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Domingo XIII del Tiempo Ordinario. 30 junio, 2019

Domingo, 30 de junio de 2019
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Él se volvió y les regañó” 

(Lc 9, 51-62)

¡Cuánta paciencia tuviste que tener con aquellos primeros discípulos tuyos! Ya llevaban un tiempo contigo, ya te habían visto hacer milagros, habían escuchado tus parábolas, te habían visto bendecir y ponerte de parte de los “últimos”, pero todavía no habían entendido nada, todavía seguían con la lógica estrecha de devolver con la misma moneda, aún les quedaba mucho por andar para comprender la novedad de la lógica del amor.

Por eso era necesario que te volvieras y los regañaras. Pero aquel día iba para largo, parecía de esos días en los que nadie entiende nada, y tú, como Buen Maestro corriges una y otra vez.

El seguimiento es algo serio, no basta la euforia del primer momento: “Te seguiré a donde vayas” (Lc 9, 57). Tampoco valen medias tintas: “…el que sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios” (Cfr. Lc 9, 62). Las condiciones para el seguimiento de Jesús no son muchas, pero son exigentes. Ser discípula o discípulo de Jesús es vivir como Él vivió.

Y la vida de Jesús y de quienes se aventuran tras sus huellas tiene poco que ver con la tranquilidad cómoda de sentirse bien con una misma. El seguimiento de Jesús no es un “sedante”, ni un “estimulante”, es VIDA.

Vida con luces y sombras, con contradicciones, con sufrimiento, con persecuciones, con incomprensiones, con estrecheces, con dolores… quien no quiera vivir la vida al 100% es mejor que opte por otro camino…: “el hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Lc 9, 58).

Aunque tampoco hay que creer que el seguimiento o la misma vida es un puro “sin sabor” o como se oye decir a veces: “estamos aquí para sufrir”, no.

La vida es más que sufrir y el seguimiento de Jesús no acaba en la cruz, pero la vida tiene sus sufrimientos y el seguimiento pasa por la cruz. La novedad, la diferencia entre pasar por la vida o vivirla al estilo de Jesús es añadirle amor y confianza.

Solo quien ama y confía puede comprometerse con fidelidad y vivir con esperanza. Solo quien ama y confía puede poner la mano en el arado mirando hacía la novedad del Reino.

Oración

Vuélvete y regáñanos, Maestro Bueno,

cuando se nos encoja la confianza,

se nos haga difícil el amor

y pierda intensidad nuestra esperanza. ¡Amén!

 

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

***

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El espíritu de Jesús une, nunca separa.

Domingo, 30 de junio de 2019
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evangile-s-2Lc 9,51-62

Todos los evangelios proponen la subida de Jesús a Jerusalén como un marco teológico, pero Lc le da un énfasis especial. Comienza con las frases programáticas que hemos leído hoy, y termina con la expulsión de los vendedores del templo. En trayectoria geográfica, se esconde la trayectoria espiritual: Subida al Padre a través de la muerte. “Cuando iba llegando el tiempo de que se lo llevaran a lo alto, también él resolvió ponerse en camino para encararse con Jerusalén”. La frase es un resumen de la vida y muerte de Jesús. Deja claro lo que va a pasar. Por desagradable que pueda parecer, es aceptado por Jesús.

Los samaritanos eran considerados herejes por los judíos, que no perdían la ocasión de humillarlos y despreciarlos. No es de extrañar que ellos a su vez, tomaran la revancha cuando podían. Si los enviados hubieran propuesto bien el mensaje de Jesús y hubieran comunicado las verdaderas intenciones de Jesús al subir a Jerusalén, les hubieran aceptado con los brazos abiertos. Nada más de acuerdo con sus intereses podían esperar los samaritanos. Alguien que fuera capaz de criticar tan duramente lo que se cocía en el templo, tenía que tener toda su aprobación. Pero seguramente les hicieron pensar en una subida “para hacerse cargo del reino”, que eran lo que los discípulos esperaban.

Los Zebedeo piensan en un nuevo Elías, que había mandado bajar fuego del cielo que consumió a los emisarios del rey. Pretenden que Jesús haga honor a su condición de profeta poderoso. Otra tentación constante del hombre, poner a Dios de su parte contra todo aquel que le lleve la contraria. Jesús les “increpó” (el mismo verbo que emplea para expulsar demonios). A través de la historia, nos hemos comportado como Santiago y Juan. Siempre que ha tenido el poder suficiente, la Iglesia ha respondido con violencia contra todo el que no aceptara sus normas. Ni siquiera ha aceptado la libertad religiosa, que es un derecho básico de todo ser humano, hasta que ha perdido la capacidad de imponer su absolutismo.

Como el domingo pasado, se trata de responder a la pregunta: ¿Quién es Jesús? Si de verdad aceptásemos el espíritu de Jesús, la primera consecuencia sería la tolerancia. Jesús no impone nada, simplemente propone la buena noticia del Reino y deja en libertad para aceptarla o rechazarla. Su mensaje entraña una oferta de verdadera liberación, pero como tal, solo puede interesar a los que sienten que están oprimidos por realidades que no les dejan ser ellos mismos. Toda falta de identificación con el otro, supone una falta de identificación con el Dios de Jesús. Lo que nos separa de los demás, nos separa de Dios.

A continuación, presenta Lc tres candidatos a seguirle. No olvidemos que se encuentran en Samaría, tierra hostil al judaísmo oficial. A pesar de ello, algunos manifiestan la intención de seguir a Jesús. Naturalmente se trata de un montaje literario para incrustar tres máximas claves en el pensamiento de Jesús. Por lo tanto lo importante son las respuestas que, a cada una de las propuestas, da Jesús. Con frases cortas y tajantes se intenta aclarar una actitud vital sin miramientos de ninguna clase. Se quiere resaltar la radicalidad del mensaje y por lo tanto del seguimiento. Esa exigencia es una oferta, no una imposición (en contra de lo que acaban de manifestar los discípulos). Cada uno es libre de aceptarla o no.

Esa exigencia no es un capricho de Dios, sino que la pide la misma naturaleza de la oferta de salvación que nos hace Jesús. Nuestra condi­ción de criaturas, y por lo tanto limitados, es la que nos obliga, una vez tomado un camino, a tener que abandonar todos los demás. La renuncia a aquello que me gusta, dejará de ser renuncia si lo hago con conocimiento y libertad, para convertirse en elección de lo mejor. No siempre, lo que me causa más placer, lo que menos me cuesta, lo que más me agrada, lo que me pide el ADN, es lo mejor para alcanzar la plenitud del ser humano. La vida es por naturaleza lucha y superación. Si desaparece la tensión interna es que ha llegado la muerte.

Nuestra religión nos ha presentado el seguimiento de Jesús como una renuncia. La utilización de este concepto es la mejor señal de que no hemos entendido nada. No se trata de renunciar, sino de elegir lo que de verdad es bueno para mi auténtico ser. Dios quiere nuestra plenitud, Tenemos que superar la idea de un Dios, que para ser Él más, tiene que humillar al hombre. No, la causa de Dios es la causa del hombre. Dios está identificado con su criatura; por lo tanto la mayor gloria de Dios es que la criatura llegue a su plenitud. No tenemos que amar a Dios sobre todas las cosas; tenemos que amar a Dios en todas las cosas. Pero si las cosas ocupan el lugar de Dios, me estoy apartando de mi verdadera meta.

La 1ª máxima: “Las zorras tienen madrigueras, los pájaros nido, pero el Hijo de Hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. En el ambiente de itinerancia en el que se desarrolla esta parte del evangelista, no se hace hincapié en la pobreza, sino en la disponibilidad. El que quiera seguir a Jesús tiene que estar completamente libre de trabas. Ni siquiera la seguridad de un hogar debe impedirle estar dispuesto siempre para la marcha. No son las posesiones o las relaciones sociales lo que impiden el seguimiento sino el estar apegado a cualquier cosa que te impida ser realmente tú mismo.

La 2ª: “Deja que los muertos entierren a sus propios muertos”. Es también radical, pero no debemos entenderla en sentido literal. Lo que le pide a Jesús el aspirante, no es no enterrar a su padre que había muerto, sino que le dejara cumplir con el precepto de atender a su padre anciano hasta que muriera. Jesús antepone las exigencias del Reino a la obligación prescrita por la Ley de atender a los padres en su ancianidad. La Ley debe ser superada por una total disponibilidad hacia todos, no solo hacia los seres queridos. La enigmática respuesta de Jesús da a entender que él había pasado a la vida, pero que los que se quedaban en casa de su familia, permanecían en la muerte espiritual.

La 3ª: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios”. Despedirse de su familia no debemos entenderlo como “decirles adiós”. En aquella sociedad despedirse significaba dedicar días o semanas a celebrar la separación. El significado es muy parecido a la anterior, pero aquí se quiere resaltar la apertura integral a todos los seres humanos. Ya no hay particularismos, ni siquiera existe “mi familia”. Ahora toda la humanidad es mi familia. El círculo familiar suele ser la excusa donde camuflo un egoísmo amplificado que me impide darme a todos. El mal uso que se ha hecho de esta frase, sobre todo en ambientes de vocación religiosa, nos obliga a repensarla bien.

Las exigencias radicales, que propone Jesús en el evangelio, debemos interpretarlas desde la perspectiva del Reino. No se refiere tanto a la materialidad de las realidades que hay que abandonar, cuanto al despego de toda seguridad, que es la verdadera exigencia del seguimiento. Se trata de vivir una escala de valores de acuerdo con el Reino, pero no quiere decir que haya que renunciar a todo lo humano para llevar una vida desencarnada. Decíamos el domingo pasado que todo lo humano debe de ser incorporado a la vida. La familia, la amistad, el compromiso social,… son valores que pueden ser incorporados al mensaje de Jesús, siempre que no les demos un valor exagerado y confiemos solo en ellos.

Meditación

¡No sabéis de qué espíritu sois!
La mayoría de los cristianos no nos hemos enterado.
Si te preocupa que alguien te rechace,
es que no has entendido lo que realmente eres.
Si aún somos capaces de rechazar al otro,
es que seguimos sin confiar en lo que somos.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Adondequiera que tu vayas

Domingo, 30 de junio de 2019
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foto_Oso_PandaEl compromiso es un acto, no una palabra (Jea-Paul Sartre)

30 de junio 2019. DOMINGO XIII DEL TO

Gén 14, 18-20

Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios Altísimo, le sacó pan y vino.

Lc 9, 51-62

Mientras iban caminando, uno le dijo: Te seguiré adonde vayas 

Si traducimos las palabras de Jesús en formato de acciones, es vana nuestra fe, como dice San Pablo en 1 Cor 15, 14. Una realidad que tiene que traducirse en signos visibles y palpables, auténticos milagros de la solidaridad humana. Ineludible compromiso cristiano.

Viento fresco de Galilea que alivia corazones. Y como dice Enrico en la ópera El Trovadorde Verdi, también el Oso panda podría haberse preguntado aquello de

“¿Bajéme del cielo o estoy en él contigo?”.

Una película es o debería ser más parecida a la música que a la ficción. Debe ser una progresión de estados de ánimo y sentimientos, de ir con los demás y acompañarlos, de modo particular si éstos son niños.

Naturalia. Los sueños de los animales. También los animales –“ángeles del viento” –, aunque sin alas, sueñan con dar a los demás algo mientras duermen la siesta abrazados a las ramas en un árbol.

Por el árbol paradisíaco de la vida –Paraíso Perdido de John Milton–“¡Oh, rey de todos los árboles del paraíso, árbol virtuoso, precioso, cuya bendita operación es la sabiduría!”.

Los animales subían y bajaban libremente sin que nada ni nadie les molestara. De su costilla y compañera, Adán decía:

“¡Oh, mi dulce compañera, única con quien comparto todos estos placeres, y a quien amo más que a ellos!”.

Y el negro-blanco Oso panda, de ojos grandes y abiertos, contemplaba el majestuoso paisaje, sin ángeles desenvainando espadas, manzanas ni serpientes. Aquella noche soñócon Isaías, en arameo ישעיהוyeshah-yahu, que significa Jehová ha salvado.

Michelangelo Buonarroti le pintó en la Capilla Sistina.  Isaías se apoya en su libro, inclinado sobre la visión de las cosas divinas.

El profeta había escrito en dicho libro:

“El lobo y el cordero pastarán juntos, el león comerá paja como el buey y la serpiente se alimentará de polvo. No se hará ya más mal ni daño en todo mi santo monte, dice el Señor” (Is 65, 15). Y cuando se despertó por la mañana, comprobó que su sueño era realidad.

El compromiso es un acto, no una palabra, como escribió Jean-Paul Sartre. El Oso panda, que para presumir llevaba gafas, había leído también al filósofo ateo: él se consideraba creyente.

El OSO PANDA

-Dime qué estás leyendo, Oso Panda,
con tus anteojos negros puestos, en el zoo.

-Busco noticias de los niños y estoy triste,
porque esta tarde no han venido a verme.

-Están rezando por los tuyos,
–ángeles del viento–
pues han visto en la tele que estáis amenazados
de extinción y pronto dejarán de veros.

Un incesante oleaje de oración
resuena en el coro de nuestra Catedral.
Sus voces blancas retumban en las naves
y se elevan al cielo formando un huracán.
Un crujido de luz y de plegaria
dirigido al Jesús, que como tú pedía:

“Dejad que a mí se acerquen hoy los niños”.

