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16 de Mayo. VII Domingo de Pascua. La Ascensión del Señor. 15 Mayo, 2021

Domingo, 16 de mayo de 2021
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Ellos salieron a predicar por todas partes y el Señor cooperaba con ellos”

(Mc 16, 15-20)

En su origen, el evangelio de Marcos terminaba de una manera un poco brusca, tal vez cortante, con las mujeres en la mañana de resurrección, que llenas de temor huyen del sepulcro y no cuentan a nadie lo que han visto y oído por miedo. Miedo, ¿a qué? Ni idea. Además de ser cortante, con este final no es que las mujeres salgamos muy bien paradas… ¡miedosas!.

Pero después hubo un añadido, un apéndice, y es el que nos va situando en el evangelio de hoy. Primero habla de incredulidad, una característica muy propia de nuestra condición humana. No creyeron a María de Magdala y prefirieron continuar tristes y llorando; tampoco a los que se encontraron con Jesús de camino a Emaús; no creemos a las demás y dudamos de ellas, de sus capacidades, hasta que vemos con nuestros propios ojos. Y luego nos supone un esfuerzo decir “tenías razón”.

No creyeron hasta que se presentó Jesús cuando estaban todos juntos a la mesa. Y ahí, en medio del grupo, de la comunidad, en medio del miedo, de la incredulidad, de la tristeza y las lágrimas, confiando una vez más en ellos les encargó: ID por todo el mundo y proclamad la buena noticia. Y ellos fueron, salieron, sabiendo que el Maestro les acompañaba.

Salgamos nosotras también. Porque no solo hoy en esta fiesta de la Ascensión, sino en cada Eucaristía, en cada celebración que estamos juntas a la mesa, en torno al Pan bendito, cada vez que somos conscientes de la presencia de Jesús en medio de la comunidad, en medio de nuestra condición humana vuelve a confiar en nuestra fragilidad y nos encarga ID. Vayamos, salgamos como discípulas que somos, sabiendo que el Maestro nos acompaña. Salgamos, y que se nos note que lo sabemos.

Oración

Gracias, Trinidad Santa, por sacarnos una y otra vez de nuestro barro. Bendita seas. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Una vez muerto, Jesús está fuera del tiempo y el espacio.

Domingo, 16 de mayo de 2021
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ASCENSIONMc 16, 15-20

¿Qué estamos celebrando? Es la pregunta que debemos hacernos hoy. Nos va a costar Dios y ayuda superar la visión física, corpórea y chata de la Ascensión, que venimos aceptando durante demasiados siglos. Nos encontramos con el problema de siempre: confundir la realidad con el relato mítico. La Ascensión no es más que un aspecto de la cristología pascual. Resurrección, Ascensión, glorifica­ción, Pentecostés, constituyen una sola realidad, que está fuera del alcance de los sentidos. Esa realidad no temporal, no localizable, es la más importante para la primera comunidad y es la que hay que tratar de descubrir.

Hoy tenemos conocimientos suficientes para intentar una interpretación más acorde con lo que los textos nos quieren trasmitir. No podemos seguir pensando en un Jesús subiendo físicamente más allá de las nubes. Para poder entender la fiesta de la Ascensión, debemos volver al tema central de Pascua. Estamos celebrando la Vida, pero no la biológica sino la divina. Esa Vida no está sujeta al tiempo, por lo tanto no hay en ella acontecimientos, es eterna, plena e inmutable. Solo teniendo en cuenta estas sencillas verdades, podremos comprender adecuadamente lo que estamos celebrando este domingo.

Mateo no sabe nada de una ascensión. Juan no habla de ascensión, pero en la última aparición, Jesús dice a Pedro: “si quiero que éste permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?” Está claro que para volver, primero tiene que irse. El final canónico de Marcos, que leemos hoy y fue añadido a mediados del s. II, nos dice que Jesús sentó a la derecha de Dios. Solo Lucas nos habla de ascensión: “se separó de ellos y fue elevado al cielo”. En Hechos nos cuenta, con todo lujo de detalles, la subida de Jesús al cielo.

Relatos de raptos eran frecuentes en la literatura clásica. Tito Livio, en su obra histórica sobre Rómulo dice: “Cierto día Rómulo organizó una asamblea popular junto a los muros de la ciudad para arengar al ejército. De repente irrumpe una fuerte tempestad. El rey se ve envuelto en una densa nube. Cuando la nube se disipa, Rómulo ya no se encontraba sobre la tierra; había sido arrebatado al cielo”. Tenemos otros ejemplos: Heracles, Empédocles, Alejandro Magno y Apolonio de Tiana. Todos siguen el mismo esquema.

El AT cuenta el rapto de Elías. También se habla de la asunción de Henoc en (Gen 5, 24). El libro eslavo de Henoc, escrito judío del siglo primero después de Cristo, describe el rapto de Henoc: “Después de haber hablado Henoc al pueblo, envió Dios una fuerte oscuridad sobre la tierra que envolvió a todos los hombres que estaban con Henoc. Y vinieron los ángeles y cogieron a Henoc y lo llevaron hasta lo más alto de los cielos. Dios lo recibió y lo colocó ante su rostro para siempre”. Nada nuevo bajo el sol.

La palabra “cielo” es muy utilizada en religión. La repetimos dos veces en el Padrenuestro, dos en el Gloria y tres en el credo. Arrastra una amplia gama de significados desde la cultura griega y de todo el Oriente Medio. La complejidad de las concepciones del mundo físico en aquella época explica los innumerables matices que encontramos en el “cielo” teológico. No es fácil dilucidar qué sentido se quiere dar a la palabra en cada caso. En el bautismo de Jesús, el cielo se rasgó y lo divino bajó hasta él. Cuando termina su ciclo vital, el cielo se rompe para que Jesús vuelva a traspasar el límite de lo terreno, para entrar en él.

Un dato muy interesante, que nos proporciona la exégesis, es que las más antiguas expresiones de la experiencia pascual que han llegado hasta nosotros, sobre todo en escritos de Pablo, están formuladas en términos de exaltación y glorifica­ción, no con la idea de resurrección y menos aún de ascensión. En el AT encontramos abundantes textos que hablan del siervo doliente, machacado por los hombres, pero reivindicado por Dios. Esta fue la base de la idea de glorificación con la que se quiso expresarse la experiencia pascual.

Lo que celebramos no está en el tiempo, pertenece al hoy como al ayer, no hace referencia a un pasado. Son realidades que están hoy en nuestra propia vida. Puedo vivirlas como las vivieron los discípulos. El hombre Jesús se transforma definitivamen­te, alcanzando la meta suprema. Se hace una sola realidad con Dios. Nosotros necesitamos desglosar esa realidad para intentar penetrar en su misterio, analizando los distintos aspectos que la integran. La Ascensión quiere manifestar que llegó a lo más alto, pero no en sentido físico.

La verdadera ascensión de Jesús empezó en el pesebre y terminó en la cruz cuando exclamó: “consumatum est”. Ahí terminó la trayectoria humana de Jesús y sus posibilidades de crecer. Después de ese paso, todo es como un chispazo que dura toda la eternidad. Pero había llegado a la plenitud total en Dios, precisamen­te por haberse despegado (muerto) de todo lo que en él era caduco, transitorio, terreno. Solo permaneció de él lo que había de Dios y por tanto se identificó con Dios totalmente. Esa es también nuestra meta. El camino también es el mismo de Jesús: despegarnos de nuestro ego.

La experiencia pascual consistió en ver a Jesús de una manera nueva. El haber vivido con él, el haber escuchado lo que decía y visto lo que hacía, no les llevó a la comprensión de su verdadero ser. Estaban demasiado pegados a lo externo, y lo que hay de divino en Jesús no puede entrar por los sentidos. Su desaparición les obligó a mirar dentro de sí, y descubrir allí lo que había vivido Jesús. Solo entonces ven al verdadero Jesús. Seguimos apegados a una imagen terrena de Jesús que nos impide descubrir su verdadero ser.

Para comprender la ascensión debemos tener en cuenta el descenso. Jesús bajo a los infiernos, “descendit ad ínferos” es decir a lo más bajo. Solo desde ahí su puede hacer el ascenso total y definitivo. Desde lo más bajo a lo más alto. Pero no recuperando el estado anterior sino permaneciendo en la Nada identificado con el Todo. No aceptamos ese descenso definitivo porque no está de acuerdo con las pretensiones de nuestro ego. Es la experiencia de todos los místicos. Para llegar a serlo todo debes convertirte en Nada.

Jesús no bajó a los infiernos como triunfador. Esa es la imagen mítica que se tenía de muchos personajes antiguos. Jesús bajó realmente a lo más bajo con su muerte. La muerte en la cruz no era una forma más de deshacerse de una persona que molesta. Era un intento en toda regla no solo de matar a la persona sino de hacerla desaparecer. Se trataba de aniquilarlo en el sentido etimológico de la palabra. Convertirle en nada. Era un castigo tan rotundo que eliminaba todo recuerdo del ajusticiado.

No tiene ningún sentido pensar que después de condenarlo a la cruz, se permitiera enterrarlo con todos los honores. Ni embalsamamiento ni sepulcro nuevo ni guardas custodiando el sepulcro tienen ningún sentido. No hubo ningún sepulcro ni vacío ni lleno. A los crucificados se les echaba en una fosa común sin enterrarlos para que los comieran las aves y los animales carroñeros. No dejaban ninguna posibilidad para que el muerto fuera recordado, mucho menos honrado y agasajado. Ese descenso es la culminación de su ser. No fue una estrategia sino el signo de su aniquilamiento e identificación absoluta con Dios.

Meditación

Hoy nos fijamos en la meta a la que Jesús llegó,
que es, al mismo tiempo, el punto del que partió.
Todos hemos salido del Padre y hemos llegado al mundo.
Todos tenemos que dejar el mundo y volver al Padre.
Ese Padre está en lo más hondo de nuestro ser.
Si me empeño en buscarlo en otra parte, encontraré al ídolo.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Ascensión

Domingo, 16 de mayo de 2021
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el-papa-visita-mexico-y-cuba_480_311Vacíate de la preocupación. ¿Por qué te quedas en prisión cuando la puerta es tan amplia? Muévete fuera de la maraña del miedo (Rumi)

13 de mayo. Domingo VII de Pascua. Ascensión del Señor

Mc 16, 15-20

Y les dijo: Id por todo el mundo proclamando la Buena Noticia 

Toda la Biblia, debe leerse siendo conscientes de que contiene muchas leyendas, símbolos, mitos y tradiciones del pueblo hebreo y otros pueblos.  Y, en este caso, el hecho de la Ascensión. Además, es importante que todos sus textos los ubiquemos e interpretemos en los contextos culturales en que fueron escritos. El ascenso de Mahoma es también un hecho milagroso, ya que se le concede la posibilidad de ver todas las características del cielo y del infierno. También Jesús había bajado a los infiernos y subido al cielo: “¿Qué quiere decir subió sino que también bajo a las regiones inferiores de la tierra? Este que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo” (Efesios 4, 9-10).

Y dicho esto, fue llevado de su presencia. Una nube lo envolvió de modo que ya no lo vieron más; desapareció y ellos se quedaron mirando al cielo. Mientras miraban atónitos hacia el lugar por donde se había ocultado, aparecieron junto a ellos dos ángeles con blancas vestiduras, que les dijeron: “Hombres de Galilea, ¿qué hacéis asombrados mirando al cielo? Jesús ha sido llevado de aquí, según habéis visto. Y este mismo Señor, así como ha sido llevado al cielo ante vuestros ojos, así también volverá” (Hechos 1, 1-11).

El Museo del Prado nos permite contemplar un óleo sobre tabla –La Ascensión del Señor-del pintor belga Juan de Flandes (1460-1519). Oculto por una nube, Jesús asciende al cielo ante María y los Apóstoles, entre los que destaca Santiago con vara y sobrero de peregrino. La parte superior de su cuerpo aparece oculta para otorgar mayor protagonismo a las huellas de sus pies, impresas en la cima del Monte de los Olivos. Un ambiente de humanidad trascendida y una invitación a acompañarle, presiden todo el cuadro.

El célebre poeta místico musulmán persa conocido como Yalalad-Din Muhammad Rumi (1207-1273) nos explica cómo alcanzó la meta de lo trascendental por él tan soñada. En 1244 experimentó una profunda transformación, a raíz de su encuentro con un sufí errante llamado Shams-ol din Malekdad. Rumi abandonó toda ciencia, toda autoridad y toda posición social y religiosa, y, renacido en el Amor, se fue expandiendo hasta alcanzar la Unión con el Amado. El propio Rumi evocaba así aquel encuentro trascendental:

“Estaba muerto, volví a la vida; sólo lágrimas era,

me troqué en risa, 

me llegó la fortuna del amor, y, por su gracia, me hice eterno”.

A partir de ahí aconsejaba a sus discípulos que hicieran lo mismo, y les decía: Vacíate de la preocupación. ¿Por qué te quedas en prisión cuando la puerta es tan amplia? Muévete fuera de la maraña del miedo.

Otro tanto había hecho Jesús doce siglos antes. Primero renaciendo personalmente en el amor con el Padre, y luego proponiendo a sus seguidores la misión de ayudar a los demás a hacer otro tanto: Y les dijo: Id por todo el mundo proclamando la Buena Noticia a todos (Mc 16, 15).

