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Dom 3.8.17. El Reino de Dios no se conquista con guerra

Domingo, 3 de septiembre de 2017
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9788466652827Del blog de Xabier Pikaza:

Domingo 22 tiempo ordinario. Ciclo A. Mt 16, 21-27. En días pasados he ofrecido un comentario al evangelio anterior (Mt, 16, 13-20), destacando la promesa de Jesús que dice a Simón: ¡Tú eres Petros/Piedra y sobre esa Petra/Roma edificaré mi Iglesia!

Pero la historia sigue con el evangelio de hoy (Mt 16, 21-27), y el mismo Simón cuya palabra y compromiso aparecía Roca de Cimiento (Papa, Padre) viene a presentarse ahora como Piedra de Tropiezo (Satanás, tentador/tentación, en el sentido original de “skandalon”: lo que hace caer). Estamos pues ante dos “pedros” que son uno:

— Roca de fundamento de la Iglesia, signo de las iglesia
— Piedra de escándalo (Satán), riesgo para todas las iglesias

Marcos 8 sólo citaba el primer rasgo, como si Pedro no hubiera cumplido todavía sus “deberes” de Piedra/Roma (cf. Mc 16, 7-8). Mateo 16 los une de forma sorprendente:

Entre lo más alto (ser roca de cimiento) y lo más bajo (ser piedra de escándalo satánico, riesgo de caída para el edificio) se ha dado y sigue dándose una intensa conexión que nos sitúa ante el principio, la historia y la actualidad de la Iglesia:

a. Principio. Tanto en la historia de Jesús como en el nacimiento de la Iglesia Pedro ha sido una figura ambivalente. Histórico ha sido su destino de “piedra”, pero también es histórico el “escándalo” asociado a su figura, según dice Pablo en Gal 1-2. A pesar de ello (o quizá por ello), Pedro ha sido venerado en principio de la Iglesia, como signo de humanidad ambigua al servicio del evangelio.

imagesb. Historia. A lo largo de los tiempos, la Iglesia de Roma (no así la ortodoxa ni la protestante) ha tendido a silenciar el rasgo escandaloso de Pedro, vinculado al deseo de Poder(es decir de “no sufrir”). Por eso, ella ha destacado su función de Piedra Firme… olvidando a veces que ella ha podido convertirse en “escándalo”, haciendo tropezar y caer a otros.

c. En la actualidad nos hallamos ante los dos rasgos de Pedro, tanto del Pedro histórico como de su “sucesor”, que según la Iglesia católica es el Papa, como obispo de Roma, que habría sido la sede final de Pedro (tras Jerusalén y Antioquía). El Papa actual, llamado Francisco, obispo de Roma, es un hombre privilegiado.

a. Francisco sigue siendo roca de cimiento de la Iglesia, y así le vemos muchos, no sólo entre los católicos, sino también entre los no católicos.

b. Pero, Francisco, como Papa de Roma, sigue formando parte del “escándalo” de la Iglesia, que se mantiene dividida. Es normal, también Jesús fue piedra de escándalo para muchos (como sabe Jn 8)

Ambas cosas a la vez ha sido Pedro (y puede ser actualmente Francisco de Roma), según el evangelio que vamos a leer. Ambas funciones ha cumplido en la historia, aunque una (la del Escándalo) debería desaparecer, para que podamos seguir bendiciendo a Dios por Pedro, y hoy por Francisco.

Quiero hoy rogar por el Papa de Roma, a fin de que pueda seguir siendo un signo de evangelio, de la Buena Nueva de Jesús, no sólo dentro de la Iglesia Católica, sino ante todas las iglesias y ante el mundo entero. En esa línea quieren moverse, en un plano más histórico-exegético las reflexiones que siguen. Buen domingo a todos
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Texto: Mateo 16,21-27

En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: “¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.” Jesús se volvió y dijo a Pedro: “Quítate de mi vista, Satanás, porque eres “escándalo” para mí (me haces tropezar); tú piensas como los hombres, no como Dios.”

Entonces dijo a sus discípulos: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.”

1. El Hijo de Hombre tiene que sufrir.

Después de aceptar la respuesta de Simón (¡Tú eres el Cristo!) y de llamarle Pedro (¡Piedra de la Iglesia!), Jesús profundiza en el tema y entiende (interpreta) su mesianismo (su tarea de Reino) en una línea de entrega (hasta la muerte, si hace falta) a favor de los demás. No es Mesías el que gana y se impone, sino aquel que quiere y puede dar la vida (como indicado su mensaje de no-juicio, de perdón y amor al enemigo).

El tema no es ya sólo cómo viene el Reino de Dios, sino qué hace él (Jesús) y que hace Pedro para que venga. En un momento dado, Jesús ha descubierto que él debe encarnar y cumplir en su vida la verdad de ese mensaje:

Ha de entregarse en amor, no para sufrir sin más (en gesto masoquista), sino para amar, regalando su vida hasta el final en Jerusalén y ratificando de esa forma su tarea, pues sólo así podrá hacer que llegue el Reino (de un modo distinto al que querían Pedro y los demás discípulos).

En esa línea, Jesús no aparece ya como Cristo sin más, sino como Hijo de hombre, en un sentido personal. No ha venido para instaurar un Reino por la fuerza, sino para encarnar en su vida la verdad y tarea del Reino, precisamente en Jerusalén, como quiere Pedro, pero subiendo allí sin armas, no para triunfar sin para amar (es decir, para encarnar y cumplir en su vida su propio mensaje).

Disputa con Pedro: Quítate de mi vista Satanás, pues eres escándalo para mí.

Pedro no acepta esa visión y ese proyecto de Jesús y así sigue pensando en aquello que el Reino ha de darle, atreviéndose a corregir a Jesús, en nombre de una buena tradición israelita. Pues bien, Jesús rechaza a Pedro y su manera de entender el mesianismo como triunfo propio.

En ese contexto, el evangelio recoge un duro enfrentamiento que ha debido darse al interior del grupo de Jesús, en el comienzo de la Iglesia: su proyecto de Reino resultaba discutible y ha sido discutido de hecho (en el tiempo de Jesús o en el tiempo de sus primeros discípulos). En el fondo de esa discusión se halla, sin duda, la forma en que Jesús y sus discípulos han interpretado la subida a Jerusalén y la llegada (implantación) del Reino. Leer más…

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Pedro, portavoz de Satanás, y la parábola del maletín y el joyero. Domingo 22. Ciclo A

Domingo, 3 de septiembre de 2017
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el-joyero-y-el-maletin-domingo-22-ciclo-amaletinDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En el evangelio del domingo anterior, Pedro, inspirado por Dios, confiesa a Jesús como Mesías. Inmediatamente después, dejándose llevar por su propia inspiración, intenta apartarlo del plan que Dios le ha encomendado. El relato lo podemos dividir en tres escenas.

1ª escena: Jesús y los discípulos (primer anuncio de la pasión y resurrección)

En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.

Pedro acaba de confesar a Jesús como Mesías. Él piensa en un Mesías glorioso, triunfante. Por eso, Jesús considera esencial aclarar las ideas a sus discípulos. Se dirigen a Jerusalén, pero él no será bien recibido. Al contrario, todas las personas importantes, los políticos (“ancianos”), el clero alto (“sumos sacerdotes”) y los teólogos (“escribas”) se pondrán en contra suya, le harán sufrir mucho, y lo matarán. Es difícil poner de acuerdo a estas tres clases sociales. Sin embargo, aquí coinciden en el deseo de hacer sufrir y eliminar a Jesús. Pero todo esto, que parece una simple conjura humana, Jesús lo interpreta como parte del plan de Dios. Por eso, no dice a los discípulos: «Vamos a Jerusalén, y allí una panda de canallas me va a perseguir y matar», sino «tengo que ir» a Jerusalén a cumplir la misión que Dios me encomienda, que implicará el sufrimiento y la muerte, pero que terminará en la resurrección.

Para la concepción popular del Mesías, como la que podían tener Pedro y los otros, esto resulta inaudito. Sin embargo, la idea de un personaje que salva a su pueblo y triunfa a través del sufrimien­to y la muerte no es desconocida al pueblo de Israel. La expresó un profeta anónimo, y su mensaje ha quedado en el c.53 de Isaías sobre el Siervo de Dios.

2ª escena: Pedro y Jesús (vuelven las tentaciones)

Jesús termina hablando de resurrección, pero lo que llama la atención a Pedro es el «padecer mucho» y el «ser ejecutado». Según Mc 8,32, Pedro se puso entonces a reprender a Jesús, pero no se recogen las palabras que dijo. Mateo describe su reacción con más crudeza:

Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:

― ¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.

Jesús se volvió y dijo a Pedro:

― Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.

         Ahora no es Dios quien habla a través de Pedro, es Pedro quien se deja llevar por su propio impulso. Está dispuesto a aceptar a Jesús como Mesías victorioso, no como Siervo de Dios. Y Jesús, que un momento antes lo ha llamado «bienaventurado», le responde con enorme dureza: «¡Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar!»

Estas palabras traen a la memoria el episodio de las tentaciones a las que Satanás sometió a Jesús después del bautismo. El puesto del demonio lo ocupa ahora Pedro, el discípulo que más quiere a Jesús, el que más confía en él, el más entusiasmado con su persona y su mensaje. Y Jesús, que no vio especial peligro en las tentaciones de Satanás, ve aquí un grave peligro para él. Por eso, su reacción no es serena, como ante el demonio; no aduce tranquilamente argumentos de Escritura para rechazar al tentador, sino que está llena de violencia: «tú piensas como los hombres, no como Dios.» Los hombres tendemos a rechazar el sufrimiento y la muerte, no los vemos espontáneamente como algo de lo que se pueda sacar algún bien. Dios, en cambio, sabe que eso tan negativo puede producir gran fruto.

Esta función de tentador que desempeña Pedro en el pasaje y la reacción tan enérgica de Jesús nos recuerdan que las mayores tentaciones para nuestra vida cristiana no proceden del demonio, sino de las personas que están a nuestro lado y nos quieren. Frente a una mentalidad que mitifica y exagera el peligro del demonio en nuestra vida, es interesante recordar este episodio evangélico y unas palabras de santa Teresa que van en la misma línea. Después de contar las dudas e incerti­dumbres por las que atravesó en muchos momentos de su vida, causadas a veces por confesores que le hacían ver el demonio en todas partes, resume su experiencia final: «…tengo yo más miedo a los que tan grande le tienen al demonio que a él mismo; porque él no me puede hacer nada, y estotros, en especial si son confe­sores, inquietan mucho, y he pasado algunos años de tan gran trabajo, que ahora me espanto cómo lo he podido sufrir» (Vida, cap. 25, nn.20-22).

3ª escena: Jesús y los discípulos (parábola del maletín y el joyero)

Entonces dijo Jesús a sus discípulos:

― El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.

