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“¿A quién acudiremos?”. 21 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,60-69)

Domingo, 25 de agosto de 2024
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descubrir-a-jesucristo_560x280Quien se acerca a Jesús, con frecuencia tiene la impresión de encontrarse con alguien extrañamente actual y más presente a nuestros problemas de hoy que muchos de nuestros contemporáneos.

Hay gestos y palabras de Jesús que nos impactan todavía hoy porque tocan el nervio de nuestros problemas y preocupaciones más vitales. Son gestos y palabras que se resisten al paso de los tiempos y al cambio de ideologías. Los siglos transcurridos no han amortiguado la fuerza y la vida que encierran, a poco que estemos atentos y abramos sinceramente nuestro corazón.

Sin embargo, a lo largo de veinte siglos es mucho el polvo que inevitablemente se ha ido acumulando sobre su persona, su actuación y su mensaje. Un cristianismo lleno de buenas intenciones y fervores venerables ha impedido a veces a muchos cristianos sencillos encontrarse con la frescura llena de vida de aquel que perdonaba a las prostitutas, abrazaba a los niños, lloraba con los amigos, contagiaba esperanza e invitaba a la gente a vivir con libertad el amor de los hijos de Dios.

Cuántos hombres y mujeres han tenido que escuchar las disquisiciones de moralistas bienintencionados y las exposiciones de predicadores ilustrados sin lograr encontrarse con él.

No nos ha de extrañar la interpelación del escritor francés Jean Onimus: «¿Por qué vas a ser tú propiedad privada de predicadores, doctores y de algunos eruditos, tú que has dicho cosas tan sencillas, tan directas, palabras que siguen siendo palabras de vida para todos los hombres?».

Si muchos cristianos que se han ido alejando estos años de la Iglesia conocieran directamente los evangelios, sentirían de nuevo aquello expresado un día por Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos».

José Antonio Pagola

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“¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.” Domingo 25 de agosto de 2024. Domingo 21º ordinario

Domingo, 25 de agosto de 2024
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47-ordinarioB21 cerezoDe Koinonia:

Josué 24, 1-2a. 15-17.18b: Nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!
Salmo responsorial: 33: Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Efesios 5, 21 – 32: Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Juan 6, 60-69: ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.

Josué organiza la gran asamblea de Siquem, como la reunión constitutiva del pueblo de las tribus. Es el punto de partida de un movimiento nuevo que arranca del Éxodo. El pueblo debe aceptar su nueva identidad teológica, social, cultural. Es fundamental identificar al Dios del Éxodo: el que ve la opresión del pueblo, el que oye el griterío de dolor y conoce sus sufrimientos, el que está decidido a bajar para librarlo del poder de los opresores (Ex 3,7-8). El Dios de sus Padres, el Dios de la Historia.

Las tribus proceden de diferentes orígenes culturales, religiosos, étnicos, pero ahora se aglutinan, gracias a la fe en este Dios del éxodo, en un solo pueblo: Israel. Es la teología, la fe en Yahvé y no la sangre quien los compacta para una alianza tribal.

El corazón de esta alianza tribal es la fe común en este Dios de los pobres. Pero supone también, identificar a los dioses »extraños» a los dioses cananeos y egipcios, imágenes corrompidas de Dios, que generan esclavitud y muerte: un sistema de impuestos, una vida de esclavos, una religión opresora. Cambiar esos dioses por el Dios del Éxodo, fundando una sociedad de leyes para la vida, de reparto de la tierra, de culto nuevo basado en la pascua es el tema central de esta gran asamblea de Josué en Siquem.

Las tribus de Israel hacen un pacto de amor con este Dios de los pobres. Unos desposorios, como nos insinúa la carta a los Efesios. «Una Iglesia dócil al Mesías» «para hacerla radiante, sin mancha, ni arruga, ni nada parecido».

Las palabras de Jesús chocan con la mentalidad vigente. Hace veinte siglos parecía inadmisible que una persona pudiera comunicar un mensaje tan exigente y tan liberador. Hoy, seguimos en el mismo plan: tratamos de endulzar las palabras de Jesús para que no hieran nuestros prejuicios. Con frecuencia queremos convertir la palabra de Jesús en el ejercicio de un conjunto de ritos. Pero, la palabra de Jesús nos desestabiliza, nos desquicia y nos lleva a cuestionar la vida diaria. A veces, incluso, decimos como los discípulos. «Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso? No obstante, si queremos seguir a Jesús, la única respuesta posible es un «sí» rotundo, un «amén» decidido y generoso. Queremos seguirlo y queremos ser como él. No deseamos contentarnos con los laureles que nos ofrece el mundo, sino que anhelamos caminar con el Nazareno la difícil y tortuosa vía del pueblo de Dios en la historia.

¡Qué útil sería examinar nuestras eucaristías…! ¿Generan un «movimiento de Jesús» en dirección hacia la Utopía solidaria de lo que Él llamaba Reino? ¿Van cambiando nuestro modo de pensar y actuar? ¿Nos hacen capaces de identificar las otras presencias del Dios entre los desheredados de la vida? El mismo Jesús, en cuya boca Juan puso estas palabras: «Yo soy el Pan de Vida», según Mateo también dijo: «tuve hambre y me diste de comer, cada vez que lo hicieron con mis hermanos más pequeños, era conmigo mismo con quien lo estaban haciendo» (Mt 25,35).

Completamos nuestra reflexión con palabras de José Antonio Pagola que continúan las que citábamos la semana pasada, sobre la forma actual de celebrar la Eucaristía: Las preguntas son inevitables: ¿No necesita la Iglesia en su centro una experiencia más viva y encarnada de la cena del Señor que la que ofrece la liturgia actual? ¿Estamos tan seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya?

¿Es la liturgia que nosotros venimos repitiendo desde siglos la que mejor puede ayudar en estos tiempos a los creyentes a vivir lo que vivió Jesús en aquella cena memorable donde se concentra, se recapitula y se manifiesta cómo y para qué vivió y murió? ¿Es la que más nos puede atraer a vivir como discípulos suyos al servicio de su proyecto del reino del Padre?

Hoy todo parece oponerse a la reforma de la misa. Sin embargo, cada vez será más necesaria si la Iglesia quiere vivir del contacto vital con Jesucristo. El camino será largo. La transformación será posible cuando la Iglesia sienta con más fuerza la necesidad de recordar a Jesús y vivir de su Espíritu. Por eso también ahora lo más responsable no es ausentarse de la misa, sino contribuir a la conversión a Jesucristo. Leer más…

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¿También vosotros queréis marcharos? Para una recuperación de la iglesia (Jn 6, Dom 21 TO)

Domingo, 25 de agosto de 2024
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IMG_7038Del blog de Xabier Pikaza:

¿También vosotros queréis marcharos?  La pregunta se dirige al grupo de Pedro, porque es el que contesta La pregunta y las razones son las mismas de hace casi 2000 años. Queremos dejarle porque no nos da el pan que queremos, ni es rey como habíamos pedido. En otro tiempo (hacia el año 100 d.C) quedaron quedaron algunos Hoy ¿quedarán, quedaremos? 

Juan 6, 60-69 

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: “Este modo de hablar es duro, ¿Quién puede hacerle caso?” Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: “¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. “Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.” Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?” Simón Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.”

Recuperación cristiana, infinitos en amor

 Dicen algunos que es preciso destruir esta iglesia, pero edificar después otra. Prefiero emplear, sin embargo, un lenguaje de reforma. La iglesia está fundada, pero puede y debe reformarse para expresar mejor la obra de Jesús y sus primeros seguidores, teniendo en cuenta los intentos anteriores de reforma protestante y de auto-reforma católica en amor, siguiendo el ejemplo de Juan de la Cruz,

 Reformar significa reparar, tapar los agujeros rotos o, mejor dicho, buscar como dice Jesús una nueva “tela” de evangelio, una tela nueva, un nuevo manuscrito, escrito con la vida de los creyentes de hoy, desde la savia rebosante de la vida de Jesús Esa reforma de hacerse también desde las condiciones de nuestra sociedad, pues sólo así la iglesia puede mostrarse signo salvador de Dios en este mundo, presencia misionera. Pero, sobre todo, ella ha de hacerse desde el evangelio como indicarán las reflexiones que siguen

1 Abandonar el Sistema de Mammón el pan por el pan, el poder. El evangelio dice que no podemos servir a Dios y a Mammon (Mt 6, 24). Mammón es el capital o dinero convertido en sistema (principio de organización universal de la vida, en forma de imposición). Lo contrario a Mammón es Dios, como principio de amor en libertad, en gracia.

   El sistema recibe actualmente una forma de organización capitalista, definiéndose como racionalización consecuente de las relaciones humanas desde una perspectiva económica y social, en los niveles de  poder y del trabajo, del salario y del mercado. El valor de los seres humanos, como miembros del sistema, se mide en claves de producción y organización económica, dirigida por una burocracia universal, con métodos cibernéticos (computarizados) e incentivos de tipo económico para sus beneficiados.

Según eso, La racionalización del sistema (o infra-estructura) se expresa en un nivel de imposición legal, que en un plano resulta provechosa para un número significativo de individuos, integrados en la gran red de relaciones estructurales (técnicas). A ese nivel, los individuos no son personas, sino fichas o números intercambiables de un todo que planea indiferente sobre los dolores y esperanzas, amores y deseos de cada uno, expulsando de los beneficios del conjunto a los menos adaptados o a los grupos desfavorecidos (que pueden ser numéricamente una mayoría hambrienta).

Pues bien, en este tiempo en  que la infra-estructura tiende a resolver de manera programada muchos problemas antes insolubles, emerge con más fuerza el misterio y tarea del mundo de la vida, donde ha venido a situarse la iglesia, que ofrece su palabra y testimonio desde fuera del sistema (economía y burocracia mundial), como revelación de una experiencia de gratuidad y comunicación personal abierta para todos los humanos, en especial para los pobres. (a)El sistema en cuanto tal opera a nivel de funcionamiento externo y juicio, allí donde las cosas se pueden organizar de forma técnica. (b) La iglesia, en cambio, revela y expande el sentido de la vida en dimensión de supra-estructura, de sentido, gratuidad y comunión personal.

El sistema se construye sin mística o misterio, como un todo redondo, cerrado en sí, sin infinito (sin el En-Sof de la cábala).  En otro tiempo, ese todo podía parecer sagrado; hoy es simplemente un mecanismo técnico, administrativo. No es sagrado, pero tiene gran poder, de manera que a unos (sus beneficiados) los eleva con dinero y honra, mientras que a otros los excluye. Es un todo infraestructural, de burocracia y economía globalizada, sin gratuidad ni encuentro comunitario, sin esperanza de Vida tras la muerte. Es un todo donde cosas y personas acaban siendo intercambiables: todas se transforman y cambian, nada pertenece.

