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No es lo mismo ateo que frívolo.

Domingo, 26 de agosto de 2018
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discipulos-detalle-300x193Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Las lecturas de hoy reflejan situaciones humanas que se repiten constantemente en la historia.

JOSUÉ REUNIÓ A LAS TRIBUS DE ISRAEL.

¿Qué otra cosa son los parlamentos y la democracia?

Las personas, los grupos humanos vivimos en sociedad y como seres sociales hemos de comportarnos. No somos seres aislados, que hacemos cada cual lo que nos parece: la familia, el trabajo, los bienes, la cultura, la amistad, la sexualidad, la familia, la fiesta, etc. son cuestiones comunitarias

Conviene reavivar nuestra conciencia social, comunitaria.

SI NO OS PARECE BIEN SERVIR AL SEÑOR, ESCOGED HOY A QUIÉN QUERÉIS SERVIR:

icr_6403-265x198Aquella asamblea convocada por Josué en el fondo era, como nuestros parlamentos, para ver ante quién nos postramos y cómo vivimos. Si no os parece bien nuestra traditio, escoged cómo vivir y a qué dioses queremos servir, porque siempre habrá algún dios o ídolo en nuestra vida.

¿A quién servimos y cómo configuramos nuestra vida? ¿Adoramos al dios Dionisios y vivimos desde el placer? ¿Quizás nos postramos ante el dios patria? ¿tal vez nos fascina el dinero o la magia del poder?

02. ¿DOCTRINA DURA?

Resulta un poco extraño que después de haber multiplicado los panes, el trabajo ¿Cómo o por qué pudieron decir aquellos discípulos que multiplicar los panes y el trabajo, dar de comer a la gente es una doctrina dura? Resulta una postura un tanto absurda.

A los primeros cristianos -como a todos- les costó mucho esfuerzo abandonar la idea de poder, de un Mesías militar poderoso. Cristo hubo de trabajar a fondo para liberar de la fiebre de poder a la suegra y a la familia de Pedro, (Mt 8,14-15). El ansia de poder está presente en gran parte de los discípulos de Jesús: ¿Quién va a ser el mayor en tu Reino? (Mt 18,1ss).

Lo de Cristo va por otros derroteros: el servicio y el amor (Jn 13 / Jn 15). El amor y el servicio crean solidaridad, que es por donde comienza este capítulo del pan de vida, 6º de Juan: la multiplicación de los panes.

El milagro no consiste en que Cristo diera de comer a la gente por arte de magia, sino porque el “asunto Cristo” trastoca los criterios humanos, cambia nuestra mentalidad y comenzamos a ser solidarios.

Esto resulta una doctrina dura. La dificultad está en el servicio, en el amor y en la solidaridad. Es más frecuente y habitual creer en el poder, en la ley del más fuerte y en tener lo mío aumentándolo, si puedo, y los demás que se pudran.

La doctrina dura es que ningún país europeo quiere acoger a los que pasan en pateras, ni ayudarles en sus lugares de origen.

En estos momentos en un lugar de “acogida” de inmigrantes subsaharianos en Andalucía solamente tienen como medicamento “Almax” y los escasos tres médicos que atienden a estas pobres gentes recetan para todo y para todos tal medicamento.

03. MUCHOS DEJARON DE SEGUIR A JESÚS. TRÁNSFUGAS HA HABIDO SIEMPRE.

50ordinariob21Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.

No se trata de la marcha al estilo del hijo pródigo. El hijo menor se marcha de casa, es una cuestión moral, pero aquel hijo tenía siempre en la cabeza la referencia de la casa de su padre. Las referencias las tenía bien puestas, la “cabeza bien amueblada” aunque en aquel momento de su vida se había despistado. ¿Y quién no ha tenido despistes en su vida?

Cuando san Juan dice que dejaron de seguir o de estar con Jesús, es que se acabó la “conversación”. Rompieron el “carnet” y rompieron con todo. Hasta aquí hemos llegado y no quiero saber nada.

Esta historia del abandono nos es muy familiar en nuestro tiempo y en nuestro pueblo. Mucha gente, muchos estratos de la sociedad han marchado del seno de la Iglesia, otros muchos no han estado dentro nunca. Pensemos en el recorrido de los últimos cincuenta / setenta y cinco años. Entre los compañeros de Jesús, -y en nuestro tiempo- hubo y hay muchos tránsfugas.

04. EL ATEÍSMO ES UNA POSIBILIDAD RAZONABLE. JESÚS NO SE ASUSTA. (ENTRE CREYENTES Y ATEOS HAY DIÁLOGOS / ABSTÉNGANSE FRÍVOLOS).

o En nuestra vida personal nos lamentamos de que tanta gente no esté ya en la Iglesia, sean increyentes, el laicismo, la secularización, los jóvenes que no se casan, la mitad de los niños que nacen no son bautizados, etc.

o Con una ingenuidad que pretende sedar la situación, decimos: ya volverán a la Iglesia, los seminarios se repoblarán, etc.

o Pastoralmente se funciona como si nada hubiese ocurrido y como si todos “continuásemos siendo del partido”, cuando en realidad somos conscientes de que las cosas no van a volver a una cristiandad ya desaparecida.

Ser creyente es una opción razonable y seria. Ser ateo, también.

Para ser un buen cristiano, hay que ser un buen pagano.

Quien llega a la conclusión de configurar su vida desde la ultimidad, que denominamos Dios, plasmada en una traditio: Cristo, iglesia, cultura cristiana, etc. tal opción -que es la nuestra- es muy razonable. Puede que haya personas que por circunstancias de recorridos personales, sociales, históricos, vivencia eclesiásticas, etc. piensen (que viene de pensar) que configurar su vida desde otras posturas laicas, ateas. Quien, tras una seria reflexión, decide vivir y estructurar su vida en otros ámbitos, es digno de ser respetado y es una opción seria y válida.

Otra cuestión es la frivolidad. Frívolo es, según el diccionario de la real Academia: Ligero, veleidoso, insustancial. Es cierto que en la vida hay de todo y todos podemos tener algo de todo. Pero una cosa es ser “ateo como Dios manda” y otra muy distinta es ser ligero, veleidoso e insustancial.

Me parece a mí que hoy en día tenemos frívolos, ligeros y superficiales. ¡Ya quisiéramos tener ateos como Dios manda!

05. PRIMER PASO HACIA LA FE:

Pastoralmente nuestra diócesis -y otras- está haciendo jeroglíficos y juegos de malabar para salvar no tanto la seriedad de la fe y de la vida, sino para salvar “los muebles” de un sacramentalismo barato.

Quizás las cosas se puedan ver y plantear de otras maneras, pero como no seamos serios en la fe, en la solidaridad, lo eclesiástico va a terminar siendo una “carrocería de chapa y pintura”

Posiblemente evangelizar hoy en día entre nosotros signifique

o Ser conscientes de que “muchos han dejado de seguir a Jesús”. Pero ser conscientes significa “enterarnos”. No digamos que las cosas están muy mal, hay pocos cristianos, menos curas, para luego seguir funcionando mentalmente como si estuviésemos en la cristiandad tridentina.

o En segundo lugar, no asustarse. Jesús tampoco se rasga las vestiduras y comienza a lamentarse de los pocos curas que tenía. El ateísmo es posible.

o En tercer lugar, ayudar y enseñar a pensar las cosas, los problemas, las situaciones, la vida. La frivolidad, la ligereza, veleidad, e insustancialidad de en la vida no se resuelven con más la ligereza, veleidad, e insustancialidad eclesiásticas.

06. “¡LEJOS DE NOSOTROS ABANDONAR AL SEÑOR PARA SERVIR A DIOSES EXTRANJEROS! EL SEÑOR ES NUESTRO DIOS; SEÑOR, ¿A QUIÉN VAMOS A ACUDIR? TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA HUMILDAD DE LA FE

Una vez que hemos echado una “pensada” a la vida llegamos a las opciones y decisiones. Al acto de fe en Cristo Jesús.

Hasta cierto punto hemos de vivir como el hijo pródigo la fascinación de la “herencia”, del dinero, de los “dioses extranjeros”, para entrando en nosotros mismos “recapacitar”. El hijo menor, entrando en sí, recapacitó, (Lc 15,17).

Cristo es hombre de Palabra y su Palabra es Luz y Vida (Jn 1).

A ciertas alturas de la vida uno ya no cree, ni estamos para medias palabras, medias verdades y tontadas político, cultural, eclesiásticas.

¿A dónde vamos a ir? Solamente Cristo tiene palabras de vida eterna.

Cuando ya más que adulto uno comienza a ser anciano, creer, lo que se dice creer solamente cree en Dios por medio de JesuCristo y desde Él confíanos, servimos, respetamos y amamos la vida y el ser humano. Amemos la Palabra y seamos personas de palabra y amemos la Luz y la Vida.

La fe es algo muy humilde, incluso frágil y pobre. Creer en unas utopías como la solidaridad, el amor, la justicia, es tan poca cosa… Pero, como la semilla, que también es pequeña, pero llena de vida. La semilla de la fe es la que da sentido a nuestra vida y su transcurrir.

Nosotros creemos que tú eres el Santo de Dios.

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Tomar la Cruz

Sábado, 25 de agosto de 2018
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Del blog de la Communion Béthanie:

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(Mateo 16, 21-27)

Rechazar en mí lo que me atesta de ilusiones
llegar a ser lo que soy, ser el (la) que puede seguirte.
Seguir contigo el despojo feliz de aquellos
que se conocen a sí mismos
y saben cuánto de su vida depende de sus encuentros.
Llevar mi cruz, renunciar al combate vano
que haría de mí un rey (una reina), un (una) inmortal .
Avanzar en tus pasos conociendo la ganancia
que a veces hay que perder.
Perder mi vida entre tus manos con el fin de que le des
su verdadera forma.
Renunciar contigo a mi único imaginario
que no sabe más que rumiar
lo conocido, lo deseado, el contenido, lo programable
Y zambullirse en el gran baño fresco de lo imprevisible
donde operas, cada día, asombrosas conversiones.

*

Marion Muller-Colard.
“Éclats d’Évangile”

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***

 

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Maximiliano María Kolbe, un corazón donado…

Martes, 14 de agosto de 2018
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Hoy recordamos, en su festividad, a este ejemplo de entrega sin límites…

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Nació en Polonia en 1894. A los 13 años entró en los menores conventuales. Una vez terminados sus estudios filosóficos y teológicos en Roma, instituyó en ella la «Milicia de la Inmaculada», en 1917. Tras ser ordenado sacerdote en 1927, fundó en su patria la «Ciudad de la Inmaculada», centro de vida espiritual y de actividad editorial. Ejerció como misionero en Japón y volvió a Polonia en 1936, donde prosiguió su intensa obra de apostolado. Durante la Segunda Guerra Mundial fue deportado al campo de concentración de Auschwitz, donde murió al ofrecer su vida por la de un compañero de prisión, el 14 de agosto de 1941. Fue beatificado por Pablo VI en 1971 y canonizado con el título de mártir por Juan Pablo II en 1 982.

*

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***

En todos los continentes, o casi, es conocida y notoria la figura de san Maximiliano María Kolbe. Y quien ha recibido el don de acercarse a él, queda profundamente conquistado por el santo. Porque se quedará tan presente en su propia vida, que sentirá la necesidad de invocarlo, imitarlo y enamorarse de su poliédrica figura de hombre, sacerdote, religioso, apóstol y mártir.

«Sólo el amor crea», había repetido miles y miles de veces el padre Kolbe durante su vida. «Sólo el amor crea», cantaban las obras que iba ideando y concretando una tras otra, a fin de llevar la vida de la verdad a cada hombre con la imprenta; para llevar las ondas de la vida a cada casa por medio de la radio; para dar un signo de la vida eterna a través de las esculturas y las pinturas de los hermanos. Y en sus largos viajes no perdía la ocasión de acercarse al ateo, al masón, al judío, al incrédulo, al cristiano adormecido en su fe, para que el nuevo destello de la vida iluminara el camino que lleva a la salvación.

«Sólo el amor crea», ha ido repitiendo el papa «venido de lejos », cada vez que se detiene a hablar de este hombre: el hombre de nuestro tiempo, el hombre de la magna y profunda herencia.  La herencia espiritual de san Maximiliano María Kolbe no tiene límites. La consagración total a la Inmaculada con propósitos apostólicos, que él vivía y promovía, es y debe ser una verdadera espiritualidad. Indudablemente, es una herencia muy comprometedora, porque se trata de imitar a aquel que nos la ha dejado. A saber: se trata no de tener «algo» de él (posibles reliquias, algún autógrafo, su biografía, etc.), sino de poseer su espíritu, porque de los santos queda sobre todo lo que han hecho, actuando según la voluntad de Dios. Recoger su herencia significa permitir a Dios que obre en nosotros como obró en ellos. Como obró en san Maximiliano María Kolbe y en muchos de sus seguidores

*

(L. Faccenda [ed.], «Un cuore donato. San Massimiliano María Kolbe», suplemento a Milizia Mariana 4 [1994] 11; 51ss; 75).

