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Entradas Etiquetadas ‘Resurrección’

La lealtad de Dios

Viernes, 14 de abril de 2023
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Del blog de Henri Nouwen:

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La resurrección no resuelve nuestros problemas sobre la agonía y la muerte. No es el final feliz de las adversidades de nuestra vida ni la gran sorpresa que Dios tiene guardada para nosotros. No, la resurrección es la expresión de la lealtad de Dios hacia Jesús y hacia todos sus hijos. A través de la resurrección, Dios le ha dicho a Jesús y a nosotros: “Tú eres mi hijo muy amado y mi amor es eterno“…  La resurrección es la forma que tiene Dios de revelarnos que nada de lo que le pertenece se perderá. Lo que pertenece a Dios nunca se pierde: ni siquiera nuestros cuerpos mortales. La resurrección no responde a ninguna de nuestras curiosas preguntas sobre la vida después de la muerte, pero nos revela que, efectivamente, el amor es más fuerte que la muerte. Tras esa revelación debemos permanecer en silencio, dejar los por qué, dónde y cuándo detrás, y, sencillamente, CONFIAR“.

*

Henri Nouwen

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Tiempo de Vida. Feliz Pascua.

Viernes, 14 de abril de 2023
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Juan Zapatero Ballesteros
Sant Feliú dde LLobregat (Barcelona)

ECLESALIA, 10/03/23.- No puede ser otro tiempo, que no sea la primavera, para que la Pascua venga con fuerza anunciando y proclamando a voz en grito que es tiempo de vida. Ya han quedado atrás los rigores del invierno que no han hecho sino destruir y matar todo lo viejo y caduco que aún quedaba.

Es primavera y, por lo mismo, es tiempo de mirar los campos tupidos de verde y cargados de árboles henchidos de flor anunciando el fruto que llevan dentro, como si con ello nos estuvieran invitando a subirnos al carro de la más grande y profunda de las esperanzas.

La Pascua no es privilegio de nadie, a pesar de que a algunos les pueda parecer que eso es un ataque contra lo establecido “como dios manda“. Su dios con minúsculas, claro. O lo que es lo mismo: el dinero, el poder, la fuerza, el saber, las influencias.

Son los mismos que vociferan y no se cansan de decir que “harto que la primavera, la estación del año, que no se piensen otra cosa, llega también para los pobres, los débiles, los necios, los nadie. Que solo faltaba que también les tuviera que llegar la Pascua”.

Precisamente por ello:

Feliz Pascua a quienes aman la vida. Pero también, y a su pesar, a quienes la odian con todas sus fuerzas. Pues la Pascua solo entiende la otra lógica. La ilógica, para ser más exactos: “devolver bien por mal y poner la otra mejilla”.

Feliz Pascua, con el deseo de que sea para siempre, a todas y todos cuantos hacen camino mirando siempre a las orillas del mismo, no sea que alguien pueda estar necesitando de sus manos para comenzar a caminar o seguir caminando.

Feliz Pascua a quienes dicen que no creen. Pero también a quienes piensan que ellos no son como los anteriores, sino que sí que creen de verdad. Pues el Padre “bueno” ama a todas y a todos sin distinción, y hace salir el sol cada día, tanto para justos como para injustos.

Feliz Pascua a quienes se encuentran al frente de las religiones, iglesias, dicasterios y todos los demás centros de culto en general. Con el pleno convencimiento además, por su parte, de que sin ellos nada funcionaría en ese campo. Al menos eso es lo que ellos piensan.

Pero también Feliz Pascua, y con idéntica fuerza e intensidad, a quienes, perteneciendo al rebaño sin ningún tipo de “cualificación” espiritual ni religiosa, se esfuerzan simplemente por “amar a los demás como a ellos mismos”.

Feliz Pascua, como no, a quienes confían únicamente en sí mismos, pues desconfían de todo “dios’, ya que, según dicen, hoy en día no te puedes fiar ni de tu padre.

Pero, de igual manera, Feliz Pascua a todas y todos cuantos, a pesar de dudar, desconfiar y flaquear, no se oponen nunca a la invitación que les pueda llegar desde fuera a “meter los dedos en la herida de tantos costados abiertos”.

Feliz Pascua a quienes no se cansan de golpearse el pecho continuamente para conseguir aplacar al “dios” siempre enfadado e irascible en quien creen, porque así se lo enseñaron. Pero, de igual manera, semejante deseo de felicidad a quienes, reconocen que sus miserias, a pesar de ser grandes y profundas, son pura anécdota comparadas con la inmensa misericordia del Dios de Jesús.

Feliz Pascua a todas y todos, sin ningún tipo de distinción ni diferencia, y que lo siga siendo por los siglos, en el nombre precisamente de Aquel, cuyas palabras, “Yo estaré siempre con vosotros hasta el final de los tiempos”, no son fruto de una promesa de pacotilla, sino la apuesta más sincera rubricada con su propia vida.

Feliz Pascua, finalmente, aunque pueda parecer paradójico, a quienes no se cansan de “hacer la pascua” de manera constante a todo hijo de vecino. Por la sencilla razón que las semillas de vida que hay en el corazón de todos esos hijos de vecino y sus ansias de hacer el bien son muchísimo más fuertes que las ganas constantes que ellos tienen de hacer permanentemente la “pascua”.

¡FELIZ PASCUA!

Juan Zapatero Ballesteros

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedenciaPuedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

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Pascua

Jueves, 13 de abril de 2023
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Del blog Nova Bella:

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Libre de la opresión, de la venganza…,
A otro mundo de luz, ya renacido,
Donde dolor ni muerte, ya no alcanza…

*

Emilio Salamanca

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“Protagonistas ellas como apóstoles de la Resurrección”, por Gabriel Mª Otalora

Jueves, 13 de abril de 2023
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El Antiguo Testamento nos habla de la experiencia troncal que marcó para siempre a sus protagonistas: la liberación de la esclavitud en Egipto. Aquellos judíos querían libertad y aprendieron a ser la mejor posibilidad de sí mismos de una manera diferente a como lo habían pensado, entre la fe y la esperanza de la Alianza, en medio de sus flaquezas y deserciones. Al final, su éxodo hacia la Tierra Prometida se convirtió en una analogía de lo que es la vida del creyente con los mismos altibajos que aquel pueblo judío, pero en su desierto interior.

El antes y el después lo marcó el paso de Jesús por este mundo que, lejos de hacer las cosas más fáciles, continúa invitándonos a un éxodo más personal en una nueva Alianza con el Amor universal como la esencia de toda la existencia.

 La manifestación de Dios ya no ocurre en la montaña, sino en nuestro interior cada vez que acogemos la Buena Noticia de que Dios es amor y damos con nuestro ejemplo el sentido nuevo que dio el Mesías a toda la Escritura. De hecho, la Pascua del Resucitado es el día más importante del año litúrgico, el acontecimiento central de nuestra experiencia de fe. Incluso en los cuarenta días de Cuaresma no se incluyen los domingos porque cada domingo se considera una Pascua.

Desde aquél entonces, quienes tenemos el regalo de la fe -y la encomienda de evangelizar el Amor mediante el ejemplo- celebramos la Pascua, el paso del Señor entre nosotros con su entrega total que da sentido gozoso a toda la existencia. Aquellos testigos de su vida, muerte y Resurrección no dejan de interpelarnos nuestra fe. Y digo testigos en el sentido más amplio, ya que fueros ellas las primeras discípulas (enviadas), escogidas para anunciar que Cristo ha resucitado.

Si leemos de seguido el pasaje de la Resurrección en los cuatro evangelios, fueron al sepulcro seguidoras y seguidores de Jesús, pero se refleja claramente que es a ellas a quienes se les revela Cristo Resucitado y son ellas quienes reciben el encargo de comunicárselo a los discípulos. Las mismas que habían seguido a Jesús a Jerusalén… ¡desde Galilea!

Dicho lo anterior, hay dos momentos clave en el Evangelio, el nacimiento del Mesías y su Resurrección. Curiosamente, ambos protagonizados por mujeres: María es la que alumbra a Jesús como madre, y estas mujeres son las testigos de un nuevo tiempo Pascual, mientras los discípulos optaron por esconderse por miedo al haber sido seguidores de Jesús… Los 4 evangelistas mencionan solo a mujeres como testigos del Resucitado, y a la vez citan a María Magdalena entre las presentes, un grupo numeroso, nos dice Lucas.

Lo impactante es que esta realidad no se ha sido resaltada teológicamente a la hora de valorar la presencia de la mujer en la Iglesia. Sin embargo, son ellas las que reciben el encargo de proclamar la noticia de la Resurrección a los discípulos buscando la manera de hacerse creíbles cuando las mujeres no estaban consideradas como testigos fiables. En aquella época, la mujer no contaba para nada, ni siquiera podía ser testigo de un juicio pues se la consideraba poco creíble. Sin embargo, su testimonio anunciando la Resurrección a los once, fue protagonizado por mujeres.

Se inaugura, pues, el tiempo de la Iglesia, el de sus seguidores  como Pueblo de Dios que debemos continuar con la obra del Resucitado. Lucas relata en Hechos algunas pinceladas del nuevo tiempo y Pablo nos habla incluso de diaconisas presidiendo nuevas comunidades en el proceso de evangelización misionera por el Mediterráneo.

Hoy es el día en que la jerarquía eclesiástica no concede a las mujeres la voz debida por razón de su sexo, mientras retumba en cada Pascua de Resurrección, la necesidad de que desarrollemos una teología profunda sobre la mujer. Quizá descubramos algunas buenas razones por la que Dios dio a conocer al mundo a su Hijo por medio de una mujer y que mujeres fuesen las elegidas a la hora de desvelar al Resucitado y, más tarde a través de ellas, a los apóstoles.

¡Feliz Pascua, paz y bien!

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Fiesta

Miércoles, 12 de abril de 2023
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2023Del blog Tras las huellas de Sophia:

Salió llevando el mensaje que el festejado repitió

10.04.2023 | Martha Eugenia, Mujer Mariposa

 Le habían hecho la exhortación en dos horarios, a las 18 o a las 20 horas. De su decisión era, qué hora le acomodaría. Esta fiesta era muy especial, le habían dicho, solo se realizaba cada año. Era tan importante que habían tenido diferentes actividades preparatorias para que su participación fuera relevante. Le había llegado el aviso del convite con varias semanas de antelación. Quién la invitó le había hecho hincapié de que entre más se preparara, mejor iba a ser su disfrute durante el festejo.

Como toda planificación requería esfuerzo y disposición. Pero tenía tanto trabajo que aunque la invitación le gustaba, pensaba que descansar era tan importante para su ser, que con tantos detalles por organizar que le pedían realizara, no tendría oportunidad de relajarse como se lo merecía.

La notificación le había llegado cuarenta y dos días antes. Estaba asombrada que alguien tuviera el tiempo para recordárselo ca da uno de esos días. Pero así fue. Mil detalles le comunicaron que era invitada. Uno de esos días, le llegó la participación cuando un marginado social, tocó a su puerta y le entregó el recordatorio, pero al verlo tan amolado, le dio de comer. Otra vez, estando ocupadísima, le llamaron por teléfono, era alguien que antes de darle el recordatorio le contó de sus tristezas y soledad, hasta que muchos minutos después se lo dijo. Tuvo que tener mucha paciencia para escucharlo y darle unas palabras de consuelo. En una ocasión estaba celebrando un triunfo profesional, estaba muy contenta, le había costado mucho esfuerzo obtenerlo. Y leyendo en su Facebook, se da cuenta que una de sus amistades cercanas había vivido una pérdida importante y que escribía avisando. Tuvo que dejar el festejo por lo obtenido y comunicarse con esta persona, cuál no sería su sorpresa, que era la mensajera para recordarle del festejo, casi ni hablaron de la tragedia de esta mujer. En otra ocasión, había decidido dormir un poco más, cuando el timbre telefónico la despertó, era un amigo desde el otro lado del mar, compartiéndole sus pesares y vaya que eran grandes. Pero entre plática y risas, le hizo el recordatorio también. Otra vez, a la joven que le ayudaba con el aseo de la casa, se le cayó de manera inverosímil, un plato de las manos haciéndose añicos. La molestia subió desde sus entrañas, cuando esta joven le dijo: se lo pago. Al escucharla, contuvo las palabras de irritación de su boca, pero le dijo: Ten cuidado. Entonces observándola, se dio cuenta que la joven no veía bien. Y en su gracias, le recordó que el escrito de preparación para la fiesta que le habían dado, indicaba que cuando recibiera un gracias de alguien, era un recordatorio más. En otro momento hubo un problema muy difícil de alguien de su familia, en sus manos solo estaba el estar cercana. Sin hablar, pero estar. Lo hizo y también recibió otro gracias.

