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Todos estamos llamados a a desplegar nuestro ser, sin límites.

Domingo, 6 de febrero de 2022
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DOMINGO 5º (C)

Lc 5,1-11

Empezamos hoy el c. 5 del evangelio de Lucas con un episodio múltiple: La multitud que se agolpa en torno a Jesús para escuchar la palabra de Dios; la enseñanza desde la barca; la invitación a remar mar adentro; pesca inesperada; la confesión de la indignidad de Pedro; la llamada de los discípulos y el inmediato seguimiento. No nos dice de qué les habla Jesús, pero lo que sigue nos da la verdadera pista para descubrir de qué se trata. Este relato es muy parecido al que narra Juan en el capítulo 21. Los dos abren un horizonte nuevo. Los dos nos invitan a conocer a Jesús y a conocernos mejor para parecernos a él.

Hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada. El hecho de que la pesca abundante sea precedida de un total fracaso, tiene un significado teológico muy profundo. ¿Quién no ha tenido la sensación de haber trabajado en vano durante décadas? Solo tendremos éxito cuando actuemos en nombre de Jesús. Esto quiere decir que debemos  actuar de acuerdo con su actitud vital, más allá de nuestras posiciones raquíticas y a ras de tierra. Lo que se nos pide es muy distinto a decir: por Jesucristo nuestro Señor.

Rema mar adentro. La multitud se queda en tierra, solo Pedro y los suyos (muy pocos) se adentran en lo profundo. Esta sugerencia de Jesús es también simbólica. En griego “bados” y en latín “altum” significan profundidad (alta mar), y expresa mejor el simbolismo. Solo de las profundidades del hombre se puede sacar lo más auténtico. Todo lo que buscamos en vano en la superficie está ya dentro de nosotros mismos. Pero ir más adentro exige traspasar las falsas seguridades del yo superficial y adentrarse en aguas incontroladas. Adentrarse en lo que no controlamos exige fe-confianza. Decía Teilhard de Chardin: Cuando bajaba a lo hondo de mi ser, dejé de hacer pie y parecía que me deslizaba hacia el vacío.

Fiado en tu palabra, echaré las redes. El que Pedro se fíe de la palabra de Jesús que le manda, contra toda lógica, echar las redes a una hora impropia, tiene mucha miga. Las tareas importantes las debemos hacer siempre fiándonos de otro. Tenemos que dejarnos conducir por la Vida. Cuando intentamos controlar lo que es más que nosotros, aseguramos nuestro fracaso. El mismo Nietzsche dijo: “El ser humano nunca ha llegado más lejos que cuando no sabía a donde le llevaban sus pasos”. Lo que trasciende a nuestro ser consciente es mucho más importante que el pequeñísimo espacio que abarca nuestra razón. Dejarnos llevar por lo que es más que nosotros es signo de verdadera sabiduría.

No temas. El temor y el progreso son incompatibles. Mientras sigamos instalados en el miedo, la libertad mínima indispensable para crecer será imposible. Más de 130 veces se habla en la Biblia del miedo ante lo divino. Casi siempre, sobre todo en los evangelios, se afirma que no hay motivo para temer nada. El miedo nos paraliza e impide cualquier decisión hacia la Vida. Si el acercamiento a Dios nos da miedo, ese Dios es falso. Cuando la religión sigue apostando por el miedo, está manipulando el evangelio y abusando de Dios.

El mar era el símbolo de las fuerzas del mal. “Pescar hombres era un dicho popular que significaba sacar a uno de un peligro grave. No quiere decir, como se ha entendido con frecuencia, pescar o cazar a uno para la causa de Jesús. Aquí quiere decir: ayudar a los hombres a salir de todas las opresiones que el impiden crecer. Solo puede ayudar a otro a salir de la influencia del mal, el que ha encontrado lo auténtico de sí mismo. Crecer en mi verdadero ser es lo mejor que puedo hacer por todos los demás. La principal tarea de todo ser humano está dentro de él. Dios quiere que crezcas siendo lo que eres de verdad.

Y, dejándolo todo, lo siguieron. Seguimos en un lenguaje simbólico, teológico. Es imposible que Pedro y sus socios dejaran las barcas, los peces cogidos, la familia… y se fueran físicamente detrás de Jesús desde aquel instante. El tema de la vocación es muy importante en la vida de todo ser humano. La vida es siempre ir más allá de lo que somos, por lo tanto, el mismo hecho de vivir nos plantea las posibilidades que tenemos de ir en una dirección o en otra. Con demasiada frecuencia se reduce el tema de la “vocación” al ámbito religioso. Nada más ridículo que esa postura. Quedaría reducido el tema a una minoría. Todos estamos llamados a la plenitud, a desplegar todas nuestras mejores posibilidades.

La vocación no es nada distinto de mi propio ser. No es un acto puntual y externo de Dios en un momento determinado de mi historia. Dios no tiene otra forma de decirme lo que espera de mí, que a través de mi propio ser. Elige a todos de la misma manera, sin exclusiones ni preferencias. La meta es la misma para todos. Dios no puede tener privilegios con nadie. Soy yo el que tengo de adivinar todas las posibilidades de ser que yo debo desarrollar a lo largo de mi existencia. Ni puede ni tiene que añadir nada a mi ser. Desde el principio están en mí todas esas posibilida­des, no tengo que esperar nada de Dios.

Mi vocación sería encontrar el camino que me llevará más lejos en esa realización personal, aprovechando al máximo todos mis recursos. Los distintos caminos no son, en sí, ni mejores ni peores. Lo importante es acertar con el que mejor se adecue a mis aptitudes personales. La vocación la tenemos que buscar dentro de nosotros mismos, no fuera. No debemos olvidar nunca que toda elección lleva con sigo muchas renuncias que no se tienen que convertir en obsesión, sino en la conciencia clara de nuestra limitación. Si de verdad queremos avanzar hacia una meta, no podemos elegir más que un camino. El riesgo de equivocarnos no debe paralizarnos, porque aunque nos equivoquemos, si hacemos todo lo que está de nuestra parte, llegaremos a la meta, aunque sea con un mayor esfuerzo.

Este relato está resumiendo el proyecto vital de todo ser humano. Jesús estaba desarrollado su proyecto de vida y quiere que los demás desarrollen el suyo. No se trata de una imitación externa sino de un vivir lo que él vivió desde su ser más auténtico y profundo. Pedro lo ve como imposible y hace patente su incapacidad. Está instalado en su individualidad y en su racionalidad y es figura de todos nosotros que no somos capaces de superar el ego psicológico y el ego mental. Todo lo que no son mis sentimientos y mis proyectos racionales lo considero inalcanzable. Todas las posibilidades de ser que están más allá de esta ridícula acotación no me interesan y ni siquiera tengo interés en descubrirlo.

Pero la verdad es que más allá de lo que creo ser, está lo que soy de verdad. Aquí está la clave de nuestro fracaso espiritual. Descubrimos que hay seres humanos que han alcanzado ese nivel superior de ser, pero a mí me parece inalcanzable porque “soy un pecador”. “¿Quién te ha dicho que estabas desnudo?” Dios se lo pregunta a Adán, dando por supuesto que Él no ha sido. Notad el empeño que ha tenido la religión en convencernos de que estábamos empecatados y que no debíamos aspirar más que a reconocer nuestros pecado y hacer penitencia. Ojalá superásemos esa tentación y aspirásemos todos a la plenitud a la que podemos llegar. Ni lo biológico, ni lo psicológico, ni lo racional constituyen la meta del hombre, pero en nuestro mundo es la única aspiración y lo único que cuenta.

Meditación

Llega a lo profundo de tu ser.
Sin esa profundización, no es posible la plenitud humana.
La contemplación es el único camino.
Aprende a pescar en tu propio pozo.
Lo que con tanto afán buscas fuera de ti,
lo tienes al alcance de la mano dentro de ti.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La llamada.

Domingo, 6 de febrero de 2022
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Lc 5, 1-11

«Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron»

En mayor o menor medida, todos nos sentimos llamados a hacer algo en la vida.

El hedonista se siente llamado a disfrutar de los placeres y momentos gratos que le brinda la vida, el existencialista a construirse a sí mismo para dotar de una esencia personal a la existencia que ha recibido, el místico a buscar a Dios en lo más íntimo de su ser, el hinduista a cultivar el equilibrio interior que le permita contribuir a la armonía universal, el cristiano a responder al amor de Dios con amor a los demás…

En el caso del cristiano, hay muchas formas de responder a la llamada dependiendo de la personalidad de cada uno, aunque, básicamente, podemos decir que unos responden alabando a Dios con la oración y la práctica frecuente de los sacramentos y otros ayudando a quienes los necesitan. No obstante, si levantamos un poco la vista hacia el horizonte, quizá veamos que la misión última del cristiano es construir humanidad; es decir, colaborar en la obra de Dios porque Dios necesita de nosotros para sacarla adelante.

Desde esta perspectiva, también podemos comprobar que todas estas formas de sentir la llamada y responder a ella están engarzadas entre sí y encaminadas a un mismo fin, porque la “humanidad” solo se puede construir con una actitud de ayuda a los demás, y para lograr esta actitud es precisa la oración.

Es probable que conozcan la leyenda de aquel maestro de obra que, en plena Edad Media, visitaba la sección de cantería en el solar donde se estaba construyendo una catedral. Dice la leyenda que se acercó a uno de los canteros, y le preguntó: «¿Qué estás haciendo?», y él le respondió: «Estoy tallando este bloque de mármol». Le hizo la misma pregunta a un segundo cantero, y éste le dijo: «Estoy fabricando un capitel». Siguió su camino, y ante la misma pregunta un tercer cantero le respondió: «Estoy construyendo una catedral»… Los tres estaban haciendo lo mismo, pero con una perspectiva y una motivación muy diferentes.

