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El labrador, la vid y los sarmientos. Domingo 5º de Pascua. Ciclo B.

Domingo, 2 de mayo de 2021
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Yo-soy-la-vid1-1024x965Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

 

El labrador, la vid y los sarmientos

Para captar la originalidad del evangelio conviene recordar otras referencias a la vid en el Antiguo Testamento. Un salmo compara al pueblo de Israel con una vida pequeña, que Dios trasplanta a la tierra de Canaán, donde crece de manera espléndida y extiende sus pámpanos hasta el Gran Río (el Éufrates). Alude al imperio davídico. Pero llega un momento en que la vid se ve asaltada, pisoteada y destruida por los pueblos vecinos y los grandes imperios. ¿Por qué ha ocurrido esto? Una canción de Isaías ofrece la respuesta: la vid, que ha recibido inmensos cuidados por parte del labrador, en vez de dar uvas da agrazones. Pasando de la imagen a la realidad, Dios esperaba de su pueblo justicia y bondad y encontró malicia y maldad.

            En el evangelio, la imagen cambia profundamente. La vid no es el pueblo, sino Jesús. Y adquieren un protagonismo inesperado los sarmientos, nosotros.

            En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

         Este pasaje se conoce como «la parábola de la vid y los sarmientos». Título erróneo, porque no tiene en cuenta al protagonista principal, el labrador, que es quien poda, arranca y tira los sarmientos que no dan fruto. Y más bien que parábola es una fábula, donde los protagonistas son animales o plantas que pueden hablar y actuar. En este caso, los protagonistas secundarios, los sarmientos, no hablan, pero sí actúan. Algunos deciden mantenerse unidos a la vid, y dan fruto abundante. Otros deciden independizarse, cortar la relación con la vid, y dejan de dar fruto. (La imagen de unas ramas en movimiento, en este caso alejándose del tronco, recuerda la fábula de Yotán, que comienza: «Se pusieron en marcha los árboles para elegirse un rey»).

        El enfoque del evangelio, insistiendo en la idea de permanecer en Jesús, se comprende recordando un episodio de Lucas. En la aparición a los discípulos de Emaús, estos terminan pidiéndole: «Quédate con nosotros, Señor». En Juan cambia la perspectiva. Es Jesús quien nos dice: «Permaneced en mí». Es muy distinto «quedarse con» y «permanecer en», aunque parezcan lo mismo. Lo segundo habla de mayor intimidad, como la de un niño en el seno de su madre.

          El título habitual subraya la importancia de la vid. Y en parte lleva razón: de estar unidos a ella o separados de ella depende el futuro de los sarmientos. Pero la vid no hace nada. Simplemente está ahí. Todas las acciones las realizan el labrador o los sarmientos. Enfoque curioso, que nos obliga a reflexionar sobre la importancia de Dios Padre en la vida del cristiano; y el papel fundamental de Jesús, aunque a veces tengamos la impresión de que no hace nada en nuestra vida.

1ª lectura:  la viña y la poda de Dios(Hechos de los Apóstoles 9, 26-31)

      Aunque no tenga relación ninguna con el evangelio, el texto de los Hechos se puede leer como una concreción del mismo. El final nos dice cómo la vid, la comunidad cristiana, se extiende y fructifica. Y la primera parte, la que trata de Pablo, recuerda lo que dice la fábula a propósito del labrador: «a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto». Podar es cortar, herir al árbol, despojarlo de algo que le ha costado tiempo y esfuerzo producir. Pero el campesino lo hace para que esté más sano y fuerte. Eso es lo que hace Dios con Pablo.

En aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo. Entonces Bernabé se lo presentó a los apóstoles. Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado públicamente el nombre de Jesús. Saulo se quedó con ellos y se movía libremente en Jerusalén, predicando públicamente el nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los judíos de lengua griega, que se propusieron suprimirlo. Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso.

         Después de su conversión, Pablo podría esperar que lo recibieran muy bien en Jerusalén. Pero ocurre algo muy distinto: no se fían de él, lo rehúyen, hasta que Bernabé lo presenta a los apóstoles. Cuando comienza a predicar, los judíos de lengua griega intentan eliminarlo y debe huir a Tarso. En realidad, toda la vida de Pablo fue una gran poda, una vida llena de persecuciones y sufrimientos. Pero a través de ellos se convirtió en el mayor de los apóstoles. Dio mucho fruto. Una buena enseñanza para los que quisiéramos que todo nos fuera bien en la vida, sin ningún tipo de dificultades.

2ª lectura: cómo permanecer unidos a la vid (1ª carta de Juan 3,18-24)

        El evangelio insiste en la necesidad de que el sarmiento esté unido a la vid. La segunda lectura nos indica el modo concreto de mantener la unión.

Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.

       El texto, como es habitual en Juan, resulta complicado y mezcla diversos temas: el amor falso y el verdadero, el complejo de culpabilidad, la confianza en Dios, la observancia de los mandamientos, la fe en Jesús y el amor mutuo, la permanencia en Dios y el don del Espíritu. Siguiendo la metáfora del evangelio, es una vid demasiado frondosa que conviene podar. Bastaría recordar que amar de verdad y con obras equivale a creer en Jesús y amarnos unos a otros. Esa es la forma de permanecer unidos a la vid y la única garantía de que daremos fruto como cristianos.

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5º Domingo de Pascua. 02 Mayo 2021

Domingo, 2 de mayo de 2021
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«Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.»

(Jn 15, 1-8)

Bella imagen de la vid, es una alegoría llena de vida resucitada. Es la imagen de la unión entre Jesús y nosotr@s. ¿Qué vid existe sin sarmientos? ¿Qué Dios vive sin entregar lo que es a quien está unid@ en Él?

En este texto lo primero que salta a la vista es que la vid y los sarmientos son parte de la propia vid. No son dos vides con antagonismo entre la propia vid y el sarmiento, ni son lo mismo, que sería un monismo.

La vid y los sarmientos son diferentes, pero no existen separados. Es decir, las formas separan, porque son lo que  vemos con nuestra mente. Pero sin la proyección mental, entrando en la profundidad de la contemplación, las formas no existen, contemplamos la esencia, lo que es, y entonces no son dos cosas distintas, sino una, con diferencias, que es la auténtica maravilla.

Tanto la física cuántica, como la visión transpersonal nos hablan de que todo está interrelacionado. Nada existe separado, y esto nos lo relata el Evangelio.

El sarmiento no puede dar fruto de por sí”. “ Yo soy la vid , vosotros los sarmientos, el que permanece en mí y yo en él ese da fruto abundante.” «Permaneced unid@s a mi como yo lo estoy a vosotr@s”.

En la misma línea, si Dios es Amor, ¿cómo puede el Amor vivir sin amor y el amor sin Amar? Nuestro Dios es un Dios Trinitario, diferentes maneras de amar, pero el Amor es solo uno. Somos un@ en Dios.

Esto no lo “entendemos” con nuestra mente discursiva, analítica, sino con la inteligencia del corazón, que es la que comprende con las entrañas en un silencio que se hace a veces denso, hasta llegar a ser transparente. Es entonces cuando se abren las compuertas del ser y se descubre la vida entretejida y conectada al AMOR, a la Vid.

Oración

Resucítanos a la nueva comprensión de la alteridad del amar para que seamos un@ en el Amor.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Lo esencial es la Vida que atraviesa y unifica la raíz, la cepa y el sarmiento.

Domingo, 2 de mayo de 2021
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vid1Jn 15, 1-8

Estamos en el comienzo del capítulo 15 del evangelio de Jn, incluido en el larguísimo discurso de despedida que Jn pone en boca de Jesús después de la cena. En esta parte del discurso se habla de la comunidad y su misión en el mundo. Se insiste en que la Vida de Dios debe atravesar a cada miembro para que sea posible el amor que se debe manifestar en obras. La división en partes de los organismos vivos siempre es inadecuada. Toda la vid es un único ser vivo. Para producir frutos necesita de los tres elementos: raíz, cepa y sarmientos.

El simbolismo de la viña es muy frecuente en el AT. Pero no es tan frecuente la imagen de la vid. Además, el sentido que le da Juan es completamente original. El doble aspecto, una misma vivencia individual y una proyección a los demás, es la clave de la experiencia pascual. La Vida de Dios, la de Jesús y la de los discípulos es la misma. Aunque no se nombra expresamente, la Vida sigue siendo el centro del discurso.

Hay que tener en cuenta que la vid es una de las plantas que no produce fruto de provecho si no se poda severamente. Su capacidad de echar follaje es tan grande que, si no se le aplican fuertes correctivos, se le va toda la fuerza en tallos y hojas. La poda se realiza en dos etapas. La primera se hace antes de que brote y consiste en eliminar casi todos los sarmientos del año anterior, dejando solo los más vigorosos, y de estos, una parte mínima (dos o tres nudos). La segunda se hace sobre los pámpanos, eliminado todos los tallos que no llevan fruto e incluso desmochando los que lo llevan.

Yo soy la vid verdadera. Detrás del símbolo de la vid se esconde todo un mundo de sugerencias. Se trata de un ser vivo que se manifiesta a través de elementos distintos, pero unificados por una realidad que los trasciende, la vida. Una vez más es la Vida el centro del discurso. Todo el que se adhiere a Jesús forma parte de la misma vid; forma una comunidad viva que fructifica. En el AT es frecuente que la viña sea improductiva.

Mi Padre es el labrador. Como en el AT, es el Padre quien la ha plantado y la cuida. Pero hay que tener cuidado a la hora de interpretar este aspecto. Jesús nunca se propone como centro de su mensaje. Él predica el Reino que es Dios. Nunca se interpone entre Dios y el ser humano. Jesús nos dice que lo que Dios es para él, lo es también para cada uno de los hombres. No pensemos que Jesús es más que el Padre. La alusión al Padre labrador expresa la preocupación y el interés porque que los sarmientos den fruto.

Todo sarmiento que en mí no lleva fruto, lo elimina, y a todo el que produce fruto, lo poda, para que dé más fruto. ¡Ojo a este párrafo! Tenemos un juego de palabras muy curioso: “airei” no significa cortar ni arrancar sino abolir, quitar. “kathairei” no significa podar sino limpiar, purificar. Ni uno ni otro verbo se suelen utilizar para designar tareas agrarias. Al emplearlos nos fuerza a ir más allá del primer significado. El versículo siguiente nos ayuda a salir del error de interpretación: Vosotros estáis ya limpios por el mensaje que os he comunicado. “Limpios” tampoco tiene nada que ver con la pureza legal que se consigue por rituales. Para Juan el único pecado es la opresión. Como ellos han salido de ese ámbito, se han liberado del pecado.

No debemos entender estos versículos como si Dios actuara en nosotros desde fuera y mecánicamente. Para Jesús, Dios es la savia, la Vida que se comunica a toda la vid. Jesús es el primer sarmiento que vivió plenamente de esa savia divina. No debemos confundir al hombre Jesús con el Dios cristiano, sino como el primer cristiano que, haciendo suya la misma Vida de Dios, nos ha indicado la manera de alcanzar la verdadera plenitud humana. El mensaje de Jesús consiste en que todos vivamos esa Vida divina.

Ni cada individuo ni la comunidad deben considerarse entes estáticos, tienen que dar fruto. Sarmiento improductivo es el que pertenece a la comunidad pero no responde al Espíritu. Incluso el que produce fruto tiene que seguir un proceso que no acaba nunca. Solo el don total de sí mismo permitiría alcanzar la meta. La posesión del Espíritu es un dinamismo que no se detiene nunca. El producir fruto no hace referencia a una moralidad.

El sarmiento no tiene vida propia, necesita recibir la savia de la cepa. La ausencia de fruto delata la falta de unión con Jesús. La presencia de fruto manifiesta que la savia-Vida está llegando al sarmiento. Ni la Vid sin sarmientos puede producir frutos, ni los sarmientos separados de la cepa. Los frutos se alcanzan por la unidad de ambos. Esa unión con Jesús no es algo automático, ni ritual, ni externo; exige la actualización constante por parte del discípulo. Cada individuo y cada comunidad tienen que estar constantemente eliminando todo aquello que le impida llegar a la identificación con Jesús.

Existe una fuerte tendencia a equiparar el “producir fruto” con las buenas obras. En Jn no se hace ninguna distinción entre ser y obrar. Adherirse a Jesús es inseparable de producir el fruto que esa adhesión conlleva, pero el fruto no son directamente las obras, sino la Vida-amor, que necesariamente se manifestará en obras. De esta manera queda erradicado el peligro de creer que son las obras las que me llevan a la identificación con Jesús. Solo la Vida-Amor nos hace ser uno con Jesús y nos capacita para obrar.

Porque sin mí, no podéis hacer nada. Por activa y por pasiva repite una y otra vez la misma idea. El sarmiento que es una sola vida con la cepa produce fruto y hace que la vid sea capaz de dar fruto. El que está separado, no sirve para nada porque no tiene vida. Se trata de participar de la misma Vida de Jesús, que es la del Padre. Recordad: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el padre; del mismo modo el que me coma vivirá por mí”. Estar unido, comer a Jesús es comprometerse con él y participar de su misma Vida. De la misma manera alejarse de Jesús es garantizarse la esterilidad y la muerte.

En esto se ha manifestado la gloria de mi Padre, en que hayáis comenzado a producir mucho fruto por haberos hecho discípulos míos. En este versículo queda claro que no pueden ser palabras pronunciadas por Jesús en la última cena. Los discípulos no comenzaron a dar frutos hasta después de la experiencia pascual. Solo entonces descubrieron al verdadero Jesús y lo vivieron de verdad. No son palabras de Jesús, sino palabras de la comunidad sobre Jesús. Si no hacemos esta composición de lugar, no habrá manera de dar un auténtico sentido al evangelio de Juan.

