Naciones Unidas debatirá sobre la persecución a las personas LGTB por el Estado Islámico
Y el papa Francisco no ha dicho aún ni una palabra… ¿a qué espera? ¿a que nos exterminen?
Por primera vez en su historia el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tratará expresamente sobre la situación de las personas LGTB en una parte del mundo. Será el próximo 24 de agosto, a petición de Chile y Estados Unidos, que pondrán sobre la mesa la persecución de este colectivo en el territorio actualmente bajo control del denominado Estado Islámico. Los asistentes a la reunión, de carácter informal, escucharán los testimonios de dos víctimas que han conseguido escapar del horror.
La reunión del Consejo de Seguridad será auspiciada por Cristián Barros y Samantha Power, embajadores ante las Naciones Unidas de Chile y Estados Unidos, respectivamente, y abordará qué tipo de protección deberían recibir las personas LGTB, así como definir las acciones que la comunidad internacional está dispuesta a adoptar para detener la sangría. Ante el Consejo intervendrán dos hombres, uno iraquí y otro sirio, que han sido víctimas de persecución por milicianos islamistas por ser homosexuales, y que por fortuna han conseguido escapar del horror.
Al tener un carácter informal, sin embargo, la asistencia de los países miembros del Consejo de Seguridad es voluntaria. Habrá que ver, por tanto, cuántos y cuáles asisten, dados los muy diferentes puntos de vista sobre los derechos LGTB entre sus actuales componentes. Además de los cinco permanentes (China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia) el Consejo de Seguridad está ahora compuesto por Angola, Chad, Chile, España, Jordania, Lituania, Malasia, Nigeria, Nueva Zelanda y Venezuela. Una composición que, honestamente, no nos hace ser especialmente optimistas.
El Estado Islámico (también conocido por las siglas ISIS o simplemente IS) ha hecho de la persecución de las personas LGTB, y muy singularmente de los varones que mantienen relaciones con otros hombres o que son percibidos como homosexuales, uno de sus principales elementos de propaganda. Cada cierto tiempo son difundidas imágenes de ejecuciones. A finales de julio, por ejemplo, era difundido un vídeo en el que se podía ver como dos jóvenes, supuestamente acusados de mantener relaciones homosexuales, eran arrojados desde lo alto de un edificio en Palmira (Siria) y posteriormente lapidados. A finales de junio, otros cuatro hombres eran arrojados también desde lo alto de un edificio en Deir ez-Zor, también en Siria, muertes que activistas islamistas aprovecharon para “celebrar” a su modo en redes sociales la sentencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos a favor del matrimonio igualitario.
Antes ya habíamos recogido la ejecución de dos hombres a los que además se les dijo, pocos segundos antes de ser lapidados hasta la muerte, que habían sido “perdonados”. Tras ser conducidos a una explanada con los ojos vendados y abrazarse a uno de sus verdugos, fueron lapidados hasta la muerte por una horda enfervorecida que continuó lanzándoles piedras incluso cuando era ya evidente que habían fallecido. Ocurrió en un lugar indeterminado de Siria. O el degollamiento de cuatro jóvenes en Mosul, ciudad iraquí en manos de los islamistas en la que semanas antes otros dos hombres eran arrojados desde lo alto de un edificio. O la muerte de otro joven arrojado al vacío en Raqqa (Siria); la muerte por lapidación de dos hombres, también en la provincia siria de Deir ez-Zor; el asesinato de otro hombre en un lugar indeterminado, arrojado también desde lo alto de un edificio, o el asesinato de otro hombre de unos cincuenta años arrojado al vacío en Tal Abyad (Siria), luego lapidado al sobrevivir a la caída.
Son solo algunas de las muertes que han trascendido. Como otras veces hemos destacado, resulta imposible disponer de información contrastada sobre estos asesinatos. En realidad es difícil saber si se trata de personas LGTB o simplemente de opositores al Estado Islámico a los que se acusa de serlo como pretexto para asesinarlos y utilizar sus muertes como propaganda. Organizaciones en favor de los derechos LGTB hacían en enero un llamamiento a la prudencia, con objeto de no exacerbar el miedo de las personas LGTB que viven en la zona y causar daños mayores. Sin embargo, cada vez resulta más difícil pensar que no asistimos simplemente a un proceso de exterminio, máxime cuando hay testimonios que aseguran que los islamistas se hacen pasar por homosexuales como “gancho” para así atrapar a sus víctimas.
Un infierno para la comunidad LGTB
Siria e Irak, hace unos años estados tradición laica (vinculada al baazismo) en los que las personas LGTB podían encontrar pequeños espacios de libertad, han acabado por convertirse para ellas en un auténtico infierno.
En Irak, la homosexualidad fue legal hasta 2001, cuando Sadam Hussein, para contentar a los sectores religiosos, decidió castigarla con cárcel y, en caso de reincidencia, con pena de muerte (aunque la legislación no llegó a ser aplicada). “Entonces teníamos clubes nocturnos, bares, áreas de encuentro y una red de asambleas sociales”, explicaban en su momento desde la organización Iraqi LGBT. Tras la invasión, la situación se sumió en un estado de confusión. La entonces autoridad administrativa estadounidense ordenó en 2003 retrotraer los códigos penal y civil a la situación vigente en los 70, pero la diversidad de autoridades existentes según la zona del país, así como el papel preponderante que los líderes religiosos alcanzaron, facilitó que la persecución de las personas LGTB fuera en aumento. En los años sucesivos la situación no hizo más que empeorar, y las denuncias sobre el secuestro, la tortura y el asesinato de homosexuales, involucrando además a las fuerzas de seguridad, no hacían sino aumentar en todas las zonas del país.
En el área suní, la situación de descontento con el régimen surgido de la invasión, unida a la difusión de las ideas religiosas más radicales, terminó por cristalizar en el surgimiento del Estado Islámico, que también controla ya una parte importante de Siria. En este país, la revuelta contra el régimen de Bashar al-Asad, alentada en sus inicios desde los países occidentales (y de la que ya en 2013 conocíamos sus consecuencias para los homosexuales sirios) ha confluido finalmente en el mismo fenómeno.
Fuente Dosmanzanas
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