Archivo

Entradas Etiquetadas ‘Resurrección’

Entrar en la intimidad de Jesús.

Domingo, 19 de abril de 2020
Comentarios desactivados en Entrar en la intimidad de Jesús.

14-doubtingthomas_1La intimidad es la cercanía con otra persona, al igual que la intimidad que se desarrolla entre amigos cuando le cuentas a otra persona la historia de tu vida y todos tus secretos y sueños (Aforismo)

19 de abril. DOMINGO II DE PASCUA

Jn 20, 19-31

Dicho esto, les mostró las manos y el costado, y los discípulos se alegraron de ver al Señor

Jesús nos invita a entrar en su intimidad cuando el evangelista Lucas nos dice en 24, 39:

“Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Tocadme y miradme. Los fantasmas no tienen carne ni huesos, como veis que yo tengo”

Una intimidad con la que nos sentimos renacidos al Espíritu, a través del fuego que ha quemado nuestros egoísmos, como expresó poéticamente san Juan de la Cruz:

¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma el más profundo centro! 

Razón por la cual, dice Lc en 6, 19: Toda la gente procuraba tocarle porque salía de él una fuerza que curaba a todos.

Y cuando en la zarzuela de José Serrano escuché esta canción se me saltaron las lágrimas:

“Mujer, primorosa clavelina / que brindas el amor, / yo soy caminante / que al pasar / arranca las hojas de la flor / y sigue adelante / sin recordar tu amor”.

Me había percatado de lo que tan furtivamente había sentido tan preciosa clavelina, y nuevamente volvieron a saltárseme las lágrimas.

Dice un aforismo español:

“La intimidad es la cercanía con otra persona, al igual que la intimidad que se desarrolla entre amigos cuando le cuentas a otra persona la historia de tu vida y todos tus sueños y secretos.

 

Y Jesús tuvo con nosotros la valentía de contárnoslos:

“El Padre y yo somos uno” (Jn 10, 30)

“Salí del Padre y he venido al mundo” (Jn 16, 28)

En mi libro de “El Legendario reino de los sentimientos” tengo un poema que hace referencia a la interconexión de corazones.

MI ISLA INTERIOR

Mi isla interior no es una isla
perdida en el mar del Universo.
Yo la siento trenzada con el Mundo
mirándose en el celestial espejo.
Mi corazón y el suyo, unidos, laten
en unívoco amor y sentimiento.
Que haya o no puentes construidos
sobre el frágil sentir de los océanos
!!qué importa¡¡:
las islas interiores no son islas
perdidas en el mar del Universo.

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad , , , , , , , ,

¿Hemos visto al Señor?

Domingo, 19 de abril de 2020
Comentarios desactivados en ¿Hemos visto al Señor?

0703still-doubting-jn-granville-gregoryJn 20,19-31

Jesús, el crucificado, ha salido a nuestro encuentro, está vivo, en medio de nosotros. Esta experiencia ha cambiado nuestra vida, somos personas nuevas, distintas… porque “hemos visto al Señor”.

Hoy se nos regala un texto evangélico que podemos leer en primera persona sin mucho esfuerzo. Juan nos hace descubrir en estas dos escenas, como en todas las que llamamos de “apariciones”, una experiencia profunda de los apóstoles, la experiencia que sostiene su fe: Jesús, el que había muerto, ha salido a su encuentro, está vivo en medio de ellos. Esta experiencia ha cambiado su vida, son personas nuevas, distintas… porque “han visto al Señor”. Esta experiencia de encuentro es fundamental para los primeros cristianos, y lo es también para nosotros. ¿No narra este evangelio, de alguna forma, nuestro caminar hasta el encuentro con Jesús vivo a nuestro lado?

En estos días en los que hemos aprendido a mirar hacia dentro y reflexionar, en que nos hemos preguntado tantas cosas, en los que hemos parado y hemos estado solos tantos ratos, seguro que nos va a costar muy poco descubrir que cada uno de nosotros somos miembros de esta comunidad y, con frecuencia, cada uno de nosotros somos Tomás.

¿A quién no le resulta familiar eso de estar en casa, con las puertas cerradas porque…? Sí, ese “#yo me quedo en casa,” tan repetido estos días, acompaña aún nuestro “Aleluya”. Y me quedo en casa con muchos miedos, con mucho dolor, con muchas inseguridades y preocupaciones por la propia vida y la de los míos, por el trabajo, por los proyectos, los sueños… Y nos preguntamos: ¿ahora qué?

Una experiencia semejante es la de los discípulos. Jesús ha muerto, lo han matado, todo se perdió, ¿que les va pasar? su vida peligra, no ven futuro… ¡y tienen tantos miedos! Y los miedos nos cierran, a ellos y a nosotros. Nos cerramos, nos paralizamos, perdemos toda perspectiva y capacidad de reaccionar. ¿No es una experiencia que compartimos?

“Y en esto…”, sin que nosotros sepamos cómo, Jesús se hace presente. Está en medio de la casa y de nuestras vidas, aunque las puertas sigan estando cerradas. Y a nosotros, cómo a ellos, nos cuesta reconocerle y miramos pasmados, asombrados… ¿De verdad eres tú? Pero nosotros te vimos clavado en la cruz, muerto en la cruz… Nosotros te creíamos muerto, ya no pensábamos encontrarte más, fíjate en todo lo que está pasando, estamos tan tristes… Y Jesús con una ternura y paciencia sobrecogedoras les muestra las manos, las heridas, “sus marcas” y los saluda. Nada de reproches ni de preguntas sobre su miedo y falta de fe. Les habla, nos habla, para tranquilizarlos y darles su Paz.

Y entonces le reconocen y todo cambia. La alegría, que es expansiva e invita a abrir puertas y ventanas, se apodera de ellos, casi no les cabe en el corazón. La razón, la suya y la nuestra: ¡Hemos visto al Señor!

Jesús hace un gesto muy significativo para ellos y para nosotros hoy: sopla sobre ellos. Ya lo sabemos, el aliento de Dios es signo de vida (Gen 2, 7) ¡Cómo valoramos estos días no tener dificultades para respirar, sentir que el aire llena nuestros pulmones! Para un enfermo de coronavirus es como volver a la vida, estar curado…  Y con este gesto Jesús les da su Espíritu, el que les comunica una vida nueva, el que les va a consolidar en la alegría, esa alegría que nadie ya les podrá quitar, el que les empuja y sostiene en esta nueva misión encomendada por Jesús: salid, id, predicad, perdonad…

La comunidad ha quedado transformada. La experiencia profunda de haber descubierto que Jesús está vivo y está con ellos en el centro de su comunidad, es definitiva. Ya están preparados para todo, ya no tienen miedo. Ya son en verdad discípulos del Resucitado.

¿No hemos sentido eso nosotros alguna vez? ¿No nos hemos sentido transformados sin saber muy bien cómo, después de una experiencia fuerte en la que el Señor se ha hecho presente? A veces oímos a alguien decir: soy otra persona… después de esto en mi vida hay un antes y un después. El encuentro personal con el Resucitado es el fundamento de nuestra fe, muy bien lo sabían las primeras comunidades que aún vivían en medio de persecuciones, pero que “habían visto al Señor”. Sí, nosotros también somos esa comunidad.

Pero resulta que, entonces y ahora, falta uno… alguien que no está cuando llega el Señor, cuando pasa algo decisivo para la comunidad… Y al que falta le suele pasar lo que a Tomás, que el testimonio de los demás no le sirve para creer: “Si no veo y no meto mi dedo…”

Y ocurre algo que nos sorprende, Jesús vuelve. Vuelve porque falta uno, ya nos lo había dicho con aquella oveja que se perdió y era solo una entre cien (Lc 15, 4-6). Vuelve, buscando al que no estaba y le llama por su nombre: ¡Tomás! Vuelve y le dice: trae tu dedo. Le enfrenta con su situación, con sus dudas, con su manera desconfiada de ser… Y Tomás no solo comprueba que es Jesús. Se encuentra cara a cara, corazón a corazón, con Él. Con quien desde ese momento, será “su Señor y su Dios”.

Tras la experiencia de Tomás, en la que podemos vernos reflejados, termina el evangelio diciendo cómo Jesús se acuerda de nosotros, de ti y de mí, de los que creemos “sin haber visto” y nos llama dichosos, bienaventurados.

Es verdad, no somos de esa primera generación. No hemos “comido y bebido con Él”. Pero también hemos sentido que, cómo a Tomas, el Señor nos ha llamado y nos ha dicho, trae tu dedo, trae tu dolor, trae tu fracaso… Y algo se nos ha movido por dentro y caemos en la cuenta de que solo Él es nuestro Dios y Señor, nuestro Salvador. Porque encontrarse con Él no es solo verle con los ojos, es abrirse a reconocerlo en tantas presencias en las que él nos espera y transforma nuestra vida. Por eso, porque somos capaces de decir: “Señor mío y Dios mío” somos bienaventuradas, somos bienaventurados.

Mª Guadalupe Labrador Encinas,  fmmdp

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad , , , , , , , ,

Vida es lo único que hay

Domingo, 19 de abril de 2020
Comentarios desactivados en Vida es lo único que hay

Tierra-luz-225x300Domingo II de Pascua

19 abril 2020

Jn 20, 19-31

El evangelio de Juan se escribe varias décadas después de los hechos que narra. Y es precisamente a los discípulos de esa tercera generación a quienes les dirige esas palabras: “Dichosos los que crean sin haber visto”.

          En esta nueva catequesis, son varias las cuestiones que se abordan: la insistencia en la resurrección, para lo que apela a “señales corporales” (manos, costado), el miedo de los discípulos y las dificultades/dudas para creer, el don de la paz y del Espíritu que leen como regalo del Resucitado y, sobre todo, la afirmación conclusiva, en la que se encontraría la clave última de lectura: todo se ha escrito “para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre”.

          Si hay un anhelo que ocupe y vibre en el corazón humano es el de vivir, tener vida. En este mismo evangelio, Jesús proclama: “Yo soy la vida”. Pero la lectura que hacen los discípulos –de naturaleza mental y en clave teísta– parece entender la vida como “algo” que tenemos y que, en todo caso, tiene que “venirnos” de otro, sea Jesús (“en su nombre”) o Dios.

          Trascendida la lectura mental, podemos reconocer que la “vida” no es “algo” que podemos tener o perder, sino uno de los nombres con los que nos referimos al Fondo común y compartido de todo lo que es, la identidad última de todos los seres. Acertaba plenamente Jesús al afirmar que era vida, pero no alcanzaron a verlo sus discípulos al no reconocer que aquella afirmación era válida para todos: todos somos vida.

          En cierto sentido, podría decirse con verdad que la vida es lo único que es. Solo hay vida; todo lo que percibimos a través de los sentidos no son sino formas que adopta la vida o en las que se oculta. Somos vida experimentándose en formas –personas– concretas. Vivir con sabiduría consiste en atender y cuidar todas las formas sin perder la conexión consciente con la comprensión de que somos vida.

¿Qué me ayuda a comprender que soy vida?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

Biblia, Espiritualidad , , , , , , , ,

La presencia de Cristo en una comunidad confiere: paz, alegría y aliento vital

Domingo, 19 de abril de 2020
Comentarios desactivados en La presencia de Cristo en una comunidad confiere: paz, alegría y aliento vital

010-主耶稣向门徒显现-远景-20160129Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

  1. El primer día de la semana.

Evocando el Génesis, la creación, San Juan sitúa esta escena en el primer día de la semana. Es decir, el día de la resurrección, el día de la nueva creación. Ha comenzado la vida definitiva.

Sin embargo, los discípulos (la comunidad cristiana / la iglesia) estaban encerrados, enquistados y con miedo.

Cuando Cristo no está presente en nuestra vidas o en la vida eclesial vivimos cerrados mental y cristianamente y con miedo a todo.

         En estos momentos de sufrimiento por la pandemia, vivimos físicamente encerrados por motivos sanitarios. Que ese confinamiento no nos cause miedo ni angustia. Estamos en el amanecer de una nueva creación de una nueva vida en esta tierra, en este tiempo y en la eternidad del “más allá”.

  1. La resurrección impregna la vida de paz, alegría y espíritu

         La resurrección del Señor “no la vieron físicamente”[1], lo que vieron fueron los “resultados”, los efectos, las consecuencias de la resurrección.

         Pocas huellas y poco testimonio de resurrección daba aquella comunidad eclesial: aquellos “Diez” (“Doce”) (faltaban Judas y Tomás), y, sobre todo, faltaba Cristo. Por eso estaban -vivían-encerrados, con las puertas cerradas y con miedo, enquistados, tristes, sin paz.

         La presencia de Cristo en nuestras vidas, en una comunidad cristiana, en la Iglesia, confiere: paz, alegría y aliento vital (ganas de vivir).

         Cuando Cristo está presente en nosotros experimentamos una profunda paz-serenidad, una inmensa alegría-gozo y su espíritu nos infunde vitalidad.

         San Juan de nuevo vuelve al Génesis. Dios, para terminar la creación exhaló su aliento sobre el barro humano y así llegó, llegamos- a ser seres vivientes, (Gn 2,7).

         La creación termina en vida, en ganas de vivir.

Superamos la debilidad del barro humano, la materialidad corpórea con el espíritu-aliento vital.

         Los decaimientos humanos, las depresiones, la misma pandemia que estamos padeciendo, tienen un buen antídoto en el espíritu que nos confiere ganas de vivir.

  1. Tomás no estaba en el grupo.

         Las grandes cuestiones de la vida son comunitarias: la familia, el pueblo, la cultura, el idioma, la fe, los valores son cuestiones comunitarias.

Tomás no estaba en el grupo. Por eso no llega a la fe.

Es muy difícil vivir fuera del grupo, de la familia, del pueblo, de la propia cultura, de la comunidad cristiana.

Tomás vuelve a un grupo que “ha visto al Señor”, es decir un grupo que vive en paz, en alegría e ilusión. Si Tomás vuelve a la comunidad es porque le han dado testimonio de que han visto al Señor y, por otra parte, en ese grupo se puede vivir y convivir en la paz y alegría del Señor. Nadie vuelve a Egipto o a Auswitch.

         ¿Por qué se ha marchado tanta gente?

         ¿Por qué, como Tomás, se ha marchado tanta gente del grupo,  de la Iglesia? Es un simplismo fanático decir a lo tonto que la gente se ha ido del Evangelio porque es atea, increyente, infiel o pecadora, consumista, etc.

         ¿Y si la iglesia fuese un remanso de paz, de sosiego, de convivencia, de contento, de vida? ¿Quién no quiere vivir en paz y alegría?

  1. Pascua 2020:

Las circunstancias que estamos viviendo en la Pascua de estos años duras y extrañas. Haremos mucho bien si volvemos al Resucitado y  damos testimonio de la vida: hemos visto al Señor, de manera que transmitamos un poco de calma, de serenidad, de aliento vital.

         Cuando un cristiano, como Tomás, dice: ¡Señor mío y Dios mío! no está resolviendo el teorema de Pitágoras teológico, sino que cuando decimos, como Tomás,  ¡Señor mío y Dios mío! es porque estamos en paz, esperanzados, con gozo en la familia, en el pueblo, en la parroquia, en el trabajo, en el Señor.