El domingo pasado se hablaba de un solo rebaño, hoy nos habla de una sola vid. Jesús y los discípulos constituyen una sola realidad viva. Ser vid significa estar unido no solo a Jesús y a Dios, sino a los demás sarmientos. Si me separo de otro sarmiento que está unido a la vid, me tengo que separar de la vid. Esa es la experiencia pascual que tiene que continuar hoy en nosotros. Todos participamos de la misma Vida de Dios que descubrimos gracias a Jesús. La Vida es una sola; al participar de ella tomamos conciencia de que formamos una unidad con todos los hombres, con todo el cosmos y con Dios.

Meditación

En el centro de mi ser esta la fuente de Vida.
En el orden del Espíritu, todo es Uno.
La aparente diversidad es una ficción de la mente.
Si consigo trascender el mundo de las apariencias,
me encontraré en la inmensidad del Ser.
En mi verdadero ser, la armonía y la unidad son absolutas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La vid y los sarmientos.

Domingo, 2 de mayo de 2021
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echar-raicesSea lo que sea que puedas hacer, empiézalo. La audacia contiene genio y poder”. (Goethe)

29 de abril. V domingo de Pascua

No creo que podamos corregir nada en el mundo exterior si, previamente, no lo hemos corregido en nosotros (Etty Hillesum)

Domingo V de Pascua

Jn 15, 1-8

-Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: quien permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; pues sin mí no podéis hacer nada.

El Evangelio nos presenta las obras más destacadas de la vida de Jesús. El ballet Caravaggio del coreógrafo Mauro Bigonzetti, las de Jesús y Michelangelo Merisi. Su escenografía, imágenes y música, nos muestra una línea argumental biográfica que nos ilustra y recrea con los cuadros del profeta de Nazareth y del ilustre pintor barroco.

Ambos personajes –profeta y pintor- se oponen a las repeticiones formales de un cierto legalismo manierista (uno en la Religión, otro en el Arte) para hacerlos más veraces, más naturales, más próximos a su tiempo. Y ambos, igualmente, lucharon para que el público participara en la acción de sus cuadros como si estuviera presenciando la escena en vivo y en directo.

-El pintor italiano de Porto Ércole lo sugiere con brillantez cromática en La vocación de San Mateo, -Iglesia de San Luis de los Franceses, en Roma- o en La crucifixión de san Pedro, en Santa Maria del Popolo. En la vocación del celoso recaudador de impuestos, resuena la voz casi imperativa de Jesús –¡Ven!– invitándole a unirse a la vid como sarmiento. En la crucifixión de Pedro, pidiendo que su cruz fuera puesta al revés de la de su maestro, que se entristeció cuando Jesús le preguntó por tercera vez Pedro, ¿me amas? (Jn 21, 17) después de haberse arrojado al agua para abrazarle y decirle Te quiero más que a mi vida.

Solo unidos a la cepa producen frutos los sarmientos. La vida surge de la vida, decían los antiguos.  Y únicamente de este modo el ser humano alcanza su plenitud. La que San Juan propone en el Apocalipsis 21, 1-2: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva porque el primer cielo y la primera tierra ya pasaron. Viktor Frankl la ve con ojos de psiquiatra y afirma que “Plenitud significa la integración de lo somático, psíquico y espiritual. No resulta exagerado afirmar que esta plenitud tripartita es la que hace al hombre un ser completo“.

En su primera epístola Juan, el que apoyó su cabeza -él que estuvo entroncado- en el pecho de Jesús, nos dice con inusitada ternura cómo conseguirlo: Hijitos, no amemos de palabra y con la boca, sino con obras y de verdad (1Jn 3, 18). Solo quien obra como Jesús puede considerarse unido a él.

El Convoy es una película británico-estadounidense dirigida por Sam Peckinpah en 1978. Un trágico relato de una joven holandesa de origen judío –Etty Hillesum- que morirá en Auschwitz, de la que uno de los protagonistas dice: “Para ella, como para mí, no basta tener el cerebro repleto de teorías. Hay que tenerlas en las venas y vivirlas de verdad. Benedicto XVI la recordaba el 13 de febrero de 2013 citando palabras de su Diario escrito en 1947: “Vivo constantemente en intimidad con Dios”.

La fuente de energía que hace crecer y madurar las uvas se halla en la vid: cepa, sarmientos y uvas (Jesús, individuo, comunidad). Sin esa estrecha conexión con ella, el fruto no se puede mantener con vida. Es patente que el desafío está hoy en manos de los sarmientos. Así lo entiende Etty cuando en otra página escribe: “No creo que podamos corregir nada en el mundo exterior si, previamente, no lo hemos corregido en nosotros”.

El jesuíta de origen húngaro, Franz Jalics, nos señala lo que tenemos que hacer para mantener la vida en los sarmientos: La vid hace que los frutos crezcan si los canales están abiertos. Los sarmientos no tienen que llevar por sí solos el agua, sino que deben asegurar la unión con la fuente y dejar fluir a través de ellos la fuerza de la vid”.

LA VID

Así como los sarmientos son uno con la vid, así nosotros somos uno con el Hijo de Dios. Esta imagen se refiere de forma muy especial a los frutos de nuestro trabajo. Así como los sarmientos no tienen uvas sin la vid, y ni siquiera pueden permanecer con vida, así tampoco nosotros podemos hacer nada sin él. Somos uno con él y, del mismo modo, toda nuestra vida y acción es una con su vida y su acción.

Este ser uno con Cristo se define con dos afirmaciones: él está en nosotros y nosotros en él. Es un estar recíprocamente uno con el otro.

Jesús no dice que nosotros tengamos que operar ese ser uno con él, sino que debemos ‘conservar’ esa unidad ya existente: debemos permanecer en esa ‘unidad’:

Permaneced en mí y yo en vosotros (v. 4)

…el que permanece en mí y yo en él… (v. 5)

El ser uno no es una imagen, sino una afirmación clara de unidad real.

(Jesús, Maestro de Meditación. Edit. PPC, 2014)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Seguid conmigo, que yo seguiré con vosotros.

Domingo, 2 de mayo de 2021
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juan-151-8Jn 15, 1-18

La comunidad nos propone hoy el texto de Jn 15,1-8.

Leemos el texto y después tratamos de comprenderlo:

V 1: la vid es el símbolo de Israel como pueblo de Dios. Y es Dios quién ha plantado y cuida esta vid.

V2 y 3: no se produce fruto cuando no se comunica la vida que se recibe. Quien ama se incorpora en un proceso que se hace posible por la limpieza que hace el Padre: hay una limpieza inicial al hacer la opción por el mensaje de Jesús que ya nos plantea tomar decisiones y luego, una limpieza que se origina por el mismo proceso de seguir optando por el amor.

V4: la unión entre Jesús y los suyos es la condición para la existencia de la comunidad.

V5: entre él y los suyos existe una unión íntima, comparten la misma vida.

V6: el que no sigue con él es el que rechaza el amor, y como consecuencia se seca, se queda solo, muere.

Estrictamente hablando esta breve exégesis podría explicar, para el lector habitual, el significado del texto de hoy.

Haciendo Lectio* con el texto, esta parte sería la lectura y estudio de la Palabra.

Ahondando en el proceso me pregunto qué palabra o frase “emerge” de todo el texto de hoy: y para mí está claro “sigue conmigo que yo seguiré contigo”.

Leía que una mujer china cuenta como perdió el contacto con la tierra cuando empezó a usar zapatos, a los 20 años. Ahora se dedica a acompañar terapias en el bosque para personas que, como ella, por demasiado asfalto y consumismo o falta de información, nunca conectaron con la tierra, o se olvidaron de actualizar esa experiencia periódicamente.  Muchos de estas personas hoy se sienten vacías, sin espíritu o con poca vitalidad, incluso con adicciones para llenar vacíos, que deja el no estar conectados.

“Sigue conmigo que yo seguiré contigo” nos dice Jesús en el texto post-pascual de hoy. Sigue conmigo es fácil de comprender, nos lo han predicado: “Déjalo todo y síguele…” pero nos han dicho menos qué significa que él sigue con nosotros, que él nos sigue para que no cortemos el contacto.

El Jueves Santo veíamos cómo nos lavaba los pies, y nos preguntábamos, Señor ¿qué haces ahí? Hoy nos responde: sigo contigo, donde tú estás, te hago lo que necesitas, para que puedas ir y conectar con los hermanos, con la hermana y madre tierra, tan maltratados hoy.

También el espíritu creado nos dice Sigue con-migo, no me maltrates, somos a-migos, porque yo sigo contigo, mientras quieras.

Mantener la conexión y que fluya de ambas partes es el fundamento de todo. Sin ello nos des-conectamos, des-amigamos, y destruimos; explotamos, a personas y naturaleza.

La potente imagen de la vid y el sarmiento. La unión intrínseca, no-dual, profunda que produce el gozo del buen vino; el vino fruto de esa intimidad de la vid con el sarmiento, abrazados y enraizados en el mismo suelo-tierra.

Al beber un vino recuerda, es fruto de intimidad y de conexión. No sé si nos podía Jesús ofrecer una imagen más mediterránea.

¡Cuánta amistad, comunión de vida, alrededor de una mesa y de una copa de vino…!

No lo agüemos con nuestra miopía. Lavemos pies, y compartamos el vino de la conexión y el gozo del Espíritu se percibirá en nosotros.

Y esa intimidad nos lleva a descubrir nuestro origen, no sólo en la fe, sino también, como nos indica la espiritualidad de la Tierra, nuestro origen como materia y energía. Entendemos que ahí también revoloteaba la Ruah, el Espíritu, la fuerza del amor que ha hecho y sigue haciendo evolucionar todo, absolutamente todo en un dinamos/dinamismo imparable.

Hace unos días celebrábamos el Día Internacional de la Tierra, e invitábamos a los lectores y amigos de nuestra web/blog a contemplar el ciclo del amanecer hasta el atardecer y luego la despedida de la luz por unas horas y otra vez la maravilla del amanecer, imparable, radiante, iluminando todo.

Y para recordar el ciclo, a lo largo del día, encender una vela. Dicen los maestros de la espiritualidad de la Tierra que es importante que ritualicemos los ciclos, y que en ello incluyamos a nuestros pequeños educándoles desde este otro paradigma.

Estos niños tan íntimamente unidos a nosotros, padres/madres, educadores, médicos… ¿qué intimidad pueden ver de nosotros con la Tierra? Muchos vamos al monte y a la playa, pero aprovechar estos espacios para indicarles en su lenguaje y según la edad, la inter- conexión de todo ello con nosotros.

Tal vez sería más fácil explicar que es Jesús quien nos lava los pies de nuestro pisotón ecológico y desde ahí, encariñarles con un Jesús amante acérrimo de la naturaleza y de los niños, y llevarles a conocer una vid y contarles nuestra historia de hoy.

¿Quién no se encariña de alguien que habla así de Dios, poniendo estos ejemplos e imágenes? Con la tecnología de hoy podemos apoyar catequesis y formación de niños y adultos de otra manera más actualizada y que nos haga vibrar.

Nos dice Thomas Berry en “The Sacred Universe”: “Es un reto narrar la historia del nacimiento del humano de nuestra Madre Tierra. Una vez que la historia se ha contado, resulta obvio lo significativo que el título Madre Tierra es. Nuestro largo período sin madre del planeta Tierra ha terminado. Y si no termina es debido a las espiritualidades anteriores que han dominado nuestras mentes y acciones.

Un fuerte cambio se ha realizado en esta relación madre-hijo. Hasta hace poco, el hijo era cuidado por la madre. Ahora, sin lugar a dudas, la madre tiene que ser profundamente cuidada por el hijo. Este ha madurado, se ha convertido en adulto. La relación Tierra-humano necesita realizar un proceso de conversión, que primero será de reconciliación para ir entrando en una relación de intimidad e interdependencia. Estamos en este período…”

“Sígueme que yo seguiré contigo”.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

*(Si quieres información sobre el proceso de lectura orante de la Palabra, contacta).

Fuente Fe Adulta

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La realidad no-dual.

Domingo, 2 de mayo de 2021
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Hojas.1Domingo V de Pascua

2 mayo 2021

Jn 15, 1-8

La no-dualidad no es algo novedoso. Se halla presente, de un modo u otro, en todas las grandes tradiciones sapienciales y espirituales. El término procede del sánscrito advaita (“a-dvaita” = no-dos) y su núcleo se halla presente en la sabiduría del vedanta, en el taoísmo, en el sufismo, en el budismo zen, en alguna corriente de la filosofía griega, en el misticismo cristiano…, incluso en la sabiduría de los pueblos originarios de América.

 En la tradición cristiana, hallamos expresiones claramente no-duales en el evangelio de Juan -como en el texto que se lee al inicio de este comentario- y en otros textos apócrifos (“ocultos”) como el evangelio de Tomás. A lo largo de su historia, siempre ha habido una corriente mística que se ha movido en dicha comprensión.

 Y, sin embargo, parece que en nuestro tiempo la comprensión no-dual se extiende en sectores cada vez más amplios de la población. Hasta el punto de que, según algunos estudiosos, podríamos hallarnos en el umbral de un salto de consciencia colectivo.

 Tal salto de consciencia implica un cambio de “clave de lectura”, que supone una modificación radical en nuestro modo de ver. Ese es el motivo por el que podría decirse que la no-dualidad constituye la mayor revolución de la postmodernidad.

 ¿En qué consiste este “salto de consciencia”? Por decirlo brevemente, en la comprensión -o intuición- de que formamos parte de un Todo indivisible. La Realidad es una, inmanente y trascendente a la vez.

 Esta comprensión implica la superación de dos creencias profundamente arraigadas en Occidente y claramente nefastas en sus consecuencias: el dualismo y el materialismo.

