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Entradas Etiquetadas ‘San pedro y San pablo’

Amar es darlo todo y darse uno mismo.

Domingo, 29 de junio de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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Ed Knippers, “El lavatorio de pies” (Cristo y sus discipulos)

Tan pronto como se olvida la  divina pobreza, tan pronto como se deja de ve en Dios el amor que se da, que no  puede sino darse, tan pronto como se deja de vivir este amor dándose, se acabó. Esta luz se desvanece, todo el dogma se convierteb en una fórmula y se materializa, todos los sacramentos se transforman en rito externo, toda la jerarquía se hace una tiranía, toda la Iglesia se convierte en una pérdida de tiempo y un absurdo, toda la Biblia, un tejido de mitos.

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Maurice Zundel
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29.VI.14 Un tipo llamado Roca (retrato robot de Pedro)

Domingo, 29 de junio de 2014
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san_pedro_greco_2[1]Del blog de Xabier Pikaza:

No fue el primer Papa, en el sentido posterior del término, pero su historia recogida desde diversas perspectivas por el Nuevo Testamento, ha marcado la historia de los papas y de toda la Iglesia, hasta el día de hoy.

Por eso es bueno recordar su figura, ofreciendo un retrato-robot,como si hubiera que buscarla, para reiniciar el fuerte camino de la Iglesia. Así lo hare, recogiendo sus rasgos fundamentales.

Ciertamente, no fue Papa, pero nos ayuda a entender y actualizar lo que han sido y deben ser los papas, a la luz del Nuevo Testamento… y lo que podemos ser nosotros los cristianos, pues más que como Papa el NT le presenta como “tipo” y ejemplo de cristiano (con sus valores y defectos).

Estos son veinte de los rasgos de este retrato-robot de Pedro, para el día de su fiesta, el próximo domingo. Felicidades a los Simones, Pedros, Perus, Pietros, Butros, Peters y demás (incluido en especial el Papa Francisco, un “tipo” que casa bien con el viejo Pedro del evangelio). Buen día y buen camino a todos.

1. Un tipo que cambió dos veces de nombre

Se llamaba Simeón, como el segundo hijo de Jacob, un tipo durísimo, autor con Leví (el “sacerdote”) de la gran matanza de Siquém, según el libro de los Jueces; no le gustaba que la gente se mezclara, era un integrista. Sabía utilizar la espada. Pues bien, nuestro Simeón, con nombre de patriarse, se hizo llamar Simón, nombre que suena mejor en griego, quizá para mezclarse mejor con los pescadores del otro lado del lago. Más tarde, Jesús le llamo Kefas, que significa en arameo el Roca, es decir, para nosotros, Pedro.

2. Un tipo que cambió al menos tres veces de oficio…

Era de Betsaida, al otro lado de Galilea, a la vera del gran Lago, una ciudad reedificada por Herodes Felipe, rey de Iturea, en honor de la hija del César de Roma, con el nombre de Julia… Pero vino a vivir a la orilla de Galilea, en una ciudad llamada Cafarnaum. No debía ser rico, pues entró a vivir en casa de su mujer, bajo la autoridad de su suegra. Era pescador, pero andaba inquieto por el futuro de Israel, y así se fue con Juan Bautista, ha hacer de penitente… Allí le encontró Jesús de Nazaret, y le invitó a seguirle, dejando la penitencia para ocuparse del Reino de Dios. Así lo cuenta el evangelio de Juan (Jn 1).

3. No fue un solitario.

Pasó de su cada a la casa de su suegra… Y pasó luego de los discípulos de Juan Bautista, donde estaba con algunos de sus “amigos” de Betsaida, a los discípulos de Jesús… que le llamó de nuevo, al lado de su hermano Andrés (otro tipo que había tomado nombre griego) y de los Zebedeos (como cuenta Mc 1, 16-20). Nunca hay un Pedro sólo, sino un Pedro con la suegra, o con Juan Bautista con los “cuatro de la fama” (los de Mc 1) o con los Doce (todo Israel, Mc 3), y con el conjunto de los creyentes, parientes de Jesús, mujeres, mucha gente (Hch 1, 12-14).

