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“Dichosos los que crean a pesar de lo que ven”. Domingo 2º de Pascua. Ciclo C.

Domingo, 28 de abril de 2019
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thomas-et-jesusDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Todas las apariciones de Jesús resucitado son peculiares. Incluso cuando se cuenta la misma, los evangelistas difieren: mientras en Marcos son tres las mujeres que van al sepulcro (María Magdalena, María la de Cleofás y Salomé) y también tres en Lucas, pero distintas (María Magdalena, Juana y María la de Santiago), en Mateo son dos (las dos Marías) y en Juan una (María Magdalena, aunque luego habla en plural: «no sabemos dónde lo han puesto»). En Mc ven a un muchacho vestido de blanco sentado dentro del sepulcro; en Mt, a un ángel de aspecto deslumbrante junto a la tumba; en Lc, al cabo de un rato, se les aparecen dos hombres con vestidos refulgentes. En Mt, a diferencia de Mc y Lc, se les aparece también Jesús. Podríamos indicar otras muchas diferencias en los demás relatos. Como si los evangelistas quisieran acentuarlas para que no nos quedemos en lo externo, lo anecdótico. Uno de los relatos más interesantes y diverso de los otros es el del próximo domingo (Juan 20,19-31).

             Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

            – Paz a vosotros.

            Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

            – Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. 

            Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

            – Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados! quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

            Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

            – Hemos visto al Señor.

            Pero él les contestó:

            – Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.

            A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

            – Paz a vosotros.

            Luego dijo a Tomás:

            – Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

            Contestó Tomás:

            – ¡ Señor Mío y Dios Mío!

            Jesús le dijo:

            – ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto. 

            Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo tengáis vida en su nombre.

Las peculiaridades de este relato de Juan

  1. El miedo de los discípulos. Es el único caso en el que se destaca algo tan lógico, y se ofrece el detalle tan visivo de la puerta cerrada. Acaban de matar a Jesús, lo han condenado por blasfemo y por rebelde contra Roma. Sus partidarios corren el peligro de terminar igual. Además, casi todos son galileos, mal vistos en Jerusalén. No será fácil encontrar alguien que los defienda si salen a la calle.
  2. El saludo de Jesús: «paz a vosotros». Tras la referencia inicial al miedo a los judíos, el saludo más lógico, con honda raigambre bíblica, sería: «no temáis». Sin embargo, tres veces repite Jesús «paz a vosotros». Algún listillo podría presumir: «Normal; los judíos saludan shalom alekem, igual que los árabes saludan salam aleikun». Pero no es tan fácil como piensa. Este saludo, «paz a vosotros» sólo se encuentra también en la aparición a los discípulos en Lucas (24,36). Lo más frecuente es que Jesús no salude: ni a los once cuando se les aparece en Galilea (Mc y Mt), ni a los dos que marchan a Emaús (Lc 24), ni a los siete a los que se aparece en el lago (Jn 21). Y a las mujeres las saluda en Mt con una fórmula distinta: «alegraos». ¿Por qué repite tres veces «paz a vosotros» en este pasaje? Vienen a la mente las palabras pronunciadas por Jesús en la última cena: «La paz os dejo, os doy mi paz, y no como la da el mundo. No os turbéis ni os acobardéis» (Jn 14,27). En estos momentos tan duros para los discípulos, el saludo de Jesús les desea y comunica esa paz que él mantuvo durante toda su vida y especialmente durante su pasión.
  3. Las manos, el costado, las pruebas y la fe. Los relatos de apariciones pretenden demostrar la realidad física de Jesús resucitado, y para ello usan recursos muy distintos. Las mujeres le abrazan los pies (Mt), María Magdalena intenta abrazarlo (Jn); los de Emaús caminan, charlan con él y lo ven partir el pan; según Lucas, cuando se aparece a los discípulos les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de palparlo para dejar claro que no es un fantasma, y come delante de ellos un trozo de pescado. En la misma línea, aquí muestra las manos y el costado, y a Tomás le dice que meta en ellos el dedo y la mano. Es el argumento supremo para demostrar la realidad física de la resurrección. Curiosamente se encuentra en el evangelio de Jn, que es el mayor enemigo de las pruebas física y de los milagros para fundamentar la fe. Como si Juan se hubiera puesto al nivel de los evangelios sinópticos para terminar diciendo: «Dichosos los que crean sin haber visto».
  4. La alegría de los discípulos. Es interesante el contraste con lo que cuenta Lucas: en este evangelio, cuando Jesús se aparece, los discípulos «se asustaron y, despavoridos, pensaban que era un fantasma»; más tarde, la alegría va acompañada de asombro. Son reacciones muy lógicas. En cambio, Juan sólo habla de alegría. Así se cumple la promesa de Jesús durante la última cena: «Vosotros ahora estáis tristes; pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os la quitará» (Jn 16,22). Todos los otros sentimientos no cuentan.
  5. La misión. Con diferentes fórmulas, todos los evangelios hablan de la misión que Jesús resucitado encomienda a los discípulos. En este caso tiene una connotación especial: «Como el Padre me ha enviado, así os envío yo». No se trata simplemente de continuar la tarea. Lo que continúa es una cadena que se remonta hasta el Padre.
  6. El don de Espíritu Santo y el perdón. Mc y Mt no dicen nada de este don y Lucas lo reserva para el día de Pentecostés. El cuarto evangelio lo sitúa en este  momento, vinculándolo con el poder de perdonar o retener los pecados. ¿Cómo debemos interpretar este poder? No parece que se refiera a la confesión sacramental, que es una práctica posterior. En todos los otros evangelios, la misión de los discípulos está estrechamente relacionada con el bautismo. Parece que en Juan el perdonar o retener los pecados tiene el sentido de admitir o no admitir al bautismo, dependiendo de la preparación y disposición del que lo solicita.

“Dichosos los que crean a pesar de lo que ven”

            En este pasaje del evangelio se da un importante cambio en los destinatario. En la primera parte, Jesús se dirige a los once: a ellos les saluda con la paz, a ellos los envía en misión y les da el Espíritu. En la segunda se dirige a Tomás, invitándolo a no ser incrédulo. En la tercera se dirige a todos nosotros: “Dichosos los que crean sin haber visto”.

  Podríamos añadir: “Dichosos los que crean a pesar de lo que ven”. Basta pensar en las desgracias que ocurren a menudo en nuestro mundo, en los grandes fallos de la Iglesia, en las luchas más o menos ocultas por el poder dentro de ella, en otros detalles contrarios al evangelio. Para muchos, estos motivos son suficientes para abandonar la Iglesia o incluso la fe. Conviene escuchar a Jesús, que nos dice: “Bienaventurados los que creen a pesar de lo que ven”.

Una primera lectura que hay que leer con atención (Hechos 5,12-16)

            El evangelio ha proclamado dichosos a quienes creen sin ver. La primera lectura habla de la dicha de ver milagros y beneficiarse de ellos. Comienza diciendo que “los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo”. Y termina subrayando el papel principal de Pedro; en opinión de la gente, incluso su sombra basta para curar a alguno. Por eso le traen enfermos hasta de los alrededores de Jerusalén.

            En una lectura rápida, parece que son estos milagros los que favorecen la expansión de la comunidad cristiana (“crecía el número de los que se adherían al Señor”). Sin embargo, lo que cuenta Lucas es más sutil.

            Además de los apóstoles, juega un papel capital la comunidad (“los fieles se reunían en común en el pórtico de Salomón”). Y es a ella a la que se adhieren los nuevos creyentes.

            Los milagros de los apóstoles y de Pedro continúan la labor de Jesús, que “pasó haciendo el bien”. Esos enfermos se benefician de ellos, pero no entran en la comunidad cristiana. Los que pasan a formar parte de ella son los que ven la forma de vida de la comunidad. En esta época de secularización, con la disminución creciente de los cristianos, es importante recordar que el numero de los creyentes depende en gran parte del ejemplo que demos a los demás.

           

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II Domingo de Pascua. 28 de Abril, 2019

Domingo, 28 de abril de 2019
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“En la tarde de aquel día, el primero de la semana,
y estando los discípulos con las puertas cerradas por miedo a los judíos, llegó Jesús, se puso en medio y les dijo:
“¡La paz esté con vosotros!”

(Jn 20, 19-31)

Tal vez nos resulta una escena muy familiar la de los discípulos. Un domingo por la tarde, encerrados en casa, ellos por miedo a los judíos, nosotros por… pánico al lunes. Sí, una razón tan simple como real. Pereza, modorra, o como lo queramos llamar, por comenzar otra semana, comenzar nuestras obligaciones, trabajo, estudios, gimnasio, extraescolares de los niños, aguantar al jefe, a los compañeros, a los clientes, y así, un largo etcétera.

Aguantar a los demás. Reflexionemos un poco. Los demás. Todos, absolutamente todos formamos parte de ese “los demás” para alguien. Esto quiere decir que a ti y a mí también nos tienen que aguantar los demás; con nuestras risas y también con nuestras lágrimas; con todo lo bueno que les aportamos y también con nuestras puertas cerradas; con nuestros viernes pero también sacamos a relucir nuestras tardes de domingo… ¿nos damos cuenta de ello o solo vemos lo de “los demás”?

Y es entonces, sin duda, en nuestras lágrimas, en nuestras puertas cerradas, en nuestras tardes de domingo cuando se pone Jesús en el medio y nos dice: “¡La paz esté con vosotros!” Él llena con su presencia cualquier resquicio de temor, cualquier oscuridad.

Y ahora, otro interrogante, ¿para creernos esto nos bastan las palabras o dejamos que aparezca nuestro Tomás interior?

Oración

Jesús, tú eres nuestro Maestro, a quien seguimos.
Tú nos dices una y otra vez “dichosos los que creen sin haber visto”.
Ayúdanos a creer que estás en medio de nuestras noches dándonos paz,
en medio de nuestras tormentas, en medio de nuestras soledades.
Ayúdanos a creer que estás cuando no te vemos.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

***

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A Jesús resucitado no se le puede ver

Domingo, 28 de abril de 2019
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Lo que los textos del NT quieren expresar con la palabra resurrección es la clave de todo el mensaje cristiano. Pero es mucho más  profundo que la reanimación de un cadáver. Sin esa Vida que va más allá de la vida, nada de lo que dice el evangelio tendría sentido. Fue la manera más convincente de transmitir la vivencia pascual después de la experiencia de su pasión y muerte. Lo que quieren transmitir es la experiencia pascual de que seguía vivo, y además, les estaba comunicando a ellos esa misma vida. Éste es el mensaje de Pascua.

Como todos los años, leemos este mismo evangelio y lo explicamos el año pasado, vamos a referirnos hoy al aspecto general de la experiencia pascual. Los exégetas han rastreado los primeros escritos del NT y han llegado a la conclusión de que la cristología pascual no fue ni la primera ni la única forma de expresar la experiencia que, de Jesús vivo, tuvieron los discípulos después de su muerte. Hay por lo menos tres cristologías que se dieron entre los primeros cristianos, antes o al mismo tiempo de hablar de resurrec­ción.