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“Yo soy el pan de vida.”

Domingo, 5 de agosto de 2018
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Oda al Santísimo Sacramento del Altar

I – Exposición

Pange lingua gloriosi
corporis misterium.

Cantaban las mujeres por el muro clavado
cuando te vi, Dios fuerte, vivo en el Sacramento,
palpitante y desnudo, como un niño que corre
perseguido por siete novillos capitales.

Vivo estabas, Dios mío, dentro del ostensorio.
Punzado por tu Padre con aguja de lumbre.
Latiendo como el pobre corazón de la rana
que los médicos ponen en el frasco de vidrio.

Piedra de soledad donde la hierba gime
y donde el agua oscura pierde sus tres acentos,
elevan tu columna de nardo bajo nieve
sobre el mundo de ruedas y falos que circula.

Yo miraba tu forma deliciosa flotando
en la llaga de aceites y paño de agonía,
y entornaba mis ojos para dar en el dulce
tiro al blanco de insomnio sin un pájaro negro.

Es así, Dios anclado, como quiero tenerte.
Panderito de harina para el recién nacido.
Brisa y materia juntas en expresión exacta,
por amor de la carne que no sabe tu nombre.

Es así, forma breve de rumor inefable,
Dios en mantillas, Cristo diminuto y eterno,
repetido mil veces, muerto, crucificado
por la impura palabra del hombre sudoroso.

Cantaban las mujeres en la arena sin norte,
cuando te vi presente sobre tu Sacramento.
Quinientos serafines de resplandor y tinta
en la cúpula neutra gustaban tu racimo.

II – Mundo
Agnus Dei qui tollis pecata mundi.
Miserere nobis

Noche de los tejados y la planta del pie,

silbaba por los ojos secos de las palomas.
Alga y cristal en fuga ponen plata mojada
los hombros de cemento de todas las ciudades.

La gillette descansaba sobre los tocadores
con su afán impaciente de cuello seccionado.
En la casa del muerto, los niños perseguían
una sierpe de arena por el rincón oscuro.

Escribientes dormidos en el piso catorce.
Ramera con los senos de cristal arañado.
Cables y media luna con temblores de insecto.
Bares sin gente. Gritos. Cabezas por el agua.

Para el asesinato del ruiseñor, venían
tres mil hombres armados de lucientes cuchillos.
Viejas y sacerdotes lloraban resistiendo
una lluvia de lenguas y hormigas voladoras.

Noche de rostro blanco. Nula noche sin rostro.
Bajo el sol y la luna. Triste noche del mundo.
Dos mitades opuestas y un hombre que no sabe
cuándo su mariposa dejará los relojes.

Debajo de las alas del dragón hay un niño.
Caballitos de cardio por la estrella sin sangre.
El unicornio quiere lo que la rosa olvida,
y el pájaro pretende lo que las aguas vedan.

Sólo tu Sacramento de luz en equilibrio
aquietaba la angustia del amor desligado.
Sólo tu Sacramento, manómetro que salva
corazones lanzados a quinientos por hora.

Porque tu signo es clave de llanura celeste
donde naipe y herida se entrelazan cantando,
donde la luz desboca su toro relumbrante
y se afirma el aroma de la rosa templada.

Porque tu signo expresa la brisa y el gusano.
Punto de unión y cita del siglo y el minuto.
Orbe claro de muertos y hormiguero de vivos
con el hombre de nieves y el negro de la llama.

Mundo, ya tienes meta para tu desamparo.
Para tu horror perenne de agujero sin fondo.
¡Oh Cordero cautivo de tres voces iguales!
¡Sacramento inmutable de amor y disciplina!

III – Demonio

Quia tu es Deus, fortitudo mea, quare me sepulisti?
et quare tristis incedo dum affligit me inimicus?

Honda luz cegadora de materia crujiente,
luz oblicua de espadas y mercurio de estrella,
anunciaban el cuerpo sin amor que llegaba
por todas las esquinas del abierto domingo.

Forma de la belleza sin nostalgias ni sueño.
Rumor de superficies libertadas y locas.
Medula de presente. Seguridad fingida
de flotar sobre el agua con el torso de mármol.

Cuerpo de la belleza que late y que se escapa.
Un momento de venas y ternura de ombligo.
Amor entre paredes y besos limitados,
con el miedo seguro de la meta encendida.

Bello de luz, oriente de la mano que palpa.
Vendaval y mancebo de rizos y moluscos.
Fuego para la carne sensible que se quema.
Níquel para el sollozo que busca a Dios volando.

Las nubes proyectaban sombras de cocodrilo
sobre un cielo incoloro batido por motores.
Altas esquinas grises y letras encendidas
señalaban las tiendas del enemigo Bello.

No es la mujer desnuda ni el duro adolescente
ni el corazón clavado con besos y lancetas.
No es el dueño de todos los caballos del mundo
ni descubrir el anca musical de la luna.

El encanto secreto del enemigo es otro.
Permanecer. Quedarse en la luz del instante.
Permanecer clavados en su belleza triste
y evitar la inocencia de las aguas nacidas.

Que al balido reciente y a la flor desnortada
y a los senos sin huellas de la monja dormida
responda negro toro de límites maduros
con la flor de un momento sin pudor ni mañana.

Para vencer la carne del enemigo bello,
mágico prodigioso de fuegos y colores,
das tu cuerpo celeste y tu sangre divina
en este Sacramento definido que canto.

Desciendes a la materia para hacerte visible
a los ojos que observan tu vida renovada
y vences sin espadas, en unidad sencilla,
al enemigo bello de las mil calidades.

¡Alegrísimo Dios! ¡Alegrísima Forma!
Aleluya reciente de todas las mañanas.
Misterio facilísimo de razón o de sueño,
si es fácil la belleza visible de la rosa.

Aleluya, aleluya del zapato y la nieve.
Alba pura de acantos en la mano incompleta.
Aleluya, aleluya de la norma y punto
sobre los cuatro vientos sin afán deportivo.

Lanza tu Sacramento semillas de alegría
contra los perdigones de dolor del Demonio,
y en el estéril valle de luz y roca pura
la aguja de la flauta rompe un ángel de vidrio.

Andrei....

IV – Carne

Qué bien os quedasteis
galán del cielo,
que es muy de galanes
quedarse en cuerpo

Lope de Vega
Canto de los cantares

Por el nombre del Padre, roca luz y fermento,
por el nombre del Hijo, flor y sangre vertida,
en el fuego visible del Espíritu Santo,
Eva quema sus dedos teñidos de manzana.

Eva gris y rayada con la púrpura rota,
cubierta con las mieles y el rumor del insecto.
Eva de yugulares y de musgo baboso
en el primer impulso torpe de los planetas.

Llegaban las higueras con las flores calientes
a destrozar los blancos muros de disciplina.
El hacha por el bosque daba normas de viento
a la pura dinamo clavada en su martirio.

Hilos y nervios tiemblan en la sección fragante
de la luna y el vientre que el bisturí descubre.
En el diván de raso los amantes aprietan
los tibios algodones donde duermen sus huesos.

¡Mirad aquel caballo cómo corre! ¡Miradlo
por los hombros y el seno de la niña cuajada!
¡Mirad qué tiernos ayes y qué son movedizo
oprimen la cintura del joven embalado!

¡Venid, venid! Las venas alargarán sus puntas
para morder la cresta del caimán enlunado,
mientras la verde sangre de Sodoma reluce
por la sala de un yerto corazón de aluminio.

Es preciso que el llanto se derrame en la axila,
que el mano recuerde blanda goma nocturna.
Es preciso que ritmos de sístole y diástole
empañen el rubor inhumano del cielo.

Tienen en lo más blanco huevecillos de muerte
(diminutos madroños de arsénico invisible),
que secan y destruyen el nervio de luz pura
por donde el alma filtra lección de beso y ala.

Es tu cuerpo, galán, tu boca, tu cintura,
el gusto de tu sangre por los dientes helados.
Es tu carne vencida, rota, pisoteada,
la que vence y relumbra sobre la carne nuestra.

Es el gesto vacío de lo libre sin norte
que se llena de rosas concretas y finales.
Adán es luz y espera bajo el arco podrido
las dos niñas de lumbre que agitaban sus sienes.

¡Oh Corpus Christi! ¡Oh Corpus de absoluto silencio,
donde se quema el cisne y fulgura el leproso!
¡Oh blanca forma insomne!
Angeles y ladridos contra el rumor de venas.

 *
Federico García Lorca
(Homenaje a Manuel de Falla)

Oda al Santísimo Sacramento del altar

(Fotografías: Dalí y Jim Ferringer)

***

 

Yo soy el Pan de Vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:

“Maestro, ¿cuándo has venido aquí?”

Jesús contesto:

– “Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.

Ellos le preguntaron:

– “Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?”

Respondió Jesús:

“La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.”

Le replicaron:

“¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.””

Jesús les replicó:

“Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.”

Entonces le dijeron:

“Señor, danos siempre de este pan.”

Jesús les contestó:

“Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.”

*

Juan 6,24-35

***

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Cada día trae consigo una sorpresa, pero sólo podemos verla, oírla, sentirla cuando llega, si la esperamos. No debemos tener miedo de acoger la sorpresa de cada día, tanto si llega como un dolor o como una alegría. Ella abrirá un nuevo espacio en nuestro corazón, un lugar en el que podremos acoger nuevos amigos y celebrar de un modo más pleno nuestra humanidad compartida.

Con todo, el optimismo y la esperanza son dos actitudes radicalmente diferentes. El optimismo significa esperar que las cosas -el tiempo, las relaciones humanas, la economía, la situación política y otras cosas como éstas- mejoren. La esperanza es la verdadera confianza en que Dios cumplirá las promesas que nos ha hecho de conducirnos a la verdadera libertad. El optimista habla de cambios concretos en el futuro. La persona de esperanza vive en el momento presente sabiendo que en la vida todo está en buenas manos. Todos los grandes de la historia han sido personas de esperanza. Abrahán, Moisés, Rut, María, Jesús, Rumi, Gandhi…, todos ellos vivieron guardando en su corazón la promesa que les guiaba hacia el futuro, sin necesidad de saber exactamente cómo habría de ser.

*

H. J. M. Nouwen,
Pan para el viaje: una guía de sabiduría y de fe para cada día del año,
Ediciones Obelisco, Barcelona 2001.

*

***

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Los fue enviando

Domingo, 15 de julio de 2018
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YO, PECADOR Y OBISPO, ME CONFIESO

Yo, pecador y obispo, me confieso
de haber llegado a Roma con un bordón agreste;
de sorprender el Viento entre las columnatas
y de ensayar la quena a las barbas del órgano;
de haber llegado a Asís,
cercado de amapolas.

Yo, pecador y obispo, me confieso
de soñar con la Iglesia
vestida solamente de Evangelio y sandalias,
de creer en la Iglesia,
a pesar de la Iglesia, algunas veces;
de creer en el Reino, en todo caso
-caminando en Iglesia-.

Yo, pecador y obispo, me confieso
de haber visto a Jesús de Nazaret
anunciando también la Buena Nueva
a los pobres de América Latina;
de decirle a María: «¡Comadre nuestra, salve!»;
de celebrar la sangre de los que han sido fieles;
de andar de romerías…

Yo, pecador y obispo, me confieso
de amar a Nicaragua, la niña de la honda.
Yo, pecador y obispo, me confieso
de abrir cada mañana la ventana del Tiempo;
de hablar como un hermano a otro hermano;
de no perder el sueño, ni el canto, ni la risa;

de cultivar la flor de la Esperanza
entre las llagas del Resucitado.

*

Pedro Casaldáliga,
Todavía estas palabras. 1994

*

 

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió:

– “Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.”

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

*

Marcos 6, 7-13

***

El mensaje y la actividad de los mensajeros no se distinguen en nada de la de Jesucristo. Han participado de su poder. Jesús ordena la predicación de la cercanía del Reino de los Cielos y dispone las señales que confirmarán este mensaje. Jesús manda curar a los heridos, limpiar a los leprosos, resucitar a los muertos, expulsar los demonios. La predicación se convierte en acontecimiento, y el acontecimiento da testimonio de la predicación.

