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El espíritu que somos es Amor

Domingo, 17 de mayo de 2020
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17 mayo 2020

Jn 14, 15-21

El cuarto evangelio nombra al Espíritu como “Defensor” (“Paráclito”, si se traduce literalmente del griego) y afirma algo completamente novedoso: “vive en vosotros y está con vosotros”.

          Es así: el Espíritu –otro nombre para referirse a Aquello que está más allá de todos los nombres– constituye sencillamente nuestra más profunda identidad. Nuestra existencia no es sino el despliegue del Espíritu, viviendo en cada uno y cada una de nosotros una aventura humana.

          Tal reconocimiento no significa –como alguien a veces critica– una inflación del ego sino, más bien al contrario, su disolución. Porque no se está identificando al yo con el Espíritu, sino afirmando que el Espíritu es la identidad real que transciende por completo el yo, desegocentrándonos por completo.

          En cuanto salimos de la hipnosis que nos lleva a creer que somos el yo separado, se abre paso en nosotros la comprensión que nos permite ver lo único realmente real, “Eso” que, siendo lo más transcendente, es a la vez lo más íntimo. Y Eso es lo que somos.

          Y “Eso” –lo nombramos en neutro con el fin de evitar el riesgo de apropiación o de identificación con cualquier forma– no es algo impersonal, frío o amorfo. Eso es amor. No el amor en cuanto sentimiento o emoción que nace y muere en el nivel sensible de la persona y se halla, por tanto, sometido a los vaivenes inexorables de todo lo impermanente, sino el amor en cuanto certeza de no separación.

          Por eso, tal como se expresa en el relato que estoy comentando, todo es amor: estamos todos en todos (“vosotros conmigo y yo con vosotros”) y vivimos en el amor: “El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él”.

          Más allá del tono moralista e incluso excluyente del autor del evangelio –“el que acepta mis mandamientos y los guarda”–, lo que resalta el texto es simple y sublime a la vez: todo es amor. Somos amor que abraza toda la realidad, incluyendo nuestra propia persona.

¿Dejo vivir el amor que soy?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No estamos solos en la vida. No os dejaré huérfanos

Domingo, 17 de mayo de 2020
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samaritano_03122015_okDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Quien está sano ha de hablar poco de la enfermedad

         Las palabras de hoy no son propiamente una homilía, sino unas consideraciones acerca de la condición de debilidad humana especialmente en la enfermedad o de pandemia como la que estamos viviendo hoy.

         Estas notas son para un momento de reflexión y oración.

En estos momentos personal o sociológicamente estamos en situación de enfermedad física y también afecta a la psyjé y afecta, en mayor o menor medida a toda la humanidad (por eso se denomina pandemia).

         Ante el dolor, la única postura razonable y cristiana es la de aliviar el sufrimiento de la mejor manera posible: medicina y fe a la par. Pero también hemos de saber asumir nuestra condición de debilidad en espera (esperanza) de vernos libres y salvados de la enfermedad.

         Además, en estas situaciones de enfermedad todo el mundo sabe, “conoce a uno que dicen que…”, todo el mundo aconseja, cuando no engaña (bulos) al enfermo con una técnica y un tratamiento maravillosos que en Houston o no sé qué médico de tal universidad dice que…  y cosas por el estilo.

         Y lo mismo nos ocurre en el plano eclesiástico. Todo discurso sobre el dolor está condenado a ser tan necio y pecaminoso como la palabrería de los amigos que se acercan a Job cuando entró en aquella situación de hundimiento personal. El pobre Job se encontraba en la más “absoluta miseria” y los teólogos de turno le vienen a dar la vara diciendo que Dios te ha castigado, has pecado…

Llama la atención que la Iglesia oficial (la Jerarquía a excepción de Francisco) haya dicho tan poco y tan pobre durante esta pandemia. Se limita a unas misas por radio o por tv, a abrir los templos al son que marcan las autoridades sanitarias y políticas, a unos “geles”, a eximir del precepto dominical, etc. ¿No tenemos nada que decir con buena voluntad a nuestros hermanos enfermos, a quienes tienen miedo, a quienes mueren o a quienes van perdiendo seres queridos en una fría soledad, (¡qué solos se quedan los muertos!) ¿La Iglesia ya no sabe lo que es la compasión de Jesús por los enfermos, los débiles? (¿Ya no sabemos decir ni una palabra de esperanza?

Tal vez, lo que podíamos hacer es guardar silencio y cada cual y adentrarnos en nuestras situaciones de debilidad física, psíquica, moral.

¿Hemos estado alguna vez o en alguna etapa de la vida seriamente enfermos?

  1. Salud y enfermedad.

Nadie queremos estar enfermo. El ser humano con salud (“sano”) vive en armonía y en la actividad que le es propia.

Vivir es también un cuidado continuo ante la enfermedad, (finalmente ante la muerte).[1]

         La enfermedad, una enfermedad seria nos introduce en una gran inestabilidad e incertidumbre acompañada de dolor y sufrimientos físicos y psíquicos; en ocasiones con alguna angustia ante el futuro que se nos presenta y su posible desenlace. Las reacciones de un enfermo, o cuando estamos enfermos, pueden ser extrañas y anárquicas. Si ya estando más o menos sanos, tenemos reacciones extrañas, el cuerpo y el alma del ser humano enfermo puede tener reacciones confusas. Calma.

         La enfermedad es una gran crisis (crisol) en la vida, que puede incluso cambiar la perspectiva y orientación de la existencia.

  1. Cuerpo y alma.

         El ser humano es uno, una unidad compleja, que en nuestra tradición filosófico-teológica (griega) hemos dado en llamar: cuerpo y alma: soma y psyje.

         Hay “enfermedades del alma, del espíritu” (psíquicas): es el complejo mundo de las enfermedades nerviosas, neurosis, depresiones. La psiquiatría y la psicología tienen mucho que decir en este campo.

         Hay enfermedades corporales que afectan a una parte o función del ser humano. Desde que nacemos experimentamos la enfermedad somática más o menos leve o grave.

Siempre se da un influjo e interacción entre soma y psyjé (cuerpo y alma). Probablemente no hay enfermedad somática que no influya en el alma, en el espíritu y no hay estado de ánimo que no afecte al cuerpo. Al fin y al cabo el alma es la totalidad de ser “por dentro”, y el cuerpo es la totalidad de ser vista “hacia fuera”, el cuerpo es la expresión del alma.

  1. La enfermedad nos sitúa en lo más íntimo de nosotros mismos.

         En la enfermedad el ser humano está “muy cerca y muy dentro de sí mismo”. Seguramente no falta la compañía de la familia, de los amigos, de todo el “universo” médico, pero el enfermo vive sólo la enfermedad en su intimidad. Es uno quien vive su propia interioridad enferma, dañada.

         Una enfermedad seria sobreviene como un “tsunami” y te sume en un mar de dudas, preocupaciones, preguntas, amenazas de todo tipo: desde la rebeldía de Job (¡maldito el día en que nací!), pasando por los dilemas que se me presentan, hasta la inseguridad del futuro. Y todo ello agravado por el dolor, el sufrimiento.

Quizás la única  actitud que no se adopta cuando se está enfermo es el escepticismo. El dolor y el sufrimiento son demasiado serios y profundos como para jugar con un frívolo o postmoderno escepticismo.

  1. El enfermo es un paciente, que no es lo mismo que ser cliente de médicos y hospitales.

         Paciencia y paciente vienen del griego: pathos: padecer. El enfermo sufre, padece. Los padecimientos son diversos en la situación de enfermedad: dolor físico, sufrimientos morales, padecimiento por la decrepitud de la vida que se va o que no está en plenitud de energías y facultades. Nos pueden asaltar un montón de preguntas ¿qué será de mí? ¿Qué será de mi familia, los hijos, etc.? ¿Qué será de mí en el “más allá”? ¿Habrá más allá?

         La enfermedad no es solamente una cuestión médica. Es evidente que las ciencias contribuyen mucho a sanar o paliar la enfermedad; pero la enfermedad (y la muerte) la afrontamos también con valor, con afecto, con fe, con esperanza. La enfermedad “acontece” no solamente en un órgano de mi cuerpo, sino en lo más íntimo de mi ser. La vida es una enfermedad mortal, al menos humanamente hablando.

  1. Jesús pasó su vida sanando enfermos.

         La actitud de Jesús no fue la de una invitación estoica a la conformidad. Jesús no fue un ascético o un maestro de espiritualidad, un maestro de religión que amara el dolor y el sufrimiento como fuente de purificación. Él mismo pidió a Dios que pasaran de él los sufrimientos que tenía y que se le avecinaban: que pase de mí este cáliz.

Jesús pasó toda su vida sanando dolencias y enfermedades. Jesús no le dijo nunca a nadie: Dios te ha enviado esta enfermedad, ten paciencia, soporta, te servirá de purificación, etc. Más bien, Jesús cura ciegos, leprosos, neuróticos – epilépticos (endemoniados), a la mujer hemorroísa, paralíticos, etc.

“Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva” (Mt 11,5)

  1. No os dejaré huérfanos.

         ¡Cuántas veces vemos a Jesús en los evangelios expresando su sentimiento de compasión hacia los pobres y débiles.  Jesús tiene misericordia, sintió lástima… En el evangelio de hoy Jesús nos dice: no os dejaré huérfanos,os enviaré quien os ayude y consuele en la vida (defensor). Jesús camina con nosotros como con los dos de Emaús. Jesús está con nosotros como con los Once. Dios nos protege como protegía con la nube al pueblo en el camino del desierto. No os dejaré huérfanos.

Es la actitud central cuando nos decidimos a ser cristianos: la compasión, el respeto, el amor, la ayuda. El ceremonial y los ritos es cosa secundaria. Tal vez a alguno le suene un poco blasfemo, pero la Eucaristía en estos momentos ¿no se estará celebrando en los bancos de alimentos, en cáritas, en los “comedores sociales”, en la ayudas sociales y familiares?

         El salmo 27,10 dice: “Porque aunque mi padre y mi madre me hayan abandonado, el Señor me recogeráNo os dejaré huérfanos“, nos dice Jesús hoy…

         El sufrimiento, el dolor pueden dominar nuestra existencia. El Señor no nos abandona a nuestra suerte. Está con nosotros aun y sobre todo en las situaciones más duras de enfermedad, de depresión, de sufrimiento, de hundimiento moral, de pecado. Jesús está con nosotros: descendió a los infiernos de la persona y de historia humana para consolarnos (defensor) y devolvernos a la vida.

“No tengáis miedo, que no tiemble vuestro corazón (Jn 14,28), no os dejaré huérfanos.”

  1. Buenos samaritanos.

         Siempre en la vida, pero más en las situaciones de sufrimiento físico o moral seamos buenos samaritanos.

         Acerquémonos no con palabrería, sino en silencio al enfermo, con simpatía. Simpatía no es ser un charlatán y llenar la vida de risotadas. Simpatía significa exactamente “padecer con”: compadecer con calma y amor, en discreción y respeto. Las personas: familiares, amigos, el pueblo, la Iglesia nos acompañamos en la salud, en el trabajo, en la fiesta, también en el dolor y la enfermedad.

         No abandonemos a los débiles de la tierra.

         Oremos por ellos, por todos.

En este día del enfermo tomemos conciencia de que no podemos abandonar a los que sufren la enfermedad, la pandemia.

         ¿Cuándo te vimos hambriento, enfermo …? Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis pequeños hermanos.

Veamos a Cristo en los enfermos.

[1] ¿Habrá habido algún ser humano que no haya sido “tocado” en su vida por la enfermedad? La muerte no es el punto final de la vida, sino que la muerte está presente en medio de la existencia humana. Vivir es lucha todos los días y a brazo partido contra la muerte.

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“No os quedéis sin Jesús”. 10 de mayo 2020. 5 Pascua (A). Juan 14, 1-12.

Domingo, 10 de mayo de 2020
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joven-caminando-con-jesusAl final de la última cena, Jesús comienza a despedirse de los suyos: ya no estará mucho tiempo con ellos. Los discípulos quedan desconcertados y sobrecogidos. Aunque no les habla claramente, todos intuyen que pronto la muerte lo arrebatará de su lado. ¿Qué será de ellos sin él?

Jesús los ve abatidos. Es el momento de reafirmarlos en la fe, enseñándoles a creer en Dios de manera diferente: «Que no tiemble vuestro corazón. Creed en Dios y creed también en mí». Han de seguir confiando en Dios, pero en adelante han de creer también en él, pues es el mejor camino para creer en Dios.

Jesús les descubre luego un horizonte nuevo. Su muerte no ha de hacer naufragar su fe. En realidad, los deja para encaminarse hacia el misterio del Padre. Pero no los olvidará. Seguirá pensando en ellos. Les preparará un lugar en la casa del Padre y un día volverá para llevárselos consigo. ¡Por fin estarán de nuevo juntos para siempre!

A los discípulos se les hace difícil creer algo tan grandioso. En su corazón se despiertan toda clase de dudas e interrogantes. También a nosotros nos sucede algo parecido: ¿no es todo esto un bello sueño? ¿No es una ilusión engañosa? ¿Quién nos puede garantizar semejante destino? Tomás, con su sentido realista de siempre, solo le hace una pregunta: ¿cómo podemos saber el camino que conduce al misterio de Dios?

