Del blog de Xabier Pikaza:
Dom 21, ciclo b. Jn 6, 60-69. Termina este domingo el “sermón de Jesús” sobre la Iglesia y muchos se marcharon, diciendo que “éste no es nuestro camino”. A su lado quedaron sólo Pedro y unos pocos, diciendo que tiene palabras de vida, aunque no le entienden del todo tampoco.
Han pasado desde entonces veinte siglos, y muchos, que han venido y quedado hasta hoy con Jesús, el menos en sentido externo fundando una iglesia importante, aunque muy clerical, empiezan a marcharse otra vez, entrado este siglo XXI, pero con la diferencia de que ahora algunos de ellos echan en parte la culpa a Pedro y a sus clérigos, en medio de una gran catástrofe moral.
Con grandes dificultades, Pedro y sus amigos (compañeros) habían edificado a lo largo de siglos una iglesia, que era de gloria de propios y admiración de extraños… Pero, tras siglos de gloria externa, parece que la luz de la Iglesia se apaga, de forma que Jesús vuelve a mirar, como hizo entonces en Cafarnaúm, sintiéndose nuevamente solo (y alguno diría “mal acompañado”) y nos dice: ¿Os vais también vosotros?.
Aquella primera vez quedó Pedro (históricamente hacia finales del I d.C.), para fundar y dirigir un tipo de iglesia que ha tenido grandes valores. Pero hoy (2018) muchísimos cristianos se preguntan si no ha llegado de verdad la hora de marcharse de ella, de crear otra iglesia… o de apartarse para siempre de todas las iglesia? Quizá nunca se ha dado una crisis tan fuerte como ésta, de manera que muchos empiezan a sentirse perplejos, y piensan incluso en el fin de la Iglesia del Cristo de Pedro y de sus primeros seguidores. ¿Qué haremos?
‒ ¿Irse de Jesús, abandona la Iglesia?
‒ ¿Quedarse con Jesús, pero sin esta iglesia de Pedro?
— ¿No tener más Dios ni evangelio que el mercado, como indica la imagen?
Muchos han planteado unas preguntas como esas en este mismo portal (RD), echando la culpa a tirios y troyanos, clérigos y legos… No se puede resolver en unas línea, pero el evangelio de hoy nos ayuda a plantearlas mejor, pues indica que la crisis no es nueva, que hubo una parecido en los primeros decenios de la Iglesia, y que muchos marcharon, dejaron a Pedro y los doce. Así lo he querido mostrar de algún modo en las imágenes que he salpicado en el texto.
Entre ellas he querido poner cuatro principales (algunas se repiten):
1. Salir de la Iglesia o convertirla en mercado (como la de San Antonio de los Conventuales de Salamanca, convertida en área comercial).
2. ¿Cómo seguir en una iglesia antigua, oscura…? toda del pasado, sin más luz que la puerta de salida?
3. ¿Cómo seguir en una Iglesia que ha sacralizado hasta hoy (24.8.18) la llamada “cruzada” hispana, y a los 40 años de la muerte del Autócrata guerrero allí enterrado?
4. ¿Cómo seguir en una iglesia con un clero que, en parte pequeña pero significativa, ha podido apelar a su su poder “sagrado”para “utilizar” sexualmente a menores, de un modo mentiroso y quizá malvado?
Como he dicho, y vuelvo a repetir, en esta circunstancia, hoy mucho más que en tiempos del evangelio de Juan, millones de hombres y mujeres abandonan la práctica eclesial, al menos en el viejo Occidente. ¿Qué podemos hacer en estas circunstancias?
‒ ¿Echar la culpa a Jesús, porque su mensaje está obsoleto y es hoy inviable?
‒ ¿Condenar a las “masas” de esta nueva sociedad, que no quiere ya consumo religioso?
‒ ¿Retomar el camino de Jesús como hicieron entonces Pedro y unos pocos… o dejar un tipo de iglesia de Pedro, para caminar con Jesús sin ella. ?
— La “historia” antigua del abandono de Jesús (proyectada hacia el tiempo de su vida), sucedió hacia el año 90-100 d.C., cuando una parte de las comunidades cristianas entraron en crisis y pasaron a una especie “gnosis” pre-cristiana, o dejaron simplemente de creer…
‒ Ahora, casi dos mil años más tarde, sentimos que vuelve un tipo de crisis semejantes: miles y millones de creyentes abandonan a Jesús, no pueden o no quieren escuchar su mensaje, ni seguir camino ¿Qué se puede hacer?
Responda cada uno tras leer este evangelio. Buen domingo a todos.
Texto. Juan 6, 60-69
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: “Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?” Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: “¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes?