         Como Tomás podemos decir con esperanza  en nuestro interior:

¡Señor mío y Dios mío!

[1] Es una tesis ya clásica entre muchos biblistas, afirma Armand Puig, decano de la Facultad de Teología de Barcelona.

Biblia, Espiritualidad , , , , , , , ,

Carta a María Magdalena en la mañana de resurrección: “Como tú, María de Magdala, querría ser portadora de la buena noticia de la Resurrección”

Sábado, 18 de abril de 2020
Comentarios desactivados en Carta a María Magdalena en la mañana de resurrección: “Como tú, María de Magdala, querría ser portadora de la buena noticia de la Resurrección”

st-mary-magdalene-and-the-risen-christ-b“Que fácil es hacerte presente hoy en tantas médicos, enfermeras, auxiliares, limpiadoras de hospitales, cuidadoras de ancianos… mujeres”

“Las y los que en estos días conviven con el sufrimiento, la muerte, el dolor, tal vez la decepción…¿Se sentirán nombradas con el amor infinito de Dios Padre-Madre?”

“Estos días muchas personas han sido para mí Magdalenas que han sostenido mi esperanza, mi fe en que la muerte no tiene la última palabra. Tengo escritos sus NOMBRES en mi corazón”

“Viene la Magdalena, por el sendero,

hay una tumba abierta y un jardinero.

Alguien dice su nombre, la Magdalena

Siente que se terminan todas sus penas”

Es Domingo por la mañana en Jerusalén. Todos acababan de celebrar la fiesta grande de la Pascua. Podríamos decir que estaban de “resaca”. ¿Qué hacías tú allí, María Magdalena, en el sepulcro? Ocuparte de un amigo necesitado… Tan necesitado que estaba muerto. Fuiste a arreglar su cuerpo sin vida, a arreglar su tumba. El texto describe algunas de tus preocupaciones: ¿quién nos quitará la piedra de la puerta? ¿podremos solas? ¿seremos suficientemente fuertes para moverla? Pero yo también imagino otras: ¿como embellecer el lugar donde yace mi amigo? El mejor perfume para su cuerpo, para llenar este lugar de muerte con aromas de Vida, de alegría, de plenitud. Las mejores flores para la entrada del sepulcro, para que la primavera que llega se haga presente en este lugar y lo llene de belleza, para que sepa lo que lo amaste y le recuerde que la esperanza todavía brilla en tu corazón.

Cuidar de la vida, y también de la muerte… Tarea de mujeres en tu tiempo y hoy. Por eso la VIDA te encontró a ti la primera. Por eso se te anunció a ti, y no a otro, que la Muerte no tiene la única palabra. Porque estabas allí a primera hora de la mañana, para cuidar con ternura. Que fácil es hacerte presente hoy en tantas médicos, enfermeras, auxiliares, limpiadoras de hospitales, cuidadoras de ancianos… mujeres, y también hombres, que entregan su ternura y su solidaridad para CUIDAR, para REGAR la vida que a veces se apaga en estos tiempos difíciles. En ellas y ellos se está haciendo presente Jesús, anunciando que la vida no termina, que la muerte no es la vencedora.

Allí, al sepulcro, llegaron, según nos cuenta la Palabra de hoy, Pedro y Juan avisados por ti. Llegaron corriendo. No sé si los que recogieron el hecho entendieron bien el mensaje de Jesús, cuando la última cena se puso al servicio, lavando los pies y eliminando toda jerarquía. En el texto del Evangelio gastan un poco de letra describiendo quién corría más de prisa, quién se quedó en la puerta, quien tuvo el valor de entrar… ¿Será eso lo importante? No lo sé Magdalena… La tentación de lo visible sigue acechándonos en medio de estos tiempos de “semillas que germinan en lo secreto de la tierra”.

El texto dice que Pedro y Juan creyeron y volvieron a su casa. Tú te entretuviste un rato llorando la pena. El dolor por la incertidumbre, la ausencia del Amigo, la perplejidad… Y entonces, allí se presentó, VIVO, esperándote, NOMBRÁNDOTE. Te reconociste y lo reconociste cuando te llamó por tu nombre: MARÍA. La VIDA que se hace presente en lo que somos cada una y cada uno. No en el ideal que soñamos ser, ni en el “debería”, sino en lo más íntimo y esencial de lo que SOMOS. Otra vez se me viene a la cabeza la multitud de personas que hoy cuidan la vida titilante en camas de hospitales, en centros de acogida, en casas solitarias… Las y los que en estos días conviven con el sufrimiento, la muerte, el dolor, tal vez la decepción…¿Se sentirán nombradas con el amor infinito de Dios Padre-Madre? Eso pienso cuando aplaudo a las 8 cada tarde: digo los nombres a mis amigas y amigos más cercanos y lejanos y los pongo en el abrazo del Dios Vivo. Ojalá te experimenten sitiándose enviadas, llamadas, sostenidas.

Porque, sigo leyendo y ahí estás, María Magdalena, en salida: Jesús te invita a “no retenerlo”, a comunicarlo, a compartirlo, a anunciar la alegría de que la muerte no ha tenido la última palabra. La Esperanza no desfallece porque Jesús sigue presente en medio de la comunidad. Y ahí vas, ¡a contarlo! María Magdalena, portadora de la Buena Noticia. Estos días muchas personas han sido para mí Magdalenas que han sostenido mi esperanza, mi fe en que la muerte no tiene la última palabra. Tengo escritos sus NOMBRES en mi corazón. Solo por poner algunos ejemplos:

Una amiga, testimonio vivo de resistencia, lucha y alegría, me manda sus audios de canciones cantadas por ella misma

Otra amiga me manda un audio sobre la distancia y el amor, con inspiradoras frases de Simone Weil y Etty Hillesum

Unas monjas han abierto la intimidad de su comunidad y han sido polo de paz, de liberación y de encuentro con la Ruah

Mi comunidad cristiana, cuya amistad, cercanía y fraternidad experimento como presencia misteriosamente cercana en momentos de dolor

El dolor compartido, tan universal, me une con hermanos y amigos de Latinoamérica de forma que jamás había imaginado

La belleza que se hace presente en el silencio de un Madrid vacío de personas, en el que la vida bulle dentro de las casas y una fina lluvia empapa la tierra

Los nombres de cada vecina y vecino mirándonos con afecto en los aplausos de las ocho

Las personas que nos recuerdan a través de redes de solidaridad que siempre hay alguien más vulnerables a quien dar una mano

La presencia misteriosa de los que nos han dejado

Incluso el miedo de algunas personas que desconfían y vigilan a sus propios vecinos erigiéndose en policías, me hace pensar y me invita a cultivar la confianza

Las personas que nos sensibilizan invitándonos a preguntarnos ¿en qué mundo queremos vivir cuando pase el virus?

Estos días he tenido tristezas, como muchos. Miedos, como casi todos. Estos días me ha preocupado la soledad de familiares, el agotamiento de amigas y amigos sanitarios, la desigualdad con la que se enfrentan a los retos educativos niños y jóvenes sin colegio en tantos lugares del mundo, la falta de trabajo y comida de muchas personas que viven al día, la situación ya antes tan dolorosa de personas en campos de refugiados y en asentamientos, en cárceles y centros de internamiento, la situación de quienes tienen que vivir el confinamiento en una chabola sin agua y ni comunicación.

Mi dolor ha ido dando paso al deseo urgente de un MUNDO MEJOR. Esta Pascua que estamos viviendo es una invitación a cuidar la VIDA. A cambiar las prioridades y ser más hermanas y hermanos entre todos los seres humanos y con nuestra casa común. Como tú, María de Magdalá, quisiera salir corriendo a ser portadora de la gran noticia de que LA VIDA HA VENCIDO A LA MUERTE. Quisiera ser portadora de ánimo, solidaridad, acogida, esperanza, sanación, … PORTADORA DE RESURRECCIÓN.

EU7WY5WWoAE8p6i

***

Espiritualidad , ,

Michael Moore: “El Resucitado está presente… en los crucificados que todavía esperan redención”

Viernes, 17 de abril de 2020
Comentarios desactivados en Michael Moore: “El Resucitado está presente… en los crucificados que todavía esperan redención”

artwork_images_424157556_176230_david-lachapelleEl camino de fe a la luz (y las sombras) del misterio pascual (y8)

“Cuando la tumba se abrió, no vieron nada. No encontraron a nadie. Sólo se escuchó como un rumor de ángeles que decía: ‘No está aquí…vayan a Galilea. Allí lo encontrarán'”

“Para encontrarse con el Resucitado hay que desplazarse hacia los márgenes de la historia, esto es, a los lugares de fractura, a los espacios de no-vida”

“Dios no revivifica un cadáver, sino que recupera y reivindica la persona total de Jesús, es decir, toda una existencia, toda una historia, todo un modo de vivir… que lleva a un modo de morir”

8. Cuando la fe se dibuja como horizonte: el triunfo de la Vida

Y ahí estaban, todavía expectantes en aquella mañana de domingo, esa enorme legión de desahuciados y desesperanzados, al pie del sepulcro, esperando que alguien les corriera la piedra para ver qué había detrás… para ver si encontraban respuestas a todas sus preguntas (últimas). Pero, cuando la tumba se abrió, no vieron nada. No encontraron a nadie. Sólo se escuchó como un rumor de ángeles que decía: “No está aquí…vayan a Galilea. Allí lo encontrarán” (cf. Mt 28,1ss; Mc 16,1ss; Lc 24,1ss).

 Y este fue el mensaje que, gratuitamente, ese grupo de marginales -como en otro tiempo los pastores en Belén- nos compartió y dejó como testamento para el cristianismo futuro: para encontrarse con el Resucitado hay que desplazarse hacia los márgenes de la historia, esto es, a los lugares de fractura, a los espacios de no-vida. Porque Galilea -afirman los exegetas- amén de ser el lugar geográfico donde el Jesús terreno desarrolló su ministerio (y esa región era considerada marginal por “contaminada” en la Palestina de entonces), es un lugar teologal que alude a la praxis vital de Jesús. Ir a Galilea, por tanto, significa volver la mirada al Jesús histórico. Recuperar su historia concreta para, reeditándola, volver a hacerlo presente en el Espíritu.

En fórmula abreviada: “el Resucitado es el Crucificado” (J. Sobrino), y el crucificado es el que se jugó la vida practicando -no sólo predicando- la misericordia: el corazón vuelto al miserable… “aunque sea sábado”. O en lenguaje un poco más formal: vida, muerte y resurrección se reenvían mutuamente para una correcta intelección. Jesús muere como muere porque vive como vive; y es resucitado –rescatado de la aniquilación y glorificado– en virtud de esa vida –agradable al Padre– que lo llevó a esa muerte –sufrida por el Padre. Dios no revivifica un cadáver, sino que recupera y reivindica la persona total de Jesús, es decir, toda una existencia, toda una historia, todo un modo de vivir… que lleva a un modo de morir.

Focalizándonos en el hilo conductor de estos días -el camino de fe- habría que decir ahora que la resurrección nos ofrece un horizonte de comprensión nuevo de la totalidad: nos dice algo sobre Jesús, sobre Dios y sobre el sentido de nuestra vida

Nos dice algo sobre Jesús, porque, resucitándolo, rescatándolo de los lazos de la muerte, de la aniquilación, el Padre ratifica la identidad y la misión de Jesús: en verdad, él era el Hijo amado del Padre, y su prédica del reino como proyecto de humanización a través de la praxis de misericordia era la misión que debía cumplir: “Humanizar la humanidad practicando la proximidad” (P. Casaldáliga). Identidad y misión que habían sido puestos en tela de juicio por sus paisanos que lo habían acusado de impostor, de blasfemo, de pretender reformar las instituciones tradicionales (templo, ley, culto). O sea: la resurrección es el “sí” que pronuncia Dios ante el “no” que dictaminaron los hombres. Jesús sí es el Hijo y su proyecto es de Dios y sigue adelante.

Nos dice algo sobre Dios mismo: que Él es el Dios de la vida, de vivos y no de muertos, cuyo amor salvífico no se detiene ante la muerte, sino que, tocándola en la carne de su Hijo, la vence. Tiene poder sobre la nada (es creador), sobre el pecado (es salvador) y sobre la muerte (es resucitador); es un Dios liberador que interviene para reivindicar la vida de Jesús de Nazaret, injustamente crucificada, haciendo suya la causa de las víctimas y venciendo el poder de los ídolos; es un Dios que en la historia de Jesús aparece como discreción, kénosis, proximidad, cálida afinidad, semper minor -cruz-, pero también se nos revela como alteridad, inmanipulable, todopoderoso, semper maior -resurrección- (J. Sobrino).

Y nos dice algo sobre el sentido de nuestra vida y de nuestra historia. Porque alcanzan respuesta las preguntas que ayer, desde el sepulcro, despuntaban, amenazantes para la fe: ¿es la muerte el destino definitivo del hombre?, ¿tienen la última palabra los prepotentes y verdugos de la historia?, ¿hay posibilidad de soñar con un futuro distinto? En definitiva ¿valió la pena la vida y muerte de Jesús? ¿sigue siendo creíble su propuesta? La resurrección de Jesucristo es la respuesta que trae la implantación definitiva de un horizonte universal de promesa que se extiende, sobre todo, a lo humanamente desesperado (G. Greshake).

Siendo como es, universal, la promesa provoca también a una misión universal: la de ponerse en camino, totalmente y sin reservas, hacia el futuro prometido, buscando cambiar lo “penúltimo” en dirección a lo “último”. Con la historia puesta en nuestras manos -y éstas sostenidas por las de Dios- habrá que ir apurando la utopía, esa imposible ansia humana de plenitud, anticipando esa consumación en múltiples representaciones y utopías reales, porque cuando se abandona ese punto de mira, se imposibilita toda crítica… y se cae en la canonización del estado de cosas. Sustentados por la esperanza en el Dios-más-fuerte-que-la-muerte, habremos de tener siempre presente que “lo definitivo se está construyendo en lo provisional” (G. Gutierrez).

Somos, pues, interpelados a cultivar una esperanza crítica que, mediante el uso de la razón anamnética, pueda mantener presente la memoria del sufrimiento pasado, y latente la esperanza para las víctimas. En medio de esa lucha, el principio-esperanza recuerda que en la resurrección del Hijo de Dios el futuro vencedor ya se ha anticipado en la historia, aunque no elimina el todavía no que denuncia un mundo donde el reino de filiación y fraternidad sigue siendo utopía, en medio de tanta crucifixión.

Queda el desafío lanzado a nuestra libertad para seguir avanzando, en una dialéctica de muerte-resurrección, desautorizando ‒junto con el Jesús terreno y glorificado‒ a los victimarios, ya escatológicamente vencidos por el Vencido Viviente; recordando siempre que no es el sólo esfuerzo humano sino la presencia del Espíritu del Resucitado, siempre activo, el que incita a la esperanza del fin anticipado en medio de la oscilación propia de la historia entre prometeísmo y desesperación; y que no es necesariamente el éxito histórico (que en general cuesta la sangre ajena) sino la propia sangre derramada (martirio), de golpe o a gotas, lo que fecunda y “violenta” el Futuro para que se haga presente.