Reino de Dios, Jesucristo, perdón de los pecados, justificación del pecador por la fe, todo esto no significa sino aniquilamiento del poder diabólico, curación, resurrección de los muertos. La Palabra del Dios todopoderoso es acción, suceso, milagro. El único Cristo marcha en sus doce mensajeros a través del país y hace su obra. La gracia real que se ha concedido a los discípulos es la Palabra creadora y redentora de Dios.

        Puesto que la misión y la fuerza de los mensajeros sólo radican en la Palabra de Jesús, no debe observarse en ellos nada que oscurezca o reste crédito a la misión regia. Con su grandiosa pobreza, los mensajeros deben dar testimonio de la riqueza de su Señor. Lo que han recibido de Jesús no constituye algo propio con lo que pueden ganarse otros beneficios. «Gratuitamente lo habéis recibido». Ser mensajeros de Jesús no proporciona ningún derecho personal, ningún fundamento de honra o poder. Aunque el mensajero libre de Jesús se haya convertido en párroco, esto no cambia las cosas. Los derechos de un hombre de estudios, las reivindicaciones de una clase social, no tienen valor para el que se ha convertido en mensajero de Jesús. «Gratuitamente lo habéis recibido». ¿No fue sólo el llamamiento de Jesús el que nos atrajo a su servicio sin que nosotros lo mereciéramos? «Dadlo gratuitamente». Dejad claro que con toda la riqueza que habéis recibido no buscáis nada para  vosotros mismos, ni posesiones, ni apariencia, ni reconocimiento, ni siquiera que os den las gracias. Además, ¿cómo podríais exigirlo? Toda la honra que recaiga sobre nosotros se la robamos al que en verdad le pertenece, al Señor que nos ha enviado. La libertad de los mensajeros de Jesús debe mostrarse en su pobreza.

El que Marcos y Lucas se diferencien de Mateo en la enumeración de las cosas que están prohibidas o permitidas llevar a los discípulos no permite sacar distintas conclusiones.

Jesús manda pobreza a los que parten confiados en el poder pleno de su Palabra. Conviene no olvidar que aquí se trata de un precepto. Las cosas que deben poseer los discípulos son reguladas hasta lo más concreto. No deben presentarse como mendigos, con los trajes destrozados, ni ser unos parásitos que constituyan una carga para los demás. Pero deben andar con el vestido de la pobreza. Deben tener tan pocas cosas como el que marcha por el campo y está cierto de que al anochecer encontrará una casa amiga, donde le proporcionarán techo y el alimento necesario.

Naturalmente, esta confianza no deben ponerla en los hombres, sino en el que los ha enviado y en el Padre celestial, que cuidará de ellos. De este modo conseguirán hacer digno de crédito el mensaje que predican sobre la inminencia del dominio de Dios en la tierra. Con la misma libertad con que realizan su servicio deben aceptar también el aposento y la comida, no como un pan que se mendiga, sino como el alimento que merece un obrero. Jesús llama «obreros» a sus apóstoles. El perezoso no merece ser alimentado. Pero ¿qué es el trabajo sino la lucha contra el poderío de Satanás, la lucha por conquistar los corazones de los hombres, la renuncia a la propia gloria, a los bienes y alegrías del mundo, para poder servir con amor a los pobres, los maltratados y los miserables? Dios mismo ha trabajado y se ha cansado con los hombres (Is 43, 24), el alma de Jesús trabajó hasta la muerte en la cruz por nuestra salvación (Is 53,11).

Los mensajeros participan de este trabajo en la predicación, en la superación de Satanás y en ¡a oración suplicante. Quien no acepta este trabajo, no ha comprendido aún el servicio del mensajero fiel de Jesús. Pueden aceptar sin avergonzarse la recompensa diaria de su trabajo, pero también sin avergonzarse deben permanecer pobres, por amor a su servicio.

*

Dietrich Bonhoeffer,
El precio de la gracia. El seguimiento,
Sígueme, Salamanca 1999, pp. 136-138.

*

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¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido?

Lunes, 2 de julio de 2018
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Por eso os digo:

No andéis preocupados pensando qué vais a comer o a beber para sustentaros o con qué vestido vais a cubrir vuestro cuerpo. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido?

*

Mateo 6, 25

*

La inquietud es cosa de los paganos, que no creen, que confían en su fuerza y su trabajo, y no en Dios. Todo el que se preocupa es pagano, porque no sabe que el Padre conoce todo lo que necesita. Por eso quiere hacer por sí mismo lo que no espera de Dios. Más, para el que sigue a Jesús, la frase válida es: «Buscad primero el Reino y su justicia, que todo lo demás se os dará por añadidura». Con esto queda claro que la inquietud por el alimento y el vestido está lejos de ser inquietud por el Reino de Dios, tal como nos gustaría pensar, como si el cumplimiento de nuestro trabajo por nosotros y nuestra familia, como si nuestra inquietud por el pan y la vivienda, constituyesen la búsqueda del Reino de Dios, como si esta búsqueda sólo se realizase en medio de tales inquietudes.

El seguidor de Jesús, después de una larga vida de discípulo, responderá a la pregunta: «¿Os ha faltado algo alguna vez?» diciendo: «Nunca, Señor». ¿Cómo podría faltarle algo a quien, en el hambre y la desnudez, la persecución y el peligro, está seguro de la comunión con Jesucristo?

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Dietrich Bonhoeffer,
El precio de la gracia. El seguimiento,
Sígueme, Salamanca 1999, pp. 117-118.

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“Recuerdo y olvido”, por Carlos Osma

Martes, 15 de mayo de 2018
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balletmenDe su blog Homoprotestantes:

Es difícil para las personas LGTBI tenérnoslas que ver con el recuerdo y el olvido de las experiencias opresivas que un día sufrimos, sobre todo en nuestro entorno más cercano, cuando sentíamos que no había otra forma de sobrevivir que comportarnos como heterosexuales. O también todo aquel rechazo del que fuimos objeto por parte de personas a las que queríamos, y a las que siempre habíamos estado dispuestos a apoyar, cuando les dijimos que éramos LGTBI. Pero es difícil hablar de todo esto generalizando, pensando que todas y todos hemos pasado por los mismos lugares, y que hay una única manera de sobrevivir al daño que la heteronormatividad nos ha infringido. Por eso esta reflexión, aunque creo que puede ser compartida por otras personas LGTBI, es ante todo una reflexión personal sobre la dicotomía entre recordar y olvidar, a la que he tenido que enfrentarme para poder vivir libremente como un hombre gay.

La primera posibilidad es el olvido, siguiendo el consejo de Isaías: “No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a la memoria las cosas antiguas. He aquí yo hago cosa nueva; pronto saldrá a la luz, ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto y ríos en la tierra estéril[1]”. Escapar del infierno evitando por todos los medios mirar hacia atrás, tratar de impedir que todo aquello nos limite, que nos haga plantear nuestra existencia simplemente como una reacción a la opresión, sin liberación real, sin vida nueva. Se trataría de abandonar lo aprendido, las instituciones y los entornos que nos harían estar dando vueltas constantemente sobre lo mismo, impidiéndonos avanzar. Se trataría de romper la dinámica de la repetición, y salir en busca de algo nuevo… Rechazando instituciones como la familia o la religión, y buscando nuevos lugares y nuevas instituciones como la amistad, el asociacionismo, los grupos de autoayuda o espiritualidades alternativas para llenar nuestra vida de algo completamente distinto. Si pudiéramos olvidarlo todo, si fuéramos capaces de no actuar meramente de forma reactiva, si todo fuera nuevo, también nosotras y nosotros… Si pudiéramos padecer una amnesia selectiva, lograríamos ser quien realmente somos, y no lo que tanta opresión ha querido hacer con nosotras.

En el otro extremo nos encontramos con el recuerdo, haciendo lo que el Deuteronomio aconsejó al pueblo israelita: “te acordarás de que fuiste esclavo en Egipto y que de allí te rescató el Señor, tu Dios[2]”. Tener siempre presente de donde salimos es la mejor manera de saber dónde no queremos volver a estar, es la vacuna infalible para que la nostalgia no nos juegue una mala pasada. El recuerdo puede ser una denuncia de las estructuras opresoras, una exigencia para implicarse en la realidad y transformarla. Nos ayuda a poner las cosas en su sitio, nombrando las acciones que tantas personas a las que queríamos quieren negar. El recuerdo es el espejo que ponemos delante de nuestra familia, iglesia y sociedad; para que vean reflejada su verdadera naturaleza homófoba. Pero es también un intento de dar coherencia a nuestra vida, sin renunciar a nada, otorgándonos un relato de continuidad, y evidenciando que somos unos supervivientes, que logramos escapar de la opresión que, en algún momento gracias a Dios y a nuestra determinación por vivir en libertad, vencimos. Y si vencimos una vez, eso significa que la heteronormatividad no es todopoderosa, que tiene pies de barro, y que la podremos volver vencer si intenta otra vez someternos.

La línea que va del recuerdo al olvido es larga, y cada persona transita entre ambos extremos. El olvido total es imposible, por mucho que lo pretendamos no podemos huir de nosotros mismos, porque somos en parte lo que anteriormente hemos sido. Hay tantas veces que saltan como resortes experiencias que pensábamos ya superadas, que no podemos negar las huellas que nos ha dejado la heteronormatividad y que siguen latentes debajo de nuestra piel, de nuestras emociones y comportamientos. Pero, por otro lado, sobre todo cuando hablamos con personas que actualmente están pasando por experiencias que nosotros hemos superado, nos percatamos de que el recuerdo tiene sus límites. Es difícil volver a tener el mismo miedo, la misma sensación de estar atrapado, que cuando vivíamos oprimidos por la heteronormatividad. El tiempo nos ha ayudado a olvidar parte de aquel infierno, y aunque las heridas pueden no haber cicatrizado del todo, es evidente que ya no están abiertas como antes. Huir de la opresión, solo es posible con la colaboración del olvido. Nuestra psicología es sabia, no podemos negarlo.

Cada cual podrá situarse hoy en un punto entre el olvido y el recuerdo, y mañana probablemente estará en otro. Sin embargo, me gustaría hacer dos breves observaciones sobre la manera de conjugar ambas dimensiones, teniendo en cuenta los dos textos bíblicos que he citado anteriormente. En el texto de Isaías sobre el olvido, en realidad está implícito el recuerdo; puesto que lo que el profeta quiere decir es que la liberación de las personas cautivas de Babilonia será mucho mayor que la que conocían por el relato de la salida de Egipto. Dicho de otra forma, no se debían limitar a lo ya vivido, a lo que habían recibido por tradición, porque siempre es posible una liberación mayor que no somos capaces de imaginar. El olvido por tanto en este texto, no es tanto la negación o el abandono del pasado, sino la denuncia de que ese pasado puede ser limitante. Es la llamada a la apertura, a la esperanza que siempre supera todo lo que anteriormente hemos vivido, al abandono de cualquier límite. Por otro lado, el texto del Deuteronomio habla del recuerdo poniéndolo en relación directa con el prójimo. Lo que pretende es un comportamiento ético justo hacia otras personas desfavorecidas como los extranjeros, huérfanos y viudas. No se trata de recordar para autoflagelarse, para vengarse, para victimizarse; sino que se hace una sociedad mejor cuando quienes hemos vivido oprimidos, al liberarnos, somos sensibles a otras opresiones con las que quizás estamos colaborando.

No olvidar el pasado, pero sin dejarse atrapar por él. No recordar lo vivido sin ponerlo en conexión con el presente, y con quienes tenemos cerca. Olvido y recuerdo tienen un difícil equilibrio para las personas LGTBI, pero estamos abocados a intentar encontrarlo. Siempre está latente la tentación de decantarse por uno u otro, pero es una tentación engañosa, no es posible tal cosa. La única posibilidad real es compatibilizarlos, y lo más inteligente, es hacerlo de manera que siempre estemos abiertos a nuevas liberaciones personales, pero también colectivas. Olvidar y recordar; en realidad tratar de ser felices y hacer felices a quienes tenemos cerca.

Carlos Osma

[1] Is 43, 18-19

[2] Dt 24, 18

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“Caminos torcidos “, por Carlos Osma

Miércoles, 9 de mayo de 2018
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De su blog Homoprotestantes:

“Jesús le dijo: Sígueme. Mateo se levantó y le siguió[1]

Recuerdo que cuando era pequeño algunas tardes mi madre iba a tomar café a casa de unos amigos y nos llevaba con ella a mis hermanos y a mí. La tarde por lo general se hacía interminable, escuchando sus conversaciones sobre Dios, y teniendo que merendar unas galletas que me parecían venenosas. Por eso, a menudo me levantaba con la excusa de ir al baño y tiraba las galletas por el váter. En el pasillo que separaba el comedor del baño había un cuadro donde se representaban dos caminos: uno amplio que recorría la mayoría de la gente con sonrisas y tranquilidad, pero que llevaba al infierno, y otro estrecho por el que caminaba con cuidado y esfuerzo muy poca gente hasta llegar al cielo. Al volver al comedor, y sabiendo que acababa de recorrer un tramo de ese “camino amplio”, ponía una cara sonriente y me volvía a sentar en la silla a la espera de que la visita terminara lo antes posible para poder ir a jugar con mis amigos.

