Comentarios desactivados en ¿No debería un Dios Trino usar pronombres “ellos”/“ellas”?
La publicación de hoy es del colaborador de Bondings 2.0, M. Hakes (they/them)
Las lecturas litúrgicas de hoy para Solemnidad de la Santísima Trinidad se pueden encontrar aquí.
He pensado durante mucho tiempo que nuestro Dios Trino usaría pronombres singulares ellos/ellas. Quiero decir, el Catecismo dice: “[Dios] no es ni masculino ni femenino” (n. 239), por lo que Dios es claramente intersexual o no binario o ambos, entonces ¿por qué no lo harían ellos? ¡Olvídate por un momento de que el sexo y el género son categorías creadas por los humanos para ayudarnos a dar sentido a la infinita creatividad de Dios en la Creación! Como persona trans no binaria que usa pronombres ellos/ellas, ha sido una parte útil y esencial de mi viaje espiritual imaginar mis identidades reflejadas en mí como parte de la Trinidad. Después de todo, somos creados a imagen y semejanza de Dios.
En esta Solemnidad de la Santísima Trinidad, tenemos una tremenda oportunidad de disfrutar del profundo misterio de nuestro Dios Triuno y de vernos reflejados a nosotros mismos y a nuestro mundo. Esta fiesta nos invita a contemplar la esencia relacional de Dios en tres Personas, llamándonos a una comprensión más profunda de Dios como una comunidad de amor, unidad y relacionalidad. Es a través del misterio de la Trinidad que vislumbramos la amada comunidad.
Nuestra comprensión de este misterio puede enriquecerse con las ideas de teólogos como Catherine LaCugna y Karl Rahner, junto con voces de la teología queer, que exigen una interpretación inclusiva y liberadora del amor divino. Rahner, en su libro La Trinidad, ilumina esto sugiriendo que la forma en que Dios está en relación con la Creación (la Trinidad económica) se refleja en la relación entre las tres personas dentro del yo de Dios (la Trinidad inmanente) y viceversa. O como LaCugna ilumina aún más, en su libro fundamental sobre la Trinidad, Dios para nosotros: “La doctrina de la Trinidad es, en última instancia, una enseñanza no sobre la vida interior de Dios, sino sobre la vida de Dios con nosotros y nuestra vida unos con otros”.
LaCugna amplía esta naturaleza relacional al afirmar que cualquier noción de Dios como no dando o no amando es teológicamente imposible. Ella escribe: “Dios sólo y siempre ama. No se puede revertir, frenar o limitar una rueda hidráulica desbordante de compasión y misericordia divinas y de un amor más fuerte que la muerte”. Esta descripción de Dios como una relación dinámica de amor y entrega nos llama a reflejar esta relacionalidad divina en nuestras propias vidas, particularmente en nuestras interacciones con aquellos que están marginados y oprimidos.
Arraigados en el amor inclusivo y transformador de la Trinidad, tenemos el desafío de ver la imagen de Dios en todas las personas, incluidas aquellas marginadas por su género y/o sexualidad. Como escribe el teólogo Miguel Díaz, “la teología queer saca a la luz la naturaleza multifacética e inclusiva del amor divino, instando a la Iglesia a abrazar a todos los hijos de Dios” (Queer God de Amor).
El Dios Trino es una comunidad acogedora e inclusiva. La Iglesia debe reflejar esta amada comunidad y ser un espacio donde todas las personas sean bienvenidas y celebradas. Nuestra fe trinitaria nos llama a fomentar familias, parroquias, diócesis y una Iglesia donde el misterio divino del amor y la relacionalidad se viva de manera inclusiva. La Liberación de Cristo debe abarcar toda la diversidad de experiencias humanas, incluidas las identidades de las personas LGBTQIA2S+.
La Solemnidad de la Santísima Trinidad nos invita a abrazar el misterio del amor divino y a vivir este amor en nuestras comunidades abogando por la dignidad y la liberación de todas las personas, incluidos, y especialmente, nuestros hermanos queer e intersexuales. Al hacerlo, participamos en la vida divina, reflejando la unidad y la relacionalidad del Dios Triuno en nuestros esfuerzos por crear una Iglesia y un mundo más justos e inclusivos.
-M. Hakes (ellos/ellos), New Ways Ministry, 26 de mayo de 2024
Comentarios desactivados en ¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro!
Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme enteramente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, ¡oh mi Inmutable!, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio.
Inunda mi alma de paz; haz de ella tu cielo, la morada de tu amor y el lugar de tu reposo. Que nunca te deje allí solo, sino que te acompañe con todo mi ser, toda despierta en fe, toda adorante, entregada por entero a tu acción creadora.
¡Oh, mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser una esposa para tu Corazón; quisiera cubrirte de gloria amarte… hasta morir de amor! Pero siento mi impotencia y te pido «ser revestida de Ti mismo»; identificar mi alma con todos los movimientos de la tuya, sumergirme en Ti, ser invadida por Ti, ser sustituida por Ti, a fin de que mi vida no sea sino un destello de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.
¡Oh, Verbo eterno, Palabra de mi Dios!, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero hacerme dócil a tus enseñanzas, para aprenderlo todo de Ti. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz. ¡Oh, Astro mío querido!, fascíname para que no pueda ya salir de tu esplendor.
¡Oh, Fuego abrasador, Espíritu de Amor, «desciende sobre mí» para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo. Que yo sea para El una humanidad suplementaria en la que renueve todo su Misterio.
Y Tú, ¡oh Padre Eterno!, inclínate sobre esta pequeña criatura tuya, «cúbrela con tu sombra», no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien has puesto todas tus complacencias.
¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo!, yo me entrego a Ti como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, mientras espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.
*
Elisabeth Catez, Santa Isabel de la Trinidad
***
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
– “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
*
Mateo 28,16-20
***
Sin embargo, lo que debe interesarnos sobre todo, en el misterio de la inhabitación de la Trinidad en el alma de los justos, son los deberes y las exigencias prácticas y aplicadas a la vida del misterio trinitario. Las exigencias se reducen a estas tres palabras clave: orden, purificación, recogimiento. La inhabitación es el misterio del recogimiento y de la purificación. Para comprender el motivo, basta con pensar en el llamado «principio de los contrarios», que se expresa en estos términos: dos realidades contrarias no pueden coexistir, al mismo tiempo, en el mismo sujeto. La acción del Espíritu que inhabita es íntima, silenciosa, delicada: no es fuego que devora, no es un terremoto destructor, ni viento impetuoso, sino -para decirlo con la Biblia— un ligerísimo e imperceptible soplo. De ahí que, para advertirlo, se exige que el alma se ponga en afinidad psicológica con él: a fin de que, para decirlo con palabras de Pablo, las realidades espirituales se «adapten» a las realidades espirituales. Por esta razón, todos los grandes maestros de la vida cristiana no cesan de recomendar el recogimiento-silencio-custodia del corazón. La experiencia de Agustín es clásica a este respecto. Dice: «Envié fuera de mí a mis sentidos para buscarte, Dios mío, pero no te encontraron: yo te buscaba fuera de mí, mientras que tú estabas dentro… Mal te buscaba, Dios mío…». Teresa de Ávila y Juan de la Cruz han hecho las mismas observaciones.
Por lo que se refiere a nuestros deberes con nuestros Huéspedes, diremos que han de ser tratados como trataríamos a un huésped de gran consideración: cuando llega un huésped limpiamos la casa; eliminamos todo aquello que pueda ofender la consideración que le debemos; la adornamos con flores, alfombras; le acompañamos, le rodeamos de mil atenciones y sorpresas; le ofrecemos regalos… No se trata más que de aplicar esta estrategia. Antes que nada hay que llevar cuidado con la limpieza «exterior» del cuerpo: yo diría casi que el modo de vestir-tratar-hablar debe estar marcado por un cierto señorío y elegancia.
Así, la madre debe tratar con el máximo respeto -mejor aún, con veneración- el cuerpo de su hijo, debe vestirlo bien, antes que nada porque es templo del Espíritu. Una nueva mentalidad debe inspirar-orientar todas las relaciones sociales del bautizado. Como es obvio, también la práctica de las catorce obras de misericordia adquiere una nueva luz que –digámoslo también- las «sacramentaliza». En segundo lugar – y esto es aún más importante-, debemos purificar nuestra alma de todo lo que pueda disgustar a la Trinidad que inhabita, como el ejercicio del egoísmo en su triple forma del tener-gozar-poder, que, a su vez, se ramifican en los siete vicios capitales. Tenemos asimismo el deber de acompañar a nuestros tres Huéspedes con el silenciorecogimiento: abandonar al huésped es falta de educación…
*
A. Dagnino, La vida cristiana o el misterio pascual del Cristo místico,
Cinisello B. 71988, pp. 153-156).
Comentarios desactivados en “Lo esencial del Credo”. Santísima Trinidad – B (Mateo 28,16-20)
A lo largo de los siglos, los teólogos cristianos han elaborado profundos estudios sobre la Trinidad. Sin embargo, bastantes cristianos de nuestros días no logran captar qué tienen que ver con su vida esas admirables doctrinas.
Al parecer, hoy necesitamos oír hablar de Dios con palabras humildes y sencillas, que toquen nuestro pobre corazón, confuso y desalentado, y reconforten nuestra fe vacilante. Necesitamos, tal vez, recuperar lo esencial de nuestro Credo para aprender a vivirlo con alegría nueva.
«Creo en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra». No estamos solos ante nuestros problemas y conflictos. No vivimos olvidados. Dios es nuestro «Padre» querido. Así lo llamaba Jesús y así lo llamamos nosotros. Él es el origen y la meta de nuestra vida. Nos ha creado a todos solo por amor, y nos espera a todos con corazón de Padre al final de nuestra peregrinación por este mundo.
Su nombre es hoy olvidado y negado por muchos. Las nuevas generaciones se van alejando de él, y los creyentes no sabemos contagiarles nuestra fe, pero Dios nos sigue mirando a todos con amor. Aunque vivamos llenos de dudas, no hemos de perder la fe en este Dios, Creador y Padre, pues habríamos perdido nuestra última esperanza.
«Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor». Es el gran regalo que Dios ha hecho al mundo. Él nos ha contado cómo es el Padre. Para nosotros, Jesús nunca será un hombre más. Mirándolo a él vemos al Padre: en sus gestos captamos su ternura y comprensión. En él podemos sentir a Dios humano, cercano, amigo.
Este Jesús, el Hijo amado de Dios, nos ha animado a construir una vida más fraterna y dichosa para todos. Es lo que más quiere el Padre. Nos ha indicado, además, el camino a seguir: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo». Si olvidamos a Jesús, ¿quién ocupará su vacío?, ¿quién nos podrá ofrecer su luz y su esperanza?
«Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida». Este misterio de Dios no es algo lejano. Está presente en el fondo de cada uno de nosotros. Lo podemos captar como Espíritu que alienta nuestras vidas, como Amor que nos lleva hacia los que sufren. Este Espíritu es lo mejor que hay dentro de nosotros.
Es una gracia grande caminar por la vida bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. No lo hemos de olvidar.
Comentarios desactivados en “Bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Domingo 26 de mayo de 2024. Santísima Trinidad.
De Koinonia:
Deuteronomio 4,32-34.39-40: El Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Salmo responsorial: 32: Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad. Romanos 8,14-17: Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: “¡Abba!” (Padre). Mateo 28,16-20: Bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
Conscientes de que el material teológico para una predicación tradicional sobre la Trinidad es muy fácil de encontrar entre las varias decenas de servicios bíblico-litúrgicos que se ofrecen actualmente en internet, nosotros, fieles a nuestro «carisma», vamos a tratar de completar los enfoques tradicionales con algunas perspectivas críticas, para las comunidades que no quieren simplemente repetir lo de siempre, sino replanteárselo.
La reflexión teológica podría centrarse en la «trinidad» misma, o sea «el hecho de que Dios sea TRES personas», y la relación de esta trinidad con el monoteísmo. Veamos.
Jesús era y fue siempre judío, y como tal, fue absoluta y celosamente monoteísta. Jesús nunca habló de, ni siquiera pudo pensar en una «trinidad» de personas en Dios, lo que le hubiera sonado prácticamente a una blasfemia. Para Jesús, Dios es uno y sólo uno y nada más que uno.
Ello quiere decir algo que muchos cristianos no saben, y que algunos se extrañan al llegarlo a saber: que la doctrina de la Trinidad no es del tiempo de Jesús, sino muy posterior. De hecho se adjudica al Concilio de Nicea (325) su primera formulación definitiva. Ello quiere también decir que los evangelios no nos pueden hablar de la Trinidad directamente tal como nosotros la conocemos, y que esas frases que la citan –como la del evangelio de este domingo- son inclusiones posteriores.
Si la doctrina de la Trinidad es una elaboración de los primeros siglos de la Iglesia, que sólo en el siglo IV comenzaron a adquirir una formulación que quedaría luego consagrada oficialmente, ello significa que tiene un componente de construcción teológica, «construcción humana», pues. No es, como dice la simplificación al uso, que Jesús vino del cielo a revelarnos este misterio que no sabíamos, y que nos lo contó, como se daba por supuesto que el Evangelio decía.
Otro filón importante de este bloque temático es la tremenda huella de la filosofía griega que la doctrina de la Trinidad transpira: persona, sustancia, naturaleza, hipóstasis… Todo en ella es una articulación de conceptos de la filosofía griega. De alguna manera, la doctrina de la Trinidad es la respuesta que el cristianismo de aquel momento histórico dio, en una sociedad imbuida de filosofía griega, con la que estaba tratando de dialogar el cristianismo, a la pregunta por el dios en que creía esa religión que estaba saliendo de las catacumbas y luchaba por conseguir un puesto reconocido en la sociedad. No cabe duda de que la doctrina de la Trinidad es un modelo ejemplar de lo que es la «inculturación» de una religión en una cultura ajena. El judeocristianismo, que no sabía nada de aquellas categorías filosóficas helénicas, acabó expresándose, reformulándose a sí mismo en un lenguaje que nada tenía que ver con el lenguaje bíblico neotestamentario. Esta «inculturación» ha sido puesta frecuentemente como «modelo» de lo que debería ser la inculturación de la fe cristiana en otras culturas. Es la «helenización del cristianismo», tan ejemplar por una parte, como nefasta por otra.