Puesto que la resurrección no anula la cruz, los verdugos de la historia siguen teniendo palabras penúltimas; pero como la resurrección sí supera la cruz podemos confiar en que la muerte –la más radical amenaza que se alza contra la realización personal– y la injusticia –la gran amenaza de sinsentido para la historia de la humanidad– no triunfarán. La palabra que Dios pronuncia en la resurrección de Jesús es posterior a su “silencio” sufriente en la cruz y por eso podemos afirmar desde la fe que la sentencia última y definitiva es la promesa de triunfo de la vida sobre la muerte, de la justicia sobre la injusticia, de las víctimas sobre los victimarios.

“Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto” (Jn 20,2), reclaman unos; “vayan a Galilea” (cf Mt 28,7), responden otros. Allí, el Resucitado está presente… en los crucificados que todavía esperan redención. El gran signo de la resurrección es una ausencia, que reenvía a otro lugar, a otro modo de presencia. Hasta el momento en que “Dios llegue a ser todo en todos” (1 Co 15,28). Y, en el mientras tanto de la historia, cultivemos la esperanza practicando la misericordia, porque

Es tarde
pero es nuestra hora.

Es tarde
pero es todo el tiempo
que tenemos a mano
para hacer el futuro.

Es tarde
pero somos nosotros
esta hora tardía.

Es tarde
pero es madrugada
si insistimos un poco

(P. Casaldáliga)

***

Espiritualidad , , ,

Resucitó

Viernes, 17 de abril de 2020
Comentarios desactivados en Resucitó

artehjhjj (Jn 11,25)Marcos, Mateo, Lucas (por partida doble) y Juan, nos ofrecen unos relatos de la Resurrección tan diferentes, que resulta imposible hacerlos casar entre sí. Para explicarlo, los especialistas afirman que no están relatando hechos, sino expresando su fe en que el crucificado vive, y que vive exaltado a la diestra de Abbá. Y lo expresan a su estilo, es decir, a través de unos textos llenos de imágenes preciosas, que reflejan una experiencia profunda que cambia la vida de quienes la viven y la historia de la humanidad. En la cruz muere su fe en el mesías libertador de Israel, y resucita una fe renovada, plena, en ese hombre lleno del Espíritu, viva imagen de su padre Abbá.

Pero todo empieza el domingo anterior con su entrada en Jerusalén. Jesús de Nazaret tiene la osadía de subir a Jerusalén a predicar la Buena Noticia del Reino en el mismo corazón del judaísmo y en plena celebración de la Pascua, y esta osadía le cuesta la vida. El jueves por la noche, los levitas lo prenden en Getsemaní y los sumos sacerdotes lo declaran blasfemo en casa de Anás. El viernes por la mañana, el sanedrín ratifica su sentencia, y los romanos lo condenan a muerte y lo crucifican hacia el mediodía. Sus amigos galileos permanecen encerrados por miedo a los judíos, y solo las mujeres se atreven a acompañarle en su agonía.

Han conocido a Jesús en Galilea, han quedado fascinados por él y lo han dejado todo por seguirle. Creen firmemente que es el que “había de venir”, pero ha muerto, y su fe ha sufrido un golpe brutal. Se preguntan con quién está Dios: ¿Con su maestro que cuelga destrozado de un madero, o con los sacerdotes que le han vencido?… Le han visto tantas veces salir airoso de sus enfrentamientos con escribas y fariseos, que no conciben que puede fracasar, y al verle crucificado, quedan apabullados y aterrados.

Probablemente salen de Jerusalén confundidos con la multitud de gente que regresa a su tierra tras celebrar la Pascua, y probablemente, también, se reincorporan a sus trabajos al llegar a Galilea. Su íntimo amigo, Juan, los sitúa pescando en Genesaret un tiempo después de la muerte de Jesús. Han creído mal, esa fe ha quedado hecha añicos en la cruz, y ya solo les queda retomar sus vidas. Pero Dios tiene otros planes, y cuando parece no haber ya lugar para la esperanza, algo sucede en lo más íntimo de su ser que les lleva a renovar su fe de forma distinta y arrolladora.

¿Qué ha ocurrido?… ¿Qué experiencia extraordinaria ha sido capaz de provocar un cambio tan radical en sus vidas?… Porque unas semanas más tarde de haber salido de Jerusalén aterrorizados por miedo a las autoridades judías y desmoralizados por la muerte de su maestro, aquellos hombres se presentan de nuevo en el Templo –en el mismo lugar en que predicaba Jesús–, afirmando, y empeñando su vida en ello, que lo han visto vivo después de su muerte y que han recibido de él una misión.

«Varones israelitas, escuchad estas palabras —es Pedro quien les habla—: Jesús de Nazaret, varón probado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales, fue entregado y muerto en la cruz por vosotros por medio de hombres sin Ley. Pero Dios lo resucitó después de soltar las ataduras de la muerte, por cuanto no era posible que fuera dominado por ella; y nosotros somos testigos de ello».

Aquellos galileos cobardes y apocados que poco tiempo atrás habían huido de noche, irrumpen entonces con tal fuerza, que en su primera catequesis logran tres mil seguidores. A Jesús, después de un año de predicación, le habían seguido a Jerusalén ciento cincuenta… Entonces quizás recordasen las palabras que les dirigió el día que entraron triunfalmente en ella: «Es preciso que el grano de trigo caiga a tierra y muera para que dé fruto».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad , ,

Resucitar es saberme vivo aquí y ahora

Jueves, 16 de abril de 2020
Comentarios desactivados en Resucitar es saberme vivo aquí y ahora

muerte_2221587851_14500335_667x375Del blog de Pedro Miguel Lamet:

Somos manifestación de lo inmanifestado

Llega la Pascua y con ella una cierta locura. Los discípulos se hacen un lío

No hay una prueba física, científica y racional de la resurrección. La gran experiencia definitiva de que Cristo ha resucitado es la transformación de aquel grupo de pescadores ignorantes y atemorizados,

En mi opinión los apóstoles despertaron por dentro, descubrieron que la muerte no existe, que desde siempre eran seres sin tiempo en el tiempo

Hoy abunda la noche, el miedo, las puertas tranqueadas, los corazones solitarios,

Resucitar es ver más, romper nuestros códigos, tocar la alegría del Ser. “El que cree en mi tiene vida permanente”. (Jn 5.25)

Ocurrió en la historia. Pero cualquier ser humano despierto pudo resucitar y podrá resucitar siempre, si entra por la contemplación iluminada en el no tiempo

Resucitar es descubrir que puedo volar, saberme vivo para siempre, en este momento aquí y ahora, sin depender de las arrugas, el paso del tiempo, el dolor y hasta la misma muerte.

Llega la Pascua y con ella una cierta locura. Los discípulos se hacen un lío. María de Magdala, la enamorada, no reconoce a Jesús a primea vista. Los de Emaús huyen atrapados por la murria. Tomás quiere meter su mano en la llaga del costado. Y en el centro la polémica de la tumba vacía, que tanto preocupará a los teólogos-

 No hay una prueba física, científica y racional  de la resurrección. La gran experiencia definitiva de que Cristo ha resucitado es la transformación de aquel grupo de pescadores ignorantes y atemorizados, cuyo líder ha sido ejecutado a las puertas de Jerusalén, la confluencia de sus testimonios. Jesús ahora atraviesa paredes, está y no está, despierta la duda o inflama el corazón.

La experiencia del resucitado, aunque se apoya en hechos históricos, requiere la fe o en cierto modo la mística. En mi opinión los apóstoles despertaron por dentro, descubrieron que la muerte no existe, que desde siempre eran seres sin tiempo en el tiempo, pertenecían a la explosión de luz que une lo creado con lo increado, manifestación de lo inmanifestado, y eso les cargó de comprensión y fuerza.

Hoy abunda la noche, el miedo, las puertas tranqueadas, los corazones solitarios, las tesis e ideas que dividen, el enfrentamiento agresivo de creyentes e increyentes e incluso de fieles entre sí, como siempre hubo, hasta ocasionar incluso guerras de religión. La resurrección ocurre en lo íntimo de cada conciencia y fuera de ella. De poco vale que se demuestre la autenticidad de la sábana santa o que se encuentre un papiro más antiguo para convencer de su verdad. Es una verdad a la vez histórica y metahistórica. Porque la mejor historia es la escrita con las vivencias de los hombres. Resucitar es ver más, romper nuestros códigos, tocar la alegría del Ser. “El que cree en mi tiene vida permanente”. (Jn 5.25)

Ocurrió en la historia. Pero cualquier ser humano despierto pudo resucitar y podrá resucitar siempre, si entra por la contemplación iluminada en el no tiempo. Y sin embargo no es un hecho sólo espiritual, sino también material en cuanto cualquier resucitado es capaz de transformar la materia, las injusticias, la dinámica del odio y el dolor, e incluso nuestra falsa sensación de morir. Desde esta perspectiva es un acontecimiento cósmico que disuelve todos nuestros miedos y angustias y que puede experimentar cualquier hombre que se abra a lo profundo del hombre.  Resucitar es descubrir que puedo volar, saberme vivo para siempre, en este momento aquí y ahora, sin depender de las arrugas, el paso del tiempo, el dolor y hasta la misma muerte.

Espiritualidad , , ,

Y resucitó al tercer día

Miércoles, 15 de abril de 2020
Comentarios desactivados en Y resucitó al tercer día

Del blog Amigos de Thomas Merton:

12439408_10207840032793065_6886669991373849901_n

La semana pasada compartí un texto de Karl Barth sobre la pasión de Cristo; ahora, para cerrar el tema, transcribo su comentario a la frase del Credo: “Al tercer día resucitó de entre los muertos”, en su Esbozo de dogmática. Lectura provechosa para este tiempo…

“El mensaje de Resurrección es: “Resucitó al tercer día de entre los muertos”; y significa que Dios no se humilló en vano en su Hijo; antes bien, obrando así, lo hizo también para su propia gloria y para confirmación de su gloria. Al triunfar su misericordia, justamente, en su humillación, se realiza la exaltación de Jesucristo. Si antes dijimos que en la humillación se trataba del Hijo de Dios y por lo tanto de Dios mismo, ahora hemos de subrayar que se trata de la exaltación del hombre. El hombre es glorificado en Jesucristo y destinado a una vida para la cual Dios le ha hecho libre en la muerte de Jesucristo. Dios ha abandonado, por así decirlo, el espacio de su gloria y el hombre puede ahora pasar a ocuparlo. Este es el anuncio de Resurrección, el fin y objeto de la reconciliación, la redención del hombre. Es la meta que ya se hacía visible el Viernes Santo. En tanto Dios intercede por el hombre (los escritores del Nuevo Testamento no han temido emplear el término de “pagado”) éste es un rescatado.

Apolytrosis es vocablo forense para designar el rescate de un esclavo. He aquí la meta: el hombre es puesto en una nueva situación jurídica; ya no pertenece a Aquel que tenía derecho sobre él, no pertenece al terreno de la maldición, la muerte y el infierno, sino que ha sido trasladado al ‘Reino de su amado Hijo. Significa esto que legalmente no le son ya reconocidos su estado, su constitución, su estatus jurídico como pecador. Dios no considera ya al hombre en serio como pecador. Sea el hombre lo que quiera, dígase de él lo que se diga, repróchese él mismo lo que fuere, Dios ya no lo toma en serio como pecador. El hombre ha muerto al pecado… allá, en la cruz del Gólgota. Para el pecado, el hombre ya no existe. Y es que Dios lo ha reconocido y señalado como justo, como uno que agrada a Dios. El hombre tal como se halla en el mundo, no deja de tener su existencia en el pecado y por consiguiente en su culpa, pero esa existencia se halla detrás de él. El cambio ha sido realizado definitivamente. No es que se trate de que podamos decir: Yo me he cambiado definitivamente, yo he hecho la experiencia… No; ese “una vez para siempre”, ese “definitivamente” es el de Jesucristo. Sólo que si creemos en Cristo, ello tiene validez también para nosotros. En Jesucristo, muerto por el hombre, y conforme a su resurrección, el hombre es el Hijo amado de Dios que puede vivir del agrado de Dios y para agrado de Dios. Este es el mensaje de Resurrección. Se comprende pues que en la resurrección de Jesucristo en realidad se trata simplemente de la revelación del fruto todavía escondido de la muerte de Cristo. El cambio antes mencionado es precisamente lo que está aún oculto en la muerte de Cristo, oculto bajo el aspecto en que aparece allí el hombre, consumido por la ira de Dios. El Nuevo Testamento atestigua que ese aspecto del hombre no es el sentido del suceso del Gólgota, sino que detrás de ese aspecto se esconde el verdadero sentido del suceso, sentido que se revela al tercer día. En este día tercero se inicia una nueva historia del hombre, de modo que cabría dividir también la vida de Jesús en dos grandes períodos: El primero de treinta y tres años, hasta su muerte; y el segundo, muy breve y decisivo, de cuarenta días, que son los habidos entre su muerte y su ascensión a los cielos. Al tercer día comienza una nueva vida de Jesús. Pero simultáneamente empieza al tercer día un nuevo eón, una nueva forma del mundo, después que, en la muerte de Jesucristo, el mundo antiguo fue completamente desechado y concluido.

Y esto es la Resurrección: iniciación de un tiempo y un mundo nuevos en la existencia de Jesús hombre, el cual ahora, como portador triunfante y victorioso, como aniquilador de la carga del pecado del hombre que le fue impuesta, empieza una nueva vida. La Iglesia primitiva vio en esa distinta existencia de Jesucristo no sólo, digamos, una continuación sobrenatural de lo que hasta entonces fue su vida, sino una vida completamente nueva, la vida de Jesucristo glorificado, y en ello, simultáneamente el principio de un mundo nuevo. (Vanos son los intentos de relacionar la Resurrección con ciertas renovaciones como las que tienen lugar en la vida creada; por ejemplo, en primavera, o, también, en el despertar matutino del hombre etc. etc. Pero a la primavera sigue el invierno inevitablemente y al despertar sigue, después, el sueño. En todo esto se trata de un movimiento cíclico del renovarse y envejecer. ¡Pero la renovación de Resurrección es una renovación definitiva!) Según el Nuevo Testamento, se anuncia en la resurrección de Jesucristo que la victoria de Dios en favor del hombre ya ha sido ganada en la persona de su Hijo.