            No se conocían de nada, sólo les unió compartir dos asientos de primera clase. Ella colocó en el compartimento un elegante estuche con sus joyas. Él, un pesado maletín con su portátil y documentos de sumo interés. El pánico fue común al cabo de unas horas, cuando vieron arder uno de los motores y oyeron el aviso de prepararse para un aterrizaje de emergencia. Tras el terrible impacto contra el suelo, ella renunció a sus joyas y corrió hacia la salida. Él se retrasó intentando salvar sus documentos. El cadáver y el maletín los encontraron al día siguiente, cuando los bomberos consiguieron apagar el incendio. Extrañamente, ella recuperó intacto el estuche de sus joyas.

En tiempos de Jesús no había aviones, y él no pudo contar esta parábola. Pero le habría servido para explicar la enseñanza final de este evangelio. Para entender esta tercera parte conviene comenzar por el final, el momento en el que el Hijo del Hombre vendrá a pagar a cada uno según su conducta. En realidad, sólo hay dos conductas: seguir a Jesús (salvar la vida, renunciando al joyero) o seguirse a uno mismo (salvar el maletín a costa de la vida). Seguir a Jesús supone un gran sacrificio, incluso se puede tener la impresión de que uno pierde lo que más quiere. Seguirse a uno mismo resulta más importante, salvar la vida y el maletín. Pero el avión está ya ardiendo y no caben dilaciones. El que quiera salvar el maletín, perderá la vida. Paradójicamente, el que renuncia al joyero salva la vida y recupera las joyas.

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Domingo XXII del Tiempo Ordinario. 3 Septiembre, 2017

Domingo, 3 de septiembre de 2017
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d22

Impresiona este texto del Evangelio y mucho más si lo situamos en el contexto. Echemos la mirada hacia atrás, rebobinemos unos pasos y veamos la escena con más amplitud.

Dichoso tú, Simón“… una bienaventuranza, …”porque esto te lo ha revelado mi Padre“. Simón, reconocido delante de los demás discípulos por su clarividencia, recibe una nueva identidad. Ahora es Pedro, roca. Y recibe una promesa, una profecía, ”sobre esta Piedra construiré mi Iglesia, y el imperio de la muerte no la vencerá“. Pero, como nos suele pasar a los humanos, Pedro malinterpreta su identidad… y se convierte en piedra de tropiezo. Se siente con la confianza suficiente como para llevar aparte a Jesús, y recriminarle. No quiere oír hablar de sufrimientos ni de muertes… ¡Dios nos libre! Pasamos de Pedro, la Roca, a Pedro, el tentador.

“Aléjate, Satanás”.
“Quieres hacerme caer.”
“Piensas como los hombres, no como Dios.”

Vaya impacto que el Maestro te diga semejante cosa. Y este contraste da mucho que pensar, para meditar sobre la propia vida y las propias maneras de actuar y de interpretarnos.

¿Seré también piedra para la gente cercana? Llevada por mi miedo al sufrimiento, a la muerte, con mi mejor intención, ¿manipulo y malinterpreto los acontecimientos a mi gusto? ¿Vivo bloqueando o dejando fluir?

Y Jesús se vuelve a los discípulos. Ya no es una conversación privada entre Pedro y Él. E invita, no impone ni obliga, propone:

“Si alguien quiere seguirme…”

Seguir es un verbo de movimiento, indica dinamismo y vitalidad. Y la entrega relacionada con el seguimiento también. Una entrega que no es sometimiento ni  vasallaje, sino ofrenda y renuncia. Aunque no nos guste ni oír hablar de eso de la renuncia. ¡La identificamos con falta de libertad! Podemos ser piedra que hace tropezar o piedra sobre la que construir, sobre la que cimentar. Y Jesús nos lo dice claro, ponte detrás de mí, y renuncia a la tentación de controlarlo todo, de encuadrarlo todo según tus criterios. No enganches, suelta. No bloquees, fluye.

Oración.

Me cuesta renunciar a mi,

pero quiero ser ofrenda.

Me gusta cuando lo entiendo todo,

pero, en verdad, no sé nada…

Y sigo queriendo seguirte,

aunque no me gusta queme hables de cruz ni de muerte.

No renuncio a la palabra con la que lo transformas todo:

Hágase.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Ni el placer ni el dolor deben condicionar mi plenitud.

Domingo, 3 de septiembre de 2017
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indiceMt 16, 21-27

El texto es continuación del leído el domingo pasado. Hoy en Cesarea de Filipo, también fuera del territorio de Palestina. Lo que Mt pone hoy en boca de Jesús, ni siquiera es aceptable para los seguidores. Jesús acaba de felicitar a Pedro por expresar pensamientos divinos. Ahora le critica muy duramente por pensar como los hombres. La diferencia es abismal, solo a unas líneas de distancia en el mismo evangelio. Como Pedro, los cristianos en todas las épocas, nos hemos escandalizado de la cruz. Ninguno hubiera elegido para Jesús ese camino. ¿Dónde queda la imagen de Mesías victorioso, Señor o Hijo de Dios?

A pesar de las palabras de Pedro, la actitud ante el anuncio de la muerte demuestra que, ni él ni los demás, habían entendido lo que significaba Jesús. El mayor escollo para poder aceptar lo nuevo, fue su religión. Para entender a Jesús, hay que dejar de pensar como los hombres y empezar a pensar como Dios. Pensar como Dios, es dejar de ajustarse a este mundo; es transfor­marse por la renovación de la mente (Pablo). Para aceptar el mensaje de Jesús, tenemos que cambiar radicalmente nuestra imagen de Dios.

La muerte de Jesús fue para los primeros cristianos el punto más impactante de su vida. Seguramente el primer núcleo de los evangelios lo constituyó un relato de su pasión. No nos debe extrañar que, al redactar el resto de su vida se haga desde esa perspectiva. Hasta cuatro veces anuncia Jesús su muerte en el evangelio de Mt. No hacía falta ser profeta para darse cuenta de que la vida de Jesús corría serio peligro. Lo que decía y lo que hacía estaba en contra de la doctrina oficial, y los encargados de su custodia tenían el poder suficiente para eliminar a una persona tan peligrosa para sus intereses.

Pedro responde a Jesús con toda lógica. ¿Podía Pedro dejar de pensar como judío? Incluso el día que vinieron a prenderle, Pedro saca la espada y atizó un buen golpe a Malco, para evitar que se llevaran al Maestro. Era inconcebible para un judío, que al Mesías lo mataran los más altos representantes de Dios. El texto quiere transmitirnos que la idea falsa de Dios, que manejan, hacía a Jesús inaceptable como representante de Dios. La crítica de Jesús va dirigida a los de dentro, no a los de fuera.

La respuesta de Jesús a Pedro es la misma que dio al diablo en las tentaciones. Ni a los fariseos, ni a los letrados, ni a los sacerdotes dirige Jesús palabra tan duras. Quiere indicar que la propuesta de Pedro era la gran tentación, también para Jesús. La verdadera tentación no viene de fuera, sino de dentro. Lo difícil no es vencerla sino desenmascararla y tomar conciencia de que ella es la que puede arruinar nuestra Vida. Jesús no rechaza a Pedro, pero quiere que descubra su verdadero mesianismo, que no coincide ni con el del judaísmo oficial ni con lo que esperaban los discípulos.

El seguimiento es muy importante en todos los evangelios. Se trata de abandonar cualquier otra manera de relacionarse con Dios y entrar en la dinámica espiritual que Jesús manifiesta en su vida. Es identificarse con Jesús en su entrega a los demás, sin buscar para sí poder o gloria. Negarse a sí mismo supone renunciar a toda ambición personal. El individualismo, el egoísmo, quedan descartados de Jesús y del que quiera seguirlo. Cargar con la cruz es aceptar la oposición del mundo. Se trata de la cruz que nos infligen otras personas -sean amigas o enemigas- por ser fieles al evangelio.

En tiempo de Jesús, la cruz era la manera más denigrante de ejecutar a un reo. El carácter simbólico solo llegó para los cristianos después de comprender la muerte de Jesús. Como el relato habla de la cruz en sentido simbólico, es improbable que esas palabras las pronunciara Jesús. El condenado era obligado a cargar con la parte trasversal de la cruz (patibulum). No está hablando de la cruz aceptada voluntariamente, sino de la impuesta por haber sido fiel a sí mismo y Dios. Lo que debemos buscar es la fidelidad. La cruz será consecuencia inevitable de esa fidelidad.

Jesús nos muestra el camino que nos puede llevar más lejos hacia mayor humanidad. La propuesta de Jesús es la única manera de ser humano. Todo ser humano debe aspirar a ser más; incluso a ser como Dios. Pero debe encontrar el camino que le lleve a su plenitud. Los argumentos finales dejan claro que las exigencias, que parecen tan duras, son las únicas sensatas. Lo que Jesús exige a sus seguidores es que vayan por el camino del amor, por el camino del servicio a los demás, aunque ese camino nos cueste esfuerzo. Aquí está la esencia del mensaje cristiano. No se trata de renunciar a nada, sino de elegir en cada momento lo mejor para mí. Interpretarlo como renuncia es no haber entendido ni jota.

Jesús no pretende deshumanizarnos como se ha entendido con frecuencia sino llevarnos a la verdadera plenitud humana. No se trata de sacrificarse, creyendo que eso es lo que quiere Dios. Dios quiere nuestra felicidad en todos los sentidos. Dios no puede “querer” ninguna clase de sufrimiento; Él es amor y solo puede querer para nosotros lo mejor. Nuestra limitación es la causa de que, a veces, el conseguir lo mejor exige elegir entre distintas posibilidades, y el reclamo del gozo inmediato inclina la balanza hacia lo que es menos bueno e incluso malo; entonces mi verdadero ser queda sometido al falso yo.

La mayoría de nuestras oraciones pretenden poner a Dios de nuestra parte en un afán de salvar el ego y la individualidad, exigiéndole que supere con su poder nuestras limitaciones. Lo que Jesús nos propone es alcanzar la plenitud despegándonos de todo apego. Si descubrimos lo que nos hace más humanos, será fácil volcarnos hacia esa escala de valores. En la medida que disminuyo mi necesidad de seguridades materiales, más a gusto, más feliz y más humano me sentiré. Estaré más dispuesto a dar y a darme, aunque me duela, porque eso es lo que me hace crecer en mi verdadero ser.

Una perfecta vida biológica, no supone ninguna garantía de mayor humanidad. Todo lo contrario, ganar la Vida es perder la vida, yendo más allá del hedonismo. Lo biológico es necesario, pero no es lo importante. Sin dejar de dar la importancia que tiene a la parte sensible, debes descubrir tu verdadero ser y empezar a vivir en plenitud. La muerte afecta solo a tu ser biológico, pero se pierde siempre. Si accedes a la verdadera Vida, la muerte pierde su importancia. La plenitud se encuentra más allá de lo caduco: no más allá en tiempo, sino más allá en profundidad, pero aquí y ahora.