Con el tiempo me he dado cuenta de que aquel “camino estrecho” lo toman algunas personas libremente, pero otras hemos nacido dentro de él. Y si fuéramos nosotras las que lo tuviésemos que pintar, quizás añadiríamos alguna que otra policía con porra para que no nos desviemos, alambradas electrificadas para hacer imposible la huida, y varios francotiradores sonrientes y buenos cristianos, dispuestos a darnos un tiro en la frente si finalmente decidimos abandonar el “camino estrecho” para siempre. Afortunadamente hemos logrado escapar de aquel tortuoso caminillo y ahora nos encontramos, parafraseando a Machado, sin camino… pero haciendo camino al andar.

Supongo que antes de que Jesús lo llamara, Mateo también tenía un buen “camino estrecho” que lo llevaba a algún cielo. Imagino que su religión, su familia, la sociedad en la que vivía, le marcaba cuál era el comportamiento que de él se esperaba. Es muy probable que aquello de ser un cobrador de impuestos para Herodes Antipas no debía de generarle muy buena prensa entre algunas personas, pero indudablemente muchas otras verían que ocupaba un lugar importante y necesario para la economía y la estabilidad de su país. También Jesús tenía trazado desde su nacimiento el “camino estrecho” que debía recorrer: ser un buen judío, un buen artesano como su padre José, o ocuparse de la casa familiar y de su madre María cuando ésta enviudó. Y podríamos decir algo similar de todas las personas que aparecen en el Nuevo Testamento y que en algún momento de su vida decidieron seguir a Jesús: María Magdalena, Marcos, Pedro, Priscila, Pablo, Febe… Seguro que para ellas, también había un “camino estrecho” trazado por las buenas costumbres y la buena voluntad de las personas que las rodeaban y las querían.

Pero si algo deja claro el Nuevo Testamento, es que todos esos hombres y mujeres que decidieron seguir a Jesús, torcieron su “camino estrecho” en busca de otra vida y de otro cielo. Y si decidieron torcerlo no puede haber otra razón que la insatisfacción, la vacuidad, o el sufrimiento que aquel buen camino les producía. Vivían atrapados en senderos que no eran los suyos, o al menos que no les proporcionaban el suficiente sentido a sus vidas. Al salirse de lo preestablecido, se convirtieron en discípulas y discípulos de Jesús, pero también en personas con una forma de vida torcida, desviada y queer. Todas ellas y todos ellos no eran respetables, ni ejemplares. No se ajustaban a lo que se esperaba de un hombre y una mujer de la sociedad de su tiempo, más bien se las consideraba una amenaza y un peligro. Por eso se las persiguió, y por eso se las asesinó.

Sigue habiendo muchos cristianos y cristianas LGTBI que gastan toda su energía en intentar seguir el “camino estrecho” para demostrar que son buenos cristianos, para pedir que les perdonen, o simplemente porque creen que son merecedores del sufrimiento que le produce seguir un camino que es de otros. Pero olvidan que el cristianismo, y el seguimiento de Jesús, comienzan siempre abandonando el “camino estrecho” en busca de otro que desconocemos, pero que se va trazando en el seguimiento, tras errores, tras fracasos, tras aciertos y victorias. El seguimiento de Jesús siempre tuerce el camino del ser humano, y lo lleva hasta un lugar nuevo donde se encuentra con otras personas que también han torcido el suyo. Buscar la bendición y el reconocimiento de otros cristianos, es una actitud comprensible, muy humana por otra parte, pero no es aquí donde nos convertimos en cristianos, sino cuando somos capaces de transformarnos en “pecadores y sodomitas” a ojos de los demás, torciendo el “camino estrecho” en busca de una vida real y plena.

Algunas tradiciones dicen que Mateo, aquel hombre que se levantó y dejó su vida atrás para seguir al maestro, fue martirizado en Etiopía. El cuadro de los dos caminos, que siempre me paraba a observar cuando era niño, me advertía que quien se sale del “camino estrecho” al final paga por ello. Supongo que eso fue lo que pensó también la familia de Mateo cuando se enteró de su muerte, y la de Jesús al verlo colgado de la cruz. Y la de cada uno y cada una de las personas que aparecen en el Nuevo Testamento y que murieron quemadas, crucificadas, traspasadas con espadas, o lanzadas a los leones. Ninguno de los seguidores de Jesús vio satisfecha su esperanza de ver la vuelta de su Mesías. Aunque murieran ancianos y en su propia cama, su final no fue el que esperaban. A ojos de todo el mundo, mejor les hubiese ido si hubiesen seguido la senda que desde el principio estaba marcada para ellas y ellos. Su final hubiera sido más feliz si se hubiesen resignado a seguir el “camino estrecho”.

También para mucha gente que nos mira a lo lejos desde esa vereda tan fina en la que cada vez caben menos personas, el final de las personas LGTBI hace patente su fracaso. Y lo creen porque son conscientes de que no alcanzamos la esperanza que teníamos depositada en Jesús cuando decidimos torcer nuestro camino para seguirle. No logramos cambiar toda la injusticia que nos rodea con una sola vida, con nuestra vida. Y no vemos el Reino de Justicia que perseguíamos y que nos dio la fuerza necesaria para apartarnos del “camino estrecho”. Pero no saben que ese camino torcido que hemos seguido durante años en busca de vida plena, ya justifica toda una eternidad lejos de su infierno imaginario. Que solo el instante en que nos atrevimos a comenzar a caminar sobre la nada, tras las huellas del maestro, vale más que toda una vida sobre un camino perfectamente trazado sobre nuestra negación y sufrimiento. No lo conseguiremos solos, no lo conseguiremos en una sola vida, hará falta mucha gente junto a nosotros, y después de nosotras, que se atreva a trazar nuevas sendas. Pero al final, si Dios quiere, caminar fuera del “camino estrecho” siguiendo a Jesús nos llevará hacia un mundo más justo y más humano, donde el valor de cada una y de cada uno no resida en su capacidad de ceñirse a una ley, a una letra, o una norma… sino al amor que ha sido capaz de compartir.

Carlos Osma

[1] Mt 9,9

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En ocasiones, mi nombre en tus labios.

Sábado, 28 de abril de 2018
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Del blog del Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa:

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En ocasiones me quedo escondida en el sepulcro, cobijada en las oscuridad de las vendas y el sudario, sin querer oír, sin querer ver, sin querer saber.  No siempre deseo esa situación pero la vida me empuja “como un aullido interminable” y acabo entrando en la cueva. Con todas mis fuerzas corro la piedra de la superficialidad y me acurruco en mi secreto: “no siempre soy así, no siempre muero”.

Desde la oscuridad percibo cómo giro sobre mí misma, sin apenas moverme, en un círculo vertiginoso que se convierte en espiral y me hunde en lo más gris del silencio.

En ocasiones la cueva está fría, y negra, y percibo la soledad, la ausencia, hasta el miedo. Quizás es la debilidad, la fragilidad, lo que más hiere. La mía propia, mi pequeñez.

Solo en ocasiones.

Pero… oigo sollozos afuera, incluso gritos; casi puedo saborear la sal de las lágrimas de otros. Algo de luz se cuela entre las rendijas de mis vendas, hiriéndome los ojos. Entonces oigo mi nombre en Tus labios, y no en un susurro, sino en un fuerte grito que rompe mi coraza: “¡¡Sal afuera!!”

Y salgo.

De la tiniebla a la Luz.

Porque solo Tú desatas mis nudos, mis vendas, solo Tú alzas mi sudario.

Solo Tú me das un futuro.

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Heridas sanadoras

Martes, 27 de marzo de 2018
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Nadie se libra de verse herido. Todos hemos recibido alguna que otra herida, ya sea en nuestro cuerpo, ya en nuestros sentimientos, ya en nuestros espíritus. La principal pregunta no es: ¿cómo disimular nuestras heridas para que no nos resulten molestas? sino ¿cómo poner al servicio de los demás las heridas recibidas? Cuando nuestras heridas dejan de ser fuente de vergüenza para convertirse en fuente de sanación, nos habremos convertido en sanadores heridos.

Jesús es el sanador herido de Dios. Por medio de sus heridas somos sanados nosotros. Los sufrimientos y la muerte de Jesús, trajeron alegría y vida. Su humillación trajo gloria; su rechazo trajo una comunidad de amor.

Como seguidores de Jesús, también nosotros podemos hacer que nuestras heridas traigan sanación a los demás.”

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Henri Nouwen

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“Del pecado y la gracia al amor y la empatía”, por Carlos Osma

Lunes, 26 de marzo de 2018
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empatiaDe su blog Homoprotestantes:

Hay veces que de pronto, no sabes muy bien porqué, percibes cosas que hasta ese momento te pasaban inadvertidas. Me ocurrió ayer, sentado en el banco de la iglesia, después de cantar una canción que se proyectaba sobre la pantalla que hay en la pared central de la iglesia. Una canción nueva, si la comparamos con los himnos del siglo XVII y XVIII que aparecen en el himnario que en aquel momento tenía entre las manos, y que hablaba de un Dios de amor que se preocupa por mí y expresaba también el agradecimiento y amor que siento por él.

Al abrir el himnario intenté buscar himnos que mostraran de la mima forma ese amor, y me di cuenta de que la inmensa mayoría hablaban de otra cosa. Pensé que el ser humano ha cambiado mucho en los últimos siglos, y que por tanto la manera en la que se aproxima a Dios ha sufrido también un cambio. Si hay un tema que destacaba sobre todos los demás en el himnario, era el pecado, el reconocerse o sentirse pecador. Pero no por haber cometido un error, por haber fallado en algo, sino por algo más esencial: por ser un ser humano. Y ante este callejón que parece sin salida, los himnos hablaban también de la gracia de un Dios que quiso salvarnos. Me sorprendió que incluso aquí, no se expresará con más rotundidad lo que a algunos de nosotros nos puede parecer una obviedad: que quiso salvarnos por amor. Pero no, lo que se dejaba meridianamente claro es que esa gracia no dependía de nuestras buenas o malas acciones, sino de la voluntad divina.

Imagino que, en una sociedad marcada por el control sobre la vida de las personas, la visión de la divinidad no podía ser muy diferente a la de un juez, que por mucho que haga todo lo posible por salvarnos, su función principal es juzgar y encontrar culpables. Una vez identificados, entra en juego el tema del sacrificio sustitutorio, y Jesús como cordero que lleva sobre él los pecados del mundo. No digo nada nuevo al afirmar que una gran parte del cristianismo sigue moviéndose dentro de este binomio: el del pecado y la gracia. Y lo hacen predicando a una sociedad que ya no existe, o intentando hacer retroceder a cristianos y cristianas un par de siglos como mínimo para que sus teologías puedan tener algún sentido. Es por eso que el diálogo con ellos es muy complicado.

No soy objetivo cuando reflexiono sobre esta forma de entender el cristianismo ya que, en su voluntad por el control social, las personas LGTBI somos pecadoras en esencia, e incluso me atrevería a decir que ni Dios puede sacarnos de esta categoría. La gracia divina solo nos alcanzará cuando ya no seamos quienes somos, en otras palabras: para las personas LGTBI el sacrificio de Jesús en la cruz fue insuficiente. Estoy convencido que es un error pretender mantenernos dentro de este esquema mental que ya no es el nuestro, y que intentar pensar como lo hacían nuestras bisabuelas, o los bisabuelos de nuestras bisabuelas, es una clara estupidez. Aunque también me resisto a desecharlo completamente como si no pudiera aportarnos nada. No me gusta la palabra pecado porque la asocio con no haber cumplido alguna de las leyes que aparecen en el listado de acciones que alguien ha decidido como prohibidas. Pero alguna palabra debería haber para indicar que se está actuando de forma injusta contra el prójimo, contra la naturaleza, contra la vida. Y otra para indicar que es posible pasar página, y deshacer los caminos equivocados sin sentirnos siempre culpables. Alguna manera habrá de seguir a un Dios que nos mueve a la justicia, pero que no sea un juez.