Esta noche podrán dormir tranquilos,
con su oso de peluche entre los brazos.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Asesoramiento y consultorías

Domingo, 30 de junio de 2019
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Dimanche-26-juin-Evangile-de-Jesus-Christ-selon-saint-Luc-Lc-9-51-62En la escena de Lc 9, 57-72 no es Jesús el que llama en su seguimiento, sino que son tres “aspirantes” a discípulos los que manifiestan el deseo de ir con él. Las respuestas que reciben son coincidentes: el camino de seguimiento no es fácil y más vale que se lo piensen antes de decidirse. El texto queda abierto y se presta a hacerse preguntas: ¿se decidió alguno de los tres a seguir a Jesús? ¿dedicaron un tiempo para calcular y sopesar pros y contras de la opción?

Vamos a seguir este segundo rastro, imaginando que somos nosotros los invitados a esa “jornada de reflexión” y que acudimos en busca de asesoría al grupo de discípulos que antes que nosotros, dieron el paso que ahora se nos propone. Se trata de un colectivo al que podríamos calificar como de “afectados por el seguimiento” y este podría ser su informe:

“Como aviso previo, os aconsejamos que calculéis las consecuencias que pueden derivarse de ese “ir con él”, porque van a alcanzaros en el corazón mismo de vuestra autonomía y de vuestra consistencia personal, en vuestra vida relacional y profesional.

De entrada, ya podéis prepararos para enfrentar las extrañas paradojas que él propone: os va a sacudir con propuestas insólitas, os va a empujar más allá de donde estéis situados, va a poner en cuestión todos los principios y valores que rigen vuestra existencia y tendréis que consentir que vuestras costumbres se desquicien, se remuevan y cambien de lugar.

Disponeos a convivir con alguien que será siempre el más joven de todos vosotros, el menos prudente, el más atrevido y jovial, el más convencido de que es posible cambiar las cosas y los corazones. Nada le parece imposible, como si sus 30 años no hubieran conseguido dejar en él esa huella de recelo y escepticismo que caracterizan la edad adulta. Cuando reaccionéis con asombro al oír sus afirmaciones y su manera de ver la vida, se meterá con vosotros y os comparará con viejos pellejos de cuero que temen al vino joven, o con túnicas gastadas que amenazan romperse cuando se les añade un lienzo nuevo.

También es que verdad que aunque es radical en sus planteamientos, posee una capacidad infinita de perdón y de acogida. Uno de nosotros le dijo en un primer arrebato de generosidad: –“Te seguiré a donde vayas”, pero cuando cayó en la cuenta de lo que suponía vivir itinerante y no contar ni con un lugar donde reclinar la cabeza, se echó atrás. Más tarde se arrepintió y decidió volver, pensando que le rechazaría por su actitud cobarde, pero él le puso la mano sobre el hombro y le dijo sonriendo: –“Ahora eres como un pájaro sin nido pero no tengas miedo, estás conmigo”

Otro aviso: ya podéis iros despidiendo de vuestros títulos y méritos y de todo eso por lo que creéis merecer consideración, dignidad o reconocimiento. No soporta la suficiencia y en cambio hay en él una inclinación espontánea y descarada hacia todos los desprovistos de pretensiones de superioridad, poder o apoyo en su propia valía. No oculta nunca su preferencia por toda esa gente que camina por la vida despojada de cualquier máscara, sin ocultar su desvalimiento, su vacío o sus carencias. A todos ellos les comunica con su mirada, sus gestos o sus palabras una seguridad que parece habitarle: la de que, sea el que sea el peso que los mantiene encorvados o agobiados, él está ahí para compartir su carga y para darles la buena noticia de que esa pobreza que les cierra todas las posibilidades, es precisamente la llave que abre para ellos, de par en par, las puertas de la casa y del corazón del Padre.

Dejad atrás vuestros antiguos saberes porque él va por la vida sin doctrinas ni ideas adquiridas y toda su sabiduría la va extrayendo de la vida misma, del comportamiento, gestos o actitudes de las personas con las que se va encontrando. Para él son la naturaleza y las conductas humanas más triviales las que le revelan lo que el Padre quiere decir a través de ellas.

La realidad es que nosotros le seguimos porque no existía ningún otro lugar en el mundo en el que pudiéramos vivir, y lo supimos con el mismo instinto que enseña a las golondrinas a seguir al verano. Encontrarle nos trajo la alegría de descubrir inesperadamente un tesoro, el deslumbramiento de encontrar en nuestras manos la perla más bella y valiosa que siempre habíamos buscado.

En una ocasión, al ver que muchos discípulos se estaban marchando, él nos preguntó si también nosotros queríamos irnos de su lado, pero nosotros decidimos quedarnos con él, aunque éramos conscientes de que volverían a asaltarnos el desconcierto y las dudas y de que seguiríamos sintiéndonos incapaces de saltar de alegría si llegaban las persecuciones, de entrar por la puerta estrecha, o de amar hasta dar la vida.

La verdad es que lo que vivimos junto a él era todo menos una existencia plácida y tranquila… Pero ni uno solo de nosotros la hubiera cambiado por ninguna otra en el mundo”.

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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Soltar para despertar

Domingo, 30 de junio de 2019
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0811e5_iralaluzDomingo XIII del Tiempo Ordinario

30 junio 2019

Lc 9, 51-62

“La paz, si aspiramos a ella sinceramente, nos pedirá el certificado de defunción de nuestra persona”, escribe el poeta Vicente Gallego. Es imposible despertar y comprender lo que somos si no estamos dispuestos a soltar todo lo que no somos.

En tanto en cuanto estamos identificados con el yo y erróneamente creemos que la persona es nuestra identidad, soltar resultará imposible, porque el yo vive justamente gracias a la actitud opuesta: la apropiación.

Al ser vacío –apenas un pensamiento, aunque sea el primero de ellos–, el yo solo puede tener la sensación de existir gracias a aquello de lo que se apropia. Como todo parásito, necesita “chupar” energía en todo lo que considera capaz de abastecerlo: bienes, títulos, profesión, relaciones, imagen… La apropiación le otorga una sensación de existir e incluso de autoafirmarse frente a los demás.

De hecho, el yo vive de la confrontación: necesita sentirse separado de los otros para sostener su creencia. Y puede incluso llegar a eliminar a los otros si los percibe como amenaza a su propia seguridad. Aunque sea religioso, el yo será capaz de pedir que “baje fuego del cielo” para “acabar con ellos”. El fanatismo es una seña de identidad del yo y no revela sino su propia inseguridad.

Nos encontramos aquí en el centro de la paradoja: el yo, que cree que existe gracias a la apropiación, es incapaz de soltar. Pero, a su vez, hasta que no soltamos, no podemos comprender qué somos realmente, es decir, nos privamos de despertar a nuestra verdadera identidad. O por decirlo con mayor precisión: solo es posible despertar cuando soltamos todo, pero únicamente es posible soltar cuando comprendemos qué somos.

Si me identifico como un yo separado, no podré sino vivir para sostenerlo. Solo cuando intuyo que soy Eso que es consciente –la consciencia una–, no necesitaré buscar “dónde reclinar la cabeza”, ni “enterrar a los muertos”, ni “despedirme de mi familia”. Todo ello será posible desde la libertad que nace de la comprensión de que somos uno con la totalidad. Por lo que, al soltar todo ello, no pierdo nada en absoluto.

La “pérdida” únicamente es tal para el yo separado que, forzosamente, se percibe como carencia. Por lo que lee cualquier pérdida como amenaza de muerte. Pero –de nuevo la paradoja– es justamente su “muerte” –la comprensión de que no constituye nuestra identidad– la que nos saca de la ignorancia y nos permite despertar: ese es el final del sufrimiento.

¿Me ejercito en vivir el soltar desde la comprensión de lo que soy?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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Se trata de ser libres

Domingo, 30 de junio de 2019
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4DDBF30A-7CD9-4D8F-8D6A-35025425146FDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

¿Somos libres en la Iglesia?

Seamos libres en la vida.

(A veces, en las Eucaristías, pasan de largo lecturas y textos de mucho calado cristiano. Es el caso de la carta a los Gálatas de la que hemos escuchado hoy un párrafo potente)

         La libertad no es la mera posibilidad de escoger entre dos objetos “A ó B”. La vida y la libertad son algo más que un supermercado.

La libertad es algo más profundo que las meras libertades cívicas (que por otra parte, no es poco). La libertad es la capacidad de ser, la posibilidad que tenemos de construirnos o de destruirnos que tenemos las personas. En la libertad se ventila la propia persona desde unos criterios y valores. La libertad, como la justificación nos viene de los valores del reino: especialmente de la Verdad, la verdad os hará libres.

Hemos vivido tiempos y situaciones en el orden socio-político y eclesiástico en los que no había libertad -libertades-. No existía libertad de pensamiento, ni libertad de asociación, ni libertades sindicales, etc. Sin embargo en aquellas situaciones había personas libres. Hoy en día tenemos derechos humanos, libertades políticas, etc., pero probablemente estamos muchos “esclavos” en la vida.

No os sometáis al yugo de la esclavitud del poder, de la ley, de la raza, del dinero, del placer, del odio y la venganza.  Si os guía el espíritu de Xto, si os guía el Reino de Dios seréis libres, si nos guía la Verdad, la Libertad y la Igualdad no estaremos bajo el dominio de la ley, seréis libres.

Hay que ser libres también en los férreos sistemas eclesiásticos.

San Pablo, Ignacio de Loyola, Fco Javier, la madre Teresa de Calcuta y tanta gente sencilla vivieron de y para los valores del Reino y fueron hombres y mujeres de decisiones libres y liberadoras.

Hace unos meses aparecía un libro sobre el turbio proceso al que la Congregación de la Doctrina de la Fe sometió hace 20 años al teólogo J Dupuis. Otros muchos teólogos: YM Congar, J Danielou, E Schillebeeckx, K Rahner, B Häring, H Küng, el mismo JA Pagola fueron perseguidos y su libertad -al menos su libertad jurídica- fue recortada, castigada, pero ellos se mantuvieron creyentes libres.

         La Iglesia es un espacio de pluralismo y libertad, no un implacable sistema de condena de todo lo que se mueve.

Amar el reino de Dios no significa cumplir con nada, ni aplacar a Dios, ni pagar  un peaje jurídico o moral o doctrinal.

Amar el Reino de Dios y decidir “subir a Jerusalén”, significa amar y tener como criterios de vida la verdad, la libertad, la justicia, la igualdad de todos los hombres y pueblos, también dentro de la Iglesia y amarlos a fondo perdido.

Cuando amamos esos valores y nos entregamos a ellos, cuando  ponemos las manos en el arado y trabajamos en la mies del mundo y de la humanidad, hallamos un profundo gozo y paz.

En el fondo es un convencimiento: la persuasión de que los valores del Reino de Dios son buenos, realizadores de la persona. El secreto está ahí: en el convencimiento de que el Reino de Dios es bueno y valioso.

  • o La mayor parte de los hombres y mujeres religiosos lo somos del mismo modo que pagamos la póliza de seguros: yo te pago para que me des.
  • o Un religioso, un jurista, un católico piensa, habla y vive de lo que se puede o no se puede, de lo permitido y lo prohibido. Incluso a algunos, los menos, les gustaría que la Iglesia fuese más tolerante, más permisiva y permitiera el control de natalidad, el divorcio y que los domingos no hubiera que ir a Misa. Así, todo lo hacen depender de un papa o de un obispo o de un Código o interpretación jurídica más o menos tolerante.
  • o El seguimiento de Jesús es otra cosa más radical: es el convencimiento de que esos valores y criterios: libertad, justicia y paz son valiosos y hacen personas humanas.
  • o Uno se entrega en cuerpo y alma a aquello de lo que está convencido, no a lo que le mandan.

Seremos libres en la medida en que construyamos nuestra vida (o al menos lo intentemos) en el seguimiento de Cristo, trabajando con el arado en la mano en la mies del trigo y del pan de la humanidad

Tomemos libremente sus propias decisiones en la vida.
No seamos esclavos de nadie y menos de la Iglesia.

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“La cruz y la cama”, por Carlos Osma

Sábado, 15 de junio de 2019
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cruzcamaDe su blog Homoprotestantes:

Cuentan los evangelios que mientras Jesús agonizaba en la cruz las personas que pasaban por delante de tan terrible escenario le decían: “¡Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz!”. Y es que claro, tenían razón, los Hijos de Dios tienen otros sitios más honrosos donde morir: en su cama por ejemplo. Desde entonces hasta ahora, aquellos mensajes inhumanos han cambiado mucho, y ahora los guardianes del orden nos dicen a nosotras que para ser “Hijas de Dios” hemos de descender de nuestras deshonrosas camas, y subirnos a sus maravillosas cruces de neón para que todo el mundo pueda ver lo divinas que somos. No sé, pero tengo la sensación de que para mucha gente el cristianismo es un viaje de la cruz a la cama, o de la cama a la cruz.

Es verdad que podríamos decir que, tal y como se narra en los evangelios, la vida de Jesús fue un camino de la cama a la cruz, o mejor dicho del cajón donde se daba de comer a las bestias en el que su madre lo acostó al nacer, a la cruz del Gólgota donde el poder Romano lo hizo crucificar junto a otros dos malhechores. La cama y la cruz fueron para Jesús dos lugares no escogidos en donde se hizo patente que existía un poder político, pero también religioso, que controlaba su vida de principio a fin. Fue el edicto de Julio Cesar el que motivó que sus padres tuvieran que viajar hasta Belén, y fue la condena del Gobernador Poncio Pilato la que le llevó hasta el Gólgota.

