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Sólo un Dios que sufre puede salvar: Tuve hambre, estuve preso, fui ajusticiado. Con E. Hillesum

Viernes, 24 de febrero de 2023
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Etty_Hillesum_1939Del blog de Xabier Pikaza:

El domingo pasado traté de las bienaventuranzas de Mt 5, 3‒12, comentando las palabras de E.Hillesum que hoy empiezo citando también, para completar el tema desde Mt 25, 31‒46 (estuve preso,fui condenado).

Con esas palabras, el evangelio de Mateo traza un arco de luz y vida de entre  el principio y final de su texto: Mt 5, Mt 25.

Siga leyendo quien quiera comparar esos textos, penetrando con ellos en el tema supremo del dolor y la bienaventuranza de Dios  No se trata sólo de que Dios nos haga felices, sino que nosotros le  hagamos feliz a Él .

 Mt 25, 31-45. 

Mt 25 31: Pues cuando venga el Hijo del Hombre en su gloria, y todos los ángeles con él y dirá los que están a su derecha:  Venid, benditos de mi Padre. Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui extranjero y me acogisteis; 36 estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 

Este pasaje ofrece el compendio más significativo de la “moral” bíblica y de la revelación judeo‒cristiana, y lo desarrolla en forma de parábola y parénesis, no de dogma argumentativo. Es un pasaje que brota de la experiencia mesiánica de Jesús, a la luz del Antiguo Testamento, tal como ha sido vivido y formulado de un modo por el libro de Job y por otro por el evangelio de Mateo, conforme a la lectura de E. Hillesum:

  ‒ Este pasaje se funda en una experiencia teológico‒mesiánica, centrada en el hecho de que el Dios de Jesús se revela al fin como juez/salvador de todos, pues se  ha identificado hecho con los hambrientos y los pobres, los exilados y enfermos, desnudos y encarcelados… l

Nosotros solemos preguntar: ¿Por qué “abandona” Dios a los que sufren, a millones y millones, condenados al hambre o a la cámara de gas por la maldad de otros “hermanos”?

Pero Dios nos pregunta: ¿Por qué me abandonais a mí...al abandonar a mis hermanos más pequeños…?

Entre las propuestas de respuesta que se han dado a esa pregunta destaca la judía E. Hillesum (1913-1943), condenada a muerte, en un campo de concentración:

Te ayudaré, Dios mío, para que no me abandones, pero no puedo asegurarte nada por anticipado. Sólo una cosa es para mí cada vez más evidente: Que tú no puedes ayudarnos, que debemos ayudarte a ti, y así nos ayudaremos a nosotros mismos.

 Ella  sintió y dijo que Dios se ha encarnado y sufre en la entraña de de unos hombres y mujeres empeñados en matarle, y sufre de un modo especial en loscondenados al sufrimiento y a la muertesdescubriendo su más alta vocación, que es consolar al Dios doliente, desde una infame cárcel de muerte. Éste ha sido y sigue siendo un signo supremo de la misericordia, y sólo una mujer, como Hillesum, ha podido descubrirlo, para que también otros podamos compartir su ejemplo.

Te consolaré para que me consueles… Quiero hacerte feliz para que tú desde tu dolor que es amor supremo nos hagas felices a todos…

 Esta es la tarea mayor que nos ha “pedido” Dios, al decirnos que la acompañemos en la obra de su creación:  que le ayudemos y consolemos consolando a sus hermanos más pequeños en los que él mismo sufre  (como puse  de relieve en  Comentario al Cántico Espiritual Juan de la Cruz  B, 39(Editorial San Pablo, Madrid 2018).

Ciertamente, Dios nos consuela, sufriendo con nosotros, por nosotros, para acogernos en su amor resucitado. Pero nosotros debemos también consolarle, caminando a su lado en amor, muriendo incluso por él y con él, como Jesús (como E. Hillesum).

Muchas veces tenemos miedo, y queremos desertar de esta misión de consolar a Dios, pero Jesús nos invita a seguir, tomando su cruz (la nuestra, la de aquellos que sufren), para acompañar y “animar” de esa manera al mismo Dios, como dijo de forma admirable san Pablo, afirmando que él quería  “completar” en su carne los sufrimientos de Cristo, que son los de Dios (Col 1, 24).

El Dios de Jesús nos saca externamente de este mundo, no nos quita el dolor, pero nos ofrece la certeza de que está con nosotros, con su misericordia,  queriendo que le acompañemos, acompañando a los que sufren, como decía D. Bonhöffer, otro testigo y mártir del Holocausto nazi, hermano cristiano de E. Hillesum, la judía).

Hacer feliz a Dios, esa nuestra mayor felicidad…  Eso significa que la “salvación” (felicidad) de Dios se identifica de un modo misterioso con el pan‒agua, la casa‒vestido y la palabra ofrecida a los necesitados.

En un sentido, el Dios de este pasaje final de la historia (Mt 25, 31-46)  está al servicio de los hombres, a los que quiere acoger y liberar en su amor… pero en otro somos los los que tenemos que “liberar” a Dios, que consolar a Dios, visitarle…ofreciendo felicidad a sus hermanos más pequeños, los necesitados.

Este pasaje (Mt 25, 31-46), leído y vivido como hace E. Hillersum, condenada a muerte en un campo de concentraciòn, nos lleva hasta el interior del misterio de Dios... que no sólo quiere que seamos misericordiosos, haciéndonos felices…,sino que nos pide que le ayudemos, que le acompañemos, que le hagamos feliz… En un sentido muy hondo Dios mismo necesita de nuestro consuelo y compañía.

 Ésa es la “felicidad de Dios”… la que nosotros le damos, haciendo felices a los hombres y mujeres necesitados, que son su presencia.

Estuve preso, estoy preso, nos dice Jesús, nos dice Dios… ¿Queréis venir a visitarme….?

Estuve hambriento, estoy hambriento… ¿Queréis darme de comer?

El mismo Dios hambriento, desnudo, preso…que  nos pide un poco de felicidad…. Este es el tema clave de  la tabla final de bienaventuranzas/bendiciones del Hijo del Hombre, esto es del mismo Dios, que

– Bienaventurados los hambrientos, porque serán alimentados; los sedientos, porque beberán hasta saciarse; los exilado   porque serán acogidos: los desnudos, porque recibirán vestido; los enfermos y los encarcelados, porque serán visitados…

– Bienaventurado Dios… si nosotros le damos felicidad, haciendo felices a sus hermanos más pequeños, haciéndole feliz  a él… Se decía y se dice que hacemos feliz a Dios al visitarle en su signo sagrado de la eucaristía, al amarle de todo corazón. Pero en un sentido aún más hondo hacemos feliz a Dios haciendo felices a los pobres, encarcelados, exilados… Como sabe una tradición rabínica judía, como supo Jesucristo, como dice Mt 25, 31-46

 Todo esto lo digo, una vez más citando a E. Hillesum (1914-1943), judía holandesa, condenada a muerte, en un campo de concentración nazi. Ella encarna la “tragedia” de Job… sabiendo que Dios mismo es quien sufre,  interpretando su dolor, el de Job, el de Dios, desde el evangelio de Mateo, que ella ha leído y releido, encarnado y aplicado, con pasìón de amor desde su raíz israelita. Así lo siente, así se siente. No interroga a Dios, ni le acusa, sino que le consuela, diciendo: “Te ayudaré, Dios mío, para que no me abandones

“Te ayudaré para que no me abandones”.

Así dice esta judía enamorada del Dios de Jesús, desde un campo de exterminio nazi, descubriendo su vocación de acompañar y de ayudar con su misericordia al mismo Dios de la misericordia. Ella ha sentido que el Dios de Job se ha encarnado y sufre en lo indecible en un campo de concentración donde hay hombres y mujeres empeñados en matarle (a ella, y a millones de judíos, por el simple hecho de ser distintos). De esa manera, en ese lugar, sabiendo que van a matarle (que quieren matar al Dios que sufre  en todosy por todos), ella  descubrsu más alta vocación, que es consolar  

De esta manera dice y hace, ayudando y consolando en el campo de concentración a los condenados a muerte, ella que también está condenada, simplemente por ser judía fiel:

Te ayudaré Dios mío, te consolaré mi Dios…  Quiero consolar a mis hermanos, tus hermanos, quiero consolarte a tí, que estás llorando y sufiendo por todos, crucificado de nuevo, muriendo en la cruz de Jesús y en la de todos los crucificados,hombres y mujeres… Quiero estar contigo, para así resucitar contigo…. porque tú eres la resurrección. Con todos y en todos sufres, a todos resucitas…

Muchas veces tenemos miedo, y queremos desertar de esta misión de consolar a Dios, pero Jesús nos invita a realizarla, tomando su cruz (la nuestra, la de aquellos que sufren), para acompañar y “animar” de esa manera al mismo Dios, como dijo de forma admirable san Pablo, afirmando que quería “completar” en su carne los sufrimientos de Cristo, que son los de Dios (Col 1, 24).

Conclusión:

En este contexto quier poner la famosa imagen de Christa,  signo de todas las mujeres que sufren en y con la cruz de Jesús, mujeres hombres, todos los crucificados…

 En este mismo contexto quiero citar la oración de D. Bonhöffer, teólogo cristiano aleman, condenadocomo E. Hillesum a la muerte en otro campo de concentración nazi:

 Siendo infinitamente grande, no te encuentras infinitamente lejos, sino cerca de nosotros. Y cuando estamos derrotados, tú no quieres asentarnos en tu fuerza, sino en la debilidad de tu Hijo Jesucristo. Por eso… ya seamos justos o injustos, enfermos o fuertes en la vida, nos arrojamos completamente en tus brazos… ¿Cómo hundirnos en el fracaso cuando superamos con tu Hijo la prueba del desierto? ¿Cómo orgullecemos en el triunfo si llevamos con el Salvador la cruz de nuestras culpas? (D. Bonhöffer,Resistencia y sumisión 2018).

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“Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.”

Domingo, 4 de diciembre de 2022
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12

Juan Bautista

 Cual greñudo y piloso nazareno,
amigo de alimañas y de fieras,
piel de camello sobre cuerpo enjuto,
como hijo del ayuno y de la estepa,
Juan Bautista predica en el desierto,
-inhóspito desierto de Judea-
y anuncia la llegada del Mesías,
de quien es precursor y fiel profeta.
Y dice que se siente indigno siervo
de soltar sus sandalias y correas.

¡Allanad y hacer rectos los senderos;
preparad los caminos del señor,
porque a punto de llegar está el Mesías
y exige “metanoia”, conversión.
Los que esperáis ansiosos su llegada
del Mesías -Ungido del Señor-
purificad los cuerpos y las almas
en las aguas del Jordán y del perdón!

Y cuando aquel cobarde rey Herodes
mande un día te corten la cabeza,
y Salomé, danzante, se la sirva
en preciosa plateada bandeja,
todos verán, beodos y asombrados,
que tú aún sigues con la boca abierta
gritando la Verdad que nunca muere,
gritando la Verdad a boca llena.

¡Qué bien supiste, Juan, ser de Jesús
su precursor, testigo y fiel profeta!

*

José Luis Martínez

***

Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando:

“Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.”

Éste es el que anunció el profeta Isaías diciendo: “Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.” Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:

“¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Abrahán es nuestro padre”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.”