Para ser cristiano, hay que trasformarse. Hay que nacer de nuevo. Lo natural, lo cómodo, lo que me pide el cuerpo, es acomodarme a este mundo. Lo que pide mi verdadero ser es que vaya más allá de todo lo sensible y descubra lo que de verdad es mejor para la persona entera, no para una parte de ella. Los instintos no son malos; que los sentidos quieran conseguir su objeto no es malo. Sin embargo la plenitud del ser humano está más allá de los sentidos y de los instintos. La vida humana no se nos da para que la guardemos y preservemos, sino para que la consumamos en beneficio de los demás.

Meditación

Nacer de nuevo, nacer del Espíritu, es la propuesta de Jesús.
En lo biológico estamos siempre; es el punto de partida.
Lo espiritual hay que descubrirlo y vivirlo.
Si no entro en la dinámica del Espíritu,
permaneceré en el ámbito de lo sensible
y quedará frustrado lo humano en mí.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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No ser, sino servir.

Domingo, 3 de septiembre de 2017
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22-TOA-evSolo te pido lo que quieras darme…

– Si te sobra una florecilla, dámela para mi corazón.
-¿Y si la flor tiene espinas?
-¡Dame también las espinas! (R. Tagore)

3 de septiembre. Domingo XXII del TO

Mt 16, 21-27

Quien quiera seguirme que se niegue a sí mismo

Lo que Jesús nos propone con esta invitación, no es un acto de compasión. Es una propuesta de compromiso personal con los problemas de los demás, y una empresa de transformación del mundo y de uno mismo. Estoy de acuerdo con la consideración que José Enrique Galarreta hace de Jesús cuando dice que “Hay que leer la pasión mirando el corazón de ese hombre; se queda uno pasmado del corazonazo que tiene, tan sensible y tan valiente, tan maravillosamente humano”.

Ideas plenamente bíblicas, que nos proponen el uso y el disfrute de los bienes terrenales como parte de lo divino humanamente encarnado. Solo un par de muestras. En el Sal 19, 11, dice el salmista: “Tus preceptos son mi herencia perpetua, son el gozo de mi corazón”. Y Jn 16, 24 pone en boca de Jesús estas palabras: “Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa”Alegría y gozo transformados en felicidad, e igualmente compartidos por el budismo, que nos impulsará a hacer a los demás felices. Aunque, como propone el Dalai Lama, buscándola dentro de uno mismo.

Para lograrlo, hay que vencer la tentación de utilizar la religión en provecho propio y en dominio sobre los demásNo se trata de ser, sino de servir. La magia se utilizó en ocasiones para controlar las fuerzas de la Naturaleza y las espirituales en este espurio sentido. La Iglesia lo calificó de simonía -pretensión de la compra o venta de lo espiritual por medio de bienes materiales-, uno de los principales pecados de la sociedad eclesiástica de la Edad Media: como la venta de cargos eclesiásticos, sacramentos, reliquias, etc. El nombre viene de la historia de Simón Mago, relatada en Hechos de los Apóstoles, capítulo 8.

¡Qué posición tan opuesta a la adoptada, una vez más, por la Naturaleza! Los expertos en arrecifes coralinos, dicen que los corales -en parte animal, en parte vegetal, y en parte mineral-, se embarcan en ingentes proyectos comunales de construcción que se extienden sobre muchas generaciones. Cada uno de los individuos, conocidos con el humilde nombre de pólipos, contribuye a la edificación del exoesqueleto colectivo de su colonia. En un arrecife, miles de millones de pólipos que pertenecen a un centenar de especies distintas se dedican en cuerpo y alma a esta misma tarea fundamental.

Podríamos decir que para estos pequeños organismos, el objetivo fundamental de su existencia se centra en la tarea de servir, en colaborar en la prolongación de la vida de la especie. Rabindranath Tagore lo asume en estos versos del Poema 26 de El Jardinero:

Solo te pido lo que quieras darme…
– Si te sobra una florecilla, dámela para mi corazón.
-¿Y si la flor tiene espinas?
-¡Dame también las espinas!

Lo repitió Jesús a sus discípulos: “Quien quiera ser el primero, que se haga vuestro esclavo. Lo mismo que este Hombre no vino a ser servido sino a servir: Mt. 20, 28; Mc 10, 45; Lc. 22, 27. Y el Papa Francisco, atento siempre a lo que supone donación y servicio, lo manifiesta muy poéticamente en estos versos:

“Los ríos no beben su propia agua;
los árboles no comen sus propios frutos.
El sol no brilla para sí mismo;
y las flores no esparcen su fragancia
para sí mismas.
Vivir para los otros es una regla de la naturaleza…

La vida es buena cuando tú estás feliz; pero es mucho mejor cuando los otros son felices por causa tuya”.

 

Vicente Martínez

 Fuente Fe Adulta

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La palabra seduce y crea.

Domingo, 3 de septiembre de 2017
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wp_20170802_13_59_22_pro-e1503912088272La Palabra es medio de comunicación y medio de Creación. Dios “dice y crea”, pero no de una vez para siempre, sino que en esa comunicación con lo creado se va desarrollando el fascinante universo en el que habitamos.

La Palabra cada vez es más nítida, más clara. Anuncia y denuncia porque el propósito de la Creación es la armonía entre todos los seres, el disfrute de las cosas bellas, la vida en plenitud. Sin embargo, la codicia, el orgullo, el miedo a que no haya suficiente para todos hace que los más fuertes opriman a los más débiles, que se marquen diferencias entre razas, pueblos, incluso entre religiones.

La Palabra es el medio por el que Dios se ha comunicado con su pueblo desde nuestros primeros padres y madres. Es la que sedujo a Jeremías a seguir hablando a pesar de las burlas y malos tratos. Suena fuerte la palabra pero sí, le sedujo porque la palabra no es un vocablo, es Alguien vivo, que quema en las entrañas como fuego ardiente, que aunque intentes contenerla no puedes, como dice el profeta.

La Palabra es la búsqueda del corazón humano. Con ansia, con pasión, con sed, con deseo. Si no es así no es búsqueda de verdad. Nuestra expresión verbal siempre se queda corta cuando quiere describir lo que albergamos por dentro porque es todo nuestro ser el que desea: la mente, el corazón y todo nuestro cuerpo. Desea la plenitud para la que fuimos creados, desea a Dios.

No entiende quien se para ante las contradicciones, quien busca la lógica en un lenguaje que no se atiene a las reglas establecidas. “No os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente”, dice Pablo en la carta a los Romanos. Estad atentos, escuchad con el corazón y viviréis.

La Palabra se hace uno de nosotr@s en Jesús. Muy pronto su vida se convierte en denuncia como la de los profetas. Y Él tiene que vencer no sólo su miedo a perder la vida sino también el miedo de los que le siguen. Ellos no quieren cambiar su mentalidad, en el fondo se buscan a sí mismos, no a Dios. La Palabra no ha calado en sus corazones y piensan como “todo el mundo”.

La Palabra intenta hacerse un hueco entre nosotr@s hoy después de veinte siglos. Esa Palabra sigue diciendo y creando; por nuestro lado la búsqueda y la sed están ahí como parte de nuestra identidad. Estamos sedientos de vida con sentido, de plenitud de creación, de Palabra hecha vida.

“Decir y crear” es nuestra tarea. En la comunicación con lo creado se va desarrollando el fascinante universo en el que habitamos.

Carmen Notario

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

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María nos ha hecho descubrir lo femenino de Dios.

Jueves, 17 de agosto de 2017
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SONY DSC Lc 1, 39-56 LA ASUNCIÓN

No debemos caer en el error de considerar a María como una entidad paralela a Dios, sino como un escalón que nos facilita el acceso a Él. El cacao mental que tenemos sobre María, se debe a que no hemos sido capaces de distinguir en ella dos aspectos: uno la figura histórica, la mujer que vivió en un lugar y tiempo determinado y que fue la madre de Jesús; otro la figura simbólica, mitológica que hemos ido creando a través de los siglos, siguiendo los mitos ancestrales de la Diosa Madre y la Madre Virgen. Las dos figuras han sido y siguen siendo importantes para nosotros, pero no debemos mezclarlas.

De María real, con garantías de historici­dad no podemos decir casi nada. Los mismos evangelios son extremadamente parcos en hablar de ella. Una vez más debemos recordar que para aquella sociedad la mujer no contaba. Podemos estar completamente seguros de que Jesús tuvo una madre y además, de ella dependió totalmente su educación durante los once o doce primeros años de su vida. El padre en la sociedad judía del aquel tiempo, se desentendía totalmente de los niños. Solo a los 12 ó 13 años, los tomaban por su cuenta para enseñarles a ser hombres, hasta entonces se consideraban un estorbo.

De lo que el subconsciente colectivo ha proyectado sobre María, podíamos estar hablando semanas. Solemos caer en la trampa de equiparar mito con mentira. Los mitos son maneras de expresar verdades a las que no podemos llegar por vía racional. Suelen ser intuiciones que están más allá de la lógica, que son percibidas desde lo hondo del ser. Los mitos han sido utilizados en todos los tiempos, y son formas muy valiosas de aproximarse a las realidades más misteriosas y profundas que afectan a los seres humanos.

En una sociedad machista, en la que Dios es signo de poder y autoridad, el subconsciente ha encontrado la manera de hablar de lo femenino de Dios a través de una figura humana, María. No se puede prescindir de la imagen de lo femenino si queremos llegar a los entresijos de la divini­dad. Hay aspectos de Dios, que solo a través de las categorías femeninas podemos expresar. Claro que llamar a Dios Padre o Madre, son solo metáforas para poder expresarnos. Usando solo una de las dos, la idea de Dios queda falsificada.

Durante milenios, se ha utilizado la idea de Dios Padre, de una manera machista para identificar al varón con Dios y de ese modo creerse el detentador del poder con relación a la mujer. Esto sigue pasando hoy día a todos los niveles, y no tenemos más remedio que denunciarlo como una tergiversación de la idea de Dios y una devaluación de todo lo femenino, incluida la parte de feminidad que existe en cada ser humano masculino.

La idea de la Madre Virgen es un mito ancestral que no tiene en absoluto connotaciones sexuales. Se trata de la Madre primordial que no necesita concurrencia de nadie para producir la vida. Seguramente la “Madre”, origen de todo lo que existe, fue la primera idea de divinidad que surgió entre los humanos. Un Dios Padre hace la creación. Un Dios Madre da a luz, procrea. La diferencia entre estos conceptos es enorme. El Padre puede desentenderse de lo creado. La Madre seguirá pendiente de lo que ha nacido de ella.

El hecho de que la Asunción sea una de las fiestas más populares de nuestra religión no garantiza que se haya entendido correctamente. Todo lo que se refiere a María tiene que ser tamizado por un poco de sentido común, que ha faltado a la hora de colocarle toda clase de capisayos que la desfiguran hasta hacerla incapaz de ser expresión de lo divino. La imagen mitológica de María será positiva, mientras no distorsione su figura, alejándola tanto de la realidad, que la convierte en inservible para acercarnos a lo divino.

