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Trinidad, una síntesis teológica (con el retablo de la Cartuja de Burgos)

Miércoles, 14 de junio de 2017
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19030555_807496256094235_6056617337081974537_nSeguimos viviendo en el tiempo de la Trinidad… Del blog de Xabier Pikaza:

La Trinidad (que es fe en Dios Padre, en Jesús y en el Espíritu Santo) constituye, con la encarnación, el misterio cristiano por excelencia.

— No es un dogma entre otros, una verdad que se suma a las restantes verdades de la fe.Es más bien, el dogma, es decir, el presupuesto glorioso en que se fundan todos los restantes elementos de la confesión cristiana. Es la verdad donde se apoyan y reciben su sentido las verdades del símbolo eclesial.

— Es dogma y verdad que pertenece al campo de la fe y, sin embargo, puede presentarse también como compendio de todo saber racional, de todo pensamiento y, sobre todo, de toda práctica cristiana y humana, a favor de las personas (es decir, de todos).

Es el fundamento, siendo al mismo tiempo la meta de toda reflexión, como el compendio donde viene a expresarse el misterio cristiano. Es dogma, siendo, al mismo tiempo, el principio racional que más da que pensar a los creyentes, fuente y reto de toda filosofía.

Así lo mostraremos en las reflexiones que siguen, presentando de forma esquemática algunos de sus elementos primordiales, en perspectiva personalista, a la luz de la imagen clásica de la Trinidad del altar de la Cartuja de Miraflores, en Burgos:

Dentro del óvalo de la divinidad, el Padre y el Espíritu, revestidos de símbolos reales, sostienen a Cristo Crucificado como verdad y compendio del misterio trinitario. El Cristo total, Cristo redentor en su plenitud divina, con el Padre y el Espíritu, eso es la Trinidad

Por encima sobrevuela el pelícano de Dios, la vida misma como entrega hasta la muerte y como nuevo nacimiento en que la muerte se supera. En la parte inferior aparecen, entrando ya en el círculo sagrado, la madre de Jesús y el discípulo querido que son signo y compendio de la iglesia.

El óvalo de Dios es un mandala: el círculo en que el mismo Dios se expresa y se completa. Dios no es una especie de camino abierto al infinito, no es una espiral que se está haciendo y va buscando su verdad mientras avanza hacia lo nuevo. Dios se encuentra completo, realizado. Es el amor que existe por sí mismo, como encuentro de personas que se entregan y se acogen mutuamente, en el gozo de de la vida regalada y compartida.

Pero de Dios sólo se puede hablar en cristiano a través de Jesús. Por eso, para entender la Trinidad debemos dirigir nuestra mirada hacia la historia y cruz de Jesucristo. Eso es lo que hace el retablo que ahora estamos estudiando. Dentro del óvalo de Dios está Jesús crucificado, como Pablo decía:

— Los judíos quieren obras, señales poderosas de aquel Dios que actúa como fuerza creadora sobre el mundo.
— Los griegos han buscado la sabiduría, aquel conocimiento que nos lleva al interior de Dios, hasta la hondura en que la mente encuentra su descanso.

— Por el contrario, los cristianos descubrimos a Dios que es Trinidad en Jesús crucificado, con el Padre y el Espíritu.

(Siga interpretando el gran Mandala Trinitario de Burgos quien quiera, analizando cada escena, con el Padre Sacerdote-Rey, con el Espíritu “mancebo”, signo de toda juventud y amor… Yo ofreceré un esquema de la teología trinitaria, a la luz, a los pies, de ese Cristo Trinitario de Burgos).

I. TRINIDAD CRISTIANA. EL ARRIANISMO Y LA FORMULACIÓN DOGMÁTICA DE NICEA.

En el principio de la formulación cristiana de la Trinidad se encuentra la revelación de Jesús y del Espíritu Santo. El centro de la fe lo constituye una doble afirmación: Dios se ha revelado totalmente por la vida, muerte y pascua de Jesús; Dios está presente por su Espíritu en la Iglesia. Los cristianos saben que Dios Padre, Cristo su Hijo y el Espíritu Santo no pueden separarse, de manera que los tres forman un mismo misterio de gracia y adoración. Eso significa que en un primer momento, la Trinidad es un (el) misterio que abarca la vida total de los cristianos. Es experiencia de absoluta Trascendencia (Dios es Padre originario, nadie puede conocerle plenamente). Es experiencia de absoluta Encarnación histórica (Dios es Jesús, en su vida concreta, en su muerte y en su pascua al servicio de los hombres). Esta es, en fin, una experiencia de total Inmanencia.

Se trata de una experiencia total, no de un cambio que se va realizando poco a poco, no de una pequeña variación en el esquema anterior del /judaísmo. Esta es más bien una mutación absoluta: en un momento dado, iluminados por el recuerdo del Jesús histórico y por la presencia de su Espíritu, los cristianos se han descubierto inmersos dentro de un universo simbólico distinto. Sin quererlo expresamente, sin fundarse en esquemas conceptuales preconcebidos, ellos se han visto obligados a expresar de forma distinta su más honda experiencia. Esto les ha obligado a mantener una fuerte tensión conceptual. No eran filósofos profesionales, pero su misma experiencia les ha obligado a elaborar la más honda teología de los tiempos nuevos, sobre todo en relación con las dos grandes herejías, la del arrianismo y la de aquellos que niegan la divinidad del Espíritu Santo. Aquí nos fijaremos principalmente en la primera.

1. El Arrianismo.

Este ha tenido la grandeza racional de unir dos presupuestos que parecen obvios y profundos, elaborando así una visión judeo-helenista muy coherente del cristianismo. De esa forma ha elaborado una herejía que resulta, al mismo tiempo, racional y piadosa:

a) Conforme al presupuesto racional, tomado del platonismo, el arrianismo piensa que la realidad ha de entenderse en forma escalonada, como un despliegue ontológico que va pasando de lo más perfecto (el Dios trascendente) a lo menos perfecto (el mundo inferior); como intermediario entre aquel Dios inaccesible y nuestro mundo perdido, se halla el Logos. Nos encontramos lejos de Dios, necesitamos alguien que lo acerque, lo revele. Ese es el Logos, el Cristo, que estando por encima de nosotros, se encuentra sin embargo bajo Dios;

b) Conforme al presupuesto de piedad dicen los arrianos que Jesús ha sido un individuo sumiso y obediente a Dios. Esta es su grandeza y el ejemplo que ha podido ofrecernos. Resulta osadía quererse hacer divino, era soberbia sentarse junto a Dios. Jesús no ha sido soberbio ni osado sino humilde servidor del misterio. Por eso le vemos bajo Dios, como servidor, un intermediario que sufre por nosotros y revela en /obediencia el gran misterio. La razón y la piedad se hallaban de parte del arrianismo; por eso, lógicamente, pudo pensarse que un día el imperio romano (helenista) se haría arriano, tanto por política (el emperador necesita fomentar la sumisión), como por piedad (nosotros, con Jesús, somos libres).

2. El concilio de Nicea (325).

Pero la Iglesia tuvo que rechazar esas posturas para mantenerse fiel a su experiencia original, tanto en plano religioso como filosófico. Así lo hizo en el concilio de Nicea (año 325), que sigue siendo la fecha clave del /personalismo dentro de la Iglesia cristiana. Leer más…

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11.6.17: Fiesta de la Trinidad: Testigos de ¨Dios Padre

Martes, 13 de junio de 2017
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18920224_807283146115546_7057432935584096786_nDel blog de Xabier Pikaza:

Ésta es la tarea cristiana: ser testigos de Dios Padre en un mundo que parece abandonado, huérfano de amor y de esperanza.

Son muchos los que dicen que no hay Padre: estamos arrojados, perdidos en el mundo, como huérfanos que deben hacer la vida a solas, por sí mismos; la fe trinitaria nos lleva a expresar en medio de ellos (en favor de ellos) el sentido de una vida que es respuesta gozosa, comprometida al don del Padre.

Son muchos los que viven sobre el mundo como si no hubiera Padre ni madre: no tienen familia verdadera; no existe para ellos reconocimiento social, ni justicia; son menos que huérfanos, están aplastadas en la tierra por los falsos hermanos que viven sólo de su propia prepotencia; pues bien, en medio de ellos, la iglesia de Jesús debe ofrecer el testimonio de la solidaridad fraterna, gratificante, creadora, que brota de la fe en el Padre.

Los musulmanes conocen 99 nombres de Dios y los proclaman en sus oraciones; pero no han descubierto su hondura radical de Padre en Jesucristo.

También los judíos conocen a Dios y le llaman con palabra soberana Señor de cielo y tierra (Yahvé, Adonai, Kyrios); pero no han encontrado todavía su nombre verdadero, no le acogen y veneran como el Padre de Jesús.

Ésta es la novedad del evangelio, el Dios de la Trinidad:

Ésta es la fe Trinitaria que se expresa en los tres artículos del credo:

— La fe en Padre de Jesús, que es Padre eterno (padre-madre), siendo Padre/Madre en el camino de la historia.

— La fe en Jesús, que es la Vida de Dios hecha vida humana, en riesgo de amor, en abundancia de tarea, al servicio de los demás.

— La fe en el Espíritu de Dios que es el amor creador, el amor mutuo, principio de libertad, de comunión y de esperanza.

cristianos son aquellos que conocen de verdad el nombre de Dios, saben que es Padre de Nuestro Señor Jesucristo, siendo de esa forma Padre de todos los humanos (cf. Rom 15, 6; Ef 1, 3; 2 Cor 1, 3, etc.).

SUMARIO: I. Introducción. Religiones y pensamiento filosófico—II. Antiguo Testamento: crisis del Padre—III. Mensaje de Jesús: el Padre liberador—IV. Vida de Jesús: Dios como Abba—V. Pascua de Jesús: revelación del Padre–VI. Dios Padre: teología trinitaria—VII. Lo paterno y lo materno: ampliación antropológica–VIII. Conclusión: padre y madre; hijos y hermanos.

1. Icono oriental de la paternidad trinitaria
2. Icono occidental de la Trinidad como paternidad (siglo XII: Aragón, Navarra)
3. Imagen trinitaria del Dios Padre que sostiene a Cristo, su hijo en la cruz.

I. Introducción: religiones y pensamiento filosófico

Los asiro-babilonios formularon la relación del hombre con lo divino en términos de parentesco, de tal forma que gran parte de sus dioses llevaron el título de Padre y así fueron aclamados en plegarias y ritos. Lo mismo puede afirmarse de Egipto donde Antón es Padre de dioses y de hombre. Padre es igualmente el Zeus griego y el Júpiter romano. Padre, en fin, es aquel nombre que reciben muchos dioses en Asia y en América, en Africa y las islas de Oceanía.

Estamos ante un dato bien conocido: muchos pueblos han visto a Dios como Padre. Esta afirmación ha de ser mejor matizada. Normalmente, los antiguos interpretan el carácter paternode Dios en un nivel de origen físico-biológico. Llaman Padre al punto de partida, al todo primigenio del que surge la existencia de los dioses (los espíritus), los hombres y las cosas. Lo humano y lo divino están entrelazados en un mismo fondo de existencia. Ese fondo es Padre, como todo fundante del que surgimos y en el que vivimos. En este plano la imagen del padre y de la madre no se encuentran todavía separadas. Por eso, lo divino se presenta normalmente como padre-madre, en clave de ambivalencia de funciones o desde un nivel todavía indiferenciado de complementariedad. Lo paterno y lo materno están unidos, como aspectos de la vida primordial donde los hombres nos hallamos sustentados2.

Esta visión de Dios pudiera verse como proyección de la experiencia familiar donde padre y madre constituyen los polos fundantes de la vida. Pero ya Platón la ha traducido en forma filosófica. Por eso ha dado al Bien, la idea que se encuentra por encima de toda realidad, nombre de Padre. También el pensamiento estoico presenta a Dios en forma germinal, como principio o Padre del que surgen los hombres y los dioses. Leer más…

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Algo se mueve en el alma…11 Junio, 2017

Lunes, 12 de junio de 2017
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interrogante

… y se llama Dios Trinidad.

Parece que ponerse a escribir sobre la Trinidad requiere un cierto esfuerzo mental. Relacionamos de alguna manera el vocablo Trinidad con un concepto abstracto, un concepto de la mente.

Y es que realmente por ese camino nos perdemos. La Iglesia lleva muchos siglos celebrando el día de la Trinidad. Pero es evidente que sigue costando bastante llegar más allá de los conceptos.

Un punto de confluencia, de comunión.

Que Dios es Trinidad es una verdad que aceptan, y celebran, todas las confesiones cristianas, es un punto de confluencia, de comunión, para la iglesia católica, protestante y ortodoxa. Pero hay una desconexión bien evidente entre la afirmación trinitaria, Tres Personas y un solo Dios, y la imagen que los creyentes manejan o imaginan sobre Dios.

Seguramente habrá surgido alguna imagen en tu cabeza al leer este texto. Algo así como un señor de barba blanca sentado en un trono, a distancia, mirando a su Hijo, si acaso con una paloma rondando su hombro. De hecho la mayoría de la gente, creyente o no, que ha escuchado en algún momento de su vida sobre el Padre, el Hijo y el Espíritu, tiene una imagen similar a esta.
Imaginar a Dios.

Este modo de imaginar a Dios puede generar toda una forma de pensar bien definida: jerárquica, distante, culpabilizadora, condenatoria… incluso violenta. Unas actitudes que se cuelan como modelo para relacionarse, para enfrentarse a la vida.