 Nos hallaríamos, pues, en un momento histórico, caracterizado por el paso de un paradigma dualista y materialista a otro no-dual y postmaterialista.

 Si tuviera que resumir el núcleo de la llamada comprensión no-dual, lo haría con las conocidas palabras de Antonio Blay: “Solo hay una Realidad. Pero no la vivimos directamente, sino a través de la mente, y la mente la fracciona: cuando la ve dentro, la llama «yo»; cuando la ve fuera, la llama «mundo»; cuando la ve arriba, la llama «Dios»”.

¿Qué es, para mí, la Realidad?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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La vida, la savia nos viene del Señor. Permaneced no es atrincherarse. Para permanecer hay que cambiar.

Domingo, 2 de mayo de 2021
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. San Juan: un evangelio centrado en Cristo.

         Nos encontramos en el texto evangélico de hoy con un nuevo “Yo soy”: la vid. Y es que el evangelio de San Juan y toda su tradición (tres breves cartas), están completamente centradas en JesuCristo.

El constante “Yo soy” de San Juan es una forma de revelación que remite al nombre del Dios salvador dado a Moisés: “yo soy el que soy (Ex 3,14). Jesús se lo aplica a sí mismo.

De ahí que la fe, los escritos de San Juan vuelvan constantemente a Cristo: al que es: Yo soy el buen Pastor, la puerta yo soy, la luz, el pan, el agua, la resurrección y la vida.

Además de esa “vuelta” al Yo soy, una segunda característica de la tradición de san Juan es la constante invitación que hace a sus comunidades a permanecer: Permaneced en mi amor, (Jn 15,9). Permaneced en lo que os enseñé desde el comienzo, (1Jn 2,27).  La tradición de san Juan repite casi obsesivamente esta invitación a permanecer en el Señor. En el párrafo del evangelio que hemos escuchado hoy aparece 7 veces esta expresión: permaneced. Además hoy aparece dos veces esta idea de “permanecer” en la lectura de la 1 Juan (2ª lectura)

Permanezcamos en el que es: en Cristo.

  1. La viña, la vid, los sarmientos.

         En el AT, la viña fue plantada por Dios con amor e ilusión: Mi amigo tenía una viña en fértil collado (Isaías). La viña es símbolo del pueblo de la alianza que Dios hizo con la humanidad. Dios ama y cuida a su pueblo.

         Las alusiones bíblicas a la viña, a la vid, son muchas:

Salmo 80,9         Sacaste una vid de Egipto.

Isaías 5               Mi amigo tenía una viña…

Mt 21                   Es la célebre e intencionada parábola de los viñadores homicidas.

Jn 2,1-12            La parábola de las bodas de Caná: se han quedado sin vino (viña), sin amor.

Dios no crea al ser humano y lo “suelta por ahí” para ver cómo se comporta y luego ya veremos “qué hoja de servicios” presenta y le “mandamos” a la vida eterna o a la muerte eterna. No, Dios crea porque ama y, porque ama, nos salva. El primer acto salvífico es la creación, “sembrar la viña, la vid”.

         En el Nuevo Testamento la viña se centra en la vid, en la cepa, en Cristo, que es y del que nos viene la savia, la vida.

         La unión de los sarmientos a la vid es símbolo de la unión profunda de JesuCristo con quienes se adhieren a él en unidad íntima que fecunda nuestra vida.

         En San Juan (os decía el domingo pasado) no hay categorías, ideas comunitarias para hablar de la Iglesia, porque San Juan centra toda su visión en Cristo. Este es uno de los casos. Lo que importa es que los sarmientos vivamos unidos a la vid, a la cepa, de ahí nos viene la vida.

         La vid, como el pan de vida, son símbolos de la Eucaristía, no meramente de un rito litúrgico, sino de lo que la Eucaristía supone de redención y de abundancia y felicidad en los tiempos mesiánicos: os he hablado de esto para que vuestra alegría esté en vosotros.

  1. Permanecer (no atrincherarse)

Nueve veces aparece en la Palabra de hoy la idea de permanecer. Este permanecer es una expresión, una actitud muy de la tradición joánica.[1] De ahí que S Juan insita muchas veces en Permaneced en lo que os enseñé desde el comienzo (1Jn 2). Permaneced en mi amor, (Jn 15,9).

No se trata de una orden o de una moralina leguleya o de un dogmatismo fanático, sino de permanecer viviendo unidos al amor del Señor que nos ama, como el Padre le amó a él.

Permanecer no significa guardar fósiles dogmáticos o litúrgicos. Permanecer no es guardar en formol la doctrina y los dogmas, en el Santo Oficio. Es cierto que hay que guardar con estima lo que hemos recibido, lo que se nos “ha entregado”, que eso significa la traditio. Pero, siendo ello importante, lo más transcendente de una ciudad no son sus museos, ni Atapuerca.

Muchas veces para ser fiel a la fe, al pasado, hay que cambiar muchas cosas en el presente. ¿Quién entiende hoy lo que significa consubstancial al Padre? o el“Filioque”. ¿Quién entiende y vive esas realidades así expresadas?

Para permanecer hay que cambiar. Para ser y permanecer como personas, como ciudadanos, como creyentes hemos de ir cambiando muchas cosas en la vida.

Se trata de permanecer unidos al Señor, a su Evangelio: buena noticia. No es cuestión de mantener a ultranza las adherencias históricas, ni adherirse a la quincallería y bisutería litúrgicas que se van desempolvando últimamente. Permanecer no es vivir en la intransigencia y fanatismos dogmáticos que imperan hoy en día en muchas iglesias locales. Permanecer es: Permaneced en mi amor.

         Para nuestras generaciones, permanecer puede significar también vivir el tono vital y la gran primavera que supuso el Concilio Vaticano II con su aire fresco y libre en la recuperación de la Biblia, en el repensamiento que el Concilo hizo de la teología, de la moral, en una liturgia más ágil, simbólica y abierta, etc.

  1. La vid. La vida la recibimos de otros.

         Vivir unidos a Cristo.

La imagen de la viña, significa en el mundo bíblico al pueblo de Dios, que recibe la vida de Dios Padre.

         El tema de fondo es la vida, tener vida. Desde el comienzo se nos dice que en Él estaba la vida, (Jn 1,4). Quien cree en Él tiene vida (Jn 3,4). Cristo es el agua de vida, (Jn 4,14). Es el pan de vida, Jn 6,51-54). Cristo es el Buen Pastor que da vida, (Jn 10). Cristo es la resurrección y la vida (Jn 11,25). Cristo es el camino, la verdad y la vida, (Jn 14,6).

         La vida la recibimos de otros: padres, familia, pueblo, amigos, cultura, iglesia, JesuCristo.

El que permanece en mí tiene vida  y dará fruto abundante.

[1] Esto se explica porque en aquellas primeras comunidades de la tradición de Juan, habían comenzado ya a darse las primeras desviaciones espirtualoides (docetismo – gnosticismo) y hubieron de expulsar a muchos porque no eran de los nuestros, (1Jn 2,19)

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“Vida, muerte y resurrección de la moral sexual”, por José Arregi

Jueves, 22 de abril de 2021
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b27724f9bb8818c1d678a4f4578290c328f16d2661efbe9aa2ba662f9f8330eaDe su blog Umbrales de luz:

En el año 30 de la era común, más conocida todavía en el mundo occidental como “después de Cristo”, cuando la primera luna llena de primavera iluminaba la noche de Palestina, un joven profeta libre llamado Jesús de Nazaret fue apresado, juzgado en juicio sumarísimo y condenado a la cruz por el procurador romano a instancias y con la connivencia del Sanedrín religioso.

Su delito: haber proclamado de palabra y de obra que “el sábado es para la vida y no la vida para el sábado”, a saber, que la ley más absoluta de cualquier Estado o sociedad y de cualquier Iglesia o religión está supeditada al bien de la vida, no el bien de la vida supeditado a ninguna ley, por divina o imperial que sea. Unos y otros decidieron que el profeta era una amenaza para el orden establecido, y todos juntos lo eliminaron en la víspera de la Pascua, a primera hora de la tarde. Y hoy lo volverían –quiero decir lo volvemos– a hacer.

Pero María de Magdala, que amaba a Jesús que también la amaba, purificada su mirada por las lágrimas del duelo, vio claramente que el crucificado vivía para no volver a morir y lo amó más todavía en cuerpo y alma. Y abrió los ojos de Pedro y de otros compañeros y compañeras, y volvieron a ser el movimiento itinerante, creativo, reformador de Jesús que habían sido sin otra doctrina ni autoridad que su memoria libremente releída a la luz de la vida. Sin otra ley que el bien de la vida siempre nueva.

Una generación después, la memoria empezó a derivar en doctrina, la presencia en culto ordenado, la igualdad fraterno-sororal en jerarquía clerical, la vida en código moral. En el siglo IV, el siglo de Constantino, el movimiento de Jesús se convirtió en religión establecida. Hasta hoy. Y hoy nos hallamos frente a una disyuntiva histórica: o bien recuperamos el aliento de Jesús, la llama pascual de la vida que resucita sin cesar en todo, o bien seguimos encerrados en un sistema religioso obsoleto desde hace 300 años por lo menos, y vamos dejando que el tiempo y las nuevas generaciones olviden (con razón) nuestros credos, cultos y códigos, e incluso tal vez (desgraciadamente) la memoria subversiva de Jesús, su aliento renovador de la vida.

¿Y qué tiene que ver todo este preámbulo con la “vida, muerte y resurrección de la moral sexual”, título que se me ha propuesto para esta reflexión pascual? Tiene que ver con que la “moral sexual” vigente ya no vive ni hace vivir, está muerta y hace morir, y mejor será que quede muerta en su tumba milenaria a no ser que resucite totalmente transformada por el espíritu pascual de la vida. Y tiene que ver con que la vida y la muerte pascual de Jesús debería ser, para las iglesias cristianas, el criterio básico para la transformación pascual de todas sus creencias, ritos y códigos, y de su entera enseñanza sobre la sexualidad. Me pregunto, pues: ¿cuáles serían las señales y condiciones para poder decir que la moral sexual –rancia denominación que mejor será sustituir por “ética sexual– ha “resucitado verdaderamente”? Indicaré unas cuantas fundamentales:

  • cuando las iglesias en su conjunto y sus gobernantes y “magisterio” en particular asuman los conocimientos adquiridos por la historia, la psicología, la antropología, la biología, la medicina y las ciencias en general sobre aquello que, en el campo de la conducta sexual, es bueno y sano para la vida personal e interpersonal, y nunca enseñen nada que sea contradictorio con los datos científicos;
  • cuando admiren y celebren que la evolución de la vida haya seleccionado, hace por lo menos 1.200 millones de años, la reproducción sexual –desde las algas hasta toda clase de animales– porque ella hace que la vida sea más diversa y creativa, y reconozcan que la sexualidad es un canto a la diversidad –desde la polinización entre plantas hasta complejos rituales, danzas y cortejos de apareamiento– y dejen definitivamente de creer que algún “Dios” haya dictado una única forma de práctica sexual como buena y lícita;
  • cuando puedan leer con admiración contemplativa el libro bíblico del Cantar de los Cantares, que se abre con estas palabras: “¡Que me bese con besos de su boca! Son mejores que el vino tus amores”, y en ese tono sigue hasta el fin, hablando sin pudor ni morbo de pechos y de sexo, de cuerpos que se encienden y se funden, de “licor de granadas”…, y sin nombrar nunca el término “Dios”, aunque no habla de otra cosa;
  • cuando reconozcan la enorme mutación que, por primera vez en los 300.000 años de historia del Homo Sapiens, ha tenido lugar en nuestra generación, a saber: que la reproducción se ha desligado de la relación sexual y que, por lo tanto, la relación sexual tiene sentido en sí independientemente de que esté o no esté orientada a la reproducción; cuando, en consecuencia, el Vaticano derogue de raíz la desdichada Encíclica Humanae Vitae de Pablo VI en 1968 que tanto sufrimiento inútil e injusto ha infligido a toda esta generación de católicas y católicos;
  • cuando se gocen profundamente de que la misteriosa y sabia energía de la vida, en su asombrosa evolución, haya dotado al sexo de un éxtasis de placer, y no solo no lo censuren sino que lo bendigan como bueno, sano y santo en sí, tan sano y santo como el placer de comer y beber, de tumbarse al sol de la primavera o de escuchar el canto tranquilo del mirlo en su rama, sin otro límite que el no hacerse daños a sí mismas o a otras personas, y lo contemplen como epifanía de la santa Creatividad de la vida que es Dios;
  • cuando la Iglesia católica, en consonancia con la mayoría de las religiones y de las demás iglesias cristianas, en conformidad con el silencio de toda la Biblia y de buena parte de la propia historia de la Iglesia católica, desculpabilice enteramente la masturbación y, de acuerdo con la biología y la psicología y la observación del comportamiento humano al respecto en todas las culturas humanas y en otras especies animales, acepte el carácter natural y totalmente inocuo de esa práctica sexual, y reconozca su error y le pese profundamente la inmensa, opresiva angustia de culpabilidad que ha provocado, sobre todo en los últimos siglos, por haberla considerado como pecado y además mortal, merecedor del infierno eterno…;
  • cuando se duelan del enorme dolor, vergüenza y hasta asco de sí que durante siglos y siglos han hecho sentir a las personas LGTBIQ+, obligándolas a verse como enfermas, culpables, pervertidas o invertidas, y pidan sinceramente perdón, y reconozcan al amor y a la relación sexual de las personas LGTBIQ+ la misma dignidad que al amor y a las relaciones sexuales de personas heterosexuales canónicamente casadas, y bendigan aquellas tanto como éstas y las confiesen por igual como sacramento del Amor, de la Vida, de Dios;
  • cuando, en resumen, las jerarquías y el llamado “magisterio” –que Jesús no quiso– se liberen de los prejuicios, represiones y obsesiones relacionadas con la sexualidad –que no vienen de la Biblia ni de Jesús, sino de filosofías como el maniqueísmo y el platonismo, sobre todo a través de San Agustín y de San Jerónimo–, prejuicios y represiones de las que ellos mismos han sido las primeras víctimas y que han impuesto a todos los demás en nombre de “Dios”, y abran por fin los ojos para mirar el cuerpo humano y el sexo, con toda su maravillosa diversidad, como símbolo de la belleza y de la fragilidad de la vida y como llamada a cuidar y a bendecir dicha diversidad, a nunca condenarla ni herirla, y corrijan de arriba abajo el Catecismo y el Código de Derecho Canónigo….