La respuesta de Jesús es un desafío inesperado: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». No se conoce en la historia de las religiones una afirmación tan audaz. Jesús se ofrece como el camino que podemos recorrer para entrar en el misterio de un Dios Padre. Él nos puede descubrir el secreto último de la existencia. Él nos puede comunicar la vida plena que anhela el corazón humano.

Son hoy muchos los hombres y mujeres que se han quedado sin caminos hacia Dios. No son ateos. Nunca han rechazado a Dios de manera consciente. Ni ellos mismos saben si creen o no. Tal vez han dejado la Iglesia porque no han encontrado en ella un camino atractivo para buscar con gozo el misterio último de la vida que los creyentes llamamos «Dios».

Al abandonar la Iglesia, algunos han abandonado al mismo tiempo a Jesús. Desde estas modestas líneas yo os quiero decir algo que bastantes intuís. Jesús es más grande que la Iglesia. No confundáis a Cristo con los cristianos. No confundáis su evangelio con nuestros sermones. Aunque lo dejéis todo, no os quedéis sin Jesús. En él encontraréis el camino, la verdad y la vida que nosotros no os hemos sabido mostrar. Jesús os puede sorprender.

José Antonio Pagola

 

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“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. Domingo 10 de mayo de 2020. 5º Domingo de Pascua.

Domingo, 10 de mayo de 2020
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27-PascuaA5 cerezoLeído en Koinonia:

Hch 6,1-7: Eligieron a siete hombres llenos de espíritu
Salmo responsorial 32: Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti
1Pe 2,4-9: Ustedes son una raza elegida, un sacerdocio real
Jn 14,1-12: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida

En la comunidad lucana descrita en la primera lectura, los apóstoles tienen plena conciencia que no lo pueden hacer todo y que necesitan valerse de otros para atender a las necesidades urgentes de la comunidad pero sin desatender el ministerio de la Palabra. Pero ellos no imponen. Invitan a la comunidad a escoger sus propios servidores, animadores. Les presentan a siete personas que son «autorizados» por los apóstoles para satisfacer las necesidades de la comunidad. No son servidores de segunda. Son personas encargadas o enviadas a realizar ministerios diferentes. Pero todos estaban empeñados en la difusión de la Palabra y en el crecimiento numérico y cualificado de la comunidad.

Así mismo, el autor de la carta de Pedro quiere subrayar el papel de todos los miembros de la comunidad creyente en la construcción del templo vivo de Dios. Jesús es la piedra viva, el fundamento, la base para construir la casa de Dios. Sobre esa piedra se instalan las demás piedras, los seguidores de Jesús. De manera pues que no somos sólo espectadores de la construcción. Somos artífices y al mismo tiempo materia fundamental para alcanzar la construcción del gran edificio humano, levantado sobre la roca, Jesucristo, sostenido por la columna del Espíritu Santo y estructurado con la activa cooperación de cada uno de los bautizados. El sacerdocio, más que un honor, un privilegio, una casta… es un dinamismo desatado por el Espíritu para el servicio de la comunidad eclesial. Todos somos ministros, todos sacerdotes, todos servidores en una densa experiencia fraternal al servicio del Reinado de Dios.

El evangelio de Juan revela la situación crítica que vive la comunidad naciente provocada por el ambiente hostil y peligroso en que se va desarrollando. Jesús no sólo es la piedra fundamental, sino que Jesús es también camino, verdad y vida. Los discípulos están confundidos ante las Palabras de Jesús. En los anteriores versículos Jesús ha anunciado la traición de Judas y la negación de Pedro. Este episodio refleja la situación de crisis de los discípulos porque no entienden el camino de Jesús. Las palabras que Jesús pronuncia pretenden alentarles en la esperanza, fortalecerlos en medio de la angustia, devolverles el horizonte de vida.

Jesús es camino, es decir, es proyecto, horizonte de vida para muchos. Su muerte está llena de sentido porque en ella se manifiesta el amor de Dios por la Humanidad y les devuelve la razón de vivir en momentos de confusión y desesperación.

Jesús es verdad: la mentira, el engaño, la corrupción se apodera del corazón de la persona humana. La Palabra anunciada y testimoniada por Jesús, que es la Palabra del Padre, se convierte en criterio de verdad, en transparencia que devuelve la luz.

Es vida: frente a las fuerzas de la muerte que causan terror, Jesús da sentido a la vida, se revela como Señor de la vida y vencedor de la muerte. Y en él todos los que apuestan a favor de un proyecto de vida, de verdad y amor como horizonte que puede salvar a la Humanidad del caos, la injusticia, la corrupción, la exclusión y la maldad.

Quién cree en Jesús cree en el Padre y será transparencia del Resucitado. En el fondo eso es ser cristiano, que es una forma de ser en plenitud hijos/hijas de Dios. Pero la propuesta de Jesús no es un asunto meramente individual, intimista, espiritualista. El proyecto de su seguimiento es exigente y radical. También la persona cristiana, integrada al cuerpo comunitario, debe ser camino, verdad y vida. Estamos llamados a ser una alternativa de vida, junto con otras alternativas de vida -representadas por otras personas y comunidades inspiradas por otras religiones- en medio de un mundo desorientado que con frecuencia no encuentra el sentido de la existencia. Somos servidores de la Vida aún en medio de la muerte que siembra el egoísmo humano cuando desatiende la sabiduría que se manifiesta «por los muchos caminos de Dios». La desatención a esta sabiduría divina manifestada por tantos caminos, repercute en las crecientes injusticias sociales y guerras que pretenden justificarse con apelos a la defensa de la libertad y de la seguridad, o a la imposición de la democracia o de la «libertad de comercio»… pero que en el fondo esconden mezquinos intereses económicos y hegemónicos de las grandes potencias y plagan de hambre y de miseria a los pueblos pobres.

Nuestra misión, pues, como personas cristianas, es juntarnos con muchas otras personas y comunidades creyentes, practicantes de otras religiones, y ser alternativa de vida, de resistencia y esperanza para todos.

En una época como la que vivimos, marcada por la entrada en curso en un nuevo paradigma, el paradigma pluralista, hemos de leer y proclamar con cuidado tanto la expresión de Pedro de un «linaje escogido», como la expresión de Juan, que él pone en labios de Jesús: «Yo soy ‘el’ Camino»… Esta última sobre todo no deja de ser una expresión propia de un lenguaje confesional, un lenguaje de amor y de fe, cultual, y en ese contexto hay que entenderla. No hay que perder de vista que, en otro sentido, son muchos los caminos de Dios, «sus caminos, que no son nuestros caminos», y que nos pueden sorprender siempre con el descubrimiento de «nuevos caminos» de Dios. Recomendamos la lectura de la serie «Por los muchos caminos de Dios», de la Asociación Ecuménica de Teólogos del Tercer Mundo, en la colección «Tiempo axial» (http://latinoamericana.org/tiempoaxial). O el libro de José María VIGIL Teología del pluralismo religioso, disponible en la red (http://cursotpr.adg-n.es/?page_id=3). Leer más…

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Dom 5 Pascua, 10.5.2020 “Haréis las obras que yo hago, y aún mayores… ” (Jn 14, 12)

Domingo, 10 de mayo de 2020
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E62DFB81-63BD-4AF7-8316-AE4D7460C96FDel blog de Xabier Pikaza:

Obras de Jesús, de la Iglesia, del cristiano

 08.05.2020 | Xabier Pikaza
 Éste es un evangelio provocador y escandaloso que termina con unas palabras increíbles (que quizá nadie se cree en esta iglesia):Os aseguro: quien cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo voy al Padre.

Las obras (erga) de Jesús han sido claras a lo largo del evangelio de Juan, en una línea semejante a la  Mt 11, 2-4 (cf. Lc 7, 18-23):los ciegos ven, los cojos andan, que los leprosos quedan limpios, los sordos oyen… los pobres reciben la buena noticia.

Estas obras se entienden en un sentido integral, no exclusivamente “biológico”, en una línea que ha sido desarrollada a partir de los profetas (especialmente Isaías): Se trata de ver-conocer, de vivir-caminar, de compartir con todos la limpieza y verdad de la vida, de resucitar, de entender… En ese sentido, los milagros externos de Jesús sólo reciben sentido como signo y motivo de una transformación integral humana.

Juan evangelista ha reinterpretado esas “obras” en sentido de “señales” (sêmeia) signo intenso de una transformación total del hombre… A eso ha dedicado su evangelio, comentando el sentido profundo de las “obras” de Jesús: Curación del paralítico, del ciego, resurrección de marcos… para crear de esa manera iglesia.

La iglesia es según eso el lugar (la comunidad) donde se realizan las obras de Jesús y aún mayores...

Pues bien, Jesús termina el evangelio de este domingo (Jn 14, 1-12) diciendo que ellos seguirán haciendo la obras que él ha hecho y aún mayores.  Pues bien, yo me atrevo a pensar humildemente que, en sentido general, la iglesia posterior no ha creído ni cree en esto que ha dicho aquí Jesús: ¡Ella no se cree capaz de hacer las obras que hacía Jesús y aún mayores! Ha renunciado a ellas, ha tirado la toalla como se dice vulgarmente. Voy a poner tres ejemplos, después de haber leído alguna docenas de comentarios del evangelio de Juan:

  • Los protestantes, en general (a no ser algunos pentecostales menos creíbles) tienden a decir que la única obra de Jesús es la fe,  y que por eso los cristianos no podemos seguir haciendo las obras que Jesús hacía y aún mayores. Es decir que han renunciado al evangelio.
  • Los católicos, en general, también hemos renunciado… y así piensan (pensamos) que Jesús estaba exagerando al decir (harán las obras que yo hago y mayores…). Claro que somos capaces de hacer obras mayores que las de Jesús, pero de un tipo muy distinto, que a él no se le pasaron por la cabeza: Organizamos un gran sistema religioso, celebramos sacramentos que él no celebraría así, somos capaces de hacer obras como la Catedral de San Pedro del Vaticano o de la Almudena que él no habría hecho así… Pero las obras que hacía Jesús…las ponemos en un “escudo” y se las dejamos a él. Parece que hemos renunciado a ellas.
  • Los ortodoxos… No quiero detenerme en ellos, pero creo que van por el mismo camino. Ellos han tendido a convertir las obras de Jesús en una obra litúrgica, icónica, bellísima… que no es mayor ni menor que las de Jesús, sino que es distinta…

 Por eso me produce miedo leer y comentar este evangelio, donde Jesús me dice a mí (que le llamo cristiano), precisamente a mí, no al cura de le esquina, ni a la monja del piso de arriba, ni a la diócesis de Petersburgo: Tú has de hacer las obras que yo hago, y aún mayores…  Y yo le pregunto ¿pero cómo? Antes de seguir con el tema paso al texto:

Texto. Jn 14, 1-12

En la casa de mi Padre hay muchas estancias (moradas) ; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»

Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas,¿cómo podemos saber el camino?» Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»

Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí?

Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: los que creéis en mí haréis las obras que yo hago y aún mayores. Porque yo me voy al Padre. (Jn 14, 1-12).

Reflexión general sobre el  texto:

F67674EC-4840-4F45-B9C0-22F8BA43E143Quizá nunca se han dicho las cosas que aquí se están diciendo, condensadas, luminosas, palabras como rayos que rasgan la oscuridad e iluminan la noche de la vida. Éstos son algunos de los temas:

Las moradas del Padre. “En la casa de mi Padre hay muchas moradas o estancias…”. Todos los caminos llevan no a Roma, sino al Padre, a las Moradas del amor, que supo describir Santa Teresa. Del Padre/Madre venimos y al Padre/Madre vamos… Esa es la experiencia suprema de la vida.

Jesús, el Camino. Caminantes somos, y todos los caminos  del mar y de la tierra condensan para los creyentes en el Cristo. Por eso, quien toma su camino, que es camino de Evangelio, está ya en manos del Padre.

Hay en este evangelio dos grandes maestros que preguntan Uno es Tomás, otroFelipe. Significativamente, ellos aparecen más tarde como autores de los dos evangelios apócrifos más significativos de la Iglesia. Pues bien, aquí no actúan como autores des evangelios, sino como discípulos del único Cristo

El “yo” de Jesús: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida… Éste es el Jesús pascual que se atreve a decir “yo”, como el Dios del Antiguo Testamento (¡Yo soy el que soy!), pero no un yo aislado en sí, sino abierto al Padre (un yo-camino) y dirigido a todos los que quieran acogerle (un yo-ensanchado, que se hace verdad y vida para todos).

El que me ve a mí ve al Padre… Ésta es la experiencia de los cristianos: ver a Jesús resucitado es ver a Dios. No hay un “más allá” de Jesús en un sentido de verdad o vida más alta. En Jesús, abierto al Padre, en Jesús que es Camino, está la verdad, está la vida.

El que cree en mí hará las “obras que yo hago”. Jesús no está cerrado, como maestro exclusivo, sino como maestro que ofrece y comparte, que enseña y promueve. Por eso, sus seguidores, que somos nosotros, podemos hacer no sólo sus obras, sino aún mayores… Y aquí me paro de nuevo, con ese rabino discutiendo con Jesús sobre sus obras.

Las obras de Jesús y aún mayores...

