Dom 3.8.17. El Reino de Dios no se conquista con guerra
Domingo 22 tiempo ordinario. Ciclo A. Mt 16, 21-27. En días pasados he ofrecido un comentario al evangelio anterior (Mt, 16, 13-20), destacando la promesa de Jesús que dice a Simón: ¡Tú eres Petros/Piedra y sobre esa Petra/Roma edificaré mi Iglesia!
Pero la historia sigue con el evangelio de hoy (Mt 16, 21-27), y el mismo Simón cuya palabra y compromiso aparecía Roca de Cimiento (Papa, Padre) viene a presentarse ahora como Piedra de Tropiezo (Satanás, tentador/tentación, en el sentido original de “skandalon”: lo que hace caer). Estamos pues ante dos “pedros” que son uno:
— Roca de fundamento de la Iglesia, signo de las iglesia
— Piedra de escándalo (Satán), riesgo para todas las iglesias
Marcos 8 sólo citaba el primer rasgo, como si Pedro no hubiera cumplido todavía sus “deberes” de Piedra/Roma (cf. Mc 16, 7-8). Mateo 16 los une de forma sorprendente:
Entre lo más alto (ser roca de cimiento) y lo más bajo (ser piedra de escándalo satánico, riesgo de caída para el edificio) se ha dado y sigue dándose una intensa conexión que nos sitúa ante el principio, la historia y la actualidad de la Iglesia:
a. Principio. Tanto en la historia de Jesús como en el nacimiento de la Iglesia Pedro ha sido una figura ambivalente. Histórico ha sido su destino de “piedra”, pero también es histórico el “escándalo” asociado a su figura, según dice Pablo en Gal 1-2. A pesar de ello (o quizá por ello), Pedro ha sido venerado en principio de la Iglesia, como signo de humanidad ambigua al servicio del evangelio.
b. Historia. A lo largo de los tiempos, la Iglesia de Roma (no así la ortodoxa ni la protestante) ha tendido a silenciar el rasgo escandaloso de Pedro, vinculado al deseo de Poder(es decir de “no sufrir”). Por eso, ella ha destacado su función de Piedra Firme… olvidando a veces que ella ha podido convertirse en “escándalo”, haciendo tropezar y caer a otros.
c. En la actualidad nos hallamos ante los dos rasgos de Pedro, tanto del Pedro histórico como de su “sucesor”, que según la Iglesia católica es el Papa, como obispo de Roma, que habría sido la sede final de Pedro (tras Jerusalén y Antioquía). El Papa actual, llamado Francisco, obispo de Roma, es un hombre privilegiado.
a. Francisco sigue siendo roca de cimiento de la Iglesia, y así le vemos muchos, no sólo entre los católicos, sino también entre los no católicos.
b. Pero, Francisco, como Papa de Roma, sigue formando parte del “escándalo” de la Iglesia, que se mantiene dividida. Es normal, también Jesús fue piedra de escándalo para muchos (como sabe Jn 8)
Ambas cosas a la vez ha sido Pedro (y puede ser actualmente Francisco de Roma), según el evangelio que vamos a leer. Ambas funciones ha cumplido en la historia, aunque una (la del Escándalo) debería desaparecer, para que podamos seguir bendiciendo a Dios por Pedro, y hoy por Francisco.
Quiero hoy rogar por el Papa de Roma, a fin de que pueda seguir siendo un signo de evangelio, de la Buena Nueva de Jesús, no sólo dentro de la Iglesia Católica, sino ante todas las iglesias y ante el mundo entero. En esa línea quieren moverse, en un plano más histórico-exegético las reflexiones que siguen. Buen domingo a todos
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Texto: Mateo 16,21-27
En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: “¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.” Jesús se volvió y dijo a Pedro: “Quítate de mi vista, Satanás, porque eres “escándalo” para mí (me haces tropezar); tú piensas como los hombres, no como Dios.”
Entonces dijo a sus discípulos: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.”
1. El Hijo de Hombre tiene que sufrir.
Después de aceptar la respuesta de Simón (¡Tú eres el Cristo!) y de llamarle Pedro (¡Piedra de la Iglesia!), Jesús profundiza en el tema y entiende (interpreta) su mesianismo (su tarea de Reino) en una línea de entrega (hasta la muerte, si hace falta) a favor de los demás. No es Mesías el que gana y se impone, sino aquel que quiere y puede dar la vida (como indicado su mensaje de no-juicio, de perdón y amor al enemigo).
El tema no es ya sólo cómo viene el Reino de Dios, sino qué hace él (Jesús) y que hace Pedro para que venga. En un momento dado, Jesús ha descubierto que él debe encarnar y cumplir en su vida la verdad de ese mensaje:
Ha de entregarse en amor, no para sufrir sin más (en gesto masoquista), sino para amar, regalando su vida hasta el final en Jerusalén y ratificando de esa forma su tarea, pues sólo así podrá hacer que llegue el Reino (de un modo distinto al que querían Pedro y los demás discípulos).
En esa línea, Jesús no aparece ya como Cristo sin más, sino como Hijo de hombre, en un sentido personal. No ha venido para instaurar un Reino por la fuerza, sino para encarnar en su vida la verdad y tarea del Reino, precisamente en Jerusalén, como quiere Pedro, pero subiendo allí sin armas, no para triunfar sin para amar (es decir, para encarnar y cumplir en su vida su propio mensaje).
Disputa con Pedro: Quítate de mi vista Satanás, pues eres escándalo para mí.
Pedro no acepta esa visión y ese proyecto de Jesús y así sigue pensando en aquello que el Reino ha de darle, atreviéndose a corregir a Jesús, en nombre de una buena tradición israelita. Pues bien, Jesús rechaza a Pedro y su manera de entender el mesianismo como triunfo propio.
En ese contexto, el evangelio recoge un duro enfrentamiento que ha debido darse al interior del grupo de Jesús, en el comienzo de la Iglesia: su proyecto de Reino resultaba discutible y ha sido discutido de hecho (en el tiempo de Jesús o en el tiempo de sus primeros discípulos). En el fondo de esa discusión se halla, sin duda, la forma en que Jesús y sus discípulos han interpretado la subida a Jerusalén y la llegada (implantación) del Reino. Leer más…
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