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“¿Cómo salvar de nuevo la civilización occidental?”, por Hna. Joan Chittister

Viernes, 21 de junio de 2024
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“Si queremos recuperarnos de los sistemas retorcidos y deformados que actualmente se hacen pasar por Iglesia y Estado”

“Los barcos que se hunden no son difíciles de identificar. Puedes observar su largo, lento y laborioso declive a medida que la popa comienza a desaparecer y la proa, la cabeza del barco, se vuelve inútil”

“Los Gobiernos y las Iglesias declinan exactamente de la misma manera: primero la gente empieza a soltar amarras, a desaparecer; luego, los dirigentes pierden importancia”

“El colapso es obvio e inmanente. Lo que resulta difícil de entender es por qué instituciones antaño grandiosas empiezan a hundirse de repente. Aún más desconcertante es la noción de que nada podría haberse hecho para detener la implosión”

La verdad es que toda gran debacle social empieza en nosotros, en las personas que miramos hacia otro lado mientras sucede, que permitimos que prevalezcan las actitudes que la alimentan

(Global Sisters Report).- Los barcos que se hunden no son difíciles de identificar. Puedes observar su largo, lento y laborioso declive a medida que la popa comienza a desaparecer y la proa, la cabeza del barco, se vuelve inútil. Se ve que ya no avanza hacia el viento. Sabes que ha perdido el control de sí mismo.

Lo interesante es que los Gobiernos y las Iglesias declinan exactamente de la misma manera: primero la gente —el cuerpo de la institución— empieza a soltar amarras, a desaparecer; luego, los dirigentes pierden importancia.

El colapso es obvio e inmanente. Lo que resulta difícil de entender es por qué instituciones antaño grandiosas empiezan a hundirse de repente. Aún más desconcertante es la noción de que nada podría haberse hecho para detener la implosión en primer lugar.

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Las causas probables de tal declive son también muchas, por supuesto: el entorno, tal vez; el colapso sistémico, probablemente; y seguramente la tensión interna que llega con el tiempo a todos los sistemas y estructuras a los que se ha permitido que se volvieran artríticas con el tiempo, que se dieran por sentadas con el tiempo, que se aletargaran con el tiempo.

“Los Gobiernos se hunden. También las Iglesias pierden el rumbo. Entonces, ¿cómo es que permanecemos impasibles mientras nuestras instituciones se marchitan y nuestro valor se encoge?”

Pero sea cual sea la causa del naufragio, es esencial recordar que no solo desaparecen las instituciones. Las personas que dependían de ellas también se hunden con el barco: su confianza en él se pierde, su inconsciencia del peligro que los barcos encarnan de forma natural se pasa por alto, su sensación de seguridad eterna se hace añicos. Hasta que sucede lo imposible y la fragilidad de la vida se reafirma. Una y otra vez. De siglo en siglo.

Los Gobiernos se hunden. También las Iglesias, pecando tanto como salvando, pierden el rumbo. Entonces, ¿cómo es que permanecemos impasibles mientras nuestras instituciones se marchitan y nuestro valor se encoge? No es culpa nuestra, argumentamos. La causa está fuera de nosotros, en la propia institución, decimos. No en nosotros.

Nos equivocamos. La verdad es que toda gran debacle social empieza en nosotros,en las personas que miramos hacia otro lado mientras sucede, que permitimos que prevalezcan las actitudes que la alimentan.

Hoy, en una época de convulsión gubernamental, quiero explorar esta cuestión de la quiebra institucional, pero desde una perspectiva formada hace más de 20 siglos y la visión del hombre que se propuso restaurar el corazón de la empresa humana.

En el siglo VI, Roma —la invencible— empezó a desmoronarse desde dentro hacia fuera. Las legiones romanas, cimiento del poder político del imperio, habían absorbido los recursos de las colonias y, al dejar de ganarse el sustento, estaban agotando a la propia Roma. Los ricos se habían vuelto disolutos. Los pobres estaban desamparados y desesperados. Los inmigrantes de la frontera —extranjeros— empezaban a afluirhacia Roma, no para destruirla, sino para compartir sus riquezas.

Tenían emperadores empeñados en ampliar el imperio y papas cuya mayor preocupación era establecer la preeminencia papal. Entonces, ¿quién estaba allí para invertir esta carrera hacia el fondo de uno de los mayores imperios que el mundo había conocido?

IMG_5402San Benito, Francisco de Zurbaran. The Metropolitan Museum of Art, Nueva York

La respuesta era tan improbable como el problema. Un joven estudiante, Benito de Nursia, desilusionado por la baja condición moral de la tan proclamada Roma, le dio la espalda al sistema. Abandonó los estudios. Dejó la escuela antes que comprometerse con los objetivos y los valores desecantes de un lugar que había dilapidado su riqueza y su propósito en sí mismo. En lugar de perseguir las prioridades de la sociedad de entonces, empezó a enseñar otra forma de vivir.