Nuestra catedral es la humanidad, y para construirla es necesario convertirse en servidor, compartir lo que tenemos con los que no tienen, perdonar setenta veces siete, trabajar por la paz y la justicia, y, en definitiva, hace falta que «los hombres vean en nuestras buenas obras el amor del Padre» (Mt 5,16). Nosotros creemos en Abbá porque lo hemos visto reflejado en Jesús, y “los hombres” solo podrán creer en Jesús si ven en nosotros unos criterios de vida más sólidos y convincentes que los que les ofrece el mundo.

Y es que responder a la llamada de Jesús comporta una gran responsabilidad. Por eso, Ruiz de Galarreta proponía el siguiente lema como propio del cristiano: «Máximo compromiso, máxima confianza»… Máximo compromiso porque la envergadura de la tarea así lo requiere, y máxima confianza porque ese compromiso es con nuestra Madre.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Y dejándolo todo, lo siguieron.

Domingo, 6 de febrero de 2022
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ob_01d814_appelLc 5, 1-11

Sí, se dice Pedro a sí mismo, “dejándolo todo… lo seguimos”. Es la frase que lo explica todo. Recuerda emocionado aquellos días y hechos que le cambiaron el rumbo, que le dieron un nombre y una identidad nueva, otra forma de pensar y de vivir. Y todo empezó con Jesús… con ese Nazareno que le salió al encuentro, que se subió a su barca, que intentó darle lecciones de pesca, a él, que no había hecho otra cosa en su vida… Todo empezó con ese hombre que le hizo conocerse por dentro y sentirse en relación con Dios, cerca de Él. Por él, por Jesús, todo había cambiado… dejó todo: barca, redes, trabajo, amigos, familia…

Sí, habían pasado muchos años y aún lo recordaba vivamente. Él estaba afanado y malhumorado por una noche de trabajo inútil, con ganas de terminar de remendar las redes para irse a casa y entonces Jesús se sube a su barca como si nada, y se pone a hablar a todos. Son tantos los que le escuchan que se ve obligado a separar la barca de la orilla para que no lo aplasten… ¡Como si no tuviera más que hacer! pero recuerda como poco a poco él mismo va dejando las redes y también escucha… ¡Nadie ha hablado como este hombre! Está entusiasmado él también… Y cuando termina se siente más tranquilo, de mejor humor. Y entonces viene lo inesperado, oye que Jesús le dice: “Rema mar adentro y echa las redes para pescar”… Y recuerda que tuvo que hacer un esfuerzo para no gritarle: ¿A estas horas? Que sabrás tú de pesca…

Pero vuelve a sentirse como entonces, y ahora entiende por qué no le discutió. Recuerda que contra toda lógica empezó a hacer lo que le decía y que llevado por una fuerza desconocida en él se oye decir: Lo hago porque tú lo dices, solo porque tú lo dices. Pero, ¿quién eras tú para mí entonces? Un maestro que hablaba de lo que no sabía… aun así obedeció saltándose toda lógica.

Y sucedió el milagro. Sí, el milagro, recuerda Pedro, no fue pescar mucho a mediodía, con ser al menos algo fuera de lo normal. El milagro es lo que le pasó por dentro: cómo se descubrió a él mismo y cómo descubrió a Jesús, fue como verse con el alma y el corazón desnudo frente a Dios, un Dios que te sonríe y te quiere y eso le hacía sentirse más pobre, más pecador, más indigno de estar con Él.

Y entonces vino la frase “pescador de hombres” y Pedro, que seguía sin entender nada, hizo lo mismo que acababa de hacer con la pesca… en tu nombre, porque tú lo dices… “lo dejo todo y te sigo”.

Han pasado muchos años, fue testigo de su muerte. Es testigo de su vida de resucitado y ahora en Roma está a punto de terminar su vida, está condenado a muerte. Y de nuevo “Por Él”. ¿Ha valido la pena?

La pregunta no es para Pedro sino para ti y para mí. Porque el evangelio de este domingo habla de nuestra vida, de la de todo cristiano. ¿Podemos vislumbrar nuestra propia historia, como Pedro, a la luz de este evangelio?

Escuchamos a Ana, una mujer sencilla del grupo de reflexión bíblica. Al terminar de leer este texto, toma la palabra y un tanto emocionada nos dice:

Yo era joven, estudiante. Poco a poco, entre voluntariados, charlas y celebraciones al aire libre la imagen de Jesús se fue perfilando ante mí, tan impresionante como la describe Lucas en la orilla de Tiberíades. Sin que yo lo decidiera, así es como lo recuerdo, Él se metió en mi vida, se subió a mi barca y casi sin darme cuenta sus palabras captaron mi atención; lo que decía era verdad y me llenaba el corazón. Y empecé a escucharle día tras día, a leer los evangelios, a buscar a los que hablaban de Él y a rezar hablando con Él como tantos a mi alrededor.

Y una tarde, recuerdo el sitio y la hora, me dijo algo parecido a ese “rema mar adentro”… me sonó a “Dedícate a cuidar a los que nadie cuida…” Deja todas tus preocupaciones y planes sobre el futuro y sígueme.  Yo, que estaba terminado la carrera y tenía ya ofertas de empleo en una gran multinacional, yo que me prometía un futuro exitoso y brillante… Y como Pedro pensé: “Qué sabrás tú de éxitos y ganancias en esta sociedad del s. XXI tan distinta a la que tú viviste…”

Yo quería seguir con él, pero ¿dejarlo todo? ¿No podíamos llegar a “un arreglo”? Poco a poco, mis mismas preguntas y dudas me ayudaron a conocerme…. A descubrirme tan poca cosa para recibir su invitación… a no entender cómo me invitaba a mí que era… Y, como Pedro, solo le quería decir “apártate de mí que soy así” Pero también yo escuché aquello de “Te haré…” y la alegría me envolvió, me entusiasmó de tal forma que aún sin entender nada, dejé todos mis planes, mis ofertas de trabajo en las que iba a ganar tanto dinero y… aquí estoy cuidando cada día a los que nadie más cuida… ganándome la vida de otra forma, con otros criterios, más cercanos a los suyos. Y me siento tan feliz y agradecida por su invitación y su llamada… Aún me repito: me llamó a mí, a pesar de mi falta de fe, a pesar de mi pobreza y mi pecado…

Como Pedro, como Ana, ¿podremos descubrir en este evangelio nuestra historia? ¿Cómo narraríamos nuestro encuentro con Jesús, ese encuentro que nos cambió la vida? ¿O aún estamos buscando “arreglos” que nos ayuden a seguir siendo sus discípulos, sus discípulas, sin dejarlo todo?

Abramos nuestro corazón y “en su nombre”, solo porque El lo dice, hagamos que este evangelio sea nuestra historia, recordemos que lo es y demos gracias a Dios por ello.

Mª Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

Fuente Fe Adulta

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Vulnerabilidad y plenitud.

Domingo, 6 de febrero de 2022
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CE474143-3F7A-4151-ABE6-3DB0AF8D66EEDomingo V del Tiempo Ordinario

6 febrero 2022

Lc 5, 1-11

Es propio de la lectura dualista proyectar la “salvación” en un ser separado, que termina siendo idealizado o incluso divinizado. En paralelo, se produce una desconexión de la propia identidad, cayendo en el olvido y la ignorancia de lo que realmente somos. El resultado, objetivamente, no puede ser otro que la alienación y el sufrimiento.

El ser, la vida, el poder, la “salvación”… no es “algo” que “alguien” podría otorgarnos, aunque todos puedan enseñarnos y de todos podamos necesitar.

De acuerdo con nuestra constitución paradójica, somos vulnerabilidad -que se cansa de bregar y parece no conseguir nada, según el simbolismo del relato- y somos también, en nuestra identidad profunda, plenitud de vida: paz, confianza, fuerza, dinamismo.

En Jesús, como en tantas otras personas, hemos podido descubrir a alguien que ha vivido en esa certeza. El error está en que, en lugar de verlo como un espejo que reflejaba lo que somos todos, lo hemos visto como un ser separado y distinto de nosotros y hemos terminado alienándonos.

En la comprensión no-dual se advierte que lo que es Jesús lo somos todos. Y que solo necesitamos ahondar en nuestra verdad más profunda -ahí donde somos uno con todos los seres- para escuchar con fuerza: “No temas, rema mar adentro…”

Esto no es un endiosamiento del propio yo, ya que la conexión con nuestra verdadera identidad -si es tal, y la vivimos de manera consciente- desnuda al yo y lo disuelve. Dicho de modo más simple: no es el yo quien nos “salva”, sino más bien al contrario, la comprensión de lo que realmente somos nos “salva” del (de la identificación con el) yo.

La conexión consciente con nuestra verdadera identidad se revela como plenitud, como un estado de ser caracterizado por la consciencia de unidad. En medio de todas las circunstancias de nuestra existencia, vivimos anclados en lo que somos y en unidad con todos, en un sí consciente a la vida.

 ¿Descubro en mí ese “fondo” que es plenitud de vida y de presencia?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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¿Crisis de vocaciones? Dios nos llama a todos

Domingo, 6 de febrero de 2022
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indumar432Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Llamadas de la vida.

    Las tres lecturas de hoy nos hablan de la llamada de Dios y de la vida. La llamada de Isaías en la primera lectura, la de San Pablo en la segunda lectura (1Corintios) y la llamada de Pedro (y algunos discípulos) en el evangelio

    La historia de la Salvación y la historia de la humanidad están llenas de llamadas de Dios y de la vida.

