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Otro Paráclito

Domingo, 21 de mayo de 2017
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766c2beac81bb1ac7b41ec146ec21e38He tenido la cabeza inclinada hacia las estrellas desde que puedo recordar. Pero, ¿sabes lo que me sorprendió? No les estaba mirando a ellas. Te estaba encontrando a ti. (Película “Arrival” 2017)

19 de mayo. Domingo IV de Pascua

Jn 14, 15-21

Le pediré al Padre que os envíe otro Valedor que esté siempre con vosotros.

Al otro Paráclito que Jesús pide al Padre para que esté siempre con nosotros podríamos liberarle de la esclerotización en que la teología y los ritos arcaicos le han hecho prisionero, y lanzarle a volar por el mundo en plenitud de alas sobre los horizontes de la realidad humana como apunta Leonardo Boff en Los Sacramentos de la vida“Este espíritu vive hoy en los manantiales de nuestra experiencia cultural. Es como un río subterráneo que alimenta las fuentes, y éstas a los ríos de superficie. No lo vemos, pero es lo más importante, porque hominiza las cosas y humaniza nuestras relaciones con ellas. Detecta el sentido secreto en ellas inscrito”.

Los Hechos de los Apóstoles nos dicen que esa era la labor de sus discípulos cuando después de dar testimonio, anunciaban la Buena Nueva por las aldeas de Samaria (Hch 8, 25). Esta es la manera más acorde de hacer realidad la Pascua cada día. Y en este caso sí que la vemos, porque se hace evidente en la tarea de atención humanitaria en que tantos están comprometidos, pues como dice San Pablo en Rom 1, 19, lo que se puede conocer de Dios lo tenemos a la vista.Y ésta era también la del señor Mansueto, profesor de Boff. “Para quienes le conocimos y fuimos sus alumnos, dice, representó el símbolo fundamental de los valores de la existencia, tales como el idealismo, la abnegación, la humildad, el amor al prójimo, la sabiduría de la vida. Valores que no se comunican en abstracto sino proclamándolos o defendiéndolos. Y más en concreto, viviéndolos y refiriéndolos a personas que los encarnan con sus vidas”.

Quien mejor supo hacerlo fue nuestro Maestro siendo sacramento de aquellos valores que vivió hasta su máxima radicalidad y encarnó en la más cristalina limpidez. En él, como relata el NT, apareció la benignidad y el amor humanitario de Dios, nuestro salvador (Ti 3,4; 2 Tim 1,10). Era la forma visible del Dios invisible (Col 1,15), la irrupción epifánica de la divinidad en la diafanía de la carne visible y palpable (Col 2,9). «Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre», dice a Felipe (Jn 14, 9).

En la película estadounidense Arrival (2017), de ciencia ficción y drama, el director Denis Villeneuve pone en boca de Ian Donnelly estas palabras dirigidas a Louise Banks: “He tenido la cabeza inclinada hacia las estrellas desde que puedo recordar. Pero, ¿sabes lo que me sorprendió? No les estaba mirando a ellas. Te estaba encontrando a ti”. A las que le respondió Louise: “Olvidé lo bien que se sentía el ser sostenida por ti”. Referencias que con toda propiedad nosotros podemos aplicar a la didascálica figura del Espíritu y de Jesús.

Figuras que no sería descabellado sospechar ocultas en estos versos del poema El aire, de Jorge Guillén:

Aquellos días de entonces
vagan ahora disueltos
en este esplendor que impulsa
lo más leve hacia lo eterno.

En Mírame, del vate mexicano Antonio Torres Villén (1760-1812), se resaltan la ansias que el poeta tiene -y nosotros con él- de que la luz que nos viene de Jesús nos ilumine y penetre en el alma.

MÍRAME (Fragmento)

Sólo me basta Señor
Tu Gracia en mí derramada,
como un perfume preciado
que por amor tú me has dado
y así, mi vida inundada…
…se siente cuando yo miro
Tu gloria cada mañana,
y en la noche cuando el Sol
se ha puesto, sigue tu amor
iluminando mi cama.

Me basta que tú me mires
al levantarme en el alba,
y que tu gloria me llene
de esa luz, que de ti viene
y que penetra en mi alma.

(…………)

En esta noche, y a solas,
quiero venir ante ti,
y mañana al despertarme
quiero en tus ojos mirarme
y que te fijes en mí.

 Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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La Vida en nosotros

Domingo, 21 de mayo de 2017
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holy-spirit-3Jn 14, 15-21

La dimensión escatológica de este texto es sorprendente. A partir del capítulo 13 nos enfrentamos a un extenso discurso de despedida: El evangelista nos presenta a un Jesús consciente de que va a morir. Los discípulos son como sus hijos; él los ha cuidado y protegido, y no quiere que ahora estén desconsolados. Por eso les dice: “No los dejará huérfanos”. La muerte se acerca, pero Jesús les promete: “Regresaré con ustedes”. Los discípulos sienten miedo a quedarse solos, al abandono. Pero Jesús los consuela y les explica que la muerte no tiene la última palabra y que volverá porque, dice, “yo vivo” y “ustedes vivirán”.

Los verbos “vive”, “está en”, “está con” que aparecen en este evangelio en el capítulo 14 llaman la atención sobre todo porque parecen referirse no solo a los discípulos sino a todo creyente, a cada lector u oyente de esta palabra. ¿Quién o quiénes viven?

La respuesta es pluriforme y vincular. Los que “viven” son el Espíritu consolador en nosotros (v. 17); el Padre y Jesús en quienes amen a Jesús (v. 23) y Jesús y los creyentes mutuamente relacionados “porque yo vivo y ustedes vivirán” (v. 19). Las comunidades de los orígenes comprendían que ser cristiano era dejarse llevar por el Espíritu que consuela, el espíritu del Resucitado. Comprendían que Jesús estaba vivo en ellos, y que ellos vivían un vida nueva en esta dinámica de la vida que no tiene fin.

Este texto no permite interpretaciones morales relacionadas con el cumplimiento de los mandamientos, y, sin embargo, apunta a ellas. La única tarea que deja a los discípulos consiste en amar; y ese amor desencadena la acción de cumplir los mandamientos. Recordemos a Agustín de Hipona en su clásico “Ama y haz lo que quieras”, o a Teresa de Jesús “El amor, cuando es crecido, no puede estar sin obrar”. El amor en el centro y como condición imprescindible y, a partir de allí, la acción.

Los cristianos de las comunidades joánicas pasaban momentos difíciles y sus vidas corrían peligro. Tal vez por ello el evangelista dedica tantos capítulos a los discursos de despedida: para ofrecer sentido a situaciones difíciles, para brindar plenitud de vida incluso ante la muerte. Y para poder encontrar en Jesús una propuesta de una vida con sentido. Un sentido y un estilo de vida en plenitud, que se vuelven más importantes y significativos que la misma muerte.

En conclusión, la vida, para el cuarto evangelista, consiste en esta continuidad propia del amor, de la justicia, de la reciprocidad y de la trascendencia. La vida que ofrece el Jesús joánico es vida en abundancia, vida que no se acaba, vida compartida, vida en comunión, vida en relación, vida propia de la justicia, vida para quien ama y vida para quien cree. Es presente y plenitud de ser.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Domingo 6º De Pascua

Domingo, 21 de mayo de 2017
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comentarios_desglose_ilustComentarios a las dos primeras lecturas

Hechos 8, 5-17

Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba allí a Cristo.

El gentío escuchaba con aprobación lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos, lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban.

La ciudad se llenó de alegría.

Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que en Samaria habían recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y oraron por los fieles, para que recibieran el Espíritu Santo; aún no había bajado sobre ninguno, estaban sólo bautizados en el nombre del Señor Jesús.

Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.

Siguen presentando imágenes de la primera Iglesia En conjunto, sus ideas son similares a las de los domingos anteriores. Pero hay algunos matices significativos.

En primer lugar, la Iglesia ha salido de Jerusalén, y no solamente a evangelizar a judíos residentes en otros lugares, sino a los samaritanos, tenidos por herejes y medio-paganos.

Es el primer paso hacia la ruptura con el judaísmo y la apertura a todas las naciones. Este paso no lo da alguno de “los doce” sino el “diacono” Felipe, del que, por cierto, se dice en Hechos que tenía cuatro hijas profetisas.

En segundo lugar, los de Jerusalén parecen sentirse responsables de las comunidades que van surgiendo, y les envían emisarios que los visiten; es el nacimiento de lo que llamaríamos “apóstoles itinerantes“. La palabra “Apóstoles” recupera aquí su sentido original, es decir “enviados”.

Los doce son enviados por Jesús, y más tarde, muchos otros son enviados por las comunidades, tal como sucede con los viajes de Pablo y Bernabé. Pero además llama la atención que la comunidad de Jerusalén envía nada menos que a Pedro y a Juan. Una vez más, el protagonista principal de todas las decisiones es la comunidad.

Pedro 3, 15-18

Glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto y buena conciencia, para que, en aquello mismo en que sois calumniados, queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal.

Porque también Cristo murió una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. Murió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíritu.

La carta “de Pedro” ofrece reflexiones sobre el comportamiento de los que siguen a Jesús y una breve pincelada de la cristología “de Pedro”, que en realidad pertenece a una época más bien tardía, un tanto impregnada del concepto de satisfacción vicaria, que nos produce cierta inquietud.

José Enrique Galarreta, S.J.

Fuente Fe Adulta

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“El Camino”. 14 de mayo 2017. 5 Pascua (A). Juan 14, 1-12.

Domingo, 14 de mayo de 2017
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cristo_caminando1Al final de la última cena, los discípulos comienzan a intuir que Jesús ya no estará mucho tiempo con ellos. La salida precipitada de Judas, el anuncio de que Pedro lo negará muy pronto, las palabras de Jesús hablando de su próxima partida, han dejado a todos desconcertado y abatidos. ¿Qué va ser de ellos?

Jesús capta su tristeza y su turbación. Su corazón se conmueve. Olvidándose de sí mismo y de lo que le espera, Jesús trata de animarlos: ”Que no se turbe vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí”. Más tarde, en el curso de la conversación, Jesús les hace esta confesión: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí”. No lo han de olvidar nunca.

“Yo soy el camino”. El problema de no pocos no es que viven extraviados o descaminados. Sencillamente, viven sin camino, perdidos en una especie de laberinto: andando y desandando los mil caminos que, desde fuera, les van indicando las consignas y modas del momento.

Y, ¿qué puede hacer un hombre o una mujer cuando se encuentra sin camino? ¿A quién se puede dirigir? ¿Adónde puede acudir? Si se acerca a Jesús, lo que encontrará no es una religión, sino un camino. A veces, avanzará con fe; otras veces, encontrará dificultades; incluso podrá retroceder, pero está en el camino acertado que conduce al Padre. Esta es la promesa de Jesús.

“Yo soy la verdad”. Estas palabras encierran una invitación escandalosa a los oídos modernos. No todo se reduce a la razón. La teoría científica no contiene toda la verdad. El misterio último de la realidad no se deja atrapar por los análisis más sofisticados. El ser humano ha de vivir ante el misterio último de la realidad

Jesús se presenta como camino que conduce y acerca a ese Misterio último. Dios no se impone. No fuerza a nadie con pruebas ni evidencias. El Misterio último es silencio y atracción respetuosa. Jesús es el camino que nos puede abrir a su Bondad.

“Yo soy la vida”. Jesús puede ir transformando nuestra vida. No como el maestro lejano que ha dejado un legado de sabiduría admirable a la humanidad, sino como alguien vivo que, desde el mismo fondo de nuestro ser, nos infunde un germen de vida nueva.

Esta acción de Jesús en nosotros se produce casi siempre de forma discreta y callada. El mismo creyente solo intuye una presencia imperceptible. A veces, sin embargo, nos invade la certeza, la alegría incontenible, la confianza total: Dios existe, nos ama, todo es posible, incluso la vida eterna. Nunca entenderemos la fe cristiana si no acogemos a Jesús como el camino, la verdad y la vida.

José Antonio Pagola

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“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. Domingo 14 de mayo de 2017. 5º Domingo de Pascua.

