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¿Las mujeres dejaron inmediatamente a su marido y a sus hijos?

Domingo, 21 de enero de 2018
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Un mal comienzoCuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar la Buena Noticia…

Juan predicó la conversión, habló con claridad de lo que era justo e injusto y lo arrestaron. A continuación Jesús se fue a Galilea, un nido de víboras, para predicar algo semejante. Extraña elección.

Jesús había estado en el desierto. Había experimentado la confrontación entre el bien y el mal. Y había optado.

La región más marginal y castigada de todo Israel era buen lugar para comenzar a predicar la Buena Noticia de su Abbá. En Galilea vivían grupos terroristas, muy activos, que se oponían al poder de Roma, por ejemplo los celotes. Los romanos habían hecho numerosas redadas y detenciones; habían crucificado a muchos jóvenes galileos. Sin duda, la gente de Galilea necesitaba que se le ofreciera una Buena Noticia.

Una doble invitación: convertíos y creed en el Evangelio.

Es una lástima que muchas veces se haya traducido “reino de Dios” por “reino de los cielos”. Como si Jesús hubiera venido a saciar nuestra curiosidad diciéndonos lo que hay más allá de las nubes y de la muerte. La expresión reino de Dios era muy sugerente en el Antiguo Testamento, una especie de compendio de lo que Israel esperaba cuando el Mesías inaugurara un tiempo nuevo y el proyecto llegara a su plenitud.

Para acoger esa novedad, para poder vivir ese “sueño de Dios sobre la humanidad” es necesaria la conversión. Ya lo sabemos. Pero eso no impide que necesitemos convertirnos cada día.

En tiempos de Jesús, la palabra conversión significaba cambiar de dirección; incluso significaba dar la vuelta para llegar hasta el lugar donde se perdió el camino, y retomar desde allí el bueno. Al ir de un lugar a otro era fácil perderse, las señales eran escasas y la lluvia desdibujaba las sendas.

Un reto: acoger la conversión.

Jesús recoge la experiencia de conversión que tenían todos los caminantes y le da un sentido mucho más profundo: se trata de nacer de nuevo, como dijo a Nicodemo. Se trata también de sumergirnos en el cambio, de dejarnos rehacer para que nuestro corazón fariseo, cumplidor y de piedra, pueda ser transformado en un corazón compasivo y misericordioso, como el del Abbá.

Este proceso se nos va a ir de las manos, una y otra vez. ¿Realmente deseamos ser transformados radicalmente como san Pablo o nos quedamos satisfechos con algunos gestos de conversión en los momentos fuertes del año?

¿Pedimos, desde lo más hondo, llegar a vivir como hijos e hijas amados? ¿Queremos descubrir a cada hombre y mujer como iconos del Abbá, por muy deteriorados que estén su rostro y su comportamiento moral?

Unos encuentros: Jesús vio a Simón y a su hermano Andrés y les invitó a ser pescadores de hombres. Ellos, inmediatamente le siguieron…

¿Inmediatamente? Hay más probabilidades de que sea un recurso literario que un hecho histórico. En una sociedad tan patriarcal como aquella, hubiera sido escandaloso dejar a la mujer, hijos, padres, etc., a la intemperie para seguir a un “don nadie” que pasó por allí. Había unas normas de comportamiento, y una de ellas consistía en trabajar con los padres y cuidarlos cuando fueran mayores. No tenía sentido dejar de cumplir la ley para irse con un varón judío que no podía gloriarse de tener esposa, ni hijos, ni casa, ni tierras.

¿Por qué nos narran el seguimiento de este modo? San Marcos presenta a lo largo de su evangelio diversos encuentros con Jesús y diferentes formas de responderle y seguirle. De este modo, quienes se acercaban a las primeras comunidades tenían muchos ejemplos que les servían de referencia para aprender a seguir a Jesús.

Esta catequesis de Marcos nos presenta a dos hombres que dejan las redes, es decir, pierden su medio de vida y su seguridad, pero encuentran la perla escondida, el tesoro. “Pescar hombres” era una imagen sugerente que les insertaba en la corriente profética; dejar las redes de pescador les merecía la pena.

No importa que lo descubrieran en un instante o poco a poco. Que siguieran a Jesús dejando todo tirado, y la familia a la intemperie o en un proceso que duró un tiempo.

Al interpretar la inmediatez de manera literal corremos el riesgo de que en el trabajo pastoral con los jóvenes no se tenga en cuenta que han pasado veinte siglos y se han descubierto unos principios básicos de sicología. En muchas jornadas y encuentros se pone el acento en el impacto emocional del momento, en la urgencia de la respuesta… como si Jesús hubiera puesto en marcha el cronómetro de la vocación. Luego nos lamentamos de los frutos inmaduros…, sobradamente conocidos.

También vio a Santiago y a Juan, dos hermanos que no quedan en muy buen lugar en los evangelios. Les puso como apodo “hijos del trueno” (Mc 3, 17), con las connotaciones que tenían los truenos en aquella época. Los dos hermanos sugieren a Jesús que baje fuego del cielo para consumir a los samaritanos que no les reciben en una aldea (Lc 9, 51-56). Se presentan, junto con su madre, a pedir a Jesús los dos mejores puestos del Reino (Mt 20, 20-28), lo que muestra que no habían entendido nada de ese Reino que querían gobernar.

A pesar de todo esto, lo más probable es que en las homilías de este domingo se idealicen estas llamadas y no se tenga en cuenta que los cuatro evangelistas han silenciado los relatos de vocación de la mayoría de las mujeres que aparecen acompañando a Jesús.

Nos dice Lucas que cuando las mujeres regresaron del sepulcro y contaron a los once y a los demás lo que habían vivido “aquellas palabras les parecieron un delirio y no las creyeron” (Lucas 24, 8-11)

¿Pasó lo mismo cuando cada mujer fue contando cómo experimentó la mirada de Jesús y su llamada?

Este domingo ¿nos dirán en las homilías que las mujeres que acompañaban a Jesús desde Galilea y le sostenían con sus bienes, habían dejado inmediatamente a su marido y a sus hijos? ¿Nos animarán a que hagamos lo mismo? ¿Era ejemplar la actitud de los apóstoles? ¿Es una actitud escandalosa si se trata de mujeres?

¿Por qué reaccionaríamos de modo diferente ante el comportamiento de un hombre y una mujer en el seguimiento radical de Jesús? El evangelio y el seguimiento ¿tienen una versión para hombres y otra para mujeres?

 Marifé Ramos (www.mariferamos.com)

Fuente Fe Adulta

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Pasotismos Postmodernos

Domingo, 21 de enero de 2018
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default-ds-cdn-write-upload-4000-300-60-1-294361Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

UN POWER POINT DE NÍNIVE Y JONÁS.

Nínive era la capital del reino de Asiria y, como toda capital (incluidas las nuestras), era una ciudad en la que abundaba la corrupción de todo tipo. Nínive era la ciudad símbolo del imperialismo, del lujo, de la opresión de Israel. Por eso era especialmente odiada.

Como buen judío Jonás está seguro y cómodo en su tradición, en su teología, en sus criterios, por lo que no cree ni quiere un Dios libre y bueno para con otras gentes y pueblos. Le molesta que Dios sea bueno con los extranjeros, con los moralmente incorrectos.

Jonás era un hombre autosuficiente tanto nacional como “eclesiásticamente”. “Se las sabía todas”.

Pero -extrañamente- Jonás es llamado y enviado por Dios para predicar en Nínive. Es una perfecta estupidez, porque Jonás no creía en que se pudiera ni que se debiera hacer nada en aquella ciudad corrupta. Por esta razón Jonás no quería ir a Nínive y más bien prefiere irse al “Caribe”: hacer un crucero a Tarsis, que no se sabe muy bien dónde está ¿Tarso? ¿Quizás un pueblo del Líbano? ¿Quizás en la actual Huelva? ¿Quizás Tartessios: en Cádiz?). Sea a donde fuere, Jonás embarca con la intención de marchar para una temporada de vacaciones. Que me dejen en paz, que no tengo ganas de nada. Un perfecto postmoderno de nuestro tiempo.

Dios desencadena un gran viento, el barco naufraga y se va a pique. Los marineros de aquella nave cargan a Jonás con la culpa de aquel naufragio y lo arrojarán al mar. Pero Jonás fue salvado de las aguas en el vientre de la ballena que lo vomitó en la playa.

Una vez salvado Jonás, Dios le insiste a Jonás: haz el favor de marchar de una vez a Nínive a abrir los ojos de aquellas gentes.

A regañadientes Jonás se va a Nínive. La predicación de Jonás es fuerte, más bien amenazante: “Como no os convirtáis en cuarenta días, Dios arrasará la ciudad”.

Pero para disgusto y envidia de Jonás (de los ultras de todo sistema ideológico y eclesiástico) los ninivitas creyeron, se convirtieron y se salvaron.

A Jonás, hombre puritano y pasota, le molesta que los ninivitas se conviertan y que Dios sea bueno con ellos. Es una actitud un tanto extraña. Jonás hubiese terminado satisfecho si, tras su predicación, los ninivitas hubiesen seguido igual, Dios les habría arrasado con fuego y azufre. Jonás terminaría contento, porque “¿veis cómo tengo razón?”, “con esa gente no se puede hacer nada”.

La novela termina con una moraleja. Jonás se acuesta en su tienda y Dios hace crecer una planta de ricino a cuya sombra Jonás se protegerá del sol. Pero un gusano seca la planta. Jonás deprimido se deja morir. Y Dios le dice: Sientes lástima y te deprimes porque se ha secado una planta. ¡Cómo no voy a sentir lástima por los 120.000 ninivitas! Jonás ya no dijo nada y nunca sabremos su actitud final.

posmodernismo02. POSTMODERNIDAD.

En cierto sentido Jonás era un hombre postmoderno, como nosotros, como nuestra situación cultural.

El momento cultural que estamos viviendo es claramente postmoderno. Los idealismos han caído, así como los valores y los “grandes relatos”: ¿para qué queremos libertad, pensamiento, filosofía, justicia, etc? A mí dame un trabajo y un buen sueldo a fin de mes y déjame de “milongas” solidarias, justicias, etc.

Jonás estaba convencido de que no se podía hacer nada, y lo que es peor, no convenía hacer nada con aquella gente de Nínive.

¿Qué podemos hacer contra los “recortes”, contra la crisis, contra la droga, contra el racismo, contra la corrupción, contra los grandes intereses económico.políticos del capitalismo? ¿Cuál será el futuro de esta Iglesia decrépita que no quiere cambiar ni un ápice y olvida o tergiversa el Concilio Vaticano II y se enroca en su doctrina como Jonás y no quiere acercarse a Nínive y a los ninivitas sino para condenarlos? ¿Qué se puede esperar de parte de una jerarquía que se enfrenta al mismo papa Francisco?

“Que paren el mundo, que me bajo”.

Nos embarga una profunda decepción, una gran cansera y hacemos lo mismo que Jonás: lo mejor es irse de vacaciones, “a vivir que son dos días” y, algo cínicamente, nos justificamos diciendo; “disfruta”, que eso es lo que te vas a llevar de la vida.

Un tanto cínicamente solemos decir: nosotros hemos llegado hasta aquí, “los que vengan atrás que arreen”.

¿No será esta la actitud de no pocos curas y laicos que nos quedamos, -nos quedamos- apoltronados en nuestra mentalidad, en la comodidad de nuestro pequeño mundo?

03. A JONÁS SE LE SECÓ HASTA EL RICINO

También como Jonás, nos sentamos escéptica y autosuficientemente bajo el ricino, a la sombra de nuestra orgullosa tradición nacional-católica o de nuestras manidas costumbres y prácticas religiosas y pastorales.

También a nosotros, como a Jonás, se nos ha secado el ricino (doctrina, instituciones, parroquias, ideologías, audacia, valentía) y ya no nos cubre con su sombra. Por eso, quizás, repetimos y repetimos cosas y cosas, pero que ya no iluminan, ni alimentan. Como Jonás, maldecimos lo mal que van las cosas, lo mal que lo hacen los políticos, los eclesiásticos, pero no movemos un dedo para cambiar las cosas.

04. LAS ALUSIONES ECLESIALES SON EVIDENTES.

Ya el ARCA DE NOÉ es un símbolo de salvación en las aguas bautismales del diluvio. (El Éxodo, como el diluvio, como el Jordán, como el costado de Cristo son preciosas y espléndidas catequesis bautismales).

La BALLENA es el sepulcro de Jesús, de donde, al tercer día, brota de nuevo la vida de Jonás y de Jesús.

El BARCO, la BARCA conlleva una alusión a la Iglesia: la barca de salvación.

Jonás estaba DORMIDO, COMO JESÚS en la BARCA. Todo el mundo está nervioso, menos Jonás y Jesús. Pero cuando el Señor está presente, las tempestades se calman.

05. EL CENTRO NO ES LO ECLESIÁSTICO – RELIGIOSO, SINO EL EVANGELIO DEL REINO.

news_36031_1430052009El eje central, el problema de fondo no es el mundo eclesiástico, por más que se lo crean los eclesiásticos. La cuestión no es si tiene que haber 13 ó 5 ó 25 arciprestazgos, ni las formas litúrgicas a restaurar, ni el puritanismo ultraortodoxo que raya el fundamentalismo.

La cuestión es CONVERTÍOS Y CREED EN EL EVANGELIO. Lo importante es vivir el evangelio y seguir al Señor desde ese evangelio que crea libertad, justicia, paz.

El Evangelio nos hace bien y el Evangelio del Reino es la meta.

EL REINO DE DIOS ESTÁ CERCA

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Si quieres ser perfecto…

Miércoles, 17 de enero de 2018
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***

Antonio nació el año 252 en Qeman, en el Medio Egipto, hijo de hacendados cristianos acomodados. Hacia los veinte años escuchó la proclamación del Evangelio: «Si quieres ser perfecto…». Fulminado por la invitación de Jesús, vendió los fértiles terrenos que recibió en herencia tras la muerte de sus padres y emprendió la vida ascética, primero, junto a su pueblo y, después, encerrándose en una necrópolis durante casi trece años. Tras diversos ataques demoníacos, se comprometió todavía más en la lucha ascética y se estableció en un fortín abandonado, donde se quedó durante otros veinte años.

El año 306 dejó su retiro y aceptó tener discípulos. Para huir de la notoriedad, se retiró a la «montaña interior» (el monte Kolzum). Murió el 17 de enero del año 356, a los ciento cinco años muchos de los cuales transcurrieron enseñando a los solitarios, curando a los enfermos, refutando a los herejes con un ministerio carismático y autorizado que le ha convertido para siempre en el padre de los monjes.

***

En aquel tiempo, se acercó uno y le preguntó:

-“Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para obtener la vida eterna?”

Jesús le contestó:

“¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno sólo es bueno. Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.”

Él le preguntó:

-“¿Cuáles?

Jesús contestó:

-“No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio;  honra a tu padre y a tu madre, ama a tu prójimo como a ti mismo.”

El joven le dijo:

-“Todo eso ya lo he cumplido. ¿Qué me falta aún?

Jesús le dijo:

-“Si quieres ser perfecto, ve a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres; así tendrás un tesoro en los cielos. Luego, ven y sígueme”.