En las primeras comunidades, se habló de Jesús como el juez escatoló­gico que vendría al fin de los tiempos a juzgar, a salvar definitiva­mente. Fijándose en la predicación por parte de Jesús de la inminente venida del Reino de Dios y apoyados en el AT, pasaron por alto otros aspectos de la figura de Jesús y se fijaron en él como el Mesías que viene a salvar definitivamente a su pueblo. Predicaron a Jesús, el Cristo (Ungido), como dador de salvación (Vida) última y definitiva sin hacer referencia explicita al hecho de la resurrección.

Otra cristología, que se percibe en los textos que han llegado a nosotros de algunas comunidades primitivas, es la de Jesús como taumaturgo. Manifestaba, con su poder de curar, que la fuerza de Dios estaba con él. Para ellos los milagros eran la clave que permitía la compren­sión de Jesús. Esta cristolo­gía es muy matizada ya en los mismos evangelios; seguramente, porque, en algún momento, tuvo excesiva influencia y se quería contrarrestar el carácter de magia que podría tener. En los evangelios se utiliza y se critica a la vez.

Una tercera cristología, que tampoco se expresa con el término resurrección, es la que considera a Jesús como la Sabiduría de Dios. Sería el Maestro que, conectando con la Sabiduría preexistente, nos enseña lo necesario para llegar a Dios. También tiene un trasfondo bíblico muy claro. En el AT se habla innumerables veces de la Sabiduría, incluso personalizada, que Dios hace llegar a los seres humanos para que encuentren su salvación.

Todas estas maneras de entender a Cristo fueron concentrándose en la cristología pascual, que encontró en la idea de resurrección el marco más adecuado para explicar la vivencia de los seguidores de Jesús después de su muerte. Sin embargo, la cristología pascual más primitiva tampoco hace referencia explícita a la resurrección. La experiencia pascual fue interpretada, en una primera instancia, como exaltación y glorificación del humillado, tomando como modelo una vez más el AT y aplicando a Jesús la idea del justo doliente.

La mayoría de los exégetas están de acuerdo en que ni las apariciones ni el sepulcro vacío fueron el origen de la primitiva fe. Los relatos de apariciones y del sepulcro vacío se habrían elaborado poco a poco como leyendas sagradas, muy útiles en el intento de comunicar, con imágenes muy vivas y que entraran por los ojos, la experiencia pascual. Esa vivencia fue fruto de un proceso interior en el que tuvieron mucho que ver las reuniones de los discípulos. Todos los relatos hacen referencia, implícita o explícita a la comunidad reunida.

En ninguna parte se narra el hecho de la resurrección porque no puede ser un fenómeno constatable empíricamente; cae fuera de nuestra historia, no puede ser objeto de nuestra percepción sensorial. Todos los intentos por demostrar la resurrección como un fenómeno verificable por los sentidos, estarán abocados al fracaso. Toda discusión científica sobre la resurrección es una estupidez. Cuando decimos que no es un hecho “histórico”, no queremos decir que no fue “Real”. El concepto de real, es más amplio que lo sensible o histórico.

En Jesús no pasó nada, pero en los discípulos se dio una enorme transformación que les hizo cambiar la manera de entender la figura de Jesús. Sería muy interesante averiguar como llegaron los discípulos a ese descubrimiento, sobre todo teniendo en cuenta que en los momentos de dificultad todos le abandonaron y huyeron. Ese proceso de “iluminación” de los primeros discípulos se ha perdido. No solo sería importante para conocer lo que pasó en ellos, sino porque ese mismo proceso tiene que realizarse en nosotros.

La resurrección quiere expresar la idea de que la muerte no fue el final. Su meta fue la Vida, no la muerte. La misma Vida de Dios, como dice el mismo Jn: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre”.  Vaciándose del “ego”, queda en él lo que había de Dios. No cabe mayor glorificación. “Aquilatar” el oro es ir quitando las impurezas: 12, 18, 22… hasta llegar a 24 quilates que es oro puro; ya no se puede ir más allá. Este vaciamiento no supone la anulación de la “persona”, sino su potenciación. Desde la antropología judía se puede entender muy bien. El hombre es un todo monolítico, desde la carne al espíritu.

La base de la credibilidad está en las apariciones a los doce, con justificación de la misión. Todos los relatos responden a un esquema teológico y nos dan la clave de interpretación:

a) Una situación de la vida real. Jesús se hace presente en la vida real. La nueva manera de estar presente Jesús no tiene nada que ver con el templo o con los ritos religiosos. Ni siquiera están orando cuando se hace presente. El movimiento cristiano no empezó su andadura como una nueva religión, sino como una forma de vida. De hecho los romanos los persiguieron por ateos. En todos los relatos de apariciones se quiere decir a los primeros cristianos que en los quehaceres de cada día se tiene que hacer presente Cristo. Si no lo encontramos en las situaciones de la vida real, no lo encontraremos en ninguna parte.

b) Jesús sale al encuentro inesperadamente. Este aspecto es muy importante. Él es el que toma siempre la iniciativa. La presencia que experimentan no es una invención ni surge de un deseo o expectativa de los discípulos. A ninguno de ellos les había pasado por la cabeza que pudiera aparecer Jesús una vez que habían sido testigos de su fracaso y de su muerte. Quiere decir que el encuentro con él no es el fruto de sus añoranzas o aspiraciones. La experiencia se les impone desde fuera, desde una instancia superior.

c) Jesús les saluda. Es el rasgo que conecta lo que está sucediendo con el Jesús que vivió y comió con ellos. La presencia de Jesús se impone como figura cercana y amistosa, que manifiesta su interés por ellos y que trata de llevarles a su plenitud de vida.

d) Hay un reconocimiento, que se manifiesta en los relatos como problemático. No dan ese paso alegremente, sino con muchas vacilaciones y dudas. En el relato de hoy se pone de manifiesto esa incredulidad personalizada en una figura concreta, Tomás. No quiere decir que Tomás era más incrédulo que los demás, sino que se insiste en la reticencia de uno para que quede claro lo difícil que fue, para todos, aceptar la nueva realidad.

e) Reciben una misión. Esto es muy importante porque quiere dejar bien claro que el afán de proclamar el mensaje de Jesús, que era una práctica constante en la primera comunidad, no es ocurren­cia de los discípulos, sino encargo expreso del mismo Jesús, que ellos aceptan como la tarea más urgente que tienen que llevar a cabo.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Señales de lo divino

Domingo, 28 de abril de 2019
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Juan-20-19-31-1Conocer nuestro lugar en el universo es imprescindible para la felicidad humana. Existimos en relación con el tiempo y existimos en relación con el resto del universo (Spinoza)

Hch 5, 15-16

“Y hasta sacaban a los enfermos a las calles, poniéndolos en catres y camillas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos. La multitud acudía también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos poseídos por espíritus o poseídos por espíritus impuros, y todos quedaban curados”.

28 de abril. Domingo II de Pascua

Jn 20, 19-36.

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se colocó en medio de ellos y les dice: Paz con vosotros (v 19).

El africano Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, revela su creencia de que lo divino es una manifestación clara de Dios en toda la Naturaleza, viniéndonos a decir que, en lugar de buscar señales en el cielo, pidamos fe para y voluntad para verlas en todo el Universo. Con sabiduría y discernimiento, las descubriremos dentro y fuera del mismo, nosotros incluidos.

 

En una ocasión dijo: Nos han hablado mucho de ir a misa, de rezar, de pedir cosas y señales; pero poco a poco empezamos a sentir la grandeza divina en nuestra vida, de una forma mágica, milagrosa y perfecta; y poco a poco empezamos a entender dichas señales”.

Señales y más señales las hay todo el tiempo y en todos los lugares. La refracción de los rayos del sol en gotas de agua de lluvia puede ser vista por todos. Cuanto más presente estemos con la belleza del mundo que nos rodea, y cuanto más conectados estemos a la Naturaleza, más notaremos y reconoceremos la acción de los arcoíris. Los arcoíris, como los chakras, se vuelven más vívidos y vivos a medida que abrimos nuestro corazón a lo divino.

El evangelista Mateo lo expresó de esta manera en el capítulo 22 de su Evangelio: “Después del primero y más importante de los mandamientos, viene otro semejante a éste: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Particularmente con un amor hecho obras.

Ahora bien, con respecto de esta señal del cumplimiento del mandamiento del amor a través de las obras de misericordia y del ejercicio de la caridad, conviene precisar que, aún siendo una señal muy importante, no se puede tomar ésta como la única señal de salvación.

El místico y filósofo judío Baruc de Spinoza lo expresó de esta manera: “Conocer nuestro lugar en el universo es imprescindible para la felicidad humana. Existimos en relación con el tiempo y existimos en relación con el resto del universo”.

En uno de sus Poemas, Antonio Machado canta la felicidad de que nos habla Spinoza, expresada en los robles, el musgo, las cigüeñas, la primavera, la fuente y el arcoíris. Y todo esto sí que ciertamente es una Pascua.

PASCUA DE RESURRECCIÓN

Mirada: el arco de la vida traza
el iris sobre el campo que verdea.

Buscad vuestros amores, doncellitas,
donde brota la fuente de la piedra.

En donde el agua ríe y sueña y pasa,
allí el romance del amor se cuenta.

¿No han de mirar un día, en vuestros brazos,
atónitos, el sol de primavera,
ojos que vienen a la luz cerrados,
y que al partirse de la vida ciegan?

¿No beberán un día en vuestros senos
los que mañana labrarán la tierra?

¡Oh, celebrad este domingo claro,
madrecitas en flor, vuestras entrañas nuevas!

Gozad esta sonrisa de vuestra ruda madre.
Ya sus hermosos nidos habitan las cigüeñas,
y escriben en las torres sus blancos garabatos.

Como esmeraldas lucen los musgos de las peñas.

Entre los robles muerden
los negros toros la menuda hierba,
y el pastor que apacienta los merinos
su pardo sayo en la montaña deja.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Humanidad creyente

Domingo, 28 de abril de 2019
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37ccc91824d528e3fab643f8cf002759Según el evangelio de Juan, la posibilidad de la fe en la resurrección es diferente según sea el personaje del evangelio al que se refiere. Entre quienes hacen la experiencia de ver al resucitado, encontramos en primer lugar a María Magdalena. El relato joánico nos sorprendente al mostrar la indiferencia de María ante los signos de la resurrección: ella no cree inmediatamente al ver los signos de la tumba vacía y los lienzos (como sí lo hace el discípulo amado); no cree al ver a dos ángeles y hablar con ellos; ni siquiera se le abren los ojos mientras ve y habla con Jesús en persona. Ella necesitará reconocerse a sí misma, escuchar su propio nombre en relación con él para reconocerlo y reconocerse mutuamente. Para ella la experiencia de resurrección es vincular y refleja la identidad compartida.

