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La ascensión: La vida tiene sentido.

Domingo, 13 de mayo de 2018
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imagesDel blog de Tomás Muro, La Verdad es libre:

01. ALGUNAS NOTAS EXEGÉTICAS

Hemos escuchado dos relatos de la Ascensión del Señor: uno de San Lucas (Hechos) y otro de san Marcos.

La Ascensión EN LOS Hechos (Lucas) acontece a los 40 días de la resurrección. En Marcos la Ascensión sucede el mismo día de Pascua.

Pensemos que estos relatos no son la filmación de un hecho para “Informe semanal”, sino que son más bien una interpretación de la fe de las primeras comunidades cristianas

Estos relatos, como tantos otros, están elaborados con un mundo de símbolos: la montaña es el lugar más cercano a Dios: Jesús está en Dios. La nube en la Biblia (Éxodo) es el símbolo de la protección de Dios: más allá de la nube está Dios, que es donde termina Jesús. Los “cuarenta días lucanos” son una alusión a la peregrinación del pueblo de Israel por el desierto. A Jesús, como a todos, ascender a Dios le costó toda la vida.

En el fondo esta fiesta es la fe en que Jesús terminó en Dios Padre.

El que viene de Dios, Jesús, vuelve a Dios. Y esto es válido también para nosotros, hermanos de Cristo: Dios no quiere que se pierda ni uno solo de los seres humanos.

02. EL CIELO NO ES UN LUGAR, ES UNA SITUACIÓN PERSONAL.

La Resurrección, la Ascensión, Pentecostés son acontecimientos no visibles históricamente. (De hecho, hasta el siglo IV las comunidades cristianas celebraron en el mismo día la Resurrección y la Ascensión).

No sabemos cómo será el cielo, probablemente no será “un lugar”, una especie de “vacaciones en un hotel de lujo”. Apacigüemos nuestra curiosidad y confiemos en que esta historia nuestra personal y comunitaria tendrán una finalización en el ser, en Dios.

03. LA ASCENSIÓN ES LA RESPUESTA A LA CUESTIÓN DEL SENTIDO DE LA VIDA.
images-1Una pregunta constante en la historia de humanidad es ¿Qué podemos esperar? ¿Hay algo que esperar? Los cristianos, como todo el mundo, tenemos el peligro de vivir en “tiempo muerto”, o simplemente de instalarnos en este pequeño oasis que es la vida y se está bastante bien.

Cuando individual, social o eclesialmente perdemos la esperanza y no miramos ya al futuro, nos instalamos. Se está bien aquí.

Esta es una tentación muy eclesiástica: olvidar el futuro y quedarse en las instituciones y estructuras intermedias.

Ser persona humana, ser cristiano es ser esperante, vivir esperanzadamente. Vivimos como si este tiempo fuese todo. Pero este tiempo, esta historia se acaba, o mejor: concluye definitivamente en la Ascensión La Ascensión nos indica la meta de nuestra esperanza, el futuro.

La pregunta sigue en pie. ¿Tiene sentido la vida?

La afirmación de la Ascensión es muy potente y esperanzadora, aunque está dicha muy sencillamente, casi de un modo infantil: Jesús subió al cielo y se sentó junto a Dios.

La tierra termina en el cielo, el tiempo en la eternidad, el hombre termina en Dios.

Para vivir sensatamente el presente en toda su complejidad de dimensiones –positivas y negativas- hay que intuir el futuro, el futuro absoluto. ¡Ay del que piensa que su patria es donde ha nacido! ¡Dios nos libres de quienes piensan que la Iglesia es el Reino de los cielos! Nuestra meta, nuestra patria está en el CIELO: hacia ti morada santa…

El futuro no llega como punto final de nuestra vida o de la historia. El futuro se hace presente en nuestro hoy y la esperanza posibilita vivir el presente con sentido y algún gozo. El futuro que aguardamos: como personas, como pueblos, ideologías, como Iglesia, ese futuro está influyendo y configurando nuestro presente. La esperanza que aguardamos, es la alegría del presente.

No es pensable una existencia sana sin esperanza. El ser humano es aquello que espera. Posiblemente sin esperanza, la existencia humana se torna enfermiza, depresiva. La esperanza confía en el sentido de la vida. Tal sentido descansa en la ultimidad de Dios. La meta de nuestra esperanza es la Ascensión.

Cronológicamente el cielo llegará cuando y como llegue. Dice el salmo 89:10: Aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta,
la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan.

Pero el cielo, la esperanza, el horizonte están ya presentes en nuestro hoy dando sentido. El futuro soñado y esperado es la alegría del presente.

El cielo no puede esperar.

04. CUIDEMOS EL SENTIDO DE LA VIDA.

images-2El sentido de la vida responde a la cuestión de “si existe algo o alguien por el que merece la pena que yo siga existiendo”.

El sentido de la vida confiere dirección, finalidad y finalización al ser humano y a todos su procesos.

Pero el sentido de la vida no es algo evidente. Nadie puede demostrar científicamente que la vida tenga sentido. El sentido de la vida no es un asunto científico, no se vende en la farmacia Es una cuestión de confianza absoluta.

Pero precisamente porque no es evidente, hemos de cuidar más y mejor el sentido de la vida

El supertécnico del parque tecnológico de Aiete, el ingeniero o científico más importante saben de su destino y del de sus semejantes lo que el analfabeto o el hombre de Altamira o Santimamiñe. El ingeniero espacial de la base de California y el “salvaje” de la última tribu que haya sobrevivido tienen en común una pareja ignorancia sobre el tema. Más aún, parece probable que el llamado salvaje sepa de esto algo más que el ingeniero

Las religiones se han sobrepasado en su lectura e interpretación de muchas cuestiones de la vida. Las ciencias se quedan muy cortas ante los problemas últimos de la vida y dejan al ser humano a descampado. No parece que sea progreso y ciencia ver cómo unos caníbales comen perfectamente sentados en la mesa, con mantel, servilleta, cuchillo y tenedor.

Hemos de cuidar el sentido de la vida: cultura, confianza, arte

05. MISIÓN: ID POR TODO EL MUNDO Y NO OS QUEDÉIS PLANTADOS MIRANDO AL CIELO.

bonnenouvelle-1Id y enseñar el Evangelio. Los discípulos se pusieron a enseñar el evangelio por todas partes.

El “id por todo el mundo” no es solamente una cuestión geográfica, sino ideológica: id por todas las culturas, por el diálogo ciencia y fe, fe y situaciones políticas, por los recovecos de la cultura.

La misión, la evangelización implica una dinámica misionera de desinstalación, de agilidad mental y cristiana, de esperanza.

La buena noticia, el evangelio es comunicar que el mal, el pecado está perdonado, que la muerte no es el final, sino que nuestro final es Dios.

Una iglesia replegada, atrincherada sobre sí misma, es una iglesia asustada que sigue viviendo en el cenáculo. Jesús ha sacado a los suyos del Templo, de los cenáculos y de los sistemas eclesiásticos: Id por todo el mundo

06. PAR ASCENDER, HAY QUE DESCENDER
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La Ascensión a los cielos pasa por el descenso a los infiernos. Jesús -el que no era ni tenía pecado- descendió en el río Jordán a lo más profundo del mal, de las desgracias y tristezas humanas.

Jesús fue elevado a la cruz con toda esa massa damnata (masa-humanidad condenada), toda la humanidad caída a la cruz, y de la cruz al cielo. Mirarán al que transpasaron.

Nuestra Ascensión pasa por el descenso a los bajos fondos (infiernos) de los empobrecidos, deprimidos, pisoteados, drogadictos, de las mujeres vejadas, maltratadas, de todos los marginados; también hemos de descender a nuestros propios hundimientos.

También resuena para nosotros:

MIRAD AL CIELO COMO ESPERANZA.
ID POR TODO EL MUNDO Y PREDICAD EL EVANGELIO.

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La puerta abierta

Miércoles, 9 de mayo de 2018
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Del blog de Henri Nouwen:

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“La muerte y la resurrección de Jesús es el modo que tiene Dios de abrir la puerta a todos los seres humanos hacia la vida eterna. Dice Jesús : ‘Y yo, si fuere elevado de la tierra, atraeré a todos a mí’ (Juan 12,32). Y efectivamente, todos los seres humanos, de todo tiempo y lugar, somos elevados con Jesús crucificado hacia la nueva vida de la resurrección. Así, la muerte de Jesús es una muerte para la humanidad entera y la resurrección de Jesús, también para toda ella.

Nadie del pasado, del presente o del futuro se halla excluído del gran paso de Jesús de la esclavitud a la libertad, de la tierra del cautiverio a la tierra prometida, de la muerte a la vida eterna.”

*

Henri Nouwen

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“Una alegría diferente”. 6º Pascua – B (Juan 15,9-17)

Domingo, 6 de mayo de 2018
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821290No es fácil la alegría. Los momentos de auténtica felicidad parecen pequeños paréntesis en medio de una existencia de donde brotan constantemente el dolor, la inquietud y la insatisfacción.

El misterio de la verdadera alegría es algo extraño para muchos hombres y mujeres. Todavía saben quizá reír a carcajadas, pero han olvidado lo que es una sonrisa gozosa, nacida de lo más hondo del ser. Tienen casi todo, pero nada les satisface de verdad. Están rodeados de objetos valiosos y prácticos, pero apenas saben nada de amor y amistad. Corren por la vida absorbidos por mil tareas y preocupaciones, pero han olvidado que estamos hechos para la alegría.

Por eso, algo se despierta en nosotros cuando escuchamos las palabras de Jesús: os he hablado «para que participéis de mi gozo, y vuestro gozo sea completo». Nuestra alegría es frágil, pequeña y está siempre amenazada. Pero algo grande se nos promete. Poder compartir la alegría misma de Jesús. Su alegría puede ser la nuestra.

El pensamiento de Jesús es claro. Si no hay amor, no hay vida. No hay comunicación con él. No hay experiencia del Padre. Si falta el amor en nuestra vida, no queda más que vacío y ausencia de Dios. Podemos hablar de Dios, imaginarlo, pero no experimentarlo como fuente de gozo verdadero. Entonces el vacío se llena de dioses falsos que toman el puesto del Padre, pero que no pueden hacer brotar en nosotros el verdadero gozo que nuestro corazón anhela.

Quizá los cristianos de hoy pensamos poco en la alegría de Jesús y no hemos aprendido a «disfrutar» de la vida, siguiendo sus pasos. Sus llamadas a buscar la felicidad verdadera se han perdido en el vacío tal vez porque seguimos obstinados en pensar que el camino más seguro de encontrarla es el que pasa por el poder, el dinero o el sexo.

La alegría de Jesús es la de quien vive con una confianza limpia e incondicional en el Padre. La alegría del que sabe acoger la vida con agradecimiento. La alegría del que ha descubierto que la existencia entera es gracia.

Pero la vida se extingue tristemente en nosotros si la guardamos para nosotros solos, sin acertar a regalarla. La alegría de Jesús no consiste en disfrutar egoístamente de la vida. Es la alegría de quien da vida y sabe crear las condiciones necesarias para que crezca y se desarrolle de manera cada vez más digna y más sana. He aquí una de las enseñanzas clave del Evangelio. Solo es feliz quien hace un mundo más feliz. Solo conoce la alegría quien sabe regalarla. Solo vive quien hace vivir.

