Un estudio reveló que 7 de cada 10 trans e identidades no binaries sufrieron discriminación. Las historias de Carolina e Iván.
BUENOS AIRES, Argentina. “La primera vez que fui al ginecólogo fue a los 15. Volví a los 37.” Iván Puhlmann tiene ahora 42 años. Es un varón trans y el acceso a la salud sexual en su vida fue difícil, tuvo muchos baches. Pero no es el único.
De acuerdo a una investigación realizada por Fundación Huésped y ATTTA (Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros), 7 de cada 10 masculinidades trans e identidades no binaries vivieron situaciones de discriminación o un trato negativo relacionados con su identidad de género en los servicios de salud. Y, entonces, muchxs dejaron de ir.
En 2019, estas dos organizaciones buscaban conocer el estado de salud de masculinidades trans y personas no binaries de Argentina. Para eso, hicieron una encuesta cualitativa y cuantitativa a 415 personas y preguntaron sobre acceso a la salud, salud sexual y reproductiva, identidad de género y expresión social de género, abandono del hogar y deserción escolar y situaciones de abuso y violencia.
Los resultados, que dieron a conocer esta semana, muestran una realidad que tiene que modificarse. “Es necesario formar a profesionales de la salud para que puedan brindar una atención ajustada a las necesidades de la población de masculinidades trans e identidades no binaries”, explicó Inés Aristegui, coordinadora de Investigación Social y Participación Comunitaria de Fundación Huésped.
Que nos vean
“Era necesario hacer este estudio sobre la población trans masculina y sus diversidades porque la gente desconocía que existíamos”, dice Iván, hoy militante e integrante de ATTTA Capital. Recién en 2018, a partir de la novela 100 días para enamorarse, donde aparece el personaje de Juani, un chico trans personificado por la actriz Maite Lanata, la sociedad argentina empezó a nombrar las masculinidades trans.
Iván sabe que nombrarse y que lo nombren es importante. De joven vivió en la calle y estuvo internado en centros de rehabilitación. Pudo salir cuando se descubrió. En la calle recuerda que había un instante en que se sentía cómodo: “Cuando me confundían con un varón”.
En el año 2001 empezó a descubrir todas las variantes de sexualidad. “La construcción es única e irrepetible. Nadie nunca debe decirte cómo debes construirte”, dice Iván.
Ese mismo año, Caro Mattie Dumas, de 43 años, profe de música, integrante de ATTTA Tucumán e identidad no binarie, se fue a vivir a España con su familia. Allá escuchó hablar por primera vez de personas no binarias. “Lo que pasa que cuando vine aquí no había más”, dice ahora desde su ciudad natal.
“Uno para nombrarse tenía que hacerlo en relación con otres”, dice Caro. Y eso lo logró cuando conoció la historia de Sasa Testa, escritorx del libro “Soy Sabrina, Soy Santiago: Género fluido y nuevas identidades”. Se identificó con Sasa, y eso fue clave.
“En Tucumán todavía las casas están de hombre o de mujer. Cuando voy a comprarme el pantalón de vestir para la escuela, mucha de la ropa que compro es ropa de hombre. Los empleados no saben cómo atenderme”, dice Caro. Los cambiadores, los baños públicos, todo sigue siendo binario. Y eso es complejo en su cotidiano.
“El informe es muy importante sobre todo para los médicos, para las familias, porque va visibilizando y le va dando lenguaje, poniéndolo en boca de las personas. Cuando lo leen empiezan a adquirir el vocabulario. Se va poniendo en boca. Todo lo que se haga que se comparta públicamente va visibilizando. Sobre todo, la Fundación Huésped que tiene su prestigio”, apunta Caro.
El (no) acceso a la salud
En los 22 años que Iván no vio ningunx ginecólogx, hizo lo que pudo para que su cuerpo lo acompañe: se inyectó toda medicación que en el prospecto dijera “masculinizante”. Pero eso le trajo muchas complicaciones: “Mi cuerpo no funcionaba como debía. Estaba dañando mi hígado, me llenaba de acné. Porque no lo hacía con los tiempos de descanso correctos y desconocía los efectos adversos”.