Primeramente, es la Resurrección la gran prenda de nuestra esperanza; pero, al mismo tiempo, ese futuro se hace ya actualidad en el mensaje de Resurrección: el anuncio de una victoria lograda ya. La guerra ha terminado…, aunque aquí o allá algunas unidades del ejército sigan disparando por ignorar la capitulación. El juego está ya ganado…, aunque el contrincante pueda seguir haciendo algunas tiradas todavía. ¡Prácticamente ya está mate! El reloj ha gastado toda su cuerda…, aunque el péndulo prosiga oscilando un par de veces. Nosotros estamos viviendo en ese espacio intermedio! “¡Las cosas viejas pasaron! he aquí’, todo es hecho nuevo!”. El mensaje de Resurrección nos dice que el pecado, la maldición y la muerte, nuestros enemigos, en fin, han sido vencidos. Por fin ya no pueden causar ningún mal. Claro está que siguen comportándose como si el juego aún estuviese indeciso, como si no hubiese sido librada la batalla; por eso hemos de contar aún con ellos, pero, en el fondo, no tenemos por qué temerles. Quien haya oído el anuncio de Resurrección, no puede seguir andando por ahí con rostro trágico ni llevar la existencia malhumorada del que no tiene esperanza. Jesús ha vencido: Esto es lo único que vale… y lo único verdaderamente serio. Toda seriedad que al llegar aquí quisiera volver la vista atrás como la mujer de Lot, no es seriedad cristiana. Posiblemente habrá fuego a nuestras espaldas (en realidad, está ardiendo!), pero no es eso lo que debemos mirar, sino lo otro, o sea, que somos llamados y estamos invitados a tomar en serio la victoria de la gloria de Dios en ese hombre, que es Jesús, y a alegrarnos de ella. Entonces viviremos en agradecimiento, pero no en temor.

La resurrección de Jesucristo revela y lleva a cabo ese anuncio de la victoria. No interpretemos la Resurrección como un proceso espiritual. Es preciso oír y escuchar que se nos diga que hubo un sepulcro vacío y que más allá de la muerte se ha visto una nueva vida. “Este (el hombre salvado de la muerte) es mi Hijo amado: A él oíd”. En la Resurrección sucede y se manifiesta aquello que fue anunciado en el Bautismo del Jordán. Y a los que esto saben les es anunciado el final del mundo viejo y el principio del nuevo. Todavía han de recorrer un breve trecho, hasta que se haga patente que Dios lo ha consumado todo por ellos en Jesucristo”.

*

Karl Barth
Esbozo de dogmática

crxdg

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , ,

¿Cómo celebrar la resurrección en estos tiempos que vivimos?

Miércoles, 15 de abril de 2020
Comentarios desactivados en ¿Cómo celebrar la resurrección en estos tiempos que vivimos?

La vigilia pascual nos invita a renovar nuestra confesión de fe:El Señor ha resucitado, “ÉL vive”, “Él se queda para siempre con nosotros”, “Su espíritu impulsa nuestra vida y renueva la faz de la tierra”. Pero ¿qué resonancia tienen esas confesiones de fe cuando estamos confinados en casa y las noticias de cada día solo son números de más contagiados, de más muertos, de más pobres por las consecuencias que de todo esto se están derivando? ¿Para qué nos sirve creer si a todos está situación nos está afectando por igual sin importar el credo? ¿No está Dios escuchando nuestros ruegos que se han multiplicado porque casi todos los clérigos están transmitiendo las liturgias o sus devociones por las redes y muchos cristianos asisten a estas o hacen sus propios rezos y demandas? Con todo esto ¿se puede hablar del Cristo que venció a la muerte? ¿del Resucitado que nos trae vida en abundancia?

Contra todos los pronósticos esta circunstancia nos permite afirmar con más fuerza: ¡Sí! ¡el Señor ha resucitado y por eso estamos alegres! En efecto, la resurrección no significa que la cosas vayan bien, que los problemas se arreglen, que no haya sufrimiento, ni muerte. La resurrección significa que el espíritu del Señor nos fortalece y vive en nosotros para afrontar la vida como ella es, como la hemos construido, como la bondad humana la defiende, como la irresponsabilidad humana la destruye.

El Resucitado en todas sus apariciones envía a sus discípulos a anunciar la Buena Noticia de que su espíritu se queda con nosotros para siempre y por eso la vida humana se vuelve vida en el espíritu, vida con afecto, vida con fuerza, vida con paz, vida con alegría, vida con fortaleza, vida con mansedumbre, vida con sabiduría, vida con Dios. Es decir, la confesión de fe no es una afirmación sino una acción. Creer en Jesús Resucitado es ponernos en camino para vivir la misión que Él nos confía.

Pero me preocupa que los cristianos estemos como los discípulos de Emaús que, aunque habían escuchado decir que algunas mujeres  habían ido al sepulcro y no lo habían encontrado y unos ángeles les habían dicho que Él estaba vivo y que otros discípulos habían ido y habían encontrado todo como lo habían dicho las mujeres pero a Él no lo habían visto (Lc 24, 22-24), aún así, ellos volvían a Emaús desanimados y abandonando el camino que habían recorrido con Jesús.

Nos puede estar pasando como a estos discípulos. Esta circunstancia actual puede no dejarnos ver los frutos de la resurrección. Los discípulos de Emaús reconocen a Jesús cuando parte el pan con ellos. Pero ¡atención! Ese partir del pan no es el rito litúrgico con el que ahora lo celebramos, es la vida compartida de Jesús de darse y entregarse a todos y, especialmente, a los más necesitados. Pues bien, la pandemia actual nos hace ir a lo esencial y ojalá lo sepamos hacer.

Los frutos de la resurrección en este tiempo podrían ir por ese gozo que surge de dentro porque nos hemos dado cuenta que lo importante no son los templos, sino la presencia de Dios en nuestra historia; lo importante no son los ritos, sino la capacidad de vivir lo que cada día nos depara con toda la atención y cuidado que amerita; lo importante no es invocar al Señor de los cielos sino ver al Cristo sufriente en todos los afectados por esta pandemia, no sólo por la situación de salud sino por las consecuencias económicas, familiares, laborales, culturales que nos está trayendo.

Cristo habrá resucitado en nosotros si nos sacudimos esa tristeza que cargaban los discípulos de Emaús y lo reconocemos en este pan partido del sufrimiento actual de nuestro mundo que nos hace volver a Jerusalén para lanzarnos a la apasionante tarea de la evangelización, no desde la abstracción de unas normas que deben cumplir los que nos escuchan, sino desde la realidad que nos invita a ser profetas de esperanza, de solidaridad, de misericordia, de conciencia lúcida para afrontar lo que vivimos, señalar las causas de lo que nos está pasando y hacer todo lo que está en nuestra manos para superarlo.

Se dice mucho, ¡y con razón! que ojalá esta circunstancia nos haga tomar conciencia del cuidado urgente que necesita la creación ya que, gracias a la cuarentena, la contaminación ha disminuido, los paisajes están más claros y se ven volcanes y montes que era imposible divisar a la distancia, los animales se han acercado a las ciudades porque ahora no son territorios hostiles, en otras palabras, parece que el mundo ha respirado un poco mejor y esto será beneficioso.

Pero ¿esta circunstancia nos ayudará a crecer en nuestra fe o, tan pronto podamos, volveremos a la práctica del rito y a la religión sin rostros sufrientes? Seria maravilloso y signo de resurrección que todo lo que hemos reflexionado, palpado, discernido, propuesto sobre el ser iglesia, sobre las celebraciones litúrgicas, sobre el papel del laicado, sobre otros medios de evangelización, sobre el Cristo sufriente y vivo en cada hermano/a, no se quedará en ideas sino lo pusiéramos en práctica. La pandemia no puede dejarnos igual en muchos sentidos, pero tampoco en nuestra manera de vivir y expresar la fe. Que el Señor Resucitado en verdad nos purifique de todo lo accesorio y nos lance al apostolado de la vida, del compromiso, de la transformación de nuestro mundo en un lugar habitable y justo para todos y todas.

Espiritualidad , , , ,

“Pascua en pandemia”, por José Arregi

Miércoles, 15 de abril de 2020
Comentarios desactivados en “Pascua en pandemia”, por José Arregi

01ca3b7b9933e2c1f1685b7279d1711aCristo del Corcovado. Homenaje al personal sanitario

Leído en su blog:

Adoro el misterio inmortal de la Vida en todos los vivientes, también en ti, amiga, amigo. La primera luna de la primavera aún está llena, el bosque reverdece, los lirios florecen, el cuco y el mirlo cantan. Levanta la vista y mira, abre los oídos y escucha. Es la Pascua de la Vida, tan débil y fuerte, vulnerable y poderosa. El misterio de la energía vital de la que venimos. De la Tierra venimos y de más allá de la tierra y del cosmos, del origen eterno de todo. Al Infinito presente volvemos.

Es la Pascua de la pandemia, pero dime: ¿no brota toda Pascua de alguna pandemia convertida en travesía fecunda, del arte de revertir el veneno en vacuna, la pasión en parto, la pérdida en libertad, el egoísmo en compasión, el yo en nosotros? Es la Pascua del confinamiento, pero observa: en el silencio de tu casa cerrada resuena y se revela el universo infinito, todo se abre. Es la Pascua de la alarma general, pero créeme: la Paz lo sostiene todo y lo fecunda, a pesar de todo.

Es la Pascua o el “Paso” de Jesús, que es mi manera de decir todas las pascuas: todas las cruces, todos los cantos, el respiro profundo de todos los seres, de todas las mujeres y hombres, de toda la tierra, de todos los astros, desde el primer cuanto de energía hasta la última galaxia. Todo y más allá de todo. Pero advierte: cuando digo Jesús, no me refiero al hombre divino y humano, sino al hombre divino en lo humano, como tú y como yo en la medida, humilde medida, en que somos de verdad humanos, humildes, hermanos. Jesús lo fue, sin tener que ser perfecto.

En su corta, intensa vida, conoció muchas pandemias: la miseria de los campesinos asfixiados por las deudas, enajenados de sus tierras por ricos latifundistas, la opresión romana, los impuestos abusivos de Herodes y del templo, el hambre y las enfermedades y la desesperación violenta del pueblo empobrecido. Y de esas pandemias hizo Jesús que brotara la vida, como brotan las yemas en las cepas dormidas. Se volverán sarmientos cargados de racimos y, cuando den su fruto, se dejarán podar. Pasó la vida haciendo el bien, denunciando el mal, curando heridas, comiendo con gente impura, arriesgando la vida ante el Pretorio y el Templo, dando su vida hasta exhalar su último aliento, uno con el Aliento primero, inmortal de la Vida.

Fue crucificado por su vida, y en su vida y en la Cruz resucitó. Lo primero es un hecho histórico, lo segundo es mi confesión cristiana desnuda, sin tumbas vacías ni apariciones “milagrosas”. Resucitó en su libertad profética, en su palabra provocadora, en su esperanza subversiva, en su praxis sanadora, en su comensalía transgresora, en su bondad feliz, en su bienaventuranza solidaria con todos los crucificados. Y así, el Hermano Herido se hizo, en lenguaje cristiano, primicia o anticipo, icono y sacramento, profecía y revelación de la Pascua universal. Dilo tú en tu propio lenguaje. Dilo.

Y déjame que insista: la resurrección que confieso no es una prerrogativa única y exclusiva de Jesús, sino mi manera de expresar –más allá de la ciencia y de toda filosofía y religión–, entre dudas y preguntas, como Santo Tomás o como el mismo Jesús, mi confianza última en esta pobre humanidad contradictoria, en la vida que era y será, en la Tierra que nos engendró, en el Cosmos infinito, en el Fondo del Ser, en el Aliento que todo lo anima eternamente: que todo se transforma en todo, como el grano de trigo que muere, que la llama de la vida es inextinguible, que solo el amor la mantiene encendida, que solo la bondad es invencible, que solo en la comunión universal de los vivientes hallaremos la dicha, y que podemos y merece la pena intentarlo cada día, aunque parezca que fracasamos, porque quien da la vida se hace uno con la Vida, y cada día es el primer día de la creación en que todo es bueno.

Cada día es el primer día de la Pascua, en el que Jesús se une a los incontables mártires o testigos de la vida, en medio de tanto panorama desolador, desde el fondo luminoso de sus llagas, se te acerca y te dice: “No temas. Seas quien fueres, estés como estés, creas o dejes de creer, acoge la Paz que te recrea, que todo lo crea. La Paz que hace que las criaturas se desahoguen y fluyan en el amor y se vuelvan cada una un sostén para la otra: compasión, proximidad, compañía. Entra más adentro y ensancha tu presencia. Más adentro, hasta abrazar el secreto de la Vida en su centro universal.

Espiritualidad , , , , ,

Ojos de Pascua

Martes, 14 de abril de 2020
Comentarios desactivados en Ojos de Pascua

De Eclesalia:

tumblr_n2krh6Jzwy1rb1477o1_500

A propósito de Juan 20, 1-9

Está amaneciendo cuando María Magdalena llega al sepulcro donde reposaba el cuerpo del maestro, del amigo, del amado.

Reposaba en su corazón el cuerpo amado, como semilla viva de resurrección.

Sepulcro abierto al amanecer. Sepulcro vacío.

Amanece esta Pascua 2020, amanece sobre nuestra historia personal y sobre la humanidad herida.

Se lame las heridas esta humanidad, no solo aquellas dejadas por el virus, también las heridas que siguen supurando: violencia, guerras, pobreza, odio, fanatismo, discriminación.

Amanece la Pascua sobre estas heridas y desde estas heridas.

Amanece y el sepulcro está vacío.

Nunca hubo nadie en el sepulcro y siempre estuvo abierto.

El cuerpo del Cristo, semilla de resurrección, fecundó la tierra con la sangre de la cruz y de nuestras heridas.

La Pascua aconteció desde dentro de la cruz, no después.

Nunca hay un después para el Amor. Siempre es, aquí y ahora.

Amanece la Pascua desde el otro lado de la cruz.

Nuestras heridas no son impedimento a la Vida: ¡al contrario!

Son el vacío por el cual la Pascua se cuela y los sepulcros se abren. Son rendijas por donde la luz fluye serena y siembra resurrección.

Es Pascua, y el Amor amanece sobre nuestras existencias personales, sobre la humanidad entera y la madre tierra.

Siempre el Amor está amaneciendo y siempre encuentra los sepulcros abiertos.

Si encontramos sepulcros cerrados es porque no estamos amando y hemos arrinconado al Amor en un lugar oscuro de nuestro corazón.

La Pascua es tremendamente viva y actual con su único y eterno mensaje: solo el Amor es real.

Es ahora el momento oportuno y siempre fue ahora.

Es el momento de amanecer sobre la humanidad herida con la linterna del Amor y mirar así.

Pascua es mirar con los ojos amanecidos del Amor.

Ojos frescos y nuevos.

Tú que me lees: ¡mírate así y así, ama tus heridas y las de tus hermanos!

Mirar a la gente y a las cosas con estos ojos.

No tenemos que esperar un mundo nuevo, ilusión de los ciegos que se escapan del presente y huyen de la Vida.

¡No hay esperanza futura que no tenga raíz en el presente!

El mundo nuevo ya está y late en el fondo de tu mirada que amanece en el Amor.

Palpita el mundo nuevo en las profundidades, donde solo ojos de Pascua alcanzan a ver.

Amanecen ojos de Pascua que transforman las heridas en perlas y la sangre en fértil abono, a punto de florecer.

Esta es Pascua: otros ojos que solo ven sepulcros abiertos y manos extendidas.

