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Tu Evangelio es terrible…

Viernes, 14 de marzo de 2025
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Cristo,
he oído predicar tu Evangelio
a un sacerdote
que vivía el Evangelio.

Los pequeños, los pobres,
quedaron entusiasmados;
los grandes, los ricos,
salieron escandalizados,
y yo pensé que bastaría predicar
sólo un poco el Evangelio
para que los que frecuentan las iglesias
se alejaran de ellas
y para que los que no las frecuentan
las llenaran.

Yo pensé que era una mala señal
para un cristiano
el ser apreciado por la “gente bien”.

Haría falta -creo yo-
que nos señalaran con el dedo
tratándonos de locos y revolucionarios.

Haría falta -creo yo- que nos armasen líos,
que firmasen denuncias contra nosotros,
que intentaran quitarnos de en medio.

Esta tarde, Señor, tengo miedo,
tengo miedo porque sé
que tu Evangelio es terrible:
es fácil oírlo predicar,
es todavía fácil no escandalizarse de él,
pero vivirlo…

vivirlo es bien difícil.

*

Michel Quoist,
Oraciones para rezar por la calle,
Ediciones Sígueme, Salamanca 2007

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Mar adentro, navegando siempre con el hermano Jesús

Viernes, 7 de marzo de 2025
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Del blog de Alfonso J Olaz El Rincón del Peregrino:

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| Alfonso Olaz OFS

Mar adentro, navegando siempre con el hermano Jesús

Navegando cada día,
Nos pides que vivamos en la barca de tu creación
no enredados en nuestras orillas de nuestro ego

Pescadores de la confianza en los mares de tus amores
Marineros de tu alta mar, con tu mirada de la hermana humildad
en la sencillez del primer pescador de Galilea

Siendo ya uno de los tuyos para ser ya, uno para todos
Jesús
Cuando las olas me arremetan con la fatal furia
Tú me dices: ¡Ánimo amigo, Levantate y vuélvete a levantar mil veces!

¡Ahí estoy Yo, con toda mi fuerza para ti!

¡Oh buen Jesús!

Déjame hacer de tus mares,
Faros firmes de tu esperanza
Puertos en tierra firme
para llevar a las orillas de tu creación, la alegría de tu misericordia
La fe de tu mirada
La esperanza de tu belleza
Para todos mis hermanos

Del Evangelio a la Vida
De la Vida al Evangelio

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En esta barca.

Lunes, 10 de febrero de 2025
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Muchos dicen que en esta barca
vamos, más que nunca, a la deriva;
que es muy antigua y nada atractiva,
que ha perdido seguridad y rumbo,
que hace aguas por todas las esquinas
a pesar de los arreglos y proclamas;
y que sus timoneles desconciertan
a quienes se acercan con fe y ganas.

Dicen que sólo ofrece palabras;
que coarta la libertad y la gracia;
que ata, en nombre de Dios, la esperanza
anunciándose servidora humana;
y que se cree tan verdadera y necesaria
que las personas honestas y sanas
acaban dejando que pase,
olvidándola o rechazándola.

Y aunque se pase las noches bregando
ya no pesca nada en las aguas que surca
ni puede compartir con otras barcas
las fatigas y gozos de las grandes redadas.
Antes de quedar varada en la orilla,
todavía puede, siguiendo tu palabra,
remar mar adentro y echar las redes,
pero se halla falta de pericia y confianza.

Y, sin embargo, esta barca,
tan llena de miserias, tan humana,
tan poco atractiva y desfasada,
a la que ya pocos miran
y es objeto de risas y chanzas,
es la que nos llevó por el mar de Galilea
y nos enseñó a no temer tormentas,
y a descubrirte, sereno, en la popa.

Esta barca a la que Tú te subiste,
para hacernos compañía y prometernos
ser pescadores y entrar en tu cuadrilla,
todavía recibe ráfagas de brisa y vida
y es, aunque no lo comprendamos,
nuestra casa, hogar y familia
para andar por los mares de la vida
a ritmo y sin hundirnos, con la esperanza florecida.

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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Cómo nos ayuda Dios a decir “Soy lo que soy”

Lunes, 10 de febrero de 2025
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IMG_9901La reflexión de hoy es del del colaborador de Bondings 2.0,  Michaelangelo Allocca.

Las lecturas litúrgicas de hoy del Quinto Domingo del Tiempo Ordinario, están disponibles aquí.

Aunque muy diversas en estilos literarios y contenido, las tres lecturas del leccionario de este domingo abordan el tema común de la aceptación: ser aceptado por los demás, pero también por uno mismo; ambas cosas, por supuesto, inevitablemente vinculadas a la capacidad de aceptar a otras personas.

Este mensaje es poderoso en cualquier momento, pero particularmente apropiado en nuestra atmósfera actual, impregnada por el rechazo y la exclusión de otros por muchas razones, entre ellas, por ser queer, trans o no binarios. Una por una, estas lecturas nos desafían a abandonar las líneas superficiales de división y a llegar a –como siempre nos insta el Espíritu Santo– la bienvenida, la aceptación, la comunión, la colaboración y el caminar juntos.

La lectura de Isaías confirma lo que una vez me dijo un viejo amigo: “Si los ángeles se parecieran a los tiernos objetos de las tarjetas de Hallmark, ¿por qué tendrían que empezar diciendo ‘¡No tengas miedo!’ cada vez que aparecen?” Al encontrarse en el templo de Dios, Isaías se enfrenta a “serafines… estacionados encima” del trono, que gritan: “¡Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!” Ante ese sonido, “el marco de la puerta tembló y la casa se llenó de humo”. El versículo omitido en la versión de la proclamación que escuchamos en la Misa agrega que los serafines tienen seis alas, como si sólo dos no hubieran sido lo suficientemente intimidantes para el pobre Isaías. (Sí, aquí es donde aprendemos del diseño hexáptero mencionado en el himno “Que toda carne mortal guarde silencio”, es decir, “A sus pies el serafín de seis alas…”)

La narración de la vocación de Isaías es una situación bíblica bastante estándar: una en la que el miedo y la confusión conducen a un avance espiritual. Primero muestra una incapacidad para aceptarse a sí mismo – “¡Soy demasiado impuro para estar en la presencia divina!” – lo que por supuesto hace imposible creer que Dios pudiera aceptarlo.

Deténgase ahora y piense en cualquier niño extraño a quien se le ha enseñado que es impuro y, por lo tanto, inaceptable para sí mismo, para cualquiera y para Dios.

La poesía dramática divina de esta lectura de Isaías nos presenta a uno de estos aterradores serafines realizando muy gentilmente un acto simbólico que dice: “Silencio, hijo, deja que esta brasa que perfuma el templo de Dios aleje tus temores de impureza”.

Este ritual transformador lleva a Isaías a declarar: “Aquí estoy, Señor, ¡envíame!” en el más breve aleteo de seis alas. Y ahora detengámonos a preguntarnos: ¿cómo llevaremos a ese otro niño, en nuestro tiempo y situación, al mismo lugar al que pertenece tanto como lo hizo Isaías?

El desafío de llegar a la aceptación es evidente en la lectura de hoy de 1 Corintios. Los estudiosos de las Escrituras generalmente se centran, y con razón, en lo que Pablo dice acerca de Jesús y la resurrección en este pasaje. Me gustaría centrarme más bien en lo que Pablo dice acerca de Pablo.

Pablo tuvo dificultades para ser aceptado como apóstol por una razón obvia: ¿por qué la gente, después de todo, debería confiar en alguien que durante años había intentado matarlos? Con frecuencia insiste en sus “credenciales”, como lo hace aquí, argumentando: “Yo fui lo suficientemente bueno para Jesús: ¿por qué no es eso lo suficientemente bueno para ti?”. Su línea sobre “Por último, como a alguien nacido anormalmente, se me apareció a mí”, es ambigua: en ella, podemos ver una estrategia de humildad –confesar su indignidad, con la esperanza de provocar la empatía del lector–; o bien, una internalización real de la falta de aceptación que le han mostrado otros cristianos.

Sea lo que sea, él también muestra cómo el Espíritu lo ha arrastrado a través de este campo minado emocional hasta el punto en que puede declarar, presagiando inconscientemente el gran himno gay del musical de Broadway La Cage aux Folles (La Jaula de las Locas), “por la gracia de Dios soy lo que soy”, insistiendo en que es tan digno como los otros apóstoles, y también Isaías, de ser enviado a hacer la obra de Dios.

Nuevamente, debemos detenernos aquí para preguntarnos: “¿Cómo estamos ayudando a alguien a quien se le enseña que nació “anormalmente” a llegar al punto en que se sienta tan digno como todos los demás llamados y enviados por Dios?

Finalmente, en la lectura del evangelio de hoy Lucas nos presenta a Pedro, el gran “¡Todo lo puedo!”. …¡Hasta que esté demasiado aterrorizado para hacer algo!” apóstol de la fanfarronería, empujado por Jesús por falta de autoaceptación. Casi podemos oír a Pedro suspirar: “Bien: yo soy el que sabe pescar, y he estado pescando infructuosamente toda la noche, pero lo intentaré de nuevo, si tú lo dices…” y luego rápidamente quedar asombrado por la cantidad literal de peces que saca, tal como Isaías había quedado asombrado por los efectos especiales angelicales.

La reacción de Pedro –“Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador”– es prácticamente idéntica a la reacción inicial de Isaías: “No soy digno de estar en tu presencia”. Y ahora es el turno de Jesús de decir, como lo habían hecho los ángeles durante siglos antes que él: “No tengáis miedo“. Continúa con la única refutación eficaz para cualquiera que diga “No merezco estar aquí”: una cálida y amable invitación a “Ven conmigo”.

Corriendo el riesgo de lanzar mi propia red interpretativa demasiado lejos para el mensaje paralelo: si alguna vez has trabajado con niños queer que luchan o se preguntan (o tú mismo fuiste uno de ellos), sabes que cada uno de ellos ha pensado al menos una vez: “No soy digno, no merezco estar aquí“. Y aunque al principio puedan mostrarse incrédulos ante nuestro apoyo, acabamos de ver tres mensajes diferentes que debemos ofrecerles:

Estoy contigo; Quiero estar contigo, y tú conmigo: ven conmigo y hagamos juntos la obra de Dios”.

—Michaelangelo Allocca (él), New Ways Ministry, 9 de febrero de 2025

Fuente New Ways Ministry

Imagen (Sharon McCutcheon/Pexels)

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Remar en la noche…

Domingo, 9 de febrero de 2025
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Habrá siempre que remar por la noche
contra las olas y el viento…

¡Pero por qué te asustas siempre!
¿Te toca a ti remediarlo?

¿ Por qué, infeliz,
no pides auxilio?
¿A qué esperas para hacerlo?

Tentación siempre recurrente
de bajar los brazos,
en lugar de gritar tu desconcierto …

¡No porque estés en la oscuridad
estás obligado a rechazar la luz!

No te aferres a nada, se entiende,
pero no olvides la Corriente que te lleva!

Grano de polvo en el espacio infinito,
no olvides sin embargo
de qué Cuerpo eres sólo una parte ínfima…

Que tu mirada interior
permanezca vuelta, pase lo que pase,
hacia él, más allá de tus miedos, de tu cansancio
y de tus pensamientos débiles…

Porque es de Él, y sin cesar,
De quien tienes que recibir todo…
*
Philippe,
hermano de la Communion Béthanie.

***

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***

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.

Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

– “Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.”

Simón contestó:

“Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.”

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:

– “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.”

Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón:

“No temas; desde ahora serás pescador de hombres.”

Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

*

Lucas 5, 1-11

***

El encuentro con Dios me hace entrever continuamente nuevos espacios de amor y no me hace pensar lo más mínimo en haber hecho bastante, porque el amor me impulsa y me hace entrar en la ecología de Dios, donde el sufrimiento del mundo se convierte en mi alforja de peregrino. En esta alforja hay un deseo continuo: «Señor, si quieres, envíame. Aquí estoy, dispuesto a liberar al hermano, a calmar su hambre, a socorrerle. Si quieres, envíame».