“La mayoría va por primera vez al médico porque se quiere hormonizar. Es el primer paso para volver al sistema de salud que dejaron en la pediatría”, sabe Iván.
A pesar de que más de la mitad de las personas encuestadas para el informe de Fundación Huésped y ATTTA declararon que tenían una cobertura de salud prepaga u obra social, la mayoría opta por la atención en servicios públicos. Esto se debe, posiblemente, explica el informe, a la presencia de mayor disponibilidad de servicios inclusivos dentro del sistema público.
“Como coordinador de ATTTA he tratado de abrir otros espacios de salud en espacios públicos. Y los médicos me han dicho: `me viene alguien con uñas pintadas que se quiere hacer una mastectomía´”, explica Iván sobre el sistema de salud, que define como uno de los sistemas más violentos y que erradica más a la población trans.
“Desde esa raíz cuesta mucho salir al sistema. Esa lectura ambigua llega a un grado de discriminación enorme”, apunta.
Caro se hizo la histerectomía total por una cuestión de salud a los 40 años. Tiene endometriosis: el tejido que normalmente recubre el útero crece fuera de él. Durante los cinco años anteriores se la pasó rodando por un montón de ginecólogxs que ni siquiera planteaban la posibilidad de personas trans no binaries.
“Aquí en Tucumán está la doctora Fabiana Reina. A través de conocer personas trans llegué a su consultorio. Ella es médica ginecóloga y endocrinóloga. Me dijo: ‘no hay nada que hacer, esto va mal, cada vez peor’. Vamos a sacar todo. Para mí fue un golpe”, cuenta Caro.
Ahora colabora en la Fundación Transformando Familia, de la doctora Reina, y por eso sabe: “En los cuerpos gestantes y cuerpos vulvares hay poca sensibilidad de parte de los ginecólogos”.
Caro tuvo suerte de encontrar ese consultorio que fue el primero en llevar adelante el programa de hormonización tras la sanción de la Ley de Identidad de Género. Ahora tiene cerca de 500 pacientes.
De a poco, Caro se convirtió en la persona que acompaña a quienes se realizan la mastectomía, en el tiempo de reposo, en el estar. “He acompañado a muchos compañeros que ocultaban su realidad. Los he cuidado. Y no veo que el médico tenga un compromiso. He visto compañeros con infecciones terribles”, relata.
El mes en reposo sin trabajar, los gastos en gasas, cremas, hace que para muchas personas esto sea mucho más difícil. Pero también el costo de esconderse: “Un chico de 40 años tuvo un desmayo, la familia lo levantó de los brazos y desgarró toda la herida. Me llamó a los dos días: estoy internado de nuevo. La familia no tenía información. Y el médico tampoco tenía el compromiso”.
Autolesión y suicidios
“Más de la mitad (58%) reportó haber tenido al menos un intento de suicidio en su vida que aconteció generalmente en la adolescencia”, dice el informe.
Iván conoce estas situaciones por su militancia en ATTTA: “En las masculinidades trans hay una gran prevalencia de autolesión o suicidio. Eso tiene que ver con la no contención, las violencias, las correcciones. Un compañero trans fue violentado hasta con una rama”.
En su infancia y adolescencia, a Caro la música le contuvo mucho. Pero sabe que no todos los casos son así. Sus amigues fueron echadxs de sus familias, se intentaron suicidar. Estaba muy presente la “violación correctiva”, el intento de varones heterosexuales por “modificar” la orientación sexual (en el caso de las lesbianas) o la identidad de género violando a la persona. A lo que Higui sobrevivió, eso era moneda corriente en la adolescencia de Caro.
Violencia: en casa y en la escuela
A Iván su madre lo acompañó, pero sabe que no en todos los casos es así. De hecho, el informe muestra que más de la mitad sufrió violencia familiar y el 58% por parte de alguna pareja. Además, 6 de cada 10 sufrieron alguna experiencia de abuso sexual en su vida, la mayoría durante la niñez o la adolescencia.