Tengo que reconocer que aunque mi fe cristiana está fundada en la afirmación de que Dios es amor, es decir, en el Dios que Jesús reveló; la canción que se proyectaba sobre la pared, tampoco muestra en mi opinión lo esencial del cristianismo. Quizás esté equivocado, o éste reaccionando exageradamente ante el excesivo individualismo cristiano con el que me he encontrado a lo largo de los años. Ese que habla de yo y Dios, de mi amado Jesús, de mi salvador, de mi maestro; y que en realidad no es más que un hacerse a Dios a mi imagen y semejanza. La canción era preciosa, y seguro que a otras personas les habrá traído otras reflexiones mucho más positivas que la mía, pero ayer me pregunté si el Dios de amor de nuestra generación y nuestro mundo, que ha sustituido al anterior Dios juez, está inevitablemente condenado a ser un producto del individualismo, o incluso del consumismo. ¿Cómo poder vivir la radicalidad del evangelio sin hacer trampas para domesticarlo? ¿Cómo liberarnos de un Dios juez sin caer en los brazos de un Dios de amor que no es más que mi opinión sobre lo que es bueno o malo?

Estoy convencido de que esta pregunta tiene multitud de respuestas, pero mientras sostenía un himnario en la mano, y cantaba la canción que se proyectaba en la pared, pensé que el Dios de amor de Jesús no es un Dios que se preocupa especialmente por mí, sino que lo hace por cada uno de los seres humanos. Y que no lo hace con discursos políticamente correctos, o esos que aplauden los convencidos, sino con acciones que liberan a las personas oprimidas. El Dios de Jesús no es el Dios padre que me ama para que me sienta bien, sino el Dios de amor que aboga por un mundo más justo, y es en la medida que hacemos más justo el mundo, que su amor irrumpe de manera más clara. El amor cristiano no busca que yo me sienta querido, o amado, que me sienta un niño protegido por mi padre/madre celestial… El amor cristiano busca hacer nacer en nosotras y en nosotros la empatía por el prójimo. Por eso donde no hay empatía por quienes sufren, donde no existe la capacidad de ponerse en la piel del otro o de la otra, puede haber mucho sentimiento de amor divino, pero ni una pizca del amor del Dios que nos reveló Jesús. Nuestra generación no sólo debería leer la Gracia de Dios como una muestra de su amor, sino entender que ese amor tiene una dirección inequívoca hacia el prójimo.

Se que queda muy bonito hablar de amor y de prójimo, pero si soy sincero, más allá de los discursos políticamente correctos, pienso que éste es el verdadero lugar donde la fe cristiana pasa su control de calidad. Es tan fácil dejarnos cegar por nuestros prejuicios y eliminar la palabra prójimo de tantos seres humanos. Las personas LGTBI lo sabemos, los discursos cristianos homófobos niegan nuestra existencia, y nos reducen a simples acciones pecaminosas, de esa manera ya no somos prójimos, y podemos no ser merecedoras del amor divino. Ante esto, creo que estamos llamadas a reivindicar nuestra existencia, a defender la dignidad que Dios nos ha dado; pero por otro lado somos interpeladas también a no caer en el mismo error, a escapar de nuestro ego, de nuestra moral, y a ser capaces de entender que cualquier ser humano es nuestro prójimo, sobre todo los más desfavorecidos, y que el amor de Dios no tiene su fin en nosotras, sino en ellas.

Carlos Osma

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La aventura de vivir.

Jueves, 22 de marzo de 2018
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“La vida esta hecha del paso de los años.

Cada año es un punto de crecimiento claramente identificable en la vida, la muda de otra capa de vida. Cada año nos aporta algo único y pide algo distinto de nosotros.

Cada tipo distinto de año exige de nosotros fuerzas diferentes, nos proporciona dones distintos, nos posibilita diferentes clases de sensibilidades…

La Cuaresma es una llamada a la renovación de un compromiso que quizá haya perdido fuerza por culpa de una vida más marcada por la rutina que por la reflexión. Después de toda una vida de monótona regularidad o de adhesión irreflexiva a los signos visibles de la fe, la Cuaresma requiere de mí que, como cristiano, me detenga un momento a reflexionar de nuevo sobre lo que está ocurriendo en mí. Me veo de nuevo en la tesitura de decidir si yo creo verdaderamente que Jesús es el Cristo y, si lo creo, si viviré en conformidad con ello cuando ya no pueda escuchar el canto de los ángeles en mi vida y la estrella de Belén haya perdido su brillo para mí…

La Cuaresma no es un rito. Es un tiempo dedicado a pensar seriamente acerca de quién es Jesús para nosotros, a renovar nuestra fe desde el interior. Es el momento en que, cuando las aguas bautismales caen sobe el altar en la Vigilia Pascual, volvemos a la fuente bautismal del corazón para decir “Sí”, una vez más, a la llamada de Jesús a los discípulos: “Vengan y vean” (Jn 1, 39). Es el acto de reiniciar nuestra vida espiritual, una y otra vez renovada y reorientada.

La voz de cada domingo de Cuaresma hace resonar en nosotros esa verdad tan antigua, probada y verdadera: “Si quieres ser discípulo mío, sígueme”; escuchamos lo que la voz de Jesús dice en la Escritura del compromiso. Y nos situamos en esa larga e interminable procesión de todos cuantos, a lo largo del tiempo, han emprendido el camino al Jerusalén de su propia vida con el Jesús que nos muestra a todos cómo llegar”

La cuaresma es nuestra guía al ‘más’ de la vida”

*

Joan Chittister
“El año litúrgico. La interminable aventura de la vida”

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“Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.”

Domingo, 21 de enero de 2018
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 Jesús les dijo:

 “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios:
convertíos y creed en el Evangelio
.”

 “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.”

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron…

y se marcharon con él.

*

Marcos 1, 14-20

***

Ser cristiano significa prestar atención al kairós, a este «momento especial» de la manifestación de Dios en nuestro aquí y ahora. En él se desarrolla la dimensión auténticamente profética de toda vida cristiana, en la atención […] a todos los signos de la presencia del Reino en nuestra historia. Acoger el Reino de Dios implica una conducta: «Convertíos», precepto urgente, «el tiempo se acaba» (1 Cor 7,29), que acompaña al don del Reino y engendra una nueva actitud respecto a Dios y respecto a los hermanos. Jonás recibió la misión de llamar a la conversión a Nínive, la capital del imperio enemigo de Israel. El profeta, un judío amante de su patria, se niega a realizar esta tarea, pero al final acepta la voluntad de perdón del Señor, que carece de límites raciales o religiosos. El Reino es gracia, aunque para nosotros es también un deber.

Los primeros discípulos escucharon la «Buena Noticia» y fueron llamados a asociarse a la misión de Jesús (Mc 1,16-20). El Evangelio marcó profundamente sus vidas. Así debe marcar también la nuestra.

*

Gustavo Gutiérrez,
Condividere la Parola, Brescia 1996, pp. 170ss

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“Otro mundo es posible”. 3º Tiempo Ordinario – B (Marcos 1,14-20)

Domingo, 21 de enero de 2018
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No sabemos con certeza cómo reaccionaron los discípulos del Bautista cuando Herodes Antipas lo encarceló en la fortaleza de Maqueronte. Conocemos la reacción de Jesús. No se quedó en el desierto. Tampoco se refugió entre sus familiares de Nazaret. Comenzó a recorrer las aldeas de Galilea predicando un mensaje original y sorprendente.

El evangelista Marcos lo resume diciendo que «marchó a Galilea proclamando la buena noticia de Dios». Jesús no repite la predicación del Bautista ni habla de su bautismo en el Jordán. Anuncia a Dios como algo nuevo y bueno. Este es su mensaje.

«Se ha cumplido el plazo»

El tiempo de espera que se vive en Israel ha acabado. Ha terminado también el tiempo del Bautista. Con Jesús comienza una era nueva. Dios no quiere dejarnos solos ante nuestros problemas, sufrimientos y desafíos. Quiere construir junto con nosotros un mundo más humano.

«Está llegando el reino de Dios»

Con una audacia desconocida, Jesús sorprende a todos anunciando algo que ningún profeta se había atrevido a declarar: «Ya está aquí Dios, con la fuerza creadora de su justicia, tratando de reinar entre nosotros». Jesús experimenta a Dios como una Presencia buena y amistosa que está buscando abrirse camino entre nosotros para humanizar nuestra vida.

Por eso toda la vida de Jesús es una llamada a la esperanza. Hay alternativa. No es verdad que la historia tenga que discurrir por los caminos de injusticia que le trazan los poderosos de la tierra. Es posible un mundo más justo y fraterno. Podemos modificar la trayectoria de la historia.

«Convertíos»

Ya no es posible vivir como si nada estuviera sucediendo. Dios pide a sus hijos colaboración. Por eso grita Jesús: «Cambiad de manera de pensar y de actuar». Somos las personas las que primero hemos de cambiar. Dios no impone nada por la fuerza, pero está siempre atrayendo nuestras conciencias hacia una vida más humana.

«Creed en esta buena noticia»

Tomadla en serio. Despertad de la indiferencia. Movilizad vuestras energías. Creed que es posible humanizar el mundo. Creed en la fuerza liberadora del Evangelio. Creed que es posible la transformación. Introducid en el mundo la confianza.

¿Qué hemos hecho de este mensaje apasionante de Jesús? ¿Cómo lo hemos podido olvidar? ¿Con qué lo hemos sustituido? ¿En qué nos estamos entreteniendo si lo primero es «buscar el reino de Dios y su justicia»? ¿Cómo podemos vivir tranquilos observando que el proyecto creador de Dios de una tierra llena de paz y de justicia está siendo aniquilado por los hombres?

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

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“Convertíos y creed en el Evangelio”. Domingo 21 de enero de 2018. Domingo tercero del tiempo ordinario

Domingo, 21 de enero de 2018
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12-ordinarioB3 cerezoLeído en Koinonia:

Jonás 3,1-5.10: Los ninivitas se convirtieron de su mala vida. Salmo responsorial: 24: Señor, enséñame tus caminos. 1Corintios 7,29-31: La representación de este mundo se termina. Marcos 1,14-20: Convertíos y creced en el Evangelio

Como es sabido, en las lecturas de la liturgia de los domingos, la primera y la tercera están siempre unidas temáticamente, mientras que la segunda suele ir por caminos independientes. Hoy la pareja de lecturas principales son la de la predicación de Jonás sobre la ciudad Nínive, y la predicación de Jesús al comenzar su ministerio, precisamente «cuando arrestaron a Juan», o sea, al faltar el profeta.

La lectura sobre Jonás hoy presenta un contenido positivo: el profeta atiende el mandato de Dios que le envía a predicar, va, predica, y además tiene éxito su predicación, pues la ciudad se arrepiente.

El comentario más simple a este texto puede ir por la línea de la importancia de la predicación profética para la conversión de los que están alejados de Dios. Es un tema conocido. Y, como decíamos, hace un paralelismo con el texto del evangelio: Jesús es un nuevo profeta, que empalma con la línea de los profetas clásicos, que también se lanza por los caminos para predicar un mensaje de conversión.

Para unos oyentes más críticos, esta segunda lectura es preocupante. Porque el conjunto entero de lo que en ella se expresa pertenece a un marco de comprensión hoy insostenible: un Dios arriba, directamente imaginado como un gran rey, que envía su mensajero para predicar un mensaje de conversión, mensaje que antes no pudo surtir efecto porque el profeta no quiso ir a predicar, pero que ahora es atendido y obedecido por los ninivitas. «Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció, y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó». Esta imagen de un Dios arriba, que toma decisiones, envía mensajeros, les insiste, se comunica con los seres humanos por medio de esos mensajeros profetas, y que «al ver» las obras de penitencia «se compadece y se arrepiente de la catástrofe con que había amenazado a la ciudad»… es, obviamente, humana, muy humana, demasiado humana, sin duda. Es, claramente, un «antropomorfismo». Dios no es un Señor que esté ahí «arriba, ahí afuera», ni que esté enviando mensajeros, ni es alguien que pueda amenazar, ni que se pueda arrepentir… Hoy sabemos que Dios no es así, que lo que llamamos «Dios» es en realidad un misterio que no puede ser reducido a una imagen o una imaginación antropomórfica semejante.

Sería bueno, incluso necesario, referirse a esta calidad de antropomorfismo que tiene esta lectura –como tantísimas otras–, y hacer caer en la cuenta a los oyentes que no los estamos tomando por niños, sino que, simplemente, estamos utilizando un texto compuesto hace más de veinticinco siglos, y que la imagen de Dios que aparece en él nos resulta hoy inviable. Es importante decirlo, y no es bueno darlo por sobreentendido, porque puede haber –con razón- personas que se sientan mal al escuchar estas imágenes, como si se sintieran retrotraídas al tiempo de la catequesis infantil. Y, desde luego, es recomendable abordar –en esta u otra ocasión– el tema de las imágenes de Dios, y aclarar que si somos personas de hoy, lo más probable es que no nos encaje bien el lenguaje clásico (o ancestral) sobre Dios, y que tenemos todo el derecho a ser críticos y a utilizar otro.