    Por otra parte, quienes reciben –quienes recibimos- la llamada del Señor, (que somos todos) somos débiles: hombre de labios impuros (Isaías), un aborto (S Pablo), pecador (Pedro) y por eso sentimos  miedo: ¡ay de mí estoy perdido! Sino embargo acogen la llamada: “aquí estoy, mándame”.

    Isaías, como Pablo, como Pedro y aquellos pescadores siguieron a Cristo.

No temas, le dice Jesús a Pedro, ha sido perdonada tu culpa escucha Isaías. Pablo es lo que es no por sus méritos, sino por la gracia de Dios.

02.- Todos somos llamados.

    La llamada de Dios es la que da sentido a nuestra vida. Cuando escuchamos la voz de la ultimidad, sabemos –creemos- hacia dónde vamos, cuál es el horizonte de nuestra vida. Cuando sabemos quién nos llama y hacia dónde vamos sabemos lo definitivo en la vida.

+ Nosotros entendemos que la llamada de Dios es para la vida religiosa o para ser sacerdote… Luego “sacralizamos” esa llamada y surge el clero, las personas sagradas, etc. Y no es así. Dios nos llama a todos. Todos somos llamados por Dios a la vida.

+ Haríamos bien en repensar –con más detenimiento que el breve espacio de una homilía- la distinción entre laicos y mundo sagrado. Podemos ser iglesia sin tal distinción.

+ En la época del Nuevo Testamento no había laicos y los criterios para la ministerialidad eran:

  1. El que presidía la comunidad, presidía la Eucaristía.
  2. Atender las necesidades de la comunidad eclesial: enfermos, necesitados, niños, etc.

  En la época del Nuevos Testamento no había crisis de vocaciones, porque la comunidad cristiana se “autoabastecía” de las personas que atendían las necesidades de la comunidad.

03.- Llamados a la misión (rema mar adentro).

El lugar de la llamada a la misión no es el templo, sino el mundo, significado como el mar.

    El mar –en la mentalidad bíblica- es el lugar de peligro, de la profundidad, donde incluso peligra la vida.

    Surcar y navegar mar adentro es adentrarse en la vida, profundizar en los problemas, en las dificultades.

    En este aspecto hemos conocido cambios importantes en el modo de entender el cristianismo. No hace muchas décadas, los movimientos cristianos eran de compromiso: “Juventud obrera católica (joc)”, “Juventud estudiantil, rural…” “Hombres obreros católicos (hoac)”. Pablo VI, siendo joven cura en Roma sufrió mucho con sus jóvenes estudiantes católicos (jóvenes Acción católica italiana) por la persecución del fascismo de Mussolini. Era un cristianismo que remaba mar adentro.

    Quizás hoy en día el cristianismo se ha edulcorado y nos basta con un icono y dos velas.

    Tenemos la tentación de la comodidad, de no arriesgar, y permanecer en las seguridades del puerto, nos quedamos en tierra. Sin embargo, el evangelio y la misma vida nos dicen: rema mar adentro…

04.- La barca es la figura de la iglesia

    Este relato de la pesca tiene un marcado colorido eclesial: el mar, la barca, las redes, los peces, la pesca…

    Este texto refleja la experiencia de las primeras comunidades cristianas (y de todas las comunidades): dificultades, galernas, noches, ausencia de eficacia pastoral, etc.

    Necesitamos que en nuestra Iglesia esté JesuCristo. Jesús sentado en la barca…

05.- La pesca abundante por la palabra de JesuCristo

    Por nuestras propias fuerzas seguramente que pescaremos poco, aunque nos pasemos la noche bregando.

    La eficacia de la tarea está en la confianza en quien nos envía y va en la barca con nosotros.

    Así lo entienden Pedro y los compañeros: Por tu Palabra, echaré las redes.

    Fiarse de esa Palabra hace posible que acontezca lo impensable o, lo que es lo mismo, la utopía, la cual jamás será posible desde la lógica del pragmatismo.

    Fiarse de la Palabra de Jesús nos introduce en una dinámica nueva. Nos libra de nuestras prepotencias más o menos inconfesadas y nos hace descansar en la esperanza.

    La pesca abundante es la meta soñada, la utopía de la plenitud del Reino de Dios.

    La llamada termina en la pesca abundante, en la plenitud

06.- Desde ahora serás pescador de hombres. dejándolo todo, lo siguieron.

Ser pescador (y sembrador) son tareas nobles y humanizadoras.

Quemar las naves y seguir a Cristo, aceptar la PALABRA es un acto de plena confianza capaz de llenar y dar sentido a la existencia humana. Es el abandono pleno en la ultimidad de Dios.

Aquí estoy, Señor, mándame.

 

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De mendigo excluido a discípulo de Jesús

Sábado, 5 de febrero de 2022
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ciego_03A propósito de  Mc 10,46-52*

José Rafael Ruz Villamil
Yucatán (México)

ECLESALIA, 24/01/22.- “La ceguera, muy extendida en Oriente, provenía, sobre todo, de la oftalmía purulenta y era considerada como castigo de Dios. Aunque la ley recomendaba ayudar a los ciegos, éstos se veían con frecuencia obligados a mendigar. Su curación, rarísima, se consideraba un gran milagro” (así X. Léon-Dufour, Diccionario del Nuevo Testamento, Madrid 1977). Tal es —de manera aproximada— el contexto de Bartimeo, ciego que mendiga en el camino que va de Jericó a Jerusalén.

Jericó —uno de los asentamientos humanos más antiguos del planeta— es un auténtico oasis en la hondonada del río Jordán: situada a unos 250 metros bajo el nivel del mar, la ciudad, llena de palmeras, es obra de la actividad constructora de Herodes el Grande que edificara allí su residencia de invierno. De corte romano, dotada de un anfiteatro y un hipódromo, Jericó es, también, cuartel de las tropas de ocupación romanas, pero, sobre todo, es el lugar de descanso de los peregrinos a la Ciudad Santa que, por no pasar por tierra de samaritanos, hacen un rodeo siguiendo la ruta del Jordán: allí comienza, literalmente, la subida a Jerusalén después de un reposo más o menos largo ora bajo la frescura de los árboles, ora en alguna de las posadas que alojan a los viandantes.

De Jericó, pues, sale Jesús“acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre”: es entonces cuando se encuentra con el ciego Bartimeo. Éste, que sin duda ha oído hablar del Maestro, intuye en él la posibilidad de salir de su estado de calamidad: “…junto al camino, se sienta un ciego que lleva tiempo viviendo en el reino de la oscuridad y que, al oír ahora el rumor de la marcha del libertador, se pone a gritar con todas sus fuerzas pidiendo socorro antes de que la esperanza desaparezca en el horizonte.” (así J. Marcus, El evangelio según Marcos II, Salamanca 2011).

Y sí, Bartimeo grita cada vez más fuerte dando a Jesús, por dos veces, el tratamiento de Hijo de David no tanto en sentido genealógico cuanto en un reconocimiento a su calidad de mesías. Con todo, el ciego no lo tiene fácil: para llegar a Jesús no sólo tiene el handicap de su ceguera, sino la reacción desfavorable de los discípulos y simpatizantes del Maestro que le rodean y que intentan callarle con severidad.Y es que en una sociedad como la de entonces en la que los segmentos sociales vienen a resultar, más que delimitados, cerrados, se da un celo muy agudo para mantener fuera a quienes no pertenecen —no están incluidos— en el grupo. Así y en este caso, un excluido a causa del pecado que le es intrínseco por la ceguera, no es más que un tropiezo en el camino del Galileo a Jerusalén donde, por cierto, esperan que Jesús acabe siendo rey. No es, en modo alguno, la manera de pensar del Maestro que llama junto a sí a Bartimeo.

El mendigo ciego arroja su manto —¿porque le estorba para acercarse a Jesús?, ¿porque ya no le interesan las monedas de limosna que los peregrinos le dejan en él?— y brinca: brinca, dice Marcos, no camina; brinca y queda cara a cara con el Maestro. Y se da el diálogo. Diálogo aparentemente obvio, pero necesario en el relato, primero, para mostrar que, en ese momento, tanto el camino a Jerusalén como los discípulos y acompañantes quedan en un segundo plano: el interés de Jesús de Nazaret es Bartimeo, como si sólo fuese lo único que hubiera en el mundo; segundo, para consignar la petición del mendigo, dicha de un modo entrañable: “El tratamiento arameo rabbuní, que no se traduce, es una acentuación de ‘rabí’ (“mi dueño”) y, para oídos no judíos, encierra un acento majestuoso.” (así J. Gnilka, El evangelio según san Marcos II, Salamanca 1997). Vale apuntar que el vocativo rabbuní solamente es conservado, en los cuatro evangelios, en este caso y en el evangelio de Juan (20,16), en labios de María Magdalena cuando reconoce al Resucitado junto a la tumba.

La petición de Bartimeo no podría ser otra. La respuesta del Maestro —«Vete, tu fe te ha salvado.»— idéntica a la que dieraen unos pocos casos gira en torno, no tanto al poder del mismo Jesúscuanto a la fe del ciego que, a gritos, le ha buscado: de donde la fe, pues, viene a ser el eje del relato. Cabe, entonces, preguntar ¿qué es, en qué consiste la fe de Bartimeo?