El Calendario 2018 de SED, nos invita a abrir nuestra vida a la trascendencia y a comprometernos con el hermano.

DANZA DE LA FRATERNIDAD

“El ritmo de la solidaridad une corazones y nos fortalece en la emocionante danza de la fraternidad.

Actuando con justicia evitas sufrimientos y promueves la paz.

Permite a tu espíritu salvar la barrera de lo material, lo inmediato, lo caduco… Abre tu vida a la trascendencia. Ejercítate en la meditación y llegarás a sentir los fundamentos de tu ser.

Sumergirse en el mundo natural serena el espíritu y cautiva los sentidos, de tal manera, que su música, emociona; y la paleta de sus colores sugiere caminos nuevos.

Situar tu vida ante la presencia de Dios misericordioso, que Jesús nos reveló como Padre, es oración. Oración que transforma el corazón, oración que te compromete con el hermano.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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El Señor sigue cooperando hoy. ¿Nos quedamos mirando el decorado, o nos conmueve el mensaje?

Domingo, 16 de mayo de 2021
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Marcos 16, 15-20

Hace tiempo, una familia invitó a un buen hombre de pueblo, al que le gustaba mucho el teatro, a ver una obra en el mejor teatro de la ciudad. El edificio era grandioso y la puesta en escena extraordinaria. El hombre estaba emocionado.

A la salida le preguntaron qué le había parecido la obra, y dijo:

– A decir verdad, casi no me he enterado de qué trataba la obra, porque me he quedado embelesado mirando el decorado.

Algo similar puede ocurrirnos con el evangelio de este domingo. Nos imaginamos a Jesús como un superhéroe que atraviesa las nubes y asciende al cielo. Quizá recordemos a Elías, que fue arrebatado al cielo y a otros seres mitológicos. En el mejor de los casos, pensaremos que también nosotr@s subiremos al cielo y, como el buen hombre del pueblo, nos habremos quedado tan content@s con el decorado.

¿Nos mueve y conmueve el mensaje?

a) Somos enviad@s a proclamar el evangelio a todo el mundo. Eso también implica denunciar las malas noticias que se abren paso actualmente y ocultan la Buena Noticia. Por ejemplo: se bendice a los animales, y a las fieras (sobre todo el día de san Antón), se bendicen edificios, empresas, automóviles, campos, etc., y está prohibido bendecir el amor que se profesa una pareja homosexual. ¿Qué evangelio se está predicando con esta actitud?

b) La fe, aunque sea pequeña como una semilla, tiene tal fuerza y vitalidad que nos empuja a enfrentarnos al mal y vencerlo. Un mal que hace tanto daño como las serpientes o el veneno. A diario constatamos la fuerza que tienen las comunidades cristianas, movidas por la fe, cuando luchan contra el mal. Pero, muchas veces, la fe es un potencial adormecido incluso en las comunidades.

c) La fe nos ayuda a desarrollar la capacidad de comunicación con quienes enmudecen por el dolor, o les han callado a golpes; nos empuja a dialogar con quienes no saben expresarse por falta de autoestima, o se han quedado mudos de espanto. Aunque no sepamos otros idiomas, la Ruah nos ayuda a hablar lenguas nuevas, por ejemplo, la lengua de la mirada que acoge sin juzgar, la lengua de las manos que sostienen y dan fuerza o la lengua de los pies que acompañan, aunque sea en silencio, cuando hablamos idiomas distintos.

d) Echar demonios, en el nombre de Jesús, es creer firmemente que vivimos procesos en los que tomamos conciencia de “los demonios” que nos habitan y aprisionan, los nombramos y descubrimos que tenemos fuerza y herramientas para vencerlos, porque somos personas únicas, preciosas y amadas incondicionalmente por el buen Dios. Además, formamos parte de redes humanas que nos sostienen y con las que sostenemos.

Jesús pasó haciendo el bien y tocando a los intocables de su tiempo. ¿De qué sirve celebrar la fiesta de la Ascensión si pedimos que se levanten muros para que los migrantes no compartan nuestro bienestar? ¿Cómo podemos ir a la Eucaristía si no queremos que “toquen” nuestra vida las personas que son, piensan o viven de modo diferente? ¿De qué sirve hablar de la Ascensión de Jesús si no ayudamos a quienes están tirados en el barro, para que tengan unas condiciones que les permitan “ascender” a la condición de seres humanos con todos sus derechos?

¿De qué sirve que hoy pongamos el acento en lo importante que es ir a evangelizar otros países si muchas de nuestras iglesias están casi vacías y dentro de poco tendrán telarañas, por no cambiar todo lo necesario para que vuelvan a ser hogares de puertas abiertas, como lo fueron antaño?

Acaba el evangelio de hoy diciendo que el Señor cooperaba con señales, es decir, colaboraba con quienes se fueron a predicar la Buena Noticia, cuando Jesús ya no estaba físicamente entre ellos. Así lo experimentaron las primeras comunidades y así nos lo transmite el evangelista Marcos.

Hoy, Jesús sigue enviándonos, cooperando y ofreciéndonos señales. ¿Las percibimos o estamos embobad@s contemplando el decorado?

Marifé Ramos

Fuente Fe Adulta

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Proselitismo y Verdad

Domingo, 16 de mayo de 2021
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76DBABCE-94F6-43B0-AE40-15BD2CFA76A1Fiesta de la Ascensión

16 mayo 2021

Mc 16, 15-20

  En la historia de la humanidad ha sido recurrente el afán por llevar a los otros la propia “verdad”, en la convicción de que se trataba de la verdad absoluta. A partir de la creencia de estar en posesión de la verdad -incluso de ser depositarios de la verdad divina o revelada por el mismo Dios-, se embarcaban en la tarea de extenderla por todo el mundo, creyendo hacer el mejor servicio a la humanidad.

 Esa creencia -característica del nivel mítico de consciencia-, que identifica el “mapa mental” del grupo propio con la verdad absoluta, se halla en el origen del proselitismo en cualquiera de sus formas. A lo largo de la historia, la actitud proselitista se ha movido desde una cierta tolerancia -particularmente, mientras el grupo se hallaba en minoría con respecto a la sociedad general- hasta la condena y la persecución de quienes, resistiéndose a adoptar la creencia “oficial”, eran tachados de “herejes” o “blasfemos”. Y todo ello se hacía desde la “buena fe” de quienes, como los inquisidores, ordenaban quemarlos, con el fin de “salvar sus almas”.

 El error de base no era otro que la absolutización de la propia creencia -recogida en afirmaciones del tipo: “la nuestra es la única religión verdadera”, o “fuera de la iglesia no hay salvación”-, que confundía la verdad con un concepto, sobre la idea de que la mente era capaz de contenerla.

 Hoy somos más conscientes de que la mente solo puede operar con objetos, por lo que únicamente se mueve en el mundo de sus propias construcciones mentales. Somos más conscientes de que la mente no puede atrapar ni poseer la verdad. Desechada su pretensión de poseer la verdad, caemos en la cuenta de que no puede tener sino perspectivas y opiniones, con las cuales elabora conceptos y “mapas mentales” con los que se maneja. Lo menos inadecuado que puede suceder es que tales mapas “apunten” hacia la verdad de la manera menos engañosa.

 La verdad no es un concepto ni una creencia. No puede ser poseída. Nadie la “tiene”. Lo cual no significa que no exista. Esta “nueva” creencia, particularmente extendida en muchos ámbitos de la postmodernidad, ha dado como resultado la cultura de la posverdad, poblada de fake news y de mentiras, cuyo único objetivo es sostener los intereses de quienes las propagan. Todo esto no conduce -tal como estamos padeciendo en la actualidad- sino al narcisismo, al relativismo vulgar y, más tarde, al nihilismo extremo.

 La verdad es. No puede ser poseída, pero nos sostiene. De hecho, todos nosotros estamos habitados por un “anhelo de verdad”. Pero la verdad no es un concepto ni una creencia -como pensaban nuestros antepasados-; la verdad es una con la realidad; la verdad es lo que es.

¿Qué es, para mí, la verdad?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No os quedéis plantados mirando al cielo, pero mirad al cielo

Domingo, 16 de mayo de 2021
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bonnenouvelle-1Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
  1. Algunas notas exegéticas

Hemos escuchado dos relatos de la Ascensión del Señor: uno de San Lucas (Hechos) y otro de san Marcos.

La Ascensión en los Hechos (Lucas) acontece a los 40 días de la resurrección. Lucas “juega” con el número cuarenta y su simbolismo de plenitud: 40 años significaba toda la vida. El número cuarenta aparece más de cien veces en la Biblia: el diluvio duró cuarenta días y cuarenta noches; 40 años de desierto hacia la libertad, El profeta Elías estuvo 40 días en el monte Horeb, 40 días de desierto de Jesús en las tentaciones, etc.

En el evangelio de Marcos la Ascensión sucede el mismo día de Pascua.

Hemos de pensar que los relatos de la Ascensión no son la descripción de un viaje espacial por rumbos siderales. Estos relatos no son la filmación de un hecho, sino una interpretación de la fe de las primeras comunidades cristianas. No son relatos fotografiados para “Informe semanal”. Podemos creer en la Ascensión sin necesidad de tener por ciertos -palabra por palabra- todos los relatos neotestamentarios.

         Estos relatos, como tantos otros, están elaborados con un mundo de símbolos: la montaña es el lugar más cercano a Dios, Jesús está en Dios. La nube en la Biblia (Éxodo) es el símbolo de la protección de Dios. “Más allá” de la nube está Dios, que es donde termina Jesús. Los cuarenta días lucanos son la alusión a la peregrinación del pueblo de Israel por el desierto. A Jesús, como a todos, ascender a Dios le costó toda la vida.

         En el fondo esta fiesta es la fe en que Jesús terminó en Dios Padre. En el mundo bíblico el cielo es el “lugar” de Dios. Jesús terminó en Dios

         El que viene de Dios, vuelve a Dios. Y esto es válido también para nosotros, hermanos de Cristo: Dios no quiere que se pierda ni uno solo de los seres humanos.

  1. el cielo no es un lugar, es una situación personal.

         Del cielo no hablamos ya ni los curas. Pero nos hace falta saber del cielo, no para describirlo, pues no sabemos nada de qué y cómo sea el cielo, sino para esperar en él. El lugar del ser humano es Dios. Y nos hace falta mirar al cielo, a Dios, porque es el sentido de nuestra vida, la meta de nuestra esperanza.

         La Resurrección, la Ascensión, Pentecostés son acontecimientos no visibles históricamente. (De hecho, hasta el siglo IV las comunidades cristianas celebraron en el mismo día la Resurrección y la Ascensión).

         El cielo aparece con frecuencia en la Biblia como el “lugar” de Dios.

  • o En el nacimiento de Jesús se entonó: gloria a Dios en el cielo y en la tierra, paz.
  • o Cuando Jesús comienza su actividad pública en el río Jordán desciende una voz del cielo: este es mi Hijo.
  • o En la Transfiguración se anticipa la resurrección en el ámbito del cielo.
  • o Poco antes de su muerte, Jesús sabía que había que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, al cielo.
  • o En la Ascensión Jesús termina en Dios.

No sabemos cómo será el cielo, pero no será “un lugar”, una especie de “vacaciones en un hotel de lujo”. Apacigüemos nuestra curiosidad y confiemos en que esta historia nuestra personal y comunitaria tendrán una finalización en el ser, en Dios.

  1. La Ascensión es una fiesta de esperanza. ¿El cielo puede esperar?

         Una pregunta constante en la historia de humanidad es ¿Qué podemos esperar? ¿Hay algo que esperar? Los cristianos, como todo el mundo, tenemos el peligro de vivir en “tiempo muerto”, o simplemente de instalarnos en este pequeño oasis que es la vida y se está bastante bien, salvo en determinados momentos de guerras y pandemias o de crisis personales.

Ser persona humana, ser cristiano es ser esperante, vivir esperanzadamente. Vivimos como si este tiempo fuese todo. Pero esta historia se acaba, o mejor se prolonga definitivamente en la Ascensión La Ascensión nos indica la meta de nuestra esperanza, el futuro.

La afirmación de la Ascensión es muy potente y esperanzadora, aunque está dicha muy sencillamente, casi de un modo infantil: Jesús subió al cielo y se sentó junto a Dios.

         La tierra termina en el cielo, el tiempo en la eternidad, el hombre termina en Dios.

Para vivir el presente sensatamente en toda su complejidad de dimensiones -positivas y negativas- hay que intuir el futuro, el futuro absoluto. ¡Ay del que piensa que su patria es donde ha nacido! Nuestra meta, nuestra patria está en el cielo: hacia ti morada santa…

         El futuro no llega como punto final de nuestra vida o de la historia. El futuro se hace presente en nuestro hoy y la esperanza posibilita vivir el presente con sentido y algún gozo. El futuro que aguardamos: como personas, como pueblos, ideologías, como Iglesia, ese futuro está influyendo y configurando nuestro presente

         Decía el médico humanista, Pedro Laín Entralgo, que el ser humano espera por naturaleza algo que no está en nuestra naturaleza. No es pensable una existencia sana sin esperanza. Posiblemente el ser humano es aquello que espera.