El problema es que aquella filosofía griega hoy sólo se puede encontrar en los libros de historia; en la vida real nadie echa mano de aquella filosofía para responder a las preguntas actuales. Mientras el mundo y la cultura han dejado de creer en la filosofía griega, la Iglesia sigue formulándose a sí misma –y sus doctrinas- en aquella filosofía, y teniendo esas fórmulas como oficiales. Más aún, como intocables, y en no pocos casos como ininterpretables.
(Un ejemplo distinto al de la Trinidad, pero no al margen del domingo: la «transubstanciación», que es «hilemorfismo» aristotélico, pura filosofía griega, de la que nadie echa mano para comprender cosmológicamente la realidad… De ahí que un elemento central de la eucaristía resulte ininteligible para todo cristiano de hoy que no comparta esa filosofía de hace 25 siglos. En el último diálogo teológico que hubo al respecto, los censores romanos desecharon toda otra explicación –se habían presentado varias, muy buenas- y decidieron que sólo la explicación de la «transubstanciación» era reconocida oficialmente como correcta. Desde entonces se acabó el diálogo teológico y pastoral sobre ese tema. Quedó sobreseído y archivado).
Otro elemento es el mismo concepto de «persona». Se trata de un concepto también griego, y más ampliamente occidental, pero que no es universal. En toda su concreta riqueza cultural resulta intraducible a otras culturas, en las que esa categoría no cuadra exactamente. Pero a los occidentales nos parece la categoría suprema, como «lo máximo» que podríamos atribuir a Dios, y también como un mínimo que no podríamos dejar de atribuirle. Así, frente al hinduismo, al budismo, a la espiritualidad «no dual»… a muchos cristianos les resulta imposible aceptar una idea de Dios menos «personal»… Pero si lo pensamos bien, Dios no es persona… Llamarle así no deja de ser un «antropocentrismo». No debiéramos estar tan seguros de que «persona» es una categoría bien aplicada a Dios, un concepto que «le calza bien»… No hay ninguna palabra en la que quepa Dios… y tampoco cabe en la palabra «persona». Más que «personal», puede ser que tuviéramos que decir que Dios es transpersonal, suprapersonal…
Un último elemento de reflexión respecto a la teología trinitaria es la frecuencia con la que los cristianos entendemos mal la doctrina oficial misma de la Trinidad. En la práctica muchos cristianos guardan en su espiritualidad la imagen de «tres personas como tres dioses», a pesar de la proclamación meramente verbal de la unicidad de Dios… Transcribimos más abajo algunas cautelas que Schillebeeckx expresara al respecto.
Habría todo otro tema a revisar, debajo mismo del plano de la Trinidad, y sería el tema del «teísmo» mismo. Demasiado fácilmente hablamos de «Dios», como si supiéramos lo que decimos, y como si en esa palabra sí que cupiera Dios, y le viniera justa la talla… No es tema para desarrollar ahora, pero sí que puede ser bueno simplemente apuntarlo: «Dios tampoco es dios», no es theos, no se le ajusta ese concepto… En los últimos siglos muchos hombres y mujeres no han aguantado lo mal que se sentían ante esa creencia de identificar el Misterio de la Realidad con un theos, esa forma de creer que lo llama «Dios», y tuvieron que optar por el «a-teísmo» para no asfixiarse. Hoy, a estas alturas de los tiempos, afortunadamente, ya muchas personas sabemos que el «teísmo» no es más que un «modelo», una forma de modelar mentalmente ese Misterio de la Realidad, para entendernos. Y por eso mismo sabemos que no hay que darle más importancia a lo que es simplemente un modelo. La alternativa ya no es teísmo/ateísmo. Ahora conocemos la posibilidad del pos-teísmo… Podemos seguir creyendo en el Misterio de la Realidad, en todo aquello que nuestros abuelos y ancestros modelaron en la categoría theos, dios, sabiendo que no es sino un modelo, y desestimándolo si no nos sirve. Si aquellas creencias no nos resultan asumibles –en cuanto creencias, en cuanto modelos útiles- hoy podemos ser igualmente espirituales, e incluso concretamente cristianos, sin tener que ser teístas, ni ateos, sino «pos-teístas». El tema sería largo… Recomendamos para los interesados solamente el libro de John Shelby Spong, Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo, colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org).
Acabemos recordando aquel lema que las Comunidades Eclesiales de Base brasileñas acuñaron hace unos 20 años: «A Trindade é a melhor Comunidade», la Trinidad es la mejor Comunidad. Leer más…
Comentarios desactivados en Períjóresis, danza de Dios, danza humana (Trinidad: 26.5.24)
Blog de Xabier Pikaza:
Los místicos de la Iglesia de Oriente interpretan a Dios como “perijóresis”, danza Trinitaria del Padre, el Hijo y Espíritu Santo, de manera que cada “persona” pasa al lugar de la otra, en constante movimiento de mutua donación, acogida y comunión. La Trinidad, que los cristianos celebramos el próximo domingo (26.5.24), es la fiesta de ese baile de personas (divinas/humanas) que viven, se mueven y son (Hech 17, 28) al darse mutuamente y ser unas en otras.
Integrados en este movimiento, los hombres estamos integrados en este movimiento que no es de dos (como en el Tao Chino, Yin y Yang), sino de tres (Padre, Hijo y Espíritu Santo), con la novedad de que el Hijo se ha “encarnado” (Jesús), naciendo, viviendo y resucitando por (en) los seres humanos. Conforme a ese signo cristianos, los hombres que formamos parte del proceso de Dios, encarnado, de forma que la “perijóresis” es la invitación que Dios ofrece a la humanidad, para que hombres y mujeres se sumen a su danza, en Jesús, por el Espíritu, vinculándonos unos a otros en interconexión de vida y amor. Ciertamente,
Ése es el tema y tarea de la Iglesia: Invitar a los hombres y mujeres, para que formen parte de la danza Dios en Jesús (en la carne de la historia).
Vivimos según eso inmersos en el interior de la danza o movimiento de vida que Dios es en sí mismo y despliega en nosotros. Somos libres para decidir el grado de intimidad con el que queremos que Dios camine en (con) nosotros y el grado en que queremos que él dirija nuestro movimiento, en su doble sentido, circular y lineal.
(a) Dios aparece así como amor-movimiento circular eterno, pero con tres personas (y no con dos signos circulares, como en Tao chino); en esa línea se pone de relieve el carácter eterno y litúrgico de la “danza” de Dios, tal como aparece en la “Trinidad angélica” de A. Roublev.
(b) Pero, al mismo tiempo, esa “danza de Dios” se realiza en la historia, y se expresa en Jesús, de un modo que no es circular (pura eternidad), sino lineal, a lo largo del tiempo (creando así historia humana), por medio de Jesús, como han puesto de relieve os últimos Padres de la Iglesia oriental (Máximo el Confesor y Juan Damasceno).
Esta danza o perijóresis de la Trinidad ha de entenderse como una exégesis de la vida y persona de Jesús, tanto en su vinculación a Dios (en su relación con el Padre) como en su apertura hacia los hombres: en su mensaje de libertad y en el don pascual que el Espíritu ofrece a los creyentes. El Dios cristiano es comunión de amor que se expresa como don fundante (Jesús brota de Dios) y entrega personal (Jesús pone su vida en manos de Dios), culminada en la comunión del mismo Dios, en el encuentro de amor del Padre y del Hijo, que es el Espíritu, y que se realiza en la misma historia, tal como se centra en la pascua de Jesús.
‒ La Trinidad es la hondura de Dios, que despliega y regala su misterio, por medio Espíritu, en la Iglesia, culminando así su “baile” en forma de comunicación activa y comunión de libertad abierta a todos los seres humanos, por Jesús, abriendo así la historia de Dios en nuestra historia. Dios es vida eterna compartida, y sólo por fundarse en él la iglesia puede ser experiencia de vida compartida: encuentro de hermanos que regalan y reciben (comunican) la existencia.
El Dios encarnado en Jesús se revela y despliega en la historia de los hombres (sin dejar de ser divino) como proceso que está, al mismo tiempo, culminado (en el baile eterno de Dios) y que se va realizando en la historia (por medio de Jesús, Dios despliega y realiza su baile de vida en los hombres, en la línea abierta de la historia).
Una danza con dos nombres latinos
Eso significa que Dios es, al mismo tiempo, círculo eterno (triangulo siempre en movimiento), y línea abierta de historia, que se abre por la pascua de Jesús hacia la pascua escatológica. Desde ese fondo podemos retomar los tres momentos constitutivos de la realidad de Dios como ousia (esencia fundante, Padre) que se entrega a sí misma y sólo existe al entregarse, dynamis (que se expresa en el mundo en forma humana, en Jesús Hijo) y energía que actúa eternamente y se ratifica como entelejeia o perfección cumplida (Espíritu Santo).
Todo Dios es un despliegue de amor personal, y sólo existe y puede concebirse en la medida en que se entrega a sí mismo, en generosidad plena, haciéndose historia y ofreciendo así su “baile” divino de amor en la vida de los hombres, tal como aparece en Jesús; Dios aparece así como amor compartido, comunión de vida. En esa línea podemos afirmar que cada persona existe en sí misma existiendo en la otra, en gesto de inhabitación o perikhóresis, que la tradición latina posterior ha precisado utilizando dos palabras:
‒ Cincumincessio (=caminar y avanzar en torno). Cada persona existe en la medida en que “transita” (incedere) hacia la otra en proceso circular (circum), que se abre sin cesar hacia el novum de Dios. De esa forma, lo que en un plano es círculo o triángulo trinitario (tres personas vinculadas desde sus ángulos respectivos, en la unidad de vida de Dios) puede y debe representarse como itinerario, un camino (un baile incesante) en el que cada persona se dirige sin cesar a la otra, buscando la plenitud en ella, para tender así juntos hacia el futuro pleno de Dios. Éste es un itinerario circular (circum-incedere), que lleva del Padre al Hijo por el Espíritu y viceversa, que se ha revelado por Cristo, pero un itinerario que va avanzando, que no se reduce a volver sobre sí (eterno retorno), sino que tiende hacia la plenitud pascual y escatológica de Jesucristo, hacia la culminación de su Reino.
Por eso, los cristianos (en contra de otros creyentes que no se atreven a penetrar en el misterio) podemos decir que conocemos al Padre, por el Hijo, en el Espíritu, compartiendo su mismo itinerario de vida, formando así parte de su mismo camino, abierto hacia el futuro del Espíritu de Dios, que es el nuestro. Éste es el camino supremo: el que va de una persona otra persona, de un humano a otro humano, hombre o mujer… Sólo existimos caminando unos hacia los otros, en el Dios que es círculo de amor haciéndose camino hacia el futuro de sí mismo, prometido en la pascua de Jesús.
‒ Circuminsessio (=asentarse en torno, uno en otro). No caminamos para pasar, sino para quedarnos cada uno en y con otro (de sedere, sentarse). Una persona se asiente y descansa en otra persona, como supone Juan de la Cruz: “Dejéme y olvideme, cesó todo y quedéme…” (Noche Oscura 8). Un ser humano sólo puede “dejarse” y descansar (quedar para siempre) en otro ser humano. Esto es lo que sucede en la Trinidad. Cada persona no solo camina hacia otra persona, sino que habita en ella: existe en sí (tiene sentido, se realiza) en la medida en que sale fuera de sí, dando el ser a la otra, recibiendo el ser de ella. En otras palabras, cada persona “reina” (asienta su trono) al asentarse en otra persona, haciendo que la otra reine también con ella, avanzando, al mismo tiempo, juntos hacia el futuro pascual de Dios, revelado en Jesucristo.
Esta terminología de inhabitación dialogal (perijóresis) nos permite comprender el misterio de Dios y nos lleva a valorar mejor la comunión humana, entendida en forma de revelación trinitaria y de camino hacia la plenitud del Espíritu Santo, a través de la pascua de Cristo. En el principio y cumbre de todo lo que existe, Dios es un camino, un itinerario de entrega mutua, que culmina como encuentro de amor y vida compartida. En esa línea, desplegando el sentido de la perijóresis, decimos que Dios no es sólo camino de unas personas a otras (circumincesio), sino itinerario y encuentro de amor de unas en otras (circuminsessio), una fiesta de gloria, pues cada persona descubre y posee (goza y despliega) su sentido y plenitud en otra persona, en la que se asienta, como en trono de vida, no para pararse sin para caminar juntos hacia el futuro de Dios.
Se trata de un itinerario en el que cada persona culmina su camino y descansa habitando en la otra. Según eso, la Trinidad viene a presentarse para los cristianos como misterio de adoración comunitaria, experiencia de gloria, en el camino que lleva hacia la plenitud de Dios que se expresa en forma de plenitud de la historia humana. Ésta es una experiencia de fe, no una teoría que demostrarse. No es un enigma que deba resolverse con métodos de lógica o de ciencia, sino un misterio que hace pensar y cantar, en gozo inenarrable, de forma que camino de Dios sea nuestro camino.
