Del blog de Xabier Pikaza:
Dom 2 pascua. Jn 20, 19-31. María Magdalena había “tocado a Jesús” en el huerto pascual, porque le amaba y por la alegría de saber que estaba vivo. Pero después tuvo que dejar de tocarle así (¡noli me tangere!), a fin tocarle/conocerle de un modo aún más hondo, llevando el Mensaje de la Vida de Jesús a los discípulos (Jn 20, 17).
Ella tocaba con amor, fue la primera de los resucitadas con Jesús en el huerto de Vida de Pascua.
A diferencia Magdalena, Tomás “el gnóstico” tuvo que aprender a tocar, bajar del mundo de los altos dogmas, de las ideas separadas, para retomar la experiencia concreta del amor de Jesús, que es la vida entregada por los otros, amor llagado. No basta con creer en Jesús de un modo separado; hay que creer en él y quererle tocando sus llagas, que son las llagas de mundo herido por (falta de) amor.
Es hermoso que el evangelio de Juan haya recogido la experiencia de María. Pero más hermoso aún es el hecho de que recoge la experiencia de Tomás, para enseñarnos así que la Pascua significa tocar con más fuerza, de un modo más hondo, como tuvo que aprender Tomás, un apóstol a quien la tradición dará gran importancia (como indica el evangelio de su nombre, no incluido en el canon, por sus tendencias gnósticas).
Tocar a Jesús, meter el dedo en su llaga, es descubrir la herida sangrante de la historia, vinculando así la resurrección con el dolor de los hombres y mujeres oprimidos, torturados, enfermos, asesinados (y con el amor de los hombres y mujeres que se aman, que se tocan y que de esa forma resucitan al amarse).
— Pascua es tocar y acompañar a Jesús en los llagado en los llagados de la vuda… Es dejarse encender e interrogar, aprender a sentir y transformarse desde los expulsados de la vida. No es saber simplemente de oídas, no es comentar de un modo abstracto en las noticias, sino implicarse desde dentro en el dolor concreto de los crucificados.
— Pascua es también (al mismo tiempo) sentir en las manos y en los dedos, en el corazón y la mirada, el abrazo de amor de los hombres. No hay pascua de Jesús sin cuerpo a cuerpo de intimidad y cercanía, de varones y mujeres, de los niños y mayores, en los diversos tipos de encuentro y comunión, no para poseer sino para compartir, no para imponerse sino para abrir juntos caminos siempre nuevo de respeto y admiración. Así nos toca Jesús, así se deja tocar por nosotros.
— Jesús resucita como pascua de amor en los heridos/expulsados y en los amantes, en una humanidad cuyo secreto pascual es descubrir y compartir la vida en gozo abierto a la esperanza de transfiguración no sólo de los vivos, sino también de los muertos y enterrados como Jeús, y de los muertos sin enterrar… en esta vieja tierra (cf. https://www.cristianosgays.com/2015/04/12/pascua-4-dom-12-3-15-tomas-la-herida-de-la-historia/).
Desde este fondo quiero retomar el evangelio de este día, domingo blanco (in albis) de resurrección a la vida, con el recuerdo agradecido de Tomás.
Tomas, una estación de Pascua
El recuerdo de Tomás nos lleva a la exigencia de conversión de un tipo de cristianismo puramente espiritual. Él se movía al principio fuera del espacio de dolor de los hombres concretos, como signo de una iglesia paralela, sin cruz real, sin comunidad abierta a los crucificados. Por eso no está en el primer grupo de aquellos que “ven” a Jesús y que así creen, pero sin formar parte de la verdadera Iglesia.
Pero él viene el “domingo” siguiente, algo le atrae, y no sólo “ve” a Jesús, sino que le toca. Esta experiencia de “conversión” de Tomás, que vuelve a la iglesia y que toca a Jesús forma parte esencial del misterio de la pascua cristiana. Así lo destaqué hace tiempo (en la postal de 15 4 07 de este blor), así lo vuelvo a destacar ahora, desde la perspectiva de esta Vía de Luz de la Resurrección.