Las camas y las cruces de las personas LGTBIQ son lugares donde los poderes patriarcales y LGTBIQfóbicos nos sacan y nos meten a conveniencia. Si nos mantenemos en silencio nos crucifican, si lanzamos gritos de dolor al infinito, nos vuelven a crucificar. En ese lugar, en el Gólgota, donde nos llevan a la fuerza tras golpearnos toda la vida con sus látigos de cuero negro, nos levantan para mostrar nuestra caricatura al resto del mundo y para exponer de una forma deformada quienes somos. Allí, en cada una de las cruces que decoran sus iglesias, nos cuelgan todos los días junto a otras malhechoras. Y lo hacen mientras nos invitan a bajarnos de ellas y comportarnos como “Hijos de Dios” en alguna de sus terapias reparativas. Pero si por el contrario hemos decidido ser felices y alejarnos de sus cruces sangrientas y sus terapias diabólicas, entonces nos sitúan en la cama, y allí nos representan como depravadas sexuales que se dejan llevar por sus instintos. Ya no somos cuerpos deformes, sino puro sexo, animales salvajes y nada más. De la cama a la cruz, o de la cruz a la cama. Un círculo enfermizo nacido de mentes que no pueden estar muy sanas.

Lo interesante de Jesús es que fue consciente de la existencia de poderes que le querían condicionar, a él y al resto de seres humanos que tenía a su alrededor. Poderes que en su época se podían denominar demoníacos, pero también otros que tenían nombres propios. Y ante ellos, no optó por bajar la cabeza, no escogió ni la cruz ni la cama como lugares donde vivir ante el resto del mundo, sino los espacios en los que era necesario hacer oposición activa a cualquier poder que limitaba la libertad y la vida de las personas. Por eso me resulta tan difícil entender el cristianismo de tanta gente que no choca nunca con los poderes que pretenden condicionarlas, que les van chupando la sangre hasta dejarlas sin vida. Personas que no han escuchado a nadie merodeando en sus camas y diciendo que se puede hacer en ellas, o que jamás han visto la vida desde lo alto de una cruz hecha a su medida.

No hay otra forma para salir de la falacia que va de la cama a la cruz y de la cruz a la cama que seguir el ejemplo de Jesús, de todos aquellos momentos de su vida que él si escogió y que no le fueron impuestos de una manera absoluta. La cama y la cruz no son lugares que debamos evitar, por razones bien diversas nuestras vidas se componen también de ellos. Pero no únicamente de ellos. Lo que determina quienes somos, no está ahí, sino lo que nos lleva hasta ellos, y cómo hemos sido capaces de luchar contra esos poderes para ser más libres. Yo diría que verse a uno mismo en el prójimo, y al prójimo en uno mismo, fue el motor que sí podría definir la vida de Jesús. Ese fue el poder al que él sirvió, más allá del resto de poderes que como a cualquier mortal lo influyeron y condicionaron. Y ese, el prójimo, es el lugar que da sentido al cristianismo y que nos puede alejar de esos círculos absurdos que se construyen entre nuestras camas y nuestras cruces.

A Jesús se le expulsa de la cama, y no tanto por motivos históricos, sino porque lo que podría ocurrir en ella a la mayoría de la gente le parece poco divino, y se le sube a una cruz donde demostrar con su sufrimiento que fue fiel al mandato de su Padre. No sé lo que ocurre, o no ocurre, en la cama de estas personas para pensar de esta manera. Pero también hay veces que se le baja de la cruz a marchas forzadas porque el fracaso es demasiado desestabilizador para teologías infantiles, y se le lleva solo y envuelto en una sábana hasta la cama que será el sepulcro donde resucitará milagrosamente. Me pregunto qué vidas tan naifs tienen estas personas que son incapaces de integrar el fracaso en sus teologías.

La cama y la cruz de Jesús, y también las nuestras, son lugares vigilados por poderes que nos controlan y pretenden condicionarnos de manera absoluta. Y el mensaje de vida de Jesús es que podemos resistirnos a ellos, aunque a veces nos venzan y dejemos entrar en nuestra cama ideologías de muerte, o en nuestras cruces teologías sin experiencia. El sentido que tienen nuestras cruces y nuestras camas no se encuentran en ellas mismas, sino en lo que ocurre entre ambas. La cuna de Belén y la cruz del Gólgota solo pueden entenderse a través de la vida de Jesús, de su implicación en la vida de muchas personas que eran los daños colaterales de normas y leyes divinizadas por poderes con intereses demasiado humanos. Es en la vida compartida con el prójimo donde se puede percibir que la liberación, la salvación, es el origen y la meta de la fe cristiana. Es desde allí desde donde acabaremos con los poderes que quieren someternos. Sin prójimo, ni cama ni cruz tienen sentido.

Carlos Osma

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‘El Evangelio marginado’: El seguimiento de Jesús, alma y sustancia de la vida cristiana

Viernes, 26 de abril de 2019
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Descubrir-Jesucristo_2027807284_12100859_667x375El teólogo Benjamín Forcano analiza la última obra de José María Castillo

Nuestro seguimiento de Jesús no es posible sin romper con las mil ataduras al sistema que nos rodea y configura nuestra vida”

“Pablo pensó y organizó la Iglesia sin el Evangelio, es decir, sin destacar el ámbito humano de Jesús”

“Personas como Jesús, libres de miedo y ataduras, ponían en peligro el sistema establecido. Su estilo de vida era desestabilizador”

Comienzo por destacar la novedad que este libro de José Mª Castillo representa. Todos sabemos que, a lo largo de la historia, la llamada Iglesia de Jesús, ha sufrido distanciamientos, contradicciones, abusos e incluso desviaciones con respecto al programa primordial del Evangelio. Todo lo cual no niega que, en medio de ella, y de forma coherente, se hayan dado siempre seguidores de ese Evangelio.

Pero el tema abordado por el autor de ‘El Evangelio marginado’ no es ese ni tiene reparo en decirlo: ”Afirmo que la Iglesia vive en una contradicción que es la peor de todas en las que puede vivir. Porque se trata de la contradición entre la Iglesia y el Evangelio” (Pg. 11).

No alude, pues, a comportamientos individuales que en un momento o en otro, en una medida o en otra, se muestran contradictorios con el Evangelio. La contradicción se refiere a factores y estructuras que, en el desarrollo de la Iglesia, se han ido insertando como si manaran del Evangelio y le fueran naturales.

Tales contradicciones el autor las muestra en los campos siguientes:

1. Contradicción entre la teoría y la práctica

Entre el pensar y el obrar, lo que se dice y lo que se hace. La Iglesia ha montado toda una serie de enseñazas teólogicas, preceptos, ritos, y modos de vivir que anulan lo enseñado por el Evangelio: “Planteamientos y cuestiones centrales en contradicción con el Evangelio, cuestiones que los “hombres de Iglesia” despachan marginando el Evangelio desde el principio del cristianismo, con la aceptación o la tolerancia y complicidad de todos… La Iglesia, en su conjunto, sabe que  en determinadas cuestiones importantes vive lejos de la ejemplaridad de Jesús y, a veces, incluso en los antípodas del Evangelio” Pgs.13-14).

La contradicción no se puede eludir, puesto que “los evangelios ocupan el lugar preeminente al ser “el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo enacarnado, nuestro Salvador (DV, 18) . De modo que, “Lo que nos narran los evangelios tendría que ser lo primero y lo principal en la vida de la iglesia, en su organización, en su estructura,  en la gestión de su gobierno y en todo a lo que la gente le entra por los sentidos “ ( Idem, p. 15).

2. Perpetuación de lo que le ocurrió a Jesús en vida

La paradoja, que estalla en este punto, está en que Jesús, profundamente religioso, entra en conflicto con la religión de su pueblo y con quienes se habían otorgado el dereccho de custodiarla e interpretarla: los sacerdotes.

Una religión que tenía su centro en el Templo, espacio sagrado por excelencia y en el que los profesionales de la religión realizaban sus rituales y sacrificios de siempre.

¿Qué paso para que entre  los sacerdotes y Jesús surgiera un terrible enfrentamiento, vieran en él una amenaza, lo espiaran, lo consultaran taimadamente, lo calumniaran y decidieran finalmente condenarlo a muerte?

El evangelio nos cuenta paso a paso este enfrentamiento. Se hace cada vez más agudo hasta hacerse incompatible: “Los más religiosos y observantes del judaismo del siglo primero no soportaron a Jesús, lo consideraron como un  peligro de muerte para ellos mismos” (Pg. 16).

A propósito de esto, el autor lanza esta pregunta: si la religión oficial de su tiempo era un modo de vivir incompatible con la vida y enseñanZa de Jesús, ¿se puede afirmar que este hecho se ha perpetuado, en buena medida, en la Iglesia con el consiguiente escándalo de grandes sectores de la población que no quieren saber nada ni de la iglesia, ni de la religión y los “hombres de iglesia” sigan pensando que no tienen culpa alguna?

“Ha ocurrido y sigue ocurriendo que en la Iglesia se marginan, se deforman o se quita importancia a temas, relatos, propuestas y exigencias, de Jesús “que no interesan” o –lo que es más preseocupante – “que estorban a las conveniencias “ de quienes, desde cargos de poder, privilegio y fama ejercen una potestad intocable y “sagrada”, que no se puede mantener sino marginando del Evangelio lo que les impide o dificulta ostentar su poder , su influencia social, su dignidad y sus privilegios, en todo aquello que, disfrazado de evangelización, es en realidad un eficaz ejercicio de poder  al ejercicio de intereses inconfesables”. (Pg. 18).

3. ¿A qué se renuncia cuando se margina el Evangelio?

Creo que entrar en este punto, es dar con la clave para poder discernir cuándo se abandona el Evangelio y por qué.

Los discípulos de Jesús lo son, primero de todo, porque son llamados a vivir en unión íntima con su persona. De ahí mana una nueva manera de entender y vivir la vida, exclusiva de Jesús, y que equivale a proclamar el reino de Dios, a desvelar el plan salvador del Padre. La proclamación y verificación de este reino las lleva a cabo Jesús en su propia humanidad, señalando el sentido y destino de la nuestra.

“Ir en pos de Jesús” equivalía en su tiempo  a ser discípulo suyo. La labor de los rabinos israelitas gozaba del honor de ser maestros, proponían el estudio de la Ley, formaban a discípulos, que debían perseguir un ideal de vida religiosa con conocimiento y fidelidad a la ley.  Ser buen religioso consistía por tanto en cumplir tales o cuales preceptos y así cumplir la Ley.

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José María Castillo: “En la Iglesia preocupa más el esplendor de la religión que la fidelidad a Jesús”

Viernes, 29 de marzo de 2019
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2379-large_defaultDe su blog Teología sin Censura:

El teólogo explica los entresijos de su ‘Evangelio marginado‘ (Desclée)

“Un ‘Dios falso’ ha llevado al mundo más avanzado al abandono de la religión”

“Jesús no quiso templo. No quiso sacerdotes. No quiso rituales. No quiso ceremonias sagradas. No quiso obediencia y sometimiento de nadie a él”

“Jesús no prescinde de la religión, sino que desplaza la religión: la arranca de ‘lo sagrado’ y la pone en el centro de ‘lo más plenamente humano'”

Jesús Espeja: “El ‘Evangelio marginado’ de Castillo, una exposición de gran valor para estos momentos de la Iglesia”

He escrito este libro porque he intentado explicar – en cuanto eso es posible – por qué la Iglesia se interesa más y se preocupa más por el “sometimiento a la religión” que por el “seguimiento de Jesús”. Creo que, sin miedo a exagerar, se puede afirmar que en la Iglesia preocupa más el esplendor de la religión que la fidelidad al seguimiento de Jesús.

El “sometimiento a la religión” dio resultado y fue eficaz hasta finales del s. XV. A partir del Renacimiento, la Reforma (s. XVI), la Ilustración (ss. XVII-XVIII), la Resistencia y la Restauración (s. XIX), la industrialización y la violencia (dos guerras mundiales), que marcaron el s. XX, y finalmente la Modernidad y la Posmodernidad, todos estos grandes fenómenos históricos y culturales, han hecho que la religión nos sirva para creer en El Dios falsificado (Thomas Ruster). Un “Dios falso”, que ha llevado al mundo más avanzado al abandono de la religión. O en otros casos (que abundan) nos ha conducido, sin darnos cuenta, a que “la experiencia religiosa de todos nosotros ya no sea de fiar, porque nos remite a una falsa religión” (o.c., pg. 228).

La Iglesia de los dogmas, las normas y los ritos fue útil y tranquilizaba las conciencias mientras los “mitos”, los “ritos” y las “jerarquías” eran útiles y servían para explicar tantas cosas que los humanos no sabíamos cómo explicarlas o pensábamos que servían para darle sentido a la vida o tener una esperanza última, que suavizaba el hecho inevitable de la muerte.

Hoy todo eso ha perdido (sobre todo, en las generaciones jóvenes) su utilidad y su razón de ser. Hasta el extremo de que los adolescentes, apenas llegan a cumplir los doce o trece años, cortan con toda la “jerga” de temas, teorías y creencias, que enseña el clero, y sencillamente para ellos se acaba y ya no interesa más la “religión”. Y lo mismo que veo esto, pienso también que este problema (más grave de lo que mucha gente se imagina) no tiene más solución que lo que vio Lutero cuando, siendo todavía un monje joven, viajó a Roma. Y allí comprobó que lo que interesaba a la Iglesia era la sumisión al papa y los rituales (indulgencias…) que daban dinero (Lyndal Roper, Martín Lutero, p. 75-76).