Por el contrario, la Iglesia se sitúa en un nivel de supra-estructura personal, libertad regalada, gozosa y sufriente (comunión con los excluidos), de encuentro gratuito y esperanza de Vida eterna, es decir, de infinito de amor. Por eso no se puede estructurar ni organizar de manera impositiva y necesaria, sino en claves de gratuidad y entrega vital, libertad y respeto sumo, misterio y comunión personal:

– El sistema podría crear un tipo de igualdad económica por ley y fuerza, es decir, por imposición o talión, en sentido judicial, imponiendo su norma a los humanos. En esa perspectiva, capitalismo y comunismo estaban cerca, como esquemas distintos de racionalización económica y social. Por su versatilidad (y mayor preocupación humana, a nivel de libertad) ha triunfado el sistema capitalista, imponiendo en el mundo su modelo neo-liberal de origen europeo (occidental).

Se ha cumplido, por fin, o puede cumplirse la palabra “devolved al César lo que es del César….” (Mc 12, 17), pues él ha organizado de manera científica dinero y administración, unificando por la base o infra-estructura, el globo de la tierra. Bien medido, administrado científicamente, el dinero del César puede ofrecer muchas cosas a los hombres y mujeres, como sabía el Diablo de las tentaciones (Mt 4 y Lc 4); pero es incapaz de suscitar gratuidad y amor, donación y entrega personal. Ese dinero es el signo de la equivalencia (talión) del sistema, racionalidad instrumental que ofrece a sus beneficiados millones de placeres que se compran y venden (condenando a otros a muerte), pero no puede dar a nadie un placer más alto, el gozo superior de la vida. Por eso decimos que, a su nivel, el sistema es bueno y necesario, pues crea redes de intercambio mundial, pero no suscita gratuidad. Por definición, el dinero sirve para comprar y vender, no para amarse las personas.

– La iglesia ofrece a los seres humanos su experiencia más honda de gratuidad y comunión, por encima del sistema, en una línea de entrega de amor infinito y de resurrección. La iglesia descubierto en Jesús la libertad contemplativa: sabe que la vida es regalo, que Dios es principio de gozo que rompe y desborda la ley del sistema; sabe que vivir es morir por los demás, resucitar en ellos. Por eso, desea animar a cada hombre y mujer, para que tengan la audacia de vivir en plenitud contemplativa y autonomía dialogal, regalando la vida en amor, muriendo por la libertad y el amor de los otros.

La iglesia debe e ser principio de comunicación universal, pero no a nivel de intercambios económicos, sino de encuentro y comunión personal, sin imposición de unos sobre otros, ni ley opresora ni mercado económico. El dinero se debe racionalizar y organizar en forma de sistema (mercado). A ese nivel son necesarios los planes y organizaciones, una burocracia mundial encargada de programar y optimizar los resultados, en línea de producción, distribución y consumo. La iglesia, en cambio, no es lugar de mercaderes, sino hogar y vía de comunicación gratuita, perdón y donación, en el cara a cara de las relaciones cercanas, en el mano a mano del diálogo creyente. Ella expresa la experiencia del regalo divino que recibe y acoge en gratuidad, para compartirlo, por encima de toda imposición o programa legal. Por eso, sus ministerios y tareas desbordan el nivel de cálculo y mercado: no pueden medirse como la inversión y ganancia de dinero.

 Pienso que algunos eclesiásticos han caído en la trampa de la planificación y el mercado, aplicando a la iglesia unas formas propias de un del sistema, sobre todo en la organización de ministerios: tanta inversión en seminarios, con tales vocaciones y tantos resultados. Gracias a Dios, la fascinación del mercado (números, ganancias) ha quebrado. Dicen que se ha invertido mucho y parece que no se ha recogido casi nada. Se han creado instituciones grandes de acción y educación, de misiones y servicios sociales (seminarios y universidades, colegios y hospitales), para descubrir, al final, que t quiebran en plano de mercado o terminan empleando los medios normales del sistema, dejando así de ser cristianas, es decir, gratuitas, gozosas, personales

 Algunos se lamentan y hablan de la descristianización de occidente. Pues bien, pienso que es hermoso y bueno que haya sido así. No habíamos gozado la gratuidad, sino invertido con técnicas de sistema o mercado. Ciertamente, muchísimas personas de la administración eclesial han sido y son ejemplo de honradez personal y eficacia. Pero el sistema eclesial ha tendido a convertirse en mercado de inversiones y seguridades sacrales, poderes e influjos, al servicio de un Dios al que habíamos identificado con un tipo de administración cristiana. Por eso, es bueno que aquella inversión haya fallado, desde una perspectiva de evangelio: parece normal que gran parte de los antiguos creyentes de este final del Segundo Milenio estén dejando la estructura eclesial y no quieran ser cristianos en la forma antigua.

Este fallo de las instituciones sociales de la iglesia nos invita a buscar y descubrir su verdad en su plano de gracia y comunión personal, pues sólo así reciben su sentido los signos de la iglesia (oración contemplativa y comunicación de fe, bautismo y perdón, matrimonio y eucaristía…). Lógicamente, estos signos no se pueden realizar por sistema o encargo, sino que han de vivirse en apertura hacia el misterio, en encuentro personal, libre y creador, entre los humanos. Planificar las experiencias eclesiales en forma de mercado, buscando rentabilidad programada y dejando su gestión para una instancia superior, esto es, para unos ministros cristianos que actúan como administradores políticos o sociales del sistema, sería como pedir que otros me sustituyan en el amor del matrimonio o la experiencia familiar de comunión y amistad.

Los ciudadanos pueden delegar el uso del dinero o las funciones de administración, en manos de gestores apropiados de la sociedad (del sistema). Pero la iglesia no es sociedad, sino comunión de personas; por eso, ella no puede delegar en nadie la gestión de sus asuntos (oración y comunicación de fe, encuentro personal y fiesta), sino que son los mismos cristianos quienes deben cultivar la fe y amor de un modo autónomo, desde la raíz del evangelio.

El sistema está hecho de racionalizaciones y delegaciones: confía a un banco la gestión del dinero, al ejército la defensa militar… Así resuelve muchas cuestiones y problemas, en clave económica y social, pero nos deja vacíos (sin hondura y sin respuesta) ante los grandes misterios de la vida (gratuidad y amor, libertad y sentido, comunicación personal y esperanza tras la muerte…). El sistema planifica y podría resolverlo casi todo, menos lo más importante: el amor y los misterios y preguntas de la vida y de la muerte, (como sabían Job, Kohelet y Buda).

En otro tiempo se mezclaban vida pública y privada: nos hallábamos inmersos en un entorno de tipo familiar, donde nos conocían con nombre y apellido, de manera que éramos alguien, persona o personaje, dentro del conjunto. En ese contexto el sistema (reino, estado, orden religioso) se podía suponer divino. Ahora, en cambio, se ha vuelto impersonal: somos un número en el engranaje de la administración económica, en el conjunto de la burocracia social. Hemos descubierto y sabemos por experiencia (de marxismo y nazismo, neo-liberalismo y planificación global) que el sistema no es divino, sino creación de una racionalidad humana que puede pervertirse, pero que tampoco es demoníaco, en contra de lo que parecen sugerir ciertas lecturas de las tentaciones de Jesús (Mt 4; Lc 4) y del Apocalipsis.

El sistema en cuanto tal no es ni puede ser cristiano.El nacional/racional -cristianismo ha terminado: el sistema mundial, hecho de economía y burocracia, no es cristiano (ni demoníaco), sino construcción de la racionalidad humana, que programa y realiza acciones productoras e intercambios sociales. A ese nivel somos y debemos ser ateos, como en formas diversas se viene diciendo desde Nietzsche y M. Weber: el estuche de hierro del sistema no tiene más principio que la ley de relaciones económicas y la planificación mundial; por eso, todo intento de bautizarlo (cristianizar al César) resulta contrario a sistema y evangelio. Sólo cuando admitamos su autonomía y le dejemos mantenerse a su nivel podremos, descubriremos su valor como ley que permite resolver problemas de producción, distribución económica y administración mundial.

La iglesia forma parte del mundo infinito de la vida, no del sistema económico-político.Por eso, tiene otro principio (gratuidad), otras formas de comunicación (cara a cara de amor y cercanía, libertad) y una meta propia (Reino de Dios, Vida eterna).Ella no puede imponerse a la fuerza en el plano del sistema, pero ella tiene una palabra más honda que ofrecer, una experiencia de gratuidad que compartir y lo hace de un modo gozoso, agradecido, abierto a todos los humanos. No se opone directamente al sistema: no lo combate con armas, campañas políticas o dinero; ni siquiera lo demoniza y condena (como a veces ha podido hacerse Ap), pero introduce dentro (y por encima) del sistema un germen de gratuidad y comunicación humana, ofreciendo sentido a millones de personas, con esperanza de vida (amor y resurrección) por encima de la muerte.

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Abandono, seguimiento y traición. Domingo 21. Ciclo B.

Domingo, 25 de agosto de 2024
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3b32a400-f8f1-4ffa-bc94-18d9c966940dDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado terminamos de leer el debate de Jesús sobre el pan de vida. Lo curioso, y extraño, es que el evangelista no cuenta la reacción final del auditorio. Anteriormente, en dos ocasiones, han interrumpido a Jesús mostrando su desacuerdo. Ahora no dicen nada, como si no mereciera la pena seguir discutiendo. Sin embargo, se cuenta la reacción de los discípulos de Jesús, con dos posturas muy distintas (unos lo abandonan, otros lo siguen) y el aviso de la traición de uno de ellos.

Evangelio (Jn 6, 60-69)

En aquel tiempo muchos de los discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:

-«Esto que dice es inadmisible. ¿Quién puede admitirlo?».

    Jesús, conociendo que sus discípulos hacían esas críticas, les dijo:

«¿Esto os escandaliza? ¡Pues si vierais al hijo del hombre subir adonde estaba antes! El espíritu es el que da vida. La carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Pero entre vosotros hay algunos que no creen». (Jesús ya sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién lo iba a traicionar).

Y añadió:

-«Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no le es dado por el Padre».

     Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y no andaban con él.

     Jesús preguntó a los doce:

«¿También vosotros queréis iros?».

   Simón Pedro le contestó:

-«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios».

Abandono

«Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y no andaban con él.» Es un momento de crisis muy fuerte. Hasta ahora, los discípulos de Jesús no han tenido ningún problema. Ahora, la mayoría abandona a Jesús. ¿Por qué? Ellos lo justifican diciendo que «este discurso»es duro, intolerable. No se refieren solo a la idea de comer su carne y beber su sangre; se refieren a todo lo que ha dicho Jesús sobre sí mismo: que es el enviado de Dios, que ha bajado del cielo, que resucitará el último día a quien crea en él, que él es el verdadero pan de vida. En el fondo, comer el cuerpo y beber la sangre de Jesús equivalen a «tragárselo», a aceptarlo tal como él dice que es. Y eso, la mayoría de los discípulos, no está dispuesto a admitirlo. Lo han visto hacer milagros, pero eso no les extraña. También en el Antiguo Testamento se habla de personajes milagrosos. Sin embargo, ninguno de ellos, ni siquiera Moisés, dijo haber bajado del cielo y ser capaz de resucitar a alguien. Si Jesús hubiera aceptado ser rey, como ellos habían pretendido poco antes, si se hubiera limitado a hablar de esta tierra y de esta vida, no se habrían escandalizado y lo seguirían. Ellos quieren un Jesús humano, no un Jesús divino.

