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Muerte y vida

Domingo, 6 de noviembre de 2022
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-1Domingo XXXII del Tiempo Ordinario 

06 noviembre 2022

Lc 20, 27-38

 

Ante el hecho de la muerte, se dan diferentes posturas: unos piensan que constituye el final de todo; otros imaginan una continuidad con la existencia presente, liberada del sufrimiento; hay quienes guardan silencio y hay quienes se han liberado del miedo a la muerte, porque han cesado de identificarse con el yo.

Los saduceos del relato -que constituían la élite religiosa, económica y política del pueblo judío- están convencidos de que todo acaba con la muerte, con el argumento (religioso) de que la resurrección no aparece en los grandes libros de la Biblia (el Pentateuco). Desde esa perspectiva, tratan de ridiculizar la creencia en la resurrección, imaginándola como un calco de la existencia que conocemos, idea que las propias religiones han fomentado.

En realidad, ante la perspectiva de lo que se nombra como “el más allá”, la humanidad ha dado cuatro respuestas: la negación completa, la reencarnación, la inmortalidad y la resurrección. Dependiendo del momento histórico y del ámbito sociocultural, ha predominado una creencia u otra. Con todo, me parece importante reconocer que se trata solo de eso, de creencias.

Una creencia es una construcción mental. En el caso de estas tres que acabo de mencionar, se trata de tres “mapas” que apuntan en una dirección común: la vida no muere. Aunque cada uno de ellos lo exprese, interprete e imagine de un modo particular.

Investigaciones recientes sobre experiencias cercanas a la muerte (ECM) parecen apuntar en aquella dirección, si bien las interpretaciones que se hacen de las mismas son deudoras -no puede ser de otro modo- de los esquemas mentales de quien las ha vivido.

Desde la sabiduría, todo se apoya en la comprensión. Comprensión que nos hace reconocer que no somos el yo -cuerpo, mente, psiquismo- con el que nuestra mente tiende a identificarnos, sino la consciencia una, la vida o, sencillamente, lo no-nacido. Al cesar la identificación con el yo, desaparecen el miedo a la muerte y la misma pregunta por el más allá. Tanto el miedo como la pregunta nacen del yo, inquieto o atemorizado por su destino. De ahí que, cuando cae aquella identificación, se produce lo que repite la sabiduría sufí: “Quien muera antes de morir [quien ha comprendido que no es el yo], cuando le llegue la muerte, no morirá”.

Parece claro que todo lo que nace habrá de morir y que lo único que no muere es lo no-nacido. Con lo cual, el hecho de la muerte constituye un desafío para nuestra propia autocomprensión: ¿qué soy yo?

¿Cómo vivo la muerte?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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La vida es la vida, defiéndela (Teresa de Calcuta)

Domingo, 6 de noviembre de 2022
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índiceDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- ¿Qué nos cabe esperar en la vida (y en la muerte).

    Recuerdo cómo Eugenio Romero Posse, (sacerdote y obispo gallego, 1949-2007) consciente de su, más o menos, cercana muerte por la enfermedad, decía que: solamente vivimos en plenitud cuando hemos asumido en la vida nuestra propia muerte.

La muerte problematiza toda la existencia. Probablemente uno no vive sereno hasta que no se plantea y resuelve el problema de la muerte.

Estos días de comienzos de noviembre: Todos los Santos y Difuntos, así como ya la “recta final” del año litúrgico, nos hablan y sitúan ante el final de la vida y ante la finalización de la historia, todo lo cual ha reaviva en nosotros las cuestiones de la esperanza y la resurrección.

¿Qué nos cabe esperar en la vida? ¿En quién está nuestro futuro? ¿Será posible la felicidad que aquí ha sido imposible? La Palabra de este domingo trata de pensar un poco en estas cosas. Las dos lecturas de hoy (incluidos los salmos místicos) son aproximaciones, a lo que fue uno de los descubrimientos más grandes de la fe de Israel: la fe en la Resurrección,

La Palabra de hoy es una invitación a meditar sobre el sentido del vivir y del morir, que de alguna manera siempre ha inquietado al ser humano. La fe en un Dios que nos ha creado para la vida fue madurando lentamente en Israel hasta culminar en la persona de Jesús. Con el don de su vida, muerte y resurrección, Él nos ha enseñado a vivir el presente con un significado nuevo, abriéndonos a un horizonte de eternidad insospechado.

02.- Vale la pena morir cuando se espera la resurrección. (II Macabeos).

El segundo libro de los Macabeos está escrito casi en vísperas del nacimiento de Jesús, escrito hacia el año 100 aC.

Es una de las primeras veces en las que se afirma aquí en todo el AT la fe explícita en la resurrección del ser humano.

La esperanza de los fieles del AT en la resurrección se confirma y se hace más explícita en los tiempos difíciles. Los mártires, alentados por la fe en una vida eterna, se mantienen firmes e insobornables en el cumplimiento de la Ley. Saben que Dios, que les ha dado el cuerpo, es también poderoso para resucitarlo.

Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará.

La fe en Dios, en Cristo resucitado y desde ellos la fe en la resurrección suponen un nivel alto confianza en Dios.

Los saduceos tramposos.

    Los saduceos eran la aristocracia sacerdotal (provenientes del sacerdote Sadoc en tiempos de David y Salomón), constituían la clase alta de Israel. Eran pocos, ricos y poderosos.

El pueblo de Israel había llegado ya a la fe en la resurrección, pero curiosamente la alta sociedad saducea no creía en la resurrección. Esta es la razón por la que le tienden a Jesús una pregunta trampa aparentemente matrimonial, pero que en el fondo está la cuestión de la resurrección.

    A los saduceos, que no creían en la resurrección, no les importaba nada de quién iba a ser aquella mujer y le hacen una pregunta “trampa” a Jesús. Lo que pretenden es pillarle a Jesús acerca de la resurrección. Si no creéis en la resurrección ¿a santo de qué preguntáis a Jesús de quién será aquella mujer?

03.- Dios de vivos.

Jesús elegantemente sobrevuela el legalismo de aquella gente poderosa y deja de lado la ley del levirato escrita en el libro del Deuteronomio, que obligaba a la mujer a casarse con el o los hermanos de su marido muerto y se remonta al origen.

En el más allá la vida no necesitará procreación, por lo que no hará falta casarse y, en todo caso, lo que importa es que viviremos, porque nuestro Dios no es de muertos, sino de vida.

04.- Poco más podemos verificar y mucho más podemos esperar.

De un tiempo –más bien largo- a esta parte es masiva la despreocupación, cuando no el desprecio hacia la muerte y la resurrección.

Sin embargo todas las culturas de todos los tiempos han cultivado la esperanza en la vida más allá de la muerte. Las modalidades culturales de hacerlo han sido varias, fundamentalmente inmortalidad, reencarnación y resurrección.

La miopía y la ceguera de la sociedad no significa que no exista la luz, sino que yo soy quien no veo o no quiero ver.

Habremos de echar mano de la fe y de la esperanza.

Creer y esperar en la resurrección no es creer en un acto de magia o de prepotencia, sino un fiarse hasta el final de lo que Jesús nos dijo: Dios es señor de la vida, no de la muerte. Yo soy la resurrección y la vida.

    No es que somos inmortales. La inmortalidad no necesita de Dios. El fundamento de la resurrección no es nada humano, sino Dios, que nos rescata de la muerte.

    Para la fe en la resurrección como para todo en la vida es necesaria una gran sensibilidad humana, de corte espiritual  y cristiana.

05.- Nuestras vidas no terminan en la muerte.

    Cuando la muerte se nos presenta en nuestro derredor o en nosotros mismos, nos sitúa ante un gran abismo, insondable e incomprensible. Una postura sensata es la de no comprender, pero confiar, que fue la actitud de muchas personas del AT.

    Nuestro Dios es Dios de la vida, no de la muerte

Dios no abandonará mi vida en la muerte, no dejarás a tu fiel amigo conocer la corrupción. Me enseñarás el camino de la vida. Me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua junto a Ti. (Salmo 16).

Dios es el sentido y la meta de nuestra vida

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La muerte está vencida

Miércoles, 2 de noviembre de 2022
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¡Ver los cementerios como un lugar de vida! Es en la Eucaristía donde estamos más en comunión con nuestros difuntos. Sin embargo, los cementerios son una proclamación magnífica de la esperanza en la resurrección de la carne, bien más allá del postulado simple y arbitrario de una cierta supervivencia del alma. Allí están aquellos a los que los primeros cristianos llamaban ” los durmientes “. Y es a sus hermanos vivos para Dios, por quien los cristianos van a visitar el cementerio. Si se va a la tumba del Cristo, aunque esté vacía, precisamente es porque allí se produjo la resurrección de Cristo, la prenda de nuestra propia resurrección. Mantengamos nuestras tumbas pero no cultivemos la flor del tormento, de la culpabilización. Tenemos algo mejor que hacer: reguemos la flor de la Fe, entonces hagamos de nuestros cementerios  bellos jardines de esperanza! “

*

Père Pierre Trevet

*

¡La Eucaristía! Es el regalo más bello que puede ofrecerse a los que “se fueron”. La Salvación ya ha sido dada de una vez para siempre por la muerte y la resurrección de Cristo, pero la actualización de la misa va a abrir el corazón del difunto y a alumbrarlo con una luz nueva. Si está en el “Purgatorio“, la misa es potencia de liberación. Si ya está en el Cielo, podrá utilizar este don con una “inteligencia” celeste para los de la tierra que lo necesitan más. Comprendamos que es también un regalo para los vivientes porque purificar y lavar nuestra historia pasada aporta bendición en el presente y en el futuro.

***

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02 de Noviembre de 2022. Fieles Difuntos

Miércoles, 2 de noviembre de 2022
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Job 19,1.23-27a

Yo sé que está vivo mi Redentor

Respondió Job a sus amigos:

“¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá se grabaran en cobre, con cincel de hierro y en plomo se escribieran para siempre en la roca! Yo sé que está vivo mi Redentor, y que al final se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios; yo mismo lo veré, y no otro, mis propios ojos lo verán.”

***

Salmo responsorial: 24

A ti, Señor, levanto mi alma.

Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.

Ensancha mi corazón oprimido
y sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados. R.

Guarda mi vida y líbrame,
no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti. R.

***

Filipenses 3,20-21

Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso

Hermanos:

Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.

***

Marcos 15,33-39;16,1-6

Jesús, dando un fuerte grito, expiró

Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:

-“Eloí, Eloí, lamá sabaktaní“. (Que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”)

Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

-“Mira, está llamando a Elías.

Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:

-“Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.”

Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:

-“Realmente este hombre era Hijo de Dios.”

[Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:

“¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?

Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo:

-“No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron.”]

***

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Celebrando a Santa María Magdalena, recordamos que la resurrección también es para nosotros

Viernes, 22 de julio de 2022
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planyourvisit_robertlentz_marymagdalene-1El post de hoy es una reflexión para la Fiesta de Santa María Magdalena, que es el próximo jueves 22 de julio. Para encontrar las lecturas de ese día, haga clic aquí.

El colaborador invitado de hoy es Russ Petrus, codirector de FutureChurch, una organización de reforma que busca cambios que brinden a todos los católicos romanos la oportunidad de participar plenamente en la vida y el liderazgo de la Iglesia. Antes de su trabajo con FutureChurch, Russ sirvió en el ministerio parroquial en Boston y Cleveland. Tiene una Maestría en Divinidad de la Escuela de Teología y Ministerio de Boston College, completando la mayoría de sus estudios en la Escuela de Teología Weston Jesuit.

El 7 de julio fue mi sexto trabajo con FutureChurch, una organización de reforma que busca cambios que brinden a todos los católicos romanos la oportunidad de participar plenamente en la vida y el liderazgo de la Iglesia. Completamente inconsciente de ello, mi esposo Daniel compartió la memoria de Facebook, escribiendo: “Qué gran cambio fue en nuestras vidas cuando te mudaste a este trabajo…” Me inundó la emoción al recordar ese día. A medida que nos acercamos a la fiesta del 22 de julio de Santa María de Magdala, me doy cuenta cada vez más de los ecos de la historia de María en la mía. Y orando con su testimonio, me encuentro, de una manera completamente nueva, confiada y enviada para anunciar la resurrección, tal como ella lo fue hace unos 2.000 años.

