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Joan Planellas: Reencarnación, ¡no! ¡Resurrección!

Viernes, 28 de abril de 2023
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Resurrección2“Lo que nos identifica como humanos no es nuestra biología sino nuestra biografía”

 “Los rituales funerarios han existido siempre en la historia de la humanidad. También la incineración se ha impuesto entre nosotros desde hace unos años”

“Es la visión que el neopaganismo panteísta ha impuesto a nuestra cultura contemporánea como consecuencia de considerar la realidad desde un punto de vista estrictamente inmanente y cientificista”

“Ésta es una de las novedades importantes que aporta el cristianismo: más que la vida después de la muerte, que siempre ha estado presente en las diversas religiones, es la identidad de la persona humana antes y después de la muerte”

“Reencarnación y resurrección no son realidades homologables, por más que una determinada cultura contemporánea nos lo quiera hacer creer”

Estimadas y estimados. El corresponsal en Nueva York de La Vanguardia publicaba no hace mucho que, en esa localidad, se dio el visto bueno a la legislación que permite acelerar y convertir la descomposición del cadáver en fertilizante. No es el primer lugar en el que esta legislación se aprueba; ya había sucedido anteriormente en Washington (2019), Colorado y Oregón (2021), Vermont y California (2022).

Resulta que el «Recuerda que eres polvo, y en polvo te convertirás», ahora puede convertirse en: «Recuerda que eres materia orgánica, y que te convertirás en abono para la vida vegetal». Se trata de una forma de reencarnarse. Ya lo había cantado Joan Manuel Serrat en Mediterráneo: «Y a mí enterradme sin duelo / Entre la playa y el cielo / En la ladera de un monte / Más alto que el horizonte / Quiero tener buena vista / Mi cuerpo será camino / Le daré verde a los pinos / Y amarillo a la genista».

“Resulta que el ‘Recuerda que eres polvo, y en polvo te convertirás’, ahora puede convertirse en: ‘Recuerda que eres materia orgánica, y que te convertirás en abono para la vida vegetal'”

Los rituales funerarios han existido siempre en la historia de la humanidad. Son prácticas religiosas que han evolucionado con el tiempo, pero que han tenido siempre una relación con la vida de ultratumba: reflejan las creencias de los humanos en la vida del más allá. Según sea la creencia en el más allá, será el ritual. En el hinduismo, por ejemplo, siempre se han quemado los cadáveres y se han lanzado las cenizas al Ganges. Sólo se hizo una excepción con Gandhi, de quien se guarda una parte de las cenizas en un mausoleo en Nueva Delhi, por el prestigio y significado de su persona en la India. La cremación indica que el individuo vuelve al todo del que ha formado parte desde siempre.

También la incineración se ha impuesto entre nosotros desde hace unos años. Las cenizas son depositadas, a veces, en cementerios, como si fuera una tumba, aunque ocupando menos espacio. En cualquier caso, las cenizas depositadas en un cementerio, indican que son de alguien, como el cadáver de la tumba también era alguien, no sólo simple materia orgánica. Sin embargo, hoy se impone la tendencia a prescindir de las tumbas, como afirma Antoni Puigverd: se eliminan los cadáveres en los hornos de incineración y luego se esparcen las cenizas en cualquier lugar. Es la pérdida de la identidad. Formamos parte de un todo, al que retornamos una vez muertos.

Ésta es la visión que el neopaganismo panteísta ha impuesto a nuestra cultura contemporánea como consecuencia de considerar la realidad desde un punto de vista estrictamente inmanente y cientificista, obviando que lo que nos identifica como humanos no es nuestra biología sino nuestra biografía. Los humanos no somos sólo materia orgánica, sino materia y espíritu.

Ésta es una de las novedades importantes que aporta el cristianismo: más que la vida después de la muerte, que siempre ha estado presente en las diversas religiones, es la identidad de la persona humana antes y después de la muerte. Esto es lo que nos dicen los relatos de las apariciones de Jesús: el Cristo resucitado es el mismo que el crucificado.

Jesús dice al incrédulo Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente» (Jn 20,27). Creer en la resurrección no es sólo creer en la vida después de la muerte, sino creer en nuestra identidad antes y después de la muerte. Esto es lo que reflejan las tumbas de los cementerios: que no somos sólo materia orgánica, sino materia orgánica con una identidad propia. Y ésta es también la esperanza de la resurrección.

Por tanto, reencarnación y resurrección no son realidades homologables, por más que una determinada cultura contemporánea nos lo quiera hacer creer.

Fuente Religión Digital

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El encuentro con la esperanza en la historia de Emaús

Lunes, 24 de abril de 2023
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IMG_9568Sr. Jane Aseltyne

La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Sr. Jane Aseltyne. La Hna. Jane está en primeros votos con las Hermanas IHM de Monroe, MI. Antes de ingresar, se desempeñó como gerente de comunicaciones en A Nun’s Life Ministry, una organización en línea enfocada en conectar a los discernidores con las Hermanas Católicas, además de proporcionar recursos para el crecimiento y la exploración espiritual. En ministerios anteriores, el trabajo de la Hna. Jane se centró en las poblaciones marginadas, incluidos los adolescentes y los ancianos. Actualmente, es estudiante de posgrado en la Unión Teológica Católica.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el tercer domingo de Pascua se pueden encontrar aquí.

Mientras leía y oraba sobre la lectura del evangelio de hoy, la historia del Camino a Emaús, pensando en la relación de la iglesia con la comunidad LGBTQ+, la palabra que me vino fue “encuentro”.

La historia de Emaús nos es familiar. Dos discípulos caminan por el camino a un pueblo en las afueras de Jerusalén llamado Emaús después de la crucifixión de Jesús. Están “conversando y debatiendo” sobre los hechos que rodearon su muerte. Están confundidos y heridos, tratando de juntar las piezas de lo que acaban de pasar. Mientras camina, Jesús se acerca a ellos, pero no lo reconocen. Jesús pregunta: “¿De qué están discutiendo?” Imagino que se quedan con la boca abierta, los ojos muy abiertos y hablan con un poco de filo en la voz, respondiendo: “¿Eres el único visitante de Jerusalén que no sabe de las cosas que han sucedido en estos días?” Me imagino a los discípulos respirando hondo, sintiendo todas las sensaciones mientras relatan los últimos días: la inseguridad, la frustración y la sensación de desesperanza porque han perdido a Aquel a quien creían que redimiría a Israel.

Pero Jesús los empuja más allá, cuando comienza a interpretar las escrituras. Cuando están juntos a la mesa, Jesús dice la bendición, parte el pan y se lo da, y reconocen a Jesús por lo que era.

Quizás a veces nos hemos sentido como los discípulos en el camino a Emaús, cansados y abrumados con los acontecimientos que suceden a nuestro alrededor. El ciclo de noticias de 24 horas nos recuerda constantemente que no somos ajenos a la lucha y los disturbios políticos, y que la comunidad LGBTQ+ continúa estando en el centro de algunas de las reacciones violentas más violentas en nuestro país.

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Se siguen aprobando proyectos de ley que prohíben el acceso a la atención médica para personas transgénero, y una encuesta reciente realizada por Trevor Project mostró que casi la mitad de los jóvenes LGBTQ+ contemplaron el suicidio en el último año. Es difícil conciliar esta realidad en nuestro país, y aún más difícil leer sobre el apoyo de la jerarquía de la iglesia a las prohibiciones de atención médica y la legislación anti-LGBTQ. Nos deja preguntándonos cuánto tiempo tendremos que luchar por la inclusión y la aceptación, ¿cuánto tiempo debemos esperar para que las personas queer sean celebradas en la iglesia y la sociedad?

Creo que parte del odio es alimentado por la falta de encuentro, la falta de narración de historias y de compartir la verdad de quiénes somos unos con otros. El Papa Francisco es muy consciente de que el mundo necesita más comprensión, más escucha y más tolerancia. Él nos llama a crear una cultura de encuentro, un espacio donde podamos escuchar las historias de los demás y vernos como hijos amados de Dios. Pero Francisco señala que construir este tipo de cultura no es simplemente quedarse atrás y mirar a la distancia. Debemos acercarnos, caminar con, aprender y escuchar con el corazón para ofrecernos unos a otros “una gota de vida”.

El encuentro con Jesús en el camino y en la mesa cambia la percepción de los discípulos sobre lo que ha sucedido en sus vidas. Mientras Jesús les hablaba, sus corazones ardían dentro de ellos, pero al principio, no podían entender la conexión entre su experiencia y este extraño en el camino. Solo reconocieron a Jesús cuando ofrecieron hospitalidad y compartieron una comida juntos. Este encuentro personal con Jesús les permitió verlo como realmente era.

¿Cómo sería si el pueblo de Dios buscara un encuentro genuino con la comunidad LGBTQ+? ¿Estamos dispuestos a dejar que las personas se nos revelen en lugar de decirles quiénes deberían ser?

La historia de Emaús es un ejemplo de verdadero encuentro, y no termina con los dos discípulos en el camino. Después de reconocer a Jesús, inmediatamente regresan a Jerusalén para compartir su experiencia de Cristo resucitado con la comunidad. Recuerdan su experiencia que pasó de la confusión a la euforia, del anonimato al reconocimiento, del extraño al amigo. Me imagino que cuando la comunidad se enteró de su experiencia, fue un bálsamo para sus corazones doloridos por la violencia que habían presenciado. Era esperanza inyectada en sus almas cansadas.  A medida que buscamos encuentros con personas de la comunidad LGBTQ+, traemos historias a las personas de nuestras otras comunidades. Estas historias son mensajeras de esperanza. Al compartir, construimos comunidad, nos entendemos unos a otros en un nivel más profundo y vivimos el llamado a darnos la bienvenida unos a otros. Es en estos momentos que recordamos que no estamos solos. Estamos llamados a la comunidad ya llevar las cargas los unos de los otros. No estamos solos en nuestro cansancio.

—Sr. Jane Aseltyne, 23 de abril de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“No huír a Emaús”. 26 de abril de 2020. 3 Pascua (A). Lucas 24, 13-35.

Domingo, 23 de abril de 2023
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23_3-PASC_A_1682732No son pocos los que miran hoy a la Iglesia con pesimismo y desencanto. No es la que ellos desearían. Una Iglesia viva y dinámica, fiel a Jesucristo, comprometida de verdad en construir una sociedad más humana.

La ven inmóvil y desfasada, excesivamente ocupada en defender una moral obsoleta que ya a pocos interesa, haciendo penosos esfuerzos por recuperar una credibilidad que parece encontrarse «bajo mínimos». La perciben como una institución que está ahí casi siempre para acusar y condenar, pocas veces para ayudar e infundir esperanza en el corazón humano. La sienten con frecuencia triste y aburrida, y de alguna manera intuyen –con el escritor francés Georges Bernanos– que «lo contrario de un pueblo cristiano es un pueblo triste».

La tentación fácil es el abandono y la huida. Algunos hace tiempo que lo hicieron, incluso de manera ruidosa: hoy afirman casi con orgullo creer en Dios, pero no en la Iglesia. Otros se van distanciando de ella poco a poco, «de puntillas y sin hacer ruido»: sin advertirlo apenas nadie se va apagando en su corazón el afecto y la adhesión de otros tiempos.

Ciertamente sería un error alimentar en estos momentos un optimismo ingenuo, pensando que llegarán tiempos mejores. Más grave aún sería cerrar los ojos e ignorar la mediocridad y el pecado de la Iglesia. Pero nuestro mayor pecado sería «huir hacia Emaús», abandonar la comunidad y dispersarnos cada uno por su camino, hundidos en la decepción y el desencanto.

Hemos de aprender la «lección de Emaús». La solución no está en abandonar la Iglesia, sino en rehacer nuestra vinculación con algún grupo cristiano, comunidad, movimiento o parroquia donde poder compartir y reavivar nuestra esperanza en Jesús.

Donde unos hombres y mujeres caminan preguntándose por él y ahondando en su mensaje, allí se hace presente el Resucitado. Es fácil que un día, al escuchar el Evangelio, sientan de nuevo «arder su corazón». Donde unos creyentes se encuentran para celebrar juntos la eucaristía, allí está el Resucitado alimentando sus vidas. Es fácil que un día «se abran sus ojos» y lo vean.

Por muy muerta que aparezca ante nuestros ojos, en esta Iglesia habita el Resucitado. Por eso también aquí tienen sentido los versos de Antonio Machado: «Creí mi hogar apagado, revolví las cenizas… me quemé la mano».