*

Mateo 3,1-12

***

 

Los Padres del desierto consideraron la sociedad como un barco a la deriva que hay, que abandonar lanzándose a nadar a fin de salvar la vida (…). Éstos eran hombres que creían que dejarse llevar por la corriente aceptando pasivamente los principios y valores de la sociedad era pura y simplemente un desastre.

Nuestra sociedad no es precisamente una comunidad que irradia el amor de Cristo, sino una peligrosa red de dominación y manipulación en la cual podemos quedar atrapados y perecer. La pregunta fundamental que tendremos que hacernos es si nosotros estamos ya tan modelados por los poderes seductores del mundo de las tinieblas que nos hemos vuelto ciegos para ver nuestro desgraciado estado y el de los que nos rodean y hemos perdido ya la motivación necesaria para lanzarnos a nadar y salvar así nuestras vidas.

*

H. J. M. Nouwen,
El camino del corazón,
Madrid 1986, 16-17.

***

***

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Jesús Espeja: Fuera del mundo no hay salvación, y la Iglesia debe conectar con él, no imponerse.

Sábado, 29 de octubre de 2022
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Fcm-0NiX0AMRf3-El dominico acaba de publicar ‘La eternidad en lo efímero. Evolución y esperanza’

El dominico Jesús Espeja pertenece a esa generación de teólogos que con los aires renovadores del Vaticano II. Acaba de publicar ‘La eternidad en lo efímero. Evolución y esperanza’

“Pensé que la mejor forma de narrar mi evolución como creyente cristiano a lo largo de varias décadas marcadas por muchos cambios, sería exponer de modo claro y sencillo mi comprensión actual sobre algunos temas centrales de la fe o experiencia cristiana”

En sus muchas publicaciones van inseparablemente unidos la experiencia de Dios revelado en Jesucristo y el apasionamiento por una sociedad fraterna. Es lo que deja claro en este libro de texto breve y de lectura fácil, síntesis al final su la andadura

Ya se puede adquirir el libro en la tienda RD

| RD

Acaba de salir el nuevo libro del dominico Jesús Espeja La eternidad en lo efímero. Evolución y esperanza. Jesús pertenece a esa generación de teólogos que con los aires renovadores del Vaticano II, ha seguido interpretando la fe cristiana en los cambios culturales y en los vaivenes de la Iglesia durante los últimos cincuenta años. En sus muchas publicaciones van inseparablemente unidos la experiencia de Dios revelado en Jesucristo y el apasionamiento por una sociedad fraterna. Es lo que deja claro en este libro de texto breve y de lectura fácil que viene a ser como una síntesis al final su la andadura.

– ¿Qué te propusiste al escribir este libro?

 – Pensé que la mejor forma de narrar mi evolución como creyente cristiano a lo largo de varias décadas marcadas por muchos cambios, sería exponer de modo claro y sencillo mi comprensión actual sobre algunos temas centrales de la fe o experiencia cristiana.

“La Biblia cuenta no tanto lo que ocurrió sino lo que está ocurriendo siempre”

– Perteneces a una generación de profesores que os formasteis en la teología escolástica y con la orientación del Concilio emprendisteis una renovación de la teología.Pero en los años de postconcilio ha cambiado el mundo y esos cambios han dejado su impacto en la Iglesia ¿No habrá que dar nuevos pasos en la reflexión teológica?

– Soy consciente del rápido y alborotado cambio cultural después del Concilio; incluso pienso que ya cuando se celebró, estaba irrumpiendo la postmodernidad a la que no responden los documentos conciliares. Es posible que, instalados en la reflexión teológica que se hizo por los años 70 del siglo pasado, pretendamos hacer una teología renovada repitiendo hoy sin más el discurso que pudo ser renovador en esa etapa de postconcilio.

– Entonces ¿qué sentido puede tener ahora esta síntesis que nos brindas?

– Veo el proceso de mi reflexión teológica en dependencia de los otros. En primer lugar de mis maestros que me dieron lo mejor que tenían; con su herencia, y escuchando lo nuevo que ha ido naciendo, he tratado de avanzar; por eso en el subtítulo del libro digo “evolución”. Los otros son también las nuevas generaciones que mejorarán los pequeños pasos adelante que mi generación ha dado; por eso en el subtítulo digo “esperanza”. También a los jóvenes vendrá bien conocer las visiones y apuestas de mi generación para beneficiarse de lo bueno, corregir nuestros errores y roturar nuevos caminos.

– Con brevedad pero con precisión hablas sobre Dios, sobre la vocación de la humanidad, sobre la Iglesia, y su relación con el mundo, los sacramentos, la Virgen María, la muerte y el más allá de la muerte ¿Cuál es la clave común de tu enfoque en estos temas?

– La clave es la encarnación. Jesucristo, revelación de Dios como Presencia de amor que continuamente se está dando, manifiesta plenamente la vocación de la humanidad que crece abriéndose libre y totalmente a esa Presencia. Y la encarnación continua de algún modo en todas las personas y en la evolución de la sociedad humana.

– Dices en el libro que “el teísmo puede ser tan nefasto e incluso más que el ateísmo para la identidad de Dios revelado en la conducta de Jesús” ¿Qué quieres decir?

– Entiendo aquí por teísmo la creencia en un ser supremo con poderes sobrenaturales que está fuera del mundo y arbitrariamente interviene para hacer su voluntad. Según el Evangelio, Dios es “Abba”, Presencia de amor en que todos y todo habitamos. No se impone desde arriba y desde fuera con su poder, sino que se da como amor desde dentro de la misma humanidad.

– Pero ¿la muerte de Jesús no fue un sacrificio para, en justicia, pagar y aplacar a la divinidad ofendida?

-Según la fe de la Iglesia, la muerte de Jesús fue la expresión del amor de Dios encarnado en la humanidad que, seducida por ese amor, es capaz de vivir y morir para hacer el bien a todos. Su muerte no fue obra de reconciliación que la humanidad ofrece a Dios airado sino la expresión incomprensible de Dios encarnado que manifiesta su poder en la misericordia.

– Algunos dicen que ya estamos salvados ¿Cómo escribes que “necesitamos ser salvados?”

Llamo salvación a tener buena salud, ser libres y felices. Pero nuestra libertad necesita ser liberada y nuestra salud es muy deficiente. La Biblia cuenta no tanto lo que ocurrió sino lo que está ocurriendo siempre. El relato bíblico sobre la caída de la primera pareja en el paraíso, evoca lo que sucede una y otra vez en la historia de la humanidad. Llevamos dentro el anhelo de una salud y liberación plenas; pero nos equivocamos si rompemos con el Creador cuya Presencia de amor nos constituye. Los cristianos creemos que en Jesucristo se abrió para todos el camino, y experimentamos que ya estamos salvados “en esperanza”.

“Llamo salvación a tener buena salud, ser libres y felices. Pero nuestra libertad necesita ser liberada y nuestra salud es muy deficiente”

– Cuando hablas sobra la encarnación de lo divino en lo humano, escribes: “Por eso nadie puede ser obligado a pensar y actuar en contra de su conciencia que no debe ser manipulada, coacciona o ignorada” ¿No te parece arriesgado hablar así ?

– Creo que ésta es la fe de la Iglesia proclamada en el Vaticano II y ratificada expresamente hoy por el papa Francisco que, según ha dicho, no se cree autorizado para juzgar a nadie. Sí, esto supone un cambio para la teología moral y para la conducta de muchos cristianos que, acostumbrados a lo que les manden, fácilmente abdican de su libertad y responsabilidad personales.

– Cuando hablas de la Iglesia dices: ”Solo avivando la fe cristiana como experiencia personal, es posible una Iglesia en salida con la que hoy sueña el papa Francisco” ¿Crees que esto es fácil?

Pienso que el sueño no se arregla solo con un “aggiornamento”. Es necesario un nuevo nacimiento del Espíritu para una constante conversión al Evangelio. Hay formas en las estructuras esenciales de la Iglesia que son antievangélicas y la impiden llevar a cabo su misión. Pero las cosas no se arreglan con unos cambios en esas formas a modo de barniz si nuestro corazón sigue instalado. Hay que avivar personal y comunitariamente la fe o experiencia cristiana como seguimiento de Jesús, recreando en la propia historia la conducta de aquel hombre a quien los cristianos confesamos Palabra e Hijo de Dios.

“El ‘aggiornamento’ no es suficiente. Es necesario un nuevo nacimiento del Espíritu para una constante conversión al Evangelio”

– ¿Puedes resumir la renovación que, siguiendo la orientación del Concilio, propones en la celebración de los sacramentos, la devoción mariana y la relación de la Iglesia con el mundo?

– En los sacramentos hay que pasar del ritualismo, a la celebración de unos símbolos que sean profesión pública de la fe comunitaria y personal. El Concilio no propuso una mariología de milagros y privilegios, sino que celebró a la Virgen María como primera discípula de Jesús e imagen purísima de lo que toda la Iglesia ansía y espera ser. En el Concilio la mirada de la Iglesia, aun reconociendo el lado oscuro de la humanidad con todas las realidades entre las que vive, fue de simpatía y de solidaridad, consciente de que el mundo sigue acompañado y bendecido por el Creador. Esa mirada permite concluir que fuera del mundo no hay salvación. En consecuencia la Iglesia no debe imponerse al mundo sino conectar con los anhelos, gozos y sufrimientos de la sociedad humana, hacerlos suyos, y ofrecer de modo creíble el Evangelio para el desarrollo integral de la humanidad.

– El capítulo final sobre la muerte y el más allá respira libertad y confianza ¿En qué te apoyas?

– Sencillamente me apoyo en la fe o experiencia cristiana de Dios, Presencia de amor que continuamente se está dando y nunca nos abandonará. Es verdad que nosotros, puestos en manos de nuestra propia decisión podemos cerrarnos a esa Presencia y fracasar definitivamente. Pero desde la fe o experiencia cristiana, es impensable que Dios tenga preparado un equipo de especialistas en tortura para castigar eternamente a los seres humanos obra de su amor.

“Hay que avivar personal y comunitariamente la fe o experiencia cristiana como seguimiento de Jesús”

Fuente Religión Digital

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Salvarse juntos.

Jueves, 28 de julio de 2022
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Del blog de la Comunidad Fronteras Abiertas (CAFA) de Zaragoza:

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A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no
Mt 13, 10-17


Hay que salvarse juntos,
hay que llegar juntos a la casa de Dios.
No vayamos a encontrarnos con Dios
estando los unos separados de los otros.
Hay que pensar un poco en los otros,
hay que trabajar un poco por los otros.
¿Qué nos diría Dios si llegásemos hasta él
los unos sin los otros?

*

Charles Péguy, 1873-1914

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***

Dios fuerte y misericordioso,
que destruyes las guerras y derribas a los soberbios;
aparta de nosotros la destrucción y las lágrimas,
para que todos podamos llamarnos,
en verdad, hijos tuyos.

***

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“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”

Domingo, 9 de enero de 2022
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KÉNOSIS

Entra en picado
por aquella kenosis
que el Verbo aventuró
desnudamente,
de abismo en abismo,
hasta el foso fecundo de la muerte.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera, Sal Terrae, 1986

***

Así dice el Señor:

“Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”

 (Lucas 3, 22)

.

Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.

Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.

No gritará, no clamará, no voceará por las calles.