         Del mismo modo que no es pensable un ser humano sin inteligencia, sin corporeidad, sin libertad, tampoco es pensable un ser humano sin esperanza. El hombre es ser esperante.

         La meta de nuestra esperanza es la Ascensión.

         La vida humana dura lo que dura. Dice el salmo 89:

10Aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta,

la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan.

         Pero el cielo, la esperanza, el horizonte están ya presentes en nuestro hoy dando sentido. El futuro soñado y esperado es la alegría del presente.

         En momentos y situaciones de sufrimiento y desesperanzas, miremos al cielo. Nuestro horizonte está “allí”. El cielo no puede esperar.

  1. Ascensión, cielo y pandemia.

         La pandemia que estamos atravesando -o que nos está atravesando- está sacando a la luz el “bajonazo cultural y religioso” en el que nos encontramos. Es triste que los políticos, medios de comunicación y la misma ciudadanía  reduzcan la esperanza de la “desescalada” a si podemos salir de la propia población, si hemos de volver a casa a las 10 de la noche, o a cuál sea horario de los bares y restaurantes, es algo bastante penoso. ¿Eso es todo lo que el ser humano cree, vive y hace cuando está en situación sana?

         Mayor calado tiene la vacunación y la medicina, que serán una gran solución para salir de esta situación de enfermedad. Pero tampoco la ciencia es la solución al problema de la vida. La ciencia no responde a las grandes cuestiones de la existencia.

         Pandemia viene del griego: pan (todo) y demia-demos (pueblo). La pandemia es algo común que afecta a todo el pueblo. Y a todos nos afecta la “gran pandemia” que es la muerte. ¿Qué podemos esperar? ¿Qué nos cabe esperar?

         El horizonte de nuestra esperanza es la Ascensión, el cielo. En este sentido el cielo no puede esperar: es bueno que esté en el centro de nuestra vida como esperanza absoluta, que da sentido a la vida y a las esperanzas intermedias.

La fe no tiene ni la arrogancia ni la supuesta seguridad de las ciencias, de la política, de la economía. Como creyentes vivimos la confianza de la debilidad de la fe.

(Llama la atención que los eclesiásticos en plena pandemia no digan una palabra de esperanza, de salud-salvación; simplemente callan)

  1. Misión: Id por todo el mundo y no os quedéis plantados mirando al cielo.

         Los discípulos se pusieron a enseñar el evangelio por todas partes.

         El “id por todo el mundo” no es solamente una cuestión geográfica, sino ideológica: id por todas las culturas, por el diálogo ciencia y fe, fe y situaciones políticas, por la crisis económica, por la pandemia.

Evangelizar no es arrasar con todo lo que hay en otros pueblos, culturas y momentos. Tampoco evangelizar es adoctrinar, sino transmitir confianza en la vida, en el ser humano y en Dios

         La misión, la evangelización no es montar una agencia de servicios religiosos, sino que la misión implica una dinámica de desinstalación, de agilidad mental y cristiana.

         Una iglesia replegada, atrincherada sobre sí misma, es una iglesia asustada que sigue viviendo encerrada en el cenáculo. Jesús ha sacado a los suyos del Templo, de los cenáculos y de los sistemas eclesiásticos: Id por todo el mundo

  1. Para ascender, hay que descender.

La Ascensión a los cielos pasa por el descenso a los infiernos. Jesús, el que no era ni tenía pecado, descendió en el río Jordán a lo más profundo del mal, de las desgracias y tristezas humanas.

Jesús fue elevado a la cruz con toda esa massa damnata (masa-humanidad condenada), toda la humanidad caída fue asumida por JesuCristo en la cruz, y de la cruz al cielo. Mirarán al que transpasaron.

Nuestra Ascensión pasa por el descenso a los bajos fondos (infiernos) de los empobrecidos, deprimidos, pisoteados, drogadictos, de las mujeres vejadas, maltratadas, de todos los marginados; también hemos de descender a nuestros propios hundimientos.

También resuena para nosotros:

No os quedéis plantados, mirando al cielo, pero mirad al cielo.

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“Al estilo de Jesús”. 6º Pascua – B (Juan 15,9-17)

Domingo, 9 de mayo de 2021
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821290Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Los ha querido apasionadamente. Los ha amado con el mismo amor con que lo ha amado el Padre. Ahora los tiene que dejar. Conoce su egoísmo. No saben quererse. Los ve discutiendo entre sí por obtener los primeros puestos. ¿Qué será de ellos?

Las palabras de Jesús adquieren un tono solemne. Han de quedar bien grabadas en todos: «Este es mi mandato: que os améis unos a otros como yo os he amado». Jesús no quiere que su estilo de amar se pierda entre los suyos. Si un día lo olvidan, nadie los podrá reconocer como discípulos suyos.

De Jesús quedó un recuerdo imborrable. Las primeras generaciones resumían así su vida: «Pasó por todas partes haciendo el bien». Era bueno encontrarse con él. Buscaba siempre el bien de las personas. Ayudaba a vivir. Su vida fue una Buena Noticia. Se podía descubrir en él la cercanía buena de Dios.

Jesús tiene un estilo de amar inconfundible. Es muy sensible al sufrimiento de la gente. No puede pasar de largo ante quien está sufriendo. Al entrar un día en la pequeña aldea de Naín se encuentra con un entierro: una viuda se dirige a dar tierra a su hijo único. A Jesús le sale de dentro su amor hacia aquella desconocida: «Mujer, no llores». Quien ama como Jesús vive aliviando el sufrimiento y secando lágrimas.

Los evangelios recuerdan en diversas ocasiones cómo Jesús captaba con su mirada el sufrimiento de la gente. Los miraba y se conmovía: los veía sufriendo o abatidos, como ovejas sin pastor. Rápidamente se ponía a curar a los más enfermos o a alimentarlos con sus palabras. Quien ama como Jesús aprende a mirar los rostros de las personas con compasión.

Es admirable la disponibilidad de Jesús para hacer el bien. No piensa en sí mismo. Está atento a cualquier llamada, dispuesto siempre a hacer lo que pueda. A un mendigo ciego que le pide compasión mientras va de camino lo acoge con estas palabras: «¿Qué quieres que haga por ti?». Con esta actitud anda por la vida quien ama como Jesús.

Jesús sabe estar junto a los más desvalidos. No hace falta que se lo pidan. Hace lo que puede por curar sus dolencias, liberar sus conciencias o contagiar su confianza en Dios. Pero no puede resolver todos los problemas de aquellas gentes.

Entonces se dedica a hacer gestos de bondad: abraza a los niños de la calle: no quiere que nadie se sienta huérfano; bendice a los enfermos: no quiere que se sientan olvidados por Dios; acaricia la piel de los leprosos: no quiere que se vean excluidos. Así son los gestos de quien ama como Jesús.

José Antonio Pagola

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“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Domingo 09 de mayo de 2021. Domingo sexto de Pascua

Domingo, 9 de mayo de 2021
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32-PascuaB6 cerezoDe koinonia:

Hechos de los apóstoles 10,25-26.34-35.44-48: El don del Espíritu Santo se ha derramado también sobre los gentiles.
Salmo responsorial: 97: El Señor revela a las naciones su salvación.
1Juan 4,7-10. Dios es amor.
Juan 15,9-17: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

La primera lectura de este domingo, el famoso episodio de la visita de Pedro a Cornelio, en el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles, refleja simbólicamente un momento importante del crecimiento del «movimiento de Jesús»: su transformación en una comunidad abierta, transformación que le llevará más allá del judaísmo en el que nació. Dejará de identificarse con una religión étnica, una religión casada con una etnia y su cultura, religión étnica que se tenía por la elegida, y que miraba a todas las demás por encima del hombro considerándolas «los gentiles», dejados de la mano de Dios. Es un tema muy importante, y relativamente nuevo, en todo caso, desatendido por la teología tradicional. Para una homilía puede merecer la pena, más que insistir en el tema eterno del amor…

El pasaje se presta además para toda una lección de teología. Es bueno recomendar a los oyentes que no se queden con la referencia entrecortada que habrán escuchado en la lectura (una selección de unos cuantos versículos salteados), sino que la lean en casa despacio (sin más: “el capítulo 10” de los Hechos, y que saquen sus conclusiones. También se puede recomendar a los grupos e estudio de la comunidad parroquial que lo tomen para su estudio.

Pedro ni sus compañeros de comunidad, todavía no se llamaban «cristianos»… eran simplemente judíos conmovidos por la experiencia de Jesús. Y observaban todas las leyes del judaísmo. Una de ellas era la de no mezclarse con «los gentiles». Y eran leyes sagradas, que eran normalmente observadas por todos, y cuyo incumplimiento implicaba incurrir en «impureza» y obligaba a molestas prácticas de purificación.

Pero Pedro da varios saltos hacia adelante. En primer lugar deja de considerar profano o impuro a ninguna persona, a pesar de que se lo mandaba la ley; es como el levantamiento de una condenación de impureza que pesaba sobre las “otras” religiones desde el punto de vista del judaísmo. Y en segundo lugar «cae en la cuenta» de que Dios no puede tener acepción de personas, ni de religiones, sino que no hace diferencia entre las personas según su etnia o su cultura-religión: acepta a quien practica la justicia, sea de la nación que sea. Es un salto tremendo el que dio Pedro.

Respecto al primer punto, de la valoración negativa de las demás religiones, en la historia subsiguiente se retrocedería: se llegaría a pensar que las otras religiones serían… no sólo inútiles, sino falsas, o incluso negativas, hasta diabólicas. Por poner sólo un ejemplo: el primer catecismo que se escribió en América Latina, nada menos que por el profético Pedro de Córdoba, superior de la comunidad dominica de Antonio Montesinos, declara en su primera página: «Sabed y tened por cierto que ninguno de los dioses que adoráis es Dios ni dador de vida; todos son diablos infernales».

Respecto al segundo punto, la «no acepción de personas por parte de Dios en lo que se refiere a razas, culturas y religiones», o lo que es lo mismo, la igualdad básica ante Dios de todos los seres humanos –incluyendo todas sus culturas y religiones-, hoy mismo continuamos en retroceso con relación a Pedro: la posición oficial de la Iglesia católica dice que las «otras» religiones «están en situación salvífica gravemente deficitaria» (Dominus Iesus 22).

Paradójicamente, la posición de Pedro en los Hechos de los Apóstoles resulta más afín a la mentalidad de hoy que nuestra teología oficial actual. Es por ello por lo que, en este domingo, confrontarse con la Palabra de Dios puede traducirse en una aplicación concreta a nuestras maneras de pensar respecto a las otras religiones. En el guión subsiguiente proporcionamos algunas cuestiones para un tratamiento pedagógico del tema.

El evangelio de hoy, de Juan, es el del mandamiento nuevo, el mandamiento del amor. Pocas palabras deben saturamos tanto en el lenguaje cotidiano como ésta: «amor». La escuchamos en la canción de moda, en la conductora superficial de un programa de televisión (tan superficial como su animadora), en el lenguaje político, en referencia al sexo, en la telenovela (más superficial aún que la animadora, si eso es posible)… Se usa en todos los ámbitos, y en cada uno de ellos significa algo diferente. ¡Pero, sin embargo, la palabra es la misma!

El amor en sentido cristiano no es sinónimo de un amor «rosado», sensual, placentero, dulzón y sensiblero del lenguaje cotidiano o posmoderno. El amor de Jesús no es el que busca su placer, su «sentir», o su felicidad sino el que busca la vida, la felicidad de aquellos a quienes amamos. Nada es más liberador que el amor; nada hace crecer tanto a los demás como el amor, nada es más fuerte que el amor. Y ese amor lo aprendemos del mismo Jesús que con su ejemplo nos enseña que «la medida del amor es amar sin medida». Leer más…

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(Dom 6 Pas ) Amigos os llamo, no siervos (Jn 15, 15)

Domingo, 9 de mayo de 2021
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abtmenas.jpg-abtmenasDel blog de Xabier Pikaza:

9.5.21. Hemos visto con Juan los rasgos principales de la Iglesia: Rebaño de Buen Hermoso; Vid, árbol de vida, con la misma savia… Este domingo va la imagen más honda: Dios no es Pastor, ni es Vid, sino “amigo”, de forma que en él podamos ser y seamos “amigos” unos de los otros. La fuerza y esencia de la vida es la “amistad”: ser unos en y con otros, sin imposición, sin mando superior.

En general, no hemos creído ni cumplido este evangelio. Pensamos quizá que Jesús lo dijo cuando estaba“subido de tono”, en la línea del vino del domingo anterior”, pues con la amistad no se arreglan los temas, hace falta orden, buena administración, jerarquía de ley.

Pues bien, en contra de eso, la liturgia nos recuerda hoy que este evangelio traza el camino más serio, más hondo,  gozoso y exigente de todos. Ésta es la tarea de vida o muerte de la Iglesia y de la humanidad: O comenzamos nos hacemos y somos “amigos” o nos destruimos, pues vamos en una misma frágil “barca-patera” y sin amistad ella se vuelva y zozobra.