*

Mateo 19,16-21

***

Al joven rico, que ya observa los mandamientos y desea saber qué debe hacer aún para obtener la vida eterna, Jesús le propone la «perfección», esto es, la renuncia a sus propios bienes en favor de los pobres, y seguirle de manera incondicional (v. 21). El joven se entristece porque su alegría estaba puesta precisamente en aquellos bienes que no deseaba abandonar, y se marchó. Le faltaba lo único necesario: un corazón libre y bien dispuesto para acoger aquella «vida eterna» que decía desear.

Es impensable seguir a Jesús sin estar dispuesto a romper con los vínculos que nos impiden tener una actitud dócil y obediente con el Maestro. Él quiere fijar  en todos su mirada de amor, pero ésta sólo es al atraída por quienes tienen el corazón humilde, pobre y libre.

***

«Si quieres ser perfecto, ve a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres» (Mt 19,21). Antonio escuchó estas palabras como pronunciadas por el Señor. Su generosa respuesta procuró vigor en la Iglesia a la maravillosa realidad del movimiento monástico… Lo esencial, por consiguiente, consiste precisamente en el radicalismo de este deseo. Antonio se dejó conducir dócilmente por el Espíritu… Su vigor aumentó a lo largo del camino. La primera respuesta que le liberó de los bienes terrenos le abrió el camino a un compromiso evangélico cada vez, más enérgico, que le permitió caminar humildemente con su Dios, lejos de las miradas de los hombres.

Sólo después de la gran lucha contra las pasiones, Antonio estuvo en condiciones de servir verdaderamente a los otros, convirtiéndose en amigo, hermano y padre de todos. Con una gran audacia, su itinerario pasó de la victoria sobre la tentación a la enseñanza y al cuidado de los hermanos, «inventando» -por así decirlo- un nuevo modelo de vida cristiana, que le convirtió en un maravilloso ejemplo de libertad, de ascesis viril, de fidelidad a la Palabra, de amor a Cristo y al prójimo. No en balde, la tradición ha reconocido siempre en él no sólo al padre de los monjes, sino, sobre todo, al «modelo» del cristiano.

***

a-28

Ruego por vosotros, noche y día, a mi Dios que os conceda los mismos dones que me ha concedido a mí por su gracia, no porque yo fuera digno de ellos […]: el gran Espíritu de fuego que yo mismo he recibido. ¡Recibidlo, pues, también vosotros!

Y si queréis obtener que more en vosotros, presentad antes las fatigas del cuerpo y la humildad del corazón, elevando noche y día vuestros pensamientos al cielo.

Pedid con corazón sincero este Espíritu de fuego, y os será dado […]; cuando lo hayáis recibido, os revelará todos los misterios más altos […]. Os ruego que abandonéis vuestra voluntad carnal y mantengáis la serenidad en cada cosa, a fin de que, con el apoyo del Espíritu Santo, moren en vosotros las potencias celestes y os ayuden a cumplir la voluntad de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, a quien sea la alabanza eterna por los siglos de los siglos. Amén

*

Antonio Abad,
Carta 8,1.3, passim

***

Les aconsejaba, sobre todo, recordar siempre estas palabras del apóstol: «Que el sol no se ponga sobre tu ira» (Ef 4,26), y considerar estas palabras como dichas de todos los mandamientos: el sol no debe ponerse no sólo sobre la ira, sino sobre ningún otro pecado. Es enteramente necesario que el sol no condene por ningún pecado de día, ni la luna por ninguna falta o incluso pensamiento nocturno. Para asegurarnos de esto, es bueno escuchar y guardar lo que dice el apóstol: «Júzguense y pruébense ustedes mismos» (2 Cor 13,5). Por eso, cada uno debe hacer diariamente un examen de lo que ha hecho de día y de noche; si ha pecado, deje de pecar; si no ha pecado, no se jacte por ello. Persevere más bien en la practica de lo bueno y no deje de estar en guardia.

No juzgue a su prójimo ni se declare justo él mismo, como dice el santo apóstol Pablo, «hasta que venga el Señor y saque a luz lo que está escondido» (1 Cor 4,5; Rom 2,16). A menudo no tenemos conciencia de lo que hacemos; nosotros no lo sabemos, pero el Señor conoce todo. Por eso, dejémosle el juicio a él, compadezcámonos mutuamente y «llevemos los unos las cargas de los otros» (Gal 6,2). Juzguémonos a nosotros mismos y, si vemos que hemos disminuido, esforcémonos con toda seriedad para reparar nuestra deficiencia.

*

Atanasio,
Vita Antonii, 55).

***

El acontecimiento que supuso Antonio en la historia de la Iglesia tiene una función -casi de matriz- análoga al ciclo de Abrahán en la historia del pueblo judío. Aunque vivida por uno solo, a título de ejemplo, simboliza a la humanidad en camino hacia Dios, una humanidad cuya vanguardia puede decirse que está compuesta por los monjes.

En la vida de Antonio podemos divisar la actitud apasionada hacia la persona de Jesús. Antonio nos recuerda que el Reino de Dios está dentro de nosotros, es el tesoro escondido en el campo de nuestro corazón. ¿Lo ha encontrado un hombre? Se va de allí, ebrio de alegría, y vende todo lo que posee. La búsqueda de lo absoluto impulsa al monje al desierto y se esconde en él periódicamente para encontrar ahí recursos: es aquí donde se forma como en un crisol el hombre interior. El desierto, a pesar de esto, no es más que un lugar de paso, y, a menudo, el espíritu que conduce a los monjes a él los lleva de nuevo -transfigurados- a la ciudad de los hombres: revestidos de su poder, se hacen humildes servidores de sus hermanos. Se trata de una dialéctica fecunda, cuyo prototipo nos presenta la vida de Antonio, movimiento de sístole y de diástole que constituye el latido mismo del corazón humano.

No se trata de imitar materialmente esta vida, sino de dejarse penetrar por la luz que emana de ella .

*

E. Bianchi,
en N. Devilles, Antonio el Grande,
Milán 1973, pp. 1 lss.

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Éste es el Cordero de Dios.

Domingo, 14 de enero de 2018
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Señor Jesús, te miro, y mis ojos están fijos en tus ojos. Tus ojos penetran el misterio eterno de lo divino y ven la gloria de Dios. Y son los mismos ojos que vieron Simón, Andrés, Natanael y Leví […]. Tus ojos, Señor, ven con una sola mirada el inagotable amor de Dios y la angustia, aparentemente sin fin, de los que han perdido la fe en este amor y son «como ovejas sin pastor».

        Cuando miro en tus ojos me espantan, porque penetran como lenguas de fuego en lo más íntimo de mi ser, aunque también me consuelan, porque esas llamas son purificadoras y sanadoras. Tus ojos son muy severos, pero también muy amorosos; desenmascaran, pero protegen; penetran, pero acarician; son muy profundos, pero también muy íntimos; muy distantes, pero también invitadores.

        Me voy dando cuenta poco a poco de que, más que «ver», deseo «ser visto»: ser visto por ti. Deseo permanecer solícito bajo tu morada y crecer fuerte y suave a tu vista. Señor, hazme ver lo que tú ves -el amor de Dios y el sufrimiento de la gente-, a fin de que mis ojos se vuelvan cada vez más como los tuyos, ojos que puedan sanar los corazones heridos.

*

H. J. M. Nouwen,
In cammino verso l’alba di un giorno nuovo,
Brescia 1997, pp. 88ss.

***

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice:

-“Éste es el Cordero de Dios.”

Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:

“¿Qué buscáis?”

Ellos le contestaron:

-“Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?”

Él les dijo:

-“Venid y lo veréis.

Entonces fueron, y vivieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:

-“Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).”

Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:

“Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).”

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Juan 1,35-42

***

*

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“¿Qué buscamos?”. 2º Tiempo Ordinario – B (Juan 1,35-42)- 14 de enero 2018

Domingo, 14 de enero de 2018
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793780-300x232Las primeras palabras que Jesús pronuncia en el evangelio de Juan nos dejan desconcertados, porque van al fondo y tocan las raíces mismas de nuestra vida. A dos discípulos del Bautista que comienzan a seguirlo Jesús les dice: «¿Qué buscáis?».

No es fácil responder a esta pregunta sencilla, directa, fundamental, desde el interior de una cultura «cerrada» como la nuestra, que parece preocuparse solo de los medios, olvidando siempre el fin último de todo. ¿Qué es lo que buscamos exactamente?

Para algunos, la vida es «un gran supermercado» (D. Sölle), y lo único que les interesa es adquirir objetos con los que poder consolar un poco su existencia. Otros lo que buscan es escapar de la enfermedad, la soledad, la tristeza, los conflictos o el miedo. Pero escapar, ¿hacia dónde?, ¿hacia quién?

Otros ya no pueden más. Lo que quieren es que se les deje solos. Olvidar a los demás y ser olvidados por todos. No preocuparse por nadie y que nadie se preocupe de ellos.

La mayoría buscamos sencillamente cubrir nuestras necesidades diarias y seguir luchando por ver cumplidos nuestros pequeños deseos. Pero, aunque todos ellos se cumplieran, ¿quedaría nuestro corazón satisfecho? ¿Se habría apaciguado nuestra sed de consuelo, liberación y felicidad plena?

En el fondo, ¿no andamos los seres humanos buscando algo más que una simple mejora de nuestra situación? ¿No anhelamos algo que, ciertamente, no podemos esperar de ningún proyecto político o social?

Se dice que los hombres y mujeres de hoy han olvidado a Dios. Pero la verdad es que, cuando un ser humano se interroga con un poco de honradez, no le es fácil borrar de su corazón «la nostalgia de infinito».

¿Quién soy yo? ¿Un ser minúsculo, surgido por azar en una parcela ínfima de espacio y de tiempo, arrojado a la vida para desaparecer enseguida en la nada, de donde se me ha sacado sin razón alguna y solo para sufrir? ¿Eso es todo? ¿No hay nada más?

Lo más honrado que puede hacer el ser humano es «buscar». No cerrar ninguna puerta. No desechar ninguna llamada. Buscar a Dios, tal vez con el último resto de sus fuerzas y de su fe. Tal vez desde la mediocridad, la angustia o el desaliento.

Dios no juega al escondite ni se esconde de quien lo busca con sinceridad. Dios está ya en el interior mismo de esa búsqueda. Más aún. Dios se deja encontrar incluso por quienes apenas le buscamos. Así dice el Señor en el libro de Isaías: «Yo me he dejado encontrar por quienes no preguntaban por mí. Me he dejado hallar por quienes no me buscaban. Dije: “Aquí estoy, aquí estoy”» (Isaías 65,1-2).

José Antonio Pagola

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Marina Ibarlucea

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“Vieron dónde vivía y se quedaron con él”. Domingo 14 de enero de 2018. 2º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 14 de enero de 2018
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11-ordinario (B) cerezoLeído en Koinonia:

1Samuel 3,3b-10.19: Habla Señor, que tu siervo escucha.
Salmo responsorial: 39. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
1Corintios 6,13c-15a.17-20: Vuestros cuerpos son miembros de Cristo.
Juan 1,35-42: Vieron dónde vivía y se quedaron con él

La primera y la tercera lecturas se complementan presentándonos el tema de «la vocación»: la vocación del pequeño Samuel en la primera, y la vocación o el llamado de Jesús a sus primeros discípulos.

El libro de Samuel nos presenta la infancia del joven Samuel en el templo al cual fue consagrado por su madre en virtud de una promesa. El niño duerme, pero una voz lo llama. Creyendo que es la voz de su maestro Elí, con ingenua obediencia se levanta el niño tres veces en la noche acudiendo a su llamado. Samuel no conoce aún a Yahvé, pero sabe de la constancia en la obediencia, y sabe acudir al llamado, una vez más, aun cuando en las primeras ocasiones le parecía haberse despertado en vano. Elí comprendió que era Yahvé quien llamaba al niño y le enseñó entonces a crear la actitud de escucha: “Habla señor, que tu siervo escucha”.

La vida actual está llena de ruido, palabras que van y vienen, mensajes que se cruzan y con frecuencia los seres humanos perdemos la capacidad del silencio, la capacidad de escuchar en nuestra interioridad la voz de Dios que nos habita. Dios puede continuar siendo aquel desconocido de quien hablamos o a quien afirmamos, creer pero con quien pocas veces nos encontramos en la intimidad del corazón, para escuchar contemplativamente.

Este texto sobre Samuel niño se ha aplicado muchas veces al tema de la “vocación”, palabra que, obviamente, significa “llamado”. Toda persona, en el proceso de su maduración, llega un día –una noche- a percibir la seducción de unos valores que le llaman, que con una voz imprecisa al principio, le invitan a salir de sí y a consagrar su vida a una gran Causa. Esas voces vagas en la noche, difícilmente reconocibles, provienen con frecuencia de la fuente honda que será capaz más tarde de absorber y centrar toda nuestra vida. No hay mayor don en la vida que haber encontrado la vocación, que es tanto como haberse encontrado a sí mismo, haber encontrado la razón de la propia vida, el amor de la vida. No hay mayor infortunio que no encontrar la razón de la vida, no encontrar la Causa con la que uno vibra, la Causa por la que vivir (que siempre es, a la vez, una causa por la que incluso merece la pena morir).

Pablo, en su carta a los corintios, nos recuerda que el cuerpo es templo, y que toda nuestra vida está llamada a unirse a Cristo, por lo que es necesario discernir en todo momento, qué nos aleja y qué nos acerca al plan de Dios. Por que la relación con Dios, no hace referencia solamente a nuestra experiencia espiritual sino a toda la vida: el trabajo, las relaciones humanas, la política, el cuidado del cuerpo, la sexualidad… En todo momento en cualquier situación debemos preguntarnos si estamos actuando en unidad con Dios y en fidelidad a su plan de amor para con todo el mundo.

En el evangelio de hoy, Juan nos relata en encuentro de Jesús con los primeros discípulos que elige. Es un texto del evangelio, obviamente simbólico, no un relato periodístico o una “crónica” de aquellos encuentros. Todavía, algunos de los símbolos que contiene no sabemos interpretarlos: ¿qué quiso Juan aludir, al especificarnos que… “serían las cuatro de la tarde”? Hemos perdido el rastro de lo que pudo tener de especial aquella hora concreta como para que Juan la detalle.

Dos discípulos de Juan escuchan a su maestro expresarse sobre Jesús como el “cordero de Dios”, y sin preguntas ni vacilaciones, con la misma ingenuidad que el joven Samuel que hemos contemplado en la primera lectura, «siguen» a Jesús, es decir, se disponen a ser sus discípulos, lo que conllevará un cambio importante para sus vidas. El diálogo que se entabla entre ellos y Jesús es corto pero lleno de significado: “¿Qué buscan?”, “¿Maestro donde vives?”, ”Vengan y lo verán”. Estos buscadores desean entrar en la vida del Maestro, estar con él, formar parte de su grupo de vida. Y Jesús no se protege guardando las distancias, sino que los acoge sin trabas y los invita nada menos que a venir a su morada y quedarse con él.