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

 

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“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Domingo 06 de mayo de 2018 Domingo sexto de Pascua

Domingo, 6 de mayo de 2018
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32-PascuaB6 cerezoDe koinonia:

Hechos de los apóstoles 10,25-26.34-35.44-48: El don del Espíritu Santo se ha derramado también sobre los gentiles.
Salmo responsorial: 97: El Señor revela a las naciones su salvación.
1Juan 4,7-10. Dios es amor.
Juan 15,9-17: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

La primera lectura de este domingo, el famoso episodio de la visita de Pedro a Cornelio, en el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles, refleja simbólicamente un momento importante del crecimiento del «movimiento de Jesús»: su transformación en una comunidad abierta, transformación que le llevará más allá del judaísmo en el que nació. Dejará de identificarse con una religión étnica, una religión casada con una etnia y su cultura, religión étnica que se tenía por la elegida, y que miraba a todas las demás por encima del hombro considerándolas «los gentiles», dejados de la mano de Dios. Es un tema muy importante, y relativamente nuevo, en todo caso, desatendido por la teología tradicional. Para una homilía puede merecer la pena, más que insistir en el tema eterno del amor…

El pasaje se presta además para toda una lección de teología. Es bueno recomendar a los oyentes que no se queden con la referencia entrecortada que habrán escuchado en la lectura (una selección de unos cuantos versículos salteados), sino que la lean en casa despacio (sin más: “el capítulo 10” de los Hechos, y que saquen sus conclusiones. También se puede recomendar a los grupos e estudio de la comunidad parroquial que lo tomen para su estudio.

Pedro ni sus compañeros de comunidad, todavía no se llamaban «cristianos»… eran simplemente judíos conmovidos por la experiencia de Jesús. Y observaban todas las leyes del judaísmo. Una de ellas era la de no mezclarse con «los gentiles». Y eran leyes sagradas, que eran normalmente observadas por todos, y cuyo incumplimiento implicaba incurrir en «impureza» y obligaba a molestas prácticas de purificación.

Pero Pedro da varios saltos hacia adelante. En primer lugar deja de considerar profano o impuro a ninguna persona, a pesar de que se lo mandaba la ley; es como el levantamiento de una condenación de impureza que pesaba sobre las “otras” religiones desde el punto de vista del judaísmo. Y en segundo lugar «cae en la cuenta» de que Dios no puede tener acepción de personas, ni de religiones, sino que no hace diferencia entre las personas según su etnia o su cultura-religión: acepta a quien practica la justicia, sea de la nación que sea. Es un salto tremendo el que dio Pedro.

Respecto al primer punto, de la valoración negativa de las demás religiones, en la historia subsiguiente se retrocedería: se llegaría a pensar que las otras religiones serían… no sólo inútiles, sino falsas, o incluso negativas, hasta diabólicas. Por poner sólo un ejemplo: el primer catecismo que se escribió en América Latina, nada menos que por el profético Pedro de Córdoba, superior de la comunidad dominica de Antonio Montesinos, declara en su primera página: «Sabed y tened por cierto que ninguno de los dioses que adoráis es Dios ni dador de vida; todos son diablos infernales».

Respecto al segundo punto, la «no acepción de personas por parte de Dios en lo que se refiere a razas, culturas y religiones», o lo que es lo mismo, la igualdad básica ante Dios de todos los seres humanos –incluyendo todas sus culturas y religiones-, hoy mismo continuamos en retroceso con relación a Pedro: la posición oficial de la Iglesia católica dice que las «otras» religiones «están en situación salvífica gravemente deficitaria» (Dominus Iesus 22).

Paradójicamente, la posición de Pedro en los Hechos de los Apóstoles resulta más afín a la mentalidad de hoy que nuestra teología oficial actual. Es por ello por lo que, en este domingo, confrontarse con la Palabra de Dios puede traducirse en una aplicación concreta a nuestras maneras de pensar respecto a las otras religiones. En el guión subsiguiente proporcionamos algunas cuestiones para un tratamiento pedagógico del tema.

El evangelio de hoy, de Juan, es el del mandamiento nuevo, el mandamiento del amor. Pocas palabras deben saturamos tanto en el lenguaje cotidiano como ésta: «amor». La escuchamos en la canción de moda, en la conductora superficial de un programa de televisión (tan superficial como su animadora), en el lenguaje político, en referencia al sexo, en la telenovela (más superficial aún que la animadora, si eso es posible)… Se usa en todos los ámbitos, y en cada uno de ellos significa algo diferente. ¡Pero, sin embargo, la palabra es la misma!

El amor en sentido cristiano no es sinónimo de un amor «rosado», sensual, placentero, dulzón y sensiblero del lenguaje cotidiano o posmoderno. El amor de Jesús no es el que busca su placer, su «sentir», o su felicidad sino el que busca la vida, la felicidad de aquellos a quienes amamos. Nada es más liberador que el amor; nada hace crecer tanto a los demás como el amor, nada es más fuerte que el amor. Y ese amor lo aprendemos del mismo Jesús que con su ejemplo nos enseña que «la medida del amor es amar sin medida». Leer más…

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6.5.18. No os llamo siervos, sois amigos

Domingo, 6 de mayo de 2018
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31598701_974470836063442_2723656787818446848_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 6 pascua, Juan 15,9-17. Éste es el manifiesto supremo del amor cristiano. No somos siervos de Dios, pues él no se impone por encima para que le obedezcamos, sino que nos llama y nos hace sus amigos.

No somos tampoco empleados de Dios, para triunfo y gloria de su empresa, pues tenemos en la vida más tarea ni más finalidad que ser amigos.

Somos simplemente amigos de Dios en Jesús…, como dice este evangelio de Juan (¡el testamento del amado!), y como Juan de la Cruz ha interpretado añadiendo que ya “sólo en amor es mi ejercicio”.

Esta lectura de pascua, es un texto paradójico, nervioso, escrito en zig-zag, como el amor que se dice no diciendo o , mejor dicho, diciendo de otro modo.

Amar es simplemente “dejarse amar”, como las mujeres de la pascua, como el discípulo amado, como todos los que han amado a Jesús y se dejan amar por él y con él, sin más ejercicio que el seguir amando…, no para no hacer, sino para hacer de otra manera.

En este manifiesto de amistad culmina el evangelio, entendido, al fin, como escuela de amor… donde no se cumple menos, sino mucho más, porque sólo quien es amado y ama puede asumir en presteza la tarea de la vida, cumpliendo así el “mandamiento del amor”, comos seguirá diciendo Jesús.

Buen domingo a todos, para que podamos expresar de esa manera la alegría suprema que Jesús muestra y nos ofrece en este evangelio.

Jn 15, 9-17

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.

Jesús enamorado

16708394_738743216302873_4384676287806301455_nSe ha discutido mucho sobre Jesús enamorado (de mujeres y/o de varones), se han hecho y se siguen haciendo novelas sobre Jesús casado, con María Magdalena o Salome. Pero los evangelios no dan pie para sacar esas conclusiones. Ellos hablan, sin embargo, de Jesús amigo.

— Éste es un tema del que apenas ha tratado la Iglesia, porque, en general, ha tenido miedo a la amistad, que constituye el centro del Evangelio de Juan.
Ciertamente, Jesús es el carismático de Marcos, el maestro de Mateo, el hombre del gran señorío de Lucas… Pero Jesús es sobre todo y ante todo “amigo”, como sabe el evangelio de Juan.

— Este Jesús del evangelio de Juan empalma así con el ideal de amistad del mundo griego, pero le ofrece unos rasgos distintivos, como muestra su “discípulo amigo” (más que amado). Recuperar y cultivar ese rasgo de Jesús amigo, en la línea del evangelio de Juan, tendría grandes consecuencias para la Iglesia, entre ellas estas cuatro:

1. Superar una visión y esquema de poder y obediencia en la Iglesia, pues va no sólo en contra del Evangelio de Juan, sino de toda la tradición cristiana.

2. Plantear sin miedo, con claridad y hondura, el tema de la amistad entre los diversos grupos de creyentes, especialmente en un tipo de clero, obsesionado a veces por las llamadas “amistades particulares”.

3. Concebir y vivir la Iglesia en forma de comunidad de amigos de Dios y de Jesús, de clérigos y no clérigos, de hombres y mujeres.

4. Entender y acoger a Dios (y a Jesús en Dios) como amigo, superando una teología del poder y de la sumisión

1. COMENTARIO. NO OS LLAMO SIERVOS, SOIS MIS AMIGOS

El mensaje más hondo del evangelio de Juan ha venido a expresarse en el amor fraterno, vivido en forma de amistad. No es simplemente amor al enemigo, no es tampoco amor esponsal. Es amor de hermanos que se vuelven amigos.

Ésta revelación del amor fraterno/amistoso es el don supremo del evangelio de Juan a la historia de occidente. Leer más…

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Dios nos ha amado. Amémonos unos a otros. Domingo 6º de Pascua. Ciclo B

Domingo, 6 de mayo de 2018
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amarDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La 2ª lectura y el evangelio están estrechamente relacionados. «Amémonos unos a otros», comienza el texto de la carta de san Juan. Y el evangelio insiste dos veces: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros»; «Esto os mando: que os améis unos a otros». Este precepto se basa en el amor que Dios nos ha manifestado de dos formas complementarias: enviando su Espíritu y enviando a su Hijo.

Un Padre que da el Espíritu sin distinguir entre judíos y paganos (1ª lectura)

            La lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles recoge parte de un importantísimo episodio de la iglesia primitiva. Hasta entonces, los discípulos de Jesús se han visto a sí mismos con un grupo dentro del judaísmo, sin especial relación con los paganos. No se les pasa por la cabeza hacer apostolado entre ellos, mucho menos entrar en sus casas si no se han convertido al judaísmo y se han circuncidado. Los consideran impuros.

            En este contexto, se cuenta que Pedro tuvo una visión: ve bajar del cielo un mantel repleto de toda clase de animales impuros (cerdo, conejo, cigalas, etc.) y escucha una voz que le ordena: mata y come. Pedro se niega en redondo. «Nunca he probado un alimento profano o impuro». Y la voz del cielo le responde: «Lo que Dios declara puro tú no lo tengas por impuro».

            Termina la visión. Pedro se siente desconcertado, y mientras piensa en su posible sentido, llaman a la puerta de la casa tres hombres enviados por un pagano, el capitán Cornelio, para pedirle que vaya a visitarlo. Pedro comprende entonces el sentido de la visión: no puede considerar impuro a un pagano interesado en conocer el evangelio. Al día siguiente se pone en camino desde Jafa a Cesarea y cuando llega a casa de Cornelio tiene lugar la escena que hoy leemos.

Cuando iba a entrar Pedro, salió Cornelio a su encuentro y se echó a sus pies a modo de homenaje, pero Pedro lo alzó, diciendo: 

–«Levántate, que soy un hombre como tú.»

Pedro tomó la palabra y dijo: 

– «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea.»

Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras. Al oírlos hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes circuncisos, que habían venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles. Pedro añadió:

– «¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?»

Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Le rogaron que se quedara unos días con ellos.

            Indico algunos detalles interesantes:

            1) «Está claro que Dios no hace distinciones»; para él lo importante no es la raza sino la conducta del que lo respeta y practica la justicia.

            2) La venida del Espíritu Santo sobre este grupo de paganos produce los mismos frutos que en los apóstoles el día de Pentecostés: hablan lenguas extrañas y proclaman la grandeza de Dios.

            3) El Espíritu Santo viene sobre ellos antes de recibir el bautismo. No se puede decir de forma más clara que «el Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere».

            La conducta de Pedro provocó gran escándalo en los sectores más conservadores de la comunidad de Jerusalén y debió subir a la capital a justificar su conducta. Pero este episodio deja claro que, para Dios, los paganos no son seres impuros. Él ama a todos los hombres sin distinción. Con ello se justifica el apostolado posterior entre los paganos.

Un Padre que da su Hijo a los pecadores (2ª lectura)

La carta de Juan justifica el mandato de amarnos mutuamente diciendo que «Dios es amor» y cómo nos lo ha demostrado.

Queridos hermanos:

Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.