Es así, pero llevamos dos mil años de iglesia preguntando quién manda, y discutiendo por los mandos, mientras la barca-patera está encallada en las rocas. Pero este evangelio de Jn  15, 15 nos sacude de nuevo, como “revelación” suprema, don y tarea de gozo. Si este evangelio no hay gozo de iglesia y de humanidad, ni hay “salida” a los anchos mares de la nueva humanidad, como he puesto de relieve en Palabras de Amor.

Introducción. Pedro ¿me amas?

Para empezar, recordamos Jn 21, el final del evangelio, de inmensa finura. Allí esta Simón, llamado “pedro”, el piedra, patrón de la barca/patera, y Jesús le pregunta por tres veces si le ama (si ama) para recordarle su tarea:

− Las dos primeras veces (Jn 21, 15-16),le dice: Simón, hijo de Juan ¿me amas (agapás me), con amor tierno y ardiente, de buen enamorado?. Pero Simón el “piedra” le responde con vergüenza y con “rebajas”, las dos veces: “sí, tú sabes que te quiero”. No le dice “te amo” (así, a lo intenso, con agapô se), sino“filô se”, soy tu amigo. No está mal se amigo, pero no Jesús quería más.

– A la tercera (Jn 21, 17), viendo que era imposible pedir a Simón Piedra ese amor (que le tenía de discípulo amado), Jesús acepta la rebaja y le pregunta: ¿Eres mi amigo (fileis me)? Y Pedro Piedra le responde: “tú lo sabes bien, sabes que soy tu amigo? No ha logrado sacarle un “te amo” (agapô se), como el discípulo amado y/o María Magdalena, pero acepta esarebaja (soy tu amigo, filos), y sobre ella (no sobre el amor radical “agapê” del Discípulo Amado o de Magdalena), fundó Jesús la organización de su iglesia como grupo de amigo, dejando el amor fuerte para voluntario especiales, como el discípulo amado o Magdalena.

Sobre ese fondo se entiende el evangelio de este domingo 6 de Pascua, desde Jn 15, 9-17, con una Iglesia de todos (=para toodos), entendida y vivida como grupo y camino de amistad (filia) universal humana, sin más rebajas, pues sin amistad no existe iglesia, por muy obispo, pope y pastor que uno se llama.

Jn 15, 9-17. No os llamo siervos, os llamo amigos:

Puede ser una imagen de una o varias personas y texto que dice “”A vosotros os llamo amigos””

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.”

Evangelio de amistad universal. Presupuestos

Éste evangelio tiene otros muchos rasgos, que sería bueno comentar. Pero quiero presentar algunos rasgos que me parecen fundamentales:

1. Este evangelio ha sido olvidado por la “Gran Iglesia”, al menos desde el siglo XI en adelante. Así en la cúpula de San Pedro Vaticano no se dice “sois todos amigos, mis amigos”, sino “tú eres Pedro, y sobre esta piedra…” (Mt 18).

La Iglesia “en general” se ha tomado como grupo de autoridad (no de amistad), y lo recuerdan cada día obispos, nuncios y demás “gestores” de esa autoridad especial que Cristo les habría concedido. Pero el Cristo de Jn 15 y 21 no les ha dado autoridad-poder, le ha llamado menos amigos” (filous), si es que no pueden ser “amantes” (agapetous).

2. La amistad supera toda jerarquía y distinción entre señores y siervos… Es lo primero que dice Jesús: No os llamo siervos (doulous), sino amigos (filous): En su grupo hay =no puede haer) “autoridad” (poder), no hay servidumbre, sino amistad, todos en diálogo entre iguales, compartiendo la única autoridad, que es la de “conocer” (conocerse), sin secretos ni poderes, de unos sobre otros.

Jesús certifica así un principio de Aristóteles, el Sabio de Santo Tomás, cuando dijo que sólo hay amistad entre “iguales” y libres: Por eso, el hombre libre no puede ser amigo del esclavo, ni del súbdito, ni de la mujer que es “inferior” (buena para cama y cocina), no para la amistad…La amistad sólo puede darse entre un grupo selecto de ricos, libres y claros varones (no entre mujeres y siervos).

La Iglesia australiana pide al Gobierno un esfuerzo para aumentar el salario mínimo
Jesús sabe bien lo de Aristóteles, pero en vez de negar la amistad universal (como él hacía), niega y rechaza la servidumbre. suprimiendo la esclavitud, el dominio de unos sobre otros, el servicio de las mujeres de cama y cocina. Quiere la amistad de todos, por eso niega la “jerarquía” y servidumbre a favor del evangelio o buena nueva de la humanidad.

3. Esa “amistad universal” es la única “revolución” del cristianismo y de la historia humana, la gran revolución pendiente de siglo XXI, como supo otro gran filósofo, Hegel. En el cap. 4º de su “despliegue” (fenomenología) del espíritu, Hegel dice que hasta ahora (año 1800) la humanidad se dividía en “amos y esclavos”, “señores y siervos”…, pero que había llegado la hora en la que todos pudiéramos ser amigos (como había proclamado Pablo, en Gal 3, 28. Hegel recupera así el lenguaje de Jesús: ¡No quiero siervos, quiero que todos seáis amigos, unos de los otros, de forma que os améis con amistad (filía) y con pasión intensa (agapê, cf. Jn 15, 17).

Hegel conoció bien el cristianismo, pero no quiso o no pudo iniciar un amino real de “amistad” universal, y sus sucesores se perdieron (nos perdimos) en un curvas “dialécticas” de imposición económica con guerra (marxismo) o de libre capitalismo también con guerra. Me decía una judía “visionaria” en Jerusalén: A nosotros nos costó 1.500 años para pasar de Moisés a los buenos rabinos; vosotros, cristianos, lleváis 2000 años con Jesús y no habéis empezado a entender y menos a cumplir su “revolución” de amistad.

4. La iglesia en general ha tenido miedo de ese “proyecto-programa” de amistad Jesús… Le ha dado pavor de que la “gente” (mujeres, esclavos, pobres, gentiles de todo color) se desmadre o, mejor dicho, se “des-padre”, tome la libertad (amistad) por la mano, y esto sea un caos. Por eso, ella ha creado pronto una “superestructura” sacral de poder “religioso” (anticristiano), imponiendo una “dicta-dura” (¿dicta-blanda?) espiritual y social de autoridad/poder.

Los cristianos han dejado de ser utopía y camino de amistad universal (sin necesidad de llegar siempre al agapê de fondo) y han trazado una sociedad de clases (conforme a los “ordenes” romanos y/o platónicos: pensadores, funcionarios, trabajadores), con jerarquía y laicado, iglesia docente (la que es y manda) y otra discente (la que no es y escucha). Leer más…

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Dios nos ha amado. Amémonos unos a otros. Domingo 6º de Pascua. Ciclo B

Domingo, 9 de mayo de 2021
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amarDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La 2ª lectura y el evangelio están estrechamente relacionados. «Amémonos unos a otros», comienza el texto de la carta de san Juan. Y el evangelio insiste dos veces: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros»; «Esto os mando: que os améis unos a otros». Este precepto se basa en el amor que Dios nos ha manifestado de dos formas complementarias: enviando su Espíritu y enviando a su Hijo.

 Un Padre que da el Espíritu sin distinguir entre judíos y paganos (1ª lectura)

            La lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles recoge parte de un importantísimo episodio de la iglesia primitiva. Hasta entonces, los discípulos de Jesús se han visto a sí mismos con un grupo dentro del judaísmo, sin especial relación con los paganos. No se les pasa por la cabeza hacer apostolado entre ellos, mucho menos entrar en sus casas si no se han convertido al judaísmo y se han circuncidado. Los consideran impuros.

En este contexto, se cuenta que Pedro tuvo una visión: ve bajar del cielo un mantel repleto de toda clase de animales impuros (cerdo, conejo, cigalas, etc.) y escucha una voz que le ordena: mata y come. Pedro se niega en redondo. «Nunca he probado un alimento profano o impuro». Y la voz del cielo le responde: «Lo que Dios declara puro tú no lo tengas por impuro».

            Termina la visión. Pedro se siente desconcertado, y mientras piensa en su posible sentido, llaman a la puerta de la casa tres hombres enviados por un pagano, el capitán Cornelio, para pedirle que vaya a visitarlo. Pedro comprende entonces el sentido de la visión: no puede considerar impuro a un pagano interesado en conocer el evangelio. Al día siguiente se pone en camino desde Jafa a Cesarea y cuando llega a casa de Cornelio tiene lugar la escena que hoy leemos.

Cuando iba a entrar Pedro, salió Cornelio a su encuentro y se echó a sus pies a modo de homenaje, pero Pedro lo alzó, diciendo:

-Levántate, que soy un hombre como tú.

Pedro tomó la palabra y dijo:

-Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea.

Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras. Al oírlos hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes circuncisos, que habían venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles. Pedro añadió:

-¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?

Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Le rogaron que se quedara unos días con ellos.

            Indico algunos detalles interesantes:

1) «Está claro que Dios no hace distinciones»; para él lo importante no es la raza sino la conducta del que lo respeta y practica la justicia.

            2) La venida del Espíritu Santo sobre este grupo de paganos produce los mismos frutos que en los apóstoles el día de Pentecostés: hablan lenguas extrañas y proclaman la grandeza de Dios.

            3) El Espíritu Santo viene sobre ellos antes de recibir el bautismo. No se puede decir de forma más clara que «el Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere».

            La conducta de Pedro provocó gran escándalo en los sectores más conservadores de la comunidad de Jerusalén y debió subir a la capital a justificar su conducta. Pero este episodio deja claro que, para Dios, los paganos no son seres impuros. Él ama a todos los hombres sin distinción. Con ello se justifica el apostolado posterior entre los paganos.

Un Padre que da su Hijo a los pecadores (2ª lectura)

La carta de Juan justifica el mandato de amarnos mutuamente diciendo que «Dios es amor» y cómo nos lo ha demostrado.

Queridos hermanos: Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.

Cuando yo era niño, el catecismo de Ripalda, a la pregunta de quién es Dios nos enseñaba a responder: «Un señor infinitamente bueno, sabio y poderoso, principio y fin de todas las cosas». El autor de la carta no necesita tantas palabras. Se limita a decir: «Dios es amor». Y ese amor lo manifiesta enviando a su hijo «como víctima de propiciación por nuestros pecados».

La «víctima de propiciación» era el animal que se ofrecía para impetrar el perdón. El Día de la Expiación (yom kippur), el Sumo Sacerdote ofrecía un macho cabrío por los pecados del pueblo. En otras ocasiones se ofrecían cabras y novillos con el mismo fin. Pero esas víctimas carecían de valor definitivo. La humanidad se encontraba en una especie de círculo cerrado del que no podía escapar. Entonces Dios nos proporciona la única víctima decisiva: su propio hijo.

            Y esto lo hace cuando todavía éramos pecadores. No espera a que nos convirtamos y seamos buenos para enviarnos a su Hijo. Si la primera lectura decía que Dios no hace distinción entre judíos y paganos, la segunda dice que no hace distinción entre santos y pecadores.

En vez de amar a Dios, amar a los hermanos (evangelio)

En la segunda lectura el protagonismo ha sido de Dios. En el evangelio, el protagonista principal es Jesús, que demuestra su amor hasta el punto de dar la vida por nosotros, llamarnos amigos suyos, elegirnos y enviarnos. (¡Cuánta gente desearía poder decir que es amigo o amiga de un personaje famoso, que ha sido elegido por él para llevar a cabo una misión!).

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis el Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.

Lo que Jesús exige a cambio de esta amistad es muy curioso. Cuando era estudiante en el Pontificio Instituto Bíblico le escuché este comentario al P. Lyonnet: «Fijaos en lo que dice la 1ª carta de Juan: “Si tanto nos ha amado Dios…” Nosotros habríamos añadido: “también nosotros debemos amar a Dios”. Sin embargo, lo que dice Juan es: “Si tanto nos ha amado Dios, debemos amarnos unos a otros”».

            Algo parecido ocurre en el evangelio de hoy. «Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.» Jesús podría haber dicho: «Amadme como yo os he amado». Pero no piensa en él, piensa en nosotros. Es fácil engañarse diciendo o pensando que amamos a Jesús, porque no puede demostrarse ni negarse. Lo difícil es amar al prójimo.

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6º Domingo de Pascua. 09 Mayo, 2021

Domingo, 9 de mayo de 2021
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Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotras, y vuestra alegría llegue a plenitud.”

(Jn 15, 9-17)

Lo que nos presenta el evangelio de hoy es una declaración de amor. “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo.” Estas son las palabras que Jesús no deja de pronunciar en la vida de cada creyente.

El signo de los cristianos no es la cruz, es el Amor. La cruz por sí sola es un instrumento de tortura. Cuando Jesús en un acto infinito de amor y generosidad se deja clavar en cruz la convierte en símbolo de Amor.

El problema que tenemos los cristianos es que nos quedamos mirando a la cruz. O mirando al Amor. Y eso hay que hacerlo, pero no podemos quedarnos ahí. El evangelio continua, Jesús no dice: “amadme como yo os he amado.” No, lo que dice es: “amaos unos a otros como yo os he amado”.

Jesús era muy listo, y nos conoce bien. Sabía que no íbamos a tener grandes dificultades en amarle a Él o amar a Dios. Esto último ya lo hacía muy bien el pueblo judío. Pero no basta. El amor a Dios, para ser completo, para que de verdad se convierta en alegría, tiene que pasar por las hermanas, por las personas que conviven con nosotras.