La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará.

Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas.

Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones.

Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.”

*

(Isaías 42, 1-4. 6-7)

***

 “Jesús, que no tiene pecado, se pone en fila con los pecadores, esperando ser bautizado por Juan. Cuando Jesús comienza su ministerio, elige entrar en solidaridad con la humanidad pecadora… Jesús elige el camino de la humildad. No aparece con fanfarrias como un salvador poderoso, anunciando un nuevo orden. Por el contrario, viene calladamente, con muchos de los pecadores que van a recibir el bautismo de arrepentimiento… En las tentaciones que siguieron, se hace claro cuán radical es esta elección… Es difícil creer que Dios nos revelaría su presencia divina en el hombre de Nazaret humilde y que se autodespoja. Hay tanto en mí que busca influencia, poder, éxito y popularidad. El camino de Jesús es el camino del ocultamiento, la impotencia y la pequeñez. Sin embargo, cuando entre en comunión verdadera y profunda con Jesús, descubriré que este camino pequeño es el que lleva a la paz real y a la alegría.

En esta fiesta del bautismo del Señor, rezo por el coraje de elegir el camino pequeño y seguir eligiéndolo”.

*

Henri Nouwen

Camino a casa. Un viaje espiritual

LUMEN

***

El pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías.

Entonces Juan les dijo:

Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no soy digno de desatar la correa de las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.

Un día en que se bautizó mucha gente, también Jesús se bautizó. Y mientras Jesús oraba se abrió el cielo, y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma visible, como una paloma, y se oyó una voz que venía del cielo:

Tú eres mi Hijo el amado, en ti me complazco.

*

Lucas 3,15-16.21-22

***

Tu verdadera identidad es ser hijo de Dios. Es ésta la identidad que debes aceptar. Una vez que la la has reivindicado y te has instalado en ella, puedes vivir en un mundo que te da mucha alegría y también mucho dolor. Puedes recibir alabanzas o calumnias que llegan a ti como una ocasión para fortalecer tu identidad fundamental, porque la identidad que te hace libre ha clavado su ancla más allá de toda alabanza y de toda calumnia humana. Tú perteneces a Dios, y como hijo de Dios has sido enviado al mundo. Necesitas un guía espiritual. Necesitas personas que te mantengan anclado a tu verdadera identidad. Subsiste siempre la tentación de cortar el lazo con el lugar profundo en el que Dios te habita y de dejarte ahogar por la alabanza o la calumnia del mundo.

        Mientras lo más profundo dentro de ti, donde se hunden las raíces de tu identidad como hijo de Dios, te ha sido desconocido, los que eran capaces de “tocarte” han tenido sobre ti un poder imprevisible y a menudo aplastante. Han llegado a ser parte de tu identidad; ya no podías vivir sin ellos. Pero ellos no podían desempeñar el papel divino y te han dejado, y tú te has sentido abandonado.

        Pero precisamente esta experiencia de abandono es la que te ha hecho volver a tu identidad de hijo de Dios. Sólo Dios puede habitar plenamente en lo más profundo de tu alma y darte sentido de seguridad. Pero queda el peligro de que dejes entrar a otros en tu lugar sagrado, hundiéndote así en la angustia.

*

H. J. M. Nouwen,
La voz interior del amor, Madrid 1998

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Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.

Domingo, 5 de diciembre de 2021
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Juan Bautista

 Cual greñudo y piloso nazareno,
amigo de alimañas y de fieras,
piel de camello sobre cuerpo enjuto,
como hijo del ayuno y de la estepa,
Juan Bautista predica en el desierto,
-inhóspito desierto de Judea-
y anuncia la llegada del Mesías,
de quien es precursor y fiel profeta.
Y dice que se siente indigno siervo
de soltar sus sandalias y correas.

¡Allanad y hacer rectos los senderos;
preparad los caminos del señor,
porque a punto de llegar está el Mesías
y exige “metanoia”, conversión.
Los que esperáis ansiosos su llegada
del Mesías -Ungido del Señor-
purificad los cuerpos y las almas
en las aguas del Jordán y del perdón!

Y cuando aquel cobarde rey Herodes
mande un día te corten la cabeza,
y Salomé, danzante, se la sirva
en preciosa plateada bandeja,
todos verán, beodos y asombrados,
que tú aún sigues con la boca abierta
gritando la Verdad que nunca muere,
gritando la Verdad a boca llena.

¡Qué bien supiste, Juan, ser de Jesús
su precursor, testigo y fiel profeta!

*

José Luis Martínez

***

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:

“Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.”

*

Lucas 3, 1-6

***

La soledad es el horno de la transformación. Sin soledad seguimos siendo víctimas de nuestra sociedad, seguimos enredados en las ilusiones de nuestro falso yo. Jesús mismo entró en este horno Para entender el verdadero significado de la soledad, es necesario desenmascarar algunas ideas deformadas de la misma. Todos admitimos la necesidad de algunos ratos de soledad. Sin embargo, lo que queremos a veces decir es la necesidad que tenemos de un tiempo y un lugar para nosotros mismos, un tiempo y un lugar en que nadie nos moleste. Soledad es a menudo para nosotros sinónimo de privado.

Es más, pensamos en la soledad como una especie de estación de servicio en la que podemos cargar nuestras baterías, o como el rincón de un ring de boxeo en el que ponen aceite en nuestras heridas, dan masaje a nuestros músculos y nos animan a seguir en la lucha mediante eslóganes apropiados. Para ser breves, pensamos en la soledad como en el lugar en que reparamos nuestras fuerzas para proseguir la competencia incesante de nuestras vidas.

No es ésta la soledad de Juan Bautista, san Antonio o san Benito, de Carlos de Foucauld o los hermanos de Taizé. Para ellos, la soledad no es un lugar terapéutico privado, sino el lugar de la conversión, el lugar donde muere el viejo yo y nace uno nuevo, el lugar donde emerge el hombre nuevo y la mujer nueva.

*

H. J. M. Nouwen,
El camino del corazón,
Madrid 1986, 21 -23.

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El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos

Domingo, 17 de octubre de 2021
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DEJA LA CURIA, PEDRO

Deja la curia, Pedro,
desmantela el sinedrio y la muralla,
ordena que se cambien todas las filacterias impecables
por palabras de vida, temblorosas.

Vamos al Huerto de las bananeras,
revestidos de noche, a todo riesgo,
que allí el Maestro suda la sangre de los Pobres.

La túnica inconsútil es esta humilde carne destrozada,
el llanto de los niños sin respuesta,
la memoria bordada de los muertos anónimos.

Legión de mercenarios acosan la frontera de la aurora naciente
y el César los bendice desde su prepotencia.
En la pulcra jofaina Pilatos se abluciona, legalista y cobarde.

El Pueblo es sólo un «resto»,
un resto de Esperanza.
No Lo dejemos sólo entre guardias y príncipes.
Es hora de sudar con Su agonía,
es hora de beber el cáliz de los Pobres
y erguir la Cruz, desnuda de certezas,
y quebrantar la losa—ley y sello— del sepulcro romano,
y amanecer
de Pascua.

Diles, dinos a todos,
que siguen en vigencia indeclinable
la gruta de Belén,
las Bienaventuranzas
y el Juicio del amor dado en comida.

¡No nos conturbes más!
Como Lo amas,
ámanos,
simplemente,
de igual a igual, hermano.
Danos, con tus sonrisas, con tus lágrimas nuevas,
el pez de la Alegría,
el pan de la Palabra,
las rosas del rescoldo…
…la claridad del horizonte libre,
el Mar de Galilea ecuménicamente abierto al Mundo.

*

Pedro Casaldáliga
El tiempo y la Espera.
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:

“Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.”

Les preguntó:

“¿Qué queréis que haga por vosotros?”

Contestaron:

“Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.”

Jesús replico:

“No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?”

Contestaron :

“Lo somos”

Jesús les dijo:

“El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.

Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniendolos, les dijo:

“Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.”

*

Marcos 10, 35-45

***

       El pueblo, las naciones, los ciegos, los prisioneros, existen para nosotros, están presentes en nosotros, del mismo modo que existimos para nosotros mismos, como estamos presentes a nosotros mismos. Deben ser carne de nuestra carne, fibras de nuestro corazón. Deben ser acogidos sin descanso en nuestro pensamiento.

        Ellos y nosotros debemos ser, vitalmente, inseparables. Debemos poner en común su destino y nuestro destino, el destino que, para nosotros, es la consumación de la salvación. El cristiano animado por la pasión de Dios verá crecer en él la pasión por imitar la bondad paterna de Dios con una caridad fraterna cada vez más exigente y cada vez más verdadera. Ahora bien, este mismo cristiano, poseído cada vez más por el sentido de la alianza divina, querrá acercar a los hombres cada vez más a la salvación, obra suprema de la bondad de Dios por ellos. Y el cristiano, simultáneamente, se verá obligado a estar cada vez más al servicio de la felicidad de cada uno de sus hermanos, se verá obligado a estar cada vez más al servicio de su salvación. La felicidad y la salvación de los hombres coincidirán en lo más íntimo de cada uno; sin embargo, de esta coincidencia no saldrá ni confusión ni tensión estéril. El servicio a la felicidad humana que el cristiano perseguirá a semejanza de Dios, se ordenará, se jerarquizará, se encaminará asumiendo la gran perspectiva de la salvación.

*

Madeleine Delbrél,
Nosotros, gente de la calle,
Estela, Barcelona 1971.

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Jesús dormía confiado en medio de la tormenta.

Domingo, 20 de junio de 2021
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Leemos hoy el final del c. 4. Podemos tener la sensación de tomar un tren en marcha sin saber de donde viene ni a donde va. Después de enseñar en Cafarnaúm, dejando clara la reacción de los jefes religiosos, narra Marcos varias parábolas y termina con el relato de la tempestad calmada. Los milagros, llamados de naturaleza, son los que menos visos tienen de responder a hechos reales. Son todo simbolismo.

La Biblia utiliza varias palabras para expresar lo que hoy llamamos milagro. El concepto de milagro que tenemos hoy (hecho en contra de la naturaleza) es reciente. No tiene sentido preguntarnos si los evangelios nos hablan de milagros con este significado. Lo que nos importa es descubrir el sentido de esa manera de hablar. El milagro era un modo de expresarse, comprensible para todos los que vivían en aquel tiempo.

Jesús pide a los discípulos que vayan a la otra orilla. Está haciendo referencia al paso del mar Rojo. Aquel paso les llevó a la tierra prometida. La otra orilla de mar de Galilea era tierra de gentiles. Es una invitación a la universalidad, más allá del ámbito judío, que se opone a la apertura. La primera “tormenta” que se desató en el seno de la comunidad cristiana fue precisamente por el intento de apertura a los paganos.

La tempestad está haciendo referencia a Jonás (fue increpado por el capitán por estar durmiendo mientras ellos estaban muertos de miedo). El mar es, en la Biblia, símbolo del caos, lugar tenebroso de constantes peligros. Dominar el mar era exclusivo de Dios. De ahí podemos sacar la enseñanza simbólica. El mensaje de Jesús tiene que llegar a todos los hombres, pero no se conseguirá si no se abandona la falsa seguridad de pertenecer a un pueblo elegido sino a través de la lucha contra las fuerzas del mal.