Ésta es una experiencia de Dios, pero, al mismo tiempo, debemos afirmar que es una experiencia humana, pues el despliegue de la Trinidad se identifica con la misma pascua y plenitud de Cristo. No hay dos experiencias de Dios, una para sí, otra para los hombres. No existen dos leyes, una superior (propia de Dios) y otra inferior (de los hombres), sino una misma ley, una experiencia cristiana que debe entenderse desde la doble perspectiva:
‒ Todo lo que Jesús ha dicho y realizado es verdad para los hombres, pues él mismo es la vida hecha donación y entrega que se abre a la culminación de la comunidad divina (en el Espíritu). A ese nivel, la Trinidad es la hondura de conocimiento y experiencia que brota de la Cruz, de la vida interpretada como donación de sí, como regalo que se vuelve fuente de comunión para los hombres.
‒ Al mismo tiempo, Jesús es la verdad de Dios, Logos fundante. Así le vemos como Hijo eterno del eterno Padre, Hijo que recibe la vida y que la entrega nuevamente, compartiéndola en el Espíritu. Es Hijo porque proviene del Padre en el Espíritu, naciendo de los humanos (misterio de la Navidad); es Hijo porque devuelve su propio ser al Padre en el Espíritu, dándolo a los hombres (misterio de Pascua).
No hay dos leyes una para Dios y otra para los humanos, no hay dos Trinidades, sino una sola verdad del evangelio (revelación de Dios) que es la verdad de la comunión divina, según la cual Dios se expresa en Cristo, haciéndose principio y espacio de realización/comunión para los hombres; Cristo se funda en Dios; ambos se unen, por siempre y para siempre, en la comunión del Espíritu. Según eso, la Trinidad es la expresión del gozo de Dios (no tiene obligación de crear ni encarnarse para ser divino) y la expresión del gozo humano: ya no tenemos que andar buscando nuestra identidad como “eternos errantes”, como peregrinos siempre fracasados, sino que alcanzamos nuestra verdad y plenitud en el misterio trinitario. Allí donde Dios habita y comparte la vida allí encontramos nosotros nuestra verdad más honda [1].
EXPLICACIÓN: HOMBRES “BAILE” DE DIOS. Pikaza, Patrística, Clie, 2023
Conforme a esa visión, que había sido preparado por los Padres Capadocios (Gregorio Nacianceno, Gregorio de Nisa y por Dionisio Areopagita), . Dios sólo existe y sólo puede concebirse en la medida en que se entrega a sí mismo, en generosidad interior, para compartir la vida, en forma de “triada angélica” (las tres personas divinas aparecen como ángeles, seres celestes que reflejan la hondura divina de la vida humana). Así podemos afirmar que cada persona existe en sí misma existiendo en la otra, en gesto de inhabitación mutua (en griego perikhóresis, perijoresis) que la tradición latina ha precisado utilizando dos palabras vinculadas y muy significativas (circumincessio y circuminsessio), que responden a las dos formas del término griego.
‒ Perijôresis (περiχωρεsis) con omega (“o” larga) viene de jora (χωρa), que significa tierra o país, y tiene el sentido de “ir hacia adelante”, de avanzar, como si Dios fuera un despliegue lineal, un tiempo y camino extendido hacia el futuro, en una dirección mesiánica, esto es, judía, de búsqueda nueva que nos dirige hacia aquello que sigue estando por delante. En ese sentido se ha venido interpretando la esperanza de futuro, el más allá siempre nuevo de la historia de Dios y de la vida de los hombres, tal como se expresa en el pensamiento bíblico (judío y cristiana), al entender la historia de Dios y de los hombres como apuesta de futuro (tiempo lineal o escatológico).
‒ Perijoresis (περιχoρεsis) con omicron (“o” breve, pequeña) que viene de joros (χoρos), que es danza(cf. “coro”). No se trata de avanza, de cruzar un país y de ir hacia adelante, sino de moverse alrededor, esto es, de danzar, cambiando de lugar, pero manteniéndose siempre en el mismo espacio. En esta línea viene a interpretarse la visión más griega del tiempo como “plenitud dialogal”, una danza en la que todos cambian, siendo siempre los mismos, como han puesto de relieve las religiones del oriente, y como han destacado algunos estudiosos modernos de las religiones.
Esos dos matices fundantes de la perijoresis (avanzar y danzar, de forma que cada persona aparece y se muestra en relación con las otras, en forma de camino, de presencia y de mirada) han sido retomados por los teólogos latinos (occidentales) en la Edad Media, que recogen e interpretan de un modo muy preciso el sentido y los momentos básicos de la perijóresis trinitaria, como experiencia fundante de vida (relación) interpersonal, en clave de camino y de cumplimiento. Estas dos palabras muestran, mejor que todas las teorías, la vinculación y trasvase más hondo entre la patrología griega y la latina, que están en la base de nuestro pensamiento posterior [2].
El año litúrgico comienza con el Adviento y la Navidad, celebrando cómo Dios Padre envía a su Hijo al mundo. En los domingos siguientes recordamos la actividad y el mensaje de Jesús. Cuando sube al cielo nos envía su Espíritu, que es lo que celebramos el domingo pasado. Ya tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Estamos preparados para celebrar a los tres en una sola fiesta, la de la Trinidad. Esta fiesta surge bastante tarde, en 1334, y fue el Papa Juan XII quien la instituyó. Quizá se pretendía (como ocurrió con la del Corpus) contrarrestar a grupos heréticos que negaban la divinidad de Jesús o la del Espíritu Santo. Cambiando el orden de las lecturas subrayo la relación especial de cada una de ellas con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Dios Padre (Deuteronomio 4, 32-34. 39-40)
Moisés habló al pueblo diciendo:
-Pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra; pregunta desde un extremo al otro del cielo, ¿sucedió jamás algo tan grande como esto o se oyó cosa semejante? ¿Escuchó algún pueblo, como tú has escuchado, la voz de Dios, hablando desde el fuego, y ha sobrevivido? ¿Intentó jamás algún dios venir a escogerse una nación entre las otras mediante pruebas, signos, prodigios y guerra y con mano fuerte y brazo poderoso, con terribles portentos, como todo lo que hizo el Señor, vuestro Dios, con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos?
Así pues, reconoce hoy, y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Observa los mandatos y preceptos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos, después de ti, y se prolonguen tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.
Como es lógico, un texto del Deuteronomio, escrito varios siglos antes de Jesús, no puede hablar de la Trinidad, se limita a hablar de Dios. Su autor pretende inculcar en los israelitas tres actitudes:
1) Admiración ante lo que el Señor ha hecho por ellos, revelándose en el Sinaí y liberándolos previamente de la esclavitud egipcia.
2) Reconocimiento de que Yahvé es el único Dios, no hay otro; cosa que parece normal en un mundo como el nuestro, con tres grandes religiones monoteístas, pero que suponía una gran novedad en aquel tiempo. Este mensaje sigue siendo de enorme actualidad, ya que todos corremos el peligro de crearnos falsos dioses (poder, dinero, etc.).
3) Fidelidad a sus preceptos, que no son una carga insoportable, sino el único modo de conseguir la felicidad.
Dios Hijo (Mateo 28, 16-20)
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
-Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos.
El texto del evangelio, el más claro de todo el Nuevo Testamento en la formulación de la Trinidad, pero al mismo tiempo pone de especial relieve la importancia de Jesús.
A lo largo de su evangelio, Mateo ha presentado a Jesús como el nuevo Moisés, muy superior a él. El contraste más fuerte se advierte comparando el final de Moisés y el de Jesús. Moisés muere solo, en lo alto del monte, y el autor del Deuteronomio entona su elogio fúnebre: no ha habido otro profeta como Moisés, «con quien el Señor trataba cara a cara, ni semejante a él en los signos y prodigios…» Pero ha muerto, y lo único que pueden hacer los israelitas es llorarlo durante treinta días.
Jesús, en cambio, precisamente después de su muerte es cuando adquiere pleno poder en cielo y tierra, y puede garantizar a los discípulos que estará con ellos hasta el fin del mundo. A diferencia de los israelitas, los discípulos no tienen que llorar a Jesús sino lanzarse a la misión para hacer nuevos discípulos de todo el mundo. ¿Cómo se lleva a cabo esta tarea? Bautizando y enseñando. Bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo equivale a consagrar a esa persona a la Trinidad. Igual que al poner nuestro nombre en un libro indicamos que es nuestro, al bautizar en el nombre de la Trinidad indicamos que esa persona le pertenece por completo.
En la primera lectura, Dios exigía a los israelitas: «guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo»; en el evangelio, Jesús subraya la importancia de «guardar todo lo que os he mandado».
Dios Espíritu Santo (Romanos 8, 14-17)
Hermanos:
Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios.
Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba, Padre!». Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él.
La formulación no es tan clara como en el evangelio, pero Pablo menciona expresamente al Espíritu de Dios, al Padre, y a Cristo. No lo hace de forma abstracta, como la teología posterior, sino poniendo de relieve la relación de cada una de las tres personas con nosotros.
Lo que se subraya del Padre no es que sea Padre de Jesús, sino Padre de cada uno de nosotros, porque nos adopta como hijos.
Lo que se dice del Espíritu Santo no es que «procede del Padre y del Hijo por generación intelectual», sino que nos libra del miedo a Dios, de sentirnos ante él como esclavos, y nos hace gritarle con entusiasmo: «Abba» (papá).
Y del Hijo no se exalta su relación con el Padre y el Espíritu, sino su relación con nosotros: «coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados».
Reflexión final
La fiesta de la Trinidad provoca en muchos cristianos la sensación de enfrentarse a un misterio insoluble, no es la que más atrae del calendario litúrgico. Sin embargo, cuando se escuchan estas tres lecturas la perspectiva cambia.
El Deuteronomio nos invita a recordar los beneficios de Dios, empezando por el más grande de todos: su revelación como único Dios. (Esto no debemos interpretarlo como una condena o infravaloración de otras religiones).
El evangelio nos recuerda el bautismo, por el que pasamos a pertenecer a Dios.
La carta a los Romanos nos ofrece una visión mucho más personal y humana de la Trinidad.
Finalmente, las tres lecturas insisten en el compromiso personal con estas verdades. La Trinidad no es solo un misterio que se estudia en el catecismo o la Facultad de Teología. Implica observar lo que Jesús nos ha enseñado, y unirnos a él en el sufrimiento y la gloria.
Comentarios desactivados en Fiesta de la Santísima Trinidad. 26 de mayo de 2024
Queremos felicitar calurosamente a nuestras hermanas del Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa que nos alimentan semanalmente con su espiritualidad en este día de su Fiesta.
“Los once discípulos fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había citado. Al verlo, lo adoraron; ellos que habían dudado…”
¿Verdad que da una cierta envidia ver que los discípulos tenían una cita con Jesús? Dan ganas, muchas veces, de tener un encuentro cara a cara con Él. Deseamos tener a nuestro lado a Alguien de carne y hueso, tan concreto como nosotras mismas. Querríamos que Jesús, aquel nazareno del siglo primero, estuviera presente entre nosotras. Ver su mirada y oír sus palabras… ¡Y hasta pensamos que eso aliviaría nuestro corazón y nos quitaría todas las dudas! En el fondo creemos que las primeras discípulas y los primeros discípulos de Jesús tuvieron más suerte y que para ellos todo resultó más sencillo.
Pero el texto de hoy es muy claro: “Al verlo, lo adoraron; ellos que habían dudado”. Aquellos primeros discípulos tuvieron un itinerario lleno de dificultades como lo es también el nuestro. No les faltaron dudas ni temores. También a ellos los mordió la envidia, el orgullo y la traición.
Tampoco a ellos les cabía en la cabeza que Jesús fuera Dios y que Dios era Trinidad. Sencillamente porque estas realidades solo caben en el corazón. Porque el corazón es mucho más amplio y espacioso. Es un lugar que, bien entrenado, tiene una capacidad infinita de amar que es justo la medida que tiene Dios.
Somos imagen de Dios porque Dios ha puesto en nuestros corazones la capacidad de amar como Él nos ama. Por eso, en la medida en que desarrollamos nuestra capacidad de amar nos vamos haciendo más y más semejantes a Dios.
Además, cuando amamos nos ponemos en relación, nos unimos unos a otros. Y así, juntas, formando una gran red en la que cabemos todas y todos, entonces sí nos convertimos en lo que somos: Imagen de Dios Trinidad.
Pues en este día de la Trinidad no perdamos el tiempo pensando eso de si son tres pero son uno y todo lo que eso significa. No. Dediquemos el día a AMAR. Y así experimentaremos lo que ES esa danza amorosa del Padre, el Hijo y de la Santa Ruah.
Oración
Gracias, Trinidad Santa, por invitarnos a participar del Amor y de la Danza. Amén.
Comentarios desactivados en Dios está más allá de ser 1 y de ser 3. No es nada de lo que es. Es fuente de todo lo que es.
TRINIDAD (B)
Mt 28,16-20
Es verdad que la Biblia dice que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, pero, en realidad, es el hombre el que está fabricando a cada instante un Dios a su medida. Es verdad que nunca podremos llegar a un concepto adecuado de lo que es Dios, pero no es menos cierto que muchas ideas de Dios pueden y deben ser superadas. Si ha cambiado nuestro conocimiento del mundo y del hombre, será lógico que cambie nuestra idea de Dios, dejando paso a un Dios-Espíritu, cada vez menos cosificado.
Decir que la Trinidad es un dogma o un misterio, no hace más comprensible la formulación trinitaria. La verdad es que hoy no nos dice casi nada, y menos aún las explicaciones que se han dado a través de los siglos. Todas las teologías surgieron de una elaboración racional que siempre se hace desde una filosofía, determinada por un tiempo y una cultura. También la primitiva teología cristiana se desarrolló en el marco de una cultura y una filosofía, la griega, que ninguno de nosotros entiende hoy.
Cada día se nos hace más difícil la comprensión del misterio, entre otras cosas porque no sabemos qué querían decir los que elaboraron el dogma. Aplicar hoy a las tres personas de la Trinidad la clásica definición de Boecio “individua sustantia, racionalis naturae”, es ridículo. No podemos aplicar a Dios la individualidad y la racionalidad propia del hombre. Dios no es un individuo, ni una sustancia, ni naturaleza racional.