Domingo, 14 de mayo de 2017
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27-PascuaA5 cerezoLeído en Koinonia:

Hch 6,1-7: Eligieron a siete hombres llenos de espíritu
Salmo responsorial 32: Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti
1Pe 2,4-9: Ustedes son una raza elegida, un sacerdocio real
Jn 14,1-12: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida

En la comunidad lucana descrita en la primera lectura, los apóstoles tienen plena conciencia que no lo pueden hacer todo y que necesitan valerse de otros para atender a las necesidades urgentes de la comunidad pero sin desatender el ministerio de la Palabra. Pero ellos no imponen. Invitan a la comunidad a escoger sus propios servidores, animadores. Les presentan a siete personas que son «autorizados» por los apóstoles para satisfacer las necesidades de la comunidad. No son servidores de segunda. Son personas encargadas o enviadas a realizar ministerios diferentes. Pero todos estaban empeñados en la difusión de la Palabra y en el crecimiento numérico y cualificado de la comunidad.

Así mismo, el autor de la carta de Pedro quiere subrayar el papel de todos los miembros de la comunidad creyente en la construcción del templo vivo de Dios. Jesús es la piedra viva, el fundamento, la base para construir la casa de Dios. Sobre esa piedra se instalan las demás piedras, los seguidores de Jesús. De manera pues que no somos sólo espectadores de la construcción. Somos artífices y al mismo tiempo materia fundamental para alcanzar la construcción del gran edificio humano, levantado sobre la roca, Jesucristo, sostenido por la columna del Espíritu Santo y estructurado con la activa cooperación de cada uno de los bautizados. El sacerdocio, más que un honor, un privilegio, una casta… es un dinamismo desatado por el Espíritu para el servicio de la comunidad eclesial. Todos somos ministros, todos sacerdotes, todos servidores en una densa experiencia fraternal al servicio del Reinado de Dios.

El evangelio de Juan revela la situación crítica que vive la comunidad naciente provocada por el ambiente hostil y peligroso en que se va desarrollando. Jesús no sólo es la piedra fundamental, sino que Jesús es también camino, verdad y vida. Los discípulos están confundidos ante las Palabras de Jesús. En los anteriores versículos Jesús ha anunciado la traición de Judas y la negación de Pedro. Este episodio refleja la situación de crisis de los discípulos porque no entienden el camino de Jesús. Las palabras que Jesús pronuncia pretenden alentarles en la esperanza, fortalecerlos en medio de la angustia, devolverles el horizonte de vida.

Jesús es camino, es decir, es proyecto, horizonte de vida para muchos. Su muerte está llena de sentido porque en ella se manifiesta el amor de Dios por la Humanidad y les devuelve la razón de vivir en momentos de confusión y desesperación.

Jesús es verdad: la mentira, el engaño, la corrupción se apodera del corazón de la persona humana. La Palabra anunciada y testimoniada por Jesús, que es la Palabra del Padre, se convierte en criterio de verdad, en transparencia que devuelve la luz.

Es vida: frente a las fuerzas de la muerte que causan terror, Jesús da sentido a la vida, se revela como Señor de la vida y vencedor de la muerte. Y en él todos los que apuestan a favor de un proyecto de vida, de verdad y amor como horizonte que puede salvar a la Humanidad del caos, la injusticia, la corrupción, la exclusión y la maldad.

Quién cree en Jesús cree en el Padre y será transparencia del Resucitado. En el fondo eso es ser cristiano, que es una forma de ser en plenitud hijos/hijas de Dios. Pero la propuesta de Jesús no es un asunto meramente individual, intimista, espiritualista. El proyecto de su seguimiento es exigente y radical. También la persona cristiana, integrada al cuerpo comunitario, debe ser camino, verdad y vida. Estamos llamados a ser una alternativa de vida, junto con otras alternativas de vida -representadas por otras personas y comunidades inspiradas por otras religiones- en medio de un mundo desorientado que con frecuencia no encuentra el sentido de la existencia. Somos servidores de la Vida aún en medio de la muerte que siembra el egoísmo humano cuando desatiende la sabiduría que se manifiesta «por los muchos caminos de Dios». La desatención a esta sabiduría divina manifestada por tantos caminos, repercute en las crecientes injusticias sociales y guerras que pretenden justificarse con apelos a la defensa de la libertad y de la seguridad, o a la imposición de la democracia o de la «libertad de comercio»… pero que en el fondo esconden mezquinos intereses económicos y hegemónicos de las grandes potencias y plagan de hambre y de miseria a los pueblos pobres.

Nuestra misión, pues, como personas cristianas, es juntarnos con muchas otras personas y comunidades creyentes, practicantes de otras religiones, y ser alternativa de vida, de resistencia y esperanza para todos.

En una época como la que vivimos, marcada por la entrada en curso en un nuevo paradigma, el paradigma pluralista, hemos de leer y proclamar con cuidado tanto la expresión de Pedro de un «linaje escogido», como la expresión de Juan, que él pone en labios de Jesús: «Yo soy ‘el’ Camino»… Esta última sobre todo no deja de ser una expresión propia de un lenguaje confesional, un lenguaje de amor y de fe, cultual, y en ese contexto hay que entenderla. No hay que perder de vista que, en otro sentido, son muchos los caminos de Dios, «sus caminos, que no son nuestros caminos», y que nos pueden sorprender siempre con el descubrimiento de «nuevos caminos» de Dios. Recomendamos la lectura de la serie «Por los muchos caminos de Dios», de la Asociación Ecuménica de Teólogos del Tercer Mundo, en la colección «Tiempo axial» (http://latinoamericana.org/tiempoaxial). O el libro de José María VIGIL Teología del pluralismo religioso, disponible en la red (http://cursotpr.adg-n.es/?page_id=3). Leer más…

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Dom 14.5.17. Yo soy la Verdad.

Domingo, 14 de mayo de 2017
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 5 Pascua. Juan 14,1-12. El evangelio de este domingo, tomado de Juan, igual que el del anterior, no presenta una aparición del resucitado, sino al mismo Resucitado, que se presenta y habla en la Iglesia, diciendo yo soy el camino, la verdad y la vida.

En un primer momento resulta insoportable que alguien diga yo de esa manera, añadiendo soy el camino, la verdad y la vida. ¿Quién puede hablar así en un mundo de relativismos y de post-verdades? ¿Quién puede identificar la verdad con su vida?

Éste es un texto insoportable, pero a medida que vamos entrando en su movimiento interior descubrimos que quien habla no es un hombre ya muerto del pasado, ni un fantasma de mentira, sino aquel que ha muerto por los demás (lo ha dado todo, no se reserva nada…), de manera que entonces, sin tener nada, puede decir “yo” (el yo de alguien que no es para sí, sino que se entrega…), añadiendo: “soy el camino, la verdad, vida…

images-1Ésta no es una voz de ultratumba (de un muerto aparecido), ni una voz de dominio, la voz de la Intra-Vida, la voz de aquel es es al darse todo.

Algunos de los temas de este evangelio del Camino, la Verdad y la Vida del Cristo Pascual son los más importantes de la historia cristiana, vinculados a las figuras de Tomás y de Felipe, pero no quiero ni puedo desarrollarlos aquí sino fijarme sólo en Jesus como Verdad.

Hoy que hablamos de verdades y mentiras, de ortodoxias y heterodoxias, de ideologías y engaños… hoy que hablamos de la post-verdad, hay Alguien que puede decirnos y nos dice: Yo soy la Verdad.

imagesImagen 3, en hebreo: emunah, verdad.

Texto

En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.”

Tomás le dice: “Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” Jesús le responde: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.”

Felipe le dice: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta.” Jesús le replica: “Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí?

Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.” (Jn 14, 1-12).

Temas

Quizá nunca se han dicho las cosas que aquí se están diciendo, condensadas, luminosas, palabras como rayos que rasgan la oscuridad e iluminan la noche de la vida. Éstos son algunos de los temas:

Las moradas del Padre. “En la casa de mi Padre hay muchas moradas o estancias…”. Todos los caminos llevan no a Roma, sino al Padre, a las Moradas del amor, que supo describir Santa Teresa. Del Padre/Madre venimos y al Padre/Madre vamos… Esa es la experiencia suprema de la vida.

Jesús, el Camino. Caminantes somos (¡ayer dije: navegantes!), caminantes somos y todos los caminos se centran y condensan para los creyentes en el Cristo. Por eso, quien toma su camino, que es camino de Evangelio, está ya en manos del Padre.

Los maestros que preguntas. En este evangelio aparecen dos voces que preguntan: una es de Tomás, otra de Felipe. Significativamente, ellos aparecen más tarde como autores de los dos evangelios apócrifos más significativos de la Iglesia. Pues bien, aquí no actúan como autores des evangelios, sino como discípulos del único Cristo

El “yo” de Jesús: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida… Éste es el Jesús pascual que se atreve a decir “yo”, como el Dios del Antiguo Testamento (¡Yo soy el que soy!), pero no un yo aislado en sí, sino abierto al Padre (un yo-camino) y dirigido a todos los que quieran acogerle (un yo-ensanchado, que se hace verdad y vida para todos).

El que me ve a mí ve al Padre… Ésta es la experiencia de los cristianos: ver a Jesús resucitado es ver a Dios. No hay un “más allá” de Jesús en un sentido de verdad o vida más alta. En Jesús, abierto al Padre, en Jesús que es Camino, está la verdad, está la vida.

El que cree en mí hará las “obras que yo hago”. Jesús no está cerrado, como maestro exclusivo, sino como maestro que ofrece y comparte, que enseña y promueve. Por eso, sus seguidores, que somos nosotros, podemos hacer no sólo sus obras, sino aún mayores… La obras del Espíritu de Dios.

Una aplicación. Yo soy la Verdad.

Resulta imposible desarrollar todos los temas de este evangelio. Por eso voy a centrarme en la verdad, distinguiendo algunos de sus tipos (siguiendo un esquema que solía emplear X. Zubiri).

1. En griego, verdad se dice aletheia:

desvelamiento del Ser (de Dios), que rompe el velo del engaño y olvido, para desplegarse en desnudez fundamental, en todo su misterio. Dos son sus aspectos o momentos principales:

– Dios es voluntad y poder de manifestación: no se oculta primero y luego viene a desvelarse de manera caprichosa; no se esconde para burlar a los humanos, ofreciéndoles un rostro que varía según las circunstancias, de manera que ellos nunca pueden conocerle plenamente; no es esfinge indescifrable que jamás conoceremos porque nunca desvela totalmente su misterio. En contra de eso, Dios es verdad manifestada: descorre el velo de su rostro y nos deja penetrar en el misterio de su vida (cf. 2 Cor 3, 12-18).

– El humano aparece en muchos mitos como viviente superior que puede desvelar enigmas, penetrando de esa forma en el misteri¬o de las cosas. Pues bien, el ser humano puede conocer el gran Misterio no por ser más hábil, sino porque Dios mismo ha querido desvelarlo. El conocimiento ofrece a este nivel un signo religioso: no es dominio técnico del mundo, ni pensamiento caprichoso que inventamos según las conveniencias, sino aletheia: desvelamiento más profundo del misterio de Dios en nuestra vida.

Ciertamente, en un nivel de ciencia conocemos solamente aquello que nosotros mismos vamos construyendo con la mente. Pero, en el nivel más alto, conocemos a Dios porque Él mismo hace presente su Verdad en nuestra vida: su presencia es verdadera, porque Él mismo ha querido desnudarse en amor y claridad ante nosotros, en actitud fontal de gracia.

2. En hebreo verdad es “emuna” o fidelidad:

verdadero es lo firme, aquel que ofrece garantía y da confianza, tanto en plano activo como receptivo. Pues bien, Dios nos ofrece la máxima confianza; por eso nos sentimos seguros en su presencia. La verdad ha de entenderse así en clave personal: es fidelidad de Dios que asiste a los humanos a lo largo del camino; es fidelidad de los humanos que se fían de su gracia de Dios, viviendo su presencia. Por eso, ella es siempre dialoga¬da:

– La Verdad es Presencia fiel de Dios, que ofrece su palabra y la mantiene por encima de las dificultades y rechazos del humano. Dios es Verdadero, pues se afirma como Roca firme en la que pueden asentarse los creyentes. No es una ilusión de ensueño, un espejismo que nos deja vacíos cuando le queremos tocar con nuestras manos. No es mentira que va y viene, que se dice primero sin firmeza y después se niega o se retira, cuando llega el tiempo malo. La Verdad de Dios es Fidelidad, Presencia amistosa para siempre.