En un mundo tan poco humano, donde la gente llora por las guerras, por el hambre, el encuentro con Dios nos transforma, nos hace tener impresos en el rostro los rasgos de Dios, nos hace tener en el rostro el amor que hemos encontrado, junto con un poco de tristeza por no ver realizado este amor. Yo he encontrado al Señor, pero he encontrado asimismo nuestras miserias y, ante las más grandes injusticias – y muchas de ellas las he visto de manera directa-, nunca he podido ni he querido decir: «Dios, no eres Padre». Sólo me he visto obligado a decir justamente: «Hombre, hombre, no eres hermano». Y he vuelto a prometer a mi corazón el deseo de llegar a ser yo más fraterno, más hombre de Dios, más santo, a fin de propagar más el amor concreto que nos lleva a socorrer a los hambrientos, a las víctimas de la violencia, a los que no conocen ni siquiera sus derechos, a los que ya no se preguntan de dónde vienen ni a dónde se dirigen.

Es preciso vivir el carácter cotidiano del encuentro con él, cambiando nosotros mismos. He visto realizarse muchos sueños inesperados. Pero el acontecimiento más extraordinario, que todavía me sorprende, empezó cuando niños, jóvenes, personas de todas las edades, me eligieron como padre, como consejero y como cabeza de cordada. No me esperaba precisamente esto, y cada vez que un alma, un corazón, se confía a mí para que le aconseje, dentro de mí caigo de rodillas y me repito: «¿Quién soy yo, quién soy yo para ser digno de guiar a personas más buenas que yo? No, no soy digno, pero, Señor, por tu Palabra, también yo “me volveré red” para tu pesca milagrosa»

*

E. Olivero,
Amar con el corazón de Dios,
Turín 1993, pp. 7-9.

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“No temas”. 5 Tiempo ordinario – C (Lucas 5,1-11)

Domingo, 9 de febrero de 2025
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La culpa como tal no es algo inventado por las religiones. Constituye una de las experiencias humanas más antiguas y universales. Antes que aflore el sentimiento religioso se puede advertir en el ser humano esa sensación de «haber fallado» en algo. El problema no consiste en la experiencia de la culpa, sino en el modo de afrontarla.

Hay una manera sana de vivir la culpa. La persona asume la responsabilidad de sus actos, lamenta el daño que ha podido causar y se esfuerza por mejorar en el futuro su conducta. Vivida así, la experiencia de la culpa forma parte del crecimiento de la persona hacia su madurez.

Pero hay también maneras poco sanas de vivir esta culpa. La persona se encierra en su indignidad, fomenta sentimientos infantiles de mancha y suciedad, destruye su autoestima y se anula. El individuo se atormenta, se humilla, lucha consigo mismo, pero al final de todos sus esfuerzos no se libera ni crece como persona.

Lo propio del cristiano es vivir su experiencia de culpa ante un Dios que es amor y solo amor. El creyente reconoce que ha sido infiel a ese amor. Esto da a su culpa un peso y una seriedad absoluta. Pero al mismo tiempo lo libera del hundimiento, pues sabe que, aun siendo pecador, es aceptado por Dios: en él puede encontrar siempre la misericordia que salva de toda indignidad y fracaso.

Según el relato, Pedro, abrumado por su indignidad, se arroja a los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador». La respuesta de Jesús no podía ser otra: «No temas», no tengas miedo de ser pecador y estar junto a mí. Esta es la suerte del creyente: se sabe pecador, pero se sabe al mismo tiempo aceptado, comprendido y amado incondicionalmente por ese Dios revelado en Jesús.

José Antonio Pagola

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“Dejándolo todo, le siguieron”. Domingo 09 de febrero de 2025. Domingo 5º Ordinario.

Domingo, 9 de febrero de 2025
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13-ordinario5 (C) cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 6, 1-2a. 3-8: Aquí estoy, mándame.
Salmo responsorial: 137: Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
1Corintios 15, 1-11: Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.
Lucas 5, 1-11: Dejándolo todo, lo siguieron.

El autor de la primera lectura ubica la escena en un tiempo concreto, año 740 a.C. que corresponde a la muerte del rey Osías (740 a.C). El relato se divide en dos partes: la visión (vv. 1-4) y la reacción del profeta (vv. 5-8). Una tercera parte, que ha sido excluida en nuestro texto litúrgico (vv. 9-13), cuenta la misión que recibe el profeta. Realmente todo el capítulo 13 forma una unidad literaria. Por su similitud con los relatos de vocación de Jeremías y Ezequiel, que tienen estas mismas tres partes, algunos consideran este relato como de vocación. Sin embargo, el contenido nos lleva a pensar en un relato de misión.

La escena comienza a desarrollarse probablemente en el templo de Jerusalén, donde el profeta recibe la visión de una liturgia celeste. El profeta ve a Yahvé con los rasgos de un rey, ejerciendo su poder. También sobresale un lenguaje de plenitud expresado en frases como “el ruedo de su manto llenaba el templo”, “su gloria llena la tierra toda”… Los serafines (serafín = ardiente), seres alados de fuego, que no son todavía los ángeles de la tradición posterior, están por encima del rey, en actitud de servicio. Los serafines entonan el canto del «santo, santo, santo». La santidad de Dios se hace visible a través de su gloria, y la gloria de Dios se manifiesta a través de sus obras en la creación y de sus acciones liberadoras a favor de su pueblo.

En los vv. 5-7 se nos muestra la reacción de Isaías ante la visión, poniendo el acento en la impureza de sus labios y los de su pueblo. Se siente perdido por que tal vez no habló en el momento que lo debía hacer, esto lo hace impuro e incapacitado para ejercer su vocación de hablar en le nombre de Yahvé. La exclamación angustiosa que expresa conversión es atendida con un serafín quien a través de un carbón encendido toca su boca para que le sean perdonados sus pecados. Isaías entonces está habilitado de nuevo como profeta, no sólo para hablar sino para escuchar la voz de Dios que busca un profeta. Pasando de la angustia del pecado a la seguridad de estar acreditado para hacer de profeta, responde de inmediato “aquí me tienes”, manifestando así su disponibilidad y pertenencia absoluta a la voluntad del Señor.

Todo el capítulo 15 de 1 Corintios tiene como eje temático la resurrección de Jesucristo, puesta en duda en el v.12: “¿cómo dice alguno que no hay resurrección de los muertos?”. Al comenzar el capítulo Pablo recuerda la Buena Nueva como el mejor regalo entregado a la comunidad de Corinto, regalo que fue recibido y mantenido con fidelidad a las palabras anunciadas. Aparece claro que el elemento común a los cristianos de todos los pueblos, culturas y tradiciones es la palabra de Dios. El contenido de la Buena Nueva lo describe Pablo citando un fragmento del primer credo cristiano que tiene como protagonista a Cristo, como testimonio de solidaridad, su muerte por nuestros pecados, como punto de referencia, las Escrituras, como respuesta solidaria humana, su sepultura, como intervención directa de Dios, su resurrección, como testigos de la resurrección, a todos los que se les apareció. El Dios de la Vida y la vida de nuestro pueblo es la razón de ser de toda vocación cristiana, que es vocación a defender y acrecentar la vida. «Para que tengan Vida y Vida en abundancia».

En el evangelio de hoy nos encontramos con un diálogo entre Jesús y Pedro, sencillo y profundo a la vez, diálogo que podríamos hacer nuestro en medio de las aguas tempestuosas de este mundo mientras nos esforzamos en nadar contra corriente. Pedro, por el oficio, era el experto en lugares y horas precisas para pescar. Sabía que en la noche y con las aguas tranquilas se pesca mejor, eso había estado haciendo toda la noche ¡y no habían cogido ni un pececito! Pero llega Jesús que sin ser pescador le dice sencillamente, que eche las redes para pescar…

Pedro, el experto, pudo haber dicho que no, que no era ni la hora ni el lugar para pescar y todo hubiera quedado ahí. Pero no, calla su experiencia y sabiduría (“hemos pasado toda la noche bregando”); reconoce su fracaso y desilusión (“no hemos cogido nada”), y “en nombre de Jesús echa las redes”. Y ya conocemos el final del relato: ¡una pesca maravillosa! Cuando Jesús le pide a Pedro que “reme mar adentro” lo está invitando a una aventura que lo lleva más allá de las playas cotidianas en busca de un horizonte mucho más amplio. Y Pedro cree en la palabra de Jesús.

Éste es el verdadero milagro: creer cuando todo parece ilógico. La abundante pesca y las redes llenas de peces son sólo la consecuencia de la fe. Todos los relatos de milagros en el evangelio comienzan con la fe o la suscitan, es la condición para ver la acción de Jesús. Cuando no la hay, Jesús simplemente se va a la otra orilla como veremos en las próximas semanas. Si creemos en Jesús entonces se realiza el milagro!

Claro, la cosa no es tan sencilla, se necesita una fe muy grande dada por Dios. Pidamos esa fe para que igual que Pedro, creamos en Jesús, obedezcamos su palabra, rememos mar adentro y echemos las redes para pescar, entonces, veremos otro milagro en nuestras vidas y en nuestra comunidad.

Y es que ser discípulos de Jesús exige confiar en su palabra. La misión a la que Jesús nos quiere enviar es osada y, hoy por hoy, con pocas probabilidades de éxito. Jesús quiere contar con nosotros y nosotras para el proyecto de Reino. Jesús convoca a los Apóstoles para que sean pescadores de personas, por eso toda vocación exige “remar mar adentro” para abandonar las seguridades de la orilla, tener un horizonte ilimitado asumir responsabilidades y meterse en una gran obra: el servicio al Reinado de Dios, es decir, una utopía de la que serán beneficiaros todos los hombres y mujeres del mundo.

Sin que desmerezca el oficio de los pescadores, lo que le propone Jesús a Pedro es una superación en el oficio que hasta ahora había desempeñado: pescar hombres y mujeres para el Reino es una empresa más noble y difícil que pescar peces, es algo más milagroso que la pesca que acaban de hacer.

Pero algunos llamados a esta nueva labor son también invitados a “dejarlo todo” para seguir a Cristo. Los necesita dedicados a tiempo completo, dedicándole a esta “misión” todas las fuerzas. Pescar hombres y mujeres para el Reino exige renunciar a todo lo demás y asumir a Jesús como única posesión. La misión a la que se llama exige desprenderse por completo, para apegarse totalmente a Jesús. En el relato de hoy se van con Jesús, que vale mucho más que las dos barcas llenas de pescados que les acaba de regalar. Dejan esa abundante pesca que los había admirado tanto porque comprenden que la vocación compromete al ser humano en un trabajo que está por encima de los trabajos humanos ordinarios. La vocación–misión es una invitación a colaborarle a Dios, un trabajo milagroso. Oremos hoy por aquellos que dejándolo todo se han ido tras el Señor. Leer más…

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Dom 9.2. 25. Lo mismo que Pedro (Lc 5, 1-11): Duc in altum, ir más al fondo

Domingo, 9 de febrero de 2025
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IMG_9887Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 5. Ciclo C. Lc 5, 1-11. Este  pasaje,   escrito por Lucas hacia  el año 90 d.C.,  sitúa a la iglesia actual (2025) ante una  decisión antigua de los cuatro primeros convocados de Marcos 1, 16-20 (Pedro y su hermano Andrés; los dos zebedeos: Juan y Santiago).

Aquella decisiónes la nuestra  (siglo XXI) para recrear la iglesia en un momento crucial, tras las pequeñas reformas cosméticas del siglo XX (movimientos cristianos, Vaticano II, nueva evangelización,  proyecto sinodal) que, al parecer, están fracasando. Llevamos mucho tiempo sin pesca. La decisión antigua puede ayudarnos a tomarla nuestra.

SITUACIÓN. Duc in altum, más al fondo  en el mar de la vida, en la vida de cada persona

Han pasado una crisis muy fuerte, años de pesca inútil; pero Jesús les ha llamado de nuevo, han retomado la tarea y han pescado mucho. Éste es el argumentó del evangelio del domingo (Lc 1, 1-11), con la decisión de Pedro y los zebedeos, que Jn 21 plante teniendo en cuenta la tarea de Pedro y de los siete helenistas, con la intervención esencial del Discípulo amado. Por eso pido a mis lectores que lean ambos textos: Lc 5 y Jn 21.