EE9AE413-A10D-4736-9F94-B12A1A24E19BÉste es el tema del evangelio este 10 de Mayo del 2020, en tiempos de coronavirus. Jesús fue haciendo una obras, y al final, cuando se iba, nos dijo que el Padre quería hacer pos nosotros sus obras, y aún mayores… No sé si alguno de mis lectores cree que esto es verdad, que él, que nosotros, podemos hacer obras mayores que las Jesús, en línea de sanación, de conocimiento radical, de iluminación de los ojos del alma, de fortalecimiento de manos y piernas para anda, de resurrección o renacimiento vital…

Yo, X. Pikaza, sé hacer una obras grandes que Jesús no sabía o no quería hacer, escribir libros… Pero eso ¿es una obra de Jesús? ¿No será una obra equivocada, que no es de Jesús, sino de otros que precisamente le criticaban?

Y tu ¿qué obras de Jesús sabes hacer, y aún mayores, en este tiempo de des-escalada del coronavirus?  ¿Decir misas, organizar colectas, hacer procesiones, abrir iglesias, repartir comuniones a niños…?Pienso que todas esas otras muchas pueden estar relacionadas con las de Jesús, pero a lo mejor no coinciden del todo con las que él hacía…

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El caso sigue siendo hoy, domingo de coronavirus:¿Que obras de Jesús tiene que hacer hoy la iglesia, y aún mayores? ¿Qué obras podemos hacer tú y yo?  Quizá alguno me (nos) ayude a responde a esta pregunta. Mientras tanto, a todos -¡Buen domingo! Feliz y santa desescalada de Coronavirus, con este Cristo Famoso de mi paisano I. Zuloaga, con los devotos  “penitentes”, con Ávila al fondo, como ciudad de penitencia.

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Iglesia naciente, sufriente, creyente. Domingo 5º de Pascua

Domingo, 10 de mayo de 2020
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Caminando-con-Jesus-300x300Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Las tres lecturas de este domingo nos hablan de los orígenes de la Iglesia, de las persecuciones de la Iglesia, y de nuestra relación con Jesús.

Iglesia naciente

            La primera lectura nos cuenta la institución de los diáconos y el aumento progresivo de la comunidad, subrayando el hecho de que se uniesen a ella incluso sacerdotes.

En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el   suministro diario no atendían a sus viudas. Los Doce convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron:

-«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea: nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra.»

La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando. La palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.

            La comunidad de Jerusalén estaba formada por judíos de lengua hebrea y judíos de lengua griega (probablemente originarios de países extranjeros, la Diáspora). Los problemas lingüísticos, tan típicos de nuestra época, se daban ya entonces. Los de lengua hebrea se consideraban superiores, los auténticos. Y eso repercute en la atención a las viudas. Lucas, que en otros pasajes del libro de los Hechos subraya tanto el amor mutuo y la igualdad, no puede ocultar en este caso que, desde el principio, se dieron problemas en la comunidad cristiana por motivos económicos.

            Los diáconos son siete, número simbólico, de plenitud. Aunque parecen elegidos para una misión puramente material, permitiendo a los apóstoles dedicarse al apostolado y la oración, en realidad, los dos primeros, Esteban y Felipe, desempeñaron también una intensa labor apostólica. Esteban será, además, el primer mártir cristiano.

Dignidad de la Iglesia sufriente

            La primera carta de Pedro recuerda las numerosas persecuciones y dificultades que atravesó la primitiva iglesia. Lo vimos el domingo pasado y lo veremos en los siguientes. Pero este domingo, aunque se menciona a quienes rechazan a Jesús y el evangelio, la fuerza recae en recordar a cristianos difamados e insultados la enorme dignidad que Dios les ha concedido.

            Mientras los judíos, después de la caída de Jerusalén (año 70), se encuentran sin templo ni posibilidad de ofrecer sacrificios al Señor, los cristianos se convierten en un nuevo templo, en nuevos sacerdotes que ofrecen víctimas a Dios por medio de Jesucristo.

            Al final, recogiendo diversas alusiones del Antiguo Testamento, traza una imagen espléndida de la comunidad cristiana: «Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa».

            En nuestra época, cuando la Iglesia parece cada vez menos importante y se ve atacada y condenada en numerosos ambientes, estas palabras de la carta nos pueden servir de ánimo y consuelo.

Queridos hermanos: Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo. Dice la Escritura: «Yo coloco en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado.» Para vosotros, los creyentes, es de gran precio, pero para los incrédulos es la «piedra que desecharon los constructores: ésta se ha convertido en piedra angular», en piedra de tropezar y en roca de estrellarse. Y ellos tropiezan al no creer en la palabra: ése es su destino. Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. 

Camino, verdad y vida

Iglesia creyente

            El evangelio nos sitúa en la última cena, cuando Jesús se despide de sus discípulos. En el pasaje seleccionado podemos distinguir tres partes: el hotel, el camino hacia él, los huéspedes.

            El hotel

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»

            En la primera parte, Jesús sabe el miedo que puede embargar a los discípulos cuando él desaparezca y queden solos. Y los anima a no temblar, insistiéndoles en que volverán a encontrarse y estarán definitivamente juntos en el gran hotel de Dios, repleto de estancias. Como diría san Pablo, hablando de lo que ocurrirá después de la muerte: «Y así estaremos siempre con el Señor». Esta primera parte, válida para todos los tiempos, adquiere especial significado en esto meses en los que la epidemia del coronavirus ha causado tantas muertes y miles de personas no han podido ni siquiera despedirse de su seres queridos. No están solos. Están con el Señor.

            El camino.

Tomás le dice:

-«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»

Jesús le responde:

-«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»

            La objeción lógica de Tomás, realista como siempre, le permite a Jesús ofrecer una de las mejores definiciones de sí mismo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida.» ¿Cómo hablar de Jesús a quienes no lo conocen o lo conocen poco? La mejor fórmula no es la del Concilio de Calcedonia: «Dios de Dios, luz de luz…». Es preferible esta otra: camino, verdad y vida.

            Sugiere que para llegar a Dios hay muchos caminos, pero para llegar a Dios como Padre el único camino es Jesús. El musulmán alaba a Dios como Fuerte (Alla hu akbar). El cristiano lo considera Padre.

            Jesús es también la verdad en medio de las dudas y frente al escepticismo que mostrará más tarde Pilato. La pregunta correcta no es: «¿Qué es la verdad?», sino «¿Quién es la verdad?». La verdad no es un concepto ni un sistema filosófico, se encarna en la persona de Jesús.

Jesús es también la vida que todos anhelamos, la vida eterna, que empieza ya en este mundo y que consiste «en que te conozcan a ti, único dios verdadero, y a quien enviaste, Jesucristo».

Los huéspedes

Felipe le dice:

-«Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»

Jesús le replica:

-«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.»

            Una nueva interrupción, esta vez de Felipe, desemboca en el pasaje más difícil y desconcertante. Ahora no hace falta recorrer ningún camino para llegar al Padre. Para verlo, basta con mirar a Jesús. Estas palabras, que a oídos de los judíos sonarían como pura blasfemia, nos invitan a creer en Jesús como se cree en Dios; a creer que, quien lo ve a él, ve al Padre; quien lo conoce a él, conoce al Padre; que él está en el Padre y el Padre en él. Y al final, el mayor desafío: creer que nosotros, si creemos en Jesús, haremos obras más grandes que las que él hizo. Parece imposible. El padre del niño epiléptico habría dicho: «Creo, Señor, pero me falta mucho. Compensa tú a lo que en mí hay de incrédulo».

            La Iglesia debatirá durante siglos la relación entre Jesús y el Padre, y no llegará a una formulación definitiva hasta casi cuatrocientos años más tarde, en el concilio de Calcedonia (año 452). El evangelio de Juan anticipa la fe que hemos heredado y confesamos.

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Quinto Domingo de Pascua. 10 Mayo, 2020

Domingo, 10 de mayo de 2020
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Llevo tanto tiempo con vosotros, ¿y todavía no me conoces, Felipe?”.

(Jn 14, 1-12)

Así, de primeras, ¿cómo te imaginas a Jesús en este momento?

Sí, sí, así. Me refiero a eso que percibes que puede haber detrás de sus palabras, de esta frase, además, sin reparar en el contexto. Más bien tal vez te suene algo así como “Llevo taaaaaaanto tiempo…, ¡¡¿y todavía no me conoces, Felipeee?!!”, a modo mosqueo in crescendo. Aunque también se me ocurre que tal vez, solo tal vez, te lo imagines desanimado; Jesús desanimado, frustrado, triste, encontrándose con sus límites y su ser de barro. En definitiva, Jesús humano.

Pero vamos a entrar en el contexto. Este evangelio nos sitúa en la que llamamos última cena. Jesús ha hecho un gesto de servicio a sus discípulos, les ha lavado los pies; un servicio en esa época asignado a las mujeres y a los esclavos. Y ahí se ha encontrado con la objeción de Pedro, un tanto fanfarrón: “no me lavarás los pies”, pero también con su seguimiento incondicional cuando le responde: “Señor, no sólo los pies, también las manos y la cabeza”. En definitiva, Pedro humano.

Cenan, y al terminar Jesús parte un pan y se lo reparte, toma una copa de vino y se la pasa. Hace un gesto de entrega. Y ahí, se encuentra con que otro discípulo, Judas, sale del lugar en el que están porque ha quedado con las autoridades religiosas para llevarles, a cambio de unas monedas, hasta Jesús. Judas el oportunista, el “por interés te quiero Andrés”, el negociante. Judas humano, al fin y al cabo.

Y ahora, después de estos gestos tan significativos y culmen de su vida, ahora que les está hablando del Padre, que se reconoce Hijo y Hermano… es aquí cuando descubre que otro de los suyos, Felipe, o no se ha enterado de nada o de muy poco. Felipe el despistado, distraído, tal vez incluso el “mente embotada”. Felipe humano, claramente humano.

Ahora sí. Ahora, ¿cómo te imaginas a Jesús en este momento? Adéntrate a verlo, apostando por los suyos una vez más, dándoles otra oportunidad a pesar de todo. En definitiva… Jesús humano.

Oración

Abre nuestros ojos, Señor.

Y abre nuestro corazón, Señor.

Abre nuestra escucha a tu susurro “no temáis, soy yo”.

Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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En Jesús podemos encontrar al Dios-Vida.

Domingo, 10 de mayo de 2020
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homiliaJn 14, 1-12

El contexto de este evangelio es el discurso de despedida después de la cena en el evangelio de Jn. En el capítulo 13 el centro es Jesús. Termina con la despedida, diciendo: a donde yo voy vosotros no podéis venir. En este capítulo 14 el centro es el Padre. El ambiente es de profunda inquietud y zozobra. La traición de Judas, el anuncio de la negación de Pedro, el anuncio de la partida. Todo es terriblemente inquietante. Está justificada la repetida invitación a la confianza. La clave del mensaje en este capítulo es la relación de Jesús y la de cada uno de sus discípulos con el Padre.

Aunque Jn pone en boca de Jesús todo el discurso, en realidad se trata de reflexiones de la comunidad a través de muchos años de vivencia cristiana. Lo que se propone como futuro es ya presente para el que escribe y para aquella comunidad para la que se escribe. Pero este presente deja entrever un nuevo futuro que el Espíritu irá realizando. Se percibe la dificultad que tiene la comunidad de expresar su experiencia. Esta vivencia pascual está anclada en la presencia viva de Jesús, del Espíritu y del Padre. Los tres forman parte de una Realidad que les acompaña y les transforma.

Creed en Dios y creed también en mí. “Pisteuete eis”, no significa creer, en el sentido que damos hoy a esa palabra. Sería “creer” en sentido bíblico, es decir, poned vuestra confianza en… Jn utiliza esta construcción 30 veces, aplicada a Jesús. Solo en 12,44 y aquí pone como término a Dios, indicando claramente la identidad de ambas adhesiones. La confianza en Jesús y la confianza en Dios son la misma realidad. Si buscan a Dios, están en el buen camino, porque están con él. No tienen nada que temer porque Jesús les acercará al Padre con el que está identificado.

En el hogar de mi Padre hay muchas estancias. Jesús va al Padre para procurarles un tipo de relación con Dios, similar a la suya. No hay diferencia entre unas moradas y otras. No se trata de un lugar, sino del ámbito del amor de Dios. En el corazón de Dios, todos tienen cabida. También podía traducirse: en la familia de Dios hay sitio para todos. Todos los seres humanos están llamados a formar parte de la familia del mismo Dios. Jesús está en el seno del Padre y todos pueden sentirse allí.

Todo el lenguaje es mítico-simbólico. Me voy, me quedo, vuelvo, no se puede entender literalmente. Esta teología es clave para entender la marcha de Jesús y a la vez, su permanencia. Aunque la formulación es mítica, el mensaje sigue siendo válido. Hoy tendríamos que decir que la meta de todo está en Dios. Esa identificación con Dios es la que tenemos que descubrir y vivirla ya aquí. En Jesús, Dios ha manifestado su proyecto para el hombre, que se tiene que realizar en cada uno.

Yo soy Camino. Yo soy Verdad. Yo soy Vida. Sin artículo ni determinado ni indeterminado, porque lo que se quiere decir que está más allá de ambos. Se trata del texto más profundo de todo el evangelio. Camino, Verdad, Vida hacen referencia al Padre. No se pueden separar los conceptos. La Realidad a la que se refieren está más allá de tiempo y espacio. Se han dado infinidad de interpretaciones desde los primeros padres y siguen hoy los exégetas intentando desentrañar el significado del texto.

Jesús es Camino, que empieza y termina en Dios. En medio está Jesús, pero no significa espacio ninguno. Desde Dios hasta Dios no puede haber ningún trecho. Jesús es, como todo ser humano, un proyecto ya realizado, porque recorrió el camino que le llevó a la plenitud humana. Ese camino es el amor total que abarca toda su vida. Los que le siguen deben recorrer también ese camino, es decir, ir de Dios que es su origen hasta Dios que es la meta. En el AT el camino era la Ley. Jesús la sustituye por su persona.