– La Verdad ha de expresarse como Presencia fiel de los humanos, confianza entre personas. Sólo ellas, las personas, pueden ser en ese plano verdaderas. Así lo certifica la Biblia Hebrea cuando dice que el conocimiento más perfecto surge a nivel de relación interhumana, allí donde el varón y la mujer se encuentran y conocen como tales, en amor enamorado.

Pues bien, Dios y el humano se vinculan en un tipo de Verdad de matrimonio, en Presencia de alianza, como sabe la tradición profética (Os, Jer, Is). Este es el Dios que se preocupa de los pobres, los perdidos y pequeños de su pueblo, siendo fiel, portador de emuna.

Sólo conoce quien ama, haciéndose presente. Dios conoce en verdad: se fía de los humanos, siendo Presencia para ellos. El humano conoce en verdad cuando, apoyado en la promesa de Dios, acoge su presencia y se acerca en amor a los hermanos. En este plano, la Presencia de Dios está ligada al despliegue de su propia Verdad como confianza creadora, susci¬tando para los humanos un camino fiable de existencia compartida.

3. En latín verdad es “veritas”:

es la justicia en las relaciones interhumana. Para convivir sobre la tierra, los humanos tienen que aceptar la ley y respetarse mutuamen¬te. Ésta es la verdad de la justicia que se aplica a todos, por encima de cada uno, como expresión de un orden social…Ésta es la verdad que ha querido expresarse en el proceso político y social de occidente, pero que ha corrido el riesgo de caer en manos de las diversas ideologías….

Marx ha demostrado que la verdad económica y social de la justicia se ha hecho ideologías. Esa pretendida verdad ha servido (y sirve) para tapar la boca a los pequeños. La misma estructura religiosa de los pueblos triunfadores se utiliza para sacralizar el poder establecido. Ellos dicen “yo tengo la verdad”, pero oprimen a los vencidos.

Nietzsche ha descubierto los mecanismos de proyección vengativa de algunos oprimidos que tienden a satanizar a los triunfadores, haciendo de la religión principio de venganza. Por eso, cuando ellos dicen “yo soy la verdad” están imponiendo su propia envidia y su resentimiento…
Freud ha hablado también de una verdad que es “mentira”, la verdad de un amor que es proyección de las propias envidias

Jesús, el Jesús muerto y resucitado, dice: Yo soy la verdad

Cuando Jesús dice “yo soy la verdad” está diciendo lo que es el camino de Dios, que es camino de vida. Jesús no descubre los secretos del cosmos, ni los grados del ser, ni la profunda experiencia de las almas que descienden a la tierra; no nos introduce en un camino de ascética o mística de tipo intelectual. Interpretado en un millar de variaciones, su tema es siempre el mismo: él proviene del Padre y Dios mismo es, por lo tanto, quien le envía. Así puede presentarse a los humanos como pan de vida, luz del mundo, puerta, camino, verdad y vida, resurrección y viña verdadera. El Jesús de los sinópticos proclama la llegada del reino. El de Juan habla del Padre como testigo y signo de su gracia (cf. 6, 35; 8, 12; 10, 9. 11. 14; 11, 25; 14, 6; 15, 1).

Esta es la verdad de Jesús: Dios es Padre universal. Este su programa: vincular a todos los humanos partiendo desde el Padre, superando así el antiguo exclusivismo; como enviado del Padre ha realizado su obra sobre el mundo, enseñando lo que manda (12, 48-49), cumpliendo lo que quiere (6, 38). Revelándose a sí mismo, Jesús revela al Padre. Pero él no se limita a cumplir una función impersonal y pasajera: no es un medio que se emplea un momento y que después se deja, un camino que se corre y se abandona. Jesús mismo pertenece al misterio de Dios, de manera que ambos se vinculan en encuentro permanente. Así podemos afirmar que la verdad del Padre es su amor hacia Jesús y la de Jesús su amor al Padre:

– Está conmigo aquel que me ha enviado (Jn 8, 16; cf. 8, 18).
– Como el Padre me conoce y yo conozco al Padre… (10, 15).
– Yo y el Padre somos uno (10, 30).

Esta verdad de amor (presencia, comunión, conocimiento mutuo) constituye la entraña y mensaje superior del evangelio, su buena nueva: Dios ama a Jesús, Jesús ama a Dios y en su mutuo amor (Espíritu Santo) se funda todo lo que existe. Ese conocimiento y entrega fundante del Padre y el Hijo es el misterio del ser, la verdad de la existencia. Ser es amarse. Existir es entregarse, habitar uno en otro; por eso, Jesús puede afirmar “quien que me ha visto, ha visto al Padre” (14, 9; cf. 14, 10). Esta inhabitación amorosa constituye el principio y meta de toda verdad, es la verdad del Espíritu santo, entendido como vida compartida y donación recíproca (14, 20).

– El Padre ama al Hijo y lo ha puesto todo en sus manos… (Mc 3, 35)
Como el Padre me ha amado, también Yo os he amado a vosotros (15, 9).
Si alguien me ama cumplirá y mi Padre le amará
y vendremos a él haremos en él una morada” (14, 23).
– Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en tí…
para que sean uno como Nosotros somos uno; Yo en ellos y Tú en mí…
para que el mundo conozca que Tú me has enviado
y que les amas como a mí me has amado (17, 20-23).

Esta verdad es el camino de la vida

— Si el Padre envía al Hijo, lo hace para salvar al mundo (3, 16-18).
— Si el Hijo cumple la voluntad del Padre, lo hace también para salvar (juzgar) al mundo (5, 19-27).
De esa forma se expande y expansiona su camino de amor: como el Padre me amó, os amo yo a vosotros; permaneced en mi amor (15, 9). Lo que Dios y el Hijo viven en amor, encuentro poderoso de entrega creadora, ha de expresarse en la existencia de todos los humanos (cf. 16, 26), que penetran en el círculo de amor de lo divino, pudiendo así compartir su vida y realizar sus obras:

– El que crea en mí realizará el también las obras que Yo hago (14, 12).
– Como el Padre me ha enviado así os envío Yo a vosotros (20, 21).
– Como Tú me has enviado al mundo también Yo les he enviado al mundo (17, 18).

En la entraña más profunda de su ser, los elegidos de Jesús (discípulos, cristianos) tienen un origen y existencia trascendente: nacen de Dios, son enviados con su Hijo (cf. 1, 12-13). No son ya esclavos del mundo, ni siervos de Dios, ni extranjeros. Se llaman y son hijos de Dios, amigos del Cristo y amigos entre sí, para realizar en la tierra el nuevo mandamiento: amaos unos a los otros, es decir, “vivid en comunión de amor, como el Padre y el Hijo son en comunión” (cf. 15, 1-17):

– Que sean uno como Tú, Padre, en mí y Yo en ti;
que también ellos sean uno
y el mundo conozca que Tú me has enviado (17, 21).

Una aplicación, una comparación

He presentado a Jesús como verdad. Sería bueno comparar su postura con la del budismo, centrado en la cuatro nobles verdades de Gautama, el Iluminado. Pero con eso entraríamos en otro tema. Por hoy basta recordar y situar en su contexto pascual, dentro de todo su evangelio, lo que Jesús ha dicho “yo soy la verdad”.

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Iglesia naciente, sufriente, creyente. Domingo 5º de Pascua

Domingo, 14 de mayo de 2017
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Caminando-con-Jesus-300x300Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Como indiqué el domingo pasado, las tres lecturas de los domingos de Pascua nos hablan de los orígenes de la Iglesia, de las persecuciones de la Iglesia, y de nuestra relación con Jesús.

Iglesia naciente

La primera lectura nos cuenta la institución de los diáconos y el aumento progresivo de la comunidad, subrayando el hecho de que se uniesen a ella incluso sacerdotes.

En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el suministro diario no atendían a sus viudas. Los Doce convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron:

No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea: nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra

La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando. La palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.

La comunidad de Jerusalén estaba formada por judíos de lengua hebrea y judíos de lengua griega (probablemente originarios de países extranjeros, la Diáspora). Los problemas lingüísticos, tan típicos de nuestra época, se daban ya entonces. Los de lengua hebrea se consideraban superiores, los auténticos. Y eso repercute en la atención a las viudas. Lucas, que en otros pasajes del libro de los Hechos subraya tanto el amor mutuo y la igualdad, no puede ocultar en este caso que, desde el principio, se dieron problemas en la comunidad cristiana por motivos económicos.

Los diáconos son siete, número simbólico, de plenitud. Aunque parecen elegidos para una misión puramente material, permitiendo a los apóstoles dedicarse al apostolado y la oración, en realidad, los dos primeros, Esteban y Felipe, desempeñaron también una intensa labor apostólica. Esteban será, además, el primer mártir cristiano.

Iglesia sufriente

La primera carta de Pedro recuerda las numerosas persecuciones y dificultades que atravesó la primitiva iglesia. Lo vimos el domingo pasado y lo veremos en los siguientes. Pero este domingo, aunque se menciona a quienes rechazan a Jesús y el evangelio, la fuerza recae en recordar a cristianos difamados e insultados la enorme dignidad que Dios les ha concedido: «Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa».

Queridos hermanos: Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo. Dice la Escritura: «Yo coloco en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado.» Para vosotros, los creyentes, es de gran precio, pero para los incrédulos es la «piedra que desecharon los constructores: ésta se ha convertido en piedra angular», en piedra de tropezar y en roca de estrellarse. Y ellos tropiezan al no creer en la palabra: ése es su destino. Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa.

Iglesia creyente

El evangelio nos sitúa en la última cena, cuando Jesús se despide de sus discípulos. Sabe el miedo que puede embargarles a quedar solos. Y los anima a no temblar, insistiéndoles en que volverán a encontrarse y estarán definitivamente juntos.

Aparece en este texto una de las mejores definiciones de Jesús, de las más adecuadas para presentar su persona: «Yo soy el camino, la verdad y la vida.»

Camino para llegar al Padre (el evangelio parece sugerir que para llegar a Dios hay muchos caminos, pero para llegar a Dios como Padre el único camino es Jesús).

Verdad en medio de las dudas y frente al escepticismo que mostrará poco más tarde Pilato preguntando: «¿Qué es la verdad?»

Vida que todos anhelamos que no termine nunca, la vida eterna, que empieza ya en este mundo y que consiste «en que te conozcan a ti, único dios verdadero, y a quien enviaste, Jesucristo».

Como ocurre siempre en el cuarto evangelio, el texto supone también un reto para la fe. Nos invita a creer en Jesús como se cree en Dios; a creer que, quien lo ve a él, ve al Padre; quien lo conoce a él, conoce al Padre; que él está en el Padre y el Padre en él. Y al final, el mayor desafío: creer que nosotros, si creemos en Jesús, haremos obras más grandes que las que él hizo. Parece imposible. El padre del niño epiléptico habría dicho: «Creo, Señor, pero me falta mucho. Compensa tú a lo que en mí hay de incrédulo».

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»
Tomás le dice:
-«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Jesús le responde:
-«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»
Felipe le dice:
-«Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»
Jesús le replica:
-«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.»

    

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Quinto Domingo de Pascua. 14 Mayo, 2017

Domingo, 14 de mayo de 2017
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pascua

Llevo tanto tiempo con vosotros, ¿y todavía no me conoces, Felipe?”.

(Jn 14, 1-12)

Así, de primeras, ¿cómo te imaginas a Jesús en este momento?

Sí, sí, así… me refiero a eso que percibes que puede haber detrás de sus palabras, de esta frase; además, sin reparar en el contexto. Más bien tal vez te suene algo así como “Llevo taaaaaaanto tiempo…, ¡¡¿y todavía no me conoces, Felipeee?!!”, a modo mosqueo in crescendo. Aunque también se me ocurre que tal vez, solo tal vez, te lo imagines desanimado; Jesús desanimado, frustrado, triste, encontrándose con sus límites y su ser de barro. En definitiva, Jesús humano.