En su respuesta, Jesús empieza echando leña al fuego: si se escandalizan de lo que ha dicho, podría darles más motivos de escándalo. Su problema es que enfocan todo desde un punto de vista humano, carnal; y para creer en él hay que dejarse guiar por el espíritu. Pero esto solo lo consigue aquel a quien el Padre se lo concede. Estas palabras de Jesús resultan desconcertantes: por una parte, cargan la culpa sobre los discípulos que se sitúan ante él con una mirada puramente humana; por otra, responsabiliza a Dios Padre, ya que solo él puede conceder el acceso a Jesús («nadie puede venir a mí si no le es dado por el Padre»).

Quizá el evangelista está pensando en los cristianos que han abandonado la comunidad a causa de las persecuciones o por cualquier otro motivo. ¿Qué les ha pasado a esas personas? ¿Es solo culpa suya? ¿Hay un aspecto misterioso, en el que parte de la culpa parece recaer sobre Dios? Pensando en la gente que conocemos y cómo han evolucionado en su vida de fe, estas preguntas siguen siendo de enorme actualidad.

Seguimiento

El momento más dramático se cuenta con enorme concisión. Tras el abandono de muchos solo quedan los Doce. La pregunta de Jesús («¿También vosotros queréis iros»), sugiere cosas muy distintas: desilusión, esperanza, sensación de fracaso… La respuesta inmediata de Pedro, como portavoz de los Doce, recuerda a su confesión en Cesarea de Filipo, según la cuentan los Sinópticos: «Tú eres el Mesías».

Pero hay unas diferencias interesantes. Pedro no comienza confesando: “Nosotros creemos que tú has bajado del cielo, que eres el pan de vida, que quien come tu carne y bebe tu sangre tiene vida eterna…”. Nada de esto. Pedro no comienza confesando su fe en Jesús, sino preguntándole: «Señor, ¿a quién iremos?» Abandonar a Jesús y volver a sus trabajos es algo que no se les pasa por la cabeza. Necesitan un maestro, alguien que los guíe. ¿Dónde van a encontrar uno mejor que él? ¿Uno cuya palabra te hace sentirte vivo? Lo primero que hace Pedro es reconocer que necesitan a Jesús, no pueden vivir sin él.

Luego sigue la confesión de fe, pero eludiendo comprometerse con fórmulas que no entiende. Jesús ha dicho que la vida se consigue comiendo su cuerpo y bebiendo su sangre. Pedro evita esta expresión tan dura y dice: “Tú tienes palabra de vida eterna”. Es su palabra la que alimenta y da la vida. En cuanto a la identidad de Jesús, prescinde de si ha bajado del cielo; ni siquiera le concede el título de Mesías, sino el de «Santo de Dios», título que sólo aparece una vez en el Antiguo Testamento, aplicado al sumo sacerdote Aarón, con sentido honorífico o por su estrecha relación con el culto (Sal 106,16). Sin duda, Pedro confiesa que Jesús está en una relación especial con Dios, sin meterse a discutir si ha bajado del cielo.

Traición

En el texto litúrgico, este tema solo aparece de pasada: Jesús sabía «quien lo iba a traicionar». Si no hubiesen mutilado el evangelio, quedaría mucho más claro. Porque, inmediatamente después de la intervención de Pedro, Jesús añade: «“¿No os he elegido yo a los Doce? Pero uno de vosotros es un diablo.” Lo decía por Judas Iscariote, uno de los Doce, que lo iba a entregar.»

Con ello surge una nueva pregunta y un nuevo misterio: ¿por qué Judas no abandona a Jesús en este momento, cuando tantos otros lo han hecho? ¿Por qué Jesús, si lo sabe, lo mantiene en el grupo? ¿Cómo puede llegar alguien a desilusionarse de Jesús hasta el punto de traicionarlo?

1ª lectura: el compromiso de los israelitas con Dios (Josué 24,1-2.15-18)

     Estamos en el capítulo final del libro de Josué. Los israelitas, a las órdenes de Josué, han conquistado todo el territorio que Dios les había prometido (es preferible no recordar cómo lo consiguieron, porque lo que ocurre actualmente en la frontera de Gaza resulta un juego entretenido). En ese momento, Josué reúne a todas las tribus en Siquén, les recuerda los beneficios pasados de Dios y les ofrece la alternativa de servir o no servir a Yahvé. Es un diálogo espléndido, dramático, en el que Josué, contra lo que cabría esperar, se esfuerza por convencer al pueblo de que no sirva a Yahvé. Es un dios celoso que no los perdonará si lo traicionan. Sin embargo, los israelitas porfían en que quieren servirlo, y todo termina con la alianza entre el pueblo y Dios.

     Quienes han seleccionado el texto han demostrado, una vez más, que no les entusiasma la Biblia: han mutilado la intervención de Josué, el diálogo con el pueblo, y el final. De 28 versículos, solo se han salvado 6.

En aquellos días Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos, jefes, jueces y escribas, y en presencia del Señor dijo a todo el pueblo:

-«Esto dice el Señor, Dios de Israel: Vuestros padres, Téraj, padre de Abrahán y de Najor, vivían antiguamente al otro lado del río Éufrates y adoraban a otros dioses. Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir, si a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del río o a los dioses de los amorreos, cuya tierra ocupáis; yo y mi casa serviremos al Señor».

El pueblo respondió:

-«Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses, porque el Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de Egipto, de la casa de la esclavitud; ha realizado ante nuestros ojos estos grandes prodigios y nos ha protegido durante todo el camino que hemos recorrido y en todos los pueblos por los que hemos pasado. Nosotros serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios».

El texto, si se hubiera leído completo, ofrecería una relación más clara con el evangelio. Tanto Josué como Jesús hablan de manera clara y dura, como queriendo desanimar a sus seguidores. La gran diferencia radica en la diversa reacción de los oyentes. El texto de Josué ofrece un final feliz, ajeno por completo a la realidad: los israelitas siguieron sirviendo a otros dioses y abandonando a Yahvé. El evangelio traza un cuadro más realista, incluso pesimista: muchos discípulos abandonan a Jesús; solo quedan doce, y uno de ellos será un traidor.

2ª lectura: ¿Sería mejor suprimirla? (Efesios 5,21-32)

     Este es el texto que ninguna novia quiere que se lea el día de su boda. En los tiempos que corren, decirle que «sea sumisa a su marido», que «le debe estar sujeta en todo», porque no hay igualdad entre ambos, sino que «el marido es la cabeza de la mujer», no es lo más agradable. Aunque luego le diga al marido que ame a su esposa como a su propio cuerpo. De esta segunda parte de la lectura, ni se entera.

Hermanos, respetaos unos a otros por fidelidad a Cristo. Que las mujeres sean sumisas a sus maridos como si se tratara del Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, del mismo modo que Cristo es cabeza de la Iglesia, cuerpo suyo, del cual él es el Salvador. Así como la Iglesia está sujeta a Cristo, así también las mujeres lo deben estar a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras esposas, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó él mismo por ella, a fin de santificarla por medio del agua del bautismo y de la palabra, para prepararse una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa parecida, sino santa y perfecta. Así los maridos deben también amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie odia jamás a su propio cuerpo, sino que, por el contrario, lo alimenta y lo cuida, como hace Cristo con la Iglesia, pues somos miembros de su cuerpo. Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Éste es un gran misterio, que yo aplico a Cristo y a la Iglesia.

Esta mentalidad sobre el matrimonio, que hoy día nos escandaliza, era progresista en el siglo I. Basta mirar lo que ocurre en algunos países árabes. La mujer acepta con naturalidad estar sometida al marido. Pero el marido no siempre es consciente del cariño y delicadeza con que debe tratar a su mujer. La corrupción moral, tan extendida en el siglo I, explica que el autor exija a los matrimonios cristianos un comportamiento fundado en el respeto mutuo, por fidelidad a Cristo. Ojalá en todos los matrimonios cristianos actuales hubiera ese mismo respeto.

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Domingo XXI del Tiempo Ordinario. 25 de agosto de 2024

Domingo, 25 de agosto de 2024
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Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: -¿También vosotros queréis marcharos?”

(Jn 6, 60-69)

Cabe una primera reacción ante este texto: Pensar así como: “¡menudos discípulos! ¡Qué gente tan inconsistente! ¡Qué falta de compromiso!”

Es una reacción de pura lógica humana. Las cosas no salen bien, no tienen éxito, porque siempre hay personas que vienen a estropearlo todo. Y en este caso concreto la cosa está muy clara. los que criticaron a Jesús y se marcharon son los malos de la película.

Sin embargo, aquí el evangelio no nos está hablando ni de buenos ni de malos. Habla, más bien, de un Reino que se abre camino en medio de las dificultades, de una fuerza amorosa que atraviesa la existencia humana; toda la existencia humana, también la parte más oscura.

A lo largo de todo el Antiguo Testamento hay una enseñanza constante que, llegadas a este punto, parece se nos olvida: Dios siente debilidad por lo pequeño.

Elige a Sara, a Jacob, a Raquel, a José… que son los pequeños, los que no cuentan; que son las estériles, las que no valen. Y elige también ejércitos pequeños, casi ridículos, para vencer a quienes se creen poderosos.

El amor de Dios no avanzagracias” a los méritos humanos, sino, muchas veces, a pesar de los errores humanos.

No es Jesús quien necesita a sus discípulos, son los discípulos los que tienen que optar por Jesús.

El Reino sigue creciendo. Crece hoy gracias a la crisis de vocaciones que vive la Iglesia. Crece a pesar de los errores de la jerarquía y también a pesar de cada uno de nuestros fallos. El Amor de Dios sigue imparable, seduciendo corazones dentro y fuera de los límites de nuestra Iglesia.

Así son las cosas de Dios: sorprendentes, imparables y gratuitas. Siempre gratuitas, generosas, metidas de lleno en el ámbito del exceso. Porque el Amor, por definición, es siempre excesivo y generoso.

Entonces puede libremente preguntarnos: ¿también vosotros queréis marcharos?

Ahora la pelota está en nuestro tejado.

Oración

Aumenta, Trinidad Santa, nuestra fe y nuestra confianza para que podamos caminar con la libertad que solo el Amor nos puede brindar.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Debemos elegir entre el Espíritu y la carne.

Domingo, 25 de agosto de 2024
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juan-6-60-69-3-660x330DOMINGO 21º (B)

Jn 6,61-71

Llegamos al final del c. 6 de Juan. Llega la hora del desenlace. La disyuntiva es clara: o acceder a la verdadera Vida, o permanecer enredados en la pura materialidad. Recordar lo que decíamos el primer día: no tomar ninguna decisión es mantener el camino fácil del hedonismo, en el que estamos. ¿Qué resultado tiene hoy la oferta de Jesús?