Después de años de saber que era gay, finalmente reuní el coraje para salir del armario en 2001 cuando era estudiante de primer año en Canisius College, una escuela jesuita, en Buffalo, NY. Salté a los brazos abiertos del equipo de ministerio del campus que me celebró, mis dones y mis relaciones. Fue durante mis cuatro años de licenciatura que discerní un llamado al ministerio. Salí y me enamoré de Daniel, quien ahora es mi esposo. Finalmente, viviendo auténticamente, amándome a mí mismo y siendo amado por quien era, me sentí realmente vivo. Y especialmente cuando estaba involucrado en el ministerio.

Lucas 8: 2-3 nos dice que, habiendo sido sanada de siete demonios, María de Magdala, junto con otras mujeres, siguió a Jesús y apoyó su ministerio con sus recursos. Me pregunto: ¿Cuáles eran los demonios de los que María fue sanada? Sabemos que no fueron los siete pecados capitales (esa es una invención posterior que le impuso el Papa Gregorio I). Pero, ¿eran el tipo de duda, miedo al rechazo, imágenes de un Dios que no la amaba, una misoginia internalizada similar a la homofobia internalizada, temas que nosotros, como católicos LGBTQ +, también somos demasiado familiares? ¿O eran dolencias físicas, como la depresión, la ansiedad, el abuso de sustancias o los pensamientos suicidas paralizantes físicamente que tienen demasiadas personas LGBTQ +? Y cuando Jesús la sanó, ¿cómo fue eso? ¿Fue tan simple como mostrar su amor incondicional y abrazarla por lo que era y los dones que tenía para compartir?

Vivo con mi llamado al ministerio, lo seguí a Weston Jesuit School of Theology en Cambridge, MA, y obtuve una Maestría en Divinidad, aprendiendo todo lo que pude, absorbiendo el amor de Dios por mí, por todos nosotros, tal como lo había hecho María Magdala. hecho como siguió a Jesús desde Galilea.

MM-squareCualquiera que sea la apariencia de su curación, María debe haberse sentido verdaderamente viva después de ella: abrazándose a sí misma, siguiendo a Jesús, amando y siendo amada por él, aprendiendo de él y participando en su ministerio. ¿Qué más podría haberla obligado a seguirlo hasta la cruz, incluso cuando los discípulos varones se dispersaron atemorizados?

Después de años de vivir con integridad, las cosas comenzaron a cambiar para mí cuando comencé a trabajar en parroquias diocesanas. La vida honesta y auténtica que una vez había abrazado no fue bien recibida ni acogida en mi propia iglesia. De hecho, ser auténtico se convirtió en una carga, una amenaza para mi sustento y todo por lo que había trabajado y estudiado tan duro. En este ambiente hostil, como los hombres que habían seguido a Jesús, me encontré negando… escondiéndome… traicionando. Pronto volví al armario, coaccionado allí por consejeros y pastores bien intencionados y por amenazas de las autoridades eclesiales. Cerré mi página de Facebook y seleccioné cuidadosamente todo lo que publiqué o se publicó sobre mí. Daniel y yo siempre vivimos en el extremo opuesto de la ciudad de la parroquia para que nadie nos viera accidentalmente por ahí. Si alguien se cruzaba con nosotros en una cita, lo presentaba como mi “amigo”.

Con el tiempo, mi cuerpo comenzó a repugnar, mostrando serios signos de estrés crónico. Dos terapeutas me dijeron que no podía seguir viviendo esta vida encerrado. Dado el estrés de los dos, no es de sorprender que mi relación con Daniel estuviera en un terreno difícil. Sin embargo, no sabía qué más hacer. Todavía estaba pagando mi título y no pude evitar preguntarme si los catorce años anteriores y los miles de dólares habían sido en vano.

 Los evangelios nos dicen que ya sea sola (Jn 20,1) o con otras mujeres (Mt 28,1; Mc 16,1; Lc 23,55-24,3) María de Magdala se dirige al sepulcro en esa primera Pascua peligrosa. Mañana. ¿Qué pasó por su mente cuando llegó a ungir el cuerpo de Jesús? ¿Se preguntó si todo había sido en vano? ¿Se arrepintió de haber “desperdiciado” sus preciosos recursos? ¿Ungir su cuerpo le traerá el cierre? ¿Podría hacer las paces con todo lo que había sucedido? Y al mirar dentro de la tumba vacía, ¿se sintió confundida y asustada sin saber qué hacer a continuación?

Entonces sucede: ¡Jesús resucitado se le revela! Le confía la Buena Nueva de la Resurrección y la envía a proclamarla en su nombre. Y como fiel seguidora que ha sido todo el tiempo, va y anuncia la noticia a los apóstoles. ¡Resurrección! La vida había cambiado, no solo para ella, sino para todos y para siempre.

Mientras miraba dentro de mi propia cueva oscura, finalmente llegué a la conclusión de que era hora de hacer un cambio, lo que sea que eso signifique. Entonces, abrí una ventana del navegador y comencé mi búsqueda de una nueva forma de ministerio. Y, para mi sorpresa, encontré una vacante para un Director de Programa de tiempo completo en FutureChurch, una organización dedicada a la justicia en la iglesia. ¡Solicité y me contrataron! Como María de Magdala, no podría haber sabido lo que encontraría al enfrentar mi tumba, pero no debería haberme sorprendido al encontrar el amor de Dios por mí incluso en ese lugar desolado.

2a-RussPetrusHoy, vivo mi vida y mi ministerio como mi yo auténtico. Y, con gratitud, recuerdo lo que ese cambio significó para mí y para Daniel: ambos podríamos vivir y ser las personas que Dios amaba. Cuando el matrimonio igualitario se convirtió en la ley del país, nos casamos. Ahora, podemos vivir donde queramos vivir, y cuando salimos en una cita, puedo presentarlo con orgullo como mi esposo. Una vez más soy el católico gay ruidoso y orgulloso que amaba ser. ¡Resurrección!

Mientras me esfuerzo por vivir mi llamado, me solidarizo con otros que están luchando: con Dios, con la Iglesia, con la familia, con mis compañeros de trabajo o con otras personas importantes. He experimentado mis propios demonios, mi propio llanto en una tumba vacía. Sin embargo, con gratitud, sé que la resurrección no fue solo para Jesús. Lo compartió. Con María de Magdala primero, y con todos nosotros –como algo para vivir, algo para anunciar– cada día de nuestra vida. Entonces, mientras celebramos la Fiesta de Santa María de Magdala, invito a aquellos que están sufriendo a manos de los líderes de la iglesia a recordar a María de Magdala, orar con ella y confiar en el amor y cuidado incondicional de Dios por ustedes. La resurrección también es para ti.

FutureChurch promueve la celebración de la fiesta de María de Magdala en las comunidades católicas de todo el país y del mundo. Para obtener más información sobre nuestros recursos y oportunidades para celebrar a María de Magdala, haga clic aquí.

—Russ Petrus, FutureChurch, 18 de julio de 2021

Fuente New Ways Ministry

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Jesús vive

Jueves, 9 de junio de 2022
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De ECLESALIA:

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Que Jesús resucitó
no resulta una evidencia
pero fue una experiencia
que a su gente transformó.
No cabe una explicación
que demuestre lo imposible.
Sólo la fe da razón
de que murió pero vive.

Jesús vive en las mujeres
prontas y madrugadoras,
apóstolas y testigas,
pioneras del encuentro
con Jesús resucitado,
porque solo el corazón
ve a quien es invisible.

Jesús vive en los testigos
que dan fe de que lo han visto
caminando a su lado
porque lo reconocieron
cuando partían el pan.
Pan partido y compartido,
y repartido entre todos
es sacramento de vida
resucitada en Jesús.

Jesús vive en Nazaret
de la vida cotidiana
humilde, dada y callada
de personas ignoradas.

Jesús vive en el desierto
de la soledad optada,
del silencio y la oración
y la vida contemplada.

Jesús vive en la utopía
de quien cree que otro mundo
es posible y lo intenta
porque ya lo experimenta.

Jesús vive donde dos
o tres invocan su nombre
y se reúnen con él.
El amor se experimenta
cuando se es fraternidad
y hermosa sororidad.
El “mirad cómo se aman”
es testimonio viviente
de que Jesús está en medio.

Jesús vive en quienes mueren
mártires por la justicia,
Romero, Gerardi, Berta,
todos los Ellacurías
y las Elbas y Celinas.

Jesús vive en los profetas
que denuncian la injusticia
y anuncian un mundo nuevo
y lo viven ya en sus vidas.

Jesús vive entre las sombras
de una Iglesia pecadora.
El Espíritu es más fuerte
que las miserias humanas.
Nunca se apaga del todo
la luz que nos ilumina
y siempre resurgen brotes
de Evangelio entre las piedras.

Jesús vive en quienes optan
por ser pobres entre pobres
y hacen su vida servicio,
donación y amor sencillo.

Jesús vive en quienes viven
con la fuerza de su Espíritu.
Jesús vive en quienes mueren
dando su vida por otros.

Jesús vive en la memoria
de la nube de testigos
que han seguido su camino
y han vivido como él.

*

Demetrio Orte

***

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(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

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“El último gesto”. Ascensión del Señor – C (Lucas 24, 46-53) Domingo de la 7a semana de Pascua

Domingo, 29 de mayo de 2022
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35537547-DF19-423C-8443-A698EFC49FD5Jesús era realista. Sabía que no podía transformar de un día para otro aquella sociedad donde veía sufrir a tanta gente. No tiene poder político ni religioso para provocar un cambio revolucionario. Solo su palabra, sus gestos y su fe grande en el Dios de los que sufren.

Por eso le gusta tanto hacer gestos de bondad. «Abraza» a los niños de la calle para que no se sientan huérfanos. «Toca» a los leprosos para que no se vean excluidos de las aldeas. «Acoge» amistosamente a su mesa a pecadores e indeseables para que no se sientan despreciados.

No son gestos convencionales. Le nacen desde su voluntad de hacer un mundo más amable y solidario en el que las personas se ayuden y se cuiden mutuamente. No importa que sean gestos pequeños. Dios tiene en cuenta hasta el «vaso de agua» que damos a quien tiene sed.

A Jesús le gusta sobre todo «bendecir». Bendice a los pequeños y bendice sobre todo a los enfermos y desgraciados. Su gesto está cargado de fe y de amor. Desea envolver a los que más sufren con la compasión, la protección y la bendición de Dios.

No es extraño que, al narrar su despedida, Lucas describa a Jesús levantando sus manos y «bendiciendo» a sus discípulos. Es su último gesto. Jesús entra en el misterio insondable de Dios y sus seguidores quedan envueltos en su bendición.

Hace ya mucho tiempo que lo hemos olvidado, pero la Iglesia ha de ser en medio del mundo una fuente de bendición. En un mundo donde es tan frecuente «maldecir», condenar, hacer daño y denigrar, es más necesaria que nunca la presencia de seguidores de Jesús que sepan «bendecir», buscar el bien, hacer el bien, atraer hacia el bien.

Una Iglesia fiel a Jesús está llamada a sorprender a la sociedad con gestos públicos de bondad, rompiendo esquemas y distanciándose de estrategias, estilos de actuación y lenguajes agresivos que nada tienen que ver con Jesús, el Profeta que bendecía a las gentes con gestos y palabras de bondad.

José Antonio Pagola

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“Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo”. Domingo 29 de mayo de 2022. Ascensión del Señor

Domingo, 29 de mayo de 2022
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32-AscensionC cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 1, 1-11: Lo vieron levantarse.
Salmo responsorial: 46: Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Efesios 1, 17-23: Lo sentó a su derecha en el cielo.
O bien:
Hebreos 9, 24-28; 10, 19-23:
Cristo ha entrado en el mismo cielo.
Lucas 24, 46-53: Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo.