… entonces será la Pascua de la moral sexual en la Pascua de Jesús, que es mi forma de decir y de celebrar la Pascua permanente y universal de la vida.

Creo que todavía tendremos que seguir esperando muchas primeras lunas llenas de primavera antes de que tenga lugar la resurrección de la moral sexual en la Iglesia católica, pero seguiremos celebrando cada año y cada día la Pascua de Jesús. Y seguiremos esperando, es decir, dejándonos alentar por el espíritu del crucificado viviente y anticipando en nuestra vida un poco de su Pascua, haciendo que el amor tome cuerpo, se haga carne.

Aizarna, 28 de marzo de 2021

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Magda Bennásar: Hacia la resurrección.

Miércoles, 21 de abril de 2021
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madre e hijo blanco y negroAmor de ternura que sabe tendrá que afrontar el parto; si hay vida, hay gestación y esa vida tiene que nacer.

Tememos al parto como tememos a la muerte. Tememos a lo desconocido, a lo que pueda ser doloroso, sin escuchar, tal vez, nuestra inteligencia emocional extendida por todo nuestro ser que nos indica que no hay vida sin cruzar el estrecho canal/camino del sufrimiento, del arriesgar la vida para dar vida.

Cuando la madre va a dar a luz, el canal es oscuro, el futuro incierto, y el dolor asegurado. Jesús y nosotros cuando enfrentamos situaciones a las que hemos llegado por fidelidad,  por seguir el rastro de la Vida, también estamos desconcertados. Posiblemente solos, con pocas personas a las que de verdad podemos considerar amigas, y con pocas evidencias. Solo una presencia, una certeza numinosa.

Eso sí, con una profunda intuición, de que a pesar de la muerte aparente, de la soledad aparente -como los árboles del bosque- por dentro estamos interconectados por unas raíces más fuertes que todas las evidencias anteriores, y que nos hacen sentir seguros, en ese abrazo “desde dentro”.

Deseamos profundizar este año en una experiencia de Resurrección desde la espiritualidad “de la Tierra”. Es urgente tomar una nueva conciencia, más integradora:

“Necesitamos una espiritualidad que emerja de una realidad más profunda que nosotros mismos. Una espiritualidad que es tan profunda como el proceso de la Tierra. Una espiritualidad que nace más allá incluso del sistema solar ya que es en las estrellas donde toman forma los elementos primordiales para los aspectos físicos y síquicos. De esos elementos se formó el sistema solar y la Tierra, y de la Tierra, surgimos nosotros, los humanos. Porque finalmente la espiritualidad es un modo de ser en el que no solo lo humano y lo divino se interrelacionan, sino que es un medio a través del que nos descubrimos parte del Universo y el Universo se descubre a sí mismo en nosotros.”(Berry)

Fue T. de Chardin quien descubrió al humano emergiendo de ambas dimensiones de la Tierra: la física y la espiritual. Si admitimos que procedemos de la Tierra, admitimos que la Tierra es Madre, Madre Tierra. Y si esto es así, y lo comprendemos, dejaremos de maltratar a Madre Tierra. Y posiblemente iniciemos con ella una relación madre-hij@.

Obviamente necesitamos darle una forma, una encarnación a ese modo de espiritualidad de la Tierra, y dicen diferentes especialistas en el tema, que María-Madre podría ser la figura que encarna esa dimensión.

Cuando en la cruz Jesús le dice a Juan, “Hijo, aquí tienes a tu madre…” (Juan 19,27…) refiriéndose a María de Nazaret, se podría ampliar hoy con esa nueva dimensión: Jesús confía a Juan, el discípulo amado, (tú y yo) el cuidado de la Tierra a través de la persona de María, mujer, madre y tierra. Y a María-Madre (la Tierra) el cuidado de Juan (tú y yo).

¿Os imagináis como Occidente habría cuidado del planeta si le hubiera puesto el rostro de la Virgen? ¿Os imagináis como todo podría dar un vuelco en nuestro subconsciente si empezáramos a comprendernos en unión íntima con todo lo creado? Lo creado, el gran libro, no escrito, hecho vida, palpable, dinámico, en continua evolución, del que formamos parte.

Y hoy iniciamos la gran celebración cristiana en que Jesús sale de la tumba es decir, sale de la tierra-madre que lo acogió, ya que fue depositado en los  brazos de Madre Tierra, símbolo de maternidad.

Lo que fue tiempo de tumba fue como el tiempo que todas las raíces necesitan  bajo tierra. Tiempo de vida escondida que emergerá con otra forma, con otra fuerza, con otra perspectiva más global, inclusiva e integradora.

Resucitar es emerger de la noche, de la tierra oscura pero fecunda y tierna. Es brotar a la vida, a la luz. Es tomar conciencia de que somos uno y parte con el todo.

Hoy me decía una amiga profesora,  madre de dos hijos con problemas, su marido en paro…viviendo en el extranjero sin poder visitar a sus padres en España demasiado tiempo ya…me decía “estoy agotada, mi cerebro está quemado, no puedo pensar, voy en modo automático, pero no doy para más. Me he auto-recetado dosis intensas de naturaleza. “Chica lista”, evidentemente. Échate en los brazos de tu madre y revivirás.

Varias personas últimamente me cuentan que van al siquiatra o a la sicóloga por stress pandémico: perspectiva negativista que nos inyecta mentalmente que depende todo de un poco de líquido que llamamos vacuna y que de repente falla, o deja de suministrarse y nos volvemos todos locos, incluidos obispos y políticos… ¡increíble el poco peso humano que muestran demasiados líderes, ante situaciones límite!

¿De verdad? ¿Todo depende de tan poco?

Si estamos en comunión íntima con todo, si nos sentimos parte de esa red invisible donde todo está intercomunicado y cuidado por el resto, y respetado por una cadena irrompible de amor, comunión, solidaridad, esperanza, fidelidad…todo toma fuerza, el sistema inmune humano y también el de la Tierra se potencia y energiza.

A mí esta relación profunda con todo, me huele a Resurrección, al perfume del jardín del Amado. Ya no es tumba, es útero que canaliza la Vida.  Es la Vida de Dios, que en la persona del Resucitado nos devuelve a nuestro origen.

De ahí que a María la llame por su nombre (Juan 20,16) como sacándola de su tumba para devolverle la dignidad de hija y esposa de la nueva alianza  y hermana de todos.

Es la otra María, la discípula (tú y yo) que Jesús elige como sucesora para anunciar su Vida, la tierra joven y fecunda, hecha mujer en la persona de María Magdalena, que sigue comunicando que Él Vive. Recordad aquí ahora, la cantidad de mujeres que a lo largo de la historia han evangelizado y siguen haciéndolo en todas las iglesias cristianas, y solo en la católica se niega la pertenencia plena, a las llamadas al sacerdocio.

Algo no marcha bien en las religiones que se han ideologizado. Sin embargo, en la espiritualidad de la Tierra, no hay ideologías, todos y todas estamos  en la cadena de la vida. No hay discusión posible porque no se mueve a nivel de ideas, sino de vivencias reales, tangibles, en inter-comunión con todo.

La experiencia de la Vida se da en el jardín o huerto cerrado, donde los místicos experimentan la Vida, y nosotros también. La tarea se realiza en la ciudad en la Galilea, con mascarilla, separada por distancias impuestas que hacen que nos miremos como potenciales armas letales.

Hay que rescatar a los hermanos perdidos en el cemento-asfalto-leyes-religiosidades ideologizadas y enviarles a toda la Tierra a comunicar eso que sale a borbotones desde dentro cuando estás conectada a la vida. A comunicar la Vida que experimentan: desde el canto de un pájaro al más absoluto exterminio de personas y especies, por culpa de la ignorancia culpable del ego. A comunicar que el Amor está más vivo que nunca y que todo son ideologías si no vivimos lo real, en contacto con la Tierra Madre, que nos acoge a todos.

Si así lo vivimos, se terminará la injusticia. No necesitaremos de políticos que, al final, cuán pocos se libran de personalismos; no necesitaremos de religiones organizadas por unos varones que se hacen imprescindibles para la experiencia cristiana; parece que sin ellos ¿¿¿no hay Eucaristía???… ¿Qué diría el Resucitado?

Resucitar es despertar a una realidad llena de posibilidades. Observa el silencio de la naturaleza, no discute, sigue su tarea, promueve la evolución y si la respetamos seguirá siendo maravillosamente madre y hermana. La mejor compañera de comunidad, porque su ego no domina. Cada especie evoluciona sin compararse o boicotearse…no así los humanos.

Necesitamos por un lado dejar de darnos tanta importancia, porque al final todo lo que somos es gracia si lo interpretamos desde las claves de la Vida. Y por otro, necesitamos acoger con seriedad pascual la importancia y responsabilidad  que se nos da.

Somos un eslabón imprescindible en la cadena de la vida Pascual.

Imaginad lo fácil que de pronto todo se pone: si seguimos esta espiritualidad con clave cristiana, como nos enseñan muchos autores, ampliando el concepto Tierra a Madre en la persona de María de Nazaret que indiscutiblemente es el prototipo del Amor, del consuelo, del cuidado, de la ternura, de la bondad, del apoyo incondicional donde todo ser humano encuentra cobijo, si lo ampliamos a María Tierra, de pronto hay una conexión diferente; tomamos conciencia de una relación de interdependencia, de parecido madre-hij@.

¿Qué ocurre? Que efectivamente todos somos hermanos, todos provenimos de la misma Tierra Madre; esa Tierra Madre nos alimenta, cuida…nosotros a su vez la tratamos como a nuestra madre, la respetamos, no abusamos de ella, la mimamos, no la explotamos, la compartimos, la disfrutamos, velamos por ella y con ella…

La Resurrección que debemos comprender no es tanto la de Jesús como la nuestra. La de Jesús ocurrió y ocurre en un presente que nunca se termina gracias al Espíritu que lo permea todo. Lo que tal vez no intuimos es que nuestra resurrección se da aquí y ahora, como la de Jesús.

Un sinónimo del verbo griego resucitar es despertar: “despertó de la muerte” es una expresión común; o “levantarse” de la tumba.

Y, aquí viene el reto. ¿Despertar? ¿Levantarme? ¿De qué tumba?

Tiempo hoy para una oración escuchando lo que se está removiendo en tu tierra-útero del alma. En los brazos de María Madre Tierra.

Te invito a hacer silencio profundo. Esperamos el alba, vemos ya indicios de un amanecer sin noche.

Madre Tierra nos espera. Y el mundo entero necesita oír, ver, tocar al Resucitado vivo en ti, en tu tierra, en tu realidad.

Apasionante el final de la pasión. Sigamos la evolución, dialoguemos con el Amor, no frenemos con nuestros miedos y necesidad de evidencias, la grandeza de Dios.

Resucitar es querer Vivir. Conecta con el silencio de la naturaleza, si puedes, y déjate llevar por Madre Tierra.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente Fe Adulta

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El universo y nosotros

Lunes, 19 de abril de 2021
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Del blog Pays de Zabulon:

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Nuestros cuerpos son parte del cosmos. . .

. . . Estamos hechos de su materia – su agua, su carbono, sus electrones, protones y neutrones. Tenemos masa y experimentamos inercia. La electricidad dentro de nuestras fibras nerviosas, por ejemplo, es parte de la electricidad del cosmos. Los átomos de nuestro cuerpo, como los de las sustancias que estudian los químicos, se mantienen unidos por enlaces. El núcleo de cada uno de nuestros átomos, y también de los que se encuentran en materiales distintos de nosotros, se mantiene unido por misteriosas fuerzas nucleares. El aliento de nuestra vida depende de la atmósfera que nos proporcione átomos de oxígeno. Sin embargo, no somos dueños de nuestros átomos. Los tomamos prestados para usarlos a lo largo de nuestras vidas y los entregamos al morir.

Our Bodies Are Part of the Cosmos . . .

. . . We are made of its matter – its water, its carbon, its electrons, protons, and neutrons. We have mass and we experience inertia. The electricity within our nerve fibers, for example, is part of the electricity of the cosmos. The atoms in our bodies, like those in the substances that chemists study, are held together by bondings. The core of each of our atoms, and also of those in materials apart from ourselves, is held together by mysterious nuclear forces. The breath of our life depends on the atmosphere that provide us with oxygen atoms. Yet we do not own our atoms. We borrow them to use throughout our lives and surrender them at death.

– Henry A. Garon, The Cosmic Mystique, Orbis Books, 2006, p. 29
citado por The Wild Reed

Pero entonces, ¿nuestra alma, nuestras energías, nuestro ser también?

La Biblia nos dice que Dios sondea los riñones y los corazones. Sin embargo, no son los órganos corporales los que se designan (aunque Dios puede  preocuparse por nuestra salud física) sino más bien lo que los habita: las energías vitales y las intenciones, en el sentido de dirección de la vida. Los riñones son concebidos como la sede de la energía vital, y especialmente de la potencia sexual, pero no sólo. El corazón es concebido como el centro del ser, donde residen a la vez, tanto las emociones como la voluntad. El Antiguo Testamento no distingue entre corazón y cabeza como lo hacemos hoy. Para él, todo es uno, es lo mismo.