Dado que “en las circunstancias sociales de entonces, los ciegos y los cojos se veían obligados a mendigar” (así H. Haag et al, Diccionario de la Biblia, Barcelona 1987), Bartimeo es, qué duda cabe, lo que le corresponde: un mendigo más, con la circunstancia de estar sentado a la vera del camino que va de Jericó a Jerusalén, esto es, ante un ir y venir de tantos peregrinos: muchos han pasado junto a él, de muchos ha recibido una limosna; hasta aquí y por así decir, todo en su lugar. Pero escucha —con ese oído agudo que suele acompañar a la ceguera— en un murmullo distinto el paso de un peregrino que le suscita el deseo de salir de su exclusión: la mera presencia de Jesús le abre la posibilidad de una vida distinta. Entonces lo llama con toda la intensidad que es capaz. Y la reacción de callarle de quienes acompañan al Maestro —discípulos y seguidores— le hacen levantar la voz con más fuerza: ellos quieren que todo siga igual, todo en orden. Bartimeo no, ya no: ha decidido rebelarse y se rebela. Y lo consigue: para él ya no hay más orden establecido, ni destino ineluctable: por esto, ahora ve, ahora es autónomo. Esta es su fe.

El correlato final es que Bartimeo, por su no sometimiento —generada por la cercanía del Maestro— al establishment, entra en la dimensión más formidable a la que pueda aspirar ser humano alguno, liberado de cualquier sometimiento: entrar en el ámbito del Reino de Dios y, como discípulo, seguir existencialmente a Jesús de Nazaret.

Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo.» Llaman al ciego, diciéndole: «¡Ánimo, levántate! Te llama.» Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino ante Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?» El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!» Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y al instante recobró la vista y le seguía por el camino.

Mc 10,46-52

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedenciaPuedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

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Emprender un viaje

Viernes, 28 de enero de 2022
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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Las personas cristianas sin duda conocen el camino al Padre, pero para que ese conocimiento sea verdadero y portador de vida, cada una de ellas ha de encontrar su propio camino hasta el Camino que es Cristo. El cristianismo es mucho más que una expresión de amor fraterno envuelta en jerga religiosa. Es mucho más que filantropía salpicada de agua bendita. Es esencial que cada persona ofrezca una respuesta personal a Dios en Cristo. Hay que asumir un riesgo. Hay que emprender un viaje…”.

*

James Finley
El palacio del Vacío de Thomas Merton

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , , , , ,

“Interno viciado”, por Dolores Aleixandre.

Viernes, 21 de enero de 2022
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2BAA7F23-3C94-4099-B714-E629C6E60342Francisco visita por sorpresa una tienda de discos en Roma

De  su blog Un grano de Mostaza:

Somos resistentes a las sorpresas y a los cambios de guion.

31.12.2021

El título engaña porque no se trata de un aviso más sobre otra variante peligrosa del virus, sino de algo que ha escrito una novicia en la primera página de uno de sus trabajos de formación:

INTERNO – VICIADO.

Ha separado de manera diferente las palabras que componen “internoviciado” cambiando de sitio el guion y lo escrito, además de hacernos sonreír que falta nos hace, nos invita a pensar en la cantidad de elementos de nuestra vida que leemos siempre de la misma manera y cuánto nos resistimos a que “nos cambien el guion”. Damos por supuesto que es de una determinada manera como hay que leer/vivir ese pack completo de costumbres, rituales y maneras de hacer las cosas que forman parte de nuestros hábitos pero, de pronto, llega algo o alguien y cambia el guion de lugar, sacudiendo ese paquete como si fuera un felpudo. Se forma una nube de polvo (“cómo se va a cambiar lo que siempre se ha hecho”, “nunca antes se habia alterado el horario”, “el orden es esencial”…) pero, pasado el revuelo, se espera a que el polvo vuelva a depositarse mansamente y todo pueda continuar igual.

Escribía J.M. Cabodevilla: “La cena a las nueve y cuarto, la lámpara al lado izquierdo de la cama, la butaca en ángulo de cuarenta y cinco grados con el balcón. Más de dos y tres ancianos de los cuales se creyó que habían muerto de un gran amor, murieron realmente por haber sido privados de algún inveterado hábito”. Cambiemos los cuarenta y cinco grados por la hora de vísperas, o la butaca por ciertos prejuicios asentados en nosotros y a lo mejor nos sentimos frente a un espejo.

Menos mal que tenemos el ejemplo de ancianos audaces y rompedores: Juan XXIII cambió una costumbre de siglos y escribió en el comienzo de su pontificado: “Durante ocho días he intentado comer solo pero esto es contrario a mi costumbre y no me sienta bien. Luego he estudiado en la Sagrada Escritura para ver si realmente el Papa tiene que comer solo. No he encontrado nada sobre ello y por tanto renuncio a comer solo sin conversar con nadie”. Francisco cambió también otro guion y se fue a vivir a Santa Marta en vez de en los aposentos papales.

Siguiendo su osadía, podemos apuntarnos a otra reacción posible: después del primer sobresalto, mirar la novedad que sugiere el cambio de guion y pensar: “Anda, pues este otro sentido interroga: ¿no tendremos en nuestros interiores algo viciado, invisible como el coronavirus y tan dañino como él? ¿No se nos habrá viciado la calidez en las relaciones, la proximidad y el interés por los otros, la cordialidad, los gestos de afecto, el interés cercano, las risas…?” De ahí a la “fumigación” de vicio-virus no hay más que un paso.

Esta novicia anónima, sin pretenderlo, se ha convertido en un soplo de aliento para los cambios de guion. Estoy deseando conocerla.

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Seguir a Jesús

Lunes, 10 de enero de 2022
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Las ideologías conducen  a debates, conflictos, violencia y, a menudo, guerra; pero la fe conduce a la obediencia, humildad, fidelidad y, finalmente, la paz. Las ideologías propician la muerte; de la fe surge la vida“.

Seguir a Jesús no significa aferrarse a una idea o a un principio. Significa caminar por la senda de Aquel que dio la vida por sus amigos y pidió a sus seguidores que hicieran lo mismo

*

Henri Nouwen

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***

 

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El pequeño camino de Jesús.

Sábado, 8 de enero de 2022
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Del blog de Henri Nouwen:

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Elegir a la gente pequeña, las pequeñas alegrías, las pequeñas tristezas y confiar en que es allí donde Dios se acercará, ése es el difícil camino de Jesús. Y otra vez volví a sentir una gran resistencia a tomar ese camino. Estoy bien dispuesto a trabajar para y aún con la gente pequeña, ¡pero quiero que eso sea un gran evento! Hay algo en mí que siempre quiere convertir el camino de Jesús en un camino que sea honorable a los ojos del mundo. Siempre quiero que el pequeño camino se convierta en el gran camino. Pero el movimiento de Jesús hacia los lugares de los que el mundo se quiere apartar no puede ser convertido en una historia de éxito.

 Cada vez que pensamos que hemos tocado el lugar de la pobreza, encontraremos una pobreza mayor más allá de ese lugar. Realmente no hay camino de vuelta a la riqueza, a la fortuna, al éxito, a la aclamación y a los premios. Más allá de la pobreza física, hay pobreza mental; más allá de la pobreza mental, hay pobreza espiritual, y más allá de eso no hay nada, nada sino la confianza desnuda en que Dios es piedad.

No es un camino que podamos caminar solos. Sólo con Jesús podemos ir al lugar donde no hay nada excepto piedad. Es el lugar desde el cual Jesús gritó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Es también el lugar desde el cual Jesús fue resucitado a una nueva vida.

 El camino de Jesús sólo puede ser caminado con Jesús.

*

Henri Nouwen

Camino a casa

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Tomar la Cruz

Martes, 30 de noviembre de 2021
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(Mateo 16, 21-27)

Rechazar en mí lo que me atesta de ilusiones
llegar a ser lo que soy, ser el (la) que puede seguirte.
Seguir contigo el despojo feliz de aquellos
que se conocen a sí mismos
y saben cuánto de su vida depende de sus encuentros.
Llevar mi cruz, renunciar al combate vano
que haría de mí un rey (una reina), un (una) inmortal .
Avanzar en tus pasos conociendo la ganancia
que a veces hay que perder.
Perder mi vida entre tus manos con el fin de que le des
su verdadera forma.
Renunciar contigo a mi único imaginario
que no sabe más que rumiar
lo conocido, lo deseado, el contenido, lo programable
Y zambullirse en el gran baño fresco de lo imprevisible
donde operas, cada día, asombrosas conversiones.

*

Marion Muller-Colard.
“Éclats d’Évangile”

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No os dejéis engañar.

Lunes, 8 de noviembre de 2021
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¡Qué tiempos estos que nos toca vivir
en la calle y en la Iglesia,
en casa y en el trabajo,
tan convulsos y duros
que, para afrontarlos,
necesitan tu palabra evangélica!

Hay en ellos cosas
que nos deslumbran antes de conocerlas,
o que nos seducen
al primer golpe,
o al cabo de un rato,
o al caer de la tarde,
o en plena noche,
porque tienen tantas caras y brillos
como nosotros portamos
frustraciones y necesidades.

Y también las hay
que juegan a camuflarse
y engañan a los caminantes
perdiéndonos entre debates,
comparaciones,
dogmas
y yermas verdades.

Aunque más duro y triste
es encontrarse con personas,
de cultura y fe reconocida y solvente,
que, humildemente y en tu nombre,
se proclaman servidores
mas ejercen de jefes y señores
sin descubrir sus contradicciones,
y hacen sufrir a sus semejantes
y traicionan a tantos y tantos creyentes….

