“La Biblia, el Cristianismo,y la Homosexualidad”, por Justin R. Cannon.
Este brevísimo ensayo (apenas 45 páginas) tiene, casi exclusivamente, un enfoque filológico. Ya en la portada un párrafo que acompaña a una humilde fotografía donde se compone una cruz con ladrillos dice: “No existe palabra alguna en el griego o hebreo bíblicos que sea equivalente a la palabra castellana homosexual. Esta palabra fue acuñada hace alrededor de unos cien años y apareció por primera vez en la Revised Standard Version (RSV)”.
Guillermo Arroniz López
Este brevísimo ensayo (apenas 45 páginas) tiene, casi exclusivamente, un enfoque filológico.
Ya en la portada un párrafo que acompaña a una humilde fotografía donde se compone una cruz con ladrillos dice:
“No existe palabra alguna en el griego o hebreo bíblicos que sea equivalente a la palabra castellana homosexual. Esta palabra fue acuñada hace alrededor de unos cien años y apareció por primera vez en la Revised Standard Version (RSV)”.
Es claramente una declaración de intenciones.
Hay que hacer una aclaración muy pertinente y es que el autor es sacerdote de la iglesia Episcopal de la Diócesis de California, es estadounidense de origen y ha fundado la “Inclusive Orthodoxy”, ministerio de divulgación para lesbianas, gays, bisexuales y transexuales cristianos. Por lo tanto todas las versiones o traducciones de la Biblia a las que hace mención no son, en ningún caso, católicas y están bastante enmarcadas en la realidad religiosa americana.
Volviendo al primer punto la cita con la que hable el libro está extraída del Evangelio de Juan (aunque ignoro de qué traducción/versión bíblica):
“Si vosotros permanecéis en mi palabra, verdaderamente sois mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.
Juan 8:31-32.
Quizá podría haber usado “En el principio era el verbo”, aunque hay importantes diferencias entre ambas. En cualquier caso queda claro la importancia que el autor da a la palabra y a la correcta interpretación de los textos sagrados para abordar la fe y la forma en la que el Cristianismo debería aceptar al colectivo LGTB dentro de ciertos criterios de comportamiento.
El autor parece decirnos que lo que la Biblia condena son las relaciones de prostitución o la esclavitud sexual, en ningún caso las relaciones fieles de pareja. Para ello da vueltas en torno a los conceptos “homosexual”, “sodomita” y “arsenokoites” (“hombre-cama”). Con estas armas filológicas en la mano y en el corazón se lanza a la batalla de analizar la historia de Sodoma (Génesis); la primera Epístola a Timoteo; la primera Epístola a los Corintios; la primera Epístola a los Romanos; así como el pasaje de creación de Adán y Eva, del mencionado Génesis; y, por supuesto, el Levítico.
Y en todos los casos su conclusión -por resumir- es que no hay una condena de la relación fiel entre dos hombres o dos mujeres, sino una condena a la falta de hospitalidad, al uso de esclavos sexuales, a la prostitución o a las conductas orgiásticas.
Curiosamente no hay en su libro otros argumentos de crítica a textos como algunos contenidos en el Levítico:
“Si un hombre yace con una mujer durante su menstruación y descubre su desnudez, ambos serán borrados de en medio de su pueblo” (Levítico 20:18).
“Ningún varón que tenga un defecto presentará las ofrendas, ya sea ciego o cojo, desfigurado o desproporcionado, enano o bisojo, sarnoso o tiñoso, o jorobado, o con un pie o una mano quebrados o con los testículos aplastados” (Levítico 21:18).
Porque, como sacerdote, no ataca al texto mismo, sino que sólo lo traduce o interpreta de la forma que cree, desde su verdad, correcta, y que no excluye al colectivo LGTB de la Iglesia. Aunque el libro contiene erratas (y falta un cuadro de texto al que se hace mención varias veces y que debería estar al final de la obra) y no se ha cuidado la traducción con la atención al detalle que exigiría un ensayo en el que lo filológico es clave, el mensaje queda claro y se comprende perfectamente que el autor haya sido llamado “héroe” por los integrantes de la causa de los homosexuales cristianos.
Un texto, desde mi punto de vista, audaz, valiente, y cargado de misericordia y bondad -pero queriendo en todo momento mantener el rigor del estudio filológico en el que basa sus conclusiones- que, ante todo, me hace plantearme esta pregunta: si en el mundo literario siempre nos planteamos hasta qué punto la traducción de cualquier texto (especialmente del género poético, pero todos sin excepción) es discutible y hace que se pierdan matices o incluso el sentido mismo de las cosas, ¿con qué autoridad se puede discutir que idiomas que se hablaban hace cientos de años en contextos sociales diferentes están traducidos sin que quepa duda alguna? Personalmente me quedo con la interpretación más misericordiosa e “inclusiva” porque Dios es Amor.
Fuente Universogay
Nota: Podéís encontrar el documento en nuestra sección DOCUMENTOS pinchando aquí)
Comentarios recientes