Cuando Jesús es resucitado, ¿qué es resucitado?
¿Qué es lo que está vivo?

Y yo, cuando resucite,
¿Qué es lo que resucitará

¿Tomo prestado del universo y lo devuelvo?
¿Es que cruzo el universo
y recupero mi integridad
después de estar un tiempo encerrado
en la materia?

Donde esta la vida

¿Qué es la vida?

No lo sabemos.
No completamente.

Y el acontecimiento de Pascua
viene a alimentar positivamente
todas estas preguntas.

Los amigos de Jesús dicen que lo han visto resucitado,
aunque les cuesta reconocerlo.

Hay, sin embargo, este impulso,
esta fuerza  de vida.
Que los despierta, que los confirma, que los arrastra.

Experiencia pascual.
Paso de Pascua.

*

***

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“Compañero de camino”. 3 Pascua – B (Lucas 24, 35-48)

Domingo, 18 de abril de 2021
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24_3_Pasc_B_1450052Hay muchas maneras de obstaculizar la verdadera fe. Está la actitud del «fanático», que se agarra a un conjunto de creencias sin dejarse interrogar nunca por Dios y sin escuchar jamás a nadie que pueda cuestionar su posición. La suya es una fe cerrada donde falta acogida y escucha del Misterio, y donde sobra arrogancia. Esta fe no libera de la rigidez mental ni ayuda a crecer, pues no se alimenta del verdadero Dios.

Está también la posición del «escéptico», que no busca ni se interroga, pues ya no espera nada de Dios, ni de la vida, ni de sí mismo. La suya es una fe triste y apagada. Falta en ella el dinamismo de la confianza. Nada merece la pena. Todo se reduce a seguir viviendo sin más.

Está además la postura del «indiferente», que ya no se interesa ni por el sentido de la vida ni por el misterio de la muerte. Su vida es pragmatismo. Solo le interesa lo que puede proporcionarle seguridad, dinero o bienestar. Dios le dice cada vez menos. En realidad, ¿para qué puede servir creer en él?

Está también el que se siente «propietario de la fe», como si esta consistiera en un «capital» recibido en el bautismo y que está ahí, no se sabe muy bien dónde, sin que uno tenga que preocuparse de más. Esta fe no es fuente de vida, sino «herencia» o «costumbre» recibida de otros. Uno podría desprenderse de ella sin apenas echarla en falta.

Está además la «fe infantil» de quienes no creen en Dios, sino en aquellos que hablan de él. Nunca han tenido la experiencia de dialogar sinceramente con Dios, de buscar su rostro o de abandonarse a su misterio. Les basta con creer en la jerarquía o confiar en «los que saben de esas cosas». Su fe no es experiencia personal. Hablan de Dios «de oídas».

En todas estas actitudes falta lo más esencial de la fe cristiana: el encuentro personal con Cristo. La experiencia de caminar por la vida acompañados por alguien vivo con quien podemos contar y a quien nos podemos confiar. Solo él nos puede hacer vivir, amar y esperar a pesar de nuestros errores, fracasos y pecados.

Según el relato evangélico, los discípulos de Emaús contaban «lo que les había acontecido en el camino». Caminaban tristes y desesperanzados, pero algo nuevo se despertó en ellos al encontrarse con un Cristo cercano y lleno de vida. La verdadera fe siempre nace del encuentro personal con Jesús como «compañero de camino».

José Antonio Pagola

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“Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día”. Domingo 18 de abril de 2021. Domingo tercero de Pascua

Domingo, 18 de abril de 2021
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29-PascuaB3 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 3,13-15.17-19: Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
Salmo responsorial: 4: Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor.
1Juan 2,1-5: Él es víctima de propiciación por nuestros pecados y también por los del mundo entero:
Lucas 24,35-48: Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día.

En la lectura de los Hechos encontramos de nuevo a Pedro, que se dirige a todo Israel y lo sigue siendo invitado a la conversión. Pedro tranquiliza a sus oyentes haciéndoles ver que todo ha sido fruto de la ignorancia, pero al mismo tiempo invita a acoger al Resucitado como al último y definitivo don otorgado por Dios. La muerte de Jesús se convierte para el creyente en sacrificio expiatorio. No hay asomo de resentimiento ni de venganza, sino invitación al arrepentimiento para recibir la plenitud del amor y de la misericordia del Padre, que se concreta en la confianza y en la seguridad de haber recuperado aquella filiación rota por la desobediencia.

El creyente, expuesto a las tentaciones, rupturas y caídas no tiene por qué sentirse condenado eternamente al fracaso o a la separación de Dios. San Juan nos da hoy en su Primera Carta el anuncio gozoso del perdón y de la reconciliación consigo mismo y con Dios. El cristiano está invitado por vocación a vivir la santidad; sin embargo, las infidelidades a esta vocación no son motivo de rechazo definitivo por parte de Dios, más bien son motivo de su amor y su misericordia, al tiempo que son un motivo esperanzador para el cristiano, para mantener una actitud de sincera conversión.

En el evangelio nos encontramos una vez más con una escena pospascual que ya nos es común: los Apóstoles reunidos comentado los sucesos de los últimos días. Recordemos que en esta reunión que nos menciona hoy san Lucas, están también los discípulos de Emaús que habían regresado a Jerusalén luego de haber reconocido a Jesús en el peregrino que los ilustraba y que luego compartió con ellos el pan.

En este ambiente de reunión se presenta Jesús y, a pesar de que estaban hablando de él, se asustan y hasta llegan a sentir miedo. Los eventos de la Pasión no han podido ser asimilados suficientemente por los seguidores de Jesús. Todavía no logran establecer la relación entre el Jesús con quien ellos convivieron y el Jesús glorioso, y no logran tampoco abrir su conciencia a la misión que les espera. Digamos entonces que “hablar de Jesús”, implica algo más que el simple recuerdo del personaje histórico. De muchos personajes ilustres se habla y se seguirá hablando, incluido el mismo Jesús; sin embargo, ya desde estos primeros días pospascuales, va quedando definido que Jesús no es un tema para una tertulia intranscendente.

Me parece que este dato que nos cuenta Lucas sobre la confusión y la turbación de los discípulos no es del todo fortuito. Los discípulos creen que se trata de un fantasma; su reacción externa es tal que el mismo Jesús se asombra y corrige: “¿por qué se turban… por qué suben esos pensamientos a sus corazones?”.

Aclarar la imagen de Jesús es una exigencia para el discípulo de todos los tiempos, para la misma Iglesia y para cada uno de nosotros hoy. Ciertamente en nuestro contexto actual hay tantas y tan diversas imágenes de Jesús, que no deja de estar siempre latente el riesgo de confundirlo con un fantasma. Los discípulos que nos describe hoy Lucas sólo tenían en su mente la imagen del Jesús con quien hasta un poco antes habían compartido, es verdad que tenían diversas expectativas sobre él y por eso él los tiene que seguir instruyendo; pero no tantas ni tan completamente confusas como las que la “sociedad de consumo religioso” de hoy nos está presentando cada vez con mayor intensidad. He ahí el desafío para el evangelizador de hoy: clarificar su propia imagen de Jesús a fuerza de dejarse penetrar cada vez más por su palabra; por otra parte está el compromiso de ayudar a los hermanos a aclarar esas imágenes de Jesús.

Es un hecho, entonces, que aún después de resucitado, Jesús tiene que continuar con sus discípulos su proceso pedagógico y formativo. Ahora el Maestro tiene que instruir a sus discípulos sobre el impacto o el efecto que sobre ellos también ejerce la Resurrección. El evento, pues, de la Resurrección no afecta sólo a Jesús. Poco a poco los discípulos tendrán que asumir que a ellos les toca ser testigos de esta obra del Padre, pero a partir de la transformación de su propia existencia.

Las expectativas mesiánicas de los Apóstoles reducidas sólo al ámbito nacional, militar y político, siempre con característica triunfalistas, tienen que desaparecer de la mentalidad del grupo. No será fácil para estos rudos hombres re-hacer sus esquemas mentales, “sospechar” de la validez aparentemente incuestionable de todo el legado de esperanzas e ilusiones de su pueblo. Con todo, no queda otro camino. El evento de la resurrección es antes que nada el evento de la renovación, comenzando por las convicciones personales. Este pasaje debe ser leído a la luz de la primera parte: la experiencia de los discípulos de Emaús.

Las instrucciones de Jesús basadas en la Escritura infunden confianza en el grupo; no se trata de un invento o de una interpretación caprichosa. Se trata de confirmar el cumplimiento de las promesas de Dios, pero al estilo de Dios, no al estilo de los humanos.

De alguna forma conviene insistir que el evento de la resurrección no afecta sólo al Resucitado, afecta también al discípulo en la medida en que éste se deja transformar para ponerse en el camino de la misión. Nuestras comunidades cristianas están convencidas de la resurrección, sin embargo, nuestras actitudes prácticas todavía no logran ser permeadas por ese acontecimiento. Nuestras mismas celebraciones tienen como eje y centro este misterio, pero tal vez nos falta que en ellas sea renovado y actualizado efectivamente.

Queremos llamar la atención sobre el necesario cuidado al tratar el tema de las apariciones del Resucitado, y su conversar con los discípulos y comer con ellos… No podemos responsablemente tratar ese tema hoy como si estuviéramos en el siglo pasado o antepasado… Hoy sabemos que todos estos detalles no pueden ser tomados a la letra, y no es correcto teológicamente, ni responsable pastoralmente, construir toda una elaboración teológica, espiritual o exhortativa sobre esos datos, como si nada pasara, igual que si pudiéramos dar por descontado que se tratase de daos empíricos rigurosamente históricos, sin aludir siquiera a la interpretación que de ellos hay que hacer… Puede resultar muy cómodo no entrar en ese aspecto, y el hacerlo probablemente no suscitará ninguna inquietud a los oyentes, pero ciertamente no es el mejor servicio que se puede hacer para el para el pueblo de Dios…

Permítasenos transcribir sólo un párrafo del libro «Repensar la resurrección» (Trotta, Madrid 2003, cuyo resumen puede leerse o recogerse en la Revista Electrónica Latinoamericana de Teología, http://servicioskoinonia.org/relat/321.htm):

«Si antes influía sobre todo la caída del fundamentalismo, ahora es el cambio cultural el que se deja sentir como prioritario. Cambio en la visión del mundo, que, desdivinizado, desmitificado y reconocido en el funcionamiento autónomo de sus leyes, obliga a una re-lectura de los datos. Piénsese de nuevo en el ejemplo de la Ascensión: tomada a la letra, hoy resulta simplemente absurda. En este sentido, resulta hoy de suma importancia tomar en serio el carácter trascendente de la resurrección, que es incompatible, al revés de lo que hasta hace poco se pensaba con toda naturalidad, con datos o escenas sólo propios de una experiencia de tipo empírico: tocar con el dedo al Resucitado, verle venir sobre las nubes del cielo o imaginarle comiendo, son pinturas de innegable corte mitológico, que nos resultan sencillamente impensables».

Invitamos a leer el texto completo (o, mejor aún, el libro entero). Leer más…

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Muerte y resurrección 2: Emaús. Los que se marchan y (no) vuelven

Domingo, 18 de abril de 2021
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 emmausDel blog de Xabier Pikaza:

Presenté hace dos días el tema desde la visión de las mujeres en la tumba, según Lucas 24. Hoy sigo leyendo el texto desde la perspectiva de aquellos que se marchan (escapan) a Emaús, como lo vio Lucas (el evangelio) y como podemos hoy verlo, pasados dos milenios de Iglesia.

Lucas escribió la historia bellísima (con happy end) de dos que marchan, encuentran en el camino, descubren en la casa de Emaús y vuelven a Jerusalén, que es la Madre Iglesia.

Hoy, tras dos mil años, son milenios los que marchan de Jerusalén (Iglesia) por fidelidad a su camino, por cansancio o desengaño, y vuelven a su Emaus, sin idea de volver a la antigua iglesia, pues Jerusalén a su juicio ya no existe o se ha pervertido.

Esta es la historia eclesial más importante. De la forma en que la sintamos, escribamos y recorramos (con billete de ida o de ida y vuelta) depende el cristianismo, al menos en occidente. Buen día de camino a todos.

16.04.2021 | X. Pikaza

A modo de prefacio

Son un hombre y quizá una mujer que abandonan la iglesia; millones y millones que la dejan. La historia de Jesús se ha vuelto para ellos “increíble”, quizá algo bello, pero sin sentido en esta era de cansancios y carreras de dinero, de opresiones y luchar por la supervivencia. La historia de Jesús parece un cuento de “mujeres”, mujeres de las de antes, no de las de ahora. Por eso, estos dos vuelven a Emaús, a unos 30 km (160 estadios) de Jerusalén:

Hay varias localización de Emaús, pero la más verosímil parece la del mapa, a 46 km. por carretera (30 por la vía antigua).

* En el entorno de Emaús se había fraguado la guerra de los macabeos (ver en el mapa. Modín). Emaus era y sigue siendo hasta hoy una ciudad de recuerdo militar. Quizá estos dos dejaban al Jesús “fracasado” para iniciar otra guerra.

* En el entorno de Emaús había riqueza, mucha vida, en el camino del mar, de Jerusalén a a Joppe o Asdod, el gran puerto del sur de Israel. Había que buscar otras alternativas, la de Jesús había fracasado.

* Hoy (año 2021),millones de hombres y mujeres, mayores y menores, se sienten llamados a volver a Emaus. No quieren huir, sino recuperar lo que nunca debían quizá haber dejado por sueños como el de Jesús, manipulados además por gente menos seria.