Por que el amor del que habla Jesús no es una cuestión teórica sino una realidad existencial y práctica. No es algo que “se aprende de memoria” sino algo que que se experimenta en la vida.

Las teorías, por buenas que sean, no provocan alegría. La alegría brota de la vida, de la “práctica”. Y la vida concreta es mucho más audaz y sorprendente que cualquier teoría.

Por que “en teoría” es feliz aquella persona que consigue éxito, fama y dinero. La publicidad nos vende una infalible teoría sobre la felicidad. Es feliz la persona que es guapa, joven y tiene buena salud. Es decir, que tiene un cuerpo atlético, un hermoso cabello, una piel sin arrugas y un buen bronceado.

Pero la vida nos muestra otra cosa. Vemos el brillo de la auténtica felicidad en los ojos de una madre que ve salir adelante a su hijo con parálisis cerebral. O en un joven que se queda en silla de ruedas tras un accidente y pierde movilidad pero descubre la Vida.

La alegría que llega a plenitud es la que es capaz de atravesar los fracasos y el dolor. Es la que lleva consigo la conciencia de saberse vulnerables pero profundamente amadas.

Oración

Trinidad Santa, no dejes que nos conformemos con medias alegrías, sino que caminemos hacia la alegría que brota de Ti. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Lo más humano de lo humano es el amor.

Domingo, 9 de mayo de 2021
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0f5f124a47c98c6d1975f836decccdb3Jn 15, 9-17

El evangelio de hoy es continuación del que leímos el domingo pasado. Sigue explicando en qué consiste esa pertenencia del cristiano a la vid. Poniendo como modelo su unión con el Padre, va a concretar Jesús lo que constituye la esencia de su mensaje. Ya sin comparaciones, nos coloca ante el centro del mensaje: El AMOR. En el c. 13 ya nos había dado la consigna: un mandamiento nuevo os doy. Solo el amor nos hace humanos.

Juan pone en boca de Jesús la seña de identidad que debe distinguir a los cristianos. Es el mandamiento nuevo, por oposición al mandamiento antiguo, la Ley. Queda establecida la diferencia entre las dos alianzas. Jesús no manda amar a Dios ni amarle a él, sino amar como él ama. No se trata de una ley sino de una consecuencia de la Vida de Dios y que se ha manifestado en Jesús. Nuestro amor será “un amor que responde a su amor” (Jn 1,16). El amor que pide Jesús tiene que surgir de dentro, no imponerse desde fuera.

Juan emplea la palabra “ágape”. Los primeros cristianos emplearon ocho palabras, para designar el amor: ágape, cáritas, philia, dilectio, eros, líbido, stergo, nomos. Ninguna de ellas excluye a las otras, pero solo el “ágape” expresa el amor sin mezcla alguna de interés personal. Sería el puro don de sí mismo, solo posible en Dios. Está haciendo referencia a Dios, es decir, al grado más elevado de don de sí mismo. No está hablando de amistad o de una “caridad”. Se trata de desplegar una cualidad exclusiva de Dios.

Dios demostró su amor a Jesús con el don de sí mismo. Jesús está en la misma dinámica con los suyos, es decir, les manifiesta su amor hasta el extremo. El amor de Dios es la realidad primera y fundante. Juan lo ha dejado bien claro en la segunda lectura: “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó”. Descubrir esa realidad y vivirla es la principal tarea del que sigue a Jesús. Es ridículo seguir enseñando que Dios nos ama si somos buenos y nos rechaza si somos malos.

Hay una diferencia que tenemos que aclarar. Dios no es un ser que ama. Dios es el amor. En Él, el amor es su esencia, no una cualidad como en nosotros. Yo puedo amar o dejar de amar y seguiré siendo yo. Si Dios dejara de amar un solo instante, dejaría de existir. Dios manifiesta su amor a Jesús y a mí, pero no lo hace como nosotros. No podemos esperar de Dios “muestras puntuales de amor”, porque no puede dejar de demostrarlo un instante. Jesús sí puede manifestar el amor de Dios, amando como un ser humano.

Juan intenta trasmitirnos que, hablando con propiedad, Dios no puede ser amado. Él es el amor con el que yo amo, no el objeto de mi amor. Aquí está la razón por la que Jesús se olvida del primer mandamiento de la Ley: “amar a Dios sobre todas las cosas”. Juan comprendió perfectamente el problema, y deja muy claro que solo hay un mandamiento: amar a los demás, no de cualquier manera, sino como Jesús nos ha amado. Es decir, manifestar plenamente ese amor que es Dios, en nuestras relaciones con los demás.

No se puede imponer el amor por decreto. Todos los esfuerzos que hagamos por cumplir un “mandamiento” de amor están abocados al fracaso. El esfuerzo tiene que estar encaminado a descubrir a Dios que es amor dentro de nosotros. Todas las energías que empleamos en ajustarnos a una programación tienen que estar dirigidas a tomar conciencia de nuestro verdadero ser. Solo después de un conocimiento intuitivo de lo que Dios es en mí, podré descubrir los motivos del verdadero amor.

El amor del que nos habla el evangelio es mucho más que instinto o sentimiento. A veces tiene que superar sentimientos e ir más allá del instinto. Esto nos lleva a sentirnos incapaces de amar. Los sentimientos de rechazo a un terrorista pueden hacernos creer que nunca llegaré a amarle. El sentimiento es instintivo y anterior a la intervención de nuestra voluntad. El amor es más que sentimiento. La prueba de fuego del amor es el amor al enemigo. Si no llego hasta ese nivel, todos los demás amores son engañosos.

El amor no es sacrificio ni renuncia, sino elección gozosa. Esto que acaba de decirnos el evangelio no es fácil de comprender. Tampoco esa alegría de la que nos habla Jesús es un simple sentimiento pasajero; se trata de un estado permanente de plenitud y bienestar, por haber encontrado mi verdadero ser y descubrir que es inmutable. Una vez que has descubierto tu ser luminoso e indestructible, desaparece todo miedo, incluido el miedo a la muerte. Sin miedo no hay sufrimiento. Surgirá espontáneamente la alegría.

Solo cuando has descubierto que lo que realmente eres, no puedes perderlo, estás en condiciones de vivir para los demás sin límites. El verdadero amor es don total. Si hay un límite en mi entrega, aún no he alcanzado el amor evangélico. Dar la vida, por los amigos y por los enemigos, es la consecuencia lógica del verdadero amor. No se trata de dar la vida biológica muriendo, sino de poner todo lo que somos al servicio de los demás.

Ya no os llamo siervos. No tiene ningún sentido hablar de siervo y de señor. Más que amigos, más que hermanos, identificados en el mismo ser de Dios, ya no hay lugar ni para el “yo” ni para lo “mío”. Comunicación total en el orden de ser. Jesús se lo acaba de demostrar poniéndose un delantal y lavándoles los pies. La eucaristía dice exactamente lo mismo: Yo soy pan que me parto y me reparto para que me coman. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos para comunicarles esa misma Vida. Jesús lo compartió todo.

Os he hablado de esto para que vuestra alegría llegue a plenitud. Es una idea que no siempre hemos tenido clara en nuestro cristianismo. Dios quiere que seamos felices con una felicidad plena y definitiva, no con la felicidad que puede dar la satisfacción de nuestros sentidos. La causa de esa alegría es saber que Dios comparte su mismo ser con nosotros. Nos decía un maestro de novicios: “Un santo triste es un triste santo”.

No me elegisteis vosotros a mí, os elegí yo a vosotros. Debemos recuperar esta vivencia. El amor de Dios es lo primero. Dios no nos ama como respuesta a lo que somos o hacemos, sino por lo que es Él. Dios ama a todos de la misma manera, porque no puede amar más a uno que a otro. De ahí el sentimiento de acción de gracias en las primeras comunidades cristianas. De ahí el nombre que dieron los primeros cristianos al  sacramento del amor. “Eucaristía” significa exactamente acción de gracias.

Cualquier relación con Dios, sin un amor manifestado en obras, será pura idolatría. La nueva comunidad no se caracterizará por doctrinas, ni ritos, ni normas morales. El único distintivo debe ser el amor manifestado. Jesús no funda un club cuyos miembros tienen que ajustarse a unos estatutos sino una comunidad que experimenta a Dios como amor y cada miembro lo imita, amando como Él. Esta oferta no la puede hacer la institución, por eso se muestra Jesús tan distante e independiente de todas ellas. Ninguna otra realidad puede sustituir lo esencial. Si esto falta no puede haber comunidad cristiana.

Meditación

Sin la experiencia de unidad con Dios
no podemos desplegar el verdadero amor.
El verdadero amor nos lleva al límite de lo humano.
No somos nosotros los que tenemos que amar.
Tiene que desaparecer el yo
para sentirme uno con todos.
Amar es deshacerme de todo lo que creo ser
para que solo quede en mí lo que hay de Dios.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Amarnos unos a otros.

Domingo, 9 de mayo de 2021
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viajero-concentrado-mirando-la-brujula-sobre-el-mapa_23-2147628786En el amor se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno, y, no obstante, siguen siendo dos (Erich Fromm).

Domingo VI de Pascua

Jn 15, 9-17

-Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os amé. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos.

El amor entre todos los seres de la creación –todos son hijos del Creador- son destellos de la gloria divinaYo les di la gloria que tu me diste para que sean uno como lo somos nosotros (Jn 17, 22). Una teofanía permanente –manifestación de Dios- en versión reencuentro de personas: Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos (Mt 18, 20).

La universalidad de esta gloria queda cantada en la liturgia por el Responsorial del Salmo 97: El Señor revela a las naciones su salvación. Y en los Hechos 10, 45 relatándonos que el don del Espíritu Santo se ha derramado también sobre los gentiles. Esta historia bíblica no es nueva. En la antigüedad griega y en la filosofía hindú, el amor representa el principio del cosmos, como ocurre en los Vedas, en Hesiodo y Empédocles.

Un principio dinámico exigido por el propio sentido de evolución de la materia y de la vida. En su raíz está el amor como condición indispensable. Una historia de amor materializada en un perpetuo crecer con los demás –y con lo demás- como le recuerda Dios a Joan Baxter en la película Bruce Almighty de Tom Shadyac (2007), mientras dialogan sentados en la cafetería. En la Parábola de la Vid, Juan pone en boca del Maestro estas palabras que, al estar fundamentadas en el amor ‘que se es’, que se basta a sí mismo- la plenitud le es inherente“Os he dicho esto para que participeis de mi alegría y vuestra alegría sea colmada” (Jn 15, 11).

El amor a Dios carece de sentido fuera del amor al prójimo. Y en todo amor al prójimo hay inexcusablemente -se admita o no- amor a Dios, incluido el de a sí mismo que, según Aristóles, es requisito indispensable para poder amar a otra persona. Se lo recordó Jesús a los fariseos en Mateo 22, 38, trayéndoles a la memoria el “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” de las leyes del Levítico.

Un amor que, abarcando a todos los seres, les impulsa a colaborar en el hacer, como ocurre en el mencionado largometraje, donde todos los animales ayudan a Noé en la construcción del Arca. Cosa que sucede, según sugieren Alphone et Rachel Goettmann en La mystique du couple enero 2015, Desclée de Brouwer, porque dicho amor les permite “entrar en fusión sin confusión, o más bien, comulgar, llegar a ser uno”. Erich Fromm lo había dicho en estos otros términos, manteniendo pluralidad y unidad: “En el amor se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno, y, no obstante, siguen siendo dos”.

Disponemos de una fuerza que no tiene prejuicios ni fronteras: “De cualquier nación que sea”, dice Pedro en casa de Cornelio, capitán de la cohorte itálica (Hch 10, 34). Es el gran mandamiento de Jesús: amarle amándonos unos a otros. La mejor manifestación del amor a Dios es el amor al prójimo. En su ópera pastoral Acis y Galatea, cantó este amor universal y uno Händel. La misma voz, pues eran dos en uno. En el mitológico amor de su desnudez, trazada por el pincel del pintor galo Édouard Zier, los hombres fueron dioses, y los dioses, humanos.

ACIS

Retumbaba a lo lejos
con pavoroso estruendo sostenido
la fiera voz del terrible gigante:
-“las montañas se agitan, tiembla el bosque”.

Respondió Galatea:
-“Dejarán los rebaños las montañas,
las tórtolas los bosques, y las ninfas
vendrán a disfrutar mi amor con Acis”.

Lo entonaron violas y clarines
con allegro clamor en la llanura:
la misma voz, pues eran dos en uno.

Sonaban sus canciones como ecos
y terminaron con un dolce finale
compartido con tórtolas y ninfas.

En el amor los hombres fueron dioses,
y los dioses, humanos.

(SOLILOQUIOS, Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Testigos de lo inédito.

Domingo, 9 de mayo de 2021
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1102014719_univ_lsr_xl9 de mayo, sábado

Jn 14, 7-14

La fuente del hacer y el decir de Jesús es Dios mismo, su voluntad. De ahí brota su radical confianza y libertad. Por eso sus palabras son verdaderas y remiten a gestos y acciones liberadoras que son Buena Noticia para las personas más olvidadas y excluidas. Jesús es la ternura y la misericordia de Dios en acción. Creer en Él es reproducir sus obras, con la ayuda del Espíritu, que más que a imitar o repetir esquemas nos mueve a la creatividad y a la novedad del amor en cada contexto y situación.