En primer lugar recomendamos vivamente revisitar un excelente texto de Leonardo BOFF, tanto para quienes han de preparar una homilía, como para quienes quieran utilizarlo en la reunión de estudio bíblico, o incluso para el estudio personal; puede ser tomado de la biblioteca de los Servicios Koinonía, aquí: http://www.servicioskoinonia.org/biblico/textos/ascension.htm Además, les ofrecemos un comentario tradicional.

Lucas ha escrito dos libros: un evangelio y los Hechos de los apóstoles. En Hch 1,1-2 Lucas retoma la referencia a Teófilo que hizo al comienzo de su Evangelio (“oh ilustre Teófilo” Lc 1,3). «Teó–filo» significa “amigo de Dios”. El hecho de agregarlo aquí, después de separarse su obra en dos, refuerza la idea que Teófilo es una designación simbólica general. Todos los que leemos estos libros somos Teó-filos, amigos, buscadores de Dios.

Su evangelio termina con «Jesús llevado al cielo» (Lc 24,51). Los Hechos comienzan con el relato de «Jesús yéndose al cielo» (Hch 1,6-11). En el evangelio se presenta a Jesús con su cuerpo. En los Hechos ya no está corporalmente. Actúa por medio de su Espíritu. La orden que Jesús da a los apóstoles en Hch 1,4 exige pasividad total: no ausentarse de la ciudad y aguardar. En Lc 24,49 es semejante: permanecer en la ciudad (con la connotación de esperar sin hacer nada). La permanencia y espera pasiva debe durar “hasta que sean bautizados en el Espíritu Santo” (Hch 1,5) o “hasta que sean revestidos del poder de lo alto” (Lc 24,49). Lucas se está aquí refiriendo claramente a Pentecostés.

El misterio del resucitado se expresa de muchas maneras en el Nuevo Testamento: está vivo, se ha despertado, se ha levantado… En la Carta a los Efesios vemos un ejemplo de estas manifestaciones: Pablo hace un claro énfasis en la glorificación de Jesús a la derecha del Padre. Y es a partir de esa glorificación como nosotros y nosotras, sus discípulos, recibiremos la fuerza del Espíritu Santo, espíritu de sabiduría y de revelación, para conocerle perfectamente y conocer así su voluntad, asumiendo por completo el desafío de continuar su tarea a favor del Reino.

Lucas quiere mostramos también que Jesús ha sido «glorificado» por Dios: ha entrado en la gloria del Padre. Separa ambos eventos (resurrección y ascensión), para subrayar el carácter histórico que cada uno de ellos tiene. Jesús resucitado, antes de su ascensión-exaltación-glorificación, convive con sus discípulos: come con ellos y los instruye. La ascensión de Jesús señala, en Lucas, la tensión en la que entra la comunidad de los discípulos desde aquel momento, una vez que han terminado las apariciones del Resucitado: tensión entre la ausencia y al mismo tiempo la presencia del Señor. Jesús continúa su acción y enseñanza después de ser llevado al cielo; Jesús resucitado sigue actuando y enseñando en la comunidad después de su ascensión. Lucas (como también Pablo en el pasaje de la segunda lectura) une íntimamente la ausencia física con el Don del Espíritu Santo.

La insistencia de que los discípulos veían a Jesús subiendo hacia el cielo, podría considerarse alusiva a las escenas de asunción de Elías, cuando Eliseo tuvo asegurado el espíritu de profecía del maestro porque pudo verlo. Así, la comunidad de los discípulos queda configurada en la ascensión como la comunidad profética que hereda el Espíritu de Jesús para continuar su misión. En la ascensión Jesús no se va, sino que es exaltado, glorificado. La parusía no es el retorno de un Jesús ausente, sino la manifestación gloriosa de un Jesús que siempre ha estado presente en la comunidad. Esto aparece claramente en las últimas palabras de Jesús en Mt 28,19: “he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de este mundo”. La ascensión expresa el cambio en Jesús resucitado, una nueva manera de ser, gloriosa, glorificada, pero siempre histórica, pues Jesús glorificado sigue viviendo en la comunidad.

La narración de la ascensión es para Lucas, la culminación del itinerario de Jesús, y el tránsito entre el “tiempo de Jesús” y el “tiempo de la Iglesia”, inaugurada con el Espíritu Santo, prometido por Jesús. Al recibir el Espíritu la comunidad de los creyentes asume en sí la misión de continuar el trabajo inaugurado por Jesús, de manifestar el Reino del Padre. Leer más…

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29.5.2022. Ascensión: El cielo de Jesús es la historia de los hombres (Lc 24, 46-53 y Mt 28, 15-20)

Domingo, 29 de mayo de 2022
Comentarios desactivados en 29.5.2022. Ascensión: El cielo de Jesús es la historia de los hombres (Lc 24, 46-53 y Mt 28, 15-20)

5FE554E5-CF99-4059-9310-DE5A8FA30E30Del blog de Xabier Pikaza:

No sube al cielo para “marcharse”, no “asciende” para dejar la tierra vacía de los hombres. Sube bajando, asciende y se marcha quedándose en la historia. Así lo proclaman, de formas convergentes Lc 24 y Mt 28. Es bueno recordarlo, es gozozso vivirlo. Nosotros, los cristianos, la humanidad entera, somos la ascensión y presencia de Cristo en la tierra; somos su cielo.

 –  Jesús dice a sus discípulos que vayan a todos las naciones, para transmitirles su evangeliomm para decirles que su cielo es la historia de los hombres. Jesús “va”, está en el cielo estando con ellos.

– Jesús queda en la historia, para que todos los seres humanos se vuelvan discípulos (amigos, hermanos, compañeros )  en forma de iglesia universal da caminantes. Esa misma iglesia concreta, empezando por unas mujeres y once varones,abierta a todos los pueblos del mundo, es signo y sacramento de la pascua y cielo universal de Cristo

Lucas 24, 46-52

  El Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto. Después les hizo salir hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo (L4, 24, 46-52)

 Cristo sube al cielo… (es decir, se hace presente de forma nueva en los hombres, a los que reviste el poder de lo alto…)

Al final de su trayecto, según Mt 28, 18-20, Jesús enviaba a sus discípulos al mundo entero, desde la montaña de Galilea, prometiéndoles que estaría presente con ellos hasta el fin de los tiempos. Lucas, en cambio, supone que Jesús se despidió de sus discípulos cerca de Jerusalén, precisamente en el Monte de los Olivos por donde, según la tradición de Zac 14, 4, debía volver el mismo Dios (o su Mesías) para instaurar el Reino sobre el mundo. Allí les prometió la presencia del Espíritu, mostrando así que él mismo vendrá de otra manera.

           Conforme a su propia visión del tema, Lucas afirma que, después de haber estado con sus discípulos cuarenta días (cf. Hch 1, 1-11), Jesús fue a despedirse de ellos precisamente sobre el Monte de los Olivos, pero, antes de hacerlo y de subir al Cielo de Dios (=Ascensión), les pidió que volvieran a Jerusalén y esperaran allí un tiempo, hasta que fueran revestidos con el Poder de lo Alto (el Espíritu Santo), en el día de Pentecostés, para iniciar así, desde entonces, la misión universal de la Iglesia, hasta que llegara el Reino. Jesús se va (ya no le podemos ver, tocar y escuchar como antes), pero les ha dejado su Poder, es decir, su Espíritu Santo, que vendrá sobre ellos precisamente en Jerusalén (cf. Hch 2). Por eso les manda que esperen (esperemos) allí hasta recibirlo:

 ‒ Hasta que seáis revestidos de lo alto (eôs hou endysêsthe…) El Espíritu Santo aparecía en otros pasajes fundamentales del Nuevo Testamento como “unción”, es decir, como un aceite divino (crisma) que unge y fortalece a Jesús, que se llama precisamente por eso Cristo, Ungido, Masiah/Mesías). Según eso, el Espíritu ya no aparece como aceite, sino como vestido. Por eso dice Jesús a sus discípulos que queden en Jerusalén, hasta que reciban su nueva identidad es decir, hasta que sean “revestidos”, para salir después y dirigirse a todo el mundo.

             Esta palabra, revestirse, se dice en griego  endynô o endyô, cf.2 Tim 3,6; Mc 15,17 y en hebreo labash , y puede tener un sentido material, cuando se dice, por ejemplo, de Juan Bautista, que vestía un tejido de pelo de camello. Pero ella ha recibido pronto un sentido espiritual o simbólico, como allí donde Pablo ruega a los romanos que se revistan con las armas de la luz (Rom 13, 12) o de la inmortalidad (1 Cor 15, 53). Pues bien, Jesús dice a sus discípulos ahora que ellos serán revestidos con la   dynamis o fuerza de lo alto.

El vestido no se entiende aquí ya como algo externo, una ropa material, sino como un valor o una virtud, en el sentido que toma de ordinario la palabra “hábito”, que no evoca ya un simple indumento, sino una forma de ser y/o de actuar (como en el caso de las virtudes, que son hábitos buenos). Este es el tema: Acabada su tarea, Jesús pide a sus discípulos que permanezcan en Jerusalén, que no comiencen su misión cristiana, hasta que Dios mismo les revista, les transforme.

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 ‒ Con el poder del alto (dynamis). Esa palabra, que ha sido muy elaborada por el pensamiento griego, ha servido para traducir en la Biblia griega de los LXX varios nombres y símbolos hebreos, entre los que destacan  hayil, que es poder-riqueza,   gebura, que es potencia en su sentido más alto, en la linea del Dios que es el Gibbor por excelencia,  tsaba, que es el poderío militar etc. En nuestro caso, la palabra que la traducción hebrea utiliza para evocar esa “dynamis” que recibirán los discípulos de Jesús, como un poder intenso,  que les capacitará para vencer todos los peligros y para superar todas las adversidades.

Así concibe Lucas este poder que recibirán los discípulos de Jesús, en sentido personal (como un hábito del que se visten por dentro), de carácter milagroso. No se trata, pues, de una sabiduría meramente intelectual, de una capacidad discursiva para argumentar mejor y defenderse de los adversarios en un plano de razonamiento, sino de un poder de transformación humana, que se expresa en forma de dominio sobre los poderes satánicos y de capacidad de curación de los enfermos (cf. Lc 9,1).

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Ascensión y entronización de Jesús.

Domingo, 29 de mayo de 2022
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Ascensión2.Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Un peligro que conviene evitar

      De las tres lecturas de esta fiesta, dos son fáciles de entender: los dos relatos de la Ascensión escritos por Lucas al final del evangelio y al comienzo del libro de los Hechos; en cambio, la carta a los Efesios puede resultar un galimatías casi ininteligible. Corremos el peligro de pasarla por alto, aunque es la que da el sentido de la fiesta. Ascensión y entronización son las dos caras de la misma moneda.

Una sola cadena de televisión con dos visiones muy distintas

            Los dos textos principales de la misa de hoy (Hechos de los Apóstoles y evangelio de Lucas) se prestan a una interpretación muy simplista, como si el monte de los Olivos fuese una especie de Cabo Cañaveral desde el que Jesús sube al cielo como un cohete. Cualquier cadena de televisión que hubiera filmado el acontecimiento habría ofrecido la misma noticia, aunque hubiera variado el encuadre de las cámaras.

            En este caso solo hay presente una cadena de televisión: la de Lucas. Los otros evangelistas no cuentan la noticia. Pero Lucas ha elaborado dos programas sobre la Ascensión, uno en el evangelio y otro en los Hechos, y cuenta lo ocurrido de manera muy distinta, con notables diferencias. Eso demuestra que para él lo importante no es el hecho histórico sino el mensaje que desea transmitir. Tanto el evangelio como Hechos podemos dividirlos en dos partes: las palabras de despedida de Jesús y la ascensión. Para no alargarme, omito la introducción al libro de los Hechos.