Benito formó pequeñas comunidades y, en un mundo en el que el poder y el acoso, la avaricia atroz y el individualismo patológico, el autoritarismo y el narcisismo dejaban atrás el sentido de comunidad, enseñó que el orgullo es el defecto básico del sistema humano. La humildad, piedra angular de la sociedad, de la civilización y  del orden social, enseñó, es su correctivo.

Basó su regla de vida en 12 principios de humildad que, según dicen los historiadores hasta el día de hoy, salvaron la civilización occidental.

Son esos principios de vida los que necesitan ser revisados en nuestro tiempo si la Iglesia o el Estado pueden guiar al mundo a través del egocentrismo de la sociedad de nuestro tiempo.

“Si queremos recuperarnos alguna vez de los sistemas retorcidos y deformados que actualmente se hacen pasar por Iglesia y Estado, debemos empezar a examinar los supuestos y actitudes que estamos permitiendo que se cuelen en nuestras instituciones y, lo que es peor, en nuestras propias almas”

Desde mi punto de vista, son esos 12 principios de vida —el reconocimiento de mi lugar en el universo, la necesidad de sabiduría más que de poder, la autorrevelación más que el engrandecimiento propio, y las relaciones correctas— los que se necesitan urgentemente ahora. Si queremos recuperarnos alguna vez de los sistemas retorcidos y deformados que actualmente se hacen pasar por Iglesia y Estado, debemos empezar a examinar los supuestos y actitudes que estamos permitiendo que se cuelen en nuestras instituciones y, lo que es peor, en nuestras propias almas.

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Son esos principios los que empezaré a examinar, uno a uno estas próximas semanas, en lo que se ha convertido en un mundo altamente polarizado —y que se hunde— a nuestro alrededor. Tal vez si pudiéramos descubrir lo que está socavando nuestros mejores esfuerzos, podríamos al menos detener nuestra actual caída a las profundidades.

Traducido por Magda Bennásar

Fuente Religión Digital

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En la noche

Martes, 19 de noviembre de 2019
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Del blog Nova Bella:

Meditar-en-el-universo-yoga-indalo

Non nisi ab oscura sidera nocte micant

Las estrellas no brillan sino en la noche oscura

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San Benito

El-secreto-mejor-guardado-de-La-noche-estrellada-de-Van-Gogh

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El trabajo y la Regla de san Benito: Anselm Grün presenta un nuevo libro en ‘Narcea’

Lunes, 28 de octubre de 2019
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la-vida-no-es-solo-para-el-fin-de-semana‘La vida no es solo para fin de semana’

Teniendo a la vista distintas historias bíblicas, el autor describe 25 actuales que pueden ayudar a superar los desafíos del trabajo. Para ello explica las historias aplicándolas a la situación laboral actual aunque no en su significado total

De cómoda, fácil y asequible lectura, con sus 120 páginas de texto, además del colofón de referencias a autores y a títulos que la forman

Ante el panorama que nos ofrecen las Órdenes y Congregaciones Religiosas, contemplativas o de las otras, no resulta fácil discernir si sus respectivos priores y abades son de por sí, y además, “azules”, “rojos”, “constitucionalistas” o “independentistas”. Pero lo que sí sé es que es posible llegar a la conclusión de que no pocos de ellos –y de ellas- son y ejercen con veracidad , oportunidad, y evangelio su misión , como mensajeros de la paz al servicio de Dios y del prójimo, muy por encima de cualquier otro tipo de intereses, humanos o “divinos”.

Destaca esta valoración al presentar a Anselm Grün, “benedictino alemán, experimentado maestro espiritual, animador de retiros y Ejercicios Espirituales, que acompaña a personas y a grupos en la búsqueda de Dios, y discípulo y estudioso de la obra de C.G. Jung”,

Este monje, fiel continuador por vocación y ministerio del “Ora et Labora” que justifica y explica la Regla de San Benito, acaba de publicar el libroLa vida no es solo para fin de semanao Cómo el trabajo nos hace sentir vivos.

La editorial que encargada de su publicación en España esNarcea”, en su colección “Espiritualidad”, de cómoda, fácil y asequible lectura, con sus 120 páginas de texto, además del colofón de referencias a autores y a títulos que la forman. Entre los mismos destacan nada menos que once elaborados y firmados por el mismo autor Anselm Grün.

Un buen resumen del libro que aquí y ahora reseño, está condensado en estas palabras:

”Teniendo a la vista distintas historias bíblicas, el autor describe 25 actuales que pueden ayudar a superar los desafíos del trabajo. Para ello explica las historias aplicándolas a la situación laboral actual aunque no en su significado total. Al mismo tiempo, la mirada al trabajo nos permite descubrir nuevos aspectos de estas narraciones, que en las interpretaciones actuales son con frecuencia pasadas por alto. También hay una mirada a la Regla de san Benito, porque él ha influido esencialmente en la actitud ante el trabajo en Europa, con su lema “Ora et Labora” (“reza y trabaja”)”

En la página 46 del libro de A. Grün, en el apartado “Trabajar desde la confianza, no desde el temor”, relata estas palabras “empresariales” de san Benito dirigidas no solo a los monjes, sino sobre todo al abad: “su actividad no sea agitada ni inquieta, no sea inmoderado ni terco, no sea envidioso ni suspicaz, porque de otra manera nunca estaríamos en paz”

Creo que a los autónomos, sindicalistas, empresarios, currantes y cuenta-correntistas, con inclusión de curas, acólitos, obispos y monjes y monjas, les resultarán provechosas estas palabras. Lo será también el refrán alemán de que “si quieres atrapar a alguien, cuelga tu corazón en la caña de pescar….