También como Felipe, nosotros y nosotras hoy, ante la densidad de la crisis que atravesamos anhelamos reconocer las huellas de Dios en la vida. El Evangelio vuelve a recordarnos que la fe cristiana no se vive en abstracto, sino que remite siempre a la carne, (1 Jn 4,2) a lo concreto, a lo histórico, en definitiva, al ejercicio del amor y su encarnación en gestos, obras y acciones. Un amor que incluye tres dimensiones: el amor a uno y a una misma con  y reconocimiento y la valoración de los propios dones y capacidades para el bien común, el amor interpersonal y el amor político, como nos señala el papa Francisco en Fratelli Tutti.

El evangelista ya en capítulos anteriores nos ha señalado que Dios es amor y por tanto que allá donde detectemos la presencia del amor podemos rastrear las huellas de Dios (Jn 4,12) porque La voluntad de Dios no es” jugar al escondite” con la humanidad, sino que el Dios de Jesús es un Dios accesible. Pero requiere una sensibilidad abierta y depurar nuestras imágenes sobre Él, hacernos conscientes de los ídolos en los que hemos ido deformándolo y que nos impiden descubrir el rostro del Dios vivo: el Abba de Jesús.

El Abaa de Jesús no nos suple ni nos resuelve nada, pero nos acompaña y sostiene en todo. Un Dios que no actúa directamente en la historia, ni para causar el mal ni para evitarlo, que no es un dios mágico o milagrero, pero que nos asegura que si ponemos nuestra confianza en Él y nos dejamos configurar por su Palabra y la sensibilidad del Evangelio su Espíritu actuará en nosotros y nos hará fecundos y creativas en el amor. Seremos testigos de lo inédito.

Pepa Torres Pèrez, A.C.J.

Fuente Fe Adulta

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Amor

Domingo, 9 de mayo de 2021
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Amor.2Domingo VI de Pascua

9 mayo 2021

Jn 15, 9-17

Amar es permanecer en la certeza de no-separación. No se trata, en primer lugar, de una emoción que puede oscilar ni de una exigencia que se pueda imponer. Es una certeza que se corresponde con la realidad de lo que es: no existe nada separado de nada.

 Amar es permanecer de manera consciente en esa certeza y dejarnos vivir desde ella. Por tanto, el amor genuino nace de la comprensión de lo que somos.

 El término “permanecer” me parece muy apropiado para expresar la actitud adecuada. Significa conectar y mantenerse en conexión con eso que somos en profundidad. Eso que somos está más allá del cuerpo -aunque lo experimentemos en él-, más allá de la mente -aunque luego podamos pensarlo y hablar de ello-, más allá de los sentimientos y emociones -aunque en ocasiones puedan aparecer con intensidad-…

 La puerta que conduce a experimentar el amor que somos es el silencio de la mente. Gracias a él, reconocemos la “espaciosidad” silenciosa como presencia consciente, nuestra identidad más profunda que compartimos con todos los seres: somos uno con todo lo que es.

 No eres el yo separado que tu mente piensa, y con el que has podido llegar a identificarte. Ese yo es una forma que aparece en la espaciosidad que eres, la forma o persona en que la consciencia que realmente eres se está desplegando temporalmente. Acogiendo el yo, permanece, más allá de él, en la consciencia que eres.

 Esa consciencia constituye la “sustancia” última de todo lo real. Descansa en esa certeza silenciosa. No busques nada, permanece… El silencio te irá revelando el amor, la paz y -en palabras de Jesús- la alegría en plenitud.

 En la medida en que te ejercites en permanecer, notarás los efectos que eso produce en tu vida cotidiana; notarás cómo el amor se hace cada vez más presente en tu existencia.

¿Cuido permanecer en conexión consciente con lo que realmente soy, gracias al silencio de la mente?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Somos discípulos amados, queridos por Dios, no clientes o consumidores religiosos de un sistema religioso

Domingo, 9 de mayo de 2021
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222Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

¿Qué ha pasado por los entresijos de la historia de la iglesia para que el Dios de amor haya pasado a ser un Dios justiciero, condenador? ¿Por qué se ha producido una predicación del infierno, de la condenación tan negativa y tan poco cristiana?

  1. Dios es amor.[1]

         En la lectura de la 1ª Juan y en el texto del evangelio de hoy se despliegan como en cascada los valores centrales del cristianismo: el amor, permanecer en el amor del Señor, así viviremos en la alegría del Señor, porque nos tiene como amigos.

         Estamos en el vértice de la revelación del Dios de Jesús que es amor,

Como el Padre me ha amado, así os he amado yo.

La vivencia, la experiencia que Jesús tiene de Dios es que es amor. JesuCristo podía habernos dicho que Dios es infinito, eterno, justo, castigador, implacable, ultraortodoxo, el gran inquisidor, etc. Pues bien, JesuCristo tiene una experiencia muy distinta de Dios. Dios es Padre que ama: como el Padre me ha amado. Jesús se siente amado, querido por Dios. Dios es amor.

¿Qué ha pasado por los entresijos de la historia de la iglesia para que el Dios de amor haya pasado a ser un Dios justiciero, condenador? ¿Por qué se ha producido una predicación del infierno, de la condenación tan negativa y tan poco cristiana? ¿Por qué el descenso liberador de Jesús a los infiernos (muerte-sheol) se ha convertido en el infierno eternamente condenador? ¿Por qué en lugar de permanecer en el amor: permaneced en mi amor, hemos pasado a “permanecer en el miedo y la angustia” a un Dios de terror?

         En los rostros y conciencias de muchos cristianos y eclesiásticos vemos mucha amargura y angustia. En el “subconsciente” del momento eclesiástico actual (a excepción de Francisco) no parece residir la gracia, la bondad, el amor de Dios Padre.

         Sin embargo, somos cristianos porque hemos sido amados, hemos recibido el amor de Dios y nos hacemos cristianos porque amamos.

El adn del cristiano no es la precisión de su dogmática, ni la ley, ni el  cumplimiento, ni la perfección y escrupulosidad de su moral, ritos, vestimentas, tampoco la identidad del cristiano está en la ortodoxia, sino en el amor. Quien no ama, no ha conocido a Dios.

Muchos de nosotros tenemos una imagen, una experiencia de un Dios duro, violento, implacable. (Mejor olvidar aquellas meditaciones sobre el infierno de los Ejercicios Espirituales, aquellas torturadoras confesiones, etc.) El Dios de Jesús es Padre bondadoso.

Cristiano es quien tiene la experiencia honda de sentirse querido, amado por Dios. Muchas personas son “perfectos religiosos”, cumplidores estrictos de todo lo establecido, pero no cristianos, porque quizás no viven en el amor que Dios nos tiene. No es lo mismo ser religioso que ser cristiano. Cristiano es demorarse, permanecer en el amor de Dios.

Volvamos nuestra mirada al amor de Dios: conozcamos la misericordia de Dios y de Cristo. Somos discípulos amados queridos por Dios, no clientes o consumidores religiosos de un sistema religioso.

  1. Algunas precisiones.

         ¿Y qué es el amor?

         Por simple sentido común, conviene ser conscientes y distinguir los diversos niveles de las relaciones humanas y los varios modos de vivir el entramado de tales relaciones.

         En griego hay tres palabras para hablar de los diversos niveles del amor, que son los que Sigmund Freud y Benedicto XVI utilizarán estas tres expresiones: eros (amor erótico), filia (amor de amistad) y ágape (amor de donación / entrega).

         Los tres niveles son buenos, pero diversos y conviene no mezclarlo todo.

         Algunos sois padres y el amor matrimonial es profundo, pero diverso del amor, también profundos, hacia los hijos.

En la vida familiar somos hermanos y tal fraternidad es algo muy profundo. Sin embargo puede que dos hermanos, siendo hermanos queridos, no sean amigos. Es distinto ser hermano que ser amigo. Con un amigo tengo otro tipo de relación y, quizás, de confidencialidad. (Los amigos los elegimos, más o menos, libremente, la fraternidad de hermanos nos viene dada).

En la vida podemos querer a personas por su serenidad, por su competencia, su disponibilidad. En la vida religiosa, presbiteral el amor, la afectividad se encauza por otros derroteros (celibato).

La vida religiosa, la vida monacal vive en comunidad y se dan relaciones de fraternidad en la fe que les une en un carisma concreto: benedictinos, franciscanos, jesuitas, etc. Y viven como hermanos o hermanas, lo cual no significa que todos los miembros de tal comunidad sean amigos, ni que la comunidad viva en una adolescente amistad, si bien procurarán una convivencia noble y fraterna.

La vida comunitaria ha de estar posibilitada por una madurez personal, de fe, afectiva y en muchas ocasiones habrá de echar mano del respeto hacia quien no piensa como yo; y en ocasiones el perdón será necesario en una convivencia adulta y madura.

El presbítero-sacerdote realiza su afecto y amor orientando su vida hacia el Reino de Dios, que se concretará en la tarea pastoral, intelectual y en una buena convivencia con los colaboradores de su parroquia o de las personas con quienes trabaja. Ama su propia tarea, parroquia, mundo pastoral.

Las Parroquias y “comunidades cristianas” no son comunidades de amigos. Los que se reúnen en una parroquia se estiman, se respetan, incluso estarían dispuestos a ayudarse o ayudar a otros en caso de necesidad, de enfermedad, de penuria económica, etc. pero no somos estrictamente amigos, ni se debe pretender que una parroquia sea una comunidad de amigos.

No es lo mismo amistad que amor, enamoramiento que encuentro, eros que caridad. Y conviene no mezclarlo todo, porque, de otro modo, podemos volver a la confusión del “caos inicial del Génesis”.

  1. El amor es intrínseco al ser humano.

         Siendo muy consciente del evangelio que hemos escuchado: “este es mi mandamiento: que os améis”, sin embargo el amor no es que el amor sea un “imperativo legal o moral”, una ley más entre las muchas que se puedan legislar.

         Dios es amor, el ser humano está creado a imagen de Dios, por lo que el ser humano es imagen del amor de Dios y se realiza en el amor.

         De hecho el amar y sentirnos queridos es lo más importante en la vida humana. Podemos vivir -hemos vivido- sin justicia, sin derechos humanos, sin libertades, sin apenas dinero y con hambre (al menos las generaciones mayores), lo que ya no podemos vivir es sin amar y ser amados. Las grandes crisis personales y las grandes realizaciones en la vida humana están en proporción directa a la experiencia que tengamos del amor.[2]

         El amor hace bien al ser humano. Probablemente nada cura tanto como sentirse querido y acogido en la vida.

  1. Amor y política.

         La ciencia, la tecnología, el progreso sin amor, deshumaniza. Lo mismo se puede aplicar a la vida sociopolítica y a la vida eclesiástica.

         Puede parecer una ilusión infantil, pero la crisis económica en que estamos sumidos no se va a solucionar solamente con criterios económicos, sino con criterios éticos. El problema de la pacificación requiere tratamiento político, conversaciones, negociaciones, etc. En algún momento sería muy noble tender la mano, reconciliarnos.

         Inteligencia creativa humana hay, dinero hay, tecnología, materias primas (creación) siguen habiendo todavía, vacunas hay para todo el mundo. Si todo ello no llega a todos es por otras razones ya no técnica, sino éticas.

         Lo que llama la atención es que ni los economistas, ni políticos, ni los medios de comunicación, ni la Universidad, ni los sindicatos, ni muchas veces los eclesiásticos invoquemos el amor eficaz en nuestras vidas

         El dinero no cree en Dios ni en el hombre, el dinero no ama. Y es ahí donde comienza la convivencia y el encuentro entre personas y pueblos.

  1. Algunas concreciones

Amar es respetar y acoger a los seres humanos solamente porque son seres humanos, hijos de Dios.

  • o Por tanto amar significa respetar a todas las personas por el mero hecho de ser personas: hijos de Dios. Hacemos interesadas acepciones de personas: pensemos en ideologías, puestos eclesiásticos, emigrantes, racismos, etc.
  • o Hoy en día en nuestro pueblo el mandamiento del amor significa respeto y buscar, abrir cauces y caminos, diálogo para la convivencia y la paz. Y en cuanto sea posible, perdonar.
  • o En el ámbito familiar amar significa muchas veces respeto, no hurgar en viejas heridas, no revolver las cosas. Cuestiones de dinero, herencias, etc. Saber declinar, dejar ya de lado determinadas cuestiones.
  • o El mundo eclesiástico comenzará o comenzaremos a ser cristianos cristianos- cuando intentemos ver la vida y las situaciones y problemas desde el amor y no tanto desde el legalismo, el miedo, el poder y la ortodoxia.
  • o En ocasiones -siempre- amar significa ser discreto y callarse. Callar un defecto, un pecado ajeno, etc. El silencio y la discreción son variantes del mandamiento del amor. Una persona adulta ha de saber callar y marcharse a la tumba con unos cuantos secretos.
  • o En muhco momentos amar significa: perdonar.
  1. Somos discípulos amados.

         Somos cristianos y ser cristiano es sentirse querido por Dios y desplegar la vida desde el amor. Desde el amor las cosas se ven de otra manera.