Hay que comenzar comprendiendo las razones de Emaús, y así lo haré, leyendo desde ese fondo la historia actual cristiana (Lc 24, 13-35), porque no es agua pasada, sino nuestra propia historia. Si queremos que la iglesia siga existiendo en occidente tendremos que acompañar comoJ esús a los que dejan Jerusalén y vuelven (van) a Emaus, porque les parece mejor, porque así lo prefieren. Nuestro tiempo es tiempo de camino de Jerusalén a Modín/Latrún, con Asdod o Tel-Aviv. Muchos se han cansado de Jerusalén, allí no hay “nada”… Por eso van, vamos, a Emaús.

Esta lectura (explicación) viene después de la anterior, la de las mujeres de la tumba. La siguiente, la del próximo domingo (Dom 3 Pascua, 18.4.21)) comentaré la lectura litúrgica del día: Retorno de Emaús, la re-experiencia pascual de la Iglesia.

Emaús: Iglesia en huida, en salida, en retorno (con CELAM, Santo Domingo 1992)

CATEQUESIS DE EMAÚS.

1. EL FRACASO DE LA HISTORIA MESIÁNICA (Lc 24, 13-21).

El texto empieza con dos personajes que se van por honradez, pues el proyecto de Jesús ha fracasado. Son dos, como si fueran la mitad de toda la Iglesia. Escapan de la comunidad incrédula (que no ha escuchado el testimonio de las mujeres), pero Jesús les sale al paso en el camino y después haberle encontrado y descubierto en la fracción del pan vuelven a Jerusalén para a la una comunidad reunida, en confesión creyente, diciendo: ¡ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón! (24, 34).

Ellos no van con las mujeres al sepulcro, para ungir al cuerpo muerte, ni quedan en Jerusalén, como los otros, sino que escapan. Es como si tuvieran más dolor; como si la aventura de Jesús hubiera aparecido ante sus ojos como un bello y duro engaño. Cuanto antes pudieran olvidarla sería mejor: parecen suponer que vida no se puede edificar sobre recuerdos vacíos, sobre palabras vanas, como las de las mujeres del sepulcro (cf 24, 11-22).

Escapan por los caminos del desengaño, y para que Cristo les haga retornar a su mensaje y vida necesitan más razones que la catequesis pascual de las mujeres: a ellas les bastaba el recuerdo de aquello que Jesús había dicho, al borde de su tumba vacía: les hará falta toda la palabra de Escritura y la fracción del pan; tendrán que ver a Jesús para creer, aunque aún no necesitan fijarse de un modo detallado en sus manos y pies (como lo hará la iglesia reunida de la pascua, en 24, 40). De esa manera, su misma gran incredulidad se hará motivo de una más honda y larga catequesis pascual. Son muchos los motivos que podemos destacar en esa catequesis, convertida en principio de la más intensa teología de la pascua.

–Hermenéutica, nueva comprensión de la Escritura. Sólo una nueva experiencia de la Biblia, una forma nueva de entender y de vivir la historia logrará que estos “fugitivos” puedan volver con Jesús y su iglesia. Los judíos tanaítas (rabínicos) interpretarán la misma Biblia de Israel a partir de su nueva experiencia de la Ley y de la unidad del pueblo, desde el fondo de las tradiciones nacionales. De esa forma, todo su nuevo texto legal (la Misná), el conjunto de su vida, será una hermenéutica bíblica. Los cristianos, en cambio, han interpretado la Ley y los Profetas a partir de la pascua del Cristo.

– Revelación de Dios. Sólo si ven y sienten a Jesús de un modo distinto, estos fugitivos de Emaús podrán volver con él. El Jesús del que les han hablando en la iglesia no era para ellos verdadero, necesitan un encuentro distinto con él.

Estaban engañados con historias menos ciertas de Jesús; sólo un encuentro directo con él podrá hacer que vuelvan a la Iglesia[13].

Pero vengamos al texto, precisemos sus matices. Ningún comentario puede suplir su lectura. Pongámoslo delante, destaquemos sus momentos: el camino de los fugitivos, la presencia del desconocido, los argumentos sobre el Cristo, el diálogo y la acogida en casa, la fracción del pan a la caída de la tarde… El texto ofrece un buen ejemplo de teología narrativa: la verdad no se argumenta ni demuestra a base de razones; la verdad viene a expresarse en forma de relato; sólo convence quien sepa contar una historia de forma que su verdad (su mensaje) vuelva a hacerse presenta allí donde se cuenta.

Y he aquí que dos de ellos (del grupo de Once y los otros: cf. 24, 9), en aquel mismo día caminaban hacia una aldea llamada Emaús, que distaba como una sesenta estadios de Jerusalén.Y ellos dialogaban entre sí sobre todas estas cosas que habían acontecido.

Y sucedió que mientras dialogaban y hablaban el mismo Jesús se acercó y caminaba con ellos. Y sus ojos estaban cerrados, para no reconocerle. Y él les dijo:– ¿Qué son esas palabras que os decís entre vosotros, mientras camináis?

Y ellos se pararon, quedando tristes.Y uno, llamado Cleofás, respondiéndole le dijo: – ¿Eres tú el único habitante de Jerusalén que ignoras las cosas que han pasado en ella en estos días?

Y les preguntó: ¿Cuáles?Y ellos le dijeron:- Las referentes a Jesús de Nazaret, que fue varón profeta,poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo,cómo le entregaron nuestros sacerdotes y jefes, en juicio de muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera quien debía redimir a Israel, pero con todas estas cosas, han pasado ya tres días desde que esto ha sucedido. Ciertamente, algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues han ido muy temprano al monumento y, no encontrando su cuerpo, han venido diciendo que han visto una visión de ángeles, que les han dicho que está vivo. Pero algunos de los nuestros han ido al monumento y han encontrado que es cierto lo que decían las mujeres, pero a él no le han visto (24, 13-21).

Estos fugitivos de Jerusalén (huyen de la ciudad santa, que les parecía ciudad del Cristo, buscan un refugio en Emaús) son signo de todos los han hecho camino con Jesús, pero después se han decepcionado. No pueden entender la Cruz que dura hasta el tercer día, no saben situar la muerte del pretendiente mesiánico en el esquema salvador del reino.

Ellos, los fugitivos de Jerusalén constituyen un paradigma muy preciso de todos los decepcionados de la humanidad: estos son los vencidos de la historia israelita, que no han podido resistir la experiencia de fracaso de Jesús; son los antiguos y nuevos perdedores de la tierra. No es relato de vencedores, sino de perdedores mesiánicos, hombres (¿un hombre y una mujer?) que van de retirada, envueltos en tristeza. Desde aquí se entienden las dos palabras principales de su discurso:

– ¡Pensábamos que tenía que redimir a Israel! Se han situado ante Jesús, han visto su vida, han oído sus palabras, han recibido el impacto de sus signos. Por eso, le definen como varón profeta, poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Han sido muchos los hombres que, en aquel duro tiempo de dolores y esperanzas, actuaron como profetas de Dios, ofreciendo al pueblo un mensaje de salvación[14]. Conforme a la terminología del tiempo, redimir a Israel significa liberar al pueblo del yugo de los enemigos, estableciendo en Jerusalén un reino mesiánico de paz y de concordia universal. Las perspectivas de ese reino podían varias, según los textos proféticos (Isaías, Ezequiel) y apocalípticos (Daniel, 1 Henoc etc). Es evidente que Jesús ha suscitado una esperanza mesiánica de tipo nacional, israelita, como lo han entendido no sólo aquellos que le han condenado a muerte (sacerdotes de Jerusalén, procurador romano), sino sus mismos discípulos. Esto significa que, humanamente hablando, su vida y mensaje había quedado, al menos, ambiguo[15].

– Cómo le entregaron nuestros sacerdotes y jefes, en juicio de muerte, y le (los romanos) crucificaron. Todo judío del tiempo sabía que el mesianismo era objeto de disputas y recelos entre los diversos grupos del pueblo, especialmente entre las autoridades.

Algunos esenios, especialmente los de Qumrán, habían tenido que establecerse en el desierto par mantener su propio mesianismo, opuesto al de los sacerdotes de Jerusalén; también Juan Bautista, que anunciaba el juicio de Dios había sido asesinado por Herodes, rey semi-judío de Galilea y Perea. Otros pretendientes mesiánicos habían sido también asesinados, según cuenta el historiador del tiempo (Flavio Josefo). Por eso, en algún sentido, la muerte de Jesús forma parte de las disputas mesiánicas judías de aquel tiempo; los sacerdotes y jefes de Jerusalén, defensores del orden sacral establecido, pensaron que era necesario entregarlo a los romanos, para bien del pueblo. Los romanos le crucificaron. Hasta aquí todo es duro pero, de alguna forma, cabe dentro de las expectativas judías del tiempo, al menos según nuestro pasaje. Estos fugitivos de Jerusalén contaban con la posibilidad de la muerte del Mesías, pero esperaban su vuelta inmediata.

– Pero con todas estas cosas, han pasado ya tres días desde que esto ha sucedido. Tres días son el tiempo de la culminación, signo de la plenitud escatológica. Estos discípulos no han marchado al ver la cruz alzada en el Calvario, tampoco en el momento del entierro, ni en el día siguiente…, ni siquiera al comienzo del tercero. Han resistido tres días en Jerusalén, aunque al final les ha entrado el desencanto. Parece que el gran milagro tenía que haber sucedido al comienzo de este tercer día, cuando las mujeres fueron al sepulcro, queriendo ungir el cuerpo.

Pero no ha pasado nada: simples visiones, fantasías de mujeres, en torno a un monumento vacío. Pero ¿qué es eso? Los hombres han ido y han chocado ante el vacío del monumento, hecho para recordar a Jesús y que ya no sirve absolutamente para nada, ni siquiera para recordarlo. Eso es lo que queda de Jesús: ¡Una tumba falsa! Evidentemente, estos dos hombres razonables, sin esperar que acabe el tercer día, día de la plenitud, escapan.

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Perdón, resurrección y misión. Domingo 3º de Pascua. Ciclo B

Domingo, 18 de abril de 2021
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20._jesus_appears_at_emmaus-lowresDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Las tres lecturas de hoy coinciden en el tema del perdón de los pecados a todo el mundo gracias a la muerte de Jesús. La primera termina: «Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados». La segunda comienza: «Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el justo». En el evangelio, Jesús afirma que «en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos».

Personas con poco conocimiento de la cultura antigua suelen decir que la conciencia del pecado es fruto de la mentalidad judeocristiana, que desea amargarle la vida a la gente. Pero la angustia por el pecado se encuentra documentada milenios antes, en Babilonia y Egipto. Lo típico del NT es anunciar el perdón de los pecados gracias a la muerte de Jesús.

 Aparición y catequesis (Lucas 24,35-48)

 El evangelio de hoy se divide en dos escenas claramente distintas. En la primera, Jesús se aparece y da pruebas de que es él. En la segunda, tiene una breve catequesis sobre su pasión, muerte y resurrección.

 Aparición y pruebas de la resurrección

 En la introducción a los relatos de las apariciones indiqué las diversas etapas por las que fue pasando este tema. Las recuerdo brevemente.

  1. En el relato más antiguo, Jesús no se aparece. La única prueba es que la tumba está vacía (Mc 16,1-8).
  2. En el relato posterior de Mateo, Jesús se aparece a las mujeres y estas pueden abrazarle los pies (Mt 28,9-10).
  3. Lucas parece moverse entre cristianos que tienen muchas dudas a propósito de la resurrección, y proyecta esa situación en los apóstoles: ellos son los primeros en dudar y negarse a creer, pero Jesús les ofrece pruebas físicas irrefutables: camina con los dos de Emaús, se sienta con ellos a la mesa, bendice y parte el pan. El episodio que leemos este domingo insiste en las pruebas físicas: Jesús les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de tocarlos, y llega a comer un trozo de pescado ante ellos.

 En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:

– Paz a vosotros.

Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo:

– ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:

– Tenéis ahí algo de comer?

Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.

 Catequesis

 El hecho de que Jesús comiese un trozo de pescado podría ser una prueba contundente para los discípulos, pero no para los lectores del evangelio, que debían hacer un nuevo acto de fe: creer lo que cuenta Lucas.

Por eso, Lucas añade un breve discurso de Jesús que está dirigido a todos nosotros: en él no pretende probar nada, sino explicar el sentido de su pasión, muerte y resurrección. Y el único camino es abrirnos el entendimiento para comprender las Escrituras. A través de ellas, de lo anunciado por Moisés, los profetas y los salmos, se ilumina el misterio de su muerte, que es para nosotros causa de perdón y salvación.

 Y les dijo:

– Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí.

Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo:

– Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.

La frase final: «vosotros sois testigos de esto» parece dirigida a nosotros, después de veinte siglos. Somos testigos de la expansión del evangelio entre personas que, como dice la primera carta de Pedro a propósito de Jesús: «lo amáis sin haberlo visto». Esta es la mejor prueba de su resurrección.

 «Dios lo resucitó. Arrepentíos y convertíos» (Hechos 3,13-15.17-19)

 Días después de Pentecostés, Pedro y Juan suben al templo, ven a un paralítico de nacimiento, Pedro lo agarra de la mano y lo levanta. La multitud, asombrada, se reúne junto a los apóstoles en el pórtico de Salomón, y Pedro tiene un largo discurso del que se han entresacado estas palabras, especialmente relacionadas con la muerte y resurrección de Jesús. Es interesante que no acusa de asesinato ni siquiera a las autoridades (postura muy distinta a la de Pablo en 1 Tes 2,15, donde acusa a los judíos de haber dado muerte al Señor Jesús). Por otra parte, Pedro no se limita a exponer unas verdades, invita a sacar las consecuencias, arrepintiéndose y convirtiéndose para conseguir el perdón de los pecados.

En aquellos días, Pedro dijo al pueblo: El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quién renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello. Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.