Yo soy verdad, es decir soy lo que tengo que ser. No se trata de la verdad lógica sino de la verdad ontológica que hace referencia al ser. Jesús es auténtico, hace presente a Dios, que es su verdadero ser. Es lo que tiene que ser. Lo contrario sería ser falso. “Yo soy” es el nombre que se dio a sí mismo Dios en la zarza. Jn repite hasta la saciedad el “yo soy”. El complemento puede ser cualquiera: puerta, pastor, camino, vida, verdad, vid. Si descubro y vivo que Dios está identificado conmigo, ya lo soy todo.

Yo soy Vida, es decir, lo esencial de mi ser está en la energía (Dios) que hace que sea lo que soy. Recordad: “El Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me coma, vivirá por mí.” Está hablando de la misma Vida que es Dios, que se le ha comunicado a él y que se nos comunica a nosotros. De la misma manera que no podemos encontrar la vida biológica independientemente de un ser que la posea, así no podemos encontrarnos con un Dios ahí fuera separado de un ser que lo manifieste.

Nadie va al Padre sino por mí. También se podía decir: a nadie viene el Padre si no es por mí. En c. 6 había dicho: “nadie viene a mí si el Padre no lo atrae”. Las dos ideas se complementan. Para el que nace del Espíritu, el Padre no es alguien lejano ni en espacio ni en tiempo, su presencia es inmediata. Hacerse hijo es hacer presente al Padre. La identificación con Jesús, hace al discípulo participar de la misma Vida-Dios. Ni el Padre tiene que venir de ninguna parte ni nosotros que ir. Él está ya en nosotros.

Si llegáis a conocerme del todo, conoceréis también a mi Padre”. Una vez más se refleja el “ya, pero todavía no” de la primera comunidad. El seguimiento de Jesús es un dinamismo constante. No se trata de progresar en el conocimiento, sino en la comunión por amor. El conocimiento vivencial de Jesús, hará que el Padre se manifieste en el discípulo. Lo que pide Felipe es una teofanía como las narradas en el AT. Piensa que Jesús es un representante de Dios, no la presencia misma de Dios.

¿Cómo dices tú, muéstranos al Padre? Esta queja es una clara reflexión pascual. En su vida pública, sus seguidores no entendieron ni jota de lo que era Jesús. Felipe sigue separando a Dios del hombre. No ha descubierto el alcance del amor-Dios ni su proyecto sobre el hombre. No se han enterado de que Dios sólo es visible en el hombre. Desde esta perspectiva, Jesús podía decir: quien me ve a mí, ve a mi Padre. Y: si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre porque el Padre es más que yo. Seguimos cayendo en la trampa de querer ver a Dios de manera rotunda y segura.

Las exigencias que os propongo no lo hablo por cuenta propia”. “Remata” no significa dicho o palabra sino propuesta, exigencia realizada y manifestada a través de la vida. Fíjate que a continuación habla de obras: “el Padre que permanece en mí, él mismo hace las obras”. Y a continuación: “si no me creéis a mí, creed a las obras”. Las obras son la manifestación de que Dios está en Jesús. El Padre ejerce su actividad creadora a través de Jesús. Él, a partir de su propia experiencia, propone las “exigencias” que Dios le pide a él. Jesús, a través de sus obras, realiza el designio creador.

Meditación

Jesús descubrió el camino que le llevo a su Centro.
Ese Centro fue su Verdad y allí encontró la Vida,
la misma VIDA de Dios que se le comunica.
Tengo que encontrar mi propio camino,
que me llevará también al mismo Centro.
En él encontraré mi Verdad, que me dará la misma Vida.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Yo creo en tí.

Domingo, 10 de mayo de 2020
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293034B9-10D6-438E-BB33-14DB84928620Ve con confianza en la dirección de tus sueños y vive la vida que has imaginado (Henry David Thoreau)

10 de mayo. DOMINGO V DE PASCUA

Jn 14, 1-12

No os tu turbéis, creed en Dios en mí (v14, 1)

Muchas veces escuchamos decir a la gente que las personas religiosas no piensan, no se cuestionan las cosas, no son inteligentes; los católicos repiten lo que dice el Papa, creen en dogmas, pero no saben explicar lo que creen.

Y si bien, como en todo, existen personas que quizás repiten sin reflexionar, o creen sin cuestionar, no son la mayoría, pues todo buen cristiano debe conocer lo que cree. La fe no es ciega, es luz, lo cual nos permite ver profundamente y comprender la realidad de un modo único.

La fe no es irracional; si bien va más allá de la razón, no queda limitada por ella. La fe es racional, es lógica.

“Las esperanzas vanas y engañosas son para el imbécil, los sueños dan alas a los insensatos; tratar de asir una sombra o perseguir el viento es buscar apoyo en los sueños” (Eclesiástico 34, 1-2)

Pero las palabras de Jesús no es suficiente soñarlas, hay que oírlas bien primero, y luego llevarlas a la práctica.

Quienes no nos engañan nunca, porque la trampa sería una traición a su propia naturaleza, son los animales y las plantas, y porque según el Antiguo Testamento, “todo lo creado es carne mortal (Génesis 6, 13), o Isaías 40, 6: “Toda carne mortal como hierba, y toda su belleza flor campestre”.

En La vida secreta de las plantas, Peter Tompkins y Christopher Bird dicen:

“Las plantas son seres vivos maravillosos, únicas criaturas que en medio del silencio producen su propio alimento y constituyen la mayor fuente de riqueza de nuestro planetay que todos los seres existentes -el hombre, las plantas, la Tierra, los planetas y las estrellas- se relacionan íntimamente entre sí: lo que afecta a uno de ellos afecta a los demás, manteniendo relaciones físicas, emocionales y espirituales entre las plantas y el hombre.

Si yo no creyera en ti, Jesús, pensaría que te estoy traicionando, a ti y a mí de algún modo, y sentiría y tendría grandes remordimientos en las ideas de mi conciencia.

Escribió Oscar Wilde en El retrato de Dorian Gray: Todos los impulsos que nos esforzamos por estrangular se multiplican en la mente y nos envenenan. Después no queda nada, excepto el recuerdo de un placer o la voluptuosidad de un remordimiento.

Lo ideal sería estar convencidos de que Dios hizo desde el principio un mundo distinto, que está dentro y fuera de nosotros mismos, donde deberíamos intentar vivir.

Zaida C. de Ramón dice así en uno de sus Poemas:

COMO UN BARCO A LA DERIVA

Nunca olvidaré aquel día
cuando a mi vida llegaste
en tinieblas yo me hallaba,
mas Tú mi senda alumbraste.

Entre multitud de gente
vagaba sin esperanza
como un barco a la deriva
naufragando, iba mi alma.

A inquirir comencé un día
¿qué pasaba? no sabía
entre temores y dudas,
existía, mas no vivía.

¿Qué pasa conmigo, Dios?
¿Qué es lo que me está pasando?
Quiero reír y no puedo;
siempre termino llorando.

Ayúdame mi buen Dios;
ayúdame, te lo pido
sana ya mi corazón
y llena hoy mi vacío

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Camino, Verdad y Vida.

Domingo, 10 de mayo de 2020
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publicacionvdomingo-de-pascuaJn 14, 1-12

10 de mayo de 2020

El Evangelio de Juan siempre es catalogado como el más complejo, elevado, teológico; no falta razón si accedemos a él intentando comprenderlo del tirón o como un relato histórico. Pero también se le puede definir como muy profundo en cuanto a la visión de Dios y del ser humano. En ese sentido, el texto de este 5º domingo de Pascua nos revela la vida interior de Jesús, donde está Dios y desde donde Dios se revela a la humanidad. Parece un juego de palabras, pero están apuntando a lo más íntimo de nuestra existencia desde una perspectiva cristiana.

Estas palabras de Jesús forman parte de los discursos de despedida antes de su muerte. Cuando es pronunciado, el clima entre ellos era de máxima tensión y de espera incierta del desenlace. Era un momento paradójico, incomprensible pues tenían que sincronizar, por un lado, el mensaje del mandamiento del amor que acababan de escuchar con la decepcionante traición de Judas; por otro, el ejemplo radical del lavatorio de los pies con la predicción de la negación de Pedro. En medio de esta situación planteada, el Evangelio de Juan pone en escena a Jesús cuyas primeras palabras intentan situar a los oyentes en una posición de aliento y de nueva mirada: “no estéis angustiados, confiad en Dios y confiad en mí”. La angustia, el miedo, nos paralizan y nos permiten ver por una rendija la realidad y, a veces, bastante distorsionada. Jesús propone vivir desde la confianza profunda porque amplía el campo de visión y genera descanso y mayor lucidez. Lo contrario al miedo no es la valentía sino la confianza, la valentía es una consecuencia de esa confianza profunda en la energía vital y trascendente que todos tenemos. Buen mensaje para vivir así los tiempos que corren.

Pero Jesús quiere que demos un paso más como creyentes. Su discurso tiene una clara pretensión de revelar cómo es nuestro interior y cómo manejarlo para no convertir la fe en una creencia sino en una experiencia. Que no nos asustemos si nos asomamos a lo que hay dentro de nosotros y que lo podamos comprender. Dice que ahí está el Padre, es decir, el origen de nuestra existencia, la fuerza creadora que sostiene nuestra vida. Esa Presencia puede ser creíble a los ojos de los demás a través de las obras, de lo que somos, decimos, decidimos, omitimos, pensamos…Y nos propone mirarle de una manera nueva, mirarle como Camino, como Verdad y como Vida. Como Camino y no como un código ético que excluye a los no entran en esta ruta o a los que, creativamente, descubren nuevas formas de acceder a Él. Camino es una dirección que conduce a un horizonte y que es esencial saber adónde se va a llegar como comunidad humana. Ese horizonte nos habla de la plenitud, una plenitud bien aireada en este tiempo de Pascua. Como Verdad, es decir, como la conciencia humana de Dios, la evidencia en nuestra historia de que existe. No es una Verdad excluyente, todo lo contrario, es una Verdad liberadora y para todo el género humano. Como Vida, una vida que, como nos muestran los escritos joánicos, recorre las profundidades humanas y es eterna, ilimitada, nos une con la Divinidad y nos sostiene en cada momento de la existencia.

A veces, nos invade el pragmatismo cuando nos situamos ante el mensaje del Evangelio. Parece que siempre hay que sacar un compromiso, una forma de actuar, un acto para mejorar la vida. Mirarnos y mirar a Dios de una manera nueva es mucho más pragmático a largo plazo porque nos cambia desde dentro. Hoy recibimos una revelación que no tiene precio: somos prolongación de Jesús; como bien rezamos en el Credo, “de la misma naturaleza que el Padre”, de la misma esencia, compartiendo raíz, origen y horizonte. Esta es nuestra fuerza y nuestra nueva mirada.

FELIZ DOMINGO

Rosario Ramos

Fuente Fe Adulta

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La fuente de la Paz

Domingo, 10 de mayo de 2020
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Felicidad-verdaderaDomingo V de Pascua

10 mayo 2020

Jn 14, 1-12

Hay personas que buscan la calma en la relajación, la práctica del yoga o del mindfulness. Y está bien. El cuidado integral de la persona requiere prácticas que relajen el cuerpo y acallen la mente. Sin embargo, la fuente real de la calma o de la paz es la comprensión experiencial de lo que somos.

          En lenguaje teísta se habla de “creer en Dios”, en el sentido de “confiar”. En un sentido más amplio y en un lenguaje no religioso (universal), equivale a decir: “Confía en el fondo de lo real, confía en la vida”

         Ese “Fondo” último, como bien expresara el Maestro Eckhart, es a la vez nuestro propio Fondo. Cuando lo comprendemos, dejamos de vernos como el yo separado para reconocernos en nuestra verdadera identidad.

          Parece que, por venir de donde históricamente venimos y por la propia naturaleza de nuestra mente, unido a la necesidad infantil de seguridad en alguien exterior (padre “todopoderoso”, madre…), el ser humano sueña con alguna presencia “exterior” protectora que le pueda aportar confianza, sobre todo en tiempos de incertidumbre o de angustia.

          Eso explica que se haya vivido la religión en esa clave, en la espera de un “Padre todopoderoso” –que recuerda mucho al del sueño infantil– en quien confiar y a cuyo amparo acudir.

          Por eso, al caer la idea de un Dios separado que habitara en otro “piso” superior –al ir descomponiéndose la creencia–, no pocas personas experimentan una sensación de soledad, como si hubieran quedado de pronto a la intemperie.

          Sin embargo, si se lee bien, el propio texto ofrece la clave de comprensión: “Quien me ve a mí, ve al Padre”. El término “Padre” es una metáfora que apunta a ese Fondo inefable, que transciende la mente y la palabra. Y Jesús, hombre sabio, afirma que ese Fondo es lo que somos; que, miremos donde miremos, estamos viéndolo permanentemente.

          Con todo ello, las palabras con que empieza el texto podrían traducirse” de este modo: No perdáis la calma, comprended lo que sois. “Creer en Dios” equivale a confiar en el Fondo último de lo real; “creer en mí” es una invitación a reconocer en cada uno y cada una de nosotros lo que el propio Jesús reconocía en sí mismo.