José Antonio Pagola

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“Lo reconocieron al partir el pan”. Domingo 23 de abril de 2023. 3º Domingo de Pascua

Domingo, 23 de abril de 2023
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25-PascuaA3Leído en Koinonia:

Hch 2,14.22-33: No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio
Salmo responsorial 15: señor, me enseñarás el sendero de la vida
1Pe 1,17-21: Los rescataron a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto
Lc 24,13-35: Lo reconocieron al partir el pan

En la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles, encontramos a Pedro pronunciando su primera predicación pospascual, dirigida tanto a los judíos presentes como a todos los habitantes de Jerusalén. El sermón es de tipo kerigmático, con la presentación de tres aspectos de la vida de Jesús, que componen el credo de fe más antiguo del cristianismo: un Jesús histórico, acreditado por Dios con milagros, prodigios y señales; su muerte a mano de las autoridades judías, y finalmente, su resurrección obrada por Dios para salvación de toda la humanidad. Pedro termina su discurso con un sello de autenticidad: de todo esto, «nosotros somos testigos» (Hch 2,32). Creer en Jesús resucitado era reconocerlo como Mesías, lo que según las Escrituras, abría las puertas para su segunda venida y el fin del mundo. Esto explica las actitudes de recogimiento y miedo que llevan a los discípulos a encerrarse bajo llave. Sin embargo, Pentecostés cambia para siempre las cosas, pues antes que miedo por el fin del mundo, el Espíritu les indica que el mundo apenas comienza, y que la iglesia que acaba de nacer tiene el compromiso de contribuir en la reconstrucción de este mundo con la clave del amor. Así comenzó la Iglesia su misión, cambiando los miedos del fin del mundo, por la alegría, el optimismo y el compromiso de hacer que cada mañana el mundo nazca con más amor, justicia y paz.

La referencia a la primitiva comunidad cristiana nos hace descubrir la importancia que la praxis del amor y de la solidaridad tuvo en el surgimiento del cristianismo. No fue sin más una teoría, sino un cambio de vida, una praxis, una transformación social, lo que estaba en juego. Importante tenerlo presente, cuando tantos piensan que el cristianismo es cuestión de aceptar intelectualmente un paquete de verdades, teorías o dogmas.

En la segunda lectura, el apóstol Pedro hace un llamado a mantener la fidelidad a Dios aún en situaciones de destierro, desplazamiento, marginación o exclusión, porque Dios, en un nuevo Exodo, nos libera de una sociedad sometida a leyes injustas e inhumanas, que protegen sólo al que paga con oro o plata. Esta liberación fue asumida por Jesús con el sello de su propia sangre, como una opción de amor, consciente y voluntaria, por los hombres y mujeres del mundo entero. El precio que debemos pagar a Jesús por tanta generosidad, no es con oro ni plata, sino, dando vida a los hermanos que siguen muriendo, víctimas de la injusticia y la deshumanización. Eso será realmente «devolver con la misma moneda».

En el evangelio, dos discípulos, que no eran del grupo de los once (v.33) se dirigen a Emaús. Probablemente se trata de un hombre y una mujer, casados, (también había mujeres discípulas), que regresaban a su pueblo natal frustrados por los últimos acontecimientos de la capital. Mientras conversaban, Jesús se acerca y comienza a caminar con ellos, al fin y al cabo es el Emmanuel. Pero ellos no pueden reconocerlo, sus ojos están cerrados. ¿Por qué? Porque en el fondo todavía tenían la idea de un mesías profeta-nacionalista, que conquistaría el mundo entero para ser dominado por las autoridades de Israel, un mesías necesariamente triunfador… Por eso, estaban viendo en la cruz y en la muerte del maestro, el fracaso de un proyecto en el cual habían puesto sus esperanzas.

Serán las Escrituras las primeras gotas que Jesús echa en los ojos del corazón de estos discípulos, para que puedan ver y entender que no es con el triunfalismo mesiánico, sino con el sufrimiento del siervo de Yavé, como se conquista el Reino de Dios; un sufrimiento que no es masoquismo, sino un cargar conscientemente con las consecuencias de la opción de amar a la humanidad, actitud difícil de entender en una sociedad dominada por un poder de dominio que mata a quien se interpone en su camino. Por la vida, hasta dar la misma vida, es el testimonio de Jesús ante sus dos compañeros.

El relato de los discípulos de Emaús es una pieza bellísima, evidentemente teológica, literaria. No es, en absoluto, una narración ingenua directa de un hecho tal como sucedió. Es una composición elaborada, simbólica, que quiere dar un mensaje. Y como todo símbolo, que no lleva adjunto un manual de explicación, permanece «abierto», es decir, es susceptible de múltiples interpretaciones. Y desde cada nuevo contexto social, en cada nueva hora de la historia, los creyentes se confrontarán con ese símbolo y extraerán nuevas lecciones… Leer más…

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Dom 3, Pascua de Emaús: Jesús resucita en el pan compartido (23.4.23)

Domingo, 23 de abril de 2023
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Emaús 3Del blog de Xabier Pikaza:

Se vacían en occidente las iglesias; muchos parecen cansados y se van, nos vamos, como estos dos de Emaús.  

Pero en les sale al encuentro un “peregrino” (mendigo, emigrante, sin techo, expulsado, excluído…) y, tras escucharles,  les cuenta la historia de las víctimas del mundo,  sin tierra ni casa ni pan nifuturo. Se hace tarde, caen las sombres… y los dos fugitivos miedosos sacan fuerza de su miedo y piden al peregrino que se quede esa noche con ellos para contarlas el fin de esa historia. 

El peregrino acepta la invitación.

Entra en casa, se sienta, y, como maestro de la vida,  toma el pan que le ofrecen y lo parte para compartirlo con ellos.Y entonces, solo entonces, los fugitivos entienden.

Esa historia  son ellos, somos nosotros,es Jesús resucitado que camina en (con) todos los peregrinos, se sienta y comparte con ellos (nosotros) el pan de la vida: A la caida de la tarde nos examinarán en el amor.(en su amor) (Juan de la Cruz).

¿Qué hacer en un tiempo como éste en que parece que muchos abandonan su antigua iglesia? Ell evangelio de este domingo, la gran catequesis pascual (largo camino de Jerusalén a Emaús) nos da la respuesta: Sólo compartiendo el pan podremos descubrir y y recrear caminos de resurrección, la nueva pascua de Emaús.

Fugitivos de Jerusalén, mesianismo fracasado (Lc 24, 13-21).

En  la raíz de este pasaje late el recuerdo histórico de unos personajes bien concretos que han quedado desilusionados de Jesús y marchan (huyen)  nuevamente a casa.   Sobre la base del fracaso pascual, ha construido Lucas (quizá con tradiciones anteriores, reflejadas en Mc 16, 12) una bellísima parábola que evoca aspectos hondos del encuentro eucarístico y/o pascual de los cristianos. Comencemos leyendo el texto,  fijemos su estructura dramática, marcando los diversos momentos de la trama, la acción de los agentes.

Al principio hallamos dos fugitivos de Jerusalén (que para Lucas es principio y centro de la nueva comunidad). Son dos, como los varones de la tumba vacía, pues sólo así pueden ser testigos oficiales de aquello que han visto y oído. Escapan de la comunidad incrédula (que no ha escuchado el testimonio de las mujeres), pero Jesús les sale al paso y ellos, tras haberle descubierto en la fracción del pan, vuelven a Jerusalén, hallando a la comunidad reunida en confesión creyente: ¡ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón! (Lc 24, 34). Pero estos de Emaús responde: Ha resucitado y resucita cuando compartimos el pan.

No han ido con las mujeres al sepulcro, para ungir al cuerpo muerto, ni quedan en Jerusalén, como los otros; huyen. Es como si tuvieran más dolor; como si la aventura de Jesús hubiera terminado, como un bello y mentiroso engaño. Cuanto antes pudieran olvidarla mejor: parecen suponer que la vida no se puede edificar sobre recuerdos vacíos, palabras vanas, como las que dicen las mujeres del sepulcro (cf Lc 24, 11-22).

Escapan por los caminos del olvido imposible, y para que Cristo les haga retornar a su mensaje y vida necesitan más razones que la catequesis pascual de las mujeres:a  ellas les bastaba el recuerdo de aquello que Jesús había dicho, al borde de su tumba vacía. Estos necesitan en pan partido y compartido con todos los pobres del mundo. Estos necesitan toda la Escritura y la fracción del pan: tendrán que ver a Jesús para creer, aunque no necesitarán fijarse de un modo detallado en sus manos y pies (como la iglesia pascual de Jn 20, 20 y Lc 24, 40). De esa manera, su misma incredulidad se hará motivo de una más honda y larga catequesis.

Empecemos leyendo el texto, saquemos nuestra Biblia, Lc 23. Ésta será nuestra catequesis de pascua. Son muchos los motivos que podemos destacar en esta catequesis de la pascua.   Ningún comentario suple su  lectura directa del texto.

[Fugitivos, Emaús]

Y dos de ellos (del grupo de los Once y los otros: cf. Lc 24, 9) caminaban aquel mismo día hacia una aldea llamada maús… 

[Presencia de Jesús]  Y ellos dialogaban entre sí sobre todas estas cosas que habían acontecido.Y  sucedió que mientras dialogaban y hablaban el mismo Jesús se acercó y caminaba con ellos.

[Ojos cerrados] Y sus ojos estaban cerrados, para no reconocerle. Y él les dijo:– ¿Qué son esas palabras que decís entre vosotros, mientras camináis? Y ellos se pararon tristes. Y uno, llamado Cleofás, le dijo:

–  ¿Eres tú el único habitante de Jerusalén que ignoras  las cosas que han pasado en ella en estos días? Y les preguntó: ¿Cuáles?Y ellos le dijeron:

[Las cosas de Jesús] –  Las referentes a Jesús de Nazaret, que fue varón profeta,poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo, cómo le entregaron nuestros sacerdotes y jefes, juzgándole a muerte y le crucificaron .Nosotros esperábamos que él fuera quien debía redimir a Israel,pero con todas estas cosas, han pasado ya tres días desde que esto ha sucedido.

[Mujeres] Ciertamente, algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado,pues han ido muy temprano al monumento y, no encontrando su cuerpo,han venido diciendo que han visto una visión de ángeles,que les han dicho que está vivo.

[Sepulcro vacío]   ero algunos de los nuestros han ido al monumentoy han encontrado que es cierto lo que decían las mujeres,pero a él no le han visto (Lc 24, 13-21).

Huyen de Jerusalén, que les vacía del Cristo, buscan un refugio en Emaús. Ellos representan a todos los que han hecho camino de evangelio, pero después se decepcionan. No pueden entender la Cruz que dura hasta el tercer día, no saben situar la muerte del pretendiente mesiánico en el esquema salvador del reino. El signo del pan ha terminado; Jesús no tiene “pan” de reino (el que ellos quieren)… Ellos son el signo de los decepcionados de la humanidad, de los vencidos de Israel de lo que querían un reino de poder y de dominio… y lo han perdido, porque Jesús ha muerto.

  No han podido resistir el fracaso de Jesús. Son los que querian coronas, millonrd de dinero. Han estado con Jesús por interésd, pero se marchna…  Su historia  es un relatode  de perdedores mesiánicos orgullosos, hombres (¿un hombre y una mujer?) que van de retirada, envueltos en tristeza. Desde aquí se entienden las dos palabras principales de su discurso:

 –  ¡Pensábamos que tenía que redimir a Israel! Se han situado ante Jesús, le han visto y oído, han recibido el impacto de sus signos. Por eso, le definen como varón profeta, poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante el pueblo.  En aquel duro tiempo de dolores y esperanzas, muchos actuaron como profetas de Dios, ofreciendo al pueblo un mensaje de salvación.  Conforme a la terminología del tiempo, redimir a Israel significa liberar al pueblo del yugo de los enemigos, estableciendo desde Jerusalén un reino mesiánico de paz y concordia universal.

Las perspectivas de ese reino podían variar, según los textos proféticos (Isaías, Ezequiel) y apocalípticos (Daniel, 1 Henoc etc). Es evidente que Jesús ha suscitado una esperanza de ese tipo, como han entendido no sólo aquellos que le han condenado a muerte (sacerdotes de Jerusalén, procurador romano), sino sus mismos discípulos. Esto significa que, humanamente hablando, su vida y mensaje había quedado, en este plano, abierto.

 – Cómo le entregaron nuestros sacerdotes y jefes, en juicio de muerte, y (los romanos) le crucificaron.Todo judío sabía que el mesianismo era objeto de disputa y recelos entre los diversos grupos del pueblo, especialmente para las autoridades. Algunos esenios, como los de Qumrán, habían tenido que establecerse en el desierto para mantener su mesianismo, opuesto al de los sacerdotes de Jerusalén; también Juan Bautista, que anunciaba el juicio de Dios había sido asesinado por Herodes, rey semi-judío de Galilea y Perea. Otros pretendientes mesiánicos fueron también asesinados, según Flavio Josefo. Por eso, en algún sentido, la muerte de Jesús forma parte de las disputas mesiánicas judías de aquel tiempo; los sacerdotes y jefes de Jerusalén, defensores del orden sacral establecido, pensaron que era necesario entregarlo a los romanos, para bien del pueblo. Los romanos le crucificaron. Hasta aquí todo es duro pero, de alguna forma, cabe en las expectativas judías del tiempo, al menos según nuestro pasaje. Estos fugitivos de Jerusalén contaban con la posibilidad de la muerte del Mesías, aunque esperaban su vuelta inmediata.