Palabras de despedida de Jesús

            En el evangelio, Jesús dice a los discípulos que su pasión, muerte y resurrección estaban anunciadas en las Escrituras (“Así estaba escrito” se refiere a los libros atribuidos a Moisés y los profetas). Por consiguiente, lo ocurrido no debe escandalizarlos ni hacerles perder la fe. Todo lo contrario: deben predicar la penitencia y el perdón a todos los pueblos. Para llevar a cabo esa misión necesitan la fuerza del Espíritu Santo, que deben esperar en Jerusalén.

«Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»

            En el libro de los Hechos se repite lo esencial, esperar al Espíritu Santo, pero se añaden dos temas: la preocupación política de los discípulos y la idea de ser testigos de Jesús en todo el mundo (cosa que en el evangelio sólo se insinuaba).

            Una vez que comían juntos, les recomendó:

            – «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.» 

            Ellos lo rodearon preguntándole:

            – «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»

            Jesús contestó:

            – «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.»

La ascensión: dos relatos muy distintos

            Versión del evangelio

Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

            Versión de Hechos

Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: – «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.» 

* En el Evangelio, Jesús bendice antes de subir al cielo (en Hch, no).

* En Hechos una nube oculta a Jesús (en el evangelio no se menciona la nube).

* En el evangelio, los discípulos se postran (en Hch se quedan mirando al cielo).

*En Hch se les aparecen dos personajes vestidos de blanco que les anuncian la segunda venida de Jesús. El evangelio no dice nada de esto.
ü  La vuelta a Jerusalén, donde están siempre en el templo alabando a Dios (Evangelio), coincide en parte con lo que cuentan los Hechos: en Jerusalén permanecen en oración “con María, la madre de Jesús”. (Pero esto no se lee).

            Dadas estas diferencias, queda claro que Lucas no pretende contar lo ocurrido con toda fidelidad. Más bien está invitando al lector a prescindir de los datos secundarios y fijarse en el mensaje que pretende transmitir. ¿Cuál es ese mensaje?

            La explicación hay que buscarla en la línea de la cultura clásica greco-romana, en la que se mueve Lucas y la comunidad para la que él escribe. También en ella hay casos de personajes que, después de su muerte, son glorificados de forma parecida a la de Jesús. Los ejemplos que suelen citarse son los de Hércules, Augusto, Drusila, Claudio, Alejandro Magno y Apolonio de Tiana. Estos ejemplos confirman que los relatos tan escuetos de Lucas no debemos interpretarlos al pie de la letra, como han hecho tantos pintores, sino como una forma de expresar la glorificación de Jesús. El final largo del evangelio de Marcos subraya este aspecto al añadir que, después de la ascensión, Jesús “se sentó a la derecha de Dios”. Y esto es lo que afirma también la Carta a los efesios.

No Ascensión, sino entronización (2ª lectura: Ef 1,17-23)

           Entronización de Jesús3 La carta a los efesios no habla de la ascensión. Pasa directamente de la resurrección de Jesús al momento en que se sienta a la derecha de Dios y todo queda sometido bajo sus pies. Por desgracia, la parte final, que es la más relacionada con la fiesta, y la más clara, está precedida de una oración tan recargada que resulta confusa. La idea de fondo es clara: Dios nos ha concedido tantos favores y tan grandes (vocación, herencia prometida en el cielo, resurrección) que resulta difícil entenderlos y valorarlos. Igual que nos sentimos abrumados por la inmensidad del universo, no logramos comprender lo mucho que Dios ha hecho y hace con nosotros. Por eso pide “espíritu de sabiduría”, “conocimiento profundo”, que Dios “ilumine los ojos de vuestro corazón”. Y para aclarar la grandeza del poder que actúa en nosotros, habla del poder con que resucitó a Cristo y lo sentó a su derecha, sometiendo todo bajo sus pies.

Hermanos que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría que os revele un conocimiento profundo de él; que ilumine los ojos de vuestro corazón, para que conozcáis cuál es la esperanza de su llamada, cuál la riqueza de la gloria de su herencia otorgada a su pueblo y cuál la excelsa grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, según la fuerza de su poderosa virtud, la que ejerció en Cristo resucitándolo de entre los muertos, sentándolo a su derecha en los cielos por encima de todo principado, potestad, autoridad, señorío y de todo lo que hay en este mundo y en el venidero; todo lo sometió bajo sus pies y a él lo constituyó cabeza de la Iglesia por encima de todas las cosas; la Iglesia es su cuerpo, la plenitud de todo lo que existe.

Resumen

            Ante la ascensión no debemos tener sentimientos de tristeza, abandono o soledad, al estilo de la Oda de fray Luis de León (“Y dejas, pastor santo, tu grey en este valle hondo, oscuro, con soledad y llanto…”). Como dice el evangelio, la marcha de Jesús debe provocar una gran alegría y el deseo de bendecir a Dios. Porque lo que celebramos es su triunfo, como demuestran los textos de la cultura greco-romana en los que se inspira Lucas y subraya la carta a los Efesios. Viene a la mente la imagen del acto de fin de carrera, cuando el estudiante recibe su diploma y la familia y amigos lo acompañan llenos de alegría.

            Al mismo tiempo, las palabras de despedida de Jesús nos recuerdan dos temas capitales: el don del Espíritu Santo, que celebraremos de modo especial el próximo domingo, y la misión “hasta el fin del mundo”. Aunque estas palabras se refieren ante todo a la misión de los apóstoles y misioneros, todos nosotros debemos ser testigos de Jesús en cualquier parte del mundo. Para eso necesitamos la fuerza del Espíritu, y eso es lo que tenemos que pedir.

Apéndice: textos de la cultura grecolatina relacionados con la ascensión.

            Por si a alguno le interesa, copio los textos clásicos.

Tito Livio a propósito de Rómulo: “Llevadas a cabo estas empresas inmortales, en una ocasión en que asistía a una concentración para pasar revista a las tropas en un campo junto a la laguna de la Cabra [campo de Marte], se desató de golpe una tempestad con gran fragor de truenos y envolvió al rey en una nube tan densa que los reunidos no podían verlo; después, ya no reapareció Rómulo sobre la tierra…. Según los senadores que estaban de pie a su lado, había sido arrebatado a las alturas por la tempestad. Luego, todos a la vez saludan a Rómulo como dios hijo de un dios, rey y padre de la ciudad de Roma. Tengo entendido que no faltaron tampoco quienes, en voz baja, sostenían que el rey había sido despedazado por los senadores con sus propias manos, pues también esta versión circuló, aunque muy soterrada; la otra versión fue consagrada por la admiración hacia aquel personaje y por el miedo que se dejaba sentir.

Le añadió además credibilidad, dicen, la habilidad de un solo individuo. Próculo Julio, hombre de peso según dicen, aunque avalase un acontecimiento fuera de lo común, se presenta a los reunidos y dice: “Quirites, Rómulo, padre de esta ciudad, al rayar hoy el alba ha descendido repentinamente del cielo y se me ha aparecido. Al ponerme en pie, sobrecogido de temor, dispuesto a venerarlo, rogándole que me fuese permitido mirarle cara a cara, me ha dicho: ‘Ve y anuncia a los romanos que es voluntad de los dioses que mi Roma sea la capital del orbe; que practiquen por consiguiente el arte militar; que sepan, y así lo transmitan a sus descendientes, que ningún poder humano puede resistir a las armas romanas.’ Dicho esto -dijo-, desapareció por los aires.» Es sorprendente el crédito tan grande que se dio a aquel hombre al hacer esta comunicación y lo que se mitigó, entre el pueblo y el ejército, la añoranza de Rómulo con la creencia en su inmortalidad” (Ab urbe condita 1,16).

A propósito de Hércules escribe Apolodoro en su Biblioteca Mitológica: “Hércules… se fue al monte Eta, que pertenece a los traquinios, y allí, luego de hacer una pira, subió y ordenó que la encendiesen (…) Mientras se consumía la pira cuenta que una nube se puso debajo, y tronando lo llevó al cielo. Desde entonces alcanzó la inmortalidad…” (II, 159-160).

Suetonio cuenta sobre Augusto: “No faltó tampoco en esta ocasión un expretor que declaró bajo juramento que había visto que la sombra de Augusto, después de la incineración, subía a los cielos” (Vida de los Doce Césares, Augusto, 100).

Drusila, hermana de Calígula, pero tomada por éste como esposa, murió hacia el año 40. Entonces Calígula consagró a su memoria una estatua de oro en el Foro; mandó que la adorasen con el nombre de Pantea y le tributasen los mismos honores que a Venus. El senador Livio Geminio, que afirmó haber presenciado la subida de Drusila al cielo, recibió en premio un millón de sestercios.

De Alejandro Magno escribe el Pseudo Calístenes: “Mientras decía estas y otras muchas cosas Alejandro, se extendió por el aire la tiniebla y apareció una gran estrella descendente del cielo hasta el mar acompañada por un águila, y la estatua de Babilonia, que llaman de Zeus, se movió. La estrella ascendió de nuevo al cielo y la acompañó el águila. Y al ocultarse la estrella en el cielo, en ese momento se durmió Alejandro en un sueño eterno” (Libro III, 33).

Con respecto a Apolonio de Tiana, cuenta Filóstrato que, según una tradición, fue encadenado en un templo por los guardianes. “Pero él, a medianoche se desató y, tras llamar a quienes lo habían atado, para que no quedara sin testigos su acción, echó a correr hacia las puertas del templo y éstas se abrieron y, al entrar él, las puertas volvieron a su sitio, como si las hubiesen cerrado, y que se oyó un griterío de muchachas que cantaban, y su canto era: Marcha de la tierra, marcha al cielo, marcha” (Vida de Apolonio de Tiana VIII, 30).

Sobre la nube véase también Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma I,77,2: “Y después de decirle esto, [el dios] se envolvió en una nube y, elevándose de la tierra, fue transportado hacia arriba por el aire”.

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Septimo Domingo de Pascua, la Ascensión. Ciclo C

Domingo, 29 de mayo de 2022
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“…el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día 
y en su nombre se predicará la conversión 
y el perdón de los pecados a todos los pueblos,…”

(Lc 24, 46-53)

Jesús, en el momento de la ascensión a los cielos, nos deja como herencia o legado sus propio ministerio, su servicio.

Tanto en el evangelio de Mateo como en el de Marcos encontramos que Jesús comienza su predicación con un anuncio: “Se ha cumplido el plazo y está llegando el reino de Dios. Convertíos y creed en el evangelio” (Mc 1, 15). “Arrepentíos, porque está llegando el reino de los cielos” (Mt 4, 17).

Lucas, sin embargo, coloca este anuncio en labios del Resucitado. Aquello que había sido la vida y el anuncio del Maestro se convierte ahora en la misión de los discípulos.

Nuestra tarea es anunciar, el mensaje es claro: llega el tiempo del perdón. Y el único requisito es abrirse a él, o dicho de otra manera: convertirse.

Es una pena que hayamos hecho de la conversión algo tan oscuro y pesado. La palabra conversión la tenemos asociada a la cuaresma, a la penitencia, al combate… prácticamente al castigo. ¡Y nada de eso! La conversión nos abre al Perdón. Convertirnos es decir sí a Dios. Convertirnos es decir sí a lo que ya somos: bondad y amor, aunque a veces no lo veamos a simple vista.

Nos hemos engañado pensando que “convertirse” significa ser personas pluscuamperfectas ajenas a nosotras mismas, ¡nada de eso! Cada ser humano lleva dentro de si esa semilla divina que le hace SER.Ya somos bondad y amor. Y convertirse significa reconocerlo. Reconocer nuestra semejanza con Dios y empezar a vivir desde ella.

Oración

Trinidad Santa, danos fuerza, en este día de la Ascensión, para llevar el mensaje de Jesús allá donde vayamos. Que nuestras vidas hablen de tu entrañable perdón y de la Vida abundante que nace de la resurrección de Jesús.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús se identificó con Dios durante su vida y para siempre.