Y así no faltaron avisos, comunicados, acciones, advertencias, en fin, muchos detalles significativos que continuamente por 42 días le hicieron recordar de la invitación al festejo mayor.

Todavía más, hasta le daban a escoger dos horarios para que asistiera. ¡¡Uf!!, iría, si no le gustaba, se saldría, al fin entre tanta gente, ni notarían su presencia y menos su ausencia.

Llegó el día de la cita, cuando arribó al lugar indicado, todo estaba a oscuras y en silencio. Hasta pensó que se había suspendido, pero antes siquiera de tocar, percibió que la puerta estaba abierta de par en par, Entró, cuál no sería su sorpresa que había muchos, en silencio, esperando. Tal vez el organizador no había llegado o se le habían ido de las manos las cosas, como por ejemplo prender la luz. Se metió pensando que realmente en cualquier momento se podría escabullir, lo único que necesitaba era dejarse ver por uno o dos conocidos para comprobar que había estado.

Había muchos que no conocía, por lo que tuvo que esperarse a encontrarse con alguien conocido. En eso llegó el organizador, reconoció su voz pero aún seguían a oscuras. Empezó a hablarles de la importancia del festejo, pero ni sus luces del festejado. ¡Qué raro!, que fiesta tan desorganizada, pensó. Por un rato, el coordinador siguió hablando del agasajado, y con cada Palabra que compartía, ella sentía que su corazón ardía. Se le hacía conocido por lo que decían de Él, pero no estaba segura de ubicarlo bien.

Luego los invitó a cantar para irse alegrando, y cuando lo hacían, se prendieron las luces, sonaban cascabeles, campanas y el festejado con una sonrisa gloriosa los acogía, había estado todo el tiempo, pero como las luces habían estado apagadas no lo habían notado. Entonces les dijo: Bienvenidos, los he estado esperando desde hace mucho tiempo. Qué bueno que festejan conmigo mi triunfo.

Me siento muy pero muy contento de que estén aquí. Estaba observando cómo iban llegando y al reconocerlos a cada uno, me fui sintiendo muy feliz de que hubieran aceptado festejar conmigo. Era tan fuerte su personalidad y tan cálidas  sus Palabras que parecía que el corazón femenino iba diluyéndose en la alegría, la cercanía, la calidez y el amor que emanaba el anfitrión. Entonces el festejado dijo: Esta es una fiesta, así que bailemos, cantemos, gocemos y comamos. Empezó a sonar música, había dos grupos musicales, se alternaban dándole a la celebración un ambiente de alegría, a veces con canciones reflexivas y en otros momentos con melodías tan movidas que era casi imposible dejar de bailar. Hubo un momento en que se dieron un abrazo tan fraterno, que no importaba si eran conocidos o no, pues cada uno de los invitados sentían el gusto por estar ahí, que alegres lo compartieron con otros. Se veían varias formas de celebración, unos alzaban las manos mientras cantaban alegremente, otros también bailaban, los más serios o penosos, cantaban bajito, otros aplaudían. No obstante, el ambiente se llenó de tanta alegría porque el festejado les sonría, los acogía y les decía que los amaba, que era imposible permanecer impávidos ante Su regocijo, pues una yotra vez repetía que estaba muy contento de que estuvieran con Él.

Estaba asombrada, el ambiente de compañerismo, era tan fraterno, que seexperimentaba un sentido de comunidad y  cercanía entre todos los concurrentes. El organizador exultaba alegría contagiosa. El festejo duró lo necesario, pero muchos no se querían retirar, hasta el grupo de jovencitos y adultos jóvenes que tocaban amenizando, no paraban. Ella no dejaba de cantar y bailar.

Más allá de la alegría que vivió, salió llevando el mensaje que el festejado repitió de varias formas y que les invitó a compartir con todos, especialmente con los más necesitados, los tristes, con los que no lo conocían, con los que se sentían solos o incomprendidos, con los que no tenían un proyecto de vida, con los que estaban agobiados, con los enfermos del cuerpo o del alma o de la mente, Él dijo varias veces con mucha alegría: “Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”;. Mat 28, 20b.

¡Felices pascuas de resurrección!

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Pascua florida

Lunes, 10 de abril de 2023
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flores

A veces, Señor, a veces estalla la primavera
y Tú te muestras, acercas y ofreces
con todo lo que es y tiene la naturaleza.

Eres flor, hierbabuena y también pradera,
risa de junco, tapiz multicolor y agua de regato,
rama reverdecida columpiándose en una enredadera.

Eres bosque con su espesura y música,
llanura, valle y ladera, según la hora,
y esas cumbres que nos llaman y desafían.

Eres el fruto de los árboles que germinan en la tierra,
el trino de los pájaros que anidan y vuelan,
y las nubes y el viento que entre ellos se recrean.

Me sorprendes, gustas y enamoras como las cerezas,
como los melocotones de secano me perfumas
y en ese racimo de uvas dejas tu santo y seña.

A veces, Señor, a veces estalla la primavera
y mi corazón gusta tu savia, voz y palabra
para soñar, soñarte y seguir por tus sendas.

A veces, Señor, a veces, es Pascua florida.

*

Florentino Ulibarri
Fuente Fe Adulta

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“ Esperamos resucitar”, por Felisa Elizondo, teóloga

Lunes, 10 de abril de 2023
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“Resurrección es el nombre de nuestra esperanza”

“En el ambiente de estos días cercanos a la Pascua vuelven a mi mente imágenes y palabras asociadas a ese día que comienza con una larga Vigilia”

“A lo largo de unos cuantos decenios, exegetas, historiadores y teólogos han analizado detenidamente los textos bíblicos en los que, a veces con sobriedad extrema, aparecen el término y sus sinónimos referidos, en primer lugar, a un crucificado”

“Exegetas e historiadores, y desde luego teólogos, no han dejado de señalar que la fe en la resurrección es un fogonazo de luz que nos alcanza y en la que puede descansar nuestra esperanza. Valgan como ejemplo algunas intervenciones que citaremos abreviándolas”

“‘Morir –ha dejado dicho el poeta Christian Bobin, mirando la lápida de  su padre– no cierra el libro en la última  página’. Y para quien cree, la promesa de resucitar contiene también la del reencuentro”

En el ambiente de estos días cercanos a la Pascua vuelven a mi mente imágenes y palabras asociadas a ese día que comienza con una larga Vigilia. En primer plano, la representación de enormes dimensiones, ideada por Pericle Fazzii, fundida en bronce y cobre que preside el Aula Nervi (llamada así por el arquitecto que la proyectó), la magnífica Sala vaticana destinada a las Audiencias. Pintores y escultores geniales han probado la dificultad de representar lo impensable del misterio, y no debió ser menor la del autor de la Rissurrezione que domina desde el trasfondo aquel recinto.

Es sabido que la obra fue encargada ya en 1964 por san Pablo VI, que se  expuso a la vista de todos en 1971. El escultor admite que quiso representarla “como un estallido de tierra, como una enorme tempestad en forma de un mundo en explosión” que rodea al Cristo que se alza sereno. El trabajo muestra un excepcional dominio de materiales duros, adelgazados y modelados hasta dar al conjunto una sorprendente impresión de ligereza. De ese modo, aparece como un imponente relieve que quiere dar idea del alcance y la fuerza de la resurrección de Jesús, que arrastra consigo, eleva y transfigura esta tierra nuestra.

Contemplada con calma, esta Rissurrezione parece decir en bronce algo que tampoco las palabras alcanzan a aferrar: que el Resucitado es “la tierra de los vivos. La cita llega desde la inscripción de una iglesia ortodoxa de Constantinopla, y Olivier Clément, que la recoge,  comenta: “No es la reanimación de un cadáver según las condiciones “de este mundo”, sino la inversión de dichas condiciones, la transformación universal que comienza en una humanidad convertida en la humanidad de Dios” (La alegría de la resurrección, 2016, 106-107).

En mi percepción –que es seguramente  la de muchos más–  esta representación, forjada por un broncista insigne, refleja el clima de la renovación conciliar que en pleno siglo pasado hizo revivir en las conciencias, con declaraciones solemnes, la promesa bíblica de “unos cielos nuevos y una  nueva tierra”. Y podría acogerse también al título de La Pascua de la creación,  que encabeza el libro póstumo de Juan Luis Ruiz de la Peña, uno de los tratados más apreciados en la teología reciente escrito en castellano. De hecho, el impacto de ese fondo espectacular en el que el metal parece aligerarse al máximo para dar idea de una materia que se transforma, encaja bien con las palabras y los textos que tratan de decir en el mundo de hoy, con la mayor justeza posible, lo que la memoria cristiana ha conservado desde los primeros decenios de nuestra era.

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Decir “resurrección” hoy

A lo largo de unos cuantos decenios, exegetas, historiadores y teólogos han analizado detenidamente los textos bíblicos en los que, a veces con sobriedad extrema, aparecen el término y sus sinónimos referidos, en primer lugar, a un crucificado. Y que apuntan también a lo que sus seguidores podían esperar. Sabemos que apenas transcurridos veinte años de la crucifixión, hacia el año 47, Pablo de Tarso recordaba a los corintios que lo primero que trasmitió fue “que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado, y que resucitó al tercer día”(Cor 15, 3-4). Y que en otros lugares del Nuevo Testamento, con el lenguaje de la vida o de la exaltación, se encuentra también el testimonio  de lo increíble pero real sucedido en Jesús de Nazaret. Un testimonio que llega desde seguidores primero desilusionados y luego exultantes. Anuncio que presagia lo que felizmente nos aguarda y aguarda a la creación entera.

Los estudios a que nos hemos referido han vuelto a poner de relieve lo nuclear y decisivo para la humanidad y la creación entera de la irrupción de vida realizada en Jesús, como “el primero de los hermanos”. Se trata de la experiencia fundante”, que los discípulos transmitieron con fórmulas y relatos diversos y que la tradición ha conservado. Una experiencia pascual vivida en la fe que los llevó hasta dar su vida por extender a más aquel anuncio feliz. Una memoria viva que culmina las celebraciones cristianas ahora mismo.

Exegetas e historiadores, y desde luego teólogos, no han dejado de señalar que la fe en la resurrección es un fogonazo de luz que nos alcanza y en la que puede descansar nuestra esperanza. Valgan como ejemplo algunas intervenciones que citaremos abreviándolas.

“Ha resucitado“, un anuncio glosado por Benedicto XVI

En su libro Jesús de Nazaret (1913), el papa Benedicto dedicó algunas páginas a las distintas lecturas de los pasajes de la Escritura que se ofrecen en el panorama teológico reciente. A lo largo de su pontificado, con ocasión de celebraciones pascuales, pronunció varias homilías en las que expresa, con profundidad y sencillez a un tiempo, cómo la confesión de fe en el Resucitado posibilita y reclama de quien cree una vida convertida y humildemente esperanzada.

En 2006, inició la Vigilia Pascual con la pregunta del ángel a las mujeres que acudían al sepulcro: “¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí, ha resucitado” (Mc 16, 6). Y añadía: “Lo mismo nos dice también a nosotros el evangelista en esta noche santa: Jesús no es un personaje del pasado. Él vive y, como ser viviente, camina delante de nosotros; nos llama a seguirlo a Él, el viviente, y a encontrar así también nosotros el camino de la vida (…) En Pascua nos alegramos porque Cristo no ha quedado en el sepulcro, su cuerpo no ha conocido la corrupción; pertenece al mundo de los vivos, no al de los muertos; nos alegramos porque Él es –como proclamamos en el rito del cirio pascual– Alfa y al mismo tiempo Omega, y existe por tanto, no sólo ayer, sino también hoy y por la eternidad (cf. Hb 13, 8)”.

Reconocía también la extrañeza que encuentra ahora mismo ese anuncio: “En cierto modo, vemos la resurrección tan fuera de nuestro horizonte, tan extraña a todas nuestras experiencias, que, entrando en nosotros mismos, continuamos con la discusión de los discípulos: ¿En qué consiste propiamente eso de «resucitar»? ¿Qué significa para nosotros? ¿Y para el mundo y la historia en su conjunto?”.