Este gesto simbólico se ha comentado siempre como una de las condiciones de la evangelización: no basta dar palabras, son precisos también los hechos; no sólo teorías, sino también vivencias; no «hablar de» la buena noticia, sino mostrar cómo la vive uno mismo, en su propia carne estremecida de gozo. O sea: una evangelización completa debe incluir una visión teórica, pero sobre todo tiene que ser un testimonio. El evangelizador no es un profesor que da una lección, sino un testigo que ofrece su propio testimonio personal. El impacto del testimonio de vida del maestro, conmueve, transforma, convence a los discípulos, que se convierten en testigos mensajeros.

Seguir a Jesús, caminar con él, no puede hacerse sino por haber tenido una experiencia de encuentro con él. Las teorías habladas –incluidas las teologías–, por sí solas, no sirven. Nuestro corazón –y el de los demás– sólo se conmueve ante las teorías vividas, por la vivencia y el testimonio personal.

En la vida real el tema de la vocación no es tan fácil ni tan claro como lo solemos plantear. La mayor parte de las personas no pueden plantearse la pregunta por su vocación, no pueden «elegir su vida», sino que han de aceptar lo que la vida les presenta, y no pocas tienen que esforzarse mucho para sobrevivir apenas. El llamado de Dios es, ahí, el llamado de la vida, el misterio de la lucha por la sobrevivencia y por conseguirla del modo más humano posible. Este llamado, la «vocación» vivida en estas difíciles circunstancias de la vida, son también un verdadero llamado de Dios, que debemos valorar en toda su dignidad. Leer más…

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14.1.18 ¡Habla, Señor, que tu siervo escucha! Un tiempo de relevo

Domingo, 14 de enero de 2018
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

2º Dom. Tiempo ordinario B. Pasamos de la Navidad y Bautismo de Jesús a la “llamada de Dios”, que la liturgia desarrolla con dos ejemplos poderosos, distintos y convergentes:

1. Primera llamada de Jesús a sus discípulos según el evangelio de Juan (1, 34-42), con el paso que lleva de Juan Bautista a Jesús y de Jesús a sus primeros discípulos, que le preguntan ¿dónde vives? y él responde: Venid y veréis. Dejamos este tema para la postal de mañana.

2. Llamada de Dios a Samuel, que responde: Habla, Señor, que tu siervo escucha (1 Sam 3, 1-13). Ese pasaje nos sitúa ante un tiempo de relevo poderoso como el nuestro (año 2018), en el paso entre un tipo de sacerdocio que puede parecer envejecido (ha pactado con el mundo) y una profecía nueva, capaz de poner en marcha un estilo de vida distinto, un mesianismo dispuesto a renovar el mundo.

Como he dicho, prefiero comentar hoy la primera lectura que nos sitúa en el momento clave del paso del viejo sacerdocio de Elí, Mi-Dios, (que oficia en el templo de Silo) a la profecía creadora de Samuel, que acompaña al sacerdote, pero escucha de un modo directo la voz del Dios que le llama de un modo especial para realizar su obra en el mundo.

Dejando a ahora a un lado la llamadas “autobiográficas” de los grandes profetas (Isaías, Jeremías), ésta es la historia de vocación más honda del AT, que puede y debe compararse con las de Abrahán (Gen 12) y Moisés (Ex 3). Ésta es una llamada personal y “social”:

dios-judio-dios-cristiano— Esta llamada marca un relevo generacional (Samuel en vez de Elí), con un traspaso de funciones: el profeta ocupará el lugar del sacerdote. Hay cambio fuerte, pero no violencia externa. El anciano liturgo (Heli) aceptara su “derrota”: Su tiempo ha terminado, empieza un tiempo de profetas.

— Esta es una “llamada personal”. La Biblia nos pone ante un hombre (un adolescente) que es capaz de escuchar y acoger la voz de Dios, marcando así para Israel una visión nueva y más honda de futuro (en la línea de este niño-Samuel pueden situarse, en una perspectiva muy distintas, las “revelaciones” modernas de los niños/niñas de Lourdes y Fátima, por poner un ejemplo.La de Samuel es muchísimo más poderosa y actual.

He desarrollado el tema en un libro antiguo: Dios judío, Dios cristianos, Estella 1996, 156-160. Mañana presentaré la llamada de Jesús a sus cuatro primeros discípulos según el Evangelio de Juan.

Necesitamos hoy “adolescentes samueles”, que escuchen a Dios desde el fondo de su vida, para superar un tipo de religión y santuario como el de Siló, envejecido, vendido quizá a los poderes del mundo y del dinero (como aquel de Siló…). Pero lea cada uno el texto y sienta, viva. La renovación tiene que venir desde abajo, de un adolescente como Samuel.
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1. Texto de vocación

Samuel aparece en la historia de Israel como el primero de los grandes mediadores de Dios, después de Moisés: Un hombre que escucha y transmite la Palabra de Dios, para anunciar al pueblo un juicio destructor que, paradójicamente, acabará teniendo forma salvadora, pues lleva a coronación de David como rey y al establecimiento del templo de Salomón.

Ésta vocación de Samuel, que ahora presentamos, explica de forma insuperable el proceso de escucha, educación y palabra del profeta. Estos son los protagonistas: Elí, sacerdote de Silo, Samuel, un muchacho, y Yahvé Dios. Así dice el texto, la primera lectura de este domingo.

El joven Samuel servía a Yahvé bajo el cuidado de Elí. En aquellos días la palabra de Yahvé era rara y no eran frecuentes las visiones. Un día estaba Elí acostado en su habitación; se le iba apagando la vista y casi no podía ver. Aún ardía la lámpara de Dios y Samuel estaba acostado en el templo de Yahvé donde estaba el Arca de Dios.

(Primera y segunda llamada) Y Yahvé llamó a Samuel y él le respondió: ¡Aquí estoy! Y corrió a donde estaba Elí y le dijo: ¡Aquí estoy! (Vengo) porque me has llamado. Y le respondió: No te he llamado. Vuelve, acuéstate. Y se acostó. Y Yahvé volvió a llamar otra vez a Samuel; y Samuel se levantó y fue a adonde estaba Elí y le dijo: ¡Aquí estoy! (Vengo) porque me has llamado. Y le respondió: ¡No te he llamado, hijo mío! Vuelve, acuéstate.Y Samuel no conocía aún a Yahvé, pues no se le había revelado la palabra de Yahvé.
(Tercera llamada) Y por tercera vez llamó Yahvé a Samuel y se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: ¡Aquí estoy! (Vengo) porque me has llamado. Y comprendió Elí que era Yahvé quien llamaba al joven. Y dijo Elí a Samuel: Vete, acuéstate. Y si alguien te llama responde: Habla, Yahvé, que tu siervo escucha!
(Llamada definitiva) Y vino Yahvé y haciéndose presente le llamó como las otras veces, diciendo: ¡Samuel, Samuel! Y Samuel respondió: ¡Habla, que tu siervo escucha! Y dijo Yahvé a Samuel: Mira, yo voy a hacer en Israel una cosa (= palabra) que a todos los que la oigan les retumbarán los oídos. Aquel día haré que venga contra Elí y contra su familia todo lo que he dicho sin que falte nada. Comunícale que yo condeno a su familia para siempre…

(1 Sam 3, 1-13)

Esta escena se ha popularizado, y así aparece en cuadros y narraciones espirituales de vocación con el título de el niño (o pequeño) Samuel. Pero el texto no le presenta como niño sino como joven (na’ar: 3,1), alguien que ha entrado en la adolescencia, sin alcanzar aún la madurez (puede tener unos 12 años).

El texto dice que sirve (mesaret) a Yahvé, como criado o ministro del sacerdote en las tareas del culto: duerme en el templo (hekal: 3,3) y cuida la lámpara hasta entrada la noche, y a la mañana abre sus puertas (6,15). Evidentemente vela por el orden de la Casa.

Así viven los dos en el templo de Silo: Elí, el anciano sacerdote, liturgo de una vieja dinastía corrompida de levitas (cf 1 Sam 2,11-36), casi ciego, y Samuel, el joven servidor que aprende a escuchar la voz de Dios educándose en el templo (3,2. 7). Ellos son los protagonistas. Leer más…

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14.1.17. La Iglesia del Cordero: Vieron donde vivía y se quedaron con él

Domingo, 14 de enero de 2018
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Expuse ayer el tema inigualable de la “llamada del niño/joven Samuel, para indicar de esa manera el paso del oficio sacerdotal a la vocación profética, en línea de experiencia interior de escucha personal de la “palabra”.

Hoy ofrezco una lectura básica del evangelio de este mismo domingo (2º tiempo ordinario, ciclo B), tomada de Jn 1, 35, 42. Se trata también de una lectura inigualable, que la Iglesia en su conjunto no ha desarrollado y aplicado todavía de forma, a mi juicio, suficiente. En su fondo subyacen los siguientes motivos:

1. Conforme a la visión más “oficial” de la Iglesia, el relato normativo de la vocación de los discípulos de Jesús es el Mc 1, 16-20 par., con la llamada de los cuatro “pescadores” del lago (dos parejas de hermanos: Andés y Simón, Juan y Santiago). De forma poderosa les llama Jesús, mientras están pescando o arreglando redes junto al lago, para hacerles “pescadores de hombres”. Ellos dejan su antigua pesca y le siguen. Es evidente que se trata de un texto “ejemplar” muy teologizado.

2. Según la visión de Jn 1, Jesús no va a buscar a sus cuatro “colaboradores” en plena faena de pesca junto al lago, para iniciarles en algo totalmente nuevo (para lo que no estaban preparados), sino que les va y les encuentra “junto al río de Juan Bautista”, de quien son discípulos. Ellos, los tres o cuatro de esta escena, que son Andres y Simón (y quizá los zebedeos) son ya profesionales de la búsqueda religiosa de Israel, pues lo han dejado todo para seguir a Juan Bautista.

3. También Jesús es discípulo de Juan Bautista, de manera que le podemos presentar como “colega” de Andrés y Simón, y de los otros… (conforme a la escena que seguirá…). Eso significa que antes que discípulos de Jesús, ellos son “colegas suyos”, buscadores de un mismo perdón de Dios, de una misma esperanza y tarea de Reino (de reconciliación final y de perdón). Partiendo de Juan Bautista, que es el Maestro de todos. Nos hallamos pues ante un “Jesús discípulo” con otros discípulos de Juan, buscando el camino de Dios junto al río del perdón/bautismo.

4. El que marca el inicio y la línea de ese nuevo camino es Juan Bautista, quien instituye/define a Jesús como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Jesús asume esa tarea que le marca Juan Bautista, para ser el “Cordero de Dios” en persona… No es cordero sacrificial del templo, ni cordero de la pascua litúrgica judía… Es Cordero de Dios (es perdón de Dios) con su misma vida, con su conocimiento profundo de Dios, con su entrega a los demás y su enseñanza.

images15. Pero Juan Bautista no inicia y traza sólo el camino de Jesús… sino el de sus discípulos, a los que empieza revelando la identidad de Jesús como Cordero de Dios, invitándoles así, de forma velada pero fuerte, a que le sigan… Juan abre el camino, para que sus propios discípulos puedan ser y sean discípulos de Jesús, a quien él entrega “su herencia” su tarea.

6. Los discípulos de Juan, que escuchan su palabra sobre Jesús, no le preguntan a Jesús qué enseña, ni qué haces, sino dónde vives (ou meneis…), para estar de esa manera con él. El verdadero discipulado es “estar con”, morar juntos… Esta es la tarea clave de Jesús y de su Iglesia (de su nueva comunidad): Abrir la casa, no ocultar nada, ofrecer con transparencia su vida y camino a los otros (es decir, a todos). La iglesia posterior ha enseñado a veces desde arriba, ha tenido secretos, ha desarrollado un gran poder… Jesús en cambio sólo dice a los que vienen: ¡Venid y veréis! Les ofrece su casa, con todo lo que hay en ella.

7. Estos discípulos van con Jesús, ven y comparten su vida (su forma de ser…) y queda transformados. No tienen necesidad de más sermones, de palabras: Ven cómo vive Jesús, viven con él y descubren que él es el Mesías de Israel. Esta ha sido y sigue siendo la misión de Jesús y de sus seguidores: ¡Crear espacios de vida mesiánica, liberada del pecado, que es la lucha mutua, la angustia por la supervivencia, el ritual infinito de los sacrificios. Vivir como Jesús (con Jesús), eso es descubrirle como cordero de Dios, superando de esa forma el pecado del mundo. Ellos, los discípulos que “habitan con Jesús” (que crean casa con Jesús) son el verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

8. En un momento final viene Simón… No es el primero que ha seguido a Jesús, sino que “aprendido” y descubierto el misterio del Cordero de Dios a través de Andrés su hermano (y del otro, que es, probablemente, el Discípulo Amado). Simón viene en un segundo momento, pero será importante en la Iglesia, como le dirá Jesús: ¡Tú eres Simón (como el segundo de los hijos de Jacob), pero serás llamado Cefas, que significa Petros (Piedra…).

Estos son los elementos de la “historia básica” de este evangelio del domingo, que la liturgia ha puesto a la “luz” del relato de la llamada de Samuel (1 Sam 3).

− Dios llama a Samuel desde dentro de su propia vida, como Principio superior de iluminación, en un contexto de transformación religiosa (de superación del pecado del pueblo), en una línea que ha sido explorada por la experiencia mística y orante de las grandes religiones.

− Dios llama a Jesús y a sus discípulos en un contexto semejante de “pecado” (de superación del Pecado), a través de Juan Bautista, que utiliza el símbolo judío clásico del “Cordero” en sus diversas vertientes.

− El tema de fondo es la sustitución (y superación) del Cordero exterior (animal de sacrificio) por el hombre-cordero: La misma vida humana de Jesús (y de sus seguidores) es el cumplimiento del signo del cordero, sin necesidad de ritos ni sacrificios externos.

Introducción

Entre los muchos motivos del texto, evocados ya, he querido centrarme en el signo de Jesús como Cordero, tema que se expande y aplica en la Iglesia . Trato así del mismo Dios que es el Cordero (Agnus Dei) que quita el Pecado del Mundo, conforme al signo de Jesús,por la misma iglesia.

En la fiesta de la Última Cena (donde se comía el Cordero de Pascua), Jesús evitó ese signo, para centrarse, según los evangelios, en el pan y el vino. Probablemente, Jesús no comió el cordero (como supone con toda claridad el Evangelio de Juan), porque él mismo y sus discípulos eran el Cordero. Pero ese signo importante en la liturgia judía, y parece lógico que los cristianos lo hayan aplicado simbólicamente a Jesús, y lo hayan recreado de forma poderosa, como hace el evangelio de Juan.

gran-diccionario-de-la-biblia---epubEn esa línea, el evangelio nos sitúa hoy ante el Dios Cordero (no Dios-León, ni Águila de cielo), que quita el Pecado del Mundo. De todas formas, este motivo (Jesús que es Dios-Cordero que quita el Pecado del Mundo) no es fácil de entender , pues no aparece expresamente en el Antiguo Testamento, aunque su signo ha sido elaborado por autores judíos y cristianos (como Filón de Alejandría o la carta de Bernabé). Por eso quiero evocar algunos de sus rasgos, como aparecen en mi Gran Diccionario de la Biblia (Verbo Divino, Estella 2015, págs. 264-265).