“La religión no responde a lo que necesita el ser humano”

Mi convicción es que veinte siglos antes de lo que sienten las últimas generaciones, fue Jesús de Nazaret, el “personaje-centro” y central del Evangelio, quien se dio cuenta de que la “religión” del templo y de los sacerdotes, de los dogmas y de las normas, de los rituales y las observancias, del poder y del dinero, todo eso fue útil para las culturas de la Antigüedad, pero no responde a lo que necesita el ser humano como tal.  

Lo determinante, para el ser humano (lo que nos humaniza) no es satisfacer la “necesidad” de nuestras propias carencias (esto es lo que hace la “religión”), sino potenciar la “generosidad” para resolver las carencias de los demás (esto es lo que nos aporta el “Evangelio”).

Aquí es fundamental – incluso enteramente necesario – hacer una distinción clave. Hay dos formas de hacer teología y, por eso, hay “dos modelos de teología”: 1) La “Teología especulativa”, que se elabora a partir de “teorías”, que se basan en el pensamiento escolástico (con su “mortificante dependencia del pensamiento de Aristóteles”, según la acertada fórmula de Lyndal Roper) o tienen sus raíces en el pensamiento estoico (Pitágoras y Empédocles) (E. R. Dodds), en cuanto se refiere a la moral. 2)  La “Teología narrativa”, que se construye mediante relatos tomados de la vida diaria. El ejemplo más patente (de esta teología) lo tenemos en los evangelios. Se trata, en este caso, de narraciones en las que lo determinante no es la “historicidad”, sino la “significatividad”. En el caso concreto del Evangelio, ¿qué nos dicen esos relatos para nuestra forma de vivir, para ser fieles al “seguimiento de Jesús”?

Con toda razón y precisión, J. B. Metz escribió: “La teología no es hoy teología de profesores, no se identifica con la teología de oficio. Con mayor razón, pues, no debe la teología histórico-vital encerrarse en los esquemas de expresión de un lenguaje científico exacto y reglamentado…. De ahí que deba evitar a toda costa someterse incondicionalmente al vocabulario de la exactitud. Precisamente la teología no es – ni ha sido nunca – una ciencia natural de lo divino” (La Fe, en la Historia y en la Sociedad, p. 230).

En esta dirección tiene que girar la teología, la liturgia y el gobierno de la Iglesia. Como nos lo está indicando sabiamente el Papa Francisco. Yo sé que darle este giro a la vida no es posible, si nos atenemos a lo que da de sí la condición humana. Por eso me parece tan genial la fórmula que nos dejó I. Kant: “La praxis ha de ser tal que no se pueda pensar que no existe un más allá” (en Gesammelte Schriften, VII, p. 40). Sólo si tomamos en serio y aceptamos de verdad que Jesús de Nazaret fue (y es) un hombre en el que vemos a Dios” (Jn 1, 18; 14, 9-10; Mt 11, 27; Fp 2, 6-11; Col 1, 15; Heb 1, 2), es decir, solamente cuando sabemos y aceptamos que el Dios Trascendente se hizo presente en nuestra inmanencia mediante la vida, la forma de vivir y actuar, de Jesús de Nazaret, sólo así y en eso encontramos a Dios.

Ahora bien, lo que encontramos en el Evangelio es que la forma de vivir y de actuar de Jesús fue una vida marcada por una profunda espiritualidad (su oración frecuente y prolongada) y una constante preocupación por el sufrimiento humano.

Por eso Jesús no quiso templo. No quiso sacerdotes. No quiso rituales. No quiso ceremonias sagradas. No quiso obediencia y sometimiento de nadie a él. No mencionó para nada la división y la diferencia entre lo sagrado y lo profano. No habló nunca de orden (“ordo”) ni de ordenación. Intencionadamente curó a los enfermos cuando la religión prohibía curarlos. Rechazó con firmeza la observancia de rituales religiosos (Mc 7). Andaba frecuentemente con “malas compañías” (los pecadores, los samaritanos, los recaudadores de impuestos…). Nunca denunció las conductas criminales de los políticos (ni a Herodes, cuando degolló a Juan Bautista, ni a Pilatos cuando asesinó a los galileos que ofrecían sacrificios en el templo). Puso sus preferencias en los débiles, niños, mujeres, extranjeros…. La fe en Jesús fue un hecho solamente para el excomulgado por la religión: el ciego de nacimiento (Jn 9).

Conclusión: los cristianos tenemos una “religión” que cada día interesa menos. Porque cada día cobra más fuerza el rechazo al “poder vertical” (Peter Sloterdijk, Has de cambiar de vida, p. 151-153) y al “poder opresor” (Byung-Chul Han, Psicopolítica, p. 27-30). Lo que motiva a la mayoría de la gente es el “poder participativo” y el “poder seductor”. Si algo destacan los evangelios, es el poder seductor que mostró Jesús. No para hacerse él importante y famoso. Jesús fue así y se comportó así, para remediar el sufrimiento humano. Y mediante ese remediar el sufrimiento, así revelar lo que nosotros podemos saber de Dios; y cómo podemos relacionarnos con Dios: “Lo que hicisteis con uno de uno de estos hermanos míos tan insignificantes lo hicisteis conmigo” (Mt 25, 40). Jesús no prescinde de la religión, sino que desplaza la religión: la arranca de “lo sagrado” y la pone en el centro de “lo profano”, “lo laico”, “lo más plenamente humano”.

Lutero dijo: “El hombre es incapaz por naturaleza de querer que Dios sea Dios. Quiere ser Dios él mismo, no desea que Dios sea Dios” (Luther’s Works 31, 10; Martin Luthers Werke 1, 17, 225). Lo que hace el Evangelio es “dejar a Dios ser Dios, en cada ser humano”.

Para saber más acerca del libro, pincha aquí:

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“Profesión y vocación”, por José Mª Castillo

Jueves, 7 de marzo de 2019
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índiceDe su blog Teología sin Censura:

Como es bien sabido, en su clásico estudio sobre “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, Max Weber explicó con claridad cómo y por qué la palabra alemana “profesión” (“Beruf”) tiene un importante matiz religioso, en cuanto que nos lleva a la idea de “una misión impuesta por Dios”. O sea, según la mentalidad de Lutero, el más noble contenido de la propia conducta moral consiste en sentir como un deber el cumplimiento (lo más perfecto posible) de la tarea que entraña nuestra tarea profesional en el mundo. En otras palabras, la vocación que Dios le impone a cada cual, en esta vida, consiste en que se comporte como un buen profesional en su trabajo.

Ahora bien, supuesto lo que acabo de indicar, no hay que ser un lince para darse cuenta de que este planteamiento de la ética protestante ha sido más decisivo de lo que imaginamos en el desigual desarrollo económico de Europa. Los datos son bien conocidos. Mientras que los países del Norte de Europa, más influenciados por la “ética protestante”, son países más ricos y más desarrollados, los países del Sur, desde Turquía a Portugal, son más pobres y soportan economías más desiguales y atrasadas.

Sin duda, en la desigualdad que acabo de apuntar, son determinantes otros factores que no viene al caso estar aquí desentrañando. De este asunto se vienen ocupando sociólogos y economistas desde hace más de medio siglo (cf. J. Matthes…). En todo caso – si nos limitamos a lo que ocurre en Europa – es un hecho que, por lo general, los países de mayoría protestante han alcanzado un nivel y un equilibrio económico del que carecemos en los países en los que predomina una religiosidad más tradicional.

Así pues, es indudable que existe una relación profunda y determinante entre “profesión” y “vocación”. No es lo mismo llevar el trabajo y la profesión como una carga pesada para ganarse la vida, que ver en la propia profesión la tarea a la que Dios me llama y en la que veo el destino trascendente de mi vida. En este caso, la tarea profesional se funde con el sentido más profundo de la existencia humana y genera un etilo de sociedad y de convivencia que no se queda encerrada en los templos, sino que está presente (consciente o inconscientemente) en la familia, en el trabajo, en la gestión política, en la vida entera.

Esto supuesto – y tal como se han puesto las cosas en todo cuanto se refiere a la religión – dada la creciente escasez de sacerdotes, ¿no podemos decir que se acerca el momento en el que lo más razonable sería darle un giro nuevo a la organización y gestión de la Iglesia? Quiero decir: ¿no es ya hora de pensar en serio que, en la Iglesia, clérigos y laicos tenemos todos que pensar y vivir nuestra pertenencia a la Iglesia de otra manera?

Quiero decir lo siguiente: cuando Jesús llamó a los primeros apóstoles, no fundó un “oficio”, una “profesión, una “carrera” en la que la “vocación” era una “profesión” para ganarse la vida. Aquellos hombres eran los responsables en las primeras comunidades. Pero no eran funcionarios profesionales. San Pablo vivía de su trabajo, que era duro y le dejaba huella en las manos (Hech 20, 33-34). Y los pescadores a los que llamó Jesús, siguieron pescando y bregando noches enteras, como lo habían hecho toda su vida (Jn 21, 1-10). Incluso sabemos que, en el movimiento cristiano primitivo, encontramos muchas mujeres que fueron muy activas en todos los ministerios y responsabilidades eclesiales (R. Aguirre).

Es evidente, por tanto, que la “profesión” y la “vocación” se fundían, en la Iglesia naciente, en su actividad, sus reuniones, su apostolado. Y conste que este estado de cosas es el original y el que duró hasta el siglo tercero. No es una cuestión de fe que la Iglesia tenga que seguir siendo gestionada, dirigida y sometida sólo al “clero”. Ni el “clero” tiene por qué seguir siendo una “profesión” que acumula poderes y privilegios. La Iglesia es la comunidad de los “seguidores de Jesús”, que puede y debe organizarse y gestionarse en fidelidad al Evangelio, no en sometimiento a un clero que acumula poderes, dignidades y dinero.

La Iglesia somos todos. Y en todos los creyentes en Jesús, “profesión” y “vocación” se funden en una tarea que es común a todos, en comunión con los Apóstoles y sus sucesores, presididos por el Papa. ¿No tendrían que tener todo esto muy en cuenta los presidentes de las Conferencias Episcopales ahora, cuando se reúnen con el Obispo de Roma, para limpiar y renovar esta Iglesia a la que tanto debemos por tantos motivos?

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“Un Jesús en mallas en el lago de los cisnes”, por Carlos Osma.

Lunes, 25 de febrero de 2019
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5078F331-360E-47BE-99C0-13DD1D75CAEADe su blog Homoprotestantes:

Hay veces que uno se cansa de escuchar noche y día tantos lamentos, tantos discursos cargados de miedo y de verdades basadas en fantasmas divinos. Y es que uno llega a pensar que el enorme ruido que nos envuelve, y que supuestamente crea la naturaleza para acabar con todos nosotros, no permite pensar a nadie con claridad. Estamos a merced del vaivén de los discursos de odio, a un tris de ser derribados por huracanes de ignorancia, a medio camino entre el desierto y una llanura fértil. Justo en ese momento de la existencia en el que todo parece más oscuro que nunca, y aunque sabemos que no falta mucho para que llegue el amanecer, a nuestro alrededor nadie cree que vayamos a sobrevivir para contarlo. ¿Dónde estás maestro?

Las barcas abarrotadas de discípulas y discípulos como dios manda no parecen ser el lugar más seguro para nosotras, allí el mensaje del evangelio de Jesús no lo encontramos por ningún lado. Así que si nos quedamos donde estamos, al final acabaremos por confundir la buena noticia con un grito de desesperación, de miedo, de temor. Terminaremos por creer que la salvación ha huido lejos de nuestro alcance, más allá de las montañas donde colocamos nuestros dioses, más allá de nuestro día a día, de nuestra realidad, de nuestro mundo, de nuestros deseos y nuestra manera de comprendernos. Más pronto que tarde, si nos quedamos quietas, nos descubriremos siendo arrastrados de aquí para allá por la ignorancia, por la falta de empatía, por la LGTBIQfóbia, por la más absoluta incapacidad crítica, por el sensacionalismo, por el populismo, por el odio y los egos desbordados. Por la convicción demoníaca de que es mejor no dejar espacio en la barca a los diferentes. Y en medio de una tormenta como esta, incluso si se nos apareciese Jesús mismo, será difícil no acabar confundiéndole con un espejismo, con un fantasma, y ponernos después a gritar todavía con más insistencia que necesitamos que alguien venga desde el cielo a salvarnos. ¿Dónde estás maestro?

Estamos decididos a salir de este bucle, de este círculo de muerte que no nos aporta nada más que falsedad, negación y desconfianza. Así que agudizamos nuestro oído todo lo posible para escuchar otras voces que estén fuera de la barca del temor y la desesperación. Y serán nuestras ganas, pero hemos escuchado un claro “ven” que no suena a amenaza, ni a condena, sino que es una llamada sencilla que invita a la apertura, a lo imposible e imprevisible, a hacer cosas extrañas, diferentes, divertidas; cosas necesarias que cambien el mudo y lo dignifiquen. Así que sin duda es la voz del maestro. Quienes nos acompañan, sacan su fe de toda la vida para decirnos que nos hemos vuelto locas, que lo que escuchamos es únicamente el silbido del huracán de nuestros propios deseos que acabarán por destruirnos; pero seguimos escuchando “ven”. Y como la fe de ir tirando, esa que a veces parece evaporarse por encima de lo lógico y lo biológico, se parece tan poco a la fe de toda la vida; nos armamos de valentía y nos ponemos de pie en el borde de la barca. Y al ponernos de puntillas, como si fuéramos la princesa Odette en El lago de los cisnes, escuchamos de nuevo ese “ven”, un “ven” definitivo, que no sabemos si volverá a repetirse, que podemos dejar pasar si tenemos miedo, o al que podemos responder, aunque el vértigo nos haga temblar.  ¿Dónde estás maestro?

