El ministro de Estudios Superiores de Indonesia apela a “normas morales” para perseguir a los alumnos LGTB en la universidad
En los campus de Indonesia no hay sitio para los estudiantes LGTB. Tampoco es el lugar “adecuado” para que estos se organicen ni para el desarrollo de estudios relacionados con el colectivo. Así de claro se ha manifestado Muhammad Nasir, a la sazón ministro de Investigación, Tecnología y Estudios Superiores de este país asiático. Para el homófobo miembro del Gobierno, la universidad es un “guardian de la moral” y la diversidad de orientación sexual y de identidad de género no deben tener cabida, siempre en su opinión, atendiendo a los “valores estándares” y al mantenimiento de las “normas morales”.
El odio LGTBfóbico es peligroso en cualquiera de sus vertientes, ya que puede desencadenar en todo tipo de actos y sucesos lamentables. Sin embargo, todavía es más preocupante que este tipo de manifestaciones de intolerancia provengan de personas con la trayectoria del ministro indonesio. Muhammad Nasir, antes que miembro del Gobierno, fue decano de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Diponegoro y, posteriormente, llegó a ser elegido rector (un cargo que tuvo que abandonar al ser nombrado ministro). A pesar de su currículo, este hombre de 55 años niega que las universidades sean el marco para la “discusión” o la elaboración de “trabajos científicos” relacionados con la comunidad LGTB, una circunstancia que califica de “grave”, por ser contraria a la “moral”.
El desafortunado discurso del ministro está relacionado con la aparición de un cartel que el Grupo de Apoyo y Centro de Recursos de Estudios de la Sexualidad (SGRC-UI) distribuyó la semana pasada en la Universidad de Indonesia, en el que se anunciaba asesoramiento a estudiantes LGTB. A raíz de las palabras de Muhammad Nasir varios diputados han respaldado la postura de este ministro y señalan que el colectivo LGTB representa “una grave amenaza para la nación”.
Sin embargo, desde el SGRC de la Universidad de Indonesia se explica que la organización “se mueve en el ámbito del estudio de la sexualidad, la reproducción y la orientación sexual”, un objetivo que, de ninguna manera, supone una “amenaza” para nadie. Antes al contrario, según defiende una de las fundadoras del grupo universitario inclusivo, Saya Firmansyah, es el propio colectivo LGTB el que “es susceptible al riesgo de violencia”. Lejos de amedrentarse, el SGRC-IU se ha unido al proyecto Melela.org para crear “una red de apoyo LGTB”. En palabras de Firmansyah, “somos plenamente conscientes del alto riesgo que implica, como es evidente por la atención de los medios en nuestra organización últimamente”.
El empeño y la decidida acción de los activistas indonesios responde al interés de “evitar el riesgo de suicidio, depresión y consumo de drogas” de los jóvenes LGTB que no encuentran apoyos ni información positiva en su entorno, en la cultura o en los canales principales de expresión social. Asimismo, en la plataforma Change.org se ha iniciado una campaña de firmas en la que se recoge que la “prohibición LGBT en el campus es una violación de los derechos constitucionales de los ciudadanos, a saber, el derecho a la educación y beneficiarse de la ciencia y la tecnología con el artículo 31, párrafo 1, y el artículo 28 C del apartado 1”. La creadora de la campaña, Poedjiati Tan, contesta al ministro retrógrado que “más moral es otorgar la dignidad a todo ser humano, incluyendo a las personas LGBT”.
Infierno y persecución homófoba en la provincia de Aceh
La provincia autónoma de Aceh (en la zona norte de Sumatra) aprobó en septiembre de 2014 una penosa ley que castiga las relaciones homosexuales con la pena de recibir cien azotes en público con una vara de ratán. La legislación entraba en vigor el pasado mes de octubre. Ese mismo mes nos hacíamos eco de la detención de dos jóvenes lesbianas (de 18 y 19 años) por abrazarse públicamente y confesar que eran pareja. Según el jefe de la policía islámica las chicas serían “sometidas a rehabilitación con la participación de psicólogos en dependencias sociales”.
Indonesia presenta una realidad diferente para su comunidad LGTB dependiendo de la región. Formalmente, la homosexualidad no es delito en el país con mayor número de fieles musulmanes del mundo, que mantiene un código penal heredado de la época colonial neerlandesa. La excepción es Aceh, donde desde 2005 rige la sharia o ley islámica gracias a la autonomía que le fue concedida al firmar la paz con los separatistas, poco después del tsunami que asoló la región. Pero la influencia islamista se deja sentir también en otros lugares de Indonesia. La de Aceh es desde luego la peor situación, puesto que como decíamos arriba la homosexualidad no es formalmente delito en el resto del país. Ello no significa que en otras partes sea buena. En 2004, las autoridades municipales de Palembang, en Sumatra Meridional, dictaron por ejemplo una regulación en la que aglutinaban la actividad de las personas LGTB como “prostitución”. En virtud de ese reglamento, todas las personas acusadas de cometer cualquiera de esas actividades se enfrentan a la perspectiva de un máximo de seis meses de prisión o 5.000.000 de rupias (360 euros, 380 dólares) de multa.
En otras zonas existe una actitud algo más tolerante, especialmente en zonas urbanas como Yakarta. Con todo, la influencia de los islamistas más radicales se hace sentir cada vez más. En la propia Yakarta las autoridades prohibieron en 2012 un concierto de Lady Gaga, abanderada de los derechos LGTB, por considerarla un personaje diabólico y antirreligioso. Los fundamentalistas también han obligado a cancelar una reunión de la división asiática de la ILGA (International Lesbian and Gay Association) en Surabaya y han amenazado a los organizadores del Q! Film Festival, un festival de cine LGTB, por mencionar otros dos ejemplos.
En marzo de este 2015, el Consejo de Ulemas de Indonesia dictó una fetua en la que se exigía que los actos homosexuales sean castigados con la pena de muerte. Aunque el Consejo de Ulemas no tiene ningún poder legislativo o ejecutivo en Indonesia, su influencia social es elevada. Indonesia también votó el pasado 2014 en contra de la resolución del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas contra la homofobia y la transfobia y ha sido calificado, por su propia población, como un mal lugar para vivir si eres gay o lesbiana (solo un 2% opina lo contrario) en una encuesta de Gallup.
Fuente Dosmanzanas
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