Otros ojos que descubren posibilidades y senderos de bellezas.

Ojos amaneciendo en el Amor, ojos del Cristo vivo y viviente, que todo lo llena.

Ojos desparramando por doquier la paz que nos habita.

¡Feliz Pascua de Resurrección!

*

Stefano Cartabia,
Oblato
Uruguay

Domingo-de-Resurreccion-Ciclo-C-5-660x330

***

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

Sí: ¡Feliz Pascua!

Martes, 14 de abril de 2020
Comentarios desactivados en Sí: ¡Feliz Pascua!

c457cfecf568833b31446172d881-1588685.jpg!dJuan Zapatero Ballesteros
Sant Feliú de Llobregat (Barcelona).

ECLESALIA, 12/04/20.- Qué bien que la Pascua nos llegue siempre en primavera. Y, a pesar de que este año la primavera huela un tanto a “moho”, seguirá siendo la primavera que tanto nos anima y que nadie nunca nos podrá quitar ni arrebatar. Sí, porque no existe otro momento como este para celebrar que los campos, los jardines, los árboles, las flores, todas las plantas huelen a vida que empuja, que pide salir hacia fuera porque ya no aguanta por más tiempo la oscuridad y la muerte forzada que trajo el invierno. Porque, siendo primavera, la Pascua nos quiere decir con ello que solamente entiende de vida que, por lo mismo, no es exclusiva de unos pocos ni de nadie, sino que les pertenece a todos los hombres y mujeres. Sí, a todas y a todos, independientemente de cualquier tipo de condición y diferencia. También del “credo” o de la “fe” que puedan profesar y, en su caso, de la ausencia de ambos; más aún, incluso de su rechazo o indiferencia hacia ellos. Por tanto, la primavera nos hace a todos los hombres y mujeres testigos de vida y, por lo mismo, nos invita a disfrutarla y a contagiarla como la mejor de las epidemias por la que vale la pena que todo esté contagiado. Para quienes creemos en Jesús, o al menos nos esforzamos porque así sea, nos obliga a ser hombres y mujeres de vida; una obligación que no tiene nada que ver con imposición forzada ni con ultimátum despótico, sino con una invitación cariñosa y casi pordiosera a seguir siendo testigos de la mejor de las “noticias” que no es otra que la vida.

Quiero comenzar, pues, felicitando la Pascua a todas las personas que preñan de un mínimo de ilusión y de esperanza la vida de tantas/os que arrastran su alma, carentes de al menos un pequeño horizonte por el que puedan llegar a otear que, a pesar de todo, vale la pena seguir caminando. Son esas víctimas de una inercia dañina que no sabemos a quién, o quizás sí, al menos lo intuimos, le interesa muy mucho que vayan viviendo y mal llevando el caminar de cada día sin rumbo ni razón. Pues, con ello, ese “quien” pretende impedir que todas esas masas de hombres y mujeres se conviertan en conflicto punzante contra sus intereses y los de quienes, dirigidos por él “a distancia”, se encuentran, detrás o delante, moviendo los hilos como si las otras y los otros fueran marionetas inertes y carentes de vida.

Feliz Pascua, a quienes se dejan su vida, la que la gente entiende que es de verdad, es decir: la del placer, la del disfrutar; la del comer y beber sin pensar en quienes no pueden hacerlo; la del crecer y escalar, aunque sea a costa del bajar, descender y hundirse en la más profunda de las miserias de una gran mayoría. Sí, ellas y ellos: los que tienen un sitio más que minúsculo en los informativos de última hora; las y los que no ocupan ni siquiera aquel rincón tan pequeño, porque su compromiso no engorda las estadísticas ni los porcentajes que, a la postre, es lo que acostumbra a generar interés en las masas. Son todas y todos, cuantas y cuantos, han hecho realidad, desde el conocimiento o la ignorancia, las palabras de aquel “galileo” de hace veinte siglos: “Nadie ama más que quien da la vida”.

Feliz Pascua, a quienes la han dado toda, llegando a “perderla” totalmente a los ojos de la gente que los miraba; aunque, para ellas y ellos la hayan “ganado”, porque se fiaron a pie juntillas de lo que un día dijera Él o intuyeron que solamente ese podía ser el resultado. Son los mártires de todos los tiempos y de todos los lugares. Algunos o muchos, creyentes en religiones importantes y de prestigio, cuyos dirigentes les levantaron un día altares y monumentos; no dudando tampoco en proclamar en voz alta que estaban muy cerca de Dios; ¡mira tú! Otras y otros, en cambio, sin religión reconocida y menos aún de prestigio; sin creer en lo que mandan los “cánones”, pero creyentes a pie juntillas en la vida, ¡que ya es y cuesta a veces! Y en su caso también y seguro, a pesar de que ellas y ellos no lo intuyeran en ningún momento, muy cerca, pero que muy cerca de Dios; ¡solo faltaba! No importa que nadie se lo reconociera en su momento y que, muy posiblemente, nunca se lo lleguen a reconocer. Pues, a decir verdad, ya tuvieron el mejor y el más grande de los reconocimientos, que no es otro que el de su conciencia que, al fin y al cabo, es lo más sagrado e importante que puede o debiera tener toda persona.

Feliz Pascua, a todas las personas, cuya vida les ha sido arrebata de forma impune; tantas veces de manera cruel y violenta; siempre de manera irracional y absurda, pues no hay nunca razón y sentido que pueda justificar una sola muerte.

Feliz Pascua, a todas y todos vosotros quienes, desde gestos bien sencillos de vuestra vida diaria, hacéis cuanto está en vuestras manos de cara a preservar el medio ambiente y favorecer toda clase de vida que pulula en el planeta que habitamos; impidiendo con ello que acabe convirtiéndose en un lugar donde la muerte se imponga a la habitabilidad de las personas y a todo tipo de vida.

Feliz Pascua, finalmente, a quienes, por vivir en el hemisferio norte, estamos en primavera, celebrando que renace y rebrota la vida. También a quienes viven en el hemisferio sur y ya se están preparando para sembrar nuevas simientes que, meses más tarde, se convertirán en frutos abundantes. Eso sí: a unos y a otros en medio del dolor y del sufrimiento provocado por un “virus” que, vete tú a saber, por qué tuvo que llegar “ahora” y con qué “intenciones” lo hizo.

Amigas y amigos, humanidad entera: nos encontramos en un momento difícil, pero, a pesar de todo, preñado de una gran esperanza, la misma que nos recuerda que estamos ante la mejor de las oportunidades para hacer el brindis más esperanzador-

¡FELIZ PASCUA!

¡VIVA LA VIDA!

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Biblia, Espiritualidad , , ,

Pascua: Todo es suyo

Lunes, 13 de abril de 2020
Comentarios desactivados en Pascua: Todo es suyo

Del blog Amigos de Thomas Merton:

6a0105364a8fba970c017c37c4eaf2970b-800wi

“Que todo es mío precisamente porque todo es de Él. Si no le perteneciera, jamás podría pertenecerme. Si no pudiera ser mío, Él tampoco lo querría para sí mismo. Y todo lo que es suyo, es su mismísimo yo. Y de cierto modo, todo lo que Él me brinda se vuelve mi propio yo. Entonces, ¿qué es mío? Él es mío. ¿Y qué es suyo? Yo soy suyo”.

“La salvación pertenece al orden del amor, de la libertad y de la entrega. Si la conquistamos no es nuestra; sólo ocurre cuando la recibimos gratuitamente, cuando es gratuitamente concedida”.

“La gracia significa que no hay oposición entre el hombre y Dios”.

*

Thomas Merton
El hombre nuevo

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , ,

Domingo de Resurrección: Ya estamos resucitando

Lunes, 13 de abril de 2020
Comentarios desactivados en Domingo de Resurrección: Ya estamos resucitando

22204Del blog de Jesús Espeja La Iglesia se hace diálogo:

Una Semana Santa despojada de sus vestiduras

“La muerte y la resurrección de Jesús de algún modo tuvieron lugar a lo largo de su existencia. Cuando curaba enfermos, cuando compartía con los pobres, cuando manifestaba esa compasión solidaria ante los excluidos, cuando lamentaba la cerrazón egoísta de los arrogantes”

Lectura del Evangelio:

Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. De pronto hubo un gran terremoto, porque un ángel del Señor descendió del cielo y, acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella. El ángel dijo a las mujeres: No temáis vosotras, porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificad. No está aquí, pues ha resucitado”

    Los primeros cristianos creen o experimentan que el mismo Crucificado ha vencido a la muerte y ha entrado en la plenitud de la vida. Y manifiestan esa experiencia con lenguaje simbólico. Los “sumos sacerdotes y fariseos” –los enemigos del Evangelio- sellaron la losa sepulcro. Pero la fuerza de Dios, eso significa la presencia del ángel, levanta   la losa y se sienta en ella, tiene poder sobre la muerte.

  1. Los seres humanos llevamos dentro la sombra negra de la muerte; pero a la vez también puja en nosotros un anhelo de vida en plenitud. Por eso ya en pueblos religiosos anteriores a la religión bíblica se creía en la supervivencia después de la muerte. Como solución a ese deseo de supervivencia, el filósofo griego Platón lanzó la teoría sobre la inmortalidad del alma. Sin embargo en la revelación bíblica la esperanza en la resurrección de los muertos entra muy tarde, hacia el s. II a. Cr.; pero con una novedad. El argumento no es el anhelo de supervivencia que todos llevamos dentro ni la inmortalidad del alma. El fundamento es otro: Dios amor y dueño de la vida, no puede abandonar en la oscuridad del sepulcro a sus fieles. Es el argumento que Jesús emplea para demostrar el error de los saduceos, un grupo de judíos que, en contra de la fe común en aquel pueblo, negaban la resurrección de los muertos al final de los tiempos.
  2. Según la fe o experiencia de las primeras comunidades, lo que entre los judíos se esperaba para el final de los tiempos, ha sucedido y en Jesús de Nazaret que fue crucificado por blasfemo e indeseable. Lo confiesa Pedro cuando en Pentecostés proclama la fe p experiencia de la primera comunidad cristiana: “A este Jesús de Nazaret que, motivado por el amor, pasó por el mundo haciendo el bien hasta entregar la propia vida por los demás, Dios le ha resucitado”. Y la resurrección de Jesús no es una reanimación, o vuelta a la vida anterior que sigue amenazada por la muerte; tal fue por ejemplo el caso de Lázaro que cuenta el cuarto evangelista. Jesucristo resucitado “ya no muere más”. Ha entrado en la plenitud de la vida donde no hay dolor ni muerte.
  3. Según san Pablo, la resurrección de Jesús es como primicia de una gran cosecha que somos toda la humanidad. Es como el sí a ese anhelo de supervivencia y de inmortalidad al que tratan de responder las religiones y las filosofías con la supervivencia después de la muerte o la inmortalidad. Pero la gran novedad del Evangelio: la Presencia de amor que llamamos Dios y nos sostiene a la largo de nuestra vida, es más fuerte que la muerte.

La muerte y la resurrección de Jesús de algún modo tuvieron lugar a lo largo de su existencia. Cuando curaba enfermos, cuando compartía con los pobres, cuando manifestaba esa compasión solidaria ante los excluidos, cuando lamentaba la cerrazón egoísta de los arrogantes, Jesús era el hombre para los demás y en su conducta el Dios de la vida pasaba venciendo a la muerte. No dudo de que en la entrega por amor gratuito de tantas personas tratando de atender a los más débiles y de buscar el bien para todos, arriesgando incluso la propia vida, ya estamos resucitando, en camino hacia esa plenitud de de vida sin muerte. Que sigamos siempre ese camino. Me gusta esa canción: “Alegría, hermanos, que si hoy nos amamos es que resucitó”.

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

Repensar la resurrección. La fe en común en la diferencia de las interpretaciones”, por Andrés Torres Queiruga

Lunes, 13 de abril de 2020
Comentarios desactivados en Repensar la resurrección. La fe en común en la diferencia de las interpretaciones”, por Andrés Torres Queiruga

10098636596_c0fc4f3ea9_cEste texto es el epílogo del libro de Andrés TORRES QUEIRUGA, «Repensar la resurrección» (Trotta, Madrid 2003), que trata de hacer un resumen del propio libro. No hemos corregido las huellas de este su carácter de epílogo ni sus referencias a páginas anteriores del libro. Agradecemos al autor y a la editorial su gentileza, y recomendamos a los lectores su lectura completa

Llegados al final de un largo y sinuoso recorrido, no sobra intentar poner en claro su resultado fundamental. Un resultado que, como el enunciado del título trata de indicar, presenta un carácter claramente dialéctico. Por un lado, la reflexión ha procurado moverse siempre dentro de aquella precomprensión común de la que, de un  modo u otro, parten todos los que se ocupan de la resurrección (por eso dan por supuesto que tratan del mismo asunto). Por otro, ha sido en todo momento consciente de que lo en apariencia “común” está ya siempre —y por fuerza— traducido conforme a los patrones de las interpretaciones concretas. La presentada en este libro es una de ellas. Por eso se ha esforzado en todo momento por moverse dentro de la fe común y al mismo tiempo no ha ocultado nunca su libertad para elaborar su peculiar propuesta dentro de la diferencia teológica.

Hacerlo con la responsabilidad exigida por un tema tan serio ha complicado, no sé si más de lo necesario, la exposición, oscureciendo tal vez tanto la intención como el contenido preciso del mismo resultado. Ahora, con el conjunto a la vista, resulta más fácil percibir tanto la marcha del proceso reflexivo como su estructura global y sus líneas principales. De hecho, la impresión de conjunto, unida a un repaso del índice sistemático, sería tal vez suficiente, y conviene tenerlo delante. El epílogo trata únicamente de mostrar de manera todavía más simplificada las preocupaciones y los resultados fundamentales.

1. La tarea actual

1.1 Lo común de la fe

Preocupación básica ha sido en todo momento insistir en la comunidad e identidad fundamental de l referente común que las distintas teologías tratan de comprender y explicar, pues eso hace más evidente el carácter secundario y relativo de las diferencias teóricas[1]. Algo que puede aportar serenidad a la discusión de los resultados, reconociendo la legitimidad del pluralismo y limando posibles tentaciones de dogmatismo.

Fue ya una necesidad en las primeras comunidades cristianas. Porque, aunque, como bien reflejan los escritos paulinos, también en ellas había fuertes discusiones, no por eso deja de percibirse un amplio fondo común, presente tanto en las distintas formulaciones como en las expresiones litúrgicas y en las consecuencias prácticas. Esa necesidad se acentúa en la circunstancia actual, tan marcada por el cambio y el pluralismo , pues también hoy la comunidad cristiana vive, y necesita vivir, en la convicción de estar compartiendo la misma fe . Tal vez hoy por hoy, más que a una visión teológica unitaria, sólo sea posible aspirar a la comunidad de un “aire de familia”; pero, mantenido en el respeto dialogante, eso será suficiente para que las “muchas mansiones” teóricas no oculten la pertenencia a la casa común (cf. Jn 14, 2).