Y hacemos un entrechat[1] que nos lleve de la barca hasta el mar, y al ver que no nos hundimos, sentimos que tenemos fe, que vamos a lograr todo lo que deseamos, que dejamos atrás a quienes nos limitaban con sus lamentos y soñaban con una barca en la que solo había lugar para ellos. Realizamos después un cabriolé[2] de noventa grados con las piernas bien extendidas en el aire y volvemos a caer sobre el mar para ver, ahora sí claramente, que quien está delante nuestro es Jesús, nuestro maestro, que lleva unas ajustadísimas mallas. No estamos solas, él nos acompaña, y la emoción nos invade de tal forma que queremos bailar con él y hacer un pax de deux[3], pero saltándonos los pasos previos y haciendo directamente la coda. Justo entonces nos percatamos de que las fuerzas que pretenden hundirnos no tienen su origen en la barca, y que no es únicamente ella quien las padece. Y hacemos un Fouetté en Tournant[4], un giro espectacular, pero nuestra mirada ahora está puesta en la oscuridad y nuestro cuerpo nota que lo golpea un huracán de odio que quiere que el mar del olvido lo trague para siempre. El último paso que intentamos es un balancé[5], porque notamos que el agua ya nos llega hasta la cintura: tenemos miedo. Y entonces gritamos y nos desesperamos como aquellos con los que compartíamos aquella barca tan pequeña. Al final no somos tan distintos, la falta de fe es la razón de nuestra desesperación también, y hemos acabado por creernos que es imposible bailar sobre el mar con Jesús. ¿Dónde estás maestro?

“¡Hombre de poca fe! ,¿por qué dudaste?” Nos dice Jesús mientras extiende su mano y nos sostiene para que el mar embravecido no nos trague. Sería estúpido explicarle todas las experiencias vividas que han acabado por dejar nuestra fe tal y como se la ha encontrado, suerte tenemos de que no se haya esfumado en alguna de las hogueras donde han intentado quemarnos en más de una ocasión. Pero justo cuando su mano está impidiendo que nos ahoguemos, no es el mejor momento para decirle todas estas cosas. Así que nos callamos que dudamos porque pensábamos que no estaba, porque no le percibíamos por ningún lado y porque nos sentíamos solas. Nos lo callamos, pero sabiendo que nos ha leído la mente, y que nos mira de reojo mientras nos lleva hasta la barca donde nos espera toda esa gente con una fe de toda la vida que antes no paraba de gritar y temblar de miedo. Esa gente que prefería el negro de la noche y el blanco de la espuma de las olas que rompían en sus caras, antes que los colores del arcoíris que recorren nuestro cuerpo. Volver a la barca, ¿estás seguro maestro?

Y nos lleva hasta allí, pero no estamos en el mismo sitio, es como si hubiera hecho una nueva barca que avanza firme hacia la ribera donde la vida es abundante. No es la misma barca, no. Si lo fuera, preferiríamos lanzarnos otra vez solas al mar y jugarnos la vida para llegar a tierra firme, antes que la fe de toda la vida se dispusiera a acabar con la nuestra. Pero en esta barca humilde, tosca, que no sabemos si aguantará la próxima ola, ya no hay miedo. La naturaleza no lo determina todo, no hay condenas, y la fe se alimenta también de la diversidad. En ella, uno se siente parte, se atreve incluso a coger un extremo de la red para lanzarla con el resto de discípulos al mar. En esta barca, uno es consciente de que está el maestro. Ya no importa el viento, ni las olas, ya no hay lugar para el miedo, sino para quienes quieran ponerse de rodillas y reconocer que ese Jesús en mallas, que nos acompaña a todas y baila tan bien El lago de los cisnes, verdaderamente es el Hijo de Dios.

Carlos Osma

Notas:

[1] Salto de ballet donde se despega con un pie al frente y se van cruzando las piernas en el aire.

[2] Un paso del allegro en el cual las piernas extendidas se baten en el aire.

[3] Gran danza para dos. Como regla general el grand pas de deux se realiza en cinco partes: entrada (entrée), adage, variación para el bailarín, variación para la bailarina, y la coda, en el cual ambos bailarines bailan juntos.

[4] Espectacular giro donde el pie de trabajo es estirado y recogido durante las vueltas.

[5] Paso oscilante, una alternación de equilibrio, cambiando el peso de un pie al otro.

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Remar en la noche…

Domingo, 10 de febrero de 2019
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Habrá siempre que remar por la noche
contra las olas y el viento…

¡Pero por qué te asustas siempre!
¿Te toca a ti remediarlo?

¿ Por qué, infeliz,
no pides auxilio?
¿A qué esperas para hacerlo?

Tentación siempre recurrente
de bajar los brazos,
en lugar de gritar tu desconcierto …

¡No porque estés en la oscuridad
estás obligado a rechazar la luz!

No te aferres a nada, se entiende,
pero no olvides la Corriente que te lleva!

Grano de polvo en el espacio infinito,
no olvides sin embargo
de qué Cuerpo eres sólo una parte ínfima…

Que tu mirada interior
permanezca vuelta, pase lo que pase,
hacia él, más allá de tus miedos, de tu cansancio
y de tus pensamientos débiles…

Porque es de Él, y sin cesar,
De quien tienes que recibir todo…
*
Philippe,
hermano de la Communion Béthanie.
***

indios

 

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.

Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

– “Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.”

Simón contestó:

“Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.”

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:

– “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.”

Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón:

“No temas; desde ahora serás pescador de hombres.”

Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

*

Lucas 5, 1-11

***

El encuentro con Dios me hace entrever continuamente nuevos espacios de amor y no me hace pensar lo más mínimo en haber hecho bastante, porque el amor me impulsa y me hace entrar en la ecología de Dios, donde el sufrimiento del mundo se convierte en mi alforja de peregrino. En esta alforja hay un deseo continuo: «Señor, si quieres, envíame. Aquí estoy, dispuesto a liberar al hermano, a calmar su hambre, a socorrerle. Si quieres, envíame».

En un mundo tan poco humano, donde la gente llora por las guerras, por el hambre, el encuentro con Dios nos transforma, nos hace tener impresos en el rostro los rasgos de Dios, nos hace tener en el rostro el amor que hemos encontrado, junto con un poco de tristeza por no ver realizado este amor. Yo he encontrado al Señor, pero he encontrado asimismo nuestras miserias y, ante las más grandes injusticias – y muchas de ellas las he visto de manera directa-, nunca he podido ni he querido decir: «Dios, no eres Padre». Sólo me he visto obligado a decir justamente: «Hombre, hombre, no eres hermano». Y he vuelto a prometer a mi corazón el deseo de llegar a ser yo más fraterno, más hombre de Dios, más santo, a fin de propagar más el amor concreto que nos lleva a socorrer a los hambrientos, a las víctimas de la violencia, a los que no conocen ni siquiera sus derechos, a los que ya no se preguntan de dónde vienen ni a dónde se dirigen.

Es preciso vivir el carácter cotidiano del encuentro con él, cambiando nosotros mismos. He visto realizarse muchos sueños inesperados. Pero el acontecimiento más extraordinario, que todavía me sorprende, empezó cuando niños, jóvenes, personas de todas las edades, me eligieron como padre, como consejero y como cabeza de cordada. No me esperaba precisamente esto, y cada vez que un alma, un corazón, se confía a mí para que le aconseje, dentro de mí caigo de rodillas y me repito: «¿Quién soy yo, quién soy yo para ser digno de guiar a personas más buenas que yo? No, no soy digno, pero, Señor, por tu Palabra, también yo “me volveré red” para tu pesca milagrosa»

*

E. Olivero,
Amar con el corazón de Dios,
Turín 1993, pp. 7-9.

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“La fuerza del Evangelio”. 5 Tiempo ordinario – C (Lucas 5,1-11)

Domingo, 10 de febrero de 2019
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2f847-pesca_milagrosa_2bEl episodio de una pesca sorprendente e inesperada en el lago de Galilea ha sido redactado por el evangelista. Lucas para infundir aliento a la Iglesia cuando experimenta que todos sus esfuerzos por comunicar su mensaje fracasan. Lo que se nos dice es muy claro: hemos de poner nuestra esperanza en la fuerza y el atractivo del Evangelio.

El relato comienza con una escena insólita. Jesús está de pie a orillas del lago, y la gente se va agolpando a su alrededor para oír la Palabra de Dios. No vienen movidos por la curiosidad. No se acercan para ver prodigios. Solo quieren escuchar de Jesús la Palabra de Dios.

No es sábado. No están congregados en la cercana sinagoga de Cafarnaún para oír las lecturas que se leen a al pueblo a lo largo del año. No han subido a Jerusalén a escuchar a los sacerdotes del Templo. Lo que les atrae tanto es el Evangelio del Profeta Jesús, rechazado por los vecinos de Nazaret.

También la escena de la pesca es insólita. Cuando de noche, en el tiempo más favorable para pescar, Pedro y sus compañeros trabajan por su cuenta, no obtienen resultado alguno. Cuando, ya de día, echan las redes confiando solo en la palabra de Jesús que orienta su trabajo, se produce una pesca abundante, en contra de todas sus expectativas.

En el trasfondo de los datos que hacen cada vez más patente la crisis del cristianismo entre nosotros, hay un hecho innegable: la Iglesia está perdiendo de manera imparable el poder de atracción y la credibilidad que tenía hace solo unos años. No hemos de engañarnos.

Los cristianos venimos experimentando que nuestra capacidad para transmitir la fe a las nuevas generaciones es cada vez menor. No han faltado esfuerzos e iniciativas. Pero, al parecer, no se trata solo ni primordialmente de inventar nuevas estrategias.

Ha llegado el momento de recordar que en el Evangelio de Jesús hay una fuerza de atracción que no hay en nosotros. Esta es la pregunta más decisiva: ¿Seguimos «haciendo cosas» desde una Iglesia que va perdiendo atractivo y credibilidad, o ponemos todas nuestras energías en recuperar el Evangelio como la única fuerza capaz de engendrar fe en los hombres y mujeres de hoy?

¿No hemos de poner el Evangelio en el primer plano de todo? Lo más importante en estos momentos críticos no son las doctrinas elaboradas a lo largo de los siglos, sino la vida y la persona de Jesús. Lo decisivo no es que la gente venga a tomar parte en nuestras cosas sino que puedan entrar en contacto con él. La fe cristiana solo se despierta cuando las personas se encuentran con testigos que irradian el fuego de Jesús.

José Antonio Pagola

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“Dejándolo todo, le siguieron”. Domingo 10 de febrero de 2019. Domingo 5º Ordinario.

Domingo, 10 de febrero de 2019
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13-ordinario5 (C) cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 6, 1-2a. 3-8: Aquí estoy, mándame.
Salmo responsorial: 137: Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
1Corintios 15, 1-11: Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.
Lucas 5, 1-11: Dejándolo todo, lo siguieron.

El autor de la primera lectura ubica la escena en un tiempo concreto, año 740 a.C. que corresponde a la muerte del rey Osías (740 a.C). El relato se divide en dos partes: la visión (vv. 1-4) y la reacción del profeta (vv. 5-8). Una tercera parte, que ha sido excluida en nuestro texto litúrgico (vv. 9-13), cuenta la misión que recibe el profeta. Realmente todo el capítulo 13 forma una unidad literaria. Por su similitud con los relatos de vocación de Jeremías y Ezequiel, que tienen estas mismas tres partes, algunos consideran este relato como de vocación. Sin embargo, el contenido nos lleva a pensar en un relato de misión.

La escena comienza a desarrollarse probablemente en el templo de Jerusalén, donde el profeta recibe la visión de una liturgia celeste. El profeta ve a Yahvé con los rasgos de un rey, ejerciendo su poder. También sobresale un lenguaje de plenitud expresado en frases como “el ruedo de su manto llenaba el templo”, “su gloria llena la tierra toda”… Los serafines (serafín = ardiente), seres alados de fuego, que no son todavía los ángeles de la tradición posterior, están por encima del rey, en actitud de servicio. Los serafines entonan el canto del «santo, santo, santo». La santidad de Dios se hace visible a través de su gloria, y la gloria de Dios se manifiesta a través de sus obras en la creación y de sus acciones liberadoras a favor de su pueblo.

En los vv. 5-7 se nos muestra la reacción de Isaías ante la visión, poniendo el acento en la impureza de sus labios y los de su pueblo. Se siente perdido por que tal vez no habló en el momento que lo debía hacer, esto lo hace impuro e incapacitado para ejercer su vocación de hablar en le nombre de Yahvé. La exclamación angustiosa que expresa conversión es atendida con un serafín quien a través de un carbón encendido toca su boca para que le sean perdonados sus pecados. Isaías entonces está habilitado de nuevo como profeta, no sólo para hablar sino para escuchar la voz de Dios que busca un profeta. Pasando de la angustia del pecado a la seguridad de estar acreditado para hacer de profeta, responde de inmediato “aquí me tienes”, manifestando así su disponibilidad y pertenencia absoluta a la voluntad del Señor.