Los discípulos, por su parte, creen al ver y oír a Jesús en medio de ellos cuando estaban reunidos. Pero uno de ellos no estaba presente. Y justamente, es quien tiene más dificultades, según el relato de este domingo: Tomás. Posiblemente Tomás no hubiera dicho lo mismo si hubiera estado presente el “primer día de la semana en casa”. Él tiene muy presente en su mente los hechos pasados: la crucifixión está demasiado cerca y actual. Él ha estado lejos de su maestro y necesita recuperar la cercanía: tocar con sus propios dedos el lugar de los clavos y meter la mano en su costado. Posiblemente está todavía viviendo en el tiempo de la cruz, arrepentido de la distancia y pretendiendo remediarla cuando ya no es el momento. No puede aceptar el relato de su grupo y no puede asumir que el tiempo ha pasado y que, ahora, en el presente, hay algo nuevo. Pero tampoco pretende alejarse de su gente, aunque no crea en lo que dicen.

Jesús da a cada uno según su propia inquietud y así, de la misma manera que ofrece a María una renovada identidad y misión al llamarla por su nombre, a Tomás le ofrece palpar los signos de la muerte ahora transformados para que pueda desplegar su fe. Le permite revivir los signos del pasado para confirmar con sus propias manos que en el presente la realidad está transfigurada.

De esta manera, los compañeros de Jesús pasan del umbral de la incomprensión y de la increencia en la resurrección a la fe en la vida, que no se acaba en quienes creen. Porque aceptar la resurrección de Jesús es, además, reconocer que nuestra vida de fe encontrará un nuevo comienzo tras la muerte. Jesús es como nuestro hermano mayor que nos enseña el camino.

En el evangelio de Juan, la fe ocupa el lugar central hasta el punto de que la vida misma está vinculada a la fe y es exclusiva de quienes creen. Para el cuarto evangelista, fe y vida van de la mano y la fe es requisito necesario para vivir. El relato acaba diciendo que todo esto se ha contado “para que (todos, incluyendo los lectores), creyendo tengáis vida”. De esta manera nos introduce a todos y cada uno en la apertura a la resurrección como posibilidad de una vida feliz.

La resurrección no es fácil de aceptar y mucho menos de asimilar. Pero adentrarse en ella es la posibilidad de convertirse en creyente. Y la misión es fruto del acercamiento a una nueva conciencia de resurrección, de una vida con sentido que la vuelve eterna.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Dichosos los que confían, porque pueden ver

Domingo, 28 de abril de 2019
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Juan-20-19-31-2-1-1-e1522991808297II Domingo de Pascua

28 abril 2019

Jn 20, 19-31

A juzgar por los elementos que contiene, nos hallamos ante una catequesis “completa” sobre la resurrección. Una catequesis que tiene como destinatarios –el evangelio de Juan se escribe en torno al año 100– a los discípulos de la “segunda generación”.

¿Por qué a no pocos cristianos les cuesta aceptar que se trata de una catequesis? Los motivos pueden ser varios: por un lado, venimos de una tradición que ha entendido estos relatos en una tal literalidad, que resulta difícil abandonarla; por otro, nuestra imaginación –con ayuda también de pintores y predicadores– “creó” la escena, y eso nos hace pensar que lo imaginado tiene que ser real; por otro todavía, nuestra mente exige una prueba “tangible” –como el apóstol Tomás en este relato–, sin percibir que se trata de un ámbito al que la mente nunca puede tener acceso.

Por todo ello puede resultar difícil reconocer que este relato sea una escenificación catequética, a través de la cual, el autor del evangelio quiera comunicarnos la experiencia de los primeros testigos, el mensaje que encierra la resurrección y la invitación a “creer sin ver”. De no ser así, ¿cómo se explicaría que un hecho tan contundente no haya sido narrado por los otros evangelistas?

En esta catequesis, se hace referencia a algunos datos significativos. Las dos apariciones ocurren “el primer día de la semana”, y simplemente con ello se le están diciendo al lector dos cosas: que la resurrección es una “nueva creación”, y que las apariciones “ocurren” en el domingo, en la celebración comunitaria de la eucaristía o “fracción del pan”. Con lo cual, se le está invitando a descubrir al Resucitado en la eucaristía compartida. De hecho, Tomás no “ve al Señor” por estar ausente, fuera de la comunidad.

Todo apunta a que la escena de Tomás es un añadido tardío, que tenía como objeto señalar la igualdad básica de la fe de la comunidad actual con aquella de los primeros discípulos. El centro de la narración se encuentra justamente en la bienaventuranza con que concluye: “Dichosos los que crean sin haber visto”.

¿Por qué entonces la insistencia en los agujeros de los clavos en las manos y de la lanza en el costado? Sin duda, es el modo portentoso de señalar que los humanos tendemos a exigir pruebas físicas para creer en el resucitado. De hecho, en ningún momento se dice que Tomás accediera a tocar las heridas.

En realidad, se trata de una invitación a la fe, que se expresa en la confesión final: “¡Señor mío y Dios mío!”. Por eso, los destinatarios del relato son precisamente “los que crean sin haber visto”, a quienes se les llama “dichosos”.

“Dichosos los que creen sin haber visto”. En el cuarto evangelio, el tema de “creer” –que aparece unido a “nacer de nuevo”– presenta una especial relevancia y remite a algo paradójico: no se trata de “ver” para poder “creer”, sino justo al revés: solo cuando se “cree”, se “ve”.

Aunque de entrada pueda sonar extraña, en realidad esa paradoja responde ajustadamente a lo que es la condición humana. Si sabemos que “creer” significa “confiar”, caeremos en la cuenta de que el niño, antes de “saber”, confía… Y sobre esa confianza se empieza a construir su personalidad.

¿Qué significa, pues, “creer” o “confiar”? Aquí está la clave de toda esta cuestión. Se trata de acceder a un estadio de consciencia donde la confianza resplandece, porque descubres que, en ese nivel, todo está bien. Acalla la mente y su vagabundeo errático, silencia el ego y su cúmulo de deseos, y emergerá la Quietud, el estado de Presencia, caracterizado por la Confianza y la Certeza: es justo ahí cuando empiezas a “ver” o a comprender.

Esa es precisamente la bienaventuranza: se proclama felices o dichosos a quienes, trascendiendo la mente y el yo, experimentan la confianza radical, en ese estado que permite “ver”.

De este modo, parece que el autor del evangelio buscaba motivar a los cristianos de la segunda generación para que acogieran la fe en la resurrección y, de ese modo, llegaran a la profesión de fe cristiana: “Señor mío y Dios mío”. Porque es ahí –viene a decir– donde se juega la fe, no en el hecho de haber tocado o no las llagas del resucitado.

Lo que se percibe y vive en ese nivel –trascendida la mente y el yo– es Paz y Perdón. Ahí se ha dejado el reino del ego y se es introducido en el reino del Espíritu. No es extraño que sean precisamente esas las palabras del resucitado.

¿Me abro a ver más allá de la mente, en el Silencio consciente?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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La Comunidad de Jesús vive en paz, alegría y buen espíritu

Domingo, 28 de abril de 2019
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tomas-1Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. La resurrección impregna la vida de paz, alegría y espíritu

         La comunidad eclesial se encontraba al anochecer, encerrados en sí mismos y con miedo. Pocas huellas y poco testimonio de resurrección daba aquella comunidad: de discípulos El texto dice: discípulos, creyentes. No dice los Doce ni apóstoles. Por eso estaban -vivían-encerrados, con las puertas cerradas y con miedo, enquistados, tristes, sin paz.

  1. ¿Y en la Iglesia actual? ¿en nuestra diócesis?

         Los relatos evangélicos son siempre los mismos. Pero las situaciones tanto personales como sociales y eclesiales cambian.

         Una iglesia, una comunidad sin audacia, sin espíritu ni vitalidad, sin serenidad (paz) y sin alegría, dista mucho de ser la iglesia de Jesús y vive en oscuridad (al anochecer) miedo y con miedo.

Muchos de nosotros tenemos la experiencia de estar viviendo años férreos en nuestra Iglesia local, encerrados, paralizados y anquilosados por el miedo a todo: al marxismo, al laicismo, a la secularización, a los logros científicos (ciencias), a la libertad, miedo a la creatividad, pavor al concilio Vaticano II, etc.

Debido a esta situación vivimos bajo el miedo y la censura; vivimos en un tono eclesiástico oscurantista?

El día 18 de este mes de abril (2019) Rafael Aguirre publicaba un artículo en el DV en el que detectaba que: estamos asistiendo al desembarco político de una sedicente cultura católica extremista y conservadora.

         Pero la gran tradición cristiana no coincide -ni mucho menos- con muchas de las palabras, costumbres y modos eclesiásticos, que se nos presentan como pertenecientes al núcleo central de la fe, cuando ni lo fueron, ni lo son?

  1. paz, alegría aliento vital (espíritu)

         JesuCristo confiere a los suyos, a su comunidad: paz, alegría y aliento vital: Espíritu bueno, ganas de vivir.

         La comunidad de Jesús se caracteriza por vivir en paz, alegría y Espíritu.

         ¿En nuestra diócesis se vive en paz, con alegría e ilusión? ¿No estamos más bien en una división eclesial, enfrentamientos y en una honda tristeza?

  1. se intuye en la Iglesia una vuelta al origen en las intuiciones de Francisco

         Gracias a Dios que el estilo y tono cristiano y eclesial de Francisco es más evangélico del que pulula en algunas diócesis y obispos. El paradigma ha cambiado. Lo principal ya no es el miedo y la represión, la doctrina a ultranza y contra quien sea. Francisco no carga machacona y agresivamente contra el pueblo el laicismo, el secularismo, contra el ateísmo, contra los homosexuales, etc.

         Si el poder eclesiástico y religioso te hace daño, si una moral legalista te ha hecho daño: el Señor te alivia, confiere paz, alegría. El ¡Señor mío y Dios mío! Es JesuCristo y nadie más ni en el ámbito social-político (campaña electoral, ni ninguna jerarquía eclesiástica sustituye a JesuCristo).

         Nos hará bien recordar lo que Teilhard de Chardin escribía en su oración:

En el fondo de tu alma coloca, antes que nada,

como fuente de energía y criterio de verdad

todo aquello que te llene de la paz de Dios.

Recuerda: cuanto te reprima e inquiete es falso.

Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida

y de la promesa de Dios.

Por eso, cuando te sientas apesadumbrado y triste,

Adora y confía.

  1. A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados

         El perdón es necesario en la vida y en la Iglesia. Jesús nos invita a todos a perdonar. No es una potestad que Jesús da a los apóstoles, a los Doce, sino a los discípulos, a los creyentes, a la comunidad de los que seguían a Jesús. Por otra parte, Jesús no pone condiciones para el perdón. En todo caso no se menciona para nada la confesión del penitente, (JM Castillo).

  1. Tomás no estaba en el grupo.

         Las grandes cuestiones de la vida son comunitarias: la familia, el pueblo, la cultura, el idioma, la fe, los valores son cuestiones comunitarias.

Tomás no estaba en el grupo. Por eso no llega a la fe.