Pero con todas estas cosas, han pasado ya tres días desde que esto ha sucedido. Tres días son el tiempo de la culminación, signo de plenitud escatológica. Estos discípulos no se han escapado al ver la cruz alzada en el Calvario, tampoco en el momento del entierro, ni el día siguiente…, ni siquiera al comienzo del tercero. Han resistido tres días en Jerusalén, aunque al final les ha entrado el desencanto. Parece que el milagro debía suceder al comienzo de este tercer día, cuando las mujeres fueron al sepulcro, queriendo ungir el cuerpo. Pero no ha pasado nada: simples visiones, fantasía femenina en torno a un cenotafio. Los hombres han ido y han chocado ante ese monumento, hecho para recordar a Jesús y que no sirve absolutamente para nada, pues está vacío. Eso es lo que queda de Jesús: ¡Una tumba abierta! Evidentemente, estos dos hombres razonables, sin esperar que acabe el tercer día, día de la plenitud, escapan.

Viven una muerte sin pascua, un recuerdo de Jesús sin eucaristía, es decir, sin comida compartida, sin gozo ni esperanza escatológica. Por eso, estos discípulos escapan. No les hemos llamado fugitivos de Emaús, sino de Jerusalén, pues de Jerusalén y de su entorno escapan: huyen, sin duda, de los sacerdotes que han matado a Jesús y de Dios que no le ha respondido. Rechazan la visión de las mujeres, que parecen empeñadas en tejer una red de fantasías en torno al pretendiente asesinado.Evidentemente, escapan sin escaparse, como indica su mismo lenguaje: por eso siguen hablando de unas mujeres de nuestro grupo (que han visto visiones y nos han sobresaltado) y de unos hombres de los nuestros (que no han visto nada…).

Escapan, pero se sienten vinculados a la historia de Jesús. Huyen de Jerusalén, pero (al menos en el recuerdo y desencanto) siguen siendo del grupo que Jesús ha reunido, en torno a su mensaje y su persona.  Hasta entonces, la misma cercanía sorprendente de Jesús (hombre poderoso en obras y palabras) les mantenía protegidos. Ahora, sólo ahora, en el hueco de su muerte, deben mirar  y buscar de verdad lo que buscaban. Este es el día tercero, tiempo de la verdad: cada uno de los actores del drama mesiánico de Jesús debe reaccionar, con la ayuda de Dios.

Fugitivos de Emaús, iglesia actual

Estos varones (¿varón y mujer?) representan a todos los cristianos, tentados de escapar, dejando a las mujeres con sus “ilusiones” y al resto de la comunidad con su falta de fe, ante la tumba vacía. Resulta sintomático que un Documento básico del CELAM, de la Conferencia Eclesial Latino-americaca (Santo Domingo, 1992) haya  situado al conjunto de la iglesia ante este icono pascual. Ciertamente, este relato es un espejo de nuestra eucaristía. Estamos como en aquellos tiempos. Unas mujeres lloran ante la tumba vacío, otros huyen. Esto es la iglesia.  Las mujeres creyentes (cf. Lc 24, 1-8)toman en serio el recuerdo y palabra de Jesús; ellas mantienen viva la fe de la iglesia y sobresaltan a los apóstoles oficiales. Pero  estos fugitivos piensan que ellas siguen atadas a la tumba.

Los jerarcas (apóstoles) están en Jerusalén, en un tipo de gran curia eclesia miedosa. Parecen  indecisos: van al sepulcro en busca de confirmaciones exteriores, son incapaces de escuchar la auténtica palabra y de asumir un liderazgo creador en la comunidad cristiana.

También  los fugitivos, parecen formar parte del grupo dirigente, pero escapan,huyendo de su propia historia, del pasado de su encuentro con Jesús. Con un podo de humor diría que son cardenales fracasados de la gran iglesia…

. Escapan y sin embargo siguen hablando de Jesús, como si tuvieran necesidad de recrear su recuerdo, de recuperar su figura. Uno se llama Cleofás (24, 18). El otro, que puede ser varón o mujer (quizá mejor mujer) permanece innominado.  Huyen de Jesús y de la eucaristía y, sin embargo, serán comienzo de una nueva eucaristía pascual.

La experiencia fundante de pascua sigue siendo un enigma. Pero Lucas nos ayuda a penetrar en algunos de sus motivos principales, distinguiendo entre los grupos de la iglesia. Muchos investigadores han elevado preguntas a su texto. ¿Por qué sitúa la meta de la huida en Emaús, que está en Judea, y no en Galilea, como suponía Mc 14, 28? ¿Por qué presenta como fugitivos a estos dos, y no al conjunto de los apóstoles? ¿Por qué ha centrado la experiencia pascual en Jerusalén y no en Galilea, como Mc 16,  Mt 28 y Jn 21? Nadie ha escrito, que yo sepa, un relato histórico fiable sobre el desarrollo de los acontecimientos pascuales.

 Recuperar el pasado: la “homilía” del peregrino desconocido (Lc 24, 25-27).

 Estos fugitivos han  abandonado la comunidad donde parecen reunidos otros discípulos incrédulos con las mujeres creyentes (cf. Lc 24, 9-10.33-35). Este sería el comienzo del fin: empieza a disgregarse el grupo que Jesús había formado.  Escapan  de él, pero le llevan en su mente y conversación (cf. 24, 14). Pues bien, su mismo alejamiento será principio de nuevo encuentro. Muchas veces resulta necesaria la distancia: separarse del lugar de la experiencia inmediata, tomar tiempo para revivir lo que ha pasado.

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Del desencanto al entusiasmo. Domingo 3º de Pascua. Ciclo A.

Domingo, 23 de abril de 2023
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20._jesus_appears_at_emmaus-lowresDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Hay que olvidar lo que sabemos

Para comprender el relato de los discípulos de Emaús hay que olvidar todo lo leído en los días pasados, desde la Vigilia del Sábado Santo, a propósito de las apariciones de Jesús. Porque Lucas ofrece una versión peculiar de los acontecimientos. Al final de su evangelio cuenta solo tres apariciones:

            1) A todas las mujeres, no a dos ni tres, se aparecen dos ángeles cuando van al sepulcro a ungir el cuerpo de Jesús.

            2) A dos discípulos que marchan a Emaús se les aparece Jesús, pero con tal aspecto que no pueden reconocerlo, y desaparece cuando van a comer.

            3) A todos los discípulos, no sólo a los Once, se aparece Jesús en carne y hueso y come ante ellos pan y pescado.

            Dos cosas llaman la atención comparadas con los otros evangelios: 1) las apariciones son para todas y para todos, no para un grupo selecto de mujeres ni para sólo los once. 2) La progresión creciente: ángeles – Jesús irreconocible – Jesús en carne y hueso.

Jesús, Moisés, los profetas y los salmos

            Un elemento común a los tres relatos de Lucas son las catequesis. Los ángeles hablan a las mujeres, Jesús habla a los de Emaús, y más tarde a todos los demás. En los tres casos el argumento es el mismo: el Mesías tenía que padecer y morir para entrar en su gloria. Un mensaje tan escandaloso y difícil de aceptar requiere ser tratado con insistencia. Pero, ¿cómo se demuestra que el Mesías tenía que padecer y morir? Los ángeles aducen que Jesús ya lo había anunciado. Jesús, a los de Emaús, se basa en lo dicho por Moisés y los profetas. Y el mismo Jesús, a todos los discípulos, les abre la mente para comprender lo que de él han dicho Moisés, los profetas y los salmos. La palabra de Jesús y todo el Antiguo Testamento quedan al servicio del gran mensaje de la muerte y resurrección.

La trampa política que tiende Lucas

            Para comprender a los discípulos de Emaús hay que recordar el comienzo del evangelio de Lucas, donde distintos personajes formulan las más grandes esperanzas políticas y sociales depositadas en la persona de Jesús. Comienza Gabriel, que repite cinco veces a María que su hijo será rey de Israel. Sigue la misma María, alabando a Dios porque ha depuesto del trono a los poderosos y ensalzado a los humildes, porque a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Los ángeles vuelven a hablar a los pastores del nacimiento del Mesías. Zacarías, el padre de Juan Bautista, también alaba a Dios porque ha suscitado en la casa de David un personaje que librará al pueblo de Israel de la opresión de los enemigos. Finalmente, Ana, la beata revolucionaria de ochenta y cuatro años, habla del niño Jesús a todos los que esperan la liberación de Jerusalén. Parece como si Lucas alentase este tipo de esperanza político-social-económica.

Del desencanto al entusiasmo

            El tema lo recoge en el capítulo final de su evangelio, encarnándolo en los dos de Emaús, que también esperaban que Jesús fuera el libertador de Israel. No son galileos, no forman parte del grupo inicial, pero han alentado las mismas ilusiones que ellos con respecto a Jesús. Están convencidos de que el poder de sus obras y de su palabra va a ponerlos al servicio de la gran causa religiosa y política: la liberación de Israel. Sin embargo, lo único que consiguió fue su propia condena a muerte. Ahora sólo quedan unas mujeres lunáticas y un grupo se seguidores indecisos y miedosos, que ni siquiera se atreven a salir a la calle o volver a Galilea. A ellos no los domina la indecisión ni el miedo, sino el desencanto. Cortan su relación con los discípulos, se van de Jerusalén.

En este momento tan inadecuado es cuando les sale al encuentro Jesús y les tiene una catequesis que los transforma por completo. Lo curioso es que Jesús no se les revela como el resucitado, ni les dirige palabras de consuelo. Se limita a darles una clase de exégesis, a recorrer la Ley y los Profetas, espigando, explicando y comentando los textos adecuados. Pero no es una clase aburrida. Más tarde comentarán que, al escucharlo, les ardía el corazón.

            El misterioso encuentro termina con un misterio más. Un gesto tan habitual como partir el pan les abre los ojos para reconocer a Jesús. Y en ese mismo momento desaparece. Pero su corazón y su vida han cambiado.

            Los relatos de apariciones, tanto en Lucas como en los otros evangelios, pretenden confirmar en la fe de la resurrección de Jesús. Los argumentos que se usan son muy distintos. Lo típico de este relato es que a la certeza se llega por los dos elementos que terminarán siendo esenciales en las reuniones litúrgicas: la palabra y la eucaristía.

Del entusiasmo al aburrimiento

Por desgracia, la inmensa mayoría de los católicos ha decidido escapar a Emaús y casi ninguno ha vuelto. «La misa no me dice nada». Es el argumento que utilizan muchos, jóvenes y no tan jóvenes, para justificar su ausencia de la celebración eucarística. «De las lecturas no me entero, la homilía es un rollo, y no puedo comulgar porque no me he confesado». En gran parte, quien piensa y dice esto, lleva razón. Y es una pena. Porque lo que podríamos calificar de primera misa, con sus dos partes principales (lectura de la palabra y comunión) fue una experiencia que entusiasmó y reavivó la fe de sus dos únicos participantes: los discípulos de Emaús. Pero hay una grande diferencia: a ellos se les apareció Jesús. La palabra y el rito, sin el contacto personal con el Señor, nunca servirán para suscitar el entusiasmo y hacer que arda el corazón.

Los discípulos de Emaús

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.

Él les dijo:

― ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?

Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:

― ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?

Él les preguntó:

― ¿Qué?

Ellos le contestaron:

― Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.

Entonces Jesús les dijo:

― ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.

Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo:

― Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.

Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron:

― ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?

Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:

― Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

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III Domingo de Pascua. 23 de abril, 2023.

Domingo, 23 de abril de 2023
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Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.”

(Lc 24, 13-35)

Nos ponemos en marcha, en camino, como los dos discípulos que iban a Emaus.

Y es que esto de la resurrección es un proceso.

La Vigilia Pascual tiene un día señalado en el calendario pero el encuentro de cada una con el resucitado no tiene por qué coincidir. Tampoco las primeras discípulas de Jesús se encontraron con el resucitado en el mismo momento ni de la misma manera.

Dios es mucho más original, mucho más sorprendente y, sobre todo, mucho más delicado. Nos conduce y sabe lo que necesitamos.

Sabe que hay personas que no pueden esperar a que amanezca y que llegarán al sepulcro al despuntar la aurora, como María Magdalena, sabe que otras correrán y creerán, al mismo tiempo que otras tomarán el camino contrario alejándose de Jerusalén, de Jesús.

Los dos de Emaus se marchan abrumados por una realidad que a sus ojos tiene un único nombre: FRACASO. Mientras caminan comparten sus esperanzas rotas. Conversan y discuten. Se hacen preguntas. Pero andan enredados en un torbellino sin salida.

Así el resucitado se hace presente sin ser reconocido y lo primero que hace es escucharles. Dejar que desahoguen el corazón.

¡Cuánta ternura y delicadeza en este gesto del resucitado! Él, que conoce mejor que nadie lo que ha sucedido, se deja contar la historia por dos discípulos que van abandonando el seguimiento…

Jesús sigue empeñado en que no se pierda ni uno solo y hace con cada una de nosotras el camino. Aun cuando el camino sea equivocado.

Sabe que lo mejor para nosotras es que Le sigamos, pero cuando la vida nos llena de dudas y decidimos caminar otro camino, nos acompaña. Pierde el tiempo con nosotras. Nos escucha, nos habla. Se toma tiempo para transformarnos.