4. Un tipo que estuvo en la escuela de Jesús

No fue letrado, al menos que sepamos… Era hombre de pueblo, de la raya entre Iturea y Galilea, un pescador de orilla (no tenía barca, como los zebedeos, echaba la red desde la esquina de la plaza, con los pies en el agua…). Pero debía tener oficio, sabía manejar el “arte” y Jesús le llamó para que fuera “pescador de hombres”, un oficio que aprendió a trompicones. Supone el evangelio (Mt 10), que Jesús le mandó con sus otros compañeros a proclamar el Reino de Dios en Galilea, pero no debió tener mucho éxito, porque subieron más tarde a Jerusalén, para instaurarlo, sin tener tampoco éxito externo.

5. Pedro, un tipo al que Jesús puede llamar y llama “Satanás”

El recuerdo de Simón, al que Jesús llamó Pedro (Piedra) está ligado a propuestas de poder… El mismo Jesús le tuvo que llamar Satanás y Tentador (Mc 8). Da la impresión de que Pedro estuvo en el movimiento de Jesús y en la Iglesia posterior como una “piedra de tropiezo” (eso dice Jesús en Mc 8): Para hacer tropezar a otros, para hacerles caer, más que para levantarse. Pedro está en la iglesia como signo de fragilidad: Sólo puede ser Papa-Piedra el que vive desde la fragilidad y el miedo, como Pedro

6. Un tipo que acaba negando a Jesús ante el poder

Ciertamente, le abandonan todos los “hombres” en Getsemaní, pero de un modo especial le niega Pedro, ante el juicio de los sacerdotes. No es quizá que tenga miedo, es que no acaba de entender lo que implica el camino de Jesús, por tres veces, una, dos, tres, ante los criados del poder, en Jerusalén (Mc 14 par). Pedro-Piedra-Papa ha sido en la Iglesia signo de negación, y de “retorno” (llorando), un Papa que no sabe llorar no es hombre, no es Papa. Un Papa que no puede equivocarse nunca no es Papa, ni es Hombre…. (lo de la infalibilidad va en otra línea…, pero en una línea donde es necesario en poderse equivocar; sólo los muertos no yerran). Leer más…

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Fiesta de san Pedro y san Pablo

Domingo, 29 de junio de 2014
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SAN PEDRO Y SAN PABLODel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

 Una pareja extraña para una fiesta peculiar

¿A quién se le ocurriría un homenaje común a Messi y Cristiano Ronaldo? Salvadas las enormes diferencias, la misma extrañeza produce esta fiesta que une a dos personajes muy distintos, de los que sabemos que, en cierto momento, en Antioquía de Siria, tuvieron un terrible altercado por motivos teológicos y prácticos. Parecería normal una fiesta de Pedro y Andrés, que eran hermanos; o de Pedro y Juan, que aparecen juntos a menudo en los evangelios y al comienzo del libro de los Hechos. Pero, ¿Pedro y Pablo?
La Iglesia, al unirlos en una celebración común, nos indica qué pretende con esta fiesta: no es cantar la gloria de ninguno de los dos santos (cosa que tanto nos gusta a los católicos) sino celebrar la obra común que Dios llevó a cabo a través de ellos.

Pedro, el cabecilla

Entre los discípulos de Jesús, Pedro fue sin duda el más lanzado, con el peligro que eso conlleva. Era el cabecilla del grupo, el primero en hablar en cualquier circunstancia, sin miedo a reprender a Jesús cuando anuncia su pasión, sin miedo a llevarle la contraria cuando quiere lavarle los pies o cuando anuncia que todos los traicionarán. El ser tan lanzado lo sitúa también en el lugar más peligroso, y termina negando a Jesús. Pero, como él mismo termina confesando después de la resurrección: «A pesar de todo, tú sabes que te amo». No es raro que Jesús lo viese como el cabecilla natural del grupo después de su muerte.