Es muy difícil vivir fuera del grupo, de la familia, del pueblo, de la propia cultura, de la comunidad cristiana.

Tomás vuelve al grupo que “ha visto al Señor”, es decir un grupo que vive en paz, en alegría e ilusión. Si Tomás vuelve al grupo es porque en ese grupo se puede vivir y convivir en la paz y alegría del Señor. Nadie vuelve a Egipto o a Auswitch.

         ¿Por qué se ha marchado tanta gente de la iglesia?

         ¿Por qué, como Tomás, se ha marchado tanta gente del grupo, de la Iglesia? Es un simplismo fanático decir a lo tonto que la gente se ha ido del Evangelio porque es atea, increyente, infiel o pecadora, consumista, laicista, etc.

         ¿Y si la iglesia fuese un remanso de paz, de sosiego, de convivencia, de contento, de vida o un hospital donde se curan heridas (Francisco)? ¿Quién no quiere vivir en paz y alegría?

         Vivamos libremente en la comunidad eclesial, con buen tono y mejor espíritu y en una Iglesia libre y liberadora podemos reconocer a Cristo como:

¡Señor mío y Dios mío!

del Credo de Pablo VI

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Murió Jesús, ha resucitado Magdalena

Sábado, 27 de abril de 2019
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Del blog de Xabier Pikaza:

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Ella es la pascua Murió Jesús, ha resucitado Magdalena

Pascua de María, la Iglesia de Jesús

Murió precisamente para que ella y otros muchos como ella pudiéramos resucitar, pues como dice Jn 12,24: “Si el grano de trigo no muere…”. Jesús era el grano de trigo, ella es el primer fruto. Por eso, más que la resurrección de Jesús, la pascua es la resurrección de María Magdalena y de millones de creyentes hasta el día de hoy.
Conforme a la primera creación (Gen 2),  propia de la tierra, de la humanidad antigua (ADAM), nació ella, la mujer, la vida ya concreta (Eva), como primera persona de la historia. En esta nueva creación pascual, que es la definitiva (como dice Pablo en 1 Cor 15, 20-21.42-49), en el huerto donde han echado/enterrado a Jesús (como trigo inútil) nace/resucita Magdalena, primera creyente cristiana, como sigue diciendo Jn 20, 11-18, evangelio que vamos hoy a comentar.

1148183554_850215_0000000000_sumario_normalMás que la resurrección de Jesús, este evangelio cuenta la de María Magdalena,  pues más que en sí mismo, Jesús resucita en los otros, en aquellos por quienes ha vivido, en aquellos por los que ha muerte.  Así lo ha comprendido Magdalena, que es una persona individual, siendo, al mismo tiempo, signo de todas las mujeres que han seguido a Jesús, de todos los resucitado, varones y mujeres.

Ella sigue siendo para la Iglesia, con el Discípulo Amado (con quien puede identificarse) y con la Madre de Jesús (con la que a veces parece confundirse), el signo más hondo de la humanidad pascual, esto es, de la Iglesia de los resucitados

Así la presentó el Papa francisco, al llamar apostola apostolorum (22.8.217),apóstol de los apóstoles, de manera que la iglesia,siendo apostólica (de los apóstoles) es magdalenita, es decir, de Magdalena. Así la recuerdo, esta semana de Pascua, como experiencia y esperanza de amor sobre la muerte.

Introducción

6127098bef5bacdfc42c62a4752798c9Empecemos leyendo todo el texto (Jn 20, 11-18) con cuidado, destacando cada uno de sus rasgos. Quizá podamos distinguir ya desde ahora dos aspectos en María:

(a) Ella es la humanidad fracasada por amor, al final de todos los caminos, perdida en un jardín sin más flor que la muerte, llorando por la ausencia de su amado. Destacando algunos de esos rasgos, las visiones posteriores de los gnósticos dirán que la humanidad en una pobre figura de mujer prostituida, caída sobre el suelo.

(b) Pero ella es al mismo tiempo la mujer del nuevo amor. No es simplemente una mujer caída, seducida, condenada al cautiverio, sino que representa a todas las mujeres y varones que buscan redención de amor sobre la tierra, apareciendo así como principio de nueva humanidad. Todos somos en esa perspectiva María Magdalena. Ella es nuestra voz y figura de Pascua.

Siendo una mujer derrotada e impotente, sobre el huerto de una vida que se vuelve sepultura, María es, al mismo tiempo, una mujer que que tiene y busca amor: signo de la humanidad que, ansiando al Cristo, quiere alcanzar la redención. No ha escapado como el resto de los discípulos varones, sino que permanece ante la cruz, con otras mujeres (cf. Mc 14, 27; 15, 40. 47). Ella permanece.

Su amor a Jesús es mayor que la muerte y por eso queda, llorando y deseando más amor ante un sepulcro vacío.Interpretada así, la pascua será una respuesta de Dios a la búsqueda de amor de las mujers y los hombres. María es signo de una humanidad que busca amor, que quiere culminar su desposorio, es decir, su alianza y camino de diálogo afectivo con el mismo Dios del cielo, en una tierra convertida en jardín de muerte.

¿Qué hace? Busca apasionadamente a su amigo muerto. Ésta es la paradoja. Conforme a tradiciones espirituales que elaboran más tarde los gnósticos, ella (la mujer caída) debería encontrarse anhelando solo una fuente espiritual de sabiduría, para recibir así la gran revelación de Dios. Sólo entonces podrían celebrarse las bodas finales del varón celeste (Palabra superior) y la mujer caída (humanidad que sufre condenada sobre el mundo). Pues bien, en contra de eso, ella busca sabiduría de amor, pero un amor concreto, inseparable del cadáver (de la historia) de su amigo muerto.

Principio del texto

institute_imgÉsta es la paradoja: la Sabiduría y salvación de Dios parecen haberse escondido en un cadáver. Sobre el jardín del viejo mundo han enterrado a Jesús. María le busca apasionadamente, pues el amor verdadero resulta ineparable del cadáver, de la historia, del amogo muerto. Bien pensada, su acción puede llamarse una locura:

María estaba fuera del sepulcro, llorando.
Mientras lloraba, se inclinó para mirar el monumento
y vio a dos ángeles, vestidos de blanco,
uno junto a la cabeza y otro junto a los pies,
en el lugar donde había yacido el cuerpo de Jesús.
Ellos le dijeron: Mujer ¿por qué lloras?.
Ella les dijo: han llevado a mi señor y no sé dónde le han puesto.
Mientras decía esto se volvió hacia atrás
y vio a Jesús de pie, y no supo que era Jesús.
Le dijo Jesús: Mujer ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?.
Ella, pensando que era el hortelano, le dijo:
Señor, si te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo tomaré (Jn 20, 10-15).

Éste es el principio de una conversación prodigiosa donde influyen y culminan todos los motivos de la historia humana. Esta mujer no necesita una teoría de iluminación interior: quiere un cadáver, busca el cuerpo de su amigo asesinado. De esa forma rompe los esquemas de la gnosis espiritualizante. No quiere un mundo edificado sobre cadáveres que se ocultan. No se responde con teorías al misterio del amigo muerto.

Sobre el jardín de este mundo, que en el principio pudo haberse presentado como paraíso (cf. Gén 2), parece que sólo puede florecer el árbol de la muerte. El nuevo Adán hortelano sería en el fondo un custodio de cadáveres, un sepulturero. Ella, María, parece aceptar ese destino, pero quiere el cadáver de su amigo muerte. No quiere que lo manipulen, no quiere que lo escondan. Algunos han dicho que se encuentra loca, pero lo está en la forma de los grandes amantes de la historia: como Juana, reina de Castilla, que seguía llorando por los campos, y siguiendo en luto el cortejo del marido muerto; como tantos varones y mujeres que recuerdan a su amado y quedan fijados para siempre en actitud de llanto. Necesita el cadáver: no quiere que lo oculten, que lo tapen, para que todo siga como estaba.

Un mundo que oculta sus cadáveres

Estamos en un mundo que quiere ocultar sus cadáveres… Enterrarlos, apartarlos, negarlos: que nadie se acuerde de ellos, que nadie sepa que nosotros (los ricos, los favorecidos) vivimos sobre los cadáveres de miles y millones de “crucificados”,muertos y enterrados (sin que nadie recuerde su cadáver).

Necesitamos ocultar los cadáveres, echar sobre ellos más tierra, una piedra más grande, para así “lavar” nuestra manos y quedar tranquilos. Pues bien, en contra de eso, Magdalena necesita llorar por el amigo muerto,mantener el recuerdo de su cadáver. Éste es un amor que dura, un amor que mantiene el recuerdo, que no quiere olvidar a los amigos muertos.Humanamente hablando, el gesto de Magdalena parece una locura: no está permitido tomar un cadáver del sepulcro y llevarlo a la casa o ponerlo en la plaza, para que todos vean al que han matado; no es posible mantener de esa manera el recuerdo de un muerto… La historia de los vencedores avanza sobre el olvido de los asesinados (a los que se puede elevar un hermoso sepulcro para olvidarlos mejor).

No se puede detener la muerte, pero mucho han querido hacerlo, de diversas maneras, pero siempre para olvidar mejor, para convertir a los muertos en un recordatorio de nuestro propio poder. En esa línea, los faraones de Egipto y otros grandes magnates de la historia desearon guardar su cadáver o el cadáver de sus familiares, en inmensas pirámides, para así mostrarse superiores e imponerse al resto de los hombres. Sobre la tumba de los grandes héroes muertos se edifican los imperios…

Pero esta mujer no quiere construir una pirámide, no intenta mantener el control sobre los otros por medio de la muerte. Ella pretende algo más simple y más profundo: conservar el amor hacia su amigo muerto, mantener la memoria de su vida. Por eso necesita su cadáver, para llorar por él, para sentir el poder de la muerte y para continuar después su vida (la forma de vida del muerto). No quiere imponerse sobre nadie; le basta con amar, pero necesita el signo de su amado muerto, su cadáver.

Podemos decir que está loca María, pero loca de amor,loca a favor de la vida. Sólo allí donde alguien ama a Jesús se hace posible la experiencia de la pascua. Ciertamente, Jesús estaba vivo y verdadero al interior de esta mujer. Pero la verdad que ella tiene y desea guardar (un cadáver) va a revelarse como fuente y principio de revelación mucho más honda. Ella tendrá a Jesús de otra manera.

Diálogo de amor, resurrección

Ya se han encontrado de algún modo; el jardinero ha preguntado, ella le ha dicho su amor, en el jardín de la muerte, al lado de la tumba vacía. Pero el encuentro verdadero empieza cuando el jardinero, Señor del nuevo huerto de la Vida, toma la palabra y llama a la mujer, diciéndole su nombre:

– Jesús dijo: ¡María!
– Ella se volvió y dijo en hebreo
¡Rabboni! (¡mi maestro!)
– Jesús le dijo: No me toques más,
que todavía no he subido al Padre.
Vete a mis hermanos y diles:
subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.
– María Magdalena vino y anunció a los discípulos:
¡ He visto al Señor y me ha dicho estas cosas! (Jn 20, 16-20).