El amor produce una confianza enorme, una gran serenidad. Noches oscuras nos van a venir, pero quien ama, quien ama la humanidad, la vida, los valores del Reino de Dios tiene el alma sosegada, en calma, en esa serenidad y alegría que nos promete Jesús.

esto os mando: que os améis unos a otros.

[1] Un apunte exegético: la primera mitad del evangelio de San Juan emplea 32 veces el lenguaje de luz-tinieblas, 50 veces el tema de la vida: agua, pan de vida, etc. La segunda mitad del evangelio joánico se centra en el amor: 38 veces. (X. Léon Dufour, Lectura del evangelio de Juan, Salamanca, 19933, vol 1, p 22.

[2] Hay ciertas dimensiones en la vida que hemos de saber llevarlas bien: el amor, la sexualidad, el poder, la belleza, el dinero, etc. son cuestiones que hemos de procurar “gestionarlas” bien, porque de otro modo, nos pueden despistar en la vida.

 

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Carmen Notario: Ser canales de vida en comunidad.

Miércoles, 5 de mayo de 2021
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eucaristia0¿Dónde detectamos vida nueva esta primavera? ¿Qué nos recuerda que la vida se renueva constantemente y que lo que parece muerto, inerte, frío, despierta una vez más y nos llena de esperanza y de ilusión?

Desde luego la naturaleza a nuestro alrededor sí, desde las hierbas más pequeñas y aparentemente más inútiles hasta las manifestaciones más deslumbrantes de formas y colores en plantas, flores, cascadas…

Leía el otro día que España en este momento es el segundo país, después de Suecia, con más bosques de toda Europa y alegra saber que vamos tomando conciencia de lo importante que es cuidar el medio ambiente para el bienestar de todxs. Parece que el aumento de bosques está proporcionado con el menor uso de la tierra en lo que respecta a la agricultura y la ganadería. Cuanto menos explotamos los recursos naturales de forma descontrolada, hay más espacio para los “pulmones” de la tierra donde habitan millones de especies creando hábitats para todxs.

A primera vista parece que un bosque no es comparable a nivel de producción con la misma cantidad de terreno empleado para la agricultura, y sin embargo la FAO nos dice que 20 países en desarrollo han mejorado sus niveles de seguridad alimentaria manteniendo o aumentando la cobertura forestal.

Los bosques eliminan 2,1 millones de dióxido de carbono al año, redistribuyen hasta el 95 % del agua que absorben donde más se necesita. Mantienen el agua en el suelo, evitando la erosión, y luego la liberan de nuevo a la atmósfera, produciendo un efecto de enfriamiento.

Su ciclo de vida está relacionado con el ciclo de vida de otros seres, incluidos nosotros, por supuesto. Su salud y crecimiento redunda en abundancia para todos. Podríamos decir que la vida nueva viene de emplear lo que necesitamos y después devolver “vida” al universo en formas que permitan la vida a otros seres.

En medio de la crisis sanitaria, económica, climática, política y social que estamos experimentando, que ya nos habían advertido que vendría con el cambio de paradigma, también vemos brotes de vida en personas que se “reinventan” y con ello suman con otrxs y sacan de la escasez abundancia, del desaliento esperanza. A pesar de que las noticias nos bombardean con los aspectos negativos del comportamiento humano, sabemos que hay miles de iniciativas que tienen que ver con la solidaridad y el olvido de los intereses personales.

Un año más nos volvemos a preguntar: ¿Y qué significa la resurrección? ¿Cómo la vivo y entiendo hoy?

Los cristianos, no hemos tenido problema a lo largo de los siglos de identificarnos con la cruz, pensando que el sufrimiento por la enfermedad, las dificultades, era “redentor” como el de Cristo y nos “servía” para hacer méritos para la otra vida. Sin embargo no entendemos todavía, que si la comunidad cristiana sigue existiendo, es precisamente y sólo por la resurrección, por la experiencia personal y comunitaria de que la vida ha vencido a la muerte.

Somos parte de la Vida, estamos inmersos en ella y en la medida que tomamos conciencia de ello vamos entendiendo esa dinámica constante de muerte y vida que es nuestra existencia.

La resurrección es, primero, una experiencia personal. Es la que vivieron los primeros seguidores de Jesús de que continuaba vivo en medio de ellos, de otra forma pero con una presencia real. Esa es la que ha animado a millones de personas a seguirle a lo largo de la historia y la que nos anima a ti y a mí cada día. Por eso estás hoy aquí, porque un día lo entendiste y a pesar de todas las crisis, las dificultades, los tiempos de inercia o de mediocridad no has renunciado a esa experiencia.

No la buscamos fuera, ¡qué va!, si es más íntima a mí que yo misma… A veces me produce un gozo inmenso, pero la mayor parte del tiempo está ahí como el aire que respiro. Necesito alimentarla como toda relación que valoramos. Voy adentrándome en esa relación a través de la oración que me alimenta cada día, y me ayuda a entender cómo vivir la vida desde la misma perspectiva que vivió Jesús.

Me va transformando, no sé muy bien cómo, pero voy sintiendo que mis valores se van afianzando que voy creciendo en libertad, en asertividad que puede más en mí la compasión que la rabia o la frustración, que mi corazón se vuelve más generoso.

Pero también me transforma la vida y la manera de interpretar sus pequeños y grandes acontecimientos, las personas con quienes hago camino y lo que voy eligiendo después de discernir, cada vez con más ternura, que es lo que inspiraba a Jesús la gente con la que se encontraba.

Cuando me encuentro con personas que ven la vida de esta misma manera, siento que he encontrado un tesoro; no sé si hay muchos o no, pero los encuentro si soy capaz de comunicar abiertamente lo que llevo dentro.

El cristianismo no es una espiritualidad que me construyo a mi gusto. No me puede encerrar en mi “yo” en una relación tú-yo, privada en el ámbito de lo personal. Cuando nos cerramos de esa manera es porque tenemos miedo, nos han herido, o hay algo que queremos esconder.

La experiencia de la resurrección es una llamada en comunidad para la comunidad como lo atestiguan los evangelios. En ellos, no olvidemos, son escritos post-pascuales, siempre encontramos a Jesús enseñando, predicando, curando y conviviendo, con sus seguidores, aprovechando cualquier ocasión para proclamar el mensaje del reino entre ellos y con los demás.

Ante sus rivalidades, sus prejuicios, sus imposiciones, sus faltas de sensibilidad a las necesidades de los demás Jesús les va “despertando” el oído y el corazón se les va transformando; por supuesto es un camino que dura toda la vida como el nuestro.

El testimonio más fuerte es el de la unidad; no todos piensan igual, ni tienen una manera de ser parecida, ¡qué va!, si son muy diversos…pero comparten el mensaje de Jesús de proclamar lo que creen, lo que han visto y oído, el mensaje de liberación que primero les liberó a ellos. En comunidad sienten la fuerza de esa presencia de Jesús que les saca de su pequeño mundo y les invita a compartir con los demás.

Se apoyan unos en otros, el don de la palabra de éste, la sabiduría de la otra, la constancia, la fortaleza… se alegran con las buenas noticias y comparten el sufrimiento apoyándose mutuamente.

Llevamos tiempo ya defraudados por una institución que tiene miedo a la evolución y se aferra a un “poder” que no es real, por lo menos en amplias capas de la sociedad. No tenemos por qué permanecer allí donde no hay vida. Luchar por ideologías, por tradiciones, por posiciones de poder no nos lleva más que a la frustración; hoy vivimos la fe fuera del templo, en las pequeñas comunidades cristianas.

Se nos llama a participar de una comunidad de Vida que envuelve todo el universo. No somos nosotrxs los que “poseemos” una vida. Estamos envueltos en la red de la Vida que lo permea todo. Se nos presenta como reto romper moldes de división entre lo divino y lo profano, ensanchar nuestras tiendas para que quepan todxs, denunciar y anunciar como los profetas las injusticias, las opresiones y anunciar con la palabra y la vida el amor incondicional, la entrega sin límites.

Ser canales de vida… como la naturaleza a nuestro alrededor que nos invita a crear redes, a consumir lo imprescindible, a devolver lo que no necesitamos transformado para que otrxs puedan vivir.

Carmen Notario, SFCC

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“No separarnos de Jesús”. 5º Pascua – B (Juan 15,1-8)

Domingo, 2 de mayo de 2021
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821289_editada-200x300La imagen es sencilla y de gran fuerza expresiva. Jesús es la «vid verdadera», llena de vida; los discípulos son «sarmientos» que viven de la savia que les llega de Jesús; el Padre es el «viñador» que cuida personalmente la viña para que dé fruto abundante. Lo único importante es que se vaya haciendo realidad su proyecto de un mundo más humano y feliz para todos.

La imagen pone de relieve dónde está el problema. Hay sarmientos secos por los que no circula la savia de Jesús. Discípulos que no dan fruto porque no corre por sus venas el Espíritu del Resucitado. Comunidades cristianas que languidecen desconectadas de su persona.

Por eso se hace una afirmación cargada de intensidad: «El sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid»: la vida de los discípulos es estéril «si no permanecen» en Jesús. Sus palabras son categóricas: «Sin mí no podéis hacer nada». ¿No se nos está desvelando aquí la verdadera raíz de la crisis de nuestro cristianismo, el factor interno que resquebraja sus cimientos como ningún otro?

La forma en que viven su religión muchos cristianos, sin una unión vital con Jesucristo, no subsistirá por mucho tiempo: quedará reducida a folklore anacrónico que no aportará a nadie la Buena Noticia del evangelio. La Iglesia no podrá llevar a cabo su misión en el mundo contemporáneo si los que nos decimos «cristianos» no nos convertimos en discípulos de Jesús, animados por su espíritu y su pasión por un mundo más humano.

Ser cristiano exige hoy una experiencia vital de Jesucristo, un conocimiento interior de su persona y una pasión por su proyecto que no se requerían para ser practicante dentro de una sociedad de cristiandad. Si no aprendemos a vivir de un contacto más inmediato y apasionado con Jesús, la decadencia de nuestro cristianismo se puede convertir en una enfermedad mortal.

Los cristianos vivimos hoy preocupados y distraídos por muchas cuestiones. No puede ser de otra manera. Pero no hemos de olvidar lo esencial. Todos somos «sarmientos». Solo Jesús es «la verdadera vid». Lo decisivo en estos momentos es «permanecer en él»: aplicar toda nuestra atención al evangelio; alimentar en nuestros grupos, redes, comunidades y parroquias el contacto vivo con él; no apartarnos de su proyecto.

José Antonio Pagola

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“El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.” Domingo 02 de mayo de 2021. Domingo quinto de Pascua

Domingo, 2 de mayo de 2021
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31-PascuaB5 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 9,26-31: Les contó cómo había visto al Señor en el camino.
Salmo responsorial: 21: El Señor es mi alabanza en la gran asamblea.
1Juan 3,18-24: Éste es su mandamiento: que creamos y que amemos.
Juan 15,1-8: El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.

Para entender bien este texto es necesario saber que tanto la vid (o las uvas) o como la higuera (o los higos) son símbolos del pueblo de Dios en el AT. Así, el profeta Oseas (9,10), refiriéndose al pueblo, dice: “Como uvas en el desierto encontré a Israel, como breva en la higuera descubrí a vuestros padres”. Jeremías (24,1-10) cuenta una visión con estas palabras: “El Señor me mostró dos cestas de higos… una tenía higos exquisitos, es decir, brevas; otra tenía higos muy pasados, que no se podían comer”. Los higos exquisitos aparecen como figura de los desterrados fieles a Dios; los «muy pasados que no se podía comer» son figura del rey, sus dignatarios y el resto de Jerusalén que han quedado en Palestina o residen en Egipto (v. 8).

Pero tanto la vid (que da agrazones en lugar de uvas) como la higuera (abundante en hojas, pero sin frutos) son figura del pueblo judío y de sus gobernantes, que no se han mantenido fieles a Dios. El fruto que Dios esperaba de Israel era el cumplimiento de las dos exigencias fundamentales de la Ley: el amor a Dios y el amor al prójimo como a sí mismo (12,28-31). Practicar ese amor, encarnado, según Is 5,7 (cf. Mc 12,1-2), en la justicia y el derecho, era la tarea preparatoria de la antigua alianza en relación con el reinado de Dios prometido. Sin embargo este pueblo no ha dado los frutos deseados a lo largo de la historia. Así Jeremías (8,4-13), después de constatar la corrupción de Jerusalén, que, a pesar de todo, se gloría de la Ley, termina descorazonado diciendo: «Si intento cosecharlos, oráculo del Señor, no hay racimos en la vid ni higos en la higuera».

El texto completo de este pasaje del profeta ilumina el sentido de la esterilidad: “Así dice el Señor: «¿No se levanta el que cayó?, ¿no vuelve el que se fue? Entonces, ¿por qué este pueblo de Jerusalén ha apostatado irrevocablemente? Se afianza en la rebelión, se niega a convertirse. He escuchado atentamente: no dice la verdad, nadie se arrepiente de su maldad diciendo: «¿Qué he hecho?». Todos vuelven a su extravío… mi pueblo no comprende el mandato del Señor. ¿Por qué decís: «Somos sabios, tenemos la Ley del Señor»?, si la ha falsificado la pluma falsa de los escribanos… Del primero al último sólo buscan medrar; profetas y sacerdotes se dedican al fraude”.