Lucas ha retomado y contado esta la historia de un modo algo distinto, desde la perspectiva de los helenistas (Heh 6-8) y de Pablo, y ha escrito en esa línea todo el libro de los Hechos. También ha contado esa historia desde la perspectiva de Marta y María, en Lc 10, 38-42, suponiendo que las cosas han ido bien en esta iglesia de mujeres

 Varias iglesias, una iglesia.

Nuestro texto (Lc 5) nos sitúa ante la glesia de los cuatro primeros pescadores de Mc 1, 16-20 par. (Pedro-Andrés con Juan y Santiago), que aparecen en la escena y anuncio del juicio final, en Mc 13, recibiendo la enseñanza conclusiva de Jesús, ante el templo, con el anuncio de la destrucción del templo, con la guerra judía de fondo (67-70).

Está la iglesia de los Doce, elegidos por Jesús como nuevo Israel (Mc 3, 13-16,) para enviarlos después a las a las 12 tribus de Israel…, con Pedro entre ellos y también su hermano Andrés y los zebedeos, en Mac 6, 6-13 par). Es la iglesia del nuevo Israel, que aparece también en Pablo (1 Cor 1 15).Esta iglesia de los doce es la iglesia dominante, que Lucas sitúa en el Cenáculo de Jerusalén, tras la ascensión de Jesús, antes de la venida del Espíritu Santo (Hechos 1, 13-14), unida a los parientes de Jesús y las mujeres.

Está la iglesia de los hermanos parientes de Jesús, que aparecen en Hech 1, 13-14….Y de un modo especial en Hech 6-15 (y en 2 Cor 15 Se apareció a Jacob), cuando se distinguen la iglesia de los helenistas y la de los hebreos…. que pactan en el Concilio de Jerusalén (Hech 15). A esta iglesia de Santiago y los hermanos de Jesús (los hebreos) la conocemos después por la polémica constante de Pablo con ellos, en Gal, 1 Cor… y por la visita final de Pablo a Jerusalén, conforme al final de Hechos….donde parece que no hay acuerdo final entre Pablo y los hebreos cristianos.

Está la iglesia de los 7 helenistas de Hech 6, con Esteban, con Felipe el evangelista… y luego con Pablo. En la línea de esta iglesia establece Lucas el segundo envío de Jesús, el de los 72… que no se dirigen ya a Israel (como los 12), sino a todos los pueblos… (Lc 10-1-16)…. En un contexto en el que aparece también la iglesia de Marta y María. Parece evidente que este envío de los 72… se relaciona con el de los siete helenistas de Hech 6 y de  un modo especial con el de Pablo más tarde.

 Está la iglesia de las mujeres, de Marta y María(Lc 10, 38-42), que acogen a Jesús y a sus enviados, iglesia de la casa de la contemplación y del servicio mutuo,  iglesia de amor y de acogida.

Está la iglesia del Discípulo amado con Pedro… en Jn 21. Lucas ha desarrollado después en Hechos la línea que va de Pedro a Pablo; los sinópticos se han quedado más bien en la iglesia de los cuatro (Pedro y su hermano con los Zebedeos)…. Y el Cuarto Evangelio ha desarrollado más, en Jn 21 la iglesia que va de Pedro al Discípulo Amado.

Son iglesias distintas… que se irán uniendo en forma de una Gran Iglesia…  pero que por otra parte siguen siendo diferentes en la actualidad (año 2025) con católicos, ortodoxos protestantes y otras comunidades… entre las que podemos y debemos contar la iglesia de Santiago Nazireo (hermano de Jesús),  con otras como la de Tomás, los gnósticos etc.

Aquí no puedo desarrollar y seguir todos los hilos de esas iglesias,  que, en parte, he empezado a contar en algunos libros, especialmente en Compañeros y amigos de Jesús, la iglesia antes de Pablo (Sal Terrae 2024). Mañana (8.2.25) voy a contar para el CELAM   de Bogotá Marta y María. Ahora voy a presentar en esta postal la historia de fondo de este pasaje de Lc 5, 1-11, pidiendo a mis lectores que tengan muy presente el texto paralelo de Jn 21, donde el Cuarto evangelio cuenta la misma historia desde la perspectiva de Pedro y el Discípulo Amado.

INTRODUCCIÓN CON PEDRO. LA MISIÓN FRACASADA DE LOS 4

  Simón (a quien Jesús llamará después Pedro) y sus compañeros aparecen como pescadores cansados, tras una noche en blanco, pero que se arriesgan a iniciar de nuevo la tarea de la pesca, en un mar más profundo.

Hay dos barcas, con al menos cuatro pescadores, que arreglan las redes vacías pero estropeadas al sol de la mañana, mientras Jesús habla en la orilla a la gente. No les queda más que reparar los daños de la noche. No tienen ya faena Vuelven de haber trabajado la noche entera, no han conseguido nada (podemos compararles con nosotros, después de 2000 años de Iglesia… y sin nada).

 Pero Jesús les pide que vuelvan, que inicien la tarea mar adentro, en lugares que no habían explorado todavía. Las palabras de Jesús a Simón y a sus compañeros son significativas:

‒ Les dice en griego (en la versión conservada por Lucas) epanagage eis to bathos, que significa que avancen (que naveguen y se arriesguen) más al interior (en zona más profunda de aguas, sin miedo a quedar lejos de la orilla).

‒ La traducción latina que se ha hecho tradicional dice duc in altum: lleva el barco a más hondura (altura), profundiza, elévate…, no te quedes pasmado donde estás. Esta traducción ha hecho fortuna y se utiliza como signo de llamada vocacional, dirigida no sólo a Pedro, sino a todos los cristianos: ¡Hay profundidades y alturas que debes explorar aún!

‒ La versión castellana (rema mar adentro) pone de relieve el esfuerzo personal de los pescadores que se supone que han de remar (en teoría podían navegar a vela)…

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Tres vocaciones muy distintas: Isaías, Pablo y Pedro. Domingo 5º. Ciclo C.

Domingo, 9 de febrero de 2025
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IMG_9874Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Después del fracaso en Nazaret (que leímos el domingo pasado), la liturgia dominical omite algunos episodios y pasa a la vocación de los primeros discípulos, aunque el relato de Lucas podríamos titularlo, con más razón, “La vocación de Pedro”. Como paralelo del Antiguo Testamento, la primera lectura cuenta la vocación de Isaías. Y la segunda, aunque se centra en el contenido de la primera predicación cristiana, hace una referencia clara a la vocación de Pablo. Buen tema de reflexión en una época en la que tanto nos preocupa la escasez de vocaciones.

            A propósito de la visita de Jesús a Nazaret vimos que Lucas se basa en el evangelio de Marcos, pero lo modifica para enfocar el episodio de forma nueva. Hoy ocurre lo mismo con la vocación de los primeros discípulos. Para comprender el relato de Lucas conviene recordar el de Marcos.

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El escueto relato de Marcos sobre la vocación de los primeros discípulos

Caminando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban las redes al lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo:

“Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres”.

Al punto, dejando las redes, le siguieron.

Un trecho más adelante vio a Santiago de Zebedeo y a su hermano Juan, que arreglaban las redes en la barca. Inmediatamente los llamó. Y ellos dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron con él.

            El relato no puede ser más breve. Parecen simples notas para ser desarrolladas por Marcos en su comunidad. Dos parejas de hermanos, un lago, unas redes, una barca, el padre de dos de ellos, unos jornaleros. En este ambiente tan sencillo y cotidiano, Jesús se encuentra por primera vez con estos cuatro muchachos, los llama, y ellos lo siguen dejándolo todo. Una reacción que desconcierta a cualquier lector atento.

La versión de Lucas

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara, un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

– «Remad mar adentro, y echada las redes para pescar

Simón contestó:

«Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:

– «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»

Y es que el asombro- se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón:

«No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»

Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Los tres cambios que introduce Lucas

  1. Pretende hacer más comprensible el seguimiento de los discípulos. No es la primera vez que se encuentran con Jesús. Él ya ha estado antes en Cafarnaúm, incluso ha comido en casa de Simón y ha curado a su suegra. Luego ha seguido su vida de predicador itinerante y solitario, pero, cuando vuelve a Cafarnaúm, no es un desconocido. Es un maestro famoso y la gente se agolpa para escucharle. El lector no se extraña de que lo sigan.
  2. Centra su atención en Pedro, no en los cuatro discípulos, hasta el punto de que ni siquiera nombra a su hermano Andrés. Jesús sube a la barca de Simón, le pide que se aleje un poco de tierra; con él dialoga después de hablar a la multitud, ordenándole adentrarse en el lago y echar las redes; y Simón Pedro es el único que reacciona arrojándose a los pies de Jesús y reconociéndose pecador. Aunque luego se menciona a Santiago y Juan, que también seguirán a Jesús, las palabras finales y decisivas las dirige Jesús solo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.
  3. Subraya la importancia de Jesús. No se limita a pasear por el lago (como cuenta Marcos) sino que está predicando a la gente, que se agolpa a su alrededor hasta el punto de necesitar subirse a una barca. Luego, Simón le da el título de “Maestro” y le obedece, volviendo a pescar, aunque parece absurdo. Finalmente, Simón cae de rodillas y lo reconoce como un personaje santo, no un pobre pecador como él. La vocación de los discípulos supone un mayor conocimiento de Jesús.

El relato de la vocación de Isaías (1ª lectura)

El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a él. Y se gritaban uno a otro, diciendo: “¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!” Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.

            Yo dije: “¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.

            Y voló hacia mí uno de los serafines, con una ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: “Mira; esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.

            Entonces, escuché la voz del Señor, que decía: “¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?

            Contesté: “Aquí estoy, mándame.”

            Retrocedamos ocho siglos, al año 739 a.C., cuando muere el rey Ozías. En ese momento sitúa Isaías su vocación. Pero la cuenta de un modo muy distinto. En ese encuentro inicial con Dios lo que más le llama la atención es su majestad y soberanía, que destaca mediante tres contrastes. El primero con Ozías, muerto; del rey mortal se pasa al rey inmortal. El segundo, con los serafines, a los que describe detenidamente, mientras de Dios solo puede decir que “la orla de su manto llenaba el templo. El tercero, con Isaías, que se siente impuro ante el Señor. Tenemos tres binomios que subrayan la soberanía de Dios (vida-muerte, invisibilidad-visibilidad, santidad-impureza). Todo esto, enmarcado en un terremoto que hace temblar los umbrales y llena de humo el templo.

            Basándose en la queja de Isaías (“soy un hombre de labios impuros”), un serafín purifica sus labios, como símbolo de la purificación de toda la persona. Por eso, la consecuencia final no es que Isaías ya tiene los labios puros, sino que ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado. Cuando Dios pregunte ¿A quién mandaré? ¿Quién irá de mi parte?”, Isaías podrá ofrecerse voluntariamente: Aquí estoy, mándame.

La vocación de Isaías y la vocación de Simón

            Lucas, gran conocedor del Antiguo Testamento, parece ofrecer en su relato de la vocación de Simón Pedro una relectura de la vocación de Isaías. Al menos es interesante advertir las diferencias.

            El escenario. La vocación de Isaías tiene lugar en el ámbito sagrado del templo, con Dios en un trono alto y excelso, rodeado de serafines. La de Pedro, en una barca dentro del lago, rodeado de los compañeros y jornaleros.

            La persona que llama. En el caso se Isaías se subraya la majestad y santidad de Dios. A Jesús se lo presenta inicialmente de forma muy humana, aunque capaz de congregar a una multitud y de convencer a Pedro para que vuelva a pescar. Solo después de la pesca advertirá Pedro que se encuentra ante un personaje excepcional.

            La reacción inicial del llamado. En ambos casos el protagonista se siente pecador. La reacción de Isaías es más trágica (“estoy perdido”) porque parte de la idea de que nadie puede ver a Dios y seguir con vida. Pedro se reconoce simplemente ante un personaje sagrado junto al cual no puede estar (apártate de mí).

            La preparación del enviado. A Isaías, un serafín lo purifica como paso previo para poder realizar su misión. Jesús no realiza nada parecido con Pedro. La forma de prepararse es seguir a Jesús. Dejándolo todo lo siguieron”.

            La misión. La liturgia ha suprimido la parte final del relato de Isaías, donde recibe la desconcertante misión de endurecer el corazón del pueblo judío y cegar sus ojos; la misión principal de Isaías consistirá en transmitir un mensaje durísimo. En cambio, la de Pedro será positiva, “pescador de hombres”.