Mientras todos estaban muertos de miedo, él dormía… Hay que tener en cuenta que se llamaba también “cabezal” a la especie de almohada donde se colocaba la cabeza de un muerto. Están haciendo clara referencia a una situación pos-pascual. La primera comunidad tiene claro que Jesús está con ellos pero de una manera muy distinta a cuando vivía. Aunque no lo vean, tienen que seguir confiando en su presencia.

¿No te importa que nos hundamos? La necesidad extrema les obliga a pedir ayuda a Jesús como último recurso. Las palabras que le dirigen indican su estado de ánimo. No dudan que Jesús pueda salvarlos, dudan de que esté interesado en hacerlo, lo cual es el colmo de la desconfianza. Es dudar de su amor. Es lo que Jesús reprocha a los discípulos. Siguen necesitando de la acción externa para encontrar la seguridad.

Increpó al viento y dijo al mar: ¡Cállate! Son las mismas palabras que Jesús dirige a los espíritus inmundos. Además en singular, como queriendo personalizar al viento. Recordad que la palabra “ruah” (viento) es la misma que significa espíritu. Viento que perjudica equivale a mal espíritu. El “poder” de Jesús se dirige contra la fuerza del mal, no contra los elementos, que aunque sean hostiles nunca son malos.

¿Por qué sois cobardes? ¿Aún no tenéis fe? No son preguntas, sino constataciones de una evidencia. Ni confiaban en sí mismos ni confiaban en él. Aquí tenemos otra clave para la reflexión. Confiar en un Dios que está fuera y actuará desde allí nos ha llevado siempre al callejón sin salida del infantilismo religioso. Una vez más queda manifiesto que la fe no es la aceptación de unas verdades teóricas, sino la adhesión confiada a una persona. Jesús les acusa de no confiar ni en Dios ni en él ni en ellos.

¿Quién es este? El miedo y la pregunta final dejan claro que no habían entendido quién era Jesús. El relato no tiene en cuenta que Marcos ya había adelantado varios títulos divinos aplicados a Jesús desde la primera línea de su evangelio: “Orígenes de la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios”. Queda demostrado que no vale una respuesta intelectual. Lo que es Jesús, no hay manera de mostrarlo ni demostrarlo. El descubri­miento tiene que ser experiencia personal de la cercanía de Jesús.

A todos nosotros el evangelio nos invita hoy a cruzar a la otra orilla. Estamos tan seguros en nuestra orilla que no será fácil que nos arriesguemos a cruzar el mar. Ni siquiera estamos convencidos de que exista otra Orilla, más allá de las comodidades y las seguridades que ambicionamos. Sin embargo, nuestra meta está al otro lado del riesgo y del peligro. La falta de confianza sigue siendo la causa de que no nos atrevamos a dar el paso. No terminamos de creer que Él va en nuestra propia barca.

El mensaje de Jesús es que debemos confiar, aunque nos parezca que Dios no se preocupa de nosotros. El enemigo del hombre no es la naturaleza, sino una falsa visión de la misma. La naturaleza es siempre buena. Dios no tiene que rectificar su obra para que los hombres confíen en Él. Flaco favor haría Jesús a sus discípulos si accediera a entrar en la dinámica de un Dios que pone su poder al servicio de los buenos. Jesús les habla de un Dios que se identifica con ellos en todas las circunstancias.

Job plantea una cuestión muy seria, pero la solución que da no es la adecuada. Dios tiene que devolver a Job lo que supuestamente le había quitado para que su fidelidad sea creíble. El Dios en quien Jesús confió fue el Dios escondido, en quien hay que confiar aunque no le veamos actuar. Dios está siempre dormido. Su silencio será siempre absoluto. Ni tiene palabras ni instrumentos para hacer ruido. Mientras no busquemos a Dios en el silencio, nos encontraremos con un ídolo fabricado a medida.

No son las acciones espectaculares de Dios las que nos tienen que llevar a confiar en Él. El maestro Eckhart decía que tomamos a Dios por una vaca de la que podemos sacar leche y queso. Pero también decía: utilizamos a Dios como una vela para buscar algo; y cuando lo encontramos, la tiramos. La idea de un Dios que pone su poder a mi servicio, es nefasta. No se trata de confiar en otro, si no de confiar en que Él está más cerca de mí que yo mismo. Solo si siento a Dios en mí, me sentiré seguro.

Meditación

¿Quién es éste? Nunca podrás saberlo
si en tu vida no reflejas la suya.
Lo importante no es encontrar respuestas
sino vivir la Vida verdadera.
Lo que es Jesús, es lo que tú también eres.
Jesús ha desplegado todas sus posibilidades.
Tú tienes esa tarea aún por hacer.

 

Fray Marcos

Fray Marcos

Fe Adulta

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Pascua: Salvados, libres y amados.

Viernes, 9 de abril de 2021
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

El Resucitado

El misterio de Pascua no se celebra sólo en Pascua, sino en todos los días del año… es la celebración de nuestra libertad cristiana, y reaviva nuestra misma libertad… El poder de la Pascua ha irrumpido en nosotros con la resurrección de Cristo… La Pascua es la hora de nuestra liberación… Para comprender la Pascua y vivirla, debemos renunciar a nuestro temor a la novedad y a la libertad“.

El cristiano no tiene más Ley que Cristo. Su Ley es la nueva vida misma, que se le ha dado en Cristo. Su Ley no está escrita en libros, sino en las honduras de su corazón, no por pluma de hombre sino por el dedo de Dios. Su obligación ahora no es simplemente obedecer sino vivir. No tiene que salvarse a sí mismo; está salvado por Cristo. Debe vivir para Dios en Cristo, no sólo como quien busca salvación sino como quien está salvado. Casi se diría que esta verdad es el gran escándalo del cristianismo. Es la piedra que constantemente es rechazada por los constructores. Es el elemento de nuestra fe que tememos y nos negamos a mirar de frente…”.

“Para algunos cristianos, en la práctica, la cruz se ha hecho signo, no de la victoria de Cristo, sino de la victoria de la ley. Miran la cruz principalmente como el signo de ese castigo que correspondería a todos los que violan la Ley… No es la observancia de la obligación lo que nos salva del pecado, sino algo mucho más grande: es el amor“.

*

Thomas Merton

Tiempos de celebración

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Jesús, la luz que salva al mundo…

Domingo, 14 de marzo de 2021
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¡ Tanto ama Dios al mundo!

Más de lo que podemos soñar y desear,
más de lo que podemos anhelar y esperar,
nos amas Tú.
Más de lo que nadie nos ha amado y amará,
más de lo que somos capaces de amar,
nos amas Tú.

Nuestra vida, desde el vientre materno,
es una historia de amor
que penetra y fecunda
todos los rincones de nuestro ser
haciéndonos vivir, crecer y madurar
a ritmo de más humanidad.

Y, día a día, el manantial de tu amor
se desborda y riega nuestro espíritu,
nuestros sueños y proyectos,
nuestros sentidos y tiempo,
manteniéndonos lúcidos
en la travesía del desierto.

La creación entera siente tu amor
y, a veces, gime y, otras, canta agradecida
porque en sus dolores de parto
se siente acompañada y realizada,
con luz en su horizonte
y esperanza renovada en tus brazos.

Las cruces que encontramos en el camino,
a lo largo de las estaciones y años,
nos ofrecen luz y vida,
nos liberan de cárceles y condenas,
de desengaños y tinieblas,
porque Tú estás en ellas.

Tanto nos amas Tú
que, a pesar de las noches y oasis,
somos personas que alzamos la vista
y miramos con esperanza,
fijos los ojos en Jesús,
iniciador y meta de nuestra aventura.

Y nuestro caminar, hasta llegar a tu regazo,
será una historia de amor
llena de sorpresas y encuentros,
de lágrimas, dudas y gozos
que nos harán madurar
como hij@s con espíritu
para vivir liberad@s la fraternidad.

¡Cómo brilla tu luz en nuestra oscuridad
al amarnos como nadie sabe amar!

*

Florentino Ulibarri

***

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

“Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna.

Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él…

… Habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.

*

(Juan 3,14-21)

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Jesús vino ciertamente para padecer, pero su ideal no es la cruz, sino la obediencia, ese modo de vivir la relación con su Padre, testimoniarlo hasta el fondo, sin echarse atrás ante la dificultad ni ante el interrogante más dramático de su vida. El ideal de Jesús es único: la obediencia, una obediencia que no acaba en la muerte, porque quien muere de ese modo sólo puede concluir en la resurrección. La obediencia tiene como contenido el don de sí mismo por nosotros, la donación de Jesús a nosotros. El ideal de Jesús no es el dolor.

¿La cruz de Jesús es una palabra dirigida al dolor humano que, queriendo realizar el ideal del bien, de la justicia, de la virtud, encuentra y padece contradicción? ¿O es también una palabra para el dolor humano en todas sus facetas, para el dolor que nos viene sin buscarlo, sin quererlo, el dolor repentino, el dolor que parece llegar de modo absurdo? La respuesta es única: la cruz del Señor es una palabra para todo el dolor humano. El cristiano no dice: padecemos el dolor, Jesús también lo padeció. Ha aprendido, más bien, a razonar de otro modo. Ha aprendido que la cruz de Jesús es precisamente su dolor, el nombre que se debe dar también al dolor humano. El cristiano mira al crucifijo, ve el dolor de Jesús y dice: este dolor es una palabra para el dolor del hombre, que no puede tener otro nombre que el nombre de la cruz. Si redujésemos la cruz de Jesús a un caso particular de dolor del mundo, no cambiaría nada. Dar un nombre significa la posibilidad de encontrar un sentido. Vivir tiene significado si lleva consigo dolor. La resurrección de Cristo me lo recuerda en cuanto es el éxito de un padecer y morir que no ha puesto en tela de juicio el sentido de la vida.

Esta es la pretensión del cristiano frente al dolor, que él llama cruz: la pretensión de que esta realidad, tan difícil y misteriosa, tenga una posibilidad de sentido .

*

G. Moioli,
La parola della croce,
Viboldone 1987, 51-54, passim.

***

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“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”

Domingo, 10 de enero de 2021
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Así dice el Señor:

“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”

 (Marcos 1, 11b)

***

Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.

Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.

No gritará, no clamará, no voceará por las calles.

La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará.

Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas.

Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones.

Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.”

*

(Isaías 42, 1-4. 6-7)

***

Dios infinito, la primera y la última experiencia de mi vida eres Tú. Sí, justamente Tú, no tu idea ni el nombre que nosotros te hemos dado. Tú, en efecto, has venido sobre mí en el agua y en el Espíritu del bautismo. Entonces no he pensado ni elucubrado nada sobre ti. Entonces mi inteligencia, con su perspicacia sagaz, ha guardado silencio. Entonces Tú mismo te has hecho, sin consultarme, el destino de mi corazón. Has sido Tú a tomarme, no yo a “comprenderte”, Tú has transformado mi ser desde sus dos últimas raíces, Tú me has hecho partícipe de tu ser y de tu vida, te me has dado, te me has entregado Tú mismo y no una simple información poco clara y remota respecto a ti en palabras humanas. Es por esto que no logro olvidarte, porque te has hecho Tú el centro mismo de mi ser. Tu palabra y tu sabiduría están en mí, no porque te conozco en conceptos míos, sino porque Tú me reconoces como hijo y amigo.