          Cuando comprendemos vivencialmente lo que somos, brilla “la paz que supera todo lo que podemos pensar” (Filp 4,7). Porque, como dijera el sabio chino Huanchu Daoren en el siglo XVII, “la calma en medio de la quietud no es verdadera calma; mantenerse tranquilo en medio de la turbulencia, esa es la verdadera calma. La felicidad en medio del bienestar no es verdadera felicidad; mantenerse feliz al enfrentar la adversidad, ese es el verdadero potencial de tu mente”.

¿He encontrado el “lugar” de la paz?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No perdamos la calma en la vida.

Domingo, 10 de mayo de 2020
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D25D0E6D-599F-48EC-B4A6-F9D156E29E16Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

  1. mi alma está triste hasta la muerte.

La invitación a la calma con la que comienza el evangelio de hoy se sitúa en un contexto de mucha agitación: Judas ha salido ya de la cena, los acontecimientos últimos de Jesús se van precipitando, los discípulos presienten la pérdida de Jesús. El mismo Jesús en el huerto de los olivos (Getsemaní va a sentirse angustiadoy con una tristeza mortal (Mc 14,33-34) ante lo que se le venía encima. Mi alma está triste hasta la muerte, (Mt 26,38).

         También nosotros estamos o podemos atravesar violentas turbulencias y vivir en tristeza y angustia. “Getsemaníes” hay muchos y para todos en la vida: por razones de salud-enfermedad, por desestabilizaciones físicas, psíquicas, por decepciones profundas, por el mismo pecado, por los cansancios existenciales.

         Si somos sensibles, nos causan indignación y coraje la actitud y criterios de muchos políticos, de no pocos obispos, el mal trato a muchos emigrantes, las personas indefensas ante el poder civil y eclesiástico, los ancianos maltratados o despreciados. La pandemia nos puede causar una sensación no tanto de aburrimiento, que sería lo de menos, sino de una incertidumbre difusa: ¿qué será de nosotros, de nuestras gentes? ¿Cómo irán las cosas?

         En la situación actual podemos sentir miedo y / o angustia.

El miedo es una vivencia fuerte e intensa que sentimos ante la presencia de un peligro más o menos inmediato y concreto.

La angustia (palabra originaria que significa angosto, estrecho) es un estado afectivo sufriente que aparece como reacción ante un peligro más bien desconocido, difuso pero que afecta embarga a toda la persona hasta su última célula o neurona.

El miedo y la angustia pueden impregnar nuestra vida y pueden provenir de las causas más diversas: miedo ante una enfermedad, problemas afectivos, económicos, etc.

  1. No perdáis la calma

         El mismo Jesús que tantas veces les dijo a los suyos y a nosotros: no perdáis la calma, no temáis:

Jn 6,20       (saliendo del lago) Jesús les dijo: Soy yo; no temáis.

Jn 14,1       No perdáis la calma, creed en Dios: creed también en mí.

Jn 14,17     La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.

Jn 16, 33    Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo

Jn 20,19-21         Entonces, al atardecer de aquel día, el primero de la semana, y estando cerradas las puertas los discípulos encontraban por miedo a los judíos, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros.

         No tengáis miedo en la vida, confiad.

La confianza (fe) no es ni sedación, ni seguridad.

Por una parte la confianza no es una sedación química de la farmacopea, necesaria en algunos casos, pero no es el estado de ánimo humano habitual, (no es lo mismo estar dormido-sedado, que estar en paz).

Tampoco la confianza viene de una seguridad doctrinal  o legal que proviene de que está permitido o prohibido; o, ésta doctrina es así y yo la digo así, luego tengo razón. Eso tiene que ver más con el legalismo y fariseísmo, que con la paz del Señor, la serenidad profunda.

La confianza se ventila en la intimidad del alma, en lo hondo del ser donde nos encontramos con nosotros mismos y con Dios: ese encuentro último es causa de una gran serenidad  y paz, incluso alegría.

         La confianza, la fe, es fuente de serenidad y calma. La desconfianza es causa de gran ansiedad y angustia.

         El vacío, el miedo, la angustia no se superan con estructuras, con poder, ni con dinero sino con la confianza, la fe que acontece en el silencio ante Dios.

  1. El futuro absoluto: en la casa de mi Padre hay muchas estancias.

         Jesús no se refiere a tener una casa, una estancia o un hotel de lujo medicalizado. Tampoco la casa del Padre es el Templo: Jesús habla de destruir este templo y comienza volcando las mesas y el negocio de los cambistas, etc.

         La casa del Padre es la intimidad y cercanía de Dios. El cielo no es un lugar, sino la vivencia en la confianza con Dios. El lugar del ser humano es Dios.

En la confianza, en el amor no hay temor, (1Jn 4,18). No tenemos miedo a aquella persona en la que confiamos, más bien todo lo contrario, la estimamos, la queremos, nos fiamos de tal persona.

Quien me ve a mí, ve al Padre.

A Cristo le vemos el ser humano. El hombre es sacramento de Cristo: ¿Cuándo te vimos hambriento, sediento, enfermo, encarcelado, desnudo? Cada vez que lo hicimos con uno de los pobres hermanos de Jesús.

Ahí radica la fe, la confianza. Cuando amamos y trabajamos por el hermano, estamos en calma.

Mal que bien parece que estamos saliendo de esta pandemia. Eso también es evangelio: buena noticia. Pero lo decisivo es el futuro absoluto, la esperanza en que la historia y el Universo terminan bien en las “estancias”, en Dios.

  1. la esperanza es la hija de la confianza.

         La esperanza es la relación amable que establecemos con el futuro. La relación amable nace de la confianza. Confío, me fío, por eso espero.

         Yo no pongo mi confianza en la institución, en las estructuras, en el poder. Siempre que haya instituciones humanas habrá lucha por el poder y por tanto, desasosiego y ansiedad.

         Confiamos y esperamos en el futuro, en el horizonte, en la Vida. ¿Quién sabe cómo será el futuro? De algún modo hemos de hablar. La cuestión no es cómo será el futuro, el cielo, sino lo decisivo es que será.

         Confiad, esperad.

  1. Yo soy el camino, la verdad y la vida.

         Ya desde el prólogo, desde el comienzo del evangelio de San Juan, la Palabra, Jesús es la luz, la verdad y la vida.

         No se trata de una cuestión moral

  • o El camino no es el juridicismo, menos el legalismo. El camino es el Señor, el Hijo, expresión del Padre, que nos guía y orienta siempre. El camino hacia Dios es el ser humano.
  • o La Verdad no es una “pedrada dogmática” que ya nadie entiende, sino una nostalgia infinita del encuentro con el Señor: La Verdad en el cristianismo no es un libro, sino una persona: Cristo.
  • o La vida es la vida, ámala y defiéndela. Cristo es la vida: el que cree tiene ya la Vida.

No hay caminos, sino horizontes, estelas en la mar  (A Machado), búsquedas, Éxodos y Emaús.

No perdáis la calma, confiad.

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Dolores Aleixandre: “Lo que añoramos y ansiamos recuperar es precisamente lo más corriente y cotidiano”

Martes, 5 de mayo de 2020
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amigos2-572x750De su blog Un grano de mostaza:

Lo que asombra es la discreta manera de hacerse próximo del Resucitado”

“La banalidad de los lugares comunes, el ‘Descanse en paz’ de las esquelas y necrológicas y su oferta de una eternidad dedicada fundamentalmente a descansar, resulta mínimamente estimulante”

“Lo que añoramos y ansiamos recuperar es precisamente lo más corriente y cotidiano: salir a la calle sin miedo, caminar con libertad, estrechar una mano, abrazar a alguien, sentir la calidez de la cercanía de los que queremos, mirarnos a los ojos en directo”

Si hemos aprendido, un poco más, a no separar a Dios de la vida misma, a no desear ninguna apoteosis fuera de nuestra vida cotidiana, estamos empezando a entender lo que es la Encarnación. Estamos, como Nicodemo, “naciendo de nuevo”

Tanto el imaginario sobre “vida eterna” como el de “resurrección” me han parecido siempre escasos, planos y poco atrayentes. Ya sé que voy a decir una barbaridad pero el políptico de la Adoración del Cordero Místico, de los hermanos Van Eyck, por muy obra de arte que sea,  no me inspira el más mínimo deseo de participación. Y en el otro extremo, el de la banalidad de los lugares comunes, el “Descanse en paz” de las esquelas y necrológicas y su oferta de una eternidad dedicada fundamentalmente a descansar, resulta mínimamente estimulante.

En cuanto a la “resurrección”, entiendo que es muy difícil encontrar lenguajes para hablar de ella y no hay más que ver los ensayos y tanteos de los autores del Nuevo Testamento a la hora de hablar de encuentros con el Resucitado. Entonces, nos dejamos llevar por nuestra tendencia a suplir lo que le falta a la discreción del lenguaje bíblico, y damos rienda suelta a nuestros deseos de grandiosidad.

En la Pascua del año pasado me llegó una presentación con el título: Apoteosis de la Resurrección. Me apresuré a mandarla sin abrir a la papelera, movida por el convencimiento de que, si algo está ausente en las apariciones del Resucitado tal como  las cuentan los evangelios, es precisamente la apoteosis. El diccionario de la RAE la define como “ensalzamiento de una persona con grandes honores y alabanzas”,  con sinónimos como “delirio, júbilo, frenesí, entusiasmo, enardecimiento, culminación, cúspide, homenaje o glorificación”. Pero, por más que busquemos algo de eso en los relatos pascuales (y cuánto nos gustaría, la verdad…), nos es imposible encontrar ni rastro de semejantes exaltaciones, resplandores, centelleos o arrebatos.

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Políptico de la Adoración del Cordero Místico. Hnos Van Eyck

A la hora de contar cómo conectaba el Resucitado con los suyos, lo que asombra es su discreta manera de hacerse próximo, de sorprenderles en sus trayectos habituales, de saludarles con el Shalom de cada día, de presentarse bajo las apariencias más comunes: un trabajador de parques y jardines, un transeúnte desinformado al que hay que poner al día de los últimos sucesos, un desconocido ocioso que pregunta desde la orilla qué tal va la pesca.

“Si hemos aprendido a no desear ninguna apoteosis fuera de nuestra vida cotidiana, estamos empezando a entender lo que es la Encarnación”

Todo reenvía a la vida ordinaria, a la Galilea de la cotidianidad más corriente y moliente pero iluminada ahora desde el interior por una secreta alegría. Lo definitivamente portentoso y extraordinario no es que Jesús diera de comer a cinco mil en el desierto, sino que preparara él mismo las brasas para que desayunaran los suyos. O que les preguntara otro día si les había sobrado algo del pez asado que acababan de comer. La maravilla no era haber hecho andar a un paralítico con la fuerza de su palabra, sino que Pedro, Juan y María de Magdala corrieran juntos a buscarle en la mañana de Pascua.

Y todo esto, ¿qué tiene que ver con la pandemia del coronavirus? Pues creo que mucho porque, junto a la desolación de tantas pérdidas, estamos descubriendo con asombro que lo esencial de nuestra vida resulta ser aquello que dábamos por supuesto y que no nos parecía importante. Lo que añoramos y ansiamos recuperar es precisamente lo más corriente y cotidiano: salir a la calle sin miedo, caminar con libertad, estrechar una mano, abrazar a alguien, sentir la calidez de la cercanía de los que queremos, mirarnos a los ojos en directo, citarnos con amigos para tomar unas cañas.

Si después de esta sacudida vamos identificando la presencia íntima de Dios en nuestra oscuridad diaria y en las existencias frágiles de los otros; si aprendemos a mirar realmente lo que tenemos delante, con su mezcla de alegrías, sorpresas, fracasos y preguntas; si nos asombramos de que amanezca un día más, de que haya brotes en las ramas de los castaños y de que el vecino del 3º salga de casa a las 5 de la mañana porque a las 6 empieza su turno como conductor de la EMT; si hemos aprendido, un poco más, a no separar a Dios de la vida misma, a no desear ninguna apoteosis fuera de nuestra vida cotidiana, estamos empezando a entender lo que es la Encarnación. Estamos, como Nicodemo, “naciendo de nuevo”.

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“Jesús es la puerta”. 03 de mayo de 2020. 4 Pascua (A). Juan 1, 1-10.

Domingo, 3 de mayo de 2020
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Other-Sheep-logoJesús propone a un grupo de fariseos un relato metafórico en el que critica con dureza a los dirigentes religiosos de Israel. La escena está tomada de la vida pastoril. El rebaño está recogido dentro de un aprisco, rodeado por un vallado o pequeño muro, mientras un guarda vigila el acceso. Jesús centra precisamente su atención en esa «puerta» que permite llegar hasta las ovejas.

Hay dos maneras de entrar en el redil. Todo depende de lo que uno pretenda hacer con el rebaño. Si alguien se acerca al redil y «no entra por la puerta», sino que salta «por otra parte», es evidente que no es el pastor. No viene a cuidar a su rebaño. Es «un extraño» que viene a «robar, matar y hacer daño».

La actuación del verdadero pastor es muy diferente. Cuando se acerca al redil, «entra por la puerta», va llamando a las ovejas por su nombre y ellas atienden su voz. Las saca fuera y, cuando las ha reunido a todas, se pone a la cabeza y va caminando delante de ellas hacia los pastos donde se podrán alimentar. Las ovejas lo siguen porque reconocen su voz.