Pero Tú nos dijiste para momentos así:
Tened cuidado y no os dejéis engañar.
Y aunque desplieguen gran parafernalia,
no los sigáis ni a orar ni a tomar cañas.
Aprended de esa viuda, que es pobre
y ha dejado en el cepillo lo que necesitaba.
Permaneced firmes en mi palabra
y tendréis vida en abundancia.

*

Florentino Ulibarri

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“Cómo reformar la Iglesia”, por Carlos Osma

Sábado, 30 de octubre de 2021
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reformadoresMañana celebramos el Día de la Reforma, por lo que publicamos este artículo del blog Homoprotestantes:

En ocasiones escucho reflexiones, predicaciones, o leo artículos en los que se anima a reformar la Iglesia. Si además la persona que hace este llamamiento pertenece al ámbito protestante, en algún momento repite la archiconocida frase: “Una iglesia reformada, siempre reformándose”. Bien es cierto que en pocas ocasiones indica en qué debe consistir esa reforma, porqué es necesario hacerla, y qué le ha llevado a pensar así. En realidad, en la mayoría de ocasiones, creo que la frase es más bien una muletilla, un elemento de la tradición que sobrevuela el discurso para indicar que se es protestante, que no se es fundamentalista, o que se está a años luz de otras iglesias en las que no hubo reforma.

En Martín Lutero encuentro también esa voluntad de transformación, de reforma de la realidad religiosa en la que estaba inmerso, pero entiendo que esta voluntad tuvo su origen en una experiencia previa de insatisfacción real, no teórica. Lutero tenía una autocomprensión negativa de sí mismo y esto le limitaba y le producía sufrimiento. Desde muy joven le acompañó el temor a un Dios castigador que le exigía una vida de sacrificios interminables. Por eso se dedicó al ayuno, a la autoflagelación, a la confesión constante; aunque nada de todo esto le hizo sentirse reconciliado con Dios.

Siempre hay casos excepcionales, es verdad, pero el de Lutero no lo es, creo que en la mayoría de ocasiones las reformas no surgen de personas que se encuentran cómodas con el sistema en el que viven, sino de las que padecen sus consecuencias negativas. Jamás una persona satisfecha con su iglesia querrá reformarla. Jamás una persona a la que le va bien con la vida que tiene querrá que ésta cambie. Seguro que en algún momento dirán eso de que es necesario reformarse, adaptarse, transformarse… pero serán sólo palabras. La reforma nace de una insatisfacción profunda con el sistema, no de palabras huecas biensonantes.

El 31 de octubre de 1517 Lutero clavó en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittemberg sus 95 tesis. Por aquel entonces el papa León X quería renovar la Basílica de San Pedro en Roma, y desarrolló una campaña para recaudar fondos mediante la venta de indulgencias. Los compradores recibían a cambio una reducción de sus días de castigo en el purgatorio e incluso el perdón de los pecados. Lutero podría haber colaborado con dicha campaña aunque sus planteamientos teológicos no la vieran con buenos ojos, o podría simplemente haberse callado. Pero al leer algunas de sus tesis encontramos que no fue así:

Tesis 21. “En consecuencia, yerran aquellos predicadores de indulgencias que afirman que el hombre es absuelto a la vez que salvo de toda pena, a causa de las indulgencias del Papa”.

Tesis 22. “De modo que el Papa no remite pena alguna a las almas del purgatorio que, según los cánones, ellas debían haber pagado en esta vida”.

Con sus 95 tesis Lutero convierte su insatisfacción en una denuncia. Porque la insatisfacción que es incapaz de denunciar, no puede reformar ninguna iglesia, ni ninguna vida. Hay un momento en el que la experiencia de opresión debe surgir y convertirse en algo real para que el cambio pueda ser posible. Si Martín Lutero se hubiera callado, no estaríamos hablando hoy de reforma protestante. Evidentemente la denuncia situó a Lutero en un lugar peligroso, y él lo sabía, no era un ignorante ni un loco, tenía conocimiento de lo que les había ocurrido a muchos otros reformadores anteriormente. Para que una iglesia pueda ser reformada, para que sea real la petición de una reforma constante, se necesitan personas que denuncien el status quo y que asuman las consecuencias de hacerlo. En iglesias donde todo esto es imposible, donde las voces discordantes son excomulgadas, o donde éstas no se atreven a levantar la voz por cobardía, no hay posibilidad real de reforma. El Espíritu Santo dirige la iglesia hacia la reforma a través de voces proféticas.

Cuando algunos cristianos y cristianas alaban la respuesta de Lutero ante las exigencias del papa León X para que se retractara de 41 de sus 95 tesis: “No puedo ni quiero revocar nada reconociendo que no es seguro actuar contra la conciencia”. Deberían preguntarse si alguna vez se han enfrentado a una situación como esa dentro de la iglesia, y si actuaron como Lutero, defendiendo su conciencia, o como León X, que trató a Lutero como un delincuente, prohibió la posesión o lectura de sus escritos y dio inmunidad a quien lo asesinara. ¿Dónde se alinearon? ¿Con quienes defendían la conciencia o quienes defendían la ortodoxia?

Martín Lutero vivió una experiencia opresiva y levantó la voz para oponerse a lo que él consideraba erróneo e injusto, pero no se quedó ahí. Se atrevió también a hacer una propuesta basada en la tradición bíblica y eclesial, que le liberaba de sus temores al igual que al resto de cristianos. Se atrevió a dejar sin argumentos a quienes utilizaban las condenas y el temor en beneficio propio. Y lo hizo afirmando que la salvación es un regalo de Dios, dado por gracia a través de Cristo y recibido solamente por la fe. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo [1]”. No tenía mucho sentido el sentirse culpable, el vivir atemorizado, condenado… La liberación no se encontraba ni en la Ley ni en los dirigentes de la iglesia, sino en la fe en el Dios de Jesús. Por eso un cristiano no debía tener como sumo juez al papa, sino a Jesucristo y su Palabra en la que se revela su voluntad.

La liberación que supuso la Biblia para cristianos como Lutero es difícil de entender hoy, ya que la ortodoxia evangélica la ha petrificado y puesto al servicio de la opresión. La Biblia ya no es fuente de liberación, sino una ley que está al servicio del capricho del líder de turno que dice poseer la lectura verdadera. Las lecturas fundamentalistas han debilitado profundamente la percepción de la Biblia como lugar de liberación para los seres humanos. Las personas LGTBI somos unas de las danificadas por este proceso diabólico que pretende destruir cualquier autocomprensión positiva que podamos hacer de nosotros mismos, al mismo tiempo que exige una represión de nuestros deseos y un reconocimiento de culpabilidad por ser como somos. Sólo comprando sus indulgencias con mentiras podemos alcanzar la salvación que ellos nos otorgan.

Pero es desde esta situación opresiva desde la que las personas LGTBI podemos convertirnos en profetas que traen una nueva reforma a la iglesia. Una reforma que no nacerá del legalismo, sino de la experiencia y la liberación del texto bíblico de manos de quienes lo están adulterando. Y esto ocurrirá si nos atrevemos, como Martín Lutero y tantos otros reformadores, a levantar la voz denunciando la opresión heteronormativa aunque esto signifique nuestra expulsión de las iglesias que no dejan espacio al profetismo, y que son más sensibles a las lecturas literalistas y las tradiciones homófobas que al dolor que éstas producen. Y si partimos de nuestra experiencia y somos valientes en la denuncia, también podremos encontrar respuestas que dejen sin sentido al poder heteronormativo. En realidad no tenemos que buscar demasiado, ni ser muy originales, porque la Palabra de Dios siempre ha dado vida a quienes la han visto negada, y es por gracia que vivimos los cristianos, por medio de la fe… no por cualquier otra cualidad humana, ni siquiera la heterosexualidad.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios. No por vuestra heterosexualidad, para que nadie se gloríe [2]”.

Las cristianas y los cristianos LGTBI somos una oportunidad de reforma para la iglesia, una oportunidad para curar de heteronomatividad sus discursos, sus lecturas, su praxis. Una oportunidad, ni la primera ni la última, de hacer del evangelio una fuente de liberación para toda la Iglesia.

Carlos Osma

[1] Rm 5,1

[2] Ef 2,8-9 El texto pone “obras” donde pongo “vuestra heterosexualidad”.

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“Véndelo todo”, por Carlos Osma

Jueves, 28 de octubre de 2021
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3B3570DB-8AF2-4FFE-84BB-A9C4DACB2FFELeído en su blog Homoprotestantes:

En una ocasión había una joven trans, su amiga bisexual, un madurito gay, una anciana lesbiana, su prima intersexual, y un cuarentón heteroflexible, que se acercaron a Jesús para preguntarle: «Maestro bueno, ¿qué haremos para alcanzar la vida eterna?». Antes de escuchar la respuesta, se añadieron poco a poco una infinidad de personas con la misma inquietud: una veinteañera no binaria, un adolescente de género fluido, un teórico queer… Jesús les miró, carraspeó, y les dijo: «Los mandamientos ya los sabéis», pero no pudo continuar porque comenzaron a quejarse: «es injusto que tengamos que cumplir las leyes heteronormativas y dejar de ser quienes somos para poder alcanzar la vida eterna». «No, no», prosiguió Jesús, «me refiero a no adulteres, no mates, no hurtes, no mientas…». La respuesta pareció tranquilizarles, y todxs mintieron al unísono: «Maestro todo eso lo hemos cumplido desde que éramos niñxs queer». Entonces Jesús les miró, les amó, y les dijo: «Una cosa os falta, vended todo lo que tenéis y dádselo a los pobres». En ese momento se hizo el silencio, y fueron alejándose afligidxs porque tenían muchas posesiones. [1]

Las vidas dignas, las que quieren dejar una huella eterna a su alrededor, o aspiran a la trascendencia, guardan las normas, se portan bien, al menos de cara a la galería. No menosprecio dichas normas, al menos las que son útiles y nos permiten vivir en comunidad. Sin embargo, también es cierto que algunas de ellas son un privilegio que no está al alcance del común de los mortales. Dile a quien todo le ha sido quitado, que no robe para poder sobrevivir, obliga a quien es explotada sexualmente a no adulterar, explícale a un adolescente queer que no debe mentir haciéndose pasar por heterosexual cisgénero en una familia fundamentalista, exígele a una persona que honre a sus padres maltratadores, o pídele a quien sufre en nombre de dios que no lo maldiga. Se puede mentir, de hecho es lo que suele hacerse, pero lo más útil para las personas de vidas no tan dignas, sería contestarle a Jesús que esas leyes son inalcanzables para ellas, que son un lujo que no pueden permitirse. Y después, preguntarle, qué pueden hacer para pasar los años de vida que les quedan con algún propósito y sentido, y si es con felicidad, pues mucho mejor. No creo que, en ese caso, Jesús las mirase sin amarlas, o que les dijese algo diferente a las demás: «Una cosa te falta, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres».