¡Crece dentro de mí, resplandece cada vez más en mí, ilumíname, luz eterna! Sólo Tú debes iluminarme, sólo Tú hablarme. Todo lo demás que conozco o he aprendido debe solamente llevarme a Ti-

*

K. Rahner,
Palabras al silencio. Oraciones cristianas, Estella,1998.

***

***

Espiritualidad encarnada.

Tú, que no quieres, en modo alguno,
ser amado contra lo creado,
sino glorificado a través de la creación entera,
danos, hoy y cada día:

La atención a lo real en su riqueza
y en su compleja diversidad.

El coraje humilde para decidir y actuar
sin tener garantizado el acierto
y, menos aún, el éxito.

La paciencia para lo que sólo germina a largo plazo,
y que no está en nuestras manos acelerar.

Un vivir reconciliado con nuestro cuerpo y espíritu
imprevisibles, vulnerables, amables.

El trabajo, con su gozo y su fatiga,
y el sufrimiento por quienes no pueden trabajar.

Una apertura sin defensas
a la presencia de los otros,
que nos visitan y cambian
si dejamos que entren con su novedad.

Y si es necesario, desplázanos, Señor,
de nuestros caminos y seguridades
y llévanos por los que Tú conoces y quieres,
para poder escuchar tu voz de Padre.

Sólo así entenderemos tu encarnación.
Sólo así seremos bautizados.
Sólo así sentiremos que el cielo se abre.
Sólo así nos llenaremos de Espíritu Santo.
Sólo así podremos vivir como hijos amados.

*

Florentino Ulibarri

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“Habitar en un espacio creado por Jesús”. 23 Tiempo ordinario – A- (Mateo 18, 15-20)

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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forgivenessAl parecer, a las primeras generaciones cristianas no les preocupaba mucho el número. A finales del siglo I eran solo unos veinte mil, perdidos en medio del Imperio romano. ¿Eran muchos o eran pocos? Ellos formaban la Iglesia de Jesús, y lo importante era vivir de su Espíritu. Pablo invita constantemente a los miembros de sus pequeñas comunidades a que «vivan en Cristo». El cuarto evangelio exhorta a sus lectores a que «permanezcan en él».

Mateo, por su parte, pone en labios de Jesús estas palabras: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». En la Iglesia de Jesús no se puede estar de cualquier manera: por costumbre, por inercia o por miedo. Sus seguidores han de estar «reunidos en su nombre», convirtiéndose a él, alimentándose de su evangelio. Esta es también hoy nuestra primera tarea, aunque seamos pocos, aunque seamos dos o tres.

Reunirse en el nombre de Jesús es crear un espacio para vivir la existencia entera en torno a él y desde su horizonte. Un espacio espiritual bien definido no por doctrinas, costumbres o prácticas, sino por el Espíritu de Jesús, que nos hace vivir con su estilo.

El centro de este «espacio Jesús» lo ocupa la narración del evangelio. Es la experiencia esencial de toda comunidad cristiana: «hacer memoria de Jesús», recordar sus palabras, acogerlas con fe y actualizarlas con gozo. Ese arte de acoger el evangelio desde nuestra vida nos permite entrar en contacto con Jesús y vivir la experiencia de ir creciendo como discípulos y seguidores suyos.

En este espacio creado en su nombre vamos caminando, no sin debilidades y pecado, hacia la verdad del evangelio, descubriendo juntos el núcleo esencial de nuestra fe y recuperando nuestra identidad cristiana en medio de una Iglesia a veces tan debilitada por la rutina y tan paralizada por los miedos.

Este espacio dominado por Jesús es lo primero que hemos de cuidar, consolidar y profundizar en nuestras comunidades y parroquias. No nos engañemos. La renovación de la Iglesia comienza siempre en el corazón de dos o tres creyentes que se reúnen en el nombre de Jesús.

José Antonio Pagola

 

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“Si te hace caso, has salvado a tu hermano”. Domingo 06 de septiembre de 2020. 23º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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46-OrdinarioA23Leído en Koinonia:

Ezequiel 33,7-9: Si no hablas al malvado, te pediré cuenta de su sangre
Salmo responsorial: 94: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón.”
Romanos 13,8-10: Amar es cumplir la ley entera
Mateo 18,15-20: Si te hace caso, has salvado a tu hermano

La liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre nuestra corresponsabilidad comunitaria. La fe, o más ampliamente dicho, nuestra vida espiritual, es un asunto personal, una responsabilidad absolutamente intransferible, pero como humanos que somos –seres simbióticos al fin y al cabo– la vivimos en el seno de una comunidad. Por eso, también, todos somos de alguna manera responsables de la vida de cada hermano.

Ezequiel es profeta del tiempo del exilio. Se presenta como el vigilante de su pueblo. Otros profetas han utilizado también esta imagen para caracterizar su misión. La actitud vigilante es un rasgo de los profetas. Estar atento a lo que pasa, para alertar y prevenir al pueblo. Y estar siempre atento también a escuchar la Palabra de Dios. Leer los acontecimientos de la historia y interpretarlos a la luz de la Palabra de Dios. El vigilante, celador, velador, centinela o como se le llame en nuestro medio, está pendiente de los peligros que acechan al pueblo. Por eso, el profeta es responsable directo de lo que le pueda pasar. El profeta tiene la misión de abrir los ojos del pueblo. Pero también el pueblo puede aceptar o rechazar esa interpelación profética. Lo que no está bien es pasar por alto y no darse cuenta del peligro.

Pablo en la carta a los romanos invita a los creyentes que edifiquen su vida sobre la base del amor para que puedan responder a los desafíos del momento histórico que a cada creyente y a cada comunidad le toca vivir. El amor es resumen, síntesis vital, compendio de todo tipo de precepto de orden religioso. Así, Pablo entra en perfecta sintonía con la propuesta evangélica. Ciertamente, no es un rechazo rotundo de la ley. Pero el amor supera la fuerza de la ley. Quien ama auténticamente no quiere hacer daño a nadie; por el contrario, siempre buscará la forma de ayudarle a crecer como persona y como creyente. La conversión, la metanoia, es cambio rotundo de mente y corazón. Quién se convierte asume el amor como única “norma” de vida. El amor se traduce en actitudes y compromisos muy concretos: servicio, respeto, perdón, reconciliación, tolerancia, comprensión, verdad, paz, justicia y solidaridad fraterna.

El evangelio de Mateo nos presenta el pasaje que se ha denominado comúnmente la corrección fraterna. El texto revela los conflictos internos que vivía la comunidad mateana. Nos encontramos, entonces, ante una página de carácter catequético que pretende enfrentar y resolver el problema de los conflictos comunitarios. El pecado no es solamente de orden individual o moral. Aquí se trata de faltas graves en contra de la comunidad. El evangelista pretende señalar dos cosas importantes: no se trata de caer en un laxismo total que conduzca al caos comunitario. Pero tampoco se trata de un rigorismo tal que nadie pueda fallar o equivocarse. El evangelista coloca el término medio. Se trata de resolver los asuntos complicados en las relaciones interpersonales siguiendo la pedagogía de Jesús. No es un proceso jurídico lo que aquí se señala. El evangelista quiere dejar en claro que se trata ante todo de salvar al trasgresor, de no condenarlo ni expulsarlo de entrada. Es un proceso pedagógico que intenta por todos medios salvar a la persona. Ahora bien, si la persona se resiste, no acepta la invitación, no da signos de arrepentimiento… entonces sí la comunidad se ve obligada a expulsarse de su seno. Al no aceptar la oferta de perdón la persona misma se excluye de la comunión.

Nuestro compromiso como creyentes es luchar por la verdad. Nuestras familias y comunidades cristianas deben ser, ante todo, lugares de reconciliación y de verdad. Exigir respeto por las personas que se equivocan pero que quieren rectificar su error es imperativo evangélico. Tampoco se trata de caer en actitudes laxistas o que respalden la impunidad. Pero ante todo, el compromiso con la justicia, la verdad y la reconciliación es una actitud profética.

¿Cómo vivimos los valores de la verdad, la justicia, la reparación y la reconciliación al interior de nuestras comunidades? ¿Qué actitud asumimos frente a los medios de comunicación que manipulan y tergiversan la verdad? ¿Nos sentimos corresponsables de la suerte de nuestros hermanos?

El evangelio de hoy habla también de la comunidad como sujeto de perdón: «Todo lo que aten ustedes en la tierra será atado en el cielo…». Puede ser una oportunidad interesante para hablar tanto de la grave crisis que atraviesa este sacramento en la práctica más extendida en la Iglesia, como de la posibilidad y legitimidad de la reconciliación comunitaria. Véase al respecto el libro de Domiciano Fernández que comentamos más abajo. Leer más…

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6.9.20.Dom 23 tiempo ordinario. Dos o tres reunidos en mi nombre (Mt 18, 15-20): Antes que hubiera obispos o presbíteros

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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03.06.Santa-Trinidad_Teofanes-el-Griego_Fresco-Iglesia-de-la-Transfiguracion-en-la-calle-Ilyin_NovgoroDel blog de Xabier Pikaza:

Cada comunidad, en diálogo con otras, puede y debe organizarse en línea de evangelio como Iglesia, pues dos o tres reunidos en nombre de Jesús son autoridad para crear iglesia, celebrar la eucaristía y declarar, si fuere necesario, con inmensa pena, la exclusión de aquellos que se excluyen a sí mismos, si es que no perdonan, ni aceptan el perdón, ni quieren ser Iglesia

Hablé el otro domingo (cf. RD 25.8.20) de la “refundación” de la Iglesia, insistiendo en la función de las mujeres, como han indicado bien, en este mismo portal (RD) algunos amigos y colegas a quienes agradezco muchísimo la atención que me dedican. Pero quizá debo añadir no trataba allí de la fundación jerárquica de la iglesia, finales del II y principios del III d.C.,retomada por la Reforma Gregoriana del XI y por la nueva Adaptación Jerárquica del XXI, sino de la fundación originaria, según el evangelio de Mateo, en el I d.C., cuando no había ministerios episcopales o presbiterales, masculinos ni femeninos, sino comunión de creyentes.

    De la fundación primera, antes que hubiera obispos/as o presbíteros(as habla Mt 18, 15-20, texto principal de la Biblia , que la iglesia lee este domingo 6.9.20.  No había obispos y presbíteros (varones y/o mujeres), pero había iglesias, comunidades mesiánica,  autogestionadas desde Cristo. Este evangelio, que se divide en tres partes, constituye la “carta magna” de esas iglesias, primitivas y actuales:

  1. Norma fundante, el perdón (18 15). Y si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano.  16 Si no te escucha, toma contigo a uno o a dos,  pues todo problema se resuelva por dos o tres testigos.  17 Y si no les escucha llama a la iglesia, y si no la escucha, sea para ti como gentil y publicano
  2.  Autoridad comunitaria. Lo que atareis en la tierra (18, 18). En verdad os digo: todo lo que atareis en la tierra, será atado en el cielo;  y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo[4]
  3. Presencia de Dios y de Cristo (18 19-20) En verdad os digo: si dos de vosotros concuerdan en la tierra, sobre cualquier cosa que pidieren, les será dado por mi Padre que está en los cielos. 20 Porque donde se reúnen dos o tres en mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.