Domingo, 29 de mayo de 2022
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ASCENSIÓN (C)

Lc 24,46-53

Tratemos de entender la oración de Pablo. “Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de revelación para conocerlo; ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cual es la esperanza a la que os llama.” No pide inteligencia, sino espíritu de revelación. No pide una visión racional sino que ilumine los “ojos” del corazón. El verdadero conocimiento no viene de fuera, sino de la experiencia interior. Ni teología, ni normas, ni ritos sirven de nada si no nos llevan a la vivencia más profunda.

Hemos llegado al final del tiempo pascual. La Ascensión es una fiesta que intenta recopilar todos lo que hemos celebrado desde la muerte de Jesús el Viernes Santo. La mejor prueba de esto es que Lucas, que es el único que relata la ascensión, nos da dos versiones: una al final del evangelio y otra al comienzo del los Hechos. Para comprender el lenguaje que la liturgia utilizan para referirse a esta celebración, es necesario tener en cuenta la manera mítica de entender el mundo en aquella época y posteriores, muy distinta de la nuestra.

El mundo dividido en tres estadios: el superior, habitado por la divinidad. El del medio era la realidad terrena en la que vivimos los humanos. El tercer estadio es el inframundo donde mora el maligno. La encarnación era concebida como una bajada del Verbo, desde la altura a la tierra. Su misión era la salvación de todos. Por eso tuvo que bajar a los infiernos (inferos) para que la salvación fuera total. Una vez que Jesús cumplió su misión salvadora, lo lógico era que volviera a su lugar de origen. Todo desde una perspectiva mítica.

No tiene sentido seguir hablando de bajada y subida. Si no intentamos cambiar la mente, estaremos transmitiendo conceptos que hoy no podemos comprender. Una cosa fue la predicación de Jesús y otra la tarea de la comunidad, después de la experiencia pascual. El telón de fondo es el mismo, el Reino de Dios, vivido y predicado, pero a los primeros cristianos les llevó tiempo encontrar la manera de trasmitir lo que habían experimentado. Tenemos que continuar esa obra, transmitir el mensaje, acomodándolo a nuestra cultura.

Resurrección, ascensión, sentarse a la derecha de Dios, envío del Espíritu, apuntan a una misma realidad. Con cada uno de esos aspectos se intenta expresar la vivencia de pascua: El final del hombre Jesús no fue la muerte sino la Vida en Dios. El misterio pascual es tan rico que no podemos abarcarlo con una sola imagen, por eso tenemos que desdoblarlo para ir analizándolo por partes y poder digerirlo. Con todo lo que venimos diciendo durante el tiempo pascual, debe estar ya muy claro que después de la muerte no pasó nada en Jesús.

Una vez muerto pasa a otro plano donde no existe tiempo ni espacio. Sin tiempo y sin espacio no puede haber sucesos. Todo “sucedió” como un chispazo que dura toda la eternidad. El don total de sí mismo es la identificación total con Dios y por tanto su total y definitiva gloria. No va más. En los discípulos sí sucedió algo. La experiencia de resurrección sí fue constatable. Sin esa experiencia, que no sucedió en un momento determinado sino que fue un proceso que duró muchos años, no hubiera sido posible la religión cristiana.

Una cosa es la verdad que se quiere trasmitir y otra los conceptos con los que intentamos expresarla. No estamos celebrando un hecho que sucedió hace 2000 años. Celebramos un acontecimiento que se está dando en este momento. Los tres días para la resurrección, los cuarenta días para la ascensión, los cincuenta días para la venida del Espíritu, son tiempos teológicos. Lucas, en su evangelio, pone todas las apariciones y la ascensión en el mismo día. En los Hechos habla de cuarenta días de permanencia de Jesús con sus discípulos.

Solo Lucas, al final de su evangelio y al comienzo de los “Hechos”, narra la ascensión como un fenómeno externo. Si los dos relatos constituyeron al principio un solo libro, se duplicó el relato para dejar uno como final y otro como comienzo. Para él, el evangelio es el relato de todo lo que hizo y enseñó Jesús; los Hechos es el relato de todo lo que hicieron los primeros seguidores. Esa constatación de la presencia de Dios, primero en Jesús y luego en los discípulos, es la clave de todo el misterio pascual y la clave para entender la fiesta que estamos celebrando. Para visualizar esa presencia nos narra la venida del Espíritu.

El cielo en la Escritura no significa un lugar físico, sino una manera de designar la divinidad sin nombrarla. Así, unos evangelistas hablan del “Reino de los cielos” y otros del “Reino de Dios”. Solo con esto tendríamos una buena pista para no caer en la tentación de entender este relato literalmente. Es lamentable que sigamos hablando de un lugar donde se encuentra la corte celestial y en ella Jesús sentado a la derecha de Dios. Podemos seguir diciendo “Padre nuestro que estás en los cielos”. Podemos seguir diciendo que se sentó a la derecha de Dios, pero sin entenderlo literalmente.

Hasta el s. V no se celebró la Ascensión. Durante todo ese tiempo se consideraba que la resurrección llevaba consigo la glorificación. Ya hemos dicho que en los primeros indicios escritos que han llegado hasta nosotros de la cristología pascual, está expresada como “exaltación y glorificación”. Antes de hablar de resurrección se habló de glorificación. Esto explica la manera de hablar de ella en Lucas. Lo importante del mensaje pascual es que el mismo Jesús que vivió con los discípulos, es el que llegó a lo más alto en Dios, no como ser separado de Él. Llegó a la meta. Alcanzó la identificación total con Dios.

La Ascensión no es más que un aspecto del misterio pascual. Se trata de descubrir que la posesión de la Vida por parte de Jesús es total. Participa de la misma Vida de Dios y por lo tanto, está en lo más alto del “cielo”. Las palabras son apuntes para que nosotros podamos entendernos. Hoy tenemos otro ejemplo de cómo, intentando explicar una realidad espiritual, la complicamos más. Resucitar no es volver a la vida biológica sino volver al Padre. “Salí del Padre y he venido al mundo; ahora dejo el mundo para volver al Padre”.

Nuestra meta, como la de Jesús, es ascender hasta lo más alto, el Padre. Pero teniendo en cuenta que nuestro punto de partida es también, como en el caso de Jesús, el mismo Dios. No se trata de movimiento alguno, sino de toma de conciencia. Esa ascensión no puedo hacerla a costa de los demás, sino sirviendo a todos. Pasando por encima de los demás, no asciendo sino que desciendo. Como Jesús, la única manera de alcanzar la meta es descendiendo hasta lo más hondo de mi ser. El que más bajó es el que más alto ha subido.

El entender la subida como física es una trampa muy atrayente. Los dirigentes judíos prefirieron un Jesús muerto. Nosotros preferimos un Jesús en el cielo. En ambos casos sería una estratagema para quitarlo del medio. Descubrirlo dentro de mí y en los demás, como nos decía el domingo pasado, sería demasiado exigente. Mucho más cómodo es seguir mirando al cielo… y no sentirnos implicados en lo que está pasando a nuestro alrededor. Es hora de preocuparnos de lo que puedo vivir yo, aquí y ahora, como lo vivió Jesús.

 

Meditación

El espíritu es una energía vital que nos transforma.
Es el “nacer de nuevo” de Jesús a Nicodemo.
No se trata de un mayor “conocimiento” intelectual.
No es la mente la que debe iluminarse, sino el “corazón”.
Aquí está la verdadera batalla
para nosotros los occidentales cartesianos.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Nuestro destino es Dios.

Domingo, 29 de mayo de 2022
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Lc 24, 46-53

«Y mientras los bendecía, se separó de ellos»

Muchas personas entienden los relatos de la resurrección como los “hechos” que acontecieron tras la pasión, y en consecuencia, creen que Jesús se mostró físicamente vivo tras su muerte y que se elevó físicamente al cielo. En el extremo opuesto hay personas que consideran pueril este tipo de creencia, sienten desdén por quienes la profesan y les instan a superarla… pero quizá la cosa no sea tan sencilla.

Para cada uno, es verdadera la creencia que le mueve a dar buenos frutos y llena de sentido su vida —aunque todos los sabios del mundo afirmen que es falsa—. Y es que lo de Jesús no tiene nada que ver con el conocimiento, la erudición o la teoría, sino con el corazón; no es algo reservado a iniciados, sino abierto a todos; es lo más anti iniciático que cabe concebir.

Entrando ya en materia, la lógica nos dice que la muerte es el final del camino, que todo muere en este mundo y que el ser humano no tiene por qué ser la excepción a la regla. Heidegger afirma: «Venimos de la “nada de antes” y vamos a la “nada de después”, y debemos ser capaces de aceptar esta realidad y asumir la angustia de caminar hacia la nada».

Pero el evangelio nos ofrece otra perspectiva.

El texto de hoy constituye —según los expertos— una hermosa profesión de fe de los Testigos: “Jesús es exaltado al lugar que le corresponde; la diestra del Padre”. Y lo bueno para nosotros, es que los evangelistas presentan a Jesús como “persona” y como el “primogénito” que nos muestra que la muerte no es el final, sino nuestra liberación definitiva del poder del mal; nos invitan a ver en Jesús la grandeza del ser humano capaz de alcanzar la divinidad.

El evangelio nos anuncia por tanto que nuestro destino es Dios, aunque en ningún momento trata de describir la naturaleza del “más allá”… Pero somos curiosos, nos gusta imaginar lo que nos espera y elaboramos imágenes que nos ayudan a mantener viva la esperanza. Y así, unos afirman que nuestro destino es fundirnos con el Todo Universal, otros, gozar eternamente de la presencia de Dios, y otros, otras cosas.

Pero a veces confundimos estas imágenes con realidades, ignorando que no existe soporte alguno para vislumbrar siquiera qué nos espera tras la muerte. Pablo así lo entendió y lo expresó de forma genial: «Ni ojo vio, ni oído oyó, ni ha entrado en el corazón del hombre lo que Dios tiene preparado para los que le aman»… En esa misma línea podemos recordar un comentario muy coloquial de Ruiz de Galarreta: «No tengo ni idea de lo que me espera tras la muerte, pero confío en que mi Madre me tenga preparado algo estupendo».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Adoración, alegría y bendición

Domingo, 29 de mayo de 2022
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porta-asc10[1]El evangelio de Lucas intenta decir algo acerca de la presencia de Jesús después de su muerte. La narración de hoy nos cuenta que Jesús, una vez resucitado, relee su vida a partir de los textos sagrados. Su misión, que incluye su vida, muerte y resurrección tiene sentido en cuanto que puede comprenderse dentro del designio de Dios para con toda la historia de la humanidad.

Los discípulos son testigos de esto. Son testigos, pero no solo de manera externa sino también interna, es decir no solo ven lo que pasa como meros espectadores, sino que sus vidas se delimitan y organizan en relación con el Mesías resucitado. Ellos son sus testigos. Su identidad queda marcada así por la cercanía de la persona en la que se cumplen los designios de Dios.

Ser testigos, entendido como aquello que determina la identidad de los discípulos tras la resurrección de Jesús, no implica únicamente mirar para sí mismo y conocer algo novedoso. Ser testigo implica salir y dar testimonio. Eso parece evidente. Sin embargo, la orden de Jesús es la contraria a salir. Ellos son ciertamente testigos, pero deben “Permanecer en la ciudad”. Si en los diferentes relatos de envíos, durante la vida pública de Jesús, la respuesta es “inmediata”, es decir “salen corriendo a anunciar lo que han visto”, tras la resurrección la respuesta requiere quedarse, permanecer, esperar. Esperar una fuerza, una energía que los “revestirá”.

Revestir es una palabra extraña que puede significar imbuirse o dejarse llevar por esa fuerza, o cubrir el cuerpo con un ropaje (como lo hace, por ejemplo, el sacerdote en la eucaristía que se reviste con los ornamentos litúrgicos). Las dos acepciones encajan aquí, ya que la fuerza es interior pero también corporal y exterior. La fuerza reviste las emociones y reviste el cuerpo. Así el testimonio será creíble y tangible: estas dos dimensiones son fundamentales en el anuncio de cualquier mensaje.