Hace arder nuestros corazones.

Oración

Nuestra oración de hoy puede ser la misma súplica de los dos de Emaus: “-¡Quédate con nosotras porque atardece y el día va de caída! ¡Quédate!

Y su respuesta: «entró para quedarse…»

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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A Jesús vivo debo encontrarlo en el otro.

Domingo, 23 de abril de 2023
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emmausDOMINGO 3º DE PASCUA(A)

Lc 24,13-35

Por tercer domingo consecutivo se nos propone un relato enmarcado en el “primer día de la semana”. Estos dos discípulos pasan de creer en un Jesús profeta, pero condenado a una muerte destructora, a descubrirlo vivo y dándoles Vida. De la desesperanza pasan a vivir la presencia de Jesús. Se alejaban de Jerusalén tristes y decepcionados; vuelven a toda prisa, contentos e ilusionados. El pesimismo les hace abandonar el grupo, el optimismo les obliga a volver para contar la gran noticia (todo según el relato).

El encuentro de los dos discípulos de Emaús con Jesús es un prodigio de teología narrativa. En ella podemos descubrir el verdadero sentido de los relatos de apariciones. El objetivo de todos ellos es llevarnos a participar de la experiencia pascual que los primeros seguidores de Jesús vivieron. En ningún caso intentan dar noticias de acontecimientos puntuales. Los discípulos de Emaús no son personas concretas, sino personajes. Lucas no quiere informarnos de lo que pasó una vez, sino de lo que está pasando cada día.

Es Jesús quien toma la iniciativa, como sucede siempre en los relatos de apariciones. Los dos discípulos se alejaban de Jerusalén decepcionados por lo que había pasado a Jesús. Solo querían apartar de su cabeza aquella pesadilla. Pero a pesar del desengaño sufrido por su muerte y muy a pesar suyo, llevan a Jesús en su corazón y van hablando de él. Lo primero que hace es invitarles a desahogarse, les pide que manifiesten su amargura. La utopía que les había arrastrado a seguirlo, había dado paso a la más absoluta desesperanza. Pero su mente todavía estaba con él, a pesar de su horrible muerte.

En este sutil matiz podemos descubrir una pista para explicar lo que sucedió a los primeros seguidores. La muerte les destrozó, y pensaron que todo había terminado; pero a nivel subconsciente, permaneció un rescoldo que terminó siendo más fuerte que las terribles evidencias tangibles. En el relato de la conversión de Pablo podemos descubrir algo parecido. Perseguía con ahínco a los cristianos, pero sin darse cuenta, estaba subyugado por la figura de Jesús y en un momento determinado, cayó del burro.

La manera en que el relato describe el reconocimiento (después de haber caminado y discutido con él durante tres kilómetros) y la instantánea desaparición, nos indican claramente que la presencia de Jesús, después de su muerte, no es la de una persona normal. Algo ha cambiado tan profundamente, que los sentidos ya no sirven para reconocer a Jesús. Estos detalles nos vacunan contra la tentación de interpretar de manera física los relatos que nos hablan de Jesús después de su muerte.

Nosotros esperábamos… Esperaban que se cumplieran sus expectativas. No podían sospechar que ya se habían cumplido. Fijaos bien cómo refleja esa frase nuestras propias decepciones. Esperamos que la Iglesia… Esperamos que el Obispo… esperamos que el concilio… Esperamos que el Papa… Esperamos lo que nadie puede darnos desde fuera y surge la desilusión. Lo que Dios puede darnos ya lo tenemos. El desengaño es fruto de una falsa esperanza. Por seguir esperando lo que Jesús ya nos está dando, llega la desilusión.

Según el relato, no es Jesús el que cambia para que le reconozcan, son los ojos de los discípulos los que se abren y se capacitan para reconocerle. No se trata de ver algo nuevo, sino de ver con ojos nuevos lo que tenían delante. No es la realidad la que debe cambiar para que nosotros la veamos. Somos nosotros los que tenemos que descubrir la realidad de Jesús Vivo, que tenemos delante de los ojos, pero que no apreciamos. Hay momentos y lugares donde se hace presente Jesús de manera especial, si sabemos mirar.

1) En el camino de la vida. Después de su muerte, Jesús va siempre con nosotros en nuestro caminar. Pero el episodio nos advierte que es posible caminar junto a él y no reconocerlo. Habrá que estar más atento si, de verdad, queremos entrar en contacto con él. Es una crítica a nuestra religiosidad demasiado apoyada en lo externo. A Jesús no lo vamos a encontrar en el templo ni en los rezos ni en los ritos sino en la vida real, en el contacto con los demás. Si no lo encontramos ahí, cualquier otra presencia será engañosa.

La concepción dualista que tenemos del mundo y de Dios nos impide descubrirlo. Con la idea de un Dios creador que se queda fuera del mundo, no hay manera de verle en nuestra realidad cotidiana. Pero Dios no es lo contrario del mundo, ni el Espíritu es lo contrario de la materia. La realidad es sensible, pero en la realidad podemos distinguir otro aspecto. Desde el deísmo que considera a Dios como un ser separado y paralelo de los otros seres, será imposible descubrir en las criaturas la presencia de la divinidad.

2) En la Escritura. Si queremos encontrarnos con el Jesús que da Vida, tenemos en las Escrituras un eficaz instrumento. Pero el mensaje de la Escritura no está en la letra sino en la vivencia espiritual que hizo posible el relato. La letra, los conceptos no son más que el soporte en el que se ha querido expresar la experiencia de Dios. Dios habla únicamente desde el interior de cada persona, porque el único Dios que existe es el que fundamenta cada ser. Dios solo habla desde lo hondo del ser. Esa experiencia, expresada, es palabra humana, pero volverá a ser palabra de Dios si nos lleva a la vivencia.

3) Al partir el pan: No se trata de una eucaristía, sino de una manera muy personal de partir y repartir el pan. Referencia a tantas comidas en común, a la multiplicación de los panes, etc. Sin duda el gesto narrado hace también referencia a la eucaristía. Cuando se escribió este relato ya había una larga tradición de su celebración. Los cristianos tenían ya ese sacramento como el rito fundamental de la fe. Al ver los signos, se les abren los ojos y le reconocen. Fijaos, un gesto es más eficaz que toda una perorata sobre la Escritura.

4) En la comunidad reunida. Cristo resucitado solo se hace presente en la experiencia de cada uno, pero solo la experiencia compartida me da la seguridad de que es auténtica. Por eso él se hace presente en la comunidad. La comunidad (aunque sean dos) es el marco adecuado para provocar la vivencia. La experiencia compartida empuja al otro en la misma dirección. El ser humano solo desarrolla sus posibilidades de ser, en la relación con los demás. Jesús hizo presente a Dios amando, es decir, dándose a los demás. Esto es imposible si el ser humano se encuentra aislado y sin contacto alguno con el otro.

El mayor obstáculo para encontrar a Cristo hoy es creer que ya lo tenemos. Los discípulos creían haber conocido a Jesús cuando vivieron con él; pero aquel Jesús, que creían ver, no era el auténtico. Solo cuando el falso Jesús desaparece, se ven obligados a buscar al verdadero. A nosotros nos pasa lo mismo. Conocemos a Jesús desde la primera comunión, por eso no necesitamos buscarle. El verdadero Jesús es nuestro compañero de viaje, aunque es muy difícil reconocerlo en todo aquel que se cruza en nuestro camino.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El Señor.

Domingo, 23 de abril de 2023
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Arcabas-Emmaus

Lc 24, 13-35

«Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel»

El seguimiento de Jesús había quedado hecho añicos, y el relato de los dos de Emaús es un excelente testimonio de la desbandada que se produjo tras su muerte. Habían creído en él como el futuro libertador de Israel; como el restaurador de la estirpe de David, pero su fe había muerto al pié de la cruz: «Creíamos que era éste… pero han pasado dos días…». Todo había terminado y era hora de volver a la rutina diaria.

Peor lo tuvieron sus discípulos más cercanos; los que le habían acompañado desde el principio convirtiéndose en sus amigos. En la cena de despedida habían quedado confusos y desconcertados por las palabras y los signos de Jesús. Ya en Getsemaní, huyeron despavoridos cuando un pelotón de guardias y criados lo prendió. Llegados en su huida al cenáculo, se atrancaron por miedo a los judíos, y allí permanecieron angustiados por la suerte de su maestro y posiblemente avergonzados de su cobardía. Pedro tuvo un arranque de valor, pero cuando se vio en peligro negó conocerle.

Al miedo y a la vergüenza se unieron las dudas. La cruz demostraba que Dios no estaba con él, sino con los sacerdotes que lo habían vencido, y esa evidencia tuvo que haber supuesto un golpe brutal para su fe.

Probablemente permanecieron encerrados en Jerusalén hasta que finalizó la Pascua, y probablemente también, salieron de Jerusalén mezclados con los peregrinos que volvían a sus lugares de origen tras su celebración. Mateo nos habla de una cita en Galilea, y Juan sitúa allí al núcleo más íntimo del grupo, que había retomado las ocupaciones previas a la increíble aventura que acababan de vivir.

Todo parecía haber acabado, pero el Espíritu se cruzó en sus vidas haciendo resucitar la fe en el crucificado. Pero ya no era la fe en el mesías davídico que ellos habían albergado en el pasado, sino la fe en “Jesús Señor”; tan cercano a la divinidad que no eran capaces de ponerse de acuerdo para formularla. Para Pedro, «Dios estaba con él», pero Juan se atrevió a mucho más, y en el prólogo de su evangelio dejó plasmada su nueva fe de manera explícita: «La Palabra era Dios».

No sabemos cuál pudo haber sido la experiencia que provocó este salto trascendental en su fe y les movió a creer en él, no ya como un enviado, sino como “El Señor”. Lo que sí sabemos es que provocó un vuelco radical en sus vidas. Porque un tiempo después de haber salido de Jerusalén aterrorizados por miedo a las autoridades, desmoralizados por la muerte de su maestro y sumidos en angustiosas dudas de fe, aquellos hombres se presentaron de nuevo en el Templo afirmando, y empeñando su vida en ello, que lo habían visto vivo después de su muerte:

«Varones israelitas —es Pedro quien les habla— escuchad estas palabras: Jesús de Nazaret, varón probado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales, fue entregado y muerto en la cruz por vosotros por medio de hombres sin Ley. Pero Dios lo resucitó después de soltar las ataduras de la muerte, por cuanto no era posible que fuera dominado por ella; y nosotros somos testigos de ello».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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¿Seguimos caminando hacia Emaús o estamos volviendo a Jerusalén?

Domingo, 23 de abril de 2023
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CLOFAS~1

Lc. 24, 13-35

Estamos de nuevo en el tiempo pascual. El tiempo de recordar y experimentar que Jesús VIVE entre nosotros, con nosotros, ahora y ya para siempre. Es el tiempo del Espíritu que nunca abandonará a su pueblo. Antes de nada vamos a tratar de respondernos con sinceridad: vitalmente ¿en qué tiempo vivimos, en que tiempo vivo yo? O dicho en clave del evangelio de este domingo, ¿seguimos caminando hacia Emaús o estamos volviendo a Jerusalén?

Nos encontramos hoy con la aparición a los discípulos de Emaús. Un texto precioso de Lucas, una de las grandes catequesis pospascuales del NT. Una catequesis que resuena con fuerza en nosotros y que nos puede ayudar a descubrir si estamos realmente viviendo como discípulos y discípulas de Jesús Resucitado o simplemente seguimos llorando y añorando al crucificado.

Porque, como todo el evangelio, este texto tan conocido e impresionante, habla de nosotros. Quizá por eso uno de sus personajes no tiene nombre. ¿No podemos ser nosotros/as el discípulo o discípula sin nombre que acompaña a Cleofés? Pongámosle nuestro nombre y sintámonos protagonistas de esta escena. Sin duda lo somos y lo hemos sido en muchas ocasiones.

Varios rasgos definen al discípulo que acompaña a Cleofés, a ese que lleva nuestro nombre. Parece una persona:

– Que camina cabizbaja y desanimada, conversa y discute, que esperaba, pero que ahora parece que ya no espera “Creíamos…”

¿No caminamos así alguna vez? ¿No nos hemos ido del grupo, alejado de todo? ¿No seguimos “tirando” porque esto es lo que hay y no más? Y a veces, ¿no discutimos y damos vueltas pero seguimos viviendo nuestra fe y nuestra vida, con ese andar cansino de quien no espera que las cosas cambien?

– Que sus ojos son incapaces de reconocerlo a pesar de que camina a su lado, de que los escucha sin reproches, de que les explica el sentido de los acontecimientos…

¿Qué nos impide reconocer a Jesús? ¿Qué cataratas difuminan u ocultan tantos signos de vida que suceden cada día a nuestro lado? ¿Qué cierra los ojos de nuestro corazón cuando leemos las escrituras?