Este modo de hablar es inaceptable. Son inaceptables estas propuestas, para ellos y para nosotros, pues contradicen nuestras apetencias más íntimas. Quieren llevarnos más allá de lo razonable. Todo aquel que se deje guiar por el sentido común, se escandalizará. Lo que nos pide Jesús es salir del egoísmo y entregarse a los demás. Se trata de sustituir a Dios invisible por el hombre concreto. ¿Cómo podemos dejar de servir a Dios para dedicarnos a los demás?  ¿No es el primer deber de todo ser humano dar “gloria” a Dios?

La incapacidad de comprender es consecuencia de entender desde la carne. No se trata de despreciar y machacar la carne. Entendido de esa manera maniquea, tampoco tiene ninguna salida el mensaje de Jesús. Se trata de descubrir que el verdadero sentido de la vida fisiológica y terrena, para un ser humano, el verdadero sentido de la carne, está en la trascen­dencia; es decir desplegar las posibilidades más sublimes que el ser humano tiene de ser más que simple biología. La pura vida terrena no puede ser meta para el hombre.

El espíritu es el que da Vida, la carne no sirve para nada. Aquí, carne y espíritu no se refieren a dos realidades concretas y opuestas, sino a dos maneras de afrontar la existencia. Solo la actitud espiritual puede dar sentido a una vida humana. Vivir desde las exigencias de la carne, cercena la meta del ser humano. En teoría no se entiende y en la práctica tampoco, ¿quién cree que la carne no vale para nada? ¿Por qué luchamos? ¿Cuál es nuestra mayor preocupación? ¿Cuánto tiempo dedicamos al cuerpo y cuánto al Espíritu?

Después de repetir por activa y por pasiva que había que comer su carne, ahora nos dice que la carne no vale para nada. Estas palabras nos obligan a hacer un esfuerzo para poder comprender el mensaje. No es ninguna contradicción. Se trata de descubrir que el valor de la “carne” le viene de estar informada por el espíritu. Con el espíritu, la carne lo es todo. Sien el espíritu, la carne no es nada. Queda claro el sentido que da Juan a la encarnación.

Las propuestas que os he hecho son Espíritu y son Vida. Las palabras no tienen valor por sí mismas. La referencia al Espíritu es clave para entender a Jesús. “Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es espíritu”. Viene diciendo que él es el pan… Ahora dice que son sus palabras las que dan la Vida. Otra demostración de que todo es metáfora y símbolo. La única propuesta que le llevará al hombre plenitud es la de Jesús.

Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. En este proceso de alejamiento entre Jesús y los que le siguen, se da el último paso, el abandono. Hasta ahora los que murmuraban y le criticaban eran los judíos, ahora son los discípulos los que deciden abandonarle. Recordemos que todo el capítulo se ha planteado como un proceso de iniciación. Al final no hay más remedio que tomar una decisión. En la comunidad donde se escribe este evangelio, la decisión era el bautismo.

¿También vosotros queréis marcharos? Jesús está hablando a los más íntimos. No busca la aprobación general. Tanto los políticos como los medios de comunicación dicen siempre lo que la audiencia quiere oír. Lo importante es la adhesión de los que oyen. Jesús acepta el reto que su doctrina provoca. Está dispuesto a quedarse solo antes que ceder en la radicalidad de su mensaje. La pregunta manifiesta una profunda amargura. Pero también deja muy clara la convicción que tiene en lo que está proponiendo.

¿Con quién no vamos a ir? Tus exigencias comunican Vida definitiva. Pedro da la única respuesta adecuada: “Nosotros creemos”. La gente que escuchan a Jesús, se sienten más seguros con el cumplimiento de la Ley. A la hora de comer eran cinco mil. Quedan doce. Pronto demostrarían que ellos tampoco lo entendieron hasta la experiencia pascual. Queda claro que los doce son el fundamento de la comunidad, con Pedro a la cabeza.

También en los sinópticos, Jesús empieza siendo aclamado por la multitud, pero termina siendo abandonado por todos. Si hoy nos declaramos cristianos dos mil millones de personas, se debe a que no se exige la radicalidad de su mensaje y seguimos en el engaño de lo que puede darnos, no en la conciencia de lo que nos exige. Si descubriéramos que la médula del mensaje de Jesús es que tenemos que dejarnos comer, ¿cuántos quedarían?

Juan intenta aclarar las condiciones de pertenencia a la comunidad de Jesús: La adhesión a Jesús y la asimilación de su propuesta de amor. Su ‘exigencia’ es una dedicación al bien del hombre a través de la entrega personal. El mesianismo triunfal queda definitivamente excluido. En contra de lo que se nos sigue diciendo, Jesús ni busca gloria humana o divina ni la promete a los que le sigan. Seguirlo significa renunciar a toda ambición personal.

Hoy seguimos ignorando la propuesta de Jesús. En su nombre seguimos ofreciendo unas seguridades derivadas del cumplimiento de unas normas. No se invita a los fieles a hacer una elección de la oferta de Jesús, porque no se les presenta dicha oferta. Hemos manipulado el evangelio para salirnos con la nuestra. No nos interesa el mensaje de Jesús, sino nuestros propios anhelos de salvación que no van más allá de la sola carne.

No es casualidad que en el evangelio se hable de Vida al tratar de expresar la realidad espiritual que descubrió Jesús más allá de la vida. El paralelismo nos puede llevar a comprender que no existe una VIDA separada de la materia. Ni en el orden espiritual ni en el biológico la vida puede andar por ahí separada de la materia sensible. Dios es Vida, pero no está en algún lugar del universo y desde allí nos hace partícipes de ella.

A la hora de definir la vida biológica, tenemos que recurrir a su manifestación. Nunca nos encontramos con la vida, sino con un ser vivo. Lo mismo en el orden espiritual, nunca nos encontraremos con el Espíritu, pero sí un ser atravesado por el Espíritu. ¿Cómo lo sabremos? Solo a través de las relaciones con los demás. Si es capaz de descentrarse y descubrir en los demás aquello que le identifica con ellos, tiene Vida espiritual. Si permanece el egoísmo y la búsqueda de seguridades y el hedonismo, solo tiene vida.

La propuesta terminó en estruendoso fracaso. Ni siquiera sus discípulos lo entendieron. Incluso los primeros cristianos tuvieron que convertir su derrota en triunfo para poder aceptarle. Solo el Cristo glorioso, que puede hacernos partícipes de su misma gloria, nos interesa. No seguimos a Jesús en la entrega, sino al Cristo que triunfó de sus enemigos.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Vanguardias y retaguardias

Domingo, 25 de agosto de 2024
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Jn 6, 60-69

«¿A quién iremos? … nosotros creemos en ti».

Los especialistas coinciden en afirmar que tras la multiplicación de los panes se produjo una importante crisis de seguimiento, pero no saben establecer sus causas. Es posible que aquellos que lo veían como el mesías libertador de Israel se cansasen de esperar algún gesto político que nunca llegaba y se marchasen. También es posible (según Juan) que fuese la novedad y la radicalidad de su mensaje la que hizo a muchos desistir.

Permanecieron a su lado los que se sentían necesitados de él, pero, en cualquier caso, la desbandada debió ser importante como muestra la pregunta que Jesús formula a sus discípulos cuando se vuelven a encontrar en Cafarnaúm: «¿También vosotros queréis marcharos?».

Al igual que entonces, hoy el seguimiento de Jesús está sumido en una profunda crisis que se manifiesta en la creciente indiferencia de la gente. Quienes creemos en su proyecto, achacamos esta crisis al desconocimiento profundo de Jesús, bien sea por falsificación o por omisión, lo que provoca que su propuesta no pueda competir con la propuesta del mundo. Pensamos que el camino de salida es el retorno a los orígenes; al Jesús genuino que arrastraba multitudes, al evangelio desnudo, a la buena Noticia, al tesoro escondido, al proyecto colosal al que todos estamos invitados.

Pero lo tenemos difícil, porque el espíritu revisionista propio de nuestra época nos mueve a minimizar la importancia de Jesús en la búsqueda de Dios; a postergar su mensaje y su praxis en favor de otras doctrinas u otras filosofías que están más de moda. Hoy nos consideramos “vanguardia” cuando nos mostramos escépticos con los textos evangélicos que no cuadran con la mentalidad que debe tener un ciudadano del siglo XXI; cuando lo consideramos uno más; cuando ponemos en tela de juicio su divinidad y rechazamos su Dios personal, Abbá; cuando apelamos a la tolerancia y la modernidad para renegar de la misión de llevar su luz a todas las gentes.

Pero nos equivocamos. En una maratón es vanguardia el que está más cerca de la meta, y en el cristianismo (con perdón) es vanguardia quien está más cerca de Jesús. Cuanto más lejos de Jesús, más “retaguardia”. Corremos el riesgo de arrinconar a Jesús como a un trasto viejo; de terminar creyendo que las creencias y los criterios de aquel artesano de otra época y otra cultura ya no sirven en nuestro mundo. Por eso, la pregunta del evangelio cobra hoy más significado que nunca:

«¿También vosotros queréis marcharos…?»

Terminamos con un comentario de Ruiz de Galarreta: «La profesión de fe de Pedro que leemos en el evangelio es emocionante: “Nosotros creemos en ti”. Y se acabó. Los demás tienen sabiduría, argumentos, sistemas filosóficos, razones históricas, poder… Nosotros creemos en ti; por encima del templo, de Moisés, de Platón… Por encima de todos, el hijo de José y María, el carpintero crucificado».

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Tiempo de prueba y criba.

Domingo, 25 de agosto de 2024
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CaminanteJn 6, 60-69

“En aquel tiempo”… Tu tiempo, empezaron las críticas cuando Tu mensaje y Tu acción resultaban duros a los oídos de quienes esperaban algo tan concreto como que fueras el líder que liberara al pueblo del dominio del invasor; y que siguiera proveyendo el alimento que quita el hambre del cuerpo y les recordaría al manáde aquel tiempo de penuria en la larga travesía del desierto hacia la tierra prometida.

¿Por qué les resultaba duro Tu modo de hablar? Empezaban a ver que Tus palabras hablaban de compromiso, de discernimiento, de la posibilidad de que habría problemas, de implicación en Tu vida y cambios en las suyas.

Abrirse a la escucha del Espíritu, abrirse a Tu palabra, es abrirse al “no-control”, exponerse a la intemperie. Eso puede producir un movimiento de huida y paso atrás: “muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él”. Te volviste a los Doce. Los que habías elegido, los que Te acompañaban y escuchaban cada palabra que salía de tu boca dirigida a ellos, a las multitudes, a los que te vigilaban desde el poder político y religioso porque causabas molestia: “¿También vosotros queréis marcharos?”.