                Cuando yo era niño, el catecismo de Ripalda, a la pregunta de quién es Dios nos enseñaba a responder: «Un señor infinitamente bueno, sabio y poderoso, principio y fin de todas las cosas». El autor de la carta no necesita tantas palabras. Se limita a decir: «Dios es amor». Y ese amor lo manifiesta enviando a su hijo «como víctima de propiciación por nuestros pecados».

                     La «víctima de propiciación» era el animal que se ofrecía para impetrar el perdón. El Día de la Expiación (yom kippur), el Sumo Sacerdote ofrecía un macho cabrío por los pecados del pueblo. En otras ocasiones se ofrecían cabras y novillos con el mismo fin. Pero esas víctimas carecían de valor definitivo. La humanidad se encontraba en una especie de círculo cerrado del que no podía escapar. Entonces Dios nos proporciona la única víctima decisiva: su propio hijo.

            Y esto lo hace cuando todavía éramos pecadores. No espera a que nos convirtamos y seamos buenos para enviarnos a su Hijo. Si la primera lectura decía que Dios no hace distinción entre judíos y paganos, la segunda dice que no hace distinción entre santos y pecadores.

En vez de amar a Dios, amar a los hermanos (evangelio)

En la segunda lectura el protagonismo ha sido de Dios. En el evangelio, el protagonista principal es Jesús, que demuestra su amor hasta el punto de dar la vida por nosotros, llamarnos amigos suyos, elegirnos y enviarnos. (¡Cuánta gente desearía poder decir que es amigo o amiga de un personaje famoso, que ha sido elegido por él para llevar a cabo una misión!).

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

– «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que  he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis el Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.»

Lo que Jesús exige a cambio de esta amistad es muy curioso. Cuando era estudiante en el Pontificio Instituto Bíblico le escuché este comentario al P. Lyonnet: «Fijaos en lo que dice la 1ª carta de Juan: “Si tanto nos ha amado Dios…” Nosotros habríamos añadido: “también nosotros debemos amar a Dios”. Sin embargo, lo que dice Juan es: “Si tanto nos ha amado Dios, debemos amarnos unos a otros”.

            Algo parecido ocurre en el evangelio de hoy. «Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.» Jesús podría haber dicho: «Amadme como yo os he amado». Pero no piensa en él, piensa en nosotros. Es fácil engañarse diciendo o pensando que amamos a Jesús, porque no puede demostrarse ni negarse. Lo difícil es amar al prójimo.

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6º Domingo de Pascua. 06 Mayo, 2018

Domingo, 6 de mayo de 2018
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“Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotras, y vuestra alegría llegue a plenitud.”

(Jn 15, 9-17)

Lo que nos presenta el evangelio de hoy es una declaración de amor. “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo.” Estás son las palabras que Jesús no deja de pronunciar en la vida de cada creyente.

El signo de los cristianos no es la cruz, es el Amor. La cruz por sí sola es un instrumento de tortura. Cuando Jesús en un acto infinito de amor y generosidad se deja clavar en cruz la convierte en símbolo de Amor.

El problema que tenemos los cristianos es que nos quedamos mirando a la cruz. O mirando al Amor. Y eso hay que hacerlo, pero no podemos quedarnos ahí. El evangelio continua, Jesús no dice: “amadme como yo os he amado.” No, lo que dice es: “amaos unos a otros como yo os he amado”.

Jesús era muy listo, y nos conoce bien. Sabía que no íbamos a tener grandes dificultades en amarle a Él o amar a Dios. Esto último ya lo hacía muy bien el pueblo judío. Pero no basta. El amor a Dios, para ser completo, para que de verdad se convierta en alegría, tiene que pasar por las hermanas, por las personas que conviven con nosotras.

Por que el amor del que habla Jesús no es una cuestión teórica sino una realidad existencial y práctica. No es algo que “se aprende de memoria” sino algo que que se experimenta en la vida.

Las teorías, por buenas que sean, no provocan alegría. La alegría brota de la vida, de la “práctica”. Y la vida concreta es mucho más audaz y sorprendente que cualquier teoría.

Por que “en teoría” es feliz aquella persona que consigue éxito, fama y dinero. La publicidad nos vende una infalible teoría sobre la felicidad. Es feliz la persona que es guapa, joven y tiene buena salud. Es decir, que tiene un cuerpo atlético, un hermoso cabello, una piel sin arrugas y un buen bronceado.

Pero la vida nos muestra otra cosa. Vemos el brillo de la auténtica felicidad en los ojos de una madre que ve salir adelante a su hijo con parálisis cerebral. O en un joven que se queda en silla de ruedas tras un accidente y pierde movilidad pero descubre la Vida.

La alegría que llega a plenitud es la que es capaz de atravesar los fracasos y el dolor. Es la que lleva consigo la conciencia de saberse vulnerables pero profundamente amadas.

Oración

Trinidad Santa, no dejes que nos conformemos con medias alegrías, sino que caminemos hacia la alegría que brota de Ti. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La quintaesencia de lo humano es el amor.

Domingo, 6 de mayo de 2018
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0f5f124a47c98c6d1975f836decccdb3Jn 15, 9-17

El evangelio de hoy es continuación del que leímos el domingo pasado. Sigue explicando, en qué consiste esa pertenencia del cristiano a la vid. Poniendo como modelo su unión con el Padre, va a concretar Jesús lo que constituye la esencia de su mensaje. Ya sin metáforas ni comparaciones, nos coloca ante la realidad más profunda del mensaje evangelio: El AMOR, que es a la vez, la realidad que nos hace humamos.

Jn pone en boca de Jesús la seña de identidad que debe distinguir a los cristianos. Es el mandamiento nuevo, por oposición al mandamiento antiguo, la Ley. Queda establecida la diferencia entre las dos alianzas. Jesús no manda amar a Dios ni amarle a él, sino amar como él ama. No se trata de una ley, sino de una consecuencia de la Vida de Dios y que se ha manifestado en Jesús. Nuestro amor será “un amor que responde a su amor” (Jn 1,16). El amor, que pide Jesús tiene que surgir de dentro, no imponerse desde fuera.

Jn emplea la palabra “agape”. Los primeros cristianos emplearon ocho palabras, para designar el amor: agape, caritas, philia, dilectio, eros, libido, stergo, nomos. Ninguna de ellas excluye a las otras, pero solo el “agape” expresa el amor sin mezcla alguna de interés personal. Sería el puro don de sí mismo, solo posible en Dios. Está haciendo referencia a Dios, es decir, al grado más elevado de don de sí mismo. No está hablando de amistad o de una “caridad”. Se trata de desplegar una cualidad exclusiva de Dios

Dios demostró su amor a Jesús con el don de sí mismo. Jesús está en la misma dinámica con los suyos, es decir, les manifiesta su amor hasta el extremo. El amor de Dios es la realidad primera y fundante. Jn lo ha dejado bien claro en la segunda lectura: “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó”. Descubrir esa realidad y vivirla, es la principal tarea del que sigue a Jesús. Es ridículo seguir enseñando que Dios nos ama si somos buenos y nos rechaza si somos malos.

Hay una diferencia que tenemos que aclarar. Dios no es un ser que ama. Dios es el amor. En Él, el amor es su esencia, no una cualidad como en nosotros. Yo puedo amar o dejar de amar y seguiré siendo yo. Si Dios dejara de amar un solo instante, dejaría de existir. Dios manifiesta su amor a Jesús y a mí, pero no lo hace como nosotros. No podemos esperar de Dios “muestras puntuales de amor”, porque no puede dejar de demostrarlo un instante. Jesús sí puede manifestar el amor de Dios, amando como un ser humano.

Juan intenta trasmitirnos que, hablando con propiedad, Dios no puede ser amado. Él es el amor con el que yo amo, no el objeto de mi amor. Aquí está la razón por la que Jesús se olvida del primer mandamiento de la Ley: “amar a Dios sobre todas las cosas”. Jn comprendió perfectamente el problema, y deja muy claro que solo hay un mandamiento: amar a los demás, no de cualquier manera, sino como Jesús nos ha amado. Es decir, manifestar plenamente ese amor que es Dios, en nuestras relaciones con los demás.

No se puede imponer el amor por decreto. Todos los esfuerzos que hagamos por cumplir un “mandamiento” de amor, están abocados al fracaso. El esfuerzo tiene que estar encaminado a descubrir a Dios, que es amor dentro de nosotros. Todas las energías que empleamos en ajustarnos a una programación tienen que estar dirigidas a tomar conciencia de nuestro verdadero ser. Solo después de un conocimiento intuitivo de lo que Dios es en mí, podré descubrir los motivos del verdadero amor.

El amor del que nos habla el evangelio es mucho más que instinto o sentimiento. A veces tiene que superar sentimientos e ir más allá del instinto. Esto nos lleva a sentirnos incapaces de amar. Los sentimientos de rechazo a un terrorista pueden hacernos creer que nunca llegaré a amarle. El sentimiento es instintivo y anterior a la intervención de nuestra voluntad. El amor es más que sentimiento. La prueba de fuego del amor es el amor al enemigo. Si no llego hasta ese nivel, todos los demás amores son engañosos.

El amor no es sacrificio ni renuncia, sino elección gozosa. Esto que acaba de decirnos el evangelio no es fácil de comprender. Tampoco esa alegría de la que nos habla Jesús es un simple sentimiento pasajero; se trata de un estado permanente de plenitud y bienestar, por haber encontrado tu verdadero ser y descubrir que es inmutable. Una vez que has descubierto tu ser luminoso e indestructible, desaparece todo miedo, incluido el miedo a la muerte. Sin miedo no hay sufrimiento. Surgirá espontáneamente la alegría.

Solo cuando has descubierto que lo que realmente eres, no puedes perderlo, estás en condiciones de vivir para los demás sin límites. El verdadero amor es don total. Si hay un límite en mi entrega, aún no he alcanzado el amor evangélico. Dar la vida, por los amigos y por los enemigos, es la consecuencia lógica del verdadero amor. No se trata de dar la vida biológica muriendo, sino de poner todo lo que somos al servicio de los demás.

Ya no os llamo siervos. No tiene ningún sentido hablar de siervo y de señor. Más que amigos, más que hermanos, identificados en el mismo ser de Dios, ya no hay lugar ni para el “yo” ni para lo “mío”. Comunicación total en el orden de ser. Jesús se lo acaba de demostrar poniéndose un delantal y lavándoles los pies. La eucaristía dice exactamente lo mismo: Yo soy pan que me parto y me reparto para que me coman. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos para comunicarles esa misma Vida. Jesús lo compartió todo.

Os he hablado de esto para que vuestra alegría llegue a plenitud. Es una idea que no siempre hemos tenido clara en nuestro cristianismo. Dios quiere que seamos felices con una felicidad plena y definitiva, no con la felicidad que puede dar la satisfacción de nuestros sentidos. La causa de esa alegría es saber que Dios comparte su mismo ser con nosotros. Nos decía un maestro de novicios: “Un santo triste es un triste santo”.

No me elegisteis vosotros a mí, os elegí yo a vosotros. Debemos recuperar esta vivencia. El amor de Dios es lo primero. Dios no nos ama como respuesta a lo que somos o hacemos, sino por lo que es Él. Dios ama a todos de la misma manera, porque no puede amar más a uno que a otro. De ahí el sentimiento de acción de gracias en las primeras comunidades cristianas. De ahí el nombre que dieron los primeros cristianos al  sacramento del amor. “Eucaristía” significa exactamente acción de gracias.

Cualquier relación con Dios sin un amor manifestado en obras, será pura idolatría. La nueva comunidad no se caracterizará por doctrinas, ni ritos, ni normas morales. El único distintivo debe ser el amor manifestado. Jesús no funda un club cuyos miembros tienen que ajustarse a unos estatutos sino una comunidad que experimenta a Dios como amor y cada miembro lo imita, amando como Él. Esta oferta no la pueden hacer la institución, por eso se muestra Jesús tan distante e independiente de todas ellas. Ninguna otra realidad puede sustituir lo esencial. Si esto falta no puede haber comunidad cristiana.