Todo el capítulo 15 de 1 Corintios tiene como eje temático la resurrección de Jesucristo, puesta en duda en el v.12: “¿cómo dice alguno que no hay resurrección de los muertos?”. Al comenzar el capítulo Pablo recuerda la Buena Nueva como el mejor regalo entregado a la comunidad de Corinto, regalo que fue recibido y mantenido con fidelidad a las palabras anunciadas. Aparece claro que el elemento común a los cristianos de todos los pueblos, culturas y tradiciones es la palabra de Dios. El contenido de la Buena Nueva lo describe Pablo citando un fragmento del primer credo cristiano que tiene como protagonista a Cristo, como testimonio de solidaridad, su muerte por nuestros pecados, como punto de referencia, las Escrituras, como respuesta solidaria humana, su sepultura, como intervención directa de Dios, su resurrección, como testigos de la resurrección, a todos los que se les apareció. El Dios de la Vida y la vida de nuestro pueblo es la razón de ser de toda vocación cristiana, que es vocación a defender y acrecentar la vida. «Para que tengan Vida y Vida en abundancia».

En el evangelio de hoy nos encontramos con un diálogo entre Jesús y Pedro, sencillo y profundo a la vez, diálogo que podríamos hacer nuestro en medio de las aguas tempestuosas de este mundo mientras nos esforzamos en nadar contra corriente. Pedro, por el oficio, era el experto en lugares y horas precisas para pescar. Sabía que en la noche y con las aguas tranquilas se pesca mejor, eso había estado haciendo toda la noche ¡y no habían cogido ni un pececito! Pero llega Jesús que sin ser pescador le dice sencillamente, que eche las redes para pescar…

Pedro, el experto, pudo haber dicho que no, que no era ni la hora ni el lugar para pescar y todo hubiera quedado ahí. Pero no, calla su experiencia y sabiduría (“hemos pasado toda la noche bregando”); reconoce su fracaso y desilusión (“no hemos cogido nada”), y “en nombre de Jesús echa las redes”. Y ya conocemos el final del relato: ¡una pesca maravillosa! Cuando Jesús le pide a Pedro que “reme mar adentro” lo está invitando a una aventura que lo lleva más allá de las playas cotidianas en busca de un horizonte mucho más amplio. Y Pedro cree en la palabra de Jesús.

Éste es el verdadero milagro: creer cuando todo parece ilógico. La abundante pesca y las redes llenas de peces son sólo la consecuencia de la fe. Todos los relatos de milagros en el evangelio comienzan con la fe o la suscitan, es la condición para ver la acción de Jesús. Cuando no la hay, Jesús simplemente se va a la otra orilla como veremos en las próximas semanas. Si creemos en Jesús entonces se realiza el milagro!

Claro, la cosa no es tan sencilla, se necesita una fe muy grande dada por Dios. Pidamos esa fe para que igual que Pedro, creamos en Jesús, obedezcamos su palabra, rememos mar adentro y echemos las redes para pescar, entonces, veremos otro milagro en nuestras vidas y en nuestra comunidad.

Y es que ser discípulos de Jesús exige confiar en su palabra. La misión a la que Jesús nos quiere enviar es osada y, hoy por hoy, con pocas probabilidades de éxito. Jesús quiere contar con nosotros y nosotras para el proyecto de Reino. Jesús convoca a los Apóstoles para que sean pescadores de personas, por eso toda vocación exige “remar mar adentro” para abandonar las seguridades de la orilla, tener un horizonte ilimitado asumir responsabilidades y meterse en una gran obra: el servicio al Reinado de Dios, es decir, una utopía de la que serán beneficiaros todos los hombres y mujeres del mundo.

Sin que desmerezca el oficio de los pescadores, lo que le propone Jesús a Pedro es una superación en el oficio que hasta ahora había desempeñado: pescar hombres y mujeres para el Reino es una empresa más noble y difícil que pescar peces, es algo más milagroso que la pesca que acaban de hacer.

Pero algunos llamados a esta nueva labor son también invitados a “dejarlo todo” para seguir a Cristo. Los necesita dedicados a tiempo completo, dedicándole a esta “misión” todas las fuerzas. Pescar hombres y mujeres para el Reino exige renunciar a todo lo demás y asumir a Jesús como única posesión. La misión a la que se llama exige desprenderse por completo, para apegarse totalmente a Jesús. En el relato de hoy se van con Jesús, que vale mucho más que las dos barcas llenas de pescados que les acaba de regalar. Dejan esa abundante pesca que los había admirado tanto porque comprenden que la vocación compromete al ser humano en un trabajo que está por encima de los trabajos humanos ordinarios. La vocación–misión es una invitación a colaborarle a Dios, un trabajo milagroso. Oremos hoy por aquellos que dejándolo todo se han ido tras el Señor. Leer más…

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10.2.19. Arriésgate, Pedro. Duc in Altum: navega mar adentro, hora de pesca.

Domingo, 10 de febrero de 2019
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F4156AA7-8AF7-47EC-99B5-6DA059531F8CDel blog de Xabier Pikaza:

Simón y sus compañeros vuelven de haber trabajado la noche entera sin haber conseguido nada. Pero Jesús les espera en la orilla y les pide que vuelvan, que inicien la tarea mar adentro, en lugares que no habían explorado todavía. Las palabras de Jesús a Simón y a sus compañeros son significativas:

En griego epanagage eis to bathos, que significa avanzar (navegar) más al interior (en zona más profunda).

La traducción latina dice: Duc in altum: lleva el barco a más hondura-profundidad-altura. Esa palabra ha hecho fortuna y se utiliza como signo de llamada vocacional, que debería ser arriesgada.

La traducción castellana “rema mar adentro” pone de relieve el esfuerzo personal de los pescadores que se supone que “reman” (en teoría podían navegar a vela).

505A35B4-4D94-46EA-AEFA-743E35305207Sea como fuere, Simón y sus compañeros han de ser unos “tipos” arriesgados, incluso aventados por creer en Jesús y realizar su tarea. Jesús les pide un esfuerzo nuevo, les lleva a nuevos mares, y ellos asumen la tarea, y lo hacen a cuerpo, sin intermediarios.

Eran en el fondo unos hombre “aventados” (con el soplo del buen Espíritu)… como deberían hacer el Papa y sus compañeros en la actualidad. Así le digo a Pedro/Papa: Arriésgate ya.
(Y con este deseo… un buen domingo a todos).

Texto: Lucas 5, 1-11

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.”Simón contestó: “Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.”

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.”

Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres.”Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Situar el texto:

0619014B-0DFB-45E8-93BD-6BAC67ED9861Este pasaje tiene un fondo histórico, pero refleja toda la historia del cristianismo primitivo, desde la perspectiva de Pedro y a sus primeros compañeros. Éstos son algunos datos de su historia:

1. Se llamaba Simón (nombre hebreo-arameo, pero helenizado)… y era de Betsaida, de oficio pescador, casado en Cafarnaúm (y viviendo posiblemente en la casa de la madre de su mujer). Tenía un fondo laboral y familiar claro, lo mismo que su hermano Andrés. Debía ser hombre de cierto carácter.

2. Había sido discípulo de Juan Bautista (Jn 1, 36-42) donde Jesús le encontró probablemente, y le atrajo para su misión de Reino. Eso significa que era un tipo entrenado en cuestiones de “espíritu”. Conocía otras espiritualidades (la de los bautista…) y se convirtió a Jesús… en un camino de conversiones que siguió a lo largo de su vida.

3. El Evangelio de Marcos (Mc 1, 16-42) ha recreado la llamada de Pedro (Simón) y de sus tres compañeros (Andrés y los zebedeos) en forma “ideal”, en un contexto de pesca y playa. Es posible que esa recreación tenga un fondo histórico. Pedro y sus compañeros siguieron de algún modo pescando durante el tiempo del mensaje de Jesús… Jesús les conoció también en la playa, y ellos le enseñaron tareas de pesca.

4. Jesús llamó a Simón de un modo especial y le apellidó Pedro (Roca…), quizá de un modo irónico… confiándole una tarea especial… Pero Pedro negó a Jesús… en el momento de su detención. Tenía, sin duda, iniciativas y propuestas, quiso el poder (cf. Mc 8), no le parecían buenas algunas ideas de Jesús, que llegó a llamarle “Satanás”, aunque le conservó a sulado.

5. Pedro creyó en Jesús tras su crucifixión e inició (con las mujeres y con otros discípulos) el camino de la Iglesia, ofreciendo el mensaje en especial a los judíos. Así le va Pablo, que mantiene con él una relación tirante pero de reconocimiento mutuo. Era un tipo convencido de Jesús, pero tuvo que irse convirtiendo en una historia larga de encuentros y desencuentros con Pablo (y con Santiago, el hermano de Jesús). No tuvo miedo a equivocarse, y por eso terminó acertando, y marchando a Roma con el estandarte de Jesús, donde le mataron los “buenos” romanos.

6. Pedro asumió la misión a los gentiles…, aunque con ciertos matices distintos de los de Pablo, por lo que tuvieron diferencias, que aparecen reflejadas en Gal 2 y Hch 15. Pero al fin asumió la tarea de Pablo, interpretando así el evangelio como misión universal, para lo que vino a Roma, que era un buen sitio entonces para ser universales. Lo que pasa es que después los papas se quedaron en Roma y si salen (ahora más, con aviones) no parece que se enteren de verdad de lo que hay por el mar profundo. Por eso Jesús les tiene que decir “duc in altum” (en Latín, que suena mejor).

Entender el texto

1. Lucas recoge y recrea en este pasaje una tradición previa… que está en el fondo de Mc 1, 16-20 (la llamada a los primeros discípulos, a los que Jesús hará pescadores de hombres…). Hay un fondo histórico, pero recreado por la tradición pascual, que reconoce a Pedro y a los zebedeos (tres) o a Padro-Andrés, con los zebedeos (cuatro) como los primeros testigos de Jesús, columnas de la Nueva Comunidad. En ese fondo se sitúa la imagen del mar y la barca, con la pesca cristiana.

2. Lucas reelabora aquí una tradición que ha sido recreada también por Jn 21 (pesca milagrosa, misión…). Hay muchos elementos comunes, pero la versión de Juan está mucho más enriquecida, como parábola total y conclusión del Evangelio: Los “pescadores” son siete (no tres…) y Pedro recibe una tarea especial de “pastorear” a las ovejas de Jesús (al lado del Discípulo amado).

3. La novedad del texto de Lucas (y de Juan) está en el hecho de que Jesús (que es el Jesús pascual) pide a Pedro que vuelva a iniciar la faena, en un mar más profundo… más lejos de la costa. En un primer momento, Pedro y los suyos trabajaban cerca de la costa (entre judíos…); el Jesús pascual les pide que se arriesguen, que vayan más allá (que asuman en el fondo la tarea de Pablo, que es la misión de los gentiles). Sin este nuevo mandato de Jesús, y sin la “obediencia” de Pedro (que se pone en marcha, aunque tenga el riesgo de hundirse, como sabe Mt 14) no habría surgido la Iglesia (con Pablo sólo era difícil crear iglesia vinculada a la historia de Jesús).

4. Este Pedro el “aventado y arriesgado”, que va a pescar más lejos de la orilla, con sus compañeros, es el signo de la iglesia que se debe aventurar a romper los moldes hechos, la misión ya fijada… Es evidente que tiene el riesgo de fracasar y de hundirse (como en Mt 14), pero si se queda en la orilla donde no hay olas, ni lío… ha fracaso de antemano. Éste es el Pedro de la Iglesia que debe encontrar, en este mar-mundo del 2013, nueva “pecado” es un elemento esencial del cristianismo.

5. La tarea de este Pedro ha sido retomada de formas distintas por los evangelios (menos el de Marcos, que deja el tema sin resolver, dando casi la impresión de que Pedro no se había convertido todavía…). Mateo presenta a Jesús sacando del agua a Pedro, para que no se ahogue (Mt 14)… y confiándole después la tarea de “abrir” las puertas de la Iglesia fuera de Israel (Mt 16), apareciendo así como piedra de base de la nueva comunidad… Lucas presenta a Jesús orando por Pedro… para que pueda confortar a los hermanos (Lc 22, 32).

6. Pedro ha realizado una acción arriesgada, al servicio de la misión universal de la Iglesia, teniendo que enfrentarse para ello con los mismos discípulos de Jerusalén, que le critican de hereje y aventado (cf. Hch 10…). El buen Pedro tiene que defenderse apelando al Espíritu Santo…, pero queda ante los de Jerusalén como un hombre “peligroso”, que inicia misiones “imposibles”, fuera del cerco sagrado de la buena ley de Jesús… Éste es el fondo de nuestra escena: Por Mandato del Jesús Pascual… Pedro se arriesga a pesar mar adentro…

7. Los protestantes, en general, aceptan la misión de Pedro y le veneran como gran apóstol, junto a Pablo… Pero piensan que su misión no debe perpetuarse de manera personal en la Iglesia, a través de un papa de Roma. Por eso lo tienen más fácil: Pedro queda en el pasado, su tiempo terminó, le recordamos y agradecemos su misión… y basta. Hay algunos protestantes que se quedan con la versión de Marcos, suponiendo que Pedro lo hizo al fin mal, pero creo que su lectora no recoge la dinámica del evangelio.

8. Los católicos lo tenemos mucho más difícil, pues pensamos que la misión de Pedro continúa y está expresada, de algún modo, en el Papa y en sus compañeros… Aquí está nuestra paradoja: Los papas lleven siglos haciendo de “rémora”, impidiendo que la barca de la Iglesia se arriesgue de verdad, buscando nuevos mares… No me imagino a los últimos papas remangándose como Pedro para llevar la barca de la iglesia a nuevos mares: Duc in Altum. No me imagino al Papa echándose al agua (como Pedro en Jn 21…), ni escuchando de verdad la reprimenda de Jesús que le dice: ¡No me andes espiando al discípulo amado, que te he hecho pastor, no inquisidor!.