Pero vamos a entrar en el contexto. Este evangelio nos sitúa en la que llamamos última cena. Jesús ha hecho un gesto de servicio a sus discípulos, les ha lavado los pies; un servicio en esa época asignado a las mujeres y a los esclavos. Y ahí se ha encontrado con la objeción de Pedro, un tanto fanfarrón: “no me lavarás los pies”, pero también con su seguimiento incondicional cuando le responde: “Señor, no sólo los pies, también las manos y la cabeza”. En definitiva, Pedro humano.

Cenan, y al terminar Jesús parte un pan y se lo reparte, toma una copa de vino y se la pasa. Hace un gesto de entrega. Y ahí, se encuentra con que otro discípulo, Judas, sale del lugar en el que están porque ha quedado con las autoridades religiosas para llevarles, a cambio de unas monedas, hasta Jesús. Judas el oportunista, el “por interés te quiero Andrés”, el negociante. Judas humano, al fin y al cabo.

Y ahora, después de estos gestos tan significativos y culmen de su vida, ahora que les está hablando del Padre, que se reconoce Hijo y Hermano… es aquí cuando descubre que otro de los suyos, Felipe, o no se ha enterado de nada o de muy poco. Felipe el despistado, distraído, tal vez incluso el “mente embotada”. Felipe humano, claramente humano.

Ahora sí. Ahora, ¿cómo te imaginas a Jesús en este momento? Adéntrate a verlo, apostando por los suyos una vez más, dándoles otra oportunidad a pesar de todo. En definitiva… Jesús humano.

Oración

Abre nuestros ojos, Señor.

Y abre nuestro corazón, Señor.

Abre nuestra escucha a tu susurro “no temáis, soy yo”.

Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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En Jesús se manifiesta Dios-Vida.

Domingo, 14 de mayo de 2017
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homiliaJn 14, 1-12

El contexto de este evangelio es el discurso de despedida después de la cena. En el capítulo 13, el centro es Jesús. Termina con la despedida, diciendo: a donde yo voy vosotros no podéis venir. En éste (14) el centro es el Padre. El ambiente es de inquietud. La traición de Judas, el anuncio de la negación de Pedro, el anuncio de la partida. Todo es inquietante. Está justificada la invitación a la confianza. La clave del mensaje en este capítulo es la relación de Jesús, y la de sus discípulos, con el Padre.

Aunque Jn pone en boca de Jesús todo el discurso, en realidad se trata de reflexiones de la comunidad a través de muchos años de andadura. Lo que se propone como futuro, es ya presente para el que escribe y para aquella comunidad para la que se escribe. Pero este presente deja entrever un nuevo futuro que el Espíritu irá realizando. Se percibe la dificultad que tiene la comunidad de expresar su experiencia. Esta vivencia pascual está anclada en la presencia viva de Jesús, del Espíritu y del Padre.

Creed en Dios y creed también en mí. “Pisteuete eis”, no significa creer, en el sentido que damos hoy a esa palabra. Sería “creer” en sentido bíblico, es decir, “poned vuestra confianza en…” Jn utiliza esta construcción 30 veces, aplicada a Jesús. Solo dos ocasiones, en 12,44 y aquí, pone como término a Dios, indicando claramente la identidad de ambas adhesiones. La confianza en Jesús y la confianza en Dios son la misma cosa. Si buscan a Dios, están en el buen camino, porque están con él. No tienen nada que temer.

En el hogar de mi Padre, hay muchas estancias. Jesús va al Padre, para procurarles un tipo de relación con Dios, similar a la suya. No hay diferencia entre unas moradas y otras. No se trata de un lugar, sino del ámbito del amor de Dios. En el corazón de Dios, todos tienen cabida. También podría traducirse: en la familia de Dios hay sitio para todos. Todos los seres humanos están llamados a formar parte de la familia del mismo Dios. Jesús está en el seno del Padre y todos pueden sentirse allí.

Todo el lenguaje es mítico-simbólico. Me voy, me quedo, vuelvo, etc. No se puede entender literalmente. Esta teología es clave para entender la marcha de Jesús y a la vez, su permanencia con ellos. Aunque la formulación es mítica, el mensaje sigue siendo válido. Hoy tendríamos que decir que la meta de todo está en Dios. Esa identificación con Dios es la que tenemos que descubrir y vivirla ya aquí. En Jesús, Dios ha manifestado su proyecto para el hombre, que se tiene que realizar en ellos.

Yo soy Camino. Yo soy Verdad. Yo soy Vida. Sin artículo ni determinado ni indeterminado, porque lo que se quiere decir está más allá de ambos. Se trata del texto más profundo de todo el evangelio. Camino, Verdad, Vida hacen referencia al Padre. No se pueden separar los conceptos. La Realidad a la que se refieren, está más allá de tiempo y espacio. Se han dado infinidad de interpretaciones desde los primero padres y siguen hoy los exegetas intentando desentrañar el significado del texto.

Jesús es Camino, que empieza y termina en Dios. En medio está Jesús, pero no significa  espacio ninguno. Desde Dios hasta Dios no puede haber ningún trecho. Jesús es, como todo ser humano, un proyecto ya realizado, porque recorrió el camino que le llevó a la plenitud humana. Ese camino es el amor total que abarca toda su vida. Los que le siguen deben recorrer también ese camino, es decir, ir de Dios que es el origen, hasta Dios que es la meta. En el AT el camino era la Ley. Jesús la sustituye por su persona.

Yo soy verdad, es decir, soy lo que tengo que ser. No se trata de la verdad lógica sino de la verdad ontológica que hace referencia al ser. Jesús es auténtico, hace presente a Dios, que es su verdadero ser. Es lo que tiene que ser. Lo contrario sería ser falso. “Yo soy” es el nombre que se dio a sí mismo Dios en la zarza. Jn repite hasta la saciedad el “yo soy”. El complemento puede ser cualquiera: puerta, pastor, camino, vida, verdad, vid. Si descubro y vivo que Dios está identificado conmigo, ya lo soy todo.

Yo soy Vida, es decir, lo esencial de mi ser está en la energía que hace que sea lo que soy. Recordad: “El Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me coma, vivirá por mí.” Está hablando de la misma Vida que es Dios, que se le ha comunicado a él y que se nos comunica a nosotros. De la misma manera que no podemos encontrar la vida biológica independientemente de un ser que la posea, así no podemos encontrarnos con un Dios ahí fuera separado de un ser que lo manifieste.

Nadie va al Padre sino por mí. En c. 6 había dicho: “nadie viene a mí si el Padre no lo atrae”. Estas aparentes contradicciones deben hacernos pensar. Las dos ideas se complementan. Para el que nace del Espíritu, el Padre no es alguien lejano ni en espacio ni en tiempo, su presencia es inmediata. Hacerse hijo es hacer presente al Padre. La identificación con Jesús, hace al discípulo participar de la misma Vida-Dios.

“Si llegáis a conocerme del todo, conoceréis también a mi Padre”. Una vez más se refleja el “ya, pero todavía no” de la primera comunidad. El seguimiento de Jesús es un dinamismo constante. No se trata de progresar en el conocimiento, sino en la comunión por amor. El conocimiento vivencial de Jesús, hará que el Padre se manifieste en el discípulo. Lo que pide Felipe es una teofanía como las narradas en el AT. Piensa que Jesús es un representante de Dios, no la presencia misma de Dios.

¿Cómo dices tú, muéstranos al Padre? Esta queja es una clara reflexión pascual. En su vida pública, sus seguidores no entendieron ni jota de lo que era Jesús. Felipe sigue separando a Dios del hombre. No ha descubierto el alcance del amor-Dios ni su proyecto sobre el hombre. No se han enterado de que Dios sólo es visible en el hombre. Desde esta perspectiva, Jesús podía decir: quien me ve a mí, ve a mi Padre. Y: si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre porque el Padre es más que yo.

“Las exigencias que os propongo no lo hablo por cuenta propia”. “Remata” no significa dicho o palabra sino propuesta, exigencia realizada y manifestada a través de la vida. Fíjate que a continuación habla de obras: “el Padre que permanece en mí, él mismo hace las obras”. Y a continuación: “si no me creéis a mí, creed a las obras”. Las obras son la manifestación de que Dios está en Jesús. El Padre ejerce su actividad creadora a través de Jesús. Él, a partir de su propia experiencia, propone las “exigencias” que Dios le pide a él. Jesús a través de sus obras realiza el designio creador.

Meditación

Jesús era uno con el Padre.
Ésta es la experiencia de los cristianos de finales del s. I.
En Jesús descubrieron la presencia de Dios.
Mi tarea hoy es descubrir en mí, ese Dios-Vida de Jesús.

Para encontrar ese Dios, tengo que abandonar mis ídolos.
Dioses que tengo muy arraigados en lo hondo de mí.
El Dios de Jesús, por ser amor, me exige amar.
Y eso es lo más contrario a mis deseos egoístas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Camino, verdad y vida.

Domingo, 14 de mayo de 2017
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caminoThree things can no hidden: The sun, the moon, and the truth (Buddha)

14 de mayo. V domingo de Pascua

Jn 14, 1-12

Les dice Jesús: Yo soy el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6)

¿Os imagináis la cara de póker que pondríamos todos si los representantes oficiales de la Iglesia nos convocaran para decirnos: “No es razonable que nosotros descuidemos la Palabra de Dios para servir a la mesa”, pues nosotros debemos atender a la oración y al ministerio de la palabra”? (Hch 6, 2 y 6, 4) ¿Sería bien recibida la propuesta, como sucedió entonces, y aceptaríamos que se eligiera a siete diáconos para que se encargasen de aquellos otros menesteres? Estoy convencido de la cara de póker que se les pondría cuando vieran la presteza con que todos nosotros saldríamos pitando del sacro auditorio.

Y, sin embargo, ésta ha sido la historia  durante siglos: marcar  a los demás el camino, la verdad y la vida mientras ellos estaban sentados para el banquete y los demás, prestos a servirles. De modo que la que realmente no es razonable ni justa es su propuesta. Jesús, el Maestro, lo dejó claro en Mt 20, 28: “Y el que de vosotros quiera ser el primero, sea vuestro siervo, así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir”.

A pocas personas como él podríamos aplicarlas lo que uno de los coros de la ópera El barbero de Sevilla, de Gioachino Rossini, entonaba el Conde Almaviva: “È un signor di qualità!” Virtud con la que veremos adornada la figura de Jesús con tan sólo echar una simple mirada al Evangelio. ¿Y esto por qué?, cabría preguntarse. La respuesta, también simple, podríamos encontrarla en Beethoven cuando en palabras de Nicholas Cook, (De Madonna al canto gregoriano. Alianza Editorial 2012) dijo que “La música puede crear la milagrosa impresión de ir directamente, “del corazón… al corazón”, como escribió el sordo genial en el autógrafo de su Missa Solemnis.

Música en estereofonía que escuchamos en el sonido primordial de la existencia, y que nos suena como la radiación del fondo cósmico descubierta por los físicos en 1965, que llena el Universo.  Microondas desprendidas del saber sideral de todos los sabios y los tiempos, y que han sido Camino, Verdad y Vida de la Humanidad entera. Y no sólo de los sabios, sino también de la vida de cada hombre, como insinúa a George Bailey el ángel de la guarda Clarence Oddbody, en la película ¡Qué bello es vivir!, de Frank Capra (1946). Y con tal fuerza que la ciudad entera se vuelve loca. Capacidad dramatúrgica en la que toda la Naturaleza se funde en armonía con el personaje.

Buddha nos lo condensa en una cita muy simple y muy poética: “Three things cannot be hidden: the sun, the moon, and the truth”: No se puede esconder tres cosas: el sol, la luna y la verdad. Y Javier Melloni nos lo trae a la memoria.