Un misterioso y decisivo acontecimiento

La interrogación –proseguía el Papa en la homilía–  no se satisface con  la respuesta de un milagro, el de un cadáver reanimado, sino que nos afecta de otra manera: La resurrección de Cristo es precisamente algo más, una cosa distinta. Es –si podemos usar por una vez el lenguaje de la teoría de la evolución– la mayor «mutación», el salto más decisivo en absoluto hacia una dimensión totalmente nueva que se haya producido jamás en la larga historia de la vida y de sus desarrollos: un salto de un orden completamente nuevo, que nos afecta y que atañe a toda la historia”.

Y argumentaba: “La pregunta se detiene en lo decisivo de que este hombre se encontraba… en un mismo abrazo con Aquel que es la vida misma, un abrazo no solamente emotivo, sino que abarcaba y penetraba su ser. Su propia vida no era solamente suya, era una comunión existencial con Dios y un estar insertado en Dios, y por eso no se la podía quitar realmente (…) Así destruyó el carácter definitivo de la muerte, porque en Él estaba presente el carácter definitivo de la vida. Él era una cosa sola con la vida indestructible, de manera que ésta brotó de nuevo a través de la muerte (…) Su comunión existencial con Dios era concretamente una comunión existencial con el amor de Dios, y este amor es la verdadera potencia contra la muerte, es más fuerte que la muerte”.

Estallido de luz y explosión de amor

La resurrección –prosigue la homilía– fue como un estallido de luz, una explosión del amor que desató el vínculo hasta entonces indisoluble del «morir y devenir». Inauguró una nueva dimensión del ser, de la vida, en la que también ha sido integrada la materia, de manera transformada, y a través de la cual surge un mundo nuevo”.

Se trata –viene a decir– de un estallido que nos afecta de lleno: “Es un salto cualitativo en la historia de la «evolución» y de la vida en general hacia una nueva vida futura, hacia un mundo nuevo que, partiendo de Cristo, entra ya continuamente en este mundo nuestro, lo transforma y lo atrae hacia sí”Semejante acontecimiento –sigue diciendo– nos llega mediante la fe y el bautismo, un rito que forma parte desde antiguo de la celebración pascual. Y a este propósito afirma que el bautismo, que implica nada menos que muerte y resurrección, comporta “renacimiento, transformación en una nueva vida”: “Un yo insertado en un nuevo sujeto más grande, transformado, bruñido, abierto a la inserción en el otro, en el que adquiere su nuevo espacio de existencia”.

“El gran estallido de la resurrección –insiste– nos ha alcanzado en el bautismo para atraernos. Quedamos así asociados a una nueva dimensión de la vida en la que, en medio de las tribulaciones de nuestro tiempo, estamos ya de algún modo inmersos…

Todavía antes de terminar se refiere a un tema siempre presente en la liturgia: la alegría pascual. En estos términos: “Ésta es la alegría de la Vigilia pascual. La resurrección no ha pasado, la resurrección nos ha alcanzado e impregnado. A ella, es decir al Señor resucitado, nos sujetamos, y sabemos que también Él nos sostiene firmemente cuando nuestras manos se debilitan. Nos agarramos a su mano, y así nos damos la mano unos a otros, nos convertimos en un sujeto único y no solamente en una sola cosa”.

Y en un último párrafo: “La vida eterna, la inmortalidad beatífica, no la tenemos por nosotros mismos ni en nosotros mismos, sino por una relación, mediante la comunión existencial con Aquel que es la Verdad y el Amor y, por tanto, es eterno, es Dios mismo. La meta”.

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El nombre de nuestra esperanza

Hemos prestado atención especial a esta exégesis del creer en la resurrección porque llega de un creyente, un papa teólogo muy consciente de hablar de algo tan singular como la resurrección de Jesús y la nuestra en un tiempo de realismo corto, tentado de inmanencia, aunque siga siendo sensible al dolor y desearía evitar desastres y desgracias. A las frases reseñadas podrían sumarse otras expresiones que han quedado impresas en escritos posteriores. Sin olvidar la actitud serena y la confianza humilde que, en coherencia con lo que había escrito y predicado, mostró ante la cercanía de su propia muerte.

Releyendo otras reflexiones hechas en la teología reciente sobre el significado y alcance de lo que confesamos, se podría encontrar afirmado que la fe-esperanza de resurrección hace de la nuestra “una humanidad realzada: La idea de salvación (también de la muerte) –insistía el  teólogo belga Adolf Gesché– se funda en una idea elevada del ser humano”. Y en el mismo tono añadía: “Es verdad que el hombre muere, pero… no debe creer que está hecho para la muerte: el hombre está hecho para la vida”. Y creer que Jesús ha resucitado supone o es inseparable de reconocer la dignidad incomparable de cada ser humano: “Proclamar que ya no puedo tratar a nadie como si no estuviera destinado a la resurrección”. Afirmaciones que responden a una convicción de fondo: “Creer en Dios y en su Cristo es un modo de creer en el hombre” (El destino (2004) p.105)

Una confianza humilde

Ahora bien, afirmar que el último destino es un destino de Vida no equivale a dejar en el olvido que, también para quien cree, la muerte sigue siendo “el último enemigo”, y el dique con que topan todas las expectativas. El realismo cristiano acepta que ni siquiera una fe sincera llega a vencer el temor cuando la debilidad de nuestro cuerpo se deja sentir o cuando nos estremecemos ante el silencio de quienes mueren.

Además, si no parece que en otro tiempo fuera fácil, ahora mismo no es extraño encontrar especialmente difícil el artículo del Credo que habla de la “resurrección de la carne”. De hecho, su traducción por “resurrección de los muertos” intenta restar dificultad. Con todo, se puede recordar que aquella formulación, situada en su contexto, quiso evitar el espiritualismo desencarnado. Y que no se aleja del lenguaje empleado por san Pablo al hablar de un “cuerpo espiritual/espiritualizado” un  “cuerpo de gloria”. Un lenguaje que honra nuestro entero vivir humano, que será al fin transfigurado.

Esta es, en último término, la esperanza audaz que el artículo del Credo expresa desde siglos atrás con “resurrección de la carne”. Una confesión que hoy suscita cierta extrañeza, hasta el punto de que algunas versiones prefieren hablar de “resurrección de los muertos”. Con todo, aceptado que el términocarne necesita ser situado en el contexto en que comenzó a usarse en el Símbolo de la fe, tiene razón de ser porque, a distancia de un espiritualismo desencarnado, sugiere que será cada uno, con su experiencia vital cumplida, quien tras la muerte entrará en la Vida que no cesa.

El nombre de nuestra esperanza

Ahora bien, afirmar que el último destino es destino de vida, no equivale a dejar en el olvido que, también para quien cree, la muerte sigue siendo “el último enemigo,  y el dique con que se topan todas las expectativas. Con realismo cristiano, hay que reconocer que ni siquiera una fe sincera llega a vencer plenamente al temorcuando la debilidad de nuestro cuerpo se deja sentir o cuando nos estremecemos ante el silencio de quien muere.

Pero hay frases en la liturgia que parecen cobrar mayor verdad y eficacia en los momentos de perplejidad, cuando asistimos al desmoronarse de nuestro cuerpo de carne o nos rodea un clima de realismo crudo, y hasta nihilista: “Aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la esperanza de la futura inmortalidad” (aquí por “resurrección”). Y en el decir escueto del latín han llegado hasta nosotros dos palabras que condensan toda una convicción:La vida no se pierde, se transforma”. Escuchar una y otra sentencia en las voces de otros creyentes han venido siendo y son ayudadoras de la esperanza.

Los relatos pascuales atestiguan que el mismo Jesús, que probó la fatiga, el dolor lacerante de una cruz y bajó a la tumba, fue reconocido al fin “glorioso”, “a la derecha del Padre”. Los textos recogen también su promesa de hacernos partícipes de su dicha. Aunque no podemos experimentar por anticipado lo que esperamos, dar crédito a su resurrección es aguardar, aunque sea en la penumbra, que se cumpla en nosotros ese último destino que nos asocia a Él y a cuantos “han pasado de la muerte a la Vida”.

De la Iglesia se dice, con una profundidad y urgencia que no escapa a un autor antes citado, que es “una matriz de resurrección, una escuela de resurrección. Tanto en lo más íntimo de las ermitas, de las cárceles o de los hospitales, como en la vida de cada día, Hoy –sigue nuestro autor– es necesario introducir de nuevo en la cultura signos de resurrección para abrir en la historia de los hombres un camino hacia la divino-humanidad” (O. Clément, op cit, 109).

Resurrección es el nombre de nuestra esperanza: “Morir –ha dejado dicho el poeta Christian Bobin, mirando la lápida de  su padre– no cierra el libro en la última  página”. Y para quien cree, la promesa de resucitar contiene también la del reencuentro con quienes siguen viviendo de otro modo y a los que el amor no nos deja olvidar.

Fuente Religión Digital

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“Jesucristo Verdaderamente Vive”

Domingo, 9 de abril de 2023
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Cristo, resucitado y glorioso
es la fuente profunda de nuestra esperanza.
Su resurrección no es algo del pasado;
Entraña una fuerza de vida
que ha penetrado el mundo.

Donde parece que todo ha muerto,
por todas partes vuelven a aparecer
Brotes de la resurrección.
Es una fuerza imparable.

Verdad que muchas veces
parece que Dios no existiera:
Vemos injusticias, maldades, indiferencias
y crueldades que no ceden.

Pero también es cierto
que en medio de la oscuridad
siempre comienza a brotar algo nuevo,
que tarde o temprano produce un fruto.

En un campo arrasado
Vuelve a aparecer la vida,
tozuda e invencible.
Habrá muchas cosas negras,
Pero el bien siempre tiende
A volver a brotar y difundirse.

Cada día en el mundo renace la belleza,
Que resucita transformada
A través de los tormentos de la historia…
esta es la fuerza de la resurrección
y cada evangelizador
es un instrumento de este dinamismo.

*

Papa Francisco

 Exhortación Apostólica  “La alegría del Evangelio” n.276.

Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales

***

¡Cristo verdaderamente ha resucitado!

¡Feliz Pascua!

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***

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo a quien quería Jesús, y le dijo:

– “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.”

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no había entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

*

Juan 20, 1-9

***

En el fluir confuso de los acontecimientos hemos descubierto un centro, hemos descubierto un punto de apoyo: ¡Cristo ha resucitado!

Existe una sola verdad: ¡Cristo ha resucitado! Existe una sola verdad dirigida a todos: ¡Cristo ha resucitado!

Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, entonces todo el mundo se habría vuelto completamente absurdo y Pilato hubiera tenido razón cuando preguntó con desdén: «¿Qué es la verdad?». Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, todas las cosas más preciosas se habrían vuelto indefectiblemente cenizas, la belleza se habría marchitado de manera irrevocable. Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, el puente entre la tierra y el cielo se habría hundido para siempre. Y nosotros habríamos perdido la una y el otro, porque no habríamos conocido el cielo, ni habríamos podido defendernos de la aniquilación de la tierra. Pero ha resucitado aquel ante el que somos eternamente culpables, y Pilato y Caifas se han visto cubiertos de infamia.

Un estremecimiento de júbilo desconcierta a la criatura, que exulta de pura alegría porque Cristo ha resucitado y llama junto a él a su Esposa: «¡Levántate, amiga mía, hermosa mía, y ven!».

Llega a su cumplimiento el gran misterio de la salvación. Crece la semilla de la vida y renueva de manera misteriosa el corazón de la criatura. La Esposa y el Espíritu dicen al Cordero: «¡Ven!». La Esposa, gloriosa y esplendente de su belleza primordial, encontrará al Cordero.

*

Pavel Florenskij,
Il cuore cherubico,
Cásale Monferrato 1999, pp. 172-174, passim

***

***

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“Dios tiene la última palabra”. 09 de abril de 2023. Pascua de Resurrección (A). Mateo 28, 1- 10.

Domingo, 9 de abril de 2023
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5610_159130280184_684985184_3801385_7704869_nLa resurrección de Jesús no es solo una celebración litúrgica. Es, antes que nada, la manifestación del amor poderoso de Dios, que nos salva de la muerte y del pecado. ¿Es posible experimentar hoy su fuerza vivificadora?