La Asunción de María fue durante muchos años una verdad de fe aceptada por el pueblo sencillo. Solo a mediados del siglo pasado, se proclamó como dogma de fe. Es curioso que, como todos los dogmas, se defina en momentos de dificultad para la Iglesia, con el ánimo de apuntalar los privilegios que la sociedad le estaba arrebatando.

Hay que tener en cuenta que una cosa es la verdad que se quiere definir y otra muy distinta la formulación en que se mete esa verdad. Ni Jesús, ni María, ni ninguno de los que vivieron en su tiempo, hubieran entendido nada de esa definición. Sencillamente porque está hecha desde una filosofía completamente ajena a su manera de pensar. Para ellos el ser humano no es un compuesto de cuerpo y alma, sino una única realidad que se puede percibir bajo diversos aspectos, pero sin perder nunca su unidad.

No podemos entender literalmente el dogma. Pensar que un ser físico, María, que se encuentra en un lugar, la tierra, es trasladado localmente a otro lugar, el cielo, no tiene ni pies ni cabeza. Hace unos años se le ocurrió decir al Papa Juan Pablo II que el cielo no era un lugar, sino un estado. Pero me temo que la inmensa mayoría de los cristianos no ha aceptado la explicación, aunque nunca la doctrina oficial había dicho tal cosa.

Cuando el dogma habla de “en cuerpo y alma”, no debemos entenderlo como lo material o biológico por una parte, y lo espiritual por otra. El hilemorfismo, mal entendido, nos ha jugado un mala pasada. Los conceptos griegos de materia y forma, son ambos conceptos metafísicos. El dogma no afirma que el cuerpo biológico de María está en alguna parte, sino que todo el ser de María ha llegado a identificarse con Dios.

Cuando nos dicen que fue un privilegio, porque los demás serán llevados de la misma manera al cielo, pero después del juicio final, ¿De qué están hablando? Para los que han terminado el curso de esta vida, no hay tiempo. Todos los que han muerto están en la eternidad, que no es tiempo acumulado, sino un instante. Concebir el más allá, como si fuera continuación del más acá, nos ha metido en un callejón sin salida; y parece que muchos se encuentran muy a gusto en él. Del más allá no sabemos nada.

El dogma es un intento de proponer que la salvación de María fue absoluta y total, es decir, que alcanzó su plenitud. Esa plenitud solo puede consistir en una identificación con Dios. Como en el caso de la ascensión, se trata de un cambio de estado. María ha terminado el ciclo de su vida terrena y ha llegado a su plenitud, no a base de añadidos externos sino por un proceso interno de identificación. En esa identificación con Dios no cabe más. Ha llegado al límite de las posibilidades. Esa meta es la que nos espera. En lenguaje bíblico “cielos” significa el ámbito de lo divino. María está ya en “el cielo”.

Los relatos de la infancia son teología. No tiene sentido entenderlos literalmente. Inspirándose en el AT, Lc nos traza los rasgos fundamentales de lo que descubrieron en Jesús los primeros cristianos. Lo que afirma de Jesús, es lo que pensaban de él cuando ya había desarrollado su actividad. María, una vez concebido Jesús, se convierte en cristiana. Va a ayudar a su prima que la necesitaba. Lo que sucede entre Jesús y Juan en el vientre de sus madres, pretende dejar claro que Jesús es más que Juan.

Meditación

El Magníficat: resumen de las aspiraciones de un pueblo.
Este cántico pone en boca de María estos sentimientos
y nos invita a desarrollarlos interiormente.
Su mejor obra la desplegó Dios en María, al decir “Fiat”.
La seguirá desplegando en cada uno de nosotros,
En la medida que sepamos estar, como ella, disponibles.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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“Seguidora fiel de Jesús”. Asunción de María – A (Lucas 1,39-56)

Martes, 15 de agosto de 2017
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20-Asunción-385x1024Los evangelistas presentan a la Virgen con rasgos que pueden reavivar nuestra devoción a María, la Madre de Jesús. Su visión nos ayuda a amarla, meditarla, imitarla, rezarla y confiar en ella con espíritu nuevo y más evangélico.

María es la gran creyente. La primera seguidora de Jesús. La mujer que sabe meditar en su corazón los hechos y las palabras de su Hijo. La profetisa que canta al Dios, salvador de los pobres, anunciado por él. La madre fiel que permanece junto a su Hijo perseguido, condenado y ejecutado en la cruz. Testigo de Cristo resucitado, que acoge junto a los discípulos al Espíritu que acompañará siempre a la Iglesia de Jesús.

Lucas, por su parte, nos invita a hacer nuestro el canto de María, para dejarnos guiar por su espíritu hacia Jesús, pues en el «Magníficat» brilla en todo su esplendor la fe de María y su identificación maternal con su Hijo Jesús.

María comienza proclamando la grandeza de Dios: «mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava». María es feliz porque Dios ha puesto su mirada en su pequeñez. Así es Dios con los sencillos. María lo canta con el mismo gozo con que bendice Jesús al Padre, porque se oculta a «sabios y entendidos» y se revela a «los sencillos». La fe de María en el Dios de los pequeños nos hace sintonizar con Jesús.

María proclama al Dios «Poderoso» porque «su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». Dios pone su poder al servicio de la compasión. Su misericordia acompaña a todas las generaciones. Lo mismo predica Jesús: Dios es misericordioso con todos. Por eso dice a sus discípulos de todos los tiempos: «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Desde su corazón de madre, María capta como nadie la ternura de Dios Padre y Madre, y nos introduce en el núcleo del mensaje de Jesús: Dios es amor compasivo.

María proclama también al Dios de los pobres porque «derriba del trono a los poderosos» y los deja sin poder para seguir oprimiendo; por el contrario, «enaltece a los humildes» para que recobren su dignidad. A los ricos les reclama lo robado a los pobres y «los despide vacíos»; por el contrario, a los hambrientos «los colma de bienes» para que disfruten de una vida más humana. Lo mismo gritaba Jesús: «los últimos serán los primeros». María nos lleva a acoger la Buena Noticia de Jesús: Dios es de los pobres.

María nos enseña como nadie a seguir a Jesús, anunciando al Dios de la compasión, trabajando por un mundo más fraterno y confiando en el Padre de los pequeños.

José Antonio Pagola

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“Creo en Jesús”, por Gustavo Valls.

Martes, 1 de agosto de 2017
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jesus-abrazo-2Creo en Jesús por lo que Jesús significa: “Yeshua: DIOS AYUDA”

En su nombre se contiene toda mi fe. Un Dios que se acerca y ayuda, que se inclina y nos socorre, que nos ama y acompaña.

“Dios ayuda” ¿hace falta algo más?

Creo en Jesús sensible y atento a la situación límite de su pueblo, de su gente y a la vez impotente para solucionar todos los problemas. Hizo lo que estuvo a su alcance.

Creo en Jesús que se puso al lado de los que sufren, de los excluidos por la sociedad y por la religión: pecadores y prostitutas, enfermos y pobres, mujeres y niños y les infundió amor y la certeza que Dios los ama, no están solos.

Creo en Jesús porque Él se sintió Hijo amado y porque esa filiación es don universal; filiación que todos hemos recibido desde nuestra concepción y que nos invita a decirle a Dios ABBA, Papá-Mamá como niño que descubre la maravilla de la paternidad-maternidad divina sin comprenderla

Creo que Jesús no es un Señor que nos somete sino el que nos hace libres como El y nos libera de todos los señores que se creen poderosos oprimiendo y sometiendo.

Creo en Jesús que nos devuelve la confianza en nosotros mismos y nos dice: “Tu fe te ha salvado”

Creo en Jesús que le inspira el Espíritu de Dios, que es el Hombre del Espíritu por excelencia. Y que fue concebido por el Espíritu Santo, que es Dios, no en el sentido biológico de que el Espíritu realiza en María la acción de José sino q experimenta q el Espíritu es  la esencia de su ser, de su vida.

Creo en Jesús que el Espíritu, desde que apareció la especie Homo en el Universo, fue encarnándose en cada uno y en todos sin distinción alguna y nos enseñó así q la Paternidad-Maternidad Divina nunca fue ni es enemiga de la paternidad-Maternidad hna. Y a la vez que no es enemigo del cuerpo.

Creo en Jesús porque me regaló una madre que es santa no porque sea inmaculada, angélica, irreal sino porque en su seno aceptó el don de Dios: su Hijo. Su santidad no consiste en ser perfecta, dejaría de ser humana sino porque vivió en la fe el misterio de la encarnación, como lo viven todas las madres, sin saberlo.

Toda mujer, todo hombre está llamado a encarnar a Dios.

El ser carne no es obstáculo sino camino para la realización plena de la filiación divina en lo humano.

Creo en Jesús porque es el perfeccionador de nuestra fe.

No necesito más dogmas ni miedos ni castigos. Tengo quien me anima en mis flaquezas y debilidades, en mis sufrimientos y en mis dudas.

Creo en Jesús porque en Jesús Dios me acompaña y habita en mí.

Creo en Jesús porque mi deseo es creer en Dios como Jesús creía en Dios.

Gustavo Valls

Fuente Fe Adulta

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“La decisión más importante”. 30 de julio de 2017. 17 tiempo ordinario (A). Mateo 13, 44-52.

Domingo, 30 de julio de 2017
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40. A 17El evangelio recoge dos breves parábolas de Jesús con un mismo mensaje. En ambos relatos, el protagonista descubre un tesoro enormemente valioso o una perla de valor incalculable. Y los dos reaccionan del mismo modo: venden con alegría y decisión lo que tienen, y se hacen con el tesoro o la perla. Según Jesús, así reaccionan los que descubren el reino de Dios.

Al parecer, Jesús teme que la gente le siga por intereses diversos, sin descubrir lo más atractivo e importante: ese proyecto apasionante del Padre, que consiste en conducir a la humanidad hacia un mundo más justo, fraterno y dichoso, encaminándolo así hacia su salvación definitiva en Dios.

¿Qué podemos decir hoy después de veinte siglos de cristianismo? ¿Por qué tantos cristianos buenos viven encerrados en su práctica religiosa con la sensación de no haber descubierto en ella ningún “tesoro”? ¿Dónde está la raíz última de esa falta de entusiasmo y alegría en no pocos ámbitos de nuestra Iglesia, incapaz de atraer hacia el núcleo del Evangelio a tantos hombres y mujeres que se van alejando de ella, sin renunciar por eso a Dios ni a Jesús?

Después del Concilio, Pablo VI hizo esta afirmación rotunda: ”Solo el reino de Dios es absoluto. Todo lo demás es relativo”. Años más tarde, Juan Pablo II lo reafirmó diciendo: “La Iglesia no es ella su propio fin, pues está orientada al reino de Dios del cual es germen, signo e instrumento”. El Papa Francisco nos viene repitiendo: “El proyecto de Jesús es instaurar el reino de Dios”.

