En tu alcoba.
Del blog Nova Bella:
Tú que escondiste
cielos en tu alcoba
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Tú que escondiste
cielos en tu alcoba
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La escritora barcelonesa Ana María Moix (Efe)
Además de hermana del inmenso y contradictorio Terence Moix, Ana Maria Moix fue un nombre propio en las letras catalanas y en las letras en femenino. Su primera novela, Julia, aparece llena de claves lésbicas. Moix fue además poeta y traductora.
De vasta cultura y compromiso político en los años de la transición, Ana María Moix ha muerto víctima de un cáncer a los 66 años. Con ella se va una de las voces más cultas e interesantes del siglo pasado. Muchos la recuerdan por ser la hermana de Terenci Moix, otros por ser la poeta más joven de la ‘Gauche Divine’, nosotros la recordaremos por su aportación a la literatura lésbica.
Ana María Moix no fue una autora abiertamente lesbiana como Esther Tusquets, pero muchas de sus novelas y poesías abordan el tema de la diversidad sexual o la amistad íntima entre mujeres.Ana María Moix publicó en 1970 ‘Julia’ una novela en la que la protagonista, Julia, tiene una relación muy estrecha con Eva, su profesora de literatura en la universidad. El lesbianismo en la novela se narra en los silencios y las ausencias. Eva representa para Julia un modelo intelectual, una madre, una amiga y la amante que Julia desea.
Eran otros tiempos en los que el todo quedaba implícito y no se hablaba de temas como la homosexualidad, pero ciertamente ‘Julia’ sentó las bases para que años después pudieran aparecer otras novelas claramente lésbicas, como fue ‘El mismo mar de todos los veranos’ de Esther Tusquets en 1978. En su faceta de editora, Ana María Moix también colaboró a que se publicaran algunos libros lésbicos como fue ‘Miamor.doc’ de Concha García.
Y cuenta El Confidencial:
“Mi familia pertenece al repelente rango de la pequeña burguesía catalana”. Palabra de Ana María Moix que escribía a Rosa Chacel (1898-1994) en el exilio, en noviembre de 1965. La escritora barcelonesa, de descendencia burguesa, ha fallecido la noche del viernes 28 de febrero, a los 66 años de edad. Hizo de la literatura un viaje en busca de sí misma, en un mundo de héroes masculinos, con un trayecto en el que peleó contra unas relaciones familiares nada fáciles.
La hermana de Terenci Moix (1942-2003) era aquella Julia (1970), una novela en la que narró una noche de insomnio en que revela la vida oprimida de una mujer que abandona la adolescencia, pero que no es capaz de contener el tormento de su infancia. Su narrativa, su poesía, su ensayo y sus artículos eran auténticos, tiernos, desoladores y crueles.
El destierro familiar de Julia, abocada a la soledad, dibuja al personaje como una mujer triste, solitaria, generosa y rebelde, es el perfecto retrato de Ana María, cuya vida cosió a miles de nombres. Porque ella siempre estaba allí, era una incorregible tímida que no se perdía ni una. Pero dos por encima del resto: Ana María Matute, con quien comparte tantas cosas que se prestaban hasta las iniciales de sus nombres y primer apellido, y Pere Gimferrer, su otro mentor, de quien aprendió que para escribir bien debía leer literatura extranjera y clásica. “Español, sólo a Matute”, recordaba la autora que le decía el poeta y editor.
Con Boris Izaguirre presentando las novelas reunidas de Terenci Moix.
Después también están los Bécquer y Azorín, los Barral y Gil de Biedma, y desde luego Esther Tusquets, con quien publicó en Lumen Julia. Moix era autora catalana que escribía en castellano y catalán, y con su muerte muere una parte de Barcelona. Aquella ciudad de madres de familia de la alta burguesía y padres de familia intelectual con pasado anarquista.
Narrativa sentimental y autobiográfica
Fue gracias a la selección, en 1970, de Josep María Castellet (1926-2014), fallecido hace dos meses, responsable de la antología Nueve Novísimos poetas españoles, que se dio a conocer la labor para la que estaba llamada. En aquella colección aparecían tres sénior, Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Martínez Sarrión y José María Álvarez; y los seis jóvenes –nacidos entre 1944 y 1948- Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Vicente Molina Foix, Guillermo Carnero, Leopoldo María Panero y la única mujer de todos, Ana María Moix. Ellos eran los llamados a renovar el panorama poético y a acabar con la lírica social, realista y comprometida que se había impuesto con trabajo durante la primera posguerra española.
Sin embargo, a pesar de su éxito como poeta, en sus inicios Moix trabajó la narrativa, con libros como El gran King, Walter, ¿por qué te fuiste? y el citado Julia. Había publicado ya los poemarios Baladas del dulce Jim y Call me Stone. Pronto llegaría también No time for flowers. Y un volumen de cuentos, Ese chico pelirrojo a quien veo cada día.
Los setenta fueron sus años, era la esperanza blanca, de quien se decía que su poesía era “irónica y melancólica, tierna y sarcástica, maravillosa y revulsiva, que irritará sin duda a muchos y desconcertará a otros”. Entre aquellas intensas y traumáticas primeras novelas, sutiles y acertadas, y la desmitificadora biografía novelada sobre la emperatriz Sissi, Vals Negro (1994), un incomprensible silencio roto esporádicamente.
Atípica y combativa
Muchos años más tarde, podemos atrevernos a incluirla en el Olimpo de las narradoras españolas del siglo XX, en el que están Rosa Chacel, Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Josefina Aldecoa, Clara Janés, Soledad Puértolas, Almudena Grandes.
Ana María se desangraba, como cualquier vecino y escritor, por las heridas de la nación, la política interior y exterior, la distancia entre generaciones, el género y la sexualidad. Era una mujer entre dos generaciones, que vivió la dictadura franquista tardío, pero experimentó la rebeldía y el cambio que llegaba desde el extranjero.
También será recordada como mujer militante del movimiento feminista. Muy combativa en todos los sentidos. Por ejemplo, Manifiesto personal (2011) es una visión muy personal de la crisis actual, en el que ella prefería no ceñirse ni al ensayo, ni al reportaje, ni al estudio sociológico. Menos reivindicativa, pero de tiento melancólico, el ensayo 24 horas con la Gauche Divine (2002), en el que desvela con sarcasmo sus vivencias personales. Fue una escritora atípica, también como editora al frente de Bruguera hasta su cierre.
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