Éste podría ser, sin más, el buen tema de reflexión central para la homilía de hoy. Es más que suficientemente importante. Recomendamos el libro del obispo anglicano John Shelby SPONG, Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo, colección «Tiempo axial», Abya Yala, Quito 2011, tiempoaxial.org).

La lectura de la 1ª carta de Pablo a los corintios también puede iluminarse hoy con la del evangelio de Marcos: ante el reinado de Dios que ha sido instaurado por la actuación de Jesús -su predicación, sus milagros, sus controversias, especialmente su muerte y resurrección-, todas las realidades humanas adquieren un nuevo sentido: comprar, vender, llorar, reírse, casarse o permanecer célibe, todo es diferente y su valor distinto. Lo absolutamente definitivo es el ejercicio de la voluntad salvífica de Dios que Jesús vino a poner en marcha. Por eso Pablo puede afirmar que “la presentación de este mundo se termina”, es decir, que Dios hace nuevas todas las cosas realizando la utopía de su Reino en donde pobres y tristes, enfermos y condenados, excluidos y ofendidos de la tierra son rescatados y acogidos, y en donde los ricos y los poderosos son llamados urgentemente a la conversión.

Después de narrarnos los comienzos del evangelio con Juan Bautista, con la unción mesiánica de Jesús en el río Jordán y con sus tentaciones en el desierto, Marcos nos relata, en unas frases muy condensadas, los comienzos de la actividad pública de Jesús: es el humilde carpintero de Nazaret que ahora recorre su región, la próspera pero mal–afamada Galilea, predicando en las aldeas y ciudades, en los cruces de los caminos, en las sinagogas y en las plazas. Su voz llega a quien quiera oírlo, sin excluir a nadie, sin exigir nada a cambio. Una voz desnuda y vibrante como la de los antiguos profetas. Marcos resume el entero contenido de la predicación de Jesús en estos dos momentos: el reinado de Dios ha comenzado –es que se ha cumplido el plazo de su espera– y ante el reinado de Dios sólo cabe convertirse, acogerlo, aceptarlo con fe.

Muchos reinados recordaban los judíos que escuchaban a Jesús: el muy reciente reinado de Herodes el Grande, sanguinario y ambicioso; el reinado de los asmoneos, descendientes de los libertadores Macabeos, reyes que habían ejercido simultáneamente el sumo sacerdocio y habían oprimido al pueblo, tanto o más que los ocupadores griegos, los seléucidas. Recordaban también a los viejos reyes del remoto pasado, convertidos en figuras de leyendas doradas, David y su hijo Salomón, y la lista tan larga de sus descendientes que por casi 500 años habían ejercido sobre el pueblo un poder totalitario, casi siempre tiránico y explotador. ¿De qué rey hablaba ahora Jesús? Del anunciado por los profetas y anhelado por los justos. Un rey divino que garantizaría a los pobres y a los humildes la justicia y el derecho y excluiría de su vista a los violentos y a los opresores. Un rey universal que anularía las fronteras entre los pueblos y haría confluir a su monte santo a todas las naciones, incluso a las más bárbaras y sanguinarias, para instaurar en el mundo una era de paz y fraternidad, sólo comparable a la era paradisíaca de antes del pecado.

Este «reinado de Dios» que Jesús anunciaba hace 2000 años por Galilea, sigue siendo la esperanza de todos los pobres de la tierra. Ese reino que ya está en marcha desde que Jesús lo proclamara, porque lo siguen anunciando sus discípulos, los que Él llamó en su seguimiento para confiarles la tarea de pescar en las redes del Reino a los seres humanos de buena voluntad. Es el Reino que proclama la Iglesia y que todos los cristianos del mundo se afanan por construir de mil maneras, todas ellas reflejo de la voluntad amorosa de Dios: curando a los enfermos, dando pan a los hambrientos, calmando la sed de los sedientos, enseñando al que no sabe, perdonando a los pecadores y acogiéndolos en la mesa fraterna; denunciando, con palabras y actitudes, a los violentos, opresores e injustos.

A nosotros corresponde, como a Jonás, a Pablo y al mismo Jesús, retomar las banderas del reinado de Dios y anunciarlo en nuestros tiempos y en nuestras sociedades: a todos los que sufren y a todos los que oprimen y deben convertirse, para que la voluntad amorosa de Dios se cumpla para todos los seres del universo. Leer más…

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Dom 21.1.18. Reino de Dios, pescadores de hombres

Domingo, 21 de enero de 2018
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D85a61ff3-0df2-4ac4-91d4-0f8cc200d75fel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 3 tiempo ordinario. Ciclo B. Mc 1, 14-20.

 El domingo anterior presenté, siguiendo al evangelio de Juan 1,35-42, la llamada de Jesús a sus discípulos, a la orilla del río Jordán. Se decía allí que Jesús buscó a su gente de entre la gente de Juan Bautista, todos ellos especialistas en cuestiones religiosas, expertos en ayuno y conversión de vida.

— Pero la liturgia de este domingo, siguiendo al evangelio de Marcos, presenta a Jesús junto al lago, llamando para acompañarle y realizar su tarea de Reino a uno hombres expertos en redes y pesca de peces (imagen 1).

Anuncié y expuse ya el sentido de estas dos “vocaciones” en la postal del pasado domingo y en la siguiente del lunes, para mostrar que las cosas importantes se pueden contar siempre al menos de dos formas, las dos verdaderas, aunque diferentes.

Para comentar este evangelio del dom 3, ciclo B, utilizaré mi Comentario de Marcos, pero comparando de nuevo su versión con la de Juan, distinguiendo sus partess:

— Jesús anuncio la llegada del Reino Dios

–Jesús llama a cuatro colaboradores, que son principio y signo de todos sus discípulos, hombres y mujeres (imagen 2)

0261cedc-2524-48ca-9b71-0162071ec452Se trata de dos pasajes de hondo sentido teológico, que recogen el principio del mensaje de Jesús, pero que han sido recreados por el mismo Marcos, desde su perspectiva eclesial y teológica.

— Comentaré en sí mismo el primer pasaje, el anuncio y llegada del Reino de Dios, la tarea de Jesús y de la Iglesia al servicio de los hombres.
— Comentaré el segundo pasaje en dos partes: primero analizo el texto paralelo del Evangelio de Juan; luego explico el de Marcos.

Buen domingo a todos.

a. Galilea: mensaje de reino (1, 14-15)

Texto 1

14 Después que Juan fue entregado marchó Jesús a Galilea, proclamando el evangelio de Dios. 15 Decía:
El tiempo se ha cumplido. El reino de Dios ha llegado.
Convertíos y creed en el evangelio.

Tema

evangelio-de-marcosEste es un texto puente que cierra el prólogo (Mc 1, 1-13) y abre la narración propiamente dicha del evangelio:

— Después que Juan fue entregado… Este dato sirve de contrapunto histórico y teológico de la historia posterior. Juan ha sido y seguirá siendo lugar de referencia. Jesús viene después (meta), en indicación más teológica que cronológica. La entrega de Juan (paradothênai: 1,14; cf. 6, 14-39) anuncia la de Jesús (cf. 9, 33; 10, 33; 14, 10-11 etc).

 Vino Jesús a Galilea. El espacio geográfico (y teológico) de Juan era el desierto con el río. El de Jesús, en cambio, es Galilea. No se retira al lugar de la prueba, ni se instala al borde de la tierra prometida; tampoco busca un lugar de salvación junto a los atrios de Jerusalén, en gesto de sacralidad nacional. Jesús se encuentra vinculado a la tierra y gente normal de Galilea, junto a un mar simbólicamente abierto a las naciones del entorno. Esta evocación culmina en 14, 28 y 16, 7 donde Jesús (o el joven pascual) manda a los discípulos a Galilea, lugar que será para Mc espacio fundante y el signo duradero de la iglesia.

— Kerigma. Galilea en sí no basta, como no basta la entrega del Bautista. El evangelio de la iglesia se funda en el mensaje de Jesús: Se ha cumplido el tiempo y ha llegado el reino de Dios; convertíos y creed en el evangelio (1, 15).

Esta es la palabra clave, que consta de dos frases paralelas dobles, cada una con dos partes, unidas por un kai (y). Como resulta usual en Mc, la segunda sirve para precisar el sentido de la primera: se ha cumplido el tiempo “y” llega el reino (el reino define y da sentido al tiempo); convertíos “y” creed en el evangelio (la fe da sentido a la conversión.

El progreso temático es claro: pasamos del Bautista (desierto/río) a Galilea, descubriendo allí el mensaje de Jesús, abierto a todos los humanos. No se encierra Jesús en las casas, susurrando al oído un secreto de iniciados; no se instala en la escuela, ofreciendo cursos largos de enseñanza especializada, no ofrece su palabra a la vera del templo sagrado (a los puros), ni a la orilla del río/desierto (a los especialistas de la penitencia).

Viene a Galilea, ofreciendo su evangelio para todos; lo hace con claridad (que se entienda bien), en voz alta (que lo escuchen), como heraldo o pregonero de buenas noticias que deben extenderse por el pueblo.

La Buena Noticia del Reino

La buena noticia o evangelio es Dios (con genitivo epexegético) o aquello que Dios hace (con genitivo de objeto). En el lugar donde estaba la conversión y penitencia del Bautista viene a situarse la buena noticia de Jesús que expande a hombres y mujeres de su tierra aquello que Dios mismo le ha dicho (¡eres mi Hijo…!) y que se expresa en la victoria sobre lo diabólico. Su experiencia es buena noticia; la palabra de su vida puede hacerse ya palabra y principio de existencia para aquellos que quieran escucharle, acompañarle. De esa forma el camino de Jesús se hace camino para todos los humanos, empezando en Galilea:

— El tiempo se ha cumplido “y” ha llegado el Reino de Dios. El cielo se ha rasgado y Dios se hace presente en Jesús (1, 9-11). Por eso él puede expresar su experiencia, ofreciendo espacio de vida filial y fraterna (de amor) a quienes quieran escucharle. El Reino de Dios se identifica con aquello que Jesús ha recibido en su bautismo. Quiere que todos escuchen (escuchemos) la voz de Dios que dice (eres mi Hijo!, recibiéndola de forma compartida, fraterna, solidaria. Porque el reino de Dios ha llegado podemos y debemos afirmar que el tiempo se ha cumplido, han culminado las promesas de 1, 2-3.

— Convertíos “y” creed en el evangelio. La pertenencia al reino no se logra por la carne y sangre, es decir, por los principios naturales de la historia (poder genealógico, imposición política) sino por meta-noia o con-versión interpretada como cambio de existencia. Superando el nivel previo de lucha, viene a desplegarse ahora un extenso y gozoso continente de existencia filial, hecha de gratuidad y expresada como fe en el evangelio, es decir, como acogida de la buena noticia de Dios. No es la conversión la que causa el evangelio sino al revés: el evangelio de Dios, que aceptamos por Jesús con fe gozosa, nos convierte, nos transforma, haciéndonos capaces de acoger y construir la familia mesiánica o iglesia.

Marcos ha superado el nivel biológico (no alude a la familia carnal de Jesús); también ha superado el plano cultural (no sitúa a Jesús en una escuela exegética o filosófica). El grupo cristiano empieza a surgir y se despliega allí donde varones y mujeres asumen con Jesús una experiencia de nuevo nacimiento en amor, desde Dios Padre. Juan era la línea divisoria: podía suscitar un grupo de discípulos penitentes, pero nada más: no ha visto el cielo abierto, no ha escuchado la voz (eres mi Hijo!

Donde Juan Bautista se ha detenido sigue Jesús: ha escuchado la palabra, se ha descubierto Hijo de Dios, se ha mantenido en la prueba, ha recibido un mensaje de vida para todos. Por eso ha comenzado a expandir su experiencia, ofreciendo su evangelio universal, en el cruce de caminos de su patria, en Galilea.

Jesús no ha pedido nada a Dios. No aparece en el texto como un suplicante que implora a Dios agua para el campo, hijos para la familia, fortuna para la casa, vida para los enfermos… Simplemente ha venido en busca de Dios, con los penitentes del Bautista y ha escuchado la voz (eres mi Hijo!, empezando a reunir a los humanos.