Dejo el signo abierto, sin precisar con detalle sus motivos. Los mismos lectores del blog sabrán sacar las consecuencias y trazar las aplicaciones, no sólo en la línea de Cristo, sino en la línea de la Iglesia que ha de aparecer como Cordero de Dios

Texto: Jn 1, 35-42

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: “Éste es el Cordero de Dios.” Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: “¿Qué buscáis?” Ellos le contestaron: “Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?” Él les dijo: “Venid y lo veréis.” Entonces fueron, y vivieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: “Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).” Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Petros)

El signo del Cordero.

El cordero es para el Antiguo Testamento el animal sagrado (sacrificial) por excelencia, y así lo entiende el evangelio de Juan, al vincularlo con Jesús al que llama «cordero de Dios (amnos tou Theou) que quita (ho airôn) el pecado (tên hamartian) del cosmos» (Jn 1, 29; cf. 1, 36). Cada una de esas palabras es significativa y nos sitúa en el centro del misterio de la Biblia.

a) Estamos ante el Dios Cordero (amnos), no antes el Dios León Furioso, ni Águila celeste, ni Elefante… El Dios Cordero es el Señor de la Suma Debilidad, que se hace poderosa, pues no actúa por violencia sino por Amor sacrificado.

b) El Dios Cordero, que es Jesús, “quita” (airei) el Pecado… No lo perdona, como se dice que prometía Juan Bautista (cf. Mc 1, 4), ni lo limpia…, sino que lo “quita”, es decir, lo arranca, lo destruye.

c) Quita el pecado del mundo, del cosmos entero (tên hamartian tou kosmou). No quita unos pecados concretos, unas faltas particulares, sino “el pecado” (el singular), que tenía dominado, esclavizado el mundo.

Éste es el signo del Dios Cordero, que Juan Bautista ha descubierto en Jesús, cuando viene a su lado a bautizarse. Sobre el sentido de este Agnus Dei (Cordero de Dios, Dios Cordero) se puede decir y se han dicho muchas cosas. Yo resumiré aquí algunas más significativas, desde una perspectiva bíblica.

(1) Cordero sustitutorio de la Aquedah (“ligadura” de Isaac).

Ese cordero aparece vinculado al sacrificio de Isaac (que está ya atado, sobre el altar: De ahí el nombre “Ligadura”: cf. Gen 22, 7-8). El Dios antiguo pedía la “sangre” de los hombres, es especial, de los primogénitos, y así lo sintió todavía Abraham, que aparece en la “muga” o linde de los tiempos, en la frontera entre el Dios de Sangre (Moloc de Sacrificios) y el Dios amoroso que quiere la vida de los hijos. Leer más…

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Primer profeta y primeros discípulos. 2º domingo. Ciclo B

Domingo, 14 de enero de 2018
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seguimiento2Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado leímos el relato del bautismo. Si hubiéramos seguido con el evangelio de Marcos, lo siguiente serían las tentaciones de Jesús. Pero, en un prodigio de zapping litúrgico, cambiamos de evangelio y leemos el próximo domingo un texto de Juan. El cuarto evangelio no cuenta el bautismo de Jesús. Pero sí dice que fue a donde estaba Juan bautizando, y allí entró en contacto con quienes más tarde serían sus discípulos. Para ambientar este episodio, y con fuerte contraste, la primera lectura cuenta la vocación de Samuel.

La vocación de un profeta

            Samuel no es el primer profeta. Antes de él se atribuye el título a Abrahán, y a dos mujeres: María, la hermana de Moisés, y Débora. Pero el primer gran profeta, con fuerte influjo en la vida religiosa y política del pueblo, es Samuel. Por eso, se ha concedido especial interés a contar su vocación, para darnos a conocer qué es un profeta y cómo se comporta Dios con él.

Lectura del primer libro de Samuel 3, 3b-10. 19

En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió:

̶  Aquí estoy.

Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo:

̶  Aquí estoy; vengo porque me has llamado.

Respondió Elí:

̶  No te he llamado; vuelve a acostarte.» 

Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel.  Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: 

̶  Aquí estoy; vengo porque me has llamado. 

Respondió Elí:

̶  No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.

Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor.  Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo:

̶  Aquí estoy; vengo porque me has llamado.

El comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel:  

̶  Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha”

Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como antes:

̶  ¡Samuel, Samuel!

Él respondió:

̶  Habla, Señor, que tu siervo te escucha.

Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse.

            Quien sólo lea este episodio conocerá muy poco de Samuel: que es un niño, está al servicio del sumo sacerdote Elí, y duerme en la habitación de al lado. No sabe que su madre lo consagró al templo de Siló desde pequeño, y que, más tarde, en virtud de su vocación profética, jugará un papel capital en la introducción de la monarquía en Israel y en la elección de los primeros reyes, Saúl y David.

            Curiosamente, el relato nos ofrece más datos a propósito de Dios. Se revela como un Dios que elige a un tipo de hombre concreto, el profeta, para transmitir su voluntad. Al mismo tiempo, se revela como un ser extraño, desconcertante, que parece jugar al ratón y al gato, haciendo que el niño se levante tres veces de la cama antes de hablarle con claridad.

            Finalmente, ese Dios que se muestra cercano al profeta, que lo acompaña de por vida, se revela también como un ser exigente, casi cruel, que le encarga al niño una misión durísima para su edad: condenar al sacerdote con el que ha vivido desde pequeño y que ha sido para él como un padre. Esto no se advierte en la lectura de hoy porque la liturgia ha omitido esa sección para dejarnos con buen sabor de boca.

            En resumen, la vocación de un profeta no sólo le cambia la vida, también nos ayuda a conocer a Dios.

La vocación de los discípulos

            La liturgia vuelve a usar la tijera para mutilar el texto del cuarto evangelio. En él se cuenta cómo entran en contacto con Jesús cinco discípulos: Andrés y otro no mencionado (generalmente se piensa en Juan), Simón Pedro, Felipe y Natanael, Por desgracia, se ha suprimido lo referente a Felipe y Natanael.

Lectura del evangelio según san Juan 1, 35-42

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice:

̶  Éste es el Cordero de Dios.

Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:

̶  ¿Qué buscáis?

Ellos le contestaron: 

̶  Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?

Él les dijo: 

̶  Venid y lo veréis.

Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.

Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:

̶  Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).

Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:

̶  Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).

            El contraste con la vocación de Samuel es enorme. Aquella ocurre en el santuario, de noche, con una voz misteriosa que se repite y un mensaje que sobrecoge. Aquí todo ocurre de forma muy humana, muy normal: un boca a boca que va centrando la atención en Jesús, cuando no es él mismo quien llama, como en el caso de Felipe. Y las reacciones abarcan desde la simple curiosidad de los dos primeros hasta el escepticismo irónico de Natanael, pasando por el entusiasmo de Andrés y Felipe.

Dos datos comunes

  1. En ambos relatos, la vocación cambia la vida. En adelante, “el Señor estaba con Samuel”, y los discípulos estarán con Jesús. Este cambio se subraya especialmente en el caso de Pedro, al que Jesús cambia el nombre en Cefas. Lo que significará este cambio no lo descubre el lector hasta que termina de leer el cuarto evangelio. Igual que Samuel quedaba plenamente al servicio de Dios, Pedro y los otros quedan al servicio de Jesús.
  2. La vocación revela a Dios en el caso de Samuel, y a Jesús en el caso de los discípulos. Cada vocación aporta un dato nuevo sobre la persona de Jesús, como distintas teselas que terminan formando un mosaico: Juan Bautista lo llama “Cordero de Dios”; los dos primeros se dirigen a él como Rabí, “maestro”; Andrés le habla a Pedro del Mesías; Felipe a Natanael de aquel al que describen Moisés y los profetas, Jesús, hijo de José, natural de Nazaret; y el escéptico Natanael terminará llamándolo “Hijo de Dios, rey de Israel”.

Un compromiso para nosotros

La liturgia nos sitúa al comienzo de la actividad de Jesús. Lo iremos conociendo cada vez más a través de las lecturas de cada domingo. Pero no podemos limitarnos a un puro conocimiento intelectual. Como Samuel, como los discípulos, tenemos que comprometernos con Dios, con Jesús.

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2º Domingo del Tiempo Ordinario. 14 de enero, 2018

Domingo, 14 de enero de 2018
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Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano Simón y le dijo: -Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo). Y lo llevó a Jesús.”

(Jn 1, 35-42)

¡Abróchense los cinturones! Este Tiempo Ordinario arranca con fuerza. Estamos despegando, es un momento delicado y conviene estar muy atentos.

El texto de Juan nos sumerge de lleno en el tema del seguimiento de Jesús, de la vocación. Y en unos pocos versículos hay de todo. Hay material suficiente para varios tratados: mediaciones humanas, iniciativa de Dios, respuesta a la llamada…

Es simpático ver cómo Juan y Andrés convierten su propia vocación en vocación para otros. Hacen de su vida una señal que anuncia el camino.

Juan Bautista, ya en la madurez de su vocación, ha aprendido a descubrir la presencia de Dios. Por eso puede decir a sus discípulos: “-Este es el Cordero de Dios.” El afán de su misión es mostrar a Dios. No está preocupado por su realización personal, ni por conseguir muchos seguidores que sigan haciendo vida su carisma, ¡qué va! Sabe que la llamada que ha recibido es mucho más grande y orienta a quienes le rodean en dirección a esa llamada.

Es hermoso encontrarse con personas que tras años y años de compromiso viven felices su vocación. Monjas que, desgastadas por los años y el trabajo, sonríen trasparentando a Dios. Matrimonios que se miran con los ojos llenos de comprensión, de respeto y de admiración. Presbíteros que palpitan celebrando, que ves que creen en aquello que celebran.

Andrés también es muy interesante. Hace lo mismo. Dice el texto: “Y lo llevó a Jesús”. Pero lo hace desde otro momento vital. Él, que acaba de descubrir su propia vocación, su llamada, ¡no se puede callar! Tiene que ir a buscar a su hermano y compartir con él lo que acaba de encontrar. Es la fuerza de los inicios.

Es la cara que se le queda a una persona cuando se ha enamorado. ¡Se nota! Tiene otra luz, otra mirada, otra sonrisa y todo junto despierta una cierta curiosidad. Cuando alguien descubre el tesoro de su llamada y responde se convierte él mismo en llamada, en reclamo.

Y todo esto, ¿qué puede decirnos a nosotros hoy? Pues que estemos en el punto de nuestra vida en el que estemos. Tanto si nos acabamos de encontrar con Jesús, como si somos viejos conocidos, tenemos exactamente la misma responsabilidad, la misma tarea. Tenemos que llevar a Jesús a quienes se encuentren con nosotros.

Oración

Envíanos, Trinidad Santa, grandes cantidades de humildad para que en todo momento sepamos mostrarTE a Ti, que llevemos a todas las personas con las que nos encontremos a Ti. Amén.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Solo será cristiano el que sigue a Jesús el Cristo.

Domingo, 14 de enero de 2018
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101493197Jn 1, 35-42

En este 2º domingo del tiempo ordinario nos sigue hablando del comienzo. Juan acaba de presentar a Jesús como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo e Hijo de Dios. En lo que hemos leído, sigue poniendo en boca de los distintos personajes otros títulos de Jesús: Rabí, Mesías. En los que siguen y no vamos a leer, se refiriere a aquel de quien han hablado la Ley y los Profetas, para terminar diciendo Natanael: Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Por fin, el mismo Jesús habla del Hijo de Hombre. Jn hace un despliegue de títulos cristológicos al principio de su evangelio, para dejar clara la idea que tiene de Jesús. Naturalmente es una reflexión de una comunidad de finales del s. I. El próximo domingo leeremos la llamada de los primeros discípulos en Mc y no tiene nada que ver.

Este es el cordero de Dios. El cordero pascual no tenía valor sacrificial ni expiatorio. Era símbolo de la liberación de la esclavitud, al recordar la liberación de Egipto. El que quita el pecado del mundo no es el que carga con nuestros crímenes, sino el que viene a eliminar la injusticia. No viene a impedir que se cometa, sino a evitar que el que la sufra, sea anulado como persona. En el evangelio de Jn, el único pecado es la opresión. No solo condena al que oprime, sino que denuncia también la postura del que se deja oprimir. Esto no lo hemos tenido claro los cristianos, que incluso hemos predicado el conformismo y la sumisión. Nadie te puede oprimir si no te dejas.

La frase del Bautista no es suficiente para justificar la decisión de los dos discípulos. Para entenderlo tenemos que pensar en un conocimiento más profundo de lo que Jesús es. Antes había dicho que Jesús venía hacia Juan. Ahora nos dice que Jesús pasaba. Nos esta indicando que le adelanta, que pasa por delante de él. “El que viene detrás de mí…”

Siguieron a Jesús, indica mucho más que ir detrás de él, como hace un perro siguiendo a su dueño. “Seguirle” es un término técnico en el evangelio de Jn. Significa el seguimiento de un discípulo, que va tras las huellas de su maestro, es decir, que quiere vivir como él vive. “Quiero que también ellos estén conmigo donde estoy yo” (17,24). Es la manera de vivir de Jesús lo que les interesa. Es eso lo que él les invita a descubrir.

¿Qué buscáis? La verdadera relación no puede comenzar hasta que Jesús se da la vuelta y les interpela. La pregunta tiene mucha miga. Jn quiere dejar claro que hay maneras de seguir a Jesús que no son las adecuadas. La pregunta: ¿Dónde vives?, aclara la situación; porque no significa el lugar o la casa donde habita Jesús, sino la actitud vital de éste. ¿En qué marco vital te desenvuelves? Porque nosotros queremos entrar en ese ámbito. Jesús está en la zona de la vida, en la esfera de lo divino.

No le preguntan por su doctrina sino por su vida. No responde con un discurso, sino con una invitación a la experiencia. A esa pregunta no se puede responder con una dirección de correos. Hay que experimentar lo que Jesús es. ¿Dónde moras? Es la pregunta fundamental. ¿Qué puede significar Jesús para mí? Nunca será suficiente la respuesta que otro haya dado. Jesús es algo único e irrepetible para mí, porque le tengo que ver desde una perspectiva única e irrepetible, la mía. La respuesta dependerá de lo que yo busque en Jesús.

Venid y lo veréis. Así podemos entender la frase siguiente: “Vieron donde (como) vivía y aquel mismo día se quedaron a vivir con él” (como él). No tiene mucho sentido la traducción oficial, (y se quedaron con él aquel día), porque el día estaba terminando, (cuatro de la tarde). Los dos primeros discípulos todavía no tienen nombre; representan a todos los que intentan pasar al ámbito de lo divino, a la esfera donde está Jesús.

Serían las cuatro de la tarde, no es una referencia cronológica, no tendría la menor importancia. Se trata de la hora en que terminaba un día y comenzaba otro. Es la hora en que se mataba el cordero pascual y la hora de la muerte de Jesús. Nos está diciendo que algo está a punto de terminar y algo muy importante está a punto de comenzar. Se pone en marcha la nueva comunidad, el nuevo pueblo de Dios que permite la realización cabal de hombre. Son modelo del itinerario que debe seguir todo discípulo de Jesús.

Lo que vieron es tan importante, que les obliga a comunicarlo a los demás. Andrés llama a su hermano Simón para que descubra lo mismo. Hablándole del Mesías (Ungido) hace referencia a la bajada y permanencia del Espíritu sobre Jesús en el bautismo. Unos versículos después, Felipe encuentra a Natanael y le dice: hemos encontrado a Jesús. Estas anotaciones nos están diciendo como se fue formando la nueva comunidad.