Seguramente hubo un silencio de estómagos apretados, al sentir que algunas de sus dudas e inquietudes eran las mismas de los que ya habían dado un paso atrás, es muy  muy humano.

Simón Pedro dio un paso adelante y te dijo: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. ¡Ay, ay, ay… Pedro, expresivo y pasional! Efectivamente a quién ibais a acudir.

Te tomo la palabra, Simón, hoy, año 2024, y Le hago la misma pregunta:¿Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”.

Cuando el hartazgo de lo que se respira (discursos violentos, mentiras, frivolidad y manipulación en los medios, etc.) noto que me va afectando demasiado, doy un paso adelante: acudo al Evangelio y allí Te encuentro. Una suerte.

También me uno con otros en comunidad para compartir Palabra y Mesa. Busco a los más sencillos y necesitados que, sin discursos, me acercan a la esencia de lo que nos dejaron escrito los que vivieron a Tu vera, aún despistados y llenos de interrogaciones, como todos los que intentamos seguirte.

Cuando Tu hablar me resulta duro respiro hondo, intentando no dar echar marcha atrás; guardando cada palabra en el corazón, porque esta historia no es de entender sino de amar, y Tú empezaste primero.

 

Mari Paz Lopez Santos

FEADULTA – Domingo 2024.08.25

Fuente Fe Adulta

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¿Un Jesús pretencioso?

Domingo, 25 de agosto de 2024
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IMG_6966Domingo XXI del Tiempo Ordinario

25 agosto 2024

Jn 6, 60-69

En ocasiones me ha ocurrido que, hablando con alguna persona que no ha crecido en un ambiente cristiano, me ha comentado, a propósito de algunos dichos que aparecen en el evangelio de Juan, que Jesús era un hombre pretencioso, cuando no egocéntrico, ya que por utiliza constantemente un lenguaje centrado en el yo, mí, me, conmigo, desde una cierta “aureola” de poder inapelable…

Tal apreciación no es del todo incorrecta. Su error, sin embargo, radica en el hecho de tomar las afirmaciones del cuarto evangelio como nacidas del propio Jesús. Es lo que sucede cuando se hace una lectura literalista del evangelio, la que siempre se ha promovido desde la Iglesia. No se ha tenido en cuenta algo que hoy sostienen los biblistas más rigurosos: los evangelios no son crónicas históricas, sino catequesis. Y esto lo cambia todo. Porque su objetivo no es narrar lo que Jesús vivió, ni siquiera lo que dijo, sino fortalecer la fe de aquellas primeras comunidades y regular su vida cotidiana, a la vez que impulsarlas en una misión proselitista.

Lo dicho vale para cualquiera de los relatos evangélicos, pero en el caso de Juan, adquiere una relevancia particular, ya que nos hallamos ante un texto eminentemente simbólico, donde nada está escrito al azar y en el que cada expresión contiene un simbolismo que, con frecuencia, escapa al lector no erudito en ese campo.

Pondré solo un ejemplo. Prácticamente al inicio de ese evangelio, cuando relata el encuentro de los primeros discípulos con Jesús, el autor añade: “Eran como las cuatro de la tarde” (1,39). Predicadores y comentaristas “fervorosos”, todavía hoy, creen ver en esa frase, una prueba evidente de que está escribiendo un testigo ocular o incluso una evidencia de la literalidad de lo que ahí se narra. Fue tan real -vienen a decir- que se les quedó grabada incluso la hora en que sucedió, tal como nos ocurre con frecuencia cuando vivimos una experiencia significativa. Sin embargo, también esa breve alusión es completamente simbólica. Las “cuatro de la tarde” es una traducción del original griego, que habla de la “hora décima”, por lo que parece tratarse de una alusión intencionada al “final” de la historia de Israel (la hora duodécima). En síntesis: ya en la narración del primer encuentro con la incipiente comunidad, al autor del evangelio le interesa poner de relieve dos asuntos capitales para su propia creencia: por una parte, la novedad radical que suponía Jesús y su mensaje, superadores, según él, de la religión judía; por otra, la urgencia de la conversión, ya que nos hallaríamos en los momentos finales de la historia (la “hora décima”).

Más allá de este ejemplo concreto -para mostrar que, si incluso lo más trivial se reviste de simbolismo, ¿qué no será en los temas importantes?-, es evidente que el autor del evangelio pone constantemente en boca de Jesús afirmaciones que este jamás habría podido hacer. O dicho de otro modo: en este evangelio no es el Maestro de Galilea quien habla, sino un creyente helenista, cercano a algún círculo gnóstico o influido por él, que hace decir a Jesús lo que no es sino su propia creencia.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El pacto de Siquem y los parlamentos. ¿Dónde mejor que en el Señor?

Domingo, 25 de agosto de 2024
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IMG_6965Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- JOSUÉ REUNIÓ A LAS TRIBUS DE ISRAEL.

La primera lectura de hoy, tomada del libro de Josué, nos presenta el importante pacto de Siquén.

Allá por el siglo XIII a.C. las tribus hebreas que había salido de la esclavitud de Egipto, están llegando a la “tierra de promisión”. Moisés no entró en esta nueva tierra y Josué fue el nuevo líder de las tribus hebreas, de Israel.

En aquella tierra nueva y libre había habitantes con su cultura y religión.

Por otra parte las tribus no pensaban todas igual ni tenían los mismos esquemas de vida. Había que llegar a acuerdos y pactos: el pacto de Siquén.

Josué convocó a los ancianos de las tribus hebreas y a personas con autoridad para llegar a un acuerdo (pacto / alianza) que tuviera como sustrato común: un mismo Dios, una misma religión que amalgamara a todas las comunidades hebreas.

Josué reunió a las tribus de Israel y les propone: escoged hoy a quién queréis servir.

¿Qué otra cosa son las asambleas del pueblo, los parlamentos y la democracia hoy en día? Las personas, los grupos humanos vivimos en sociedad y como seres sociales hemos de comportarnos.

Aquella asamblea convocada por Josué era en el fondo, “como nuestros parlamentos”: para ver ante quién nos postramos, a quién queremos servir y cómo queremos vivir.

Si no os parece bien nuestra traditio (lo que se nos ha entregado), escoged cómo vivir y a qué dioses queremos servir.

Mejor seguimos en la tradición del Señor, antes que servir a otros señores.

02. MUCHOS DEJARON DE SEGUIR A JESÚS.

Tras la multiplicación de los panes y que Jesús se presentase como pan de vida muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.

No se trata de una huida al estilo del hijo pródigo. El hijo pródigo nunca fue increyente. El hijo menor se marcha de casa, es una cuestión moral, pero aquel hijo conservó siempre la memoria de la casa de su padre. Las referencias -la tradición- las tenía bien puestas, la “cabeza bien amueblada” aunque en aquel momento de su vida se había despistado. (Pero no es lo mismo fe que moral).

Cuando san Juan dice que dejaron de seguir o de estar con Jesús, es que “terminaron la conversación”, rompieron el “carnet” y rompieron con todo. Hasta aquí hemos llegado y no quiero saber nada.

Esta historia del abandono nos es muy familiar en nuestro tiempo, en nuestro pueblo, en nuestras mismas familias, en nuestra Europa, especialmente en Europa.1 Mucha gente, muchos estratos de la sociedad han marchado del seno de la Iglesia, otros muchos no han estado dentro nunca. Entre los compañeros-discípulos de Jesús, -y en nuestro tiempo- hubo y hay muchos “transfugas” de todo tipo.

Quizás hoy en día mucha gente no es “nada”, ni creyente ni atea; un pasotismo nihilista, más o menos, ilustrado es el credo actual.

Vivimos en una civilización frívola. Nosotros ya no somos ateos, ni agnóstico, somos frívolos, superficiales

El diccionario de la Real Academia dice del término frívolo: “ligero, veleidoso, insustancial”. Una cosa es ser “ateo como Dios manda” y otra muy distinta es ser ligero, veleidoso e insustancial.

Más que ateos o agnósticos somos frívolos, superficiales.

Este es el “cuadro” religioso en España en estos momentos:

* No practicantes: 84,9%

* Agnósticos: 15,8%

* Ateos: 21,6%

* Católicos no practicantes: 31,7%

* No creyentes: 15,8%

* Practicantes: 15,1%

* Católicos practicantes: 13,2%

* Creyentes de otra religión: 1,9%

RELIGIÓN DIGITAL

P. Tillich (1886-1965) decía que: ateo solamente es quien no es capaz de tomarse en serio la profundidad de la vida.

Nosotros, nuestro momento cultural no es ateo, ni agnóstico, más bien somos frívolos y superficiales.

Quien es consciente de la complejidad y profundidad de la vida, ese tal no es ateo. Quien se toma en serio la familia, el trabajo, el pueblo, la libertad, la justicia, el sufrimiento, ese tal no es ateo; quien trabaja por la paz, quien trata de abordar humanamente la sexualidad, quien ama el desarrollo de las ciencias, quien ama la cultura, la estética-belleza, la felicidad, etc. está ya en el atrio de la fe.

En el fondo quien ama esas realidades profundas está muy cerca, está amando el Reino de Dios: Reino de justicia, de amor y de paz sembrado por Cristo.

03. ¿A DÓNDE VAMOS A IR, SI SOLAMENTE TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA?

Siendo razonables y legítimos muchos pensamientos, movimientos e ideologías son valiosas, sin embargo solamente confío, creo en Cristo.

* Es muy legítimo pensar que las ideologías pueden trabajar por la justicia en la sociedad, pero yo no creo en K Marx, ni en los líderes de los diversos partidos, ni en el capitalismo. Creo en Cristo.

* Es muy legítimo amar el propio pueblo, la propia cultura y sentirse perteneciente a un grupo humano, pero yo no creo, en el sentido de fe, en la etnia. Eso al fin y al cabo es también una ideología y no es lo mismo fe que ideología. Solamente creo en Cristo.

* Es muy razonable pensar en el psicoanálisis como terapia psicológica, pero yo no creo en S Freud, creo en Cristo.

* Es posible que algunos movimientos eclesiásticos actuales ultramontanos y “pseudo-segurolas” (dejémoslo ahí), hagan algún bien a determinadas personas, pero no son el eje de la fe, el centro, la roca de la fe es Cristo y solamente Cristo.

¿A dónde vamos a ir si solamente Tú tienes palabras, vida eterna?

El que creó y quienes oraban con el salmo 20 eran muy conscientes de esta cuestión:

Unos confían en sus carros de combate, otros confían en su caballería, nosotros confiamos en el Señor nuestro Dios. (Salmo 20,7)

Unos confían en su poder, en la fuerza, en su dinero, en el brillo social, nosotros confiamos en el Señor.

El pasado domingo os comentaba en la homilía cómo podemos tener puesta nuestra esperanza con ansiedad en el progreso, en lo que la tecnología nos pueda ofrecer.

El cristiano confía y descansa en el Señor. No nos va a ocurrir nada más sereno y realizador que JesuCristo. Ex memoria, spes. Nuestra esperanza nos viene de la memoria de Cristo.