¿Qué secreto se encierra en esa «puerta» que legitima a los verdaderos pastores que pasan por ella y desenmascara a los extraños que entran «por otra parte», no para cuidar del rebaño, sino para hacerle daño? Los fariseos no entienden de qué les está hablando aquel Maestro.

Entonces Jesús les da la clave del relato: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas». Quienes entran por el camino abierto por Jesús y le siguen viviendo su evangelio son verdaderos pastores: sabrán alimentar a la comunidad cristiana. Quienes entran en el redil dejando de lado a Jesús e ignorando su causa son pastores extraños: harán daño al pueblo cristiano.

En no pocas Iglesias estamos sufriendo todos mucho: los pastores y el pueblo de Dios. Las relaciones entre la jerarquía y el pueblo cristiano se viven con frecuencia de manera recelosa, crispada y conflictiva: hay obispos que se sienten rechazados; hay sectores cristianos que se sienten marginados.

Sería demasiado fácil atribuirlo todo al autoritarismo abusivo de la jerarquía o a la insumisión inaceptable de los fieles. La raíz es más profunda y compleja. Hemos creado entre todos una situación difícil. Hemos perdido la paz. Vamos a necesitar cada vez más a Jesús.

Hemos de hacer crecer entre nosotros el respeto mutuo y la comunicación, el diálogo y la búsqueda sincera de verdad evangélica. Necesitamos respirar cuanto antes un clima más amable en la Iglesia. No saldremos de esta crisis si no volvemos todos al espíritu de Jesús. Él es «la puerta».

José Antonio Pagola

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“Yo soy la puerta de las ovejas”. Domingo 03 de mayo de 2020. 4º Domingo de Pascua.

Domingo, 3 de mayo de 2020
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26-PascuaA4 cerezoLeído en Koinonia:

Hch 2,14a.36-41: Dios lo ha constituido Señor y Mesías
Salmo responsorial 22: El Señor es mi pastor, nada me falta.
1Pedro 2,20b-25: Habéis vuelto al pastor de vuestras vidas
Juan 10,1-10: Yo soy la puerta de las ovejas

La 1ª lectura, tomada del libro de los Hechos, pertenece al discurso de Pedro, ante el pueblo reunido en Jerusalén, a raíz del hecho de Pentecostés. Después de interpretarles el fenómeno de las lenguas diversas en que hablaban los discípulos invadidos por el Espíritu Divino, Pedro les evoca la vida y la obra de Jesús, les anuncia el “Kerygma”, la proclamación solemne de la Buena Nueva, del Evangelio: Cristo ha muerto por nuestros pecados, ha sido sepultado y al tercer día Dios lo hizo levantarse de la muerte librándolo de la corrupción del sepulcro y sentándolo a su derecha, como habían anunciado los profetas. Se trata ya, evidentemente, de una primera elaboración teológica del llamado «kerigma», o síntesis o núcleo de la predicación.

Lógicamente, esa formulación del kerigma está condicionada por su contexto social e histórico. No es que porque aparezca en el Nuevo Testamento ya haya de ser tenida como intocable e ininterpretable. Las palabras, las fórmulas, los elementos mismos que componen ese kerigma, hoy nos pueden parecer extraños, ininteligibles para nuestra mentalidad actual. Es normal, y por eso es también normal que la comunidad cristiana tiene el deber de evolucionar, de recrear los símbolos. La fe no es un «depósito» donde es retenida y guardada, sino una fuente, un manantial, que se mantiene idéntico a sí mismo precisamente entregando siempre agua nueva.

En muchos países tropicales son casi desconocidos los rebaños de ovejas cuidadas por su pastor. Eran y son muy comunes en el mundo antiguo de toda la cuenca del Mediterráneo. Muy probablemente Jesús fue pastor de los rebaños comunales en Nazaret, o acompañó al pastoreo a los muchachos de su edad. Por eso en su predicación abundan las imágenes tomadas de esa práctica de la vida rural de Palestina. En el evangelio de Juan la sencilla parábola sinóptica de la oveja perdida (Mt 18,12-14; Lc 15,3-7) se convierte en una bella y larga alegoría en la que Jesús se presenta como el Buen Pastor, dueño del rebaño por el cual se interesa, no como los ladrones y salteadores que escalan las paredes del redil para matar y robar. Él entra por la puerta del redil, el portero le abre, El saca a las ovejas a pastar y ellas conocen su voz. La alegoría llega a un punto culminante cuando Jesús dice ser “la puerta de las ovejas”, por donde ellas entran y salen del redil a los pastos y al agua abundante. Por supuesto que en la alegoría el rebaño, las ovejas, somos los discípulos, los miembros de la comunidad cristiana. La alegoría del Buen Pastor está inspirada en el largo capítulo 34 del profeta Ezequiel en el que se reprocha a las autoridades judías no haber sabido pastorear al pueblo y Dios promete asumir Él mismo este papel enviando a un descendiente de David.

La imagen del Buen Pastor tuvo un éxito notable entre los cristianos quienes, ya desde los primeros siglos de la iglesia, representaron a Jesús como Buen Pastor cargando sobre sus hombros un cordero o una oveja. Tales representaciones se conservan en las catacumbas romanas y en numerosos sarcófagos de distinta procedencia. La imagen sugiere la ternura de Cristo y su amor solícito por los miembros de su comunidad, su mansedumbre y paciencia, cualidades que se asignan convencionalmente a los pastores, incluso su entrega hasta la muerte pues, como dice en el evangelio de hoy “el buen pastor da la vida por sus ovejas”.

La imagen de «ovejas y pastores» ha de ser manejada con cuidado, porque puede justificar la dualidad de clases en la Iglesia. Esta dualidad no es un temor utópico, sino que ha sido una realidad pesada y dominante. El Concilio Vaticano I declaró: «La Iglesia de Cristo no es una comunidad de iguales, en la que todos los fieles tuvieran los mismos derechos, sino que es una sociedad de desiguales, no sólo porque entre los fieles unos son clérigos y otros laicos, sino, de una manera especial, porque en la Iglesia reside el poder que viene de Dios, por el que a unos es dado santificar, enseñar y gobernar, y a otros no» (Constitución sobre la Iglesia, 1870). Pío XI, por su parte, decía: «La Iglesia es, por la fuerza misma de su naturaleza, una sociedad desigual. Comprende dos categorías de personas: los pastores y el rebaño, los que están colocados en los distintos grados de la jerarquía, y la multitud de los fieles. Y estas categorías, hasta tal punto son distintas entre sí, que sólo en la jerarquía residen el derecho y la autoridad necesarios para promover y dirigir a todos los miembros hacia el fin de la sociedad. En cuanto a la multitud, no tiene otro derecho que el de dejarse conducir y seguir dócilmente a sus pastores» (Vehementer Nos, 1906). La verdad es que estas categorías de «pastores y rebaño», a lo largo de la historia de la Iglesia han funcionado casi siempre -al menos en el segundo milenio- de una forma que hoy nos resulta sencillamente inaceptable. Hay que tener mucho cuidado de que nuestra forma de utilizarlas no vehicule una justificación inconsciente de las clases en la Iglesia.

El Concilio Vaticano II supuso un cambio radical en este sentido, con aquella su insistencia en que más importante que las diferencias de ministerio o servicio en la Iglesia es la común dignidad de los miembros del Pueblo de Dios (el lugar más simbólico a este respecto es el capítulo segundo de la Lumen Gentium del Vaticano II).

Como es sabido, en las últimas décadas se ha dado un retroceso claro hacia una centralización y falta de democracia. La queja de que Roma no valora la «colegialidad episcopal» es un clamor universal. La práctica de los Sínodos episcopales que se puso en marcha tras el concilio, fue rebajada a reuniones meramente consultivas. Las Conferencias Episcopales Nacionales, verdadero símbolo de la renovación conciliar, fueron declaradas por el cardenal Ratzinger como carentes de base teológica. Los «consejos pastorales» y los «consejos presbiterales» establecidos por la práctica posconciliar como instrumentos de participación y democratización, casi han sido abandonados, por falta de ambiente. La feligresía de una parroquia, o de una diócesis, puede tener unánimemente una opinión, pero si el párroco o el obispo piensa lo contrario, no hay nada que discutir en la actual estructura canónica clerical y autoritaria. «La voz del Pueblo, es la voz de Dios»… en todas partes menos en la Iglesia, pues en ésta, para el pueblo la única voz segura de Dios es la de la Jerarquía. Así la Iglesia se ha convertido -como gusta de decir Hans Küng- en «la última monarquía absoluta de Occidente». A quien no está de acuerdo se le responde que «la Iglesia no es una democracia», y es cierto, porque es mucho más que eso: es una comunidad, en la que todos los métodos participativos democráticos deberían quedarse cortos ante el ejercicio efectivo de la «comunión y participación». En semejante contexto eclesial, ¿se puede hablar ingenuamente de «el buen pastor y del rebaño a él confiado» con toda inocencia e ingenuidad? El Concilio Vaticano II lo dijo con máxima autoridad: «Debemos tener conciencia de las deficiencias de la Iglesia y combatirlas con la máxima energía» (Gaudium et Spes 43).

En la Iglesia de Aquel que dijo que quien quisiera ser el primero fuese el último y el servidor de todos, en algún sentido, todos somos pastores de todos, todos somos responsables y todos podemos aportar. No se niega el papel de la coordinación y del gobierno. Lo que se niega es su sacralización, la teología que justifica ideológicamente el poder autoritario que no se somete al discernimiento comunitario ni a la crítica democrática. ¿Qué la Iglesia no es una democracia? Debe ser mucho más que una democracia. Y, desde luego: no ha de ser un rebaño. Leer más…

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3 Mayo 2020. Domingo 4º Pascua: El Buen Pastor. Pastores para una Iglesia en Salida. Testigos y animadores de libertad

Domingo, 3 de mayo de 2020
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pastorDel blog de Xabier Pikaza:

Salir del redil, caminar en libertad: conocer a a las ovejas, conocerse

He publicado hace dos días una postal diciendo que no quiero misas con público, pues todos somos con-celebrantes de la Eucaristía. Algunos me han dicho: ¿Y entonces que nacemos con los pastores? Y respondo: Es ahora cuando son más necesarios, como muestra este evangelio del Domingo del Buen Pastor, cuyo mensaje puede condensarse en cinco puntos:

  1. El evangelio asegura que vivimos en un mundo de “malos pastores” (ladrones y bandidos), que tienen encerradas en su redil a la ovejas, aprovechándose de ellas. Esos pastores son los soldados romanos y los sacerdotes del temple judío, gestores aprovechados de un mundo sometido bajo su dominio.
  2. Los malos pastores no entran por la puerta, sino que saltan por el muro. El pastor auténtico entra por la puerta de la palabra y de la libertad. El “thyroros” o portero es Dios, la puerta es Jesús…, que es al mismo tiempo pastor de conocimiento en liberad… Pero con Jesús, y como él, son pastores todos los que animan la salida y conocimiento de las ovejas. Lo que de él se dice se dice de todos, y así ha de entenderse.
  3. El buen pastor (los animadores de la iglesia) no son sólo adelantados de una Iglesia en salida, como quiere el Papa Francisco, sino de una iglesia para la salida, es decir, para el gran éxodo de la libertad. Éste es el tema clave del texto: Jesús dice que estamos en un mundo (redil) cerrado, de miedos, donde nos tienen sometidos para dominarnos. Él ha venido para sacarnos de esa paridera de miedos (en lenguaje aragonés), para que salgamos y seamos.
  4. El buen pastor (animadores de la Iglesia) sacan a las ovejas del redil cerrado y caminan con (delante de) ellas, en ejercicio de conocimiento mutuo. Estos pastores no tienen sólo olor de oveja, como quiere el Papa Francisco, sino conocimiento de oveja. En el lenguaje bíblico “conocer es querer”, como quiere el esposo a la esposa, la novia al novio… Conocer es conocerse, amarse… Sólo así, en amor, se conocen mutuamente el pastor y las ovejas, de manera que el pastor deja de ser vigilante y la oveja “animal vigilado”, sino amigo, compañero del pastor.
  5. Lamentablemente, en general (a no ser en el caso de grandes cristianos como Francisco de Asís o Juan de la Cruz) teólogos, gerentes de iglesia y pretendidos “superiores” han entendido este pasaje de Jn 10, 1‒10 precisamente al revés, tomando como ejemplo a los pastores políticos romanos y a los sacerdotales judíos a los que Jesús critica. Por eso hemos podido ser una iglesia de grandísimos pastores (muchos de ellos buenos administradores y “santos”, pero no al estilo de Jesús, sino al del Imperio de Roma o al del Templo de Jerusalén.

francisco-28-3-13-3Desde ese fondo léase por favor el texto. Después yo ofreceré otra breve reflexión, para plantear de un modo más “académico” el tema, para quien quiera, para quien quiera seguir leyendo.

En aquel tiempo, dijo Jesús “Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.” Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: “Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. (Jn 10, 1‒10).