María buscaba el amigo en la muerte, es decir, al final de un camino que había empezado en el jardín del paraíso: no quedaba árbol de vida, sólo había un tronco seco de muerte. Buscaba allí el amor de un muerto, pero Jesús le ha respondido ofreciéndole la vida y el amor de Aquel que está vivo, llamándole por su nombre: María. De esta forma, en gesto de conversación personal, ha culminado la experiencia de la pascua.

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Plenitud

Jueves, 25 de abril de 2019
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Del blog Nova Bella:

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He visto una plenitud,

majestad inmensa,

que no puedo describir

*

Angela de Foligno,
Libro de la Vida

nova-bella-6

***

Nota:

Fotografía de la película de François Rousseau y producida por Apartamento para la campaña de Adolfo Domínguez para su nueva fragancia Agua Fresca Citrus Cedro,  realizada por la agencia China.

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Pascua: Celebración de la libertad

Miércoles, 24 de abril de 2019
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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El misterio de Pascua no se celebra sólo en Pascua, sino en todos los días del año… es la celebración de nuestra libertad cristiana, y reaviva nuestra misma libertad… El poder de la Pascua ha irrumpido en nosotros con la resurrección de Cristo… La Pascua es la hora de nuestra liberación… Para comprender la Pascua y vivirla, debemos renunciar a nuestro temor a la novedad y a la libertad“.

“El cristiano no tiene más Ley que Cristo. Su Ley es la nueva vida misma, que se le ha dado en Cristo. Su Ley no está escrita en libros, sino en las honduras de su corazón, no por pluma de hombre sino por el dedo de Dios. Su obligación ahora no es simplemente obedecer sino vivir. No tiene que salvarse a sí mismo; está salvado por Cristo. Debe vivir para Dios en Cristo, no sólo como quien busca salvación sino como quien está salvado.

Casi se diría que esta verdad es el gran escándalo del cristianismo. Es la piedra que constantemente es rechazada por los constructores. Es el elemento de nuestra fe que tememos y nos negamos a mirar de frente…”.

Resucito

“Para algunos cristianos, en la práctica, la cruz se ha hecho signo, no de la victoria de Cristo, sino de la victoria de la ley. Miran la cruz principalmente como el signo de ese castigo que correspondería a todos los que violan la Ley…”.

“No es la observancia de la obligación lo que nos salva del pecado, sino algo mucho más grande: es el amor“.

“No oscurezcamos el gozo de la victoria de Cristo siguiendo en el cautiverio y en la tiniebla, sino declaremos Su poder viviendo como hombres libres que han sido llamados por Él a salir de la tiniebla a su admirable Luz“.

*

Thomas Merton
Tiempos de celebración

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***

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Un dilema espiritual

Martes, 23 de abril de 2019
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Del blog de Henri Nouwen:

JESUCRISTO SUPERSTAR.AULA MAGNA DELA UCV

¿Deseamos estar con Cristo en la resurrección? Parecería que la mayoría de nosotros no esperamos esa nueva vida sino que, en cambio, estamos haciendo todo lo posible por prolongar nuestras vidas mortales. Sin embargo, a medida que ahondamos nuestra vida espiritual, la vida en comunión con el Señor resucitado, gradualmente hacemos contacto con nuestro deseo de franquear la puerta que nos llevará de la muerte a una vida eterna con Cristo. Esto no es un deseo de muerte, sino un deseo de ver cumplidos todos nuestros deseos. Pablo experimenta este deseo con mucha fuerza: Para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir. Pero si vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger… Me siento apremiado por las dos partes: por una, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; pero, por otra parte, quedarme en la carne es más necesario para ustedes (Filipenses 1, 21-24). Este es un dilema que pocos de nosotros experimentamos, pero pone al descubierto el núcleo de la vida espiritual.

*

Henri Nouwen
Pan para el viaje

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***

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Resurrección: historia de mujeres para todos (hombres y mujeres)

Martes, 23 de abril de 2019
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57485442_1213996768777513_5218566022633619456_nDel blog de Xabier Pikaza:

Apariciones de Jesús

Pascua de Jesús, Feliz Resurrección

La muerte (ejecución judicial) de Jesús (y sus dos compañeros de Cruz) fue un viernes al atardecer, víspera de Pascua, y ellos fueron sepultados pronto, para no dejar los cadáveres al aire, impidiendo que se celebrara la fiesta (Jn 19, 31). Los evangelios añaden que, pasado el sábado, unas mujeres corrieron al sepulcro para ungir el cadáver de Jesús, que había sido enterrado sin ritos funerarios, pero siguen diciendo que no le hallaron en el sepulcro, sino a un ángel que les dijo[1]:

Ha resucitado, no está aquí. Mirad dónde le habían colocado. Pero, marchad, decid a sus discípulos y a Pedro que ha resucitado y os precede a Galilea; allí le veréis como os dijo (Mc 16,6-7).

Esas palabras condensan en línea simbólica la novedad cristiana como experiencia radical de mujeres ante un sepulcro vacío en el que no está Jesús (ni pueden estar los otros dos, enterrados con él). Externamente es difícil precisar el carácter externo (superficial) de ese sepulcro vacío, porque el relato de la tumba vacía de Jesús es el anuncio de la tumba vacía de la historia de los hombres y mujeres, empezando por los crucificados: La tumba se abre, Dios  no está en la muerte, está en el camino de la vida, que empieza de nuevo en Galilea.

240px-Resurrection_(24)En un plano superficial, no sabemos si a Jesús le enterraron sólo (sin los otros dos crucificados) en una tumba excavada en la roca, poniendo ante ella una losa, que podía correrse, viendo el interior vacío, o si le enterraron con sus compañeros en una fosa de condenados comunes, donde era muy difícil separar su cuerpo de los cuerpos de los enterrados. En plano profundo, la liturgia cristiana ha sabido siempre que a Jesús le enterraron con todos los asesinados, empezando por Adán y Eva y por Abel (con su asesino Caín)… para empezar así un camino de resurrección. Esto es lo que anuncian los iconos pascuales de la iglesia antigua.

Por eso, la novedad del evangelio no está en una tumba aislado, sino en la tumba de todos los asesinados  y el hecho de que (en contra de lo podía esperarse) los cristianos (empezando por las mujeres) no cerraron la fe en Jesús en una tumba, sino que la abrieron… Vieron la tumba abierta, la muerte vencida, descubriéndole a él resucitado, para reiniciar con él (y con todos los asesinados) el camino del Reino, centrado en su presencia pascual, en la palabra de su mensaje, en el mensaje de su vida, en su vida hecha evangelio, buena nueva de Dios [2].

Desde ese momento, en el principio de la Iglesia no hallamos ningún rastro de búsqueda de tumba, sino una experiencia fuerte de presencia de Jesús en sus seguidores. Los mismos evangelio de Marcos y Mateo que dicen que las mujeres amigas de Jesús fueron a “visitar” su tumba el domingo de Pascua siguen afirmando que no le encontraron allí, sino que el ángel de Diose les marcó un camino nuevo: «Id a Galilea… allí le veréis» (en vez de decirles: «traed aquí a sus discípulos para que vean que la tumba se halla abierta… »).

s-l300Aquellas mujeres no organizan peregrinaciones turístico-religiosas para ver la tumba de Jesús vacía... La tumba está vacía, todas las tumbas del mundo… El cristianismo empieza como peregrinación de unas mujeres y luego de todos los creyentes hacia la vida nueva de Jesús, que empieza en Galilea. Este es el primer camino de la Iglesia, el de unas mujeres que empiezan a ir desde la tumba abierta de Jesús hacia la vida de los hombres retomando el camino y proyecto de Jesús desde Galilea.

Esto es lo que cuenta la gran historia de las apariciones o encuentros de Jesús con los primeros cristianos, las experiencias pascuales, de las que seguiré hablando en los próximos días. Hoy me limito a presentar una lista general de apariciones, es decir, de experiencias pascuales narradas por los evangelios. Al final tenemos que poner la nuestra, la de cada uno de nosotros [3].

Lista general de tradiciones

                  No se pueden armonizar de manera historicista, en una tabla cronológica, pues se sitúan en perspectivas distintas y responden a diversas preguntas e intereses. De todas formas, la tradición exegética antigua ha tendido a “crear” un esquema (armonía) de apariciones, instaurando así un imaginario pascual y eclesial, que para muchos es muy importante. Éstas podrían ser algunas de las que definen y marcan el origen de la iglesia:

Sepulcro vacío. Aparición de mujeres:

  1. Tres mujeres ante el sepulcro (Mt 28, 1-3; Mc 16,1-3; Lc 24,1; Jn 20,1): motivo constante en el origen de la Iglesia
  2. El ángel de Dios abre el sepulcro: tema de fondo de Mt 28,2-4, ha sido desarrollado por Ev. apócrifo de Pedro.
  3. Las tres mujeres llegan al sepulcro, viendo que está abierto y dentro a un joven (ángel) que les dice que Jesús ha resucitado, mandándoles que vayan y lo anuncien a los discípulos y a Pedro (cf. Mc 16,4-7; Lc 24,2; Jn 20,1-2). Ese motivo se complica, pues Mc dice que no fueron (16, 8), mientras los demás evangelios suponen que fueron
  4. Varias mujeres ven a Jesús resucitado. Cf. Mt 28, 8-10, en contra de Mc 16, 7-8.
  5. Pedro y el Discípulo amado, avisados por Magdalena, llegan al sepulcro, lo ven abierto, con las vendas y sudario  en el suelo; el Discípulo Amado cree que Jesús ha resucitado, sin necesidad de verle (Jn 20, 3-10).
  6. María Magdalena vuelve al huerto del sepulcro, ve primero a un ángel y luego a Jesús (Jn 20, 11-16; Mc 16,9).
  7. Las mujeres cuentan sus experiencias a los discípulos pero ellos no les creen (Mc 16,10-11; Lc 24,9-11).

Apariciones a discípulos en general:

  1. Aparición a los dos de Emaús; ellos regresan a Jerusalén (Lc 24, 13-35; Mc 16, 13-35).
  2. Aparición a simón, llamado Cefas/Pedro (Lc 24,34; 1 Cor 15, 5; cf. Jn 20, 8).
  3. Aparición a la iglesia primera, reunida en Jerusalén (Lc 24, 36-49)
  4. Aparición a todos los discípulos sin Tomás (Jn 20, 19-25; cf. Mc 16,14; Lc 24,36-43).
  5. Aparición a todos los discípulos con Tomás (Jn 20, 24-29)
  6. Aparición a los Doce como tales, que podría haber sucedido aún en Jerusalén (1 Cor 15, 6)
  7. Aparición a quinientos hermanos, que pudo ser en Jerusalén o en Galilea (1 Cor 15, 6)
  8. Aparición a Santiago, el hermano del Señor, dirigente de la Iglesia de Jerusalén (1 Cor 15, 7)
  9. Aparición a todos los apóstoles, que son aquí los misioneros helenistas (1 Cor 15, 7)
  10. Apariciones durante cuarenta días, hasta Ascensión, según Lucas (Hch 1, 1-5)

 Apariciones finales (desde la perspectiva de cada evangelista):

  1. Aparición general en Monte de Olivos, con Ascensión y promesa de Pentecostés (Lc 24, 50-52; Hch 1, 6-15)
  2. Aparición final en Galilea,, con envío a todo el mundo, sin Ascensión o marcha de Jesús ( Mt 28, 16-20)
  3. Aparición final en el lago Galilea, con pesca milagrosa y especial mención del Discípulo Amado y de Pedro (Jn 21)
  4. Aparición final a Pablo, como a un aborto, a los dos o tres años de la muerte de Jesús (1 Cor 15, 8).
  5. Pentecostés. Se puede sumar a las apariciones finales, a los cincuenta días de Pascua, que ya no es presencia directa de Jesús, sino del Espíritu Santo, enviado por Jesús (Hch 2).