Si ésta es la fe de la Iglesia, ¿por qué hay cristianos que ni siquiera han oído hablar de ese proyecto que Jesús llamaba “reino de Dios”? ¿Por qué no saben que la pasión que animó toda la vida de Jesús, la razón de ser y el objetivo de toda su actuación, fue anunciar y promover ese proyecto humanizador del Padre: buscar el reino de Dios y su justicia?

La Iglesia no puede renovarse desde su raíz si no descubre el “tesoro” del reino de Dios. No es lo mismo llamar a los cristianos a colaborar con Dios en su gran proyecto de hacer un mundo más humano, que vivir distraídos en prácticas y costumbres que nos hacen olvidar el verdadero núcleo del Evangelio.

El Papa Francisco nos está diciendo que “el reino de Dios nos reclama”. Este grito nos llega desde el corazón mismo del Evangelio. Lo hemos de escuchar. Seguramente, la decisión más importante que hemos de tomar hoy en la Iglesia y en nuestras comunidades cristianas es la de recuperar el proyecto del reino de Dios con alegría y entusiasmo.

José Antonio Pagola

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” Vende todo lo que tiene y compra el campo”. Domingo 30 de julio de 2017. 17º domingo de tiempo ordinario.

Domingo, 30 de julio de 2017
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40-OrdinarioA17Leído en Koinonia:

1Reyes 3,5.7-12: Pediste discernimiento
Salmo responsorial: 118:  ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
Romanos 8,28-30:  Nos predestinó a ser imagen de su Hijo
Mateo 13,44-52: Vende todo lo que tiene y compra el campo

 La palabra de Dios siempre nos va a proponer motivos y razones para acrecentar nuestra inseguridad frente a la vida y frente al seguimiento, de una causa que creemos muy importante para los que nos llamamos cristianos: el Reino, la Utopía.

Las lecturas de hoy son un llamado al cambio de actitudes relativas de nuestras prácticas, muchas veces tan egoístas, a los valores profundos y absolutos que propone Jesús desde la propuesta del proyecto del Reino.

Hay que tener muy claro que la presentación de Salomón que hace el primer libro de los Reyes, pretende mostrar (bastante románticamente) lo que para el escritor sagrado representaba y significaba este rey “maravilloso” en la teoría, pero que en la práctica y por lo que consiguió en la historia del pueblo, no pasó a ser sino un rey más, que se aprovechó de su poder para explotar, esclavizar y manipular la conciencia débil del pueblo, y construir su reinado de gloria en la magnificencia literaria que se construyó en torno a su figura y su reinado.

Hay que saber diferenciar entre la estructura del reino que representa Salomón (la de la monarquía con sus estructuras económicas, políticas, militares y religiosas para manejar los hilos del poder) y la propuesta del Reino que presenta y enseña Jesús con sus palabras, pero sobre todo con su práctica de justicia y de igualdad.

Descubrir el mensaje que se revela por Jesús y su reinado, abre los horizontes hacia una nueva humanidad. Una vez que se ha descubierto el valor absoluto que tiene el Reino, es necesario tomar una posición, y frente a este descubrimiento ningún precio es demasiado alto, pues el Reino se convierte en el único valor absoluto para quien lo descubre.

El proyecto del «Reino de los cielos», según la expresión de Mateo, se convierte para muchas personas en una alegre pero exigente sorpresa, que en el caminar normal de la vida se produjo por medio de un encuentro afortunado que impregnó de una gran riqueza la existencia. Ese Reino trajo una exigencia, que genera al mismo tiempo inseguridad, pues se descubre que es necesario venderlo todo, despojarse de muchos «bienes» que atan, e ir al encuentro de la absoluta posesión del Reino, como su mayor riqueza. Quien ha descubierto desde su práctica concreta en la vida, los valores del Reino… encontró su mejor tesoro, la mejor perla que podía estar buscando extraviadamente en otros rincones.

Las dos parábolas iniciales (del tesoro escondido y de la perla) parece que se contrapusieran a la llamada e invitación de Jesús a dejar bienes y riquezas para seguirlo. Sin embargo nos enseñan las parábolas, que el Reino es la mayor riqueza para el seguidor de Jesús: Luego de sentir la llamada de Jesús y de descubrir el Reino, el camino se debe seguir con alegría, porque se ha encontrado todo.

En estas dos parábolas, el Reino es la realidad que supera a nuestro egoísmo. Dejar las certezas inseguras del hoy, por la certeza mayor, abre los caminos para que venta a nosotros el reinado de Dios, el Buen Vivir, el mayor Bien (Ubi bonum, ibi Regnum), la transformación radical de nuestro mundo, con sus tantas y tantas estructuras injustas.

Para el seguidor de Jesús es necesario romper los esquemas de muchas estructuras que deshumanizan. Personas que esperan un cambio sin ponerse en búsqueda, pero se atan a su herencia legalista, que no les permite salir a encontrar nuevas posibilidades para su existencia o para la existencia de los demás. Estas parábolas se refieren a otras personas, que encuentran un sentido que creían perdido para sus vidas y se arriesgan al cambio y a la novedad, y se ponen en marcha hacia proyectos alternativos de hermandad solidaria entre los seres humanos.

Jesús concluye esta enseñanza preguntando si han entendido todo lo dicho por medio de la palabra, que había estado escondida, pero que ahora no deja de salir a la luz. Y presenta el modelo ideal del discípulo, capaz de entender el mensaje del Reino y sacar oportunamente lo viejo y lo nuevo del mensaje que ha recibido. La novedad del Reino viene por medio de la palabra, acumulada en la historia del propio pueblo por medio de sus valores, la cultura, el proyecto original en torno al cual se dio origen a Israel como pueblo, sus luchas y procesos en búsqueda de la justicia y su interpretación de la historia desde un Dios liberador, con su opción por los pobres. Esta oferta del Reino que propone Jesús es una realidad que quiere hombres y mujeres capaces de incorporar los propios valores del Reino a las nuevas realidades que Jesús puso en marcha a partir del anuncio y la práctica del Reino. Leer más…

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Dom 30.7.17. Un tesoro, una perla, una red. El escriba del Reino

Domingo, 30 de julio de 2017
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 17, ciclo A.Mt 13, 44-52.Termina hoy el discurso de las comparaciones de Mateo con
dos parábolas breves (tesoro escondido.buena margarita: 13, 44–46) y una alegoría (una red: 13, 47-50).

A modo de conclusión, Jesús pregunta a sus discípulos si entienden su doctrina; ellos responden que sí, y Jesús les presenta la figura del escriba sabio, instruido en el reino de los cielos (13, 51-52), que sabe introducir enseñanzas nuevas, manteniendo y expandiendo las antiguas.

images1Dos son los temas de fondo, que definen hoy la identidad del evangelio, aplicado de un modo especial a nuestro tiempo, en línea de iglesia y sociedad civil:

a) Si no estamos dispuestos a venderlo todo, para comprar (=recibir) el nuevo campo de la vida (tesoro, margarita), corremos el riesgo de perdernos totalmente.

Si queremos conservar sin más lo que tenemos (este economía, este comercia, esta misma iglesia, en su forma actual, corremos el riesgo de perder aquello que tenemos y de perdernos nosotros mismos.

Sólo si estamos dispuesto a perder (vender todo) para así alcanzar (=dejar que llegue) el Reino (un tesoro, una perla…) terminamos destruyendo todo aquello que tenemos… porque sólo se gana aquello que se entrega y pierde por el Reino.

Como dicen en lenguaje coloquial: Si no vendemos (si no dejamos) todo aquello que nos ata en este mundo viejo (en plano económico, social y eclesial) no podemos conseguir la más alta margarita, el nuevo tesoro de la vida.

images2Estamos en las mallas de la red de Dios, a merced de su pesca creadora, que no mata los peces del mar para comerlos o emplearlos en la industria de los alimentos, sino que los libera da la antigua vida, para que así tengan vida nueva.

b) Para todo eso, debemos aprender una nueva sabiduría, que sea capaz de recrear lo antiguo de una forma nueva. Una nueva teología, una nueva doctrina es lo que necesitamos para responder al evangelio.

Sólo si aprendemos y decimos (=cumplimos) de manera nueva el evangelio podremos vivir, nos “salvaremos” de la muerte que amenaza no sólo a nuestra vida individual, sino a la misma vida del planeta tierra.

Buen domingo a todos.

1. Tesoro escondido (13, 44).

Otros habían buscado y buscarán un reino “manifiesto”, expresado en obras y gestos externos de transformación milagrosa, riqueza o dominio político. Jesús presenta, en cambio, la parábola de un reino escondido, como tesoro oculto, que ha de entenderse desde la perspectiva de conjunto de su evangelio. Probablemente, esta parábola proviene de Jesús, pero sólo Mateo la transmite, y así debemos entenderla desde su evangelio, que incluyen varios textos relacionados con la riqueza, desde parábolas (cf. talentos: Mt 25, 14-30) hasta relatos ejemplares (recaudadores de impuestos: 9, 9-13).

Quizá el más importante es Mt 6, 19-21, tomado del documento Q (Lc 12, 22-32): “No acumul-éis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen…”, pasaje que evocaba una transformación interior, un cambio radical en la manera de entender la vida, con sus prioridades y valores, en un momento en el que los hombres más ricos de Israel y Roma estaban tomando las propiedades de los pobres, convirtiendo la tierra de Dios (de todos) en objeto de mercado. También es importante el relato donde Jesús dice al hombre que quiere seguirle: “Vete, vende lo que tienes y tendrás un tesoro en los cielos, y ven y sígueme” (19, 21, tomado de Mc 10, 17-22).

En ese contexto, él aparece como un líder campesino, pero no con violencia armada, como algunos han propuesto (no fue jefe de una banda militar), sino de una forma profética, provocativa y muy intensa, queriendo transformar la vida económica, social y religiosa del pueblo. El Reino cielos es un tesoro superior, y sólo quien lo vende todo por él puede conseguirlo. En ese contexto, Jesús dice:

13 44 En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el cam-po; y uno, encontrándolo, lo esconde y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra aquel cam-po .

La riqueza del hombre es, por tanto, el mismo Reino, que supera por mucho todos los bienes de este mundo, pero que puede compararse con el “tesoro material” que un hombre de pocos escrúpulos encuentra en un campo ajeno. Se ha especulado en oriente, con cierta frecuencia, sobre tesoros escondidos, a causa de guerras, cambios de poder y ladrones, como hace El rollo de cobre de Qumrán, escrito al parecer poco antes de Jesús, con una descripción fantástica de grandes tesoros de reyes (o del templo de Jerusalén) escondidos en lugares marcados con precisión (de forma realista o imaginaria, discrepan los autores), que los investigadores siguen estudiando y queriendo descifrar todavía . Leer más…

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Parábolas para tiempo de crisis (final). Domingo 17 Ciclo A.