Hace tiempo lo había expresado insistiendo en la necesidad de “recuperar la experiencia de la resurrección”[2], ese humus común, rico y vivencial, previo a las distintas teorías en que desde sus comienzos la comunidad cristiana ha ido expresando su fe . Tal experiencia se manifestó fundamentalmente como una doble convicción de carácter vital, transformador y comprometido. Respecto de Jesús, significa que la muerte en la cruz no fue lo último, sino que a pesar de todo sigue vivo, él en persona; y que, aunque de un modo distinto, continúa presente y actuante en la comunidad cristiana y en la historia humana. Respecto de nosotros, significa que en su destino se ilumina el nuestro, de suerte que en su resurrección Dios se revela de manera plena y definitiva como “el Dios de vivos ”, que, igual que a Jesús, resucita a todos los muertos ; en consecuencia, la resurrección pide y posibilita un estilo específico de vida que, marcada por el seguimiento de Jesús, es ya “vida eterna”.

1.2 La inevitable diversidad de la teología

Afirmado esto, todo lo demás es secundario, pues lo dicho marca lo común de la fe . La teología viene luego, con sus diferencias inevitables y, en principio, legítimas, mientras se esfuercen por permanecer dentro de ese ámbito, versando sobre “lo mismo”, de manera que las diferencias teóricas no rompan la comunión de lo creído y vivido.

Eso sitúa y delimita la importancia del trabajo teológico, pero no lo anula en modo alguno ni, por tanto, lo exime de su responsabilidad. Porque toda experiencia es siempre experiencia interpretada en un contexto determinado, y sólo dentro de él resulta significativa y actualizable. La apuesta consiste en lograr una interpretación correcta, que recupere para hoy la experiencia válida para siempre. Pero el cambio puede hacerse mal , anulando la verdad o la integridad de la experiencia; o puede hacerse de modo insuficiente, dificultándola e incluso impidiéndola: no entrando ni dejando entrar — según la advertencia evangélica— en su comprensión y vivencia actual. Y lo cierto es que la ruptura moderna ha supuesto un cambio radical de paradigma , de suerte que obliga a una reinterpretación muy profunda. Esta situación aumenta lo delicado y aun arriesgado de la tarea; pero por lo mismo la hace también inesquivable, so pena de hacer absurdo e increíble el misterio de la resurrección.

El trabajo de reinterpretación precisa ir en tres direcciones distintas, aunque íntimamente solidarias: una apunta hacia la dilucidación histórico-crítica del origen, explicitación y consolidación de la experiencia ; otra, hacia el intento de lograr alguna comprensión de su contenido, es decir, del ser de la resurrección y del modo como se realiza; finalmente, otra intenta dilucidar las consecuencias, tanto para la vida en la historia como para el destino más allá de la muerte . De suyo, la última dirección es las más importante, pero, dado que la conmoción del cambio se produjo sobre todo en las dos primeras, ellas son las que han ocupado mayor espacio en la discusión teológica. Tampoco en este estudio ha sido posible escapar a ese “desequilibrio”, aunque se ha intentado compensarlo en lo posible.

2. La génesis de la fe en la resurrección

El cambio cultural se manifestó en dos fenómenos principales. El primero fue el fin de la lectura literal de los textos, que, haciendo imposible tomarlos como un protocolo notarial de lo acontecido, ha obligado a buscar su sentido detrás del tenor inmediato de la letra. El segundo consistió en el surgimiento de una nueva cosmovisión, que ha obligado a leer la resurrección en coordenadas radicalmente distintas a las presupuestas en su versión original.

En la nueva comprensión de la génesis influyó e influye sobre todo el primero. Porque el fin del fundamentalismo forzó un cambio profundo en la lectura y al mismo tiempo ha proporcionado los meDios para llevarlo a cabo. Los ha proporcionado no sólo porque, al romper la esclavitud de la letra, abría la posibilidad de nuevos significados, sino también porque, al introducirla en la dinámica viva de la historia de la revelación , la cargaba de un realismo concreto y vitalmente significativo. Lo cual vale tanto para el Antiguo como para el Nuevo Testamento.

2.1 La resurrección en el Antiguo Testamento

Ha sido, en efecto, importante recordar el Antiguo Testamento y remontarse de algún modo al duro aprendizaje que supuso. Con sus dos caminos principales. El primero (que tal vez debiera haber recibido una atención aun mayor) remite a la vivencia de la profunda comunión con Dios. Comunión que, sin negar la aspereza de la vida terrena y sin tener todavía claridad acerca del más allá de la misma, permitió intuir que su amor es “fuerte como la muerte ” (Cant 8, 6). Por eso la  conciencia de la fidelidad divina fue capaz de dar sentido a la terrible ambigüedad de la existencia, tal como aparece, por ejemplo, en el salmo 73: “Mi cuerpo y mi corazón se consumirán, pero Dios es para siempre mi roca y mi suerte” (v. 26). El segundo camino pasa por la aguda experiencia de contraste entre el sufrimiento del justo y la intolerable injusticia de su fracaso terreno. Como se anuncia con claridad ya en los Cantos del Siervo y se formula de manera impresionante con los mártires de la lucha macabea (cf. 2 Mac 7), sólo la idea de resurrección podía conciliar el amor fiel de Yavé con el incomprensible sufrimiento del justo.

Un fruto importante de este recuerdo es que los largos siglos sin creencia clara en el otro mundo enseñan, en vivo, que la auténtica fe en la resurrección no se consigue con una rápida evasión al más allá, sino que se forja en la fidelidad de la vida real y en la autenticidad de la relación con Dios. Además es muy probable que en esos textos encontrase Jesús un importante alimento para su propia experiencia ; y, con seguridad, ahí lo encontraron los primeros cristianos para su comprensión del destino del Crucificado.

2.2 La resurrección de Jesús en el Nuevo Testamento

Esa herencia preciosa pasó al Nuevo Testamento como presupuesto fundamental, que no debe olvidarse, porque constituía el marco de vivencia y comprensión tanto para Jesús como para la comunidad. La fe en la resurrección de los muertos estaba ya presente en la vida y en la predicación del Nazareno: la novedad que introduce la confesión de la suya, se realiza ya dentro de esta continuidad radical.

En este sentido , no es casual, y desde luego resulta esencial, la atención renovada a su vida para comprender la génesis y el sentido de la profunda reconfiguración que el Nuevo Testamento realiza en el concepto de resurrección heredado del Antiguo. La vida de Jesús y lo creído y vivido en su compañía constituyeron sin lugar a dudas una componente fundamental del suelo nutricio donde echó raíces lo novedoso y específico de la experiencia pascual.

Dos aspectos sobre todo tuvieron una enorme fuerza de revelación y convicción. En primer lugar, la conciencia del carácter “escatológico” de la misión de Jesús, que adelantaba y sintetizaba en su persona la presencia definitiva de la salvación de Dios en la historia : su destino tenía el carácter de lo único y definitivo. En estrecha dialéctica con él, está, en segundo lugar, el hecho terrible de la crucifixión , que parecía anular esa presencia. La durísima “experiencia de contraste ” entre, por un lado, la propuesta de Jesús, garantizada por su bondad, su predicación y su conducta, y, por otro, su incomprensible final en la mors turpissima crucis, constituía una “disonancia cognoscitiva ” de tal magnitud, que  sólo con la fe en la resurrección podía ser superada (un proceso que, a su manera, había adelantado ya el caso de los Macabeos ).

El hecho de la huída y ocultamiento de los discípulos fue, con toda probabilidad, históricamente cierto; pero su interpretación como traición o pérdida de la fe constituye una “dramatización” literaria, de carácter intuitivo y apologético, para demostrar la eficacia de la resurrección. En realidad, a parte de lo injusta que resulta esa visión con unos hombres que lo habían dejado todo en su entusiasmo por seguir a Jesús, resulta totalmente inverosímil. Algo que se confirma en la historia de los grandes líderes asesinados, que apunta justamente en la dirección contraria, pues el asesinato del líder auténtico confirma la fidelidad de los seguidores: la fe en la resurrección , que los discípulos ya tenían por tradición, encontró en el destino trágico de Jesús su máxima confirmación, así como su último y pleno significado. Lo expresó muy bien, por boca de Pedro, el kerygma primitivo: Jesús no podía ser presa definitiva de la muerte , porque Dios no podía consentir que su justo “viera la corrupción” (cf. Hch 2, 24-27).

2.3 Lo nuevo en la resurrección de Jesús

La conjunción de ambos factores —carácter definitivo y experiencia de contraste — hizo posible la revelación de lo nuevo en la resurrección de Jesús : él está ya vivo, sin tener que esperar al final de los tiempos (que en todo caso empezarían con él); y lo está en la plenitud de su persona, ya sin el menor asomo de una existencia disminuida o de sombra en el sheol . Lo que se esperaba para todos (al menos para los justos) al final de los tiempos, se ha realizado en él, que por eso está ya exaltado y plenificado en Dios. Y desde esa plenitud —única como único es su ser— sigue presente en la comunidad, reafirmando la fe y relanzando la historia . Leer más…

Biblia, Biblioteca, Espiritualidad , ,

“Jesucristo Verdaderamente Vive”

Domingo, 12 de abril de 2020
Comentarios desactivados en “Jesucristo Verdaderamente Vive”

an-indulgence-of-100-days-iiiw

Cristo, resucitado y glorioso
es la fuente profunda de nuestra esperanza.
Su resurrección no es algo del pasado;
Entraña una fuerza de vida
que ha penetrado el mundo.

Donde parece que todo ha muerto,
por todas partes vuelven a aparecer
Brotes de la resurrección.
Es una fuerza imparable.

Verdad que muchas veces
parece que Dios no existiera:
Vemos injusticias, maldades, indiferencias
y crueldades que no ceden.

Pero también es cierto
que en medio de la oscuridad
siempre comienza a brotar algo nuevo,
que tarde o temprano produce un fruto.

En un campo arrasado
Vuelve a aparecer la vida,
tozuda e invencible.
Habrá muchas cosas negras,
Pero el bien siempre tiende
A volver a brotar y difundirse.

Cada día en el mundo renace la belleza,
Que resucita transformada
A través de los tormentos de la historia…
esta es la fuerza de la resurrección
y cada evangelizador
es un instrumento de este dinamismo.

*

Papa Francisco

 Exhortación Apostólica  “La alegría del Evangelio” n.276.

Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales

***

¡Cristo verdaderamente ha resucitado!

¡Feliz Pascua!

lumic3a8redepaques

***

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo a quien quería Jesús, y le dijo:

– “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.”

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no había entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

*

Juan 20, 1-9

***

En el fluir confuso de los acontecimientos hemos descubierto un centro, hemos descubierto un punto de apoyo: ¡Cristo ha resucitado!

Existe una sola verdad: ¡Cristo ha resucitado! Existe una sola verdad dirigida a todos: ¡Cristo ha resucitado!

Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, entonces todo el mundo se habría vuelto completamente absurdo y Pilato hubiera tenido razón cuando preguntó con desdén: «¿Qué es la verdad?». Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, todas las cosas más preciosas se habrían vuelto indefectiblemente cenizas, la belleza se habría marchitado de manera irrevocable. Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, el puente entre la tierra y el cielo se habría hundido para siempre. Y nosotros habríamos perdido la una y el otro, porque no habríamos conocido el cielo, ni habríamos podido defendernos de la aniquilación de la tierra. Pero ha resucitado aquel ante el que somos eternamente culpables, y Pilato y Caifas se han visto cubiertos de infamia.

Un estremecimiento de júbilo desconcierta a la criatura, que exulta de pura alegría porque Cristo ha resucitado y llama junto a él a su Esposa: «¡Levántate, amiga mía, hermosa mía, y ven!».

Llega a su cumplimiento el gran misterio de la salvación. Crece la semilla de la vida y renueva de manera misteriosa el corazón de la criatura. La Esposa y el Espíritu dicen al Cordero: «¡Ven!». La Esposa, gloriosa y esplendente de su belleza primordial, encontrará al Cordero.

*

Pavel Florenskij,
Il cuore cherubico,
Cásale Monferrato 1999, pp. 172-174, passim

***

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , , , , , ,

“Creer en el Resucitado”. 12 de abril de 2020. Pascua de Resurrección (A). Mateo 28, 1- 10.

Domingo, 12 de abril de 2020
Comentarios desactivados en “Creer en el Resucitado”. 12 de abril de 2020. Pascua de Resurrección (A). Mateo 28, 1- 10.

5610_159130280184_684985184_3801385_7704869_nLos cristianos no hemos de olvidar que la fe en Jesucristo resucitado es mucho más que el asentimiento a una fórmula del credo. Mucho más incluso que la afirmación de algo extraordinario que le aconteció al muerto Jesús hace aproximadamente dos mil años. 

Creer en el Resucitado es creer que ahora Cristo está vivo, lleno de fuerza y creatividad, impulsando la vida hacia su último destino y liberando a la humanidad de caer en el caos definitivo.  

Creer en el Resucitado es creer que Jesús se hace presente en medio de los creyentes. Es tomar parte activa en los encuentros y las tareas de la comunidad cristiana, sabiendo con gozo que, cuando dos o tres nos reunimos en su nombre, allí está él poniendo esperanza en nuestras vidas. 

Creer en el Resucitado es descubrir que nuestra oración a Cristo no es un monólogo vacío, sin interlocutor que escuche nuestra invocación, sino diálogo con alguien vivo que está junto a nosotros en la misma raíz de la vida.  

Creer en el Resucitado es dejarnos interpelar por su palabra viva recogida en los evangelios, e ir descubriendo prácticamente que sus palabras son «espíritu y vida» para el que sabe alimentarse de ellas.  

Creer en el Resucitado es vivir la experiencia personal de que Jesús tiene fuerza para cambiar nuestras vidas, resucitar lo bueno que hay en nosotros e irnos liberando de lo que mata nuestra libertad.  

Creer en el Resucitado es saber descubrirlo vivo en el último y más pequeño de los hermanos, llamándonos a la compasión y la solidaridad.  

Creer en el Resucitado es creer que él es «el primogénito de entre los muertos», en el que se inicia ya nuestra resurrección y en el que se nos abre ya la posibilidad de vivir eternamente.  

Creer en el Resucitado es creer que ni el sufrimiento, ni la injusticia, ni el cáncer, ni el infarto, ni la metralleta, ni la opresión, ni la muerte tienen la última palabra. Solo el Resucitado es Señor de la vida y de la muerte. 

José Antonio Pagola

 

Biblia, Espiritualidad , , , , , , ,

“Él había de resucitar de entre los muertos”. Domingo 12 de abril de 2020. Domingo de Pascua.

Domingo, 12 de abril de 2020
Comentarios desactivados en “Él había de resucitar de entre los muertos”. Domingo 12 de abril de 2020. Domingo de Pascua.