«Si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre» (1 Juan 2,1-5a)

Uno de los principales problemas de la comunidad de Juan es la idea propagada por algunos de que quien conoce a Dios no ha pecado ni peca. Es un tema que el autor aborda desde el primer momento con bastante pasión. «Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos» (1,8) y hacemos pasar a Dios por mentiroso (1,10). Pero reconocer el propio pecado no debe llevar a la angustia, porque tenemos a Jesús, que intercede por nosotros. Como respuesta, debemos observar sus mandamientos, que, más tarde, se recordará que consisten en amar a los hermanos, con especial referencia a los que pasan necesidad.

Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quién dice: «yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud.

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Que les costara tanto creer, es una garantía para nosotros.

Domingo, 18 de abril de 2021
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resucitado4Lc 24, 35-48

Vamos a hacer un rápido repaso por todos los relatos de apariciones para que quede claro que no son crónicas de lo que sucedió tal día a tal hora en cierto lugar. Si fueran relatos de algo que ha sucedido, los primeros que escriben lo tendrían más reciente y podían hacerlo con mucha más precisión que aquellos que lo hacen habiendo pasado mucho más tiempo. Pero resulta que en los relatos pascuales que nos han llegado pasa justo lo contrario.

Marcos, que es el primero que escribió, no sabe nada de apariciones. Incluso en el final canónico, que es un añadido del s. II, únicamente se mencionan algunas apariciones constatadas ya en otros evangelistas. Mateo tampoco aporta un relato completo. Jesús se aparece a las mujeres que van al sepulcro y les manda anunciar a los discípulos que vayan a galilea, que allí le verán. En un monte en Galilea se aparece Jesús y les manda a predicar y a bautizar. Lc y Jn que son los últimos que escriben tienen relatos con todo lujo de detalles, lo que nos indica que los relatos se han ido elaborando por la comunidad a través de los años.

En los textos más antiguos se habla siempre de (ôphthè) “dejarse ver”. Es un término técnico, que normalmente se traduce por aparecerse, pero no es una traducción adecuada. Para que veáis la dificultad de traducir esa palabreja, basta recordar que Pablo la utiliza en 1 Cor, 15 para decir que Cristo se apareció a Cefas, a Santiago y a Pablo; y en 1 Tim 3,16, para decir que se apareció a los ángeles. La misma palabra se emplea para decir que Moisés y Elías se “aparecieron” junto a Jesús. Las lenguas de fuego también “aparecieron” sobre los apóstoles en Pentecostés. Es claro que no tiene el sentido que hoy le damos a aparecerse.

En los relatos más tardíos, se tiende a la materialización de la presencia, tal vez para contrarrestar la duda, que se destaca cada vez más. En Mateo se duda que sea el Cristo; en Lc y Jn se duda de que sea Jesús de Nazaret. La materialización y la duda están relacionadas entre sí. Cuando los testigos de la vida de Jesús van desapareciendo, se siente la necesidad de insistir en la corporeidad del Jesús resucitado. Caen en la trampa en la que nosotros seguimos aprisionados: confundir lo real con lo que se puede constatar por los sentidos.

En Lucas todas las apariciones, y la subida al cielo, tienen lugar en el mismo día. En el episodio que leemos hoy, Jesús aparece ‘a los once y a todos los demás’, de improviso, como había desaparecido después de partir el pan en Emaús. Se presenta en medio, no viene de ninguna parte. El relato de Emaús, que precede, había dejado claro que Jesús se hace presente en el camino de la vida, en la Escritura y en la fracción del pan. Aquí se hace presente en medio de la comunidad reunida. Esto lo tenía ya muy claro la comunidad, cincuenta o sesenta años después de la muerte de Jesús, cuando se escribió este evangelio.

Llenos de miedo. No tiene mucha lógica. Los discípulos ya conocían el anuncio de las mujeres, la confirmación del sepulcro vacío, y una aparición al mismo Pedro que el evangelio menciona, pero no narra. Los de Emaús estaban contando lo que les acababa de pasar. Si a pesar de todo siguen teniendo miedo, quiere decir que fue difícil comprender que la Vida puede vencer a la muerte. También nos advierte de que, lo que se narra, no pudo ser una invención de los discípulos, porque no estaban nada predispuestos a esperar lo sucedido. En Juan, los discípulos tienen miedo de los judíos; en Lucas, tienen miedo del mismo Jesús.

Creían ver un fantasma. Los textos se empeñan en que tomemos conciencia de lo difícil que fue reconocer a Jesús. Los que acaban de llegar de Emaús caminan varios kilómetros con él y cenan con él sin conocerle. Incluso Magdalena, que le quería con locura, pensó que se trataba del hortelano. ¿Qué nos quieren decir estas acotaciones? Era Jesús, pero no era él. En relato de hoy se dice: Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros”. ¿Es que en ese momento no estaba con ellos? Estas incongruencias nos tienen que abrir los ojos.

Mirad mis manos y mis pies, palpadme. Las manos y los pies, prueba de su muerte por amor en la cruz; y de que ese Jesús que se deja ver ahora, es el mismo que crucificaron. Una vez más se insiste en la materialidad, para demostrar que no se trata de fantasías o ilusiones de los discípulos. En absoluto estaban predispuestos a creer en la resurrección, más bien se les impuso contra el común sentir de todos ellos. Esto da plena garantía de autenticidad a lo que nos quieren trasmitir, aunque al envolverlo en un relato, tenemos el peligro de quedarnos en el envoltorio. No les importa la falta de lógica del relato.

¿Tenéis ahí algo que comer? Dice un adagio latino: quod satis probatur nihil probatur. Lo que prueba demasiado no prueba nada. Si el cuerpo de Jesús seguía desarrollando las funciones vitales, necesitaría seguir comiendo y respirando etc. Sería un absurdo completo y no tiene ninguna posibilidad de que fuese real. Lo que intenta es decirnos lo difícil que fue para ellos aceptar que había una Vida después de la muerte. El afán por demostrar lo indemostrable les lleva a estas incongruencias y meteduras de pata.

Así estaba escrito. Lucas insiste, siempre que tiene ocasión, en que se tienen que cumplir las Escrituras. En todos los salmos que hablan de siervo doliente, termina con la intervención de Dios que se pone de su parte y reivindica al humillado. Los primeros cristianos eran todos judíos; no tenían otro universo religioso para interpretar a Jesús que su Escritura. A pesar de que Jesús dio un paso de gigante sobre las Escrituras a la hora de decirnos quién es Dios, ellos siguen echando mano del AT para interpretar su figura. Al insistir en que la Escrituras se tienen que cumplir, nos está diciendo que todo está bajo el control de Dios.

Mientras estaba con vosotros. Indica con toda claridad que ahora no está con ellos físicamente. Estas son las pistas que tenemos que advertir para no caer en la trampa de una interpretación material. Jesús está presente en medio de la comunidad. Su presencia es objeto de experiencia personal, pero no se trata de la misma presencia de la que disfrutaron cuando vivía con ellos. Jesús es el mismo, pero no está con ellos de la misma manera que lo hacía cuando andaba por los caminos de Galilea. Esta presencia de Jesús en medio de la comunidad es mucho más real que antes. Ahora es cuando descubren al verdadero Jesús.

También el encargo de predicar se apoya en la Escritura. La buena nueva es la conversión y el perdón. Si pecado es toda opresión, el dejarse matar antes que oprimir a nadie, es la señal de que el pecado está superado. La buena noticia de Jesús es que Dios es amor. Su experiencia del Abba nos tiene que tranquilizar a todos. En la primera lectura, Pedro, y en la segunda Juan, nos recuerdan que somos nosotros los que debemos manifestar ese amor de Dios. “arrepentíos y convertíos para que se perdonen los pecados”; y Juan: “Quien dice, yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él”.

Para terminar, recordar la última diferencia notable entre Lc y Jn. En Jn exhala su aliento sobre ellos y les confiere el Espíritu. En Lc les promete que se lo enviará. La diferencia es solo aparente, porque el Espíritu ni tiene que mandarlo ni tiene que venir de ninguna parte. Es una realidad Espiritual que está siempre en nosotros. Podemos decir que llega a nosotros cuando lo descubrimos y dejamos que su presencia renueve todo nuestro ser.

Meditación

Jesús se hace presente en medio de la comunidad.
Ésta es la realidad pascual vivida por los primeros seguidores.
Ésta es la realidad que tememos que vivir hoy.
Somos nosotros los que tenemos que hacerle presente.
Eso solo es posible a través del amor manifestado.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Preñados de silencio.

Domingo, 18 de abril de 2021
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TomasApostol1“Solo desde dentro, desde la mirada de corazones que ven con ojos nuevos, podrán vislumbrar las respuestas sabias que necesitamos encontrar en estos momentos de incertidumbres personales y sociales” (Manuel Gª Hernández)

Domingo III de Pascua

Lc 24, 35-48

-Yo os envío lo que el Padre prometió. Por eso quedaos en la ciudad hasta que desde el cielo os revistan de fuerza

Se cuenta que en una cena con Karl Jung, Einstein le habló de una asombrosa cantidad de energía en el átomo. Sugerencia que llevó al psiquiatra a preguntarse si no podría haber una energía equivalente oculta dentro del psiquismo humano. La ciencia nos lo ha confirmado. La fuente está en el interior de cada uno, conectada por canales ocultos con las de los restante seres del universo. Fuentes de agua viva que jamás apagarán la sed del conocimiento de Dios definitivamente.

Jesús nos prometió la fuerza del Padre y, como exigencia, quedarse en la ciudad unidos a los demás discípulos para adquirirla. Porque la unión no solo hace, sino que da la fuerza. Únicamente en ese “quedarse” podemos llegar a descubrir, como apunta Pablo D’Ors en su Biografía del silencio, que los peces de colores que hay en el fondo de ese océano que es la conciencia, esa flora y fauna interiores, solo pueden distinguirse cuando el mar está en calma, y no durante el oleaje y la tempestad de las experiencias.

Jean Sibelius debió pensar también en ello cuando compuso Finlandia. Un poema sinfónico escrito para arrancar silencios y bullicios en las cuerdas y los metales del alma. La música navega rumbo a sí mismo hasta alcanzar su centro, en plenitud de sonido en sus cascadas, en saciedad de luz y de color en sus lagos y cielo. Embarazada de silencio, sueña entonces con dejar la ciudad y salir a fecundar las demás tierras, con la fuerza que el Padre legó en herencia para todos.

En la Plaza Narinkka de Helsinki se ha construido una Capilla del Silencio, en cuyo interior reina en atmósfera mística –como en el Poema de Sibelius- una calma contemplativa, capaz de abrir a nuevas experiencias espirituales de alma y cuerpo. Finlandia es un país donde el silencio es Dios al que se reverencia y ora. El propósito de los constructores ha sido edificar una iglesia donde se huye de religiones pero se conserva el valor de la paz y el silencio.

Todo en el interior invita a la reflexión y la meditación, a la creación de vínculos con la comunidad de vecinos, a no desentonar con el ritmo de vida del entorno, a que la gente empiece a responsabilizarse y a tomar conciencia de lo importante que es conservar y buscar la belleza de la vida”, como comenta el el pastor Tarja Jalli, director ejecutivo de la Capilla. El destacado filósofo Soren Kierkegaard, también nórdico, dijo:

Todo se alcanza calladamente
y se diviniza con el silencio

En su obra Ensayo sobre la vida espiritual (Ed. Desclée de Brouwer, Bilbao 1915) el teólogo granadino Manuel Gª Hernández nos recuerda que “Solo desde dentro, desde la mirada de corazones que ven con ojos nuevos, podrán vislumbrar las respuestas sabias que necesitamos encontrar en estos momentos de incertidumbres personales y sociales”.

UN DIOS PERDIDO EN EL MISTERIO

Deja, Señor, Fuente de Vida,
que apague en Ti
la ardiente sed que de Ti tengo.
Más…cómo, dónde y cuándo, no lo sé.

¿De quién podré saberlo?

Lo pregunté a la mar,
al Everest, al cielo.

Todos me contestaron
con un ambiguo gesto:
Se encogieron de hombros…
y se fueron.

Lo son ellos. Pero Tú, Señor, eres
mi mayor desconcierto.

¿Por qué presumes tanto de ser Fuente,
para perderte luego en el misterio?

(SOLILOQUIOS, Ediciones Feadulta)

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¡Mirad mis manos y mis pies!

Domingo, 18 de abril de 2021
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laaLucas 24, 35-48

Las lecturas del tiempo pascual nos ofrecen el testimonio de muchos hombres y mujeres que experimentaron, de diferentes formas, que Jesús estaba vivo. A partir de esa experiencia, pudieron ayudar a muchas otras personas con su testimonio. Eran testigos y se convirtieron también en maestr@s de espiritualidad.

El evangelio de hoy no es una secuencia de una película, es un camino para que aprendamos a ser testigos hoy y demos testimonio con valentía (y, a ser posible, con salero). Por eso, podemos comenzar preguntándonos: ¿cómo y cuándo nos encontramos con Jesús resucitado, personalmente y en comunidad? ¿Cómo transforma esta experiencia nuestra vida?

Cuando unas mujeres tuvieron esta experiencia, los apóstoles se sobresaltaron (se descolocaron, diríamos hoy). ¿También se burlarían de ellas, porque sus palabras “les parecieron un delirio”?

La catequesis de Emaús nos invita a tomar conciencia de que otras personas experimentaron que ni la cruz, ni el fracaso, tenían la última palabra. La Vida se abría paso al partir el pan. Cualquier cena podía reavivar el fuego y hacer que volviera a arder su corazón, siempre que fueran capaces de descubrir a Jesús en esa cena-Eucaristía.

En el texto de hoy, el resucitado se hace presente como portador de paz. Pero el grupo no puede reconocerlo porque sus mentes están llenas de miedo. Y donde está presente el miedo, no cabe la fe, a menos que el miedo se rinda y deje el espacio libre.