En el Señor se está bien y en paz. En el recorrido de la vida con sus momentos buenos, así como en las situaciones difíciles, en los fracasos y decepciones, se está bien en el Señor y se encuentra descanso.

Cuando ya más que adulto uno comienza a ser anciano, creer, lo que se dice creer, solamente cree y confía absolutamente en Dios por medio de JesuCristo.

En esta fe quiero vivir y morir

La fe es algo muy humilde, incluso frágil y pobre, pero llena de vida.

La semilla de la fe es la que da sentido a nuestra vida y su transcurrir.

NOSOTROS CREEMOS QUE TÚ ERES EL SANTO DE DIOS.

TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA.

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“¿A dónde vamos a ir si no recuperamos lo esencial del evangelio?”, por Consuelo Vélez

Domingo, 25 de agosto de 2024
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IMG_6975De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del domingo XXI del Tiempo Ordinario 25-08-2024

Reconocer en Jesús la presencia de Dios, no se ajusta a sus lógicas y les parece un lenguaje duro, difícil de escuchar

Jesús sabe que hay algunos que no creen e, incluso, que alguno de ellos lo va a entregar.

Es demasiado riesgo aceptar los valores del reino.

La pregunta que Jesús hace a sus discípulos, de sí ellos quieren marcharse, nos la dirige también a nosotros hoy ¿Qué le responderemos? Ojalá que, como Pedro, permanezcamos, haciendo posible la Iglesia sinodal que tanto se necesita hoy

Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: “Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?” Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Y cuando vean al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? (…) El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen”. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quien era el que lo iba a entregar. Y decía: “Por esto les he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre”. Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él. Jesús dijo entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren marcharse?” Le respondió Simón Pedro: “Señor, ¿Dónde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.  (Jn 6, 60-69)

Este domingo termina el largo discurso sobre el pan de vida que nos ha acompañado todo este mes de agosto. Si en los domingos anteriores, Jesús se dirigió a la multitud y luego a los judíos, ahora se va a dirigir a los discípulos y concretamente a los Doce. Se esperaría que ellos si hubieran entendido a Jesús, pero el texto, inicialmente, muestra todo lo contrario. Los Doce también murmuran, comentando que es muy duro ese lenguaje. Es decir, reconocer en Jesús la presencia de Dios, no se ajusta a sus lógicas y les parece un lenguaje duro, difícil de escuchar. Rompe con la tradición judía, con la trascendencia de Dios, con el buscarlo subiendo a los cielos, todo lo contrario, a ese Dios que ha bajado en Jesús y se encarna en la cotidianidad de la historia.

Nuevamente Jesús sale al paso, sabiendo lo que están murmurando, y les explica una vez más: el espíritu es el que da vida, todo lo que Él les ha dicho es espíritu y vida. El texto dice que Jesús sabe que hay algunos que no creen e, incluso, que alguno de ellos lo va a entregar.

Las siguientes palabras de Jesús no se pueden entender cómo si ya hubiera algunos predestinados para seguir a Jesús y otros no, al decir que “nadie viene a él si el Padre no se lo concede”. Hay que entenderlo en el contexto del don de Dios que nos llega, a la gracia de la fe que no depende de nuestras fuerzas sino del Dios mismo.

El texto va terminando, señalando las posibilidades que se tienen frente a Jesús. Muchos discípulos se vuelven atrás. Definitivamente no creen en Jesús. Prefieren volver a lo conocido. Es demasiado riesgo aceptar los valores del reino. El fracaso comienza, ese fracaso que llegará hasta la cruz. Jesús entonces se vuelve sobre los suyos, sobre los más cercanos para hacerles la pregunta que marca la diferencia: ¿también ustedes quieren marcharse? Pero aquí Pedro tiene la oportunidad de reafirmar la fe: Jesús tiene las palabras de vida eterna, ellos creen y van a seguir con Él.

La pregunta que Jesús hace a sus discípulos también nos la dirige a nosotros. Lo que está en juego es la fidelidad al evangelio que se nos ha comunicado y sabemos que no es fácil. La historia de la iglesia nos muestra cómo vamos domesticando el evangelio y, una y otra vez, necesitamos convertirnos. En la realidad actual, la llamada a la sinodalidad es una llamada a la conversión. A más de uno, hoy también Jesús les podría preguntar si quieren marcharse de este camino sinodal. Ojalá que, aunque no está fácil dejar el clericalismo, mucho más difícil incluir verdaderamente a las mujeres y casi imposible que se escuchen todas las voces y se responda a sus demandas, repitamos las palabras de Pedro de no marcharnos sino empujar con todas nuestras fuerzas la Iglesia sinodal en misión, mucho más parecida a la Iglesia que Jesús quería.

(Foto tomada de: https://radiomaria.org.ar/programacion/la-mision-de-los-doce/)

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La Palabra…

Sábado, 24 de agosto de 2024
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En la fiesta de Bartolomé, apóstol ( Juan 1,45-51): 

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El cristiano cree, gracias a la Palabra de Dios, que el hombre es inmortal, que toda la humanidad está destinada a la eternidad.

El cristiano cree en la resurrección de todos los muertos de la humanidad, de todos los cuerpos. Cree en la humanidad inmortal. Pero cree en virtud de la Palabra de Dios, no de una especie de prestidigitación mágica… y grotesca. Cree en la prolongación de los misterios de la vida más allá de la muerte, en la consumación de la vida mediante la muerte; cree que la misma muerte tiene una razón de ser; cree que la muerte sigue siendo atroz, pero no que sea absurda.

Como todo hombre razonable, el cristiano ve su propia vida, desde el nacimiento a la muerte, como un devenir continuo acompańado de una destrucción continua. Sin embargo, el cristiano cree que en este y por este devenir se consuma la germinación, el desarrollo del hombre inmortal que hay en él, pero que se va haciendo en él cada día y que permanecerá tal como haya llegado a ser, en la eternidad, para la eternidad.

Este hombre inmortal se hace en cada uno a través de sus opciones. Aquello por lo que opta es lo que fija al hombre inmortal en su pleno vigor o en lo peor de la miseria humana. En la hora de su muerte, el hombre se habrá convertido en alguien que vivirá con Dios para siempre o en alguien que existirá lejos de Dios para siempre.

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Madeleine Delbrêl

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

Maximiliano María Kolbe, un corazón donado…

Miércoles, 14 de agosto de 2024
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Hoy recordamos, en su festividad, a este ejemplo de entrega sin límites…

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Nació en Polonia en 1894. A los 13 años entró en los menores conventuales. Una vez terminados sus estudios filosóficos y teológicos en Roma, instituyó en ella la «Milicia de la Inmaculada», en 1917. Tras ser ordenado sacerdote en 1927, fundó en su patria la «Ciudad de la Inmaculada», centro de vida espiritual y de actividad editorial. Ejerció como misionero en Japón y volvió a Polonia en 1936, donde prosiguió su intensa obra de apostolado. Durante la Segunda Guerra Mundial fue deportado al campo de concentración de Auschwitz, donde murió al ofrecer su vida por la de un compañero de prisión, el 14 de agosto de 1941. Fue beatificado por Pablo VI en 1971 y canonizado con el título de mártir por Juan Pablo II en 1 982.

*

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En todos los continentes, o casi, es conocida y notoria la figura de san Maximiliano María Kolbe. Y quien ha recibido el don de acercarse a él, queda profundamente conquistado por el santo. Porque se quedará tan presente en su propia vida, que sentirá la necesidad de invocarlo, imitarlo y enamorarse de su poliédrica figura de hombre, sacerdote, religioso, apóstol y mártir.

«Sólo el amor crea», había repetido miles y miles de veces el padre Kolbe durante su vida. «Sólo el amor crea», cantaban las obras que iba ideando y concretando una tras otra, a fin de llevar la vida de la verdad a cada hombre con la imprenta; para llevar las ondas de la vida a cada casa por medio de la radio; para dar un signo de la vida eterna a través de las esculturas y las pinturas de los hermanos. Y en sus largos viajes no perdía la ocasión de acercarse al ateo, al masón, al judío, al incrédulo, al cristiano adormecido en su fe, para que el nuevo destello de la vida iluminara el camino que lleva a la salvación.

«Sólo el amor crea», ha ido repitiendo el papa «venido de lejos », cada vez que se detiene a hablar de este hombre: el hombre de nuestro tiempo, el hombre de la magna y profunda herencia.  La herencia espiritual de san Maximiliano María Kolbe no tiene límites. La consagración total a la Inmaculada con propósitos apostólicos, que él vivía y promovía, es y debe ser una verdadera espiritualidad. Indudablemente, es una herencia muy comprometedora, porque se trata de imitar a aquel que nos la ha dejado. A saber: se trata no de tener «algo» de él (posibles reliquias, algún autógrafo, su biografía, etc.), sino de poseer su espíritu, porque de los santos queda sobre todo lo que han hecho, actuando según la voluntad de Dios. Recoger su herencia significa permitir a Dios que obre en nosotros como obró en ellos. Como obró en san Maximiliano María Kolbe y en muchos de sus seguidores

*

(L. Faccenda [ed.], «Un cuore donato. San Massimiliano María Kolbe», suplemento a Milizia Mariana 4 [1994] 11; 51ss; 75).

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“Yo soy el Pan de Vida”

Domingo, 4 de agosto de 2024
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Oda al Santísimo Sacramento del Altar

I – Exposición

Pange lingua gloriosi
corporis misterium.

Cantaban las mujeres por el muro clavado
cuando te vi, Dios fuerte, vivo en el Sacramento,
palpitante y desnudo, como un niño que corre
perseguido por siete novillos capitales.

Vivo estabas, Dios mío, dentro del ostensorio.
Punzado por tu Padre con aguja de lumbre.
Latiendo como el pobre corazón de la rana
que los médicos ponen en el frasco de vidrio.

Piedra de soledad donde la hierba gime
y donde el agua oscura pierde sus tres acentos,
elevan tu columna de nardo bajo nieve
sobre el mundo de ruedas y falos que circula.

Yo miraba tu forma deliciosa flotando
en la llaga de aceites y paño de agonía,
y entornaba mis ojos para dar en el dulce
tiro al blanco de insomnio sin un pájaro negro.

Es así, Dios anclado, como quiero tenerte.
Panderito de harina para el recién nacido.
Brisa y materia juntas en expresión exacta,
por amor de la carne que no sabe tu nombre.

Es así, forma breve de rumor inefable,
Dios en mantillas, Cristo diminuto y eterno,
repetido mil veces, muerto, crucificado
por la impura palabra del hombre sudoroso.

Cantaban las mujeres en la arena sin norte,
cuando te vi presente sobre tu Sacramento.
Quinientos serafines de resplandor y tinta
en la cúpula neutra gustaban tu racimo.