 1.NORMA FUNDANTE, EL PERDÓN (18, 15-17)

         En contra de lo que suelen pensar jerarcas y teólogos/as, conforme a este evangelio central (el único que habla de Iglesia, con Mt 16, 18),la primera autoridad cristiana no es la de impartir el bautismo o presidir la eucaristía, sino la de perdonar. En un libro famoso, no superado ni criticado todavía (Kirchliches Amt und geistliche Vollmacht in den ersten drei Jahrhunderten. Mohr, Tübingen 1953, trad. inglesa en en Baker, Edinburg 1971), Von Campenhausen, historiador del cristianismo primitivo, demostró que un tipo de jerarquía nació precisamente cuando algunos asumieron el poder exclusivo de perdonar, dominando así,con miedo al pecado y al infierno a los demás creyentes. Éstas son las palabras fundamentales de Mateo:

18 15 Y si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano.  16 Si no te escucha, toma contigo a uno o a dos,  pues todo problema se resuelva por dos o tres testigos.  17 Y si no les escucha llama a la iglesia, y si no la escucha, sea para ti como gentil y publicano[2].

  Este pasaje ratifica el derecho de la Iglesia para instituirse como grupo autónomo. Su fondo parece de tipo judeo-cristiano y define a los de “fuera” en términos que podrían decirse contrarios a Jesús, que acogió a los publicanos y gentiles (cf. 15, 21-28; 21, 31), y contrarios al mismo Mateo, que concluye su evangelio con una palabra de envío universal, sin exclusión de gentiles y publicanos (cf. 28, 16-20). En esa línea, paradójicamente, nuestro pasaje parece volver a un esquema legalista, que Jesús habría superado. Pero ésta es una paradoja necearia: Precisamente para garantizar el perdón (y buscar a las ovejas errantes: cf. 18, 12-14), la iglesia ha de trazar sus límites:

Paradoja. La Iglesia no puede mantenerse como instancia mesiánica ni ofrecer la salvación a publicanos y gentiles (tema clave de 9, 10-11; 11, 19, 21, 31; 28, 16-20), si no instaura y defiende su identidad, trazando unos espacios fuera de los cuales no se puede vivir el evangelio en forma eclesial.

Ortodoxia práctica. Son comunidad los que se dejan perdonar y perdonan; pero quienes rechacen el perdón no puede formar parte de ella. Ésta es la norma central de la Iglesia: quienes excluyen a los otros (pobres y pequeños) se excluyen a sí mismos de la comunidad de los perdonados (cf. 18, 23-35).

     De manera sorprendente, aquí no hay presbíteros ni obispos (varones o mujeres), sino  hermanos en comunidad… y la comunidad reunida, como única instancia de apelación y solución de los problemas

El texto comienza diciendo “si peca contra ti tu hermano”, es decir, un miembro de la comunidad. No se trata pues de un pecado intimista (sólo entre el creyente y Dios), sino de tipo social, que enfrenta a unos creyentes con otros, poniendo en riesgo la unidad y vida de los hermanos.  Esa fórmula (si tu hermano peca contra ti: eis se.) puede indicar que se trata de un problema entre dos, pero el ofrece aquí un carácter colectivo, y así lo interpretan, en el fondo, aquellos manuscritos que ponen simplemente “quien peca” (sin añadir contra ti: cf. GNT y NTG). Se trata, pues, de un pecado de ruptura fraterna.

Por eso, a fin de restaurar la comunión se instituye un proceso en regla, primero entre algunos hermanos concretos a quienes empieza afectando la ruptura y después entre todos los miembros de la comunidad. El principio y norma es el perdón, pero allí donde ese perdón no se acoge ni ofrece se rompe la comunión, centrada en la salvación de los pobres y en la universalidad mesiánica. Por eso, los que no perdonan, se desligan ellos mismos de la Iglesia. Ese proceso de separación resulta doloroso, pero es necesario y no puede delegarse, dejándolo en manos de otra instancia, como podría suceder en la administración imperial, donde las autoridades o instancias inferiores podían apelar al Cesar, que era juez supremo, por encima de las ciudades o provincias del imperio.

Según Mateo, cada comunidad de creyentes es autónoma, presencia de Dios, pues está formada por personas capaces de juntarse y resolver dialogando sus problemas, en un proceso en regla, que permite conocer las exigencias y límites de las comunidades. El criterio de fondo es el evangelio, como indica una visión de conjunto de las tres formulaciones de perdón en Mateo:

 Este pasaje ha de unirse a otros pasajes de perdón, como Mt 5, 23-24 (si llevas tu don al altar y recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti…”.) y 18, 21-22; “¿Señor, cuantas veces debo perdonar…? Respondió Jesús ¡Has de perdonar setenta veces siete! (18, 21-22).

Estos pasajes sirven para trazar la frontera interna de la Iglesia: Sólo una comunidad de personas dispuestas a perdonar siempre pueden y deben trazar una norma que regule el perdón,  de manera que aquellos que no se dejan perdonar ni perdonan se excluyen a sí mismos de la Iglesia. El perdón es, según eso, una experiencia de comunión universal, de la que se excluyen aquellos que no perdonan ni se dejan perdonar[3].

 2. AUTORIDAD COMUNITARIA(18, 18). 

    Ciertamente, la iglesia antigua conoce autoridades especiales, es decir, fundacionales, como la de Pedro y Pablo, la de Santiago o Magdalena… Pero ya en concreto, en cada comunidad constituida no existe más autoridad  que la formada por la comunidad de creyentes, sin obispos, sin presbíteros, varones o mujeres (que pueden tener otra función). Cada iglesia es “auto-jerárquica”, si se puede utilizar esa palabra:

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¡Qué fácil es criticar, qué difícil corregir! Domingo 23 Ciclo A.

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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med-2Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La formación de los discípulos

 A partir del primer anuncio de la pasión-resurrección y de la confesión de Pedro, Jesús se centra en la formación de sus discípulos. No sólo mediante un discurso, como en el c.18, sino a través de los diversos acontecimientos que se van presentando. Los temas podemos agruparlos en tres apartados:

  1. Los peligros del discípulo:

                        * ambición (18,1-5)

                        * escándalo (18,6-9)

                        * despreocupación por los pequeños (18,10-14)

  1. Las obligaciones del discípulo:

                        * corrección fraterna (18,15-20)

                        * perdón (18,21-35)

  1. El desconcierto del discípulo:

                        * ante el matrimonio (19,3-12)

                        * ante los niños (19,13-15)

                        * ante la riqueza (19,16-29)

                        * ante la recompensa (19,30-20,16)

             De estos temas, la liturgia dominical ha seleccionado el 2, corrección fraterna y perdón, que leeremos en los dos próximos domingos (23 y 24 del Tiempo Ordinario) y el último punto del 3, desconcierto ante la recompensa (domingo 25).

 La obligación de corregir (Ezequiel 33,7-9)

 Al tratar de la corrección fraterna, es muy buen punto de partida la primera lectura, tomada del profeta Ezequiel. Cuando alguien se porta de forma indebida, lo normal es criticarlo, procurando que la persona no se entere de nuestra crítica. Sin embargo, Dios advierte al profeta que no puede cometer ese error. Su misión no es criticar por la espalda, sino dirigirse al malvado y animarlo a cambiar de conducta. Si el profeta calla por comodidad o miedo, se le pedirá cuenta de su silencio.

 Así dice el Señor: A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al malvado: «¡Malvado, eres reo de muerte!», y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, si no cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida.

El modo de corregir (Mateo 18,15-20)

En la misma línea debemos entender el evangelio de hoy, que se dirige a los apóstoles y a los responsables posteriores de las comunidades. No pueden permanecer indiferentes, deben procurar el cambio de la persona. Pero es posible que ésta se muestre reacia y no acepte la corrección. Por eso se sugieren cuatro pasos: 1) tratar el tema entre los dos; 2) si no se atiene a razones, se llama a otro o a otros testigos; 3) si sigue sin hacer caso, se acude a toda la comunidad; 4) si ni siquie­ra entonces se atiene a razones, hay que considerarlo «como un gentil o un publicano».

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

― Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos.

Si te hace caso, has salvado a tu hermano.

Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos.

Si no les hace caso, díselo a la comunidad,

y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano.

Esta práctica recuerda en parte la costumbre de la comunidad de Qumrán. La Regla de la Congregación, sin expresarse de forma tan sistemática como Mateo, da por supuestos cuatro pasos: 1) corrección fraterna; 2) invocación de dos testi­gos; 3) recurso a «los grandes», los miembros más antiguos e importantes; 4) finalmente, si la persona no quiere corregirse, se le excluye de la comunidad.

La novedad del evangelio radica en que no se acude en tercera instancia a los «grandes», sino a toda la comunidad, subrayando el carácter democrático de la vivencia cristiana. Hay otra diferencia notable entre Qumrán y Jesús: en Qumrán se estipulan una serie de sanciones cuando se ofende a alguno, cosa que falta en el Nuevo Testamento. Copio algunas de ellas en el Apéndice.

                Hay un punto de difícil interpretación: ¿qué signifi­ca la frase final, «considéralo como un gentil o un publicano»? Generalmente la interpretamos como un rechazo total de esa persona. Pero no es tan claro, si tenemos en cuenta que Jesús era el «amigo de publicanos» y que siempre mostró una actitud positiva ante los paganos. Por consiguiente, quizá la última frase debamos entenderla en sentido positivo: incluso cuando parece que esa persona es insalvable, sigue considerándola como alguien que en algún momento puede aceptar a Jesús y volver a él. Esta debe ser la actitud personal («considéralo»), aunque la comunidad haya debido tomar una actitud disciplinaria más dura.

¿Qué valor tiene la decisión tomada en estos casos? Un valor absoluto. Por eso, se añaden unas palabras muy parecidas a las dichas a Pedro poco antes, pero dirigidas ahora a todos los discípulos y a toda la comunidad:

Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

Relacionado con este tema están las frases finales.

Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Generalmente se los aplica a la oración y a la presencia de Cristo en general. Pero, dado lo anterior y lo que sigue, parece importante relacionar esta oración y esta presencia de Cristo con los temas de la corrección y del perdón.

El conjunto podríamos explicarlo del modo siguiente. La correc­ción fraterna y la decisión comunitaria sobre un individuo son algo muy delicado. Hace falta luz, hallar las palabras adecuadas, el momento justo, paciencia. Todo esto es imposible sin oración. Jesús da por supuesto -quizá supone mucho- que esta oración va a darse. Y anima a los discípulos asegurándoles la ayuda del Padre, ya que El estará presente. Esta interpretación no excluye la otra, más amplia, de la oración y la presencia de Cristo en general. Lo importante es no olvidar la oración y la presencia de Jesús en el difícil momento de la reconciliación.

El mejor modo de corregir: el amor (Romanos 13,8-10)

            Los textos de Ezequiel y del evangelio suponen situaciones conflictivas en la comunidad; hablan de malvados y de personas que pecan. La carta a los Romanos también conoce el peligro del adulterio, el asesinato, el robo, la envidia… Pero no se centra en denunciar esos pecados, sino en fomentar la caridad. «Uno que ama a su prójimo no le hace daño». El que ama cumple toda la ley, y su amor puede ser el mejor modo de corregir.

Hermanos: A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robaras, no envidiarás», y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase: amarás a tu prójimo como a ti mismo. Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso, amar es cumplir la ley entera.