Tampoco Dios ha empezado pidiendo algo a Jesús; no le dice que se convierta, no le impone una ley (¡cumple! (tu debes!), no le amenaza. Al principio del evangelio no está el imperativo categórico (deber), ni un tipo de moral impositiva o casuística.

En el principio está el amor de Padre que dice: (eres mi Hijo! En ese amor se funda el camino de la iglesia. Los que aceptan la experiencia de Jesús forman con él una familia, son iglesia. Este es el cambio categórico, el principio del evangelio, el surgimiento de la familia de Dios. En la base de Mc hallamos una experiencia de filiación gozosa que se expande por gozo a todos los humanos. Por eso, en los momentos fundamentales de la trama evangélica (transfiguración, viñadores homicidas, oración del huerto, crucifixión: cf. 9, 7; 12, 6; 14, 36; 15, 39), Mc retorna a la experiencia del bautismo, descubriendo lo que significa Jesús como Hijo de Dios para los humanos

.b- Pescadores de hombres. Los primeros compañeros (1, 16-20).

Texto 2

16 Y pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que estaban echando las redes en el mar, pues eran pescadores. 17 Jesús les dijo: Venid en pos de mí y os haré pescadores de seres humanos.
18 Ellos dejaron inmediatamente las redes y lo siguieron.
19 Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan. Estaban en la barca reparando las redes. 20 Jesús los llamó también; y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.

Antes de comentar el texto de Marcos… debemos presentar y comentar el paralelo del evangelio de Juan.

Evangelio de Juan.

Significativamente, el Nuevo Testamento conserva dos relatos distintos de su «vocación» y los dos están muy teologizados. Posiblemente, el más cercano a la historia sea el del evangelio de Juan:

Al día siguiente, de nuevo estaba Juan con dos de sus discípulos. Al ver a Jesús que andaba por allí, dijo: ¡He aquí el Cordero de Dios! Los dos discípulos le oyeron hablar y siguieron a Jesús. Jesús, al dar vuelta y ver que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Y ellos le dijeron: Rabí – que significa maestro – ¿dónde moras? Les dijo: Venid y ved. Por lo tanto, fueron y vieron dónde moraba y se quedaron con él aquel día, porque era como la hora décima.
Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Éste encontró primero a su hermano Simón y le dijo: Hemos encontrado al Mesías, que significa Cristo. Él lo llevó a Jesús, y al verlo Jesús le dijo: Tú eres Simón hijo de Jonás. Tú serás llamado Cefas – que significa Piedra. (Jn 1, 36-42).

Éste es, sin duda, un relato teológico, es decir, muy marcado por la propia visión religiosa del evangelista, pero es posible que tenga un fondo histórico. El cuarto evangelio supone que el Juan Bautista ofreció el primer testimonio mesiánico de Jesús, al que presentó públicamente como «Cordero de Dios». No es verosímil que Juan Bautista le hubiera dado un testimonio de ese tipo y, sin embargo, es verosímil y probable que entre los discípulos de Juan (Andrés, Pedro, Jesús…) hubiera conexiones e intercambios como los que vemos aquí. En este contexto, algunos discípulos del Bautista «descubrieron» a Jesús y se comprometieron a seguirle y/o a trazar con él un proyecto mesiánico propio.

Entre los que hallaron a Jesús (o entre aquellos a los que Jesús llamó) estaban Andrés y Simón, dos hermanos. Eso significaría que Simón había dejado ya la pesca, de manera que se hallaba «liberado» para las tareas y esperanzas de la culminación escatológica de Israel, al lado del Bautista, lo mismo Jesús.

De esa forma empezaron siendo compañeros, discípulos de un mismo maestro, que era Juan. Según eso, cuando Jesús tuvo una vocación especial y llamó a Simón, no llamó a un pescador cualquiera, ajeno a los afanes de Dios, sino a un comprometido o voluntario de Dios, prometiéndole que sería Pedro (piedra, roca) del edificio escatológico (una promesa que debe entenderse como anticipación de algo que sucede en un tiempo posterior). Leer más…

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“Jonás, Donald Trump y Jesús”. Domingo 3º del Tiempo Ordinario. Ciclo B

Domingo, 21 de enero de 2018
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vocacion-apostoles-2Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado, el evangelio de Juan nos contó cómo Jesús entró en contacto con algunos de los que más tarde serían sus discípulos. Este domingo volvemos al evangelio de Marcos, que será el usado básicamente durante el Ciclo B. En tres escenas, las dos últimas estrechamente relacionadas, nos cuenta la forma sorprendente en que comienza a actuar Jesús.

1ª escena: Actividad inicial de Jesús.

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:

̶  Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.

Marcos ofrece tres datos: 1) momento en que comienza a actuar; 2) lugar de su actividad; 3) contenido de su predicación.

Momento. Cuando encarcelan a Juan Bautista. Como si ese acontecimiento despertase en él la conciencia de que debe continuar la obra de Juan. Nosotros estamos acostumbrados a ver a Jesús de manera demasiado divina, como si supiese perfectamente lo que debe hacer en cada instante. Pero es muy probable que Dios Padre le hablase igual que a nosotros, a través de los acontecimientos. En este caso, el acontecimiento es la desaparición de Juan Bautista y la necesidad de llenar su vacío.

Lugar de actividad. A diferencia de Juan, Jesús no se instala en un sitio concreto, esperando que la gente venga a su encuentro. Como el pastor que busca la oveja perdida, se dedica a recorrer los pueblecillos y aldeas de Galilea, 204 según Flavio Josefo. Galilea era una región de 70 km de largo por 40 de ancho, con desniveles que van de los 300 a los 1200 ms. En tiempos de Jesús era una zona rica, importante y famosa, como afirma el libro tercero de la Guerra Judía de Flavio Josefo (BJ III, 41-43), aunque su riqueza estaba muy mal repartida, igual que en todo el Imperio romano.

Los judíos de Judá y Jerusalén no estimaban mucho a los galileos: “Si alguien quiere enriquecerse, que vaya al norte; si desea adquirir sabiduría, que venga al sur”, comentaba un rabino orgulloso. Y el evangelio de Juan recoge una idea parecida, cuando los sumos sacerdotes y los fariseos dicen a Nicodemo: “Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta” (Jn 7,52).

Mensaje. ¿Qué dice Jesús a esa pobre gente, campesinos de las montañas y pescadores del lago? Su mensaje lo resume Marcos en un anuncio (“Se ha cumplido el plazo, el reinado de Dios está cerca”) y una invitación (“convertíos y creed en la buena noticia”).

El anuncio encaja en la mentalidad apocalíptica, bastante difundida por entonces en algunos grupos religiosos judíos. Ante las desgracias que ocurren en el mundo, y a las que no encuentran solución, esperan un mundo nuevo, maravilloso: el reino de Dios. Para estos autores era fundamental calcular el momento en el que irrumpiría ese reinado de Dios y qué señales lo anunciarían. Jesús no cae en esa trampa: no habla del momento concreto ni de las señales. Se limita a decir que “está cerca”.

Pero lo más importante es que vincula ese anuncio con una invitación a convertirse y a creer en la buena noticia.

Convertirse implica dos cosas: volver a Dios y mejorar la conducta. La imagen que mejor lo explica es la del hijo pródigo: abandonó la casa paterna y terminó dilapidando su fortuna; debe volver a su padre y cambiar de vida. Esta llamada a la conversión es típica de los profetas y no extrañaría a ninguno de los oyentes de Jesús (la 1ª lectura, del libro de Jonás, se centra en ese tema).

Pero Jesús invita también a “creer en la buena noticia” del reinado de Dios, aunque los romanos les cobren toda clase de tributos, aunque la situación económica y política sea muy dura, aunque se sientan marginados y despreciados. Esa buena noticia se concretará pronto en la curación de enfermos, que devuelve la salud física, y el perdón de los pecados, que devuelve la paz y la alegría interior.

2ª y 3ª escenas: llamamientos de Simón y Andrés, Santiago y Juan

Pasando junto al lado de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo:

̶  Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. 

Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

Jesús ha pasado unas semanas, quizá meses, recorriendo él solo Galilea. Hasta que decide buscar unos discípulos que lo acompañen y continúen su obra. No los busca en Jerusalén, entre los alumnos de los grandes rabinos. Los busca entre los pescadores. Económicamente no son unos miserables, tienen barca e incluso les ayudan unos jornaleros. Pero en una sociedad agraria, como la del Imperio romano, el obrero manual estaba por debajo del campesino, y sólo por encima de las clases de la gente impura y de los despreciables (en la clasificación de Gerhard Lenski).

El relato de Marcos resulta desconcertante. ¿Es posible que cuatro muchachos sigan a Jesús sin conocerlo, abandonando su familia y su trabajo? El lector moderno, buscando una respuesta, acude al cuarto evangelio, donde se dice que Jesús ya los conoció cuando el bautismo. Pero el lector antiguo, que sólo tenía a su disposición el evangelio de Marcos, se queda admirado del poder de atracción que ejerce Jesús y de la disponibilidad absoluta de los discípulos.

Estos cuatro discípulos representan el primer fruto de la predicación de Jesús: muchachos que creen en la buena noticia del Reinado de Dios, siguen a Jesús y cambian radicalmente de vida.

Donald Trump y Jonás (1ª lectura)

La primera lectura ha sido elegida porque los ninivitas, al convertirse gracias a la predicación de Jonás, nos sirven de modelo, ya que mucho más motivo tenemos nosotros para convertirnos al escuchar la predicación de Jesús.

En aquellos días, vino la palabra del Señor sobre Jonás:
«Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo.»

               Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor. Nínive era una gran ciudad, tres días hacían falta para recorrerla. Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día, proclamando:

               – «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»

               Creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños.

               Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó.

Sin embargo, los motivos que aducen Jesús y Jonás son muy distintos: Jesús anima anunciando la cercanía del reinado de Dios; Jonás asusta anunciando que «dentro de cuarenta días, Nínive será destruida».

Donald Trump no podría haber calificado a los ninivitas y al imperio asirio de «pueblos de mierda». Eran la gran potencia militar de la época, dominadora desde Mesopotamia hasta Egipto. Trump le habría dirigido sus típicas bravatas e insultos, pero no habría hecho nada.

Jonás recuerda en parte a Trump. Él sí considera a los ninivitas «unos paganos de mierda», aunque no lo diga expresamente. Los odia por todas las canalladas que han cometido durante más de un siglo. Por eso, cuando Dios lo manda a Nínive, se embarca en dirección contraria, hacia Cádiz. Hará falta una tormenta y un pez grande para obligarlo a cumplir su misión. (Esta primera parte del relato ha sido suprimida en la liturgia).

Cuando Dios vuelve a enviarlo, Jonás no tiene más remedio que obedecer, pero no quiere que Nínive se convierta, quiere que Dios la destruya. Y eso es lo que anuncia cuando recorre la ciudad: «Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida». Pero los ninivitas se convierten, Dios los perdona, y Jonás agarra un terrible cabreo (con perdón), porque considera intolerable que Dios se muestre tan bueno y perdonador con «esos paganos de mierda».

La lección es clara. Nadie puede decir: «Yo no me convierto porque Dios no me va a perdonar». Como los ninivitas, todos podemos convertirnos de nuestra mala vida.

Nota sobre el librito de Jonás:

Es una pena que un relato tan espléndido, lleno de humor y autocrítica por parte de un autor judío, quede limitado a las pocas frases de la liturgia. Y es más penoso todavía que lo único que recuerda la gente, si lo recuerda, es «la ballena que se tragó a Jonás». Se trata de un cuento, no es una historia real. Pero su mensaje es tan verdadero como el de otras historias que contaba Jesús: la del hijo pródigo y la del buen samaritano.

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Domingo III del Tiempo Ordinario. 21 de enero, 2018

Domingo, 21 de enero de 2018
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d3*

Pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés.

Mc 1, 16-20

Te invito a ponerte en situación. Vas por la calle, un viernes por la tarde, por ejemplo; es una calle céntrica de tu ciudad, llena de tiendas, de cafeterías, de tráfico… y está repleta de gente. Caminas sola, e inevitablemente inmersa en tus pensamientos. Da igual cuáles sean, si son sobre tus preocupaciones o tus alegrías, incluso tus quehaceres; lo que sea, vas enfrascada. De pronto alguien te llama al mismo tiempo que te coge del brazo:  “¡Lolaaa!”. Contestas un poco alterada: “¡Ay!, perdona Marta, no te había visto”.

No la habías visto. Por un momento puedes pensar en la razón de ese no ver. Había mucha gente, está claro, o tal vez por el ruido, o porque te distraen las luces de la calle, los carteles, los escaparates, los bocinazos del tráfico… bla, bla, bla, todas son razones externas a ti.