¿Cuáles son los mandamientos? ¿Qué tenemos que hacer? ¿Qué se espera de nosotras? ¿Cómo podemos alcanzar una vida digna? ¿Cómo heredamos la vida eterna? ¿Cómo tenemos que comportarnos para ser respetados? ¿Qué hay que hacer para ser feliz? Hay muchas discusiones alrededor de estas preguntas, muchos debates airados para decidir quién es bueno y quién no lo es, qué se puede hacer y qué no, cómo nos salvamos o cómo ardemos en el infierno. Existen infinitas normativas dependiendo de la religión que profesemos, numerosas éticas no escritas, pero si impuestas, en entornos que se definen como no religiosos. Se publican miles de libros de autoayuda que prometen una vida con sentido, coaches de todos los tipos se ofrecen para acompañarnos hacia la plenitud, las marcas publicitarias nos bombardean prometiéndonos la felicidad inmediata al comprar su producto. Pero Jesús dice: «Vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres».

La exigencia de Jesús desestabiliza, para empezar porque el nivel económico determina muchas de nuestras identidades. Dárselo todo a los pobres nos haría pasar de ricos a pobres, pero también de gay a maricón, de turista a inmigrante sin papeles, de ciudadano a una carga para las arcas públicas, de consumidor a ser invisible, de humano a obra social, de promesa a amenaza. Si ni siquiera la mayoría de personas cis heterosexuales, a las que les han regalado dicha identidad, estarían dispuestas a abrazar por un día una identidad diferente, tendríamos que estar nosotras locas para hacer caso a la propuesta de Jesús tirando por la borda identidades que nos han costado tanto alcanzar. Si no fuera porque Jesús es maricón, pensaría que su propuesta pretende reforzar el poder de los de siempre para volver a dejarnos a su merced. Así que, alguna razón tendrá para pedirnos cosas tan imposibles si queremos heredar la vida eterna o, al menos, tener una vida con cierto sentido.

Creo que Luis Alegre tiene razón cuando dice que las personas LGTBIQ traemos ya ganada de casa la posibilidad de salir de nuestras identidades, él las llama jaulillas, para mirarlas desde fuera. Y que esta distancia da un margen de juego y una libertad que los heterosexuales, por lo general, no tienen. [2] Supongo que, reconociendo que la exigencia de Jesús nos supera, y dando por hecho que lo de la vida eterna está complicado si depende solo de nosotras, el primer paso necesario para venderlo todo y dárselo a los pobres es salir de nuestra identidad, más o menos ventajosa, para aproximarnos a aquellas otras que por diferentes injusticias no lo son tanto. Poner en práctica lo que tanto pedimos a las personas LGTBIQfóbicas, y aproximarnos a quienes carecen de algunos privilegios para ver en qué podemos ayudarles, sabiendo que eso puede suponer perder alguno de los nuestros, y que no va a salirnos gratis. Dice también Luis Alegre que las identidades siempre tienen algo de artificial, que son útiles para muchas cosas, pero tiránicas si no se las controla. [3] Y hay que reconocer que a veces se nos escapan de las manos y las convertimos en una atalaya que nos proporciona seguridad, pero donde vivimos prisioneros. La exigencia imposible de Jesús, urge a lo humano, por delante de cualquier identidad.

Lo más sorprendente de todo es, que podríamos hacer caso a Jesús y quedarnos con una mano delante y otra detrás, pero seguir estando atrapadas en alguna identidad a la que demos más importancia que a los seres humanos: santa, buena persona, defensora de los derechos LGTBIQ, héroe queer… Y en ese caso olvidaríamos que el valor principal de la ética cristiana no es renunciar a todo, sino el amor. Esa es la llave que nos falta para abrir el candado de cada una de nuestras identidades y aproximarnos a aquellas otras con las que oprimimos a tanta gente. Eso es lo que da sentido a las demandas sin sentido de Jesús, lo que al final de cuentas nos falta. Porque como dice Pablo: «Si reparto entre los pobres cuanto poseo, y aun si entrego mi cuerpo para tener de qué enorgullecerme, pero no tengo amor, de nada me sirve» [4].

Carlos Osma

 NOTAS:

[1] Mc 10,17-31.

[2] Luis Alegre, Elogio de la homosexualidad, Barcelona: Arpa Editores 2017, p.69.

[3] Ibid. 146.

[4] 1 Cor 13,3.

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Que pueda ver.

Domingo, 24 de octubre de 2021
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Oasis de Jericó
en la vega del Jordán;
todo luz, todo verdor,
todo rumores de aguas,
todo un regalo de Dios.

¡Y tú, ciego Bartimeo,
de oscura y seca pupila,
sin poder captar el vuelo
de aquella luz tamizada
de un limpio sol mañanero!

Si una vez dijo un poeta
que no hay en el mundo nada,
tan inhumano y cruel,
como ser ciego en Granada,
habrá que añadir también
que ser ciego en Jericó
es ser ciego en un Edén.

¡Pobre ciego Bartimeo,
pidiendo junto al camino,
limosna a los pasajeros!
¡Qué suerte aquella mañana,
cuando al pasar el Señor,
algo se encendió en tu alma
para poderle gritar:
Jesús, quiero ver el sol,
y, sobre todo, tu cara!

Era tu fe quien gritaba,
ya no te importaba ver
la luz y el correr del agua,
sólo gritabas muy fuerte:
¡Jesús, hijo de David,
que pueda yo ver tu cara!

Y cuando oiste su voz
y oiste que te llamaba,
allí tu manto voló
sobre el polvo del camino,
para así correr mejor.

La luz se posó en tus ojos,
de oscura y seca pupila,
y pudiste ver el rostro
del que es la Luz que ilumina
al hombre que al mundo llega.
Y te lanzaste al camino…
¡Camino que guía y lleva!

 *

José Luis Martínez SM

El ciego Bartimeo (Mc 10. 46-52)

***

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***

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:

“Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.”

Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:

“Hijo de David, ten compasión de mí.”

Jesús se detuvo y dijo:

– “Llamadlo.”

Llamaron al ciego, diciéndole:

“Ánimo, levántate, que te llama.”

Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo:

– “¿Qué quieres que haga por ti?”

El ciego le contestó:

“Maestro, que pueda ver.”

Jesús le dijo:

“Anda, tu fe te ha curado.”

Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

*

Marcos 10, 46-52

***

En este episodio sobresale de modo evidente la lógica del amor. Cristo llega y manda llamar a Bartimeo. El ciego, que todavía lo era, abandona su manto – o sea, todo lo que tenía- y dando «un salto» se dirige hacia el «hijo de David». El ciego, que cuando gritaba antes era reprendido por los discípulos y por las personas que rodeaban al Señor para que callara, cuando le dicen que Cristo le llama, se confía del todo a esta llamada.

        Podía ser muy bien una tomadura de pelo, un momento de insana diversión por parte de la gente, como probablemente había vivido ya Bartimeo. Pero esta alusión al salto que dio hacia Jesús indica un clima festivo. Es una muestra de la certeza interior del ciego de que aquel que está pasando ¡unto a él es el Mesías, el rey de la justicia, que puede tomarle consigo en su camino hacia Jerusalén. Y la pregunta que le hace Jesús es desconcertante: «¿Qué quieres que haga por ti?». Existe una auténtica angustia en el hombre cuando piensa que, si conoce a Dios, deberá servirle, dejará de ser libre. Pero cuando el ciego -expresión de toda la pobreza del hombre- está frente a Cristo, reconocido como hijo de David, es él, el Mesías, el que pronuncia la frase típica de todo siervo cuando le llama su señor: «¿Qué quieres que haga por ti?». Dios desciende y sale al encuentro del hombre que grita, presentándose a este hombre como humilde siervo.