Por eso es muy importante reflexionar sobre la imagen que aparece en nuestra mente cuando pensamos en Dios, observarla, y purificarla. Dios no es un concepto perteneciente al mero ámbito de la especulación. Es mucho más, más que una experiencia, pertenece al ámbito de la vida. Esa vida que los científicos nos confirman que es movimiento, desde la partícula más pequeña descubierta por el ser humano hasta el movimiento del universo en sus galaxias y nebulosas. Si pensamos en Dios como alguien estático, nos equivocamos.

El Evangelio, especialmente el de Juan, evidencia este movimiento divino. Pero no es un movimiento como de partido de tenis que va del Padre al Hijo y del Hijo al Padre, y todo lo demás queda fuera, como espectador. La Trinidad es más allá que el dualismo, más allá de la comparación porque nos sumerge en la comunión. Si pensamos en Dios como dualismo (blanco/negro, mejor/peor) nos equivocamos.

Movimiento y Comunión.

Llegando al punto en el que salimos de los conceptos y nos sumergimos en la vida, que es movimiento y que refleja la alteridad, la diferencia, la comunión… ¿cómo podríamos representar a Dios Trinidad?, ¿qué imagen podemos utilizar para expresar a Dios?

La respuesta la has de encontrar tú. Esta es una buena forma de prepararse para celebrar la fiesta de la Trinidad, salir de lo estático y dejar que tu experiencia plasme una nueva imagen de Dios. Sin olvidar que somos criaturas y Dios es más, mucho más, que las imágenes con las que le representamos, imaginamos, o sentimos.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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“Confiar en Dios” .11 de junio de 2017. Santísima Trinidad (A.) Juan 3, 16-18.

Domingo, 11 de junio de 2017
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24.the_trinity-blanchard-lowresEl esfuerzo realizado por los teólogos a lo largo de los siglos para exponer con conceptos humanos el misterio de la Trinidad apenas ayuda hoy a los cristianos a reavivar su confianza en Dios Padre, a reafirmar su adhesión a Jesús, el Hijo encarnado de Dios, y a acoger con fe viva la presencia del Espíritu de Dios en nosotros.

Por eso puede ser bueno hacer un esfuerzo por acercarnos al misterio de Dios con palabras sencillas y corazón humilde siguiendo de cerca el mensaje, los gestos y la vida entera de Jesús: misterio del Hijo de Dios encarnado.

El misterio del Padre es amor entrañable y perdón contínuo. Nadie está excluido de su amor, a nadie le niega su perdón. El Padre nos ama y nos busca a cada uno de sus hijos e hijas por caminos que sólo él conoce. Mira a todo ser humano con ternura infinita y profunda compasión. Por eso, Jesús lo invoca siempre con una palabra: “Padre”.

Nuestra primera actitud ante ese Padre ha de ser la confianza. El misterio último de la realidad, que los creyentes llamamos “Dios”, no nos ha de causar nunca miedo o angustia: Dios solo puede amarnos. Él entiende nuestra fe pequeña y vacilante. No hemos de sentirnos tristes por nuestra vida, casi siempre tan mediocre, ni desalentarnos al descubrir que hemos vivido durante años alejados de ese Padre. Podemos abandonarnos a él con sencillez. Nuestra poca fe basta.

También Jesús nos invita a la confianza. Estas son sus palabras: “No viváis con el corazón turbado. Creéis en Dios. Creed también en mí”. Jesús es el vivo retrato del Padre. En sus palabras estamos escuchando lo que nos dice el Padre. En sus gestos y su modo de actuar, entregado totalmente a hacer la vida más humana, se nos descubre cómo nos quiere Dios.

Por eso, en Jesús podemos encontrarnos en cualquier situación con un Dios concreto, amigo y cercano. Él pone paz en nuestra vida. Nos hace pasar del miedo a la confianza, del recelo a la fe sencilla en el misterio último de la vida que es solo Amor.

Acoger el Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús, es acoger dentro de nosotros la presencia invisible, callada, pero real del misterio de Dios. Cuando nos hacemos conscientes de esta presencia contínua, comienza a despertarse en nosotros una confianza nueva en Dios.

Nuestra vida es frágil, llena de contradicciones e incertidumbre: creyentes y no creyentes, vivimos rodeados de misterio. Pero la presencia, también misteriosa del Espíritu en nosotros, aunque débil, es suficiente para sostener nuestra confianza en el Misterio último de la vida que es solo Amor.

José Antonio Pagola

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“Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por él”. Domingo 11 de junio de 2017. Santísima Trinidad.

Domingo, 11 de junio de 2017
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32-TrinidadA cerezoLeído en Koinonia:

Éxodo 34,4b-6.8-9: Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso
Interleccional:
Daniel 3. A ti gloria y alabanza por los siglos.
2Corintios 13,11-13: La gracia de Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo
Juan 3,16-18: Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por él

La Biblia nos revela en una palabra quien es Dios: Dios es amor (1 Jn 4,8). Amor personal (porque te ama a ti, como si sólo a ti amase) amor total (sin medida, porque la medida del amor es dar sin medida), amor sacrificado (oblativo, entregado y paciente), amor universal (inclusivo, no excluyente), amor preferencial (se inclina más hacia el débil). Las lecturas de hoy nos revelan el perfil, el rostro o la fisonomía de Dios. La lectura del Éxodo lo revela como un Dios “compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia y lealtad” (Ex 34,6); y esto inmediatamente después del episodio de adoración al becerro de oro (Ex 32). Como queriendo contrastar la infidelidad del Pueblo y la fidelidad de Dios.

Pablo, en la segunda lectura nos desvela el misterio de un Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, mediante el saludo trinitario a la asamblea: “la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con ustedes” 2 Cor 13, 13.

Finalmente el evangelio de hoy, tomado de San Juan, es uno de esos textos cumbres de la literatura bíblica que revelan una luz especial: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo” (Jn 3,16).

Éstos serían como los versículos fundamentales para nuestra fiesta. En primer lugar el Dios de Israel y de Jesús, es un Dios inserto en la historia. El antiguo y nuevo Pueblo de Dios no llegaron a la experiencia de Dios, ni por la naturaleza (religiones naturalistas, tendentes a divinizar la creación), ni por la filosofía (la elucubración de los filósofos, que a través de las causas segundas, llegaron a una primera causa: Dios), sino por la historia. De ahí que el credo de Israel y el de la Iglesia se definan como credos históricos. Imposible proclamar a este Dios, dejando de lado los grandes acontecimientos salvíficos: que “nació de María, la virgen, que padeció bajo Poncio Pilatos, que fue crucificado, muerto y sepultado”, etc., son datos históricos puntuales. Dejar de lado la historia, sería desencarnar la fe, privarla de su sacramentalidad histórica. Un Dios desentendido de la historia no sería el Dios de los cristianos. En segundo lugar, en esta historia llena de luces y de sombras, pero guiada de la mano de Yahveh, se va dando un avance; lo que los teólogos han llamado “la revelación progresiva”. Cuando éramos niños tuvimos una experiencia de Dios que fue madurando poco a poco hasta hacernos adultos… Se trata de un principio de la pedagogía divina. El misterio de Dios uno y trino es fruto de esta experiencia de revelación progresiva en la historia. Revelación cumbre, expresión de maduración: Dios no es un ser aislado, desentendido de las realidades temporales, solitario. Es un Dios comunitario, familia, sociedad, fraternidad, etc. Por eso como dijimos al principio; la cumbre de toda la revelación bíblica es ésta: Dios es amor. Y el amor nunca es soledad, aislamiento, sino comunión, cercanía, diálogo, alianza.

La naturaleza misma de Dios es todo un proyecto de vida que revela la naturaleza misma del alma humana, creada a imagen y semejanza de Dios. De este modo podemos entender cómo la misma humanidad siente esa necesidad de alianza, aun en medio de la pluralidad. Vivimos en una casa común, somos una familia (humana), tenemos las mismas necesidades, los mismos problemas. Dios en esta hora de la historia habla a través de esos signos de un mundo en búsqueda.

En tercer lugar no hay que estar rompiéndose la cabeza para intentar comprender (desde nuestra lógica natural) un misterio que nos es dado por revelación, y que sólo puede ser aceptado plenamente por la fe. A Dios nadie lo ha visto jamás, sólo el Hijo que estaba en el seno del Padre, es quien nos lo ha dado a conocer (Jn 1,18). La fe ciertamente que pasa del oído a la mente, de la mente al corazón, y del corazón a la vida. No se trata de un proceso meramente racional. Pues la razón se entiende necesitada de la razonabilidad de la fe, al reconocerse humilde ante el misterio de Dios. En efecto Dios revela estas cosas a la gente sencilla, y las esconde a los sabios de este mundo. Esta es la lógica y la sabiduría de nuestro Dios, muy distinta y muy distante de la lógica natural, marcada por los egoísmos humanos. Dios entra más fácilmente en le corazón del niño que en el del adulto, en el corazón del humilde que en el del soberbio, en el corazón del débil que en el del fuerte.

Estamos ante el más grande misterio, que ni ojo vio, ni oído escuchó… Acerquémonos a Dios con Adoración (El Padre)… dispuestos a asumir su proyecto de fraternidad (El Hijo)… con toda la profundidad de nuestro ser (El Espíritu Santo). Leer más…

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11.6.17. Trinidad 1. Dios es amor

Domingo, 11 de junio de 2017
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19029377_807059926137868_414265356988915488_nDel blog de Xabier Pikaza:

Quiero preparar la fiesta de la Trinidad (del 11.6.17), publicando algunos trabajos del Diccionario Teológico. El Dios Cristiano, que preparé y publiqué con N. Silanes, profesor, editor y amigo del alma, hace ahora 25 años (Sec. Trinitario, Salamanca 1992).

Han pasado 25 años, pero aquel diccionario, en el que colaboraron muchos de los teólogos hispanos más significativos, sigue siendo una obra de referencia en castellano y portugués. Es para mí un placer retomar algunas de sus entradas, en este entorno de la fiesta de la Trinidad

La mayor parte de ellas han sido publicadas también en los Ficheros de teología del portal Mercabá http://www.mercaba.org/DIOS%20CRISTIANO/CARTEL_DIOS_CRISTIANO.htm (supongo que con permiso de la Editorial). Entre ellas empezaré destacando la del “amor”, pues el Dios Cristiano es Trinidad siendo y por ser Amor encarnado en Cristo y ofrecido como vida en el Espíritu de amor, como indicaré en la reflexión que sigue.

18952613_806757556168105_4747571167426887179_nSUMARIO:
I. Eros y Agape: amor griego, amor cristiano.
II. Amor y compasión: cristianismo
y budismo.
III. Amor y Trinidad: la comunión divina.
IV. El Espíritu Santo como amor
personal.
V. Trinidad y metafísica de amor. Sentido de Cristo

Como indica el sumario, he trazado algunos rasgos importantes del amor para entenderlos luego en clave trinitaria. No he podido citar la encíclica de Benedicto XVI: Dios es amor (2005), porque mi trabajo es anterior, de tipo más teológico.

Comenzamos situando el tema en un nivel de historia de las religiones: comparamos el amor cristiano y griego (agape y eros).

18893002_806761116167749_6814707196997633947_nDespués lo interpretamos desde el fondo del budismo (compasión y caridad).

Sólo entonces trataremos del amor cristiano visto en clave trinitaria.

Para culminar el tema ofreceremos una breve visión de las personas trinitarias (especialmente el Espíritu Santo) desde el fondo de una teología del amor.

Quiero presentar esta postal y las siguientes sobre la Trinidad como recuerdo a los largos años de docencia en los que impartida mi enseñanza sobre la Trinidad, en la Universidad Pontificia de Salamanca.

I. Eros y Agape: amor griego, amor cristiano

18951210_806758186168042_4057857022588419661_nLa religión griega del eros aparece como praxis salvadora que se funda en el orfismo y la piedad de los misterios. Ella quiere liberar la luz divina de los hombres, conquistando y recreando su verdad originaria, cautivada en una cárcel de dolor, sombra y materia. Lógicamente, el alma debe aprender a liberarse por la acción contemplativa o religiosa que le lleva a descubrir su realidad original y retornar de esa manera a lo divino.

Platón ha elaborado los principios que le ofrece la tradición anterior y edifica desde el eros un expléndido sistema de verdad, de salvación y pensamiento. La visión del eros, que Platón ha presentado desde el mito anterior, presupone en realidad que el hombre es ahora esclavo: está cautivo sobre el mundo pero guarda las semillas del recuerdo de su vida originaria. Ese recuerdo, reflejado germinalmente en el eros, le conduce a partir de los valores sensibles de este mundo (cuerpos, ideales…), hacia el bien de lo supremo como meta donde puede sosegar y realizarse su existencia.

El amor es, por tanto, una potente fuerza de atracción que, al inquietarnos en el mundo, nos inmerge en la ansiedad y nos conduce hacia la idea y la bondad de lo divino. Según esto, no hay eros en Dios, pues a Dios nada le falta en su existencia. Tampoco puede hallarse entre los hombres que se encuentran perdidos en los bienes de la tierra. El eros es la fuerza ascensional, aquel impulso que constantemente lleva desde el mundo sensible y limitado, a la verdad de lo que somos en lo eterno. Por eso tienen eros o son eros solamente aquellos hombres que partiendo de los bienes de este mundo, se elevan y dirigen en camino de amor hacia el sentido y bondad de lo divino. El eros de la carne (amor corporal) se supera y se transciende haciendo que surja de ese modo el proceso del «eras espiritual».