            La reacción final del elegido. Aquí no hay diferencia. En ambos casos se advierte la misma disponibilidad, aunque en los discípulos se subraya que lo dejan todo para seguir a Jesús.

La breve referencia de Pablo a su vocación (2ª lectura)

            Al enumerar las apariciones de Jesús, Pablo no evita una referencia a sí mismo: por último, como a un aborto, se me apareció también a mí. La gran diferencia con Isaías y Pedro es que Pablo ha sido un perseguidor de la iglesia. Pero también él recibe una misión, y ha respondido con toda generosidad. Incluso con cierto orgullo confiesa: he trabajado más que todos ellos”. Para corregirse inmediatamente: “Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo.

Reflexión y pregunta

            La generosidad de los cuatro primeros discípulos, dejándolo todo para seguir a Jesús, nos recuerda a tantas personas que siguen dejando todo, incluso la familia y la patria, a veces para ser pescadores de hombres”, otras para ayudar a cualquiera que lo necesite, incluso de religión distinta. Un ejemplo que sirve de estímulo y demuestra el poder de la llamada de Jesús.

            La pregunta: ¿Cuántas veces a la semana cumplo su mandato: Rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”?

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09 de Febrero. Domingo V. Tiempo Ordinario

Domingo, 9 de febrero de 2025
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“Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.”

(Lc 5, 1-11)

Y hay que decir que esta vez “todo” era mucho. Eran dos barcas tan llenas de peces que casi se hundían…

Lo normal hubiera sido que Pedro o los hijos de Zebedeo hubieran contratado a Jesús como pescador. Con él en la empresa los beneficios hubieran aumentado considerablemente. Sus familias se habrían enriquecido y con parte de los beneficios podrían haber ayudado a otras muchas personas. Podrían haber fundado una escuela de predicadores y una ONG, por ejemplo.

Así son las cosas como las pensamos nosotros. Dios suele tener otras ideas y aquí es cuando estos pescadores, el mejor día de toda su carrera laboral deciden dejarlo TODO.

Una decisión absolutamente absurda desde el punto de vista humano. Es una pena no conocer la reacción de las familias y amigos de estos pescadores. Pero seguro que fue similar a la de tantas familias que ven como una hija, un hermano, una sobrina o un primo se encuentra con Dios y lo deja todo.

Quienes lo ven desde fuera no lo comprenden. Una vez, hace años, una persona que vino a la hospedería, conversando con la hospedera, se interesaba por una hermana. Había oído decir que en el monasterio había una hermana que era médico y preguntaba si era cierto. Ante la respuesta afirmativa dijo: “-¡Qué desperdicio de vida!”

Que una persona que tenía una buena profesión decida meterse monja suscita incomprensión e incluso desprecio. No hay lógica humana que comprenda que alguien sea capaz de dejar dos barcas llenas de peces y seguir a un Maestro medio desconocido. No se comprende, pero sigue sucediendo.

Jamás podrá comprenderse porque es una respuesta que tiene que ver con el corazón, no con la razón. El amor nunca es razonable. Y ahí van quedando barcas llenas de peces en muchas orillas. Porque cuando Dios irrumpe en la vida de alguien primero la hace rebosar y después se lo pide TODO.

Oración

Ven, Trinidad Santa, a nuestras orillas, cuando repasamos nuestras redes vacías, cuando dejamos nuestras barcas llenas. Amén.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Si no alcanzas el mar profundo de tu ser, nunca serás tú.

Domingo, 9 de febrero de 2025
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E7714C27-2A36-4F7B-BF00-2D8A4FDEC734DOMINGO 5º (C)

Lc 5,1-11

Empezamos Hoy el c 5 del evangelio de Lucas con un episodio múltiple: La multitud que se agolpa en torno a Jesús para escuchar la palabra de Dios; la enseñanza desde la barca; la invitación a remar mar adentro; pesca inesperada; la confesión de la indignidad de Pedro; la llamada de los discípulos y el inmediato seguimiento. No nos dice de qué les habla Jesús, pero lo que sigue nos da la verdadera pista para descubrir de qué se trata. Este relato es muy parecido al que narra Juan en el capítulo 21. Los dos abren un horizonte nuevo. Los dos nos invitan a conocer a Jesús y a conocernos nosotros mejor para parecernos a él.

Hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada. El hecho de que la pesca abundante sea precedida de un total fracaso tiene un significado teológico muy profundo. ¿Quién no ha tenido la sensación de haber trabajado en vano durante décadas? Solo tendremos éxito cuando actuemos en nombre de Jesús. Esto quiere decir que debemos actuar de acuerdo con su actitud vital, más allá de nuestras posiciones raquíticas y a ras de tierra. Lo que se nos pide es muy distinto a decir: por Jesucristo nuestro Señor.

Rema mar adentro. La multitud se queda en tierra, solo Pedro y los suyos (muy pocos) se adentran en lo profundo. Esta sugerencia de Jesús es también simbólica. En griego “bados” y en latín “altum” significan profundidad (alta mar), y expresa mejor el simbolismo. Solo de las profundidades del hombre se puede sacar lo más auténtico. Todo lo que buscamos en la superficie, en vano, está ya dentro de nosotros mismos. Pero ir más adentro exige traspasar las falsas seguridades del yo superficial y adentrarse en aguas incontrolables. Adentrarse en lo que no controlamos exige fe-confianza. Decía Teilhard de Chardin: Cuando bajaba a lo hondo de mi ser, dejé de hacer pie y parecía que me deslizaba hacia el vacío.

Fiado en tu palabra, echaré las redes. El que Pedro se fíe de la palabra de Jesús que le manda, contra toda lógica, echar las redes a una hora impropia, tiene mucha miga. Las tareas importantes las debemos hacer siempre fiándonos de otro. Tenemos que dejarnos conducir por la Vida. Cuando intentamos controlar lo que es más que nosotros, aseguramos nuestro fracaso. El mismo Nietzsche dijo: “El ser humano nunca ha llegado más lejos que cuando no sabía a dónde le llevaban sus pasos”. Lo que trasciende a nuestro ser consciente es mucho más importante que el pequeñísimo espacio que abarca nuestra razón. Dejarnos llevar por lo que es más que nosotros, es signo de verdadera sabiduría.

No temas. El temor y el progreso son incompatibles. Mientras sigamos instalados en el miedo, la libertad mínima indispensable para crecer será imposible. Más de 130 veces se habla en la Biblia del miedo ante lo divino. Casi siempre, sobre todo en los evangelios, se afirma que no hay motivo para temer nada. El miedo nos paraliza e impide cualquier decisión hacia la Vida. Si el acercamiento a Dios nos da miedo, ese Dios es falso. Cuando la religión sigue apostando por el miedo, está manipulando el evangelio y abusando de Dios.

El mar era el símbolo de las fuerzas del mal. Pescar hombresera un dicho popular que significaba sacar a uno de un peligro grave. No quiere decir, como se ha entendido con frecuencia, pescar o cazar a uno para la causa de Jesús. Aquí quiere decir: ayudar a los hombres a salir de todas las opresiones que le impiden crecer. Solo puede ayudar a otro a salir de la influencia del mal el que ha encontrado lo auténtico de sí mismo. Crecer en mi verdadero ser es lo mejor que puedo hacer por los demás. La principal tarea de todo ser humano está dentro de él. Dios quiere que crezcas, siendo lo que ya eres de verdad.

Y, dejándolo todo, lo siguieron. Seguimos en un lenguaje simbólico, teológico. Es imposible que Pedro y sus socios dejaran las barcas los peces cogidos, la familia y se fueran físicamente detrás de Jesús desde aquel instante. El tema de la vocación es muy importante en la vida de todo ser humano. La vida es siempre ir más allá de lo que somos, por lo tanto, el mismo hecho de vivir nos plantea las posibilidades que tenemos de ir en una dirección o en otra. Con demasiada frecuencia se reduce el tema de la “vocación” al ámbito religioso. Nada más ridículo que esa postura. Quedaría reducido el tema a una minoría.

La vocación no es nada distinto de mi propio ser. No es un acto puntual y externo de Dios en un momento determinado de mi historia. Dios no tiene otra forma de decirme lo que espera de mí, que a través de mi propio ser. Elige a todos de la misma manera, sin exclusiones ni preferencias. La meta es la misma para todos. Dios no puede tener privilegios con nadie. Soy yo el que tengo que adivinar todas las posibilidades de ser que yo debo desarrollar a lo largo de mi existencia. Ni puede ni tiene que añadir nada a mi ser. Desde el principio están en mí todas esas posibilida­des, no tengo que esperar nada de Dios.

Mi vocación sería encontrar el camino que me llevará más lejos en esa realización. Los distintos caminos no son ni mejores ni peores. Lo importante es acertar con el que mejor se adecúe a mis aptitudes. La vocación la tenemos que buscar dentro de nosotros mismos, no fuera. No debemos olvidar nunca que toda elección lleva consigo muchas renuncias que no se tienen que convertir en obsesión, sino en la conciencia clara de nuestra limitación. Si queremos avanzar hacia la meta, debemos encontrar nuestro camino. El riesgo de equivocarnos no debe paralizarnos, porque, aunque nos equivoquemos, si hacemos todo lo que está de nuestra parte, llegaremos a la meta, aunque sea con un mayor esfuerzo.

Este relato está resumiendo el proyecto vital de todo ser humano. Jesús desarrolló su proyecto de vida y quiere que los demás desarrollen el suyo. No se trata de una imitación externa como tantas veces nos han insinuado, sino de un vivir lo que él vivió desde nuestro ser más auténtico y profundo. Pedro lo ve como imposible y hace patente su incapacidad. Está instalado en su individualidad y en su racionalidad y es figura de todos nosotros que no somos capaces de superar el ego psicológico y el ego mental. Es lo que hacemos todos nosotros. Lo que no son mis proyectos racionales lo considero inalcanzable.

Pero la verdad es que más allá de lo que creo ser, está lo que soy de verdad. Aquí está la clave de nuestro fracaso espiritual. Descubrimos que hay seres humanos que han alcanzado ese nivel superior de ser, pero a mí me parece inalcanzable porque “soy un pecador”. “¿Quién te ha dicho que estabas desnudo?” Dios da por supuesto que Él no ha sido. Notad el empeño que ha tenido la religión en convencernos de que estábamos empecatados. Ojalá superásemos esa tentación y aspirásemos todos a la plenitud a la que podemos llegar. Ni lo biológico ni lo psicológico ni lo racional constituyen la meta del hombre.

La traducción alternativa nos abre un nuevo horizonte para la interpretación simbólica. Rema a lo profundo. Abandona la superficialidad. Echa las redes en lo más hondo de ti mismo. Superados los monstruos, los fantasmas y las sombras, encontrarás la pesca inagotable, descubrirás lo que de verdad eres y encontrarás la paz y quietud absolutas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La catedral

Domingo, 9 de febrero de 2025
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pescatoridiuominiLc 5, 1-11

«Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron»

En mayor o menor medida, todos nos sentimos llamados a hacer algo en la vida.

El hedonista se siente llamado a aprovechar los placeres y momentos gratos que le brinda la vida, el existencialista a construirse a sí mismo para dotar de una esencia personal a la existencia que ha recibido, el místico a buscar a Dios en lo más íntimo de su ser, el hinduista a cultivar el equilibrio interior que le permita mantener la armonía con los demás y con la Naturaleza, el cristiano a responder al amor de Dios con amor a los demás…

Para un cristiano hay muchas formas de responder a esta llamada dependiendo de su personalidad, aunque si levantamos un poco la vista hacia el horizonte, todas ellas están encaminadas a la misión última que está en el fondo de todas ellas: construir humanidad; es decir, colaborar en la obra de Dios porque Dios ha confiado en nosotros para sacarla adelante.

Es probable que conozcan la leyenda de aquel maestro de obra que en plena Edad Media visitaba la sección de cantería en el solar donde se estaba construyendo una catedral. Dice la leyenda que se acercó a uno de los canteros, y le preguntó: «¿Qué estás haciendo?», y él le respondió: «Estoy tallando este bloque de mármol». Le hizo la misma pregunta a un segundo cantero, y éste le dijo: «Estoy fabricando un capitel». Siguió su camino, y ante la misma pregunta, un tercer cantero le respondió: «Estoy construyendo una catedral»… Los tres estaban haciendo lo mismo, pero con una perspectiva y una motivación muy diferentes.