Lo primero es tomar conciencia de que la vida está habitada por un Misterio acogedor que Jesús llama «Padre». En el mundo hay tal «exceso» de sufrimiento que la vida nos puede parecer algo caótico y absurdo. No es así. Aunque a veces no sea fácil experimentarlo, nuestra existencia está sostenida y dirigida por Dios hacia una plenitud final.

Esto lo hemos de empezar a vivir desde nuestro propio ser: yo soy amado por Dios; a mí me espera una plenitud sin fin. Hay tantas frustraciones en nuestra vida, nos queremos a veces tan poco, nos despreciamos tanto, que ahogamos en nosotros la alegría de vivir. Dios resucitador puede despertar de nuevo nuestra confianza y nuestro gozo.

No es la muerte la que tiene la última palabra, sino Dios. Hay tanta muerte injusta, tanta enfermedad dolorosa, tanta vida sin sentido, que podríamos hundirnos en la desesperanza. La resurrección de Jesús nos recuerda que Dios existe y salva. Él nos hará conocer la vida plena que aquí no hemos conocido.

Celebrar la resurrección de Jesús es abrirnos a la energía vivificadora de Dios. El verdadero enemigo de la vida no es el sufrimiento, sino la tristeza. Nos falta pasión por la vida y compasión por los que sufren. Y nos sobra apatía y hedonismo barato que nos hacen vivir sin disfrutar lo mejor de la existencia: el amor. La resurrección puede ser fuente y estímulo de vida nueva.

José Antonio Pagola

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“Él había de resucitar de entre los muertos”. Domingo 09 de abril de 2023. Domingo de Pascua.

Domingo, 9 de abril de 2023
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23-PascuaA1Leído en Koinonia:

Hch 10,34-43: Nosotros hemos comido y bebido con él después de su resurrección
Salmo responsorial 117: Este es el día en que actuó el Señor sea nuestra alegría y nuestro gozo
Col 3,1-4: Busquen los bienes de allá arriba, donde está Cristo
Jn 20,1-9:  Él había de resucitar de entre los muertos

A) Primer comentario

Para este domingo de Pascua nos ofrece la liturgia como primera lectura uno de los discursos de Pedro una vez transformado por la fuerza de Pentecostés: aquél que pronunció en casa del centurión Cornelio, a propósito del consumo de alimentos puros e impuros, lo que estaba en íntima relación con el tema del anuncio del Evangelio a los no judíos y de su ingreso a la naciente comunidad cristiana. El discurso de Pedro es un resumen de la proclamación típica del Evangelio que contiene los elementos esenciales de la historia de la salvación y de las promesas de Dios cumplidas en Jesús. Pedro y los demás apóstoles predican la muerte de Jesús a manos de los judíos, pero también su resurrección por obra del Padre, porque “Dios estaba con él”. De modo que la muerte y resurrección de Jesús son la vía de acceso de todos los hombres y mujeres, judíos y no judíos, a la gran familia surgida de la fe en su persona como Hijo y Enviado de Dios, y como Salvador universal; una familia donde no hay exclusiones de ningún tipo. Ese es uno de los principales signos de la resurrección de Jesús y el medio más efectivo para comprobar al mundo que él se mantiene vivo en la comunidad.

Una comunidad, un pueblo, una sociedad donde hay excluidos o marginados, donde el rigor de las leyes divide y aparta a unos de otros, es la antítesis del efecto primordial de la Resurrección; y en mucho mayor medida si se trata de una comunidad o de un pueblo que dice llamarse cristiano.

El evangelio de Juan nos presenta a María Magdalena madrugando para ir al sepulcro de Jesús. “Todavía estaba oscuro”, subraya el evangelista. Es preciso tener en cuenta ese detalle, porque a Juan le gusta jugar con esos símbolos en contraste: luz-tinieblas, mundo-espíritu, verdad-falsedad, etc. María, pues, permanece todavía a oscuras; no ha experimentado aún la realidad de la Resurrección. Al ver que la piedra con que habían tapado el sepulcro se halla corrida, no entra, como lo hacen las mujeres en el relato lucano, sino que se devuelve para buscar a Pedro y al “otro discípulo”. Ella permanece sometida todavía a la figura masculina; su reacción natural es dejar que sean ellos quienes vean y comprueben, y que luego digan ellos mismos qué fue lo que vieron. Este es otro contraste con el relato lucano. Pero incluso entre Pedro y el otro discípulo al que el Señor “quería mucho”, existe en el relato de Juan un cierto rezago de relación jerárquica: pese a que el “otro discípulo” corrió más, debía ser Pedro, el de mayor edad, quien entrase primero a mirar. Y en efecto, en la tumba sólo están las vendas y el sudario; el cuerpo de Jesús ha desaparecido. Viendo esto creyeron, entendieron que la Escritura decía que él tenía que resucitar, y partieron a comunicar tan trascendental noticia a los demás discípulos. La estructura simbólica del relato queda perfectamente construida.

La acción transformadora más palpable de la resurrección de Jesús fue a partir de entonces su capacidad de transformar el interior de los discípulos -antes disgregados, egoístas, divididos y atemorizados- para volver a convocarlos o reunirlos en torno a la causa del Evangelio y llenarlos de su espíritu de perdón.

La pequeña comunidad de los discípulos no sólo había sido disuelta por el «ajusticiamiento» de Jesús, sino también por el miedo a sus enemigos y por la inseguridad que deja en un grupo la traición de uno de sus integrantes.

Los corazones de todos estaban heridos. A la hora de la verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por eso, quien no lo había traicionado lo había abandonado a su suerte. Y si todos eran dignos de reproche, todos estaban necesitados de perdón. Volver a dar cohesión a la comunidad de seguidores, darles unidad interna en el perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad y en la igualdad, era humanamente un imposible. Sin embargo, la presencia y la fuerza interior del «Resucitado» lo logró.

Cuando los discípulos de esta primera comunidad sienten interiormente esta presencia transformadora de Jesús, y cuando la comunican, es cuando realmente experimentan su resurrección. Y es entonces cuando ya les sobran todas las pruebas exteriores de la misma. El contenido simbólico de los relatos del Resucitado actuante que presentan a la comunidad, revela el proceso renovador que opera el Resucitado en el interior de las personas y del grupo.

Magnífico ejemplo de lo que el efecto de la Resurrección puede producir también hoy entre nosotros, en el ámbito personal y comunitario. La capacidad del perdón; de la reconciliación con nosotros mismos, con Dios y con los demás; la capacidad de reunificación; la de transformarse en proclamadores eficientes de la presencia viva del Resucitado, puede operarse también entre nosotros como en aquel puñado de hombres tristes, cobardes y desperdigados a quienes transformó el milagro de la Resurrección.

El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» de los hermanos López Vigil, en el capítulo 125 ó 126, Sus audios, así como los guiones de literarios de los episodios y sus correspondientes comentarios teológicos se pueden encontrar y tomar en http://www.untaljesus.net

B) Segundo comentario: «El Resucitado es el Crucificado»

Como otros años, incluimos aquí un segundo guión de homilía, netamente en la línea de la espiritualidad latinoamericana de la liberación, que titulamos con ese conocido lema de la cristología de la liberación que encabeza este apartado.

Lo que no es la resurrección de Jesús

Se suele decir en teología que la resurrección de Jesús no es un hecho “histórico”, con lo cual se quiere decir no que sea un hecho irreal, sino que su realidad está más allá de lo físico. La resurrección de Jesús no es un hecho realmente registrable en la historia; nadie hubiera podido fotografiar aquella resurrección. La resurrección de Jesús objeto de nuestra fe es más que un fenómeno físico. De hecho, los evangelios no nos narran la resurrección: nadie la vio. Los testimonios que nos aportan son de experiencias de creyentes que, después, “sienten vivo” al resucitado, pero no son testimonios del hecho mismo de la resurrección.

La resurrección de Jesús no tiene parecido alguno con la “reviviscencia” de Lázaro. La de Jesús no consistió en la vuelta a esta vida, ni en la reanimación de un cadáver (de hecho, en teoría, no repugnaría creer en la resurrección de Jesús aunque hubiera quedado su cadáver entre nosotros, porque el cuerpo resucitado no es, sin más, el cadáver). La resurrección (tanto la de Jesús como la nuestra) no es una vuelta hacia atrás, sino un paso adelante, un paso hacia otra forma de vida, la de Dios.

Importa recalcar este aspecto para darnos cuenta de que nuestra fe en la resurrección no es la adhesión a un “mito”, como ocurre en tantas religiones, que tienen mitos de resurrección. Nuestra afirmación de la resurrección no tiene por objeto un hecho físico sino una verdad de fe con un sentido muy profundo, que es el que queremos desentrañar.

La “buena noticia” de la resurrección fue conflictiva

Una primera lectura de los Hechos de los Apóstoles suscita una cierta extrañeza: ¿por qué la noticia de la resurrección suscitó la ira y la persecución por parte de los judíos? Noticias de resurrecciones eran en aquel mundo religioso menos infrecuentes y extrañas que entre nosotros. A nadie hubiera tenido que ofender en principio la noticia de que alguien hubiera tenido la suerte de ser resucitado por Dios. Sin embargo, la resurrección de Jesús fue recibida con una agresividad extrema por parte de las autoridades judías. Hace pensar el fuerte contraste con la situación actual: hoy día nadie se irrita al escuchar esa noticia. ¿La resurrección de Jesús ahora suscita indiferencia? ¿Por qué esa diferencia? ¿Será que no anunciamos la misma resurrección, o que no anunciamos lo mismo en el anuncio de la resurrección de Jesús?

Leyendo más atentamente los Hechos de los Apóstoles ya se da uno cuenta de que el anuncio mismo que hacían los apóstoles tenía un aire polémico: anunciaban la resurrección “de ese Jesús a quien ustedes crucificaron”. Es decir, no anunciaban la resurrección en abstracto, como si la resurrección de Jesús fuese simplemente la afirmación de la prolongación de la vida humana tras la muerte. Tampoco estaban anunciando la resurrección de un alguien cualquiera, como si lo que importara fuera simplemente que un ser humano, cualquiera que fuese, había traspasado las puertas de la muerte.

El crucificado es el resucitado

Los apóstoles no anunciaban una resurrección muy concreta: la de aquel hombre llamado Jesús, a quien las autoridades civiles y religiosas habían rechazado, excomulgado y condenado.

Cuando Jesús fue atacado por las autoridades, se encontró solo. Sus discípulos lo abandonaron, y Dios mismo guardó silencio, como si estuviera de acuerdo. Todo pareció concluir con su crucifixión. Todos se dispersaron y quisieron olvidar.

Pero ahí ocurrió algo. Una experiencia nueva y poderosa se les impuso: sintieron que estaba vivo. Les invadió una certeza extraña: que Dios sacaba la cara por Jesús, y se empeñaba en reivindicar su nombre y su honra. “Jesús está vivo, no pudieron hundirlo en la muerte. Dios lo ha resucitado, lo ha sentado a su derecha misma, confirmando la veracidad y el valor de su vida, de su palabra, de su Causa. Jesús tenía razón, y no la tenían los que lo expulsaron de este mundo y despreciaron su Causa. Dios está de parte de Jesús, Dios respalda la Causa del Crucificado. El Crucificado ha resucitado, !vive!

Y esto era lo que verdaderamente irritó a las autoridades judías: Jesús les irritó estando vivo, y les irritó igualmente estando resucitado. También a ellas, lo que les irritaba no era el hecho físico mismo de una resurrección, que un ser humano muera o resucite; lo que no podían tolerar era pensar que la Causa de Jesús, su proyecto, su utopía, que tan peligrosa habían considerado en vida de Jesús y que ya creían enterrada, volviera a ponerse en pie, resucitara. Y no podían aceptar que Dios estuviera sacando la cara por aquel crucificado condenado y excomulgado. Ellos creían en otro Dios.