9. Los católicos tenemos más difícil… pues los últimos papas (desde hace siglos) se siguen quedando en la orilla de Roma, no ven las cosas que hay más allá… Administran, y lo hacen bien, pero no salen a pescar a nuevos mares… De manera que nadie les puede criticar como criticaron a Pedro los buenos cristianos de Jerusalén por haber aceptado en la Iglesia a un tipo raro, como el centurión de Cesarea. A pesar de ello seguimos (yo sigo) confiando en el verdadero Pedro, el aventado de Jesús, que se pone a pensar de nuevo allí donde había fracaso alto.

10. Habrá que recordarle a Pedro “duc in altum”… Arriésgate Pedro (arriesgaos los zebedeos…). Hay faena que hacer fuera de los mares tranquilos de vuestra Roma.

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Isaías y Pedro: Dos vocaciones muy distintas. Domingo 5º. Ciclo C.

Domingo, 10 de febrero de 2019
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VocacionesDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En la comunidad internacional en la que he vivido estos últimos meses hemos hablado a menudo del problema de las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. Con notables excepciones, como la India, en general se advierte un descenso alarmante. Las lecturas de hoy no resolverán el problema, pero animan a reflexionar sobre la vocación y a recordar una de las pocas órdenes que nos dio Jesús: “La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”.

* * *

Después del fracaso en Nazaret (que leímos el domingo pasado), Lucas presenta a Jesús predicando y haciendo milagros en Cafarnaúm e incluso más al sur, en las sinagogas de Judea. Pero la liturgia dominical no lee nada de esto (Lc 4,34-44), sino que pasa a la vocación de los primeros discípulos. Así titulan este episodio la mayoría de las Biblias, aunque el relato de Lucas podríamos titularlo, con más razón, “La vocación de Pedro”.

            A propósito de la visita de Jesús a Nazaret vimos que Lucas se basa en el evangelio de Marcos, pero lo modifica para enfocar el episodio de forma nueva. Hoy ocurre lo mismo con la vocación de los primeros discípulos. Para comprender el relato de Lucas conviene recordar el de Marcos.

El escueto relato de Marcos sobre la vocación de los primeros discípulos

Caminando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban las redes al lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo:

“Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres”.

Al punto, dejando las redes, le siguieron.

copo

Un trecho más adelante vio a Santiago de Zebedeo y a su hermano Juan, que arreglaban las redes en la barca. Inmediatamente los llamó. Y ellos dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron con él.

Vocación Santiago y Juan

            El relato no puede ser más breve. Parecen simples notas para ser desarrolladas por Marcos en su comunidad. Dos parejas de hermanos, un lago, unas redes, una barca, el padre de dos de ellos, unos jornaleros. En este ambiente tan sencillo y cotidiano, Jesús se encuentra por primera vez con estos cuatro muchachos, los llama, y ellos lo siguen dejándolo todo. Una reacción que desconcierta a cualquier lector atento.

La versión de Lucas

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara, un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

– «Remad mar adentro, y echada las redes para pescar

Simón contestó:

«Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:

– «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»

Pesca milagrosa

Y es que el asombro- se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón:

«No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»

Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Los tres cambios que introduce Lucas

  1. Pretende hacer más comprensible el seguimiento de los discípulos. No es la primera vez que se encuentran con Jesús. Él ya ha estado antes en Cafarnaúm, incluso ha comido en casa de Simón y ha curado a su suegra. Luego ha seguido su vida de predicador itinerante y solitario, pero, cuando vuelve a Cafarnaúm, no es un desconocido. Es un maestro famoso y la gente se agolpa para escucharle. El lector no se extraña de que lo sigan.
  2. Centra su atención en Pedro, no en los cuatro discípulos, hasta el punto de que ni siquiera nombra a su hermano Andrés. Jesús sube a la barca de Simón, le pide que se aleje un poco de tierra; con él dialoga después de hablar a la multitud, ordenándole adentrarse en el lago y echar las redes; y Simón Pedro es el único que reacciona arrojándose a los pies de Jesús y reconociéndose pecador. Aunque luego se menciona a Santiago y Juan, que también seguirán a Jesús, las palabras finales y decisivas las dirige Jesús solo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”.
  3. Subraya la importancia de Jesús. No se limita a pasear por el lago (como cuenta Marcos) sino que está predicando a la gente, que se agolpa a su alrededor hasta el punto de necesitar subirse a una barca. Luego, Simón le da el título de “Maestro” y le obedece, volviendo a pescar, aunque parece absurdo. Finalmente, Simón cae de rodillas y lo reconoce como un personaje santo, no un pobre pecador como él. La vocación de los discípulos supone un mayor conocimiento de Jesús.

¿Qué pretende decirnos Lucas con estos cambios?

            La finalidad del primero es clara: hacer más comprensible el seguimiento de los discípulos.

            El segundo pone de relieve la figura de Pedro. Lo mismo hace Lucas al final de su evangelio, cuando pone en boca de los discípulos estas palabras: “Realmente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón” (Lc 24,34). Simón protagonista al comienzo y al final del evangelio de Lucas. Es posible que algunos cristianos, basándose en el duro ataque de Pablo a Pedro en Antioquía (contado en la carta a los Gálatas), pusiesen en discusión su autoridad, y Lucas quisiera ponerla a salvo.

            El tercero nos recuerda que cualquier vocación sirve para conocer mejor a Jesús. El relato de Marcos dice que Jesús no es un francotirador cuya obra desaparecerá con su muerte; quiere y busca colaboradores que continúen su misión. Lucas añade el aspecto de la enseñanza y la autoridad. Pero sugiere también algo mucho mayor: es un personaje santo, que provoca en Simón un sentimiento de indignidad. Para comprender este aspecto hay que recordar la vocación de Isaías, primera lectura de este domingo.

El relato de la vocación de Isaías (1ª lectura)

El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a él. Y se gritaban uno a otro, diciendo: “¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!” Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.

            Yo dije: “¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.

Vocación Isaías

            Y voló hacia mí uno de los serafines, con una ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: “Mira; esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.”

            Entonces, escuché la voz del Señor, que decía: “¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?”

            Contesté: “Aquí estoy, mándame.”

            Retrocedamos ocho siglos, al 739 a.C., año de la muerte del rey Ozías. En ese momento sitúa Isaías su vocación. Pero la cuenta de un modo muy distinto. En ese encuentro inicial con Dios lo que más le llama la atención es su majestad y soberanía, que destaca mediante tres contrastes. El primero con Ozías, muerto; del rey mortal se pasa al rey inmortal. El segundo, con los serafines, a los que describe detenidamente, mientras de Dios solo puede decir que “la orla de su manto llenaba el templo”. El tercero, con Isaías, que se siente impuro ante el Señor. Tenemos tres binomios que subrayan la soberanía de Dios (vida-muerte, invisibilidad-visibilidad, santidad-impureza). Todo esto, enmarcado en un terremoto que hace temblar los umbrales y llena de humo el templo.

            Basándose en la queja de Isaías (“soy un hombre de labios impuros”), un serafín purifica sus labios, como símbolo de la purificación de toda la persona. Por eso, la consecuencia final no es que Isaías ya tiene los labios puros, sino que “ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado”. Cuando Dios pregunte “¿A quién mandaré? ¿Quién irá de mi parte?”, Isaías podrá ofrecerse voluntariamente: “Aquí estoy, mándame”.

La vocación de Isaías y la vocación de Simón

            Lucas, gran conocedor del Antiguo Testamento, parece ofrecer en su relato de la vocación de Simón Pedro una relectura de la vocación de Isaías. Al menos es interesante advertir las diferencias.

            El escenario. La vocación de Isaías tiene lugar en el ámbito sagrado del templo, con Dios en un trono alto y excelso, rodeado de serafines. La de Pedro, en una barca dentro del lago, rodeado de los compañeros y jornaleros.

            La persona que llama. En el caso se Isaías se subraya la majestad y santidad de Dios. A Jesús se lo presenta inicialmente de forma muy humana, aunque capaz de congregar a una multitud y de convencer a Pedro para que vuelva a pescar. Solo después de la pesca advertirá Pedro que se encuentra ante un personaje excepcional.

            La reacción inicial del llamado. En ambos casos el protagonista se siente pecador. La reacción de Isaías es más trágica (“estoy perdido”) porque parte de la idea de que nadie puede ver a Dios y seguir con vida. Pedro se reconoce simplemente ante un personaje sagrado junto al cual no puede estar (“apártate de mí”).

            La preparación del enviado. A Isaías, un serafín lo purifica como paso previo para poder realizar su misión. Jesús no realiza nada parecido con Pedro. La forma de prepararse es seguir a Jesús. “Dejándolo todo lo siguieron”.

            La misión. La liturgia ha suprimido la parte final del relato de Isaías, donde recibe la desconcertante misión de endurecer el corazón del pueblo judío y cegar sus ojos; la misión principal de Isaías consistirá en transmitir un mensaje durísimo. En cambio, la de Pedro será positiva, “pescador de hombres”.

            La reacción final del elegido. Aquí no hay diferencia. En ambos casos se advierte la misma disponibilidad, aunque en los discípulos se subraya que lo dejan todo para seguir a Jesús.

Reflexión y pregunta

            La generosidad de los cuatro primeros discípulos, dejándolo todo para seguir a Jesús, nos recuerda a tantas personas que siguen dejando todo, incluso la familia y la patria, a veces para ser “pescadores de hombres”, otras para ayudar a cualquiera que lo necesite, incluso de religión distinta. Un ejemplo que sirve de estímulo y demuestra el poder de la llamada de Jesús.

            La pregunta: ¿Cuántas veces a la semana cumplo su mandato: “Rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”?

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10 de Febrero. Domingo V. Tiempo Ordinario

Domingo, 10 de febrero de 2019
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“Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.”

(Lc 5, 1-11)

Y hay que decir que esta vez “todo” era mucho. Eran dos barcas tan llenas de peces que casi se hundían…

Lo normal hubiera sido que Pedro o los hijos de Zebedeo hubieran contratado a Jesús como pescador. Con él en la empresa los beneficios hubieran aumentado considerablemente. Sus familias se habrían enriquecido y con parte de los beneficios podrían haber ayudado a otras muchas personas. Podrían haber fundado una escuela de predicadores y una ONG, por ejemplo.

Así son las cosas como las pensamos nosotros. Dios suele tener otras ideas y aquí es cuando estos pescadores, el mejor día de toda su carrera laboral deciden dejarlo TODO.

Una decisión absolutamente absurda desde el punto de vista humano. Es una pena no conocer la reacción de las familias y amigos de estos pescadores. Pero seguro que fue similar a la de tantas familias que ven como una hija, un hermano, una sobrina o un primo se encuentra con Dios y lo deja todo.

Quienes lo ven desde fuera no lo comprenden. Una vez, hace años, una persona que vino a la hospedería, conversando con la hospedera, se interesaba por una hermana. Había oído decir que en el monasterio había una hermana que era médico y preguntaba si era cierto. Ante la respuesta afirmativa dijo: “-¡Qué desperdicio de vida!”

Que una persona que tenía una buena profesión decida meterse monja suscita incomprensión e incluso desprecio. No hay lógica humana que comprenda que alguien sea capaz de dejar dos barcas llenas de peces y seguir a un Maestro medio desconocido. No se comprende, pero sigue sucediendo.

Jamás podrá comprenderse porque es una respuesta que tiene que ver con el corazón, no con la razón. El amor nunca es razonable. Y ahí van quedando barcas llenas de peces en muchas orillas. Porque cuando Dios irrumpe en la vida de alguien primero la hace rebosar y después se lo pide TODO.

Oración

Ven, Trinidad Santa, a nuestras orillas, cuando repasamos nuestras redes vacías, cuando dejamos nuestras barcas llenas. Amén.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Todos estamos llamados a ser más, sin límites.

Domingo, 10 de febrero de 2019
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E7714C27-2A36-4F7B-BF00-2D8A4FDEC734Lc 5, 1-11

Empezamos hoy el c 5 del evangelio de Lc con un episodio múltiple: La multitud que se agolpa en torno a Jesús para escuchar la palabra de Dios; la enseñanza desde la barca; la invitación a remar mar adentro; pesca inesperada; la confesión de la indignidad de Pedro; la llamada de los discípulos y el inmediato seguimiento. No nos dice de qué les habla Jesús, pero lo que sigue, nos da la verdadera pista para descubrir de qué se trata.

Este relato tiene gran parecido con el que Jn narra en el capítulo 21, después de la resurrección. Allí es Pedro el que va a pescar en su barca. Se habla de una noche de pesca sin fruto alguno y Jesús les manda, contra toda lógica, que echen las redes a esa hora de la mañana. El mismo resultado de abundante pesca y la precipitada decisión de Pedro de ir hacia Jesús. Dado el simbolismo que envuelve el relato, tiene más sentido en un ambiente pascual. Pedro llama a Jesús “Señor”, título que solo los primeros cristianos le dieron.

Hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada. El hecho de que la pesca abundante sea precedida de un total fracaso tiene un significado teológico muy profundo. ¿Quién no ha tenido la sensación de haber trabajado en vano durante décadas? Solo tendremos éxito cuando actuemos en nombre de Jesús. Esto quiere decir que debemos actuar de acuerdo con su actitud vital, más allá de nuestras posiciones raquíticas y a ras de tierra. Esa actitud vital no se puede dar por hecho solo por decir: por Jesucristo nuestro Señor.