La dificultad para hablar de Dios como tres personas, la encontramos en el mismo concepto de persona, que ha experimentado sucesivos cambios de sentido a través de la historia. Desde el “prosopon” griego, que era la máscara que se ponían en el teatro para que “resonara” la voz; pasando a significar el personaje que se representaba; al final terminó significando el individuo físico. El sentido moderno de persona, es el de yo individual, conciencia subjetiva, el núcleo íntimo del ser humano.
En la raíz del significado está la limitación. Existe la persona porque existe la diferencia y la separación. Esto es imposible aplicárselo a Dios. En los últimos años se está hablando del ámbito transpersonal. Creo que va a ser uno de los temas más apasionantes de los próximos decenios. Si el hombre está anhelando lo transpersonal, es ridículo seguir encasillando a Dios en un concepto personal, que supone límites.
Siempre que nos atrevemos a decir “Dios es…,” estamos expresando una idea, es decir, un ídolo. Ídolo no es solamente una escultura de dios. También es un ídolo cualquier concepto que le aplicamos. El ateo sincero está más cerca del verdadero Dios que los teólogos que creen haberlo atrapado en conceptos. Dios no es nada que podemos nombrar. El “soy el que soy” del AT, tiene más miga de lo que parece. Dios es solo verbo, pero un verbo que no se conjuga, porque no tiene tiempos ni modos.
Dios no se identifica con la creación, pero tampoco es nada separado de ella. De la misma manera que no podemos imaginar la Vida como algo separado del ser que está vivo, no podemos imaginar lo divino separado de todo ser creado que, por el mero hecho de existir, está traspasado de Dios. Tampoco podemos decir que está donde actúa, porque no puede actuar de manera causal a semejanza de las criaturas. La acción de Dios no podemos percibirla por los sentidos ni ser objeto de ciencia.
El Dios de Jesús no es el Dios de los buenos, de los piadosos, de los religiosos ni de los sabios, es también el Dios de los excluidos y marginados, de los enfermos y tarados; incluso de los irreligiosos inmorales y ateos. El evangelio no puede ser más claro: “las prostitutas y los pecadores os llevan la delantera en el Reino de Dios”. El Dios de Jesús no nos interesa porque no aporta nada a los “buenos” que ya lo tienen todo. En cambio, llena de esperanza a los “malos” que se sienten perdidos. “No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos”.
Para nosotros, es sobre todo la experiencia que Jesús tuvo de su Abba, lo que nos debe orientar en nuestra búsqueda. Jesús no se propuso inventar una nueva religión ni un nuevo Dios. Lo que intentó fue purificar la idea de Dios que tenía el pueblo judío en su época. Ese esfuerzo le costó la vida. Jesús en todo momento quiere dejar claro que su Dios es el mismo del AT. Eso sí, tan purificado y limpio de adherencias idolátricas, que da la impresión de ser una realidad completamente distinta.
La forma en que Jesús habla de Dios como amor, se inspira directamente en su experiencia personal. Naturalmente esa vivencia no hubiera sido posible sin hacer suyo el bagaje religioso heredado de la tradición bíblica. En ella se encuentran ya claros chispazos de lo que iba ser la revelación de Jesús. La experiencia básica de Jesús fue la presencia de Dios en su propio ser. Descubrió que Dios lo era todo para él y decidió corresponder siendo él mismo todo para los demás. Al llamar a Dios “Abba” abre un horizonte completamente nuevo en las relaciones con el absoluto.
La base de toda experiencia religiosa reside en la condición de criaturas. El hombre se descubre sustentado por la permanente acción creadora de Dios. El modo finito de ser uno mismo, demuestra que no se da a sí mismo la existencia, por lo tanto, es más de Dios que de sí mismo. Sin Dios no sería posible la existencia. El reconocimiento de nuestra limitación es el camino para llegar a la experiencia de Dios. Él es el único y sólido fundamento sin el cual, nada existe. Jesús descubre que el centro de su vida está en Dios. Pero eso no quiere decir que tenga que salir de sí para encontrarlo. Descubrir a Dios como fundamento es fuente de una insospechada humanidad.
Esta idea de Dios supone un salto sobre la idea del AT. Allí Dios era el Todopoderoso que hace un pacto al modo humano, y observa desde su atalaya a los hombres para ver si cumplen o no su “Alianza”, y reacciona en consecuencia. Si la cumplen, los ama y los premia, si no la cumplen, los reprueba y castiga. En Jesús Dios actúa de modo muy diferente. Él es don absoluto e incondicional. Él es agape y se da totalmente. Es el hombre el que tiene que reaccionar al descubrir lo que Dios es para él. La fidelidad de Dios es lo primero y el verdadero fundamento de una actitud humana.
Dios no puede ser un “tú” en el mismo sentido que lo es otro ser humano. Dios sería más bien la realidad que posibilita el encuentro con un tú; es decir, sería como ese tú ilimitado que se experimenta en todo encuentro humano con el otro. Pero a Dios nunca se le puede experimentar directamente como tal tú, sin el rodeo del encuentro con un tú humano. No se trata pues, de evitar a toda costa el vocabulario teísta sino exponer con suficiente claridad el carácter analógico de todo lenguaje sobre Dios.
Comentarios desactivados en Parábola del Padre, la Palabra y el Viento.
Mt 28, 16-20
«Id y haced discípulos de todos los pueblos»
La tendencia a interpretar las palabras de Jesús con conceptos tomados de filosofías paganas empezó en el cuarto evangelio, al asumir el término “logos” y otros conceptos de la filosofía de Filón y otras fuentes gnósticas. Más tarde se recurrió a los clásicos griegos, Platón y Aristóteles, y en Nicea, un grupo de teólogos creyó poder meterse en la esencia de Dios y proclamó el dogma de la Santísima Trinidad. Abandonaron el estilo de Jesús, pensaron que con la razón podían acceder a la intimidad de Dios y se equivocaron, porque de Dios solo conocemos lo que Él nos ha dicho de sí mismo.
Además, el dogma de la Santísima Trinidad resulta hoy muy poco interesante, y la razón es doble; por una parte, porque tanta erudición nos desborda, y por otra, porque no nos ayuda a vivir. No obstante, si trascendemos su formulación dogmática podremos descubrir la raíz evangélica que en él subyace, ya que en Jesús hemos descubierto que Dios es para nosotros Padre, Palabra y Viento.
Palabra. El punto de partida es siempre Jesús, porque el quicio fundamental de quienes nos llamamos cristianos es creer en Jesús visibilidad de Dios sin poner en duda su humanidad. Dios se nos da a conocer en Jesús y se comunica con nosotros a través de Jesús y, por tanto, creer en él es creer que, no solo sus dichos, sino toda su vida, son “Palabra de Dios”.
Padre. Porque cuando le escuchamos hablar de Dios —es decir, cuando Dios nos habla de sí mismo a través de Jesús— nos quedamos asombrados, porque no menciona ninguna de las cualidades maravillosas que siempre le habíamos atribuido, sino que nos habla de Abbá; “El Padre” que sale cada atardecer a esperar a su hijo perdido.
Viento. Y cuando le vemos dedicar su vida a enseñar y curar sin descanso, o lo vemos rodeado de multitudes que le siguen fascinadas, o escuchamos sus criterios poderosos de vida, o le vemos capaz de llegar hasta las últimas consecuencias por fidelidad a su misión… creemos que en Jesús sopla un viento irresistible, el “Viento de Dios” que impulsa a la humanidad y actúa en cada uno de nosotros.
Mirando a Jesús vemos pues que Dios es el Padre con quien podemos contar, la Palabra que nos guía por la vida y el Viento que nos alienta y nos ayuda a caminar; Padre, Palabra y Viento. Dios se comunica con nosotros —Palabra—, actúa en nosotros —Espíritu— y es nuestro Padre —Abbá—. Y esto significa que Dios no es un arcano insondable, sino un sembrador que esparce la semilla de la Palabra continuamente y nos alienta en nuestro caminar por la vida.
Y esto es magnífico, porque ese dogma incomprensible y aparentemente estéril que pensábamos que no nos interesaba nada, se convierte en algo importante para nosotros, porque este conocimiento de Dios orienta nuestra vida, nos permite caminar correctamente por ella y, en consecuencia, es fuente de seguridad y estímulo.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí
Comentarios desactivados en Trinidad. Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Mt 28,16-20
A mediados de los años noventa, leí un texto sorprendente de la teóloga brasileña Ivone Gebara. El comentario del evangelio de hoy es fiel a esta intuición profética.
Hablar de la Trinidad como Padre, Hijo y Espíritu Santo es algo conceptual, abstracto, es un discurso en el que nos quedamos dándole vueltas pero no nos hace avanzar. Estos significados forman parte del dinamismo de la vida, cambian, se transforman y se adaptan a las nuevas situaciones a las que nos enfrentamos. Las relaciones: “tres personas distintas y un solo Dios”, que aprendimos de nuestros antepasados y tradiciones, podemos afirmarlas de otra manera de acuerdo con nuevas percepciones e intuiciones. Se trata de superar una visión jerárquica y teocéntrica del mundo para avanzar en profundidad.
Hablar de la Trinidad en esos términos nos remite a “códigos cifrados”, es decir, formulaciones que requieren ser abiertas y traducidas de nuevo. Son símbolos que se refieren a las experiencias de la vida que han sido olvidados o absolutizados, dentro de una teoría eminentemente masculina y que no conecta con nuestras experiencias de vida; por eso debemos hacer un esfuerzo de comprensión e interpretación diferente.
Una teóloga norteamericana [1], decía con ironía, que hemos reducido la Trinidad “a un anciano, un hombre joven y un pájaro”. Se trata de recuperar una experiencia de Dios más honda para que aflore su extraordinaria riqueza. Es preciso captar cuál es la experiencia fundamental que subyace de la afirmación cristiana de que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta perspectiva crítica no significa el menosprecio de nuestro pasado cristiano que, a pesar de las limitaciones y condicionantes humanas, ha intentado establecer relaciones de justicia, amor y misericordia entre pueblos y personas.
Es sabido que el número tres indica pluralidad; es símbolo de inagotable riqueza y universalidad. La vida es múltiple, diversa, creativa y en constante evolución. De ahí la simbología de la multiplicidad/unidad.
Pero, ¿a qué experiencia humana corresponde el discurso sobre la Trinidad? [2]
Cuando ahondamos en nuestra experiencia religiosa utilizamos un lenguaje y unas expresiones aprendidas de las que nos da mucho miedo prescindir pero que tienen poco que ver con las cosas de cada día. El reto está en expresar de forma sencilla y comprensible las experiencias que son realmente significativas para nuestra vida. En ellas es donde se expresa nuestra fe, nuestros amores y anhelos más profundos, nuestro compromiso, nuestra solidaridad. Suponen también reconocer el sufrimiento, la discriminación, la competitividad, la lucha por la supervivencia, el dolor de la diferencia, la ambición y los obstáculos que vamos poniendo en las relaciones humanas levantando barreras de todo tipo. Esa es nuestra experiencia.
A partir de ella imaginamos a Dios como diferente, superior a esa limitación que nos constituye. Buscamos un Dios Uno que unifique toda esa diversidad que nos desborda. La Trinidad es expresión de la dolorosa historia humana pero es una Trinidad unificada, como si fuese el deseo de armonía y comunión con todo lo que existe, como si fuera la expresión del mundo transformado en el cual toda lágrima será enjugada y finalmente Dios, o sea el Uno, el Amor, será todo en todos.
Por eso es preciso dar la vuelta a nuestra experiencia cotidiana para verificar en ella el fundamento de nuestra imagen de Dios. La Trinidad que amamos y veneramos nace de nuestra propia experiencia humana, de nuestras entrañas, aunque sea infinitamente mayor que ella. No es algo que está fuera de nosotros. Existimos en ese gran misterio divino explicitado en múltiples facetas lo que conocemos es sólo lo que experimentamos e intentamos interpretar buscando su sentido, su significado. En otras palabras, somos diversas manifestaciones de una única consciencia Divina. Presentimos una profundidad infinita, sin fondo. A ese fondo inagotable de nuestro ser se refiere la palabra Dios Trinidad.
Dios significa la fuente de nuestro ser, la profundidad última de nuestra existencia, el alma, la conciencia. En el fondo íntimo de cada persona se experimenta una apertura de su “yo” a un “tú” personal y al “nosotros” que surge de ese encuentro. Así llevamos impreso en el fondo de nosotros la imagen de la Trinidad. Lo que percibimos en nosotros/as no es sino un pálido reflejo de Dios, somos sus hijos e hijas y llevamos una señal que es trinitaria. “Nosotros/as no generamos la Luz, solo somos los rayos de ese gran Brillo” (K. Gibran).
Nos sabemos habitados y sustentados por una Presencia, por la permanente acción creadora de Dios en nuestro mismo ser. Es un presente que todo lo llena, todo lo abarca. Lo contemplamos desde la perspectiva del amor, del encuentro que nos nutre, que nos impulsa a experimentarle como familia, comunidad, don de sí, fuente de vida y de gozo, es Trinidad: Padre-Madre, Hijo y Espíritu Santo.
Todo ello me aleja de la tentación de crearme un Dios a mi medida, a mi antojo, que no me complique demasiado la vida, que no me cuestione mis propios argumentos, mis creencias… Dios Trinidad es vida, movimiento plural. No es un concepto abstracto, alejado de mi realidad, de nuestros anhelos más profundos, no es algo estático, inmutable. No es un ser separado sino el Misterio inefable que todo lo llena y en todo se manifiesta.