ORACIÓN

¡Oh Profundidad infinita que asomas por doquier!,
danos la obertura de la mente y del corazón
para que podamos reconocerte en todo.
Que cada instante sea el camino por el que volvamos a ti
del mismo modo que tú vienes a nosotros en cada situación.
Que todo momento sea la oportunidad y la celebración
de este encuentro que se hace transparente a tu Presencia.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Confiad en mí.

Domingo, 14 de mayo de 2017
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publicacionvdomingo-de-pascuaJn 14, 1-12

En este V domingo de Pascua, el evangelio de Juan nos vuelve a situar en el cenáculo, en el momento posterior al lavatorio de los pies. Desde la experiencia pascual y para que ésta se sostenga y reafirme, los primeros creyentes necesitan recordar todas las palabras que habían escuchado en boca de Jesús mientras estaba con ellos y cuyo significado, en aquel momento, eran incapaces de comprender del todo.

Situados en el contexto podemos comprender que las primeras palabras de Jesús sean una invitación a mantener la calma. Igualmente los primeros creyentes, para quienes Juan escribe el evangelio, se ven necesitados de aprender a relacionarse de un modo nuevo con un Jesús no visible, pero Vivo y resucitado. Necesitan escuchar una vez más la invitación que éste tantas veces les hizo: “no perdáis la calma”.

También a nosotros nos llega hoy este llamamiento a no perder la paz. “Creed en Dios y creed también en mí. “Creed plenamente en mí y en mi palabra, porque aunque me voy, no os dejo. Porque el Padre y yo, que somos uno (cf. Jn 10, 30), estamos siempre con vosotros”“Creer”, en este sentido, no es un movimiento meramente intelectual, sino la acción de depositar nuestra absoluta confianza en Jesús y vivir consecuentemente. Sólo de ahí puede brotar la verdadera calma. Aunque la vida siga trayendo dificultades, aunque no nos falten preocupaciones, aunque sigamos sintiendo miedo por tantas cosas… Jesús nos invita a no perder la paz que brota de la confianza plena en Quien, sabemos, no nos abandona.

“Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.” Hasta once veces (en doce versículos) pone Juan en boca de Jesús el término “Padre”, además de nombrarlo de otras maneras. En un contexto en el que nuestra atención está centrada en lo que Jesús hace y dice, éste desea desviar nuestra mirada y nuestro corazón hacia el Padre para ratificar que él todo lo ha recibido del Padre y que los dos son uno mismo. “¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?”, le responde a un Felipe que pronuncia el deseo que todos se hacían: “Muéstranos al Padre y nos basta”.

Eso puede sucedernos también hoy a nosotros. Hemos escuchado y sabemos que Dios está en nosotros, que no hay que buscarle “más allá”… Pero este Misterio nos sobrepasa y nos confunde. Por eso Jesús nos lo recuerda una vez más. “Yo soy el camino hacia el Padre”. En él, con él y por él nosotros somos invitados a entrar en el abrazo de amor de la familia divina. “Conocerle” no es sólo progresar en el conocimiento de su vida, sus gestos y sus palabras. Se trata de un conocimiento vivencial, de entrar en mayor comunión con Jesús, de tener verdadera experiencia de encuentro y amistad con él.

“Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores”Jesús repite, como consigna, el mismo imperativo que al principio: “creed”, “creed en mí”, “creedme”. “Creed que yo soy el camino, la verdad y la vida”. En este tiempo en el que miles de hermanos transitan por tantos caminos huyendo del horror; en el que todo lo que nos llega de nuestros líderes parece bañado por la corrupción y la mentira; en el que nos alcanzan continuamente imágenes que muestran cómo la vida es devaluada; la certeza de que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida con mayúsculas alienta nuestra marcha como creyentes, alimenta nuestra esperanza y aviva nuestro compromiso. Si creemos en él, si se nos da vivir cada vez más en comunión con él, nuestro anuncio del Padre y su Reino no será sólo de palabra, sino también –como hacía Jesús- con obras. Obras, gestos, miradas, caricias, acompañamientos… que se convierten en los pequeños milagros cotidianos.

En el comienzo del evangelio Jesús habla de las “muchas estancias en la casa del Padre”. Estamos seguros de que, el día de mañana, cuando pasemos a vivir con él definitivamente, encontraremos su abrazo, su regazo para descansar plenamente. Pero si creemos de verdad que Dios Padre-Madre está aquí, a nuestro lado y que Jesús nos acompaña Vivo y resucitado, sabremos descubrir que nos espera ya en muchas “estancias”: la habitación de quien está enfermo en el hospital, en una residencia o quizás en casa; la de aquella persona conocida que sabemos sufre por alguna causa, o está sola; ese tramo de calle donde alguien suplica atención, ayuda, escucha; tantos espacios en los que levantamos muros y rejas para que el dolor hermano no nos salpique…

En todas estas “estancias” él también nos espera para abrazarnos. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores.” Así sea.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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Domingo 5º De Pascua

Domingo, 14 de mayo de 2017
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comentarios_desglose_ilustComentarios a las dos primeras lecturas

Hechos 6, 1-7

En aquellos tiempos, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el suministro diario no atendían a sus viudas.

Los apóstoles convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron:

– No nos parece bien descuidar la Palabra de Dios para ocuparnos de la administración, por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra.

La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Simón, Pármenas y Nicolás, prosélito de Alejandría. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.

La Palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.

En los relatos de la primera iglesia se nos presenta una iglesia familiar, en la que la autoridad de los Apóstoles no se ejerce de modo monárquico, ni siquiera colegiado. Es la comunidad la que toma las decisiones.

En este texto aparece la designación de los siete primeros diáconos por la comunidad, y la imposición de manos por los apóstoles. Estos relatos dan origen a múltiples consideraciones sobre las formas del ejercicio de autoridad en la iglesia. Indicaremos con brevedad solamente dos:

1)

La imagen un tanto idílica que a veces aparece en Los Hechos, queda un tanto traicionada en estos detalles, Había tensiones y dificultades, había diferencias de opinión…

Y existía en la comunidad el germen de una profunda crisis que se mostrará más adelante: los judaizantes y los helenizantes, dos grupos claramente diferenciados, unos más tradicionales, aún aferrados a la Ley de Moisés: su cabeza visible será Santiago, el hermano del Señor. Otros más abiertos, que entenderán La Nueva Noticia con independencia a la Antigua Ley: su paladín en el futuro será Pablo.

El enfrentamiento de estas dos tendencias se producirá en el llamado “Concilio de Jerusalén”, que se relata en el Libro de los Hechos en el capítulo 15, y en el capítulo 2 de la carta a los Gálatas. Vemos pues que Lucas selecciona e interpreta los sucesos, para dejar clara la presencia del Espíritu, pero es fiel a sus fuentes, aunque lo que cuenta no sea perfecto.

2)

En una Iglesia tan pequeña, la autoridad se ejerce de manera paternal, y no sustituye a la comunidad. Los Apóstoles presentan iniciativas a la comunidad y a ésta “les parece bien” y lo aprueban, y es la comunidad la que elige a los diáconos.

Al leer estas cosas sentimos una fuerte añoranza de aquella organización eclesial; nos gustaría que las cosas pudieran funcionar también hoy así, que fueran los fieles los que eligieran….

Hay sin embargo otra consideración que hacer: las formas de gobierno de la Iglesia actual no son las únicas posibles; históricamente la Iglesia ha funcionado también de maneras diferentes, menos monárquicas, y “los primeros obispos” dejaron claro que preferían no encargarse de los aspectos organizativos de la iglesia, para poder dedicarse “a la oración y al servicio de la Palabra”.

(Habría otro tema de meditación, muy interesante, pero que solamente vamos a enunciar: la última frase: “incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe”. Es decir, que son precisamente los sacerdotes los que más dificultades tenían para aceptar a Jesús… (Dejamos apuntado el tema, sin desarrollarlo)

Pedro 2, 4-9

Acercándoos al Señor, la Piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.

Dice la Escritura:

“Yo coloco en Sión una piedra angular,
escogida y preciosa;
el que crea en ella no quedará defraudado”.

Para vosotros, los creyentes, es de gran precio, pero para los incrédulos es la piedra que desecharon los constructores; esta se ha convertido en piedra angular, en piedra de tropezar y roca de estrellarse. Y ellos tropiezan al no creer en la palabra; ese es su destino.

Vosotros, en cambio, sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y entrar en su luz maravillosa.

En el fragmento que leemos hoy se sigue profundizando en la teología de la iglesia. Un pueblo de sacerdotes, que ofrece sacrificios espirituales. Una nación consagrada por Dios, que ha pasado de las tinieblas a la luz, asentada en Cristo, la primera piedra del edificio. La fe en Jesús es la que constituye a la iglesia. Aceptar al crucificado-resucitado, ésta es la piedra angular, que define a la iglesia como una nueva manera de ser y de vivir en relación con Dios y con los hombres.

Esa es la Piedra en la que tropiezan por ejemplo los sacerdotes de Israel, que parecen tener más dificultades que nadie en aceptar a Jesús. Se apunta aquí el tema de Jesús como piedra de escándalo. Jesús crucificado, locura para los griegos, escándalo para los judíos, fuerza de salvación para los creyentes, como dice Pablo en 1 Corintios 1.

En este texto se hace una velada pero clara comparación de la iglesia con el pueblo de Israel tal como aparecía en el Libro del Éxodo: este es el Nuevo Pueblo, llamado de las tinieblas a la luz, “de la esclavitud al servicio”, nación consagrada, adquirida por Dios, destinada a La Misión, a proclamar las hazañas del Señor, a ser mensajero de la Salvación.

José Enrique Galarreta, S.J.

Fuente Fe Adulta

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Puerta

Jueves, 11 de mayo de 2017
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Los amigos de Jesús lo vieron y lo oyeron solamente unas pocas veces después de aquella mañana de Pascua, pero sus vidas cambiaron de modo radical.

Lo que parecía ser el final resultó ser el principio. Lo que parecía ser la causa de su miedo resultó ser la causa de su valor. La derrota resultó ser victoria. Lo que parecía ser motivo de desesperación resultó ser motivo de esperanza.

De repente una pared se convierte en puerta y aunque no somos capaces de decir con mucha claridad o precisión lo que está más allá de esa puerta, el tono de todo lo que hacemos y decimos en nuestro camino a la puerta puede cambiar drásticamente.”

 

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Henri Nouwen

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , ,

“La resurrección de Jesús según san Pablo”, por Gonzalo Haya.

Jueves, 11 de mayo de 2017
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the conversion of saint-paul 50x34El primer documento escrito sobre la resurrección de Jesús se lo debemos a Pablo, solamente 20 ó 30 años después de su crucifixión. El obispo episcopaliano J. S. Spong ( 1, 2,) hace hincapié en este dato, porque se trata de una escueta interpretación de la resurrección, sin la escenografía de apariciones que 40 ó 50 años después presentaron los evangelistas. Y esa escenografía nos ha llevado a imaginar la resurrección como vuelta a la vida del cuerpo, mientras que Pablo interpretó la resurrección como una transformación en otra dimensión.

Exponemos a continuación los textos de Pablo y un resumen de los argumentos del trabajo de Song:

Rom 1,4; que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos,

Rom 4,25; el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

Rom 8,34;  ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

Rom 14,9; Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.

1Cor, 15,3-8; Lo que os transmití fue, ante todo, lo que yo había recibido: que el Mesías murió por nuestros pecados, como lo anunciaban las Escrituras, que fue sepultado y que resucitó al tercer día, como lo anunciaban las Escrituras; que se apareció a Pedro y más tarde a los Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez: la mayor parte viven todavía, aunque algunos han muerto. Después se le apareció a Santiago, luego a los apóstoles todos. Por último se me apareció también a mí, como al nacido a destiempo.

1Cor, 15,15-17; Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan.  Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.

· Pablo nos da las primeras referencias sobre la resurrección de Jesús, principalmente en Rom 1,4 y 1Cor 15,3-8. No conoce nada sobre signos portentosos a la muerte de Jesús ni sobre el sepulcro vacío. Para comprender lo que dice Pablo tenemos que olvidar de momento todo lo que dicen los evangelios sobre la resurrección de Jesús: discípulos de Emaús, tumba de José de Arimatea, mujeres que llevaban ungüentos a la tumba, y otras apariciones.