Creer con la fe de Jesús

Pero los discípulos, que redescubrieron en Jesús el rostro de Dios (como Dios de Jesús) comprendieron que Jesús era el Hijo, el Señor, la Verdad, el Camino, la Vida, el Alfa, la Omega. La muerte no tenía ningún poder sobre él. Estaba vivo. Había resucitado. Y no podían sino confesarlo y “seguirlo”, “persiguiendo su Causa”, obedeciendo a Dios antes que a los hombres, aunque costase la muerte. Leer más…

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9.4.23 La Pascua empieza por tres mujeres. Entrar en la tumba, morir con Jesús, recrear el mundo (Mc 16, 1-8)

Domingo, 9 de abril de 2023
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57485442_1213996768777513_5218566022633619456_nDel blog de Xabier Pikaza:

Éste es el mensaje de Jesús, ésta es la iglesia.  

Tres mujeres van a despedir a Jesús con aromas, como se despide a los muertos.

Pero ven la tumba abierta y entran. Han de morir con Jesús, compartir su vida y anunciarla al mundo entero.

Jesús les da el encargo de “poner en marcha a la iglesia” (discípulos de Jesús y Pedro…). Pero tienen miedo. No pueden cumplir el encargo de Jesús, no van a Galilea. Parece que  quedan en Jerusalén/Roma/Bizancio… guardando la vacía de Jesús hasta hoytumba (2023).

¿Podrán cumplir las tres mujeres el encargo de Jesús?. ¿Seguirán teniendo miedo? ¿Será la culpa de los varones que no aceptamos laPascua de la mujeres, no entramos en el sepulcro de Jesús, no resucitamos con él?

Mc 16, 1-9

(a. Mujeres) 1 Pasado el sábado, María Magdalena, y María la de Jacob y Salomé compraron perfumes para ir a embalsamar a Jesús. 2  Y muy de mañana, el día después del sábado, a la salida del sol, fueron al sepulcro. 3 Iban comentando:¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro? 4  Y mirando vieron que la piedra había sido corrida, aunque era inmensamente grande.

(b. Joven de pascua, Jesús) 5 Cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, que iba vestido con una túnica blanca. Ellas se asustaron. 6 Pero él les dijo: No os asustéis. Buscáis a Jesús el nazareno, el crucificado. Ha resucitado; no está aquí. Mirad el lugar donde lo habían puesto. 7 Pero id, decid a sus discípulos y a Pedro: El os precede a Galilea; allí lo veréis, tal como os dijo.

(c. Mujeres, discípulos y Pedro. No ha llegado aún la pascua).Pero ellas, saliendo del sepulcro huyeron. Tenían gran miedo, estaban fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, pues tenían miedo

 Introdcción

Las palabras  del joven de pascua («id a Galilea… allí le veréis»: auton opsesthe, Mc 16, 7) abren un horizonte de esperanza y un camino de fe-compromiso  desde el hueco del sepulcro, para unirnos a Jesús, para morir y resucitar con él.

  Esta experiencia de las mujeres marca una nueva trayectoria en la historia. No se trata de un simple ajuste de rumbo, sinodeun cambio radical de “territorio”.

Se trata de empezar de nuevo el camino de Jesús, desde Galilea, sin quedarnos en Jerusalén (como habían querido muchos seguidores de Jesús.

Se trata de saber que lo importante no es aquello que sucederá al final (en la culminación del tiempo, más allá del mundo), sino lo que podemos y debemos hacer en este tiempo, retomando el camino de Jesús en Galilea, pero no simplemente como antes, sino sabiendo quién ha sido y es Jesús, a quien han matado precisamente en Jerusalén, cuando quiso implantar allí el Reino de Dios.

En este contexto no son fundamentales las posibles “apariciones” concretas de Jesús resucitado, por más significativas que ellas sean, como ha confesado Pablo (1 Cor 15, 3-9) y como han escenificado los capítulos finales de los otros evangelio

Marcos quiere algo distinto quiere retomar la experiencia básica de  Jesús, condensada en el signo de la “tumba ”, en la que debemos entrar, para renacer con él… (una muerte vencida, una cruz salvadora) y en la palabra de pascua cristiana del “joven” que habla desde el hueco (vacío) de la tumba, proclamando que Jesús ¡ha resucitado! y diciendo a las mujeres (y por ellas a los demás discípulos) vayan a Galilea (¡allí le veréis como os dijo!), para retomar su obra.

Esta “visión” de la tumba abierta  rompe un modelo de escatología apocalíptica (según la cual todo debía haber terminado, con la venida imperiosa del Hijo de hombre) y sitúa a los discípulos ante la necesidad de recuperar el pasado de Jesús pero no con visiones santas, con triunfos y victorias sobre el mundo.  En contra de eso, el evangelio nos introduce en la tumba de Jesús, para descubrirnos muertos con él, por el…   

3A65903B-8DBF-48C2-A8B7-C8E73B48CDAC16, 1-4. Entrar en el sepulcro, morir con/como él

             Según Marcos, estas mujeres han visto enterrar a Jesús (15, 47) y por eso vuelven a su tumba, para culminar los ritos funerarios y así despedirse de él para siempre.

No hay varones que les acompañen y puedan descorrer con fuerza la piedra de la boca del sepulcro (16, 3). Pedro y los discípulos restantes han huido, y podemos suponer que siguen huyendo todavía hacia Galilea (la “promesa” de 14, 28 indica que no han llegado todavía, que Jesús irá primero). José de Arimatea, que ha cumplido su misión “judía” (15, 42-46), no está con ellas. El centurión de la cruz(15, 39) ha desaparecido…

− Pasado el sábado (16, 1). Han cumplido el ritmo de reposo y sacralidad que marca la ley del  sábado, que a partir de aquí podrá verse tiempo viejo, culto a las fuerzas de este mundo que mantienen a Jesús en el sepulcro. Ese sábado puede interpretarse, según eso, como expresión de pecado, esto es, de triunfo de aquellos que han matado a Jesús y que descansan de su asesinato.

− María Magdalena, María la de Jacob, y Salomé (16, 1). Son las tres que hemos visto en 15,40, las mujeres fieles de Jesús, que le han seguido-servido, y que ahora quieren realizar el último servicio, con aromas para embalsamarle. Con ese gesto acabaría externamente su testimonio y tarea de amistad, llegando hasta el fin en su relación Jesús. Después sólo tendrían un recuerdo de muerte.

− Compraron perfumes… (16, 1). Desde el nivel en que se sitúa el texto, ellas no saben que Jesús ha sido ungido ya por la mujer del vaso de alabastro (cf. 14, 3-9). Por el contrario, un lector  que ha entendido bien a Marcos sabe ya que Jesús no puede estar en el sepulcro al que caminan, pues él está presente en la palabra de pascua y su cuerpo (sôma) se ha hecho pan compartido para aquellos que le aceptan (cf. 14, 22). Qieren perfumar un cadáver…  y así despedirse de él para siempre

− Y muy de mañana,  el día después del sábado, a la salida del sol, fueron… (16, 2). Vinieron al sepulcro cuando salía el sol, que es el signo de la creación de Dios, el día que sigue al sábado… Por dos veces (16, 1,2) se repite que ha pasado el sábado,  tiempo sagrado de la Ley de los judíos (día especial para ellos), de manera que empieza el Día del Sol, que es el mismo para todos. Ha pasado el sábado antiguo, se disipa la noche,  sale el sol,  que es signo de luz, día-vida universal, para todos los hombres y mujeres, aunque ellas todavía no lo sepan… Esta experiencia, a la salida del Sol, el día que sigue al sábado parcial (de los judíos), marca la experiencia de los cristianos de Marcos, que recuerdan todas las controversias de Jesús en torno al Sábado. De ahora en adelante, los cristianos celebrarán de un modo especial el Día del Sol.

− Y se decían: ¿quién nos correrá la piedra…? (16, 3). Son débiles, poco expertas en correr y descorrer la losa de la tumba.   Quieren ungir a Jesús, vienen con perfumes; pero saben que son incapaces de mover la piedra, pues no tienen fuerza para ello.

 Y mirando vieron que la piedra se había sido corrida, aunque era inmensamente grande (16, 4). El texto no habla de un sepulcro “vacío”, sino más bien abierto. Esta referencia a la piedra “muy grande” (megas sphodra) tiene un sentido claramente simbólico. Antes, en el momento de cerrar la tumba, se decía  que el mismo José de Arimatea (¡el solo!) la había corrido, haciéndola rodar, como si no hubiera tenido dificultades para ello (15, 46).  Pero no es lo mismo “cerrar” una tumba (algo que se sitúa en un nivel  humano), que abrirla, superando así la muerte (cosa que sólo Dios puede hacer), de manera que la piedra del sepulcro resulta diferente, en un caso y en otro. Por eso, en un sentido profundo, cuando las mujeres preguntan  (16, 3) “quién podrá descorrer la piedra” están pensando que es preciso un “poder divino” para ello. Eso es lo que aparece ahora, cuando se afirma que “vieron que la piedra había sido corrida” (en pasivo divino), pues no se trata de una simple rueda-puerta de sepulcro, sino de la piedra-rueda de la muerte.

F02288AE-81B8-4E46-AF71-C03BC994DB3B16, 5-7. Sepulcro  abierto, entrar en el sepulcro

            Normalmente se habla de “tumba vacía”, pero ese lenguaje resulta al menos ambiguo. La tumba de Jesús no está vacía, está abierta para todos los que quieran entrar en ella. No está vacía: Está llena de Dios, del mensaje de la resurrección… Las mujeres quieren ungir a Jesús y despedirse, el pero joven de la tumba (Jesús) les dice que no necesita más unción… Que salgan de la tumba, que “conviertan a la iglesia” (discípulos y Pedro…), y que vayan todos a Galilea para re-iniciar el camino del evangelio.  Así de “bien” empieza el texto: Hay tres mujeres que ven la tumba abierta y entran…, sin miedo… no para ungir a un muerto, sino para retomar el camino de aquel que está Vivo.

Y entrando en el sepulcro, vieron a un joven, sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca (16, 5). Es fundamental el gesto de “entrada” en el sepulcro, que, según lo visto al comentar 15, 42-46, debe representarse como una cámara excavada en la Piedra. Resulta extraño (¡cómo tienen valor para entrar en una tumba misteriosamente abierta!), y sin embargo entran, parece que   sin miedo, como si aquella fuera su casa, viendo allí a un joven vestido de blanco (de cielo). Es evidentemente un ángel, un mensajero de Dios, o, quizá mejor, el mismo Dios que está allí para recibirles (o el mismo Jesús, que resucita en la muerte).

– Este joven (neaniskos), parece aquel que huyó desnudo cuando prendieron a Jesús y en realidad puede ser es el mismo Jesús, que   ahora aparece cubierto con una “estola/túnica blanca”, una túnica/vestio de cielo, que les dice «¡No temáis!»…

No temáis: buscáis a Jesús el nazareno, el crucificado (16, 6). El texto no ha dicho que tuvieran miedo al entrar, y, sin embargo, ahora que están dentro, el joven les dice que no se extrañen, que no teman (mê ekthambeisthe). Están en una tumba vacía de cadáver, pero llena de otra presencia, de una luz que se refleja en la túnica blanca del joven, que les comienza recordando lo que quieren; ungir un cadáver, venerar una tumba, perpetuar una historia que siempre termina en la muerte.

Ellas han venido a despedir a un muerto, pero Jesús, enterrado aquí (como ellas saben, porque han visto dónde lo ponían: 15,47) no está, pues ha dado su vida en amor, y Dios ha descorrido sobre él la losa de la piedra de la muerte. Por eso, el joven (que es Jesús, que la presencia de Dios en la tumba llena de pascua) les muestra el lugar donde había estado, diciéndoles así que no está, sino que le encontrarán en Galilea,

¡Ha resucitado! No está aquí, mirad el lugar donde lo habían puesto(16, 6). La presencia de un cadáver puede dar seguridad a los amigos: es memoria tangible del muerto, recuerdo que dura, haciéndoles capaces de transformar su memoria y de pacificarla. En esa línea, muchos grandes edificios sagrados, incluso cristianos (en contra de lo que este pasaje supone, en referencia a Jesús), se alzan sobre enterramientos, para mantener la memoria de los muertos memorables. Pues bien, Jesús no ha dejado ni siquiera un cuerpo.