Pablo, el hombre universal

Pero la expansión de la Iglesia primitiva es humanamente inconcebible sin la figura de Pablo. Todos hemos leído su conversión. Lo que muchos no conocen es la revelación que Dios le hizo y en la que él tanto insiste en sus cartas: que la buena noticia de Jesús no era sólo para los judíos sino también para todo el mundo; para judíos y paganos. Es cierto que a mediados del siglo I ya hay cristianos en Roma (a ellos les dirige Pablo su famosa carta), pero si el evangelio se extiende por lo que actualmente es Turquía, Grecia, quizá España, es gracias a la labor de Pablo, que recorrió miles de kilómetros y se expuso a toda clase de peligros por llevar la fe en Jesús «hasta los confines de la tierra».

El enfoque de las lecturas

La liturgia concede especial importancia a Pedro, dedicándole las lecturas primera y tercera (evangelio). A Pablo dedica la segunda. En ambos casos se destacan los aspectos de protección divina y misión.

PEDRO: PROTECCIÓN Y MISIÓN

1ª lectura: protección divina

Se expresa a través de un sorprendente milagro: Pedro, a pesar de estar encadenado y vigilado por cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno, es liberado durante la noche por un ángel.

En aquellos días, el rey Herodes se puso a perseguir a algunos miembros de la Iglesia. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Era la semana de Pascua. Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel, encargando de su custodia a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenla intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua, Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él. La noche antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel. De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocó a Pedro en el hombro, lo despertó y le dijo:
Date prisa, levántate.
Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió:
Ponte el cinturón y las sandalias.
Obedeció, y el ángel le dijo:
Échate el manto y sígueme.
Pedro salió detrás, creyendo que lo que hacía el ángel era una visión y no realidad. Atravesaron la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la calle, y se abrió solo. Salieron, y al final de la calle se marchó el ángel. Pedro recapacitó y dijo:
Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos.

Resulta imposible no pensar en la liberación de los israelitas de Egipto, cuando el ángel marcha delante de ellos también durante la noche. Esta es la tercera vez que meten a Pedro en la cárcel, y la segunda que lo saca un ángel. Algo que llama la atención, porque otros cristianos no gozan del mismo grado de protección divina: a Esteban lo apedrean, a Santiago lo degüellan, a Pablo lo persiguen a muerte y tienen que descolgarlo en una espuerta… Por otra parte, el mismo Pedro terminará crucificado según la tradición.

Esta primera lectura, que puede provocar una sonrisa escéptica en muchos cristianos actuales, tiene gran valor simbólico. Basta pensar en los últimos Papas, atados con todo tipo de cadenas: geográficas, culturales, económicas (desde el lejano caso Marcinkus hasta los recientes escándalos del IOR), tradiciones que tienen muy poco que ver con el evangelio, y vigilados por multitud de cardenales, obispos y teólogos (más atentos que las cuatro cohortes romanas de Pedro). Buen momento para pedirle a Dios que envíe un ángel a liberar a Francisco.

Evangelio: misión

La misión se cuenta con el famoso episodio de la confesión de Cesarea de Felipe, que parte de la gran pregunta: ¿quién es Jesús? El pasaje se divide en tres partes: 1) lo que piensa la gente; 2) lo que afirma Pedro; 3) la promesa de Jesús a Pedro.

Lo que piensa la gente

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
― ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
― Unos que Juan Bautista, otros que Ellas, otros que Jeremías o uno de los profetas.

Jesús realiza una encuesta: quién dice la gente que es él. Un lector moderno con cierta cultura bíblica pensará que el resultado no puede ser más descorazonador. Para la gente, Jesús no es un personaje real, sino un muerto que ha vuelto a la vida, se trate de Juan Bautista, Elías, Jeremías o de otro profeta. De estas opiniones, la más “teológica” y con mayor fundamento sería la de Elías, ya que se esperaba su vuelta, de acuerdo con Malaquías 3,23: “Yo os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día del Señor, grande y terrible; reconciliará a padres con hijos, a hijos con padres, y así no vendré yo a exterminar la tierra”.