A. Nygren, sistematizador protestante del tema, ha distinguido en la visión del eros estos momentos.

a) Es amor-deseo que nos lleva a superar la privación en que ahora estamos, caminando hacia un estado de existencia más dichoso.

b) Es anhelo que conduce desde el mundo a lo divino. Por eso, Dios no ama ni tampoco aquellos que prefieren contentarse con la tierra,

c) Es amor egocéntrico: es nostalgia de conquista, un gran deseo por lograr y disfrutar lo que nos falta. Sólo en el momento en que, inmergidos en Dios, hayamos colmado la ansiedad y realizado nuestro anhelo, cesaremos en la marcha: se habrá cumplido el eros, no seremos más cautivos de la tierra; la historia habrá cerrado su camino, quedará la eternidad. Leer más…

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Tres Iconos de la Trinidad: Roublev, El Greco, Cartuja de Miraflores

Domingo, 11 de junio de 2017
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19029367_807359026107958_73154290622402697_nDel blog de Xabier Pikaza:

Cuando era profesor del Tratado de Dios Uno y Trino, solía dedicar algunas clases a los iconos e imágenes trinitarias de la tradición de Oriente y Occidente, siguiendo el esquema las Bibliae Pauperum (Biblias Ilustradas de los siglos XIV-XV), que eran catequesis en Imágenes con explicaciones oportunas.

Mi amigo Gerardo Sánchez Cruz, dibujó las figuras y así preparamos un libro titulado Nueva Biblia de los pobres: Catequesis bíblica en imágenes (333 págs.), Desclée de Brouwer, Bilbao 1991.Más que “trinitario”, el tema de la portada es “mosáico” (con Dios Padre haciendo que emerja Moisés con el Libro de la Ley). Esta “trinidad mosaica” estaría formada por Dios Yahvé, Moisés su revelador y el Libro (en lugar del Espíritu Santo).

Aquel libro (de Gerardo y un servidor), con sus más de cincuenta trinidades, que me gustaría recuperar… tuvo una suerte desigual. Creo que no se vendió mucho, pero se hicieron ediciones pirata, entre ellas la del Movimiento Cultural Cristiano, cuyos ejemplares pueden aún verse en librerías de viejo… Así aparece también en http://www.seraporlibros.net/207301/Nueva-biblia-de-los-pobres.

Retoco con el motivo de la próxima fiesta de la Trinidad esta postal que publiqué hace tiempo… pero me la han pedido de nuevo, y así bajo el texto (lo pirateo yo mismo), conservando los comentarios antiguos, con un comentario a los tres tipos de imágenes trinitarias que solía comentar en otro tiempo. Recojo aquí el sentido de tres “imágenes trinitarias”:

a. El Icono de Roublev, icono “oficial” de la Trinidad angélica (los tres visitantes de Moisés).

b. El icono más “occidental” del Dios Padre que recoge en sus brazos al Cristo Muerto, con el Espíritu de Vida. Es más conocida la imagen del Greco, pero hay cientos y miles del tema las iglesias (católicas y protestantes) de occidente.

c. El icono/imagen de la Cartuja de Miraflores de Burgos… Una maravilla. Quizá lo más hermoso y teológico que se ha representado sobre el Dios de Cristo en Occidente, como verá quien siga leyendo.

Un saludo a todos los amigos.

1. Modelo oriental. Roublev

8955696894928150Es el modelo más bello, de tipo místico y origen ruso, pintado por Andrei Roublev (1360 – 1430). Ésta es la Trinidad del cielo, tres ángeles, en gesto de comunión, belleza, armonía de vida, diálogo pleno.

Roublev fue discípulo de San Sergio di Radonez (1314-1392) y recibió en encargo de pintar un icono para la Iglesia del monasterio fundado por San Sergio, un icono inspirado en la teofanía de los caminantes a Abraham, narrada el libro del Génesis.

Las Tres personas divina, simbolizadas en los vestidos de los tres personajes misteriosos que se aparecieron a Abraham en la encina de Mambré (Gn 18,1ss).

Ese icono, reconocido casi por todos como el signo más bello de la Trinidad, compendia de manera intensa la vida interior de la Iglesia ortodoxa rusa. La Trinidad aparece como misterio inefable de comunión de los Tres, que contemplan en la intimidad de su amor la realidad de la creación y de la pascua sacrificial del Cordero, representado en el cáliz que se encuentra sobre la mesa en el centro del icono. Se distinguen por los colores, son caminantes (báculos), que han venido a visitar y acompañar a los hombres en gesto de cercanía infinita.

Quizá el que mejor ha situado teológicamente el icono trinitario de oriente ha sido el teólogo ruso Pavel Eudokimov (1901-1970) que descubre y venera la presencia de la luz divina en los iconos, que así quedan introducidos en un ámbito sagrado. Desde ese fondo se entiende el Icono de la Trinidad de Rublov.

«El hombre contempla maravillado la gloria cuya luz hace brotar del corazón de toda criatura un canto de alabanza… El icono es una doxología, que se desborda de gozo y canta por sus propios medios la gloria de Dios. La verdadera belleza no necesita pruebas. El icono no demuestra nada, pero muestra; evidencia luminosa, se presenta como argumento “kalokagático” (Bello y Bueno, es decir, Verdadero) de la existencia de Dios. San Pablo formula el fundamento cristológico del icono: “Cristo es la imagen –eikòn- del Dios invisible”.

Quiere decir que la humanidad visible de Cristo es el icono de su divinidad invisible, que es “lo visible de lo invisible” (expresión de Dionisio el Areopagita, retomada por san Juan Damasceno, Tratado sobre los Iconos XI). El icono de Jesús aparece así como la imagen de Dios y del hombre al mismo tiempo, el icono de Cristo total: del Dios-Hombre. Esta función reveladora que posee la humanidad de Cristo llega a ser la verdad de todo ser humano; el hombre sólo es verdadero, sólo es real en la medida en que refleja lo celeste: es gracia maravillosa de toda criatura ser espejo de lo increado, “imagen de Dios”.

El icono nos revela a todos esta luz escatológica de los santos, y por lo tanto es un rayo del Octavo Día, un testimonio de la escatología inaugurada. Si el iconoclasmo, pues, reduce el sentido de la Transfiguración y oscurece su luz al destruir el icono, por el contrario, ¡qué sintomático es que, según las reglas, el motivo de la Transfiguración sea el primero que trate cada iconógrafo, para que Cristo “haga brillar su luz en su corazón”… No hay nunca una fuente de luz en los ¡conos, ya que la luz es su propio contenido; no se ilumina el sol, ya que él mismo es su luz…

“Nosotros reflejamos como un espejo la gloria del Señor”: un icono es ese espejo reluciente del mayor atributo de gloria: la luz. El arte sorprendente de Rublëv en su divina Trinidad traduce el resplandor tri-solar que ilumina el mundo. Según san Gregorio Pálamas, la luz del Tabor, la luz contemplada por los santos y la luz del siglo futuro son idénticas. Para Clemente de Alejandría (Strom. VI, 16), la luz del primer día preexiste a la creación, es “la verdadera luz del Logos iluminando las cosas aún escondidas y por la cual toda criatura ha accedido a la existencia”…

La visión, aquí, expresa la fe en el mismo sentido que san Pablo cuando la llama “visión de lo invisible” (Heb 11, 1). El icono se dirige a los ojos del espíritu para que contemple “los cuerpos espirituales” (1 Cor 15, 44). El estilo eclesial filtra toda visión subjetiva, pues la Iglesia es la que ve el objeto de la fe, sus misterios. Si la arquitectura sagrada del Templo ordena el espacio, y el Memorial litúrgico el tiempo, el icono experimenta lo invisible, la “forma interior” del ser; y esta interioridad surge, una vez más, de la iluminación, de la categoría tabórica. El estado de gracia, enseña san Serafín (Diálogo con Motovilov) ilumina para hacer ver la luz. El icono la revela a todos; como “oración”, purifica y transfigura a su imagen al que la contempla; como misterio, nos enseña que allí está el silencio habitado, el gozo del cielo sobre la tierra, el resplandor del más allá.

(P. Eudokimov, El arte del icono. Teología de la belleza, Publicaciones Claretianas, Madrid, 1991, 185-191)

El milagro del icono, su participación, se sitúa únicamente en el nivel de la semejanza hipostática, semejanza que no es a modo de retrato de lo que existe en la naturaleza, sino semejanza misteriosa, milagrosa, con la hipóstasis, la persona.

(1) Nosotros contemplamos a la vez lo indecible y lo representado (dice el Concilio II de Nicea), no uno o lo otro, sino uno en el otro. Este milagro orienta el movimiento anagógico de la plegaria… El icono no es nunca una «ventana sobre la naturaleza”, ni sobre un determinado espacio, sino un lugar donde el mundo se abre y se convierte él mismo, del todo, en una puerta que se abre hacia la Vida…

La irrupción del más allá se posa sobre todas las cosas de este mundo y da un sentido a todo, por medio de la refracción multicolor y por el destello dorado de su luz…

(2) Desde la Encarnación del Verbo, todo está dominado por la mirada, la figura humana de Dios. La iconografía comienza siempre por la cabeza; es ella la que da la dimensión y postura al cuerpo, ella es la que domina al resto de la composición. Incluso los elementos cósmicos toman a menudo la figura humana, pues el hombre es el “verbo” cósmico…

El icono ilustra admirablemente las paradojas del lenguaje místico, allí donde toda palabra, toda descripción se detienen impotentes. El plano material parece detenido, recogido, a la espera del mensaje y sólo el rostro traduce toda la tensión de las energías en acción. Toda inquietud, todo cuidado, toda fiebre de gesticulación, se desvanecen ante la paz interior. El icono quiere mostrar al homo cordis absconditus, al hombre escondido en el fondo del corazón (cf 1 Ped 3 4)…

(3) Estos colores (del icono) sostienen y ofrecen las llamas del Paráclito. La maternidad cósmica, convertida en receptáculo puro, recibe sus energías cósmicas. La luz del primer día se hace presente en la armonía final de la ciudad luminosa del último día. El Espíritu Santo, hipóstasis de la belleza, hace que todas las cumbres de la cultura humana, todos sus iconos, sean el icono del reino de Dios

(La connaissance de Dieu selon la tradition orientale, Mappus, Lyon 1967, 120-125)

Modelo Occidental, compasión del Padre. Imagen del Greco…, otras imágenes

18951375_807495792760948_274768312634524073_nHay en occidente muchos iconos trinitarios, pero el más conocido es el Cristo muerto en las manos del Padre. Éste es el icono de la pasión (la entrega divina de Jesús), vinculado a la “compasión”, la acogida resucitadora de Dios Padre.

Jesús, gritando con una voz fuerte, dijo ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Y diciendo esto expiró (Lc 23, 46).

En manos del Padre ha muerto Jesús y así le representan las estatuas y pinturas que llamamos de la compasión del Padre (compassio Patris). Se compadece el Padre por Jesús, se duele en su dolor, de tal manera que el mismo amor de paternidad y filiación se vuelve trauma de muerte y nuevo nacimiento.

Suele aparecer el Padre como sacerdote dolorido, el sacerdote del Antiguo Testamento con la tiara de su autoridad en la cabeza. No tiene el cuchillo en la derecha como Abraham cuando ha venido a ofrecer en la montaña al hijo prometido (cf Gén 22). Tampoco lleva el mundo entre las manos poderosas, como suelen pintar¬le los pintores de grandeza. Lleva en las rodillas y en las manos a Jesús, el Hijo muerte, de manera que más que padre fuerte ahora parece madre cariñosa y compasiva.

18950980_807357986108062_1172675896410514729_nEl Padre Dios recibe así rasgos de madre dolorido. Ser Padre Madre no consiste sólo en procrear al Hijo cuando nace, para luego dejarle independiente. El Padre verdadero acompaña al Hijo en el camino, le sostiene, le potencia, le dirige hasta el final de su existencia. Y cuando es fin adviene el Padre Madre está presen¬te, como fuente de amor, en esa muerte que se puede volver así misterio de nuevo nacimiento.

Este Padre, sacerdote compasivo que recibe en amor fuerte al Hijo muerto, no aparece ya como una ley impositiva. No es aquel que domina desde fuera, no es el que se impone por encima de los hombres. Padre verdadero es el que ama y en amor viene a sufrir con el amado (el Hijo) muerto. Significativamente, en esta escena de amor viene a introducirse el gran misterio del Espíritu, conforme a la palabra decisiva del NT.

Si purificaba en otro tiempo la sangre de machos cabríos y toros. . . cuanto más vendrá a purificar nuestra conciencia. . . la sangre del Cristo que, por medio del Espíritu eterno se ha ofrecido a Dios como (ofrenda) inmaculada (Hebr 9, 13 14).

Cristo se ha ofrecido al Padre en el Espíritu, es decir, en actitud de amor total, definitivo. En ese mismo amor le ha recibido el Padre. De esa forma la pasión se ha vuelto compasión, el amor es amor comunicado, compartido. Ha culminado la historia de Dios, el nacimiento de Cristo sobre el mundo ha terminado. Sólo ahora podemos decir que la Palabra de Dios se ha vuelto “carne”(cf Jn 1, l4) y que la carne de los hombres ya se encuentra liberada.