–  El vacío del cadáver, la soledad que deja el muerto se ha convertido en lugar de proclamación de una presencia y de una vida superior: ¡ha resucitado! Sobre esa certeza pascual, no sobre una fijación de muerte (una tumba), se edifica la iglesia del Cristo. Si el sepulcro se encontrara lleno con el sôma de Jesús (cuerpo muerto, para la resurrección final) el evangelio debería entenderse desde los ritos nacionales del judaísmo. Frente a una religión de pureza sacerdotal, que sigue vinculada a la ley (ungir sin cesar a un cadáver, venerar a un muerto, perpetuar un pasado, en el entorno de Jerusalén), la palabra del joven de pascua dirige a las mujeres hacia Galilea, es decir, al espacio de la libertad universal del evangelio.

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Tres reacciones ante la resurrección de Jesús. Domingo de Pascua

Domingo, 9 de abril de 2023
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F5E4ECAB-4CF6-4397-AEF3-82D6D14C23CCDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Una elección extraña

            Las dos frases más repetidas por la iglesia en este domingo son: “Cristo ha resucitado” y “Dios ha resucitado a Jesús”. Resumen las afirmaciones más frecuentes del Nuevo Testamento sobre este tema.

            Sin embargo, como evangelio para este domingo se ha elegido uno que no tiene como protagonistas ni a Dios, ni a Cristo, ni confiesa su resurrección. Los tres protagonistas que menciona son puramente humanos: María Magdalena, Simón Pedro y el discípulo amado. Ni siquiera hay un ángel. El relato del evangelio de Juan se centra en las reacciones de estos personajes, muy distintas.

EL primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. 

María reacciona de forma precipitada: le basta ver que han quitado la losa del sepulcro para concluir que alguien se ha llevado el cadáver; la resurrección ni siquiera se le pasa por la cabeza.

Simón Pedro actúa como un inspector de policía diligente: corre al sepulcro y no se limita, como María, a ver la losa corrida; entra, advierte que las vendas están en el suelo y que el sudario, en cambio, está enrollado en sitio aparte. Algo muy extraño. Pero no saca ninguna conclusión.

El discípulo amado también corre, más incluso que Simón Pedro, pero luego lo espera pacientemente. Y ve lo mismo que Pedro, pero concluye que Jesús ha resucitado.

El evangelio de san Juan, que tanto nos hace sufrir a lo largo del año con sus enrevesados discursos, ofrece hoy un mensaje espléndido: ante la resurrección de Jesús podemos pensar que es un fraude (María), no saber qué pensar (Pedro) o dar el salto misterioso de la fe (discípulo amado).

¿Por qué espera el discípulo amado a Pedro?

Es frecuente interpretar este hecho de la siguiente manera. El discípulo amado (sea Juan o quien fuere) fundó una comunidad cristiana bastante peculiar, que corría el peligro de considerarse superior a las demás iglesias y terminar separada de ellas. De hecho, el cuarto evangelio deja clara la enorme intuición religiosa del fundador, superior a la de Pedro: le basta ver para creer, igual que más adelante, cuando Jesús se aparezca en el lago de Galilea, inmediatamente sabe que “es el Señor”. Sin embargo, su intuición especial no lo sitúa por encima de Pedro, al que espera a la entrada de la tumba en señal de respeto. La comunidad del discípulo amado, imitando a su fundador, debe sentirse unida a la iglesia total, de la que Pedro es responsable.

Las otras dos lecturas: beneficios y compromisos.

A diferencia del evangelio, las otras dos lecturas de este domingo (Hechos y Colosenses) afirman rotundamente la resurrección de Jesús. Aunque son muy distintas, hay algo que las une:

  1. a) las dos mencionan los beneficios de la resurrección de Jesús para nosotros: el perdón de los pecados (Hechos) y la gloria futura (Colosenses);
  2. b) las dos afirman que la resurrección de Jesús implica un compromiso para los cristianos: predicar y dar testimonio, como los Apóstoles (Hechos), y aspirar a los bienes de arriba, donde está Cristo, no a los de la tierra (Colosenses).

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: 

            «Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.

Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4

Hermanos:

Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.

Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.

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Domingo de Resurrección. Ciclo A. 09 de abril de 2023

Domingo, 9 de abril de 2023
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Domingo-de-Resurrección

“Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos”.

(Jn 20, 1-9)

Los evangelios sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas, dejan recogidos tres anuncios de Jesús a sus discípulos. Por tres veces Jesús anuncia su muerte y resurrección. Tres veces y de una manera clara y directa. Pero nada. Los discípulos no entienden.

La muerte de Jesús les pilla de sorpresa, les llena de temor y saca lo peor de ellos: la traición, la infidelidad, el abandono. Metidos en su propio miedo no pueden pensar ni recordar el anuncio de su maestro: “que él había de resucitar de entre los muertos”.

Magdalena le busca pero le busco muerto y al no encontrarlo se abre a la vida. Se han llevado a su Maestro y eso la lleva a reunirse con sus condiscípulos. Pero para que todos juntos puedan hacer experiencia del Resucitado será necesario que cada uno haga su camino personal de apertura.

El discípulo amado llega primero al sepulcro, pero el primero en entrar será Pedro. Pedro entra pero no ve más que ausencia. Juan entra y descubre signos de resurrección.

Magdalena volverá y será la primera en encontrarse con el Resucitado. El proceso personal hacia la vida plena es diferente para cada persona.

La manera en la que cada persona caminamos tras las huellas de Jesús es única. Dios no hace copias, hace originales. Cada persona es una obra maestra de Dios única e irrepetible. Por eso nuestra relación de amistad con Él es genuina.

La mañana de Pascua nos devuelve la originalidad que somos cada una de nosotras. Cada encuentro con el Resucitado es único. Cada una de nosotras necesitamos hacer la experiencia y Dios nos brinda la oportunidad necesaria.

Oración

Irrumpe, Trinidad Santa, en nuestros temores y oscuridades con la novedad de tu Resurrección.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Es inútil buscar argumentos para demostrar su resurrección.

Domingo, 9 de abril de 2023
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Jn 20,1-9

Hoy es muy difícil decir algo adecuado. Estamos ante el misterio más profundo de nuestra religión y por tanto imposible de desvelar a través de conceptos. Lo más que puedo hacer es ayudaros a evitar errores que arrastramos y nos impiden descubrir la realidad que se esconde en esta fiesta. La VIDA, más allá de la vida biológica es lo más importante que podemos afrontar desde nuestra experiencia tan humana. Es una osadía intentar explicarlo, sabiendo de antemano que la tarea es imposible.

No nos dejemos engañar por los relatos de apariciones de los evangelios. Pueden ser una trampa en la que, con gran facilidad caemos. No nos pueden hablar de hechos reales, porque nada de lo que acontece puede llevar a lo sobrenatural. Lo que puedo ver y oír no me puede llevar a una visión trascendente de la vida. Hoy la exégesis nos explica cómo debemos entender esos relatos. Nunca intentan decirnos que lo que vieron fue lo que cambió su visión de lo que aconteció en Jesús, al contrario, todos los textos nos quieren llevar a la vivencia interna, que es donde descubrirás la Realidad.

Jesús había alcanzado la VIDA antes de morir. Y él fue consciente de ello. Él era el agua viva, dice a la Samaritana, Él había nacido del Espíritu, como pidió a Nicodemo; él vive por el Padre; él es la resurrección y la Vida. Ya en ese momento, cuando habla con sus interlocutores, está en posesión de la verdadera Vida. Eso explica que le traiga sin cuidado lo que pueda pasar con su vida biológica. Lo que verdaderamente le interesa es esa VIDA (con mayúscula) que él alcanzó durante su vida (con minúscula).

No caigamos en la trampa de entender la resurrección como la reanimación de un cadáver. La inmensa mayoría de los cristianos entendemos de ese modo la resurrección y quedamos atrapados en la materialidad. Un instante después de la muerte, el cuerpo no es más que estiércol. Los sentimientos que nos unen al ser querido muerto, por muy profundos y humanos que sean, no son más que una relación psicológica. Esos despojos no mantienen ninguna relación con el ser que estuvo vivo. La muerte devuelve al cuerpo al universo de la materia de una manera irreversible.

La posibilidad de reanimación de una apersona muerta, es la misma que existe de producir un ser humano partiendo de un montón de basura. Eso no tiene sentido ni para los hombres ni para Dios. Al empeñarnos en entender la resurrección como vuelta a la vida biológica, estamos demostrando nuestro apego al falso yo. Seguimos creyendo que somos lo biológico, lo individual, lo que me distingue de los demás y eso nos impide pensar en una manera distinta de Vida en la unidad del Todo.

Creer en la resurrección es experimentar que Jesús sigue vivo, pero de otra manera. Jesús resucitó antes de morir, porque hizo suya la misma Vida de Dios mientras vivía esta vida biológica. Debo descubrir que estoy llamado a esa misma Vida y poner toda la carne en el asador para desplegarla. No tengo que esperar nada, ni de Dios ni de Jesús. Todo lo que necesito está dentro de mí y no me faltará nunca. Ni creencias ni ritos ni conducta moral pueden suplir esta actitud vital que se me exige. La pelota estará siempre en mi tejado y solo yo estoy capacitado para jugarla.

A la Samaritana le dice Jesús: el agua que yo le daré se convertirá en un surtidor que salta hasta la Vida eterna. A Nicodemo le dice: Hay que nacer de nuevo; lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es Espíritu. El Padre vive y yo vivo por el Padre, del mismo modo el que me asimile, vivirá por mí. Yo soy la resurrección y la Vida, el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. En todos estos pasajes, Jesús no habla para un más allá, sino en presente. ¿Creemos esto? Mucho me temo que seguimos entrampados en la confusión.

Jesús había conseguido, como hombre, la plenitud de Vida del mismo Dios. Porque había muerto a todo lo terreno, a su egoísmo, y se había entregado por entero a los demás, llega a la más alta cota de ser como hombre mortal. Este admirable logro fue posible, después de haber descubierto que esa era la meta de todo ser humano, que ese era el único camino para llegar a hacer presente lo divino. Esta toma de conciencia la pudo alcanzar, porque había experimentado a Dios como Don. Una vez que se llega a la meta, es inútil seguir preocupándose del vehículo que hemos utilizado.

La liturgia de Pascua no está diciendo que, en cada uno de nosotros, hay zonas muertas que tenemos que resucitar. Nos está diciendo que debemos preocuparnos por la vida biológica, pero no hasta tal punto que olvidemos la verdadera Vida. Nos está diciendo que tenemos que estar muriendo todos los días y al mismo tiempo resucitando, es decir pasando de la muerte a la Vida. Si al celebrar la resurrección de Jesús no experimentamos una nueva Vida, es que nuestra celebración ha sido folclore. Aunque tengamos partes muertas, todos estamos ya en la Vida que no termina.

La experiencia pascual de sus inmediatos seguidores consistió en darse cuenta de esta realidad en Jesús, descubriéndola en ellos mismos. Es inútil tratar de descubrir a Jesús resucitado y viviendo, si antes no descubrimos en nosotros esa misma Vida que el posee. Esa toma de conciencia no puede llegar a través de explicaciones o argumentos teológicos. La razón no puede tener arte ni parte en este proceso. Para lo que nos puede servir la inteligencia es para superar los errores que nos impiden descubrirla.

En la medida que haga mía esa Vida, estoy garantizando mi resurrección. Como Jesús, tengo que resucitar antes de morir, de otro modo nada sucederá cuando me muera. En la vida espiritual, nada importante puede venir de fuera. Como decía Aristóteles de la biológica: la vida es movimiento desde dentro. Por olvidar una cosa tan obvia, la religión nos ha metido en un enredo. Nadie me tiene que dar nada porque lo tengo todo desde siempre. Descubrirlo y vivirlo es cosa mía. Si me dejo llevar por la corriente, nada conseguiré y el hedonismo me arrastrará en sus olas.

No te preocupes de lo que va a ser de ti cuando te mueras. Lo importante es vivir aquí y ahora esa VIDA. Todo lo demás ni está en tus manos ni debe importarte. Esperar un milagro que me mantenga vivo para siempre no tiene ni sentido ni provecho. La única manera de aprovechar mi vida, es desplegando la Vida que no acaba. Todo lo que no sea trabajar en esa dirección será perder el tiempo. No hay atajos ni posibles milagros de última hora. Todo depende de mi actitud vital y decidida. Solo permanecerá lo que en esta vida despliegue desde mi ser profundo.