II – Mundo

Agnus Dei qui tollis pecata mundi.
Miserere nobis

Noche de los tejados y la planta del pie,
silbaba por los ojos secos de las palomas.
Alga y cristal en fuga ponen plata mojada
los hombros de cemento de todas las ciudades.

La gillette descansaba sobre los tocadores
con su afán impaciente de cuello seccionado.
En la casa del muerto, los niños perseguían
una sierpe de arena por el rincón oscuro.

Escribientes dormidos en el piso catorce.
Ramera con los senos de cristal arañado.
Cables y media luna con temblores de insecto.
Bares sin gente. Gritos. Cabezas por el agua.

Para el asesinato del ruiseñor, venían
tres mil hombres armados de lucientes cuchillos.
Viejas y sacerdotes lloraban resistiendo
una lluvia de lenguas y hormigas voladoras.

Noche de rostro blanco. Nula noche sin rostro.
Bajo el sol y la luna. Triste noche del mundo.
Dos mitades opuestas y un hombre que no sabe
cuándo su mariposa dejará los relojes.

Debajo de las alas del dragón hay un niño.
Caballitos de cardio por la estrella sin sangre.
El unicornio quiere lo que la rosa olvida,
y el pájaro pretende lo que las aguas vedan.

Sólo tu Sacramento de luz en equilibrio
aquietaba la angustia del amor desligado.
Sólo tu Sacramento, manómetro que salva
corazones lanzados a quinientos por hora.

Porque tu signo es clave de llanura celeste
donde naipe y herida se entrelazan cantando,
donde la luz desboca su toro relumbrante
y se afirma el aroma de la rosa templada.

Porque tu signo expresa la brisa y el gusano.
Punto de unión y cita del siglo y el minuto.
Orbe claro de muertos y hormiguero de vivos
con el hombre de nieves y el negro de la llama.

Mundo, ya tienes meta para tu desamparo.
Para tu horror perenne de agujero sin fondo.
¡Oh Cordero cautivo de tres voces iguales!
¡Sacramento inmutable de amor y disciplina!

III – Demonio

Quia tu es Deus, fortitudo mea, quare me sepulisti?
et quare tristis incedo dum affligit me inimicus?

Honda luz cegadora de materia crujiente,
luz oblicua de espadas y mercurio de estrella,
anunciaban el cuerpo sin amor que llegaba
por todas las esquinas del abierto domingo.

Forma de la belleza sin nostalgias ni sueño.
Rumor de superficies libertadas y locas.
Medula de presente. Seguridad fingida
de flotar sobre el agua con el torso de mármol.

Cuerpo de la belleza que late y que se escapa.
Un momento de venas y ternura de ombligo.
Amor entre paredes y besos limitados,
con el miedo seguro de la meta encendida.

Bello de luz, oriente de la mano que palpa.
Vendaval y mancebo de rizos y moluscos.
Fuego para la carne sensible que se quema.
Níquel para el sollozo que busca a Dios volando.

Las nubes proyectaban sombras de cocodrilo
sobre un cielo incoloro batido por motores.
Altas esquinas grises y letras encendidas
señalaban las tiendas del enemigo Bello.

No es la mujer desnuda ni el duro adolescente
ni el corazón clavado con besos y lancetas.
No es el dueño de todos los caballos del mundo
ni descubrir el anca musical de la luna.

El encanto secreto del enemigo es otro.
Permanecer. Quedarse en la luz del instante.
Permanecer clavados en su belleza triste
y evitar la inocencia de las aguas nacidas.

Que al balido reciente y a la flor desnortada
y a los senos sin huellas de la monja dormida
responda negro toro de límites maduros
con la flor de un momento sin pudor ni mañana.

Para vencer la carne del enemigo bello,
mágico prodigioso de fuegos y colores,
das tu cuerpo celeste y tu sangre divina
en este Sacramento definido que canto.

Desciendes a la materia para hacerte visible
a los ojos que observan tu vida renovada
y vences sin espadas, en unidad sencilla,
al enemigo bello de las mil calidades.

¡Alegrísimo Dios! ¡Alegrísima Forma!
Aleluya reciente de todas las mañanas.
Misterio facilísimo de razón o de sueño,
si es fácil la belleza visible de la rosa.

Aleluya, aleluya del zapato y la nieve.
Alba pura de acantos en la mano incompleta.
Aleluya, aleluya de la norma y punto
sobre los cuatro vientos sin afán deportivo.

Lanza tu Sacramento semillas de alegría
contra los perdigones de dolor del Demonio,
y en el estéril valle de luz y roca pura
la aguja de la flauta rompe un ángel de vidrio.

Andrei

IV – Carne

Qué bien os quedasteis
galán del cielo,
que es muy de galanes
quedarse en cuerpo

Lope de Vega
Canto de los cantares

Por el nombre del Padre, roca luz y fermento,
por el nombre del Hijo, flor y sangre vertida,
en el fuego visible del Espíritu Santo,
Eva quema sus dedos teñidos de manzana.

Eva gris y rayada con la púrpura rota,
cubierta con las mieles y el rumor del insecto.
Eva de yugulares y de musgo baboso
en el primer impulso torpe de los planetas.

Llegaban las higueras con las flores calientes
a destrozar los blancos muros de disciplina.
El hacha por el bosque daba normas de viento
a la pura dinamo clavada en su martirio.

Hilos y nervios tiemblan en la sección fragante
de la luna y el vientre que el bisturí descubre.
En el diván de raso los amantes aprietan
los tibios algodones donde duermen sus huesos.

¡Mirad aquel caballo cómo corre! ¡Miradlo
por los hombros y el seno de la niña cuajada!
¡Mirad qué tiernos ayes y qué son movedizo
oprimen la cintura del joven embalado!

¡Venid, venid! Las venas alargarán sus puntas
para morder la cresta del caimán enlunado,
mientras la verde sangre de Sodoma reluce
por la sala de un yerto corazón de aluminio.

Es preciso que el llanto se derrame en la axila,
que el mano recuerde blanda goma nocturna.
Es preciso que ritmos de sístole y diástole
empañen el rubor inhumano del cielo.

Tienen en lo más blanco huevecillos de muerte
(diminutos madroños de arsénico invisible),
que secan y destruyen el nervio de luz pura
por donde el alma filtra lección de beso y ala.

Es tu cuerpo, galán, tu boca, tu cintura,
el gusto de tu sangre por los dientes helados.
Es tu carne vencida, rota, pisoteada,
la que vence y relumbra sobre la carne nuestra.

Es el gesto vacío de lo libre sin norte
que se llena de rosas concretas y finales.
Adán es luz y espera bajo el arco podrido
las dos niñas de lumbre que agitaban sus sienes.

¡Oh Corpus Christi! ¡Oh Corpus de absoluto silencio,
donde se quema el cisne y fulgura el leproso!
¡Oh blanca forma insomne!
Angeles y ladridos contra el rumor de venas.

 *
Federico García Lorca
(Homenaje a Manuel de Falla)

Oda al Santísimo Sacramento del altar

(Fotografías: Dalí y Jim Ferringer)

***

Yo soy el Pan de Vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:

“Maestro, ¿cuándo has venido aquí?”

Jesús contesto:

– “Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.

Ellos le preguntaron:

– “Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?”

Respondió Jesús:

“La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.”

Le replicaron:

“¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.””

Jesús les replicó:

“Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.”

Entonces le dijeron:

“Señor, danos siempre de este pan.”

Jesús les contestó:

“Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.”

*

Juan 6,24-35

***

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Cada día trae consigo una sorpresa, pero sólo podemos verla, oírla, sentirla cuando llega, si la esperamos. No debemos tener miedo de acoger la sorpresa de cada día, tanto si llega como un dolor o como una alegría. Ella abrirá un nuevo espacio en nuestro corazón, un lugar en el que podremos acoger nuevos amigos y celebrar de un modo más pleno nuestra humanidad compartida.

Con todo, el optimismo y la esperanza son dos actitudes radicalmente diferentes. El optimismo significa esperar que las cosas -el tiempo, las relaciones humanas, la economía, la situación política y otras cosas como éstas- mejoren. La esperanza es la verdadera confianza en que Dios cumplirá las promesas que nos ha hecho de conducirnos a la verdadera libertad. El optimista habla de cambios concretos en el futuro. La persona de esperanza vive en el momento presente sabiendo que en la vida todo está en buenas manos. Todos los grandes de la historia han sido personas de esperanza. Abrahán, Moisés, Rut, María, Jesús, Rumi, Gandhi…, todos ellos vivieron guardando en su corazón la promesa que les guiaba hacia el futuro, sin necesidad de saber exactamente cómo habría de ser.

*

H. J. M. Nouwen,
Pan para el viaje: una guía de sabiduría y de fe para cada día del año,
Ediciones Obelisco, Barcelona 2001.

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Creo porque…

Viernes, 2 de agosto de 2024
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La fe -es preciso recordarlo con vigor- no se reduce a una relación con lo divino vivida casi exclusivamente en formas emotivas y compensatorias. No se cree porque ‘hace bien’, sino que se cree porque… Resulta difícil explicarlo. Es cuestión de enamoramiento: ¿puede explicarse el amor?

Aquí se mide la diferencia que media entre la fe pequeńa y la grande. No es que hoy falte la fe. El mundo está lleno de muchos hombres con una fe pequeńa. Falta, sin embargo, la fe grande. Por desgracia, cada uno de nosotros cultiva una fe pequeńa, una fe que nos tranquiliza un poco, remedia algunas de nuestras insuficiencias, colma algunos vacíos y cura algunas heridas. Pero ¿dónde está la gran fe que habla del fuego del Espíritu, de la presencia y del retorno de Cristo, del pecado y de la misericordia, de la cruz y de la resurrección? ¿Dónde están los verdaderos creyentes, a saber: los inquietos (no los intranquilos), que, heridos y humillados por la conciencia del pecado y de la derrota, se ponen ante Dios con el peso de su vergüenza, convierten su sufrimiento en una invocación y aman el sentido de la vida más que la vida misma?

*

L. Pozzofi,
Y sopla donde quiere,
Milán 1997

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Siguiendo tus huellas, Señor.

Lunes, 29 de julio de 2024
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Partir con quien nada tiene,
pero que es digno de todo lo mejor
a sus ojos tristes y rojos,
y a los de Dios que nos mira a todos.

Partir no sólo lo sobrante,
también lo que hemos robado,
lo que hemos trabajado,
y hasta lo que nos es necesario.

Partir por justicia, por amor,
por encima de lo que es legal,
sin intereses y sin llevar la cuenta,
hasta que el otro sienta la hermandad.

Partir con sencillez y entrega,
sin creerse mejor ni superior,
sin exigir cambio, ni recompensa,
ni reconocimiento a nuestra actitud.

Partir, y aceptar decrecer
sin agobio, sin temor, sin tristeza,
con la confianza puesta en ti
para hacer posible la fraternidad.

Partir evangélicamente
en todo tiempo, en todo lugar,
dentro y fuera de nuestro hogar,
en toda ocasión, aquí, ahora ya.