Jesús resucitado sigue llevando en sus manos y en su pecho la herida de la historia, no sólo las llagas de los clavos y el corte de la lanza en su propio cuerpo, sino la llaga de los enfermos y expulsados, de los hambrientos y oprimidos de miles y millones de personas que siguen sufriendo a nuestro lado.
Tomás empezó siendo el apóstol de una espiritualidad sin compromiso social, sin entrega profética, sin solidaridad con los pobres y excluidos. No era un apóstol cristiano de Jesús crucificado, sino un diletante de la religión desencarnada que algunos siguen defendiendo.
Pues bien, según el evangelio, Tomás se convirtió, descubriendo y confesando en su vida la llaga de Cristo que sigue sufriendo en los pobres. El cristianismo no es una pura espiritualidad; es una religión de la “carne comprometida” y solidaria. Por eso, Jesús sigue diciendo a Tomás:
Mete tu mano en la llaga de los clavos, en mi pecho atravesada,
descubre mi presencia pascua en la herida de los crucificados de la historia.
La Gran Comunidad (Jn 20, 19-23)
Al principio, también ellos tenían miedo (Jn 20, 19). Eran una iglesia frágil, de miedo y de dudas, son comunidad que necesita la presencia del Señor. En este contexto se inscribe la visión:
A la tarde de aquel día primero de la s emana,y estando cerradas las puertas del lugar donde estaban los discípulos,por el medio a los judíos,vino Jesús y se colocó en medio de ellos diciendo:
–¡La paz con vosotros!
Y diciendo esto les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Y les dijo de nuevo:
— ¡La paz con vosotros!
Como me ha enviado el Padre os e nvío también yo.Y diciendo esto sopló y les dijo:
– Recibid el Espíritu Santo,a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados;y a quienes se los retengáis les se rán retenidos (Jn 20, 19-23).
Los discípulos se encuentran reunidos en forma de comunidad eclesial que se ha separado ya del judaísmo rabínico. Tienen miedo y Jesús les conforta con su palabra y su presencia sensible (manos y costado), su envío y su poder de perdón. Es el Jesús “real” que vive en ellos, no una fantasía. Ellos son la iglesia reunida ante Jesús y por Jesús, que les envía a realizar su misión (a ofrece su perdón) del Señor resucitado.
Ésta es una experiencia comunitaria: Éste es el Jesús presente en los hermanos que se unen en su nombre y se perdonan, descubriéndose así transmisores de perdón:
– La Pascua es ante todo paz. Jesús saluda a sus discípulos dos veces, con la misma palabra: paz a vosotros (Eirênê hymin: 20,19.21). Sobre un mundo atormentado por la guerra y la violencia, ofrece Cristo paz fundante, creadora. Sobre una comunidad encerrada por el miedo extiende el Cristo pascual la gracia de su vida hecha principio de misión universal. Jesús es paz para aquellos que le reciben y para todos. Eso es pascua.
– La pascua es presencia gloriosa del crucificado. El Señor resucitado es el mismo Jesús que se entregó por los hombres. Como señal de identidad, como expresión de permanencia de su pasión salvadora, Jesús mostró a sus discípulos las manos y el costado (20, 20), en gesto que después va a recibir nuevo contenido ante el rechazo de Tomás (cf 20, 24-29). Creer en la pascua es descubrir el valor del sufrimiento, es descubrir a Jesús crucificado como Señor glorioso. En el fondo está la misma experiencia teológica de Lc: ¡Era necesario que el Cristo muriera…! (Lc 24, 26.46). En ese fondo está la más honda experiencia social: Jesús resucitado está en los que sufren sobre el mundo.
– La pascua se vuelve así Pentecostés. Jesús resucitado sopla sobre sus discípulos diciendo recibid el Espíritu Santo (20,22), en gesto que evoca sin duda una nueva creación. El mismo Dios había soplado en el principio sobre el ser humano, haciéndole viviente (Gen 2, 7). Ahora sopla Jesús, como Señor pascual, para culminar la creación que en otro tiempo había comenzado. Leer más…
Biblia, Espiritualidad
2º Domigo de Pascua, Creer, Dios, Evangelio, Jesús, Resurrección, Tomás, Ver
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