Breve comentario

 El texto es de una dureza y nitidez impresionante. Yo, pobre teólogo de a pie, no me atrevería a decir sus palabras. Pero las dice él, según el evangelio de Juan, y sus razones tiene, así lo quiero “repetir” de un modo casi telegráfico:
  1. Ladrones y bandidos. El evangelio supone que todos los que han venido “antes” (y los que vienen después, fuera de Jesús) han sido y son ladrones y bandidos: Kleptai y lestai. Este es el rasgo esencial de su poder: Es un ejercicio de dominio para robar (aprovecharse de los demás) y para matar (para destruirles). Se podrá decir que eso han sido los últimos sacerdotes de Jerusalén antes del “holocausto” del 67‒70 y los emperadores de Roma, en aquel tiempo (Calígula, Domiciano…). Pero Jesús no distingue: A su juicio los pastores del mundo político‒religioso son ladrones y bandidos.
  2. Jesús no necesita más pastores, había en Roma y en el judaísmo de su tiempo miles y miles de voluntarios para pastorear de esa manera, con un cargo o licencia para “robar y matar”… Lo que Jesús quiere y necesita son “pastores distintos, animadores de la libertad y gracia” de Dios. Pastores que entran por la puerta de la vida, y “sacan” (liberan) a las ovejas de su esclavitud en el redil o paridera de los que les oprimen.
  3. Muchos me dirán (conforme a mi postal anterior…): No hacen falta pastores, toda la comunidad se libera y celebra… Eso es cierto, pero en las circunstancias actuales hacen falta pastores y líderes de la libertad, animadores de nuevas experiencia y camino de evangelio. En esta encrucijada, año del coronavirus 2020, necesitamos pastores de evangelio, que no meten a las ovejas en un nuevo redil de imperio sacral o de templo, sino que las sacan a los pastos del conocimiento, que es amor en libertad.
  4. Los nuevos pastores de (como) Jesús han de ser “adelantados” de la libertad… Han de ayudar a salir a las ovejas, caminando por delante… con su testimonio y ejemplo. Tienen que ir delante, corriendo los riesgos primeros de la vida, no por mandato, sino por ejemplo y para ejemplo. Éstos son los pastores que quiere y promueve Jesús, los nuevos coaches (pero no por dinero ni oficio), entrenadores, animadores arriesgados, sin más poder que el amor de la vida de Jesús, sin más ilusión que “liberar” (sacar del redil) a las ovejas…
  5. Los nuevos pastores han de ser animadores y guías de un nuevo “conocimiento”, es decir, de la comunicación de amor. Como he dicho, ellos “conocen” a las ovejas; y según la Biblia conocer es amar, es amarse… De esa forma, al final, en el camino no habrá pastores y ovejas, sino que todos han de ser “amadores”, amigos en libertad…
  6. El camino de poder de la Iglesia cristiana ha sido admirable, a lo largo de los siglos… Los pastores cristianos, tomando elementos del Imperio de Roma y del Sacerdocio judío, han recorrido el mayor camino de dirección en el poder que se ha dado en el mundo moderno… pero en el fondo, muchos de ellos, han creado nuevo rediles para tener cerradas a sus ovejas. La inmensa mayoría han sido y son buena gente, pero al estilo romano‒judío más que cristiano. Ha llegado el momento de los “pastores” cristianos, según Jn 10, pastores que liberan, conocen y son conocidos, por los anchos espacios de la libertad del Evangelio de Juan. De eso trataré en la próxima postal. Ahora quiero añadir una reflexión de fondo sobre los pastores.

ANEJO. GOBIERNO PASTORAL, EXPERIENCIA BÍBLICA

UNA CRÍTICA NECESARIO. M FOUCAULT

Según M. Foucault, el  gobierno pastoral…

1343578805_419301_1343579006_noticia_normales más propio de los imperios de oriente, y ha sido especialmente destacado por los israelitas en el AT, donde presentan a Dios como un Pastor que va guiando al pueblo de Israel por el desierto… Los reyes son auténticos pastores, como seguiré viendo. Éstos son (según M. Foucault) los rasgos principales de un gobierno pastoral:

“1. El pastor ejerce el poder sobre un rebaño más que sobre un territorio. […] Dios da, o promete, una tierra a su rebaño. 2. El pastor reúne, guía y conduce a su rebaño. […] basta con que el pastor desaparezca para que el rebaño se disgregue; o dicho en otros términos, el rebaño existe gracias a la presencia inmediata y a la acción directa del pastor […]. 3. El papel del pastor consiste en asegurar la salvación de su grey. […] No se trata únicamente de salvar a todos, a todos en conjunto, cuando se aproxima el peligro,sino que es más bien una cuestión de benevolencia constante, individualizada y orientada a un fin. […] constante, ya que el pastor vela por la alimentación de su rebaño; cotidianamente satisface su sed y su hambre. […] individualizada, ya que el pastor vela para que todas sus ovejas, sin excepción, sean recuperadas y salvadas.

  1. […] el ejercicio del poder es un “deber”. […] la benevolencia pastoral está mucho más próxima de la “abnegación”. Todo lo que hace el pastor lo hace por el bien del rebaño. Tal es su preocupación constante. Cuando sus ovejas duermen él vela.”

 (Cf. M.Foucault, Omnes et sigulatim: hacia una crítica de la razón política en La vida de los hombres infames, Ed. Altamira, Argentina 1996, 182-183, 204).

Los pastores como dictadura ilustrada (romana, judía, eclesial)

Éste es, por tanto, un gobierno de “dictadura ilustrada”. El pastor sabe lo que necesitan sus ovejas, por eso las cuida y dirige desde arriba, las alimenta y las cuida. Más aún, el pastor vela por las ovejas, tiene responsabilidad sobre su vida y su misma “conciencia” (si son ovejas humanas), de manera que no hay reciprocidad entre pastor y ovejas. El pastor puede “cuidar” muy bien a las ovejas, pero está arriba siempre.

El pastor está solo a la cabeza del rebaño y su trabajo consiste en velar por la alimentación de sus animales; en cuidarlos cuando están enfermos; en servirse de la música para reunirlos y guiarlos; en organizar su reproducción preocupándose de obtener la mejor descendencia…

El pastor ejerce por tanto un “dominio” bueno de dirección (y de sumisión) sobre los súbditos, a los que dirige en sentido físico y psíquico, religioso y social… (pero es un gobierno no personal, y en el fondo acaba siendo no cristiano). En esa línea, los “pastores” de la Iglesia se han sentido llamados a “salvar” a las ovejas desde arriba, con autoridad superior, como guías que saben lo que ellas necesitan Leer más…

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Señor, Mesías, modelo, puerta del aprisco. Domingo 4º de Pascua.

Domingo, 3 de mayo de 2020
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Young ShepherdDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Domingo 4º de Pascua

Seguimos encerrados en las casas, no por miedo a los judíos, como los discípulos, sino por miedo al coronavirus. Pero las lecturas de este domingo nos ayudarán a sobrellevar el encierro con esperanza.

            Los cuatro títulos iniciales resumen lo que afirman de Jesús: que es Señor y Mesías lo dice Pedro en el libro de los Hechos (1ª lectura); como modelo a la hora de soportar el sufrimiento lo propone la 1ª carta de Pedro (2ª lectura); puerta del aprisco es la imagen que se aplica a sí mismo Jesús en el evangelio de Juan. En resumen, las lecturas nos proponen una catequesis sobre Jesús, lo que significó para los primeros cristianos y lo que debe seguir significando para nosotros.

No quedarnos en el próximo domingo, mirar hasta el 7º

            Cabe el peligro de vivir la liturgia de las próximas semanas sin advertir el mensaje global que intentan transmitirnos las lecturas dominicales: pretenden prepararnos a las dos grandes fiestas de la Ascensión y Pentecostés, y lo hacen tratando tres temas a partir de tres escritos del Nuevo Testamento.

  1. La iglesia (1ª lectura, de los Hechos de los Apóstoles). Se describe el aumento de la comunidad (4º domingo), la institución de los diáconos (5º), el don del Espíritu en Samaria (6º), y cómo la comunidad se prepara para Pentecostés (7º). Adviértase la enorme importancia del Espíritu en estas lecturas.
  2. Vivir cristianamente en un mundo hostil (2ª lectura, de la Primera carta de Pedro). Los primeros cristianos sufrieron persecuciones de todo tipo, como las que padecen algunas comunidades actuales. La primera carta de Pedro nos recuerda el ejemplo de Jesús, que debemos imitar (4º domingo); la propia dignidad, a pesar de lo que digan de nosotros (5º); la actitud que debemos adoptar ante las calumnias (6º), y los ultrajes (7º).
  3. Jesús (evangelio: Juan). Los pasajes elegidos constituyen una gran catequesis sobre la persona de Jesús: es la puerta por la que todos debemos entrar (4º); camino, verdad y vida (5º); el que vive junto al Padre y con nosotros (6º); el que ora e intercede por nosotros (7º).

Jesús, Señor y Mesías (Hechos 2,14a.36-41)

            Esta lectura tiene interés especial desde un punto de vista histórico y catequético. Según Lucas, el grupo de seguidores de Jesús (120 personas) experimentó un notable aumento el día de Pentecostés. Después de cincuenta días de miedo, silencio y oración, el Espíritu Santo impulsa a Pedro a dirigirse a la gente presentando a ese Jesús al que habían crucificado, constituido Señor y Mesías por Dios. El pueblo, conmovido, pregunta qué debe hacer, y Pedro los anima a convertirse y bautizarse en nombre de Jesucristo.

            Pero Lucas añade otro argumento muy distinto, que fue usado por los primeros misioneros cristianos: el miedo al castigo inminente de Dios. De acuerdo con la mentalidad apocalíptica, este mundo malo presente desaparecerá pronto para dar paso al mundo bueno futuro. Eso ocurrirá cuando se manifieste la gran cólera de Dios en un juicio que provocará salvación o condenación. Por eso Pedro anima: «Escapad de esta generación perversa». ¿Cómo ponerse a salvo? Los autores apocalípticos hacen que todo dependa de la conducta observada con Dios y con los hombres. Para los misioneros cristianos, la salvación dependerá de creer en Jesús. Pedro ya ha hablado del bautismo en nombre de Jesús.

            Tenemos, pues, dos argumentos aparentemente muy distintos: el primero se basa exclusivamente en lo que Dios ha hecho por Jesús. El segundo parece menos cristiano, con su recurso al miedo. Pero no olvidemos que, en este contexto, Pablo escribe a los de Tesalónica: «Jesús nos libra de la condenación futura». Con miedo o sin él, Jesús es siempre el centro de la catequesis cristiana.

            El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra:

            -«Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.»

            Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:

            -«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?»

            Pedro les contestó:

            -«Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos.»

            Con estas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo:

            -«Escapad de esta generación perversa.»

            Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil.

Jesús modelo (1 Pedro 2,20b-25)

En la segunda mitad del siglo I, los cristianos eran a menudo insultados, difamados, perseguidos, se confiscaban a veces sus bienes, se los animaba a apostatar… En este contexto, la 1ª carta de Pedro los anima recordándoles que ese mismo fue el destino de Jesús, que aceptó sin devolver insultos ni amenazas: «Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas».

Queridos hermanos: Si, obrando el bien, soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios. Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas os han curado. Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas.

Al final de esta lectura encontramos la imagen de Jesús como buen pastor («Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas»). Pero este no es el tema principal del evangelio, que introduce un cambio sorprendente.

Jesús, puerta del aprisco (Juan 10,1-10)

            El autor del cuarto evangelio disfruta tendiendo trampas al lector. Al principio, todo parece muy sencillo. Un redil, con su cerca y su guarda. Se aproxima uno que no entra por la puerta ni habla con el guarda, sino que salta la valla: es un ladrón. En cambio, el pastor llega al rebaño, habla con el guarda, le abre la puerta, llama a las ovejas, ellas lo siguen y las saca a pastar. Lo entienden hasta los niños.

Sin embargo, inmediatamente después añade el evangelista: “ellos no entendieron de qué les hablaba”. Muchos lectores actuales pensarán: “Son tontos. Está clarísimo, habla de Jesús como buen pastor”. Y se equivocan. Eso es verdad a partir del versículo 11, donde Jesús dice expresamente: “Yo soy el buen pastor”. Pero en el texto que se lee hoy, el inmediatamente anterior (Juan 10,1-10), Jesús se aplica una imagen muy distinta: no se presenta como el buen pastor sino como la puerta por la que deben entrar todos los pastores (“yo soy la puerta del redil”).

Con ese radicalismo típico del cuarto evangelio, se afirma que todos los personajes anteriores a Jesús, al no entrar por él, que es la puerta, no eran en realidad pastores, sino ladrones y bandidos, que sólo pretenden “robar y matar y hacer estrago”.

Resuenan en estas duras palabras un eco de lo que denunciaba el profeta Ezequiel en los pastores (los reyes) de Israel: en vez de apacentar a las ovejas (al pueblo) se apacienta a sí mismos, se comen su enjundia, se visten con su lana, no curan las enfermas, no vendan las heridas, no recogen las descarriadas ni buscan las perdidas; por culpa de esos malos pastores que no cumplían con su deber, Israel terminó en el destierro (Ez 34).

La consecuencia lógica sería presentar a Jesús como buen pastor que da la vida por sus ovejas. Pero eso vendrá más adelante, no se lee hoy. En lo que sigue, Jesús se presenta como la puerta por la que el rebaño puede salir para tener buenos pastos y vida abundante.

En este momento cabría esperar una referencia a la obligación de los pastores, los responsables de la comunidad cristiana, a entrar y salir por la puerta del rebaño: Jesús. Todo contacto que no se establezca a través de él es propio de bandidos y está condenado al fracaso (“las ovejas no les hicieron caso”). Aunque el texto no formula de manera expresa esta obligación, se deduce de él fácilmente.

En realidad, esta parte del discurso termina dirigiéndose no a los pastores sino al rebaño, recordándole que “quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.