El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. “Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.”
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?” Simón Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.”
Gran desencanto
En la mayor parte de los países “avanzados”, y en amplias capas sociales, sobre todo urbanas, de América Latina se está produciendo una fuerte ruptura, un gran desencanto ante los valores de un tipo de modernidad y cristianismo. Los grandes ideales de las revoluciones (sociales, económicas y culturales) no han llegado a cumplirse y muchos han perdido ya toda esperanza en la historia.
En este contexto, la fe religiosa que sostenía la vida de grandes capas de la población parece apagarse, y muchos (desde diversas perspectivas) afirman que no hay remedio, ni emancipación, ni redención posible.
Tres males
‒ El primero de los males es quizá la desintegración personal que crece allí donde, fallando los bienes tradicionales y el entorno afectivo, el hombre queda encerrado en sus propias limitaciones, sin saber qué hacer de sí mismo, y sin encontrar en Jesús una salida, en medio de una sociedad y un mercado de opulencia que ofrece mucho, pero que abandona a grandes masas y quita a muchos el deseo vivir.
‒ El segundo parece la crisis social de un mundo que no tiene más Dios que el dinero y el mercado… con la gran mayoría deiglesias de países como España convertidas en lamento del pasado, objeto de lucha económica (inmatriculaciones), simples museos… o centros comerciales como el de Salamanca.
‒ El tercero es un tipo de fracaso del estamento clerical… La Iglesia universal parece que había terminado por identificarse con el “clero”, como una gran empresa dirigida por “sacerdotes” (obispos, presbíteros) superiores… Pero el estamento clerical han tendido a convertirse en un tipo de superestructura ideológica, que quizá ha tenido y tiene grandes ideales, pero que está perdiendo el pie en la realidad (y quizá en el evangelio)
‒ Las utopías de diverso tipo han perdido su capacidad de convocatoria, de manera que en boca de un tipo de iglesia el evangelio se a podido convertir en dys-angelia, la utopía del Reino en distopia.
‒ Por otra parte, las reacciones integristas de los poderes fácticos, encabezadas por grupos, económicos y nacionales, vinculados con frecuencia a las mismas iglesias, no han logrado cumplir sus promesas, ni han liberado al pueblo al que decían representar.
‒ El Estado ha perdido gran parte de las funciones que se le habían atribuido, cayendo en manos de una economía supra-estatal, dirigida por las grandes corporaciones-multinacionales, al servicio del Capital, convertido de hecho en único poder dominante.
En esa línea, más que signo de evangelio, buena nueva, cierta Iglesia parece convertirse en museo de ideas y experiencias ya muertas. En
Pedro dijo ¿dónde iremos?
Es esta momento, la Iglesia tiene que dejarlo todo (¡digo todo!), para dárselo a los pobres y para vivir en seguimiento de Jesús, como buena nueva de vida.
— fe en la libertad creadora de Jesús, en la libertad y autonomía de los hombres y mujeres…
— fe en el valor y tarea de la comunión por la que los hombres y mujeres crean “cuerpo” (se vuelven Cuerpo Mesiánico) como ha venido diciendo Jesús en el Sermón de la Carne y de la Sangre del Hijo del Hombre (Jn 6).
‒ No se trata de crear partidos religiosos, ni de bendecir naciones y estados, ni en mantenerse en lugares como el Valle de los Muertos, sino de animar y potenciar la vida personal y social, en libertad y solidaridad, en todos los planos, sin tomar el poder de ningún modo, pero potenciando el surgimiento de una conciencia más honda de humanidad concreta, personal y social, en libertad plena, en comunión social.
‒ No se trata sólo de una comunión de meros “indignados” que protestan en contra de las condiciones sociales de injusticia que han surgido, pero es evidente que la unión de los cristianos en forma de Iglesia tiene un elemento fuerte de “protesta”, es decir, de indignación en contra del poder social injusto que domina en gran parte del mundo. Sin esta fuerte “reserva profética” al servicio de la justicia y de la solidaridad carece de sentido la iglesia.
Nosotros preguntamos: ¿Dónde iremos?
‒ Se trata de encarnar la autoridad liberadora de Jesús y su experiencia de comunión en un mundo que parece condenado a la expulsión y división social. La Iglesia no es un estado frente al Estado, pero tampoco es una institución meramente privada, sino que supera la oposición entre lo estatal y lo privado, situándose en el plano de lo “público”, no en línea de poder sino de autoridad social, como fermento de humanidad. Leer más…
Biblia, Espiritualidad
Ciclo B, Dios, Evangelio, Jesús, Palabras, Seguimiento, Tiempo Ordinario, Vida eterna
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