– Que en el fondo sigue buscando pero duda, le cuesta confiar en el testimonio de los demás y, a pesar de sus deseos, sigue diciéndose: “Si, vale, hay rasgos positivos, algo parece que va a cambiar, pero “A Él no lo vieron”

¿Cuándo fue la última vez que afirmamos algo así? ¿Cómo buscamos a Jesús, en qué se ha convertido Él para nosotros? ¿Cuándo dijimos de alguien que generosamente sirve o se sacrifica por los demás, “Sí, a saber lo que busca detrás de eso”? ¿O lo desautorizamos diciendo “son mujeres, son curas, son… qué van a decir?

– Una persona que a pesar de todo se siente atraída por este caminante, que de alguna forma ha conectado con el deseo profundo de su corazón, aunque ni él /ella misma es consciente, y le pide: “Quédate con nosotros”. No porque te haya reconocido… simplemente porque algo me hace desear tu presencia, aunque lo exprese tan pobremente: va a anochecer, falta mucho camino, aquí tenemos nuestra casa…

¿Cuándo hemos vivido algo parecido? ¿A quién hemos invitado a nuestra vida que nos ha abierto los ojos y el corazón? El desanimo no suele ser proactivo, no suele llevarnos a dar el primer paso, pero la compañía, el sacar de nosotros lo que nos va doliendo y  la escucha atenta del otro nos ayuda a romper el cerco en la que la tristeza nos ha encerrado. Y por ese resquicio entra el Resucitado y se sienta a la mesa, nos mira a los ojos y nos da su pan. Y ese gesto que, ahora sí, nos recuerda al Maestro a quien queremos, en quien habíamos puesto nuestra esperanza, abre por fin nuestros ojos y nuestro corazón.

Y a partir de este momento los rasgos que definen a este discípulo o discípula que lleva nuestro nombre, que somos nosotros son totalmente distintos:

– Es la persona que reconoce con sus ojos a Jesús en un gesto sencillo y un objeto común, el pan que se bendice y se reparte.

– La que es consciente de que su corazón ardía mientras le escuchaba por el camino aunque no se hubiera dado cuenta, y ahora ya no lo duda a pesar de que es de noche y de que Jesús ha desaparecido.

– Es la que levantándose se pone a caminar hacia Jerusalén, a desandar el camino, ahora con ánimo alegre y deseoso de encontrarse con los demás.

– Es la que comparte con los demás su experiencia de encuentro con el Resucitado y goza con las experiencias expresadas por los Once, por los amigos, por los compañeros….

Y lo mejor es que sin duda también podemos reconocernos en estos rasgos. Somos la persona que acompaña a Cleofés camino de Emaús, la que regresa con él a Jerusalén en plena noche y la que anuncia con valentía que Jesús vive y los ha acompañado por el camino. Porque a Jerusalén no se va, según Lucas “se vuelve”.

Solo volvemos a Jerusalén si nos hemos encontrado con el maestro en cualquier camino a Emaús, solo nos experimentamos como personas nuevas si hemos sido conscientes de nuestra realidad de caminantes a Emaús. Y este camino no se recorre de una vez para siempre, es una buena imagen de toda nuestra vida, siempre amenazada por el desanimo y el cansancio, por una fe raquítica y circunstancias externas que la ponen a prueba; pero una vida animada y sostenida por el Espíritu y la presencia de Jesús Resucitado que siempre camina con nosotros y se nos hace presente en tantos signos de vida y esperanza que se dan en nuestro mundo si dejamos que El mismo nos abra los ojos para reconocerlos.

¡Feliz Pascua de Resurrección!

 

Mª Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

Fuente Fe Adulta

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Una nueva forma de presencia.

Domingo, 23 de abril de 2023
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8EDA4F03-C06C-4828-A2D2-8EDC3F2A97A7Domingo III de Pascua

26 abril 2020

Lc 24, 15-35

En gran medida, los llamados “relatos de apariciones del resucitado” son catequesis elaboradas, que buscan suscitar la fe en Jesús y promover determinadas actitudes, como la paz, la confianza, la alegría, la misión…

Hablan, para ello, de la presencia de Jesús, pero generalmente con el añadido de que no era fácilmente “reconocible”. Afirman la realidad de su presencia, pero subrayando que esta no es equiparable a su estado anterior.

En el relato que nos ocupa, parece destacar un doble interés catequético: por un lado, ofrecer una interpretación del hecho -para ellos escandaloso- de la cruz y la muerte del Maestro. ¿Cómo Dios pudo “abandonar” a su elegido, permitiendo que muriera a manos de paganos? La respuesta se sitúa en la línea de lo que era la argumentación rabínica: “Estaba escrito», es decir, había un sentido oculto. Por tanto, no ha habido abandono, ni hay motivo para el escándalo: todo entraba dentro de los planes de Dios.

Por otro, invita a “hacer camino” con Jesús, destacando tres lugares donde encontrar su presencia: caminar al lado de la gente, releer la sagrada Escritura y celebrar la eucaristía (“partir el pan”). Constituían, sin duda, los lugares privilegiados donde los discípulos de aquellas primeras comunidades fortalecían y compartían su fe.

El relato muestra que es precisamente ahí donde “reconocen” a Jesús, a la vez que insiste en una cuestión que considera prioritaria: la proclamación de que el Maestro sigue caminando con ellos en todo momento.

Desde una perspectiva genuinamente espiritual, respetando, pero trascendiendo las creencias religiosas y catequéticas, podemos preguntarnos: ¿qué es eso que nos “acompaña” en todo momento y “camina” siempre con nosotros? La respuesta es simple: aquello que somos en profundidad, lo que constituye nuestra identidad profunda.

Solo nos hace falta reconocerlo, o lo que es lo mismo, comprender lo que somos. Es esa comprensión profunda la que, liberándonos de engaños y de sufrimientos inútiles, nos permite estar en casa en todo momento. No es una presencia ajena la que nos sostiene; es sencillamente la presencia que es.

¿Vivo en conexión con la presencia consciente que somos?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Sinodalidad es caminar hacia Emaús

Domingo, 23 de abril de 2023
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JESÚS - ROSTRO 170 - PEREGRINOS DE EMAÚSDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- v 13 Dos discípulos se van caminando de Jerusalén.

    Los dos de Emaús representan la Iglesia naciente y la nuestra: el camino hacia la fe en el Señor resucitado.

Un discípulo se llamaba Cleofás el otro es anónimo. Podemos poner nuestro nombre.

Es un texto de gran belleza literaria y teológica, que siempre podemos hacer nuestra. Todos somos caminantes, todos entramos caemos en desesperanzas, en ocasiones el atardecer embarga nuestra vida.

    Por otra parte, ¡Cuánta gente se “ha ido de Jerusalén”, ha abandonado la fe, la Iglesia!

02.- v 14. iban conversando, se hacían preguntas.

    No habían entendido ni lo que había pasado en Jerusalén, ni la Escritura. Sin embargo no pueden olvidar a Jesús, por ello iban “dando vueltas” a lo que había pasado con Jesús. Caminan pensando y discutiendo los problemas de la vida, lo que había supuesto Jesús para ellos.

    También nosotros vamos por la vida con muchas preguntas y cuestiones. Tenemos más problemas que respuestas. No entendemos, no acertamos a explicarnos la vida, el mal, la muerte…

03.- Nosotros esperábamos, pero todo ha terminado…

    La situación de aquellos dos discípulos era de decepción, de tristeza y desesperanza.

Muchos de los discípulos de Jesús esperaban un Mesías nacional poderoso, triunfante que restaurara la soberanía de Israel frente al Imperio romano. Pero todo ha terminado en el fracaso de la cruz. Por eso se van de Jerusalén, del grupo.

En gran medida esta es también nuestra situación.

  • Muchos de los que formamos las generaciones adultas del siglo del XXI nos embarga la decepción. Esperábamos tantas cosas…
  • Esperábamos que la democracia iba a crear una sociedad perfecta y nos iba a liberar de los males de la dictadura.
  • Esperábamos que el Concilio iba a suponer un Pentecostés para la Iglesia y una oxigenación, pero hemos vivido un largo post-concilio de involución y el papa Francisco a duras penas puede con la sinodalidad.
  • Probablemente muchos proyectos personales, matrimoniales, familiares se han derrumbado o no se han realizado.

La cuestión radical es ¿qué esperamos de la vida? y ¿de dónde o de quién esperamos la realización de tal esperanza? Ser adultos es amontonar desilusiones y decepciones, pero mantener la esperanza y seguir caminando.

04.- v 27. Jesús les explica las Escrituras.

    Jesús se acerca. El Señor siempre se acerca aunque tampoco nosotros no acertemos a reconocerle…

Jesús no se hace presente en forma de “visiones o apariciones iluminadas”, sino en el prójimo, en los acontecimientos de la vida.

    Les explica las Escrituras. Explicar el Evangelio no es lo mismo que explicar el catecismo. Uno puede conocer todo el catecismo y ser increyente. Hemos llegado a una situación en la que el Evangelio necesitara del filtro del catecismo para ser auténtico. El Evangelio está liberadoramente por encima del catecismo.

Estos días se presentaba un libro de JM Castillo: “Declive de la Religión y futuro del Evangelio”. Y decía JM Castillo que Evangelio y Religión son incompatibles, pero la Iglesia las ha fundido y confundido”.

    Conocer las Escrituras no es saberse de memoria la Biblia, sino creer.

Explicar y entender las Escrituras es amar el Evangelio, la razón, la cultura, el misterio de la vida.

05.- v 29. Quédate con nosotros, que atardece…

    Es una hermosa, una gran oración. El camino de Emaús son  vísperas de un acto de fe profundo y ardiente

La vida tiene muchos atardeceres en los que no vemos la luz ni el camino, porque quedamos bloqueados por una mala situación personal  por una ruptura, por un mal momento de salud, por una situación eclesiástica que nos deja el corazón helado… No faltan atardeceres y “noches oscuras” del alma y del cuerpo, incluida la noche final.

    En muchas situaciones nos será más que suficiente esta nostalgia de que el Señor se quede con nosotros.

06.- vv 30-31 Se les abrieron los ojos y le reconocieron al partir el pan. La Eucaristía.

    Este relato de los dos de Emaús es una Eucaristía. Le reconocieron al partir el pan.

A Cristo se le reconoce al partir el pan, al compartir el pan.

La Eucaristía no consiste en la perfección de los ritos, cuanto en una vida que comparte el pan.

    Reconocemos a Cristo cuando hay Eucaristía y hay Eucaristía cuando compartimos el pan: misiones, pobres, Aterpe, entrega a nuestras tareas, cuando compartimos la cultura, cuando guiamos a quienes la vida puesto en nuestras manos, la solidaridad.

07.- v 32 ¿No ardía nuestro corazón? Las brasas de Emaús

    Las ideas mueven el mundo, y es verdad porque las ideas mueven el corazón. San Agustín decía que solamente se conoce lo que se ama.

    Jesús no fue un ideólogo, sino que se pasó la vida haciendo el bien: curando enfermos, sanando al que sufre…

El cristianismo no es solamente cuestión de ideas super-precisas, de teologías y doctrinas, mucho menos de leyes. Creer en la resurrección es dejarse tocar por la misericordia de Dios”, sino que ha de arder el corazón.

    El momento político-cultural-eclesiástico que vivimos no es precisamente cálido, amable. Nietzsche –a mediados el siglo XIX- ya nos había condenado a vivir en un gran frío, en el vacío, en la nada:

¿No vamos errantes a través de una nada infinita? ¿No nos absorbe el espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No viene la noche para siempre jamás más y más noche? ¿No olemos todavía la nada de la corrupción divina? [1]

08.- v 33 Se volvieron a Jerusalén y dijeron: ¡es verdad ha resucitado!

    El testimonio y la misión, el grupo, los Once, están presentes en los relatos de la resurrección. Siempre hay alguien: Magdalena, el Discípulo Amado, Pedro. Hoy los dos de Emaús, que terminan dando testimonio y anunciando la Vida, al resucitado.

    ¿Cómo anunciar hoy la Vida de modo que salgamos de esta noche? No es una cuestión simple, mucho menos una cuestión legal. ¿Quién nos explicará las Escrituras? Ciertamente la ciencia y la cultura, nos pueden explicar algunas cosas, pero solamente el Señor nos hará comprender la vida.

    Sinodalidad es “caminar juntos” como los dos de Emaús.

Quédate con nosotros, que atardece

[1] NIETZSCHE, F. La ciencia gaya, Obras III, 125 (74.141).

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“Resucitar es saberme vivo”, por Pedro Miguel Lamet

Jueves, 20 de abril de 2023
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Alabar-a-DiosLeído en su blog:

Pascua del Despertar

Llega la Pascua y con ella una cierta locura.

No hay una prueba física, científica y racional de la resurrección.

Los apóstoles despertaron por dentro, descubrieron que la muerte no existe, que desde siempre eran seres sin tiempo en el tiempo, pertenecían a la explosión de luz que une lo creado con lo increado, manifestación de lo inmanifestado, y eso les cargó de comprensión y fuerza.

Ocurrió en la historia. Pero cualquier ser humano despierto pudo resucitar y podrá resucitar siempre, si entra por la contemplación iluminada en el no tiempo.