    Notas

    [1] He estudiado el tema en Historia de Jesús, Verbo Divino, Estella 2015. Cf. J. J. Bartolomé, La resurrección de Jesús, CCS, Madrid 1994; P. Benoit, Pasión y Resurrección del Señor, FAX, Madrid 1971; P. Caba, Resucitó Cristo, mi esperanza, BAC, Madrid 1986; R. E. Brown, La muerte del Mesías II, Verbo Divino, Estella 2006; J. D. Crossan, Los orígenes del cristianismo, Sal Terrae, Santander 2002: R. H. Fuller, The Formation of the Resurrection Narratives, SPCK, London 1972; F. Lüdemann, Die Auferstehung Jesu, Vandenhoeck, Göttingen 1994; U. Müller, El origen de la fe en la resurrección de Jesús, Verbo Divino, Estella, 2003; M. Perroni, L’annuncio pasquale alle/delle donne [Mc 16,1-8], en Festschrift Magnus Löhrer, Anselmiana, Roma 1997, 397-436; Ph. Perkins, Resurrection. New Testament Witness and Contemporary Reflection, Chapman, London 1984; X. Pikaza, Historia de Jesús, Verbo Divino, Estella 2015; M. Sawicki, Seeing the Lord, Fortress, Minneapolis 1994; U. Wilckens, La resurrección de Jesús, Sígueme, Salamanca 1981.

    [2] Por otra parte, el texto y tema de la tumba plantea muchos interrogantes. La novedad de la experiencia pascual no es que ella esté vacía, sino el testimonio de fe de unas mujeres, que afirmaron que Jesús había resucitado, que no estaba en la tumba, sino en Galilea, en su mensaje. Sólo unos pasajes tardíos de los evangelios (cf. Mt 27, 62-66; Mt 28, 11‒15; Jn 20,15) han evocado el tema de un posible robo del cadáver de Jesús, cosa que no ha preocupado a los cristianos.

    [3] La pascua no se define por una tumba vacía, sino por la fe de unas mujeres como principio de la experiencia cristiana… Todo lo que hemos venido diciendo hasta ahora parecía un testimonio de escribas y teólogos varones. Pero ese testimonio choca contra el muro de la muerte, como ha destacado el capítulo anterior. Pues bien, allí donde la vida de Jesús ha terminado, y no puede retomarse a lo anterior, estas mujeres que ofrecen un testimonio y experiencia nueva que rompe el muro de la muerte, de manera que ellas y sólo ellas han podido reiniciar así el camino del evangelio.

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La primera mañana

Lunes, 22 de abril de 2019
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

Damián Siqueiros2

(Foto Damián Siqueiros)

Los primeros gorjeos de las aves diurnas que despiertan
marcan el point vierge del amanecer
bajo un cielo aún como sin luz auténtica,
un momento de respeto e inocencia inexpresable,
cuando el Padre abre sus ojos en perfecto silencio.
Ellos empiezan a hablarle, no con un canto fluido,
sino con una pregunta que despierta, que es su estado auroral,
su estado en el point vierge.

Su situación pregunta si es hora de que «existan».
Él responde: “Sí”.

Luego despiertan uno a uno y se vuelven aves.
Se manifiestan como aves, empezando a cantar.
Al fin, son del todo ellos mismos, e incluso vuelan.

Mientras tanto, el momento más prodigioso del día
es cuando la creación, en su inocencia,
pide permiso para «existir» una vez más,
como en la primera mañana en que empezó a existir.

*

Thomas Merton
El libro de las horas

***

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Feliz Pascua

Lunes, 22 de abril de 2019
Comentarios desactivados en Feliz Pascua

20120401211505d3db9aYa sé que socialmente no toca porque no cuadra con los criterios que la sociedad en que vivimos marca a la hora de establecer un tipo de comportamiento por lo que a nuestras relaciones personales respecta. No es, por ejemplo, tiempo de regalos o de reuniones familiares especiales, como es el caso de la Navidad, etc. Aunque a lo mejor, si lo apuramos un poco, podríamos aducir unas minivacaciones que, en algunos casos, han tenido como objetivo contemplar las procesiones de Semana Santa de algún lugar concreto del Estado.

Sea como fuere y dejando muy claro que no pretendo hacer ningún tipo de proselitismo, porque no va en absoluto conmigo, sí quiero, sin embargo, exteriorizar mis sentimientos, cargados de sabor a valores humanos y, por lo mismo, a Evangelio, para compartirlos con todas y todos vosotros con quienes me siento unido por vínculos muy diversos.

En primer lugar, feliz Pascua, a quienes pensáis que la vida es el valor más grande que tenemos las personas; a pesar de que tantas veces no la sepamos dar el valor que merece ni hacer algo o lo posible para que la de otras personas que viven dominadas por estructuras de muerte puedan saborear la dulzura que comporta vivir de una manera mínimamente digna. Una vida que en primavera tiene un sabor especial y diferente, porque cada año por este tiempo comienza un nuevo amanecer preñado de ese color e ilusión que nos brindan las flores del campo y el cantar de las aves.

Feliz Pascua, también, a quienes tenéis el pleno convencimiento de que solamente el amor es el valor que nos convierte de verdad en personas. Un amor que no admite distinciones de ningún tipo ni hace acepción de personas ni entre personas. Un amor que es capaz de dominar nuestros instintos más bajos consiguiendo que el odio y el rencor desaparezcan de nuestras relaciones humanas. A quienes pensáis que únicamente el amor y no la fe es lo que acerca al verdadero Dios, concretamente al Dios que Jesús muestra en el Evangelio.

Feliz Pascua, a cuantos/as pensáis que la amistad es un valor de precio incalculable, pero que exige cuidarla y cultivarla de manera constante; pues es tan frágil como la rosa de un jardín que puede marchitarse si no se la riega; pero a la vez tan necesaria para impregnar de buen olor nuestras relaciones humanas. A vosotras y vosotros que seríais incapaces de traicionar a esa persona que os ha abierto su corazón de par en par, y que está dispuesta a alargaros la mano siempre y a compartir vuestros mejores momentos, a pesar de que su vida no esté discurriendo precisamente por sendas placenteras.

Feliz Pascua, a todas y todos cuantos habéis decidido que hay que hacer los esfuerzos que hagan falta para mantener viva la esperanza. No solo cuando los triunfos llaman a vuestras puertas, sino cuando la adversidad se ceba en vuestras vidas o en las vidas de personas que queréis, que os quieren o con quienes mantenéis una relación especial de amistad o de amor. Feliz Pascua, a vosotros y vosotras, hombres y mujeres, que comprendéis que a otras personas puedan llegar a faltarles las fuerzas hasta el límite de la desesperación, haciendo algo por vuestra parte para intentar mitigar un poco semejante situación.

Feliz Pascua, a quienes tenéis cada día más fe. Pero no una fe religiosa, que muchas veces resulta bastante fácil y hasta cómoda. Sino una fe que se traduce en confianza plena en toda persona; sin tener en cuenta el ideario político, religioso o humano que pueda tener. En toda persona independientemente de su orientación sexual o afectiva, de su color o raza, de su estatus social y económico; procurando, eso sí, estar lo más cerca posible de aquellas y aquellos a quienes, por las razones que fueren, les está costando vivir con un mínimo de dignidad. Feliz Pascua a quienes seguís creyendo que la utopía continúa siendo más necesaria hoy que nunca porque no podemos dejar nuestras relaciones humanas y las relaciones entre pueblos en manos del poder y del dinero. A vosotras y vosotros que creéis que ser utópicos/as no es sinónimo, ni mucho menos, de ilusos i de bien pensantes sin más.

Feliz Pascua, a todas y todos a cuantos la sinceridad os comporta problemas por defender la verdad; no la vuestra, sino la que ayuda a levantar de la miseria, al menos un poco, a aquellas personas que viven enfangadas en lo más profundo de ella. A vosotras y vosotros que no habéis consentido nunca ni consentiréis que la injusticia se ponga por encima del derecho de nadie, de manera especial de las personas que son ignoradas totalmente por la ley. Feliz Pascua, a todas y todos cuantos gritáis ¡basta, ya! ante tanta corrupción que no hace sino que unos pocos acumulen grandes fortunas, mientras a una gran mayoría les falta lo esencial e imprescindible; tanto a nivel individual, como de pueblos y países.

Feliz Pascua, a quienes, a pesar de los reclamos insistentes a vivir pensando únicamente en vuestro confort y bienestar, habéis decidido comprometeros, desde vuestras capacidades, fuerzas y posibilidades, con todas aquellas causas que reclaman auxilio urgente por parte de los más desfavorecidos. Con las causas de quienes no cuentan para nadie; de quienes son ignorados por quienes rigen los destinos de los pueblos; de aquellas personas a quienes no se les da ninguna oportunidad o, en caso de dársela, se les niega una segunda. Con las causas de quienes carecen de los derechos más fundamentales y de quienes se ven obligados a huir de sus lugares de origen porque se les persigue de manera irracional e indiscriminada.

Feliz Pascua, a todas y a todos cuantos os implicáis de lleno para que la paz vaya haciéndose más realidad cada día. Una paz fundamentada en el diálogo y la palabra por encima de todo, detestando de manera absoluta la violencia y las armas. Una paz basada fundamentalmente en la justicia, donde cada persona sea respetada no por su fuerza y su poder, del tipo que fuere, sino por su condición humana sin más. Una paz fruto del respeto más absoluto de los derechos humanos fundamentales, como pueden ser entre otros, el trabajo, la vivienda, la sanidad, la cultura, el derecho a poder disfrutar de tiempos de esparcimiento y de ocio, y, por supuesto, el derecho a poder expresar su pensamiento, ideas y creencias con la libertad más absoluta.

Feliz Pascua, si perteneces al grupo de personas que se ha dado cuenta de que el perdón es propio únicamente de quienes están envueltos de una gran magnanimidad por los cuatro costados. De que la venganza es el arma de los cobardes, mientras que el amor es el instrumento más eficaz para hacer frente al odio. Feliz Pascua a ti, hombre y mujer, que has descubierto que no existe delito tan grande que sobrepase toda capacidad de perdón, y que tampoco se le puede negar nunca a nadie una segunda oportunidad.