Nuestra catedral es la humanidad, y para construirla es necesario convertirse en servidor, compartir lo que tenemos con los que no tienen, perdonar setenta veces siete, trabajar por la paz y la justicia. En definitiva, hace falta que «los hombres vean en nuestras buenas obras el amor del Padre». Nosotros creemos en Abbá porque lo hemos visto reflejado en Jesús, y “los hombres” solo podrán creer en Jesús si ven en nosotros que sus criterios de vida más sólidos y convincentes que los que les ofrece el mundo.

Vista desde esta perspectiva, responder a la llamada comporta una gran responsabilidad. Por eso, Ruiz de Galarreta proponía el siguiente lema como propio del cristiano: «Máximo compromiso, máxima confianza»… Máximo compromiso porque la envergadura de la tarea así lo requiere, y máxima confianza porque ese compromiso es con nuestra Madre.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Confiar te hace discípulo/a.

Domingo, 9 de febrero de 2025
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ob_01d814_appelLc 5, 1-11

En este relato, Lucas, nos presenta el inicio del seguimiento de Jesús por parte de sus primeros discípulos varones. El evangelista presenta este camino que ellos inician como el paradigma de todo proceso de discipulado. Más allá de la fuerza narrativa que la pesca milagrosa imprime a la historia, lo que el autor quiere transmitir es que para seguir a Jesús no solo es importante empatizar o ilusionarse con sus enseñanzas y signos sino arriesgarse a vivir desde el horizonte del Reino asumiendo un modo de vida alternativo y, muchas veces contracultural, que pone en el centro al Dios de la misericordia y de la inclusión.

La palabra de Jesús es la Palabra de Dios

Jesús no es un charlatán que mueve los sentimientos y emociones de la gente para que se unan a sus propuestas, ni un líder que mueve a la gente hacia un objetivo. Jesús invita a acoger el mensaje liberador y sanador de Dios.

Como Lucas nos había contado previamente en la escena de la sinagoga de Nazaret (Lc 4, 14-30), Jesús se siente enviado a una misión: encarnar lo que siglos antes el profeta Isaías había proclamado (Is 61,1-2).  Para él las palabras del profeta ya no son solo una esperanza sino una realidad que se encarna en su actuar y en su modo de nombrar a Dios. Junto al lago de Genesaret la gente se agolpa para escucharlo porque su mensaje suena a buena noticia, ofrece esperanza y sentido y, sobre todo, porque anuncia a un Dios que no condena ni se rodea de los perfectos, sino que perdona y consuela, acoge y escucha, poniendo en el centro de sus preocupaciones a quienes sufren, son excluidos/as o invisibilizados/as.

Ni tan lejos ni tan cerca

Pedro y sus compañeros están afanados en el duro trabajo de repasar y guardar las redes después de una larga noche de pesca que había dado poco fruto. Ellos empatizaban con el mensaje de Jesús y seguramente lo escuchaban mientras faenaban, pero seguían muy ocupados en la ardua tarea de sobrevivir, de ganarse un pan precario para ellos y sus familias.

Jesús sabe y entiende sus preocupaciones, pero intuye que puede pedirles algo más.  Se acerca y se sube a una de sus barcas para seguir enseñando. Con este gesto reclama toda su atención y les ofrece un sentido y un objetivo nuevo a sus vidas.

Escuchando a Jesús estos hombres van descubriendo que resignarse a lo que hay solo perpetua su fracaso y su impotencia.  Volver a echar las redes y hacerlo más lejos de lo previsto es un acto de confianza que supone riesgo y audacia, pero les posibilita conseguir una pesca mejor. El milagro es posible poque confiaron, no tanto en los conocimientos pesqueros de Jesús sino en su palabra que los empujaba a un nuevo comienzo.

La pesca abundante les hizo caer en la cuenta de que no era suficiente escuchar a Jesús y vibrar con sus palabras había que comprometerse con su causa y construir comunidad junto a él.  De eso se trataba la invitación a ser pescadores de hombres…

Arriesgarse a creer

Para Lucas este relato quiere ser una invitación al seguimiento. Pedro se presenta como figura paradigmática que encarna el proceso de hacerse discípulo/a e incorporarse a la nueva familia del Reino que Jesús propone.

Pedro inicialmente reconoce en Jesús un maestro que le ofrece un mensaje novedoso y desafiante pero sus expectativas no van más allá de lo que la vida le ofrece.  Su encuentro con Jesús le había ilusionado y fortalecía sus esperanzas, pero no se planteaba cambios significativos.

Ese día en el lago todo cambia. La invitación de remar más adentro hace que se replantee sus pertenencias y deja de ser un oyente para convertirse en discípulo. Ahora, ya no se trata de mejorar su existencia sino de comprometerse en la transformación de la realidad para que la Buena Noticia de Jesús llegue a los confines del mundo. Para ello necesita dejar todo lo que lo ata a su pequeño espacio cotidiano y disponerse a seguir a Jesús. No solo por los caminos de Galilea sino hasta Jerusalén. No solo para ayudar en la misión sino para ser misión.

Confiar en Jesús y echar de nuevo las redes lo llenó de asombro, pero no fue eso lo que lo cambió. Lo que lo cambió fue descubrir, a través de ese hecho, quién era de verdad Jesús y qué suponía incorporarse a su misión.

Con circunstancias diferentes y ya lejos de los comienzos, los miembros de la comunidad lucana pueden encontrar en la figura de Pedro su propia experiencia y desde ahí discernir su camino de seguimiento y su implicación en la misión.

Descubrir a Pedro acogiendo la llamada de Jesús es, para ellos y ellas, un motivo de impulso para su propio proceso. Ellos y ellas también pueden escuchar a Jesús llamándolos/as a remar mar adentro, a no desfallecer en los intentos y seguir confiando en la Buena Noticia de Jesús en su propia realidad y en sus desafíos concretos.

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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El camino de la abundancia.

Domingo, 9 de febrero de 2025
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Confianza.5-640x360Comentario al evangelio del domingo 9 febrero 2025

Lc 5, 1-11

En forma de “relato de milagro”, el texto busca hacer un elogio de la confianza radical, como fuente de fruto abundante. La creencia cristiana deposita tal confianza en Jesús (en Dios), y anima a ello, queriendo mostrar el poder de su sola palabra, como si dijera: Basta creer en él para que obtengas un derroche de bienes.

Lo que choca, sin embargo, con la consciencia moderna es el hecho de situar la confianza “fuera” de nosotros, en un ser o en una fuerza externa a la que deberíamos someternos. Y, aunque es cierto que en ocasiones cae en una especie de locura autosuficiente, no lo es menos el hecho de que la humanidad acumula demasiadas experiencias dolorosas de sometimientos y alienaciones de todo tipo.

Más aún: desde mi punto de vista, las resistencias a depositar la confianza en alguien exterior no solo provienen de ese tipo de experiencias frustrantes, sino de algo más profundo, que late en todo ser humano, al menos en forma de intuición. Me refiero justamente a la intuición de que la Fuente de la confianza es una con lo que realmente somos. Quizás no se sepa formular, ni siquiera incluso reconocer, pero esa especie de “guía interior” sigue ahí: más allá de nuestra persona (yo), impermanente, frágil, vulnerable y con tendencias a la autosuficiencia egoica, percibimos en nosotros otra realidad, profunda, amplia, gratuita, incondicional, que es una con la Vida y que, a la vez, nos sostiene y nos constituye. No es necesario buscar fuera ni lejos, es inútil perseguir sustitutivos engañosos. Basta comprender nuestra verdad profunda y vivirnos en conexión y docilidad a ella.

Se entiende que el ser humano haya puesto -tienda a poner- la fuente de seguridad y de confianza fuera de sí mismo. No solo por la extrema vulnerabilidad que experimentó desde su propia aparición en el planeta, sino porque ese modo de hacer remite a la primera experiencia infantil, que quedó grabada a fuego e nuestras neuronas. El niño, más allá del narcisista sentimiento de omnipotencia infantil, sabe bien que su seguridad y su confianza dependen de los otros. No es extraño que ese mismo esquema perdure a lo largo de su existencia, aun adoptando diversas formas (religiosas o no). Con todo, aquella voz de la intuición seguirá clamando en nuestro interior invitándonos a regresar a “casa”.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Rema mar adentro (los peces muertos se los lleva el río)

Domingo, 9 de febrero de 2025
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19977047906_3b2893fd6b_bDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Relato de colorido eclesial

        Esta narración de la pesca nula o abundante tiene un marcado colorido eclesial: el mar, la barca, las redes, los peces, la pesca son símbolos de tono eclesial…

        Este texto refleja la experiencia de las primeras (y de todas) las comunidades cristianas: dificultades, galernas, noches, ineficacia pastoral, etc.

02.-La mar es siempre difícil y peligrosa.

        La mentalidad bíblica consideraba la mar, como morada de Satanás y de las fuerzas contrarias a Dios.

Realmente el mar impresiona y agobia por su fuerza caótica y abismal, agobian las aguas abisales.

Tal es, por otro lado, el sentido del descenso a los infiernos (inferi: aguas inferiores) o aquello que se cantaba en el ofertorio de los funerales: Domine,Iesu Christe, Rex gloriæ libera animas defunctorum de poenis inferni et de profundo lacu: Señor JesuCristo, rey de la gloria, libra las almas de los difuntos delas penas del infierno y de las aguas del lago profundo.

        El mar es el ambiente duro y peligroso en el que los hombres trabajan por sobrevivir.

        En cierto sentido la existencia humana es una singladura, una travesía por un  mar siempre caótico.

03.- Nos hemos pasado la noche, la vida sin pescar nada.

        Podemos tener en la vida la sensación que tuvo Pedro y los primeros creyentes: nos hemos pasado la noche, la vida sin pescar nada… Podemos tener la misma impresión que tuvieron Isaías y Pedro: Soy hombre de labios impuros, poca cosa, soy un pecador.

        Podemos tener la impresión de que hemos hecho poco o que hemos perdido el tiempo en la vida.

        Una actitud de no pocos  obispos ultramontanos de hoy en día es la de culpabilizar a las generaciones conciliares de haber deformado el cristianismo, de que todo lo que se trabajó en aquellos años no sirvió para nada y habéis perdido el tiempo y el cristianismo: lo que hicimos y trabajamos en tiempos del concilio y postconcilio fue contraproducente. Basta leer las reiterativas soflamas de algunos obispos.

04.- No temas. Por tu palabra…

        Jesús le dice a Pedro -y a nosotros- lo mismo que se repite tantas veces en el Evangelio a Zacarías, a María, a los discípulos: no temas, no temáis.

        No tengamos miedo. Echemos las redes, trabajemos por la Palabra del Señor.

Cuando Cristo está en la barca de Pedro y navega con nosotros en el mar de la vida, se pueden capear los temporales, incluso se pueden salvar personas (pescar hombres) en abundancia y sustraerlos a las garras del abismo y de la muerte.

05.- Rema mar adentro.

        Jesús invita a sus compañeros, especialmente a Pedro, a remar mar adentro. En el mar de la vida hay que remar siempre. Solamente los peces vivos nadan contracorriente y “cuesta arriba”, los peces muertos se los lleva el río.

        Remar mar adentro significa salir del puerto a mar abierta, salir de  las propias seguridades y confiar en JesuCristo

        No es lo mismo buscar la seguridad que confiar en la Palabra. El temperamento religioso y lleno de miedo busca la seguridad de sus dogmas, de sus ritos, de sus leyes. Las instituciones, el poder religioso y político buscan seguridad, el cristiano confía en la Palabra del Señor y rema confiadamente más adentro.

        No es lo mismo seguridad que confianza.

        Por tu Palabra, echaré las redes.

        Fiarse de esa Palabra hace posible que acontezca lo impensable o, lo que es lo mismo, la utopía, la cual jamás será posible desde la lógica del pragmatismo y de la ley.

    Fiarse de la Palabra de Jesús nos introduce en una dinámica nueva. Nos libra de nuestras prepotencias más o menos inconfesadas y nos hace descansar en la esperanza.