Para profundizar

 Cómo puede resucitar el que está vivo.
Jesús no estuvo muerto ni un instante.
Cambiemos el concepto de esa VIDA
Y cambiará la idea de la Pascua.
No hay sombra en un objeto si no le da la luz.
Podemos vivir en la sombra sin descubrir la luz.
Podemos vivir en la luz, sabiendo que la sombra está a la vuelta.
No podemos separar la muerte de la Vida,
Pero podemos olvidarnos de una de ellas.
No hay que pasar la muerte para vivir la Vida.
Como nos han contado tantas veces.
La Vida es ya mi ámbito, aunque no la descubra.
La pascua no es un tiempo, es un estado,
En el que todos permanecemos siempre.
Muerte y resurrección caminan de la mano
Y nunca pueden separarse del todo.
Jesús había resucitado antes de muerto,
Pero no lo pudieron sospechar sus seguidores.
La experiencia pascual obró el milagro
Y fue una bendición para nosotros.
Gracias a ellos sabemos que está vivo
Y que esa misma Vida está en nosotros.
Si solo nos fijamos en él, seguimos muertos.
La Pascua atañe a cada uno en lo más hondo.
No hay nada que esperar cuando lo tienes todo.
Busca dentro de ti lo que celebras
Y todo cambiará radicalmente.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La sábana santa.

Domingo, 9 de abril de 2023
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resurrecionJn 20, 1-9

«Llegó también Simón Pedro detrás de él, entró al sepulcro y vio las vendas y el sudario»

La sábana santa es una pieza de lino que presenta la imagen de un hombre que fue flagelado, crucificado, coronado con un casco espinoso y que recibió una herida en el costado; es decir, un hombre que sufrió las mismas torturas y murió de la misma forma que describen los evangelios. Cuando Juan Pablo II fue a visitar la sábana en Turín, afirmó que es un «espejo del evangelio», pues todo lo relatado en él sobre la pasión está constatado en el hombre de la sábana.

Eran tantos los indicios que apuntaban a su autenticidad, que el fervor popular vio en ella el sudario que envolvió a Jesús en el sepulcro. Pero en 1988 llegó la decepción, pues al ser sometida a la prueba del carbono 14 en tres laboratorios prestigiosos, el resultado fue unánime: databa de una fecha comprendida entre 1260 y 1390, lo que la convertía en un fraude elaborado en aquella época tan propicia a falsificar reliquias. A mayor abundamiento, esas fechas coinciden con su primera exposición pública.

Pero estos resultados nunca se consideraron concluyentes. En primer lugar, porque contradecían las evidencias anteriores, y, en segundo lugar, porque desde el ámbito científico se admite que el carbono 14 pude haberse alterado por la radiación que hipotéticamente grabó la imagen, o por el incendio sufrido por ella en 1532, o por su permanencia a la intemperie a lo largo de siglos. También se deben considerar los remiendos de algodón de sus bordes (de donde procedían las muestran) en tareas de restauración de aquella época.

Pero vayamos por partes. Remontándonos en el tiempo, cabe reseñar que desde el s. VI están documentadas gran número de referencias a un lienzo de características similares a la sábana santa llamado Mandylión. Existe controversia sobre la imagen que representa, pues según algunas versiones el Mandylión se circunscribía al rostro de Jesús, mientras que otras afirman que abarcaba el cuerpo completo. Sí sabemos que se trasladó con gran boato a Constantinopla en 944, y que fue robado por unos cruzados franceses y llevado a Francia. Aquí desapareció su pista.

La sábana santa apareció en Lirey, Francia, en 1357, y fue donada en 1453 al duque se Saboya por Margarita de Charny. Fue trasladada a Turín en 1578.

También desde un punto de vista histórico, diremos que el lino está tejido en forma de espiga; técnica habitual en Egipto y Oriente Medio en época de Jesús, pero que no llegó a Europa hasta el s. XV. Además, el estudio palinológico (del polen) de Max Frei, establece que la sábana no puede ser original de Europa, y que tuvo que haber estado varios siglos fuera de ella; cosa imposible si fue falsificada en Europa en los siglos trece o catorce.

Pero, siendo esto importante, lo verdaderamente singular se encuentra en su análisis técnico. En 1898, un abogado italiano fotografió la reliquia y encontró que el negativo fotográfico mostraba una imagen mucho más clara y precisa que la fotografía en sí; es decir, que los colores en la imagen real están invertidos; que toda la sábana es un gran negativo que, al ser pasado por el filtro del negativo fotográfico, nos da la imagen real. Este hecho es incompatible con la hipótesis de fraude, dada la ignorancia de la técnica fotográfica en aquella época.

En 1978 se sometió a un examen exhaustivo por parte de un grupo de investigadores del STURP (proyecto de investigación del sudario de Turín) cuyas conclusiones más relevantes fueron; que la sangre que aparece adherida a ella es humana y del grupo AB (muy raro en Europa y muy frecuente en Palestina), y que la evaluación ultravioleta e infrarroja muestra que no existe ningún tipo de pintura o tinte sobre la tela.

Pero lo más extraordinario había ocurrido poco antes, pues cuando una imagen de la sábana fue sometida en 1976 al analizador de imágenes VP-8 (desarrollado para la exploración de Marte), se obtuvo una imagen tridimensional totalmente inesperada. Según comenta el ingeniero P. M. Schumacher que participó en el diseño del VP-8 y realizó la prueba, esto no había ocurrido con ninguna otra imagen (ni ocurrió después). La explicación que da Schumacher a este hecho, es que hay una correspondencia matemática entre la intensidad de cada punto de la imagen y la distancia lógica entre un lienzo y un cuerpo cubierto por él.

Pero… ¿cómo se llegó a producir esta imagen?

Ésta es la gran pregunta a la que el mundo científico todavía no ha sabido responder. Los investigadores del STURP afirman que: «La imagen es el resultado de algo que provocó la oxidación, la deshidratación y la conjugación de la estructura de los polisacáridos de las microfibras del lino. Estos cambios pueden reproducirse en laboratorio… pero no se conoce ningún método que pueda explicar la totalidad de la imagen». Para ser más claros, ni hoy en día somos capaces de reproducirla.

Pues bien. Hasta aquí el relato sucinto de los hechos relativos a la síndone (si los repasan verán que no hay ninguna conjetura). A partir de aquí la interpretación que cada uno haga de ellos. Si les soy sincero les diré que la sábana santa no condiciona mi fe, pero me desconcierta, y, sobre todo, me resulta emocionante la simple posibilidad de que estemos en posesión de un testimonio de Jesús tan extraordinario como éste.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer otro comentario a este evangelio publicado en fe adulta, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Aleluias desde el silencio.

Domingo, 9 de abril de 2023
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resurreccion-y-vide-eternaJn 20, 1-9

12 de abril de 2020

¿Cómo hablar de Resurrección en medio de esta situación que estamos viviendo? ¿Cómo entonar un Aleluya desde el drama del sufrimiento, del caos, de la muerte, de la noche de tantos duelos personales y colectivos, en un mundo paralizado y paralizante? Sobran palabras y quizá un silencio es la mejor respuesta. Pero la fe cristiana siempre ha sentido la responsabilidad de hacer una lectura creyente de los acontecimientos en un diálogo profundo con la realidad. Nuestra fe es exigente y radical porque nos pide ver más allá del drama humano. No hay más que ver la historia de Jesús y su desenlace. La fe cristiana es una posición ante la vida que no busca un consuelo narcótico, sino que sostiene la raíz de la existencia revelando que hay algo más que el drama humano y que puede ser traspasado y liberado.

El Evangelio de este Domingo inicia el penúltimo capítulo de Juan en el que se hace evidente la luz, la vida y la verdad que ha ido tejiendo todo el mensaje joánico.  Narra la experiencia de tres referentes en el origen de nuestra fe: María de Magdala, Pedro y Juan. Son tres personas, pero no se representan a sí mismas porque presuponen tres prototipos de formas diferentes de acceder al mensaje de la Resurrección.

El texto ya nos sitúa en una nueva era: “El primer día de la semana” Ya no es el Sabbat el día religioso, hay una superación de la visión judía de la revelación de Dios y que va apuntando hacia una nueva Alianza entre la humano y lo Divino. María va muy de mañana al sepulcro, casi antes del amanecer. Estamos ante un símbolo que nos revela que, en el punto más oscuro de la noche, cuando la noche ya no puede ser más noche, justo el instante siguiente es ya el amanecer; nace la luz y algo nuevo asoma a la consciencia humana. El sepulcro es el símbolo de la muerte, de lo que ha perdido sentido, es el llanto y el drama humano hecho realidad. Jesús no está en la tumba vacía, sin embrago, puede ser una prueba negativa de su nueva existencia. María es capaz de leer un signo lleno de misterio y al mismo tiempo de esperanza: la piedra está quitada e interpreta que se han llevado el cuerpo de Jesús. Su reacción no es paralizante, va corriendo a contarlo y a abrir una nueva perspectiva de los hechos.

Pedro, que representa la autoridad, y Juan que representa el vínculo de amor con el Maestro, van corriendo juntos para ver qué está pasando. Dice el Evangelio que llega antes Juan, quizá porque está liberado del peso de la institución y va centrado en lo esencial que va dirigiendo su vida. Se asoma al sepulcro y no entró. Seguramente no necesitaba ya más signos que lo que su inspiración profunda le iba revelando. Pedro sí entró y comienza una descripción exhaustiva de lo que allí había. Signos, signos y signos. La mente humana necesita evidencias, necesita medir, necesita espacio, tiempo, formas, contar, separar, controlar. Pero también la mente humana es capaz de procesar una novedad que conecta con otra realidad profunda que no entra en las categorías tangibles. El evangelio de hoy nos sitúa ante una realidad que trasciende la evidencia física y la apertura a mirar de una manera diferente; nos conduce a una nueva visión de la vida. Hasta entonces, narra el Evangelio de Juan, no habían entendido que Jesús resucitaría y vencería a la muerte.

Nos encontramos ante la savia que va regando los vasos conductores del cristianismo que no se detiene en los límites humanos, sino que los amplía y trasciende. Es muy fácil creer en la Resurrección como dogma (si lo dicen los elegidos con tanta contundencia será verdad) recitarlo en el Credo, ponerlo como bandera de nuestra religión, esperar al fin de nuestra vida biológica para vivir con esa ilusión. Puede, incluso, darnos seguridad y tener cierto control en la ruta a la que vamos caminando. Lo realmente difícil es vivir la resurrección en el aquí y ahora, no vivirla como un premio sino como un nuevo modo de existencia, encontrar pequeños signos en la vida ordinaria que nos hablan de esa conexión con otra consciencia de la que también está hecho el ser humano.  El Cielo y la Tierra en unidad, inseparables, la luz y la tiniebla, la muerte y la vida cohabitando en nuestro escenario vital. Un mensaje que nos habla de que la esencia humana es atemporal, no necesita signos, no tiene espacio, no tiene límites, sólo LUZ en un movimiento permanente hacia la plenitud.

¡¡¡FELIZ PASCUA!!!

Rosario Ramos

Fuente Fe Adulta

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Sepulcro, silencio y vida.

Domingo, 9 de abril de 2023
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09 abril 2023

Jn 20, 1-9

Ante el sepulcro -el dato frío, doloroso e inexorable de la muerte-, la mente calla. Tal como señala el relato simbólico del cuarto evangelio, la mente lee que nos han “robado” al ser querido y “no sabemos dónde lo han puesto”, ni cuál ha sido su destino.

¿A dónde va la persona que muere? Si no quiere decir tonterías, la mente enmudece. La fe cristiana confiesa que Jesús resucitó de entre los muertos y que esa es la esperanza que nos aguarda a todos. Sin embargo, el Jesús del cuarto evangelio proclama la resurrección en presente: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,25). Lo cual significa que, ya ahora, somos resurrección y vida.

La realidad a la que apunta la metáfora de la resurrección escapa a las coordenadas espaciotemporales, es decir, no es algo que pueda suceder en el tiempo y en el espacio. Apunta a la vida, la consciencia, la dimensión profunda de lo realmente real, aquella que permanece cuando todo cambia, a la plenitud de presencia que sostiene y constituye todo este mundo de formas cambiantes. En nuestra identidad profunda, somos precisamente esa plenitud de presencia –“resurrección y vida”, en palabras del evangelio- que trasciende el espacio-tiempo, sin principio y sin final.