Feliz Pascua, finalmente, si has tomado de verdad conciencia de que el universo es la gran casa común de todas y todos cuantos lo habitamos; comprometiéndote hasta la saciedad no solo por respetarlo, sino que además haces cuanto está en tus manos para cuidarlo, evitando el más mínimo gesto de depravación y de abuso, tanto desde los pequeños gestos individuales como desde el compromiso con las grandes causas comprometidas con su cuidado.

Estoy convencido de que vale la pena brindar por causas tan grandes, tan nobles y tan necesarias. Causas que vuelen a vida y a resurrección, a pesar de que parece que no toque socialmente. Por ello, creo que, a quienes aún tenéis la osadía y el coraje de apostar por ello, bien os merecéis una felicitación bien cordial y sincera:

¡FELIZ PASCUA!

Juan Zapatero

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Yo mismo Lo veré

Domingo, 21 de abril de 2019
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  “Yo mismo Lo veré”

Y seremos nosotros, para siempre,
como eres Tú el que fuiste, en nuestra tierra,
hijo de la María y de la Muerte,
compañero de todos los caminos.

Seremos lo que somos, para siempre,
pero gloriosamente restaurados,
como son tuyas esas cinco llagas,
imprescriptiblemente gloriosas.

Como eres Tú el que fuiste, humano, hermano,
exactamente igual al que moriste,
Jesús, el mismo y totalmente otro,

así seremos para siempre, exactos,
lo que fuimos y somos y seremos,
¡otros del todo, pero tan nosotros!

*

Pedro Casaldáliga

16mo

***

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:

– “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos

*

Juan 20, 1-9

***

Verdaderamente ha resucitado el Señor, Aleluya

En el fluir confuso de los acontecimientos hemos descubierto un centro, hemos descubierto un punto de apoyo: ¡Cristo ha resucitado!

Existe una sola verdad: ¡Cristo ha resucitado! Existe una sola verdad dirigida a todos: ¡Cristo ha resucitado!

Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, entonces todo el mundo se habría vuelto completamente absurdo y Pilato hubiera tenido razón cuando preguntó con desdén: «¿Qué es la verdad?». Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, todas las cosas más preciosas se habrían vuelto indefectiblemente cenizas, la belleza se habría marchitado de manera irrevocable. Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, el puente entre la tierra y el cielo se habría hundido para siempre. Y nosotros habríamos perdido la una y el otro, porque no habríamos conocido el cielo, ni habríamos podido defendernos de la aniquilación de la tierra. Pero ha resucitado aquel ante el que somos eternamente culpables, y Pilato y Caifas se han visto cubiertos de infamia.

Un estremecimiento de júbilo desconcierta a la criatura, que exulta de pura alegría porque Cristo ha resucitado y llama junto a él a su Esposa: «¡Levántate, amiga mía, hermosa mía, y ven!».

Llega a su cumplimiento el gran misterio de la salvación. Crece la semilla de la vida y renueva de manera misteriosa el corazón de la criatura. La Esposa y el Espíritu dicen al Cordero: «¡Ven!». La Esposa, gloriosa y esplendente de su belleza primordial, encontrará al Cordero.

*

Pavel Florenskij,
cuore cherubico,
Cásale Monferrato 1999, pp. 172-174, passim).

***

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“¿Dónde buscar al que vive?”. Domingo de Resurrección – C (Juan 20,1-9)

Domingo, 21 de abril de 2019
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Lempertz-1083-72-Paintings-15th-19th-C-Francesco-Solimena-workshop-or-circle-Noli-me-tangereSegún el relato de Juan, María de Magdala es la primera que va al sepulcro, cuando todavía está oscuro, y descubre desconsolada que está vacío. Le falta Jesús. El Maestro que la había comprendido y curado. El Profeta al que había seguido fielmente hasta el final. ¿A quién seguirá ahora? Así se lamenta ante los discípulos: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Estas palabras de María podrían expresar la experiencia que viven hoy no pocos cristianos: ¿Qué hemos hecho de Jesús resucitado? ¿Quién se lo ha llevado? ¿Dónde lo hemos puesto? El Señor en quien creemos, ¿es un Cristo lleno de vida o un Cristo cuyo recuerdo se va apagando poco a poco en los corazones?

Es un error que busquemos «pruebas» para creer con más firmeza. No basta acudir al magisterio de la Iglesia. Es inútil indagar en las exposiciones de los teólogos. Para encontrarnos con el Resucitado, hemos de hacer ante todo un recorrido interior. Si no lo encontramos dentro de nosotros, no lo encontraremos en ninguna parte.

Juan describe, un poco más tarde, a María corriendo de una parte a otra para buscar alguna información. Pero cuando ve a Jesús, cegada por el dolor y las lágrimas, no logra reconocerlo. Piensa que es el encargado del huerto. Jesús solo le hace una pregunta: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?».

Tal vez hemos de preguntarnos también nosotros algo semejante. ¿Por qué nuestra fe es a veces tan triste? ¿Cuál es la causa última de esa falta de alegría entre nosotros? ¿Qué buscamos los cristianos de hoy? ¿Qué añoramos? ¿Andamos buscando a un Jesús al que necesitamos sentir lleno de vida en nuestras comunidades?

Según el relato, Jesús está hablando con María, pero ella no sabe que es Jesús. Es entonces cuando Jesús la llama por su nombre, con la misma ternura que ponía en su voz cuando caminaban por Galilea: «¡María!». Ella se vuelve rápida: «Rabbuní, Maestro».

María se encuentra con el Resucitado cuando se siente llamada personalmente por él. Es así. Jesús se nos revela lleno de vida, cuando nos sentimos llamados por nuestro propio nombre y escuchamos la invitación que nos hace a cada uno. Es entonces cuando nuestra fe crece.

No reavivaremos nuestra fe en Cristo resucitado alimentándolo solo desde fuera. No nos encontraremos con él, si no buscamos el contacto interior con su persona. Es el amor a Jesús conocido por los evangelios y buscado personalmente en el fondo de nuestro corazón, el que mejor puede conducirnos al encuentro con el Resucitado.

José Antonio Pagola

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“El debía resucitar de entre los muertos”. Domingo 21 de abril de 2019. Pascua de Resurrección

Domingo, 21 de abril de 2019
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26-pascuaC1 cerezoDe Koinonia:

Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43: Hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
Salmo responsorial: 117, 1-2. l6ab-17. 22-23: Éste es el día en que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Colosenses 3, 1-4: Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.
Juan 20, 1-9: Él había de resucitar de entre los muertos.

A) Primer comentario

Para este domingo de Pascua nos ofrece la liturgia como primera lectura uno de los discursos de Pedro una vez transformado por la fuerza de Pentecostés: aquel que pronunció en casa del centurión Cornelio, a propósito del consumo de alimentos puros e impuros, lo que estaba en íntima relación con el tema del anuncio del Evangelio a los no judíos y de su ingreso a la naciente comunidad cristiana. El discurso de Pedro es un resumen de la proclamación típica del Evangelio que contiene los elementos esenciales de la historia de la salvación y de las promesas de Dios cumplidas en Jesús. Pedro y los demás apóstoles predican la muerte de Jesús a manos de los judíos, pero también su resurrección por obra del Padre, porque “Dios estaba con él”. De modo que la muerte y resurrección de Jesús son la vía de acceso de todos los hombres y mujeres, judíos y no judíos, a la gran familia surgida de la fe en su persona como Hijo y Enviado de Dios, y como Salvador universal; una familia donde no hay exclusiones de ningún tipo. Ese es uno de los principales signos de la resurrección de Jesús y el medio más efectivo para comprobar al mundo que él se mantiene vivo en la comunidad.

Una comunidad, un pueblo, una sociedad donde hay excluidos o marginados, donde el rigor de las leyes divide y aparta a unos de otros, es la antítesis del efecto primordial de la Resurrección; y en mucho mayor medida si se trata de una comunidad o de un pueblo que dice llamarse cristiano.

El evangelio de Juan nos presenta a María Magdalena madrugando para ir al sepulcro de Jesús. “Todavía estaba oscuro”, subraya el evangelista. Es preciso tener en cuenta ese detalle, porque a Juan le gusta jugar con esos símbolos en contraste: luz-tinieblas, mundo-espíritu, verdad-falsedad, etc. María, pues, permanece todavía a oscuras; no ha experimentado aún la realidad de la Resurrección. Al ver que la piedra con que habían tapado el sepulcro se halla corrida, no entra, como lo hacen las mujeres en el relato lucano, sino que se devuelve para buscar a Pedro y al “otro discípulo”. Ella permanece sometida todavía a la figura masculina; su reacción natural es dejar que sean ellos quienes vean y comprueben, y que luego digan ellos mismos qué fue lo que vieron. Este es otro contraste con el relato lucano. Pero incluso entre Pedro y el otro discípulo al que el Señor “quería mucho”, existe en el relato de Juan un cierto rezago de relación jerárquica: pese a que el “otro discípulo” corrió más, debía ser Pedro, el de mayor edad, quien entrase primero a mirar. Y en efecto, en la tumba sólo están las vendas y el sudario; el cuerpo de Jesús ha desaparecido. Viendo esto creyeron, entendieron que la Escritura decía que él tenía que resucitar, y partieron a comunicar tan trascendental noticia a los demás discípulos. La estructura simbólica del relato queda perfectamente construida.

La acción transformadora más palpable de la resurrección de Jesús fue a partir de entonces su capacidad de transformar el interior de los discípulos -antes disgregados, egoístas, divididos y atemorizados- para volver a convocarlos o reunirlos en torno a la causa del Evangelio y llenarlos de su espíritu de perdón.

La pequeña comunidad de los discípulos no sólo había sido disuelta por el «ajusticiamiento» de Jesús, sino también por el miedo a sus enemigos y por la inseguridad que deja en un grupo la traición de uno de sus integrantes.

Los corazones de todos estaban heridos. A la hora de la verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por eso, quien no lo había traicionado lo había abandonado a su suerte. Y si todos eran dignos de reproche, todos estaban necesitados de perdón. Volver a dar cohesión a la comunidad de seguidores, darles unidad interna en el perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad y en la igualdad, era humanamente un imposible. Sin embargo, la presencia y la fuerza interior del «Resucitado» lo logró.

Cuando los discípulos de esta primera comunidad sienten interiormente esta presencia transformadora de Jesús, y cuando la comunican, es cuando realmente experimentan su resurrección. Y es entonces cuando ya les sobran todas las pruebas exteriores de la misma. El contenido simbólico de los relatos del Resucitado actuante que presentan a la comunidad, revela el proceso renovador que opera el Resucitado en el interior de las personas y del grupo.