Meditación

Sin la experiencia de unidad con Dios
No podemos desplegar el verdadero amor.
El verdadero amor nos lleva al límite de lo humano.
No somos nosotros los que tenemos que amar.
Amar es deshacerme de todo lo que creo ser,
Para que solo quede en mí lo que hay de Dios.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Jesús, brújula de la vida.

Domingo, 6 de mayo de 2018
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viajero-concentrado-mirando-la-brujula-sobre-el-mapa_23-2147628786“Dios nos visita muchas veces, pero la mayor parte del tiempo, no estamos en nosotros… (Maestro Eckhart)

18 de marzo. V Domingo de Cuaresma

Jn 12, 20-33

Se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea y le pidieron: Señor, queremos ver a Jesús

Un grupo de griegos buscadores le comentan a Felipe que quieren ver a Jesús. Quieren conocer al Maestro que, como Platón y Aristóteles, enseña en Galilea. Felipe se lo dice a Andrés y ambos se lo comunican a Jesús. “Dichos griegos, dice Schökel, representan las primicias de la gentilidad; son la vanguardia de la gentilidad que viene a Jesús”. En las listas de apóstoles de los Sinópticos y en los Hechos de los apóstoles, aparece siempre entre los Doce. La primera representación histórica de su figura en el arte es en un capitel de la iglesia de San Pedro la Nave en El Campillo, Zamora. Un relieve visigodo del siglo VII que acompaña a otros similares de los apóstoles Pedro, Pablo y Tomás. En el arte pictórico tenemos en el Museo del Prado el San Felipe, óleo sobre tabla, de Rubens. Su mirada es penetrante como la de Jesús.

Un periodista preguntó un día a Teresa de Calcuta: “¿Cuál es la obra más importante de su vida?”. La madre Teresa contestó sin vacilar: “Lo más importante de mi vida es haber conocido a Jesús”. Según Juan en 12, 16, los fariseos comentaban: “Todo el mundo se va con élY se van y se quedan con él porque todos ellos creen que han encontrado la perla más importante de su vida«¿Cómo puedo hacer una escultura? Simplemente retirando del bloque de mármol todo lo que no es necesario”, dijo en cierta ocasión el insigne escultor Michelangelo Buonarroti. Cuando queremos tener la verdadera figura de Jesús, la mejor manera de conseguirlo es ir desprendiendo de él todos los capisayos con que la Iglesia le ha ido revistiendo a través de cuarenta siglos permitiéndole ser sí mismo. Los artistas del medievo lo dejaron claro en los capiteles de los claustros.

Johannes Vermeer (1632-1675) pintor holandés, tiene un óleo sobre lienzo titulado El geógrafo. Cristophe André lo describe en El arte de la felicidad, de esta manera: “La búsqueda del geógrafo se asemeja mucho a la nuestra. Desde el espacio cerrado de su habitación de trabajo, aspira a organizar el mapa del mundo. De igual modo procedemos nosotros, cuando reflexionamos sobre la felicidad, a partir de nuestras experiencias íntimas”. En su descripción parece adivinar lo que cada uno de nosotros andamos también buscando en la existencia. Su geógrafo corre también tras un enigma. Desde hace mucho tiempo reflexiona, calcula, encuentra, cambia de opinión, advierte que, a veces, ha seguido un camino equivocado, y es entonces cuando levanta la cabeza de nuevo y se gira hacia la luz, permitiendo que su mirada se evada más allá de la ventana. Abriga el presentimiento de que ya no le bastan para la búsqueda la ciencia, el trabajo y la inteligencia. Comprende que debe permitir que le sobrevenga algo que pertenece al plano de la intuición o de la emoción: descubre que la solución a esa cuestión que le tormenta no se encuentra en el exterior de sí mismo, en los mapas, en los globos, en la punta del compás, sino en su interior.

Como Felipe, como los fariseos, como Teresa de Calcuta, como el geógrafo de Vermeer, como el Maestro Eckhart, como Jesús excepto, estamos en búsqueda incesante de ese Dios que no encontramos porque, como apunta el místico: “nos visita muchas veces,  pero la mayor parte del tiempo, no estamos en nosotros.

El GIRASOL

-¿Qué te tienta del sol con tanta fuerza,
que desde su salida hasta el ocaso
con tanto afán le sigues en el cielo?
……………..
-Fuera de su calor y luz, mi vida
no da fruto y se pierde en el vacío.
Mi cabeza erguida sobre el tallo,
recuerda, coronada, su figura:
el “Astro Rey”, decían los antiguos.

Me veo en él centrada la mirada
y en él clavada fija la mantengo
porque de su vivir yo vida tengo:
todos los seres de la Tierra vivos,
en Él estamos, somos y existimos.
……………..
-Despierta de tu sueño girasol,
que el calor estival de la mañana
anuncia recogida de cosecha.
Segadores, cantad vuestras canciones
a Dios, al Girasol, al Sol y al Viento.

(NATURALIA. Los sueños de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Amigos en comunidad.

Domingo, 6 de mayo de 2018
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1102014719_univ_lsr_xlHe pasado el fin de semana en la Rioja, tierra plagada de viñedos donde el símil de la “vid” con la vida de la comunidad cristiana se hace evidente y palpable. Su necesario cuidado nos alerta del que necesita nuestra vida personal y comunitaria para poder dar el fruto esperado. Es una parte de lo que hemos trabajado en ese intento de vivir relacionados y dependientes unos de otros a nivel de universo.

¿Y cuál es ese fruto del que hablamos: cumplir los mandamientos, realizar obras de caridad, atraer adeptos a nuestras iglesias?

Nada de eso menciona el evangelio, sino una clase de amor que lleve hasta las últimas consecuencias como el de Jesús, hasta dar la vida, entregando la vida por ellos, hasta el extremo para ser consecuente con su convencimiento.

Eso sí: “para que llevéis dentro mi alegría y así vuestra alegría llegue a su colmo”. Todas nuestras frustraciones, desengaños, faltas de esperanza, fatalismos, responden a que no nos salen las cosas como queremos y desde luego eso no corresponde al amor auténtico sino al ego.

El gozo nos dice Jesús, nos viene de “mantenernos” en ese amor de Dios que se traduce en el amor concreto que Jesús nos tiene y nos demuestra de una manera tan palpable y tan real hasta dar la vida. Cuando eso lo vivimos en comunidad se convierte en un gozo indescriptible: sensación de apoyo, armonía, entendimiento suma de talentos y creatividad.

 De ahí nace la auténtica amistad. La amistad no me parece la palabra con la que una inmensa mayoría de cristianos definirían su relación con Dios. “Hijos”, “siervos”, “trabajadores de la viña” por no mencionar otros términos, son los que se nos han inculcado a lo largo de los siglos y han perdurado hasta hoy.

El evangelio de Juan, según la prestigiosa teóloga norteamericana, Sandra Schneiders, tiene como centro un tema: “la revelación”, que  a lo largo de la historia ha sido reducido en muchas ocasiones a “información”, más relacionado con proposiciones dogmáticas que se han quedado frías y nos suenan a mandamiento.

La revelación tiene que ver sobre todo con relación. Expresa no tanto conocimiento teórico, información, como auto comunicación. Esta au-torevelación es siempre una invitación a la otra persona a entrar en la intimidad de la propia persona: una invitación por tanto a compartir vida. Esta vida compartida, conduce a la amistad. Y la amistad es un proceso largo y a lo que nunca nos referimos como “ya he llegado”.

La revelación es un proceso que nunca está “acabado. No es que una vez revelado el “secreto” de Dios ya podemos programar nuestra vida de acuerdo a ese conocimiento. Jesús se va revelando en un proceso y es en ese mismo proceso en el que vamos desarrollando lo que es el auténtico discipulado.

Ese amor del que nos habla Jesús se ha traducido por acciones en favor de los demás y amar a Dios igual a cumplir sus mandamientos. Durante siglos eso hemos entendido que era el evangelio y formar parte de la comunidad cristiana. ¿Para qué darle más vueltas?

En el siglo XXI, o entramos en el sentido profundo de la mística o no hemos entendido nada. En ese cambio de sierva a amiga, cualquier ser humano, hombre o mujer, comprende la elección, la llamada, el encargo como fruto de una relación profunda de amor esponsalicio, apasionado, que lejos de ser intimista o ñoño, provoca tal pasión que la persona es capaz de vivir dando la vida hasta el extremo.

Ese gozo, ese amor esa vida son el fruto para compartir. La vida se expande…

Carmen Notario Ajuria

espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

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Dios solamente ama

Domingo, 6 de mayo de 2018
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imagen191Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:


01. DIOS ES AMOR. 

Cuando Dios crea no hace un alarde de fuerza o tecnológico. Dios ama y desde su amor, crea, nos crea. Dios crea porque quiere comunicarse. El obrar de Dios a lo largo de la historia no es un monólogo ni un “largar” dogmas, doctrinas y moral. La creación, nuestra propia creación es el primer acto de amor salvífico. La creación y la revelación constituyen un largo –a veces dramático- diálogo entre Dios que ama y el ser humano.

No se trata de que Dios crea, nos “echa al mundo” y “vosotros veréis lo que hacéis”, sino que Dios nos crea en su amor y nos crea para ser felices y salvarnos y nos ama siempre y a fondo perdido y, cuanto más perdidos estamos, más nos ama.

02. JESUCRISTO ES EL AMOR DE DIOS QUE DESCIENDE A NOSOTROS.

Jesús es la comunicación del amor de Dios que convive con nosotros. Jesús es el Hijo amado del Padre

v 9 a: como el Padre me ha amado, así os he amado yo.

La vivencia, la experiencia que Jesús tiene de Dios es que es amor. JesuCristo podía habernos dicho que Dios es infinito, eterno, justo, castigador, implacable, ultraortodoxo, etc. Pues bien, JesuCristo tiene una experiencia muy distinta: como el Padre me ha amado. Jesús se siente amado, querido por Dios.

En las caras y conciencias de muchos cristianos y eclesiásticos vemos mucha amargura y angustia. En el “subconsciente” de este momento eclesiástico no parece residir la gracia, la bondad, el amor de Dios Padre.

Sin embargo, somos cristianos porque hemos sido amados, hemos recibido el amor de Dios y nos hacemos cristianos porque amamos.

Lo que nos identifica como cristianos es el amor.

El ADN del cristiano no es la ley, ni el cumplimiento, ni la perfección y escrupulosidad de su moral, ni los ritos, ni las vestimentas, ni el clerygman, tampoco la identidad del cristiano está en la ortodoxia, sino en el amor.

Quien no ama, no ha conocido a Dios.

En esto os conocerán que sois mis discípulos, en que os amáis unos a otros, (Jn 13,34-35).

Muchos de nosotros tenemos una imagen, una experiencia de un Dios duro, justiciero y que “no deja pasar una”. El Dios de Jesús no es el Dios que crea el infierno, que condena, es el Dios que ama.

Volvamos nuestra mirada al amor de Dios: conozcamos la misericordia de Dios y de Cristo. Somos discípulos amados, no clientes o consumidores religiosos posibles candidatos al infierno.

03. ALGUNAS PRECISIONES. 

un-nino-africano-dice-no-al-racismo¿Y qué es el amor?

El amor es una de esas realidades que han sido distorsionadas, mal entendidas, a veces comercializada.

Por simple sentido común, conviene ser conscientes y distinguir los diversos niveles de las relaciones humanas y los varios modos de vivir el entramado de tales relaciones.