Al lector moderno le puede resultar interesante que el pueblo vea a Jesús en la línea de los antiguos profetas, en lo que pueden influir muchos aspectos: su poder (como en los casos de Moisés, Elías y Eliseo), su actuación pública, muy crítica con la institución oficial, su lenguaje claro y directo, su lugar de actuación, no limitado al estrecho espacio del culto…

Sin embargo, cuando se conoce la época de Jesús, la visión anterior resulta inadecuada. En la mentalidad popular, el título de “profeta” tiene fuertes connotaciones políticas; significa que la gente ve a Jesús como un libertador. Flavio Josefo nos ha dejado testimonio de varios “profetas” surgidos por entonces. Su visión es muy negativa, pero interesante:

“Hombre engañadores e impostores, que bajo apariencia de inspiración divina realizaban innovaciones y cambios, induciendo a la multitud a actos de fanatismo religioso y la llevaban al desierto, como si allí Dios les hubiese mostrado los signos de la libertad inminente. Félix envió caballería e infantes contra estos, matando a gran cantidad. Mayor desgracia fue la que trajo sobre los judíos el falso profeta egipcio. Efectivamente, llegó al país un hombre charlatán, que, habiéndose ganado reputación de profeta, reunió a casi treinta mil de los seducidos por él; desde el desierto los llevó al monte de los Olivos, desde donde, según decía, podía penetrar a la fuerza en Jerusalén, vencer a la guarnición romana e imponerse como tirano sobre el pueblo” (Guerra de los Judíos II, 258-263).

Este mentalidad popular del profeta como libertador político es la que comparten los discípulos de Emaús; para ellos, Jesús era “un profeta poderoso en obras y en palabras… nosotros esperábamos que él fuera el libertador de Israel” (Lc 24,19-21).

Lo que afirma Pedro

Jesús quiere saber si sus discípulos comparten esta mentalidad o tienen una idea distinta:

Él les preguntó:
― Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
― Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»

Es una pena que Pedro se lance inmediatamente a dar la respuesta, porque habría sido interesantísimo conocer las opiniones de los demás.

Según Mc 8,29, la respuesta de Pedro se limita a las palabras “Tú eres el Mesías”. Mt añade “el Hijo de Dios vivo”. ¿Aporta algo especial este añadido? Según algunos, Pedro confesaría no sólo la misión salvadora de Jesús (Mesías), sino también su filiación divina (Hijo de Dios). Sin embargo, esta teoría no es tan clara como parece. El rey de Israel -y por tanto el Mesías- era presentado desde antiguo como “Hijo de Dios” o “Hijo del Altísimo”. En el fondo, parece que Mateo no añade nada nuevo. En cualquier caso, hay un dato indiscutible: confesar a Jesús como “Hijo de Dios” ya lo habían hecho los discípulos después de verlo caminar sobre las aguas (14,33). Por consiguiente, la novedad no reside aquí, sino en el título de Mesías. En su origen, el Mesías era el rey de Israel, al que se ungía derramando aceite sobre la cabeza. Con el paso del tiempo, especialmente en los siglos II y I a.C., la imagen del Mesías fue adquiriendo rasgos cada vez más sorprendentes, como se advierte en los Salmos 17 y 18 de Salomón (de origen fariseo, no forman parte de la Biblia). De él se esperaba la liberación política de Israel y la instauración de una sociedad de justicia, paz en entrega al Señor.

Por consiguiente, la confesión de Pedro reviste una importancia y novedad enormes. Además, es importante advertir que se sitúa inmediatamente después del episodio de fariseos y saduceos, representantes del judaísmo oficial, que no aceptan a Jesús. Pedro, contra la opinión oficial, ve en Jesús al salvador del pueblo elegido por Dios.

Las promesas de Jesús a Pedro

Jesús le respondió:

― ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.

Esta tercera parte es exclusiva de Mateo y es la fundamental para la fiesta de hoy. En los evangelios de Marcos y Lucas, el pasaje de la confesión de Pedro en Cesarea de Felipe termina con las palabras: “Prohibió terminantemente a los discípulos decirle a nadie que él era el Mesías“. Sin embargo, Mateo introduce aquí unas palabras de Jesús a Pedro.

Comienzan con una bendición, que subraya la importancia del título de Mesías que Pedro acaba de conceder a Jesús. Humanamente hablando, Pedro es un hereje o un loco. Para Jesús, sus palabras son fruto de una revelación del Padre. Nos vienen a la memoria lo dicho en 11,25-30: “Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y aquel a quien el Padre se lo quiere revelar”.
Basándose en este revelación, no en los méritos de Pedro, Jesús le comunica unas promesas: 1) sobre él edificará su Iglesia; 2) le dará las llaves del Reino de Dios; 3) como consecuencia de lo anterior, lo que él decida en la tierra será refrendado en el cielo.