Apéndice: la práctica de la comunidad de Qumrán

            En el siglo II a.C., un grupo de judíos, descontentos del comportamiento del clero y de las autoridades de Jerusalén, se retiró al desierto de Judá y fundó junto al Mar Muerto una comunidad. Se ha discutido mucho sobre su influjo en Juan Bautista, en Jesús y en los primeros cristianos. El interesado puede leer J. L. Sicre, El cuadrante. Vol. II: La apuesta, cap. 15

            Los cuatro pasos en la Regla de la congregación

1) «Que se corrijan uno a otro con verdad, con tranquilidad y con amor lleno de buena voluntad y benevolencia para cada uno» (V, 23-24).

2 y 3) «Igualmente, que nadie acuse a otro en presencia de los “grandes” sin haberle avisado antes delante de dos testigos» (VI, 1).

4) «El que calumnia a los “grandes”, que sea despedido y no vuelva más. Igualmente, que sea despedido y no vuelva nunca el que murmura contra la autoridad de la asamblea. (…) Todo el que después de haber permanecido diez años en el consejo de la comunidad se vuelva atrás, traicionando a la comunidad… que no vuelva al consejo de la comunidad. Los miembros de la comunidad que estén en contacto con él en materia de purificación y de bienes sin haber informado de esto a la comunidad serán tratados de igual manera. No se deje de expulsarlos» (VII,16-25).

            Algunos castigos en Qumrán

«Si alguien habla a su prójimo con arrogancia o se dirige a él groseramente, hiriendo la dignidad del hermano, o se opone a las órdenes dadas por un colega superior a él, será castigado durante un año…»

«Si alguno habló con cólera a uno de los sacerdotes inscri­tos en el libro, que sea castigado durante un año. Durante ese tiempo no participará del baño de purificación con el resto de los gran­des.»

«El que calumnia injustamente a su prójimo, que sea castiga­do durante un año y apartado de la comunidad.»

«Si únicamente hablo de su prójimo con amargura o lo engañó conscientemente, su castigo durará seis meses.

«El que se despereza, cabecea o duerme en la reunión de los “grandes” será castigado treinta días».

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Domingo XXIII del Tiempo Ordinario. 06 Septiembre, 2020

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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D-XXIII

“Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos.”

(Mt 18, 15-20)

Realmente el tema del perdón, de la reconciliación, es algo “sagrado”. Incluso diría que hace de puente entre lo divino y lo humano. Dicho de otra manera: el perdón nos hace parecernos más a Dios.

Este fragmento del Evangelio de Mateo es una hermosa lección de lo que es la reconciliación y de lo implicadas que estamos todas en el buen o mal camino de nuestras hermanas.

El texto empieza diciendo: “si tu hermano peca”, es decir, si descubres que alguien cercano va por mal camino tienes el deber de avisarle. Si te das cuenta de que su vida toma un rumbo deshumanizante, ¡díselo!

No, no se trata de que vayamos por la vida dando lecciones a los demás, ni que juzguemos como pecado ajeno todo aquello que no cuadra con nuestros esquemas. No, eso no. Pero si tenemos a alguien cercano precipitándose por malos caminos no podemos quedarnos callados.  Con respeto y humildad hay que saber decir lo que una ve.

Es curioso cómo insiste el evangelio:  “Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos… y si no hace caso, díselo a la comunidad…”

A quien se equivoca hay que darle más de una oportunidad. Hay que hacer todo lo posible por aquellas personas que andan perdidas. Salir a buscarlas una y otra vez. Cargarlas sobre los hombros y alegrarnos de recobrarlas. En eso nos parecemos a Dios Abba, que no quiere que ni uno solo se pierda.

Sí, Dios necesita que nos apuntemos a “mujer que barre la casa” o “a pastor que busca ovejas perdidas”. A Él le interesan las últimas, las pequeñas, las perdidas…, y siente una enorme predilección por ellas.

Oración

Aquí nos tienes, Trinidad Santa, dispuestas a buscar la moneda o la oveja perdida. Deseosas de que nuestro corazón se parezca cada vez más al tuyo y se movilice ante la debilidad humana. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Sin comunidad no puede haber persona humana.

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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abrazoMt 18, 15-20

Del capítulo 16 hemos pasado al 18. Mt comienza una serie de discursos sobre la comunidad. Es la primera vez que se emplea el término “hermano” para designar a los miembros de la comunidad. Hay que notar que este texto está a continuación de la parábola de la oveja perdida, que termina con la frase: “Así vuestro Padre no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños”. El tema de hoy no es el perdón. Los textos lo dan por supuesto y van mucho más allá al tratar de ganar al hermano que ha fallado.

Lo que nos relata el evangelio de hoy es seguramente reflejo de una costumbre de la comunidad de Mt. Se trata de prácticas que ya se llevaban a cabo en la sinagoga. En este evangelio es muy relevante la preocupación por la vida interna de la comunidad (Iglesia). El evangelio nos advierte que no se parte de una comunidad de perfectos, sino de una comunidad de hermanos, que reconocen sus limitaciones y necesitan el apoyo de los demás para superar sus fallos. Los conflictos pueden surgir en cualquier momento, pero lo importante es estar preparados para superarlos sin violencia. Sería muy interesante que esto lo tuviéramos en cuenta en las relaciones de familia.

En la primera frase tenemos un problema en el mismo texto, porque han llegado a nosotros distintas versiones: ‘si tu hermano peca’, ‘si tu hermano peca contra ti’, ‘si tu hermano te ofende’. Lo que está claro es que ninguna de estas versiones se puede remontar a Jesús. Los evangelios ponen en boca de Jesús lo que era práctica de la comunidad para darle valor definitivo. Al pecar contra ti, debía corresponder el perdón. El próximo domingo, Jesús dirá a Pedro que tiene que perdonar ‘setenta veces siete’.

Si tu hermano peca”, no debemos entenderlo con el concepto que tenemos hoy de pecado. La práctica penitencial de los primeros siglos se fue desarrollando en torno a los pecados contra la comunidad. No se tenía en cuenta, ni se juzgaba, la actitud personal con relación a Dios sino el daño que se hacía a la comunidad. La respuesta de la comunidad no juzgaría la situación personal del que ha fallado sino el daño que había hecho a la comunidad, que tiene que velar por el bien de todos sus miembros.

La corrección fraterna no es tarea fácil, porque el ser humano tiende a manifestar su superioridad. En este caso puede suceder por partida doble. El que corrige puede humillar al corregido queriendo hacer ver su superioridad moral. Aquí tenemos que recordar las palabras de Jesús: ¿Cómo pretendes sacar la mota del ojo del tu hermano, teniendo una viga en el tuyo? El corregido puede rechazar la corrección por falta de humildad. Por ambas partes se necesita un grado de madurez humana no fácil de alcanzar. Hoy tenemos la dificultad añadida de que no existe una verdadera comunidad.

Hoy tendría mucha más aplicación a la familia. Tendemos a esperar que los otros sean perfectos y en cuanto algún miembro de la familia falla ponemos el grito en el cielo. La verdad es que ninguna comunidad es posible sin aceptar y comprender que todos somos imperfectos y que antes o después saldrán a relucir esas carencias. Es muy difícil advertir al otro de sus fallos sin acusarle, pero es más difícil todavía aceptar que me corrijan.

Partiendo de que todo pecado es un error, lo que falla en realidad es la capacidad de los cristianos para convencer al otro de su equivocación, y de que siguiendo por ese camino se está apartando de la meta que él mismo pretende conseguir. Una buena corrección tiene que dejar muy claro que buscamos el bien del corregido y no nuestra vanagloria. Debemos ser capaces de demostrarle que no solo se aleja él de la plenitud humana sino que impide o dificulta a los demás caminar hacia esa meta. Radicalmente apartado de los demás, ningún hombre conseguiría el más mínimo grado de humanidad.

Atar y desatar. Es una imagen del AT muy utilizada por los rabinos de la época. Se refiere a la capacidad de aceptar a uno en la comunidad o excluirlo. Así lo entendieron también las primeras comunidades, cuyos miembros eran todos judíos. El concepto de pecado como ofensa a Dios que necesita también el perdón de Dios, tal como lo entendemos hoy, no fue objeto de reflexión en la primera comunidad. No se trata de un poder conferido por Dios para perdonar los pecados entendidos como ofensas contra Él.

Todo lo que atéis en la tierra…” Hace dos domingos, el mismo Mt ponía en boca de Jesús exactamente las mismas palabras referidas a Pedro. El poder de decidir ¿lo tiene Pedro o lo tiene la comunidad? Solo hay una solución: Pedro actúa como cabeza de la comunidad. En el evangelio de Mateo no se encuentra una autoridad que toma decisiones. En el contexto podemos concluir que son las personas individuales las que tienen que acatar el parecer de la comunidad y no al revés, como se nos ha querido hacer ver.

“Donde dos estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Dios está identificado con cada una de sus criaturas, pero solo se manifiesta (está en medio) cuando hay por lo menos dos (comunidad). La relación de amor es el único marco idóneo para que Dios se haga presente. Se trata de estar identificados con la actitud de Jesús, es decir, buscando únicamente el bien del hombre, de todos los seres humanos, también de los que no pertenecen al grupo. Esto lo hemos olvidado con frecuencia.

Es imposible cumplir hoy ese encargo de la corrección fraterna porque está pensado para una comunidad, donde se han desarrollado lazos de fraternidad y todos se conocen y se preocupan los unos de los otros. Lo que hoy falta es precisamente esa comunidad. No obstante, lo importante no es la norma concreta, que responde a una práctica de la comunidad de Mt, sino el espíritu que la ha inspirado y debe inspirarnos a nosotros la manera de superar los enfrentamientos a la hora de hacer comunidad.

La comunidad es la última instancia de nuestras relaciones con Dios. Es absurdo pretender una directa relación con Dios para solucionar mis fallos. El texto evangélico insiste en que hay que agotar todos los cauces para hacer salir al otro de su error, pero una vez agotados todos los cauces, la solución no es la eliminación del otro, sino la de apartarlo, con el fin de que no siga haciendo daño a la comunidad. La solución final manifiesta la incapacidad de la comunidad para convencer al otro de su error. Si la comunidad tiene que apartarlo es que no tiene capacidad de integrarlo.

El sentido de la comunidad es la ayuda mutua en la consecución de la plenitud del hombre. La Iglesia debe ser sacramento (signo) de salvación para todos. Hoy día no tenemos conciencia de esa responsabilidad. Pasamos olímpicamente de los demás. Seguimos enfrascados en nuestro egoísmo incluso dentro del ámbito de lo religioso. El fallo más letal de nuestro tiempo es la indiferencia. Martín Descalzo la llamó “la perfección del egoísmo”. Otra definición que me ha gustado es esta: “es un homicidio virtual”. Seguramente es hoy el pecado más extendido en nuestras comunidades.

Meditación

La máxima manifestación de desamor es la indiferencia.
Camuflarla bajo el manto de respeto, o tolerancia, es cobardía.
Si no me comprometo con el bien espiritual del otro,
es que su presente y su futuro me importan un comino.
Debo ir al encuentro del otro para ayudarle, sin juzgarle.
Si no busco el bien del otro, mi plenitud quedará truncada.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La Oración Comunitaria.