Cruz trinitaria (Cartuja de Miraflores en Burgos)

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Ésta es la imagen del centro del retablo mayor de la Cartuja de Miraflores, en Burgos de Castilla.

Dentro del óvalo de la divinidad, el Padre y el Espíritu, revestidos de símbolos reales, sostienen la cruz como misterio trinitario.

Por encima sobrevuela el pelícano de Dios, la vida misma como entrega hasta la muerte y como nuevo nacimiento en que la muerte se supera. En la parte inferior aparecen, entrando ya en el círculo sagrado, la madre de Jesús y el discípulo querido que son signo y compendio de la iglesia.

El óvalo de Dios es un mandala: el círculo en que el mismo Dios se expresa y se completa. Dios no es una especie de camino abierto al infinito, no es una espiral que se está haciendo y va buscando su verdad mientras avanza hacia lo nuevo. Dios se encuen¬tra completo, realizado. Es el amor que existe por sí mismo, como encuentro de personas que se entregan y se acogen mutuamente, en el gozo de de la vida regalada y compartida. Leer más…

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Fiesta de la Santísima Trinidad. Ciclo A.

Domingo, 11 de junio de 2017
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Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj: 

El año litúrgico comienza con el Adviento y la Navidad, celebrando cómo Dios Padre envía a su Hijo al mundo. En los domingos siguientes recordamos la actividad y el mensaje de Jesús. Cuando sube al cielo nos envía su Espíritu, que es lo que celebramos el domingo pasado. Ya tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Estamos preparados para celebrar a los tres en una sola fiesta, la de la Trinidad.

Esta fiesta surge bastante tarde, en 1334, y fue el Papa Juan XII quien la instituyó. Quizá se pretendía (como ocurrió con la del Corpus) contrarrestar a grupos heréticos que negaban la divinidad de Jesús o la del Espíritu Santo. Así se explica que el lenguaje usado en el Prefacio sea más propio de una clase de teología que de una celebración litúrgica. En cambio, las lecturas son breves y fáciles de entender, centrándose en el amor de Dios.

La única definición bíblica de Dios

La primera lectura, tomada del libro del Éxodo, ofrece la única definición (mejor, autodefinición) de Dios en el Antiguo Testamento y rebate la idea de que el Dios del Antiguo Testamento es un Dios terrible, amenazador, a diferencia del Dios del Nuevo Testamento propuesto por Jesús, que sería un Dios de amor y bondad. La liturgia, como de costumbre, ha mutilado el texto. Pero conviene conocerlo entero.

Moisés se encuentra en la cumbre del monte Sinaí. Poco antes, le ha pedido a Dios ver su gloria, a lo que el Señor responde: «Yo haré pasar ante ti toda mi riqueza, y pronunciaré ante ti el nombre de Yahvé» (Ex 33,19). Para un israelita, el nombre y la persona se identifican. Por eso, «pronunciar el nombre de Yahvé» equivale a darse a conocer por completo. Es lo que ocurre poco más tarde, cuando el Señor pasa ante Moisés proclamando:

«Yahvé, Yahvé, el Dios compasivo y clemente, paciente y misericordioso y fiel, que conserva la misericordia hasta la milésima generación, que perdona culpas, delitos y pecados, aunque no deja impune y castiga la culpa de los padres en los hijos, nietos y bisnietos» (Éxodo 34,6-7).

Así es como Dios se autodefine. Con cinco adjetivos que subrayan su compasión, clemencia, paciencia, misericordia, fidelidad. Nada de esto tiene que ver con el Dios del terror y del castigo. Y lo que sigue tira por tierra ese falso concepto de justicia divina que «premia a los buenos y castiga a los malos», como si en la balanza divina castigo y perdón estuviesen perfectamente equilibrados. Es cierto que Dios no tolera el mal. Pero su capacidad de perdonar es infinitamente superior a la de castigar. Así lo expresa la imagen de las generaciones. Mientras la misericordia se extiende a mil, el castigo sólo abarca a cuatro (padres, hijos, nietos, bisnietos). No hay que interpretar esto en sentido literal, como si Dios castigase arbitrariamente a los hijos por el pecado de los padres. Lo que subraya el texto es el contraste entre mil y cuatro, entre la inmensa capacidad de amar y la escasa capacidad de castigar. Esta idea la recogen otros pasajes del AT:

«Tú, Señor, Dios compasivo y piadoso,
paciente, misericordioso y fiel» (Salmo 86,15).

«El Señor es compasivo y clemente,
paciente y misericordioso;
no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas;
como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos;
como un padres siente cariño por sus hijos,
siente el Señor cariño por sus fieles» (Salmo 103, 8-14).

«El Señor es clemente y compasivo,
paciente y misericordioso;
El Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas» (Salmo 145,8-9).

«Sé que eres un dios compasivo y clemente,
paciente y misericordioso,
que se arrepiente de las amenazas» (Jonás 4,2).

El amor de Dios al mundo

El evangelio insiste en este tema del amor de Dios llevándolo a sus últimas consecuencias. No se trata sólo de que Dios perdone o sea comprensivo con nuestras debilidades y fallos. Su amor es tan grande que nos entrega a su propio hijo para que nos salvemos y obtengamos la vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

Nuestra respuesta: el amor mutuo

En la carta de Pablo a los corintios Dios se convierte en modelo para los cristianos. La misma unión y acuerdo que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu debe darse entre nosotros, teniendo un mismo sentir, viviendo en paz, animándonos mutuamente, corrigiéndonos en lo necesario, siempre alegres.

Hermanos: Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso ritual. Os saludan todos los santos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos vosotros.

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Solemnidad de la Santísima Trinidad. 11 Junio, 2017

Domingo, 11 de junio de 2017
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“Tanto amó Dios al mundo…”
(Jn 3, 16-18)

Y eso precisamente es lo que celebramos hoy: ¡Qué Dios es Amor AMANDO!

Dios no solo es amor, porque también es AMAR. La Trinidad, lejos de ser una cosa muy complicada de la que es difícil hablar, sencillamente nos muestra que Dios ama. Es amor activo.

El Padre, el Hijo y la Santa Ruah ponen ante nuestros ojos la más bella relación de amor. Y, al mismo tiempo, nos invitan a participar de ella.

“Tanto amó Dios al mundo…” ¿Qué puede hacer el amor sino amar?

Descubrir que Dios es amor o mejor, descubrir que Dios te ama personalmente, no te hace la vida más fácil. Tampoco te da respuesta a todas las preguntas. No. Pero le añade una riqueza única. Un plus de sentido.

Aunque una cosa es saberlo y otra experimentarlo. Cuando experimentas que Dios es amor porque te descubres profundamente amada es un punto y aparte.

Es descubrir que cada ser humano, cada persona es Icono de la Trinidad. Porque todas estamos llamadas a ser pura relación de amor.

No, la Trinidad no es un complicado tratado sobre el misterio de Dios lleno de dogmas y extendido en cientos de volúmenes. No. La Trinidad somos tú y yo, somos todas nosotras juntas, la humanidad entera. Recreada. Siempre amada. Divina. En plenitud. La Trinidad es el movimiento de Dios en la humanidad que nos entrelaza haciéndonos hermanas.

Para hablar de la Trinidad no necesitamos palabras complicadas. Ya que la Trinidad, como el Reino, se parece a todo lo humano. Está inmersa en todo lo nuestro.

Parafraseando a Jesús podríamos decir: “La Trinidad se parece a una bella danza en grupo a la que tú estás invitada a participar.”

Oración

Trinidad Santa, damos el don de re-conocerte, de descubrirte presente en nuestra vida. Revélanos la grandeza de sabernos Icono de tu amor en relación.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Ni nosotros estamos fuera de Dios ni Dios está fuera de nosotros.

Domingo, 11 de junio de 2017
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trinidadJn 3, 16-18

Tampoco hoy celebramos una fiesta dedicada a Dios, celebramos que Dios es una fiesta todos los días, que es algo muy distinto. La fiesta es siempre alegría, relación, vida, amor. El creyente es aquel que se ha sentido invitado a esa fiesta y forma parte inextricable de la misma fiesta. La Trinidad, tiene que liberarnos del Dios Ser poderoso y empaparnos del Dios Ágape que nos identifica con Él. El Dios todopoderoso es lo contrario del Dios trino. Dios es amor y solo amor. Solo en la medida que amemos, podremos conocer a Dios.

Se nos dice que es el dogma más importante de nuestra fe católica, y sin embargo, la inmensa mayoría de los cristianos no pueden comprender lo que quiere decir. La gran enseñanza de la Trinidad es que solo vivimos, si convivimos. Nuestra vida debía ser un espejo que en todo momento reflejara el misterio de la Trinidad. Pero para llegar al Dios de Jesús, tenemos que superar el ídolo al que nos aferramos. Sí, el falso dios en quien todos hemos creído y en gran medida, seguimos creyendo los cristianos:

El dios interesado por su gloria, incluso cuando hace algo para sacarnos de la miseria.

El dios todopoderoso que si no elimina el mal es porque no le da la gana.

El dios que salva a uno si alguien reza por él, pero no hace caso si nadie se lo pide.

El dios ofendido que exige la muerte de su hijo para poder perdonar el ser humano.

El dios que premia a los que hacen lo que Él quiere y condena a los que no le obedecen.

El dios celoso de la moral sexual, pero que no le preocupa mucho la injusticia.

El dios que nos exige amar al enemigo pero que a los suyos los manda al infierno.

Debemos estar muy alerta, porque tanto en el AT como en el nuevo podemos encontrar trazos de este falso dios. Jesús experimentó al verdadero Dios, pero fracasó a la hora de hacer ver a sus discípulos su vivencia. En los evangelios encontramos chispazos de esa luz, pero los seguidores de Jesús no pudieron aguantar el profundo cambio que suponía sobre el Dios del AT. Muy pronto se olvidaron esos chispazos y el cristianismo se encontró más a gusto con el Dios del AT que le daba las seguridades que anhelaba.

La Trinidad no es una verdad para creer sino la base de nuestra vivencia cristiana. Una profunda experiencia del mensaje cristiano será siempre una aproximación al misterio Trinitario. Solo después de haber abandonado siglos de vivencia, se hizo necesaria la reflexión teológica sobre el misterio. Los dogmas llegaron como medio de evitar lo que algunos consideraron errores en las formulaciones racionales, pero lo verdaderamente importante fue siempre vivir esa presencia de Dios en el interior de cada cristiano.

Lo más urgente en este momento para el cristianismo, no es explicar mejor el dogma de la Trinidad, y menos aún, una nueva doctrina sobre Dios Trino. Tal vez nunca ha estado el mundo cristiano mejor preparado para intentar una nueva manera de entender el Dios de Jesús o mejor, una nueva espiritualidad que ponga en el centro al Espíritu-Dios, que impregna el cosmos, irrumpe como Vida, aflora decididamente en la conciencia de cada persona y se vive en comunidad. Sería, en definitiva, la búsqueda de un encuentro vivo con Dios. No se trata de explicar la esencia de la luz, sino de abrir los ojos para ver.

No debemos pensar en tres entidades haciendo y deshaciendo, separada cada una de las otras dos. Nadie se podrá encontrar con el Hijo o con el Padre o con el Espíritu Santo. Nuestra relación será siempre con el UNO que nos une. Es urgente tomar conciencia de que cuando hablamos de cualquiera de las tres personas relacionándose con nosotros, estamos hablando de Dios. En teología, se llama “apropiación” (¿indebida?) esta manera impropia de asignar acciones distintas a las tres personas. Ni el Padre solo crea ni el Hijo solo salva ni el Espíritu Santo santifica por su cuenta; Todo es “obra” del Dios.

Nada de lo que pensamos o decimos sobre Dios es adecuado. Cualquier definición o cualquier calificativo que atribuyamos a Dios son incorrectos. Lo que creemos saber racionalmente de Dios, es un estorbo para vivir su presencia vivificadora en nosotros. Con frecuencia, los ateos están más cerca del verdadero Dios que los creyentes. Ellos por lo menos rechazan la creencia en los ídolos que nosotros nos empeñamos en defender.

Los creyentes no solemos ir más allá de unas ideas (ídolos) que hemos fabricado a nuestra medida. Callar sobre Dios, es siempre más exacto que hablar. Dicen los orientales: “Si tu palabra no es mejor que el silencio, cállate”. Las primeras líneas del “Tao” rezan: El Tao que puede ser expresado no es el verdadero Tao; el nombre que se le puede dar, no es su verdadero nombre. ¡Ahora hablemos de Dios!

De la misma manera, siempre que aplicamos a Dios contenidos verbales, aunque sean los de “ama”, “perdonó”, “salvará”, nos equivocamos, porque en Dios los verbos no se conjugan; no tiene tiempos ni modos. Dios no tiene “acciones”. Dios, todo lo que hace, lo es. Si ama, es amor. Pero al decir que es amor, nos equivocamos también, porque le aplicamos el concepto de amor humano y en Dios el AMOR, es algo muy distinto.

Es un amor que no podemos comprender, aunque sí experimentar. Este experimentar que Dios es amor, sería lo esencial de nuestro acercamiento a Él. Los primeros cristianos emplearon siete palabras diferentes para hablar del amor. Al amor que es Dios lo llamaron ágape. No se trata de una relación entre sujeto y objeto sino en identificación de ambos. En Dios el amor es su esencia, es decir, no puede no tenerlo, porque dejaría de ser.