Sin embargo, de momento, el recibir esta fuerza es solo una promesa; no una realidad. Antes, han de recibir una bendición, en Betania. Betania es el lugar del encuentro, del descanso, del fortalecimiento, de la acogida y de la fiesta que Jesús y sus discípulos bien conocen. Ese lugar sigue siendo un lugar de bendición, y es allí el lugar propio para que Jesús los bendiga (casi como a los niños que quiere que se acerquen a él).

Pero esta bendición anuncia la despedida. Ahora sí. Si la muerte de Jesús anunciaba una primera separación, llena de pena, decepción y desorientación, la ascensión confirma una segunda separación, pero esta vez, a diferencia de la primera, produce alegría y adoración. Nuevamente llama la atención que, de momento, no se convierten en testigos activos y evangelizadores dinámicos en salida. Se convierten, a primera vista, en todo lo contrario. Son simplemente y ciertamente adoradores: se postran ante Jesús, van a Jerusalén (la ciudad del gran templo) y “estaban en el templo bendiciendo a Dios”. De momento su testimonio es exclusivamente y esencialmente alegría y bendición. Y así será hasta que reciban la fuerza de lo alto prometida.

En nuestra sociedad cargada de activismo, este texto se presenta como de una radical humanidad que nos pide tener tiempo y darse tiempo. Tiempo para aceptar la decepción, para aceptar separaciones, para dar lugar al dinamismo propio de la muerte-resurrección y para no adelantar procesos sino dejar que los afectos se decanten.

Este dinamismo muerte-resurrección, como momento esencial de todo ser vivo, nos recuerda la distancia, pero también la cercanía; una cercanía trascendente (como una “fuerza que viene de lo alto”) y que, como una bendición, nos fortalece y nos reviste. Es decir, la nueva forma de vincularnos, a partir de las experiencias de muerte y de resurrección, no contrapone la cercanía y la distancia, sino que las integra.

Esta forma de entender la vida y el tiempo nos recuerda también la importancia de dar espacio a la adoración, a la alegría y la bendición. El hecho de considerar el tiempo del que disponemos, que transcurre desde el nacimiento a la muerte, nos recuerda que se trata de un tiempo que es limitado y que por tanto nos urge la acción. Pero, para que esta acción sea fecunda, requiere de momentos de espera y de quietud. Momentos para releer nuestra historia comunitaria y personal dentro de los designios de Dios. Y para vislumbrar y dar lugar a lo que viene por delante.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Plenitud y despliegue histórico.

Domingo, 29 de mayo de 2022
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175D1451-95E8-4E50-BEF2-FEEFDF9535CEFiesta de la Ascensión

29 mayo 2022

Lc 24, 46-53

La “doble dimensión” que nos constituye -identidad y personalidad- puede verse desde otra perspectiva: somos plenitud que se va desplegando en forma de historia. La plenitud es atemporal; el desarrollo histórico aparece como lineal y secuencial. Una lectura ajustada de lo real tiene en cuenta esa doble dimensión, consciente de que cada uno de esos planos obedece a “leyes” diferentes.

En cuanto “seres históricos”, nos experimentamos impermanentes, frágiles y vulnerables, a la vez que vivimos considerándonos “actores” de nuestro destino, afrontando la vida como “tarea”.

El riesgo consiste en quedar reducidos a este plano, olvidando nuestra dimensión profunda. Cuando esto sucede, caemos en la ignorancia radical por la que, aun creyéndonos “conscientes”, nos perdemos en la confusión y en el sufrimiento mental.

Ese laberinto solo tiene una salida posible: la comprensión que nos permite abrirnos a nuestra verdadera identidad. A partir de ahí, se modifica nuestro modo de vernos, de leer la historia y de movernos en ella. Porque vivimos el despliegue sin perder la conexión con quienes realmente somos, es decir, anclados en la plenitud atemporal. En ella nos reconocemos siempre a salvo y desde ella se modifica nuestra visión de la historia y nuestro comportamiento en ella.

Seguiremos haciendo todo lo que tengamos que hacer en el discurrir diario, pero lo haremos -o mejor, se hará en nosotros- desde “otro lugar”. La historia aparecerá ante nosotros como un “juego divino”, con todo lo que encierra de compromiso, pero también de libertad. Del mismo modo que, al salir del sueño, nos liberamos de la carga de las pesadillas que lo acompañaban, al escapar de la confusión de la mente reductora, saboreamos el descanso profundo que sabe a plenitud y a liberación.

Somos seres históricos, con todo lo que ello implica, pero somos, a la vez y en profundidad, plenitud de vida.

¿Cómo y desde dónde vivo el día a día?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No os quedéis plantados mirando al cielo, pero mirad al cielo. La Ascensión

Domingo, 29 de mayo de 2022
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3101A04D-0A69-4AE3-998A-FB9F2D5E69A4Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- La fiesta de la Ascensión.

La Muerte, Resurrección y Ascensión constituyen un único acontecimiento. Por “pedagogía teológico-litúrgica” celebramos por separado la Pasión, la Muerte, la Resurrección, Ascensión del Señor, la Venida del Espíritu… Pero es un único acontecimiento.

La cuestión no es si JesuCristo concluyó en Dios el viernes santo a primera hora de la tarde, el domingo de Pascua o a los cuarenta días. No se trata de un tiempo material, cronológico, sino teológico –existencial- expresado en un lenguaje simbólico-poético.

Según el Evangelio de Lucas todo aconteció el mismo día de Pascua. Según el libro de los Hechos, la Ascensión aconteció a los 40 días de la resurrección

    Tampoco se trata de una cuestión espacial: Jesús habría subido al cielo como un astronauta. Es un mundo alegórico: Jesús “subió” junto a Dios, y una nube (símbolo de la protección de Dios) lo acogió en Dios.

    La Ascensión es el “día sin fin”, el “día eterno de Pascua” para Cristo, para nuestros hermanos difuntos y para toda la humanidad.

En esta fiesta de la Ascensión celebramos que Jesucristo concluyó su historia en Dios y nuestra historia concluirá también en Dios. Terminaremos en el Señor y terminaremos como Él, en la casa del Padre.

Por ello, esta fiesta es de gran esperanza e impregna de esperanza toda nuestra existencia y nuestra historia.

02.- La gran crisis de nuestro tiempo es la esperanza / desesperanza.

    Allá por los años 1950 / 60 la crisis de nuestra sociedad era la fe, el ateísmo, la muerte de Dios, el marxismo, etc. Hoy en día la crisis es más bien de esperanza. Nuestro momento ha clausurado el futuro. No hay nada que esperar.

    Hemos sustituido la esperanza por unas vacaciones, el ser por la nada y la fe por los ritos del “self service” eclesiástico. Y esto crea mucha cansera, mucha desesperanza.

    La cuestión más grave que tenemos no es la pandemia, ni la guerra, la cuestión más seria que tenemos es la nada, el nihilismo que termina por minar y socavar los cimientos de la existencia y nos sume en una profunda desesperanza. La nada y la desesperanza, cuando no la desesperación,  terminan por quitar el sentido de la vida y las ganas de vivir.

Quizás por esta razón es por lo que está aumentando el número de suicidios. Tenemos cosas para vivir, lo que ya no tenemos son ganas de vivir.

En el País Vasco se da un suicidio cada dos días. En el año 2020 se suicidaron 184 personas en el País Vasco, en España, 70.000.

El hombre actual sabe y tiene, pero no espera; sin embargo los humanos somos seres esperantes, porque quien deja de esperar, deja de vivir.

03.- La Ascensión es una fiesta de esperanza.

Dice el profeta Isaías una honda verdad: en la esperanza está vuestra fortaleza. (Is 30,15)

La fiesta de la Ascensión nos habla del sentido de la vida y nos anima a vivir confiada y esperanzadamente. Tal vez el núcleo central de esta fiesta de la Ascensión es recordarnos que el final del ser humano y de la historia está en Dios y esto nos llama vivir confiadamente. Cristo es el principio y fin de la vida. El lugar del ser humano es Dios, el amor de Dios.

La esperanza en el futuro es la alegría y el sentido del presente. Lo que esperamos ilumina el momento presente.

    Aquellos buenos teólogos que llevaron adelante el concilio Vaticano II, cultivaron estas ideas: caminamos hacia la finalización, (Teilhard de Chardin). Vivir mirando y esperando el futuro absoluto infunde ánimo, espíritu y coraje.

    Sembremos esperanza. ¿Cómo es posible que en los colegios y universidades, en los medios de comunicación no se dedique un tiempo, una asignatura a la esperanza, al sentido de la vida, al horizonte absoluto? Estas cosas no son “religión”, son sentido común, sembrar esperanza.

    Caminamos hacia el punto final, hacia el horizonte, que es Cristo.

04.- Jesús les bendijo y se marchó de entre nosotros. Y dejas Pastor santo.

    Una hermosa coincidencia:

  • San Lucas comienza su evangelio con la bendición del anciano Zacarías bendice a Dios: Bendito sea el Dios de Israel … puedes dejar a tu siervos marchar en paz
  • Y ahora, al final, Jesús se marcha bendiciendo a los suyos.

    Bendecir significa decir bien en la vida

Estamos llenos de maldiciones, de decir mal, de descalificaciones, de linchamientos personales, morales, de acepción de personas. Y eso no es bueno, ni hace bien. La Ascensión nos habla de una creación originaria y de futuro bien dicho por JesuCristo para toda la humanidad.

Jesús se marchó.-como había vivido- Bendiciendo. Diciendo y haciendo bien.

Es un gran programa de vida pasar por la vida diciendo bien y marcharnos dejando algo de bien.

05.- No os quedéis plantados mirando al cielo, pero mirad al cielo

La fiesta de la Ascensión es una llamada al futuro. Y porque creemos en el futuro, nos empuja a trabajar en el presente

Creemos en la Ascensión y por eso, “miramos al cielo” con nostalgia infinita y con ojos limpios por la esperanza y sin intereses. Y porque miramos al cielo y al futuro absoluto, no nos quedamos en las mediaciones ni vivimos en “babia” alelados en espiritualismos celestes anquilosantes y evasivos

Porque creemos en la Ascensión, confiamos y esperamos con ilusión el futuro, el futuro de Dios. Y porque miramos al cielo, vivimos y trabajamos en la tierra por cambiar este presente.

Miremos con intensa nostalgia al cielo pisando tierra.

No os quedéis plantados mirando el cielo, pero mirad al cielo.

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“El Espíritu Santo Te Enseñará Todo”

Lunes, 23 de mayo de 2022
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cristianos_gays_en_americaLa reflexión de hoy es de la colaboradora de Bondings 2.0, Yunuen Trujillo, cuya breve biografía se puede encontrar haciendo clic aquí. Yunuen es la autora del nuevo libro, LGBTQ Catholics: A Guide to Inclusive Ministry., (Católicos LGBTQ: Una guía para el ministerio 

Las lecturas litúrgicas de hoy para el Sexto Domingo de Pascua se pueden encontrar aquí.

El Abogado, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todo y os recordará todo lo que os he dicho. (Juan 14:26)

¿Alguna vez te has sentido desesperado? ¿temeroso? ¿cansado? Estos sentimientos se repiten muy a menudo en el Ministerio LGBTQ. Muchos de nosotros a menudo nos preguntamos por qué tenemos que luchar para crear espacios inclusivos en el único espacio donde las comunidades vulnerables, como la nuestra, deberían estar automáticamente protegidas. ¿Por qué tenemos que crear nuestros propios espacios acogedores? ¿No es esta la responsabilidad de la jerarquía?

Muchos de nosotros hemos sentido miedo durante buena parte de nuestra vida, miedo de ser nosotros mismos, miedo de la respuesta de nuestra familia, miedo de la respuesta de nuestras comunidades, miedo de Dios, entre otras cosas.

El tiempo de tener miedo ha terminado.