*

M. I. Rupnik,
Decir el hombre, icono del creador, revelación del amor,
PPC, Madrid 2000.

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Una increíble revelación, vivida por pocos y rechazada por muchos (I)

Jueves, 21 de octubre de 2021
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2019360_univ_cnt_1_xl“Vosotros sois mis hijas e hijos, en vosotros encuentro mi regocijo”

En las religiones, los seres humanos buscan a Dios. En la Tradición de Jesús es Dios quien busca a los seres humanos

Jesús de Nazaret fue el primero en expperimentar esta novedad. Después de ser bautizado, mientras rezaba, “sintió una tremenda conmoción interior. Fue invadido por una onda de ternura tan avasalladora que conmovió todo su interior: ‘Tu eres mi hijo amado, en ti me complazco'”

“A partir de ahí ocurrió una verdadera revolución en su vida: Se siente amado de Dios-papá querido. Es invadido por una pasión de amor divino que trastocó su vida”

“Ya no es él quien busca a Dios. Dios lo buscó y asumió como su hijo querido”

“Inundado de la proximidad amorosa de Dios se puso a predicar con tanto entusiasmo y sabiduría. Quiere llevar a todos la novedad de que Dios está próximo a todos ellos”

“Solo les dice: “vosotros sois mis hijas e hijos, en vosotros encuentro mi regocijo”. Esto suena primeramente como sorpresa y después como una inaudita alegría y liberación”

“Dicen: es la buena noticia, es el evangelio. Esta sorprendente propuesta requería y requiere una respuesta. Exige cambiar de mente y de corazón. ¿Lo hemos hecho? Esta es la cuestión”

En las religiones, los seres humanos buscan a Dios. En la Tradición de Jesús es Dios quien busca a los seres humanos. En las primeras lo hacen mediante la oración oral, la meditación silenciosa, la observancia de los preceptos religiosos y éticos, la participación en las fiestas y los ritos y la memoria de las tradiciones. Cuanto más recta y fiel sea una persona, más meritoriamente llega a Dios.

En la Tradición de Jesús ocurre lo contrario: Es Dios quien busca al ser humano, especialmente a aquel que se siente perdido, que no lleva una vida virtuosa y que juzga haber sido abandonado por Dios. Lógicamente en esta Tradición también se reza y se conservan las tradiciones religiosas, se vive éticamente y se participa en los cultos y las fiestas. Reuniendo todo: se observa la Ley. Pero la novedad no reside en esto, ni es por estos medios por los que acogemos la singularidad traída por Jesús.

La experiencia originaria de Jesús: la proximidad de Dios

En un pequeño pueblo, Nazaret, tan insignificante que nunca aparece en la Escrituras del Antiguo Testamento, vive un hombre desconocido cuyo nombre nunca figuró en la crónica profana de la época, ya fuera en Jerusalén o en Roma. Pertenece al grupo de los llamados “los pobres de Yavé”, que son los humildes e invisibles, pero cuya característica consiste en vivir una profunda fe en el Dios de los padres, Abraham, Isaac y Jacob, y una inquebrantable confianza en que Dios va a realizar lo que los profetas habían anunciado: la justicia para los pobres, la protección de las viudas y el ensalzamiento de los humillados y ofendidos. Ese hombre es Jesús de Nazaret.

De profesión es un artesano-carpintero como su padre José. Hasta la edad adulta ha vivido en su familia la espiritualidad de los pobres de Yavé. En su pueblo era conocido como “el hijo de José, de quien conocemos el padre y la madre” (Jn 6,42) o simplemente como “el carpintero, hijo de María” (Mt 5,3) o “el hijo de José”(Lc 4,22).

Pero él mostraba una singularidadque dejaba perplejos a sus padres. No llamaba a Dios como era la costumbre, sino de una forma muy propia: Abba (diminutivo infantil de “papá querido”. Esto quedó claro cuando a los 12 años participó, con sus padres, en la romería anual a Jerusalén y se perdió porallí. Una vez encontrado, les dijo a sus padres que estaban llenos de angustia: “¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” (Lc 2,50). Perplejos, sus padres no entendieron este lenguaje inaudito (Lc 2,5). Así y todo, María guardaba estas cosas en su corazón (Lc 2,51). Y todo terminó allí. No se sabe nada de su vida oculta, profesional y familiar. Solo el evangelista Lucas observa tardíamente hacia los años 80 dC que “Jesús crecía en edad, en sabiduría y en gracia delante de Diosy de los hombres” (Lc 2,52).

Sin contar los evangelios de la infancia de Mateo y de Lucas, cargados de significado teológico posterior, todos los evangelistas comienzan sus narrativas con el bautismo de Jesús por Juan Bautista. Fue entonces, testimonian los relatos, cuando ocurrió una gran transformación en la vida del desconocido Nazareno. Cuando oyó hablar de Juan Bautista, venido del desierto, que bautizaba en el río Jordán, no por curiosidad sino por su espíritu profundamente piadoso, se unió a la multitud y fue también a ver a Juan y conocer qué estaba pasando allí. Venían multitudes de toda Palestina, pues el Bautista predicaba la inminente llegada del Reino (el nuevo orden querido por Dios) y pedía penitencia a la gente en vista de esta irrupción. Es probable que Jesús conversara con él y con sus discípulos.

Pero llegó el momento en que junto con la multitud, y no él solo como muestran las pinturas, Jesús entró en el agua. A una señal del Bautista, él se sumergió en el agua y así se dejó bautizar, como hacían todos.

Pero he aquí que en él sucedió algo especialísimo. Después de ser bautizado, mientras rezaba, dice el texto de Lucas (3,21), sintió una tremenda conmoción interior. Fue invadido por una onda de ternura tan avasalladora que conmovió todo su interior: “Tu eres mi hijo amado, en ti me complazco” (Mc 1,9-11). Lucas es más explícito y dice que Jesús oyó: “Tu eres mi Hijo amado, y hoy te engendré” (Lc 3,21-22).

El lenguaje bíblico expresa la experiencia interior usando expresiones pictóricas y simbólicas: el cielo se abrió y se vio al Espíritu descender sobre él en forma corpórea de paloma.

Se trata de una escenificación plástica para expresar una radical y originalísima experiencia espiritual vivida por Jesús, imposible de ser expresada con palabras. A partir de ahí ocurrió una verdadera revolución en su vida: se siente hijo amado de Dios-Papá querido. Es invadido por una pasión de amor divino que trastocó su vida. Experimentó una absoluta y directa proximidad de Dios. Ya no es él quien busca a Dios. Dios lo buscó y asumió como su hijo querido.

La increíble revolución: la proximidad amorosa de Dios-Abba

Como en todas las cosas, todo tiene un proceso. Con Jesús no fue diferente. Fue dándose cuenta lentamente de la cercanía de Dios, de acuerdo a su edad, hasta irrumpir en plena conciencia albautizarse en el río Jordán a la edad de 30 años. Una cosa es ser objetivamente el Hijo bienamado de Dios y otro es darse cuenta subjetivamente de este hecho. En el bautismo en el río Jordánsucedió ese salto de conciencia con ocasión de esa visitación concretísima de Dios-Abba.

Aquí se encuentra la gran singularidad relatada por los evangelistas: dar testimonio de la proximidad de Dios, del Dios que busca intimidad con el ser humano, con Jesús de Nazaret. Esa proximidad es con todos los seres humanos, independientemente de su condición moral y de su situación de vida. Se trata del desbordamiento gratuito del amor de Dios hacia sus hijos e hijas.

Con esto se inaugura un nuevo camino, distinto del de la observancia de la Ley y de las distinciones que se hacen entre buenos y malos, justos e injustos. Estas cosas tienen su razón de ser en la convivencia humana. Pero no es así como Dios ve y juzga a los seres humanos. Su mirar y su lógica es totalmente otra, como se reveló en Jesús, miembro del grupo de los pobres de Yavé. En este irrumpe un amor divino ilimitado, empezando por aquel del que nunca hablan, que nunca fue a ninguna escuela de teología, como mucho a la escuelita bíblica de la sinagoga. El Nazareno vino de este medio. No pertenece al mundo de los letrados, de los juristas, de la casta sacerdotal o de algún status social. Es un anónimo, más acostumbrado al trabajo de las manos que al uso de la palabra.

De repente todo cambió: inundado de la proximidad amorosa de Dios se puso a predicar con tanto entusiasmo y sabiduría que los oyentes comentaban: “¿De dónde le viene tal sabiduría? ¿No es el hijo del carpintero?” (Mc 6,23, Mt 13, 54-55) Sus privilegiados son los pobres, siempre cobardemente despreciados; come con los pecadores, se aproxima a los cobradores de impuestos, odiados por el pueblo pues son aliados de las fuerzas de ocupación romana (Mc 2,216). Le llaman hasta comilón y bebedor porque acepta la invitación a comer en casa de pecadores (Mt 11,19). Rompe los tabús religiosos de la época al conversar con una mujer samaritana, al defender a otra mujer sorprendida en adulterio, al dejar que sus pies fueran ungidos con un perfume especial, besados y enjuagados con los cabellos y las lágrimas de María Magdalena, que tenía mala fama.

Andando con gente de mala fama Jesús les muestra la cercanía de Dios

¿Por qué hace eso? Porque quiere llevar a todos, especialmente a estos socialmente descalificados, los leprosos, los paralíticos, los ciegos, pero también los pecadores públicos, los desesperados, la novedad de que Dios está próximo a todos ellos. Jesús, desbordando de amor de Dios-Abba, vahacia sus hermanos y hermanas y les anuncia esa novedad de la cercanía incondicional de Dios que se hace para todos el “papá amoroso”.

Lo decisivo no es la Ley y las tradiciones cuidadosamente observadas sino aceptar aquello que Dios-Abba dijo a Jesús y que ahora lo repite para ellos, poco importa lo que hacen en la vida ni como es su condición religiosa y moral. Solo les dice: “vosotros sois mis hijas e hijos, en vosotros encuentro mi regocijo”. Esto suena primeramente como sorpresa y después como una inaudita alegría y liberación. Dicen: es la buena noticia, es el evangelio. Esta sorprendente propuesta requería y requiere una respuesta. Exige cambiar de mente y de corazón. ¿Lo hemos hecho? Esta es la cuestión. (sigue)

*Leonardo Boff es teólogo y ha escrito Jesucristo el Liberador, Vozes 1972-2012; Pasión de Cristo-pasión del mundo, Vozes 2012; Nuestra resurrección en la muerte, Vozes 2010, publicados todos en español por la editorial Sal Terrae.Traducción de Mª José Gavito Milano

Fuente Religión Digital

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Para ser el mayor

Lunes, 18 de octubre de 2021
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¿Estás dispuesto a no dar importancia
a lo que has hecho por los demás
y hacer memoria agradecida de todo
lo que los otros han hecho por ti?