Le siguieron. Sigamos confiadamente al Señor

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“Un discipulado que implica a toda la persona”, por Consuelo Vélez

Domingo, 9 de febrero de 2025
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discipulado-implica-toda-persona_2747435231_17533511_660x371De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del V domingo del Tiempo Ordinario 9-02-2025

La vida pública de Jesús se va caracterizando por su predicación

En ese contexto, comienzan las llamadas al seguimiento de los primeros discípulos: Simón Pedro y sus compañeros Juan y Santiago, hijos de Zebedeo.

Lo interesante es el diálogo que, valiéndose de la realidad de la pesca, hace que ellos comprendan algo más del seguimiento.

Será la confianza puesta en las palabras de Jesús la que lleve a Pedro y a sus compañeros a echar las redes y, es ahí, donde la abundancia de peces muestra la eficacia de la palabra de Jesús

Comienza así el discipulado de estos primeros seguidores de Jesús, no tanto asombrados por los milagros como, posiblemente, lo hacía la multitud, sino por el reconocimiento a la persona de Jesús por quien vale la pena dejarlo todo para seguir tras sus mismos pasos.

La gente se agolpaba junto a él para escuchar la Palabra de Dios, mientras él estaba a la orilla del lago de Genesaret. Vio dos barcas junto a la orilla, los pescadores se habían bajado y estaban lavando sus redes. Subiendo a una de las barcas, la de Simón, le pidió que se apartase un poco de tierra. Se sentó y se puso a enseñar a la multitud desde la barca. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

– Navega lago adentro y echa las redes para pescar.

Le replicó Simón:

– Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos sacado nada; pero, ya que lo dices, echaré las redes.

Lo hicieron y capturaron tal cantidad de peces que reventaban las redes. Hicieron señas a los socios de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Llegaron y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al verlo, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús y dijo:

– ¡Apártate de mí, Señor, que soy un pecador!

Ya que el temor se había apoderado de él y de todos sus compañeros por la cantidad de peces que habían pescado. Lo mismo sucedía a Juan y Santiago, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Jesús dijo a Simón:

– No temas, en adelante serás pescador de hombres.

Entonces, amarrando las barcas, lo dejaron todo y le siguieron

(Lucas 5, 1-11).

La vida pública de Jesús, según los evangelistas, se va caracterizando por su predicación, primero con mucho éxito -así como comienza este evangelio: “se agolpaban junto a él para escuchar la Palabra de Dios”-, pero después, esas multitudes van desapareciendo e incluso serán las que estén en su contra en los momentos finales.

En este contexto inicial de éxito, comienzan las llamadas al seguimiento de los primeros discípulos y aquí tenemos la llamada a Simón Pedro y a sus compañeros Juan y Santiago, hijos de Zebedeo. En realidad, el protagonista del texto es Simón porque es con quien se da el diálogo. De los otros dos solo dice que “les sucedía lo mismo que a Simón Pedro”. Podríamos pensar que el milagro por la abundancia de peces hizo que “inmediatamente” ellos siguieran a Jesús. Pero, en realidad, si vemos los textos anteriores a este, en el evangelio de Lucas, Jesús había curado a la suegra de Pedro y había hecho muchas otras curaciones. De ahí que sea algo -relativamente normal- que Jesús pueda subir a la barca de Pedro y desde allí siga la predicación a las multitudes.

Pero lo interesante es el diálogo que, valiéndose de la realidad de la pesca, hace que ellos comprendan algo más del seguimiento. La predicación de Jesús puede ser muy atrayente pero la realidad es contundente: no han pescado nada en toda la noche. Será la confianza puesta en las palabras de Jesús la que lleve a Pedro y a sus compañeros a echar las redes y, es ahí, donde la abundancia de peces muestra la eficacia de la palabra de Jesús. El contraste entre el desaliento de los pescadores y los frutos dados al poner la confianza en Jesús hace que Pedro reconozca su pequeñez o su ser un pecador, como dice el texto. De alguna manera está haciendo referencia al “temor sagrado” frente a la persona de Jesús, reconociendo quién es él realmente.

Comienza así el discipulado de estos primeros seguidores de Jesús, no tanto asombrados por los milagros como, posiblemente, lo hacía la multitud, sino por el reconocimiento a la persona de Jesús por quien vale la pena dejarlo todo para seguir tras sus mismos pasos. El dejarlo todo supone ese cambio de valores hacia el reino de Dios predicado por Jesús que implica a toda la persona en esa misión encomendada. A este mismo seguimiento nos sigue invitando hoy Jesús, seguirlo a Él, la novedad de su reino, la puesta en práctica de sus convicciones.

 (Foto tomada de: https://radiorsd.pe/iglesia-en-marcha/echad-la-red-la-derecha-de-la-barca-y-encontrareis-2)

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“Dios me necesita”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Domingo, 9 de febrero de 2025
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IMG_9846Comentario a la lectura evangélica (Lucas 5, 1-11) de la Misa del V Domingo del Tiempo Ordinario – 9 febrero 2025 -.

Todo vibra

Los postes del templo de Jerusalén vibran, porque Dios lo llena con el borde de su manto. E Isaías, fascinado, estremecido, sobrecogido por tanta belleza, mide la distancia entre su poca fe y la inmensa belleza de Dios.

Vibra de pasión el más pequeño de los apóstoles que defiende a la comunidad que ha evangelizado y que se ve perturbada por supuestos «superapóstoles» que denigran su anuncio, el primero de una larga serie de autoproclamados defensores de Dios.

Vibra el corazón de Simón, desencantado y cansado tras una larga e infructuosa noche de pesca, que se encuentra, él, hombre de cuerda y agua, de olor a pescado y noches en vela, escuchando a aquel carpintero perezoso y prestándole la barca.

Nuestros sentidos vibran, nuestra inteligencia, cuando bebemos en la Palabra que ilumina y dirige nuestra semana. Brújula para dirigir nuestra barca en estos tiempos de olas agitadas, de miedos no resueltos, de comunidades atribuladas.

Las jambas vibran, porque Dios llena nuestras pequeñas vidas.

La multitud se agolpaba a su alrededor para escuchar la palabra de Dios

Sedientos de palabras divinas, palabras que construyan, iluminen, orienten, animen, desvelen, sacudan, llenen.

Escuchan las reflexiones de los rabinos, de los curanderos, de los escribas, y las severas y creíbles de los fariseos, pero ninguna de las palabras apunta a Dios como las del Nazareno.

Ninguna de aquellas palabras acaricia el alma. La enciende. La provoca. Ninguna.

Así que se agolpan, se apresuran a ponerse a su lado. Han caminado durante horas, atraídos por las noticias del lago, y por fin se sientan, sedientos.

Y Jesús les sacia la sed.

Cuando alguien con sus palabras nos conmueve y nos empuja hacia un mundo nuevo, todo en nosotros florece.

Por supuesto, algunos nos manipulan, nos adulan, son vendedores, expertos en seducción.

Entonces sus palabras prenden primero, pero pronto se desvanecen y no dejan rastro.

Otros, en cambio, golpean como una sacudida en el alma.

Y nos cambian la vida.

Jesús es así. Porque dice las palabras de Dios.

Desilusiones

Mientras habla, ve con el rabillo del ojo a los que están arreglando las redes.

Están cansados, se da cuenta por sus gestos de fatiga. Imagina que están decepcionados al ver los cestos tristemente vacíos de peces. Guardan silencio. En sus corazones, probablemente están juzgando a ese perdedor de tiempo que arenga a las multitudes. Y a las multitudes que no tienen nada mejor que hacer que perder el tiempo escuchando a un idiota.

Y él decide involucrarlos. Necesita su barco.

Un vacío.

Les ruega que se alejen un poco de tierra… ¿O no será más bien que levanten un poco el vuelo?

Jesús le ruega a Simón. Es amable. Respeta su dolor. No irrumpe en su vida descaradamente. Sabe que, en determinados momentos de la vida, las palabras tienen peso. Y definitivamente pueden quebrar y destruir.

Lo mismo hace con nosotros, el Señor.

Nos alcanza al final de la noche. Cuando las cestas están vacías. Y todavía tenemos un día muy largo por delante para completar.

Sube a mi barca de viaje, encallada. Llena sólo de fracasos, de juicios negativos, de pecados, de decepciones, de amargura. Como sucede a menudo. Aunque seamos discípulos. Aunque lo hayamos sido durante mucho tiempo. Aunque, generosamente, hayamos entregado nuestra vida al Señor, gastándola por el Evangelio.

Y, con suavidad, pidiendo y suplicando, nos invita a movernos del puerto. Un poco, al principio.

Esa pequeña distancia necesaria para poder escuchar sus palabras divinas y no el sordo murmullo de nuestro desánimo y nuestras quejas.

Luego, cuando Pedro, y nosotros, empezamos a confiar, se atreve.

Despega… desapégate

No tiene sentido. No tienes fuerzas. Tal vez ni siquiera quieras. Pero la invitación es demasiado amable. Y comienzas.

Por tu palabra. Porque tus palabras me han sacudido.

Asombros

Pescan, y sucede. El barco casi se hunde, se necesita ayuda.

Todos están ocupados y excitados por la inesperada y superabundante pesca.

Todos menos Pedro. Éste se estremece. Sobrecogidos por el asombro, él y los demás, toma nota Lucas.

Asombrados y estupefactos. Las emociones se desbordan. Invaden cada rincón de su mente.

Jesús pidió una barca vacía. Se la devuelve llena.

El corazón de Pedro también se llena. Asustado.

¿Así que es eso? ¿Dios te ruega que lo ayudes? ¿Incluso cuando estás agotado, desmotivado y enfadado? ¿Incluso cuando ya no tienes fuerzas ni ganas? Sí, por supuesto.

Pedro ve su sombra frente a toda esa luz. Una sombra que Jesús ni siquiera mencionó. Que él no tuvo en cuenta. Vio la barca vacía. Vio su cara de decepción. Vio su limitación.  Pero no se detuvo.

Ahora se arrodilla, Pedro.

Aléjate de mí, soy un pecador

Sí, lo eres. ¿Y qué? ¿De verdad crees, Pedro, que tus limitaciones limitan a Dios?

Ser consciente de las propias limitaciones es la mejor condición para acercarse a los hermanos, para convertirse en pescador de humanidad.

Somos nosotros los que quisiéramos ser puros y perfectos. Somos nosotros los que quisiéramos estar limpios y sin mancha. Y siempre aptos. Y coherentes. Y creíbles. Y admirables. Y ejemplares.

Dios necesita un barco. Mejor si está vacío.

Si está limpio de todas nuestras ansiedades y sueños de gloria.

Ese es el verdadero milagro.

Vibran los postes de nuestros corazones.

Dios me necesita.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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Michael Moore: “Francisco de Asís, desnudo”

Miércoles, 22 de enero de 2025
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De su blog Creer pensando:

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Nudus Nudum Christum Sequi

Todo había cristalizado unos veinte años antes, con el mismo gesto, desnudándose ante el obispo y ante su padre, entre sus amigos, detrás de su vergüenza, delante de Dios. Así, dejó caer todos sus ropas y sus disfraces. Y se fue, desnudo y desnudándose. Durante veinte años.

Desnudándose de tradiciones que asfixian y anclan para andar ligero, rechazó las formas de vida religiosa –reglas– que desde dentro y desde fuera le aconsejaban para que “acomodara” su propuesta sin propuesta.

Francisco, desnudo al comienzo y desnudo al final…

Hace casi 800 años atrás, al atardecer del tres de octubre de 1226, Francisco de Asís se desnudaba para, recostado en la Hermana Madre Tierra, celebrar su tránsito hacia las manos del Misterio. Todo había cristalizado unos veinte años antes, con el mismo gesto, desnudándose ante el obispo y ante su padre, entre sus amigos, detrás de su vergüenza, delante de Dios. Así lo narra su primer hagiógrafo, Tomás de Celano: “Desde ahora diré con libertad: `Padre nuestro, que estas en los cielos’, y no padre Pedro Bernardone, a quien no sólo devuelvo este dinero, sino que dejo también todos los vestidos. Y me iré desnudo al Señor” (2 C VII,12). Así, dejó caer todos sus ropas y sus disfraces. Y se fue, desnudo y desnudándose. Durante veinte años.