Las afirmaciones más sorprendentes son la primera y la tercera. En el AT, la “roca” es Dios. En el NT, la imagen se aplica a Jesús. Que el mismo Jesús diga que la roca es Pedro supone algo inimaginable, que difícilmente podrían haber inventado los cristianos posteriores. (La escapatoria de quienes afirman que Jesús, al pronunciar las palabras “y sobre esta piedra edificaré mi iglesia” se refiere a él mismo, no a Pedro, es poco seria).

La segunda afirmación (“te daré las llaves del Reino de Dios“) se entiende recordando la promesa de Is 22,22 al mayordomo de palacio Eliaquín: “Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá“. Se concede al personaje una autoridad absoluta en su campo de actividad. Curiosamente, el texto de Mateo cambia de imagen, y no habla luego de abrir y cerrar sino de atar y desatar. Pero la idea de fondo es la misma.

El texto contiene otra afirmación importantísima: la intención de Jesús de formar una nueva comunidad, que se mantendrá eternamente. Todo lo que se dice a Pedro está en función de esta idea.

¿Por qué pone de relieve Mateo este papel de Pedro? ¿Le guía una intención eclesiológica, para indicar cómo concibe Jesús a su comunidad? ¿O tienen una finalidad mucho más práctica? Ambas ideas no se excluyen, y la teología católica ha insistido básicamente en la primera: Jesús, consciente de que su comunidad necesita un responsable último, encomienda esta misión a Pedro y a sus sucesores.

Es posible que haya también de fondo una idea más práctica, relacionada con el papel de Pedro en la iglesia primitiva. Uno de los mayores conflictos que se plantearon desde el primer momento fue el de la aceptación o rechazo de los paganos en la comunidad, y las condiciones requeridas para ello. Los Hechos de los Apóstoles dan testimonio de estos problemas. En su solución desempeñó un papel capital Pedro, enfrentándose a la postura de otros grupos cristianos conservadores (Hechos 10-11; 15). En aquella época, en la que Pedro no era “el Papa“, ni gozaba de la “infalibilidad pontificia”, las palabras de Mateo suponen un espaldarazo a su postura en favor de los paganos. “Lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. Es Pedro el que ha recibido la máxima autoridad y el que tiene la decisión última.

PABLO: PROTECCIÓN Y MISIÓN

De Pablo se podrían haber elegido infinidad de textos, dada la abundancia de sus cartas y lo mucho que cuenta de él el libro de los Hechos. La liturgia ha elegido un breve pasaje, muy autobiográfico, de la segunda carta a Timoteo. A punto de morir, Pablo recuerda su intensa actividad apostólica y espera el premio prometido. Al mismo tiempo, es consciente de que siempre contó con la ayuda y la fuerza del Señor. Igual que a Pedro lo liberó milagrosamente, a él lo ha librado también de la boca del león, no milagrosamente, sino después de naufragios, azotes, apedreamientos, hambre y sed.

Querido hermano: Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

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“Para ser la Iglesia de Pedro y Pablo”, por Faustino Vilabrille

Domingo, 29 de junio de 2014
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112988-83256_pLeído en su blog:

La Iglesia, para ser hoy la Iglesia de Jesucristo, tiene que hacer de la liberación de los empobrecidos la prioridad absoluta de su ministerio.

Comentario a la festividad de los Apóstoles Pedro y Pablo del 29 de junio

1.-Mirada histórica: Un mirada global a la historia de la Iglesia enseguida nos hace caer en la cuenta de la enorme influencia que a lo largo de los siglos tuvo la iglesia jerárquica en la civilización y cultura occidental, sobre todo a lo largo de la edad media, ejerciendo un poder omnímodo en casi todos los campos de la actividad humana y particularmente política, aportando justificación sagrada a toda clase de comportamientos éticos, morales, jurídicos, filosóficos y políticos. Era como una teocracia o gobierno de Dios, cuya representación visible en el mundo es el Papa de Roma que aun hoy es el monarca del Vaticano así como cabeza la iglesia católica.