Semejante es el lamento de Miq 7,1ss: “¡Ay de mí! Me sucede como al que rebusca terminada la vendimia: no quedan uvas para comer, ni brevas que tanto me gustan”. La decepción del profeta proviene de que los piadosos y justos han desaparecido de la tierra y todos cometen malas acciones. A la higuera-Israel la conmina Jesús en el evangelio de Marcos de este modo: «Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti».

No le lanza una maldición que le desee directamente la muerte o algún mal.

Jesús no expresa odio o aborrecimiento hacia la higuera-institución. De hecho, no le dice: “No produzcas fruto”, ni tampoco anuncia que no encontrarán fruto en ella, condenándola a la esterilidad. Le dice: “Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti”. Expresa así Jesús el deseo vehemente de que ninguna persona, judía o no, recurra para su alimento-vida a la higuera-institución o dependa de ella; quiere que la humanidad repudie su doctrina y su ejemplo; que nadie busque nada en ella ni acepte nada de ella; que quede aislada al margen de la sociedad humana, y termine así su papel histórico.

El juicio tan tajante de Jesús sobre el templo y la institución, que los presenta como el prototipo de lo aborrecible, se debe a que ésta ha sido infiel a la misión que Dios le había asignado, en dos aspectos diferentes que serán explicitados en la perícopa siguiente: hacia fuera ha traicionado el universalismo que debía encarnar, y hacia dentro del pueblo se ha convertido en instrumento de explotación.

Con ello, siendo la institución judía con el templo la única representante en la tierra del verdadero Dios, deforma su imagen, convirtiéndolo en un Dios particularista y legitimador de la injusticia. Apaga así el faro que debía iluminar a la humanidad y cancela todo horizonte de esperanza. Es el juicio del Mesías sobre las instituciones de Israel. Constata el fracaso de la antigua alianza y, por su parte, declara el fin de la misión de Israel en la historia.

Como se ve, las palabras de Jesús no tendrán efecto más que si los cada uno siguiendo su deseo, renuncia a buscar alimento en la higuera, es decir, si dejan de profesar la ideología que la institución propone o las ventajas que procura la adhesión a ella. El cumplimiento de estas palabras, depende de la opción libre de los seres humanos.

Frente a aquel pueblo que había sido infiel a Dios a lo largo de la historia, Jesús funda un nuevo pueblo, una comunidad humana nueva, verdadero pueblo de Dios, cuya identidad le viene de la unión con Jesús, que le comunica incesantemente el Espíritu, y el fruto de su actividad depende de ella.

La vid o la viña es el símbolo de Israel como pueblo de Dios (Sal 80,9; Is 5,1-7; Jr 2,21; Ez 19,10-12). La afirmación de Jesús se contrapone a esos textos; no hay más pueblo de Dios (vid y sarmientos) que la nueva humanidad que se construye a partir de él (la vid verdadera, cf. 1,9: la luz verdadera; 6,32: el verdadero pan del cielo). Como en el AT, es Dios, a quien Jesús llama su Padre, quien ha plantado y cuida esta vid.

Advertencia severa de Jesús, que define la misión de la comunidad. Él no ha creado un círculo cerrado, sino un grupo en expansión: todo miembro tiene un crecimiento que efectuar y una misión que cumplir. El fruto es el hombre nuevo, que se va realizando, en intensidad, en cada individuo y en la comunidad (crecimiento, maduración), y, en extensión, por la propagación del mensaje, en los de fuera (nuevo nacimiento). La actividad, expresión del dinamismo del Espíritu, es la condición para que el hombre nuevo exista.

El sarmiento no produce fruto cuando no responde a la vida que recibe y no la comunica a otros. El Padre, que cuida de la viña, lo corta: es un sarmiento que no pertenece a la vid.

En la alegoría, la sentencia toma el aspecto de poda. Pero esa sentencia no es más que el refrendo de la que cada uno se ha dado: al negarse a amar y no hacer caso al Hijo, se coloca en la zona de la reprobación de Dios (3,36). El sarmiento que no da fruto es aquel que pertenece a la comunidad, pero no responde al Espíritu; el que come el pan, pero no se asimila a Jesús.

Quien practica el amor tiene que seguir un proceso ascendente, un desarrollo, hecho posible por la limpia que el Padre hace. Con ella elimina factores de muerte, haciendo que el discípulo sea cada vez más auténtico y más libre, y aumente así su capacidad de entrega y su eficacia. Pretende acrecentar el fruto: en el discípulo, fruto de madurez; en otros, fruto de nueva humanidad.

El sarmiento no tiene vida propia y, por tanto, no puede dar fruto de por sí; necesita la savia, es decir, el Espíritu comunicado por Jesús. Interrumpir la relación con él significa cortarse de la fuente de la vida y reducirse a la esterilidad. Leer más…

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Dom 2.5.21. Yo soy la Vid: Somos sarmientos y savia unos de otros

Domingo, 2 de mayo de 2021
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84901E38-7894-4225-AC8C-4F17978B43F8Del blog de Xabier Pikaza:

El domingo anterior Jesús decía “Soy el buen/bello pastor” (Jn 10). Este domingo “Soy la vid…” (Jn 15). Quien habla así no  es Jesús de la historia, sino el Cristo pascual, que el evangelio de Juan ha interpretado como presencia y vida de Dios en/para los hombres.

El Dios del AT decía “soy el que soy” (Yahvé: Ex 3, 13), y en él vivimos todos, unos en y con los otros. En nombre de Dios, como signo y presencia de su Vida, Jesús resucitado dice: “Yo soy la vid…”, vinculando en su vida a todos los humanos, empezando por los pobres y excluidos, los que él han vivido y ha muerto.

En Cristo formamos todos “una misma vid”, árbol de vida universal, y así respiramos el mismo aire/espíritu de vida, y  compartimos todos una misma savia, en la Vid/Viña de Dios.

Esto es algo que siempre hemos sabido, pero que ahora (en tiempos de Covid 19) lo sabemos mejor, por las mascarillas  y el riesgo de “aire contaminado”. Todos dependemos unos de los otros.

Éste es el tema del evangelio de hoy: La savia de la Vid/Viña de vida  es “cristo”: O compartimos todos esa savia o morimos sin remedio.  

Evangelio: (Jn 15, 1-8).

 [1. Vid de Dios ] Yo soy la Vid verdadera, y mi Padre el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé fruto más pleno. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado.

 [2. Árbol de vida, vida compartida]  Permaneced en mí, como yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.

 [3. Vid múltiple, sarmientos] – Yo soy la vid; vosotros los sarmientos.quien permanece en mí y yo en él, da mucho fruto; pues sin mí no podéis hacer nada. Quien no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca…  Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis.La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos…. Jn 15, 1-8)

Esta es una alegoría histórica, que presenta a Jesús como Vid, cumplimiento de la esperanza israelita: templo de Dios, fuente de vino, árbol de vida. Por eso, he comenzado diciendo que la viña pertenece al Padre (Apartado 1º), verdadero Viñador: por fin ha plantado una Viña que logra dar fruto por siempre (cf. Is 5, 1-2; Mc 12, 1). Dios no es simplemente “vida” de todos los hombres, es vida que todos los hombres comparten (pues forman una única Vida, un árbol de vida)

Esta es una alegoría cristológica, forma parte de la “controversia” del evangelio de Juan con otros grupos judíos.   Para los judíos “rabínicos” la viña es Israel, como saben dos textos esenciales del AT: Canto de la Viña de Is 5 y el Salmo de la la historia (Sal 80, 9-12). Sin negar ese principio “bíblico”, el evangelio de Juan identifica la Vid con Jesús, a quien toma como “vida universal de Dios”, Dios mismo hecho árbol de vida, de gozo y abundancia, donde todos los hombres y mujeres se encuentran implicados, pues respiran un mismo airé (sin mascarillas), comparten una misma savia. Jesús no es sólo ya un hombre aislado, sino la “humanidad universal”, el Cristo, y así aparece como árbol abundante, sagrado, cuya vida es vida de todos.

Ésta es una alegoría eclesial y social (eucarística). La Vida de Jesús (árbol de vida), está centrada y simbolizada en Jesús,  pero  en un Jesús que no se aísla sino que, siendo él, es (somos) todos, compartiendo una misma “savia”. Jesús-Vid universal es la “vida-savia” de Dios compartida por todos, pues todos somos “sarmientos-ramas-hojas-uvas”, los unos de los otros.  Ciertamente, los sarmientos nada pueden sin la savia central de Vid, sin ella mueren.  Pero Vid somos todos en Cristo, una vida compartida, que pasa de unos con otros, un cuerpo de gozo, savia común, que sólo es nuestra en la medida en que la recibimos, la damos, la compartimos.   S

‒ Es una alegoría  cumplida en Jesús.  Los judíos la conocían bien, y así hablaban de la “Vid-Israel”, un pueblo entre otros pueblos (cf. Is 5, 1-2; Sal 80), un pueblo que en un momento dado (cf. Mc 12, 1ss) ha querido conservar su savia y vida sólo para sí. La vida no puede extenderse a todos. Pues bien, Jesús ha querido compartir su savia con todos, rompiendo (cumpliendo…) los límites del Israel sagrado. Por eso le han matado.

‒ Es alegoría profética, mesiánica: ¿Cómo se puede lograr una viña-universal, con savia para todos? El evangelio de Juan responde: Eso sólo lo pudo hacer en un hombre como Cristo, presencia de Dios para todos, que no reserva nada para sí, sino que lo da y lo comparte…. Esta es la vida-vid de Dios, este es el Cristo,  en él todos pueden compartir la vida de Dios.  Por eso él ha podido decir: Yo soy la vida, Dios en vosotros.

‒ Ésta es alegoría  abierta al futuro. No es una palabra de “iglesia aislada del mundo”, sino una palabra “universal”: Viviendo en (como) Jesús, todos podemos formar parte de un mismo “árbol” de vida, sin expulsar a nadie.  Esta “vid” es Cristo, pero no un Cristo por encima, para algunos, sino en para todos, con todos, desde los últimos (enfermos, expulsados sociales). Ciertamente, los sarmientos nada pueden sin la Vid, no tienen savia para vino. Por su parte, Vid tampoco puede extenderse jubilosa por la tierra, dando frutos de abundancia sin sarmientos, y de un modo especial, sin los sarmientos que parecen más inútiles.

AMPLIACIÓN 1. EN TIEMPOS DE COVID 19: COMPARTIMOS UNA ÚNICA VIDA

  1. Éste es una alegoría para tiempos de covid 19:O la “savia” de la “vacuna” de la vida pasa a toda la vid o el árbol se pudre.
  2. Los que quieren tener (mantener para sí) su propia “savia” se pudren y mueren. Pueden mantenerse en apariencia por un tiempo, pero pronto se secan. Sólo allí donde la “savia” de la vida/vid se regala y comparte puede haber vida y resurrección.

AMPLICACIÓN 2.  CRISTO AMPELOS,  ÁRBOL DE PORFIRIO Y ÁRBOL DE LA CÁBALA

Éste signo del “árbol” de la vida ha sido evocado también en otras religiones, de oriente y occidente. Yo mismo escribí un libro de religiones comparadas  (Grandes religiones) y le puse como cubierta un árbol, que puede ser el de Gernika, el del Tao, la higuera de Buda en Benarés, la Vid de Cristo.

              Ése se un signo ecológico y místico, religioso y social, un signo del que quiero ofrecer aquí tres imágenes/iconos fundamentales.

  1. Cristo Ampelos

Ampelos es “vid” en Griego. Éste es el icono clásico de la Iglesia cristiana de Oriente y Occidente (que se puede comparar también con el Árbol de Jesé…). Es un icono espléndido. Pero tiene para mi cierta “limitación”, pues en general se aplica a la iglesia jerárquica: Los sarmientos/ramas de ese Cristo-Vid son ante todo apóstoles y dignatarios de Iglesia; me hubiera gustado que se pusieran (también y sobre todo) los sarmientos/hojas/uvas de los cojos-mancos-ciegos, hambrientos, extranjeros, enfermos y expulsados, que son el árbol y rebaño de Jesús según Mt 25, 31-46

  1. El árbol de Porfirio

Fue un filósofo neoplatónico, de la línea de Plotino que organizó toda la realidad en forma de “árbol ontológico”, poniendo de relieve la vinculación “jerárquica” entre  todos los seres cósmicos, de Dios al ser humano. Es una imagen muy importante,  pone de relieve el “parentesco” de todas las realidades, pero le falta la concreción del hombre histórico, la mediación específica de la vida personal , como amor y entrega de unos a otros en la vida de Jesús.

3.El árbol de las sefirots

Es quizá el más importante de los símbolos del “árbol” de la realidad (de la vida de Dios), elaborado desde el judaísmo, por la cábala hispano-judía del siglo XI-XIII.  Es el “árbol” de los poderes que brotan de lo divino y que constituyen la esencia de la realidad tal como se expresa a través de los “atributos” de Dios,  desarrollados en el conjunto del AT (especialmente en los Salmos) y en todo el judaísmo posterior.

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