Magnífico ejemplo de lo que el efecto de la Resurrección puede producir también hoy entre nosotros, en el ámbito personal y comunitario. La capacidad del perdón; de la reconciliación con nosotros mismos, con Dios y con los demás; la capacidad de reunificación; la de transformarse en proclamadores eficientes de la presencia viva del Resucitado, puede operarse también entre nosotros como en aquel puñado de hombres tristes, cobardes y desperdigados a quienes transformó el milagro de la Resurrección.

El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» de los hermanos López Vigil, en el capítulo 125 ó 126, Sus audios, así como los guiones de literarios de los episodios y sus correspondientes comentarios teológicos se pueden encontrar y tomar en http://www.untaljesus.net

B) Segundo comentario: «El Resucitado es el Crucificado»

Como otros años, incluimos aquí un segundo guión de homilía, netamente en la línea de la espiritualidad latinoamericana de la liberación, que titulamos con ese conocido lema de la cristología de la liberación que encabeza este apartado.

Lo que no es la resurrección de Jesús

Se suele decir en teología que la resurrección de Jesús no es un hecho “histórico”, con lo cual se quiere decir no que sea un hecho irreal, sino que su realidad está más allá de lo físico. La resurrección de Jesús no es un hecho realmente registrable en la historia; nadie hubiera podido fotografiar aquella resurrección. La resurrección de Jesús objeto de nuestra fe es más que un fenómeno físico. De hecho, los evangelios no nos narran la resurrección: nadie la vio. Los testimonios que nos aportan son de experiencias de creyentes que, después, “sienten vivo” al resucitado, pero no son testimonios del hecho mismo de la resurrección. Leer más…

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Tres protagonistas inesperados. Domingo de Pascua de resurrección. Ciclo C.

Domingo, 21 de abril de 2019
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Juan-20-Resureccion-tumba-vacia-Maria-Magdalena-Pedro-JuanDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Una elección extraña

Las dos frases más repetidas por la iglesia en este domingo son: “Cristo ha resucitado” y “Dios ha resucitado a Jesús”. Resumen las afirmaciones más frecuentes del Nuevo Testamento sobre este tema.

Sin embargo, como evangelio para este domingo se ha elegido uno que no tiene como protagonistas ni a Dios, ni a Cristo, ni confiesa su resurrección. Los tres protagonistas que menciona son puramente humanos: María Magdalena, Simón Pedro y el discípulo amado. Ni siquiera hay un ángel. El relato del evangelio de Juan se centra en las reacciones de estos personajes, muy distintas.

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:

Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

María reacciona de forma precipitada: le basta ver que han quitado la losa del sepulcro para concluir que alguien se ha llevado el cadáver; la resurrección ni siquiera se le pasa por la cabeza.

Simón Pedro actúa como un inspector de policía diligente: corre al sepulcro y no se limita, como María, a ver la losa corrida; entra, advierte que las vendas están en el suelo y que el sudario, en cambio, está enrollado en sitio aparte. Algo muy extraño. Pero no saca ninguna conclusión.

El discípulo amado también corre, más incluso que Simón Pedro, pero luego lo espera pacientemente. Y ve lo mismo que Pedro, pero concluye que Jesús ha resucitado.

El evangelio de san Juan, que tanto nos hace sufrir a lo largo del año con sus enrevesados discursos, ofrece hoy un mensaje espléndido: ante la resurrección de Jesús podemos pensar que es un fraude (María), no saber qué pensar (Pedro) o dar el salto misterioso de la fe (discípulo amado).

¿Por qué espera el discípulo amado a Pedro?

Es frecuente interpretar este hecho de la siguiente manera. El discípulo amado (sea Juan o quien fuere) fundó una comunidad cristiana bastante peculiar, que corría el peligro de considerarse superior a las demás iglesias y terminar separada de ellas. De hecho, el cuarto evangelio deja clara la enorme intuición religiosa del fundador, superior a la de Pedro: le basta ver para creer, igual que más adelante, cuando Jesús se aparezca en el lago de Galilea, inmediatamente sabe que “es el Señor”. Sin embargo, su intuición especial no lo sitúa por encima de Pedro, al que espera a la entrada de la tumba en señal de respeto. La comunidad del discípulo amado, imitando a su fundador, debe sentirse unida a la iglesia total, de la que Pedro es responsable.

Las otras dos lecturas: beneficios y compromisos.

A diferencia del evangelio, las otras dos lecturas de este domingo (Hechos y Colosenses) afirman rotundamente la resurrección de Jesús. Aunque son muy distintas, hay algo que las une:

  1. a) las dos mencionan los beneficios de la resurrección de Jesús para nosotros: el perdón de los pecados (Hechos) y la gloria futura (Colosenses);
  2. b) las dos afirman que la resurrección de Jesús implica un compromiso para los cristianos: predicar y dar testimonio, como los Apóstoles (Hechos), y aspirar a los bienes de arriba, donde está Cristo, no a los de la tierra (Colosenses).

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:

― Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4

Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.

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Domingo de Pascua de Resurrección. Ciclo C

Domingo, 21 de abril de 2019
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1D-de-Pascua

“- Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto.”

(Jn 20, 1-9)

Que en Dios no hay tiempo ni espacio, es algo que sabemos bien a estas alturas de la vida. En muchos sitios leemos o escuchamos que “la historia se repite”; que no se trata de algo lineal sino circular; las modas, las cosas, las situaciones, todo vuelve.

Sin perder esta idea de vista centrémonos en el evangelio de hoy. La primera persona que aparece es María Magdalena, ella sola. El texto nos dice que: “el domingo por la mañana, muy temprano, antes de salir el sol,…”. Veamos, el domingo antes de salir el sol aparece alguien de género femenino, sola. ¿No te evoca a algo? Algo así como a un caos en el que dijo Dios: “que exista la luz”. El día primero.

Y continúan los dos textos. En el del Génesis, la primera vez que las palabras de Dios se refieren a sí mismo, después de ir creándolo casi todo, dice un “Hagamos a los hombres a nuestra imagen”. Hagamos, en plural. Y en el evangelio de hoy, la primera palabra que utiliza María de Magdala para referirse a sí misma, también es un plural: “sabemos”. Aparece sola en escena, y cuando va donde Pedro y Juan y les cuenta que Jesús no está en el sepulcro, en lugar de decir “no sé donde lo han puesto”, habla en plural. No sabemos… pero ¿quiénes no sabemos?

La historia se repite, vivimos en una dimensión circular, todo vuelve… incluso el principio, la creación. Todo, la VIDA también; y vida en abundancia.

 

Oración

Bendita seas, Trinidad Santa.

Solamente en ti encontramos la Vida Eterna.

Solo tú. Eso es todo.

Amén.

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No puede haber Vida si antes no hay muerte.

Domingo, 21 de abril de 2019
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ResurrecciónJn 20,1-9

En este día de Pascua, debemos recordar aquellas palabras de Pablo: si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe. Aunque hay que hacer una pequeña aclaración. La formulación condicional (si) nos puede despistar y entender que Jesús podía no haber resucitado, lo cual no tiene sentido porque Jesús había alcanzado la VIDA antes de morir. Esa Vida era la misma Vida de Dios. Por lo tanto, la posibilidad de que no resucitara es absurda.

Lo primero que debemos tener en cuenta es que estamos celebrando hechos teológicos, no históricos ni científicos. Todavía la muerte de Jesús fue un acontecimiento histórico, pero la resurrec­ción no es constatable científicamente porque se realiza en otro plano, fuera de la historia. Esto no quiere decir que no ha resucitado, quiere decir que para llegar a la resurrección, no podemos ir por el camino de los sentidos y los razonamientos. Nadie pudo ver, ni demostrar con ninguna clase de argumentos, la resurrección de Jesús. No es un acontecimiento que se pueda constatar por los sentidos. Esta es la clave para salir del callejón sin salida en que nos encontramos por haber interpretado los textos de una manera literal.

La muerte y la vida física no son objetos de teología, sino de biología. La teología habla de otra realidad que no puede ser metida en conceptos. En ningún caso debemos entender la resurrección como la reanimación de un cadáver. Esta interpretación ha sido posible gracias a la antropología griega (alma–cuerpo), que no tiene nada que ver con lo que entendían los judíos por “ser humano”. La reanimación de un cadáver, da por supuesto que los despojos del fallecido mantienen una relación especial con el ser que estuvo vivo. La realidad es que la muerte devuelve el cuerpo al universo de la materia, de una manera irreversible.

¿Qué pasó en Jesús después de su muerte? Nada. Absolutamente nada. La trayectoria histórica de Jesús termina en el instante de su muerte. En ese momento pasa a otro plano en el que el tiempo no transcurre. En ese plano no puede “suceder” nada. En los apóstoles sí sucedió algo muy importante. Ellos no habían comprendido nada de lo que era Jesús, porque estaban en su falso yo, pegados a lo terreno y esperando una salvación que potenciara su ser contingente. Solo después de la muerte del Maestro, llegaron a la experiencia pascual. Descubrieron, no por razonamientos, sino por vivencia, que Jesús seguía vivo y que les comunicaba Vida. Eso es lo que intentaron transmitir a los demás, utilizando el lenguaje humano al uso, que es siempre insuficiente para expresar lo trascendente.

Todos estaríamos encantados de que se nos comunicara esa Vida, la misma Vida de Dios. El problema consiste en que no puede haber Vida si antes no hay muerte. Es esa exigencia de muerte la que no estamos dispuestos a aceptar. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto”. Esa exigencia de ir más allá de la vida biológica, es la que nos hace quedarnos a años luz del mensaje de esta fiesta de Pascua. Celebrar la Pascua es descubrir la Vida en nosotros y estar dispuestos a dar más valor a la Vida que se manifestó en Jesús después de su muerte que a la vida biológica tan apreciada.

Pero no debo quedarme en la resurrección de Jesús. Debo descubrir que yo estoy llamado a esa misma Vida. A la Samaritana le dice Jesús: El que beba de esta agua nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá en un surtidor que salta hasta la Vida definitiva. A Nicodemo le dice: Hay que nacer de nuevo; lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es Espíritu. El Padre vive y yo vivo por el Padre, del mismo modo el que me coma, (el que me asimile), vivirá por mí. Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Creemos esto? Entonces, ¿qué nos importa lo demás? Poner a disposición de los demás todo lo que somos y tenemos es la consecuencia de este descubrimiento de la verdadera Vida.

Jesús, antes de morir, había conseguido como hombre, la plenitud de Vida en Dios, porque había muerto a todo lo terreno, a su egoísmo, y se había entregado por entero a los demás, después de haber descubierto que esa era la meta de todo ser humano, que ese era el camino para hacer presente lo divino. Eso era posible, porque había experimentado a Dios como Don absoluto y total. Una vez que se llega a la meta, es inútil seguir preocupándose del vehículo que hemos utilizado para alcanzarla. Todo el esfuerzo de la predicación de Jesús consistió en hacer ver a sus seguidores la posibilidad de esa Vida. Solo seremos sus seguidores, si descubrimos esa Vida de Dios en nosotros como él la descubrió y tratamos de manifestarla a través de nuestras relaciones con lo demás. Soy seguidor de Jesús en la medida en que asimilo ser otro Cristo (ungido) como él.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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