Llega la Pascua y con ella una cierta locura. Los discípulos se hacen un lío. María de Magdala, la enamorada, no reconoce a Jesús a primera vista. Los de Emaús huyen atrapados por la murria. Tomás quiere meter su mano en la llaga del costado. Y en el centro, la polémica de la tumba vacía, que tanto preocupará a los teólogos.

No hay una prueba física, científica y racional de la resurrección. La gran experiencia definitiva de que Cristo ha resucitado es la transformación de aquel grupo de pescadores ignorantes y atemorizados, cuyo líder ha sido ejecutado a las puertas de Jerusalén, la confluencia de sus testimonios.

Jesús ahora atraviesa paredes, está y no está, despierta la duda o inflama el corazón. La experiencia del resucitado, aunque se apoya en hechos históricos, requiere la fe o en cierto modo la mística. En mi opinión, los apóstoles despertaron por dentro, descubrieron que la muerte no existe, que desde siempre eran seres sin tiempo en el tiempo, pertenecían a la explosión de luz que une lo creado con lo increado, manifestación de lo inmanifestado, y eso les cargó de comprensión y fuerza.

Hoy abunda la noche, el miedo, las puertas tranqueadas, los corazones solitarios, las tesis e ideas que dividen, el enfrentamiento agresivo de creyentes e increyentes e incluso de fieles entre sí, como siempre hubo, hasta ocasionar incluso guerras de religión. La resurrección ocurre en lo íntimo de cada conciencia y fuera de ella.

De poco vale que se demuestre la autenticidad de la sábana santa o que se encuentre un papiro más antiguo para convencer de su verdad. Es una verdad a la vez histórica y metahistórica. Porque la mejor historia es la escrita con las vivencias de los hombres.

Resucitar es ver más, romper nuestros códigos, tocar la alegría del Ser. “El que cree en mí tiene vida permanente”. (Jn 5.25)

Ocurrió en la historia. Pero cualquier ser humano despierto pudo resucitar y podrá resucitar siempre, si entra por la contemplación iluminada en el no tiempo. Y, sin embargo, no es un hecho solo espiritual, sino también material en cuanto cualquier resucitado es capaz de transformar la materia, las injusticias, la dinámica del odio y el dolor, e incluso nuestra falsa sensación de morir.

Desde esta perspectiva es un acontecimiento cósmico que disuelve todos nuestros miedos y angustias y que puede experimentar cualquier hombre que se abra a lo profundo del hombre.

Resucitar es descubrir que puedo volar, saberme vivo para siempre, en este momento aquí y ahora, sin depender de las arrugas, el paso del tiempo, el dolor y hasta la misma muerte.

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“Despertar, levantarse, salir fuera”, por Miguel Ángel Mesa.

Miércoles, 19 de abril de 2023
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mons-buenanueva-la-paz-de-dios-transforma-los-corazones-y-renueva-los-vinculos-04y0Encuentro muy significativo que en el Nuevo Testamento se empleen dos términos en griego para expresar y dar a conocer el significado de la resurrección de Jesús: uno es “levantarse” y otro “despertar”.

El mismo Jesús nos dijo que el Espíritu nos iría diciendo en cada momento de la historia lo que tendríamos que decir, cómo actuar y actualizar su buena noticia de liberación. Los sucesos de nuestro pasado, las personas que han dejado huella en nuestra vida, sus palabras, sus gestos, sus muestras de cariño, su compromiso… nos dicen siempre algo nuevo cuando las recordamos.

Igual nos pasa con Jesús y, en concreto, con su resurrección.

Porque lo importante no es el sepulcro vacío sino todo lo que vivió y por lo que se desvivió: porque él sanaba la vida, iluminaba la vida, liberaba la vida, daba nuevas esperanzas para experimentar en plenitud la vida. Ahí radica el sentido de su resurrección: la muerte no pudo ocultar ni sepultar la vida íntegra y entregada en cada momento por Jesús. Y a eso invitaba a sus discípulos: “He venido para que tengan vida y la tengan en plenitud. Anunciad esta buena noticia a toda criatura”. Quien así vive, ya ha resucitado.

Volvemos al comienzo. Resucitar significa despertar, no continuar con los ojos cerrados a la realidad, es necesario abrirlos al mundo que nos rodea, aunque esté oscuro, a pesar del frío, del dolor y la angustia, de la inseguridad, del miedo y la desesperanza. Manteniendo los ojos abiertos para no cerrarnos a nada, para no quedar aislados en nuestra propia concha. Quien abre los ojos y los mantiene abiertos ya ha empezado a descorrer la losa de su propio sepulcro.

Resucitar también significa levantarse. Es necesario abrir bien los ojos, para mirar con claridad. Pero se puede seguir recostado, impidiendo que esa mirada sea movilizadora. Es necesario un esfuerzo más: hay que levantarse, ponerse en pie, con decisión, sabiendo que después de despertar debemos recomenzar un día más. Poniendo en marcha todos nuestros recursos psicológicos, afectivos, empáticos, resilientes y reconociendo todo lo que poseemos y lo que podemos seguir aprendiendo y adquiriendo para ayudar, recibiendo ayuda a la vez.

Pero queda un paso más, con el mandato de Jesús a Lázaro: Sal fuera. Hay que salir del sepulcro, del encierro, la reclusión, el confinamiento. Debemos quitarnos las vendas que nos atan e impiden andar con libertad. Es necesario despertar, levantarnos y salir, para sentirnos de verdad resucitados y ayudar a resucitar a quienes aún malviven, sobreviven, escondidos, aislados, marginados, excluidos en innumerables sepulcros en nuestra sociedad y en nuestro mundo. La resurrección no es un recuerdo de un hecho pasado, sino un acicate permanente, diario, pasando en cada momento de la muerte a la vida. Comprometiéndonos para que quienes se mantienen ocultos en las sepulturas que se imponen o se las imponen, puedan salir a la luz del día, a la claridad esperanzadora de la vida.

Porque solo resucitamos de verdad si resucitamos juntos.

Miguel Ángel Mesa Bouzas

Fuente Fe Adulta

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La vida real, en persona, de cerca, en Carne y hueso.

Lunes, 17 de abril de 2023
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TomasApostol1Las lecturas litúrgicas de hoy para el Segundo Domingo de Pascua (Domingo de la Divina Misericordia) se pueden encontrar aquí.

El Papa Francisco ha sido reconocido correctamente como un líder católico que ha promovido un enfoque positivo hacia las personas LGBTQ+ en la iglesia. Como líder de la Iglesia Católica Romana, incluso los pequeños gestos o palabras de apoyo para las personas LGBTQ+ tienen un efecto inmenso a nivel mundial. Francisco tiene mucho que aprender, particularmente en lo que respecta a la identidad de género, pero aún merece reconocimiento y aplausos por sus esfuerzos para difundir un mensaje de bienvenida y diálogo.

El Papa, sin embargo, no originó la idea de la aceptación LGBTQ+ en la Iglesia Católica. Esta idea proviene de la base: de muchas décadas de padres católicos que aceptan a sus hijos LGBTQ+, de ministros pastorales que se acercaron a las personas LGBTQ+ incluso cuando estaban amenazados con la censura eclesial, y de los mismos católicos LGBTQ+, cuyos testimonios y testigos han demostrado a la iglesia que el Espíritu de Dios está activo en sus vidas.

Me acordé de esta realidad histórica cuando leí las lecturas litúrgicas de hoy. La primera lectura de Hechos ofrece una descripción de cómo se difundió la fe cristiana en los primeros días de la iglesia. Si bien se mencionan los líderes apostólicos, los que se alaban en este pasaje son los cristianos comunes que dieron testimonio de lo que realmente son la fe y la vida en el Espíritu. Confiar en ese mensaje extraordinario del amor de Dios y de que Dios da nueva vida a todos los que sufren permitió a estos primeros cristianos transformar sus comunidades locales y difundir la fe.

Lo mismo ha ocurrido con los católicos LGBTQ+ en la iglesia contemporánea. Si bien la mayor apertura de la iglesia está relacionada con los mensajes positivos de algunos líderes de la iglesia, el cambio real, fuerte y duradero se ha producido porque las personas LGBTQ+ han seguido desempeñando un papel activo en la comunidad de la iglesia, incluso cuando han enfrentado discriminación, humillación. y persecución. Persistían incluso cuando las instituciones religiosas los rechazaban rotundamente, y tenían que “partir el pan en sus casas”, como nos dice Hechos que hicieron los primeros cristianos. Y, sobre todo, continuaron viviendo y celebrando “con júbilo y sinceridad de corazón”, sin dudar de que Dios estaba con ellos a pesar de su condición de minoría y la negación de su existencia por parte de otros.

La lectura del evangelio de hoy de Juan, que describe dos apariciones de Jesús a sus apóstoles después de la resurrección, es paralela a la historia de la gran cantidad de católicos en las bancas, quienes, incluso antes de que las personas LGBTQ+ fueran más aceptadas en la sociedad y la iglesia, se dieron cuenta de la santidad de sus vidas y los acogió abiertamente.

En la primera aparición de Cristo, el apóstol Tomás estaba ausente, y sólo llegó a creer que Jesús había resucitado cuando, en la segunda aparición, metió la mano en las llagas de Cristo. Tomás tuvo que tener un encuentro en la vida real, en persona, de cerca, en persona con Jesús para aceptar esta nueva realidad. Aún más importante, Tomás llegó a creer cuando pudo encontrar los lugares donde Jesús fue herido, los lugares donde experimentó dolor.

Los aliados pioneros de años pasados, e incluso del presente, han podido acoger a las personas LGBTQ+ no porque leyeran sobre ellas en un periódico o las vieran en la televisión. Estos aliados llegaron a aceptar y amar a las personas LGBTQ+ porque experimentaron estar en una relación con una persona o personas LGBTQ+ de la vida real. Nuestra fe cristiana es una fe encarnacional y, como tal, nos invita a relacionarnos con personas del mundo real, con todas sus heridas y dones. Y esa relación puede ser transformadora, no solo para nosotros o para las personas con las que nos encontramos, sino para toda la iglesia, cuando compartimos esa experiencia con los demás.

Como dije al comienzo de esta reflexión, el Papa Francisco realmente merece crédito por ayudar a nuestra iglesia a avanzar hacia enfoques más positivos para las personas LGBTQ+. No puedo evitar preguntarme que una de las principales razones por las que el Papa Francisco ha sido tan amigable con la comunidad LGBTQ es por su profunda amistad con dos hombres homosexuales, Yayo Grassi y Juan Carlos Cruz. El Papa sigue sus propias recomendaciones de estar abiertos al encuentro y al diálogo con los que son diferentes a nosotros.

Nuestra iglesia se está transformando no solo por la iniciativa personal del Papa Francisco, sino porque, como cualquier buen líder de la iglesia, él está articulando la fe de las personas en la iglesia, aquellos que viven vidas LGBTQ+ y aquellos que se han encontrado con ellos. Al igual que la “piedra desechada por los constructores que se convirtió en piedra angular“, el ministerio y la participación LGBTQ+ ahora está ayudando a transformar nuestra iglesia en una que sea más fiel al mensaje evangélico de amor y abierta al poder del Espíritu que constantemente renueva el mundo como Los cristianos continúan desarrollando el depósito de la fe a través de sus continuos encuentros humanos.  Como concluye la lectura de hoy de Hechos, es debido a las acciones de la gente común en la comunidad cristiana primitiva que “cada día Dios añadía a su número a los que iban a ser salvos”.

–Francis DeBernardo, New Ways Ministry, 16 de abril de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Abiertos al Espíritu”. 2 Pascua (A). Juan 20, 19-31.

Domingo, 16 de abril de 2023
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thomas-et-jesusNo hablan mucho. No se hacen notar. Su presencia es modesta y callada, pero son «sal de la tierra». Mientras haya en el mundo mujeres y hombres atentos al Espíritu de Dios será posible seguir esperando. Ellos son el mejor regalo para una Iglesia amenazada por la mediocridad espiritual.

Su influencia no proviene de lo que hacen ni de lo que hablan o escriben, sino de una realidad más honda. Se encuentran retirados en los monasterios o escondidos en medio de la gente. No destacan por su actividad y, sin embargo, irradian energía interior allí donde están.

No viven de apariencias. Su vida nace de lo más hondo de su ser. Viven en armonía consigo mismos, atentos a hacer coincidir su existencia con la llamada del Espíritu que los habita. Sin que ellos mismos se den cuenta son sobre la tierra reflejo del Misterio de Dios.

Tienen defectos y limitaciones. No están inmunizados contra el pecado. Pero no se dejan absorber por los problemas y conflictos de la vida. Vuelven una y otra vez al fondo de su ser. Se esfuerzan por vivir en presencia de Dios. Él es el centro y la fuente que unifica sus deseos, palabras y decisiones.

Basta ponerse en contacto con ellos para tomar conciencia de la dispersión y agitación que hay dentro de nosotros. Junto a ellos es fácil percibir la falta de unidad interior, el vacío y la superficialidad de nuestras vidas. Ellos nos hacen intuir dimensiones que desconocemos.