Después de que Jesús fue crucificado, los sentimientos de miedo y agotamiento plagaron a los discípulos. No solo su maestro había sido asesinado y condenado, sino que sus esperanzas de lo que Jesús representaba parecían haber muerto con él. Para algunos, Jesús representó una salvación en el ámbito espiritual. Otros vieron a Jesús como un héroe revolucionario que literalmente los liberaría de la pobreza y otros males sociales. Algunos lo vieron como una combinación de ambos. Cualquier cosa que la gente creyera que Jesús iba a traer, parecía haber muerto con él. Los discípulos no entendían lo que vendría después. El Espíritu Santo, el Abogado, soplaría su poder vivificante para marcar un nuevo comienzo.

Más de 2000 años después, nos encontramos en una encrucijada similar. Una Iglesia institucional que tiene demasiado miedo de abrir las ventanas y dejar entrar el aire, demasiado miedo de acercarse a las heridas de aquellos a quienes ha herido, demasiado miedo al cambio, demasiado miedo a perder su poder, ahora está recibiendo una nueva vida. -dando aliento. El Espíritu Santo se está moviendo a través de nosotros, los católicos LGBTQ y nuestras familias. El cambio, el verdadero cambio, no viene de arriba hacia abajo.

Todos estamos llamados a construir el Reino de Dios, en el aquí y ahora. Estamos llamados a no esperar a que suceda el cambio, sino a ser agentes de cambio. Estamos llamados a continuar el trabajo de amor, de compasión o de solidaridad radical que fue la marca registrada de las primeras comunidades cristianas. Estamos llamados a posiciones de liderazgo y a delegar, para que ninguna persona involucrada en el Ministerio LGBTQ sienta que está haciendo todo el trabajo sola. Estamos llamados a conectarnos unos con otros, para que podamos compartir recursos y organizarnos juntos. Estamos llamados a no tener más miedo. No estamos solos.

Nuestro movimiento de base es un movimiento del Espíritu Santo. En la lectura del evangelio de hoy, Jesús dice: “[e]l Espíritu Santo. . . te enseñará todo”. El Espíritu Santo le recuerda a la Iglesia universal que aún hay mucho que aprender acerca de Dios, que aún hay mucho que Dios está revelando acerca de Sí Mismo. Al mismo tiempo, el Espíritu Santo le recuerda a la Iglesia universal que el único lugar desde donde puede comenzar su camino de aprendizaje y discernimiento es desde un lugar de amor. Amor incondicional, revolucionario, radical; volviendo a sus raíces y estando con Jesús.

Al enraizarnos en Jesús y los Evangelios, dejamos de lado todos los comentarios adicionales, dejando espacio en nuestras mentes y corazones para un nuevo aprendizaje y crecimiento. No se trata de si la Iglesia algún día nos celebrará plenamente como Hijos De Dios; es cuestión de cuándo. El Espíritu Santo no puede ser contenido.

—Yunuén Trujillo, 22 de mayo de 2022

Fuente New Ways Ministry

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“El gran regalo de Jesús”. 6 Pascua – C (Juan 14,23-29)

Domingo, 22 de mayo de 2022
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06-PASC-CSiguiendo la costumbre judía, los primeros cristianos se saludaban deseándose mutuamente la «paz». No era un saludo rutinario y convencional. Para ellos tenía un significado más profundo. En una carta que Pablo escribe hacia el año 61 a una comunidad cristiana de Asia Menor, les manifiesta su gran deseo: «Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones».

Esta paz no hay que confundirla con cualquier cosa. No es solo una ausencia de conflictos y tensiones. Tampoco una sensación de bienestar o una búsqueda de tranquilidad interior. Según el evangelio de Juan, es el gran regalo de Jesús, la herencia que ha querido dejar para siempre a sus seguidores. Así dice Jesús: «Os dejo la paz, os doy mi paz».

Sin duda recordaban lo que Jesús había pedido a sus discípulos al enviarlos a construir el reino de Dios: «En la casa en que entréis, decid primero: “Paz a esta casa”». Para humanizar la vida, lo primero es sembrar paz, no violencia; promover respeto, diálogo y escucha mutua, no imposición, enfrentamiento y dogmatismo.

¿Por qué es tan difícil la paz? ¿Por qué volvemos una y otra vez al enfrentamiento y la agresión mutua? Hay una respuesta primera tan elemental y sencilla que nadie la toma en serio: solo los hombres y mujeres que poseen paz pueden ponerla en la sociedad.

No puede sembrar paz cualquiera. Con el corazón lleno de resentimiento, intolerancia y dogmatismo se puede movilizar a la gente, pero no es posible aportar verdadera paz a la convivencia. No se ayuda a acercar posturas y a crear un clima amistoso de entendimiento, mutua aceptación y diálogo.

No es difícil señalar algunos rasgos de la persona que lleva en su interior la paz de Cristo: busca siempre el bien de todos, no excluye a nadie, respeta las diferencias, no alimenta la agresión, fomenta lo que une, nunca lo que enfrenta.

¿Qué estamos aportando hoy desde la Iglesia de Jesús? ¿Concordia o división? ¿Reconciliación o enfrentamiento? Y si los seguidores de Jesús no llevan paz en su corazón, ¿qué es lo que llevan? ¿Miedos, intereses, ambiciones, irresponsabilidad?

José Antonio Pagola

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“El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho”. Domingo 22 de mayo de2022. 6º Domingo de Pascua

Domingo, 22 de mayo de 2022
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31-pascuaC6 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 15, 1-2. 22-29: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables.
Salmo responsorial: 66:  Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Apocalipsis 21, 10-14. 22-23: Me enseñó la ciudad santa, que bajaba del cielo.
Juan 14, 23-29: El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho.

El libro de los Hechos nos presenta la controversia de los apóstoles con algunas personas del pueblo que decían que los no circuncidados no podían entrar en el reino de Dios. Los apóstoles descartaban el planteamiento judío de la circuncisión. Ésta se realizaba a los ocho días del nacimiento al niño varón, a quien sólo así se le aseguraban todas las bendiciones prometidas por ser un miembro en potencia del pueblo elegido y por participar de la Alianza con Dios. Todo varón no circuncidado según esta tradición debía ser expulsado del pueblo, de la tierra judía, por no haber sido fiel a la promesa de Dios (cf. Gn 17,9-12). El acto ritual de la circuncisión estaba cargado -y aún lo está- de significado cultural y religioso para el pueblo judío. Estaba ligado también al peso histórico-cultural de exclusión de las mujeres, las cuales no participaban de rito alguno para iniciarse en la vida del pueblo: a ellas no se les concebía como ciudadanas.

Es bien importante este episodio dentro de la elaboración literaria que Lucas hace del nacimiento de la primitiva Iglesia. Ésta fue capaz de intuir genialmente que aquel rito de la circuncisión discriminaba inevitablemente entre hombres y mujeres, y entre judíos y paganos. Los dirigentes principales de la Iglesia central (por así decir) ratificaron la intuición que los misioneros de vanguardia pusieron en marcha al evangelizar en la frontera con el mundo pagano. En aquel contexto cultural diferente, el signo de la circuncisión no sólo no era significativo, sino que implicaba una marginación de la mujer, y una imposición incomprensible para quienes s convertían desde el paganismo. Fue una lección de sentido histórico, de comprensión de la relatividad cultural, y de aceptación de los signos de los tiempos.

No deberíamos reflexionar hoy sobre este tema de un modo meramente arcaizante: «cómo hicieron ellos», sino preguntándonos qué otros signos, elementos, dimensiones… del cristianismo están hoy necesitados de una reformulación o reconversión, en esta la nueva frontera cultural que hoy atravesamos, probablemente mucho más profunda que la que se vivía en aquel momento que los Hechos de los Apóstolos nos relatan. Muchas cosas que hasta ahora significaban, se han vaciado de valor evocativo. En muchos casos, no sólo se han vaciado, sino que se han cargado de sentido contrario. Acabamos haciendo gestos que se quedan en simples ritos sin significado vivo, o repitiendo fórmulas que dicen cosas en las que ya no creemos –o en las que ya no podemos creer–.

Permítasenos evocar la publicación que el movimiento judío conservador de EEUU ha realizado el pasado mes de febrero (http://internacional.elpais.com/internacional/2016/03/02/actualidad/1456932458_958209.html) de una nueva edición del manual de oraciones, Sidur en hebreo, edición que ha puesto todas las oraciones en un lenguaje que no distingue entre hombres y mujeres, entre personas y/o parejas hetero y homosexuales. Hay que recordar que el idioma hebreo –y otros– tiene formas verbales diferentes para el hombre y la mujer. «Yo rezo», por ejemplo, no utiliza la misma palabra igual cuando lo dice un hombre o cuando lo dice una mujer. Lo cual quiere decir que cuando se reza juntos, normalmente la mujer ha tenido que quedar supeditada a rezar con expresiones masculinas. Este nuevo Sidur es un esfuerzo para acomodar símbolos religiosos tan importantes como los de un oracional, a la sensibilidad actual. Lo que en siglos y milenios anteriores parecía intocable, hoy ya no nos lo parece a muchas personas y comunidades; las más intuitivas y clarividentes están reivindicando la necesidad de dar pasos adelante, y deberíamos apoyarles.

También en otros idiomas persisten las diferencias discriminatorias de género, pero no tanto ya por las diferencias de las formas verbales y otras, cuanto por las desactualizaciones en términos culturales y epistemológicos: se trata de conjuntos completos de símbolos que ya no están culturalmente vigentes, fórmulas de fe que dicen cosas hoy realmente no creemos, creencias que ya todos sabemos que son mitos, pero que son repetidas ritualmente con toda seriedad como si de descripciones históricas se tratara, esperando que aparezcan por alguna parte los niños del cuento de Andersen que nos hagan caer en la cuenta a todos de que «el rey está desnudo». Por eso, es de profunda actualidad la lucidez de que hizo gala la Iglesia primitiva en torno a la práctica de la circuncisión.

El Apocalipsis nos presenta también una crítica a la tradición judía excluyente. Juan vio en sus revelaciones la nueva Jerusalén que bajaba del cielo y que era engalanada para su esposo, Cristo resucitado. Esta nueva Jerusalén es la Iglesia, triunfante e inmaculada, que ha sido fiel al Cordero y no se ha dejado llevar por las estructuras que muchas veces generan la muerte. Aquí yace la crítica del cristianismo al judaísmo que se dejó acaparar por el Templo, en el cual los varones, y entre éstos especialmente los cobijados por la Ley, eran los únicos que podían relacionarse con Dios; un Templo que era señal de exclusión hacia los sencillos del pueblo y los no judíos.

La Nueva Jerusalén que Juan describe en su libro no necesita templo, porque Dios mismo estará allí, manifestando su gloria y su poder en medio de los que han lavado sus ropas en la sangre del Cordero. Ya no habrá exclusión -ni puros ni impuros-, porque Dios lo será todo en todos, sin distinción alguna.

En el evangelio de Juan, Jesús, dentro del contexto de la Ultima Cena y del gran discurso de despedida, insiste en el vínculo fundamental que debe prevalecer siempre entre los discípulos y él: el amor. Judas Tadeo ha hecho una pregunta a Jesús: “¿por qué vas a mostrarte a nosotros y no a la gente del mundo”? Obviamente, Jesús, su mensaje, su proyecto del reino, son para el mundo; pero no olvidemos que para Juan la categoría “mundo” es todo aquello que se opone al plan o querer de Dios y, por tanto, rechaza abiertamente a Jesús; luego, el sentido que da Juan a la manifestación de Jesús es una experiencia exclusiva de un reducido número de personas que deben ir adquiriendo una formación tal que lleguen a asimilar a su Maestro y su propuesta, pero con el fin de ser luz para el “mundo”; y el primer medio que garantiza la continuidad de la persona y de la obra de Jesús encarnado en una comunidad al servicio del mundo, es el amor. Amor a Jesús y a su proyecto, porque aquí se habla necesariamente de Jesús y del reino como una realidad inseparable.