23-PascuaA1Leído en Koinonia:

Hch 10,34-43: Nosotros hemos comido y bebido con él después de su resurrección
Salmo responsorial 117: Este es el día en que actuó el Señor sea nuestra alegría y nuestro gozo
Col 3,1-4: Busquen los bienes de allá arriba, donde está Cristo
Jn 20,1-9:  Él había de resucitar de entre los muertos

A) Primer comentario

Para este domingo de Pascua nos ofrece la liturgia como primera lectura uno de los discursos de Pedro una vez transformado por la fuerza de Pentecostés: aquél que pronunció en casa del centurión Cornelio, a propósito del consumo de alimentos puros e impuros, lo que estaba en íntima relación con el tema del anuncio del Evangelio a los no judíos y de su ingreso a la naciente comunidad cristiana. El discurso de Pedro es un resumen de la proclamación típica del Evangelio que contiene los elementos esenciales de la historia de la salvación y de las promesas de Dios cumplidas en Jesús. Pedro y los demás apóstoles predican la muerte de Jesús a manos de los judíos, pero también su resurrección por obra del Padre, porque “Dios estaba con él”. De modo que la muerte y resurrección de Jesús son la vía de acceso de todos los hombres y mujeres, judíos y no judíos, a la gran familia surgida de la fe en su persona como Hijo y Enviado de Dios, y como Salvador universal; una familia donde no hay exclusiones de ningún tipo. Ese es uno de los principales signos de la resurrección de Jesús y el medio más efectivo para comprobar al mundo que él se mantiene vivo en la comunidad.

Una comunidad, un pueblo, una sociedad donde hay excluidos o marginados, donde el rigor de las leyes divide y aparta a unos de otros, es la antítesis del efecto primordial de la Resurrección; y en mucho mayor medida si se trata de una comunidad o de un pueblo que dice llamarse cristiano.

El evangelio de Juan nos presenta a María Magdalena madrugando para ir al sepulcro de Jesús. “Todavía estaba oscuro”, subraya el evangelista. Es preciso tener en cuenta ese detalle, porque a Juan le gusta jugar con esos símbolos en contraste: luz-tinieblas, mundo-espíritu, verdad-falsedad, etc. María, pues, permanece todavía a oscuras; no ha experimentado aún la realidad de la Resurrección. Al ver que la piedra con que habían tapado el sepulcro se halla corrida, no entra, como lo hacen las mujeres en el relato lucano, sino que se devuelve para buscar a Pedro y al “otro discípulo”. Ella permanece sometida todavía a la figura masculina; su reacción natural es dejar que sean ellos quienes vean y comprueben, y que luego digan ellos mismos qué fue lo que vieron. Este es otro contraste con el relato lucano. Pero incluso entre Pedro y el otro discípulo al que el Señor “quería mucho”, existe en el relato de Juan un cierto rezago de relación jerárquica: pese a que el “otro discípulo” corrió más, debía ser Pedro, el de mayor edad, quien entrase primero a mirar. Y en efecto, en la tumba sólo están las vendas y el sudario; el cuerpo de Jesús ha desaparecido. Viendo esto creyeron, entendieron que la Escritura decía que él tenía que resucitar, y partieron a comunicar tan trascendental noticia a los demás discípulos. La estructura simbólica del relato queda perfectamente construida.

La acción transformadora más palpable de la resurrección de Jesús fue a partir de entonces su capacidad de transformar el interior de los discípulos -antes disgregados, egoístas, divididos y atemorizados- para volver a convocarlos o reunirlos en torno a la causa del Evangelio y llenarlos de su espíritu de perdón.

La pequeña comunidad de los discípulos no sólo había sido disuelta por el «ajusticiamiento» de Jesús, sino también por el miedo a sus enemigos y por la inseguridad que deja en un grupo la traición de uno de sus integrantes.

Los corazones de todos estaban heridos. A la hora de la verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por eso, quien no lo había traicionado lo había abandonado a su suerte. Y si todos eran dignos de reproche, todos estaban necesitados de perdón. Volver a dar cohesión a la comunidad de seguidores, darles unidad interna en el perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad y en la igualdad, era humanamente un imposible. Sin embargo, la presencia y la fuerza interior del «Resucitado» lo logró.

Cuando los discípulos de esta primera comunidad sienten interiormente esta presencia transformadora de Jesús, y cuando la comunican, es cuando realmente experimentan su resurrección. Y es entonces cuando ya les sobran todas las pruebas exteriores de la misma. El contenido simbólico de los relatos del Resucitado actuante que presentan a la comunidad, revela el proceso renovador que opera el Resucitado en el interior de las personas y del grupo.

Magnífico ejemplo de lo que el efecto de la Resurrección puede producir también hoy entre nosotros, en el ámbito personal y comunitario. La capacidad del perdón; de la reconciliación con nosotros mismos, con Dios y con los demás; la capacidad de reunificación; la de transformarse en proclamadores eficientes de la presencia viva del Resucitado, puede operarse también entre nosotros como en aquel puñado de hombres tristes, cobardes y desperdigados a quienes transformó el milagro de la Resurrección.

El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» de los hermanos López Vigil, en el capítulo 125 ó 126, Sus audios, así como los guiones de literarios de los episodios y sus correspondientes comentarios teológicos se pueden encontrar y tomar en http://www.untaljesus.net

B) Segundo comentario: «El Resucitado es el Crucificado»

Como otros años, incluimos aquí un segundo guión de homilía, netamente en la línea de la espiritualidad latinoamericana de la liberación, que titulamos con ese conocido lema de la cristología de la liberación que encabeza este apartado.

Lo que no es la resurrección de Jesús

Se suele decir en teología que la resurrección de Jesús no es un hecho “histórico”, con lo cual se quiere decir no que sea un hecho irreal, sino que su realidad está más allá de lo físico. La resurrección de Jesús no es un hecho realmente registrable en la historia; nadie hubiera podido fotografiar aquella resurrección. La resurrección de Jesús objeto de nuestra fe es más que un fenómeno físico. De hecho, los evangelios no nos narran la resurrección: nadie la vio. Los testimonios que nos aportan son de experiencias de creyentes que, después, “sienten vivo” al resucitado, pero no son testimonios del hecho mismo de la resurrección.

La resurrección de Jesús no tiene parecido alguno con la “reviviscencia” de Lázaro. La de Jesús no consistió en la vuelta a esta vida, ni en la reanimación de un cadáver (de hecho, en teoría, no repugnaría creer en la resurrección de Jesús aunque hubiera quedado su cadáver entre nosotros, porque el cuerpo resucitado no es, sin más, el cadáver). La resurrección (tanto la de Jesús como la nuestra) no es una vuelta hacia atrás, sino un paso adelante, un paso hacia otra forma de vida, la de Dios.

Importa recalcar este aspecto para darnos cuenta de que nuestra fe en la resurrección no es la adhesión a un “mito”, como ocurre en tantas religiones, que tienen mitos de resurrección. Nuestra afirmación de la resurrección no tiene por objeto un hecho físico sino una verdad de fe con un sentido muy profundo, que es el que queremos desentrañar.

La “buena noticia” de la resurrección fue conflictiva

Una primera lectura de los Hechos de los Apóstoles suscita una cierta extrañeza: ¿por qué la noticia de la resurrección suscitó la ira y la persecución por parte de los judíos? Noticias de resurrecciones eran en aquel mundo religioso menos infrecuentes y extrañas que entre nosotros. A nadie hubiera tenido que ofender en principio la noticia de que alguien hubiera tenido la suerte de ser resucitado por Dios. Sin embargo, la resurrección de Jesús fue recibida con una agresividad extrema por parte de las autoridades judías. Hace pensar el fuerte contraste con la situación actual: hoy día nadie se irrita al escuchar esa noticia. ¿La resurrección de Jesús ahora suscita indiferencia? ¿Por qué esa diferencia? ¿Será que no anunciamos la misma resurrección, o que no anunciamos lo mismo en el anuncio de la resurrección de Jesús?

Leyendo más atentamente los Hechos de los Apóstoles ya se da uno cuenta de que el anuncio mismo que hacían los apóstoles tenía un aire polémico: anunciaban la resurrección “de ese Jesús a quien ustedes crucificaron”. Es decir, no anunciaban la resurrección en abstracto, como si la resurrección de Jesús fuese simplemente la afirmación de la prolongación de la vida humana tras la muerte. Tampoco estaban anunciando la resurrección de un alguien cualquiera, como si lo que importara fuera simplemente que un ser humano, cualquiera que fuese, había traspasado las puertas de la muerte.

El crucificado es el resucitado

Los apóstoles no anunciaban una resurrección muy concreta: la de aquel hombre llamado Jesús, a quien las autoridades civiles y religiosas habían rechazado, excomulgado y condenado.

Cuando Jesús fue atacado por las autoridades, se encontró solo. Sus discípulos lo abandonaron, y Dios mismo guardó silencio, como si estuviera de acuerdo. Todo pareció concluir con su crucifixión. Todos se dispersaron y quisieron olvidar.

Pero ahí ocurrió algo. Una experiencia nueva y poderosa se les impuso: sintieron que estaba vivo. Les invadió una certeza extraña: que Dios sacaba la cara por Jesús, y se empeñaba en reivindicar su nombre y su honra. “Jesús está vivo, no pudieron hundirlo en la muerte. Dios lo ha resucitado, lo ha sentado a su derecha misma, confirmando la veracidad y el valor de su vida, de su palabra, de su Causa. Jesús tenía razón, y no la tenían los que lo expulsaron de este mundo y despreciaron su Causa. Dios está de parte de Jesús, Dios respalda la Causa del Crucificado. El Crucificado ha resucitado, !vive!

Y esto era lo que verdaderamente irritó a las autoridades judías: Jesús les irritó estando vivo, y les irritó igualmente estando resucitado. También a ellas, lo que les irritaba no era el hecho físico mismo de una resurrección, que un ser humano muera o resucite; lo que no podían tolerar era pensar que la Causa de Jesús, su proyecto, su utopía, que tan peligrosa habían considerado en vida de Jesús y que ya creían enterrada, volviera a ponerse en pie, resucitara. Y no podían aceptar que Dios estuviera sacando la cara por aquel crucificado condenado y excomulgado. Ellos creían en otro Dios.

Creer con la fe de Jesús

Pero los discípulos, que redescubrieron en Jesús el rostro de Dios (como Dios de Jesús) comprendieron que Jesús era el Hijo, el Señor, la Verdad, el Camino, la Vida, el Alfa, la Omega. La muerte no tenía ningún poder sobre él. Estaba vivo. Había resucitado. Y no podían sino confesarlo y “seguirlo”, “persiguiendo su Causa”, obedeciendo a Dios antes que a los hombres, aunque costase la muerte. Leer más…

Biblia, Espiritualidad , , , , , , ,

Resucitó el Señor. Un mapa de experiencias pascuales

Domingo, 12 de abril de 2020
Comentarios desactivados en Resucitó el Señor. Un mapa de experiencias pascuales

Del blog de Xabier Pikaza:

6.-copia-1024x603

Ha resucitado Cristo, Aneste Khristós. Ésta es la experiencia central del evangelio, el centro de la vida cristiana. Todo el Nuevo Testamento es un testimonio de ella. Felicidades a todos.

   Muchos de nosotros estamos encerrados, en cuarentena forzosa, este año 2020. Pero la Palabra no está en cuarentena. Por eso la debemos escuchar, proclamar, compartir, desde nuestras casas convertidas en “catacumbas pascuales”. En este contexto de gozo sereno y gran esperanza quiero ofrecer a mis lectores lo mejor que yo puedo hacer: Un mapa o tabla de experiencias pascuales, según el Nuevo Testamento.

    Es una “tabla” para revivir la Pascua, para pasar de cuadro a cuadro y completarlos todos… Sería hermoso recrear con esta tabla una “Ciudad‒Pascua”, en la línea de “Ciudad‒Biblia”. Pero eso lo podrá hacer cada lector. Que tome su Biblia y me siga. Buen día de Pascua a todos, felicidades.

  1. SEPULCRO VACÍO. HISTORIA PASCUAL DE MUJERES

586465fe9d612af0bd4b5c6e8e859defEmpezando con el evangelio de Marcos, que nos lleva a la sepultura de Jesús, con unas mujeres temblorosas, azoradas, exultantes. Ellas son el principio de la pascua. En este relato del “principio pascual” sobresale la figura de María Magdalena… Falta el testimonio de María, la Madre, que se sitúa en otro plano, que debemos completar desde nuestra propia experiencia, conforme al testimonio de conjunto del Nuevo Testamento y de la tradición cristiana.

  1. Mujeres ante el sepulcro. No está en la tumba (Mt 28, 1-3; Mc 16,1-3; Lc 24,1; Jn 20,1). Éste es motivo pascual más importante en el principio origen de la Iglesia: Unas mujeres amigas van a llorar al sepulcro de Jesús, con el deseo de ungir su cadáver. Pero el “ángel” de Dios le dice que no está allí, que no es un muerto en un sepulcro. Que está vivo, que vayan a decirlo a sus amigos, que le busquen y le hallarán en Galilea, donde había vivido y amado, donde habría preparado la llagada del Reino de Dios. Toda el cristianismo posterior depende de esta experiencia de las mujeres. Especialmente centrada en María Magdalena, como ratifica la tradición de fondo de Mc 16,9.
  2. Unas mujeresazoradas… ¿Han cumplido el encargo pascual? ¿Están, estamos todavía en camino? Varios textos desarrollan el motivo anterior. Las mujeres llegan al sepulcro, viendo que está abierto y dentro a un joven (ángel) que les dice que Jesús ha resucitado, mandándoles que vayan y lo anuncien a los discípulos y a Pedro en Galilea (cf. Mc 16,4-7; Lc 24,2; Jn 20,1-2). Ese motivo se enriquece y complica después, pues el evangelio Marcos dice que ellas no fueron donde Pedro y los discípulos (16, 8), que no lograron ir, que es difícil transmitir la experiencia del encuentro pascual… Los demás evangelios dicen que fueron. Ésta es nuestra experiencia el año 2020: Todos nosotros somos aquellas mujeres: ¿Hemos ido de verdad, hemos dicho al mundo que ha resucitado? ¿Estamos todavía en camino?
  3. Las mujeres han visto a Jesús resucitado. Ellas son las primeras, son la llave de la pascua. Ésta es la versión que ofrece Mt 28, 8-10, en contra de Mc 16, 7-8. Mateo afirma que las mujeres han ido, están siempre en camino para anunciar la pascua… Que ellas saben algo que nos demás no sabemos. Ellas siguen estando en camino y mientras avanzan han visto a Jesús. Este evangelio supone y dice que las mujeres han y saben algo que los demás no sabemos. Han “tocado” a Jesús, han escuchado su palabra… y mientras el conjunto de la Iglesia parece estar muda en un inmenso silencio… ellas dicen, proclaman la Palabra, son el principio de la nueva Iglesia.
  4. Versión del evangelio de Juan: La primera es Magdalena; los varones no ven, van y vienen. Ella queda en el “huerto de la pascua”. María ve. Pedro y el Discípulo amado, avisados por Magdalena, llegan al sepulcro, lo ven abierto, con las vendas y sudario en el suelo; el Discípulo Amado cree que Jesús ha resucitado, sin necesidad de verle (Jn 20, 3-10); pero el evangelio no dice cómo le ve y cree… Pedro va y viene. Sólo María Magdalena ve y dialoga con Jesús en el huerto, como sabe Mc 16, 9. Ella es en el principio toda la iglesia.
  5. La pascua, una experiencia de mujeres. María Magdalena “ve” a Jesús. Es la primera que tiene un experiencia pascual, conforme al Evangelio de Juan: Ella vuelve al huerto del sepulcro, ve primero a un ángel y luego a Jesús (Jn 20, 11-16; Mc 16,9). Hay más mujeres que “ven” al Cristo pascual y cuentan sus experiencias a los discípulos pero ellos no les creen (Mc 16,10-11; Lc 24,9-11). Las mujeres aparecen así como un grupo de testigos que han “visto” a Jesús, pero no han sido creídas `por los discípulos.
  6. De las mujeres a Pedro… el principio de la Iglesia. Aparición a Simón, llamado Cefas/Pedro (Lc 24,34; 1 Cor 15, 5; cf. Jn 20, 8). La tradición posterior de la Iglesia interpreta esta “aparición” o experiencia pascual de Pedro como origen del movimiento cristiano. Pero es el “primero de los apóstoles” porque ha tenido la primera experiencia de Jesús y ha puesto en movimiento el movimiento cristiano.