Vivir la experiencia de Dios Trino, sería convivir. Sería experimentarlo: 1) Como Dios, ser absoluto. 2) Como Dios a nuestro lado presente en el otro. 3) Como Dios en el interior de nosotros mismos, fundamento de mi ser. En cada uno de nosotros se tiene que estar reflejando siempre la Trinidad. Empezar por descubrir a Dios en nosotros, identificado con nuestro propio ser. Descubrimos a Dios con nosotros en los demás. Descubrimos también a Dios que nos trasciende y en esa trascendencia completamos la imagen de Dios.

Hoy no tiene ningún sentido la disyuntiva entre creer en Dios o no creer. Todos tenemos nuestro Dios o dioses. Hoy la disyuntiva es creer en el Dios de Jesús o creer en un ídolo. La mayoría de los cristianos no vamos más allá del ídolo que nos hemos fabricado a través de los siglos. Lo que rechazan los ateos, es nuestra idea de Dios que no supera un teísmo interesado y miope. Después de darle muchas vueltas al tema, he llegado a la conclusión de que es más perjudicial para el ser humano el teísmo que el ateísmo.

El Dios revelado por Jesús, es amor. La mejor noticia que podía recibir un ser humano es que Dios no puede apartarle de su amor. Esta es la verdadera salvación que tenemos que apropiarnos. Es también el fundamento de nuestra confianza en Dios. Confianza absoluta y total porque, aunque quisiera, no puede fallarnos. En esa confianza consiste la fe.

Meditación

Dios es amor, pero ese amor no responde a nuestra idea del amor.
Dios es: El que ama, el amado y el amor.Los tres a la vez.
La creación no es más que la manifestación de ese Dios.
En toda criatura queda reflejada su manera de ser.
En todo ser creado está el amante, el amado y el amor.
El hombre tiene la capacidad de entrar intuitivamente en esa dinámica.
No puede haber meta más alta, que dejarse arrastrar por ese torbellino.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Trinidad.

Domingo, 11 de junio de 2017
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Trinidad-RubliovSi no se vive para los demás, la vida carece de sentido (Teresa de Calcuta).

11 de junio. Solemnidad de la Santísima Trinidad.

Jn 3, 16-18

Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él.

Este anhelo de servicio a los demás, tan patente en el Antiguo y Nuevo Testamento, se plasmó en el medievo en la primera institución de la Iglesia –Los Trinitarios–, fundada por el francés Juan de la Mata (1154-1213). Una Orden dedicada al servicio de la redención con las manos desarmadas, sin más armadura que la misericordia, y con la única intención de devolver la esperanza a cuantos sufrían bajo el yugo de la cautividad.

En la película de Mel Gibson “Hacksaw. Hasta el último hombre”, recientemente estrenada, se relata la historia de un guerrero sin arma alistado en el ejército americano para luchar contra los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. De ella son estas frases, dignas del Evangelio: A la pregunta del capitán que hace a la recluta, ¿Eres objetor de conciencia y te has alistado en el Ejército? El protagonista, Desmond Doss, responde: “No, Señor… Mi conciencia es cooperar. No está bien que otros hombres luchen y mueran mientras yo estoy en casa a salvo. Necesito servir”.

En la Obertura de la ópera Ifigenia en Tauride de Gluck, la orquesta describe la tormenta interior que debió sufrir su padre Agamenón al tener que sacrificar a la hija porque así se lo habían pedido los dioses. Tragedia similar a la que hubo de enfrentarse nuestro protagonista, angustiado por la necesidad de empuñar las armas -él pacifista por convicción-, y asesinar japoneses.

El verdadero ayuno es ayudar a los demás, dice el Papa Francisco.

En la Misa celebrada en Santa Marta el 4 de marzo de 2017 citó al Profeta Isaías, quien relata que el Señor dice a los hipócritas cual es el ayuno verdadero. Palabras que parecen dichas para nuestros días: “¿Acaso no es más bien éste el ayuno que quiero: romper las cadenas inicuas, desatar los lazos del yugo, poner en libertad a los oprimidos y romper toda opresión? ¿Acaso no consiste en compartir el pan con el hambriento, hacer entrar en casa a los pobres, a los sin techo, vestir a uno que ves desnudo sin descuidar a tus parientes? Pensemos en estas palabras, pensemos en nuestro corazón, en cómo ayunamos, rezamos y damos las limosnas. También nos ayudará pensar en lo que siente un hombre después de una cena que ha pagado doscientos euros, por ejemplo, y regresa a su casa y ve a un hambriento y ni lo mira y sigue caminando”.

Una actitud vital que la medicina denomina Síndrome de Asperger: un conjunto de características mentales y conductuales que forma parte de los trastornos del espectro autista. Las personas afectadas suelen manifestar dificultades en la interacción social, escasa preocupación por los otros, poca comunicación y notable ausencia de empatía. Es destacable el hecho, experimentalmente comprobado, de que la relación con los animales -con todos los seres de la creación- nos humaniza y ayuda a inmunizarnos de dicho síndrome.

Teresa de Calcuta, que en estos menesteres era consumada especialista, decía: “Si no se vive para los demás, la vida carece de sentido”. Ese fue también el sentido de la vida de Jesús, que no vino condenar a nadie sino a comprender y salvar. El Éxodo nos dice que esa era la actitud del Dios que le envió, tal como la relata Moisés: “Y pasando Jehová por delante de él, proclamo: ¡Jehová! ¡Jehová! Fuerte, misericordioso y piadoso tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad” (Éx 34, 6).

Los místicos también se han acercado a este misterio de la Trinidad. La renana Hildegarda de Bingen (1098-1179) tuvo esta visión del mismo: “Ví una luz muy esplendorosa (Dios Padre) y, en ella, una forma humana del color del zafiro (Dios Hijo) que ardía en un suave fuego rutilante (Dios Espíritu). Y esa esplendorosa luz inundaba todo el fuego rutilante, y el fuego rutilante la esplendorosa luz; y la esplendorosa luz y el rutilante fuego inundaban toda la forma humana, siendo una sola luz en una sola fuerza y potencia”.

Respetando a Hildegarda, yo me siento más próximo a Teresa de Calcuta, también mística, y a este texto de García Márquez en el que, como ella, sabe que “Amar es el latido de dos corazones al mismo tiempo, que se confunden y se hacen uno”.

¿QUÉ ES AMAR?

Amar es cuando te olvidas de ti misma y esa persona ocupa todo tu pensamiento.
Amar es cuando a través de sus ojos, puedes leer lo que hay en su corazón.
Amar es confiar a pesar de todo y de todos.
Amar es cuando te interesa todo lo que a ese ser le gusta y se convierte en parte de ti.
Amar es comprender, es soportarlo todo, es sacrificarte, es no ser egoísta.
Es desear sólo su felicidad, es dar alas a la libertad.
Amar es compartir, es escuchar, es descubrir.
Es hacer tuyas sus tristezas y sus alegrías.
Amar no es reprochar, es entender.
No es lastimar, es consolar.
Amar es el latido de dos corazones al mismo tiempo, que se confunden y se hacen uno.
Amar es dar tu alma y corazón, sin esperar nada a cambio.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Tanto amó Dios al mundo.

Domingo, 11 de junio de 2017
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trinidad-misericordiosaJn 3, 16-18

“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”. El misterio de la Trinidad nos sobrecoge y nos sobrepasa. Un Dios que es al tiempo Padre-Madre, Hijo y Ruah Santa. ¡Nuestros conceptos se quedan tan pobres para poder expresarlo! Nos acercamos a esta realidad diciendo de este Dios que es un Dios Familia, un Dios comunión-de-amor. Que Dios es amor, que nos ama hasta el infinitoque la entrega de Jesús es la expresión máxima de este amor, son afirmaciones habituales entre nosotros. Y si somos capaces de balbucear estas declaraciones es porque, por gracia, algo de ellas se nos ha regalado.

Pero, como ante todo misterio, nuestro discurso es impreciso. Tampoco es cuestión de perdernos en razonamientos. Necesitamos poner palabra a nuestra experiencia, pero –lo más importante, no lo olvidemos- es experimentar la Palabra. Que no se nos vaya la cabeza… ¡que se nos vaya el corazón! y que, en el día de hoy, renovemos, en lo más profundo de nuestro ser, la experiencia de ser infinitamente amados por Dios-Amor. Hoy somos invitados a contemplarle y así, a postrarnos, adorar, saborear, agradecer…

Contemplar, en el día de hoy, a Dios Trinidad, tras la celebración de Pentecostés el pasado domingo, nos lleva a reavivar con fuerza en nosotros la alegría pascual, la esperanza y la fe. ¡Tanto amó Dios al mundo! Este es nuestro Dios. No es un concepto ideológico, no es algo abstracto. Nuestro Dios es el amor concreto, entregado en Jesús y vivo por el Espíritu entre nosotros. Es un Dios que se ha hecho Hombre, que ha venido a compartir con nosotros nuestros miedos y anhelos, gozos y dolores.

Nuestro Dios es amor. Su esencia es amar. Amar al mundo, a la humanidad, a todos los seres humanos… No ha venido a juzgar, sino a salvar. No viene a condenar sino a invitar una y otra vez al Amor, a la Vida. Contemplar este misterio nos lleva a rememorar en nosotros la experiencia de amor y, desde ahí, nos lleva al compromiso, a la concreción del amor en nuestra realidad personal y comunitaria.

Nuestra Iglesia está llamada a ser manifestación de ese amor que es Dios y, por tanto, ser Iglesia FamiliaIglesia comunión-de-amor. Los creyentes no podemos decir que creemos en un Dios Amor si esta experiencia no nos transforma y nos lleva a buscar la creación de redes, de lazos con toda la humanidad, de solidaridad sin límites, de vida compartida y puentes tendidos.

No es fácil poner palabra a este misterio y mucho menos vivirlo. Por eso, hagamos silencio y contemplemos, dejémonos atravesar por el Amor y que sea esta experiencia vital la que transforme nuestro corazón y nos lleve a ponerla en práctica. “Obras son amores y no buenas razones”, dice el saber popular. Que la celebración solemne del misterio trinitario no nos deje indiferentes.

En el nombre de la Santísima Trinidad. Amén.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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La Santísima Trinidad

Domingo, 11 de junio de 2017
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comentarios_desglose_ilustComentarios a las dos primeras lecturas:

Evidentemente, estos textos nos ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre la progresiva revelación de Dios. El encuentro con Dios, salvación del hombre, se hace de manera “encarnada”. Los israelitas “van conociendo a Dios”, hasta llegar a Jesús, plena revelación de “Abbá”. Pero esto nos permite otra reflexión, que es importante para la maduración de nuestra cultura religiosa.

Éxodo 34, 4-9

Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra. El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí. Y Moisés pronunció el Nombre del Señor. El Señor pasó ante él proclamando:

– Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad.

Moisés al momento se inclinó y se echó por tierra. Y le dijo:

– Si he hallado tu favor, que mi Señor venga con nosotros, aunque este es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.

Uno de los pasajes más inspirados del libro. Moisés no es sólo un gran jefe y un gran legislador. Es un místico profundo, que halla su inspiración y su fuerza en su contacto con Dios. Conoce a Dios; este conocimiento se expresa bien en este texto. Dios “baja”, “se queda con él”, aunque oculto en la Nube. Dios se define como “compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad”. Israel será “su heredad“, aunque sea un pueblo muy rebelde.

Se muestra pues en este texto un bello resumen de la fe Israel, magnífica, muy superior a muchas otras manifestaciones religiosas contemporáneas… y todavía incompleta. No es nuestra fe, es sólo su prehistoria.

2 Corintios 13, 11-13

Alegraos, trabajad por vuestra perfección, animaos, tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso santo.

Os saludan todos los fieles. La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros.

Se trae a las lecturas de esta fiesta por la formulación: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros”, tan claramente trinitaria, que la usamos en nuestra celebración de la eucaristía como saludo inicial.

José Enrique Galarreta, S.J.

Fuente Fe Adulta

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El verano es para bailar

Viernes, 12 de agosto de 2016
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bailas

Se inclina ante ti, y ante mí, ante todas y todos. Extiende la mano y con gesto dulce pero firme nos mira intensamente a los ojos y lo repite:

“¿Bailas?”

Sonríe, con seducción. Es difícil resistirse pero seres libre de hacerlo, por supuesto. Volverá a invitarte en otra ocasión, no lo dudes.

Y es que… es así, bailarina consumada, la Trinidad. Bailarín preciso, Dios Trinidad. Perfección en sus pasos, en sus giros, pendiente siempre de la pareja que, es ni más ni menos, que la humanidad entera. Porque no se cansa y saca a la pista a quien acepte el reto de sumarse a la danza. De uno en uno, de dos en dos, de ciento en ciento y con todo el orbe. No importa la música que suene, si alegre o triste, siempre está ahí, esperando para bailar contigo tu propia vida, tu propia historia.

Infinita danza de amor y de fiesta.

La creación entera se suma al baile, girando y girando, con movimientos centrífugos que exportan Buenas Noticias.

No es Dios Trinidad bailarín solitario, o estrella de la pista, no. Prefiere las danzas de grupo, mejor en círculo, con intercambios de miradas, de sonrisas, donde la alegría es patente y circula un aire de esperanza y promesa.

Mira la imagen. Ahora te invita a ti, te ha llegado el turno.

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Dios Trinidad danza, el círculo está abierto y una mano está tendida hacia ti.

-“¿Bailas?