Por otra parte, con relación al abandono del hogar, el 53,5% indicó que abandonó su hogar en la adolescencia. El motivo principal estuvo relacionado con su identidad de género: 48,5% por experiencias de discriminación debido a su identidad y 35,6% por cómo se sentían con su identidad.
Además, el 33,7% abandonó la escuela en la adolescencia por motivos asociados a experiencias de discriminación debido a su identidad de género (16,4%) y a cómo se sentían con su identidad (15,7%). La mayoría -8 de cada 10- sufrió acoso escolar.
La Educación Sexual Integral, sancionada en 2006, no existió en la infancia ni en la adolescencia de Iván o de Caro Mattie.
En la escuela de Iván cuando se hablaba de salud, se hablaba de menstruación: cómo ponerse bien la toallita, cuál era el período de gestación, etc. “Educación sexual, la líbido, el deseo, el no es no, no existía”, cuenta. Y afuera de esa clase, el panorama no mejoraba. La discriminación era constante.
Caro se acuerda que en su colegio (religioso) en Tucumán les pasaron un video que decía que si les gustaban las mujeres o los animales -estaban al mismo nivel-, tenían que ir a confesarse.
Yo ya sabía que mi gusto era hacia las mujeres. Yo decía: en cualquier momento me van a empezar a gustar los animales.
¿A quién me parezco? La falta de referentes
A los 24 años Caro le dijo a su familia que era lesbiana. Todavía no tenía referentes para entender qué sentía y cómo quería vivir. “Mi mamá me decía: podés ser lesbiana, pero vestite mejor. Ahí ella me denominó como unisex. Decía: mi hija es muy unisex”, se ríe hoy.
Cuando salió el debate sobre el lenguaje inclusivo, Caro estaba tomando mates con su cuñada.
– ¿Cómo me ves vos? ¿Yo soy una señora? -preguntó Caro Mattie.
-No.
– ¿Soy un señor?
-No.
– ¿Entonces qué soy?
-Y… vos sos Caro.
-Por eso, cuando hay una persona que vos no lo podés ver como varón y mujer, está elle.
“Lo entendió un poco más por ese lado”, dice ahora.
El problema, explica Caro, es la falta de referentes: “Un gran número de chiques pasan un poco esa etapa de autolesión. Pero cuando ves que otre pudo desarrollar su vida te ayuda”.
Hoy su trabajo es en el sistema educativo estatal, dando clases de música en jardines y en primaria, también en una clínica de salud mental. “Por mi aspecto no tengo posibilidades de entrar al sistema de educación privada”, indica. Así, también su identidad no binarie le limita el futuro laboral.
Lo que tiene que cambiar
Para mejorar la situación de salud de masculinidades trans e identidades no binaries, Fundación Huésped y ATTTA cierran el informe con seis recomendaciones, que se reflejan en los pedidos de Iván y de Caro: visibilizar a las masculinidades trans e identidades no binaries e incluirlas explícitamente en programas y políticas públicas, no asumir las prácticas y necesidades de esta población, incluir e implicarles en acciones preventivas en salud sexual, e implementación efectiva de ESI.
Otros dos puntos indican la necesidad de formar profesionales de la salud e incrementar la oferta de servicios de salud mental transafirmativos.
“Hace falta la sensibilización del personal administrativo, de cada persona que trabaja en el hospital. Porque si no cumplimos con la lectura masculina o femenina somos discriminadxs”, dice Iván. Y lo demuestra: en el Hospital Durand de la Ciudad de Buenos Aires, uno de los pioneros en atender personas trans, en laboratorio en un hall con más de 100 personas les preguntan a los varones trans cuándo están menstruando.
“En la carrera de medicina tendría que haber abordaje con la población trans para que comprendan el por qué uno necesita el acceso a la salud”, concluye.
Fuente Agencia Presentes
General, Homofobia/ Transfobia.
Argentina, ATTTA (Asociación de Travestis, Buenos Aires, Caro Mattie Dumas, Fundación Huésped, Fundación Transformando Familia, Homofobia/Transfobia, Ley de Identidad de Género, Personas no binarias, Personas trans, Salud, Transexuales y Transgéneros)
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