Partir, o al menos intentarlo cada día,
nunca en solitario, siempre en compañía;
pero sin pretensiones ni vanidad,
sólo para hacer posible el compartir.

Como Tú, Señor.

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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Para el camino

Lunes, 15 de julio de 2024
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Para el camino, Señor,
no llevo oro, ni plata,
ni dinero en el bolsillo
me fío de tu palabra.

Ni tengo alforja con provisiones y repuestos,
que me basta tu compañía
y el pan de cada día.

Túnica, la puesta, sin más,
que no tengo que ocultar nada,
y el frío y el calor se atemperan
cuando se comparten, en familia.

Tampoco llevo bastón,
aunque tú dijiste que podíamos,
pues mis hermanos me sostienen y dan la mano
cuando el camino se hace duro,
y sangro, tropiezo y caigo.

Y sandalias, unas de quita y pon,
abiertas y bien ajustadas,
para evitar callos y rozaduras
en el cuerpo y en el alma,
andar ligero
y no olvidarme del suelo que piso
cuando tu Espíritu me levanta,
me mece libre, al viento,
me lleva y me arrastra.

Eso sí, voy en compañía,
desbordando ternura y paz
regalando salud y buena noticia
y caminando con alegría.

Casi ligero de equipaje,
fiándome de tu palabra,
yo te sigo y…
eso me basta.

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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Los fue enviando

Domingo, 14 de julio de 2024
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(Pedro Casaldáliga en un viaje por la región del Araguaia (más grande que todo Portugal) en camión.)

YO, PECADOR Y OBISPO, ME CONFIESO

Yo, pecador y obispo, me confieso
de haber llegado a Roma con un bordón agreste;
de sorprender el Viento entre las columnatas
y de ensayar la quena a las barbas del órgano;
de haber llegado a Asís,
cercado de amapolas.

Yo, pecador y obispo, me confieso
de soñar con la Iglesia
vestida solamente de Evangelio y sandalias,
de creer en la Iglesia,
a pesar de la Iglesia, algunas veces;
de creer en el Reino, en todo caso
-caminando en Iglesia-.

Yo, pecador y obispo, me confieso
de haber visto a Jesús de Nazaret
anunciando también la Buena Nueva
a los pobres de América Latina;
de decirle a María: «¡Comadre nuestra, salve!»;
de celebrar la sangre de los que han sido fieles;
de andar de romerías…

Yo, pecador y obispo, me confieso
de amar a Nicaragua, la niña de la honda.
Yo, pecador y obispo, me confieso
de abrir cada mañana la ventana del Tiempo;
de hablar como un hermano a otro hermano;
de no perder el sueño, ni el canto, ni la risa;
de cultivar la flor de la Esperanza
entre las llagas del Resucitado.

*

Pedro Casaldáliga,
Todavía estas palabras. 1994

*

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió:

– “Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.”

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

*

Marcos 6, 7-13

***

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El mensaje y la actividad de los mensajeros no se distinguen en nada de la de Jesucristo. Han participado de su poder. Jesús ordena la predicación de la cercanía del Reino de los Cielos y dispone las señales que confirmarán este mensaje. Jesús manda curar a los heridos, limpiar a los leprosos, resucitar a los muertos, expulsar los demonios. La predicación se convierte en acontecimiento, y el acontecimiento da testimonio de la predicación.

Reino de Dios, Jesucristo, perdón de los pecados, justificación del pecador por la fe, todo esto no significa sino aniquilamiento del poder diabólico, curación, resurrección de los muertos. La Palabra del Dios todopoderoso es acción, suceso, milagro. El único Cristo marcha en sus doce mensajeros a través del país y hace su obra. La gracia real que se ha concedido a los discípulos es la Palabra creadora y redentora de Dios.

        Puesto que la misión y la fuerza de los mensajeros sólo radican en la Palabra de Jesús, no debe observarse en ellos nada que oscurezca o reste crédito a la misión regia. Con su grandiosa pobreza, los mensajeros deben dar testimonio de la riqueza de su Señor. Lo que han recibido de Jesús no constituye algo propio con lo que pueden ganarse otros beneficios. «Gratuitamente lo habéis recibido». Ser mensajeros de Jesús no proporciona ningún derecho personal, ningún fundamento de honra o poder. Aunque el mensajero libre de Jesús se haya convertido en párroco, esto no cambia las cosas. Los derechos de un hombre de estudios, las reivindicaciones de una clase social, no tienen valor para el que se ha convertido en mensajero de Jesús. «Gratuitamente lo habéis recibido». ¿No fue sólo el llamamiento de Jesús el que nos atrajo a su servicio sin que nosotros lo mereciéramos? «Dadlo gratuitamente». Dejad claro que con toda la riqueza que habéis recibido no buscáis nada para  vosotros mismos, ni posesiones, ni apariencia, ni reconocimiento, ni siquiera que os den las gracias. Además, ¿cómo podríais exigirlo? Toda la honra que recaiga sobre nosotros se la robamos al que en verdad le pertenece, al Señor que nos ha enviado. La libertad de los mensajeros de Jesús debe mostrarse en su pobreza.

El que Marcos y Lucas se diferencien de Mateo en la enumeración de las cosas que están prohibidas o permitidas llevar a los discípulos no permite sacar distintas conclusiones.

Jesús manda pobreza a los que parten confiados en el poder pleno de su Palabra. Conviene no olvidar que aquí se trata de un precepto. Las cosas que deben poseer los discípulos son reguladas hasta lo más concreto. No deben presentarse como mendigos, con los trajes destrozados, ni ser unos parásitos que constituyan una carga para los demás. Pero deben andar con el vestido de la pobreza. Deben tener tan pocas cosas como el que marcha por el campo y está cierto de que al anochecer encontrará una casa amiga, donde le proporcionarán techo y el alimento necesario.

Naturalmente, esta confianza no deben ponerla en los hombres, sino en el que los ha enviado y en el Padre celestial, que cuidará de ellos. De este modo conseguirán hacer digno de crédito el mensaje que predican sobre la inminencia del dominio de Dios en la tierra. Con la misma libertad con que realizan su servicio deben aceptar también el aposento y la comida, no como un pan que se mendiga, sino como el alimento que merece un obrero. Jesús llama «obreros» a sus apóstoles. El perezoso no merece ser alimentado. Pero ¿qué es el trabajo sino la lucha contra el poderío de Satanás, la lucha por conquistar los corazones de los hombres, la renuncia a la propia gloria, a los bienes y alegrías del mundo, para poder servir con amor a los pobres, los maltratados y los miserables? Dios mismo ha trabajado y se ha cansado con los hombres (Is 43, 24), el alma de Jesús trabajó hasta la muerte en la cruz por nuestra salvación (Is 53,11).

Los mensajeros participan de este trabajo en la predicación, en la superación de Satanás y en ¡a oración suplicante. Quien no acepta este trabajo, no ha comprendido aún el servicio del mensajero fiel de Jesús. Pueden aceptar sin avergonzarse la recompensa diaria de su trabajo, pero también sin avergonzarse deben permanecer pobres, por amor a su servicio.

*

Dietrich Bonhoeffer,
El precio de la gracia. El seguimiento,
Sígueme, Salamanca 1999, pp. 136-138.

*

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¡Hijo mío, te empeñas en pedirme tanto, tanto! Qué no me escuchas

Viernes, 12 de julio de 2024
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Del blog de Alfonso J.Olaz El rincón del Peregrino:

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Y no me escuchas
Que te estoy pidiendo
Que me bajes de esta Cruz
De la que tú, has participado.Te empeñas en pedirme tanto y tanto…
Y ya no oyes…
¡Que te pido que me ayudes!

Y no te puedo ayudar,
Si no me  atiendes

Si me oyeras sabrías

que estoy aquí Clavado
Y necesito que me bajes

para completar mi obra contigo.

Si me sintieras, verías que tengo el cuerpo quebrado
Y te necesito para que puedas curarme.
Solo estás tú conmigo.
¡Y tú podrías curarme!

No me pidas que te ayude,
Si no quieres escucharme,
Y bajarme de este madero
Para ya siempre Sanarme.

Tener dignidad, Quiero
Creer en el hombre, Deseo
Hacer Fraternidad, Sueño

¡Creer! Y Soñar
Que contigo todo es posible
Y Sin ti nada, nada es posible, ¡Nada!

Para tener una mirada tuya,
De frente
De abajo hacia arriba
Y poder ver mi rostro en tus hermanos
Y bajarlos de la Cruz,

¡De esta Cruz que hemos creado,

para someter a todos, a todos!
¡Por nuestro egoísmo inhumano!
De los submundos que hemos alentado.¡Hermano!

¡No te pido tanto!
Ya te he escuchado,
¡Ahora Tú, Escúchame!

Si tú lo haces, harás lo que yo quiero, contigo.
Y ya no estarás solo
Porque quiero cada día apoyarte,
Y bendecirte, porque me has escuchado.

Y has empezado a romper las cruces,

que matan al hombre-a todos mis hijos e hijas de este mundo.

¡Bendito seas Jesús!
¡Bendito seas hermano, hermana!
Si hoy te has unido al Maestro
Él jamás te abandonará.
Y te ayudará cada día a bajar de tu Cruz.

Del Evangelio a la Vida, de la Vida al Evangelio.

*

Alfonso Olaz

***

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¿Por qué ya no nos sorprendes?

Lunes, 8 de julio de 2024
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Un día apareció un hombre en el horizonte
y reavivó las ascuas de nuestra tenue esperanza .

Un día apareció un hombre que tenía magia en la voz,
calor en sus palabras y embrujo en su mensaje.

Un día apareció un hombre con fe en nuestros gestos,
la fuerza de su ser y un corazón grandísimo.

Un día apareció un hombre, que hablaba cual ninguno,
invitándonos a cambiar la vida y convertirnos.

Un día vino un hombre que rompió nuestros esquemas
para hacernos soñadores, tiernos y libres.

Un día apareció un hombre tan sencillo y humilde
que nunca se consideró el centro de sus actuaciones.

Un día apareció un hombre que entabló un diálogo sincero
porque no buscaba ni pedestales ni engaños.

Un día apareció un hombre que tomó la iniciativa
y abrió una brecha en nuestra historia y vida.

Un día apareció un hombre que se acercó
a los más pobres y marginados de su tierra.

Un día apareció un hombre que nos invitó
a ser sus discípulos y a seguir sus huellas.

Un día apareció un hombre que, gratuitamente,
nos enseñó el camino para ser hijos de Dios.

Un día apareció un hombre que en su pueblo
no pudo realizar milagros porque no encontró fe.

Un día apareció un hombre tan cercano y transparente
que todo él era reflejo y presencia de Dios.

Un día apareció un hombre que era vecino nuestro
y, en vez de sorprendernos, desconfiamos de él…

Un día viniste tú, Jesús.
‘Ven hoy también, Señor,
y sorpréndenos!

*

Florentino Ulibarri

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Recordatorio

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