Desnudándose de sus ambiciones prometeicas, ilusoriamente fundadas en la violencia militar o en el lucro burgués, arrancó su aventura. Quería ascender socialmente, hasta que descubrió que para “subir” ese era un camino equivocado. Entonces, comenzó a “descender” hasta la humanidad negada de los leprosos. Y, curando, comenzó a ser curado. Lo amargo, comenzó a parecerle dulce. Y viceversa (cf. Tes 1-3).

Desnudándose del instinto de dominación, se hizo hermano y menor. Hermano de todos y de todo, porque experimentó visceralmente la Paternidad universal de Dios. Menor, porque descubrió que ese Padre se había acercado definitivamente a su creación en la carne de su Hijo, desde abajo y desde al costado, para lavar los pies de sus hermanos (cf. Adm 4).

Desnudándose de la soberbia mesiánica y sectaria de vivir el evangelio sine glosa como puros elegidos, fue con sus hermanos a Roma, una y otra vez, a escuchar y obedecer –sin transigir en lo esencial– el encuadre institucional de su intuición carismática que le señalaba la iglesia. Pero recordando que, si resulta difícil un carisma sin institución, imposible será una institución sin carisma.

Desnudándose de tradiciones que asfixian y anclan para andar ligero, rechazó las formas de vida religiosa –reglas– que desde dentro y desde fuera le aconsejaban para que “acomodara” su propuesta sin propuesta. Porque lo único que quería, decía, era volver a la frescura de la Buena Nueva sin concesiones: “La regla y vida de los hermanos menores es ésta: observar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo viviendo en obediencia, sin nada propio y en castidad” (2R 1,1).

Desnudándose de la convicción de ostentar la única verdad sobre el único Dios, sin más armas que el gesto no violento y la palabra sin gritos, visitó cortésmente al sultán Melek-el-Kamel, en una contra-cruzada eclesial, desde abajo, en voz baja y por afuera. Sin medir el éxito ni el fracaso. Por pura gratuidad (cf. 1C XX, 57).

Desnudándose de la pretensión de apropiarse lo que el Señor mismo le había revelado (cf. Tes 14), aprendió del fatigoso andar sinodalmente avant la lettre –sin fingimientos y sin coartadas–, dialogando, confrontando, renunciando y volviendo a apostar.

Desnudándose de la concupiscencia de la seguridad, supo afrontar la espesa noche oscura que lo atormentó durante los últimos años de su vida con las amenazas del sin-sentido, con la duda vocacional profunda, por el sentir estar demás: “Tú eres un simple y un inculto. Ya no vienes con nosotros. Nosotros somos tantos y tales, que no te necesitamos”. (VerAl, 11).

Desnudándose de la angustia que lo asfixiaba, exorcizó los demonios de la desesperanza y la desesperación y los convirtió en canto, para cantar con las creaturas todas al Altísimo que, aún en medio de la noche, brillaba tenuemente, despuntando amanecer como el Sumo Bien (cf. Cánt, 1). Las manos alzadas, llagadas por la historia, se comenzaban a abrir hacia el infinito. Y le daban la bienvenida a la Hermana muerte.

Así narra sus últimas horas el celanense: “Aun a la muerte misma, terrible y antipática para todos, exhortaba a la alabanza, y, saliendo con gozo a su encuentro, la invitaba a hospedarse en su casa: “Bienvenida sea -decía- mi hermana muerte“. Y al médico: “Ten valor para pronosticar que está vecina la muerte, que va a ser para mí la puerta de la vida“. Y a los hermanos: “Cuando me veáis a punto de expirar, ponedme desnudo sobre la tierra -como me visteis anteayer-, y dejadme yacer así, muerto ya, el tiempo necesario para andar despacio una milla“. Llegó por fin la hora, y, cumplidos en él todos los misterios de Cristo, voló felizmente a Dios” (2 C CLXIII, 217).

Francisco, desnudo al comienzo y desnudo al final. “Nada de ustedes retengan para ustedes mismos, a fin de que entero los reciba el que todo entero se les da”, había aconsejado a sus hermanos, unos años atrás (CtaO, 29). Hoy, ochocientos años después, me descubro escribiendo estas líneas, vestido y sepultado, instalado y retenido, y entonces me pregunto por qué me sigue conmoviendo el creer –firmemente– que todavía hoy “va Francisco, / desnudo a todas horas / como Dios mismo!” (J.L. Cortés, Francisco, el Buenagente, Madrid, San Pablo 198, 57).

S.Francesco'StripBenedetto

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(Puedes ampliar la imagen pinchando sobre ella)

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San Juan, Evangelista

Viernes, 27 de diciembre de 2024
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LECTIO

Primera lectura:

1 Juan 1,1-4

Queridos hermanos:

Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han tocado nuestras manos acerca de la palabra de la vida, pues la vida se manifestó y nosotros la hemos visto y damos testimonio, y os anunciamos la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos manifestó

Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo.

 Os escribimos estas cosas para que vuestro gozo sea completo.

***

       El breve prólogo de la carta de Juan, que expone los diversos criterios para entrar en comunión con Dios, nos presenta un itinerario de fe sobre los compromisos de la vida cristiana que emanan de la caridad y sobre las precauciones contra el pecado.

       El evangelista fundamenta la fe cristiana sobre el argumento de su testimonio ocular que es la ‘palabra de la vida’ y sobre algunos episodios esenciales descritos de modo sintético y concreto. Juan, sin embargo, aquí pone el acento no tanto sobre la ‘Palabra’, como en el prólogo de su evangelio (cf. Jn 1,1-18), sino sobre la ‘vida’ que Jesús posee y dona. Todo tiene comienzo en la experiencia del apóstol vivida en contacto directo con Jesús, que Juan presenta con hechos históricos documentables: ‘Nosotros hemos oído… visto… tocado… contemplado la palabra de la vida’ (v. 1). Esta experiencia llega a ser más tarde en el Apóstol testimonio y ejemplo coherente (v. 2 a); este testimonio se hace anuncio valiente a los otros para que participen del mismo don (v. 2b); además, el anuncio genera la comunión entre los hermanos de la comunidad, comunión que, en realidad, es auténtica participación en la vida trinitaria con el Padre y el Hijo Jesús (v. 3). Por último, esta comunión hace brotar el fruto de la alegría que colma el corazón (v. 4). Pero un elemento importante, subrayado por Juan, es el reiterativo ‘nosotros’, que nos pone ante la tradición de la escuela de Juan: tradición que desarrolla el testimonio del discípulo amado, basado en la ‘vida divina’ hecha visible en Jesús y que el testigo nos ha hecho conocer.

***

Evangelio:

Juan 20,2-8

El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. se volvió corriendo a la ciudad para contárselo a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús tanto quería. Les dijo:

-Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto.

Pedro y el otro discípulo se fueron rápidamente al sepulcro.

Salieron corriendo los dos juntos, pero el otro discípulo adelantó a Pedro y llegó antes que él.

Al asomarse al interior vio que las vendas de lino estaban allí; pero no entró.

Siguiéndole los pasos llegó Simón Pedro que entró en el sepulcro, comprobó que las vendas de lino estaban allí. Estaba también el paño que habían colocado sobre la cabeza de Jesús, pero no estaba con las vendas, sino doblado y colocado aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro. Vio y creyó.

***

      En estos pocos versículos se nos narran los hechos ocurridos la mañana de Pascua, que tienen como protagonista primera a María Magdalena y después a Pedro y Juan. La noche espiritual en la que los discípulos están hundidos cederá el puesto a la experiencia de la fe, que toma el relevo junto a la tumba vacía, signo de la presencia del Resucitado (v. 2). Ante la noticia de que la piedra ha sido retirada del sepulcro y de que el cuerpo de Jesús no estaba allí, Pedro y el discípulo amado corren al sepulcro (w. 3-4). Su carrera revela su amor y veneración y hace pensar en el ansia de la Iglesia que busca signos visibles del Seńor, especialmente cuando se encuentra en dificultades por su ausencia y no logra verlo. Los responsables de la Iglesia de los orígenes viven la experiencia de la búsqueda de los signos visibles del Señor. Juan llega antes que Pedro al sepulcro por su intuición de discípulo amado, pero Pedro entra primero por su función eclesial (w. 5-7). Observados el orden y la paz que reinaban en él, el discípulo amado se abre a la visión de la fe, creyendo en los signos visibles del Señor: ‘Vio y creyó’ (v. 8). No es aún la fe perfecta en la resurrección. Para esto será necesario que el espíritu del discípulo se abra a la inteligencia de la Escritura (cf. Le 24,45), que vea al Señor en persona y que reciba de él el don del Espíritu Santo.

*

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MEDITATIO

La figura de Juan es de fundamental importancia en la Iglesia primitiva, no sólo por su condición de discípulo amado por el Señor, sino sobre todo por habernos dado con su contemplación el Jesús más íntimo, el que se revela Hijo de Dios hecho carne, venido a desvelarnos el rostro del Padre y el camino que lleva a la comunión con él. Entre los varios títulos que la tradición antigua atribuye a Juan destaca el de teólogo, porque el objetivo de sus escritos es creer en Jesús, Mesías e Hijo de Dios (cf. Jn 20,31). El símbolo del evangelista es el águila, porque, como declara un dicho rabínico, es como el único pájaro que puede mirar el sol (que para Juan es Cristo) sin quedar deslumbrado. Y su presencia en la comunidad cristiana, que en todo tiempo debe estar a la búsqueda de los signos visibles del Señor, es la de la contemplación y la comprensión penetrante de la Palabra de vida.

Son muchos los carismas en la Iglesia, todos preciosos y necesarios, como, por ejemplo, el carisma de la institución de Pedro o el de la profecía de Juan. Sólo el respeto recíproco y la búsqueda común en el compartir sincero y atento a los dones del Espíritu, permite adentrarse en el misterio. El ejemplo de la búsqueda común y de la ayuda entre hermanos de la misma fe, de que claramente nos habla el discípulo amado, lleva necesariamente a reencontrarse juntos, reunidos en el reconocimiento de los signos del Resucitado.

*

ORATIO

Señor Jesús, que revelaste los misteriosos secretos de la Palabra al discípulo amado, Juan, da también hoy a tu Iglesia una nueva inteligencia espiritual de las Escrituras.

El Espíritu Santo, a través de las palabras del concilio, nos ha recordado que ‘la Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras como el Cuerpo mismo de Cristo’ y que la Palabra de Dios es ‘fuente pura y perenne de la vida espiritual’ (DV 21). Por esto nosotros queremos iluminar cada vez más nuestra vida espiritual con tu Palabra, para aprender ‘la sublime ciencia de Jesucristo ť (Flp 3,8). Sentimos cada vez más verdadera, sin embargo, la afirmación conciliar según la cual la Escritura ‘debe ser leída e interpretada con la ayuda del mismo Espíritu con que ha sido inspirada’ (DV 12).

Da, Señor, a tu Iglesia pastores sabios y santos que sepan captar el sentido espiritual y profundo de tus Escrituras e introducir al pueblo entero de Dios en tu intimidad para conocer mejor tu pensamiento, las profundidades del Espíritu y como guías a tu Iglesia. Pero haznos comprender también que tantas crisis de nuestras comunidades religiosas se superan sólo con la frecuente lectura y meditación de tu Palabra ‘acompañadas por la oración, para que pueda brotar el coloquio entre Dios y el hombre’ (DV 25), lugar donde se opera en nosotros la conversión del corazón nuevo y la apertura a la fraternidad universal.

*

CONTEMPLATIO

Seńor Jesús, quien escoge amarte no queda defraudado porque nada se puede amar mejor y más provechosamente que a ti, y esta esperanza nunca decae. No hay miedo de excederse en la medida, porque en amarte a ti no está prescrita ninguna medida. No hay que temer a la muerte, que pone fin a las amistades del mundo, porque la vida no puede morir. En el amarte a ti no hay que temer ofensa alguna, porque no puede haberlas, si no se desea otra cosa que el amor. No se insinúa sospecha alguna, porque tu juzgas según el testimonio de la conciencia que ama. Ésta es la suavidad que excluye el temor.