A medida que la iglesia fue adquiriendo poder político, influencia social y rodeándose de privilegios, fue alejándose del Evangelio e hipotecando su compromiso con la construcción del Reino de Dios. Cada vez era más vista por el pueblo como pegada y plegada al poder, al lado de los poderosos y de la riqueza, influyente socialmente y cada vez más alejada del pueblo y temida, conservadora en los doctrinal y ávida de conservar intactos sus privilegios. Esto la llevó a perder en masa en los siglos XVIII y XIX a la clase obrera. Oponiéndose al avance científico, el progreso, la evolución del pensamiento, y a los movimientos progresistas e innovadores del siglo XIX, perdió a los intelectuales. En el siglo XX y nuestros días, sobre todo en el ámbito de la civilización occidental, está perdiendo a los hombres y a la juventud, pues, por ejemplo, en las celebraciones dominicales de la Eucaristía, casi vemos exclusivamente a mujeres bastante o muy avanzadas en edad y cada vez menos.

2.-El Concilio Vaticano II: El Concilio Vaticano II, providencialmente convocado por Juan XXIII, quiso retornar la Iglesia en su fondo y forma, por un lado a sus orígenes y por otro a responder a los retos e interrogantes de nuestro tiempo, pero sobre todo después de Pablo VI, desde el Vaticano se dio marcha atrás retornando en lo más importante a los tiempos preconciliares, literal y doctrinalmente tapando la boca a muchos teólogos e intelectuales que intentaron ser profetas del Evangelio, al estilo de los Apóstoles y primeros cristianos, para nuestro tiempo, especialmente en América Latina, profetas que no se limitan a enunciar o explicar la doctrina revelada, sino que buscan descubrir y decir cómo se aplica esa revelación en determinada situación y en determinado tiempo y lugar. El profeta posee sensibilidad para percibir lo que está ocurriendo y el sentido de los acontecimientos, donde está el pecado y por donde viene la salvación aquí y ahora.

3.-La profecía y el profeta hoy: La profecía es palabra de Dios a su pueblo aquí y ahora. Es actualización de la palabra de Dios, que fue la misión de Jesús en esta tierra. Por eso ella es 100% religiosa y 100% política, pero política en un sentido bien particular. Esta política no es conquista ni ejercicio de poder. Por el contrario, el profeta no tiene ningún poder y no pretende conquistar un poder, o sea, ninguna capacidad de imponer nada a sus coetáneos. La profecía es política porque es pública, se dirige a la sociedad entera y a sus gobernantes y anuncia un cambio radical de toda la sociedad, denunciando la injusticia y a los injustos y proclamando los grandes valores de Reino de Dios para cada momento histórico, sobre todo la justicia, que es el primer grado de amor. Dios quiere salvar o liberar a la humanidad del estado de injusticia y de dominación en que ella se encuentra.

El profeta se dirige al pueblo. Su acción y sus palabras son actos públicos. El profeta se dirige al mismo tiempo a los jefes del pueblo, a aquellos que detentan el poder justa o injustamente, y también al pueblo en general. Él se siente como la encarnación del mensaje de Dios a la totalidad de su pueblo. Pues Dios quiere recordar en primer lugar que ese pueblo es su pueblo y que los jefes, en lugar de desviar al pueblo de su misión, tienen el deber de promoverla.

El profeta denuncia también la corrupción de los dirigentes del pueblo que abusan de su poder para corromper al propio pueblo. El profeta predica la conversión total de las personas y de la sociedad en sus estructuras. Por esto el profeta es perseguido, denunciado, maltratado, apartado del pueblo y hasta muerto.

Esta misión cumplieron los grandes profetas de Israel, y sobre todo, el Gran Profeta de todos los Profetas, que fue Jesucristo, cuyo compromiso con los oprimidos le llevo a ser condenado y asesinado públicamente por los opresores del pueblo. Así terminaros su compromiso Pedro y Pablo y numerosos cristianos de los primeros siglos en su lucha contra la esclavitud impuesta por el poder romano al pueblo.