Rema mar adentro. La multitud se queda en tierra, solo Pedro y los suyos (muy pocos) se adentran en lo profundo. Esta sugerencia de Jesús es también simbólica. En griego “bados” y en latín “altum” significan profundidad (alta mar), y expresa mejor el simbolismo. Solo de las profundidades del hombre se puede sacar lo más auténtico. Todo lo que buscamos en vano en la superficie, está dentro de nosotros mismos. Pero ir más adentro exige traspasar las falsas seguridades del yo superficial y adentrarse en aguas incontroladas. Adentrarse en lo que no controlamos exige una fe-confianza auténtica. Decía Teilhard de Chardin: “Cuando bajaba a lo hondo de mi ser, dejé de hacer pie y parecía que me deslizaba hacia el vacío”.

Fiado en tu palabra, echaré las redes. El que Pedro se fíe de la palabra de Jesús, que le manda contra toda lógica, echar las redes a una hora impropia, tiene mucha miga. Las tareas importantes las debemos hacer siempre fiándonos de otro. Tenemos que dejarnos conducir por la Vida. Cuando intentamos domesticar y controlar lo que es más que nosotros, aseguramos nuestro fracaso. El mismo Nietzsche dijo: “El ser humano nunca ha llegado más lejos que cuando no sabía a donde le llevaban sus pasos”. Lo que trasciende a nuestro ser consciente es mucho más importante que el pequeñísimo espacio que abarca nuestra razón. Dejarnos llevar por lo que es más que nosotros es signo de verdadera sabiduría.

No temas. El temor y el progreso son incompatibles. Mientras sigamos instalados en el miedo, la libertad mínima indispensable para crecer será imposible. Más de 130 veces se habla en la Biblia del miedo ante lo divino. Casi siempre, sobre todo en los evangelios, se afirma que no hay motivo para ello. El miedo nos paraliza e impide cualquier decisión hacia la Vida. Si el acercamiento a Dios nos da miedo, ese Dios es falso. Cuando la religión sigue apostando por el miedo, está manipulando el evangelio y abusando de Dios.

El mar era el símbolo de las fuerzas del mal. “Pescar hombres” era un dicho popular que significaba sacar a uno de un peligro grave. No quiere decir, como se ha entendido con frecuencia, pescar o cazar a uno para la causa de Jesús. Aquí quiere decir: ayudar a los hombres a salir de todas las opresiones que el impiden crecer. Solo puede ayudar a otro a salir de la influencia del mal, el que ha encontrado lo auténtico de sí mismo. Crecer en mi verdadero ser es lo mejor que puedo hacer por todos los demás. La principal tarea de todo ser humano está dentro de él. Dios quiere que crezcas, siendo lo que debes ser.

Y, dejándolo todo, lo siguieron. Seguimos en un lenguaje teológico. Es imposible que Pedro y sus socios dejaran las barcas, los peces cogidos, la familia y se fueran físicamente detrás de Jesús desde aquel instante. El tema de la vocación es muy importante en la vida de todo ser humano. La vida es siempre ir más allá de lo que somos, por lo tanto, el mismo hecho de vivir nos plantea las posibilidades que tenemos de ir en una dirección o en otra. Con demasiada frecuencia se reduce el tema de la “vocación” al ámbito religioso. Nada más ridículo que esa postura. Quedaría reducido el tema a una minoría. Todos estamos llamados a la plenitud, a desplegar todas nuestras mejores posibilidades.

La vocación no es nada distinto de mi propio ser. No es un acto puntual y externo de Dios en un momento determinado de mi historia. Dios no tiene manera de decirme lo que espera de mí, más que a través de mi ser. Elige a todos de la misma manera, sin exclusiones ni preferencias. La meta es la misma para todos. Dios no puede tener privilegios con nadie. Soy yo el que tengo de adivinar todas las posibilidades de ser que yo debo desarrollar a lo largo de mi existencia. Ni puede ni tiene que añadir nada a mi ser. Desde el principio están en mí todas esas posibilida­des, no tengo que esperar nada de Dios.

Mi vocación sería el encontrar el camino que me llevará más lejos en esa realización personal, aprovechando al máximo todos mis recursos. Los distintos caminos no son, en sí, ni mejores ni peores unos que otros. Lo importante es acertar con el que mejor se adecúe a mis aptitudes personales. La vocación la tenemos que buscar dentro de nosotros mismos, no fuera. No debemos olvidar nunca que toda elección lleva con sigo muchas renuncias que no se tienen que convertir en obsesión, sino en la conciencia clara de nuestra limitación. Si de verdad queremos avanzar hacia una meta, no podemos elegir más que un camino. El riesgo de equivocarnos no debe paralizarnos, porque aunque nos equivoquemos, si hacemos todo lo que está de nuestra parte, llegaremos a la meta, aunque sea con un mayor esfuerzo.

Este relato está resumiendo el proyecto de todo ser humano. Jesús había desarrollado su proyecto de vida y quiere que los demás desarrollen el suyo. Pedro lo ve como imposible y hace patente su incapacidad. Está instalado en su individualidad y en su racionalidad. Es figura de todos nosotros que no somos capaces de superar el ego psicológico y el ego mental. Todo lo que no son mis sentimientos y mis proyectos racionales lo considero inalcanzable. Todas las posibilidades de ser que están más allá de esta ridícula acotación no me interesan.

Pero la verdad es que más allá de lo que creo ser, está lo que soy de verdad. Aquí está la clave de nuestro fracaso espiritual. Descubrimos que hay seres humanos que han alcanzado ese nivel superior de ser, pero nos parece inalcanzable porque “soy un pecado”. “¿Quién te ha dicho que estabas desnudo?” Dios se lo pregunta a Adán, dando por supuesto que Él no ha sido. Notad el empeño que ha tenido la religión en convencernos de que estábamos empecatados y que no debíamos aspirar más que a reconocer nuestros pecado y hacer penitencia. Ojalá superásemos esa tentación y aspirásemos todos a la plenitud a la que podemos llegar. Ni lo biológico, ni lo psicológico, ni lo racional, constituyen la meta del hombre.

Meditación

Llega a lo profundo de tu ser.
Sin esa profundización, no es posible la plenitud humana.
La contemplación es el único camino.
Aprende a pescar en tu propio pozo.
Lo que con tanto afán buscas fuera de ti,
lo tienes al alcance de la mano dentro de ti.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Misión de todos los seres.

Domingo, 10 de febrero de 2019
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pescatoridiuomini“No corras, ve despacio, adonde tienes que ir es a ti mismo” (Juan Ramón Jiménez)

10 de febrero. Domingo V del TO

Lc 5, 1-11

Cuando acabó de hablar dijo a Simón: boga mar adentro y echa las redes para pescar (V 4)

Un rey encargó un cuadro que fuera lo más real posible. Para pintarlo se presentaron varios pintores. Pero el último tardaba mucho tiempo, por eso le preguntaban los asesores: “¿Cómo va?” Y no acababa. Por fin, al terminarlo, se presentó el rey.  El cuadro era un camino por el bosque, un camino sin fin. Estaban mirándolo y el pintor le dijo: “¿Damos un paseo, majestad?” Se internaron por el bosque y aún no han regresado todavía.

Las palomas batieron con urgencia sus alas, los árboles sus ramas y gritaron, las nubes su vestido blanco gritando a coro todos: “No nos va a impedir nadie que gritemos: ¡La libertad es nuestra, iremos hasta donde nuestro corazón quiera llevarnos, haciendo el bien a nuestro paso!”

Jesús deja clara la misión de los cristianos, de todos los seres: comprometerse en la mejora de la existencia. Jesús dijo a Simón: No temas, en adelante te haré pescador de hombres. Arriesgada misión que debe orientarse hacia dentro y cargar sus baterías para salir luego hacia fuera y ser luego eficaz en la tarea. Lo cual requiere voluntad y tiempo. Decía Juan Ramón Jiménez: “No corras, ve despacio, adonde tienes que ir es a ti mismo”. Despacio, por un camino incierto, aunque seguro, que pocos saben dónde va, lo cual no es poco.

Las flores mejoraron su perfume, el rey su gobierno, los asesores, el pueblo, el bosque, el pintor y su cuadro, se hicieron todos más cristianamente humanos.

En Del alba al crepúsculo aceptado, Rabindranath Tagore canta en su poema El tránsito:

Sé que esta vida, aunque no madure el amor,
no está perdida del todo.
Sé que las flores que se mustian al amanecer,
las corrientes que se extraviaron en el desierto,
no están perdidas del todo.
Sé que cuanto se regaza en esta vida, cargado
de lentitud, no está perdido del todo.
Sé que mis sueños no realizados, mis melodías
sin cantar, están cogidos a una cuerda tuya del laúd;
que no están perdidos del todo.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Moverse trae abundancia

Domingo, 10 de febrero de 2019
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jesus e a pesca milagrosaLc 5,1-11

Sería muy difícil precisar, en este texto, lo que es recuerdo o tradición y lo que ha ido evolucionando desde la actividad redaccional de Lucas. Aun así, nos interesa adentrarnos en el significado de lo que acontece en esta trama. Comienza situando a Jesús como un gran predicador-maestro, un guía capaz de congregar a muchas personas para escuchar “la palabra de Dios”. Su liderazgo, en medio del pueblo, parece ya en proceso de consolidación. Observemos que la posición de Jesús muestra un doble movimiento en la puesta en escena: primero está “en pie”, después “sentado en la barca”, una expresión que no puede pasar desapercibida porque nos refiere a una solidez personal, en el primer caso, y un alto grado de poder ejercido desde la predicación, en el segundo. Se trataría de enmarcar bien el rol de Jesús y su fuerza frente a la relación con los que van a seguirle.

Hasta este momento no tiene seguidores, tan sólo oyentes curiosos algunos, cuestionados otros. Con este relato, Jesús muestra su deseo de aglutinar en torno a sí cooperantes que den fuerza y vigor al movimiento mesiánico en el que se había embarcado y al que se siente llamado. Se encuentra con unos pescadores de profesión; Jesús entra en la cotidianeidad de estos personajes que viven la frustración propia de la improductividad en el trabajo cuando parece que no hay ni recursos ni condiciones favorables. Jesús les invita a echar las redes de nuevo, pero no en el mismo sitio donde lo hacían sino “mar adentro”. Es muy importante esta indicación porque les muestra algo tan sensato y básico como que, si queremos obtener resultados diferentes, no podemos hacer siempre lo mismo. Y sabemos que esto nos ocurre con cierta frecuencia. Estos pescadores se fían de esa indicación, la siguen y obtienen una gran pesca. La reacción es de asombro y de reconocer que tal vez no merecían tanto. Aún así, superado el primer nivel emocional, estos pescadores encuentran un sentido nuevo y una dirección diferente para avanzar en la vida. Jesús les llama explícitamente, “os haré pescadores de hombres”, es decir, os invito a que me ayudéis a situar a las personas en una posición diferente para recuperar la verdadera esencia de la vida.

Y es esta una clave importante en el proceso del seguimiento a Jesús. Se intuye la llamada en la misma vida, en los quehaceres cotidianos, no hay nada especial ni sobrenatural. El verdadero milagro no es la llamada a una vida diferente sino cuando esa llamada te lleva a un cambio de posición existencial, cuando te das cuenta de que en la zona de confort todo es plano, te dejas llevar por las circunstancias, no hay movimientos, hay quietud, pero tal vez sequía interior. ¿Para qué me voy a mover si ya no necesito nada más? Sólo cuando aparece una nueva conciencia, una nueva mirada sobre lo que se vive, se puede percibir que la desesperanza y el desánimo frente a lo que no nos llena la vida, reaviva ese deseo de movernos y dirigirnos a otros espacios que den un nuevo sentido.

Otra clave importante son las palabras “rema mar adentro”; el cambio de posición frente a la vida ya no es buscar en el mismo sitio sino cambiar de plano y conectar con las corrientes más profundas que nos traen un mensaje de “abundancia”. Los pescadores reventaron las redes, la mirada hacia la fuente de lo que somos nos hace vivir en una conciencia de sobreabundancia y no de carencia; evidentemente no me refiero a lo material; una sobreabundancia de sentido, de asiento en un suelo que conecta con lo que trasciende lo puramente limitado. Nos sitúa en el milagro de una nueva visión de la vida y del ser humano. El seguimiento a Jesús es una experiencia vital de abundancia que moviliza a dar, no lo que me sobra sino lo que soy en esencia.

Os invito a llevar la mirada ahora a nuestra manera de vivir la fe, la religiosidad, la dimensión creyente de nuestra vida. Este texto también nos invita a movernos. Como decía al principio, si queremos otros resultados ¿por qué seguir en la misma posición? ¿qué sentido tiene seguir en la queja de que las Iglesias están vacías, que en nuestros jóvenes no cuaja el mensaje cristiano, que las vocaciones religiosas apenas remontan, que no hay ya presencia cristiana en nuestro mundo? ¿realmente nos creemos que no hay nada que cambiar o que los que tienen que cambiar son otros? Quizá nuestro compromiso ya no es mantener una tradición que nos mantiene paralizados y en modo de carencia, más bien atrevernos a generar una nueva tradición desde la creatividad y valentía. Son ingredientes imprescindibles, hoy, para hacer más visible y creíble el mensaje de Jesús, el mensaje de que es posible una nueva humanidad transida de igualdad, justicia, inclusión, liberación y sentido. ¿No sería este un gran milagro en este momento de nuestra historia?

¡¡FELIZ DOMINGO!!

 Rosario Ramos

10 de febrero de 2019

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