¡Sí, en verano también toca bailar! Un tiempo bellísimo para cerrar los ojos y dejarse mecer al son de la música que resuena dentro, muy adentro.

Fuente:  Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Espíritu de Dios, memoria de Jesús

Lunes, 6 de junio de 2016
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24.the_trinity-blanchard-lowresT0más Maza Ruiz
Madrid

ECLESALIA, 20/05/16.- Los relatos de la venida del Espíritu Santo en la liturgia de Pentecostés parecen contradictorios: en Hechos 2, 1-11 hay un ruido como de “un viento recio” y aparecen unas como lenguas de fuego que se posan sobre las cabezas de cada uno de ellos y llenos del Espíritu Santo empezaron a hablar lenguas extranjeras. Sin embargo en el evangelio de Juan (20, 19-23) dice simplemente que Jesús se apareció a los discípulos encerrados por miedo a los dirigentes judíos, les dio la misión de predicar su mensaje y soplando sobre ellos les dijo “recibid el Espíritu Santo”.

En las predicaciones se nos dice que el Espíritu Santo es el gran desconocido y se nos exhorta a tener devoción hacia este Espíritu Santo. Pero nos quedamos igual porque en nuestro interior pensamos: ¿y quién es el Espíritu Santo?

Parece que el llamado dogma de la Santísima Trinidad lo formularon los llamados Padres capadocios, Basilio de Cesarea, Gregorio de Nisa y Gregorio de Nacianzo en el siglo IV. Como dice Karen Armstrong en su precioso libro “Una historia de Dios”: “los Padres capadocios elaboraron este paradigma imaginativo, entre otras razones, para evitar que Dios se convirtiera en una realidad tan racional como lo había sido en la filosofía griega… La Trinidad recordaba a los cristianos que la inteligencia humana no puede comprender la realidad de lo que llamamos Dios… En lugar de considerarla una afirmación sobre Dios, se ha de tener, quizá por un poema o una manifestación teológica que se encuentra a caballo entre lo que los simples mortales piensan y aceptan sobre “Dios” y el reconocimiento tácito de que cualquier afirmación de este tipo sólo puede ser provisional…. En el Concilio de Nicea (325) sólo hubo tres teólogos occidentales. Muchos cristianos de Occidente no estaban a la altura de la discusión y como no podían comprender parte de la terminología griega se sentían descontentos con la doctrina de la Trinidad. Quizá no era completamente traducible a otra lengua. Cada cultura ha de crear su imagen de Dios.”

Yo diría que no solamente cada cultura sino que cada persona cristiana debe hacerse una imagen (simbólica, claro está) de lo que representa Dios para él. Así, aunque sea muy difícil de explicar quiero decir lo que significan para mí Dios, Jesús y el Espíritu Santo.

Cuando visitamos Toledo decimos que el espíritu de El Greco se respira en aquel lugar y si estamos en Salzburgo sentimos el espíritu de Mozart. Son expresiones metafóricas que no tienen nada que ver con que los fantasmas de El Greco o de Mozart estén deambulando por aquellos lugares. También cuando recordamos a nuestros padres o a las personas que han dejado huella en nuestras vidas sentimos como su presencia entre nosotros.

Dios no está arriba en el cielo. El cielo es la metáfora de lo que no podemos alcanzar. Dios, creo que lo decía San Agustín, es más íntimo para cada uno de nosotros que nuestro más profundo interior pero como no podemos definir lo que sentimos más profundamente tampoco podemos definir a Dios. El Espíritu Santo es el Espíritu de Dios, el Espíritu de Jesús, no es un soplo, una paloma o una lengua de fuego. Está siempre actuando desde nuestro yo más profundo. Los relatos bíblicos como los que se refieren a la liturgia de Pentecostés no son otra cosa que imágenes metafóricas de cómo se manifiesta Dios a cada uno de nosotros.

¿Y cómo se manifiesta Dios? Ya lo dice el apóstol Juan: “Dios es Amor”. Por lo tanto lo que transmite el Espíritu de Dios es amor. Pero también el Espíritu es memoria de Jesús. Jesús repite a los discípulos que todo lo que Él enseña no lo pueden asimilar de momento. El Espíritu se encargará de recordárselo todo y entonces comprenderán. Así es la naturaleza humana. Cada uno va acumulando recuerdos que muchas veces pasaron inadvertidos en su momento y al rememorarlos caemos en la cuenta de su significado. A lo largo de nuestra vida hemos acumulado recuerdos de personas, de situaciones y palabras que al cabo del tiempo adquieren un significado nuevo. Las enseñanzas que recibimos como revelaciones de Dios en el pasado hay que rememorarlas, digerirlas para interpretarlas a la luz de los acontecimientos de la vida. En esto nos acompaña el Espíritu de Dios. Los dogmas no son fósiles que hay que conservar en un altar. Son semillas para nuestro crecimiento interior que tenemos que desarrollar para que nos ayuden en el camino de la vida. Como en la parábola de los talentos no hay que enterrar la moneda sino hacerla fructificar.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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“Abrirnos al misterio de Dios”. Fiesta de la Trinidad – C (Juan 16,12-15)

Domingo, 22 de mayo de 2016
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9-TRINIDAD-300x297A lo largo de los siglos, los teólogos han realizado un gran esfuerzo por acercarse al misterio de Dios formulando con diferentes construcciones conceptuales las relaciones que vinculan y diferencian a las personas divinas en el seno de la Trinidad. Esfuerzo, sin duda, legítimo, nacido del amor y el deseo de Dios.

Jesús, sin embargo, no sigue ese camino. Desde su propia experiencia de Dios, invita a sus seguidores a relacionarse de manera confiada con Dios Padre, a seguir fielmente sus pasos de Hijo de Dios encarnado, y a dejarnos guiar y alentar por el Espíritu Santo. Nos enseña así a abrirnos al misterio santo de Dios.

Antes que nada, Jesús invita a sus seguidores a vivir como hijos e hijas de un Dios cercano, bueno y entrañable, al que todos podemos invocar como Padre querido. Lo que caracteriza a este Padre no es su poder y su fuerza, sino su bondad y su compasión infinita. Nadie está solo. Todos tenemos un Dios Padre que nos comprende, nos quiere y nos perdona como nadie.

Jesús nos descubre que este Padre tiene un proyecto nacido de su corazón: construir con todos sus hijos e hijas un mundo más humano y fraterno, más justo y solidario. Jesús lo llama «reino de Dios» e invita a todos a entrar en ese proyecto del Padre buscando una vida más justa y digna para todos empezando por sus hijos más pobres, indefensos y necesitados.

Al mismo tiempo, Jesús invita a sus seguidores a que confíen también en él: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí». Él es el Hijo de Dios, imagen viva de su Padre. Sus palabras y sus gestos nos descubren cómo nos quiere el Padre de todos. Por eso, invita a todos a seguirlo. Él nos enseñará a vivir con confianza y docilidad al servicio del proyecto del Padre.

Con su grupo de seguidores, Jesús quiere formar una familia nueva donde todos busquen «cumplir la voluntad del Padre». Esta es la herencia que quiere dejar en la tierra: un movimiento de hermanos y hermanas al servicio de los más pequeños y desvalidos. Esa familia será símbolo y germen del nuevo mundo querido por el Padre.

Para esto necesitan acoger al Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús: «Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros y así seréis mis testigos». Este Espíritu es el amor de Dios, el aliento que comparten el Padre y su Hijo Jesús, la fuerza, el impulso y la energía vital que hará de los seguidores de Jesús sus testigos y colaboradores al servicio del gran proyecto de la Trinidad santa.

José Antonio Pagola

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“Todo lo que tiene el Padre es mío; el Espíritu tomará de lo mío y os lo anunciará”. Domingo 22 de mayo de 2016. Santísima Trinidad

Domingo, 22 de mayo de 2016
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34-TrinidadC cerezoLeído en Koinonia:

Proverbios 8, 22-31: Antes de comenzar la tierra, la sabiduría fue engendrada.
Salmo responsorial: 8: Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!.
Romanos 5, 1-5: A Dios, por medio de Cristo, en el amor derramado con el Espíritu.
Juan 16, 12-15: Todo lo que tiene el Padre es mío; el Espíritu tomará de lo mío y os lo anunciará.

(Comentario homilético elaborado en un ciclo anterior por Mons. Silvio Báez, obispo auxiliar de Managua)

La revelación de Dios como misterio trinitario constituye el núcleo fundamental y estructurante de todo el mensaje del Nuevo Testamento. El misterio de la Santísima Trinidad antes que doctrina ha sido evento salvador. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han estado siempre presentes en la historia de la humanidad, donando la vida y comunicando su amor, introduciendo y transformando el devenir de la historia en la comunión divina de las Tres personas. Por eso se puede hablar de una preparación de la revelación de la Trinidad divina antes del cristianismo, tanto en la experiencia del pueblo de la antigua alianza tal como lo atestiguan los libros del Antiguo Testamento, como en las otras religiones y en los eventos de la historia universal.

El Nuevo Testamento, más que una doctrina elaborada sobre la Trinidad, nos muestra con claridad una estructura trinitaria de la salvación. La iniciativa corresponde al Padre, que envía, entrega y resucita a su Hijo Jesús; la realización histórica se identifica con la obediencia de Jesús al Padre, que por amor se entrega a la muerte; y la actualización perenne es obra del don del Espíritu, que después de la resurrección es enviado por Jesús de parte del Padre y que habita en el creyente como principio de vida nueva configurándolo con Jesús en su cuerpo que es la Iglesia.

La primera lectura (Prov 8,22-31) es un himno a la sabiduría divina considerada en su doble dimensión trascendente e inmanente. La Sabiduría es trascendente pues ella es el proyecto de Dios, su voluntad, sus designios, su Palabra, su Espíritu; pero también es encarnada ya que el proyecto divino se realiza en la creación y en la historia, la voluntad de Dios se manifiesta en la Escritura y a través de su Espíritu se convierte en una realidad interior al ser humano. De esta forma la reflexión sapiencial bíblica supera la simplificación panteísta o dualista en su visión de Dios.

En los vv. 22-25 el autor bíblico nos sitúa “antes” de la creación, en la eternidad de Dios, presentando la Sabiduría como una realidad divina y trascendente, anterior a todas las realidades cósmicas: “El Señor me creó al principio de sus tareas, antes de sus obras más antiguas… cuando no había océanos, fui engendrada, cuando no existían los manantiales ricos de agua”. En los vv. 26-31 la Sabiduría parecer ser una realidad creada pues aparece contemporánea a la creación. La Sabiduría está presente también en el ser humano, en su inteligencia, en su felicidad: “Cuando consolidaba los cielos allí estaba yo, cuando trazaba la bóveda sobre la superficie del océano, cuando señalaba al mar su límite… a su lado estaba yo como confidente, día tras día lo alegraba y jugaba sin cesar en su presencia; jugaba con el orbe de la tierra, y mi alegría era estar con los seres humanos”.

Este himno ha llegado a ser en la tradición cristiana un preanuncio de la encarnación de la Palabra (Jn 1), que “al principio estaba junto a Dios, todo fue hecho por ella y sin ella no se hizo nada de cuando llegó a existir” (Jn 1,2-3), y que al final de los tiempos “se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria, la gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14).

La segunda lectura (Rom 5,1-5) es una especie de declaración paulina de sabor trinitario sobre la situación del ser humano que ha sido justificado gracias a la fe en Cristo: “Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo… y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (vv. 1.5). Pablo afirma la dimensión trinitaria de la vida creyente. Reconciliados con Dios por la fe, estamos en una situación de “paz” y de “esperanza”, paz que supera la tribulación y esperanza que transforma el presente.

El evangelio (Jn 16,12-15) constituye la quinta promesa del Espíritu en el evangelio de Juan. Se habla del Espíritu como defensor (“Paráclito”) y como maestro, llamándolo “Espíritu de la verdad”. La verdad es la palabra de Jesús y el Espíritu aparece con la misión de “llevar a la verdad completa”, es decir, ayudar a los discípulos a comprender todo lo dicho y enseñado por Jesús en el pasado, haciendo que su palabra sea siempre viva y eficaz, capaz de iluminar en cada situación histórica la vida y la misión de los discípulos.

El Espíritu tiene una función “didáctica” y “hermenéutica” con relación a la palabra de Jesús. El Espíritu Santo no propone una nueva revelación, sino que conduce a una total comprensión de la persona e del mensaje del Señor Resucitado. El Espíritu, por tanto, “guía” (v. 13) hacia la “Verdad” de Jesús, es decir, hacia su revelación, de tal forma que la podamos conocer en plenitud. Leer más…

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Dom 22.5.16. Trinidad, viaje al interior de Dios y al exterior de los hombres (con Mateo)

Domingo, 22 de mayo de 2016
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13260236_591380797705783_381703335319565609_nLeído en el blog de Xabier Pikaza:

Celebra este domingo la iglesia la Fiesta de la Trinidad, como culmen y compendio de todas las fiestas del año: del Dios que es Padre, es Hijo y es Espíritu.

La formulación más clara de la Trinidad la ofrece el final Evangelio de Mateo, que culmina con la gran palabra del envío:

Id al mundo entero,
ofreced este camino (evangelio) a todas las naciones,
bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
y yo (Jesús) estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos.

Éste es el desenlace y fin del evangelio, que hoy quiero interpretar como viaje al interior de Dios, siguiendo el esquema y camino del evangelio de Mat3eo, con los textos más significativos que van jalonando esa marcha, con Jesús, desde su nacimiento hasta su pascua.