Ahora bien, Jesús sabe que no podrá estar por mucho tiempo acompañando a sus discípulos; pero también sabe que hay otra forma no necesariamente física de estar con ellos. Por eso los prepara para que aprendan a experimentarlo no ya como una realidad material, sino en otra dimensión en la cual podrán contar con la fuerza, la luz, el consuelo y la guía necesaria para mantenerse firmes y afrontar el diario caminar en fidelidad. Les promete pues, el Espíritu Santo, el alma y motor de la vida y de su propio proyecto, para que acompañe al discípulo y a la comunidad.

Finalmente, Jesús entrega a sus discípulos el don de la paz: “mi paz les dejo, les doy mi paz” (v. 27); testamento espiritual que el discípulo habrá de buscar y cultivar como un proyecto que permite hacer presente en el mundo la voluntad del Padre manifestada en Jesús. Es que en la Sagrada Escritura y en el proyecto de vida cristiana la paz no se reduce a una mera ausencia de armas y de violencia; la paz involucra a todas las dimensiones de la vida humana y se convierte en un compromiso permanente para los seguidores de Jesús. Leer más…

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Dom 6 pascua: No es la paz del “mundo”. La iglesia, una tarea de paz (Jn 14, 23-29)

Domingo, 22 de mayo de 2022
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 pikaza_camino_paz-938c8Del blog de Xabier Pikaza:

Recojo y comento en estas reflexiones las palabras centrales del evangelio de este domingo: “La paz os dejo, mi paz os doy; no es como la paz que ofrece el mundo…” (Jn 14, 27).

La paz del  mundo (propia de un sistema de poder) proviene de la imposición económica, militar e ideológica de los vencedores, tal como se impone en los arcos de triunfo de los antiguos y los nuevos vencedores.

En contra de eso, la paz de Jesús se expresa a través del perdón de las víctimas. Esa ha de ser la paz de la iglesia entendida como institución o comunión no violenta de los seguidores de Jesús, pacificador crucificado.

LA PAZ,HIJA DEL PERDÓN, ES LA VICTORIA DE LAS VÍCTIMAS

            La paz no es resultado de la victoria de las armas riunfadoras, sino del perdón  de los vencidos. No proviene de los que vencen y se imponen por ley de poder sobre los derrotados, sino de aquellos que, siendo vencidos y estando derrotados, responden perdonando[1]. (Las dos primeras imágenes recogen la paz del “arco” militar de los triunfadores).

  1. El riesgo de un perdón interesado.

  Había en el judaísmo de tiempos de Jesús un tipo de paz controlado por sacerdotes del templo Jerusalén y políticos de Roma, al servicio del sistema.

Era el perdón del templo y se expresaba a través de sacrificios rituales, por medio de una especie de «máquina sacral», que culminaba el día de la Gran Expiación (Lev 16), celebrada por sacerdotes y regulada según Ley por los escribas.

Por su parte, el perdón de Roma (parcere subiectis, debellare superbos: Virgilio, Eneida 855) estaba al servicio del sistema imperial y político, no de los necesitados. Jesús, en cambio, ha ofrecido su perdón mesiánico, que actúa a través de los que sufren y que busca una nueva humanidad, superando el orden del templo y el sistema del imperio. Para entender su alcance, quiero delimitarlo mejor:

Puede haber un perdón arbitrario y caprichoso, propio de dictadores o autócratas, que muestran su magnanimidad indultando de un modo irracional (sin necesidad de justificaciones) a quienes ellos quieren y castigando también a quienes quieren (sin dar tampoco razones). Así descargan su violencia sobre algunos, para mostrarse soberanos, imponiendo su terror sobre posibles rebeldes o contrarios, y perdonan a otros para decir que son magnánimos y aparecer como benefactores, a través de un gesto arbitrario, que está muy alejado de la justicia racional (y del perdón cristiano).

En contra de ese perdón interesado de los autócratas, que es una imposición de su dictadura y un capricho de su prepotencia, Jesús ofrece y promueve un perdón puramente gratuito que no va en contra de la justicia, sino que la desborda y fundamenta. Éste es un perdón que sólo pueden ofrecer las víctimas (los ofendidos y humillados), sin que sean capaces de ofrecerlo en su nombre (en contra de ellos) unos dictadores o sacerdotes pretendidamente superiores.

Puede haber un perdón o amnistía al servicio de una política partidista. Casi todos los vencedores del mundo han decretado amnistías, desde los asirios del siglo VIII a. C. hasta los romanos del tiempo de Jesús o los revolucionarios franceses de finales del XVIII. Suelen ser amnistías políticamente calculadas, para gloria de los soberanos o de los estados que las proclaman, al servicio de su propia estabilidad, como una forma de justificarse.  Este perdón puede ser provechoso, pero que corre el riesgo de situar la oportunidad política (su racionalidad partidista) por encima de la justicia legal[2].

Puede haber un perdón sacral, controlado por los sacerdotes del templo, al servicio del propio sistema, para mantener el orden establecido, como sucedía en Jerusalén, en tiempo de Jesús. También éste es un perdón interesado, propio de los vencedores, al servicio del sistema; es el perdón de los templos y de las grandes instituciones religiosas, entendidas como instancias de control sobre los “pecadores”, como ha podido suceder en la religión de los Incas y en algunas instituciones cristianas. Lo mismo que los anteriores, este perdón sigue estando al servicio del sistema, es decir, de la violencia de los poderosos.

En contra de eso, Jesús ha ofrecido el perdón de un modo gratuito, no en contra, sino por encima de la Ley, pidiendo a los ofendidos que perdonen a sus ofensores (¡ellos son los únicos que pueden hacerlo desde Dios!), para abrir de esa manera un camino de reconciliación más alta, superando la violencia.

El perdón sacral del Templo (lo mismo que la amnistía de los grandes imperios) estaba al servicio de los poderosos, que monopolizaban el orden del sistema. Jesús, en cambio, ha ofrecido su perdón (que estrictamente hablando no es suyo, sino de los pobres) de un modo mesiánico, superando el sistema del del imperio y de un templo al servicio de los vencedores. No es que él perdone desde arriba, por excepción, sin necesidad de templo y sacrificios, a los expulsados y excluidos de la comunidad sagrada de Israel y del imperio, sino que son ellos, los expulsados y excluidos, los que pueden ofrecer perdón (como representantes de Dios). Ésta es la novedad del evangelio y ella supera todos los sistemas religiosos o sociales donde el perdón está al servicio del orden establecido. El sistema político o religioso no puede perdonar, sino que se limita a buscar su equilibrio o, a lo sumo, procurar una igualdad de ley. Los únicos que pueden perdonar son los ofendidos y/o robados, es decir, las víctimas, como Jesús.

Jesús, un perdón gratuito.

 El sistema político/religioso necesita un talión (¡a cada uno según su merecido!), controlando el perdón desde arriba. En contra de de eso, Jesús sitúa a los hombres y mujeres ante el don y tarea del perdón, haciéndoles capaces de superar una justicia legal que, cerrada en sí, puede acabar destruyendo a todos. Lo que algunos llaman actualmente justicia infinita (un tipo de Ley particular llevada hasta el extremo) nos deja simplemente en el nivel de la lucha de todos contra todos. En ese sentido podemos añadir, con Pablo, que la justicia de la Ley es insuficiente. Sólo la gracia que perdona a los pecadores es fundamento de paz[3].

  1. Sólo el perdón rompe la espiral de la venganza(un talión que siempre se repite: ojo por ojo, diente por diente) y de esa forma libera al hombre del automatismo de la violencia y permite que su vida se despliegue por encima de una Ley, en la que nada se crea ni destruye, sino que se transforma, permaneciendo siempre idéntico. Sólo el perdón rompe el encerramiento de la pura Ley y nos sitúa en un nivel de gratuidad, donde los hombres pueden vivir y amarse por sí mismos (como valor supremo). El perdón es gracia y sólo así puede superar la violencia del pasado, haciendo que la vida se abra al futuro de la Vida, por encima de sus contradicciones y luchas de poder.
  2. Perdón gratuito, no expiación. Expiar es pagar por la culpa, de manera que quien ha quebrantado la Ley tiene que recibir su merecido y penar (ser castigado). Sin duda, parece conveniente un tipo de reparación para mantener el orden del sistema, como saben las religiones sacrificiales y los sistemas políticos en los que domina una Ley punitiva (como parece suceder en USA). Pero el Dios de Jesús no exige expiación o sometimiento, para afianzar de esa manera su poder, sino que él mismo expía por los pecados de los hombres, es decir, les ama de un modo gratuito. En ese contexto ha de entenderse la actitud de Jesús, que ha perdonado a los pecadores, sentándose a su mesa y dialogando con ellos (cf. Mc 2, 15-17 par; Mt 11, 29 par; Lc 15, 1).

Según eso, el perdón tiene que venir de las víctimas. Jesús no ratifica el poder de perdón de los de arriba, sino que pide a los excluidos y pobres que perdonen, en gesto que no es sometimiento (¡encima de haber sido ofendidos deben perdonar a quienes les ofenden!), sino que viene a mostrarse como expresión de la mayor de todas las autoridades Ellos, los oprimidos, son sacerdotes y portadores de perdón, es decir, de un nuevo orden social que no se funda en el dominio de unos sobre otros, ni en la revancha de los sometidos, sino en la gracia creadora, desde abajo, a partir de los marginados y ofendidos. Los pobres son precisamente los que toman la iniciativa y, sin luchar externamente contra los sacerdotes y jerarcas, asumen la autoridad del perdón, sin necesidad de imponerse por la fuerza, ni de tomar el poder externo, sino iniciando una comunidad de iguales.

Evangelio, textos del perdón.

Principio. Perdón quiero, no pura justicia: “No juzguéis y no seréis juzgados. No condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados” (Lc 6, 37; cf. Mt 7, 1). En un nivel político, la justicia social es buena y necesaria; pero ella tiene que imponerse con violencia, como sabe Pablo en Rom 13, 1-7, pues el juez necesita la ayuda de la espada y de la cárcel (y en algunos países de la silla eléctrica). Pues bien, superando ese plano de violencia legal (políticamente legítima), Jesús pide a sus fieles que se perdonen, que no acudan a la pura ley, ni a la espada. Al decir expresamente ¡no-juzguéis!, Jesús no ha pensado en unos objetivos particulares, ni ha propuesto unos casos en los que el perdón debe aplicarse, sino que abre un camino ilimitado de vida, que sólo puede recorrerse en amor, un proceso de no-violencia para voluntarios, no un ordenamiento obligatorio.

Esta palabra aparece en el evangelio como revelación, una mutación antropológica radical. No puede probarse, pero se pueden probar sus consecuencias, pues allí donde los hombres no perdonan ellos mismos terminan cayendo bajo el poder del juicio («con el juicio con que juzguéis seréis juzgados»). El juicio se sitúa y nos sitúa ante el talión (ojo por ojo…) y así nos deja en manos de la Ley de la espada (quien a hierro mata a hierro muere: Mt 26, 52), como sabe Pablo (Rom 13, 4). Pues bien, por encima del juicio está el Dios de la gracia, que no defiende la vida con espada, sino que la crea en amor y perdón y así quiere que nosotros perdonemos (cf. Rom 13, 10).

 Perdón amante. Ese perdón sólo es posible por amor, como gesto creador, desde los ofendidos, como dice Jesús: “Habéis oído que se ha dicho: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo… Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian” (Mt 5, 38; Lc 6, 27-28). El texto supone que vivimos en un mundo dominado por la enemistad y el odio, la maldición y la calumnia (Lc 6, 27-28), un mundo de violencia donde cada uno parece que quiere imponerse sobre los otros a golpe de opresión física (herida en la mejilla) o económica (quitar la capa, robar). Suele decirse que el mundo es así y en él estamos. Pues bien, sobre ese mundo, por encima de una justicia que se cierra en un círculo de “amigos interesados” (do ut des, doy para que me devuelvas), abre Jesús un camino de perdón y gratuidad, que empieza precisamente desde los pobres (ofendidos y víctimas). En el lugar donde ellos perdonan y aman empieza la paz[5]. Leer más…

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