Domingo, 30 de julio de 2017
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Jesus_Mafa_Hidden_Treasure_Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

 En los dos domingos anteriores, el discurso en parábolas ha respondido a tres preguntas que se hace la antigua comunidad cristiana y que nos seguimos planteando nosotros:

1) ¿Por qué no aceptan todos el mensaje de Jesús? (parábola del sembrador).

2) ¿Qué hacer con quienes no lo aceptan? (el trigo y la cizaña).

3) ¿Tiene futuro esta comunidad tan pequeña? (el grano de mostaza y la levadura)

Quedan todavía otras dos preguntas por plantear y responder.

¿VALE LA PENA?

La pregunta que puede seguir rondando en la cabeza de los segui­dores de Jesús es si todo esto vale la pena. A la pregunta responden dos parábolas muy breves, aparentemente idénticas en el desarrollo y con gran parecido en las imágenes. Por eso se las conoce como las parábolas del tesoro y la perla. Lo que ocurre en ambos casos es lo siguiente:

a) El protagonista descubre algo de enorme valor.

b) Con tal de conseguirlo, vende todo lo que tiene.

c) Compra el objeto deseado.

Sin embargo hay curiosas diferencias entre las dos parábolas, empezando por los protagonistas.

El suertudo y el concienzudo

El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.

El protagonista de la primera es un hombre con suerte. Mientras camina por el campo, encuentra un tesoro. Su primera reacción no es llevarlo a la oficina de objetos perdidos (que entonces no existe) ni poner un anuncio en el periódico (que tampoco existen). Ante todo, lo esconde. Repuesto de la sorpresa, se llena de alegría y decide apropiarse del tesoro, pero legalmente. La única solución es comprar el campo. Es grande y caro. No importa. Vende todo lo que tiene y lo compra.

perlaEl protagonista de la segunda parábola es muy distinto. No pierde el tiempo paseando por el campo. Es un comerciante concienzudo que va en busca de perlas de gran valor. Por desgracia, la traducción litúrgica ignora este aspecto: en vez de “El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas”, debería decir “a un comerciante en busca de perlas finas”. No la encuentra por casualidad, va tras ella con ahínco. Como buen comerciante, calculador y frío, no salta de alegría cuando la encuentra, igual que el protagonista de la primera parábola. Pero hace lo mismo: vende todo lo que tiene para comprarla.

La perla y el comerciante

Otra diferencia curiosa es que la primera parábola compara el Reino de los Cielos con un tesoro, pero la segunda no lo compara con una perla preciosa, sino con un comerciante. Este detalle ofrece una pista para interpretar las dos parábolas.

Ni bonos basura ni timo de la estampita

No olvidemos que estas parábolas se dirigen a un comunidad que sufre una crisis profunda y se pregunta si ser cristiano tiene valor. En términos modernos: ¿me han vendido bonos basura o me han dado el timo de la estampita? La respuesta pretende revivir la experiencia primitiva, cuando cada cual decidió seguir a Jesús. Unos entraron en contacto con la comunidad de forma puramente casual, y descubrieron en ella un tesoro por el que merecía la pena renunciar a todo. Otros descubrieron la comunidad no casualmente, sino tras años de inquietud religiosa y búsqueda intensa, como ocurrió a numerosos paganos en contacto previo con el judaísmo; también éstos debieron renunciar y vender para adquirir.

Las parábolas, aparte de infundir ilusión, animan también a un examen de conciencia. ¿Sigue siendo para mí la fe en Jesús y la comunidad cristiana un tesoro inapreciable o se ha convertido en un objeto inútil y polvoriento que conservo sólo por rutina?

Al mismo tiempo, nos enseñan algo muy importan­te: es el cristiano, con su actitud, quien revela a los demás el valor supremo del Reino. Si no se llena de alegría al descubrir­lo, si no renuncia a todo por conseguirlo, no hará perceptible su valor. Estas parábo­las parecen decir: «Cuando te pregunten si ser cristiano vale la pena, no sueltes un discurso; demuestra con tu actitud que vale la pena».

¿QUÉ OCURRIRÁ A QUIENES ACEPTAN EL REINO, PERO NO VIVEN DE ACUERDO CON SUS IDEALES?

A esta última pregunta responde la parábola de la red lanzada al mar.

El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

copoNo queda claro si se habla de toda la humanidad, donde hay buenos y malos, o de la comunidad cristiana, donde puede ocurrir lo mismo. Ya que el tema del juicio universal se ha tratado a propósito del trigo y la cizaña, parece más probable que se refiera al problema interno de la comunidad cristiana. Interpretada de este modo, empalmaría muy bien con las dos anteriores. Hay gente dentro de la comunidad que no vive de acuerdo con los valores del evangelio, que no mantiene esa experiencia de haber descubierto un tesoro o una perla. ¿Qué ocurrirá con ellos? La respuesta es muy dura («a los malos los echarán al horno encendido») pero convie­ne completarla con la última parábola del evangelio de Mateo, la del Juicio final (Mt 25,31-46), donde queda claro cuáles son los peces buenos y cuáles los malos. Los buenos son quienes, sabiéndolo o no, dan de comer al hambriento, de beber al sediento, visten al desnudo, hospedan al que no tiene techo… Los que ayudan al necesitado, aunque ni siquiera intuyan que dentro de ellos está el mismo Jesús.

CONCLUSIÓN

¿Entendéis bien todo esto?»

Ellos le contestaron:
― Sí.

Él les dijo:

― Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.

Mateo termina las siete parábolas comparando al predicador del evangelio con un un padre de familia. Parece un nuevo enigma, esta vez sin explicación. En sentido inmediato, el escriba que entiende del reinado de Dios es Jesús. Para exponer su mensaje ha usado cosas nuevas y viejas. Del baúl de sus recuerdos ha sacado cosas antiguas: alguna alusión al Antiguo Testamento, la técnica parabólica y el lenguaje imaginati­vo de los profetas. Pero la mayor parte consta de cosas nuevas, fruto de su experiencia y de su capacidad de observación: la vida del campesino, del ama de casa, del pescador, del comerciante, de la gente que lo rodea, le sirven para exponer con interés su mensaje. Por eso, la comparación final es también una invitación a los discípulos y a los predicadores del evangelio a ser creativos, a renovar su lenguaje, a no repetir meramente lo aprendido.

LA PRIMERA LECTURA

La primera lectura nos invita a pedir a Dios esta sabiduría, igual que Salomón se la pidió para gobernar a su pueblo.

En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo:
― Pídeme lo que quieras.
Respondió Salomón:
― Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?
Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo:
― Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.

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Domingo XVII del Tiempo Ordinario. 30 Julio, 2017

Domingo, 30 de julio de 2017
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d17

“El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.”

(Mt 13, 44-52)

Y este domingo también tenemos varias parábolas. Jesús quiere darnos a conocer el Reino. Busca, incansable, numerosos ejemplos. Comparaciones. Muchas imágenes. Para que podamos comprenderlo.

Dos de las parábolas de hoy: la del tesoro y la de la perla, nos hablan del valor del Reino. Descubrir el Reino, descubrir el Rostro de Dios que Jesús vino a mostrarnos es una suerte. Una inmensa alegría.

Algo por lo que vale la pena vender todo lo demás. Quizá durante demasiado tiempo en la Iglesia le hemos dado mucho protagonismo a la renuncia. Al sacrificio. Pero el Reino de Dios, el mensaje de Jesús no es cuestión de renuncia. Es cuestión de elección.

Cuando elegimos algo en la vida es porque lo deseamos, porque nos gusta. Nos parece valioso. Elegimos una carrera, un oficio, un lugar donde vivir. Y también cosas más pequeñas: un móvil, un pantalón o un plato de comida.

Nuestra vida está llena de elecciones y cada elección implica un esfuerzo y también una renuncia.

Cada elección que hacemos, por pequeña que sea, nos hace ejercitar nuestra libertad. Nos obliga a decidir.

No conozco a nadie que haya comprado algo que le hiciera ilusión (un teléfono, un coche..) que salga triste de la tienda pensando que solo se ha podido comprar uno y ha tenido que dejar los demás.

Sin embargo mucha gente te mira con condescendencia cuando haces una opción de vida por el Reino, como es ser monja. Y te preguntan: “¿no te da pena no poder…?”

¡No!, no me da pena. He hecho una elección. He elegido aquello que pienso que puede llenar plenamente mi vida. ¡Cierto! dejo muchas cosas, muchas otras posibilidades , el concesionario se queda lleno de coches cuando compramos uno. Pero lo que he elegido me llena de alegría. Si tuviera que llevarme todos los coches del mercado sería absurdo y agobiante. Me quedo con uno y lo disfruto, lo cuido y se lo enseño a todo el mundo.

Y con el Reino de Dios es aun mejor porque no pierde valor al salir del concesionario no contamina y no se estropea. Tiene garantía indefinida.

Oración

Trinidad Santa, danos la alegría y el convencimiento de quien ha hecho una elección libre y decidida por tu Reino.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El verdadero tesoro está ya en tu campo.

Domingo, 30 de julio de 2017
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the-sower-webMt 13, 44-52

El evangelio de este domingo nos propone las tres últimas parábolas del capítulo 13 de Mt. comentaremos el tesoro y la perla, que tienen un mismo mensaje. Si descubrimos lo que más vale, daremos a nuestra voluntad un objeto claro, porque la voluntad no puede ser movida más que por el bien, y en el caso de dos bienes siempre será movida por el mayor. Lo que Dios es en mí, es el tesoro. No se trata de un conocimiento discursivo o racional, sino de una experiencia en lo más hondo de mi ser. Seguimos empeñados en descubrir a un Dios que está fuera, y que además nos da seguridades.

Menos mal que la comunidad de Mt no se atrevió a alegorizarlas. No lo tenía fácil. El mensaje es idéntico en las dos pero tiene matices significativos. Una diferencia es que en un caso, el encuentro es fortuito. Y en el otro, es consecuencia de una búsqueda. Otra es que en la primera se identifica el Reino con el tesoro, pero en la segunda se identifica con el comerciante que busca perlas. Puede ser una pista para descubrir que la comparación no es con uno ni con otro, sino que hay que buscarla en el conjunto del relato. Las dos opciones se hacen con un grado de incertidumbre. Los dos se arriesgan al dar el paso.

La parábola no juzga la moralidad de las acciones narradas; simplemente propone unos hechos para que nosotros nos traslademos a otro ámbito. En efecto, tanto el campesino, como el comerciante, obran de forma fraudulenta y por lo tanto injusta (aunque legal). Los dos se aprovechan de unos conocimientos privilegiados para engañar al vecino. No actúan por desprendimiento sino por egoísmo. “Renuncian” a unos bienes para conseguir más bienes. No es su objetivo vivir de otra manera, sino conseguir una vida material mejor. No da un ejemplo pero en el orden espiritual las cosas no funcionan así.