Fijando la vista en él. Lo mismo que Juan había fijado la vista en Jesús. Indica una visión penetrante de la persona. Manifiesta mucho más que una simple visión. Se trata de un conocimiento profundo e interior. Pedro no dice nada. No ve clara esa opción que han tomado los otros dos, pero muy pronto va a hacer honor al apodo que le pone Jesús: Cefas, piedra, testarudo; que se convertirá en fortaleza, una vez que se convenza.

En la Biblia se describen distintas vocaciones llamativas de personajes famosos. Eso nos puede llevar a pensar que, si Dios no actúa de esa manera, no hay vocación. En los relatos bíblicos se nos intenta enseñar, no como actúa Dios sino como respondieron ellos a la llamada de Dios. El joven Samuel no tiene idea de cómo se manifiesta Dios, ni siquiera sabe que es Él quien le llama, pero cuando lo descubre se abre totalmente a su discurso. Los dos discípulos buscan en Jesús la manifestación de Dios y la encuentran.

Dios no llama nunca desde fuera. La vocación de Dios no es nada distinto de mi propio ser; desde el instante mismo en que empiezo a existir, soy llamado por Dios para ser lo que mi verdadero ser exige. En lo hondo de mi ser, tengo que buscar los planos para la construcción de mi existencia. Dios no nos llama en primer lugar a desempeñar una tarea determinada, sino a una plenitud de ser. No somos más por hacer esto o aquello sino por cómo lo hacemos.

El haber restringido la “vocación” a la vida religiosa es un reduccionismo inaceptable. Cuando definimos ese camino como “camino de perfección” estamos distorsionando el evangelio. La perfección es un mito que ha engañado a muchos y desilusionado a todos. Esa perfección, gracias a Dios, no ha existido nunca y nunca existirá. Mientras seamos humanos, seremos imperfectos, a Dios gracias. Los “consagrados” constituyen un tanto por ciento mínimo de la Iglesia, pero son el noventa y nueve por ciento de los declarados “santos”. Algo no funciona.

El único baremo para calibrar lo humano es el grado de humanidad. Hemos colocado en los altares a personas que fueron completamente inhumanas. Eso sí, llegaron al séptimo cielo y fueron capaces de hacer milagros. La verdadera humanidad solo se potencia por las relaciones humanas. El marco privilegiado de las relaciones humanas es la familia. Si seguimos pensando que unos padres que tienen que preocuparse de la familia están en peores condiciones que un clérigo para desplegar su humanidad, algo fundamental está fallando.

Meditación

El primer paso en la vida espiritual será saber lo que busco.
Aunque no puedes saber lo que vas a encontrar,
tienes que tener bien clara la dirección en la que debes ir.
Debes conocer cómo se desplegó en Jesús lo humano y lo divino;
cómo se identificó plenamente con Dios y con el hombre.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Quedarse con Jesús.

Domingo, 14 de enero de 2018
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793780El éxito es concretar de manera progresiva una meta o ideal digno (Earl Nightingale)

14 de enero. Domingo II del TO

Jn 1, 35-42

Vieron dónde vivía y se quedaron con él

Era una tarde plácida en las riberas del Mar de Tiberíades. Los pescadores recogían sus redes. También los hermanos Andrés y Simón, pensando en descansar de las duras tareas de la pesca. Pero a una insinuación del Bautista, oyeron hablar a Jesús y le siguieron“Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dijo: “¿Qué buscáis?” Respondieron: «Rabbí – que significa, “Maestro”- ¿dónde vives?». Les dijo: «Venid y ved.» Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era las cuatro de la tarde” (Jn 1, 38-39).

¡Qué suerte habéis tenido pudiendo quedaros aquel atardecer con el Maestro! ¡Santa envidia me dais, hermanos! Supongo que la velada transcurrió en plenitud de músicas celestiales. Cuando escucho hoy las notas de su palabra, me viene a la memoria su figura sentada frente al teclado de un órgano barroco de cualquier iglesia –o en el del Covent Garden londinense-, en cuyo teclado interpreta sus mejores composiciones evangélicas. Seguro que os siguen sonando a gloria y alivio todavía, aquellos versos del Oratorio El Mesías -a quien vosotros esperabais- de George Frederic Handel: Acercaos a Él todos los que estáis abrumados. Él os dará reposo. Cargad con su yugo y aprended de Él, pues es sencillo y humilde y encontraréis paz para vuestras almas” (Mateo 11:28-29).

Estoy plenamente convencido de que aquel día se os abrieron los ojos a una nueva luz para, como viene a decir el monje alemán Anselm Grün en el subtítulo de su última obra Atrévete a ser tú mismo, “No ser otros: ser vosotros mismos transformados”. Escribe el ilustrado benedictino: “No hay nada en la vida que no tenga sentido, que no pueda ser transformado por Dios en belleza y gloria. La imagen de la zarza ardiendo nos regala unos ojos nuevos: los ojos de la fe, que descubren la luz de Dios justamente lo vacío y árido que hay en mí. Si me contemplo con esos ojos de la fe, experimento mi vida de otra manera. Todo tiene sentido. Todo ha sido bueno; también el fracaso, las crisis, la represión Todo puede ser transformado por Dios; también lo reprimido, lo enfermo”. Esto les ocurre a quienes, como Samuel, mantienen la actitud y el oído afinados y responden a la voz de quien desea parlamentar con ellos: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1 Sm 3, 10). Y dejando que la voz nos afecte procurando imprimir lo que dice, en nuestros corazones.

Así que, desde ahora, a prestar todos la máxima atención a lo que el Rabbí nos diga, y a sumergirnos hasta lo más recóndito de las palabras, ahondando en lo profundo hasta descubrir lo caudaloso de sus mensajes; y, por supuesto, siguiendo el consejo de Lady Goodman que, en la novela El fuego invisible de Javier Sierra, motivaba a su equipo a que buscaran citas con las que defender sus argumentos: “Y cuando lo encontréis, dejad que vuestra alma vuele con ellas”, les repetía en cada clase como si fuera un mantra. De este modo los invitaba a trascender lo textual, a ir más allá de la física de las palabras para descubrir el tesoro oculto en cada libro”.

Un entrañable quehacer que Ágata recomienda a la Bestia en la película de fantasía The Beauty and The Beast (2017), dirigida por el estadounidense Bill Condon, porque: “El amor puede transformar cosas sin valor en cosas bellas.  El amor no mira con los ojos sino con el alma, y por eso pintan ciego al alado Cupido”.

Andrés y Simón “vieron dónde vivía y se quedaron con él”, y seguro que también hicieron luego como Felipe el de Betsaida, que compartió con Natanael el encuentro para que viera donde vivía Jesús y se quedara con él. Certero hecho que nos insta a hacer nosotros otro tanto y así, como sugiere el autor y locutor de radio norteamericano Earl Nightingale (1921-1989) podamos llevar a la práctica su consejo: El éxito es concretar de manera progresiva una meta o ideal digno”. Seguir a Jesús supone, como apunta Fray Marcos en su homilía de este domingo, significa el seguimiento de un discípulo que va tras las huellas de su Maestro, quiere vivir como él vive. Un ineludible propósito de todos sus seguidores, que debe llevarnos a escuchar su palabra, ponerla en práctica y compartirla generosamente con otros.

La súplica que Patxi Loidi nos invita en su libro Creer como adultos, a estar con Jesús y a cambiar todo entero.

PLEGARIA

¡Te busco, Jesús!
¡Quiero ver tu rostro!
¡Quiero ver tu rostro!

Saliste a mi encuentro una mañana de primavera.
Me tomaste de la mano
y estuvimos un rato juntos.

Te vi un poco, te sentí.
Quiero conocerte más y tenerte más cerca.
No me cierres la puerta.
Abre y déjame entrar.
Te estoy llamando.

Ábreme para que te vea
y esté contigo
y cambie todo entero:
mis entrañas y mi corazón,
mis manos y mi cabeza.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Venid y lo veréis.

Domingo, 14 de enero de 2018
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jn-1-35-42-e(Jn 1,35-42)

Antoine de Saint-Exupéry escribió en cierta ocasión que para ver claro, basta con cambiar la dirección de la mirada. Sencilla y certera expresión. A veces, para comprender algo, simplemente necesitamos cambiar nuestro punto de vista, abrirnos a otras posibilidades, ser creativos y flexibles.

La lectura del evangelio de hoy, relato paradigmático de vocación, nos invita a enfocar nuestra mirada de un modo nuevo, dirigida siempre hacia Jesús. En el texto todo parece un juego de miradas: Juan ve pasar a Jesús, Jesús ve que los discípulos le siguen y les invita a ir con él y ver. Ellos ven y se quedan junto al Maestro. Más tarde Andrés se lo cuenta a Simón y lo lleva ante Jesús y éste, fijando su mirada en él, lo llama de un modo nuevo.

Todo empieza en la mirada. Viene bien revisarla de vez en cuando, porque con la rutina se nos cuelan muchas veces desviaciones en nuestro modo de mirar la realidad, a los otros y a nosotros mismos. Nuestra mirada, como parte del lenguaje no verbal, tiene una potencia extraordinaria. Es vehículo de cariño o de ira, de perdón o de rabia. Muchas tradiciones señalan que “los ojos son el espejo del alma” porque con ellos reflejamos nuestras emociones y expresamos más que con las palabras. Por eso mismo, nuestra mirada tiene una capacidad alteradora, transformadora de la realidad y de las relaciones.

Sobrecoge la elección, por parte del evangelista, de los verbos griegos para “ver, mirar”. Tanto Juan el Bautista como Jesús nos enseñan a fijar la mirada, no sólo a ver. Miran plenamente, con atención, hacia dentro, atravesando lo superficial para descubrir lo más hondo de la persona y, desde ahí, relacionarse con ella.

Sin embargo, no todo acaba en la mirada. En el relato se observa claramente un proceso. Los discípulos escuchanvense ponen en movimiento y siguen a Jesús. Es él mismo quien, sabiéndose seguido, les hace una pregunta que también nos dirige a nosotros: ¿qué buscáis?

Es significativo que sean estas las primeras palabras de Jesús a quienes le siguen. Es una pregunta que nos remite a lo más íntimo de nosotros mismos, al corazón; y que conlleva escucharnos previamente en lo profundo para poder descubrir qué deseos nos habitan, qué sed nos moviliza.

La respuesta de los discípulos es sencilla: “Maestro, ¿dónde vives?”. No buscan grandes doctrinas ni profundas reflexiones. Sólo desean conocer a Jesús. Ellos intuyen, como también nosotros, que Jesús ofrece algo que nada ni nadie puede superar. En realidad, la pregunta ¿dónde vives?” contiene muchas otras: ¿qué haces?, ¿qué dices?, ¿qué o quién te mueve?, ¿qué lugar escoges?, ¿de qué modo vives?…

Aunque se ofrecen muchos títulos de Jesús (cordero de Dios, Rabí, Mesías), los discípulos necesitan descubrir por ellos mismos quién es Jesús. Este, como buen Maestro, les lleva a pronunciarse y, con ello, comprometerse. De este modo, los discípulos vanven y se quedan. Precioso relato de vocación, de búsqueda y de encuentro, de invitación y de respuesta. Texto que nos remite a nuestro propio relato vocacional, a nuestras búsquedas de Jesús, a nuestro deseo de conocerle y de seguirle, a la certeza de que sólo respondiendo a la llamada más honda de la Vida se encuentra la felicidad, y a la conciencia de que nada de eso es posible sin compromiso y riesgo. Supone siempre -hoy también- escuchar, ver y ponerse en movimiento. Supone seguirle y buscar, dejarse cuestionar y ser capaces también de pronunciar nuestra propia pregunta.

La experiencia de vivir junto a Jesús marcó la vida de estos discípulos, que no sólo se quedaron con él, sino que recordaron siempre quién se los presentó, dónde estaban y hasta la hora que era. Revivir y relatar nuestra propia experiencia personal de encuentro con Jesús nos posibilitará recordar personas, lugares, días y horas. Volver a esa experiencia con memoria agradecida nos ayudará a plantearnos, de nuevo y con determinación, qué buscamos para, desde ahí, re-direccionar nuestra mirada y fijarla en Jesús.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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Fui extranjero y me acogisteis

Domingo, 14 de enero de 2018
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marruecos-responde-sentencia-ue-sahara_1097900479_63848043_667x375Del blog de Tomás Muro, La Verdad es libre:

Puesto que el domingo, día 14, celebramos la Eucaristía teniendo presente a los emigrantes, a los refugiados y extranjeros, la homilía consistirá en unas cuantas consideraciones acerca de las migraciones y de la condición de extranjeros que viven tantas y tantas personas y de modos muy diferentes.

01. MIGRACIONES. Por las razones más diversas siempre se han dado movimientos migratorios en la historia de la humanidad: razones políticas, económicas, de conquista, de “castigo” o huida, raciales, guerras, estudios, etc.

o Ya las tribus hebreas hubieron de exiliarse y hacia el 1350 a.C. salieron de Egipto con Moisés a la cabeza hacia la libertad. Parece exagerada por imposible la cifra de 600.000 los que salieron de Egipto en el Éxodo, (Núm 2,32), sin contar mujeres y niños, pero fue un éxodo hacia la libertad.

o Recordemos el exilio de Babilonia muchos israelitas, (se piensa que unos 20.000), fueron deportados a Babilonia, (587-538 a.C.). En la lejanía rezaban llenos de nostalgia el salmo 136, que hemos leído después de la primera lectura.

o Recordemos la invasión de los bárbaros en Europa en los siglos IV – V, que, por otra parte, ni fueron invasiones ni bárbaras. (Caída del Imperio romano).

o Los judíos son extranjeros “crónicos”, desde que, en el año 70, fue destruida Jerusalén y hubieron de vivir por todo el mundo. En 1492 fueron expulsados de España.

o 1492 América;: un mundo, “un nuevo mundo” de gentes que van y vienen.

o Deportación transatlántica de africanos a América, desde el siglo XVIII al XIX.

o Desde el siglo XVIII, deportación de numerosos “británicos convictos” a los penales de Australia.

o Exilios y deportaciones políticos en torno a la guerra civil española (1936-1939) y en torno a la segunda guerra mundial 1939-1945.

o 1955-1990 (¿) Migraciones “laborales” de los países del sur de Europa: Portugal, España, Italia, Yugoslavia, Grecia, Turquía, (Mediterráneo) a los países del norte de Europa: Alemania, Suiza, Holanda, Bélgica, Francia, etc.

o Actualmente vemos migraciones por hambre-trabajo (pateras), por cuestiones políticas, por estudios. Migraciones de Latinoamérica a Europa, migraciones de África, refugiados que han de salir de sus países de Oriente Medio, etc.

1475951186286002. ALGUNOS DATOS.

o La Unión Europea cuenta con 507 millones de habitantes de los que 14 millones y medio son musulmanes.

o España tiene una población de 47 millones, de la que 5 millones son extranjeros (no todos son exiliados, refugiados o inmigrantes) de los que 1.850.000 son musulmanes.

o El País Vasco tiene 2.200.000 habitantes, de los cuales alrededor de 150.000 son inmigrantes (extranjeros).

o Guipúzcoa tiene 720.000 habitantes, de los cuales 30.000 son extranjeros.