Estos hombres y mujeres abiertos al Espíritu son fuente de luz y de vida. Su influencia es oculta y misteriosa. Establecen con los demás una relación que nace de Dios. Viven en comunión con personas a las que jamás han visto. Aman con ternura y compasión a gentes que no conocen. Dios les hace vivir en unión profunda con la creación entera.

En medio de una sociedad materialista y superficial, que tanto descalifica y maltrata los valores del espíritu, quiero hacer memoria de estos hombres y mujeres «espirituales». Ellos nos recuerdan el anhelo más grande del corazón humano y la Fuente última donde se apaga toda sed.

José Antonio Pagola

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“A los ocho días, llegó Jesús”. Domingo 16 de abril de 2023. 2º Domingo de Pascua.

Domingo, 16 de abril de 2023
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24-PascuaA2Leído en Koinonia:

Hch 2,42-47: Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común
Salmo responsorial 117: Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia
1Pe 1,3-9: Nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva
Jn 20,19-31: A los ocho días, llegó Jesús

Si la resurrección de Jesús no tuviera efecto alguno en la vida del discípulo, es decir, si la Resurrección no tuviera como sentido final la re-creación del ser humano y por tanto la re-creación de un nuevo orden, entonces eso de la Resurrección de Jesús no habría pasado de ser un asunto particular entre el Padre y su Hijo. Pero, como la resurrección de Jesús es la base y fundamento de una comunidad y el horizonte hacia el cual tiende toda la creación, por eso, tanto el evangelio de hoy como la primera lectura de Hechos, tratan de iluminarnos sobre cuál es ese horizonte y cuáles, por tanto, son los efectos inmediatos, reales y concretos de la Resurrección.

Las fallas, los tropiezos y las caídas en el proceso de construcción de una comunidad igualitaria y justa no hay que verlos como la demostración de que no se puede lograr esa construcción; esos aspectos negativos se pueden percibir como el signo de que ciertamente no es fácil, pero en todo caso no es imposible, máxime si hay plena conciencia de que ése es el proyecto de Dios y que por ese proyecto Jesús hasta derramó su sangre y entregó su vida. Pero, también por ese proyecto, el Padre lo resucitó, para que quienes confesamos ser seguidores suyos veamos si nos comprometemos o no con ese “su” proyecto que él quiere compartir con nosotros y que ciertamente él respalda y acompaña en todo momento. Ese es el principal sentido de la Resurrección y eso es lo que los discípulos no entienden de manera inmediata.

Justamente el evangelio de hoy nos da la pista para entender que el descubrimiento de los efectos y alcances de la resurrección de Jesús no se comprenden rápidamente, de un momento a otro. Aunque los dos discípulos han comprobado que Jesús “no está” en la tumba y una vez que María Magdalena les anuncia que Jesús está vivo y que ha hablado con él (cf. Jn 20, 1-18), los discípulos siguen encerrados. Dos veces en el pasaje de hoy escuchamos estas dos expresiones, “los discípulos estaban con las puertas bien cerradas” (v.19) y “ocho días después los discípulos continuaban reunidos en su casa” (v. 26), lo cual es signo de que esto es un proceso de maduración de la fe. No nos dice el evangelista que los discípulos “no creyeran” en el Resucitado; con excepción de Tomás, todos lo habían visto y creían en él; pero una cosa es creer y otra abrirse a las implicaciones que tiene la fe, y ese es el proceso que le toma a la comunidad de discípulos un buen tiempo, tiempo por demás en el que Jesús, con toda paciencia y comprensión, está ahí cercano, acompañando, animando y ayudando a madurar la fe de cada discípulo.

Tal vez a nosotros, como creyentes de este tiempo, nos hace falta madurar aún mucho más el aspecto de la fe; tal vez nuestros conceptos tradicionales aprendidos sobre Jesús y su evangelio no nos permiten ver con claridad cuál es el horizonte de esa fe cristiana que confesamos tan folclóricamente y que, por tanto, no impacta a nadie. Valdría la pena hacer el ejercicio de desaprender; vaciar completamente nuestro ser, nuestro corazón, hacer lo de Tomás, viendo el caso de Tomás desde la óptica más positiva, claro está; es decir, si no lo juzgamos de entrada como “el incrédulo”, sino como el que quiere creer y poner en práctica su fe, pero que desde su vacío interior necesita ser llenado por la presencia de su Señor. Éste es el camino que estamos llamados nosotros hoy a recorrer. Leer más…

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16.4.23. Dom 2. Pascua de Tomás, resurrección: Ser iglesia (comunión) y tocar/curar las llagas de los crucificados (Jn 20, 19-31)

Domingo, 16 de abril de 2023
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9777A289-2AE6-47A8-B235-72125F15AF06Del blog de Xabier Pikaza:

El domingo 1 fue la pascua de Magdalena: tocar a Jesús amigo y realizar su misión (no me sigas tocando…). Este domingo 2 es la pascua de Tomás (crear iglesia, compartir la vida con los crucificados).

El  pasaje de Tomás (Jn 20) forma con Jn 21 el epílogo y conclusión del Cuarto Evangelio, su mensaje final, en contra de unade “gnosis” de sabios que van a lo libre, con pretendida mística, pero poca iglesia (no comparten vida con los hermanos) y menos acción liberadora (no “tocan” ni curan las llagas de los crucificados.

Introducción.

Éste es un evangelio y programa de Iglesia “de carne” (comunidad real: compromiso por los crucificados y vinculación “carnal” entre los creyentes)  que ha de interpretarse a partir de los grandes textos anti-gnósticos de Juan, empezando por las bodas de Caná (Jn 2), siguiendo por el sermón del pan de vida  (Jn 7) y culminando en el Sermón de la Cena (Jn 13-17).

Este programa anti-gnóstico de Juandesemboca en el epílogo pascual (Jn 20-21), con Magdalena “tocando” en amor a Jesús y la “gran pesca” con el pacto/complementariedad de Pedro y el Discípulo, amado,  en el que,  como testigo y compañero “de carne” de la iglesia, emerge Tomás, con Natanael, los zebedeos y dos discípulos más. Éstos son son los siete u ocho fundadores de la iglesia (si el discípulo amado es uno de los dos discípulos innominados del finson siete; si es distinto son ocho).Divido mi exposición en 4 partes

(1)   Jn 20,19‒23. La Pascua es comunión de vida,  creación de una comunidad de discípulos/amigos comunión, que se expresa en forma de paz, presencia activa acción del Espíritu Santo y perdón mutuo.

(2)  Jn 24,31. La pascua es redención/liberación de los crucificados Sólo resucita aquel que mete su mano y toca (cura) las heridas de los crucificados de la historia para compartir con ellos el dolo y  el amor, la  redención de Jesús crucificado.

(3) Visión de conjunto de Tomas, apóstol de la pascua en los evangelios canónicos. Pablo no le cita entre los testigos de Jesús, (Pedro, los Doce) Santiago…: 1 Cor 15, 3-9), pero él es con Magdalena y las demás mujeres el representante más significativo de la Pascua cristiana.

(4) Contrapunto. El Tomás gnóstico del evangelio apócrifo de Tomas. Todo lo anterior se entiende y sitúa desde la perspectiva de ev.Tomás (apócrifo). En esa línea podemos decir que el Cuarto evangelio es el primero y más fuerte de todos los librosnti-gnósticos del NT, y eso aparece de un modo especial en nuestro pasaje.

 1)   JN 20,19‒23. PASCUA COMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA COMUNIÓN DE SUS DISCÍPULOS

María Magdalena había “tocado a Jesús”, que le dijo “deja ya de tocarme” (noli me tangere), vete y diles a mis hermanos…  (Jn 20, 17). Ahora es Tomás el que toca a Jesús, un apóstol a quien la tradición concederá gran inmensa importancia (como indica el evangelio de su nombre, no incluido en el canon). Parece formar parte de un tipo de “gnosis” (cristianismo sin comunidad/iglesia ysin presencia liberadora en los heridos y crucificados). No vive en comunión de iglesia (de vida compartida con los hermanos); no puede haber visto a Jesús resucitado.  Así comienza el texto:

A la tarde de aquel día primero de la semana, y estando cerradas las puertas del lugar donde estaban los discípulos, por el medio a los judíos, vino Jesús y se colocó en medio de ellos diciendo:- ¡La paz con vosotros! Y diciendo esto les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Y les dijo de nuevo: – ¡La paz con vosotros! Como me ha enviado el Padre os envío también yo. Y diciendo esto sopló y les dijo:- Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados; y a quienes se los retengáis les serán retenidos (20, 19-23).

 Tomás andaba a lo libre y no  podía “ver” al resucitado, pues en soledad espiritual, sin iglesia (sin amor mutuo,) no hay salvación, ni hay pascua… porque la pascua y salvación de Jesús  es comunión de vida entre los creyentes… Pero los otros cristianos le invitan y él viene, y de esa forma, en unión con los hermanos, ve y toca a Jesús.

La iglesia, reunida aquí en comunidad, está formada por un grupo extenso  de creyentes; no son sólo los Doce apóstoles, sino más, hombre y mujeres, reunidos en oración y amor En este contexto se inscribe la experiencia de pascua. Tomás, que anda por libre, no puede ver/tocar a Jesús resucitado.

Estos  discípulos no son iglesia por estar sometidos a una autoridad superior, sino por ser todos hermanos en comunión de vida y perdón. Por eso se han separado  de un tipo de judaísmo de ley; ellos mismos son ley de vida en amor, pro tienen miedo, cierran las puertas, esperando y amando a   Jesús en su amor.

 Tienen miedo y Jesús les conforta con su palabra y su presencia sensible (manos y costado), su envío y su poder de perdón. Es el Jesús “real” que vive en ellos, no una fantasía. Ésta son las notas de su experiencia de resurrección.

La Pascua es ante todo paz, vivir en comunión.Jesús saluda a sus discípulos dos veces, con la misma palabra: paz a vosotros (Eirênê hymin: 20,19.21). Sobre un mundo atormentado por la guerra y la violencia, dividido, enfrentado en odios, ofrece Cristo paz entre y para todos. Sobre una comunidad encerrada por el miedo extiende el Cristo pascual la gracia de su vida hecha principio de misión universal, una vida que se abre a todos en perdón y resurrección. Jesús es paz para aquellos que le reciben y para todos. Eso es pascua.

La pascua es presencia gloriosa del crucificado. El Señor resucitado es el mismo Jesús que se entregó por los hombres. Como señal de identidad, como expresión de permanencia de su pasión salvadora, Jesús mostró a sus discípulos las manos con la llaga de los clavos y el costado herido por la lanza (20, 20). Jesús resucitado no es tipo de idea espiritual intimista, sino experiencia y principio de comunión de amor, desde los perseguidos y crucificados. La iglesia no empieza con los triunfadores o jerarcas de la ley, sin con los perseguidos, conforme a la palabra clave del evangelio:  ¡Era necesario que el Cristo  fuera perseguido y muriera…! (Lc 24, 26.46). Sólo los perseguidos, los humillados y crucificados pueden ser principio de la iglesia de pascua de Cristo.

La pascua se vuelve así Pentecostés: A través de los heridos y crucificados se hace presente en el mundo el Espíritu Santo, el camino de la nueva humanidad.. Jesús resucitado sopla sobre sus discípulos diciendo recibid el Espíritu Santo (Jn 20,22), en gesto que evoca sin duda una nueva creación. El mismo Dios había soplado en el principio sobre el ser humano, haciéndole viviente (Gen 2, 7). Ahora sopla Jesús, como Señor pascual, para culminar la creación que en otro tiempo había comenzado.

Ésta es la nueva creación que comienza con los perseguidos y los crucificados… La pascua se vuelve así Pentecostés: aquel que muere por los demás abre un camino de amor y de transformación en esta misma tierra. Éste es el don de Pascua: tener el mismo Espíritu de Jesús, vivir de su aliento.

La pascua es finalmente misión: ¡como el Padre me ha enviado así os envío yo! (20, 21). A lo largo de todo el evangelio, Juan ha presentado a Jesús como enviado de Dios: misión es toda su existencia. De ahora en adelante, los cristianos son enviados de Jesús. Realizan una obra que es propia del Señor resucitado: expanden y despliegan su camino, realizan su misterio sobre el mundo. Están cerrados por miedo, tienen que abrirse. Están a la defensiva: tiene que ofrecer su testimonio a todos, generosamente.

El texto de pascua y la pascua de Jesús culmina en un signo de perdón. Según el Padre nuestro, las notas de los creyentes (de la pascua) son el pan nuestro y el perdónanos como nosotros perdonamos… Juan insiste en el perdón de todos, para todos… Este es a los ojos de Jn el gran problema del mundo: no hay perdón, los hombres se encuentran divididos, destruidos; carecen de medios para expresar el perdón, no hay para ellos sacrificios que puedan transformarles. Ha perdido su sentido el sacerdocio de Jerusalén, no consigue perdonar el templo. Pues bien, sobre esa violencia y guerra de pecado (falta de perdón), Juan ha interpretado la pascua como experiencia transformante de perdón.