¿Estás dispuesto a no hacer caso
a lo que crees que el mundo te debe
y a tener en cuenta, en cambio, cada día
todo lo que tú sí debes al mundo?

¿Estás dispuesto a poner tus derechos,
si fuere preciso, en último lugar
y situar por delante los de los demás
y la oportunidad de hacer algo más que el simple deber?

¿Estás dispuesto a aceptar gozosamente
que toda persona es tan real y necesaria como tú
y esforzarte por cubrir sus necesidades,
respetar su dignidad y llegar a su corazón?

¿Estás dispuesto a reconocer que no merece la pena
sacar provecho o ventajas en la vida
por tu origen, cultura o suerte
y sí ofrecer a los demás todo lo que eres capaz de dar?

¿Estás dispuesto a cerrar el libro de insultos
y buscar junto a ti, muy cerca de ti,
un lugar donde puedas sembrar
unas pocas semillas de felicidad?

¿Estás dispuesto a abrazar y abrir tus entrañas
a quienes viven marginados y perdidos
sin pedirles cuentas, sin echarles en cara,
y perderte tú por los lugares que ellos andan?

¿Estás dispuesto a confesar sinceramente
que a veces te puede el afán y anhelo
de aparentar y ser el primero
en las listas y lugares de este mundo y del Reino?

¿Estás dispuesto a estrechar entre tus brazos
a pobres, sucios y enemigos,
a mirar y besar con dignidad a los últimos
y a hacerte el servidor de todos?

Si es así, puedes tener por cierto
que estarás siempre conmigo
y que éste será un feliz día para ti
sin importarte ser último o primero.

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos

Domingo, 17 de octubre de 2021
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DEJA LA CURIA, PEDRO

Deja la curia, Pedro,
desmantela el sinedrio y la muralla,
ordena que se cambien todas las filacterias impecables
por palabras de vida, temblorosas.

Vamos al Huerto de las bananeras,
revestidos de noche, a todo riesgo,
que allí el Maestro suda la sangre de los Pobres.

La túnica inconsútil es esta humilde carne destrozada,
el llanto de los niños sin respuesta,
la memoria bordada de los muertos anónimos.

Legión de mercenarios acosan la frontera de la aurora naciente
y el César los bendice desde su prepotencia.
En la pulcra jofaina Pilatos se abluciona, legalista y cobarde.

El Pueblo es sólo un «resto»,
un resto de Esperanza.
No Lo dejemos sólo entre guardias y príncipes.
Es hora de sudar con Su agonía,
es hora de beber el cáliz de los Pobres
y erguir la Cruz, desnuda de certezas,
y quebrantar la losa—ley y sello— del sepulcro romano,
y amanecer
de Pascua.

Diles, dinos a todos,
que siguen en vigencia indeclinable
la gruta de Belén,
las Bienaventuranzas
y el Juicio del amor dado en comida.

¡No nos conturbes más!
Como Lo amas,
ámanos,
simplemente,
de igual a igual, hermano.
Danos, con tus sonrisas, con tus lágrimas nuevas,
el pez de la Alegría,
el pan de la Palabra,
las rosas del rescoldo…
…la claridad del horizonte libre,
el Mar de Galilea ecuménicamente abierto al Mundo.

*

Pedro Casaldáliga
El tiempo y la Espera.
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:

“Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.”

Les preguntó:

“¿Qué queréis que haga por vosotros?”

Contestaron:

“Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.”

Jesús replico:

“No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?”

Contestaron :

“Lo somos”

Jesús les dijo:

“El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.

Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniendolos, les dijo:

“Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.”

*

Marcos 10, 35-45

***

       El pueblo, las naciones, los ciegos, los prisioneros, existen para nosotros, están presentes en nosotros, del mismo modo que existimos para nosotros mismos, como estamos presentes a nosotros mismos. Deben ser carne de nuestra carne, fibras de nuestro corazón. Deben ser acogidos sin descanso en nuestro pensamiento.

        Ellos y nosotros debemos ser, vitalmente, inseparables. Debemos poner en común su destino y nuestro destino, el destino que, para nosotros, es la consumación de la salvación. El cristiano animado por la pasión de Dios verá crecer en él la pasión por imitar la bondad paterna de Dios con una caridad fraterna cada vez más exigente y cada vez más verdadera. Ahora bien, este mismo cristiano, poseído cada vez más por el sentido de la alianza divina, querrá acercar a los hombres cada vez más a la salvación, obra suprema de la bondad de Dios por ellos. Y el cristiano, simultáneamente, se verá obligado a estar cada vez más al servicio de la felicidad de cada uno de sus hermanos, se verá obligado a estar cada vez más al servicio de su salvación. La felicidad y la salvación de los hombres coincidirán en lo más íntimo de cada uno; sin embargo, de esta coincidencia no saldrá ni confusión ni tensión estéril. El servicio a la felicidad humana que el cristiano perseguirá a semejanza de Dios, se ordenará, se jerarquizará, se encaminará asumiendo la gran perspectiva de la salvación.

*

Madeleine Delbrél,
Nosotros, gente de la calle,
Estela, Barcelona 1971.

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La llamada de Jesús al seguimiento.

Sábado, 16 de octubre de 2021
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La llamada de Jesús al seguimiento convierte al discípulo en un individuo aislado. Quiéralo o no, debe decidirse, y debe decidirse solo. No se trata de una elección personal, por la que pretende convertirse en un individuo aislado; es Cristo quien transforma al que llama en individuo. Cada uno es llamado individualmente. Debe seguir individualmente. Temeroso de encontrarse solo, el hombre busca protección entre las personas y cosas que le rodean. De un solo golpe descubre todas sus responsabilidades y se aferra a ellas. Quiere tomar sus decisiones al abrigo de estas responsabilidades, no desea encontrarse solo, frente a frente con Jesús, ni quiere tener que decidirse mirándole solo a él. Pero ni el padre ni la madre, ni la mujer ni los hijos, ni el pueblo ni la historia pueden proteger en este momento al que ha sido llamado. Cristo quiere aislar al hombre, que no debe ver más que al que le ha llamado.

En la llamada de Jesús se ha consumado la ruptura con los datos naturales entre los que vive el hombre. No es el seguidor quien consuma esta ruptura, sino Jesús mismo en el momento en que llama. Cristo ha liberado al hombre de las relaciones inmediatas con el mundo, para situarlo en relación inmediata consigo mismo. Nadie puede seguir a Cristo sin reconocer y aprobar esta ruptura ya consumada. No es el capricho de una vida llevada según la propia voluntad, sino Cristo mismo quien conduce al discípulo a la ruptura. […]

Todos se lanzan aislados al seguimiento, pero nadie queda solo en el seguimiento. A quien osa convertirse en individuo, basándose en la Palabra de Jesús, se le concede la comunión de la Iglesia. Se halla en una fraternidad visible que le devuelve centuplicadamente lo que perdió. ¿Centuplicadamente? Sí, porque ahora lo tiene sólo por Jesús, todo lo tiene por el mediador, lo que significa, por otra parte, “con persecuciones”. “Centuplicadamente” “con persecuciones”, es la gracia de la comunidad que sigue a su maestro bajo la cruz. Esta es, pues, la promesa hecha a los seguidores de convertirse en miembros de la comunidad de la cruz, de ser pueblo del mediador, pueblo bajo la cruz.

*

Dietrich Bonhoeffer,
El precio de la gracia. El seguimiento,
Sígueme, Salamanca 51999, pp. 57.63

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Al cabo de unos años…

Lunes, 11 de octubre de 2021
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Y al cabo de unos años, más o menos,
tras una buena dosis
de aventura y desengaño,
volvemos a encontrarnos cara a cara,
porque queremos y aún soñamos,
con el Maestro que nos miró con cariño
aunque no seguimos su camino.

Y es que sus cuatro palabras
tan claras, suaves e imperativas
-ve, vende, da, sígueme-
se nos quedaron tatuadas en el alma
y no hemos podido borrarlas,
a pesar de sumergirnos en otras ofertas y baños,
después de tantas etapas vividas.

Volvemos, nos acercamos, soñamos.
Y el Maestro, que no acostumbra a cambiar,
nos mira con viva esperanza,
y nos presenta nuevamente su alternativa
a contrapelo de la cultura que se estila:
vender, dar, no almacenar, vaciarse…
y seguirle olvidándose de ser héroes.

Tantas heridas y marcas portamos ya
que, aunque sea a regañadientes,
le damos crédito y le aceptamos.
Y, al fin, empezamos a vivir la vejez,
a pesar de las pérdidas y disminuciones,
como un camino de vida plena,
confiando a fondo perdido en su propuesta.

Y es que, según la sabiduría evangélica,
Él no nos salvó por su poderío y fuerza
sino por su vaciamiento y pobreza.
Por eso, en este momento de decrecimiento
le dejamos a Él el volante y la brújula,
el mapa de carreteras y las preguntas,
para ver cumplido nuestro sueño y su promesa.

Hoy, Señor, nos fiamos
y no oponemos resistencia.

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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