El reconocimiento de mi propia experiencia, de mi historia personal y colectiva, de mis fallos, de mis limitaciones me posibilita llegar a la experiencia de Dios en mí, en cada uno/a. Hemos sido creados a su imagen y semejanza, se nos invita a sumergirnos en el centro de la Trinidad y aprender a amar como Dios ama, como Jesús amó y dejarnos llevar por su Espíritu. Darnos cuenta de lo que Dios Trinidad es y lo que soy se identifica. Es el fundamento y la fuente de la mayor humanidad. ¿Lo vivimos?
Los últimos versículos del evangelio de Mateo son de los pocos textos que emplean la fórmula trinitaria. En ella se muestra la praxis cristiana de la primitiva Iglesia: “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
En definitiva, contemplar y seguir construyendo, aquí y ahora, Trinidad en el universo, en la tierra, entre pueblos y culturas, en las relaciones humanas, en cada persona…
Sospecho que incluso las personas más mentales y más escépticas, en algún momento, intuyen que hay algo más de lo que la mente es capaz de percibir. No solo porque la propia mente pueda quedar cuestionada al constatar la grandeza, belleza y armonía de la realidad, sino porque desde nuestro interior emerge, de manera inesperada, el anhelo que nos habita.
Tal anhelo, aun descuidado, silenciado, compensado e incluso expresamente bloqueado, no desaparece; continúa latente en nuestro interior, en forma de pregunta o de añoranza, listo a despertar en cuanto se le preste un poco de atención.
El anhelo es la expresión de nuestra propia profundidad, ese “lugar” indestructible y siempre disponible, que está con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo”. La mente religiosa ha situado ese “lugar” fuera de nosotros, en un dios separado. Al hacer así, nos ha distraído de nuestra verdad profunda, que fue proyectada y, en cierto sentido, quedó secuestrada, hasta terminar alienados de nosotros mismos.
Lo que está con nosotros “todos los días” no es una forma concreta, siempre impermanente, sino Aquello que se expresa en todas ellas y que constituye nuestra identidad. Por eso, no necesitamos ir lejos ni buscar algo exótico; es suficiente con acallar la mente, mirar en nuestro interior, oír el anhelo que nos habita… y permanecer en la certeza de ser.
Comentarios desactivados en Creer, lo que se dice creer, solamente se puede creer en Dios
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
Siendo jóvenes estudiantes de teología, de cuando en cuando, el buen profesor Juan Alfaro –navarro para más señas- nos solía decir con una cierta ironía: “una clase que no lleve un par de herejías, ni es clase, ni es teología”.
Me aplico a mí mismo ese “principio” para la homilía de hoy acerca del misterio de Dios.
01.- Trinidad inmanente / Trinidad económica
Karl Rahner (1904-1984) ante el misterio de Dios, ante la Trinidad de Dios hacía esta distinción: Dios es Trinidad inmanente y Trinidad económica.
La Trinidad inmanente es Dios en sí (ad intra).
¿Qué es Dios en sí? No sabemos. Lo que Dios sea en sí mismo lo desconocemos porque nadie ha visto a Dios (Jn 1,18).
Vivimos abiertos al misterio, pero desconocemos lo que Dios sea en sí, si bien vivimos con la mirada puesta en el horizonte infinito.
Por otra parte -distinguía Rahner- lo que sí podemos es ver y gozar de la Trinidad económica. ¿Y qué es la Trinidad Económica? Pues lo que Dios ha hecho por nosotros. Y lo que Dios ha hecho por nosotros es amarnos y salvarnos. (Economía de la salvación)
Una sana actitud puede ser la del ciego curado en Jericó, agradecer la salvación de Dios por medio de Jesús. Quien me ve a mí, ve al Padre.
Con esfuerzo y gran confianza intuimos algo de Dios es a través de Jesús. Lo que sé es que veo, que estamos salvados.
Por Jesús sabemos que Dios es Padre, que nos ama y nos salva. .
02.- JesuCristo: signo (sacramento) de Dios.
Allá por los años conciliares, 1962-65, y postconciliares conocimos y cultivamos la noción, la teología de “sacramento”. Incluso (E. Schillebeeckx, (1914-2009) publicó un hermoso libro: “Cristo sacramento del encuentro con Dios”
¿Qué significa Sacramento?
Sacramento es una palabra compuesta por dos términos: sacro y mentum. Sacro es el mundo sagrado (lo más valioso de la existencia) y mentum significa: medio o instrumento.
Así pues, sacramento es un medio (un signo) por medio del cual llegamos a lo que más amamos en la vida.
Al mismo tiempo, sacramento es un signo sensible que realiza o tiende a realizar lo que significa.
Un signo sensible es el agua del bautismo, que limpia y da vida.
Signo sensible es el pan y el vino que significan alimento y sangre de redención.
Signo sensible es el óleo, el crisma (aceite) como símbolo mitad deportivo: pr eparación para la vida (confirmación), como ayuda para la agonía (lucha – enfermos), y también significa el buen perfume de Cristo.
Signo y sacramento del amor de Dios es el amor
Jesús fue hombre, por tanto un signo sensible: lo pudieron ver los que convivieron con él.
Jesús significa: Dios salva. Jesús tiende a realizar lo que significa: salvar. Dios nos salva por JesuCristo.
Jesús es sacramento, signo y presencia de la salvación de Dios.
Esta visión está muy presente en la tradición del evangelio de San Juan: quien me ve a mí, ve al Padre. (Jn 14,8-12).
Jesús es sacramento, signo (en el dogma decimos: hijo) de Dios.
03.- La iglesia como sacramento de Cristo
Ahora bien, Jesús ya vivió y “marchó” de nuestra historia. Y si queremos que Cristo no se pierda en el recuerdo de un personaje legendario, sino que, si queremos que Cristo siga hoy entre nosotros: Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin de los tiempos, alguien tiene que hacerle presente en el hoy de la historia. Ese -esos- “alguien” son la Iglesia.
La Iglesia no hemos de entenderla ni vivirla como mera jerarquía o curia romana, sino como comunidad de fe. La Iglesia es sacramento de Cristo a lo largo de la historia. Allí donde estéis dos o más reunidos en mi nombre, allí esto yo. (Mateo 18,20).
La Iglesia -la asamblea cristiana- es, pues, sacramento de Cristo y Cristo sacramento de Dios.
04.- Creer en Dios
Es necesario creer para vivir, no para ser buenos o para pertenecer al sistema eclesiástico, sino para ser personas.
La fe más que doctrina es confiar. Fiarse en la vida es absolutamente necesario para “mantenerse en pie”. No me refiero exactamente la fe cristiana, sino a vivir confiadamente. Sin una fe en algo o alguien, la vida carece de sentido, de meta, de horizonte y se torna inestable.
La fe como interés último es el estado personal de experimentar una preocupación como última. La dinámica de la fe es la dinámica de la preocupación última del hombre. [1]
No se puede creer, poner la confianza en cualquier realidad, persona o institución.
En la vida utilizamos, pertenecemos a determinadas ideologías, ciencias, tecnologías, p oder, etc., pero yo no creo en ninguna ideología o ideólogo, yo no pongo mi confianza absoluta en determinado político, científico o eclesiástico
Al final creer, lo que se dice creer, solamente se puede creer en Dios, creer en el misterio de la ultimidad bondadosa y acogedora de Dios, porque creo que solamente Dios dar sentido a la vida y salvarnos
Dios porque es el horizonte y el misterio de nuestra salvación.
Solamente Dios puede salvarnos.
[1] TILLICH, P. Dinámica de la Fe, Buenos Aires, Ed Aurora, 1976, 7.
Comentarios desactivados en Afirmar que Dios es Trinidad es semejante a decir que Dios es comunidad
Del blog de Consuelo Vélez Fe y Vida:
Comentario al evangelio del domingo de la Santísima Trinidad 26-05-2024
Afirmar que nuestro Dios es Trinidad es semejante a decir que Dios es acogida, comunidad, relación, don que se da y se recibe, salida de sí para encontrarse con los seres humanos
Nos urge vivir hoy la experiencia del Dios Trinidad, del Dios comunidad que nos habla de una espiritualidad más comunitaria que individual, de un compromiso más social que intimista, de una iglesia más abierta a todos, “sin miedo a mancharse o herirse”, como tanto repite el papa Francisco
Por su parte, los once discípulos, marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues y hagan discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mando. Y he aquí que yo estoy con ustedes, todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,16-20).
Este domingo celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. El evangelio de Mateo que hoy toma la liturgia, no habla propiamente de la Trinidad, sino que ofrece una fórmula trinitaria: “bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Y es que, hablar de la Trinidad, no siempre resulta fácil. Pero este texto nos podría ayudar a entender algo de este misterio. Lo que los primeros cristianos viven es la presencia de Dios mismo, a través de Jesús, al que reconocen como Hijo de Dios y, una vez ha resucitado, reciben su Espíritu que los empuja a realizar la misión que les ha encomendado. Esa experiencia se expresa en una confesión de fe, como esta que nos ofrece el evangelio de Mateo. Será en los primeros siglos del cristianismo, cuando la Iglesia traduzca esa experiencia a categorías griegas, para contrarrestar las herejías, llegando así al dogma del Dios uno y a la vez Trino.
Pero toda formulación lingüística es limitada y no abarca la riqueza de una experiencia. Por eso, al hablar de la Trinidad se hace necesario acudir a metáforas que ayuden a comprenderla mejor. Afirmar que nuestro Dios es Trinidad es semejante a decir que nuestro Dios es acogida, es comunidad, es relación, es don que se da y se recibe, es salida de sí para encontrarse con los seres humanos. En otras palabras, no seguimos a un Dios encerrado en sí mismo, de ahí que no tiene sentido una iglesia de puertas cerradas y con aduanas -como diría el papa Francisco- en la que no todos pueden entrar. No seguimos a un Dios solitario, de ahí que no tiene sentido retirarse del mundo para encontrarse con Dios cuando él está presente, indiscutiblemente, en medio del mundo, en cada persona, en toda la red de relaciones que podemos establecer, incluida la relación con la creación tan necesitada de cuidado y preservación por parte nuestra.
Y volviendo al texto de Mateo que estamos considerando, vemos cómo la comunidad de Mateo reconoce en el rito de bautismo una forma de incorporar a los nuevos miembros de la comunidad y cómo dicho bautismo ha de hacerse en el nombre del Dios Trino en quien creen y anuncian. Así mismo nosotros seguimos esa tradición bautismal, sabiendo que es el sacramento fundamental que nos hace a todos partícipes del mismo sacerdocio, profetismo y realeza del mismo Cristo. El evangelista pone en boca de Jesús el envío a todas las gentes, enseñándoles todo lo que han aprendido con él y prometiéndoles que él permanecerá en medio de ellos. En este último sentido, el Jesús de Mateo no asciende a los cielos (este evangelio no tiene un texto de ascensión) sino que se queda en medio de ellos, manteniendo lo que ya había anunciado desde el inicio de su evangelio: lo llamarán Emmanuel que significa “Dios con nosotros” (1,23).
Nos urge vivir hoy la experiencia del Dios Trinidad, del Dios comunidad que nos habla de una espiritualidad más comunitaria que individual, de un compromiso más social que intimista, de una iglesia más abierta a todos, “sin miedo a mancharse o herirse”, como tanto repite el papa Francisco. Seguramente, una Iglesia que anuncie al Dios Trinidad podrá convocar más y de distinto modo.
(Foto tomada de: https://abuelafinanciera.com/organizaciones-beneficas-de-usa-que-ofrecen-su-ayuda-a-la-comunidad-hispana/)
Comentarios desactivados en Cómo los católicos celebran el orgullo: Rainbow Treats, un examen LGBTQ+ y mucho, mucho más
Muchas noticias negativas sobre el Orgullo parecen haber surgido este año. Para esta última semana del Mes del Orgullo, en cambio, destacamos, en una serie de publicaciones tituladas “Cómo celebran los católicos el Orgullo”, todas las buenas formas en que el pueblo de Dios celebra la rareza y aboga por la igualdad. Parte del contenido serán eventos noticiosos muy visibles. Otras partes serán las acciones más locales, algo más tranquilas, pero no menos significativas de los católicos pro-LGBTQ+ en sus parroquias, escuelas y comunidades. Este es el tercer y último post de la serie. Puede encontrar las dos primeras publicaciones haciendo clic aquí y aquí.
La publicación de hoy presenta actualizaciones breves de parroquias católicas, escuelas, comunidades de mujeres religiosas, grupos de justicia social, ministerios juveniles y más sobre cómo celebraron el Orgullo este año. Puede obtener más información sobre un elemento determinado utilizando los enlaces proporcionados. Muchas de las iglesias están en la lista del New Ways Ministry de parroquias y comunidades de fe amigables con LGBTQ disponible aquí.
St. Theresa of the Child Jesus Catholic Church, Dublin, Irlanda, celebró su segundo “Servicio Ecuménico de Oración de Pertenencia” con la cercana Iglesia de St. Catalina y Parroquia de St. Jaime. Un volante para el evento decía que el servicio “se centraría en destacar a los miembros minoritarios de la comunidad LGBT+ y hacerlos visibles en nuestra comunidad”, así como en orar por las personas LGBTQ+ en Uganda y en otros lugares que enfrentan persecución.
Podcast “Más allá del hábito”, organizada por dos Hermanas de St. Joseph, Colleen Gibson y Erin McDonald, lanzaron dos episodios en los que entrevistaron a la cofundadora de New Ways Ministry, Sr. Jeannine Gramick, y el director asociado, Robert Shine. Puede escuchar los episodios en el sitio web del podcast o dondequiera que obtenga sus podcasts.
Católicos Westminster LGBT+ , Reino Unido, marcharán en el desfile del Orgullo de Londres este fin de semana, así como exhibirán en el festival del Orgullo. A principios de este mes, se organizó una misa y un almuerzo de celebración previa al Orgullo, que incluyó una discusión con los miembros refugiados y solicitantes de asilo del grupo sobre la situación de los derechos humanos en Uganda.