03. NO ES FÁCIL SER EXTRANJERO.

Si es cierto que todos somos ciudadanos del mundo, no es menos cierto que se es ciudadano del mundo desde su “ciudadanía” concreta. No se puede ser ciudadano del mundo si no somos ciudadanos de un pueblo.

Todos -y cada uno- nacemos, vivimos y morimos en un pueblo, en una cultura que nos cubre, nos protege y en la que nos sentimos en casa.

No es sencillo para nadie vivir en o como extranjero.

En Alemania, allá por los años 1960, se daba entre los emigrantes el “síndrome del emigrante”, porque no es sencillo vivir en otro idioma, en otra cultura, en otras costumbres, tradiciones, etc.

Quienes hemos vivido en otros pueblos diferentes al nuestro y hemos sido emigrantes (aunque sea emigrantes de cultura) nos damos cuenta que, en ocasiones, es duro vivir en esa tierra y gentes que nos reciben y -esperemos- nos acogen. Desde la alimentación hasta la muerte todo es diferente, la climatología, las costumbres son diversas, los modos de ser, las leyes, los papeles en la policía, celebraciones, fiestas, medicina.

Y eso incluso en los casos de migrantes de “algún nivel” económico, cultural, religioso, quizás protegido por una institución, etc. Mucho más duro es pasar en “pateras”, ir caminando como exiliado por las vías de un tren, etc.

El extranjero es siempre una persona como todos los demás, pero al mismo tiempo somos un poco enigmáticos unos para los otros. ¿Cómo entiende un musulmán a la mujer, el matrimonio, los hijos, etc.? No es sencillo. Queda bien reflejada esta situación en “El Extranjero” de Albert Camus.

racismo-2-690x38504. EL PELIGRO DEL RACISMO.

El racismo es una actitud marcada por la convicción de la superioridad de algunas razas respecto a las otras.

La superación del racismo presupone la adquisición de la conciencia de la dignidad de todas las culturas y el abandono de un complejo de superioridad que no respeta ni valora la riqueza de otros pueblos y culturas.

El racismo toca a vísperas de fanatismos. El racismo es un miedo al “otro”, a lo “otro”. Lo valioso es lo “mío”

No se puede ser cristiano y racista. La visión del hombre que nos presenta el evangelio es de una igualdad fundamental de todos los hombres tiene su fundamento en la acción creadora de Dios y en la intervención redentora de Cristo. Todo hombre, en cuanto que es imagen de Dios y criatura nueva en Cristo, goza de un valor inestimable y debe ser objeto de un respeto absoluto.

No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús. (Gálatas 3,28)

Dios nos libre de aquel que piense que su patria es donde ha nacido:

05. LA BIBLIA Y LOS EXTRANJEROS.

racismo-nino-guerra-min-e1475780540253Constantemente en la Biblia hay alusiones a respetar al extranjero, al emigrante, porque extranjeros fuisteis en Egipto

No maltratarás al extranjero ni lo oprimirás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. Ex 22,21

Núm 15,14-16

Tendréis solamente un estatuto para vosotros y para el extranjero que reside con vosotros, un estatuto perpetuo para vuestras generaciones; como vosotros sois, así será el extranjero delante del Señor. “Una sola ley habrá, una sola ordenanza, para vosotros y para el extranjero que reside con vosotros.”

Jesús tuvo una atención o preferencia especial hacia el extranjero:

 Él mismo con su familia hubo de huir y ser un “quasi refugiado” (Mt 2, 13-15).

 Jesús pone a un samaritano como modelo de bondad moral: el buen samaritano (extranjero), (Lc 10,25-37).

 El único que vuelve a dar gracias a Dios, a Jesús de la curación de su lepra, es un samaritano, (Lc 17,14).

 Quien reconoce en el crucificado es el capitán del ejército romano que le ha clavado a Jesús en la cruz; Mc 15,39: Verdaderamente este era hijo de Dios.

Todos estamos de paso en la vida. Todos buscamos la “tierra de promisión” (felicidad). Dios nos dio la vida y todos somos personas “legales”: no por los ·”papeles” del “ministerio del interior de turno”, sino porque somos hijos suyos.

¿Cómo hemos podido llegar a las pateras, al “niño del pijama de rayas” (Auschwitz), a las mujeres maltratadas?

Ser cristiano es acoger al enfermo, al hambriento, al emigrante …

FUI EXTRANJERO Y ME ACOGISTEIS… (Mt 25,35).

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“Yo vengo de un silencio”, por Carlos Osma

Lunes, 11 de diciembre de 2017
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callateDe su blog Homoprotestantes:

Me siento muy identificado con la letra de la canción “Jo vinc d’un silenci[1]del cantautor valenciano Raimon. Cada vez que la escucho, ya los primeros versos me retrotraen a experiencias que he vivido como homosexual, o que han tenido otras personas ltgtbi que he conocido: “Jo vinc d’un silenci antic i molt llarg de gent que va alçant-se desde el fons dels segles…” (Yo vengo de un silencio antiguo y muy largo de gente que va levantándose desde el fondo de los siglos…). Una experiencia que tiene como fundamento, el silencio, pero no un silencio escogido, sino impuesto por una red invisible, a veces, de normas y tabúes que nos dejaron bien claro en muchos momentos de nuestra vida, que lo mejor que podíamos hacer era mantenernos callados.

Mi primer silencio tenía su razón de ser en la imposibilidad de encontrar palabras con las que expresar lo que sentía. No existía un discurso que me permitiese verbalizar que me pasaba y porqué mi cuerpo se comportaba de una determinada manera, cuando se suponía que tenía que hacerlo de otra. Más que un descubrimiento de la propia sexualidad, mi adolescencia, como la de muchas otras personas, fue un mar de confusión y de falta de referencias. A este primer silencio le siguió un segundo, puesto que cuando ya fui capaz de decirme a mí mismo que me ocurría, no tenía ningún referente con el que poder sentirme identificado. Además, cualquier posibilidad de exponer en público mis sentimientos, para compartirlos con las personas que estaban viviendo lo mismo que yo, hubiese chocado con la homofobia de mi entorno, que evidentemente percibía con claridad. Si no quería ser tratado como un maricón, era mejor no decir quien era el compañero de clase por el que perdía la cabeza. Si no quería hacer sufrir a mi familia evangélica, era mejor no aclararles que yo era uno de esos hombres a los que les gustaría yacer con otros hombres. Un silencio al que hoy sé, me condenaba una sociedad homófoba, y por el que más tarde esa misma sociedad me llamó mentiroso.

Cuando, tras más de un acto heroico, decidí ir saliendo del armario; mi vida fue invadida por una profunda esquizofrenia, producida por la tensión constante de saber si estaba en un espacio en el que podía ser yo mismo, o en otro en el que debía mantenerme callado. Incluso la situación podía complicarse si esos dos espacios coincidían en algún momento. Por poner un ejemplo: comportarme como un heterosexual con mis amigos, mientras les presentaba a mi pareja, para quienes evidentemente solo “era un amigo”. Finalmente, los silencios más complicados de abandonar, fueron aquellos en los que me jugué ser rechazado por las personas que siempre habían formado parte de mi vida: amistades íntimas, personas con las que tantas cosas había compartido en la iglesia, y como no, mi familia. Y para ser sincero, pude verificar con bastante dolor que la homofobia no me engañaba cuando me advertía que mejor me mantuviese callado si no quería perder gente a la que quería. Aunque a día de hoy, y después de varios años de todo aquello, me alegro de haber decidido abandonar ese silencio que me acompañó desde la adolescencia, y que me hubiese impedido tener la vida que hoy disfruto. Llegar a tener una vida normalizada y satisfactoria, cuesta más si eres homosexual, pero es posible. Y lo que es más importante: por mucho que te acompañen personas a las que quieres, pero que te rechazarían si supiesen quién eres, aquello que hay tras el silencio, no es vida.

Después tuve que enfrentarme al silencio de las buenas personas, ese que casi me creí, y que me decía que lo que yo tenía con mi pareja, formaba parte de nuestra intimidad, que no hacía falta que todo el mundo lo supiese. El espacio público solo admitía un discurso, el de la heterosexualidad, ellos y ellas si que podían expresar constantemente que eran heterosexuales, mientras que yo, lo tenía que hacer solo en la intimidad. Las iglesias más progresistas eran inclusivas, pero en silencio, cualquier acto público era evidentemente heteronormativo. Recuerdo por ejemplo que el día de mi boda, hace ahora diez años, en la iglesia se nos quería impedir que hiciéramos fotos, e incluso se nos pidió que identificáramos a los invitados con algún elemento visible para dejarles entrar en el templo. Se trataba de ser discretos, porque si hay algo que tiene que ver con las personas homosexuales, es el silencio. Pero no solo en la iglesia, también en mi entorno laboral, una vez una compañera me comentó que al alumnado no le importaba si yo era gay o no, a lo que yo le contesté que todo ese alumnado sabía que ella era heterosexual y eso hasta ahora no había supuesto un problema para nadie.

Si hay algo que imposibilita cualquier silencio para una pareja homosexual, es tener hijas. Esa es la verdadera razón por la que las organizaciones homófobas luchan contra la posibilidad de que un niño o una niña pueda tener reconocidos dos padres o dos madres. No se trata del bien del menor, créanme que los menores viven sanos y felices, se trata de proteger su discurso de odio. Sin embargo, la sociedad defendiendo todavía sus principios heteropatriarcales, juega a ser inclusiva y progresista cuando por ejemplo dice que los hijos e hijas de las familias lgtbi son tratados de la misma manera que el resto en las escuelas, pero en realidad los discrimina al no incluir su modelo familiar o la diversidad afectivo sexual desde la educación infantil. Se podría hacer todo un estudio de la resistencia que los centros educativos, que tanto hablan de inclusión, ofrecen para cambiar simplemente sus formularios de inscripción. En la inmensa mayoría se pregunta: nombre del padre y nombre de la madre. Para el resto de familias, un inmenso silencio.

Esta mañana leía en el evangelio de Marcos que Juan el Bautista gritaba desde el desierto: “Preparad el camino del Señor. ¡Enderezad sus sendas![2]”, anunciando la irrupción inminente del enviado de Dios. Y pienso que la actitud del precursor del Mesías tiene mucho que enseñarnos a las personas lgtbi. Estamos acostumbrados al silencio, hemos vivido siempre con él, pero necesitamos gritar. Decir con claridad qué sentimos, quienes somos, que nos hace felices o infelices, cuáles son nuestros sueños y miedos, o que nuestros derechos y el de nuestras familias deben ser respetados. Preparar el camino del Señor es hacer que nuestros gritos consigan que otras personas ya no necesiten vivir entre silencios. Enderezar sus sendas es trabajar para que la salvación se haga presente. Y la salvación, no se entiende en el evangelio como una vida tras la muerte, o una elevación del espíritu al cielo, la salvación es vida en abundancia, vida plena. Con nuestras pequeñas victorias sobre el silencio que la heteronormatividad ha querido imponernos, preparamos el camino del Señor… En la medida en que nos vamos liberando de tanta opresión, que enderezamos la senda de nuestras vidas, reconocemos al Mesías de Dios actuando en ellas. El silencio puede parecer a corto plazo algo beneficioso, pero inevitablemente nos aleja de la vida. El Mesías irrumpe tras el grito, tras la llamada al arrepentimiento por tanta cobardía a veces, y tras purificarnos y empezar de nuevo, dejando el silencio en el fondo del Jordán.

Venimos del silencio, pero “d’un silenci que romprà la gent que ara vol ser lliure i que estima la vida, que exigeix les coses que li han negat” (de un silencio que romperá la gente que ahora quiere ser libre y que ama la vida, que exige las cosas que le han negado).

Carlos Osma

[1] https://www.youtube.com/watch?v=4skMnle8R1c

[2] Mc 1,3

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En María descubrimos lo que todos somos.

Viernes, 8 de diciembre de 2017
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luciara_virgenLc 1, 26-38

Comprendo muy bien lo difícil que es superar prejuicios que durante siglos han moldeado nuestra religiosidad. Me anima a internarlo el recordar que desde pequeño he visto en el escudo de nuestra orden una sola palabra: veritas. No es que los dominicos nos sintamos en posesión de la verdad, pero nos han enseñado a tenerla como el horizonte hacia el que tiene que caminar el ser humano para poder ser libre, como nos dice el mismo evangelio. La mejor manera de acercarnos a la verdad es superando los errores.

Una fiesta de María es siempre un motivo de alegría, incluso de euforia, diría yo. Ésta de la Inmaculada es para mí la más hermosa y la más profunda. Pero el motivo de esa alegría está más allá de la figura histórica de María. Intentaré explicarme.

De la historia real de María no sabemos casi nada. Los evangelios a penas dicen nada. De una cosa estamos seguros, Jesús tuvo que tener una madre. Lo más grande que podemos decir de esa madre es que fue una mujer absolutamente normal. En esa normalidad debemos descubrir la grandeza de su figura. Si fundamentamos su grandeza en los abalorios y capisayos que le hemos añadido durante siglos, estamos minimizando su verdadero ser y dando a entender que en sí, no es suficientemente importante, puesto que le valoramos más los añadidos que le hemos colocado que su ser esencial.

En el mismo título de la fiesta (inmaculada) enseña la oreja el maniqueísmo que, desde S. Agustín, ha infeccionado los más recónditos entresijos de nuestro cristianismo. Fijaos bien en lo que sigue. En el evangelio de Lc, el ángel llama a María “kejaritomene” = gratia plena = llena de gracia. Pues bien, los cristianos hemos terminado hablando de la “sin pecado”. Ejemplo de cómo la ideología de turno puede tergiversar el evangelio.

Es maniqueísmo el dar por supuesto que lo normal para todo ser humano, es un estado de pecado, y que para ser un verdadero ser humano, alguien tiene que liberarnos de esa lacra. Es insostenible el mantener hoy que todo ser humano nace deshumanizado. Ridiculizamos la idea de Dios cuando aceptamos que el mal está en el inicio de toda andadura humana. Dios es el fundamento de todo ser, también de todo ser humano. La plenitud nunca puede consistir en quitar algo, aunque se trate de un pecado. La plenitud está en el origen de todo ser, no se debe al esfuerzo personal a través de una vida.

Pablo nos dice: Él nos eligió, en la persona de Cristo, para que fuésemos santos e inmaculados ante él por el amor. Esta sería la traducción exacta, y no ‘irreprochables’ como dicen la mayoría de las traducciones. La Vulgata dice: “inmaculati”. Nada parecido se dice de María en todo el NT, y sin embargo la llamamos Inmaculada. ¿Por qué nos da pánico reconocer nuestro verdadero ser? Sería la clave para una interpretación actualizada de la fiesta. No debemos conformarnos con mirar a María para quedarnos extasiados ante tanta belleza. Si hemos descubierto en ella toda esa sublime belleza, es porque hemos podido imaginarla gracias a la revelación de lo que Dios es en nosotros.