El Concilio Vaticano II dice: “El pueblo santo de Dios participa también de la misión profética de Cristo”. Muchos Obispos, sacerdotes y Laicos de América Latina asumieron literalmente esta misión profética.

4.-La justicia: El Concilio Vaticano II tuvo el coraje de pronunciar la palabra “justicia”, palabra prohibida por las elites dominantes en América latina y en el mundo entero. También Medellín pronunció esa palabra prohibida! El centro del mensaje profético en América Latina fue la palabra “justicia”. Muchos murieron por haber pronunciado tal palabra. La palabra justicia es una de las palabras claves de la profecía. Por eso podemos reconocer en Medellín una expresión del Espíritu de profecía, porque lo que los empobrecidos esperan es la justicia. Incluso cuando son humillados por el sistema neoliberal (que los quiere contentar con las limosnas que les concede), ellos no dejan de ser seres humanos con todos los derechos que eso comporta. Tienen derecho a la justicia – y el profeta tiene la misión de recordar que ésta es la voluntad de Dios. A los pobres el profeta les recuerda que son seres humanos con derecho a la justicia y a los privilegiados recuerda que donde hay injusticia es la justicia la que debe existir. Por eso los profetas fueron antes y son ahora perseguidos.

Desde los años 50 la profecía resonaba con fuerza en América Latina, pero sus profetas encontraron en varios documentos del Vaticano II un apoyo firme y una verdadera iluminación. Así, al final del Concilio, 40 obispos de todo los continentes el 16 de noviembre de 1965 se reunieron en la catacumba de santa Domitila y asumieron el compromiso de hacer de la liberación de los pobres la prioridad absoluta de su ministerio. Entre ellos estaban los latinoamericanos que hicieron Medellín. Este fue su gran mensaje:

5.-El gran Pacto de las Catacumbas:
1. Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción, y a todo lo que de ahí se desprende. Mt 5, 3; 6, 33s; 8-20.
2. Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (ricas vestimentas, colores llamativos) y en símbolos de metales preciosos (esos signos deben ser, ciertamente, evangélicos). Mc 6, 9; Mt 10, 9s; Hech 3, 6. Ni oro ni plata.
3. No poseeremos bienes muebles ni inmuebles, ni tendremos cuentas en el banco, etc, a nombre propio; y, si es necesario poseer algo, pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las obras sociales o caritativas. Mt 6, 19-21; Lc 12, 33s.
4. En cuanto sea posible confiaremos la gestión financiera y material de nuestra diócesis a una comisión de laicos competentes y conscientes de su papel apostólico, para ser menos administradores y más pastores y apóstoles. Mt 10, 8; Hech 6, 1-7.
5. Rechazamos que verbalmente o por escrito nos llamen con nombres y títulos que expresen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor…). Preferimos que nos llamen con el nombre evangélico de Padre. Mt 20, 25-28; 23, 6-11; Jn 13, 12-15.
6. En nuestro comportamiento y relaciones sociales evitaremos todo lo que pueda parecer concesión de privilegios, primacía o incluso preferencia a los ricos y a los poderosos (por ejemplo en banquetes ofrecidos o aceptados, en servicios religiosos). Lc 13, 12-14; 1 Cor 9, 14-19.
7. Igualmente evitaremos propiciar o adular la vanidad de quien quiera que sea, al recompensar o solicitar ayudas, o por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a que consideren sus dádivas como una participación normal en el culto, en el apostolado y en la acción social. Mt 6, 2-4; Lc 15, 9-13; 2 Cor 12, 4.
8. Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc. al servicio apostólico y pastoral de las personas y de los grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados, sin que eso perjudique a otras personas y grupos de la diócesis.
Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a evangelizar a los pobres y trabajadores, compartiendo su vida y el trabajo. Lc 4, 18s; Mc 6, 4; Mt 11, 4s; Hech 18, 3s; 20, 33-35; 1 Cor 4, 12 y 9, 1-27.
9. Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad, y de sus mutuas relaciones, procuraremos transformar las obras de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como un humilde servicio a los organismos públicos competentes. Mt 25, 31-46; Lc 13, 12-14 y 33s.
10. Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, estructuras e instituciones sociales que son necesarias para la justicia, la igualdad y el desarrollo armónico y total de todo el hombre y de todos los hombres, y, así, para el advenimiento de un orden social, nuevo, digno de hijos de hombres y de hijos de Dios. Cfr. Hech 2, 44s; 4, 32-35; 5, 4; 2 Cor 8 y 9; 1 Tim 5, 16.
11. Porque la colegialidad de los obispos encuentra su más plena realización evangélica en el servicio en común a las mayorías en miseria física cultural y moral -dos tercios de la humanidad- nos comprometemos:
* a compartir, según nuestras posibilidades, en los proyectos urgentes de los episcopados de las naciones pobres;
* a pedir juntos, al nivel de organismos internacionales, dando siempre testimonio del evangelio, como lo hizo el papa Pablo VI en las Naciones Unidas, la adopción de estructuras económicas y culturales que no fabriquen naciones pobres en un mundo cada vez más rico, sino que permitan que las mayorías pobres salgan de su miseria.
12. Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio. Así,
* nos esforzaremos para “revisar nuestra vida” con ellos;
* buscaremos colaboradores para poder ser más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo;
* procuraremos hacernos lo más humanamente posible presentes, ser acogedores;
* nos mostraremos abiertos a todos, sea cual fuere su religión. Mc 8, 34s; Hech 6, 1-7; 1 Tim 3, 8-10.
13. Cuando regresemos a nuestras diócesis daremos a conocer estas resoluciones a nuestros diocesanos, pidiéndoles que nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus oraciones.