· Pablo concibió la resurrección según los tres modelos que encontraba en la tradición judía: Henoc “caminó con Dios y después desapareció porque Dios se lo llevó” (Gén 5,24). Moisés murió “como lo había dispuesto el Señor, y lo enterró… y hasta la fecha nadie sabe dónde está enterrado” (Dt 34,5-6) de modo que el pueblo creyó que no había muerto y estaba con el Señor. Elías fue arrebatado por un carro de fuego y transportado vivo a la presencia de Dios (2Reyes 2,11). Estos eran los modelos que tenía Pablo para comprender su experiencia de Jesús vivo a pesar de había sido crucificado y sepultado.

· La resurrección es el momento en que Dios constituye a Jesús como su Hijo, Mesías y Señor (Rom 1,3-4). Esta afirmación podría ser considerada como “adopcionista” según el concilio de Nicea.

· Según Pablo, Jesús se aparece primero a Pedro (según Juan se apareció primero a María Magdalena, según Marcos Mateo y Lucas el primer anuncio fue a un grupo de mujeres que habían seguido a Jesús). Sigue la aparición a los Doce; ahora bien, o Doce es un número simbólico, o Pablo no sabe nada de la traición de Judas, o quizás el personaje simbólico, elaborado posteriormente, sea Judas. Después a quinientos hermanos; después a Santiago, ¿el hermano del Señor? “Por último”, e igualmente,a Pablo; ¡cuya conversión sucedió entre uno o seis años después de la muerte de Jesús!

· Lucas sitúa todos los acontecimientos de Pascua, entre la resurrección y la ascensión, en 40 días. Los casi seis años de Pablo y la falta de detalles de una apariencia física -mensajes orales y contacto físico- nos indican que Pablo no entendió la resurrección como la revivificación del cuerpo físico de Jesús; esas descripciones fueron elaboradas posteriormente por las comunidades y recogidas por los evangelistas.

· Pablo solamente había experimentado que Jesús vivía y entendió que había sido constituido Señor y Mesías. La resurrección fue, más bien, la transformación en un plano diferente, a un orden de conciencia más allá de los límites del tiempo y del espacio… lo que él llamó cuerpo espiritual” 1Cor 15,44). No hubo una revivificación del cuerpo que permaneciera en la tierra durante unos días y luego fuera “elevado” a los cielos. Al morir, fue transformado; ya no es un mortal, “la muerte ya no tiene dominio sobre él” (Rom 6,9). “Esta carne y hueso no pueden heredar el reino de Dios, ni lo ya corrompido heredar la incorrupción (1Cor 15:50)

Tenemos dificultad de imaginar esta transformación porque necesitamos explicarla con los conceptos e imágenes obtenidas de este mundo material, y porque nuestro imaginario se ha nutrido con los relatos de los evangelistas que trataron de plasmar y visualizar la resurrección de Jesús. El pueblo sólo concebía una vida real en un cuerpo; un ser sin cuerpo les parecería un fantasma.

Los estudios bíblicos se concilian mejor con los estudios de la antropología actual, y nos facilitan una comprensión más actual y adulta de nuestra fe. Lo trascendente sigue siendo un misterio, pero al menos no resulta contradictorio con nuestros conocimientos científicos de lo inmanente.

Gonzalo Haya

Fuente Fe Adulta

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¿Vocación? ¡Discípula!

Martes, 9 de mayo de 2017
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marc3ada-magdalenaMagdalena Bennasar

Bilbao.

ECLESALIA, 01/05/17.- Aunque sigas mirando al sepulcro que te tiene atrapada, yo te llamo. Te elijo de nuevo y te empodero para que prediques la Buena Nueva.

Tendrás muchas, muchísimas dificultades, hoy y dentro de veinte siglos, pero tú no te calles, sigue anunciando el Evangelio. Confío en ti como el primer día.

Y hoy, el primer día de la semana, de la nueva creación, te llamo por tu nombre, en el jardín, como cuando todo empezó, y sólo tú estabas ahí, sola, llorando, desfondada.

Así llamé a Abrán y Sara para que salieran del sistema patriarcal que les atrapaba. También a Moisés y Miriam, les pedí que salieran de su vida organizada y tranquila para que utilizaran sus dones y talentos recibidos para liderar a la comunidad en un largo y penoso proceso de maduración. Tuvieron, como vosotras, que encarar sus múltiples sombras, disfrazadas  de “necesidades de ser necesitados”… para ser capaces de seguir la Promesa, la Luz.

La llamada personal a profetisas y profetas para que desbancaran el “ego” de personajes que se creían defender los derechos del pueblo utilizando la excusa de la guerra, la opresión, la religión para hacerse más fuertes, como hoy. Tarea de profetas, sólo posible, desde una experiencia de amistad y relación amorosa con el Dios que llama y envía.

En todas y todos ellos ibas viniendo tú, la discípula amada, la de las manos de partera y de panadera, capaz de ayudar a nacer y de alimentar esas comunidades incipientes que también hoy se forman cuando sobre todo discípulas, en mi nombre, libres de instituciones, dineros, papeleos… acercan mi presencia a sus vidas, con el don de la predicación que les he regalado.

Porque fuiste tú, discípula amada, la que fuiste convocada en el sepulcro, para que presenciaras la Vida y se la comunicaras a los hermanos escondidos y atrapados en sus cuevas ensombrecidas de traición, negación, abandono y miedo, mucho miedo a perder poder, protagonismo, bienes…

Ibas viniendo tú en la discípula elegida para anunciar la Resurrección. Y a pesar de que la historia se ha esforzado en mantenerte entre partos y panaderías, yo, el Resucitado, te sigo llamando por tu nombre.

A través de la Ruah, te levanto de tu tumba y tristeza y te encomiendo, de nuevo, la tarea de decirles que estoy Vivo y que mi proyecto es de Vida y de Comunidad de Iguales en toda la Creación, respetando la tierra y respetando a los más desfavorecidos, pero sobre todo respetando mi llamada a que fueran las mujeres las primeras enviadas a anunciar la Vida, y desde ellas los demás, no al revés (hoy da miedo decirlo, y resulta que es Evangelio puro, que a fuerza de torcerlo nos parece casi pecado).

Tendrás que enfrentar tu propio ego que querrá defenderse cuando los egos de los que se sienten especiales sientan amenazado su poderío. Pero tú no desfallezcas. La Ruah del Resucitado te levantará llamándote por tu nombre, día tras día.

El nombre que quisieran borrar de las páginas sagradas. Pero está ahí, recién pronunciado de nuevo en el corazón de personas que están atentas. Y es ese susurro en el hondón del alma lo que les pone en camino.

Esa llamada se hace efectiva cuando al transmitirla levanta a otras personas de sus tumbas y también se ponen en camino (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Es el camino de la comunidad de iguales. Quienes lo intentamos sabemos que si dejamos que sea su voz quien nos dirige, convoca, empodera, tenemos la Vida y en ella la respuesta al mal de la humanidad.

¿Cómo me atrevo? Porque cuando te llaman por tu nombre te cambian el corazón egoísta en corazón y pies y labios de discípula.

Feliz Tiempo Pascual.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

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“Nueva relación con Jesús”. 07 de mayo de 2017. 4 Pascua (A). Juan 1, 1-10.

Domingo, 7 de mayo de 2017
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Other-Sheep-logoEn las comunidades cristianas necesitamos vivir una experiencia nueva de Jesús reavivando nuestra relación con él. Ponerlo decididamente en el centro de nuestra vida. Pasar de un Jesús confesado de manera rutinaria a un Jesús acogido vitalmente. El evangelio de Juan hace algunas sugerencias importantes al hablar de la relación de las ovejas con su Pastor.

Lo primero es “escuchar su voz” en toda su frescura y originalidad. No con fundirla con el respeto a las tradiciones ni con la novedad de las modas. No dejarnos distraer ni aturdir por otras voces extrañas que, aunque se escuchen en el interior de la Iglesia, no comunican su Buena Noticia.

Es importante sentirnos llamados por Jesús “por nuestro nombre”. Dejarnos atraer por él personalmente. Descubrir poco a poco, y cada vez con más alegría, que nadie responde como él a nuestras preguntas más decisivas, nuestros anhelos más profundos y nuestras necesidades últimas.

Es decisivo “seguir“ a Jesús. La fe cristiana no consiste en creer cosas sobre Jesús, sino en creerle a él: vivir confiando en su persona. Inspirarnos en su estilo de vida para orientar nuestra propia existencia con lucidez y responsabilidad.

Es vital caminar teniendo a Jesús “delante de nosotros”. No hacer el recorrido de nuestra vida en solitario. Experimentar en algún momento, aunque sea de manera torpe, que es posible vivir la vida desde su raíz: desde ese Dios que se nos ofrece en Jesús, más humano, más amigo, más cercano y salvador que todas nuestras teorías.

Esta relación viva con Jesús no nace en nosotros de manera automática. Se va despertando en nuestro interior de forma frágil y humilde. Al comienzo, es casi solo un deseo. Por lo general, crece rodeada de dudas, interrogantes y resistencias. Pero, no sé cómo, llega un momento en el que el contacto con Jesús empieza a marcar decisivamente nuestra vida.

Estoy convencido de que el futuro de la fe entre nosotros se está decidiendo, en buena parte, en la conciencia de quienes en estos momentos nos sentimos cristianos. Ahora mismo, la fe se está reavivando o se va extinguiendo en nuestras parroquias y comunidades, en el corazón de los sacerdotes y fieles que las formamos.

La increencia empieza a penetrar en nosotros desde el mismo momento en que nuestra relación con Jesús pierde fuerza, o queda adormecida por la rutina, la indiferencia y la despreocupación. Por eso, el Papa Francisco ha reconocido que “necesitamos crear espacios motivadores y sanadores… lugares donde regenerar la fe en Jesús”. Hemos de escuchar su llamada.

José Antonio Pagola

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“Yo soy la puerta de las ovejas”. Domingo 07 de mayo de 2017. 4º Domingo de Pascua.

Domingo, 7 de mayo de 2017
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26-PascuaA4 cerezoLeído en Koinonia:

Hch 2,14a.36-41: Dios lo ha constituido Señor y Mesías
Salmo responsorial 22: El Señor es mi pastor, nada me falta.
1Pedro 2,20b-25: Habéis vuelto al pastor de vuestras vidas
Juan 10,1-10: Yo soy la puerta de las ovejas

La 1ª lectura, tomada del libro de los Hechos, pertenece al discurso de Pedro, ante el pueblo reunido en Jerusalén, a raíz del hecho de Pentecostés. Después de interpretarles el fenómeno de las lenguas diversas en que hablaban los discípulos invadidos por el Espíritu Divino, Pedro les evoca la vida y la obra de Jesús, les anuncia el “Kerygma”, la proclamación solemne de la Buena Nueva, del Evangelio: Cristo ha muerto por nuestros pecados, ha sido sepultado y al tercer día Dios lo hizo levantarse de la muerte librándolo de la corrupción del sepulcro y sentándolo a su derecha, como habían anunciado los profetas. Se trata ya, evidentemente, de una primera elaboración teológica del llamado «kerigma», o síntesis o núcleo de la predicación.

Lógicamente, esa formulación del kerigma está condicionada por su contexto social e histórico. No es que porque aparezca en el Nuevo Testamento ya haya de ser tenida como intocable e ininterpretable. Las palabras, las fórmulas, los elementos mismos que componen ese kerigma, hoy nos pueden parecer extraños, ininteligibles para nuestra mentalidad actual. Es normal, y por eso es también normal que la comunidad cristiana tiene el deber de evolucionar, de recrear los símbolos. La fe no es un «depósito» donde es retenida y guardada, sino una fuente, un manantial, que se mantiene idéntico a sí mismo precisamente entregando siempre agua nueva.