En estas dos parábolas vemos claro cómo no todo lo que dicen es aprovechable. Jesús en el evangelio advierte una y mil veces del peligro de las riquezas; no puede aquí invitarnos a conseguirlas en sumo grado. El mensaje es muy concreto. El punto de inflexión en las dos parábolas es el mismo: “vende todo lo que tiene y compra”. Sería sencillamente una locura. Si vende todo lo que tiene para comprar la perla, ¿qué comería al día siguiente? ¿Dónde viviría? Esa imposibilidad radical en el orden material, es precisamente lo que nos hace saltar a otro orden, en el que sí es posible. Ahí está la clave del mensaje.

Hay dos matices interesantes. El primero es el abismo que existe entre lo que tienen y lo que descubren. El segundo es la alegría que les produce el hallazgo. Yo la haría todavía más simple: Un campesino pobre, que solo tiene un pequeño campo, en el que cava cada vez más hondo, un día encuentra un tesoro. O un comerciante de perlas que un día descubre, entre las que tiene almacenadas, una de inmenso valor. Evitaríamos así poner el énfasis en la venta de lo que tiene, que solo pretende indicar el valor de lo encontrado. Todo lo contrario, se trata de un minucioso cálculo, que les lleva a la suprema ganancia.

No damos un paso en nuestra vida espiritual porque no hemos encontrado el tesoro entre los bienes que ya poseemos. Sin este descubrimiento, todo lo que hagamos por alcanzar una religiosidad auténtica, será pura programación y por lo tanto inútil. Nada vamos a conseguir si previamente no descubrimos el tesoro. Nuestra principal tarea será tomar conciencia de lo que somos. Si lo descubrimos, prácticamen­te está todo hecho. La parábola, al revés, no funciona. El vender todo lo que tienes, antes de descubrir el tesoro, que es lo que siempre se nos ha propuesto, no es garantía ninguna de éxito.

Un ancestral relato nos ayudará: cuando los dioses crearon al hombre, pusieron en él algo de su divinidad, pero el hombre hizo un mal uso de esa divinidad y decidieron quitársela. Se reunieron en gran asamblea para ver donde podían esconder ese tesoro. Uno dijo: pongámoslo en la cima de la montaña más alta. Pero otro dijo: No, que terminará escalándola y dará con él. Otro dijo: lo pondremos en lo más hondo del océano. Alguien respondió: No, que terminará bajando y la descubrirá. Por fin dijo uno: ¡Ya sé dónde lo esconderemos! La pondremos en su corazón. Allí nunca lo buscará.

Tenemos que aclarar que el tesoro no es Jesús, como deja entender Pablo, y sobre todos los santos padres. Jesús descubrió la divinidad dentro de él. Éste es el principal dogma cristiano. “Yo y el Padre somos uno”. Tampoco la Escritura puede considerarse el tesoro. En muchas homilías, he visto estas interpretaciones de las parábolas. La Escritura es el mapa, que nos puede conducir al tesoro, pero no es el tesoro. Tampoco podemos presentar a la Iglesia como tesoro o perla. En todo caso, sería el campo donde tengo que cavar (a veces muy hondo) para encontrar el tesoro.

Jesús no pide más perfección sino más confianza, más alegría, más felicidad. Es bueno todo lo que produce felicidad en ti y en los demás. Solamente es negativa la alegría que se consigue a costa de las lágrimas de los demás. Cualquier renuncia que produzca sufrimiento, en ti o en otro, no puede ser evangélica. Fijaos que he dicho sufrimiento, no esfuerzo. Sin esfuerzo no puede haber progreso en humanidad, pero ese esfuerzo tiene que sumirme en la alegría de ser más. Lo que el evangelio valora no es el hecho de renunciar. Lo que me tiene que hacer feliz es el conseguir mi plenitud.

El tesoro es el mismo Dios presente en cada uno de nosotros. Es la verdadera realidad que soy, y que son todas las demás criaturas. Lo que hay de Dios en mí es el fundamento de todos los valores. En cuanto las religiones olvidan esto, se convierten en ideologías esclavizantes. El tesoro, la perla no representan grandes valores sino una realidad que está más allá de toda valoración. El que encuentra la perla preciosa, no desprecia las demás. Dios no se contrapone a ningún valor, sino que potencia el valor de todo. Presentar a Dios, como contrario a otros valores, es la manera de hacerle ídolo.

Vivimos en una sociedad que funciona a base de engaños. Si fuésemos capaces de llamar a las cosas por su nombre, la sociedad quedaría colapsada. Si los políticos nos dijeran simplemente la verdad, ¿a quién votaríamos? Si los jefes religiosos dejaran de meter miedo con un dios justiciero, ¿cuántos seguirían creyendo? Si de la noche a la mañana todos nos convenciéramos de que ni el dinero, ni la salud, ni el poder, ni el sexo, ni la religión eran los valores supremos, nuestra sociedad quedaría paralizada.

Tener la referencia del valor supremo me permite valorar en su justa medida todo lo demás. No se trata de despreciar lo demás, sino de tener claro lo que vale de veras. El “tesoro” nunca será incompatible con todos los demás valores que nos ayudan a ser más humanos. Es una constante tentación de las religiones ponernos en el brete de tener que elegir entre el bien y el mal. Radicalmente equivocado. Lo que hay que tener muy claro es cuáles son las prioridades dentro de los valores, y qué valores son en realidad falsos.

Meditación

En tu propio campo tienes el único tesoro.
Si aún no te has dado cuenta,
es que lo has buscado en otro campo
o que no has ahondado lo suficiente.
Una vez descubierto lo que hay de Dios en ti,
todo lo demás es coser y cantar.
Si no experimentas al Dios vivo en el fondo de tu ser,
todos los esfuerzos por llegar, serán inútiles.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Vivir el Evangelio.

Domingo, 30 de julio de 2017
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hidden-treasureEl mundo nada puede contra el hombre que canta en la miseria (Ernesto Sábato)

30 de julio. Domingo XVII del TO

Mt 13, 44-52

El reinado de Dios se parece a un tesoro escondido en un campo: lo descubre un hombre, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, vende todas sus posesiones para comprar aquel campo

Con la parábola del tesoro escondido, Jesús quiere mostrarnos que en el campo de la vida existen fortunas que no todo el mundo logra encontrar. Los buscadores de la tierra mítica “El Dorado” preguntaban siempre dónde se encontraba, y escuchaban siempre la misma vacua respuesta: “Más allá”, y nunca la alcanzaban. Para nosotros, Jesús es “El Dorado”, la perla de gran valor que encontró el comerciante.

A lo largo de la historia de la ética se ha puesto el constitutivo del valor moral en muy diversos aspectos: los epicúreos en el placer; los estoicos en la ataraxia; Aristóteles en la felicidad; Kant en el deber: Spencer en el altruismo; Sartre en la libertad. Para los cristianos encuentra su máxima expresión en la vivencia del mandamiento del amor: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, de Lc 10, 27.

Las tres parábolas recogidas hoy por el evangelista –del tesoro escondido, de la perla de gran valor y de la red– tienen que ver con valores externos a la persona. Sin duda son importantes, aunque los más trascendentales son los internos.  En su obra Dios, –un Dios interior, el exterior ajeno a nosotros nos sirve de muy poco– editorial Sirio 2013, Emilio Carrillo, recordando palabras del místico universal Ibn Mansur Al-Hallaj (857-922), lo manifiesta de este modo: “Tal como llena mi interior, Cristo Jesús es la prueba más evidente de Dios en nosotros, en cada uno; la manifestación más clara y potente de que Dios es yo y yo soy Dios cuando ceso de ser “yo”. Por esto hago mío lo expresado por Pablo de Tarso (Gálatas 2, 20): “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”.  Ese Dios que está en mí y me hace Él y yo le hago. Y en este caso, me parece a mí, y más allá de lo que dice este autor, sin dejar de ser yo, sino por serlo.

Como hizo Jesús, nuestra vida debe estar presente en cualquier tarea humana y en cualquier lugar donde haya que dar testimonio o se forje el futuro de la sociedad en que vivimos. En Zacarías 14, 16 se lee: “Y sucederá que todo sobreviviente de las naciones que fueron contra Jerusalén subirán de año en año para adorar al Rey, Señor de los ejércitos, y para celebrar la fiesta de los Tabernáculos. Un anunciar y un vivir el Evangelio, que nos hace hombres nuevos, respondiendo a las aspiraciones más profundas de todo ser humano. A quienes lo hacen se les puede aplicar la parábola del hombre prudente que construyó su casa sobre roca. A pesar de las lluvias que cayeron y el azote de los vientos (Mt 7, 24-25).

El novelista argentino Ernesto Sábato (1911-2011) “El mundo nada puede contra el hombre que canta en la miseria”. Lucas abre su evangelio con un anuncio claro de alegría: “el dixit illis ángelus nolite timere ecce enim evangelizo vobis gaudium” (Lc 2, 10). Y Juan dice al final del suyo con un: “Os he dicho estas palabras para que mi alegría esté dentro de vosotros, y vuestra alegría sea completa” (Jn 15, 11).

Santa Teresita de Lisieux recogió el encargo de Jesús y lo aplicó de esta manera:

“¡Oh cuántas almas hay en la tierra
que andan en vano en busca de la dicha!
En cuanto a mí, mi caso es el contrario:
en mi interior yo encuentro la alegría.
Mi alegría no es algo pasajero,
pues que yo la poseo de por vida;
como rosa que se abre a la mañana,
me sonríe sin quiebra día a día”.

En el anteriormente citado libro Dios, el autor nos deja un original Padrenuestro en el que se resaltan las profundas razones que tenemos para “Vivir el Evangelio”.

PADRE NUESTRO

Padre Nuestro, Vacío-Amor, Eterno,
Esencia de todas las formas,
Expresión del Ser Evolutivo del todo.
Santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros la conciencia plena de lo que Somos:
Tú, en las formas humanas del libre albedrío.
Hágase en nosotros la Conciencia de Unicidad sin dualismos:
Aceptación y Amor de lo que Es, de lo que Acontece.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy:
El Amor a todos y a todo.
Y que en Amor aprendamos de nuestras experiencias
y aceptemos nuestro proceso y el de los otros.
Líbranos de confundir la Esencia Eterna
con las formas perecederas.
Amén.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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El Reino de Dios es Dios…

Domingo, 30 de julio de 2017
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cost_of_being_discipleEl Reino de Dios, es Dios actuando con misericordia y perdón.  Esta certeza es la que movió a Jesús a salir a los caminos, a encontrarse con los hombres y mujeres necesitados. El Reino de Dios no es un lugar de poder, es una experiencia que nos provoca a salir de nosotros/as mismos/as y buscar en los pliegues de la vida la salvación que el Abba nos ofrece y con la que nos invita a luchar a su lado contra el mal que acecha al ser humano y al mundo en el que vive.

Y les hablaba en parábolas

La lectura de este domingo forma parte de uno de los 5 discursos en los que Mateo recoge las enseñanzas de Jesús. En esta ocasión nos encontramos con tres parábolas cargadas de sugerencias y contrastes y que Jesús dirige especialmente a sus discípulas y discípulos.