¡Verbo devorador, ardiente de justicia, Verbo de amor, Verbo de toda perfección, Verbo de ternura. Verbo devorador a quien nada puede escapar! Verbo que compendias en ti toda la ley y los profetas. Del que tiene tal amor, dice abiertamente la Verdad estas palabras: ‘El que acepta mis mandatos y los cumple, este me ama’ (Jn 14,21). Se debe saber también que el amor de Dios no se mide por sentimientos momentáneos, sino por la perseverancia de la voluntad. El hombre debe unir su voluntad a la de Dios, de modo que la voluntad humana consienta todo lo que dispone la voluntad divina, sin querer esto o aquello si no es porque sabe que lo quiere Dios.

Esto significa amar a Dios de modo absoluto. En efecto, la misma voluntad no es otra cosa que amor (Elredo de Rievaulx, Discurso sobre el amor de Dios).

*

ACTIO

Repite a menudo y vive hoy la Palabra: ‘La Palabra se hizo carne, y nosotros hemos visto su gloria’ (Jn 1,14).

*

Jes__s y el Disc__pulo Amado

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Sentirse amado es el origen y la plenitud de la vida del Espíritu. Digo esto porque, apenas comprendemos un destello de esta verdad, nos ponemos a la búsqueda de su plenitud y no descansamos hasta haber logrado encontrarla. Desde el momento en que reivindicamos la verdad de sentirnos amados, afrontamos la llamada a llegar a ser lo que somos. Llegar a sentirnos los amados: he aquí el itinerario espiritual que debemos hacer. Las palabras de san Agustín: ‘Mi alma está inquieta hasta reposar en ti, Dios mío’, definen bien este itinerario.

Sé que el hecho de estar a la constante búsqueda de Dios, en continua tensión por descubrir la plenitud del amor, con el deseo vehemente de llegar a la completa verdad, me dice que he saboreado ya algo de Dios, del amor y de la verdad. Puedo buscar sólo algo que, de algún modo, he encontrado ya.

*

H. J. M. Nouwen,

Tú eres mi amado: la vida espiritual en un mundo secular,

Madrid s.f.

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San Esteban, diácono y protomártir.

Jueves, 26 de diciembre de 2024
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LECTIO

Primera lectura:

Hechos 6,8-10; 7,54-60

Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes signos y prodigios en medio del pueblo, algunos de la sinagoga llamada ‘de los libertos’, a la que pertenecían cirenenses y alejandrinos, y algunos de Cilicia y de la provincia de Asia, se pusieron a discutir con él, pero no pudieron hacer frente a la sabiduría y el espíritu con que hablaba,

Oyendo sus palabras, se recomían de rabia en su corazón y rechinaban los dientes contra él.

Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, mirando fijamente al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y exclamó:

-Veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios.

Ellos, dando grandes gritos, se taparon los oídos y se arrojaron a una sobre él. Lo echaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos habían dejado sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo.

Mientras lo apedreaban, Esteban oraba así:

-Señor Jesús, recibe mi espíritu.

Luego cayó de rodillas y gritó con voz fuerte:

-Seńor, no les tomes en cuenta este pecado. Y dicho esto, expiró.

***

       Esta página de los Hechos narra la muerte de Esteban, primer mártir de la Iglesia. Hombre de fe y de Espíritu Santo, fue elegido diácono para el servicio de la comunidad cristiana, a fin de que la comunión de vida fuese visible incluso en la distribución de los bienes (cf. Hch 6,1-6). Lleno de dones carismáticos, de sabiduría contemplativa en la predicación y de fuerza evangélica en la evangelización, fue intrépido testigo de Cristo resucitado con la fuerza de su Espíritu (w. 8-10). La parte final del valiente discurso de Esteban, hecho ante los ancianos y los jefes del pueblo, y la sucesiva narración de su martirio (w. 54-60) son un magnífico ejemplo de catequesis bíblica. El discurso, en efecto, concluye por una parte con la profesión de fe en Jesús, hecha por Esteban y, por otra, con la falsa acusación de los jefes contra él por haber pecado contra la Ley de Moisés y el templo y, por tanto, con la decisión de su condena a muerte.

        La lapidación del protomártir Esteban es narrada por Lucas según el modelo de la muerte de Jesús, porque también él murió confiándose al Señor y perdonando a sus verdugos (cf. w. 59-60; Le 23,34-46). El testimonio de Esteban no es otro sino que la vida de Cristo continúa en la vida de la Iglesia por la disponibilidad al Espíritu, la predicación, la coherencia evangélica y la muerte misma. Es preciso estar abiertos al paso del Espíritu por la propia existencia para comprender los tiempos nuevos que Jesús ha inaugurado, porque ahora su persona es la plenitud de la ley que ninguna persecución podrá eliminar jamás.

***

IMG_9041San Esteban
Luis de Morales (Badajoz, ca. 1510-1586)

Evangelio:

Mateo 10,17-22

Dijo Jesús a sus apóstoles:

Tened cuidado, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas.

Seréis llevados por mi causa ante los gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los paganos.

Cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo hablaréis, ni de qué diréis. Dios mismo os sugerirá en ese momento lo que tenéis que decir, pues no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará a través de vosotros.

El hermano entregará a su hermano a la muerte y el padre a su hijo. Se levantarán hijos contra padres y los matarán.

Todos os odiarán por causa mía, pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.

***

         El evangelio de Mateo se coloca en el contexto de las persecuciones y refiere algunas enseñanzas de Jesús a sus discípulos acerca de las pruebas que la Iglesia deberá sufrir en el curso de su historia. Jesús expone esta situación con tanta claridad y tanto detalle concreto, que parece estar describiendo la Iglesia primitiva después de los años 70, que debió afrontar diversas pruebas internas y externas en su vida y fácilmente hubiera podido caer en el desaliento y haber perdido la fe en Él.

        Jesús provee así a la continuidad de su obra en el tiempo y en el espacio, anticipando acontecimientos y signos que la comunidad cristiana deberá afrontar en el mundo, para ayudar a sus discípulos a superar el escándalo de la cruz, que permanece siempre como verdadero obstáculo en el camino de fe de todo creyente.

        La palabra repetida por Jesús en el texto –‘no os preocupéis’ y ‘no tengáis miedo’ (w. 19.26.28.31)- son el alivio del Señor al miedo de los suyos, real impedimento al alegre anuncio del evangelio que, por el contrario, debe ser proclamado con entusiasmo y muestras de alegría. Ante los reyes y en los tribunales es ‘el Espíritu del Padre’ el que hablará por vosotros (v. 20). También el odio de parientes y amigos ‘a causa del nombre’ de Jesús (v. 22) será recompensado porque el Padre lo ve y concederá a los suyos la salvación y la verdadera vida.

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MEDITATIO

        ¿Cuál es el sentido cristiano del sufrimiento y de la muerte del texto bíblico que considera la liturgia de hoy? La respuesta a interrogantes tan fundamentales de la vida humana se encuentra sólo en el dejarse iluminar totalmente por la enseńanza y el testimonio vividos por Jesús. ‘Humanamente hablando, la muerte es el fin de todo’ escribe Kierkegaard, ‘y humanamente hablando hay esperanza sólo mientras hay vida’. Pero para el  cristiano el sufrimiento y la muerte no son en modo alguno el fin de todo; son solamente pequeños acontecimientos comprendidos en el todo que es la vida eterna. En el sentido cristiano, pues, hay infinitamente más esperanza en la muerte que hablando en un mundo meramente humano, en el que no sólo hay vida, sino una vida en plena salud y fuerza física’.

        La muerte de Esteban o de tantos primeros testigos de la fe cristiana no tendrá la ultima palabra sobre la vida de estos discípulos de Jesús, porque Cristo es el Señor de la vida y de la muerte. La resurrección de Jesús muestra la verdadera gloria, como única realidad de la verdadera vida, hacia la que se encamina todo creyente. Esta prevé, sin embargo, que la gloria de Jesús y de cada uno de sus discípulos pasa justamente a través del Gólgota y la muerte en cruz. El sufrimiento y la muerte de Jesús y de todo discípulo suyo ofrecen un signo que habla a la fe. El plan de Dios es más grande que el pequeńo y estrecho del hombre. El amor de Dios supera con mucho el interés particular de cada uno de sus hijos.

        Sólo Jesús, signo del amor de Dios a los hombres es capaz de liberar al hombre de la muerte y de hacer brotar en el corazón del discípulo la fe como respuesta radical a la salvación ofrecida por Dios.

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San Esteban protomártir, mosaico en la Catedral de Wetsminster. Foto Lawrence OP.


ORATIO

        Señor de la vida y de la muerte que, con tu enseñanza y ejemplo de coherencia y de vida, nos has enseñado a afrontar el sufrimiento e incluso la muerte, nosotros deseamos alzar la mirada, como dice la Escritura, hacia ti, que eres ‘el que traspasaron’ (Jn 19,37). Ésta es una invitación dirigida a todos los hombres para que vean y crean a tu corazón traspasado con una mirada interior y contemplativa que los introduzca en el misterio de la salvación.

      Nosotros, como el primer mártir Esteban y tras él todos los mártires y los santos, queremos hacernos partícipes de la experiencia y de la fe del primer testigo, que ha visto durante su martirio tu gloria, aquella gloria que el Padre te ha reservado por tu dócil obediencia hasta la cruz. También para nosotros esta mirada hacia el cielo debe hacerse contemplación de fe, experiencia interior, posesión permanente. Esto quiere ser también un compromiso para celebrar contigo la obra del Padre y de penetrar en la contemplación tu vida divina con un testimonio de fe y de amor.

       Sabemos que el único remedio válido contra el miedo es la fe. Señor, tú has pedido a tus discípulos superar el grave momento del dolor y de la prueba, no tanto acogiéndose con la mente a tus palabras, cuanto creyéndote a tí con el corazón y con la vida entera, a ti que comunicas la palabra del Padre, la única que salva y elimina toda turbación. No hay, pues, verdadera fe en Dios sin fe en ti, porque Dios se ha revelado como tu Padre y tú nos has revelado su rostro luminoso.

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CONTEMPLATIO

San Esteban, bienaventurado Esteban, Esteban bueno, fuerte soldado de Dios, primero de la serie de sus mártires: he sabido y creo y abrazo con alegría el hecho de que tú, todavía en esta tierra hayas tenido santidad tan luminosa que tu rostro venerable resplandecía como el de los ángeles. En efecto, cuando tus enemigos se encarnizaban contra ti, tú, de rodillas, exclamaste en un grito: ‘Señor, no les tengas en cuenta este pecado’.

Hombre dichoso, ¡cuanta esperanza das a tus amigos pecadores al escuchar que te has preocupado tanto de enemigos arrogantes! ‘Señor, no les tengas en cuenta este pecado’. ¿Cómo responderá cuando es invocado aquel que, provocado respondía de esa manera? ¿Qué bondad sabrá usar con los humildes ahora que es ensalzado, aquel que socorría de ese modo a los soberbios cuando era humillado? Anda, dime, bienaventurado Esteban, żqué cosa te caldeaba el corazón para derramar al exterior tantas bondades juntas? No hay duda de que estabas colmado de todas, adornado de todas, iluminado por todas.

Te suplico, caritativo Esteban, ruega para que mi alma endurecida se llene de caridad generosa. Haz que mi alma insensible, por don de Aquel que la ha creado, arda en el fuego de la caridad (Anselmo D’Aosta, Ovacione a santo Stefano, in Orazioni e Meditazioni, Milán 1997, 318-333).

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ACTIO

Repite a menudo y vive hoy la Palabra: ‘Señor, no les tomes en cuenta este pecado’ (Hch 7,60).


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PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Desde ahora ningún honor del mundo o de la iglesia me puede tentar. Llevo conmigo la confusión de cuanto el Santo Padre ha querido hacer por mí enviándome a París. Tener un alto cargo en la jerarquía o no tenerlo me es del todo indiferente. Esto me da una paz grande. Y me deja más libre para el cumplimiento de mi deber, a toda costa y a todo riesgo. Es bueno que esté preparado a alguna gran mortificación o humillación. Este será el signo de mi predestinación.

Quiera el cielo que signifique el inicio de mi verdadera santificación, como ha ocurrido con almas más selectas, que recibieron en los últimos años de su vida el toque de la gracia que los hizo santos auténticos. La idea del martirio me da miedo. Temo por mi resistencia al dolor físico. Sin embargo, podría dar a Jesús el testimonio de sangre, ¡oh que gracia y que honor para mí!

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Juan XXIII,

Diario del alma,

Madrid 1998

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