Confunden a Jesús con un fantasma. ¿Con qué o con quién lo confundo yo? ¿Con una varita mágica que me concederá lo que le pido, si me pongo cansina? ¿Con un juez que me juzgará el último día? ¿Con un economista que lleva cuenta exacta de todo lo bueno y malo que hago? ¿Con un ser “de quita y pon”, al que recurro solo en momentos de necesidad y olvido a diario, porque gestiono bien la vida sin su presencia?

¿Con qué “disfraz” he colocado a Jesús en la hornacina de mi vida, en lugar de dejarme transformar por el Viviente?

¿Qué ocurre en nuestras parroquias y comunidades? Si viene alguien de fuera ¿qué percibe? ¿Nos relacionamos con un pastor amable y dulce que no nos pide gestos de conversión y al que contentamos con ritos y más ritos? ¿Con un revolucionario que solo nos invita a luchar, aunque perdamos la caridad en el intento? ¿Hacia dónde caminan nuestras comunidades y cómo vivimos la experiencia de que nos convoca Jesús resucitado?

Jesús les invita a palparle. Preciosa catequesis que nos anima a perder el miedo y tener con Jesús un encuentro “cuerpo a cuerpo”, en lugar de que nuestra mente o “la doctrina” nos hablen de Él. Como Jacob, luchemos hasta rendirnos, hasta quedar “tocad@s”. ¿A qué tenemos miedo?

Quienes se acercaban a las primeras comunidades tenían dificultades para reconocer al Viviente tras el cuerpo de un crucificado. En los diferentes textos de las apariciones nos dicen que el reconocimiento de Cristo, fue lento y costoso.

Lucas tiene la difícil tarea de explicar que el resucitado y Jesús de Nazaret son la misma persona. Y lo hace con las claves literarias de su tiempo. Para nosotros es impensable que Jesús, resucitado, masticara el pescado para demostrar que estaba vivo. Pero, de este modo, las comunidades podían recordar las comidas en las que Jesús se había hecho presente y abrirse a una realidad nueva, que estaba más allá de lo que percibían por los sentidos.

Ni entonces, ni ahora, es fácil abrirnos a esa realidad; la Historia de la Iglesia nos muestra que muchos hombres y mujeres han traspasado ese umbral a través del servicio a las personas más pobres.

Dar de comer al hambriento y de beber al sediento no solo beneficia a quien lo recibe, sino que es un camino seguro para reconocer a Jesús, vivo, en cada persona.

Este encuentro con Jesús también nos abre el entendimiento y nos ayuda a comprender las Escrituras desde otra perspectiva.

Sin ese encuentro, podemos pasar toda nuestra vida estudiando la Palabra como quien disecciona un cadáver. Seremos capaces de explicar cada versículo, sin habernos dejado encontrar por el Viviente. Podemos estudiar teología y vivir como si no hubiera resurrección. Podemos organizar las comunidades eclesiales como si fueran la mejor ONG.

Entonces… ¿de qué y de quien damos testimonio?

¿Dónde es urgente dar testimonio del Viviente hoy y ayudar a la gente a palparle?

Marifé Ramos

(http://www.mariferamos.com/)

Fuente Fe Adulta

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Miedo y Paz

Domingo, 18 de abril de 2021
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Bulgaria.6Domingo III de Pascua

18 abril 2021

Lc 24, 35-48

 

En principio, el miedo es un componente de nuestro propio sistema biológico. Constituye una señal que nos alerta de algún peligro o amenaza, con lo cual nos predispone para hacerle frente, a través de los conocidos mecanismos de huida, ataque o congelación.

 Sin embargo, todo se complica por dos motivos: por un lado, porque el cerebro no distingue las amenazas reales de las imaginarias; por otro, porque la mente pensante es una fábrica incesante de pensamientos, preocupaciones y, en no pocos casos, de peligros que únicamente existen en ella.

 Más allá de aquellos factores que, fruto de la propia psicobiografía, son la causa del miedo mental, podría decirse que el miedo es hijo de la ignorancia, de la misma manera que la paz es hija de la comprensión.

 La ignorancia es desconocimiento de nuestra verdadera identidad y, en la misma medida, creencia de estar separados de la vida. O por decirlo brevemente: ignorancia es sinónimo de consciencia de separatividad. A partir de esta creencia, el miedo es tan inevitable como imposible de superar.

 La comprensión nos hace salir de aquella ignorancia mental al reconocer que somos uno con la vida. Más allá de la “apariencia” del yo, somos Aquello que está “detrás” de él, lo que es consciente de él y de las formas que lo acompañan. La comprensión de lo que somos es fuente de paz: lo que somos es uno con todo lo que es y se halla siempre a salvo. Nuestra peripecia existencial podrá atravesar circunstancias de todo tipo, pero lo que somos se halla siempre a salvo. Quien sabe que es vida ha encontrado la fuente de la paz.

¿Qué ocupa más espacio en mí: el miedo o la paz?

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Todos somos discípulos de Emaús

Domingo, 18 de abril de 2021
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apasc03bnk02Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Los dos de Emaús.

         El texto del evangelio de hoy es el final del relato de los dos de Emaús.

Nos encontramos -una vez más- con una escena postpascual que ya nos es familiar: los Apóstoles reunidos comentando los sucesos de los últimos días. Los dos discípulos se marchan de Jerusalén tras el trágico fracaso de Jesús el Viernes en el Calvario, pero el encuentro con el Señor, los “ha devuelto” al grupo.

En cierto sentido todos somos discípulos de Emaús. Nosotros esperábamos, le dicen a Jesús los dos caminantes.

         La pandemia con sus confinamientos también está haciendo mella en la psicología humana, mina la esperanza y pueden inducir a situaciones de hundimiento psicológico, a acedia, tal vez de depresión, etc.

Por otra parte, también “nosotros esperábamos” muchas cosas y logros en la vida. En la esfera personal,-familiar esperábamos dar más de lo que hemos dado de sí, esperábamos más de los hijos. Esperábamos que, al salir de la dictadura, en la democracia la sociedad fuesen mejor, pero vamos de decepción en decepción. Pensábamos y esperábamos que el Concilio siguiera adelante con su gran tarea, pero en este ámbito eclesiástico se vienen produciendo tantos recortes y tan frustrantes como en el económico.

Nosotros también esperábamos, pero hace ya tres días o treinta años o toda la vida que caminamos con la frustración a cuestas.

  1. Iban caminando y hablando.

         Los dos de Emaús iban caminando …   Lo propio del ser humano es caminar, pensar y hablar.

         En estos textos de resurrección aparece con frecuencia que los discípulos recuerdan, hablan, no han olvidado todo lo vivido con Jesús. Se van de Jerusalén porque el “asunto Jesús” había terminado de mala manera, pero no pierden la memoria, siguen hablando, recordando, evocando.

Al mismo tiempo, cuando Cristo se incorpora en el camino a su vida (y a la nuestra), afloran cuestiones y problemas y también afloran horizontes, les explica las Escrituras, el Señor resucitado les abre la mente parta comprender, etc.

         La parte final del texto que hemos escuchado hoy, repite la idea de hablar, conversar: la Palabra, las Escrituras:

  • o Los creyentes estaban hablando, discutiendo.
  • o Jesús les dice, les explica las Escrituras, la Palabra

La palabra, el diálogo son algo específicamente humano. Nos hacen conservar la memoria, nuestra memoria histórica, nuestra cultura, nuestra fe. Si el asunto Jesús no se ha perdido es por la fe en la Palabra, por el testimonio de los cuatro evangelios, el Nuevo Testamento, por la Palabra que nos transmitió la familia, la catequesis en la Parroquia, las homilías (la palabra homilía significa: conversación) que hemos tenido en nuestra vida.

La palabra es memoria, creatividad y futuro.

         La lectura de la Palabra, la conversación con quien merece mi confianza, el diálogo en la comunidad eclesial, en política, en los ámbitos de amistad y quizás familiares, la Palabra es recordar, proyectar, crear, compartir, perdonar, abrir caminos hacia la vida.

  1. ¿Lo propio de la postmodernidad es no hablar y ocultar?

         No es lo mismo información que formación

         Utilicemos la “misma expresión”: información y formación. Hoy en día vivimos sobre-informados, lo que ya no sé es si estamos formados, construidos. Disponemos de infinidad de datos informativos por los diversos medios: internet, móvil, medios de comunicación, lo que ya no sé es si nos enteramos de los problemas, de la vida, de la muerte. Vivimos en un folklore y un maremagnum de datos, estadísticas, encuestas, opiniones, wasaps, videos, pero sin tocar el fondo de la vida.

         La pandemia en la que estamos insertos es un buen ejemplo. Vivimos en un vértigo de opiniones sobre vacunas, confinamientos, intereses, pero ¿alguien se plantea el problema de la enfermedad y de la muerte como problema humano, humanista?

         Hoy en día vivimos no en la Palabra, sino en la superficialidad informática, en las corrientes de la moda, del “opinionismo” como dogma de fe.

         Por otra parte, y es más grave, quizás lo propio de la postmodernidad en que vivimos es no hablar, no plantear las grandes cuestiones de la vida, no permitir que afloren las cuestiones de la vida.

Quizás por ello, tal vez, la actitud y solución que tenemos ante los grandes problemas de la persona humana es la anestesia. Ante el sentido de la vida, ante la muerte, el tratamiento lo más que se nos ocurre es la sedación, el ocultar, maquillar las cuestiones.

En la escuela (ámbitos intelectuales) no se puede pensar, ni se permite que afloren las grandes cuestiones de la vida. Es preferible el ordenador a la filosofía, a los problemas de la ética, de la muerte, de la esperanza, etc.

         En ciertos momentos y ante ciertas crisis habrá que sedar el dolor, pero la solución a la cuestión del sentido de la vida y a la angustia no está, al menos no está solamente en la farmacia, ni en la ciencia, sino en la Palabra, en el Logos (pensemos en la logoterapia), en la esperanza. El problema de la muerte no se soluciona con una “muerte dulce”. La muerte no se soluciona con la eutanasia, sino con el horizonte que pueda tener la muerte, con una Palabra sensata de esperanza y resurrección. La salida al problema de la culpabilidad no está, al menos no está únicamente, en la psicología, sino en la gracia, en el perdón.

  1. profundidad de la palabra.

Profundo es lo opuesto a lo superficial. Hay personas que viven siempre en la cresta de la ola, en la moda, en lo que se dice, en una inmensa superficialidad, añadiendo capas y más capas de superficialidad a la vida. Lo más profundo que tienen es la camisa, la sotana o el uniforme que llevan o el chisme del “Hola” o del hábitat eclesiástico o político.

Hay personas que viven entre cosas serias y profundas y son unos perfectos superficiales. Por contraposición, gentes sencillas, rurales, amas de casa y obreros viven la existencia en profundidad.

Lo opuesto a la superficialidad es la profundidad como actitud vital y camino espiritual. Decía Paul Tillich, teólogo alemán de mediados del siglo XX:

El nombre de esta profundidad infinita e inagotable y el fondo de todo ser es Dios. Esta profundidad es lo que significa la palabra Dios. Y si esta palabra carece de suficiente significación para vosotros, traducidla y hablad entonces de las profundidades de vuestra vida, de la fuente de vuestro ser, de vuestro interés último, de lo que os tomáis seriamente, sin reserva alguna. Para lograrlo, quizá tendréis que olvidar todo lo que de tradicional hayáis aprendido acerca de Dios, quizás incluso esta misma palabra. Pero si sabéis que Dios significa profundidad, ya sabéis mucho acerca de Él. Entonces ya no podréis llamaros ateos o incrédulos. Porque ya no os será posible pensar o decir: la vida carece de profundidad, la vida es superficial, el ser mismo no es sino superficie. Si pudierais decir esto con absoluta seriedad, seríais ateos; no siendo así, no lo sois. Quien sabe algo acerca de la profundidad, sabe algo acerca de Dios.[1] La verdad es profunda y no superficial; el sufrimiento es profundidad,[2]

La Palabra, el diálogo no son charlatanería, una mera expectoración de vocablos, sino que toda palabra ha de llevar una dosis de contenido, que hemos de saber apreciar. La palabra es como una semilla y esperemos que sea de trigo, no de cizaña.

         Dice Isaías:

Como la lluvia y la nieve bajan del cielo, y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, y producen la semilla para sembrar y el pan para comer, así también la palabra que sale de mis labios no vuelve a mí sin producir efecto. (Isaías 55, 10-11)

  1. ¿tenéis algo de comer? Vamos a comer.

         El relato de los dos de Emaús es la Eucaristía: la Mesa de la palabra y del Pan de Vida.

La comida es el lugar de encuentro, de amistad, de amor (bodas), de conversación, de fiesta familiar o popular, de amistad o de compartir sufrimiento (muerte).

         En el fondo todo eso es la Eucaristía y la mesa de la vida: reunirse, conversar, recordar, encontrarse, comer. En la tradición de la Iglesia se hablaba de la Eucaristía como con dos alimentos: la Palabra y el Pan de Vida.

Todos estos aspectos son muy importantes en nuestra vida personal, familiar, en el momento de nuestro pueblo.

La vida se compone de elementos muy sencillos, pero profundos, y creer en esta sencillez es creer en el Señor Resucitado. Una limosna, un poco de pan, cuidar la “herida” de un enfermo, saber escuchar son pequeños sacramentos de la Resurrección y de la vida.

[1] TILLICH, P. Se conmueven los cimientos de la tierra, 95.

[2] TILLICH, P. Se Conmueven los Cimientos de la Tierra, 90.

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¿A qué resucitamos?

Jueves, 15 de abril de 2021
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Del blog de José Arregi Umbrales de luz:

 

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