Es un viaje al interior de Dios, como vida de amor que se revela en la historia de los hombres, vida que los textos primordiales de Mateo (1, 18-25; 3, 17-17; 11, 25-30; 17, 1-8 y sobre todo 28, 16-20) interpretan y entienden como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

— Es un viaje que culmina en forma de Universalidad Humana, pues el Dios Padre, Hijo y Espíritu vincula en amor (en futuro de salvación) a todos los pueblos de la tierra, judíos y gentiles, cristianos y no cristianos. De esa forma, el vieja al interior se convierte en viaje al exterior de todos los hombres y mujeres.

Como verá el lector por la imagen, presentaré los momentos básicos de este “viaje trinitario”, al interior de Dios y al Exterior de todos los hombres, en una Vigilia de Oración y Reflexión, que se celebrará en Valencia, el próximo sábado.

Allí invito a los que quieran acudir. Los otros podrán ver el esquema general, con los momentos básicos de este gran gran camino: Cuanto más entremos en Dios más podremos extendernos en solidaridad de amor y justicia hacia todos los hombres y mujeres de la tierra, porque el interior de Dios es principio de reconciliación y unidad (en la diversidad) de todos los pueblos y personas del mundo.

En los días próximos, como corresponde a este fiesta, presentaré otras facetas del Dios Trinitario. Buen fin de semana a todos.

MATEO, UN VIAJE AL INTERIOR DE DIOS

1. Introducción, dos nombres de Dios:
a. Biblia entera, la Iglesia: Itinerario de Dios a los hombres
b. Mateo: Un viaje al interior de Dios. Del Emmanuel, Dios con nosotros (1, 18-25) al “yo estoy con vosotros” del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (28, 16-20)

2. Evangelio de la infancia, Mt 1-2: Comienzo de un camino de oración-vida con Jesús
a. Oración de la historia (genealogía: 1, 1-17). Con todo tu pasado, las edades del hombre, tus edades.
b. La fe de José (1, 18-28): Toma a María y al niño, camina con ella, una vida acompañada
c. La oración de los “magos” (Mt 2): Una estrella en tu camino, desde tu propio Oriente

3. Iniciación y tentación, Mt 3-4. Despertar a la oración, una vida como prueba en Dios
a. Juan, el Maestro (Mt 3). Conversión, ante el río de la vida, ante la gracia del perdón
b. El Tentador, anti-trinidad (Mt 4): pan/capital, engaño/milagro y poder/opresión.

4. Una experiencia bautismal. Oración, bautismo en Dios, la vida (3, 16-17)
a. Al “salir” del agua, en el fondo de tu conversión: Dios viaja/vive en ti (eres su presencia).
b. La “paloma” de la vida (el Espíritu que vuela), la “voz” del Padre: ¡Eres mi hijo!

5. Decídete: con-versión, meta-noia, tu verdadera realidad (4, 17).
a. Todo se centra en con-vertíos, meta-noéite (shub): Juan ante el río (1, 2), Jesús en la Montaña (4, 7)
b. Conversión (meta-noia): es pensar/ser (noein) de otra manera, más allá del pensamiento
c. Esa meta-noia no es penitencia, sino revelación viaje y presencia de Dios en nuestra vida
d. Porque viene el Reino: Del Reino que viene (como don de Dios) nace la meta-noia

6. No hagáis vuestra justicia para que es vean… Justicia como transparencia ante el Padre (6, 1-18).
a. Justicia es limosna (6, 1-4): Que tu vida y posesiones sean don para los otros, ante el Padre.
b. Justicia es oración (6, 5-15): Que tu palabra sea diálogo de amor/vida, desde el Padre
c. Justicia es ayuno (6, 16-18): Que puedas así regalar tu vida, no cerrarte en ti mismo.

7. Cuando oréis… (6, 5-15). Manual de vida interior, una experiencia total
a. No hagas, como los hipócritas en la pura calle… Entra en tu “cámara secreta”, donde mora el Padre
b. No repitas palabras, como los gentiles: Dios “te sabe”, te conoce; déjate conocer y habitar por él
c. Oración universal, Padrenuestro: Reino y Santidad, Pan y Perdón, con Libertad
d. La oración es el Perdón: Perdonarlo todo y a todos, dejarte transformar por el perdón que es Dios

8. No os preocupéis, buscar el Reino y lo demás se os dará por añadidura (6, 25-34)
a. Como los pájaros del cielo… El pan es don: Recíbelo, compártelo, regálalo en amor. Confía
b. Como los lirios del campo… Tu “vestido” es Dios, Dios es tu honra. Goza por ello, resplandece
c. Dios es Amor, es Reino compartido, es Gratuidad. No te destruya la preocupación…

9. Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá (7, 7-11)
a. Las tres tareas del viaje: Pedir, buscar, llamar… El Reino y respuesta de Dios en el mismo camino
b. Pedir es influir en Dios, colaborar con él, abriendo juntos el camino. Dios busca en nosotros
c. Ante la Gran Puerta: ¡Rompe la tela/puerta de este dulce/fuerte encuentro! Que podamos nacer en ti

10. Gracias te doy, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado estás cosas… (11, 25-27)
a. Has ocultado estas cosas… (=los sabios/prudentes no entienden, se cierran en sí mismos)
b. Las has revelado a los pequeños (=oración como descubrimiento de Dios en la pequeñez de la vida)
c. Todo me lo ha dado mi Padre. Oración de Jesús, nuestra oración: Dios no regala todo su “ser”

11. Misericordia quiero y no sacrificio, oración encarnada (9, 13; 12,7, con Oseas 6,6).
a. La oración no es sacrificio, matar para Dios corderos, “matarse” uno a sí mismo, sino vivir, dar vida.
b. La oración es misericordia: perdonar (9, 13), hacer que todos coman (12, 7)
c. Misericordia (Ex 34) es rehem (amor entrañable), hen (gratuidad), hesed (pacto) y emunah (verdad).

12. Orar, acción de gracias por la comida: multiplicar/compartir los panes (14, 15-21; 15, 32-38)
a. Eulogêsen (bendecir) a Dios por el pan compartido (14, 19). Eulogía, oración israelita
b. Eukharistêsas (dando gracias)… partió/compartió el pan (15, 37). Eucaristía, oración cristiana

13. Orar, negarse uno a sí mismo, ganar (descubrir, recibir) la propia vida (16, 24-28)
a. Quien quiera seguirme, niéguese a sí mismo. Hay un “sí mismo” falso, que destruye al ser humano
b. Descubrir el “sí mismo” en el camino de Jesús, dejar así que Dios se expresa y sea en mi vida
c. Ganar todo el mundo, perder la propia vida… Lo que importa es que seas tú mismo (Dios en ti).

14. Orar es subir con Jesús a la montaña y escuchar la Voz: ¡Éste es mi Hijo, tú eres mi hijo! (17, 1-8)
a. Pedro, Santiago, Juan: Tres orantes, todos los orantes, en el monte (Sinai, Tabor, Carmelo, Gólgota)
b. El testimonio, más allá de la nube, Jesús y sus “compañeros”: Moisés y Elías (también tú)
c. La Voz: Dios Padre como una llamada: ¡Seguidle, escucharle!

15. Oración de sanación: bajar de la montaña, curar al hijo “lunático” (17, 9-21)
a. Bajar de la montaña, al valle de la vida (Salve: de lágrimas) donde nadie puede curar al niño enfermo
b. Un niño “selêniakós” (lunático): como poseído por un poder cósmico dislocado
c. Orar es fe para curar: ¡Si tuvierais fe (=oración…), como un grano de mostaza dirías a ese monte…

16. Donde dos o tres se unan: oración de comunión, oración de presencia (18, 19-20)
a. Donde dos se unan y pidan juntos, mi Padre se lo concederá (orar es pedir; orar es unirse…)
b. Donde dos o tres se unan en mi Nombre… allí estoy yo en medio de ellos (Jesús es la comunión)
c. El plano vertical (Dios) y el horizontal (unión de hermanos) se vinculan en el Cristo.

17. No llaméis a nadie Rabbi, Padre, Catequeta… Sólo hay un Padre, todos sois hermanos (23, 8-12)
a. Nadie es “maestro” de oración de nadie, todos somos compañeros de camino
b. Contra todo “dominio” espiritual, contra toda imposición orante. Orar es comunión en libertad

18. Que nadie os engañe, vendrán muchos en mi nombre diciendo “soy el Cristo” (23, 4-8 y 13, 17-20)
a. Contra todos los engaños apocalípticos de los agoreros del miedo, no os dejéis engañar (23, 4-8)
b. No os preocupéis de defenderos, el Espíritu de mi Padre os dará la Palabra, os defenderá… (13, 17-20)
c. En esa línea ha elaborado el evangelio de Juan la teología del “paráclito”: Espíritu consolador-defensor

19. Oración es Eucaristía: ¡Esto es mi cuerpo, ésta es la sangre de mi alianza…! (26, 26-30)
a. Orar es dar la vida a Dios por los otros, como pan. Así dice y hace Jesús: Esto es mi cuerpo
b. Orar es entregarse, regalar la propia vida (no cosas, bienes externos): Esta es la sangre de mi alianza

20 Oración es Getsemaní, prueba y don final: aparta de mí este cáliz (26, 36-46)
a. Descubrir la voluntad de Dios y cumplirla (Padrenuestro: hágase…), en el fracaso del propio plan…
b. Velad conmigo: mantenerse vigilantes en la hora (en la noche, en la prueba).
c. Es la soledad final ante Dios, la vida entera como don, el gran regalo en la impotencia poderosa.

21. Orar es confesar la propia identidad, no negarse y negarla ante el “Sanedrín” (26, 59-66)
a. El tribunal acusa, el mundo juzga…El camino de oración te lleva ante la justicia de este mundo
b. Jesús responde: ¡Yo soy, y veréis…! Veréis el Hijo del Hombre, el defensor de los pobres
c. Frente al riesgo de Pedro, que no confiesa. No ha sido capaz de mantener la oración…

22. Oración del silencio ante Pilato: ¿Eres el Rey de los judíos? ¡Tú lo dices! (27, 3-25)
a. Jesús no se defiende, no argumenta, sólo contesta: ¡Tú lo dices! El juicio está fijado de antemano.
b. Sin una meta-noia (un pensar distinto) no se entiende el camino de Jesús. Hacen con él, él calla.
c. Querer que todos vean (descubran) esa nueva dimensión (meta-noia), eso es la oración

24. Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado? (27, 46)
a. Diálogo con Dios, sin respuesta en este mundo (a este lado del velo: cf. 27, 51)
b. La vida entera como gran pregunta elevada a Dios, desde la fidelidad en ese mundo
c. La muerte como oración suprema: Una muerte preparada y acogida por fidelidad a Dios.

25. Del interior de Dios, al gran mandato de presencia/misión universal (28, 16-20)
a. La muerte de Jesús ha sido ya resurrección: culminación del “viaje” al interior de Dios
b. La muerte pascual de Jesús se expresa como experiencia de resurrección para sus discípulos
c. La pascua como es universal: “id a todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre, Hijo, Espíritu Santo
d. Yo estoy con vosotros todos los días… Para que así realicemos el mismo viaje de Jesús

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22. 5. 16. Fiesta de la Trinidad, con Ricardo de San Víctor

Domingo, 22 de mayo de 2016
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vei-203Del blog de Xabier Pikaza:

Difícil es entrar en la fiesta de la Trinidad con mejor pie que volviendo a la obra clásica de Ricardo de San Víctor, que fue un monje de la Abadía de San Víctor en Paris, en el siglo XII.

Era de origen británico, especialista en oración, maestro de novicios, buen agustiniano, experto en el amor como principio de toda comunicación y toda vida, tanto en Dios como en la historia de los hombres.

Ricardo se mantuvo fiel a la gran tradición de la Iglesia, se inspiró en San Agustín, tomó como clave de bóveda de su pensamiento la comunidad de vida entre los hombres, y presentó de esa manera al mismo Dios, como génesis (despliegue) de amor y como amor cumplido (en comunión), tanto en la eternidad como en la historia de los hombres.

En esa línea quiso definir al ser humano como “ex-sistencia”, una persona que proviene del amor de otras personas y que sólo tiene entidad en sí (sistencia) al ser desde (ex-) y al entregarse desde sí, viviendo de esa forma en otros y con otros.

Desde ese fondo escribió este tratado de la Trinidad, el más perfecto de todos los que se han escrito, de un modo unitario, tanto en oriente como en occidente, en un momento en que las iglesias no se hallaban todavía plenamente divididas, antes de la irrupción de la “escolástica” del siglo XIII, que ha marcado hasta hoy la historia de la teología y de la iglesia de occidente.

13260242_591999657643897_7436961372818295569_nÉste es el mejor canto que yo puedo elevar a la Trinitas-Unus-Deus, al Dios que es Padre, es Hijo y es Espíritu esta víspera de su fiesta.

He desarrollado el tema en otras ocasiones. Hoy quiero presentar gozosamente la traducción castellana de este libro, aquí precisamente, en Salamanca, en le Editorial Sígueme, a la que felicito por el buen trabajo realizado, al servicio de todos los amigos de los buenos libros sobre Dios. Buen día a todos.

Imagen 2: Maestro de San Víctor enseñando

Ricardo de San Víctor, La Trinidad, traducción, notas e introducción de E. Otero, Sígueme, Salamanca 2015, 368 págs.