La Iglesia Católica de Todos los Santos, el grupo de trabajo LGBTQ+ de Syracuse, organizó varios eventos en junio, incluida una presentación titulada “Santos de los que enorgullecerse: escuchar nuestras historias en la comunión de los santos” y una discusión sobre el libro Santuarios, que es la memoria de un hombre gay. Los feligreses también asistieron a eventos locales del Orgullo, incluido un servicio de oración interreligioso y el desfile y festival del Orgullo de la ciudad.
Las delicias arcoíris de Sr. Amy Westphal
Las Hermanas de la Misericordia de las Américas publicaron varias reflexiones para el Mes del Orgullo, incluida una de la Hna. Amy Westphal, quien escribió acerca de traer golosinas de arroz crujiente arcoíris a la reunión social del Orgullo Gay de su parroquia y reconocer la necesidad de “espacio para compartir, esperar, desear en una multitud diversa en la mesa”. Westphal escribió específicamente sobre las reflexiones de su comunidad sobre cómo volverse más inclusivo transgénero.
Las parroquias de bienvenida en la Arquidiócesis de Boston realizaron varios eventos del Orgullo como la Misa “Todos son bienvenidos” y un puesto en el festival del Orgullo de la ciudad. Las parroquias incluían el Centro Paulista, St. Santuario de San Antonio, Santísima Trinidad, St. José, San Susana y Sta. Cecilia. Una lista de todas las actividades se puede encontrar aquí.
Miembro de Proud Catholics, Davi Hill y compañera, Isabel, en un festival Pride
Proud Catholics, Reino Unido, un grupo de la Diócesis de Hexham y Newcastle participó en el desfile del Orgullo Gay local y organizó un puesto en Rainbow Village, que reúne a organizaciones LGBTQ+.
La Asociación Católica de Salud publicó “Amor ilimitado: una oración por el mes del orgullo”, que dice, en parte: “Mientras miramos, entonces, a tus hijos, los co-creadores especiales que has hecho para experimentarte a ti y a tu belleza, que podamos Apreciar siempre la dignidad de cada persona: heterosexual, gay, lesbiana, bisexual, transgénero. Que seamos testigos de tu arte extravagante de cada amado, celebremos tu huella Divina en cada corazón y reconozcamos cómo moldeas a cada ser humano con propósito y maravilla. Tu amor ilimitado nos crea a todos”.
St. Katherine Drexel en Frederick, MD el fin de semana del orgullo
United Catholic Youth Ministries, Evanston publicó en Instagram información sobre varios grupos LGBTQ+, incluido New Ways Ministry y Archdiocese Gay and Lesbian Outreach (AGLO) en Chicago, que recientemente celebró su 35 aniversario.
St. Katherine Drexel Church, Frederick, el grupo de apoyo Together in Hope de Maryland para personas LGBTQ+ posó después de la misa el fin de semana de las celebraciones locales del Orgullo. También sucedió que un gran arco iris apareció sobre la iglesia ese día también.
Hermanas de la Congregación de St. Joseph en el Festival del Orgullo de Kalamazoo
La Congregación de St. Joseph, una comunidad de mujeres religiosas con votos en Michigan, envió miembros al Festival del Orgullo de Kalamazoo para “actuar en solidaridad con todos aquellos que están marginados, incluidos los de la comunidad LGBTQ+”.
All Inclusive Ministries, Toronto celebra el aniversario de su fundación en 2012 cada mes de junio, lo que incluye la celebración de la misa mensual del grupo. Este año, el grupo también está patrocinando un grupo de estudio sobre una nueva publicación de “Cristianisme I Justícia”, un grupo jesuita en España.
La Red de Solidaridad Ignaciana publicó “Un examen para el Mes del Orgullo” de Susan Haarman, utilizando la práctica espiritual jesuita para reflexionar específicamente sobre el compromiso de uno con el mundo como persona o aliado LGBTQ+. (También disponible aquí.)
La Federación de las Hermanas de St. Joseph de EE.UU., llevó a cabo un “Servicio de Oración del Mes del Orgullo“, copatrocinado por el Grupo de Trabajo SOGI de las Hermanas de la Misericordia, las Hermanas de la Caridad de la Oficina JPIC de Leavenwroth y la Comunidad de Hermanas y Asociados de Providence de Saint Mary-of-the-Woods , Indiana. El servicio tenía la intención de celebrar la “alegría y lo sagrado del [Orgullo] desde la perspectiva de las comunidades religiosas con votos” y “lamentar los dolores de la legislación anti-LGBTQ+“.
Los feligreses de St. Joseph’s Catholic Church, Seattle durante un picnic comunitario del Orgullo
St. Joseph Parish, Seattle celebró su Picnic anual del Orgullo LGBTQ+ después de la misa dominical. Los feligreses también se unieron a la limpieza comunitaria “Taking Pride in Capitol Hill” que se llevó a cabo cerca de St. Joseph’s, un evento de servicio que forma parte de las celebraciones del PrideFest en la ciudad. También se instaló una exhibición LGBTQ+ en la parroquia.
Old St. Mary’s Catholic Church,, Chicago, organizó “You Are Beloved: Praying with LGBTQ+ Catholics“, una “noche especial de música, escritura y reflexión” para personas LGBTQ+ y aliados en la parroquia dirigida por Paulist.
Boston College High School hizo que los estudiantes y exalumnos leyeran oraciones centradas en LGBTQ durante los anuncios matutinos durante la primera semana de junio, además de organizar una exhibición de información del Orgullo y recaudar dinero para una organización benéfica local que alberga a jóvenes LGBTQ+ que no tienen hogar y han enfrentado el rechazo familiar. , o están en cuidado de crianza. La programación fue organizada por la Organización Católica Gay-Heterosexual de la escuela.
Orgullo de Nuestra Señora de Guadalupe
@LGBTCatholics publicó en Instagram una imagen de Nuestra Reina del Orgullo/Nuestra Señora del Orgullo, también conocida como GuadaluPride.
Finalmente, para concluir esta publicación, Geez Magazine, una publicación cristiana con varios escritores católicos, publicó una oración del Orgullo escrita por la editora Lydia Wylie-Kellerman que es útil durante todo el año:
“Oh Dios, que nos creaste en nuestra hermosa rareza, quédate con nosotros en estos tiempos peligrosos. Llámanos hacia el coraje + la comunidad mientras nos honramos a nosotros mismos, tal como nos convocaste a ser”.
—Robert Shine (él/él), New Ways Ministry, 29 de junio de 2023
Comentarios desactivados en Cuando nuestros planes para la vida cristiana cumplen con la realidad desordenada de la vida
La publicación de hoy es del editor de Bondings 2.0, Francis DeBernardo, cuya biografía se puede encontrar aquí.
Las lecturas litúrgicas de hoy para la solemnidad de la Santísima Trinidad se pueden encontrar aquí.
Antes de trabajar en Ministro Católico LGBTQ+, enseñé a escribir en una universidad estatal. La semana antes de que comenzara cada semestre, todos los instructores abarrotarían las oficinas del programa de escritura para hacer copias de los programas, políticas raciales y folletos para la primera semana de clases. Fue un momento tranquilo en el campus porque muy pocos de los 37,000 estudiantes de la escuela estaban cerca.
En esta “calma antes de la historia“, todos los instructores bromearían con uno uno sobre lo maravillosamente tranquilo que estaba el ambiente del campus sin estudiantes presentes. También admiraríamos los nuestros y los contornos de la carrera de los demás, señalando cuán ordenados, ordenados y perfectos se veían. Siempre fuimos optimistas de que este semestre fuera Gooit para ser el que todo funcionó sin problemas y que queremos que realmente podamos comunicarse con los estudiantes, para darles las herramientas para convertirse en buenos escritores.
Un semestre, durante estos idílicos tiempos previos al semestre, un instructor fortó a un grupo de colegas: “¿No es perfecto en este momento? Nuestros planes de lecciones son todos prístinos. ¿Por qué los estudiantes tienen que aparecer y arruinar todo todo el tiempo?”Todos rugieron.
Pero, de la raza, los estudiantes aparecieron. Y nuestros planes ordenados y ordenados para el semestre se volvieron al revés, de adentro hacia afuera, y de esa manera por la realidad de un aula llena de tachuelas, cada uno con un conjunto diferente de necesidades, regalos, preguntas, problemas, desafíos y Antecedentes. Pero, de nuevo, a pesar del hecho de que nuestros planes y contornos se ajustaban constantemente, este glorioso desastre de la humanidad, que es lo que hizo que la enseñanza fuera tan interesante, emocionante y divertida.
La segunda lectura de hoy, 2 Corintios 13:11-13, trajo estas experiencias de enseñanza a la mente. Es corto, así que lo proporcionaré en su totalidad aquí:
Hermanos y hermanas, alegraos.
Enmendad vuestros caminos, animaos unos a otros,
poneos de acuerdo, vivid en paz,
y el Dios de amor y paz estará con vosotros.
Saludaos unos a otros con un beso santo.
Todos los santos os saludan.
La gracia del Señor Jesucristo
y el amor de Dios
y la comunión del Espíritu Santo
estén con todos vosotros.
Es un maravilloso conjunto de sentimientos. Me encantaría ser siempre alentador para los demás, poder actuar con ellos todo el tiempo y poder vivir en paz, saludando a los demás con un beso sagrado. ¡Un plan tan maravilloso para la vida cristiana! Maravilloso, es decir, hasta que la gente sonh aparezca con todas sus necesidades, dones, preguntas, problemas, desafíos y antecedentes. ¡Estas otras personas siempre parecen arruinar mis planes para vivir una vida cristiana ideal!
Desafortunadamente, esa es la realidad, especialmente la realidad en nuestra iglesia actual. Todos (MyLyself incluyen) parecen tener su propia visión de lo que se supone que la Iglesia es y hace. Para mí, la igualdad LGBTQ+ es alta en mi agenda. Y puedo conocer a muchas otras personas que comparten esa visión (tal vez como tú). Nuestros planes y visiones son maravillosamente colocados, pero luego están todas estas otras personas cuyas propias agendas están diseñadas para frustrarse la mía. ¡Que molesto!
Si bien el consejo de San Pablo es sólido, creo que un mejor consejo para la iglesia hoy proviene de un recordatorio en el Evangelio de hoy. No es el siempre popular Juan 3:16, sino el vertido justo después de eso, Juan 3:17: “Porque Dios no envía a Jesús al mundo para condenar al mundo, sino que el mundo podría ser salvado“. Cuando leí esta línea, escucho un eco de la línea con el que el Papa Francisco abrió un nuevo capítulo en la discusión de LGBTQ+ de la Iglesia: “¿Quién soy yo para juzgar?”
Para mí, estoy tratando de cambiar esa línea. En lugar de volver a hacer a las personas LGBTQ+, estoy tratando de aplicarlo a las personas anti-LGBTQ+. (No preguntes cómo me va. No siempre es un buen día). El Sínodo Global en el que nuestra iglesia está actualmente comprometida me ha hecho darme cuenta de la importancia de no solo hablar, sino también escuchar, y escuchar sin juzgar a otras personas. Jesús no vino a juzgar el mundo, pero para salvarlo, el evangelio de hoy nos dice. ¿No sería genial si pudiéramos renunciar a nuestra inclinación por juzgar a las personas, especialmente a las personas que realmente ni siquiera conocemos? El mayor consejo del Papa Francisco para el Ministro Pastoral no es juzgar y condenar a las personas LGBTQ+. Su consejo va aún más lejos a pesar de que debe aplicar ese mismo estándar para todos los ministros pastorales. [1]
¿Cómo sería una iglesia que no juzgaría o condenar a otras personas? Tal vez sería como una comunidad que realmente se esfuerza por vivir los preceptos que San. Paul ofreció a los corintios en la cita aprobada anterior. Nuestro mundo es desordenado, nuestra iglesia es desordenada, nuestras vidas son desordenadas. La forma de limpiar este desorden no es por desarrollo un orden ideal que solo funcionará mientras otras personas no aparezcan. Otras personas siempre nos rodean. Incluso si estamos solos, existen en nuestras mentes. No podemos escapar de ellos. Nunca limpiaremos el desorden, pero tal vez siguiendo los consejos de las lecturas de hoy, podemos aprender a lidiar con él de una manera en la que aprendemos a vivir con algunos de los desorden, y tal vez incluso crecer un poco de él.
—Francis DeBernardo, ministro de nuevas formas, 4 de junio de 2023
[1] Para ser claros, juzgar es una parte importante de ser humano. Hacemos juicios con frecuencia todos los días, y debemos hacerlo. Desarrollamos nuestros pensamientos y por hacer juicios, y debemos continuar haciéndolo. Sin embargo, el problema viene cuando comenzamos a juzgar a otras personas. Como una de mis autores espirituales favoritos, Anne Lamott, ha dicho: “Podemos estar seguros de que hemos creado a Dios a nuestra imagen de que comenzamos a pensar que Dios odia a las mismas personas que hacemos”.
Comentarios desactivados en “El cristiano ante Dios”. 04 de junio de 2023. Santísima Trinidad (A.) Juan 3, 16-18.
No siempre se nos hace fácil a los cristianos relacionarnos de manera concreta y viva con el misterio de Dios confesado como Trinidad. Sin embargo, la crisis religiosa nos está invitando a cuidar más que nunca una relación personal, sana y gratificante con él. Jesús, el Misterio de Dios hecho carne en el Profeta de Galilea, es el mejor punto de partida para reavivar una fe sencilla.
¿Cómo vivir ante el Padre? Jesús nos enseña dos actitudes básicas. En primer lugar, una confianza total. El Padre es bueno. Nos quiere sin fin. Nada le importa más que nuestro bien. Podemos confiar en él sin miedos, recelos, cálculos o estrategias. Vivir es confiar en el Amor como misterio último de todo.