2. LISTA DE APARICIONES

   icono16 Pasamos así de Marcos y las mujeres de la tumba y del principio de la Iglesia a los tres siguientes evangelio, por orden (Mateo, Lucas, Juan). Ellos nos ofrecen una tabla espléndida, variadas, luminosa de experiencias pascuales (apariciones), que pueden y deben ser las nuestras:

MATEO  

  1. Mateo 1. Principio cósmico. El ángel de Dios corrió la losa del Sepulcro… Transformación cósmica. Gran testimonio divino en Mt 28, 1‒6. La resurrección de Jesús aparece como una especie de “cosmogénesis”, la nueva creación. El ángel de Dios (Dios mismo) abre el sepulcro: tema simbólico de Mt 28,2-4, ha sido desarrollado de forma espléndida por el por Ev. apócrifo de Pedro. No se puede tomar en sentido literal externo, pero muestra la gran novedad de la pascua como despertar cósmico
  2. Mateo 2. Aparición de los resucitados antiguos en Jerusalén, en el momento de la muerte Jesús, Mt 27,52‒53. Este evangelio retoma y reformula un motivo apocalíptico de la resurrección de los justos en el tiempo mesiánico, conforme e a la más antigua experiencia judía: Jesús muere y resucita en Jerusalén… allí ha comenzado ya, junto al valle de Josafat, al otro lado de la ciudad, la gran resurrección de los muertos. Ésa es nuestra historia.
  3. Mateo 3. Jesús empezó a resucitar en Jerusalén…Pero la Iglesia no se expande desde allí, junto al valle de Josafat, sino desde la montaña de Galilea. Esta es la aparición final y en ellas seguimos inmersos nosotros… en una montaña desconocida, quizá en el Tabor, allí nos espera Jesús y desde allí nos envía a todo el mundo. De Galilea venimos, hacia el mundo entero vamos como testigos de la Pascua: “Id a todos los pueblos… y yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”  (Mt 28, 16-20).

1200px-Rembrandt_Harmensz._van_Rijn_023LUCAS

  1. Lucas 1. Aparición a los dos discípulos fugitivos: Camino de Emaús. Aparición en forma de catequesis, de interpretación de la escritura. Estos dos discípulos (¿dos varones? ¿un varón y una mujer?) fueron quizá dos personas históricas. El evangelio quiere decir que somos todos nosotros, que hemos tenido miedo de Jesús, que nos marchamos de Jerusalén para no volver… Pero Jesús nos sale al encuentro y nos muestra su vida, su presencia, en el recuerdo de lo que Jesús ha sido, en la fracción del pan. Por eso regresan a Jerusalén (Lc 24, 13-35; Mc 16, 13-35), donde encuentra a la comunidad reunida y diciendo que la aparición pascual de Jesús es verdadera, está atestiguada por Pedro, en forma de catequesis bíblica, como un encuentro progresivo con el Señor
  2. Lucas 2. Aparición a la iglesia primera, en la casa de la Iglesia de en Jerusalén, Cenáculo (Lc 24, 36-49); Lucas la presenta como “aparición” (experiencia pascual de todos los discípulos).Jesús se manifiesta en la vida entera de la Iglesia, formada por testigos pascuales de Jesús… La aparición se concreta en dos signos: Recibiréis el Espíritu Santo y llevaréis el perdón a todos los pueblos. La presencia pascual es nuevo nacimiento, en forma de perdón y comunión que se ofrece entre todos los pueblos.
  3. Lucas 3. Última experiencia: Monte de los Olivos, Ascensión (Lc 24, 50‒51; Hechos 1). Según Lucas, el tiempo pascual culmina a los 40 días… Cuaresma (cuarenta días) de pasión sigue la Cuaresma pascual, que culmina en el Monte de los Olivos. Allí lleva Jesús a los suyos, a la cumbre, sobre el Huerto de los Olivos… donde había experimentado la Pasión… Allí se eleva, en el lugar donde, según la tradición de Zacarías 14, tendrá que volver Jesús‒Mesías, glorioso, triunfal, para iniciar la nueva Jerusalén
  4. Lucas 4. Experiencia de Pentecostés (Hch 2). Lucas supone que la última aparición de Jesús no se centra en él como persona individual, sino del Espíritu Santo, que se revela como “persona comunitaria, principio de la iglesia”, principio de transformación pascual a los discípulos reunidos en Pentecostés. De esa forma pasamos de loa “cuarenta días” de las apariciones pascuales a la experiencia del Espíritu Santo a los “cincuenta días” de la pascua entera, en el principio de la Iglesia.

aparicion de jesus a tomasJUAN

  1. Juan 1.Aparición a todos los discípulos sin Tomás; el texto supone que algunos “ven a Jesús y no creen…”, como si fueran por libre. Tomás tiene que estar con los demás discípulos para que su experiencia de Jesús pueda ser ratificada por toda la Iglesia. (Jn 20, 19-25; cf. Mc 16,14; Lc 24,36-43).
  2. Juan 2.Aparición a todos los discípulos con Tomás (Jn 20, 24-29). Sólo el hecho de que Tomás tenga una experiencia de Jesús unido a la comunidad indica el valor que tiene ella. Jesús resucitado es el mismo Cristo de la Pasión, con las heridas de la muerte, en las manos y los pies, en el costado. Ésta es “nuestra aparición”, la de Tomás… que vuelve, que viene a la comunidad de los que recuerdan a Jesús, que insiste de nuevo el “cuerpo herido” de Jesús, de todos los que mueren…
  3. Juan 3. Aparición en Galilea (Jn 21). Ésta es en el evangelio de Juan la aparición misionera de Jesús por excelencia, en el contexto de la pesca, en la barca de Pedro. Hay que volver de nuevo a Galilea, dialogar con Jesús, seguirle por los caminos, subir en su barca (la de Pedro, la de todos, la nuestra…). En esta escena está toda la Iglesia pascual, los siete discípulos (caca uno somos uno de ellos, con Pedro, con el Discípulo amado), pescando y sufriendo toda la noche, para ser reanimados en la mañana, enviados…

3.EXPERIENCIA Y TESTIMONIO DE SAN PABLO (1 Cor 15, 3‒9)

Paul2    Pablo no ha escrito un evangelio, pero nos ha ofrecido eso que pudiéramos llamar la tabla oficial de las apariciones… Es una “tabla oficial”, para iglesias que insisten en el testimonio de los varones, fundadores de iglesias oficiales. Pero eso prescinde del testimonio de las mujeres. Su testimonio es muy importante, pero debe ser completado por todo lo anterior:

  1. Se apareció a Cefas, iglesia petrina. Se le llamó Cefas, Pedro, Piedra de la Iglesia, porque había visto y anunciado la pascua de Jesús. Esta aparición a Cefas (nombre arameo de Pedro) está al fondo de Mc 16, 7 y de Jn 21, 15, 17, pero sólo se cita aquí (1 Cor 15, 5) de un modo expreso (y en Lc 24, 34): «Ha resucitado verdaderamente el Señor y se ha aparecido a Simón». Ésta es para Pablo (y Lucas) la primera de las experiencias pascuales, fundamento de la confesión creyente de la Iglesia. Debió ser una “experiencia de conversión”, el principio de una tarea especial de servicio en la Iglesia, como atestigua Lc 22, 29 y de un modo especial el texto de las “llaves” (Mt 16, 17-19), que puede interpretarse en forma de experiencia pascual
  2. Luego se apareció a los Doce, iglesia apostólica. Son los testigos colegiados de la pascua, signo del Israel definitivo que nace con Cristo. Esta experiencia pascual de los Doce sólo ha sido atestiguada en este pasaje del NT, pues en otros textos paralelos los destinatarios de la resurrección no son ya los Doce, sino un grupo indeterminado y quizá más grande de discípulos (cf. Jn 20, 19), reunidos con los Once (Doce menos Judas Iscariote: cf. Lc 24, 33); ella fundamenta y simboliza la misión universal de la Iglesia en el monte de Galilea (Mt 28, 16). Estos Doce aparecen como signo de Israel, con una función propia en la vida de Jesús y al comienzo de la Iglesia “apostólica”,  fundada en los primeros discípulos/apóstoles  de Jesús.
  3. Luego a más de 500 hermanos, iglesia universal. Esos 500 hermanos pueden ser todos los hombres y mujeres de la primera iglesia (en la línea de Lc 24 y Jn 20), aunque el número puede resultar excesivo (pues Hch 1, 15 habla de 120 hermanos). Ellos pueden ser también los congregados de Pentecostés en Jerusalén (cf. Hch 2), o quizá mejor los representantes de las comunidades cristianas de Galilea, que no sólo habían escuchado al Jesús de la historia, sino que habían celebrado su presencia pascual, como muestra la tradición de las multiplicaciones, donde él ofrece y comparte pan a sus seguidores (cf. Mc 6, 30-44; 8, 1-10), aunque en estos casos sea habla de un número más grande (de cinco mil y cuatro mil, según los casos). Sea como fuere, estos quinientos hermanos   son un signo fuerte del primer impacto de la resurrección en el comienzo de la iglesia, pues están situados antes de las experiencias pascuales de Santiago y de los apóstoles, que marcan el comienzo de la iglesia de los hebreos y helenistas, antes de la “conversión” del mismo Pablo.
  4. Luego se apareció a Santiago. No había creído en Jesús durante el tiempo de su vida (cf. Mc 3, 31-35). Pero, en un momento dado, tras su muerte, le descubre y le confiesa como Cristo. Su experiencia y su incorporación a la Iglesia, con los hermanos de Jesús, atestiguada bien por Pablo (cf. Gal 1, 19;  2, 9-12), constituye un elemento esencial del cristianismo. Si no pudiéramos apelar a Santiago y a los «hermanos» (con su madre), si no hubiera una iglesia judeocristiana, correríamos el riesgo de tomar a Jesús  como un mito y separarle de su origen. Al perseguir a los judíos, cierta iglesia posterior ha tendido a olvidar este origen y rasgo judío. De todas formas, esta experiencia no se encuentra al principio del principio, sino que viene después de los Doce y los quinientos, indicando que en el momento de la conversión de Santiago había ya muchos creyentes.
  5. Después a todos los apóstoles. Parecen ser los cristianos los helenistas de Jerusalén (cf. Hch 6-7), los primeros que anunciaron el evangelio a los gentiles, iniciando así una Iglesia universal. Pablo alude aquí a «todos», sin precisar el número, y en ese sentido puede incluir entre ellos a varones y mujeres que han «visto» a Jesús y han actuado como fundadores de iglesias. Posiblemente, algunos le conocieron en Jerusalén, antes de ser crucificado. Sea como fuere, ellos descubrieron el alcance universal del mensaje y de la entrega de Jesús al servicio del Reino. Sin ellos no se hubiera mantenido la memoria distintiva de Jesús, ni Pablo se hubiera “convertido, ni se hubiera mantenido la iglesia.

Para saber más 

  1. J. Bartolomé, La resurrección de Jesús, CCS, Madrid 1994
  2. Benoit, Pasión y Resurrección del Señor, FAX, Madrid 1971
  3. Caba, Resucitó Cristo, mi esperanza, BAC, Madrid 1986
  4. E. Brown, La muerte del Mesías II, Verbo Divino, Estella 2006
  5. D. Crossan, Los orígenes del cristianismo, Sal Terrae, Santander 2002
  6. Müller, El origen de la fe en la resurrección de Jesús, Verbo Divino, Estella 2003
  7. Pikaza, Historia de Jesús, Verbo Divino, Estella 2015
  8. Vidal, La resurrección de los muertos, Sal Terrae, Santander 2025
  9. Wilckens, La resurrección de Jesús, Sígueme, Salamanca 1981 .
  10. N.T. Wright, La resurrección del Hijo de Dios, Verbo Divino, Estella  2008

Biblia, Espiritualidad , , , , , , ,

Recordatorio

Cristianos Gays es un blog sin fines comerciales ni empresariales. Todos los contenidos tienen la finalidad de compartir, noticias, reflexiones y experiencias respecto a diversos temas que busquen la unión de Espiritualidad y Orientación o identidad sexual. Los administradores no se hacen responsables de las conclusiones extraídas personalmente por los usuarios a partir de los textos incluidos en cada una de las entradas de este blog.

Las imágenes, fotografías y artículos presentadas en este blog son propiedad de sus respectivos autores o titulares de derechos de autor y se reproducen solamente para efectos informativos, ilustrativos y sin fines de lucro. Por supuesto, a petición de los autores, se eliminará el contenido en cuestión inmediatamente o se añadirá un enlace. Este sitio no tiene fines comerciales ni empresariales, es gratuito y no genera ingresos de ningún tipo.

El propietario del blog no garantiza la solidez y la fiabilidad de su contenido. Este blog es un espacio de información y encuentro. La información puede contener errores e imprecisiones.

Los comentarios del blog estarán sujetos a moderación y aparecerán publicados una vez que los responsables del blog los haya aprobado, reservándose el derecho de suprimirlos en caso de incluir contenidos difamatorios, que contengan insultos, que se consideren racistas o discriminatorios, que resulten obscenos u ofensivos, en particular comentarios que puedan vulnerar derechos fundamentales y libertades públicas o que atenten contra el derecho al honor. Asimismo, se suprimirá aquellos comentarios que contengan “spam” o publicidad, así como cualquier comentario que no guarde relación con el tema de la entrada publicada. no se hace responsable de los contenidos, enlaces, comentarios, expresiones y opiniones vertidas por los usuarios del blog y publicados en el mismo, ni garantiza la veracidad de los mismos. El usuario es siempre el responsable de los comentarios publicados.

Cualquier usuario del blog puede ejercitar el derecho a rectificación o eliminación de un comentario hecho por él mismo, para lo cual basta con enviar la solicitud respectiva por correo electrónico al autor de este blog, quien accederá a sus deseos a la brevedad posible.

Este blog no tiene ningún control sobre el contenido de los sitios a los que se proporciona un vínculo. Su dueño no puede ser considerado responsable.