Si quieres ponte en esta otra situación. Un atardecer de invierno vas caminando sola por el paseo de la playa, del faro o del puerto, con la vista y la mente perdidas a ratos en el horizonte, a ratos en las olas. La pobre Marta aquí también te tiene que hacer parar para oirte decir lo mismo: “¡no te había visto!”.

Ahora no vale que busques echar la culpa de tu distracción a los escaparates y a los bocinazos. Piensa, más bien, en tu mirar. ¿Cómo miras para no ver?

Jesús pasa junto al lago y ve a Simón y a Andrés, a Santiago y a Juan. Ve lo que son, no su apariencia o su vestimenta. Ve lo profundo de su ser, porque él mira el corazón.

Y cuando sientes su mirada, tu corazón desnudo ante él, haces lo mismo que Simón, Andrés y tantos hombres y mujeres a lo largo de los siglos que se han encontrado con la mirada del Maestro… lo dejas todo y le sigues.

Oración

Trinidad Santa, ayúdanos a mirar con amor.
Ayúdanos a mirar como tú.

Amén.

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Cambia tu manera de pensar.

Domingo, 21 de enero de 2018
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fishermenMc 1, 14-20

Seguimos con el evangelio de Marcos que vamos a leer durante todo este año. Es el primero que se escribió y tiene aún la frescura de los comienzos. Es el más conciso. No tiene grandes discursos de Jesús ni cuenta muchas parábolas. Le interesa sobre todo la vida cotidiana de Jesús. Su actitud vital para con los pobres y oprimidos es la verdadera salvación. Las curaciones y la expulsión de demonios, entendidos como liberación, son la clave para comprender el verdadero mensaje de salvación de este evangelio.

Cuando arrestaron a Juan. Quiere resaltar el evangelista que Jesús va a continuar la tarea del Bautista, pero a la vez, deja clara la diferencia. ¡Recordad! Los datos cronológicos no tienen importancia en la elaboración de un “evangelio”. En el evangelio de Jn, después de haber narrado el seguimiento de los primeros discípulos. Después de contarnos la boda en Caná, la purificación del templo y el encuentro con Nicodemo, nos dice que Jesús fue con sus discípulos a la región de Judea y bautizaba allí, a la vez que Juan estaba bautizando en otro lugar y dice: esto ocurrió antes de arrestar Juan.

Llegó Jesús a Galilea. Está claro que el evangelista quiere desligar la predicación de Jesús de toda connotación oficial. Lejos de las autoridades religiosas, lejos del templo y de todo lo que significaba ambas cosas. Galilea era tierra fronteriza y en gran parte habitada por gentiles. Esto para un judío era, de entrada, una descalificación.

Se puso a proclamar la “buena noticia” de parte de Dios. Había empezado él su evangelio diciendo que se trataba de exponer los orígenes de la “buena noticia de Jesús”. Estos textos son los que dieron origen a la palabra “evangelio”, cuyo género literario se inaugura con el escrito de Mc. Jesús no espera, como Juan, a que la gente venga a él.

Se ha cumplido (colmado) el kairos. En la fiesta de Año Nuevo, hablamos del significado de “Cronos” y “kairos”. Aquí el texto dice kairos, es decir, se trata del tiempo oportuno para hacer algo definitivo. No es que algún cronos sea especial. Cualquier cronos lo podemos convertir en kairos si nuestra actitud vital es adecuada. El texto nos está recordando que todo los Kairos se han concentrado en el que ahora está presente.

Está despuntando el Reino de Dios. Esta expresión es la clave. No se trata de que Dios reine. Se trata de que Dios se haga presente entre nosotros, gracias a las actitudes de los seres humanos. Jesús hace presente ese Reino, que es Dios, porque sus relaciones con los demás, basadas en el amor y la entrega, hacen surgir en cada instante a Dios. Dios es amor, de modo que está allí donde exista una verdadera empatía y compasión. Ese Reino está ya presente en Jesús que fue capaz de hacer presente a Dios, amando.

¡Cambiad de mentalidad! “Convertíos”, no expresa bien el sentido del texto, porque  hemos inventado un concepto de conversión que no está en el original. Para nosotros convertirse es salir de una situación de pecado. Lo que pide Jesús es una manera nueva de ver la realidad que no tiene por qué partir de una situación depravada. Es más, el cambio se exige como actitud que no de debe abandonarse nunca. “Metanoeite” significa cambia de rumbo, cambia de mentalidad, no significa hacer penitencia.

La llamada de los discípulos a continuación les obliga a hacer su personal cambio de rumbo (metanoya): “Dejan la barca y a su padre y le siguieron”. Aquí debemos hacer todos, un serio examen de conciencia. Cuantas veces hemos descubierto nuestros fallos y nos hemos conformado con ir a confesarlos, pero no hemos cambiado el rumbo. ¿De qué puede servir toda esa parafernalia, si continuamos con la misma actitud?

Tened confianza en la buena noticia. La traducción oficial del griego “pisteuete” nos puede llevar a engaño. No se trata de creer la noticia, sino de confiar en que es buena noticia para nosotros. Tanto en el AT como en el nuevo, la fe no es el asentimiento a unas verdades, sino la confianza en una persona. Si la buena noticia que Jesús predica, viene de parte de Dios, podemos tener confianza plena en que es buena.

También debemos recordar que, por extraño que parezca, “euangelio” no significa “evangelio”. Nosotros hemos colocado detrás de la palabra evangelio, un concepto muy concreto y preciso. Evangelio = uno de los escritos de las primeras comunidades donde intentan expresar lo que Jesús vivió y predicó. Hemos caído en un monumental fraude. Hemos confundido el estuche con la joya que debía contener. Aquí “euangelio” significa esa estupenda noticia que Jesús descubrió y nos comunicó de parte de Dios.

A la llamada de Jesús que acabamos de comentar, corresponden las primeras respuestas personales, de parte de unos simples pescadores sin preparación alguna, que se fiaron detrás de Jesús. Es muy significativo que el primer instante de su andadura pública, Jesús cuenta con personas que le siguen de cerca y están dispuestas a compartir con él su manera de entender la vida. La comunidad, por muy reducida que sea es clave para poder emprender una vida cristiana.

Darse cuenta de que hemos emprendi­do un camino equivocado es la única manera de evitarlo. Cada vez que rechazamos un camino falso, nos estamos acercando al verdadero. Todos tenemos que convertirnos porque todos estamos haciéndonos. Convertirse es rectificar la dirección para que apunte mejor a la meta. Pecado en el AT era errar el blanco. Da por supuesto que intentas dar en el blanco, pero te has desviado. Somos flechas disparadas que tienden a desviarse del blanco y que constantemente tienen que estar contrarrestando esas fuerzas que nos distorsionan.

Convertirse no es abandonar el mal por el bien, porque el mal y el bien en el ser humano, no se pueden separar nunca del todo. Para el maniqueísmo está todo demasiado claro: Son realidades distintas que deben estar separadas. Nunca hemos superado esa tentación. La realidad es muy distinta: ni el bien ni el mal se pueden dar químicamente puros. Siempre que trazamos una línea divisoria entre el bien y el mal, nos estamos equivocando. Lo que llamamos mal no tiene entidad propia, es solo ausencia de bien.

El mal (ausencia de perfección) no es un accidente, sino que pertenece a la misma estructura del hombre. Sin esa limitación, que hace posible el error, pero que también hace posible el crecimiento, no habría persona humana. La hondura del misterio del mal está precisamente ahí. Del mismo mal surge el bien, y el mal acompaña siempre al bien.

Con frecuencia necesitamos la advertencia de alguien que nos saque del error en que estamos. Aún con la mejor voluntad, podemos estar equivocados. Las mayores barbaridades de la historia se hicieron en nombre de Dios. Aún caminando hacia la meta, siempre estaremos necesitados de rectificar la dirección. Tenemos que aprender de los errores. Como seres humanos, no tenemos otra manera de progresar.

Meditación

Lo que Jesús nos ha dicho es increíble, pero cierto.
Dios es amor, don total, absoluto y eterno.
Jesús me invita a experimentar esta realidad.
Seguirle es entrar en la misma relación con Dios que él mantuvo.
Esa relación hará cambiar mi existencia
y empezaré al ver el mundo de otra manera.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Seguir a Jesús.

Domingo, 21 de enero de 2018
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pescatoridiuominiLos amantes no se encuentran en ningún lugar. Se encuentran el uno al otro todo el tiempo (Rumi)

21 de enero. Domingo III del TO

Mc 1, 14-20

Al punto, dejando las redes le siguieron

Como modelos de conversión se nos presenta a Simón, Andrés, Santiago y Juan, que dejaron lo que era su seguridad –sus barcas, sus redes–  y se arriesgaron a seguir a Jesús. Y en él descubrieron –sobre todo Juan, el “águila de Patmos” que no caminaba al paso de su tiempo, que era un adelantado en el descubrimiento y conquista de nuevas tierras. ¡Cómo no habría de serlo! El Evangelio, un embarazo de treinta años, un Steinway en cuyo teclado interpretó magistralmente sus mejores composiciones: “La parábola de la oveja perdida” (Lc 15, 4-7), “El amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 23, 39), “Yo tampoco te condeno: vete y no peques más” (Juan 8, 11) etc., etc.

En el cuadro del holandés Johannes Vermeer (1632-1675) El geógrafo, el protagonista –comenta Cristophe André en El arte de la felicidad– levanta la cabeza, la luz se refleja en su frente permitiendo que su mirada se evada más allá de la ventana. Ya ha reflexionado bastante. Abriga el presentimiento de que ya no le bastan para la búsqueda la ciencia, el trabajo y la inteligencia. Comprende que ahora debe permitir que le sobrevenga algo que pertenece al plano de la intuición o de la emoción. Adivina que la solución a esa cuestión que le atormenta no se encuentra en el exterior de sí mismo, en los mapas, en los globos, en la punta del compás, sino en su interior.

Jesús es nuestro geógrafo particular, que nos invita a recorrer su camino; una autopista con múltiples vías, abiertas a las pretensiones de cada conductor, de cada vehículo. Puede dar opción a elegir caminos en el exterior de ella, o a encontrar el personal de uno mismo. A veces está ahí expectante, para abrirnos una nueva vía por si alguna vez queremos transitarla: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: «Ya reina tu Dios!»” (Is 52, 7)

Hay quienes viajan indefinidamente huyendo de sí mismos, y se pierden en desiertos de arenas movedizas; en ningún lugar, como canta Rumi. ¿Ignoran que los amantes se encuentran el uno al otro todo el tiempo? Y con los demás, por supuesto, y consigo. Quizá ha llegado el momento de despertar a la vida, de darle verdadero significado, de jugar a ganar y no a no perder, de encontrarse realmente con uno mismo”, han escrito en un artículo Olga Fariña y Antonio Pablo García.

“Al punto, dejando las redes le siguieron”, dice el evangelista en 1, 18. Como el delfín de nuestro Poema de hoy, posiblemente también ellos hubieron de bajar luego al fondo del mar para entender cuanto Jesús les quiso decir con su invitación a ser pescadores de hombres. Apenas media docena de vocablos claramente expresados, sin los circunloquios en los que han enredado nuestro simple y llano pensamiento centenares de nebulosas divagaciones y arrecifes peligrosos. En el Evangelio, la letra ha sido sofocada por la melodía repleta de florituras, que acaba en indigesta. En la salmodia gregoriana, la música no tiene otra función que expresar lo que surge de las palabras, las cuales jamás son asfixiadas por las notas ni acostumbran a alargar el espectáculo en exceso. Resulta difícil prolongar la frase “te amo”, por ejemplo, con cien notas cuando la naturaleza las ha limitado a dos.

Esta lacónica invitación de Jesús amorosamente salida del corazón “Venid conmigo”, hizo que Simón y su hermano Andrés dejaran inmediatamente las redes y le siguieran.

¿En qué caminos? Posiblemente en todos, aunque sobre todo en los que recorren la geografía interior de cada persona: Los amantes no se encuentran en ningún lugar. Se encuentran el uno al otro todo el tiempo, dice Rumi.

SINTOMATOLOGÍA DE UN DIVORCIO

“Sintomatología de un divorcio”,
pronosticaba el protocolo.

Yo no podía entenderlo.
¡Matrimonial ruptura del alma con el alma!
-“Doctor, acláreme el secreto”.

No había nadie ni nada ya en consulta.
Lo blanco se hizo negro.

Llegó un delfín color de rosa
y con un gesto,
“Ven al fondo del mar”, me dijo.
…………………..
Allí empecé a entenderlo.

(EN HIERRO Y EN PALABRAS. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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