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Lo que sucede es que el yo no se conforma con ello y se apropia de esa esperanza, erigiéndose en sujeto de la misma, hasta decir: “Yo resucitaré”. Sin embargo, lo que llamamos yo es solo una forma transitoria y fugaz. En nuestra ignorancia, soñamos con un yo eterno -al yo le encantaría perpetuarse-, sin advertir que eso es algo en sí mismo contradictorio: ninguna forma puede ser eterna.

Distintas tradiciones sapienciales invitan a aprender a “morir antes de morir”. Saben que, solo en la medida en que morimos a la identificación con el yo, encontramos nuestra verdad profunda. Lo que muere es el yo; lo que vive es la consciencia -la vida- que somos. “Morir antes de morir” significa, por tanto, reconocer que somos vida -tal como decía Jesús- y “hacer el duelo” del yo y de sus expectativas.

¿Cómo veo el hecho de la muerte? ¿Qué vivo ante ella?


Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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A la Resurrección se llega antes y mejor por el amor: Magdalena y Discípulo Amado

Domingo, 9 de abril de 2023
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evangelio-21Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

Algunas consideraciones

01.- El sepulcro: la muerte plena.

    Probablemente con el simbolismo de la plenitud del número “siete”: en el texto evangélico de hoy aparece siete veces la expresión: “sepulcro”, se nos está diciendo que  Jesús, como todo ser humano, ha muerto, morimos, completamente.

    El huerto del sepulcro aparece en varios momentos (Jn 19,41; 20,14). El huerto es una alusión al paraíso terrenal, al comienzo de la humanidad, de una nueva humanidad en Cristo.

    Estamos en el primer día de la semana de la nueva creación. Amanecía, pero la comunidad eclesial estaba a oscuras.

02.- ¿Informe semanal?

    Si un equipo de televisión se hubiese desplazado a Jerusalén, al sepulcro – huerto en la mañana de Pascua para hacer un “informe semanal”, no habría podido tomar ni una sola imagen, sencillamente porque Jesús, ya Cristo resucitado, está más allá de nuestra historia, de nuestra percepción. La resurrección la “vieron” Magdalena, el Discípulo Amado, Magdalena, Tomás, etc. porque creyeron. Le vieron en la fe. Vieron porque creyeron.

03.- Magdalena, la resurrección de Jesús desde el Cantar de los Cantares

    La clave de lectura de todo el pasaje de la Magdalena y la resurrección está en el Cantar de los Cantares (un canto de bodas, de amor del AT).

  • Magdalena -comenta un santo Padre- “lo amó vivo, lo amó muerto, lo amó resucitado”.

Al Señor llegamos siempre por vía del amor.

  • Magdalena se levanta muy temprano, cuando todavía está oscuro (Cantar de los Cantares (CC) 3,1 / Jn 20,1)
  • Y se pone a buscarlo por la ciudad santa de Jerusalén (CC 3,2 / Jn 20,1).
  • Ambas mujeres, la del Cantar de los Cantares y Magdalena, preguntan a las personas con quienes se encuentran: los guardias de la ciudad / los ángeles / el jardinero, si lo han visto, (CC 3,3 / Jn 20,13.15).
  • La esposa del Cantar de los Cantares y Magdalena terminan por encontrar al amado. (CC 3,4a; Jn 20,17).

El amor es lo que le hace llegar a Magdalena, y a todos, a la fe (confianza) en la Resurrección.

04.- María Magdalena va al sepulcro al amanecer, pero de noche.

    Los demás evangelistas hablan de la resurrección a la salida del sol  (Mc 16,1). M Magdalena (los discípulos) van al sepulcro de noche, han quedado derrumbados. La noche y las tinieblas indican siempre carencia de Cristo.

    ¿Tal vez como nosotros? [1] ¿Vivimos en las sombras de la muerte?

    Cristo había resucitado ya, pero estaban y -quizás- estamos en tinieblas.

    La única respuesta al problema de la muerte del momento cultural que nos toca vivir son los tanatorios y la incineración.

    La Pascua es la respuesta cristiana a la muerte, es el amanecer de la espesa noche que nos amenaza.

05.- Magdalena ve la losa del sepulcro quitada.

    Magdalena no va al sepulcro a ver a Cristo resucitado, sino que va, como otras mujeres, a embalsamar, a tratar el cadáver de Jesús. Lo mismo que nosotros cuando vamos al cementerio, vamos a encontrar nuestros muertos, quizás a orar por ellos. Magdalena no piensa en Cristo resucitado. “Ve la losa quitada”, pero no llega a la fe en el resucitado. Magdalena no ve nada y no sabe dónde lo han puesto. Tampoco nosotros vemos mucho tras la muerte y nos quedamos en la “nada”, en el vacío. Por eso Magdalena vuelve a la comunidad. Hay que activar la fe, para “ver” al resucitado.

06.-  El discípulo amado y Pedro

    Quien llega antes a la fe en el Resucitado es quien más ama. El que más ama, más corre. Esto nos ocurre en todos los ámbitos de la vida.

    Es evidente que no se trata de una carrera física, un pequeño maratón, sino que se trata más bien de un proceso de fe.

Hay que estudiar, cuidar la exegesis, la teología sobre la resurrección de Cristo, sobre toda la Biblia, pero a la fe y esperanza en la vida se llega por el amor.

07.- Feliz Pascua.

    Desde la mañana de Pascua se abre para el creyente una nueva vida, un nuevo modo de ver la vida. El que ama, tiene prisa, corre, vey cree. Tengamos prisa  y corramos por vivir en paz y esperanza.

    Resucitamos en cada vida que nace, en cada momento que nos perdonan y perdonamos, en cada gesto de acogida, en la esperanza infinita…

Desde la Resurrección del Señor: Feliz Pascua.

[1]  En el evangelio de San Juan la noche no es una cuestión física, sino personal.

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Pregón pascual

Sábado, 8 de abril de 2023
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david-lachapelle-jesus

Hermanos, hermanas,
cristianos aquí presentes,
vigías que avizoráis la oscuridad y las tinieblas
de la opresión y la guerra,
de las pateras a la deriva,
de los campos de refugiados,
de las desigualdades y la emigración,
de los muros, bombas y atentados,
del odio y la mentira,
los sin techo y desahuciados,
de los parados y explotados,
de la violencia de género,
del miedo, la soledad y el fracaso,
del alcohol, las drogas y los sueños rotos,
de las pesadillas y fracasos,
de todos los invisibles y ninguneados,
de la noche del dolor, los lloros y la muerte…

Amigos y amigas,
compañeros de vigilia,
no os sintáis abrumados,
no echéis a correr
ni apaguéis vuestras luces,
no abandonéis vuestro puesto de adelantado,
no os durmáis,
no miréis a otro lado,
no desfallezcáis;
permaneced despiertos
y mantened todos vuestros sentidos atentos…
¡Esta noche va a poner fin a todas vuestras noches!

Si esperáis un momento,
si os mantenéis en vuestro puesto vigilantes,
veréis alejarse por la puerta trasera
a los asesinos que violan los derechos humanos,
a los prepotentes que venden la justicia,
a los mentirosos que lo oscurecen todo,
a los fanáticos que imponen su verdad,
a los corruptos que roban sin escrúpulos,
a quienes hacen las leyes a su medida y beneplácito,
a quienes viven rodeados de privilegios,
a los poderosos que humillan a los débiles,
a los que se mofan de vuestra dignidad y honestidad,
a los bien situados que os proponían la huida,
a los que engordan y se ríen con vuestros miedos,
a todos los que negocian con el hambre,
la vivienda, la seguridad, el amor, la religión …
y las necesidades y el afán de sus semejantes…

Si alimentáis la esperanza,
si vuestras entrañas permanecen cálidas,
si vuestro corazón no es de piedra
y sangra al ser atravesado por la lanza
de la empatía y de la entrega,
veréis a los pobres y necesitados,
a los desamparados y tristes,
a los angustiados y doloridos,
a los emigrantes y refugiados,
a los perseguidos y esquilmados
que lo han perdido todo,
quedarse con vosotros y sonreír,
recuperar las ganas de vivir,
cantar y abrazaros,…
y convertirse en nuevos adelantados y testigos
de luz y esperanza.

Esta noche, en la que hacemos memoria
de las maravillas y prodigios de Dios
en nuestra tierra e historia,
sigue siendo noche maravillosa y prodigiosa,
digna de fiesta, cantos y danzas
porque anuncia, y en ella sentimos,
al sol sin ocaso,
a la luz sin tinieblas,
al árbol florecido,
al fuego que abrasa,
al agua que nos quita la sed,
a la brisa que nos renueva,
a la tienda del encuentro y la alianza,
al peregrino que nos acompaña,
a la vida que se entrega,
al rostro de la misericordia…

Hermanos, hermanas,
creyentes con esperanza renovada:
aquí llega,
alzad la vista,
vedle que está a la puerta,
atisbando nuestra celebración
y nuestra alegría ,
el que violó las puertas de la muerte,
el que nos invitó a seguirle,
el que compartió sueños y proyectos,
comida, gozos y fracasos,
el que entregó su vida por nosotros,
Jesús de Nazaret, el Crucificado,
Cristo, el Señor, resucitado.

Pongámonos en pie,
miremos al horizonte
y caminemos.
Desprendámonos de la mediocridad y la vida holgada,
de la estrechez y de la conformidad,
de los complejos, el miedo y la cobardía.
¡Resucitó Cristo, nuestra esperanza!
¡Él sigue vivo y dándonos vida!
¡Él pasa a nuestro lado
llenándolo todo con su fragancia
y vistiéndolo con su hermosura!

¡Aleluya, el Señor, Jesús Nazareno,
nuestro amigo, maestro y hermano,
camina a nuestro lado
abriéndonos las sendas del reino!

¡La creación entera se alegra y goza,
canta y danza! ¡Aleluya!

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

***

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Sábado Santo: Vigilia Pascual en la Noche Santa

Sábado, 8 de abril de 2023
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Textos para la Vigilia Pascual

22-VigiliapascualA

Primera lectura:

Génesis 1,1-2,2

Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.

Y dijo Dios: “Que exista la luz.”

Y la luz existió.

Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla; llamó Dios a la luz “Día”; a la tiniebla, “Noche”.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.

Y dijo Dios: “Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas.”

E hizo Dios una bóveda y separó las aguas de debajo de la bóveda de las aguas de encima de la bóveda.

Y así fue.

Y llamó Dios a la bóveda “Cielo”.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.

Y dijo Dios: “Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezcan los continentes.”

Y así fue.

Y llamó Dios a los continentes “Tierra”, y a la masa de las aguas la llamó “Mar”.

Y vio Dios que era bueno.

Y dijo Dios: “Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla, y árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra.”

Y así fue.

La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.

Y dijo Dios: “Que existan lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra.”

Y así fue.

E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche, y las estrellas. Y las puso Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra; para regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.

Y dijo Dios: “Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre la tierra frente a la bóveda del cielo.”

Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua hizo pulular según sus especies, y las aves aladas según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Y Dios los bendijo, diciendo: “Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra.”

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.

Y dijo Dios: “Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras según sus especies.”

Y así fue.

E hizo Dios las fieras según sus especies, los animales domésticos según sus especies y los reptiles según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.”

Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.

Y los bendijo Dios y les dijo: “Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.”

Y dijo Dios: “Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que respira, la hierba verde les servirá de alimento.”

Y así fue.

Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.

Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos.

Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que había hecho; y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho.

*

Salmo responsorial: 103.

Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor;
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas. R.

De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto. R.

Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre. R.

Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor! R.

O bien; :

Salmo responsorial: 32.:

La misericordia del Señor llena la tierra

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R.

La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano. R.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R.

Segunda lectura:
Génesis 22, 1-18

El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: “¡Abrahán!” Él respondió: “Aquí me tienes.” Dios le dijo: “Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.”

Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.

El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos. Y Abrahán dijo a sus criados: “Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros.”

Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.

Isaac dijo a Abrahán, su padre: “Padre.”

Él respondió: “Aquí estoy, hijo mío.”

El muchacho dijo: “Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?”

Abrahán contestó: “Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.”

Y siguieron caminando juntos.

Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: “¡Abrahán, Abrahán!”

Él contestó: “Aquí me tienes.”

El ángel le ordenó: “No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.”

Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.

Abrahán llamó aquel sitio “El Señor ve”, por lo que se dice aún hoy “El monte del Señor ve”.

El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: “Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa.

Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.”

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