Éste no es el perdón que unos jerarcas de ley imparte sobre otros inferiores, no es el perdón que unos sacerdotes de templo declaran sobre los legos del pueblo, sino el de todos los creyentes. Todos los cristianos de la pascua son sacerdotes y mediadores del perdón, de manera que si no hay perdón y comunión de vida no hay Pascua (perdónanos como nosotros perdonamos). Esta experiencia de gracia pascual pertenece al conjunto de la comunidad. El perdón de la resurrección  no está reservado a los Doce, ni a presbíteros, ni a varones, sino a todos. En este texto pascual no se distinguen ni mujeres, pues todos son creyentes, todos con la misma experiencia, todos con la misma tarea.  Jesús confía su palabra y obra de perdón pascual a todos… de forma que si ellos no se perdonan no puede expresarse y realizarse en el mundo el perdón de Dios en Cristo.

2. PASCUA ES “TOCAR” LAS LLAGAS DE JESUS EN LOS CRUCIFICADOS, ACOMPAÑARLES Y CURARLES (Jn 20, 24-29).

El texto sigue diciendo que faltaba Tomás, precisamente uno de los Doce. No es un cristiano normal el que ha dejado de participar en la asamblea, sino uno de los antiguos compañeros de Jesús, de sus Doce seguidores. Precisamente Tomás, uno de los líderes de la iglesia primitiva, corre el riesgo de entender la resurrección de un modo espiritualista, individualista, sin comunión mutua, sin compartir la vida con los crucificados.  fuera de la comunidad.

Éste Tomás es un seguidor “especial” de Jesús, máxima autoridad en plano espiritualista, pero sin “carne y sangre”, es decir, sin compromiso social. Los otros discípulos le dicen hemos visto al Señor de las llagas, al Señor del Perdón para todos los pueblos (Jn 20, 25). Pero él duda, tiene su Jesús interior, no quiere otro. Por eso pide un signo (si no veo en sus manos la huella de los clavos…). No es un signo más, sino el signo y verdad  de la resurrección en la carne, como principio de misión y perdón universal. Pide un signo y Jesús se lo concede, en eta bellísima parábola pascual:

Y ocho días después, estaban de nuevo sus discípulos en casa y Tomás con ellos; llegó Jesús, estando las puertas cerradas,se puso en medio y dijo:- ¡Paz a vosotros!Luego dijo a Tomás: Trae tu dedo aquí y mira mis manos, trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino fiel! Respondió Tomás y dijo:- ¡Señor mío y Dios mío!Y Jesús le dijo: – Porque has visto has creído. ¡Felices los que no han visto y han creído! (Jn 20, 26-29).

 Tomás es como el dicho un cristiano espiritual, un tipo de gnóstico-líder separado del pueblo)… un pretendido cristiano, pero sin resurrección, es decir, sin verdadera comunión de iglesia, sin auténtico servició liberador, que empieza desde los crucificados y oprimidos.

 Probablemente cree en Jesús, pero en un Jesús espiritual (puramente interior), sin compartir la vida con los hermanos y con los crucificados.  Cree en un Cristo glorioso, pero desligado de la de amor y sufrimiento de los hombres. Pues bien, ese Tomás, sólo puede ver/tocar al Cristo resucitado si vive en comunión con los hermanos, si toca y ayuda a los perseguidos, a las víctimas.

Leer más…

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“El Tomás incrédulo y las comunidades creyentes”. Domingo 2º de Pascua. Ciclo A.

Domingo, 16 de abril de 2023
Comentarios desactivados en “El Tomás incrédulo y las comunidades creyentes”. Domingo 2º de Pascua. Ciclo A.

expo3Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Todas las apariciones de Jesús resucitado son peculiares. Incluso cuando se cuenta la misma, los evangelistas difieren: mientras en Marcos son tres las mujeres que van al sepulcro (María Magdalena, María la de Cleofás y Salomé), y también tres en Lucas, pero distintas (María Magdalena, Juana y María la de Santiago), en Mateo son dos (las dos Marías) y en Juan una (María Magdalena, aunque luego habla en plural: «no sabemos dónde lo han puesto»). En Mc ven a un muchacho vestido de blanco sentado dentro del sepulcro; en Mt, a un ángel de aspecto deslumbrante junto a la tumba; en Lc, al cabo de un rato, se les aparecen dos hombres con vestidos refulgentes. En Mt, a diferencia de Mc y Lc, se les aparece también Jesús. Podríamos indicar otras muchas diferencias en los demás relatos. Como si los evangelistas quisieran acentuarlas para que no nos quedemos en lo externo, lo anecdótico. Uno de los relatos más interesantes, y diverso de los otros, es el del próximo domingo.

Un relato con dos partes y un epílogo (Jn 20,19-31)

            Lo que cuenta Juan se divide en dos partes, separadas por ocho días, y el final de su evangelio (al que más tarde se añadió otro final, el c.21).

            Lo que ocurre al anochecer del primer día de la semana contiene un clímax y un anticlímax. El clímax lo representa la aparición de Jesús, que transforma el miedo de los discípulos en alegría, y el don del Espíritu Santo. El anticlímax, la reacción incrédula de Tomás, que no estaba presente en aquel momento y su exigencia de unas pruebas claras para creer en la resurrección de Jesús. No olvidemos que Tomás fue el que dijo, cuando Jesús decidió ir a curar a Lázaro: «Vamos también nosotros y muramos con él». Tomás quiere mucho a Jesús, pero la otra vida no entra en su perspectiva.

            Al cabo de ocho días se presenta de nuevo Jesús y se dirige especialmente a Tomás, que nos representa a todos nosotros, para darle y darnos la gran lección: «Dichosos los que creen sin haber visto».

            El epílogo insiste en la finalidad del evangelio. Todo lo escrito, que podría haber sido mucho más, pretende que creamos «que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y con esta fe tengáis vida gracias a él». Este mensaje de fe y vida resulta muy adecuado en estos momentos, cuando estamos tan rodeados de noticias de enfermedad y muerte.

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

–Paz a vosotros.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

– Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

– Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

– Hemos visto al Señor.

Pero él les contestó:

– Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

– Paz a vosotros.

Luego dijo a Tomás:

– Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

Contestó Tomás:

– ¡Señor Mío y Dios mío!

Jesús le dijo:

– ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Las peculiaridades de este relato de Juan

  1. El miedo de los discípulos. Es el único caso en el que se destaca algo tan lógico, y se ofrece el detalle tan visivo de la puerta cerrada. Acaban de matar a Jesús, lo han condenado por blasfemo y rebelde contra Roma. Sus partidarios corren el peligro de terminar igual. Además, casi todos son galileos, mal vistos en Jerusalén. No será fácil encontrar alguien que los defienda si salen a la calle.
  2. El saludo de Jesús: «paz a vosotros». Tras la referencia inicial al miedo a los judíos, el saludo más lógico, con honda raigambre bíblica, sería: «no temáis». Sin embargo, tres veces repite Jesús «paz a vosotros». Aunque parezca extraño, este saludo sólo se encuentra también en la aparición a los discípulos en Lucas (24,36). Lo más frecuente es que Jesús no salude: ni a los once cuando se les aparece en Galilea (Mc y Mt), ni a los dos que marchan a Emaús (Lc 24), ni a los siete a los que se aparece en el lago (Jn 21). Y a las mujeres las saluda en Mt con una fórmula distinta: «alegraos». ¿Por qué repite tres veces «paz a vosotros» en este pasaje? Vienen a la mente las palabras pronunciadas por Jesús en la última cena: «La paz os dejo, os doy mi paz, y no como la da el mundo. No os turbéis ni acobardéis» (Jn 14,27). En estos momentos tan duros para los discípulos, el saludo de Jesús les desea y comunica esa paz que él mantuvo durante toda su vida y especialmente durante su pasión.
  3. Las manos, el costado, las pruebas y la fe. Los relatos de apariciones pretenden demostrar la realidad física de Jesús resucitado, y para ello usan recursos muy distintos. Las mujeres le abrazan los pies (Mt), María Magdalena intenta abrazarlo (Jn); los de Emaús caminan, charlan con él y lo ven partir el pan; según Lucas, cuando se aparece a los discípulos, les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de palparlo, para dejar claro que no es un fantasma, y come delante de ellos un trozo de pescado. En la misma línea, aquí muestra las manos y el costado, y a Tomás le dice que meta en ellos el dedo y la mano. Es el argumento supremo para demostrar la realidad física de la resurrección. Curiosamente, se encuentra en el evangelio de Jn, que es el mayor enemigo de las pruebas físicas y de los milagros para fundamentar la fe. Como si Juan se hubiera puesto al nivel de los evangelios sinópticos para terminar diciendo: «Dichosos los que crean sin haber visto».
  4. La alegría de los discípulos. Es interesante el contraste con lo que cuenta Lucas: en este evangelio, cuando Jesús se aparece, los discípulos «se asustaron y, despavoridos, pensaban que era un fantasma»; más tarde, la alegría va acompañada de asombro. Son reacciones muy lógicas. En cambio, Juan sólo habla de alegría. Así se cumple la promesa de Jesús durante la última cena: «Vosotros ahora estáis tristes; pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os la quitará» (Jn 16,22). Todos los otros sentimientos no cuentan.
  5. La misión. Con diferentes fórmulas, todos los evangelios hablan de la misión que Jesús resucitado encomienda a los discípulos. En este caso tiene una connotación especial: «Como el Padre me ha enviado, así os envío yo». No se trata simplemente de continuar la tarea. Lo que continúa es una cadena que se remonta hasta el Padre.
  6. El don del Espíritu Santo y el perdón. Mc y Mt no dicen nada de este don y Lucas lo reserva para el día de Pentecostés. El cuarto evangelio lo sitúa en este momento, vinculándolo con el poder de perdonar o retener los pecados. ¿Cómo debemos interpretar este poder? No parece que se refiera a la confesión sacramental, que es una práctica posterior. En todos los otros evangelios, la misión de los discípulos está estrechamente relacionada con el bautismo. Parece que, en Juan, perdonar o retener los pecados significa admitir o no admitir al bautismo, dependiendo de la preparación y disposición del que lo solicita.

Dos lecturas contra Tomás

Las dos primeras lecturas le quitan la razón a Tomás cuando piensa que para creer hace falta una demostración personal y científica. Las dos hablan de personas que creen en Jesús resucitado, y viven de acuerdo con esta fe sin pruebas de ningún tipo.

La primera, de Hechos, ofrece un cuadro espléndido, quizá demasiado idílico, de la primitiva comunidad cristiana. Que en medio de numerosas críticas y persecuciones un grupo de gente sencilla desee formarse en la enseñanza de los apóstoles, comparta la oración, los sentimientos y los bienes, es algo que supera todo expectativa. Estas personas creen, sin necesidad de prueba alguna, que Jesús ha resucitado y las salva.

Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.

La segunda, tomada de la Primera carta de Pedro, alaba a Dios por su gran misericordia y destaca la fe de la comunidad en medio de diversas pruebas. Para terminar con unas palabras, las que indico en rojo, que son el mejor comentario a lo que dice Jesús a Tomas:

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe –de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego– llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

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Domingo II de Pascua. 16 Abril, 2023

Domingo, 16 de abril de 2023
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Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo tengáis en él vida eterna.”

(Jn 20, 19-31)

Hoy es fácil hablar de los apóstoles reunidos “a puerta cerrada” o de las dudas de Tomás. También de la insistencia del resucitado en ofrecerles paz a aquellos discípulos amedrantados por el miedo.Y está muy bien hablar de todas estas cosas. Ya que muchas veces el conocer la experiencia de otras personas nos ayuda a confrontar nuestras vidas.

Pero lo cierto es que al leer el evangelio me han golpeado los dos últimos versículos. Los que la Biblia de la Casa de la Biblia titula: “Finalidad del evangelio”. Los dos versículos con los que hemos empezado este comentario:

“Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo tengáis en él vida eterna.” (Jn 20, 30-31)

De manera que el evangelio, los evangelios, no pretenden contarnos la vida de Jesús, un Galileo del siglo primero. Tampoco nos quieren contar lo que sucedió en un momento dado, no son una crónica. El evangelio es un despertador.

Su finalidad, lo que quiere conseguir es que CREAMOS y “para que creyendo tengáis en él (en Jesús) vida eterna.”

Por eso no podemos acercarnos a los evangelios buscado una respuesta. Algo así como la receta exacta para la felicidad plena.

No hay recetas. La fe no es una respuesta, es un camino. Casi podríamos decir que la fe es una pregunta. Y creer es tratar de dar respuesta a ese anhelo. Como enamorarse. Cuando te enamoras no encuentras una respuesta, lo que encuentras es un camino lleno de novedad.

Podemos decir que los evangelios fueron escritos para “enamorarnos. Para mostrarnos un camino lleno de novedad.

Si creemos, si amamos… entonces comenzamos a dar pasos, a entrar en la VIDA eterna, en la vida plena.

Oración

Trinidad Santa, despierta nuestro corazón para que CREAMOS.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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