En muchos países tropicales son casi desconocidos los rebaños de ovejas cuidadas por su pastor. Eran y son muy comunes en el mundo antiguo de toda la cuenca del Mediterráneo. Muy probablemente Jesús fue pastor de los rebaños comunales en Nazaret, o acompañó al pastoreo a los muchachos de su edad. Por eso en su predicación abundan las imágenes tomadas de esa práctica de la vida rural de Palestina. En el evangelio de Juan la sencilla parábola sinóptica de la oveja perdida (Mt 18,12-14; Lc 15,3-7) se convierte en una bella y larga alegoría en la que Jesús se presenta como el Buen Pastor, dueño del rebaño por el cual se interesa, no como los ladrones y salteadores que escalan las paredes del redil para matar y robar. Él entra por la puerta del redil, el portero le abre, El saca a las ovejas a pastar y ellas conocen su voz. La alegoría llega a un punto culminante cuando Jesús dice ser “la puerta de las ovejas”, por donde ellas entran y salen del redil a los pastos y al agua abundante. Por supuesto que en la alegoría el rebaño, las ovejas, somos los discípulos, los miembros de la comunidad cristiana. La alegoría del Buen Pastor está inspirada en el largo capítulo 34 del profeta Ezequiel en el que se reprocha a las autoridades judías no haber sabido pastorear al pueblo y Dios promete asumir Él mismo este papel enviando a un descendiente de David.

La imagen del Buen Pastor tuvo un éxito notable entre los cristianos quienes, ya desde los primeros siglos de la iglesia, representaron a Jesús como Buen Pastor cargando sobre sus hombros un cordero o una oveja. Tales representaciones se conservan en las catacumbas romanas y en numerosos sarcófagos de distinta procedencia. La imagen sugiere la ternura de Cristo y su amor solícito por los miembros de su comunidad, su mansedumbre y paciencia, cualidades que se asignan convencionalmente a los pastores, incluso su entrega hasta la muerte pues, como dice en el evangelio de hoy “el buen pastor da la vida por sus ovejas”.

La imagen de «ovejas y pastores» ha de ser manejada con cuidado, porque puede justificar la dualidad de clases en la Iglesia. Esta dualidad no es un temor utópico, sino que ha sido una realidad pesada y dominante. El Concilio Vaticano I declaró: «La Iglesia de Cristo no es una comunidad de iguales, en la que todos los fieles tuvieran los mismos derechos, sino que es una sociedad de desiguales, no sólo porque entre los fieles unos son clérigos y otros laicos, sino, de una manera especial, porque en la Iglesia reside el poder que viene de Dios, por el que a unos es dado santificar, enseñar y gobernar, y a otros no» (Constitución sobre la Iglesia, 1870). Pío XI, por su parte, decía: «La Iglesia es, por la fuerza misma de su naturaleza, una sociedad desigual. Comprende dos categorías de personas: los pastores y el rebaño, los que están colocados en los distintos grados de la jerarquía, y la multitud de los fieles. Y estas categorías, hasta tal punto son distintas entre sí, que sólo en la jerarquía residen el derecho y la autoridad necesarios para promover y dirigir a todos los miembros hacia el fin de la sociedad. En cuanto a la multitud, no tiene otro derecho que el de dejarse conducir y seguir dócilmente a sus pastores» (Vehementer Nos, 1906). La verdad es que estas categorías de «pastores y rebaño», a lo largo de la historia de la Iglesia han funcionado casi siempre -al menos en el segundo milenio- de una forma que hoy nos resulta sencillamente inaceptable. Hay que tener mucho cuidado de que nuestra forma de utilizarlas no vehicule una justificación inconsciente de las clases en la Iglesia.

El Concilio Vaticano II supuso un cambio radical en este sentido, con aquella su insistencia en que más importante que las diferencias de ministerio o servicio en la Iglesia es la común dignidad de los miembros del Pueblo de Dios (el lugar más simbólico a este respecto es el capítulo segundo de la Lumen Gentium del Vaticano II).

Como es sabido, en las últimas décadas se ha dado un retroceso claro hacia una centralización y falta de democracia. La queja de que Roma no valora la «colegialidad episcopal» es un clamor universal. La práctica de los Sínodos episcopales que se puso en marcha tras el concilio, fue rebajada a reuniones meramente consultivas. Las Conferencias Episcopales Nacionales, verdadero símbolo de la renovación conciliar, fueron declaradas por el cardenal Ratzinger como carentes de base teológica. Los «consejos pastorales» y los «consejos presbiterales» establecidos por la práctica posconciliar como instrumentos de participación y democratización, casi han sido abandonados, por falta de ambiente. La feligresía de una parroquia, o de una diócesis, puede tener unánimemente una opinión, pero si el párroco o el obispo piensa lo contrario, no hay nada que discutir en la actual estructura canónica clerical y autoritaria. «La voz del Pueblo, es la voz de Dios»… en todas partes menos en la Iglesia, pues en ésta, para el pueblo la única voz segura de Dios es la de la Jerarquía. Así la Iglesia se ha convertido -como gusta de decir Hans Küng- en «la última monarquía absoluta de Occidente». A quien no está de acuerdo se le responde que «la Iglesia no es una democracia», y es cierto, porque es mucho más que eso: es una comunidad, en la que todos los métodos participativos democráticos deberían quedarse cortos ante el ejercicio efectivo de la «comunión y participación». En semejante contexto eclesial, ¿se puede hablar ingenuamente de «el buen pastor y del rebaño a él confiado» con toda inocencia e ingenuidad? El Concilio Vaticano II lo dijo con máxima autoridad: «Debemos tener conciencia de las deficiencias de la Iglesia y combatirlas con la máxima energía» (Gaudium et Spes 43).

En la Iglesia de Aquel que dijo que quien quisiera ser el primero fuese el último y el servidor de todos, en algún sentido, todos somos pastores de todos, todos somos responsables y todos podemos aportar. No se niega el papel de la coordinación y del gobierno. Lo que se niega es su sacralización, la teología que justifica ideológicamente el poder autoritario que no se somete al discernimiento comunitario ni a la crítica democrática. ¿Qué la Iglesia no es una democracia? Debe ser mucho más que una democracia. Y, desde luego: no ha de ser un rebaño. Leer más…

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Dom 7.5.17.Buen Pastor, una imagen bella e inquietante

Domingo, 7 de mayo de 2017
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18221688_786801624830365_245106477449535522_nDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 4º de Pascua, el Buen Pastor. El argumento pascual de este domingo no es una aparición de Jesús resucitado a las mujeres o discípulos, sino la experiencia de Jesús-Pastor que dirige y guarda, anima y protege a sus amigos que, conforme a un símbolo usual del oriente, aparecen como ovejas.

No voy a comentar de un modo completo el evangelio (Jn 10,1-10), ni tampoco la segunda lectura ( 1 Pedro 2, 20b-25), sino el tema de Jesús pastor y de los “ministros” de su evangelio quienes, según Jesús, deberían ser “buenos pastores”, poniendo su vida al servicio de las ovejas.

La iglesia posterior sigue empleando la imagen del pastor, y así habla de la pastoral, como expresión de servicio o gobierno cristiano. En esa línea, los protestantes han abandonado en general el tema del sacerdocio , pues sólo Jesús es para ellos sacerdote, y así presentan a sus ministros como pastores de las comunidades.

Éste ha de ser el sentido del “mando cristiano”: Un ejercicio de pastoreo, al servicio de las ovejas (con olor a oveja como dice Francisco), pues, en sentido evangélico, no son las ovejas para el pastor, sino el pastor para las ovejas.

18198619_786817478162113_5712814314027295776_n— Esta es una imagen bella, propia del entorno del Mediterráneo y de otros lugares, donde puede hablarse de diversos tipos de pastores (cabreros y ovejeros, boyeros y vaqueros, camelleros etc).

— Pero es, al mismo tiempo, una imagen inquietante, que puede hallarse en gran parte superada, siendo ya anacrónica (el mundo de los viejos pastores está terminando…). En el mundo moderno, los pastores han perdido (o están perdiendo) su vinculación personal con las ovejas (o las cabras, las vacas y los cerdos…), para convertirse en sueños superiores, que se imponen y dirigen a sus animales con medios técnicos…

— Y puede ser también una imagen injusta, pues los fieles (los cristianos) no son ovejas ni cabras, animales que han de ser pastoreados (llevados a sus pastos…), sino personas libres, como sabe el mismo Jesús cuando dice “ya no os llamo siervos, ni ovejas ovejas, sino que os llamo amigos”, pues he querido compartir con vosotros todo lo que Dios me ha dado, todo lo que tengo.

Ésta acaba siendo la gran paradoja del pastor del evangelio, que no manda ni se impone desde arriba sobre las ovejas, sino que las conoce por su nombre y las quiere con amor, de un modo inmediato… dando la vida por ellas. Por eso, lo que importa no son los pastores, sino las ovejas, a cuyo servicio han de ponerse los pastores.

3698__441c4cf2ae9e5(Por eso una imagen de pastores vestidos gala…, como si estuvieran ocupados de sí mismos, acaba siendo para muchos extraña y contraproducente).

En ese sentido, el buen pastor no manda sobre las ovejas, sino que son las ovejas las que mandan sobre el pastor, que debe someterse a ellas (esto es, ponerse al servicio de ellas).

Este inversión (no son ovejas para el pastor, sino el pastor para las ovejas…) define la tarea de la “pastoral cristiana”, que nos sitúa en el centro de la experiencia cristiana de la actualidad, dentro de la gran crisis política y social, en un mundo donde parecemos gobernador por lobos (imagen).

En otro tiempo, reyes y obispos, podían aparecer como “pastores”, de manera que ellos tenían autoridad sobre las ovejas, y quizá lo hacían bien. Per ¿quién se atrevería a llamar hoy “pastores” a los reyes y políticos de turno (Rajoy o Trump, Iglesias, Isabel II o a Putin…?

18222634_786802258163635_5111626132351256258_nPues bien, muchos “pastores cristianos” (obispos, presbíteros…) no se han dado cuenta de este cambio evangélico… y piensan que son ellos los que mandan sobre las ovejas, y no es así: ¡No son los pastores los que mandan sobre las ovejas, sino ellas, las ovejas, las que mandan sobre los pastoes.

El tema de fondo de esta imagen del pastor y de rebaño…. es luminoso, pero está necesitado de un tratamiento serio. Por eso he querido volver a sus orígenes bíblicos, para que cada lector lo replantee. Buen domingo a todos. Seguimos en Pascua… la pascua de los pastores.

(1) La imagen bíblica.

18199069_786817234828804_8606526305946516118_nLa figura del pastor y su rebaño pertenece al mundo cotidiano del antiguo oriente mediterráneo. Desde la perspectiva del Nuevo Testamento, ella culmina en Jn 10, 2-16 (el Buen Pastor) y en Mt 25, 31-46 (juicio final) y ha tenido gran influjo en la visión posterior de la iglesia cristiana que ha concebido a sus ministros como «pastores» y interpretado su acción ministerial como «pastoral».

Pastor es en oriente (Sumeria, Babilonia, Asiria…) el rey, que protege y guía sus rebaños de hombre, ayuda a los débiles, protege a los enfermos. Pastor es en el cielo Dios, aquel que cuida del rebaño grande de los hombres. Ésta es una imagen valiosa, pero corre el riesgo de establecer una distancia entre el guía-pastor que es el único individuo activo y el resto de los hombres, entendidos como rebaño pasivo.

Desde Abel, que es el primer pastor (Gen 4, 2) y desde un hijo de Lamec, que fue padre de todos los que crían ganado y viven en tiendas (cf. Gen 4, 20), y desde los patriarcas, pastores de ganados (cf. Gen 13, 7; 26, 20; 46, 32), la Biblia está llena de pastores, aunque la cultura israelita dominante acaba siendo agrícola y urbana. De todas formas, el recuerdo de David, pastor de ovejas en los campos de Belén (1 Sam 16, 13; 17, 20), se ha mantenido vivo en la tradición mesiánica. Un salmo dice que Dios tomó a David de los rediles de ovejas, para hacerle rey de Israel, de manera que su oficio y tarea de pastor de ovejas sirve de base simbólica para entender su trabajo de pastor del pueblo (cf. Sal 78, 70).