Lo que decimos de María, debemos descubrirlo en cada uno de nosotros. Es ridículo seguir discutiendo si fue concebida sin pecado desde el primer instante o fue pura e inmaculada un instante después. Lo que debe importarnos es que en María y en todo ser humano hay un núcleo intocable que nadie ni nada puede manchar. Lo que hay de divino en nosotros será siempre inmaculado. Tomar conciencia de esta realidad, sería el comienzo de una nueva manera de entendernos a nosotros mismos y de entender a los demás. Podemos decir que María es inmaculada, porque vivió esa realidad de Dios en ella.

Dios no puede hacer excepciones ni puede tener privilegios con nadie. María no es una excepción sino la norma. En María descubrimos la verdadera vocación de todo ser humano. Ser como María no es la meta del hombre, sino que partimos de la misma realidad de la que ella partió. Lo que estamos celebrando en esta fiesta de María nos indica el punto de partida de nuestro trayectoria, aunque también el punto de llegada.

Sobre la figura de María hemos montado durante casi dos mil años, un tinglado tal, que no sé cuanto tiempo necesitaremos para volver a la sencillez y pureza originales. María no necesita ni adornos ni capisayos. Es grande en su simplicidad, no porque la hayan adornado. Ni Dios ni los hombres tienen nada que añadir a lo que María era desde el principio. Basta mirar a su verdadero ser para descubrir lo que hay de Dios en ella, eso que siempre será limpísimo, purísimo, inmaculado. Si lo hemos descubierto en ella, será más fácil tomar conciencia de que también está en cada uno de nosotros.

Me habéis oído muchas veces decir que Dios no puede darnos nada, porque ya nos lo ha dado todo. Todo lo que tenemos de Dios, lo tenemos desde siempre. Nuestra plenitud en Dios, es de nacimiento, es nuestra denominación de origen, no una elaboración añadida a través de nuestra existencia. Lo que hay en nosotros de divino, no es consecuencia de un esfuerzo personal, sino la causa de todo lo que puedo llegar a ser. Aquí está la buena noticia que quiso trasmitirnos Jesús, tan desconcertante que le costó la vida.

María no necesita ningún adorno. Necio sería el que pintara un diamante; estúpido, si cubriera de purpurina una perla; fatuo, si pretendiera adornar una rosa, que acabara de abrirse en la mañana; insensato, si intentara acariciar la mariposa que acaba de salir de su capullo. María es el diamante y es la perla, la pura rosa; y también la mariposa. Limpia de toda ganga es más hermosa. Pero no es sólo ella. Siete mil son los millones de diamantes, que habitan junto a mí esta tierra. No me debo asustar, pues hablamos de Dios. Dios encarnado, que es lo mismo que hablar de lo divino, aunque cubierto de tierra y barro. De nada me servirá descubrir la perla en María si no la descubro en mí.

Si en Jesús hemos descubierto lo divino, ¿Qué necesidad tenemos de María? Aquí está una de las claves de la fiesta. Hay una enorme diferencia entre la manera de llegar a descubrir en Jesús la presencia de lo divino y la manera de encontrar en María esa misma presencia. Nos hacemos una imagen de Dios partiendo de los conceptos que manejamos los humanos. Esos conceptos son muy limitados y al aplicarlos a lo trascendente se quedan siempre cortos. El concepto de Dios al que llegamos a través de Jesús, no lleva a una idea exclusivamente masculina de Dios. Ese Dios masculino queda privado de toda la riqueza conceptual que puede encerrarse en una idea femenina de Dios.

Ésta es la aportación genial que ha hecho el pueblo creyente atribuyendo a la figura de María todo lo que la teología oficial le impedía aplicar directamente a Dios. En María se puede desplegar lo femenino de Dios que es tan importante o más que lo masculino. Todo el machismo que destila nuestra religión, quedaría superado si nos atreviésemos a pensar un Dios absolutamente femenino. Hay en lo femenino riquísimos contenidos que pueden ayudarnos a tomar conciencia de lo que es Dios como madre para cada uno de nosotros.

Tuvieron que pasar varios siglos para que los cristianos empezasen a interesarse por la figura de María. Esto no invalida todo lo que se ha dicho sobre María, pero nos obliga a darle una valoración muy distinta. No podemos seguir interpretando como hechos históricos lo que son solo símbolos femeninos. No, María fue una mujer normal que llevó una vida normal. Nadie se fijó en ella. Cumplió siempre con sus obligaciones de madre y esposa. Eso que a nosotros nos parece una ordinariez, es lo más grande y digno de imitar.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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“¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”. Domingo 12 de noviembre de 2017. 32º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 12 de noviembre de 2017
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55-OrdinarioA32Leído en Koinonia:

Sabiduría 6,12-16:Encuentran la sabiduría los que la buscan.
Salmo responsorial: 62: Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
1Tesalonicenses 4,13-18: 
A los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.
Mateo 25,1-13: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!
En estos domingos «finales» del año litúrgico, los textos nos dirigen una invitación a reflexionar sobre el «fin» de toda existencia. Éste fin es considerado no sólo como la meta en que la vida adquiere realización o acabamiento, sino también como la meta del caminar histórico colectivo del ser humano y de la realidad toda. Semanas para contemplar este aspecto ineludible de nuestras vidas.

La primera lectura, del Libro de la Sabiduría, es un himno que canta los maravillas de la Sabiduría. Ésta sale al encuentro de quienes la buscan, de quienes la aman, y ella misma se muestra. La sabiduría es una cualidad, una manera en que Dios se manifiesta a quienes realmente le buscan. La única condición para que este encuentro se llegue a dar, es estar abierto a la sabiduría, buscarla; como se busca a Dios. (Importante darse cuenta de que la Sabiduría es presentada en este libro como «personificada», pero no «hipostasiada»: la personificación es simplemente una figura literaria, una forma de hablar).

Por su parte Pablo, en la carta a los Tesalonicenses, intenta responder las dudas de algunos hermanos que han ingresado hace poco a la comunidad. Estos hermanos consideran desfavorecidos a los difuntos porque iban a estar ausentes de la cercana venida del Señor. Pablo reafirma la enseñanza que él recibió. Los que murieron en Jesús estarán presentes con él en el último día. Ellos resucitarán en primer lugar y los que quedemos seremos llevados al Señor. Por que si creemos que Jesús murió y resucitó, Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús, pues para Pablo en el bautismo, expresión de conversión, nos sumergimos en la muerte del Señor para resucitar con él; así mismo quienes murieron con Cristo resucitan con él porque han participado del camino, del seguimiento, y la alegría por continuar anunciando la Utopía de Dios, que llamamos Reino. Terreno difícil para distinguir lo que es sustancia de nuestra fe –o de nuestra esperanza- sin confundirla con una cosmología o mitología del tiempo y de la cultura helenista que no era la de Jesús… teniendo en cuenta que la cosmología o representación de la vida y la muerte en la cultura de la sociedad en que vivió Jesús tampoco son para nosotros «Palabra de Dios»…

El evangelio del día de hoy nos trae la parábola de las diez vírgenes, prudentes y necias, que estaban esperando al novio. No dice a sus novios o a los novios. «El novio» designa a Jesús mismo (Mateo 9, 15). Y recordemos que el reino de Dios también es simbolizado con un banquete de bodas…

La parábola nos enseña que el final de cada persona depende del camino que se escoja, que de alguna manera, la muerte es consecuencia de la vida –prudente o necia- que se ha llevado. Muchachas necias son las que han escuchado el mensaje de Jesús pero no lo han llevado a la práctica. Muchachas prudentes son las que lo han traducido en su vida, por eso entran al banquete del Reino. De esta manera, la lectura del evangelio se enmarca en la preocupación de los cristianos recién convertidos de la comunidad de Tesalónica, Grecia, (los Tesalonicenses), la preocupación por el final de los tiempos.

La parábola es una seria llamada de atención para nosotros. “ustedes velen, porque no saben el día ni la hora“. No dejen que en ningún momento se apague la lámpara de la fe, porque cualquier momento puede ser el último. Estén atentos, porque la fiesta de la vida está teniendo lugar ya, ahora mismo. El Reino está ya aquí. Enciendan las lámparas con el aceite de la fe, con el aceite de la fraternidad, de la caridad mutua. Nuestros corazones llenos así de luz nos permitirán vivir la auténtica alegría aquí y ahora. Los demás, los que viven a nuestro alrededor se verán también iluminados, conocerán también el gozo de la presencia del Novio esperado. Jesús nos pide que nunca nos falte ese aceite en nuestras lámparas.

Ciertamente tenemos que aprovechar el momento presente, pero para construir fraternidad, no para buscar de manera egoísta nuestro propio bienestar. Las vírgenes necias pusieron otro aceite en sus lámparas: el que sólo sirve para alumbrar egoístamente nuestro camino. No pudieron entrar en la fiesta de la boda. Y si hubiesen entrado no hubiesen entendido absolutamente nada. En la fiesta de la hermandad los que sólo miran por su propio interés se aburren.

Sería bueno preguntarnos de qué tipo es el aceite que alimenta nuestras lámparas. Sería bueno examinar cómo trabajamos día a día para aumentar la intensidad de nuestro fuego, y de nuestras reservas. ¿O acaso desperdiciamos las ocasiones de crear fraternidad, de amar y servir a los hermanos?

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Dom 12.11.17. El novio tardaba, una noche de amor “dividido”

Domingo, 12 de noviembre de 2017
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Del blog de Xabier Pikaza:

%cf%83%ce%ac%cf%81%cf%89%cf%83%ce%b70012Dom 32. Mt 25, 1-13. La liturgia recoge este domingo la parábola de las “diez novias”, divididas en dos grupos, cinco eran prudentes, los otras insensatas, todas ellas convocados y esperando a la puerta de la noche del amor

Ésta es una parábola para soñar y pensar, no una historia sucedida así (o que sucederá), una gran voz de esperanza y aviso, para nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, llamados al amor en la noche, con riesgo de olvidarlo y olvidarnos, divididos al fin, ante el amor que quiere (y ha de ser) universal.

El mensaje de esta parábola resulta inquietante y, al mismo tiempo, esperanzado, y de esa forma nos sitúa ante uno de los temas centrales de la tradición israelita: Los creyentes (fieles) son jóvenes (vírgenes, muchachas) que han de esperar la llegada del esposo, que es el mismo Dios (Cristo) para celebrar las bodas con lámparas encendidas.

Es una parábola antigua, mil veces leída, escuchada, pintada… Pero sigue siendo sorprendente , pues nos hace pensar de un modo distinto en lo que somos y en aquello que podemos ser, caminantes de amor, más allá de la caída de la tarde, más allá de la muerte, caminantes olvidadizos y miedosos, en un mundo al que acecha la noche final.

No es una alegoría moralista, como la fábula de la hormiga y la cigarra, sino una parábola transformadora y paradójica, que nos sitúa ante la experiencia final de humanidad, ante la capacidad de amor y responsabilidad, ante la llegada de Dios que no ha venido a imponerse desde arriba, sino a encarnarse en el amor y sufrimiento con los hombres y mujeres, compartiendo con ellos su historia de sufrimiento y muerte.

Es nuestra parábola, un termómetro de amor ilusionado pero, al mismo tiempo,arriesgado, ante la división y la lucha por la vida, en la noche.

Mt 25, 1-13

1 Entonces se comparará el reino de los cielos con diez doncellas (vírgenes) que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. 2 Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensats. Las necias, al tomar las lámparas, no tomaron el aceite; 4 pero las sensatas tomaron consigo aceite en alcuzas con las lámparas.

5 Atrasándose el novio, les entró sueño a todas y se durmieron. 6A medianoche se oyó una voz: ¡Que llega el novio, salid a recibirlo! 7 Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. 8 Y las necias dijeron a las sensatas: Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas. 9 Pero las sensatas contestaron: Quizá no haya bastante para vosotras y nosotras, es mejor que vayáis a la tienda y os lo compréis.

10 Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. 11 Por fin llegaron también las otras doncellas, diciendo: Señor, señor, ábrenos. 1 Pero él respondió: Os lo aseguro: no os conozco. 13 Velad, por tanto, pues no sabéis el día ni la hora .

Esta parábola se encuentra íntimamente conectada con la anterior (y con todo Mt 24), como indican su primera palabra (tote, entonces: 25, 1 cf. 29, 9. 10. 14, 16. 21. 23. 30. 40), referida a lo que sucederá al final de los tiempos (cf. 24, 45-51), y las palabras finales (velad, pues no sabéis el día ni la hora, 25, 13; cf. 24, 41.

Según esta nueva parábola, el que viene no es el Hijo del Hombre (24, 39), ni un posible ladrón (24, 43), ni el Dueño de casa (24, 45), sino el Esposo prometido de la tradición profética (Oseas Jeremías, Isaías 2 y 3). La historia de la humanidad puede compararse según eso con una celebración de bodas, un camino de maduración en el amor.

Éste es un tema que había destacado Mt 22, 1-10, al reinterpretar la parábola del banquete (Q: Lc 14, 16-24), como parábola de bodas del hijo del Rey. Desde ese fondo puede y debe entenderse narración como parábola (con el efecto sorpresa del rechazo de las necias) y como alegoría (por su forma de dividir a la humanidad en dos mitades, y de entender la meta de la vida como bodas) .

1. Una parábola ya conocida. Elementos básicos (25, 1-4).

Esta narración está contada desde el trasfondo de la historia de Israel… Quizá guarda un recuerdo de Jesús (que se ha referido a las bodas del reino: 9, 14-17). Pero tal como se cuenta parece obra del mismo evangelista (o de su escuela) que ha creado en 24, 45‒25, 46 un gran “retablo” escatológico con temas vinculados a la culminación (o realidad más honda) de la historia. En sí misma, esta parábola se encuentra íntimamente unida al desarrollo precedente, como muestra su forma de presentar a las cinco sensatas (fronimoi, 25, 2-3), en la línea del administrador de 24, 4 (que debía ser fronimos, sensato). Estas dos parábolas (24, 45-51 y 25, 1-13) nos sitúan, pues, ante una visión general de la “inteligencia o sensatez escatológica”, interpretada como buena administración y buen noviazgo, esperanza de bodas:

‒ Las diez muchachas (parzenoi: vírgenes, mujeres núbiles) son signo de una humanidad ya madura para el amor, y así aparecen vinculadas de un modo íntimo con Dios, esperando las Bodas finales de la historia. Ciertamente, en el fondo se encuentra el motivo de Israel como novia/esposa de Yahvé, un motivo presente a lo largo de la Biblia desde los tiempos de Oseas, Jeremías y Ezequiel. Pero, siendo signo de Israel, ellas representan a cada uno de los hombres o mujeres de la humanidad, que debe mantenerse preparados para las bodas de Dios.

Esta imagen de las diez muchachas, cada una con sus luces encendidas ante el esposo, para acompañarle en la procesión de bodas, resulta bien conocida en oriente (incluso en Roma). La palabra lámpara (lampa,j) puede evocar una candela de aceite con mecha pequeña (que se apaga a cualquier golpe de viento), pero quizá se refiere a una antorcha de aceite con mecha de tela resistente al aire. En otra línea, la imagen puede evocar el gran signo israelita de la menorah, candelabro de siete lámparas del santuario .