En griego hay tres palabras para hablar de los diversos niveles del amor, que son los que Sigmund Freud utilizará siglos más tarde: EROS (amor erótico), FILIA (amor de amistad) y ÁGAPE (amor de donación / entrega).

Los tres niveles son buenos, pero diversos y conviene no mezclarlo todo.

Algunos sois padres y el amor matrimonial es profundo, pero diverso del amor, también hondo, hacia los hijos.

En la vida familiar somos hermanos y tal fraternidad es algo muy íntimo. Sin embargo puede que dos hermanos, siendo hermanos queridos, no sean amigos. Es distinto ser hermano a ser amigo. Con un amigo tengo otro tipo de relación y, quizás, de confidencialidad.

En la vida podemos querer a personas por su serenidad, por su competencia, por su disponibilidad. En la vida religiosa, presbiteral el amor, la afectividad se encauza por otros derroteros (celibato).

La vida religiosa, la vida monacal vive en comunidad y se dan relaciones de fraternidad en la fe que les une en un carisma concreto: benedictinos, franciscanos, congregaciones de vida activa, etc. Los miembros de una comunidad religiosa monacal viven como hermanos o hermanas, lo cual no significa que todos los miembros de tal comunidad sean amigos, ni que la comunidad viva en una adolescente amistad.

La vida comunitaria ha de estar posibilitada por una madurez personal, de fe, afectiva y en muchas ocasiones habrá de echar mano del respeto hacia quien no piensa como yo, en ocasiones el perdón, en todo caso de una convivencia adulta, madura.

El presbítero-sacerdote realiza su afecto y amor orientando su vida hacia el Reino de Dios, que se concretará en la tarea pastoral, intelectual y en una buena convivencia con los colaboradores de su parroquia o de las personas con quienes trabaja. Amar su propia tarea, parroquia, mundo pastoral.

Las Parroquias y “comunidades cristianas” no son comunidades de amigos. Los que estamos aquí reunidos nos estimamos, nos respetamos, estaríamos dispuestos a ayudarnos o ayudar a otros en caso de necesidad, pero no somos estrictamente amigos, ni se debe pretender que una parroquia sea una comunidad de amigos.

No es lo mismo amistad que amor, enamoramiento que encuentro, eros que caridad. Y conviene no mezclarlo todo.

04. AMOR Y POLÍTICA.

Puede parecer una ilusión infantil, pero los grandes problemas de la pobreza, del hambre, etc., no se va a solucionar con criterios económicos, sino con criterios éticos. Igualmente la cuestión de la paz –pacificación de nuestro pueblo y de otros muchos conflictos históricos de la pacificación requiere tratamiento político, conversaciones, negociaciones, etc., pero en el humus de esas negociaciones y problemas habrá que inyectar reconciliación y humanismo.

Inteligencia creativa humana hay, dinero hay, tecnología, materias primas (creación) siguen habiendo todavía. Si todo ello no se concreta es por otras razones ya no técnicas, sino éticas.

Lo que llama la atención es que ni los economistas, ni políticos, ni los medios de comunicación, ni la Universidad, ni los sindicatos, ni muchas veces los eclesiásticos invoquemos el amor eficaz en nuestras vidas

El dinero, ni la patria, ni el poder creen en Dios ni en el hombre, el dinero no ama. Y es ahí donde comienza la convivencia y el encuentro entre personas y pueblos.

Fomentar la paz, el encuentro, el amor no es debilidad, sino humanismo.

04. ALGUNAS CONCRECIONES 

vidrieras-5-bigAmar es respetar y acoger a los seres humanos solamente porque son seres humanos, hijos de Dios.

o Por tanto amar significa RESPETAR a todas las personas por el mero hecho de ser personas: hijos de Dios. Hacemos interesadas acepciones de personas: pensemos en ideologías, puestos eclesiásticos, emigrantes, racismos, etc.

o Hoy en día en nuestro pueblo el mandamiento del amor significa respeto y buscar, ABRIR CAUCES Y CAMINOS, DIÁLOGO PARA LA CONVIVENCIA, la paz y la pacificación. Y en cuanto sea posible, perdonar.

o Amar significa NO SER RACISTA, ni marginar o despreciar a nadie por su etnia, por su origen, por sus limitaciones.

o En el ámbito familiar amar significa muchas veces RESPETO, no hurgar en viejas heridas, no revolver las cosas. Cuestiones de dinero, herencias, etc. Saber declinar, dejar ya de lado determinadas cuestiones.

o El mundo eclesiástico comenzará a ser eclesial -cristiano- cuando intente ver la vida y las situaciones y problemas desde el amor y no tanto desde el legalismo, el miedo, el poder y la ortodoxia. La Iglesia comenzará a ser cristiana cuando deje de ser una permanente sucursal de la Inquisición y del sacramentalismo y pase a ser un hospital de campaña donde se curan las heridas.

o En ocasiones -siempre- amar significa ser discreto y callarse. Callar un defecto, un pecado ajeno, etc. El silencio y la discreción son variantes del mandamiento del amor. Una persona adulta ha de saber callar y marcharse a la tumba con unos cuantos secretos.

o A veces amar significa poner un poco de razón a los sentimientos que pueden aflorar. En determinadas circunstancias es muy difícil amar: en viejos problemas históricos, comunitarios, familiares, brotan sentimientos de odio, de venganza, etc., que son difíciles de dominar. En esas situaciones amar puede significar poner un poco de razón, nuestros sentimientos quizás no los podamos dominar fácilmente, al menos seamos razonables, sensatos.

06. SOMOS DISCÍPULOS AMADOS.

Somos cristianos y ser cristiano es sentirse querido por Dios y desplegar la vida desde el amor. Desde el amor las cosas se ven de otra manera.

El amor produce una confianza enorme, una gran serenidad. Noches oscuras nos van a venir, pero quien ama, quien ama la humanidad, la vida, los valores del Reino de Dios tiene el alma sosegada, en calma.

ESTO OS MANDO: QUE OS AMÉIS UNOS A OTROS.

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“Creer”. 5º Pascua – B (Juan 15,1-8)

Domingo, 29 de abril de 2018
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La fe no es una impresión o emoción del corazón. Sin duda, el creyente siente su fe, la experimenta y la disfruta, pero sería un error reducirla a «sentimentalismo». La fe no es algo que dependa de los sentimientos: «Ya no siento nada; debo de estar perdiendo la fe». Ser creyentes es una actitud responsable y razonada.

La fe no es tampoco una opinión personal. El creyente se compromete personalmente a creer en Dios, pero la fe no puede ser reducida a «subjetivismo»: «Yo tengo mis ideas y creo lo que a mí me parece». La realidad de Dios no depende de mí ni la fe cristiana es fabricación de uno. Brota de la acción de Dios en nosotros.

La fe no es tampoco una costumbre o tradición recibida de los padres. Es bueno nacer en una familia creyente y recibir desde niño una orientación cristiana de la vida, pero sería muy pobre reducir la fe a «costumbre religiosa»: «En mi familia siempre hemos sido muy de Iglesia». La fe es una decisión personal de cada uno.

La fe no es tampoco una receta moral. Creer en Dios tiene sus exigencias, pero sería una equivocación reducirlo todo a «moralismo»: «Yo respeto a todos y no hago mal a nadie». La fe es, además, amor a Dios, compromiso por un mundo más humano, esperanza de vida eterna, acción de gracias, celebración.

La fe no es tampoco un «tranquilizante». Creer en Dios es, sin duda, fuente de paz, consuelo y serenidad, pero la fe no es solo un «agarradero» para los momentos críticos: «Yo, cuando me encuentro en apuros, acudo a la Virgen». Creer es el mejor estímulo para luchar, trabajar y vivir de manera digna y responsable.

La fe cristiana empieza a despertarse en nosotros cuando nos encontramos con Jesús. El cristiano es una persona que se encuentra con Cristo, y en él va descubriendo a un Dios Amor que cada día le atrae más. Lo dice muy bien Juan: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es Amor» (1 Juan 4,16).

Esta fe crece y da frutos solo cuando permanecemos día a día unidos a Cristo, es decir, motivados y sostenidos por su Espíritu y su Palabra: «El que permanece unido a mí, como yo estoy unido a él, produce mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada».

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

 

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“El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.” Domingo 29 de abril de 2018. Domingo quinto de Pascua

Domingo, 29 de abril de 2018
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31-PascuaB5 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 9,26-31: Les contó cómo había visto al Señor en el camino.
Salmo responsorial: 21: El Señor es mi alabanza en la gran asamblea.
1Juan 3,18-24: Éste es su mandamiento: que creamos y que amemos.
Juan 15,1-8: El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.

Para entender bien este texto es necesario saber que tanto la vid (o las uvas) o como la higuera (o los higos) son símbolos del pueblo de Dios en el AT. Así, el profeta Oseas (9,10), refiriéndose al pueblo, dice: “Como uvas en el desierto encontré a Israel, como breva en la higuera descubrí a vuestros padres”. Jeremías (24,1-10) cuenta una visión con estas palabras: “El Señor me mostró dos cestas de higos… una tenía higos exquisitos, es decir, brevas; otra tenía higos muy pasados, que no se podían comer”. Los higos exquisitos aparecen como figura de los desterrados fieles a Dios; los «muy pasados que no se podía comer» son figura del rey, sus dignatarios y el resto de Jerusalén que han quedado en Palestina o residen en Egipto (v. 8).

Pero tanto la vid (que da agrazones en lugar de uvas) como la higuera (abundante en hojas, pero sin frutos) son figura del pueblo judío y de sus gobernantes, que no se han mantenido fieles a Dios. El fruto que Dios esperaba de Israel era el cumplimiento de las dos exigencias fundamentales de la Ley: el amor a Dios y el amor al prójimo como a sí mismo (12,28-31). Practicar ese amor, encarnado, según Is 5,7 (cf. Mc 12,1-2), en la justicia y el derecho, era la tarea preparatoria de la antigua alianza en relación con el reinado de Dios prometido. Sin embargo este pueblo no ha dado los frutos deseados a lo largo de la historia. Así Jeremías (8,4-13), después de constatar la corrupción de Jerusalén, que, a pesar de todo, se gloría de la Ley, termina descorazonado diciendo: «Si intento cosecharlos, oráculo del Señor, no hay racimos en la vid ni higos en la higuera».

El texto completo de este pasaje del profeta ilumina el sentido de la esterilidad: “Así dice el Señor: «¿No se levanta el que cayó?, ¿no vuelve el que se fue? Entonces, ¿por qué este pueblo de Jerusalén ha apostatado irrevocablemente? Se afianza en la rebelión, se niega a convertirse. He escuchado atentamente: no dice la verdad, nadie se arrepiente de su maldad diciendo: «¿Qué he hecho?». Todos vuelven a su extravío… mi pueblo no comprende el mandato del Señor. ¿Por qué decís: «Somos sabios, tenemos la Ley del Señor»?, si la ha falsificado la pluma falsa de los escribanos… Del primero al último sólo buscan medrar; profetas y sacerdotes se dedican al fraude”.

Semejante es el lamento de Miq 7,1ss: “¡Ay de mí! Me sucede como al que rebusca terminada la vendimia: no quedan uvas para comer, ni brevas que tanto me gustan”. La decepción del profeta proviene de que los piadosos y justos han desaparecido de la tierra y todos cometen malas acciones. A la higuera-Israel la conmina Jesús en el evangelio de Marcos de este modo: «Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti».

No le lanza una maldición que le desee directamente la muerte o algún mal.

Jesús no expresa odio o aborrecimiento hacia la higuera-institución. De hecho, no le dice: “No produzcas fruto”, ni tampoco anuncia que no encontrarán fruto en ella, condenándola a la esterilidad. Le dice: “Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti”. Expresa así Jesús el deseo vehemente de que ninguna persona, judía o no, recurra para su alimento-vida a la higuera-institución o dependa de ella; quiere que la humanidad repudie su doctrina y su ejemplo; que nadie busque nada en ella ni acepte nada de ella; que quede aislada al margen de la sociedad humana, y termine así su papel histórico.