En segundo lugar, una docilidad incondicional. Es bueno vivir atentos a la voluntad de ese Padre, pues solo quiere una vida más digna para todos. No hay una manera de vivir más sana y acertada. Esta es la motivación secreta de quien vive ante el misterio de la realidad desde la fe en un Dios Padre.
¿Qué es vivir con el Hijo de Dios encarnado? En primer lugar, seguir a Jesús: conocerlo, creerle, sintonizar con él, aprender a vivir siguiendo sus pasos. Mirar la vida como la miraba él; tratar a las personas como él las trataba; sembrar signos de bondad y de libertad creadora como hacía él. Vivir haciendo la vida más humana. Así vive Dios cuando se encarna. Para un cristiano no hay otro modo de vivir más apasionante.
En segundo lugar, colaborar en el proyecto de Dios que Jesús pone en marcha siguiendo la voluntad del Padre. No podemos permanecer pasivos. A los que lloran, Dios los quiere ver riendo, a los que tienen hambre los quiere ver comiendo. Hemos de cambiar las cosas para que la vida sea vida para todos. Este proyecto que Jesús llama «reino de Dios» es el marco, la orientación y el horizonte que se nos propone desde el misterio último de Dios para hacer la vida más humana.
¿Qué es vivir animados por el Espíritu Santo? En primer lugar vivir animados por el amor. Así se desprende de toda la trayectoria de Jesús. Lo esencial es vivirlo todo con amor y desde el amor. Nada hay más importante. El amor es la fuerza que pone sentido, verdad y esperanza en nuestra existencia. Es el amor el que nos salva de tantas torpezas, errores y miserias.
Por último, quien vive «ungido por el Espíritu de Dios» se siente enviado de manera especial a anunciar a los pobres la Buena Noticia. Su vida tiene fuerza liberadora para los cautivos; pone luz en quienes viven ciegos; es un regalo para quienes se sienten desgraciados.
Comentarios desactivados en “Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por él”. Domingo 04 de junio de 2023. Santísima Trinidad.
Leído en Koinonia:
Éxodo 34,4b-6.8-9: Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso
Interleccional: Daniel 3. A ti gloria y alabanza por los siglos. 2Corintios 13,11-13: La gracia de Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo Juan 3,16-18: Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por él
La Biblia nos revela en una palabra quien es Dios: Dios es amor (1 Jn 4,8). Amor personal (porque te ama a ti, como si sólo a ti amase) amor total (sin medida, porque la medida del amor es dar sin medida), amor sacrificado (oblativo, entregado y paciente), amor universal (inclusivo, no excluyente), amor preferencial (se inclina más hacia el débil). Las lecturas de hoy nos revelan el perfil, el rostro o la fisonomía de Dios. La lectura del Éxodo lo revela como un Dios “compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia y lealtad” (Ex 34,6); y esto inmediatamente después del episodio de adoración al becerro de oro (Ex 32). Como queriendo contrastar la infidelidad del Pueblo y la fidelidad de Dios.
Pablo, en la segunda lectura nos desvela el misterio de un Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, mediante el saludo trinitario a la asamblea: “la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con ustedes” 2 Cor 13, 13.
Finalmente el evangelio de hoy, tomado de San Juan, es uno de esos textos cumbres de la literatura bíblica que revelan una luz especial: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo” (Jn 3,16).
Éstos serían como los versículos fundamentales para nuestra fiesta. En primer lugar el Dios de Israel y de Jesús, es un Dios inserto en la historia. El antiguo y nuevo Pueblo de Dios no llegaron a la experiencia de Dios, ni por la naturaleza (religiones naturalistas, tendentes a divinizar la creación), ni por la filosofía (la elucubración de los filósofos, que a través de las causas segundas, llegaron a una primera causa: Dios), sino por la historia. De ahí que el credo de Israel y el de la Iglesia se definan como credos históricos. Imposible proclamar a este Dios, dejando de lado los grandes acontecimientos salvíficos: que “nació de María, la virgen, que padeció bajo Poncio Pilatos, que fue crucificado, muerto y sepultado”, etc., son datos históricos puntuales. Dejar de lado la historia, sería desencarnar la fe, privarla de su sacramentalidad histórica. Un Dios desentendido de la historia no sería el Dios de los cristianos. En segundo lugar, en esta historia llena de luces y de sombras, pero guiada de la mano de Yahveh, se va dando un avance; lo que los teólogos han llamado “la revelación progresiva”. Cuando éramos niños tuvimos una experiencia de Dios que fue madurando poco a poco hasta hacernos adultos… Se trata de un principio de la pedagogía divina. El misterio de Dios uno y trino es fruto de esta experiencia de revelación progresiva en la historia. Revelación cumbre, expresión de maduración: Dios no es un ser aislado, desentendido de las realidades temporales, solitario. Es un Dios comunitario, familia, sociedad, fraternidad, etc. Por eso como dijimos al principio; la cumbre de toda la revelación bíblica es ésta: Dios es amor. Y el amor nunca es soledad, aislamiento, sino comunión, cercanía, diálogo, alianza.
La naturaleza misma de Dios es todo un proyecto de vida que revela la naturaleza misma del alma humana, creada a imagen y semejanza de Dios. De este modo podemos entender cómo la misma humanidad siente esa necesidad de alianza, aun en medio de la pluralidad. Vivimos en una casa común, somos una familia (humana), tenemos las mismas necesidades, los mismos problemas. Dios en esta hora de la historia habla a través de esos signos de un mundo en búsqueda.
En tercer lugar no hay que estar rompiéndose la cabeza para intentar comprender (desde nuestra lógica natural) un misterio que nos es dado por revelación, y que sólo puede ser aceptado plenamente por la fe. A Dios nadie lo ha visto jamás, sólo el Hijo que estaba en el seno del Padre, es quien nos lo ha dado a conocer (Jn 1,18). La fe ciertamente que pasa del oído a la mente, de la mente al corazón, y del corazón a la vida. No se trata de un proceso meramente racional. Pues la razón se entiende necesitada de la razonabilidad de la fe, al reconocerse humilde ante el misterio de Dios. En efecto Dios revela estas cosas a la gente sencilla, y las esconde a los sabios de este mundo. Esta es la lógica y la sabiduría de nuestro Dios, muy distinta y muy distante de la lógica natural, marcada por los egoísmos humanos. Dios entra más fácilmente en le corazón del niño que en el del adulto, en el corazón del humilde que en el del soberbio, en el corazón del débil que en el del fuerte.
Estamos ante el más grande misterio, que ni ojo vio, ni oído escuchó… Acerquémonos a Dios con Adoración (El Padre)… dispuestos a asumir su proyecto de fraternidad (El Hijo)… con toda la profundidad de nuestro ser (El Espíritu Santo). Leer más…
Comentarios desactivados en Trinidad: Historia humana de Dios, trayectoria divina del hombre
Del blog de Xabier Pikaza:
La confesión trinitaria ofrece la mejor hermenéutica (interpretación) cristiana de Dios, conforme a la Escritura y tradición de la Iglesia.
Dios mismo es principio, camino y meta de la humanidad, no sólo en perspectiva arqueológica (pasado) sino en clave de adoración (gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo) y de redención y plenitud del hombre, pues la Trinidad es el Dios encarnado en Jesucristo
EL SER DE DIOS ES HACERSE CAMINO EN LA HISTORIA
Conforme a una visión tradicional, popularizada y sistematizada por Hegel, el ser de Dios consiste en revelarse. En esa perspectiva han de entenderse las grandes religiones de la historia: son formas de captar y explicitar la revelación de lo divino. Por eso, en un sentido extenso, puede hablarse de una Trinidad revelatoria que consta de tres rasgos o momentos que se pueden condensar de esta manera:
Hay un Revelante (Revelador), es decir, un ser primigenio o fundante que se manifiesta a sí mismo, en gesto de generosidad o donación. En el principio no está el puro vacío, ni el enigma insoluble, ni la confusión general; en el principio hallamos siempre a Aquél (aquello) que se abre y manifiesta.
Hay un Mediador o mediación, es decir, unos signos de presencia o manifestación de 1o divino. Toda nuestra forma de experiencia es “simbólica” en eI sentido radical del término: el Revelante (a quien nunca vemos por sí mismo) se vuelve “palabra” para nosotros.
Hay una Realidad sagrada que viene a explicitarse como expresión o resultado de la presencia divina. A través de su “palabra” o mediación, el Revelante original (o Dios) se vuelve presente en medio de nosotros, que somos la expresión y presencia del Espíritu divino.
Estos tres elementos de la Trinidad o tríada revelatoria pertenecen a la misma estructura de la realidad interpretada como proceso de comunicación: somos personas o existimos porque hay alguien que “nos habla” desde el mismo fondo de la realidad, en llamada o palabra que nos constituye como humanos. De esa forma lo ha entendido la Escritura judeocristiana, en proceso de impresionante fidelidad cultural y religiosa.
Son muchos los caminos de experiencia que encontramos en la Biblia. Ella es una especie de gran enciclopedia o biblioteca donde se recogen múltiples aspectos de la vida: hay sendas o veredas que parecen ya perdidas para siempre o superadas; hay aspectos culturales que no tienen ya para nosotros ningún tipo de importancia.
Pero en el fondo de esa multiplicidad hallamos una especie de camino central o unificante que nos capacita para orientarnos en el cúmulo de textos; es como la clave hermenéutica o la guía de lectura de la Biblia; Dios se va expresando o revelando entre los hombres a través de unos acontecimientos y personas que se encuentran mutuamente vinculados.
El Dios bíblico no viene a revelarse en un sistema de verdades claras y distintas, al modo cartesiano; por eso, la Biblia no se puede tomar como si fuera un libro filosófico. Tampoco se revela Dios en la unidad y variedad de fenómenos del cosmos, en línea que estaría dirigida hacia las ciencias naturales que han desarrollado después los eruditos y sabios de occidente. El Dios bíblico “acontece” (se manifiesta y habla) a través de unas personas que aparecen así como sus mensajeros o profetas. Los grandes profetas de Israel, entendidos de una forma extensa (Abraham y Moisés, Oseas e Isaías, Jeremías y Ezequiel) vienen a entenderse así en una clave teomórfica: su misma vida es “imagen” o manifestación de Dios, a 1o largo de un camino que se encuentra abierto hacia el futuro.
Pues, bien, dentro del AT, ningún profeta puede presentarse como “lugar de revelación total” de Dios; de esa forma se mantiene abierta la transcendencia, Dios es siempre un “más” y el hombre no refleja nunca del todo su misterio. Por eso, Jesús de Nazaret representa un “novum” con respecto a lo anterior. Dios se ha revelado totalmente en Jesús, de tal forma que su verdad interior (su inmanencia) se identifica con eso que podemos llamar “el fenómeno” Jesús (la economía divina).
Jesús es la novedad de Dios, pero se encuentra en la misma línea del AT: habló Dios en otro tiempo “en los profetas”, aunque nunca había revelado del todo su misterio; ahora lo ha hecho, nos ha hablado del todo; por eso decimos que Jesús mismo es su Hijo (cf Jn 1 y Hb 1). Estamos en la línea de eso que pudiéramos llamar revelación descendente.
En el principio era y sigue siendo la manifestación de un Dios que dice su palabra o se desvela por medio de los hombres. Imagen y presencia de Dios era Adán en el principio (Gn 1). Imagen y manifestación parcial de Dios fueron los profetas que forman eso que pudiéramos llamar la columna vertebral o gran vereda de la historia israelita. Pues, bien, en la culminación de ese camino, como profeta total de Dios, hallamos a Jesús.
Por eso, allí donde la línea israelita llega hasta su meta tenemos que hablar de Trinidad (=Dios se expresa en su Hijo, haciendo que su Espíritu o su vida se desvele ya del todo sobre el mundo, es decir, como mundo: Comunidad de comunicación, el ser humano). Antes que misterio teológico (esencia interna de un Dios que existe en sí mismo en comunión de tres personas) la Trinidad viene a entenderse de esa forma como hermenéutica cristiana consecuente del conjunto de la Biblia.
Los judíos siguen con la línea abierta hacia un futuro no alcanzado (ni alcanzable): Dios no se ha revelado ni se puede revelar nunca del todo; en el fondo los hombres nunca pueden encontrarle, para dialogar con El en comunión definitiva (es decir, en una vida abierta en Dios en forma de resurrección).
Los cristianos, en cambio, afirman que la línea de la revelación de Dios ya ha culminado: lo que era anuncio y anhelo en los profetas se ha convertido en presencia y gracia ya definitiva; siendo divino (Padre transcendente) Dios se manifiesta del todo por Jesús. Allí donde la revelación es plena tenemos que hablar de Trinidad: el Padre (Revelante), por medio de Jesús (Mediador) se hace presente como vida (Revelación plena) entre los hombres, en la experiencia escatológica o definitiva del Espíritu.
TRINIDAD, PLENITUD Y TAREA DEL HOMBRE
Repetimos de algún modo el esquema anterior, introduciendo una variante significativa: nos fijamos en el hombre, interpretado ya como proceso o despliegue de vida, una vida personal que se transmite y despliega por nacimiento y resurrección. No hay en la Biblia una visión del hombre como esencia ya forjada e inmutable para siempre (en plano de eternidad espiritual), pues la visión y realidad del hombre se va desplegando, haciéndose realidad en la historia (que es presencia de Dios).