Dios aparece como un pastor que cuida el rebajo de los hombres, especialmente de su pueblo Israel (Is 40, 11; 63, 11; Jer 30, 10 etc). El Antiguo Testamento sabe que Dios es pastor de Israel: «El Señor es mi pastor, nada me falta, por lugares tranquilos me hace reposar…» (Sal 23, 1; cf. Gen 49, 24; Jer 31, 10; 43, 12; Ez 34, 5.12, etc.). Leer más…

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La pascua del pastor. Pedro ¿Me amas?

Domingo, 7 de mayo de 2017
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imagesEl servicio de pascua es, ante todo, una experiencia de amor, como Jesús ha pedido a Pedro, el “primer papa”. En esa línea quiero ampliar y completar el comentario bíblico de ayer sobre “el Buen Pastor” (Dom 4 de Pascua, Jn 10, 1-10), a partir de tres principios.

No está está el rebaño al servicio del pastor, sino el pastor al servicio del rebaño. El pastor bíblico y cristiano no vive del rebaño, sino para el rebaño, en gesto de amor que no es imposición sino experiencia de vida compartida.

El pastor bíblico/cristiano no es jefe, sino amigo. Conoce a las “ovejas”, que son sus amigas (las conozco, me conocen…). Por eso dice: “No os llamo siervas, sino amigas…” porque es digo todo lo que sé (que es amar).

En esa línea, como sabe San Juan de la Cruz, el pastor dice: !Ya no guardo ganado, que ya sólo en amar es mi ejercicio! (Cántico). Ésta que así dice no es pastor, sino pastora, hombre y/o mujer que ama.

En esa línea se entiende la Pascua, como descubrimiento de aquello que Dios nos ha dado en Jesús y que nosotros podemos podemos darle, como ha puesto de relieve el evangelio del amor de Pedro, a quien Jesús le dice sin rubor (de hombre a hombre, o de mujer a mujer etc): Pedro ¿me amas? (Jn 21).

18222597_787240801453114_2118861983041371357_nPedro y los otros discípulos de Jesús pensaban que con la resurrección se resolvería todo. Pero descubren que la resurrección es una tarea de amor. Ser capaces de acoger el amor y responder amando, eso es resucitar.

Así lo ha fijado el evangelio de Juan en la figura de Pedro, que ha sido un hombre especial, pero que es, al mismo tiempo, el signo de todos los cristianos. Conforme a esta visión, todos somos “papas”, es decir, todos somos Pedro: podemos amar porque somos amados, asumiendo así con Pedro la tarea del amor.

En esa línea, como diré mañana, aplicando el tema a la escuela (comentando la segunda imagen), todos los cristianos hemos de ser “profesores de amor”. Hemos “profesado” en amor, no en la línea de los profesionales que realizan un oficio externo, sino como los amigos verdaderos que son lo que enseñan y enseñan lo que son. Buen fin de semana de Pascua para todos

¿Me amas?

Pedro ha hecho todo lo que tenía que hacer: ha pescado, ha recogido la pesca. Ahora Jesús, que le ha dado de comer, le llama y le pregunta:

Simón, hijo de Juan ¿me amas más que estos?
Le dijo: ¡Sí, Señor! Tú sabes que te quiero.
Le dijo: ¡Apacienta mis corderos!
Por segunda vez le dijo: Simón, hijo de Juan ¿me amas?
Le dijo: ¡Sí, Señor! Tu sabes que te quiero.
Le dijo: ¡Apacienta mis ovejas!
Por tercera vez le dijo: Simón, hijo de Juan ¿me quieres?
Se entristeció Pedro porque por tercera vez le había dicho
¿me quieres?
Y le dijo:¡Señor! Tú lo sabes todo, tu sabes que te quiero.
Y le dijo: ¡apacienta mis ovejas! (Jn 21, 15-17)

Este es el texto clave de la tarea de la Iglesia. Muchos desean ser pastores para dominar sobre el rebaño, como sabe ya la tradición de la Escritura (cf Ez 34). Es más, los reyes y señores de los viejos imperios de la tierra se decían pastores de sus gentes: en principio querían ayudarles y guiarles pero muchas veces acababan destruyendo y oprimiendo a su rebaño. Frente a esos malos pastores que no buscan el bien de sus ovejas se ha colocado Jesús. Hay que pasar del plano del salario al plano del amor

Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas.
El asalariado, el que no es pastor… mira venir al lobo y huye…,
es asalariado y no le importan las ovejas… (cf Jn 10, 7-13).

Hay un tipo de pastores ladrones y bandidos: dicen cuidar de su rebaño pero lo dominan a su antojo, para su provecho. Hay pastores de interés y economía: les importa su dinero, no la vida del rebaño; por eso en tiempo de estrechez escapan.

Pues bien, en contra de ellos, Jesús se ha presentado como auténtico pastor: guía y acompaña a sus ovejas, dialoga con ellas (se conocen mutuamente) y les ofrece su vida (muriendo por ellas). Esta es la tarea que encomienda en el momento de la pascua a Pedro y así empieza preguntándole: ¿Me quieres?

Examen de amor

Este es el único tema del examen. Por tres veces ha negado Pedro al Cristo en el momento de la prueba: ha visto al lobo (los jueces que condenan a Jesús) y se ha escapado, olvidando su palabra y compromiso (cf Jn 18, 15-18 par). Por tres veces vuelve a preguntarle Cristo, en gesto de confianza renovada: ¿me quieres? Dos son los elementos que se implican en ese amor que Cristo pide a Pedro.

– Por una parte Pedro tiene que amar intensamente a Cristo, identificándose con él, comprometiéndose a dar la vida por los demás. En ese aspecto, Pedro tiene que hacerse discípulo querido. Sólo aquellos que se dejan amar por Jesús y le aman pueden realizar la experiencia de la pascua. Al final de todos los caminos, en la entraña del misterio pascual sólo existe un secreto: el amor. Pedro debe conocer ese secreto, como ya lo conocía el discípulo amado: ha de querer a Jesucristo.
En un segundo momento, el amor a Jesús ha de expandirse y expresarse como amor a sus ovejas. Jn 10 aseguraba que el auténtico pastor ama a su rebaño, está dispuesto a entregar siempre la vida por las ovejas. Esto es lo que Cristo dice a Pedro cuando le confía por tres veces su tarea: apacienta, pastorea a mis ovejas.

De esa forma, la pascua se convierte para Pedro y para los cristianos en expresión y principio de amor activo, de entrega gozosa y servicial en favor de las ovejas de Jesús, es decir, de aquellos hombres y mujeres de la iglesia donde el mismo Cristo pascual se hace presente. Esto es la pascua: pasar del plano del salario en el que todo se determinado según medida de equivalencia (doy para que me den) al plano del amor: doy gratuitamente, porque amor. Amar de un modo gratuito, eso es la pascua de Pedro, la pascua de la Iglesia.

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Señor, Mesías, modelo, puerta del aprisco. Domingo 4º de Pascua.

Domingo, 7 de mayo de 2017
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Young ShepherdDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Estos cuatro títulos resumen lo que afirman de Jesús las lecturas del próximo domingo: que es Señor y Mesías lo dice Pedro en el libro de los Hechos (1ª lectura); como modelo a la hora de soportar el sufrimiento lo propone la Primera carta de Pedro (2ª lectura); puerta del aprisco es la imagen que se aplica a sí mismo Jesús en el evangelio de Juan. En resumen, las lecturas nos proponen una catequesis sobre Jesús, lo que significó para los primeros cristianos y lo que debe seguir significando para nosotros.

No quedarnos en el próximo domingo, mirar hasta el 7º

Cabe el peligro de vivir la liturgia de las próximas semanas sin advertir el mensaje global que intentan transmitirnos las lecturas dominicales. Pretenden prepararnos a las dos grandes fiestas de la Ascensión y Pentecostés, y lo hacen tratando tres temas a partir de tres escritos del Nuevo Testamento.

1. La iglesia (1ª lectura, de los Hechos de los Apóstoles). Se describe el aumento de la comunidad (4º domingo), la institución de los diáconos (5º), el don del Espíritu en Samaria (6º), y cómo la comunidad se prepara para Pentecostés (7º). Adviértase la enorme importancia del Espíritu en estas lecturas.

2. Vivir cristianamente en un mundo hostil (2ª lectura, de la Primera carta de Pedro). Los primeros cristianos sufrieron persecuciones de todo tipo, como las que padecen algunas comunidades actuales. La primera carta de Pedro nos recuerda el ejemplo de Jesús, que debemos imitar (4º); la propia dignidad, a pesar de lo que digan de nosotros (5º); la actitud que debemos adoptar ante las calumnias (6º), y los ultrajes (7º).

3. Jesús (evangelio: Juan). Los pasajes elegidos constituyen una gran catequesis sobre la persona de Jesús: es el pastor y la puerta (4º); camino, verdad y vida (5º); el que vive junto al Padre y con nosotros (6º); el que ora e intercede por nosotros (7º).

Jesús, puerta del aprisco

En aquel tiempo, dijo Jesús:

-«Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:

-«Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»

El autor del cuarto evangelio disfruta tendiendo trampas al lector. Al principio, todo parece muy sencillo. Un redil, con su cerca y su guarda. Se aproxima uno que no entra por la puerta ni habla con el guarda, sino que salta la valla: es un ladrón. En cambio, el pastor llega al rebaño, habla con el guarda, le abre la puerta, llama a las ovejas, ellas lo siguen y las saca a pastar. Lo entienden hasta los niños.

Sin embargo, inmediatamente después añade el evangelista: “ellos no entendieron de qué les hablaba”. Muchos lectores actuales pensarán: “son tontos, está clarísimo, habla de Jesús como buen pastor”. Y se equivocan. Eso es verdad a partir del versículo 11, donde Jesús dice expresamente: “Yo soy el buen pastor”. Pero en el texto que se lee hoy, el inmediatamente anterior (Juan 10,1-10), Jesús se aplica una imagen muy distinta: no se presenta como el buen pastor sino como la puerta por la que deben entrar todos los pastores (“yo soy la puerta del redil”).

Con ese radicalismo típico del cuarto evangelio, se afirma que todos los personajes anteriores a Jesús, al no entrar por él, que es la puerta, no eran en realidad pastores, sino ladrones y bandidos, que sólo pretenden “robar y matar y hacer estrago”.

Resuenan en estas duras palabras un eco de lo que denunciaba el profeta Ezequiel en los pastores (los reyes) de Israel: en vez de apacentar a las ovejas (al pueblo) se apacienta a sí mismos, se comen su enjundia, se visten con su lana, no curan las enfermas, no vendan las heridas, no recogen las descarriadas ni buscan las perdidas; por culpa de esos malos pastores que no cumplían con su deber, Israel terminó en el destierro (Ez 34).

La consecuencia lógica sería presentar a Jesús como buen pastor que da la vida por su ovejas. Pero eso vendrá más adelante, no se lee hoy. En lo que sigue, Jesús se presenta como la puerta por la que el rebaño puede salir para tener buenos pastos y vida abundante.

En este momento cabría esperar una referencia a la obligación de los pastores, los responsables de la comunidad cristiana, a entrar y salir por la puerta del rebaño: Jesús. Todo contacto que no se establezca a través de él es propio de bandidos y está condenado al fracaso (“las ovejas no les hicieron caso”). Aunque el texto no formula de manera expresa esta obligación, se deduce de él fácilmente.

En realidad, esta parte del discurso termina dirigiéndose no a los pastores sino al rebaño, recordándole que “quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.

Ya que es frecuente echarle la culpa a los pastores de los males de la iglesia, al rebaño le conviene recordar que siempre dispone de una puerta por la que salvarse y tener vida abundantes.

La segunda lectura recuerda a los cristianos perseguidos y condenados injustamente que ese mismo fue el destino de Jesús, y que lo aceptó sin devolver insultos ni amenazas. En ese contexto lo presenta como modelo con unas palabras espléndidas: “Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas”. Al final de esta lectura encontramos la imagen de Jesús como buen pastor (“Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas”.). Como he indicado, no es la esencial del evangelio.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 2, 20b-25

Queridos hermanos: Si, obrando el bien, soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios. Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas os han curado. Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas.

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