El juicio tan tajante de Jesús sobre el templo y la institución, que los presenta como el prototipo de lo aborrecible, se debe a que ésta ha sido infiel a la misión que Dios le había asignado, en dos aspectos diferentes que serán explicitados en la perícopa siguiente: hacia fuera ha traicionado el universalismo que debía encarnar, y hacia dentro del pueblo se ha convertido en instrumento de explotación.

Con ello, siendo la institución judía con el templo la única representante en la tierra del verdadero Dios, deforma su imagen, convirtiéndolo en un Dios particularista y legitimador de la injusticia. Apaga así el faro que debía iluminar a la humanidad y cancela todo horizonte de esperanza. Es el juicio del Mesías sobre las instituciones de Israel. Constata el fracaso de la antigua alianza y, por su parte, declara el fin de la misión de Israel en la historia.

Como se ve, las palabras de Jesús no tendrán efecto más que si los cada uno siguiendo su deseo, renuncia a buscar alimento en la higuera, es decir, si dejan de profesar la ideología que la institución propone o las ventajas que procura la adhesión a ella. El cumplimiento de estas palabras, depende de la opción libre de los seres humanos.

Frente a aquel pueblo que había sido infiel a Dios a lo largo de la historia, Jesús funda un nuevo pueblo, una comunidad humana nueva, verdadero pueblo de Dios, cuya identidad le viene de la unión con Jesús, que le comunica incesantemente el Espíritu, y el fruto de su actividad depende de ella.

La vid o la viña es el símbolo de Israel como pueblo de Dios (Sal 80,9; Is 5,1-7; Jr 2,21; Ez 19,10-12). La afirmación de Jesús se contrapone a esos textos; no hay más pueblo de Dios (vid y sarmientos) que la nueva humanidad que se construye a partir de él (la vid verdadera, cf. 1,9: la luz verdadera; 6,32: el verdadero pan del cielo). Como en el AT, es Dios, a quien Jesús llama su Padre, quien ha plantado y cuida esta vid.

Advertencia severa de Jesús, que define la misión de la comunidad. Él no ha creado un círculo cerrado, sino un grupo en expansión: todo miembro tiene un crecimiento que efectuar y una misión que cumplir. El fruto es el hombre nuevo, que se va realizando, en intensidad, en cada individuo y en la comunidad (crecimiento, maduración), y, en extensión, por la propagación del mensaje, en los de fuera (nuevo nacimiento). La actividad, expresión del dinamismo del Espíritu, es la condición para que el hombre nuevo exista.

El sarmiento no produce fruto cuando no responde a la vida que recibe y no la comunica a otros. El Padre, que cuida de la viña, lo corta: es un sarmiento que no pertenece a la vid.

En la alegoría, la sentencia toma el aspecto de poda. Pero esa sentencia no es más que el refrendo de la que cada uno se ha dado: al negarse a amar y no hacer caso al Hijo, se coloca en la zona de la reprobación de Dios (3,36). El sarmiento que no da fruto es aquel que pertenece a la comunidad, pero no responde al Espíritu; el que come el pan, pero no se asimila a Jesús.

Quien practica el amor tiene que seguir un proceso ascendente, un desarrollo, hecho posible por la limpia que el Padre hace. Con ella elimina factores de muerte, haciendo que el discípulo sea cada vez más auténtico y más libre, y aumente así su capacidad de entrega y su eficacia. Pretende acrecentar el fruto: en el discípulo, fruto de madurez; en otros, fruto de nueva humanidad.

El sarmiento no tiene vida propia y, por tanto, no puede dar fruto de por sí; necesita la savia, es decir, el Espíritu comunicado por Jesús. Interrumpir la relación con él significa cortarse de la fuente de la vida y reducirse a la esterilidad. Leer más…

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29.4.18. Soy la Vid, somos el Vino de Dios… Nombres de Cristo

Domingo, 29 de abril de 2018
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31162269_969609913216201_99090956361731653_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 5 de Pascua: Jn 15, 1-8. El domingo pasado fue el día de Jesús Buen Pastor.Este próximo será el de Jesús Buena Viña, Cristo Universal del vino, que llena el universo… Sarmientos suyos somos todos los creyentes, sarmientos que reciben la savia de la viña de Dios que es Jesús, cuya vida recorre y llena ramas y ramitas, uvas y racimos.

— Viñador es Dios, quiere una viña y la cultiva, un Dios que se alegra de la felicidad de los hombres, que son no sólo viña, sino vino bueno, de artista soberano.

— Viña es la Iglesia de Jesús, o, mejor dicho, una gran vid universal, comunidad de personas vinculadas por la misma savia de del árbol de Dios, que extiende sus ramas y su vida a todos los hombres

— Trabajadores de la viña, al servicio del “vino de Dios”, son todos los hombres, y en especial los cristianos, y más en especial los ministros de la Iglesia, sabiendo que el vino de Dios son ellos mismos.

Esta alegoría de la viña de Dios se cita y aplica también en otros pueblos, a lo largo y a lo ancho de la cuenca del Mediterráneo, como imagen de la vida universal, unida desde Dios que es el Árbol/Viña (incluso en el gran mito de Dionisio). El Jesús buen pastor es, al mismo tiempo, Jesús viña del Reino de Dios y de los hombres (cf. Mc 12, 3-ss).

31225007_969609269882932_1745678523461469236_nEn ese fondo quiero presentar de un modo breve esta alegoría de la viña de Jesús, evocando después otros nombres e imágenes de Cristo (sembrador, pastor, pescador, hortelano, arquitecto…), para ofrecer de esa manera una especie de sinfonía poético/musical del Reino, con el vino en la copa y las ovejas pastando en el llano.

No se trata de hacer cosas, de cumplir mandamientos… sino de ser lo que somos y saberlo, para así vivir en gozo, compartiendo todos los hombres y los pueblo el mismo vino, sin imposición de unos sobre otros, sin unos imponiéndose a la fuerza y otros aplastados.

Quiero que mi presentación sea esquemática, respetando la hermosura de la imagen, para ampliarla después con otras imágenes bellas del Cristo, en sus diversas figuras y oficios.

1. YO SOY LA VID, VOSOTROS LOS SARMIENTOS (JN 15, 1-8).

[1. Vid del Padre]

– Yo soy la Vid verdadera, y mi Padre el viñador.
Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta,
y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé fruto más pleno.
Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado.

[2. Vid con frutos]
– Permaneced en mí, como yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid;
así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.

[3. Vid, sarmientos]
– Yo soy la vid; vosotros los sarmientos.
quien permanece en mí y yo en él, da mucho fruto; pues sin mí no podéis hacer nada.
Quien no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca…
– Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros,
pedid lo que queráis y lo conseguiréis.
La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos…. Jn 15, 1-8)

He dividido el texto de forma algo convencional para destacar su aspecto histórico, cristológico y eucarístico. Esta alegoría presenta a Jesús como Vid verdadera, cumplimiento de la esperanza israelita: templo de Dios, fuente de vino, árbol de vida verdadera. Por eso, he comenzado diciendo que la viña pertenece al Padre (Apartado 1º), verdadero Viñador: por fin ha plantado una Viña que logra dar fruto por siempre (cf. Is 5, 1-2; Mc 12, 1).

Esta es una alegoría cristológica: sólo Jesús es la Vid que florece, madura y da vino abundante sobre el mundo (cf. Apartado 2º: Vid con frutos). La palabra central del pasaje hablar de unirse a Jesús, permanecer en él, como un sarmiento que recibe de la viña buena sabia de vida, vino que alegra a dioses y humanos. Jesús aparece así como árbol abundante, sagrado, del que mana la fiesta de vida para todos los que quieran beberla agradecidos.

El texto alcanza su culmen en forma eucarística (cf. Apartado 3º: Vid, sarmientos). Central es la vid, pero en ella resultan esenciales los sarmientos, es decir, los cristianos que aceptan y beben el vino del Cristo, convirtiéndose con él en verdadera eucaristía. Ciertamente, los sarmientos nada pueden sin la Vid, no tienen savia para vino. Pero la Vid tampoco puede extenderse jubilosa por la tierra, dando frutos de abundancia sin sarmientos. Desde este fondo se comprende la palabra del Cristo eucarístico de Juan cuando proclama: “quien cree en mí hará las obras que yo hago, y las hará incluso mayores, pues yo voy hacia el Padre” (Jn 14, 12). Leer más…

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El labrador, la vid y los sarmientos. Domingo 5º de Pascua. Ciclo B.

Domingo, 29 de abril de 2018
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Yo-soy-la-vid1-1024x965Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Una anécdota y un consejo

            Hace años un amigo tuvo que predicar este domingo en un pueblo de la Axarquía malagueña, donde los hombres estaban acostumbrados a ir todos los días al bar a tomar una copa de vino. Un sitio ideal para hablar de la vid y los sarmientos. Sin embargo, cuando terminó la misa, le preguntaron llenos de curiosidad: “Padre, ¿qué es la vid?” En aquel pueblo a las vides las llaman cepas. No se habían enterado de nada.

            Experiencia parecida tuve yo la primera vez que di charlas bíblicas en Centroamérica. La gente nunca había visto una vid o un olivo. Por desgracia, Jesús nunca contó la parábola del buen cafetero.

            Lo primero que debe preguntarse el que vaya a tener una homilía este domingo es si la gente entenderá una parábola contada en una cultura campesina y mediterránea. En nuestros días, Jesús probablemente habría contado otra muy distinta en la forma, aunque idéntica en el fondo. Una parábola en la que el Padre es un informático, Jesús la corriente eléctrica y nosotros ordenadores (computadoras) que no pueden funcionar si no están conectados a él. Incluso a los que funcionan bien, el Padre los limpia a fondo para que funcionen mejor. Pero esta adaptación, aparte de ser mucho menos poética, comete el mismo error: quien no viva en una cultura tecnológica no la entenderá; y dentro de unos años, cuando los ordenadores no necesiten estar conectados a la red, la parábola perdería su sentido. Más vale atenerse a la imagen original.

El labrador, la vid y los sarmientos

Para captar la originalidad del evangelio conviene recordar otras referencias a la vid en el Antiguo Testamento. Un salmo compara al pueblo de Israel con una vida pequeña, que Dios trasplanta a la tierra de Canaán, donde crece de manera espléndida y extiende sus pámpanos hasta el Gran Río (el Éufrates). Alude al imperio davídico. Pero llega un momento en que la vid se ve asaltada, pisoteada y destruida por los pueblos vecinos y los grandes imperios. ¿Por qué ha ocurrido esto? Una canción de Isaías ofrece la respuesta: la vid, que ha recibido inmensos cuidados por parte del labrador, en vez de dar uvas da agrazones. Pasando de la imagen a la realidad, Dios esperaba de su pueblo justicia y bondad y encontró malicia y maldad.

            En el evangelio, la imagen cambia profundamente. La vid no es el pueblo, sino Jesús. Y adquieren un protagonismo inesperado los sarmientos, nosotros.

            En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

         Este pasaje se conoce como «la parábola de la vid y los sarmientos». Título erróneo, porque no tiene en cuenta al protagonista principal, el labrador, que es quien poda, arranca y tira los sarmientos que no dan fruto. Y más bien que parábola es una fábula, donde los protagonistas son animales o plantas que pueden hablar y actuar. En este caso, los protagonistas secundarios, los sarmientos, no hablan, pero sí actúan. Algunos deciden mantenerse unidos a la vid, y dan fruto abundante. Otros deciden independizarse, cortar la relación con la vid, y dejan de dar fruto. (La imagen de unas ramas en movimiento, en este caso alejándose del tronco, recuerda la fábula de Yotán, que comienza: «Se pusieron en marcha los árboles para elegirse un rey»).