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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Brothers in Christ

Brothers in Christ

La música del alma, la puede oír el mundo entero (Lao-Tzu)

7 de septiembre. DOMINGOXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 18, 15-20

Os digo también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, mi padre del cielo se la concederá. Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Aunque la historia franciscana nos relata que el Santo de Asís instaba a sus hermanos a esconderse en el eremitorio del propio cuerpo, la oración personal y contemplativa no indujo a Francisco a aislarse del mundo que lo rodeaba: los hermanos, los fieles y los infieles, los seres todos de la creación. Muy al contrario, relatan las crónicas, la oración contemplativa de Francisco desembocaba en la oración comunitaria y litúrgica.

El “in medio eorum” de Jesús (Mt 18, 20) -que presupone oración comunitaria- es un adverbio de lugar: “entre”, “en”, “dentro de”Significados todos ellos inseparables e irrenunciables en toda Comunidad de Vida. ¿Que cómo se manifiesta?

 

«Es verdadera oración comunitaria aquella en la que todos participan de hecho y en la que la verdadera fraternidad viene expresada en la confianza, comprensión y caridad recíproca. A este efecto pueden ser útiles, conforme a nuestra tradición, los coloquios espirituales, la comunicación de experiencias, la reflexión evangélica participada, las celebraciones comunitarias de la penitencia y de la palabra, la revisión de vida y otros medios parecidos» (II Consejo Plenario de la Orden capuchina, nº 33 de su documento final sobre la oración).

Jesús quiere que los seguidores de su doctrina no sólo recemos sino, y sobre todo, que seamos Fígaros de la sociedad en que vivimos. Atentos a cuanto el prójimo y demás seres nos piden, cuando algo necesitan. Como el protagonista de la ópera de Rossini “El barbero de Sevilla”: Fígaro quí, Fígaro lá…

Como ha hecho el papa Francisco el pasado 8 de junio rezando por la paz en Oriente Medio y en el mundo entero, y plantando un olivo en los jardines del Vaticano junto con el presidente israelí Simón Péres y la Autoridad Nacional Palestina Mahmoud Abbas. Besos de paz en Santa Marta y un abrazo memorable rubricaron el acontecimiento.

El patriarca ecuménico Bartolomeo I tintó de buena fe los jardines con esta declaración de caseras intenciones: Estamos en este lugar, israelíes y palestinos, judíos, cristianos y musulmanes, para ofrecer nuestra oración por la paz, por Tierra Santa y por todos sus habitantes. Y el de Roma –venido de lejanas tierras– lanzó también su órdago quebrando los límites del terruño: “Espero que este encuentro sea el comienzo de un camino en busca de lo que une para superar lo que divide”. 

Las raíces de ese entendimiento las fijan los místicos en estos términos: “El principio más básico del diálogo ecuménico es que dicho diálogo debe comenzar, en primer lugar, dentro de uno mismo” (Thich-Nhat-Hanh, Buda viviente, Cristo viviente). Sólo de ese modo se podrá confiar en que la armonía universal sea consistente.

Y ojalá esa música del alma la pueda oír pronto el universo, como dijo Lao-Tzu hace más de dos mil quinientos años, y disfrutar su melodía esta generación y las que nos sucedan. Que en modo alguno se repita la historia relatada por Khalil Gibràn en  Arena y Espuma:

“Una vez cada cien años Jesús de Nazareth se encuentra con el Jesús de los cristianos en un jardín entre las colinas del Líbano. Y conversan largamente; y siempre Jesús de Nazareth se despide del Jesús de los cristianos, diciendo: Amigo, mucho me temo que nunca lleguemos a entendernos”.

“La música del alma, la puede oír el mundo entero” (Lao-Tzu)

Y Mateo: Os digo también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, mi padre del cielo se la concederá. Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Christine Stevens, en La música como medicina, escribió:

VIVIR EN ARMONÍA

Nuestras almas están hechas de armonía.

Nuestra alma evoluciona
al compartir la relación armónica con todos los seres vivos.

Calibra nuestra alma y no es de extrañar
que el principio de vibración por simpatía
nos recuerde que todos influimos en todos,
descubriendo éste
que todo se basa en la prueba científica
de nuestra neurología
de la empatía y del sistema de las neuronas espejo.

Las culturas que viven y practican
estar en armonía con la naturaleza
y entre los miembros de su comunidad
nos recuerdan que todos somos una gran familia.

La armonía nos invita a unirnos a la comunidad,
a confiar más el uno en el otro y a forjar relaciones

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Perdonar no es una opción, es una obligación.

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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correccion-lev-1917(Mt 18,15-20)

Hoy, el evangelio de Mateo nos ofrece un texto singular que tiene en el trasfondo la necesidad buscar modos de afrontar los desencuentros personales y los conflictos comunitarios. El texto se enmarca entre dos parábolas cuyo tema es el perdón y la misericordia (la oveja perdida en 18, 12-14 y la del siervo perdonado que no aprendió a perdonar en 18, 21-35) ofreciendo de este modo un enfoque desde el que interpretar la normativa comunitaria que el relato plantea.

La comunidad de Mateo, asentada probablemente en Antioquia de Siria, vive un momento en que necesita dar forma a su vida fraterna y fortalecer sus vínculos como grupo para poder responder a los desafíos de su entorno y no fracasar en su seguimiento de Jesús. Son muchas las situaciones nuevas que han de afrontar como seguidoras/es de Jesús especialmente relacionadas con la conducta dentro del grupo y con el modo de estar con sus vecinos o familiares no cristianos.

Mateo sabe que el mejor criterio para afrontarlas con éxito es mirar a Jesús y preguntarse, como querría él que actuasen por eso, en la medida que va narrando la vida de Jesús y su mensaje, va incorporando referencias de conducta que puedan ayudar a sus hermanos y hermanas de la comunidad. El texto de hoy responde precisamente a eso, a ofrecer un marco de actuación que les permita resolver adecuadamente los enfrentamientos y desajustes en las relaciones personales, comunitarias y sociales.

La propuesta que hace el evangelista, sin embargo, no solo pretende articular un proceso de resolución de conflictos personales o grupales, sino que muestra un camino de actuación basado en el perdón gratuito. Mirando a Jesús entiende que no solo hay que señalar la culpa y buscar el arrepentimiento, sino que hay que actuar de modo que se priorice la sanación de la herida y se posibilite la reconciliación.

El diálogo personal, la escucha, la ausencia de juicio y la acogida comunitaria son las claves que permitirán que la ofensa no dañe la comunión y el cariño. Si no es posible el encuentro con quien nos ha ofendido, Mateo propone considerar a esa persona como un pagano o publicano (Mt 18,17). En principio parecería que eso podría significar una expulsión o un rechazo, pero no es así. Mirando a Jesús nos encontramos que para él los publicanos, los/as pecadores/as los paganos/as…son destinatarios preferentes, son los que más necesitan de su cercanía, de su comprensión y amistad. Ellos son la oveja que su Abba no quiere que se pierda (Mt 18, 12-14) y recuperarla sigue siendo un compromiso de la comunidad a pesar de todo.

La comunidad está llamada a acoger sin esperar nada a cambio, a perdonar sin condiciones, a fortalecer sus vínculos. Lo importante no es tener capacidad de atar o desatar, de tomar decisiones que cierren o abran caminos de encuentro y de futuro (Mt 18, 18), lo que cuenta es que eso se haga con los criterios de Jesús porque él es quien la ha reunido y la fortalece (Mt 18,19).

Previamente, Mateo había recordado otras palabas de Jesús en las que él definía quienes tenía que estar en el centro de las preocupaciones de la comunidad: todos/as aquellos/as que se podían identificar con los/as niños/as porque eran pequeños/as e indefensos/os (Mt 18, 1-7). Muchas veces esa pequeñez no significaba sencillez o inocencia, sino que venía unida a carencias, a situaciones dolorosas que les hacían errar el camino. Acoger al hermano o a la hermana con su vulnerabilidad era acoger a Jesús y seguirle por el camino. Restaurar la vida de quienes están heridos/as, sostenerlos en la comunidad dándoles tiempo a cambiar, abrirles espacios de escucha, acompañarlos es tarea de la comunidad. Tarea difícil pero ineludible, pues abandonar, juzgar, estigmatizar no entran en las reglas de juego de una comunidad que quiere seguir a Jesús (Mt 18,10-11).

Quien se reúne en nombre de Jesús de Nazaret siempre tiene abierta la puerta para escuchar, entender, perdonar, acoger…siempre sabe esperar con paciencia la vuelta de quien se ha alejado, siempre busca la manera de expresar el cariño en un abrazo, la incondicionalidad en un gesto, el perdón en una mirada limpia y entrañable.

Una utopía quizá… pero así es el mensaje del Reino, porque así es el corazón de Dios. Nunca hay excusas para la compasión y el perdón, nunca hay espacio para la desconfianza ni para el intercambio mercantilista (Mt 18, 27-35). Perdonar no es una opción, es el mandamiento. Si de verdad sentimos el amor y el perdón incondicional de Dios no podemos hacer otra cosa que perdonarnos de corazón unos/as a otros/as (Mt 18, 35).

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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Cómo vivir las tensiones en los grupos

Domingo, 6 de septiembre de 2020
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TensionesDomingo XXIII del Tiempo Ordinario

6 septiembre 2020

El relato de Mateo parece recoger las “normas” que se fue dando aquella comunidad para regular la convivencia entre sus miembros, particularmente en casos de conflicto doctrinal.

    Toda comunidad necesita normas o referencias, no solo para tratar de armonizar las relaciones entre las personas, sino para evitar arbitrariedades por parte de la autoridad. Aunque, con frecuencia, este segundo objetivo suele quedar en entredicho al reservarse la propia autoridad la interpretación de la norma.

   Por ello, aun siendo necesaria, la regulación se convierte fácilmente en manipulación, en cuanto hay absolutización de la norma y apropiación de su interpretación por parte de algún grupo. Cuando eso ocurre, es ese grupo de poder quien maneja la norma en beneficio propio, juzgando y condenando fácilmente a quienes discrepan.

     No solo eso. Cuando la norma –o una interpretación de la misma– se absolutiza, suele utilizarse como pretexto para juzgar y condenar al otro –que será “considerado como pagano o publicano”–, al mismo tiempo que para justificarse uno mismo, en cuanto “cumplidor” de la ley. Es la trampa del legalismo, tan frecuente en grupos rígidos, también religiosos.

  En todo grupo o comunidad, las tensiones son inevitables. Son resultado de la diferencia de necesidades y de aspiraciones que vive cada uno de los miembros. La clave está en el modo de gestionarlas. Cuando su gestión no es adecuada, desembocan en conflicto abierto; cuando es acertada, se convierten en oportunidad de aprendizaje y de crecimiento para las personas y para la propia comunidad.

   La gestión adecuada de las tensiones parece requerir la capacidad de conjugar con acierto la autenticidad con la flexibilidad: ser fiel a sí mismo –eso es ser auténtico–, al mismo tiempo que flexible ante las demandas de los otros. Lo cual a su vez implica un grado notable de humildad y de libertad interior, como condiciones de un diálogo honesto, en el que no se busca tener razón ni favorecer el propio interés, sino la verdad de la relación y el bien de las personas.

¿Cómo vivo las tensiones en cualquier grupo?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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