El hombre es imagen de Dios (Gen 1) y por eso ha de entenderse en forma de proceso o camino de realización. Por eso, la revelación de Dios (abierta en línea trinitaria) se identifica de algún modo con la misma realización del hombre (también interpretada en línea trinitaria). En esta línea se sitúa eso que a veces se ha llamado mesianismo ascendente, es decir, la visión del hombre como búsqueda de Dios. El hombre no es todavía: se va haciendo, se busca a sí mismo y consigue realizarse solamente cuando y donde alcanza lo divino (llega a encontrarse plenamente con Dios). Esto es lo que hallamos al principio de la Biblia (Gen 2-3); allí se dicen dos cosas que parecen contradictorias y que, sin embargo, se encuentran bien relacionadas:
El hombre no puede hacerse Dios por fuerza, es decir, como resultado de una obra “suya”. El hombre no se puede “fabricar” a sí mismo como divino, pues todo lo que él fabrica como cosas‒objetos de consumo son ídolos (realidades que le terminan engañando y dominando). El hombre no puede comer del árbol del conocimiento del bien/mal que se halla reservado a lo divino. Sólo allí donde reconoce su límite (se sabe fundado en lo divino) el hombre puede realizarse como humano, es decir, abrirse a lo divino
Al hombre se le ofrece el árbol de la vida, pero sólo puede conseguirla allí donde renuncia a dominarla (y dominarlo todo) por la fuerza, fabricándose a sí mismo, fabricando cosas, en la línea de eso que Jesús llama Mammón. El camino de Dios (reflejo en ese árbol de la Vida) se convierte de esa forma en experiencia de gratuidad, de creación gratuita de su misma vida, en comunión. Situados al principio del gran texto de Gen 2, estos dos árboles ofrecen eso que podemos llamar la parábola y fundamento hermenéutico de la interpretación de la Biblia y del ser de Dios como gratuidad, pobreza y universalidad (como seguiré indicando en este trabajo).
Ésta es la historia de Adám, como ser humano encerrado en sí mismo, tal como la ha interpretado San Pablo en Rom 1‒5, partiendo de Gen 2‒3. En la línea del dominio de lo bueno/malo (del hombre como forjador violento de sí mismo) se encuentra la violencia impositiva, la destrucción del ser humano, que no se descubre y despliega a sí mismo como gracia y don o regalo de sí mismo, sino como imposición y deseo de dominio (es decir, de Mammón: Mt 6, 24). Desde la perspectiva bíblica, el hombre es Gratuidad, como Dios Padre trinitario: El ser no es dominio de sí, sino regalo de vida.
A 1o largo de su historia larga, rica y creadora de la Biblia, siempre que los hombres (Israel) han querido fundar su existencia en sí mismos, en clave de lucha y violencia han fracasado. La vida de los hombres es gracia, es el don supremo, el don de los dones, como signo y presencia de Dios, que es ante todo “gracia”, el Padre, esto es, aquel que se da y entrega a sí mismo.
En esta perspectiva ha de entenderse la experiencia de Jesús a quien el NT ha descubierto y presentado como “el hombre”, es decir, como el verdadero ser humano. Jesús es Cristo, es decir, es Mesías porque expresa y realiza el verdadero sentido de lo humano, es decir, de Adam. Así debe entenderse el título Hijo del Hombre de la tradición de los sinópticos, lo mismo que las reflexiones de Rom 5 donde San Pable le presenta como auténtico Adam, el hombre verdadero.
Cristo es Adán, hombre primero, porque descubierto y realizado para sí y para todo el conjunto de lo humano la verdad de aquello que estaba ya anunciado en Gen 2-3. No ha comido del árbol de 1o bueno/malo, es decir, no ha querido hacerse dueño de las cosas con su esfuerzo dominador, en la línea del “juicio” (cf. Mt 7,1), no ha querido dominar sobre los otros por la fuerza, como destaca el himno de Flp 2, 6‒12, no se ha impuesto por la fuerza, para ser así mesías sobre los demás, no ha comido del árbol de la vida”, sino que ha recibido y desplegado el amor de Dios de un modo gratuito, dando su vida por los demás y recibiendo así, por la resurrección el don de vida/gracia de Dios Padre.
El año litúrgico comienza celebrando cómo Dios Padre envía su Hijo al mundo. En los domingos siguientes recordamos la actividad y el mensaje de Jesús. Cuando sube al cielo nos envía su Espíritu, cuya venida celebramos el domingo pasado. Ya tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y estamos preparados para celebrar a los tres en una sola fiesta, la de la Trinidad.
Esta fiesta surge bastante tarde, en 1334, y fue el Papa Juan XII quien la instituyó. Quizá pretendía (como ocurrió con la fiesta del Corpus) contrarrestar a grupos heréticos que negaban la divinidad de Jesús o la del Espíritu Santo. Así se explica que el lenguaje usado en el Prefacio sea más propio de una clase de teología que de una celebración litúrgica. En cambio, las lecturas son breves y fáciles de entender, centrándose en el amor de Dios.
La única definición bíblica de Dios (Éxodo 34,4b-6.8-9)
La primera lectura, tomada del libro del Éxodo, ofrece la única definición (mejor, autodefinición) de Dios en el Antiguo Testamento y rebate la idea de que el Dios del Antiguo Testamento es un Dios terrible, amenazador, a diferencia del Dios del Nuevo Testamento propuesto por Jesús, que sería un Dios de amor y bondad. La liturgia, como de costumbre, ha mutilado el texto. Pero conviene conocerlo entero.
Moisés se encuentra en la cumbre del monte Sinaí. Poco antes, le ha pedido a Dios ver su gloria, a lo que el Señor responde: «Yo haré pasar ante ti toda mi riqueza, y pronunciaré ante ti el nombre de Yahvé» (Ex 33,19). Para un israelita, el nombre y la persona se identifican. Por eso, «pronunciar el nombre de Yahvé» equivale a darse a conocer por completo. Es lo que ocurre poco más tarde, cuando el Señor pasa ante Moisés proclamando:
«Yahvé, Yahvé, el Dios compasivo y clemente, paciente y misericordioso y fiel, que conserva la misericordia hasta la milésima generación, que perdona culpas, delitos y pecados, aunque no deja impune y castiga la culpa de los padres en los hijos, nietos y bisnietos» (Éxodo 34,6-7).
Así es como Dios se autodefine. Con cinco adjetivos que subrayan su compasión, clemencia, paciencia, misericordia, fidelidad. Nada de esto tiene que ver con el Dios del terror y del castigo. Y lo que sigue tira por tierra ese falso concepto de justicia divina que «premia a los buenos y castiga a los malos», como si en la balanza divina castigo y perdón estuviesen perfectamente equilibrados. Es cierto que Dios no tolera el mal. Pero su capacidad de perdonar es infinitamente superior a la de castigar. Así lo expresa la imagen de las generaciones. Mientras la misericordia se extiende a mil, el castigo sólo abarca a cuatro (padres, hijos, nietos, bisnietos). No hay que interpretar esto en sentido literal, como si Dios castigase arbitrariamente a los hijos por el pecado de los padres. Lo que subraya el texto es el contraste entre mil y cuatro, entre la inmensa capacidad de amar y la escasa capacidad de castigar. Esta idea la recogen otros pasajes del AT:
«Tú, Señor, Dios compasivo y piadoso,
paciente, misericordioso y fiel» (Salmo 86,15).
«El Señor es compasivo y clemente,
paciente y misericordioso;
no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas;
como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos;
como un padres siente cariño por sus hijos,
siente el Señor cariño por sus fieles» (Salmo 103, 8-14).
«El Señor es clemente y compasivo,
paciente y misericordioso;
El Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas» (Salmo 145,8-9).
«Sé que eres un dios compasivo y clemente,
paciente y misericordioso,
que se arrepiente de las amenazas» (Jonás 4,2).
Como consecuencia de lo anterior, Dios se convierte para Moisés en modelo de amor al pueblo: las etapas del desierto han sido momentos de incomprensión mutua, de críticas acervas, de relación a punto de romperse. Ahora, las palabras de Dios mueven a Moisés a interesarse por el pueblo y a demostrarle el mismo amor que Dios le tiene.
El amor de Dios al mundo (Juan 3,16-18)
Este breve fragmento, tomado del extenso diálogo entre Nicodemo y Jesús, insiste en el tema del amor de Dios llevándolo a sus últimas consecuencias. No se trata solo de que Dios perdone o sea comprensivo con nuestras debilidades y fallos. Su amor es tan grande que nos entrega a su propio Hijo para que nos salvemos y obtengamos la vida eterna. «De tal manera amó Dios al mundo…». La palabra «mundo» puede significar en Juan el conjunto de todo lo malo que se opone a Dios. Pero en este caso se refiere a las personas que lo habitan, a las que Dios ama de una forma casi imposible de imaginar. Dios no pretende condenar, como muchas veces se predica y se piensa, sino salvar, dar la vida. Una vida que consiste, desde ahora, en conocer a Dios como Padre y a su enviado, Jesucristo, y que se prolongará, después de la muerte, en una vida eterna. En estos meses de pandemia, que nos han puesto en contacto frecuente con la muerte, las palabras de Jesús nos sirven de ánimo y consuelo.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
Nuestra respuesta: amor con amor se paga (2 Corintios 13,11-13)
En la primera lectura, Dios se convertía en modelo para Moisés, animándolo al amor y al perdón. En la carta de Pablo a los corintios, Dios se convierte en modelo para los cristianos. La misma unión y acuerdo que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu debe darse entre nosotros, teniendo un mismo sentir, viviendo en paz, animándonos mutuamente, corrigiéndonos en lo necesario, siempre alegres.
Esta lectura ha sido elegida porque menciona juntos (cosa no demasiado frecuente) a Jesucristo, a Dios Padre y al Espíritu Santo. En esas palabras se inspira uno de los posibles saludos iniciales de la misa.
Hermanos: Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso ritual. Os saludan todos los santos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos vosotros.
Conclusión
«Escucha, Israel: el Señor, tu Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser».
Y eso precisamente es lo que celebramos hoy: ¡Qué Dios es Amor AMANDO!
Dios no solo es amor, porque también es AMAR. La Trinidad, lejos de ser una cosa muy complicada de la que es difícil hablar, sencillamente nos muestra que Dios ama. Es amor activo.
El Padre, el Hijo y la Santa Ruah ponen ante nuestros ojos la más bella relación de amor. Y, al mismo tiempo, nos invitan a participar de ella.
“Tanto amó Dios al mundo…” ¿Qué puede hacer el amor sino amar?
Descubrir que Dios es amor o mejor, descubrir que Dios te ama personalmente, no te hace la vida más fácil. Tampoco te da respuesta a todas las preguntas. No. Pero le añade una riqueza única. Un plus de sentido.
Aunque una cosa es saberlo y otra experimentarlo. Cuando experimentas que Dios es amor porque te descubres profundamente amada es un punto y aparte.
Es descubrir que cada ser humano, cada persona es Icono de la Trinidad. Porque todas estamos llamadas a ser pura relación de amor.
No, la Trinidad no es un complicado tratado sobre el misterio de Dios lleno de dogmas y extendido en cientos de volúmenes. No. La Trinidad somos tú y yo, somos todas nosotras juntas, la humanidad entera. Recreada. Siempre amada. Divina. En plenitud. La Trinidad es el movimiento de Dios en la humanidad que nos entrelaza haciéndonos hermanas.
Para hablar de la Trinidad no necesitamos palabras complicadas. Ya que la Trinidad, como el Reino, se parece a todo lo humano. Está inmersa en todo lo nuestro.
Parafraseando a Jesús podríamos decir: “La Trinidad se parece a una bella danza en grupo a la que tú estás invitada a participar.”
Oración
Trinidad Santa, damos el don de re-conocerte, de descubrirte presente en nuestra vida. Revélanos la grandeza de sabernos Icono de tu amor en relación.
Cristianos Gays es un blog sin fines comerciales ni empresariales. Todos los contenidos tienen la finalidad de compartir, noticias, reflexiones y experiencias respecto a diversos temas que busquen la unión de Espiritualidad y Orientación o identidad sexual. Los administradores no se hacen responsables de las conclusiones extraídas personalmente por los usuarios a partir de los textos incluidos en cada una de las entradas de este blog.
Las imágenes, fotografías y artículos presentadas en este blog son propiedad de sus respectivos autores o titulares de derechos de autor y se reproducen solamente para efectos informativos, ilustrativos y sin fines de lucro. Por supuesto, a petición de los autores, se eliminará el contenido en cuestión inmediatamente o se añadirá un enlace. Este sitio no tiene fines comerciales ni empresariales, es gratuito y no genera ingresos de ningún tipo.
El propietario del blog no garantiza la solidez y la fiabilidad de su contenido. Este blog es un espacio de información y encuentro. La información puede contener errores e imprecisiones.
Los comentarios del blog estarán sujetos a moderación y aparecerán publicados una vez que los responsables del blog los haya aprobado, reservándose el derecho de suprimirlos en caso de incluir contenidos difamatorios, que contengan insultos, que se consideren racistas o discriminatorios, que resulten obscenos u ofensivos, en particular comentarios que puedan vulnerar derechos fundamentales y libertades públicas o que atenten contra el derecho al honor. Asimismo, se suprimirá aquellos comentarios que contengan “spam” o publicidad, así como cualquier comentario que no guarde relación con el tema de la entrada publicada.
no se hace responsable de los contenidos, enlaces, comentarios, expresiones y opiniones vertidas por los usuarios del blog y publicados en el mismo, ni garantiza la veracidad de los mismos. El usuario es siempre el responsable de los comentarios publicados.
Cualquier usuario del blog puede ejercitar el derecho a rectificación o eliminación de un comentario hecho por él mismo, para lo cual basta con enviar la solicitud respectiva por correo electrónico al autor de este blog, quien accederá a sus deseos a la brevedad posible.
Este blog no tiene ningún control sobre el contenido de los sitios a los que se proporciona un vínculo. Su dueño no puede ser considerado responsable.
Nuevos Miembros
Para unirse a este grupo es necesario REGISTRARSE y OBLIGATORIO dejar en el FORO un primer mensaje de saludo y presentación al resto de miembros.
Por favor, no lo olvidéis, ni tampoco indicar vuestros motivos en las solicitudes de incorporación.
Comentarios recientes