Ya que es frecuente echar la culpa a los pastores de los males de la iglesia, al rebaño le conviene recordar que siempre dispone de una puerta por la que salvarse y tener vida abundante.

En aquel tiempo, dijo Jesús:

-«Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.» 

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: 

-«Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»

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Cuarto Domingo de Pascua. Ciclo A. 03 Mayo 2020

Domingo, 3 de mayo de 2020
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Cuarto-Domingo-Pascua

«El que entra por la puerta es el pastor del rebaño. El portero le abre, las ovejas oyen su voz, él llama a las suyas por su nombre y las saca.»

(Jn 10, 1-10)

Nuestra vida se desarrolla prácticamente en nuestra mente, donde  pensamos,  mostramos nuestro saber, controlamos, imponemos… Pero Jesús en este evangelio nos dice que  nuestra vida  no se desarrolla en la mente, ni se desarrolla en el corazón, que nuestra vida para ser Vida, hemos de vivirla en la totalidad que somos.

Nuestra mente, nuestro corazón, nuestras extremidades son pequeñas puertas por donde se nos va  haciendo la vida. Y Jesús hoy nos dice: “en vuestra vida sólo hay una puerta que muchas veces cerráis por miedo, por el qué dirán.  Yo os digo: abrid vuestra vida a la Vida que soy yo. Ahí descubriréis el descanso, el sosiego, el amor, la aceptación. Y podréis ser vosotros sin fingir, no se trata de hacer, sino de ser.

Jesús es la puerta que nos permite ser lo que somos.

La llave de nuestra vida la tenemos nosotros.  Si somos capaces de meterla en la cerradura, que no es otra cosa que la oración y el encuentro con Él, se abrirá.  Y aunque en un primer momento nos quedemos paralizados, entraremos, y descubriremos una estancia amplia. Llena de luz. Donde descubriremos lo que somos,  hijos de la casa, hijos de Dios.

Jesús, es la puerta que nos permite acceder a nuestra interioridad, y descubrir su voz en el silencio, donde oímos nuestro nombre y la invitación a que sigamos sus huellas para ir al Padre.

ORACIÓN

Gracias por ser puerta que nos abre a la Vida y nos descubre el sentido y la grandeza de vivir en ti.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús viviendo nos invita a vivir la verdadera Vida.

Domingo, 3 de mayo de 2020
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buenpastor6Jn 10, 1-15

Aunque el evangelio de hoy ya no hable de apariciones, no nos apartamos del tema pascual, pues afirma expresamente: “Yo he venido para que tengan Vida y la tengan abundante”. Éste es el verdadero tema de Pascua. Lo que Jn pone en boca de Jesús nos está diciendo lo que de él pensaban los cristianos de finales del siglo I en la comunidad donde se escribe el evangelio, no lo que pudo decir él cuando vivía en Galilea. Esto, que vivió una comunidad cristiana, es para nosotros más interesante que las mismas palabras que pudo decir Jesús, porque nos habla de una vivencia provocada por Jesús Vivo.

El relato nos habla de la puerta y del pastor. En el fondo es la misma metáfora, porque la única puerta de aquellos apriscos, era el pastor. El rebaño eran las 5 ó 10 ovejas o cabras, que eran la base de la economía familiar. Por la noche, después de haber llevado a pastar cada uno las suyas, se reunían todas en un aprisco, que consistía en una cerca de piedra con una entrada muy estrecha para que tuvieran que pasar las ovejas de una en una y así poder controlarlas, tanto a la entrada como a la salida. Esa entrada no tenía puerta, sino que un guarda, allí colocado, hacía de puerta y las cuidaba durante la noche.

Por la mañana cada pastor iba a sacar las suyas para llevarlas a pastar. Esto se hacía por medio de un silbido o de una voz que las ovejas conocían muy bien. Incluso tenían su propio nombre como nuestros perros hoy. Cuando oían la voz, las ovejas que se identificaban con ella, salían. Con estos datos se entiende perfectamente el relato. Jesús se identifica con ese pastor/dueño que cuida las ovejas como algo personal, pero no porque de ellas depende su familia, sino porque le interesan las ovejas por sí mismas. No le mueve ningún provecho personal sino la intención de fortalecer a cada oveja.

El texto habla de comparación (paroimian). Utilizamos una comparación cuándo queremos explicar lo que es una cosa a través de otra que conocemos mejor. No se trata de una identificación sino de una aproximación. Ni Jesús es un pastor ni nosotros borregos. Jesús nos lleva a los pastos después de haberse alimentado él en los mismos. Y ya sabemos que su alimento fue hacer la voluntad de su Padre. El relato empieza por una referencia a esos dirigentes de todos los tiempos, que debían ser pastores, pero que en vez de cuidar de las ovejas, se pastorean a sí mismos y utilizan las ovejas en beneficio propio.

Las ovejas atienden a su voz porque la conocen. Una frase con profundas resonancias bíblicas. Oír la voz del Señor es conocer lo que nos pide, pero sobre todo obedecerle. Las llama por su nombre, porque cada una tiene nombre propio. Las que escuchan su voz, salen de la institución opresora y quedan en libertad. Jesús no viene a sustituir una institución por otra. No las saca de un corral para meterlas en otro. No son los miembros de la comunidad los que deben estar al servicio de la institución. Es la institución y la autoridad la que debe estar al servicio de cada uno.

En un mismo aprisco había ovejas de muchos dueños, por eso dice que saca todas las suyas. Porque son suyas, conocen su voz y le siguen. El texto quiere dejar bien claro que las ovejas no podían salir por sí mismas del estado de opresión, porque para ellas no había alternativa. Es Jesús el que les ofrece libertad y capacidad para decidir por sí mismas. Los dirigentes judíos son “extraños”, que no buscan la vida de las ovejas. Ellos las llevan a la muerte. Jesús les da vida. La diferencia no puede ser más radical. Por muy oveja que te sientas, tienes la obligación de distinguir al pastor auténtico del falso.

Él camina delante y las ovejas le siguen. Esto tiene más miga de lo que parece. Jesús recorrió de punta a cabo una trayectoria humana. Esa experiencia nos sirve a nosotros de guía para recorrer el mismo camino. Para nosotros, esto es difícil de aceptar, porque tenemos una idea de Jesús-Dios que pasó por la vida humana de manera ficticia y con el comodín de la divinidad en la chistera. Ese Jesús no tendría ni idea de lo que significa ser hombre, y por lo tanto no puede servirnos de modelo a seguir. Esta falsa idea nos ha hecho creer que lo que hizo Jesús es marcarnos el camino desde fuera sin involucrarse.

Yo soy la puerta. No se refiere al elemento que gira para cerrar o abrir, sino al hueco por donde se accede a un recinto. El pastor que cuidaba las ovejas era la única puerta. Por eso dice que es la puerta de las ovejas, no del redil. Todos los que han venido antes, son ladrones y bandidos, no han dado libertad/vida a las ovejas. Son tres los productos interesantes de las ovejas: leche, lana y carne. Los malos pastores buscan solo aprovecharse de esos productos. No les interesa el desarrollo las ovejas. A las ovejas tampoco pueden interesarles esos pastores que no les ayudan a desplegar su propio ser.

Entrar por la puerta que es Jesús, es lo mismo que “acercarse a él”, “darle nuestra adhesión”; esto lleva consigo asemejarse a él, es decir, ir como él a la búsqueda del bien del hombre. Él da la vida definitiva, y el que posee esa Vida, quedará a salvo de la explotación. Él es la alternativa al orden injusto. En Jesús, el hombre puede alcanzar la verdadera salvación. “Podrá entrar y salir”, es decir, tendrá libertad de movimiento. “Encontrará pastos”, dice lo mismo que “no pasará hambre, no pasará sed”. Así se identifica el pasto con el pan de vida que es él mismo. La Ley sustituida por el amor.

Yo he venido para que tengan Vida y les rebose. El ladrón (dirigentes), no solo roba, despoja a la gente del pueblo de lo que es suyo, sino que sacrifica a las ovejas, es decir, les quita la vida. La misión de Jesús es exactamente la contraria: les da Vida y las restituye en su verdadero ser. Los jerarcas les arruinan la vida biológica, manipulándolas y poniéndolas a su servicio. Jesús les da la verdadera Vida y con ella la biológica cobra pleno sentido. Jesús no busca su provecho ni el de Dios. Su único interés está en que cada oveja alcance su propia plenitud, desarrolle esa Vida aquí y ahora.

Es muy importante el versículo siguiente, que no hemos leído, para entender el significado del párrafo. “El pastor modelo se entrega él mismo por las ovejas”. El griego dice: “el modelo de pastor” (ho poimên ho kalos). La expresión denota excelencia (el vino en Jn 2,10). Sería el pastor por excelencia. “kalos” significa: bello, ideal, modelo de perfección, único en su género. No se trata solo de resaltar el carácter de bondad y de dulzura. En griego hay una palabra (agathos), que significa “bueno”; pero no es la que aquí se emplea. Jesús es para aquella comunidad y para nosotros, el único pastor.

Se entrega él mismo” (tên psykhên autou tithesin”) = entrega su vida. En griego hay tres palabras para designar vida: zoê, bios y psukhê; pero no significan lo mismo. El evangelio dice psykhên = vida psicológica, no biológica. Se trata de poner a disposición de los demás todo lo que uno es como ser humano, mientras vive, no muriendo por ellos. La característica del pastor modelo es que pone su vida al servicio de las ovejas para que vivan, sin limitación alguna. Al hacer esto, pone en evidencia la clase de Vida que posee y manifiesta la posibilidad de que todos los que le siguen tengan acceso a esa misma Vida.

Meditación

Desplegar Vida fue el objetivo de Jesús y debe ser el mío.
Solo en esa VIDA puedo encontrar mi plenitud.
Esa VIDA ya está en mí, pero tengo que alimentarla y potenciarla.
Se trata de la misma Vida de Dios que se nos comunica.
Esa Vida es la que hizo a Jesús ser lo que fue.
Identificarnos con Jesús es identificarnos con Dios

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Oír la voz de Jesús,

Domingo, 3 de mayo de 2020
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oir-mano.jpgEl deseo de oír tu voz (Cristian Castro)

3 de mayo. DOMINGO IV DE PASCUA

Jn 10, 1-10

El portero le abre, las ovejas oyen su voz, él llama a las suyas por su nombre y las saca (v3)

La Biblia insiste sistemáticamente sobre la necesidad de escuchar habitualmente.

“Entonces vino el Señor y se detuvo, y llamó como en las otras ocasiones: ¡Samuel, Samuel! Y Samuel respondió: Habla, que tu siervo escucha” (1 Samuel 3, 10)

“Oíd, pueblos todos, escucha, tierra y cuanto hay en ti; sea el Señor DIOS testigo contra vosotros, el Señor desde su santo templo” (Miqueas 1, 2)

“Pablo se levantó, y haciendo señal con la mano, dijo: Hombres de Israel, y vosotros que teméis a Dios, escuchad” (Pablo 13, 16)

Aunque también es cierto que a veces, como nos recuerda el profeta Nehemías en 9,17, nos empeñamos en rehusar escuchar, y nos olvidamos de las maravillas que Dios hizo entre nosotros y para nosotros.

Y el cantautor mexicano Cristian Castro publicó un álbum titulado El deseo de oír tu voz, ofertándonos en música, la oportunidad de despertar el apetito de escuchar cuanto suena en la guitarra del universo.

 

Y por supuesto, abrir los oídos de nuestro personal redil, escuchar y reconocer la voz del buen pastor, seguir tras él hasta los fértiles pastos de su copiosa palabra.

Y oír también a esa Iglesia de corazón abierto y a sus curas y religiosos que, con motivo del coronavirus, andan estos días volcados repartiendo ayuda moral y económica a cuantos la necesitan, mientras que otros pasan de largo, como le sucedió al hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó, y al que unos ladrones le apalearon dejándole medio muerto, como también entre ellos habido muchos contagiados y algunos fallecidos.

Pero allí acudió la Iglesia entera para cargarle a sus espaldas, llevarle a la posada y darle dos denarios al posadero para que le cuidara.

Todo lo cual es un toque de atención a las personas, que nos invita a unirnos a esta Misa Universal que todos celebramos, que todos compartimos que todos recibimos, cada uno desde donde esté y cómo desee unirse.

Y después de terminar nuestra misa, a que escuchemos en nuestro corazón las palabras que nos dice Jesús, que nos decimos nosotros mismos y que los demás dejan llover sobre nosotros.

Cuando lo hacemos, la cosecha de gracia está abundantemente garantizada.

Mi libro de poemas Soliloquios, nos brinda esta monotónica canturria:

DE GRILLOS Y CIGARRAS

Tumbado en la pradera de la vida
miré al lejano cielo y no vi nada.

Las cigarras del robledal cercano
me advirtieron:

“¿No ves que es pleno día?
¿Que cuando en la tierra se ve todo,
apenas se ve nada sobre el cielo?”

Su yérmica y monótona canturria,
aprendida en la escuela de un cenobio,
sumido me dejó en profundo sueño.

Me despertó un acunar de grillos,
que desde la pradera se entonaba.

Su canción me decía:

“Mira al cielo”.
Miré al lejano cielo y no vi nada.
Me quejé ante los grillos, pero ellos
hicieron oídos sordos a mi queja.

Siguieron con su yérmica canturria
aprendida también en un cenobio
y sumido quedé de nuevo en sueño:
en él soñé con grillos y cigarras.
¡Qué cutre me sentí mirando al cielo!

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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