Edición bilingüe de la obra clásica de Ricardo de San Víctor, con el texto latino fijado por la edición crítica de J. Ribaillier, Richard de Saint-Victo. De Trinitate, TPhMA 6, Paris 1958, que no ha sido mejorado, por el que ofrece G. Salet en Richard de Saint Victor: la Trinité, S.Ch, Paris 1959. La traducción, de tipo más filológico que teológico, ha sido realizada por E. Otero, que ofrece también una breve introducción, con una bibliografía básica (págs. 11-29), con algunas notas aclarativas, de tipo fundamental, que van apareciendo en los lugares algo más conflictivos del texto. El prof. A. Cordovilla ofrece un Breve Prólogo en perspectiva teológica (págs. 7-9), para situar la obra dentro de un contexto teológico básico.

Ésta es una obra básica de la teología católica y del pensamiento de occidente, que todos los especialistas hemos estudiado y comentado, al ocuparnos no sólo de la historia de la Trinidad en el pasado, sino también de su sentido actual, pues la experiencia eclesial y la argumentación de fondo de Ricardo de San Víctor no ha sido todavía plenamente asumida y desarrollada en la teología trinitaria. Los editores (Sígueme, Salamanca) han ofrecido la mejor presentación posible del texto latino y castellano, a dos caras, de manera que especialistas, los estudiantes y todos los interesados por la teología podrán situarse con toda fiabilidad (y facilidad) ante el texto.

Quiero ofrecer aquí mi felicitación al traductor y a los editores de esta obra que, a mi juicio, debería ser completada con un estudio, igualmente bien editado, del origen, aportación y actualidad de la teología trinitaria de Ricardo de San Víctor, en la línea de lo que yo mismo he venido realizando, desde mi tesis doctoral en Teología (Amor y Trinidad en Ricardo de San Víctor, Salamanca 1971), pasando por las reflexiones que orezco en El Dios Cristiano. Diccionario de Teología (Salamanca 1991), en Enquiridion Trintatis (Salamanca 2005) y en mi reciente tratado Trinidad. Itinerario de Dios a los hombres (Salamanca 2015). En esa línea me atrevo a condensar tres rasgos distintivos de la aportación de Ricardo a la teología y actualidad trinitaria de la Iglesia, que aparecen con toda claridad en esta edición de su obra:

Ontología del amor en comunión. Apoyado en la experiencia cristiana (Hch 2, 43-47; 4, 32-36) y en el valor radical de la amistad (en una línea cercana a la del Evangelio y Cartas de Juan, retomando intuiciones esenciales de San Agustín), Ricardo ha concebido a Dios como un itinerario de amor, conforme al cual las personas surgen unas de las otras y se implican mutuamente. En esa línea, él vincula dos modelos:
(a) Uno más metafísico, de carácter genético, propio de los neoplatónicos que conciben el ser como proceso de realización interna.
(b) Otro de tipo relacional, de tipo más cristiano, que interpreta a los hombres (personas) como miembros de un encuentro de amor, en un contexto en el que Dios se entiende como Padre que engendra a su Hijo Jesucristo.

Vinculando esos modelos e insistiendo en la experiencia original del cristianismo, Ricardo ha unido génesis y encuentro personal, entendiendo el amor como un proceso de ser (generación) que lleva de Dios Padre a Jesucristo, su Hijo, y como unidad relacional, comunión de amigos que se encuentran y gozan al hallarse mutuamente vinculados. De esta forma enlaza ontología y antropología trinitaria, concibiendo el ser fundamental (ousia) como amor, e insistiendo en la visión del hombre como realidad comunitaria. Por eso, a su juicio, no se puede hablar de Trinidad partiendo del proceso individual de una mente que se sabe y se ama (en una línea que desarrollará la tradición de San Anselmo y de Santo Tomás), pues sólo donde existe comunión de amor puede hablarse de personas, es decir, de Trinidad.

Esta ontología culmina en la visión del Espíritu Santo como “condilecto”: El amor de dos (Padre e Hijo) no puede encerrarse en ellos mismos, sino que ha de abrirse desde los dos a un “tercero”, suscitando el Espíritu común, fruto del amor que ambos se tienen, pues allí donde sólo hay dos personas no se puede hablar aún de personas verdaderas. Así pasamos de la fuente única de amor que es el Padre, y de la comunión de amor compartido, que forman el Hijo y el Padre, a la comunión ternaria, del Padre y el Hijo en el espíritu, pues sólo en comunión abierta a un tercero existen auténticas personas (cf. De Trin III, 2-4).

El tema del tercero. En esa línea culminan los grados del amor, la generosidad engendradora (Padre) y la acogida agradecida (Hijo), de tal forma que, amándose uno al otro, ambos aman juntos a un tercero o Condilecto (Espíritu Santo) a quien ofrecen aquello que ambos son en común, uno y otro. Por eso, el Espíritu Santo no puede concebirse sólo como amor de la naturaleza divina que culmina su proceso y, conociéndose a sí misma, ratifica su ser en plenitud y gozo. Tampoco es el amor de dos (Padre e Hijo) que se cierran en sí mismos, uno para el otro, en una especie de personalidad dual. El Espíritu es el amado en común, de forma que, siendo Amor de dos entre sí (en comunión dual), es el Tercero/Amado, el Condilecto que, procediendo del Padre y del Hijo, les vincula ya de forma definitiva.

El amor verdadero sólo surge allí donde, amándose uno al otro, los amantes (Padre e Hijo) suscitan en común a un tercero que es fruto y realidad del amor compartido. La Trinidad de amor perfecto es la que forman, por tanto, dos amantes (en latín diligentes), de los cuales uno brota del otro, y un co-amado (condilectus) que surge de ambos, ratificando y culminando así el amor dual, que, sin dejar de ser, es amor triádico. Se supera así una dualidad simétrica y cerrada (dos en sí mismos, uno para el otro, sin fecundidad), y surge una dualidad gratificante en la que, amándose entre sí, los dos amantes se abren no sólo uno al otro, sino ambos juntos a un tercero, que es fruto más alto y garantía de su amor (Espíritu Santo).

El tema de fondo es la persona en la historia, entendida no sólo como habens naturam (De Trin IV, I 1-12), es decir, como sujeto que posee una naturaleza (substancia), sino como donans/communicans naturam, pues el sujeto personal sólo puede poseer la naturaleza al darse (al darla), recibiéndola y compartiéndola. El Padre es dueño de sí en su mismo origen, como ingénito (no ha recibido la naturaleza de nadie, sino que la tiene por sí mismo), pero sólo puede tenerla (ser “dueño” de sí) al entregarla, dándose a sí mismo. El Hijo es dueño de su propia naturaleza, pero habiéndola recibido desde el Padre, y dándola (dándose a sí mismo, con el Padre) al Espíritu. El Espíritu posee esa misma naturaleza recibiéndola del Padre y el Hijo, para dársela de nuevo. Según eso, la posesión o dominio de sí puede vivirse desde diferentes perspectivas.

En ese contexto, en el lugar quizá más significativo de su obra, Ricardo de san Víctor define la persona como rationalis naturae incomunicabilis existencia. No es una substancia, como decía la tradición anterior (a partir de S. Boecio), ni persona en el sentido antropológico moderno, sino una existencia de naturaleza racional, es decir, capaz de conocer y amar, siendo incomunicable al comunicarse en plenitud (Trin IV, 17-18; V, 1). (a) Por una parte, la persona es incomunicable (dueña de sí misma, distinta de todas las demás, de manera que no puede confundirse ni cambiarse con ninguna otra). (b) Pero, al mismo tiempo, en sentido radical, la persona sólo puede ser incomunicable siendo comunicación plena, ex-sistencia, una realidad recibida y entregada (compartida). En esa línea decimos que la persona es incomunicable precisamente al comunicarse, no sólo en sí, sino en la historia.

Pues bien, esa comunicación de Dios en la historia forma el sentido (esencia) de la realidad humana, que es originariamente (en su fondo) divina. Según eso, un Dios pretrinitario, sin donación interna de amor, sin engendrar desde sí mismo, sin darse y compartir su naturaleza (sistencia) no sería divino, tal como se ha revelado en la misma historia humana en Jesucristo. En esa línea, quizá sin advertir todas las consecuencias de su planteamiento, Ricardo de San Víctor ha ofrecido la mejor visión de conjunto del Dios cristiano, en una perspectiva que ha sido explorada por Juan de la Cruz en el siglo XVI y que deberá serlo también, en una nueva perspectiva, en el siglo XXI. Por eso, recibo con gozo esta edición de la obra de Ricardo de S. Víctor, esperando que ella sea continuada en una segunda obra en la que se explore y exponga su sentido profundo y su actualidad.

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Fiesta de la Trinidad. Ciclo C.

Domingo, 22 de mayo de 2016
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trinidadDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El ciclo litúrgico se abre con la venida de Jesús y culmina con la venida del Espíritu; el Padre está presente en todo momento. Es lógico que se dedique una fiesta en honor de la Trinidad. Para ella había que elegir textos que hablaran de las tres personas, al menos de dos de ellas. Pero no pretenden darnos una lección de teología sino ayudarnos a descubrir a Dios en las circunstancias más diversas. La primera, llena de belleza y optimismo, en los momentos felices de la vida. La segunda, incluso en medio de las tribulaciones, dándonos fuerza y esperanza.           La tercera, en medio de las dudas, sabiendo que nos iluminará.

Dios presente en la alegría (Proverbios 8, 22-31)

            Del Antiguo Testamento se ha elegido un fragmento del libro de los Proverbios que polemiza con la cultura de la época helenística: ¿cuál es el origen de la sabiduría? Para muchos, es fruto del pensamiento humano, tal como lo han practicado sobre todo los filósofos griegos. Frente a esta mentalidad, el autor del texto de los Proverbios afirma que la verdadera sabiduría es anterior a nuestras reflexiones y estudios; y lo expresa presentándola junto a Dios muchos antes de la creación del mundo, acompañándolo en el momento de crear todo.

Así dice la sabiduría de Dios:

            «El Señor me estableció al principio de sus tareas,

            al comienzo de sus obras antiquísimas. 

            En un tiempo remotísimo fui formada,

            antes de comenzar la tierra. 

            Antes de los abismos fui engendrada,

            antes de los manantiales de las aguas.

            Todavía no estaban aplomados los montes,

            antes de las montañas fui engendrada. 

            No había hecho aún la tierra y la hierba,

            ni los primeros terrones del orbe. 

            Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo;

            cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo;

            cuando sujetaba el cielo en la altura,

            y fijaba las fuentes abismales. 

            Cuando ponía un límite al mar,

            cuyas aguas no traspasan su mandato; 

            cuando asentaba los cimientos de la tierra,

            yo estaba junto a él, como aprendiz, 

            yo era su encanto cotidiano,

            todo el tiempo jugaba en su presencia: 

            jugaba con la bola de la tierra,

            gozaba con los hijos de los hombres.

            ¿Por qué se eligió esta lectura? San Pablo, en la primera carta a los Corintios, dice que Cristo es “sabiduría de Dios” (1,24). Y la carta a los Colosenses afirma que en Cristo “se encierran todos los tesoros del saber y del conocimiento” (Col 2,3). Este fragmento del libro de los Proverbios, que presenta a la Sabiduría de forma personal, estrechamente unida a Dios desde antes de la creación y también estrechamente unida a la humanidad (“gozaba con los hijos de los hombres”) parecía muy adecuado para recordar al Padre y al Hijo en esta fiesta.

Dios presente en los sufrimientos (Romanos 5, 1-5)

Curiosamente, en este texto, que menciona claramente a las tres personas, los grandes beneficiarios somos nosotros, como lo dejan claro las expresiones que usa Pablo: “hemos recibido”, “hemos obtenido”, “nos gloriamos”, “nuestros corazones”, “se nos ha dado”. Él no pretende dar una clase sobre la Trinidad, adentrándose en el misterio de las tres divinas personas, sino que habla de lo que han hecho por nosotros: salvarnos, ponernos en paz con Dios, darnos la esperanza de alcanzar su gloria, derramar su amor en nuestros corazones. Para Pablo, estas ideas no son especulaciones abstractas, repercuten en su vida diaria, plagada de tribulaciones y sufrimientos. También en ellos sabe ver lo positivo.

Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos; y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Más aún, hasta nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia, la constancia, virtud probada, la virtud, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.

Dios presente en las dudas (Juan 16, 12-15)

            El evangelio también menciona a Jesús, al Espíritu y al Padre, aunque la parte del león se la lleva el Espíritu, acentuando lo que hará por nosotros: “os guiará hasta la verdad plena”, “os comunicará lo que está por venir”, “os lo anunciará”.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

            Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará. 

            Pienso que el texto se ha elegido porque habla de las relaciones entre las tres personas. El Espíritu glorifica a Jesús, y todo lo recibe de él. Por otra parte, todo lo que tiene el Padre es de Jesús. Tampoco Juan pretende dar una clase sobre la Trinidad, aunque empieza a tratar unos temas que ocuparán a los teólogos durante siglos.

            Para entender el texto conviene recordar el momento en el que pronuncia Jesús estas palabras. Estamos en la cena de despedida, poco antes de la pasión. Sabe que a los discípulos les quedan muchas cosas que aprender, que él no ha podido enseñarles todo. Surgirán dudas, discusiones. Pero la solución no la encontrarán en el puro debate intelectual y humano, será fruto del Espíritu, que irá guiando hasta la verdad plena.

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