Que Dios nos ayude a ser fieles.

No había solamente obispos, ya que muchos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos se sintieron empujados por la fuerza del Espíritu y también hablaron y actuaron como profetas. Sobre todo en la época de los regímenes militares en América Latina, muchos profetas fueron muertos por causa de su palabra como Oscar Romero, Gerardi, los jesuitas de la UCA y otros muchos. Se tenía la impresión de que la Iglesia estaba volviendo a los primeros tiempos.

6.-El Documento de Puebla: En el llamado documento de Puebla decían los obispos de entones: “Es de suma importancia que este servicio del hermano siga la línea que nos traza el Concilio Vaticano II: «Cumplir antes que nada las exigencias de la justicia para no quedar dando como ayuda de caridad aquello que ya se debe por razón de justicia; suprimir las causas y no sólo los efectos de los males y organizar los auxilios de tal forma que quienes los reciben se vayan liberando progresivamente de la dependencia externa y se basten a sí mismos»”. Era su mensaje profético.

7.-La Iglesia actual: Pues bien, la iglesia actual, o retorna a este mensaje, es decir, a sus orígenes, que es Jesucristo y su mensaje, a la línea de los primeros papas y los cristianos de los primeros siglos, asumiendo el compromiso con los actuales empobrecidos del mundo, denunciando las injusticias, las desigualdades, los robos y saqueos que los ricos, cada vez más ricos, hacen de los pobres, y proclamando a todos las exigencias del mensaje de Jesús, o de lo contrario la iglesia oficial tiene los días contados, porque de no hacerlo así, es infiel al Dios de Jesucristo y su mensaje.

El actual papa Francisco intenta y lucha por retornar a este camino, que es el único que puede garantizar un futuro digno para toda la humanidad. Su mensaje en la ALEGRIA DEL EVANGELIO lo expresa con claridad. ¿El resto de la iglesia jerárquica lo escuchará, le hará caso, lo secundará? De momento, tristemente parece que no lo está haciendo, pues si quiera difunde ampliamente el contenido de ese importante documento. La Iglesia, para ser hoy la Iglesia de Jesucristo, tiene que hacer de la liberación de los empobrecidos la prioridad absoluta de su ministerio, luchando con ellos contra las causas y los causantes de su empobrecimiento..

Todos podemos y debemos ser profetas con los hechos y palabras de nuestra vida.

Un cordial abrazo a tod@s.-Faustino

NOTA IMPORTANTE.- En la elaboración de este comentario para la festividad de los apóstoles Pedro y Pablo hemos seguido en parte un interesante documento escrito por José Comblin, titulado la Profecía en la Iglesia, que recomendamos encarecidamente.

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