonista a Simón Pedro, discípulo creyente y pecador al mismo tiempo.

Pedro es un hombre de fe, seducido por Jesús. Sus palabras tienen para él más fuerza que su propia experiencia. Pedro sabe que nadie se pone a pescar al mediodía en el lago, sobre todo si no ha capturado nada por la noche. Pero se lo ha dicho Jesús y Pedro confía totalmente en él: «Apoyado en tu palabra, echaré las redes».

Pedro es, al mismo tiempo, un hombre de corazón sincero. Sorprendido por la enorme pesca obtenida, «se arroja a los pies de Jesús» y con una espontaneidad admirable le dice: «Apártate de mí, que soy pecador». Pedro reconoce, ante todos, su pecado y su absoluta indignidad para convivir de cerca con Jesús.

Jesús no se asusta de tener junto a sí a un discípulo pecador. Al contrario, si se siente pecador, Pedro podrá comprender mejor su mensaje de perdón para todos y su acogida a pecadores e indeseables. «No temas. Desde ahora, serás pescador de hombres». Jesús le quita el miedo a ser un discípulo pecador y lo asocia a su misión de reunir y convocar a hombres y mujeres de toda condición a entrar en el proyecto salvador de Dios.

¿Por qué la Iglesia se resiste tanto a reconocer sus pecados y confesar su necesidad de conversión? La Iglesia es de Jesucristo, pero ella no es Jesucristo. A nadie puede extrañar que en ella haya pecado. La Iglesia es «santa» porque vive animada por el Espíritu Santo de Jesús, pero es «pecadora» porque no pocas veces se resiste a ese Espíritu y se aleja del evangelio. El pecado está en los creyentes y en las instituciones; en la jerarquía y en el pueblo de Dios; en los pastores y en las comunidades cristianas. Todos necesitamos conversión.

Es muy grave habituarnos a ocultar la verdad pues nos impide comprometernos en una dinámica de conversión y renovación. Por otra parte, ¿no es más evangélica una Iglesia frágil y vulnerable que tiene el coraje de reconocer su pecado, que una institución empeñada inútilmente en ocultar al mundo sus miserias? ¿No son más creíbles nuestras comunidades cuando colaboran con Cristo en la tarea evangelizadora, reconociendo humildemente sus pecados y comprometiéndose a una vida cada vez más evangélica? ¿No tenemos mucho que aprender también hoy del gran apóstol Pedro reconociendo su pecado a los pies de Jesús?

José Antonio Pagola

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