Cuando estamos acostumbrados/as a elaborar grandes reflexiones sobre Dios y su relación con el ser humano nos puede sorprender que Jesús escoja pequeñas narraciones para expresar lo mismo. Ante ellas podeos quedarnos en lo anecdótico de la historia o hacer rebuscados análisis para sacar a la luz el mensaje que encierran. Pero el objetivo de Jesús era diferente, él quería sorprender, provocar las intuiciones y sentimientos que están en nuestro corazón.  Por eso sus historias se resisten a la racionalización y se abren a la propuesta y a la utopía.

El Reino de los cielos

El Reino de los Cielos es una expresión que, aunque no es muy frecuente en la Biblia, si era familiar a quienes escuchaban a Jesús que la entendían como una forma de nombrar a Dios.  Israel siempre ha preservado con mucho cuidado el nombre de Dios y mantiene la prohibición de utilizar el nombre de Yahvé.  Por eso se solían utilizar diversas expresiones para dirigirse a él. En este caso Jesús utiliza Reino de los cielos.

La realeza es un atributo divino que encontramos en los salmos con cierta frecuencia y que evoca el deseo de dejar a Dios ser Dios en medio de su pueblo. Cuando Jesús habla del “Reino de los cielos o del reino de Dios” está diciendo eso, pero con unos matices muy concretos que va a provocar en muchos de los que lo escuchaban escándalo y preocupación porque rompe con esas imágenes reduccionistas de Dios que ponen límites a la salvación pero que dan seguridad.

Para Jesús Dios mismo; está actuando en el hoy concreto de la historia y lo está haciendo con misericordia y perdón para todo ser humano. Por eso sus palabras, curaciones y sus controvertidas comidas buscaban visibilizar esa presencia gratuita y amorosa de Dios en medio de su pueblo.

Siempre fieles y gratuitas/os

En las parábolas del evangelio de este domingo Jesús al dirigirse a su grupo de seguidores y seguidoras quiere incidir en dos cosas:

1.- Encontrarse con Dios es una experiencia inigualable, capaz de cambiar nuestra vida y sobre todo de hacernos hombres y mujeres felices. Una felicidad que abre nuestro corazón a la gratuidad, a la sencillez y al compromiso porque la hemos encontrado, no por nuestro esfuerzo, sino porque como el tesoro o la perla estaba allí esperándonos como un regalo personal de un Dios apasionado por cada uno/a de nosotros/as.

2.- Sentirse sostenidas/os en las buenas manos de Dios, es confiar y arriesgarse a echar las redes más allá de lo conocido, aprender a discernir lo bueno de lo malo y a mantener viva la memoria de nuestra fe, actualizándola, recreándola para que no deje de ser significativa para cada nueva generación.

Carmen Soto, ss

Fuente Fe Adulta

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Jesús nos envía al Espíritu… para ser partner en un noviazgo divino

Martes, 13 de junio de 2017
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“Jesús nos envía al Espíritu para que pueda llevarnos a conocer del todo la verdad sobre la vida divina. La verdad no es una idea, un concepto o una doctrina, sino una relación. Ser guiados hacia la verdad significa ser insertados en la misma relación que tiene Jesús con el Padre; significa llegar a ser partner en un noviazgo divino. Esa es la razón por la que Pentecostés es el complemento de la misión de Jesús. Con Pentecostés, el ministerio de Jesús se hace visible en plenitud. Cuando el Espíritu Santo desciende sobre los discípulos y habita en ellos, su vida queda «cristificada», esto es, transformada en una vida marcada por el mismo amor que existe entre el Padre y el Hijo. La vida espiritual, en efecto, es una vida en la que somos elevados a ser partícipes de la vida divina.

Ser elevados a la participación de la vida divina del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo no significa, sin embargo, ser echados fuera del mundo. Al contrario, los que entran a formar parte de la vida espiritual son precisamente los que son enviados al mundo para continuar y llevar a término la obra iniciada por Jesús. La vida espiritual no nos aleja del mundo, sino que nos inserta de manera más profunda en su realidad. Jesús dice a su Padre: «Yo Ios he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí» (Jn 17,18). Con ello nos aclara e, precisamente porque sus discípulos no pertenecen ya al mundo, pueden vivir en el mundo como lo ha hecho él (cf. Jn 17,15s). La vida en el Espíritu de Jesús es, pues, una vida en la cual la venida de Jesús al mundo –es decir, su encarnación, muerte y resurrección– es compartida externamente por los que han entrado en la misma relación de obediencia al Padre que marcó la vida personal de Jesús. Si nos hemos convertido en hijos e hijas como Jesús era Hijo, nuestra vida se convierte en la prosecución de la misión de Jesús

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H. J. M. Nouwen,
Tú eres mi amado: la vida espiritual en un mundo secular,
PPC, Madrid 2000.

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“¿Obispos investigados o imputados por la Justicia?”, por José María Castillo

Sábado, 6 de mayo de 2017
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img888751sDe su blog Teología sin Censura:

Se sabe que, en este momento, hay en España media docena de obispos investigados o imputados por los tribunales de justicia. No es mi intención pronunciarme sobre la verdad o falsedad de los hechos que investigan los jueces, fiscales y abogados, que intervienen en cada uno de estos casos. Lo que pretendo es plantear, con este motivo, una reflexión que me parece importante, no sólo para los encausados, sino para los cristianos en general y los ciudadanos interesados en estos asuntos.

Ante todo, es un hecho, afirmado como dato de la fe de la Iglesia, que los obispos son “los sucesores de los apóstoles”. Así consta desde el siglo primero hasta nuestros días. Teniendo en cuenta que esta sucesión no es un simple hecho de validez sacramental. Quiero decir, para que un obispo sea “sucesor de los apóstoles” no basta el hecho de la “ordenación sacramental”. O sea, no basta que haya recibido el rito o la ceremonia de su ordenación como obispo. Además de eso, se necesita que el que ha sido ordenado en una ceremonia religiosa, transmita – mediante sus enseñanzas y su forma de vida – la doctrina que nos enseñaron los apóstoles de Jesús (Y. Congar, E. Molland, V. Fluchs, G. Bardy…).

Por eso, la Iglesia, durante más de diez siglos, a los obispos (y clérigos en general) que tenían comportamientos escandalosos, les quitaba todos sus poderes y dignidades. Y les obligaba a vivir, el resto de su vida, como laicos (“laica communione contentus”), ganándose la vida como se la gana todo el mundo: ganándose un jornal para tener el pan de cada día (abundan estudios serios y documentados sobre esto: C. Vogel, P. M. Seriski, E. Herman, P. Hinschius, F. Kolber, K. Hofmann, J. M. Castillo…).

Pero hay algo más importante, que normalmente no se tiene en cuenta. Según los evangelios, lo primero que Jesús les exigió a los apóstoles no fue le “fe”, que creyeran en él, sino el “seguimiento”, que vivieran con él y como él. La teología, por desgracia, no ha tenido debidamente en cuenta este dato capital, a saber: que antes que las creencias, está la forma de vivir. Baste pensar que, en los evangelios sinópticos, mientras que la fe se menciona 36 veces, del seguimiento de Jesús se trata en 57 ocasiones.

No voy a hacer aquí un estudio sobre el “seguimiento” de Jesús. Me limito a señalar que los relatos de “seguimiento” destacan sobre todo esto: cuando Jesús llamaba a alguien a seguirle, no presentaba ningún programa de vida, ningún objetivo, ningún ideal. Sólo una llamada: “Sígueme”. Esto era todo (D. Bonhoeffer). Pero esto exigía dejarlo todo: familia, bienes, casa, trabajo… El que era llamado, perdía toda seguridad humana. ¿Por qué? ¿Para qué? Para ser libre de verdad. No estar atado a nada. Ni a nadie. Aunque quienes eran llamados no tuvieran claro lo de la fe, como queda patente en la cantidad de veces, que, según los sinópticos, los que le seguían fueron reprendidos, tantas veces, por el mismo Jesús, que les llamó “hombres de poca fe” (“oligo-pistoi”) o incluso les echó en cara su incredulidad (“a-pistía”).

Con el paso del tiempo, en la Iglesia se dio más importancia a la fe que al seguimiento, sin duda por la influencia creciente que tuvo la teología de Pablo, que, no conoció al Jesús histórico, ni menciona el seguimiento de Jesús. Pablo habla de la “imitación”, pero es para que le imiten a él (1 Cor 4, 16; Fil 3, 17), haciendo una vez referencia a Cristo (1 Cor 11, 1).

En cuanto a los obispos, en lo que más se ha insistido ha sido en la “autoridad”, que, desde el s. IX (con el papa Nicolás I), empezó a considerarse como “potestad”. Y que pronto fue calificada como “sagrada”. Así, el clero centró su interés, más en exigir sumisión a la fe, explicada por los propios clérigos, que en la libertad que nace del seguimiento de Jesús. La Religión, con sus ritos y observancias, le ganó (en importancia y presencia social) al Evangelio. Jesús fue objeto de culto, devoción y arte. De la vida de la gente, de los ricos y de los pobres, se encargaban los poderes públicos, con frecuencia en lucha, para ver quién mandaba más, si el poder civil o el poder sagrado.

¿Nos sorprende o nos escandaliza que haya obispos que se ven denunciados ante la Justicia? Yo no soy quién para decir si son o no son culpables. Lo que se puede – y se debe – decir es que en la Iglesia hay demasiada gente que la da más importancia a la Religión que al Evangelio. Porque es más fácil ir a misa o decir “yo creo en la fe que enseña la Iglesia”, que tomar en serio el seguimiento de Jesús. Quiero decir: lo que nos da miedo y no soportamos es pensar que, si queremos ser cristianos, tenemos que asumir, ante todo, el seguimiento de Jesús. Es decir, el proyecto de vida que nos plantea el Evangelio. Si no empezamos por ahí, ¿qué cristianismo es el nuestro?

Yo no quiero, ni tengo por qué, enjuiciar a los obispos. Muchos de ellos son excelentes personas y hombres ejemplares. Lo que me duele, y no puedo aceptar, es que la Iglesia que tenemos y su teología le hayan dado más importancia a lo que más valora la Religión: creencias, leyes, ritos y jerarquías. Mientras que la forma de vivir y el proyecto de vida, que nos marcó Jesús, tal como consta en los evangelios, no es precisamente ni lo determinante, ni lo que la gente ve y palpa en la vida y en la presencia de la Iglesia.

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Lenta lentamente…

Sábado, 22 de abril de 2017
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Del blog de Thomas Merton:

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“Lenta lentamente
Cristo aparece entre las ruinas
buscando al discípulo perdido
temeroso
tan pragmático
como para creer en la palabra
que se oculta. “

*

Thomas Merton.

***

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“De la misma manera que la mujer se siente impulsada por su misma naturaleza a alimentar con su propia sangre y con su leche a aquel a quien ha dado a luz, así también Cristo alimenta siempre con su sangre a aquellos a quienes él mismo ha hecho renacer.”

*

San Juan Crisóstomo

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