            El enfoque del evangelio, insistiendo en la idea de permanecer en Jesús, se comprende recordando un episodio de Lucas. En la aparición a los discípulos de Emaús, estos terminan pidiéndole: «Quédate con nosotros, Señor». En Juan cambia la perspectiva. Es Jesús quien nos dice: «Permaneced en mí». Es muy distinto «quedarse con» y «permanecer en», aunque parezcan lo mismo. Lo segundo habla de mayor intimidad, como la de un niño en el seno de su madre.

            El título habitual subraya la importancia de la vid. Y en parte lleva razón: de estar unidos a ella o separados de ella depende el futuro de los sarmientos. Pero la vid no hace nada. Simplemente está ahí. Todas las acciones las realizan el labrador o los sarmientos. Enfoque curioso, que nos obliga a reflexionar sobre la importancia de Dios Padre en la vida del cristiano; y el papel fundamental de Jesús, aunque a veces tengamos la impresión de que no hace nada en nuestra vida.

1ª lectura:  la viña y la poda de Dios(Hechos de los Apóstoles 9, 26-31)

         Aunque no tenga relación ninguna con el evangelio, el texto de los Hechos se puede leer como una concreción del mismo. El final nos dice cómo la vid, la comunidad cristiana, se extiende y fructifica. Y la primera parte, la que trata de Pablo, recuerda lo que dice la fábula a propósito del labrador: «a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto». Podar es cortar, herir al árbol, despojarlo de algo que le ha costado tiempo y esfuerzo producir. Pero el campesino lo hace para que esté más sano y fuerte. Eso es lo que hace Dios con Pablo.

En aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo. Entonces Bernabé se lo presentó a los apóstoles. Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado públicamente el nombre de Jesús. Saulo se quedó con ellos y se movía libremente en Jerusalén, predicando públicamente el nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los judíos de lengua griega, que se propusieron suprimirlo. Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso.

         Después de su conversión, podría esperar que lo recibieran muy bien en Jerusalén. Pero ocurre algo muy distinto: no se fían de él, lo rehúyen, hasta que Bernabé lo presenta a los apóstoles. Cuando comienza a predicar, los judíos de lengua griega intentan eliminarlo y debe huir a Tarso. En realidad, toda la vida de Pablo fue una gran poda, una vida llena de persecuciones y sufrimientos. Pero a través de ellos se convirtió en el mayor de los apóstoles. Dio mucho fruto. Una buena enseñanza para los que quisiéramos que todo nos fuera bien en la vida, sin ningún tipo de dificultades.

2ª lectura: cómo permanecer unidos a la vid

        El evangelio insiste en la necesidad de que el sarmiento esté unido a la vid. La segunda lectura nos indica el modo concreto de mantener la unión.

Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.

       El texto, como es habitual en Juan, resulta complicado y mezcla diversos temas: el amor falso y el verdadero, el complejo de culpabilidad, la confianza en Dios, la observancia de los mandamientos, la fe en Jesús y el amor mutuo, la permanencia en Dios y el don del Espíritu. Siguiendo la metáfora del evangelio, es una vid demasiado frondosa que conviene podar. Bastaría recordar que amar de verdad y con obras equivale a creer en Jesús y amarnos unos a otros. Esa es la forma de permanecer unidos a la vid y la única garantía de que daremos fruto como cristianos.

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5º Domingo de Pascua. 29 Abril, 2018

Domingo, 29 de abril de 2018
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Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.”

(Jn 15, 1-8)

Bella imagen de la vid, es una alegoría llena de vida resucitada. Es la imagen de la unión entre Jesús y nosotr@s. ¿Qué vid existe sin sarmientos? ¿Qué Dios vive sin entregar lo que es a quien está unid@ en Él?

En este texto lo primero que salta a la vista es que la vid y los sarmientos son parte de la propia vid. No son dos vides con antagonismo entre la propia vid y el sarmiento, ni son lo mismo, que sería un monismo.

La vid y los sarmientos son diferentes, pero no existen separados. Es decir, las formas separan, porque son lo que  vemos con nuestra mente. Pero sin la proyección mental, entrando en la profundidad de la contemplación, las formas no existen, contemplamos la esencia, lo que es, y entonces no son dos cosas distintas, sino una, con diferencias, que es la auténtica maravilla.

Tanto la física cuántica, como la visión transpersonal nos hablan de que todo está interrelacionado. Nada existe separado, y esto nos lo relata el Evangelio.

“ El sarmiento no puede dar fruto de por sí”. “ Yo soy la vid , vosotros los sarmientos, el que permanece en mí y yo en él ese da fruto abundante.” “Permaneced unid@s a mi como yo lo estoy a vosotr@s”.

En la misma línea, si Dios es Amor, ¿cómo puede el Amor vivir sin amor y el amor sin Amar? Nuestro Dios es un Dios Trinitario, diferentes maneras de amar, pero el Amor es solo uno. Somos un@ en Dios.

Esto no lo “entendemos” con nuestra mente discursiva, analítica, sino con la inteligencia del corazón, que es la que comprende con las entrañas en un silencio que se hace a veces denso, hasta llegar a ser transparente. Es entonces cuando se abren las compuertas del ser y se descubre la vida entretejida y conectada al AMOR, a la Vid.

Oración

Resucítanos a la nueva comprensión de la alteridad del amar para que seamos un@ en el Amor

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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A la savia que nos da Vida le llamamos Espíritu.

Domingo, 29 de abril de 2018
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vid1Jn 15, 1-8

Estamos en el comienzo del capítulo 15 del evangelio de Jn, incluido en el larguísimo discurso de despedida, que Jn pone en boca de Jesús, después de la cena. En esta parte del discurso, se habla de la comunidad y su misión en el mundo. Insiste en que la Vida de Dios debe atravesar a cada miembro para que sea posible el amor que se debe manifestar en obras. La división de los organismos vivos, en partes, siempre es inadecuada. Toda la vid es un único ser vivo. Para producir frutos, necesita de los tres elementos.

El simbolismo de la viña es muy frecuente en el AT, Pero no es tan frecuente la imagen de la vid. Además, el sentido que le da Jn es completamente original. El doble aspecto de una misma vivencia individual y una proyección a los demás, es la clave de la experiencia pascual. La Vida de Dios, la de Jesús y la de los discípulos es la misma. Aunque no se nombra expresamente, la Vida sigue siendo el centro del discurso.

Hay que tener en cuenta que la vid es una de las plantas que no produce fruto de provecho, si no se poda severamente. Su capacidad de echar follaje es tan grande que, si no se le aplican fuertes correctivos, se le va toda la fuerza en tallos y hojas. La poda se realiza en dos etapas. La primera se hace antes de que brote y consiste en eliminar casi todos los sarmientos del año anterior, dejando solo una parte mínima (dos o tres nudos) de los más robustos. La segunda se hace en verde, eliminado todos los tallos que no llevan fruto e incluso desmochando los que lo llevan.

Yo soy la vid verdadera. Detrás del símbolo de la vid, se esconde todo un mundo de sugerencias. Se trata de un ser vivo que se manifiesta a través de elementos distintos, pero unificados por una realidad que los trasciende, la vida. Una vez más es la Vida el centro del discurso. Todo el que se adhiere a Jesús forma parte de la misma vid. Forma una comunidad viva que fructifica. En el AT es frecuente que la viña sea improductiva.

Mi Padre es el labrador. Como en el AT, es el Padre quien la ha plantado y la cuida. Pero hay que tener cuidado a la hora de interpretar este aspecto. Jesús nunca se propone como centro de su mensaje. Él predica el Reino que es Dios. Nunca se interpone entre Dios y el ser humano. Jesús nos dice que lo que Dios es para él, lo es también para cada uno de los hombres. No pensemos que Jesús es más que el Padre. La alusión al Padre labrador, expresa la preocupación y el interés porque que los sarmientos den fruto.

Todo sarmiento que en mí no produce fruto, lo elimina, y a todo el que produce fruto, lo poda, para que dé más fruto. ¡Ojo a este párrafo! Tenemos un juego de palabras muy curioso: “airei” no significa cortar ni arrancar sino abolir, quitar. “kathairei” no significa podar sino limpiar, purificar. Ni uno ni otro verbo se suele utilizar para designar tareas agrarias. Al emplearlos nos fuerza a ir más allá del primer significado. El versículo siguiente nos ayuda a salir del error de interpretación: Vosotros estáis ya limpios por el mensaje que os he comunicado. “Limpios” tampoco tiene nada que ver con la pureza legal que se consigue por rituales. Para Jn el único pecado es la opresión. Como ellos han salido de ese ámbito, se han liberado del pecado.

No debemos entender estos versículos como si Dios actuara en nosotros desde fuera y mecánicamente. Para Jesús, Dios es la savia, la Vida que se comunica a toda la vid. Jesús es el primer sarmiento que vivió plenamente de esa savia divina. No debemos confundir al hombre Jesús con el Dios cristiano, sino como el primer cristiano que, haciendo suya la misma Vida de Dios, nos ha indicado la manera de alcanzar la verdadera plenitud humana. El mensaje de Jesús consiste en que todos vivamos esa Vida divina.

Ni cada individuo, ni la comunidad deben considerarse entes estáticos, tienen que dar fruto. Sarmiento improductivo es el que pertenece a la comunidad pero no responde al Espíritu. Incluso el que produce fruto tiene que seguir un proceso que no acaba nunca. Solo el don total de sí mismo permitiría alcanzar la meta. La posesión del Espíritu es un dinamismo que no se detiene nunca. El producir fruto no hace referencia a una moralidad.

El sarmiento no tiene vida propia, necesita recibir la savia de la cepa. La ausencia de fruto, delata la falta de unión con Jesús. La presencia de fruto manifiesta que la savia-Vida está llegando al sarmiento. Ni la Vid sin sarmientos puede producir frutos, ni los sarmientos separados de la cepa. Los frutos se alcanzan por la unidad de ambos. Esa unión con Jesús no es algo automático, ni ritual, ni externo. Exige la actualización constante por parte del discípulo. Cada individuo y cada comunidad tienen que estar constantemente eliminando todo aquello que le impida llegar a la identificación con Jesús.

Existe una fuerte tendencia a equiparar el “producir fruto” con las buenas obras. En Jn no se hace ninguna distinción entre ser y obrar. Adherirse a Jesús es inseparable de producir el fruto que esa adhesión conlleva, pero el fruto no son directamente las obras, sino la Vida-amor, que necesariamente se manifestará en obras. De esta manera queda erradicado el peligro de creer que son las obras las que me llevan a la identificación con Jesús. Solo la Vida-Amor nos hace ser uno con Jesús y nos capacita para obrar.

Porque sin mí, no podéis hacer nada. Por activa y por pasiva repite una y otra vez la misma idea. El sarmiento que es una sola vida con la cepa produce fruto y hace que la vid sea capaz de dar fruto. El que está separado, no sirve para nada porque no tiene vida. Se trata de participar de la misma Vida de Jesús, que es la del Padre. Recordad: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el padre; del mismo modo el que me coma vivirá por mí”. Estar unido, comer a Jesús es comprometerse con él y participar de su misma Vida. De la misma manera alejarse de Jesús es garantizarse la esterilidad y la muerte.

En esto se ha manifestado la gloria de mi Padre, en que hayáis comenzado a producir mucho fruto por haberos hecho discípulos míos. En este versículo queda claro que no pueden ser palabras pronunciadas por Jesús en la última cena. Los discípulos no comenzaron a dar frutos hasta después de la experiencia pascual. Solo entonces descubrieron al verdadero Jesús y lo vivieron de verdad. No son palabras de Jesús, sino palabras de la comunidad sobre Jesús. Si no hacemos esta composición de lugar, no habrá manera de dar un auténtico sentido al evangelio de Jn.

