Berlín abre las puertas de un albergue para refugiados LGTB
Berlín abrió este martes su primer albergue para refugiados homosexuales y transexuales, un proyecto que acogerá a personas que han huido de su país y que, al llegar a Alemania, se sienten amenazadas en alojamientos masificados debido a su sexualidad.
La iniciativa partió de la Asesoría para los Homosexuales de Berlín, una organización que desde hace décadas trabaja con este colectivo en la capital alemana y donde en los últimos meses se comenzaron a acumular peticiones de ayuda de solicitantes de asilo.
En sus países de origen, de mayoría musulmana, su orientación sexual era motivo de escarnio y agresión, además de estar tipificada como delito, punible por ley con castigos corporales e incluso la muerte. Tras huir de guerras y persecuciones en Siria, Iraq, Afganistán o Eritrea, y llegar a Alemania en busca de amparo, los refugiados homosexuales o transexuales afrontan acoso y violencia en los albergues a manos de otros refugiados varones. Para protegerles, Berlín inaugura hoy su primer albergue para refugiados homosexuales, una iniciativa surgida de la Schwulenberatung (Asesoría para Homosexuales), entidad que lleva 35 años en la capital alemana.
El nuevo albergue, ubicado en el barrio de Treptow, consta de varios pisos que suman 122 plazas, cuyo alquiler paga el Ayuntamiento de Berlín. Es el segundo de estas características en Alemania; a inicios de mes, Nuremberg abrió un piso para diez gays y lesbianas solicitantes de asilo. Al albergue berlinés se mudaron los primeros 16 residentes.
Como ellos, la gran mayoría de quienes ingresarán ahí en los próximos días son hombres o personas transexuales. “Han huido de sus propia gente, y cuando son alojados junto a hombres de su misma nacionalidad en el mismo lugar, en albergues masificados, se sienten nuevamente en grave peligro; lo sé, porque yo también lo he vivido”, explicó ayer Mahmud Hasino, empleado sirio de la Schwulenberatung, durante un encuentro con corresponsales extranjeros en la sede de la entidad.
Algunos casos son graves, desde discriminación a violencia, según apunta en un encuentro con medios extranjeros el director de la organización, Marcel de Groot. Los homosexuales y transexuales normalmente llegan a Alemania solos, sin familia y sin lazos con la gente de su región de origen, con lo que están “aislados social y culturalmente“.
Sólo Berlín recibió el año pasado unos 79.000 solicitantes de asilo, por lo que la ciudad-estado ha tenido que recurrir a todo tipo de instalaciones para alojarlos, desde pabellones deportivos y recintos feriales a los hangares del antiguo aeropuerto de Tempelhof.
La falta total de privacidad afecta a todos los refugiados, pero para el colectivo LGBT la situación puede resultar dramática.
“Recibimos muchos informes de homosexuales, lesbianas y transexuales sobre experiencias de violencia en los albergues comunitarios, donde son amenazados, en ocasiones golpeados. Tienen mucho miedo y están en riesgo”, señala a Efe Stephan Jäkel, director del departamento encargado de los refugiados LGBT. Su relato lo repite Mahmoud Hassino, trabajador sirio del departamento que llegó hace dos años a Berlín y vivió en primera persona el largo proceso que hay que recorrer hasta conseguir los papeles que ratifican la condición de asilado.
El principal problema, afirma, es “el miedo”: “Hay personas que sufren acoso verbal, otras físico, algunas personas son atacadas, incluso conozco un caso de violación”, señala Hassino, quien recuerda que él también abandonó su albergue cuando sus compañeros conocieron su condición de activista homosexual. Desde septiembre hasta ahora, explica, su trabajo se ha centrado en buscar “lugares de emergencia” para personas cuya situación de riesgo se consideraba alta y que debían abandonar los albergues.
Hasino, de 40 años, ejercía de bloguero y activista pro LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgénero) en Siria, y huyó a Turquía al poco de estallar la guerra hace cinco años. En el 2014, ya en Alemania, alojado con otros solicitantes de asilo, ocultó su homosexualidad (“lo indiqué como uno de los motivos para pedir asilo, y hablaba del tema sólo en privado con un trabajador social alemán”), pero eso no le libró de ser identificado. “Sufrí acoso verbal y amenazas, pero por fortuna sin agresiones físicas –aclara Hasino, que ha logrado asilo en Alemania–. Ahora, en cambio, conocemos casos de acoso e insultos continuados, escupitajos lanzados por los vecinos de cuarto, golpes y patadas, y la violación de una transexual”.
La Federación de Lesbianas y Homosexuales de Alemania (LSVD) lleva contabilizados 106 casos de violencia contra refugiados homosexuales y transexuales en el área de Berlín, desde agosto del 2015 hasta finales de enero de este año. Casi todas las agresiones ocurrieron en albergues, y 13 de ellas incluyeron abusos sexuales. “Hay que tener en cuenta que los homosexuales suelen llegar solos, y aquí están culturalmente aislados –explicó Stephan Jäkel, responsable del área de refugiados LGBT–. Vienen de países islámicos donde la homosexualidad es un delito, y aquí temen a sus compatriotas. Muchos no se atreven a denunciar los ataques, temen que empeore las cosas, y no confían en la policía, porque en sus países también es homófoba”.
Según la Schwulenberatung, la protección más eficaz es el alojamiento aparte. “También hay alemanes que están en contra, berlineses que no entienden por qué estos refugiados deben recibir un extra”, dijo el gerente de la entidad, Marcel de Groot, tras apelar a la historia reciente de Alemania, a cómo el nazismo asesinó a homosexuales, para recalcar que eso les hace sentir ahora una responsabilidad especial.
Mahmud Hasino se esfuerza por desvincular el islam de la opresión a gays y transexuales. “En una situación de guerra se da una exacerbación de la masculinidad; antes de la guerra, en Siria la homosexualidad estaba ya penada, pero la vida seguía, la ley no se aplicaba con dureza”, aseguró. Lo innegable es que una gran mayoría de refugiados procede de países islámicos en los que la homosexualidad es tabú y delito; y esa visión, con su dosis de violencia implícita, es la que impera ahora en los grandes albergues.
Tras meses de negociaciones con la administración pública berlinesa y después de buscar distintos alojamientos privados para los casos más graves, mañana llegarán al albergue las primeras diecisiete personas. El alquiler corre a cargo del Senado de Berlín y de la gestión del centro se ocupará la asesoría, que no duda de que en las próximas semanas estarán ocupadas las 122 plazas que tiene el albergue repartidas en 29 viviendas.
Por los expedientes analizados hasta el momento, tanto denuncias particulares como informes elaborados por trabajadores sociales de distintos albergues, su estimación es que dos tercios de las plazas serán ocupadas por gais, un tercio para transexuales y serán pocos los casos de lesbianas.
El fin de semana se celebró una jornada de puertas abiertas para que los vecinos y las organizaciones del barrio de Treptow conocieran el proyecto y las instalaciones, y hoy continuaban los trabajos en el edificio, donde se montaban armarios y camas para los primeros inquilinos.
La recepción, apunta Jäkel, ha sido buena y no hay que temer que el albergue pueda ser objetivo de un ataque xenófobo, pero las precauciones nunca sobran y pide no hacer pública la dirección del lugar.
Fuente La Vanguardia, Cáscara Amarga
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