‒ Aceite. Se conserva en la alcuza de cada persona, como algo propio de ella y es, por tanto, intransferible: Es el don de la existencia, la vida en su sentido más profundo. Hombres y mujeres son “aceite” que alumbra en cuanto se consume, haciéndose luz ante (en) Dios. No son luz para un templo exterior, como el de Jerusalén, sino para el esposo, el mismo Dios. Éste es el signo distintivo más precioso del ser humano: el buen aceite que alumbra. Fuera quedan otros posibles aspectos o valores de tipo social o legal (e incluso religioso), pero los hombres y mujeres son aceite, que han de tener preparado, como una reserva de “vida” ante el esposo.

Pues bien, ese mismo aceite divide a los hombres, de manera que la humanidad puede compararse a cinco muchachas necias y cinco inteligentes, como se cuenta en otras “historias” de ese tipo. En ese contexto, nuestra tiene un fondo y una finalidad parenética, y sirve para insistir en la posibilidad del bien y del mal… y en la exigencia de conversión, con el fin de que, a la postre, todos puedan entrar con el esposo, cuya llegada evoca el límite del tiempo. La división se confirma y ratifica al final, pero se encuentra adelantada por la forma en que aparecen las muchachas: las cinco necias (mwrai.) no se han ocupado del aceite, mientras las sensatas (fro,nimoi) tomaron, con las lámparas una reserva de aceite en la alcuza.

‒ Un noviazgo compartido y distinto para cada una. Estas vírgenes/novias pueden entenderse en sentido personal y/o social. Todas son esposas del único esposo (nymphioi), de manera que su matrimonio ha de interpretarse en clave monogámica, pero en línea trascendente, no de este mundo (en sentido biológico-corporal, pues en ese caso se trataría de un marido polígamo), como sabe desde Oseas la tradición profética, que interpreta al pueblo en su conjunto y a los israelitas en particular como “esposa” de Yahvé.

Según eso, las diez vírgenes tienen un sentido colectivo (todas son la novia, son Israel, son la Iglesia, son la humanidad), pero al mismo tiempo pueden y deben interpretarse en sentido individual, pues cada una es valiosa por sí misma. Un elemento importante de la escena (y quizá poco destacado en las interpretaciones) es el hecho de que aquí no hallamos ninguna novia central, que actuaría como reina, con un cortejo de “vírgenes menores” que serían sus servidoras o damas de compañía (cf. Sal 45, 15-16 y Cant 6, 4-9. En nuestro caso, las diez tienen la misma dignidad, de manera que cada una aparece como esposa principal del novio, y ninguna es pura dama de compañía, pues todas y cada una son reinas .

2. ¡Atrasándose el novio…! Un tiempo de muerte (25, 5). Todas aparecen como amigas, tienen en común el noviazgo y la espera, sin que en principio se distingan (aunque el texto sabe que unas son necias, otras prudentes). No se aclara el motivo de esa distinción, no se habla de un posible pecado de algunas, de manera que no estamos ante un problema de moralidad en el sentido secundario del término, sino de inteligencia humana, de actitud y de respuesta ante la vida.

Como he dicho, en un primer nivel, esa diferencia entre necias e inteligentes parece normal, es un signo o elemento de la propia vida, que hace a los seres humanos distintos. Todas son la humanidad en busca de la plenitud de un Dios que no está ya simbolizado como Padre (Abba) sino como partner, misterioso amigo de las bodas. Todas le esperan, pero unas con inteligencia/previsión (guardan aceite en sus alcuzas), y otras sin ocuparse del aceite, como si las cosas pudieran resolverse en un último momento.

Pues bien, en este contexto se introduce el tema del “retraso” o, quizá mejor, de la tardanza de la parusía o manifestación del novio (croni,zontoj de. tou/ numfi,ou), de la que trataba 24, 34-36. Da la impresión de que las “necias” eran en principio buenas “creyentes”: Esperaban la manifestación inmediata de Cristo, su gran parusía, lo habían dejado todo, confiaban en la llegada del Novio, no tenían que llevar nada, pues el esposo iba a llegar inmediatamente. Pero las cosas han sucedido de otra forma.

El Novio no ha llegado en el tiempo que ellas (¡muchísimos cristianos!) pensaban, y de esa forma se retrasa la parusía, en contra de lo que habían esperado Pablo y los conversos de Tesalónica (¡confiaban estar vivos cuando llegara el Cristo!). Pues bien, en contra de eso, nuestra parábola afirma que “todas” se adormilan y duermen (mueren), sin que ello produzca escándalo (a diferencia de 1 Tes 4, 13-18), como supone Hbr 9, 27, que ha acuñado la gran fórmula: Se ha establecido que los hombres mueran una vez…: statutum est hominibus semel mori).

Todas mueren sin que el esposo haya llegado, sin que las bodas hayan podido celebrarse en este mundo. Parece evidente que esa tardanza del novio está evocando el retraso de la “parusía”, un problema que la Iglesia ha debido plantear y resolver con urgencia. En ese contexto de retraso, de tiempo abierto por la preparación de las bodas que se demoran (no ha llegado el Novio) viven y mueren las muchachas, unas bien preparadas (se duermen con la reserva de aceite al lado), otras sin preparación (como si no debieran tener el aceite a punto, como si el Esposo no necesitara que ellas estuvieran preparadas). Al decir que todas se durmieron, parece que se está evocando la muerte universal, como destacan otros textos tardíos del NT (cf. 2 Ped 3, 1-16) .

3. En medio de la noche: ¡llega el Novio! (25, 6-7). Todas las vírgenes (¡todos los cristianos!) saben que habrá bodas, pero algunos viven como si no las hubiera, sin preocuparse del aceite, como suponiendo que habrá siempre a su lado en abundancia, para tomarlo sin más preocupación. El aceite, que las inteligentes conservan en alcuzas para reavivar la lámpara en su momento, representa quizá las buenas obras, la memoria positiva del pasado, el valor de la vida vigilante, con aceite para el esposo a quien saldrán a recibir. Las otras no pueden ir al encuentro del novio sin aceite…

‒ Aceite. Podría suponerse que unas lo han recibido, y otra no. Pero el texto va en contra de esa suposición, pues ha supuesto que ellas mismas, todas, pudieron tomar no sólo lámparas, sino también alcuzas con aceite. Pues bien, unas parecen haber tomado sólo lámparas, como si bastaran; otras, en cambio, tomaron además aceite en las alcuzas (25,4). Éste parece el motivo de fondo, y desde aquí se entiende la división entre las môrai, necias, que han vivido sin previsión, sin otro horizonte que las ocupaciones inmediatas de la vida (cf. 13, 20-22) y las phronimoi, sensatas, que han tomado consigo una reserva de alcuzas de aceite.

Como he dicho, todas son novias de un mismo esposo universal, no simples compañeras/asistentes de una Novia superior a la que irán acompañando en la procesión de bodas. La parábola anterior (24, 45-51) se refería a un esclavo administrador, que estaba por encima, debiendo cuidar de la casa (de la servidumbre) hasta la llegada del amo. Esta parábola, en cambio, supone que todos, varones y/o mujeres, tienen (tenemos) la misma responsabilidad, como muchachas que han de madurar al (ante el) amor de una forma responsable.

4. Ya no es tiempo de compra. Y se cerró la puerta (25, 8-11). Tomada externamente, la parábola es dura. A lo largo de la espera, las muchachas han tenido tiempo para llenar las alcuzas, o incluso para intercambiar el aceite como indicarán, desde otra perspectiva, las parábolas siguientes, y todo el evangelio. Pero, al final, cuando unos y otros se “despierten” del gran sueño y preparen sus lámparas ante el Esposo, no será posible prestarse el aceite, ni podrá comprarlo en los mercados. Habrá terminado el tiempo de los que compran y venden (25, 9), como suponía ya la escena de la “purificación”, cuando Jesús derribó las mesas de los compradores y vendedores del templo (21, 12).

‒ Id a comprar… (25, 9). Así dicen las prudentes. Ésta es una escena y respuesta de humor duro, despiadado, pero propio de una parábola del fin de los tiempos, donde los detalles no se pueden tomar al pie de la letra (como en una alegoría). Las prudentes les dicen que vayan a comprar y el texto supone que de hecho van y lo hacen, aunque vuelven tarde, cuando la puerta de la boda está ya cerrada. Eso significa que hay un caudal de mundo para hacer negocios (¡ellas, unas simples vírgenes que en aquel tiempo no solían manejar dinero!). Leer más…

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“Preparando el examen final”. Domingo 32. Ciclo A.

Domingo, 12 de noviembre de 2017
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vigiladDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Se acerca el fin del año (litúrgico)

Nos acercamos al final del año litúrgico, que terminará el día 02 de Diciembre. Como si nos aproximáramos al final de curso y tuviéramos que hacer un examen, la Iglesia quiere que nos preparemos a fondo y con tiempo. Para ello, en estos tres últimos domingos del año (32-34º), se leen tres parábolas que se complementan: las diez muchachas, los talentos, el Juicio Final. Estas parábolas sólo se encuentran en el evangelio de Mateo, que las añade con un fin muy concreto. El evangelio de Marcos termina la enseñanza de Jesús con el discurso sobre el fin del mundo. Quizá a Mateo le pareció un final demasiado sensacionalista y añadió estas tres parábolas, que animan a tomarse la vida muy en serio.

Un viaje mortal a Nueva York

Cuando salieron del aeropuerto de Ezeiza, en Buenos Aires, aquellos cinco amigos argentinos no sabían lo cerca que estaba su día y su hora. Si lo hubieran sabido, no habrían hecho ese viaje. Pero la muerte los habría sorprendido, más tarde, en cualquier otro sitio y hora. Como aquel matrimonio que salvo la vida al perder el vuelo de Air France que se hundió en el Atlántico, y murió meses después en un accidente de automóvil. “Estad en vela, porque no sabéis el día ni la hora”.

Vigilar no es vivir angustiado

San Luis Gonzaga estaba un día jugando al frontón y le preguntó un compañero: “Hermano Luis, si supieras que ibas a morir dentro de poco, ¿qué harías?” Y él respondió: “Seguir jugando”. ¿Cómo se conjugan la vigilancia y el juego? La parábola de hoy puede ayudarnos a comprenderlo.

La parábola de las diez muchachas

«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo! Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: “Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.” Pero las sensatas contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.” Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: “Señor, señor, ábrenos. “Pero él respondió: “Os lo aseguro: no os conozco. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

En tiempos de Jesús, cuando se celebraba una boda, un grupo de muchachas acompa­ñaba al novio a recoger a la novia para acompañarlo a la ceremonia. A partir de este hecho tan trivial crea Jesús la parábola. Nos encon­tramos ante diez muchachas divididas en dos grupos de cinco: unas necias, que se olvidan del aceite para los candiles; otras sensatas, que llevan aceite de repues­to. Hasta aquí todo es posible. Pero la parábola adquiere de repente un tono irreal, porque quien da el plantón no es la novia, sino el novio, que se retrasa hasta la medianoche.

Mientras, las diez se han quedado dormidas. Y los candiles siguen consumiendo aceite. Al llegar el novio, unas pueden reponerlo fácilmente, los otros están casi agotados. Las sensatas no quieren darles aceite, y el novio se niega a admitirlas después de cerrada la puerta.

La conclusión de la parábola es desconcertante: “Por tanto, estad en vela, porque no sabéis el día ni la hora”. Es desconcer­tante, porque ninguna de la diez ha velado, todas se quedaron dormidas. Lo cual significa que la vigilancia, en este caso, equivale a la sensatez de llevarse la provisión de aceite. Pero, ¿qué significa esto en la práctica?

Dos interpretaciones posibles

La parábola se ha interpretado en dos líneas principales.

Una concede especial importancia al aceite, viéndolo como imagen de la fe, del fervor, de las buenas obras. Lo que hace falta es estar preparados espiritualmente.

Otra línea no concede una importancia capital al simbolismo del aceite; lo que quiere decir la parábola es que hay que prepararse con antelación, porque entonces será demasiado tarde. Esta segunda línea parece la más exacta, como lo demuestra su traducción al lenguaje moderno. Diez universitarios se acercan al fin de curso. Cinco han estudiado durante todo el año, asistido a las prácticas, tomado apuntes; otros cinco han empalmado movida con movida. En el momento de entrar al examen piden a los primeros que les pasen las respuestas. Cosa a la que los otros se niegan, como es lógico. El examen se prepara con tiempo, no se improvisa ni se copia.

La clave de la 1ª lectura

La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, ofrece una perspectiva muy interesante. Se ha elegido porque su tema empalma con el de la sensatez de la cinco muchachas.

La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta. en ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento.

En esta lectura, la sabiduría no es algo intelectual, un conjunto de conocimientos, sino una persona a la que se ama, se busca y se encuentra, o que se encuentra sentada a nuestra puerta esperándonos. Los primeros cristianos aplicaron esta imagen personalizada de la sabiduría a Jesús, que es la Sabiduría de Dios.

Con esto, la parábola adquiere un sentido nuevo. ¿Cómo podemos estar preparados? ¿En qué consiste la vigilancia? En tener ese contacto con Jesús, pensar en Él, hablar con Él, dejarnos encontrar por Él. Para que no nos ocurra lo que dice el novio a las cinco muchachas insensatas: “No os conozco”. La amistad con Jesús, la capacidad de diálogo con Él, no se improvisan. Hay que ejercitarlas todos los días para poder disfrutar luego del banquete de bodas.

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Domingo XXXII del Tiempo Ordinario. 12 noviembre, 2017

Domingo, 12 de noviembre de 2017
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d-32

“Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite, en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.”

(Mt 25, 1-13)

Si la realidad fuera tan clara y distinta como nos la presenta la parábola de hoy todo sería mucho más sencillo.

La parábola de las vírgenes, como otras muchas de Mateo, divide el mundo entre buenos y malos. No cabe duda de que las necias son quienes no llevaron aceite y se quedaron en la puerta por su propia necedad, pero en la vida cotidiana las cosas son mucho más complejas, nuestro esquema de buenos y malos se cae por su propio peso. Sin embargo, seguimos viviendo como si fuera cierto y nos acabamos creyendo que los “nuestros”, los de nuestro color, los de nuestro partido, los de nuestro equipo, son los buenos, los acertados, frente a los demás, que no les queda más remedio que ser los malos, los equivocados.

En este dualismo solo hay un camino: la violencia. Cada grupo quiere imponer su verdad. Probablemente aquella primitiva comunidad de Mateo se vio en la necesidad de defenderse. Como grupo marginal que era se veía amenazado por todos lo costados. Necesitaba distinguirse y marcar un camino claro y distinto y hasta aquí es comprensible, pero no deja de tener sus peligros. El “buenismo” en nuestra Iglesia ha hecho mucho daño. Cuando la Iglesia ha sido poderosa ha aplastado a quienes eran diferentes.

Creo que en el único lugar donde funciona el esquema de bueno/malo es en el corazón de cada una. Todas las personas somos una mezcla de bueno y malo, luz y oscuridad. Todas llevamos dentro una sensata y una necia. Cuando alimentamos la luz, la oscuridad cede. Si agrandamos el espacio de lo bueno, lo malo empequeñece.

Ojalá esta parábola nos sirva para entrar en nosotras mismas a poner más luz, en lugar de quedarnos a oscuras señalando errores ajenos.

Oración

Derrama, Trinidad Santa, tu aceite generoso y sé Tú la llama que ilumine nuestro interior. ¡Amén!

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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