Fuente Religión Digital

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Hospitalidad

Viernes, 2 de septiembre de 2016
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Acabando ya… casi todos y todas, las vacaciones, agradezcamos a quienes han sabido acogernos con amor y reflexionemos sobre cómo lo hemos hecho nosotros… Especialmente hoy, un año después de la muerte de Aylan, profundicemos en cómo está siendo la acogida de esta Europa que se dice cristiana a todas las personas refugiadas o no que huyen del hambre, la guerra, la persecución por su orientación sexual…

Del blog Pays de Zabulon:

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Recíbaseles como a Cristo.

Todos los hombres que se presenten
serán recibidos como Cristo,
porque él mismo dirá:
Fui forastero, y me hospedasteis;
y a todos se les darán los cuidados que sean necesarios,
especialmente a los hermanos en la fe y a los peregrinos.

Cuando se anuncie un huésped,
el superior y los hermanos irán a su encuentro
con toda la devoción de la caridad.
Ellos comenzarán por orar juntos
luego se darán el beso de la paz.
(…)

El abad verterá el agua sobre las manos de los huéspedes
y, con toda la comunidad,
él les lavará los pies.
(…)

Es sobre todo acogiendo a los pobres y peregrinos
cuando se mostrará  un cuidado particular,
porque en ellos se recibe de modo especial a Cristo;
porque, para los ricos, el miedo que inspiran
ya obliga a honrarles.

*

– Regla de San Benito, 53 –

***

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La Regla de San Benito, o cómo evitar que los monjes “gays” se porten “mal”.

Viernes, 9 de mayo de 2014
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noticias_file_foto_733053_1393586186A priori, parece sacado de una fantasía erótica. Un conjunto de hombres que viven juntos, en comunidad, alejados del mundo y en total intimidad. La vida en los monasterios tiene muchos ingredientes para fomentar la homosexualidad entre los religiosos, y esto es algo que no se escapaba a los padres de la Iglesia desde el mismo inicio de la institución. La regla benedictina, la primera que regulaba la vida en un monasterio medieval, fue redactada por San Benito de Nursia, o San Benito Abad, en el siglo VI y entraba en detalles muy curiosos y muy estrictos sobre cómo debían dormir los monjes. Nunca se habla de homosexualidad, o de actos impuros, pero ciertas precauciones no se pueden entender sin tener en cuenta las posibles escapadas sexuales de los monjes y dejan muy claro cual era el temor de San Benito.

El capítulo XXII de la Regla se dedicaba expresamente a ‘cómo han de dormir los monjes’. El primer punto ya es toda una declaración de intenciones: “Duerma cada cual en su cama”. No parece que hubiera que insistir en este tema si no hubiera monjes interesados en dormir de otro modo. El punto tercero elimina cualquier posibilidad de intimidad. Nada de dormitorios individuales o con pocas camas y nada de que no haya alguien vigilando durante la noche: “Si es posible, duerman todos en un mismo local, pero si el número no lo permite, duerman de a diez o de a veinte, con ancianos que velen sobre ellos”. El punto cuarto parece ir en la misma línea: “En este dormitorio arda constantemente una lámpara hasta el amanecer”, todo siempre bien iluminado.

Pero todas estas medidas debían parecer insuficientes a San Benito Abad, que todavía insiste en más precauciones. En el punto cinco indica que “duerman vestidos, y ceñidos con cintos o cuerdas”, ropas difíciles de quitar. Y por si fuera poco, establece la obligatoriedad de separar las camas de los más jóvenes, en el punto séptimo: “Los hermanos más jóvenes no tengan las camas contiguas, sino intercaladas con las de los ancianos”. No parece que a San Benito se le ocurriera que de este modo los monjes veteranos lo tenían fácil para abusar de los jóvenes.

Estas normas inspiraron a todos los monasterios benedictinos, pero fue Carlomagno, más de doscientos años después, quien obligó a que todas las órdenes de monjes de su imperio se rigieran por esta norma. Otro San Benito, este de Aniano, retomó la Regla en el siglo IX y la impulsó por toda Europa. Todas las órdenes monacales posteriores se basaron en estos principios. Solo se revisó la importancia que daba el texto original al trabajo manual, pero las normas para el dormitorio siguieron estando vigentes.

Foto: San Benito entregando las reglas.

Fuente Ragap

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