El domingo pasado se hablaba de un solo rebaño, hoy nos habla de una sola vid. Jesús y los discípulos constituyen una sola realidad viva. Ser vid significa estar unido no solo a Jesús y a Dios, sino a los demás sarmientos. Si me separo de otro sarmiento, que está unido a la vid, me tengo que separar de la vid. Esa es la experiencia pascual que tiene que continuar hoy en nosotros. Todos participamos de la misma Vida de Dios, que descubrimos gracias a Jesús. La Vida es una sola; al participar de ella tomamos conciencia de que formamos una unidad con todos los hombres, con todo el cosmos y con Dios.

Meditación

En el centro de mi ser esta la fuente de Vida.
En el orden del Espíritu, todo es Uno.
La aparente diversidad es una ficción de la mente.
Si consigo trascender el mundo de las apariencias,
me encontraré inmerso en la inmensidad del Ser.
En mi verdadero ser, la armonía y unidad son absolutas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Ser cristiano.

Domingo, 29 de abril de 2018
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echar-raicesSea lo que sea que puedas hacer, empiézalo. La audacia contiene genio y poder”. (Goethe)

29 de abril. V domingo de Pascua

Jn 15, 1-8

El que está en mí y yo en él, ese da fruto abundante

El hombre está llamado a dar sus frutos. Y para eso tenemos que estar como los sarmientos, unidos a la vid. Jesús es la vid verdadera y estaremos unidos creyendo en su palabra y amándonos los unos a los otros. Porque es generoso. Y es humano y divino, cuando está injertado en el tronco de la vid del Evangelio.

Un fruto que comido con conciencia es, como dice Tich Nhat Hanh, muy agradable. Nos sentamos elegantemente. Somos conscientes de las personas que se sientan a nuestro alrededor y de la comida en el plato. Es una práctica profunda. Cada bocado se convierte en un embajador del cosmos. Un brindis de alegría, libertad y placer como el que hizo Carmen en el banquete de la ópera de Giuseppe Verdi. En el de los cristianos brindamos todos con el vino espumoso de sus bodegas, macerado en las barricas del roble de los cielos.

La música –o la palabra– no está en la radio que estamos escuchando. Una radio es tan solo un artefacto que recoge y transmite los sonidos hacia los espacios siderales que quieren recibirlos. Pero no solo recibirlos, pero también amplificarlos con fidelidad para que los demás seres vivientes puedan oírlos y gozarlos. Recordemos los versos del protagonista a Horacio cuando le canta: “Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de lo que puede soñar tu filosofía” (Shakespeare, Hamlet).

Sueños de profundo calado que intentan, casi siempre en vano, resolver misterios. La novelista Sonia Fernández Vidal, lo aborda en este diálogo entre Agustín y un niño, en la novela Desayunar con partículas, embarcados ambos en el arduo problema trinitario:

– ¿Qué haces, niño?

– Quiero meter el océano en un hoyo, le responde sonriente el pequeño.

– San Agustín aleccionó al pequeño con un tono paternal: lo que pretendes hacer es imposible.

Pues es exactamente lo que estás intentando tú, le dijo para su sorpresa el niño, meter en tu mente finita los misterios de Dios.

Tu fábula, mi querida Sonia, a mí personalmente no me desalienta en absoluto. Más bien me da ánimos para seguir trayendo cubos del evangélico licor a mi arenoso hoyo de la playa. Jamás acaba de colmarse, pero yo siento que su gracia inunda la raíz de mi cepa, anunciando una generosa vendimia que yo transformaré en amor en mis lagares. ¿Te gustaría, Sonia, acompañarme para pisar descalzos los racimos? Invitaré también a Agustín con cara de filósofo adusto y también al niño sonriente. ¿Sería Jesús ese niño?

Sea lo que sea que puedas hacer, empiézalo. La audacia contiene genio y poder”.(Goethe). Un poder como el de la lámpara de Aladino, que con resplandor ilumina el mundo de luz y de calor.

CLARO DE LUNA

Claro de luna sobre el alma mía
en plenitud de luces y de sueños,
donde los vinateros viñadores
entonan sus canciones del solsticio.

Que yo encuentre la senda iluminada
que conduzca hasta la mesa,
donde se sientan al banquete los amantes.

Si Agustín se quedó
cabizbajo en la playa,
es su problema.

Yo me voy dibujando canciones en el aire.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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La vid y los sarmientos.

Domingo, 29 de abril de 2018
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juan-151-8Jn 15, 1-18

Todos los seres humanos vivimos profundamente relacionados. El vínculo es algo que nos caracteriza esencialmente. Este relato evangélico nos descubre una relación muy poderosa. Sin la cual, dice el texto, estamos desconectados, secos, como muertos… Es una vinculación profunda con Jesús, fuente de vida y de acción. “Sin mí no podéis hacer nada”, “separados de mí no dais fruto”… Nuestras acciones y especialmente la fecundidad de estas acciones dependen de esta conexión profunda con Jesús. De lo contrario, aquello que hagamos “separados” o por nuestra cuenta, será caduco, le faltará profundidad y sentido.

Como es habitual, el Jesús de los evangelios no expone esta situación con largas explicaciones o filosofías, sino que utiliza imágenes, parábolas o símbolos ciertamente conocidos por todo el mundo. En este texto nos habla a partir de la vid, una planta que ha sido objeto de mucha significatividad en la tradición judía. La vid, o mejor, la viña, en textos del Antiguo Testamento, representa al pueblo de Israel, al cual Dios ha plantado, podado y cuidado de todas las maneras posibles. El Padre ha sido representado en muchas ocasiones como un labrador que cuida a su viña Israel. A diferencia de otras parábolas e imágenes, el que actúa con eficiencia y radicalidad es el Padre. Jesús aparece fijamente fecundando como la savia a los sarmientos, pero quien riega, poda, corta… es el Padre. Nosotros tenemos la tarea de permanecer; permanecer unidos, vinculados, conectados a él de donde mana la vida, porque sin él “no podemos hacer nada”. Nuestra fe es un continuo de apertura y respuesta; y de arriesgar en tiempo de dudas. Y siempre, pase lo que pase, Dios actúa.

Pero lo que resulta radicalmente novedoso respecto al Antiguo Testamento es que Jesús se presenta a sí mismo como la vid. Ya no se trata solamente de un pueblo al que Dios consolida y asiste. Dios mismo, en Jesús, es la savia que corre por esta comunidad-vid.  Cada uno en esta comunidad somos como los sarmientos, ramas nacientes, destinadas a dar fruto.

Diversos textos paulinos hablan de esta misma situación. Un texto clave es Colosenses 1,17: “Cristo existe antes que todas las cosas y todas tienen en él su consistencia”. Y también “Dios tuvo a bien hacer habitar en él toda la plenitud. Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas” (Col 1,19-20).

En épocas de búsqueda de sentido o de desorientación, reencontrar la vinculación existencial con “todas las cosas” y encontrar la “consistencia” en Cristo se vuelve fundamental. Cuando las experiencias de aislamiento, abandono o de individualismo resultan generalizadas, la lectura de este texto nos anima a potenciar las relaciones profundas y a reforzar la corriente de vida que viene desde Jesús y que nos comunica entre nosotros de manera creativa.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Yo soy la vid. Permaneced, que no es lo mismo que atrincherarse.

Domingo, 29 de abril de 2018
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. YO SOY LA VID, QUE DA VIDA A LOS SARMIENTOS.

El lenguaje de los Evangelios, el lenguaje de Jesús no es filosófico, ni de altas teologías. Más bien Jesús emplea expresiones y símbolos de la vida cotidiana: el pan, el agua, la luz, el camino, el pastor, la puerta, la vid 

Hoy hemos escuchado la metáfora que san Juan aplica a Jesús: “Yo soy la vid”.

Los sarmientos reciben la vida, la savia, de la cepa. Las ramas reciben la vida del tronco, de la raíz.

Hay un refrán muy “sanchopancesco” (Sancho Panza) que dice: quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. Y lo malo es que tal refrán se cumple muy frecuentemente. Nos arrimamos al político o a la política de turno, al obispo que manda, al jefe de personal, etc., porque pensamos que de ellos, de tales “cepas” no viene la vida o, cuando menos un buen puesto o cargo, un buen modus vivendi.

Pero si dirigimos la mirada hacia cotas más humanistas, nobles y cristianas, caemos en cuenta de que la vida verdadera nos viene de Cristo. CRISTO ES VIDA: pan de vida, agua de vida, pastor que da la vida, la vid que transmite vida.

En el fondo se trata de saber qué es lo pretendemos y buscamos en la vida y de dónde o de quién esperamos esos logros.

Fiarse de Cristo, ser y vivir desde la savia de Cristo a veces no es sencillo. Seguir a Cristo, ser libre desde Cristo no es siempre cuestión fácil. La libertad en la vida ya sabemos que cuesta prestigio, puestos, dinero, etc.

La tradición de San Pablo dice (2Tim 1,1): sé de quién me he fiado.

Es noble y vale la pena ser un débil sarmiento que recibe la vida de Cristo, vid verdadera, y transmite, crea vida en la vida.

02. PERMANECED.
Por las crisis que sufrieron las comunidades cristianas de Juan, es por lo que la tradición del cuarto evangelio “repite” constantemente la invitación a PERMANECER: en el evangelio de hoy aparece siete veces la invitación a permanecer. Frecuentemente S Juan repite: Permaneced en mi amor, (Jn 15,9). Permaneced en lo que os enseñé desde el comienzo, (1Jn 2,27). La tradición de san Juan repite casi obsesivamente esta invitación a permanecer en el Señor. En el párrafo del evangelio que hemos escuchado hoy aparece 7 veces esta expresión: permaneced.

Permanezcamos en Cristo

03. PERMANECER NO ES ATRINCHERARSE NI UNA RESISTENCIA NUMANTINA

Permanecer no significa guardar fósiles dogmáticos o litúrgicos. Es cierto que hay que guardar con estima lo que hemos recibido, pero, siendo importante, lo más transcendente de una ciudad no son sus museos, ni Atapuerca.

Muchas veces para ser fiel a la fe, al pasado, hay que cambiar muchas cosas en el presente. ¿Quién entiende hoy lo que significa consubstancial al Padre? o el “Filioque”. ¿Quién entiende y vive esas realidades así expresadas?

Para permanecer hay que cambiar. Para ser y permanecer como personas, como ciudadanos, como creyentes hemos de ir cambiando muchas cosas en la vida.

04. LA VID. LA VIDA LA RECIBIMOS DE OTROS.

Vivir unidos a Cristo.

La imagen de la viña, significa en el mundo bíblico al pueblo de Dios, que recibe la vida de Dios Padre.

Salmo 80,9 Sacaste una vid de Egipto.

Isaías 5 Mi amigo tenía una viña…

Mt 21 Es la célebre e intencionada parábola de los viñadores homicidas.

Jn 2,1-12 La parábola de las bodas de Caná: se han quedado sin vino (viña), sin amor.

El tema de fondo es la vida, tener vida. Desde el comienzo se nos dice que en Él estaba la vida, (Jn 1,4).

Quien cree en Él tiene vida (Jn 3,4). Cristo es el agua de vida, (Jn 4,14). Es el pan de vida, Jn 6,51-54).

Cristo es el Buen Pastor que da vida, (Jn 10). Cristo es la resurrección y la vida (Jn 11,25). Cristo es el camino, la verdad y la vida, (Jn 14,6).

La vida la recibimos de otros: padres, familia, pueblo, amigos, cultura, iglesia, JESUCRISTO.

El que permanece en mí tiene vida y dará fruto abundante.

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